Comencé a buscarte desde que mis fieles amigos indios abandonaron mi
imagina-ción marchando al olvido y a mi abstracta caballería le crecieron ruedas para convertirse en real bicicleta. Empecé a temerte cuando las historias comenzaron a barruntarse en soledad y alrededor de femeninos cuerpos, cuando los rostros de mi gente endurecieron endureciendo el rictus de mis labios. Comencé a olvidarme de tus razones desde que descubrí la estrecha alianza de la mentira y las religiones y mi cuerpo sin temor se anegó en la dulzura del todopoderoso y omnipresente pecado compartido.
Hoy retorno a buscarte pues mis manos, otrora repletas de razones,
acarician ausencia. Retorno porque creí en el ayer y sus juramentos y porque muero a plazos enfrentado a las horas de mi presente que me observan desde cuevas solitarias burlándose de mi inocencia. Retorno porque me acongoja el abandono en que hemos sumido a la verdad, a los principios, a la ética y a los ideales. Retorno porque quiero creer que soy inteligente y entender que no puedo obviar los milagros de un cielo estrellado, de un mar enfurecido, de una flor abierta al rocío, de un corazón que late, de la vida que se expande en un universo infinito. Retorno porque mi poesía se ha hecho amarga y yo la quiero viva; enternecida en tus regalos. Retorno porque necesito comprender la etiología del perdón y la terapia para el rencor.
Y te buscaré hasta convencerme que eres el todo y la parte que no necesita
de mi credulidad para ser; que eres silencio y distancia que respeta la libertad, que no eres la antología del miedo, que vives y eres el tejido, la energía. Que tú das comienzo a la tómbola que nos retorna lo que en ella hemos puesto Descripción
Es un tanto cruel de nuestra parte el escribir sobre el retorno de una
condición que sin haberse ido regresa. Y es que se nos hace interesante tratar de disecarla aún a costa de partirnos el alma en el intento.
Posiblemente hayamos seres cuyos destinos contengan el “cromosoma” de
ella en su haber existencial, puede que ello no nos marque como “Seres especiales”, pero si como perfectos blancos de un dardo repetitivo, el dolor que no se ahuyenta ni crea callos de insensibilidad con su reiteración. Es condición que en el transcurrir de nuestro tiempo se hace una asidua vieja amiga y a la vez la más reciente y fiel, aunque no renovada, enemiga; cruel por lo solidaria de su compañía; siniestra a veces por conjeturadas sus y silenciosas conferencias. En ocasiones tan sombría y extravagante que aparece vestida con pantalones y chaqueta ajustadas, botas altas y un látigo negro enrollado en uno de sus desfigurados tentáculos cual dominadora meretriz de las horas.
En ocasiones se sienta en nuestro regazo susurrando monólogos que nos
conducen al huerto donde depositamos alguna vez la simiente de mil flores para entonces revelarnos el mismo lugar, desértico porque las flores de nuestros desvelos se marcharon llevándose nuestras lluvias secuestradas en la egoísta mochila de los olvidos. Nos sigue a la cama y continúa su perorata que como pinzas sostienen abiertos nuestros ojos donde enciende un proyector con jubilosas escenas de lechos y viajes exóticos, la ternura pintada en sus más mínimos detalles, la pasión bañada por sales de sudores, las risas y el baile sensual que nos agitó tantísimas veces; luego nos regresa a la cama y a la perenne realidad de su compañía con la sonrisa torcida por el rictus de la amargura.
