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PONENCIA EN EL CONGRESO DE COCHABAMBA

LA BATALLA DE SUIPACHA Y SU RELACION CON LAS REVOLUCIONES DE


1809.
Lic María Florencia Musante Grau
Las revoluciones de Chuquisaca y La Paz y su relación con Buenos Aires Mayo del 10.
La toma de Madrid por parte del Ejército francés en marzo de 1808 modificó la
situación continental. La formación de juntas, en oposición a José Bonaparte hizo que
este movimiento repercutiera en América.
La situación con respecto a América era la siguiente:
•Francia deseaba extender su control a la América española para restar mercados a sus
adversarios y mantener el flujo de regalías, pero — sin recursos navales para
asegurarlo — dependía por completo de lograr decantar hacia ella las lealtades de los
americanos, sea por el expediente de mantener la obediencia al monarca, fuera cual
fuera; o, de ser necesario, alentando el partido de la independencia.
•En Brasil se encontraba Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII, quien consideraba
que ante la ausencia de su padre, ella era quien debería defender los territorios de
posesión borbónica.
El oficio principal de Carlota afirmaba entre otras cosas:
"Hago saber á los leales y fieles vasallos del Rey catolico de las Españas é Indias, (...)
Estando de esta suerte mis muy amados Padres, hermanos y demas individuos de mi
real familia de España privados de su natural libertad sin poder ejercer su autoridad ni
menos atender á la defensa y conservacion de sus derechos (...) por tanto
considerándome suficientemente autorizada y obligada á ejercer las veces de mi
augusto Padre y real familia de España como la mas procsima representante suya en
este continente de América para con sus fíeles y amados vasallos, me ha parecido
conveniente y oportuno dirijiros este mi manifiesto por el cual declaro nula la
abdicacion ó renuncia que mi Señor Padre el Rey Don Carlos IV y demas individuos de
mi real familia de España tienen hecha en favor del Emperador ó Jefe de los franceces;
á cuya declaracion deben adherir todos los fíeles y leales vasallos de mi augusto Padre,
en cuanto no se hallen libres é independientes los representantes de mi real familia (...)
Igualmente os ruego y encargo con el mayor encarecimiento que prosigais como hasta
aquí en la recta administración de justicia con arreglo á las leyes, las que cuidareis y
celareis se mantengan ilesas y en su vigor y observancia, cuidando muí particularmente
de la tranquilidad pública y defensa de estos dominios, hasta que mi amado primo el
infante D. Pedro Carlos ú otra persona llegue entre vosotros para arreglar los asuntos
del gobierno de estos dominios durante la desgraciada situacion de mis mui amados
Padres, hermanos y tio, sin que mis nuevas providencias alteren en lo mas mínimo lo
dispuesto y prevenido por mis augustos antecesores".
Carta de Carlota Joaquina de Borbón, 19 de agosto de 1808

•Y los pensamientos americanos de formar su propio movimiento juntista en espera del


regreso “del deseado”.
E n Buenos Aires la situación era complicada, después de los sucesos de 1807, se había
elegido a un Virrey Provisorio; Santiago de Liniers, héroe de las luchas contra los
ingleses, pero que su origen, francés ahora complicaba la situación; por el otro lado se
encontraba el Gobernador de Montevideo Javier de Elio y el Alcalde del 1 voto del
Cabildo de Buenos Aires, Martín de Alzaga que miraban con recelo a Liniers
Ante esta situación llega al Río de la Plata José Manuel de Goyeneche, americano,
educado en España, relacionado con los francés pero jugando un juego peligroso ya que
contaba con el apoyo de la Junta de Sevilla y previa llegada a estas costa con
instrucciones de Carlota Joaquina.
El brigadier Goyeneche arribó a Montevideo munido de tres pliegos para sendas
misiones reservadas, para usar según su interés. Se acreditó allí ante Francisco Javier de
Elío como representante de la Junta de Sevilla, alentándolo en su propósito de
independizarse de Buenos Aires y no reconocer la autoridad del virrey Liniers por ser de
origen francés:
"Cuando llegó a Montevideo aplaudió el celo del gobernador Elío y sus vecinos en
haber formado una junta y manifestó que su venida se dirigía a promover el
establecimiento de otras en las ciudades de aquel reino”1.
Tras esto, Goyeneche pasó a Buenos Aires.
El 21 de septiembre de 1808 se produjo así el primer movimiento juntista en el
Virreinato. En Montevideo un cabildo abierto formó una Junta y nombró al gobernador
Francisco Javier de Elío como su presidente, "llegando su osadía a tal extremo de
circular órdenes seductivas a las provincias de este virreinato para que hiciesen lo
mismo que ellos, que no han hecho caso de semejantes siniestras deliberaciones, todo
con el fin de obligar a esta capital a que depusiera al señor virrey, pues así lo
indicaron a este cabildo diciéndoles que solo levantando una junta con el nombre de
Suprema obedecerían, lo que fue despreciado."2
Una nota de la Real Audiencia de Buenos Aires del 27 de octubre de 1809 diría "..el
fuego que encendió don Javier Elio en Montevideo se extendió a las provincias
interiores del virreinato."
Llegado a Buenos Aires trató de hacer uso de las instrucciones que llevaba del rey José
pero desconcertado por la fidelidad del Virrey Santiago de Liniers — nacido francés —
empezó a proclamarse realista puro y partidario acérrimo de la causa de Fernando.
Buena parte de la población, al recibir noticias de que en España subsistía un gobierno,
lo hizo propio más allá de su ilegitimidad.3

1
Manuel Moreno, Vida y memorias de Mariano Moreno, en Biblioteca de Mayo,
página 1219.
2
Beruti, Juan Manuel, Memorias Curiosas.
3
En ese momento ni siquiera se habían organizado las diferentes juntas bajo un
mando único. La de Sevilla era una más aunque se arrogase la autoridad sobre "las
Indias". De hecho, la Junta de Galicia envió a Pascual Ruiz Huidobro como Virrey al
Río de la Plata, solo que al tomar conocimiento de la realidad en el Plata optó por no
intentar reivindicar sus supuestos derechos reconociendo la endeble autoridad de que
emanaban.
Con el objeto de asegurar los fondos necesarios para proseguir su misión, Goyeneche no
dudo en condenar ahora a Elío:
"Trasladado a Buenos Aires fue diferente su lenguaje, y unido con Liniers y los oidores,
de quienes esperaba caudales y créditos para proseguir su misión a Lima blasfemó de
la conducta del jefe de Montevideo y lo caracterizó refractario."4
No obstante, tuvo tratos con Álzaga, a quien dejó entrever que el gobierno peninsular
vería con agrado que se depusiera a todo gobierno americano sobre cuya lealtad pudiera
haber dudas.
Finalmente, el intrigante Goyeneche siguió hacia el Alto Perú, camino de Lima. Diría el
Dean Gregorio Funes en su Ensayo histórico de la revolución de América: "Fué
bonapartista en Madrid, federalista en Sevilla, en Montevideo aristócrata, en Buenos
Aires realista puro y en el Perú tirano".
Comienza el conflicto en el Alto Perú
Las noticias llegaron también al Alto Perú y, en acuerdos del 18 y el 23 de septiembre,
la Real Audiencia de Charcas se opuso al reconocimiento de la Junta de Sevilla y de
Goyeneche como legítimo comisionado "habiendo otras juntas provinciales
independientes de la de Sevilla".
Las noticias de su entrevista con Carlota de Brasil despertaron alarma en la población. A
mediados del siglo XVIII la provincia de Chiquitos, en los llanos al oriente de
Chuquisaca, había sido alcanzada por las incursiones de bandeirantes brasileños,
quienes habían secuestrado para esclavizar a la población aborígen, recuerdo que
despertó suspicacias en la población de la ciudad.
El 24, el arzobispo de Charcas Benito María Moxó y Francolí mandó reconocer a la
Junta de Sevilla y a su representante, Goyeneche, intimando al clero bajo pena de
excomunión. El Real Acuerdo del 23 de septiembre trazó una línea entre los oidores por
un lado y el Virrey, el Presidente Pizarro y el Arzobispo Moxó y Francolí, en torno a la
aceptación de la Junta de Sevilla.
El presidente Pizarro elevó los pliegos de Carlota a la Universidad y Claustro de
Doctores pidiéndole su parecer. El Claustro — siguiendo la posición de su síndico, el
Dr. Manuel de Zudáñez — no sólo rechazó los términos de la orden de la hermana de
Fernando VII, sino que calificó en sus acuerdos de subversiva la comunicación de la
Infanta: en efecto, habiéndose jurado a Fernando VII como rey de España y de las
Indias, al desconocer ese derecho y afirmar que su padre fue obligado a ceder la corona
a Fernando por una sublevación en Aranjuez, provocada con ese fin, no por cierto
dejaba de ser traición.