Pero disecarla es imposible, es muy extenso su cuerpo de sombras y muy
amargo el sabor de su ruidoso mutismo. Para tener una somera idea de ella hay que sentirla cada segundo pegada al espíritu, tocarla con la ansiedad, tristemente celebrarla con lágrimas cálidas, mejillas enrojecidas y el cuerpo estremecido por los sollozos. No es difícil describirla…lo difícil es sentirla sin desear que la muerte se decida de una buena vez a llevársela de nosotros…..es la soledad. Dios y los miedos
Mi entereza anímica se ha roto muchas veces. Los sismos más fuertes se
sucedieron alrededor de aquellos años adolescentes y aún antes, específicamente en el período del despertar azuzado por la ebullición de las viriles hormonas. Todavía hoy, en el preludio de mi última juventud me sigue aquejando esta discontinuidad aunque en cortos lapsos y por ende apenas álgidos. El chip del pecado, repetitivo, implantado y soldado con fuerte estaño en mi hardrive mental a través de la catequización religiosa que me tocó en suerte, programó mi Nóbel vida con la ansiedad de mil culpas y la necesidad de pedir en confesión, sin entender por qué, disculpas, Si a eso le sumamos el infierno, el paraíso, el repudio a las ideas ateas y agnósticas, el rezo en letanía de frases incoherentes: "Arca de alianza", "Puerta del cielo" "Salud de los enfermos" acompañando el estribillo "Ruega por él" y de otras desprovistas de un significado al alcance de mis endebles conocimientos del Latín "Kirie leison; Kriste leison"..(creo que era así.) ¡Por Caifás! sólo imagínense el arroz con mango de todo este tinglado (perdonando la redundancia). Ah, pero lo peor de todo es que esa amalgama de magia, ocultismo, fantasías y aberraciones se proclamaba sin misericordia como edictos del miedo en el estrado de mi naturaleza cuando debía ser juzgado por la pintura de un anciano, de gran cabeza y tupida barba blanca cuyo busto se disfumaba semioculto por un ancho ropaje de corte oriental, Era la idea gráfica de ese Dios Omnipresente, Purísimo y Castísimo (??) Creador del cielo y de la tierra, el Ser Omnipotente que premia a los buenos con las glorias del cielo y castiga a los malos con las penas del infierno". Fueron los días donde el miedo cebó sus perros en mí. Fueron los años donde toda aquella mitología, enredada en mis entrañas, anudándose en mis noches y días, me impedía gozar libremente de lo que, según propalaba la misma doctrina, fuera el plan del mismo Dios. Todo era un maldito pecado; ¡hasta pensar era un pecado!.- "perdóneme, Padre porque he pecado en obra y pensamiento"- "No importa hijo, dale tres vueltas al parque, reza esta otra cosa"- y de vuelta a defecarme la existencia en el miedo por volver a pecar.
Existe el temor que lógica y saludablemente inicia la respuesta orgánica a los
peligros, pero hay otros por demás innecesarios, como el temor al que dirán, el temor a vivir y, el más excelso, el que nos ha sido sabiamente inoculado. "El temor a Dios" axioma que todo devoto o devota debe aceptar sin objeciones porque distingue y da prestigio cuando se aplica con lapidaria entonación " Ese es un hombre (o mujer) de principios, honorable y temeroso(a) de Dios". ¡Válgame Tutankamón!. Hay que temerle al mismo padre que tanto nos ama. Un estudio retrospectivo de mi vida evidencia que mis roturas anímicas, crisis de personalidad, momentos que esculcan lógica, en fin, como se les quiera bautizar, derivaron en la decantación de conceptos, surgiendo, con los mismos dolores y alegrías de un parto, otros conceptos, pero ya no prefabricados en ningún concilio ni refinados por mentes calculadoras y mucho menos fanatizados por el miedo que construye la idolatría haciéndonos presas fáciles de cazadores disfrazados de pastores...o viceversa. Soy, y así me defino, un pensador que trata de desnudar su juicio de prejuicios y practicar la tolerancia, pero bajo ninguna circunstancia doblegarse ante ideas obviamente absurdas como la idea de un Ser Divino plagado de humanos defectos igual a Zeus, Atenas, Apolo, Hades..etc. Se puede crear una imagen y colmarla de mitológicos atributos. Lo que no se puede es definir a Dios, las palabras no pueden enmarcar, ni con somera exactitud, lo intangible que se acuna en una semilla codificando el desarrollo de una planta; es tarea estéril explicar el momento en que la concepción se hace vida y se extiende impulsando latidos de un corazón; es, amigo o amiga que me lees, imposible desde todo ángulo atrapar ese soplo de "nada" que todo lo llena. Somos, un parte del todo y el todo a la misma vez. No hay El o Ella porque no cabe genero ni sexo en la energía que organiza, planifica crea, y regula. Somos el templo, somos el tejido, somos uno...somos y fluimos; y se fue disfumando el miedo a...una pintura