Las principales observaciones del Calustro respecto de las "intenciones y miras
irregulares e injustas de la Corte de Portugal contra los sagrados e inviolables
derechos de nuestro Augusto Amo y Señor Natural, Fernando Séptimo" eran:
"Que reconociendo y jurando como único y legítimo monarca de España e Indias, al
Señor Fernando Séptimo en virtud de la premeditada, legal y espontánea renuncia que

4
Manuel Moreno, Vida y memorias de Mariano Moreno, en Biblioteca de Mayo,
página 1164.
a su favor hizo de la Corona el Señor Don Carlos, cuando en el Real sitio de Aranjuez a
diecinueve de marzo del año próximo pasado de ochocientos ocho, lo que ningún
español ni americano puede poner en duda sin ser visto y tratado como reo de alta
traición."
"Admira y asombra que la Señora Princesa del Brasil, Doña Carlota Joaquina en su
citado manifiesto dirigido a estas provincias, atribuya renuncia tan solemne y
autorizada, a una sublevación o tumulto suscitado en la Corte de Madrid para obligar
al Señor Don Carlos Cuarto a abdicar la corona: proposición subversiva que excita la
noble indignación y horror de los dignos vasallos de Fernando Séptimo.
Que la inicua retención de la sagrada persona de nuestro Augusto Fernando Séptimo
en Francia, no impide el que sus vasallos de ambos hemisferios, reconozcan
inflexiblemente a su soberana autoridad, adoren su persona, cumplan con la
observancia de las leyes, obedezcan a las autoridades, tribunales y jefes respectivos
que los gobiernan en paz y quietud, y sobre todo a la junta Central establecida
últimamente que manda a nombre de Fernando Séptimo, sin que la América necesite
que una potencia extranjera quiera tomar las riendas del Gobierno como la Señora
Princesa Doña Carlota Joaquina, a pretexto de considerarse “suficientemente
autorizada y obligada a ejercer las veces de su Augusto Padre Don Carlos Cuarto (que
ya dejó de ser Rey) y Real Familia de España existentes en Europa”, expresiones de su
manifiesto."
Respuesta de la Universidad de Chuquisaca, AHN Cons. Leg. 21392.85 f. 76.
La Universidad finalmente expresaba no sólo su opinión sino que se atrevía a ordenar la
política a seguir: "En cuya consecuencia reflexionando sobre los perniciosos efectos
que puede acarrear en perjuicio de la soberanía y la tranquilidad pública el que
circulen los citados papeles de la Señora Princesa del Brasil, acordaron, mandaron y
ordenaron que no se conteste a dicha Señora Princesa Doña Carlota Joaquina".
El Claustro negaba también los derechos de la Infanta Carlota en razón de la Ley Sálica,
sancionada en 1713 por Felipe V, que excluía a las mujeres de la sucesión.5
El acta final de la Universidad, redactada por el Dr.Jaime de Zudáñez, tras ser aprobada
y firmada por todos los doctores, fue remitida por el rector al gobernador y directamente
elevada al virrey. Liniers, viendo el uso de palabras como traición — y referidas nada
menos que a la Infanta — ordenó que se borrasen y destruyesen, por lo que Pizarro
dispuso que se le llevase el libro de actas y todo papel relacionado, y que el escribano de
gobierno arrancase las hojas y las destruyese.
El 1 de enero de 1809, cuando debían asumir las nuevas autoridades del Cabildo de
Buenos Aires, se produjo el levantamiento en Buenos Aires, conocido como la Asonada
de Álzaga. Si bien la mayoría de sus partícipes eran españoles nativos, muchos criollos,
como Mariano Moreno lo apoyaban. Parte de las milicias españolas apoyaban la
rebelión: los tercios de gallegos, vizcaínos y miñones de Cataluña. Pero las milicias
criollas — encabezadas por Cornelio Saavedra — y el tercio de andaluces sostuvieron a

5
Respecto del desconocimiento real o político de la derogación de la pragmática de
Felipe por las Cortes, téngase en cuenta que dicha pragmática sirvió años después de
excusa para las guerras carlistas.
Liniers, con lo que el movimiento fracasó. Álzaga y los cabecillas fueron desterrados a
Carmen de Patagones y los cuerpos militares sublevados fueron disueltos.
Los sucesos de Buenos Aires no eran ajenos a los de Chuquisaca. Por un lado, el asesor
del intendente Pedro Vicente Cañete, odiado por los oidores propietarios escribió el 25
de enero la "Carta consultiva apologética" apoyando a Liniers.
De manera similar, los partidarios de Álzaga mantenían contactos con comerciantes del
Alto Perú, especialmente de Potosí. Muchos de los estudiantes eran oriundos del Río de
la Plata, y casi todos los graduados de la capital habían estudiado en Chuquisaca y se
habían relacionado en mayor o menor medida con los círculos independentistas. Tal era
el caso de Mariano Moreno, que era considerado por estos últimos como un verdadero
comisionado.
La revocatoria dispuesta por el virrey Liniers de la expulsión de Cañete acordada por la
Audiencia y la difusión de un rumor de que el presidente Pizarro detendría a los oidores
agravaron la situación.
Del 16 al 25 de mayo se sucedieron los hechos para que estallara el movimiento
revolucionario
Los juntistas buscaron y hallaron el apoyo de Elío en la Banda Oriental. En Colonia del
Sacramento se encontraba el nuevo virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien aprobó
en principio la conducta observada por la Audiencia de Charcas, ordenando al
intendente de Potosí que cooperase en lo sucesivo.
Hasta el momento y tal como era percibido en aquella época al menos en el Río de la
Plata e incluso por muchos de sus protagonistas, el movimiento da Chuquisaca no tenía
por objeto la independencia sino que por el contrario era inspirado por una ciega
adhesión a la causa del rey Fernando y rechazo al enemigo tradicional, Portugal, y la
política de los carlotistas. No obstante muchos estudiantes y ciudadanos de Chuquisaca
sí aspiraban a avanzar hacia la independencia, entre ellos Antonio Paredes, Mariano
Michel, José Benito Alzérreca, José Manuel Mercado, Álvarez de Arenales, Lanza y
Monteagudo.
Con ese objeto disimulado se enviaron emisarios a distintas ciudades: supuestamente
con el objeto de transmitir sus leales intenciones para con Fernando VII y llevar a cabo
tareas encomendadas por la Audiencia tenían por misión fomentar los sentimientos
independentistas entre los habitantes de otras ciudades.
Los comisionados conformaban una sociedad secreta, conocida como la Sociedad de
Independientes.
El 9 de julio el gobernador de Potosí, Francisco de Paula Sanz, recibió una
comunicación del virrey, en igual sentido a lo solicitado por Pizarro, ordenándole que
reuniera una fuerza competente en Potosí para mantener el sosiego público y el respeto
a las autoridades, ordenándole también que obedeciera a la Audiencia en lo que esta no
contrariara al gobierno superior. Marchó Paula Sanz con tropas sobre Chuquisaca en
auxilio del presidente pero al llegar a las inmediaciones de Chuquisaca la Audiencia le
ordenó retroceder a Potosí con sus fuerzas, a lo que tras una conferencia accedió.
Los juntistas buscaron y hallaron el apoyo de Elío en la Banda Oriental. En Colonia del
Sacramento se encontraba el nuevo virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien aprobó
en principio la conducta observada por la Audiencia de Charcas, ordenando al
intendente de Potosí que cooperase en lo sucesivo.
El movimiento se extendió desde La Paz hasta Potosí y fue nada más que José Manuel
de Goyeneche el que recibió la orden de sofocar los movimientos revolucionarios
El Gobernador del Potosí Francisco de Paula Sanz pidió auxilios al virrey del Perú José
Fernando de Abascal y Sousa, más tarde marqués de la Concordia. Abascal temía que el
movimiento revolucionario que alcanzaba sus fronteras se propagase a las provincias de
Puno, Arequipa y Cuzco, donde aún se recordaba el levantamiento de Tumac Amaru por
lo que resolvió no esperar una definición de Buenos Aires e iniciar de inmediato el
levantamiento de un ejército y la represión de la rebelión. A ese efecto nombró al
presidente de la Real Audiencia del Cuzco, José Manuel de Goyeneche como general en
jefe del ejército expedicionario, ordenando al coronel Juan Ramírez, gobernador de
Puno, que se pusiese a sus órdenes con las tropas de su mando, disponiendo otro tanto
respecto de las de Arequipa. Mientras disponía la movilización, para cubrir las
formalidades de lo que era en los hechos la invasión de otra jurisdicción sin atribuciones
algunas, ordenaba a Goyeneche ofrecer sus tropas al nuevo virrey del Río de la Plata
Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien las aceptó el 21 de septiembre.
En Buenos Aires, teniendo en cuenta las medidas conciliadoras de Cisneros para los
implicados en la revuelta juntista del 1 de enero de 1809 que culminaron el 22 de
septiembre con una completa amnistía, se suponía que tomaría disposiciones similares
en el Alto Perú:
"Todo lo de Buenos Aires esta zanjado...los presos del día están libres y todos somos
amigos, y lo mismo se hara con los del Perú...las medias bullas de La Paz y Chuquisaca
están aquietadas, si pudiera hablar, diría lo que causa esas bullas, pero de lejos."6
Al conocerse las noticias de la represión la reacción fue profundamente negativa en
todos los partidos y, de haber sido adoptada esa conducta por Cisneros con el fin de
intimidar y fortalecer su autoridad, resultó contraproducente:
"A fines de enero empiezan a venir noticias vagas de la pacificacion de La Paz y
Chuquisaca; pero todos los que no están predispuestos por un espíritu personal creen
que ha debido tratárselos como a los de esta ciudad en 1° de enero de 1809 y que tanto
el virrey Cisneros como Nieto han procedido incautamente dejando aquellas posesiones
a los amaños de Goyeneche y Abascal, faltando al celo que debía animarlos por la
invasión de su autoridad y las sospechas que ya se habian comprobado de la
bellaquería del primero; luego mediados de marzo ya fue una verdad su criminal y
dementada pacificación a sangre con proceso y sentencia de enero 29 a febrero 10,
1810, que sólo un malvado podía parodiar, y todo fue aprobado por el virrey Cisneros;
como una violación bárbara e inmotivada...conmueve todas las conciencias"
Matheu, Autobiografía, inciso 129, en Biblioteca de Mayo, página 2286/7.
Manuel Moreno afirmó en igual sentido que
"Semejantes actos de barbarie hicieron odiosa la autoridad de Cisneros y no tardaron
en convertir en desprecio la frialdad de los habitantes con respecto a un jefe sin apoyo.
Los eventos desgraciados de la metrópoli vinieron a precipitar la conclusión de la
escena".7
En efecto, al conocerse la caída de Sevilla y la disolución de la Junta Central, en
Cabildo abierto del 22 de mayo se suspendió a Cisneros y el 23 se formaba una junta
6
Matheu, Autobiografía, inciso 127, en Biblioteca de Mayo, página 2286.
7
Manuel Moreno, Vida y memorias de Mariano Moreno, en Biblioteca de Mayo, página 1224.
presidida por el antiguo virrey. De corta duración, permitió que Cisneros (firmando
como virrey y no como presidente para que su orden fuera obedecida), presión
mediante, conmutara el exilio dispuesto para el cura Medina. El 25 de mayo de 1810 se
formó una nueva junta sin Cisneros, la primera presidida por un americano, Cornelio
Saavedra
Por correo que llegó a Chuquisaca el 23 de junio supieron Nieto y Sanz la destitución de
Cisneros. Se pusieron a las órdenes del Virrey del Perú, calificaron a Buenos Aires de
insurgente y pidieron auxilios.
Conformación del Ejercito Auxiliar:
El Ejercito expedicionario estaba conformado solo por 750 hombres distribuidos de la
siguiente manera:
•2 Ca de Patricios
•1 Ca de ex Andaluces
•1 Ca de ex Montañeses
•2 Ca de Pardos y Morenos lo que hacían un total de 600 hombres de Infantería
•Con los Dragones y Blandengues se formó un cuerpo de 150 jinetes reforzados con 2
cañones y 2 obuses como artillería.
Esta tropa se fue engrosando con los voluntarios que se denominaron Arribeños, tropa de
córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy llegando a ser 1200 hombres.
Diego de Pueyrredón que se encontraba con una pequeña vanguardia en Yavi, envió un
comunicado al Marques de Tojo, Juan José Fernández Campero, quien se encontraba en
Tarija, solicitándole apoyo económico y militar, pero se disculpó alegando que no le
permitían salir de Tarija porque había temor en los habitantes de ser atacados por las
gobernaciones de Tupiza y Cinti, ya que fueron los primeros en adherirse al
movimiento de Buenos Aires.
Como el temor al ataque era real se decidió reunir una fuerza de 600 hombres, con 200
armas a las órdenes del Teniente Coronel José Antonio de Larrea que acompañó a la
fuerza hasta Tupiza, volviéndose con 300 hombres para proteger la Villa.
Los tarijeños fueron divididos en 3 Ca de 100 soldados, una al mando de Larrea, la otra
de Guemes y la tercera de Balcarce.
Mientras, el Ejército del Norte o Ejército del Perú, avanzaba con rapidez en su "Primera
expedición auxiliadora al Alto Perú". Al conocerse el avance patriota empezaron a
estallar nuevos movimientos que adherían a la Junta de Buenos Aires. El 14 de
septiembre de 1810 se produjo la revolución de Cochabamba, el 24 de septiembre se
formó junta en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, de la que participaron Juan Manuel
Lemoine y el enviado de la Primera Junta de Buenos Aires, Eustaquio Moldes, el 6 de
octubre se pronunció también Oruro y el 14 de octubre tras la victoria rebelde en la
Batalla de Aroma se cerraba el cerco en la retaguardia realista.

Alrededor de mil hombres mandados por Antonio González Balcarce y Eustaquio Díaz
Vélez, con Juan José Castelli como representante de la Junta, enfrentaron el 27 de
octubre a las tropas de Nieto en el Combate de Cotagaita. Tras bombardear con escasa
artillería las trincheras enemigas y sin poder capturar la posición las fuerzas
revolucionarias se retiraron al sur. El 5 de noviembre las fuerzas del Perú avanzaron tras
Balcarce y entraron en Tupiza. El 7 de noviembre se enfrentaron en la batalla de
Suipacha
La batalla de Suipacha.
Las tropas a órdenes de González Balcarce continuaron su retroceso hacia el sur sin ser
molestados por el enemigo -también éste tenía serios problemas- y el día 6 de
noviembre alcanzaban, tal como había sido previsto, la localidad de Suipacha.
Ahí González Balcarce recibió distintas noticias: la primera que Castelli apresuraba el
envío de refuerzos en hombres y materiales; otra que se le incorporarían en horas
efectivos provenientes de las provincias de Nor y Sur Chichas; por fin que las tropas
bajo su mando -con la moral alta- se habían reorganizado sin inconvenientes después del
combate.
El jefe revolucionario, después de reconocer el terreno, decidió instalar el campamento
al sur del río Suipacha y ordenó ocupar el caserío de Nazareno. A los efectivos ya
conocidos se le agregaron unos 140 hombres con 2 piezas de artillería provenientes de
las provincias de Chichas y otras regiones. Además llegaron cargas de munición,
especialmente de artillería, que apresuradamente había enviado Castelli, quien aún no
había abandonado San Salvador de Jujuy.
Caben críticas al proceder de Castelli. Teniendo, como tenía el mando absoluto de la
expedición, debió marchar, a mata caballo, al frente de lucha; otra, no mandar los e-
fectivos de mayor movilidad del grueso a reforzar a la vanguardia. No conocemos
argumentos que justifiquen tal proceder.
Por su parte, los realistas recién el 31 de octubre estuvieron en condiciones de iniciar el
avance en busca del enemigo; lo hicieron con una fuerza estimada en cuatro batallones
de infantería -unos 1.000 hombres-, algunas fracciones de caballería y unas 6 piezas de
artillería.
A partir de los primeros días de noviembre se iniciaron las tomas de contacto entre las
fracciones adelantadas de ambos adversarios. El día 5 en horas de la noche, parte de la
vanguardia revolucionaria se posesionó del pueblo de Nazareno -vecino con el de
Suipacha- en la margen norte del curso de agua del mismo nombre, en tanto que la masa
se situaba al sur en la localidad de Suipacha.
Adoptado este dispositivo, González Balcarce envió a "un jovencito. natural que le
había servido de espía, que viniese a Tupiza, en donde estaban nuestros enemigos, y di-
vulgase que sus tropas estaban sumamente disgustadas; que era extrema la falta de
municiones; que sólo tenían dos cañones y de éstos uno desmontado, y que sólo espera-
ban entender, que pensaban los enemigos para continuar nuestra retirada".
Estas "noticias" y otras de parecido calibre llegaron a oídos del capitán de fragata
Córdova y Roxas; sumadas ésta a otros datos que consiguió en Tupiza, le permitieron
apreciar que era el momento oportuno para atacar a los revolucionarios.
Antes de iniciar el tratamiento de las operaciones en sí, parece conveniente dar alguna
idea sobre el terreno adonde las mismas se llevarían a cabo.
Las localidades de Nazareno y Suipacha están emplazadas en el valle del río Suipacha
orientado, en líneas generales, de este a oeste y cuyo ancho máximo, entre las
poblaciones mencionadas es de más o menos 4 kilómetros.
En el fondo de este valle corre el río Suipacha que presenta un lecho pedregoso con un
ancho no superior a los 50 metros; las orillas son bajas y se extienden bastante por
ambos lados hasta confundirse con el terreno adyacente, que es parejo y sin accidentes.
El linde norte de este valle está limitado por una serranías de poca elevación que rodean
a la localidad de Suipacha por el norte, el este y sudeste.
Desde el sur se ingresa al valle por un pequeño camino que corre entre algunas
elevaciones que se abren para formar una "pampa" donde está ubicado el pueblo de
Nazareno que marca el límite sur de esta planicie. Estas colinas están recorridas por
varias pequeñas sendas de fácil tránsito; por el este una de ellas llamada de Choroya se
extiende por una angosta quebrada -más o menos paralela al río que ofrece una
excelente cubierta contra la observación que se haga desde el norte.
En la "pampa" de Suipacha el terreno desciende suavemente hasta confundirse con la
playa del río y es transitable en todas direcciones y sin ofrecer obstáculo ninguno para
las tropas salvo en época de lluvia -primavera y verano durante la cual el curso de agua
desciende bravío y rebasa el lecho y parte del valle. Cuando esto ocurre, el franqueo del
río, sobre todo durante las crecientes, se torna difícil al igual que los pantanos de sus
márgenes.
El poblado de Suipacha se alza en la margen norte del río de su nombre y, en la época
de la batalla, era un caserío habitado en su mayor parte, por naturales de la región.
Contaba con una posta al servicio del viajero. Entre Suipacha y el río, la "pampa" estaba
sembrada con maíz y otras especias, que eran regadas por angostas, y a veces, profundas
acequias.
Nazareno -en la margen sur- era un pequeño villorrio también poblado por indígenas.
Ambas localidades estaba a la vera del camino que, desde Yavi pasaba por Nazareno y
Suipacha y luego de ésta, con rumbo noreste, se internaba en la serranías para marchar
hacia Tupiza. En todo este trayecto, desde Yavi a Tupiza, había poca vegetación natural,
caracterizada por arbustos tales como la "yareta" y la "tola".
En cuanto a los movimientos de ambos contendientes, podemos sintetizarlos así:
En la noche del 6,7 de noviembre González Balcarce dio sus últimas instrucciones para
el combate del día siguiente. Su resolución consistía en: resistir el ataque de los realistas
en base a su débil dispositivo lineal y frontal; atacado éste, llevar un ataque envolvente a
las alas y flancos del enemigo con la masa de sus efectivos.
Teóricamente, el plan se adecuaba al terreno y a los efectivos con que contaba y
favorecía al mismo la circunstancia de que los refuerzos que llegaron lo hicieron durante
la noche, por lo cual esta novedad no fue conocida por el enemigo; por otra parte, el
hábil aprovechamiento que se hizo del terreno y de la oscuridad, facilitó el velo de la
operación.
El día 7 de noviembre a eso de las diez de la mañana, González Balcarce pudo constatar
que, conocida la aproximación del enemigo, su dispositivo había sido tomado según las
instrucciones que impartiera el día anterior.
En la "pampa", al sur del curso de agua y al norte de Nazareno, se había emplazado una
compañía de infantería y una de granaderos; entre ambas una pieza de artillería y otra en
el flanco este, ocupaban la posición encargada de detener el ataque frontal.
La reserva -luego sería empleada para ejecutar la maniobra envolvente- se constituyó
con el resto de su infantería, dos piezas de artillería y toda la caballería. Esta agrupación
fue emplazada al sudeste del dispositivo, oculta detras del pequeño cerro de Choroya, en
la quebrada del mismo nombre.
A su vez los realistas -dada la información que tenían del enemigo- se decidieron a
atacar al oponente donde lo encontrase. Después de atravesar, sin ser molestados, el
pueblo de Suipacha, alcanzaron la margen norte del río del mismo nombre, donde se
distribuyeron así: al este de la población, toda su infantería y artillería; como reserva
dejaron en inmediaciones sudeste del caserío toda su caballería.
Enfrentados los oponentes, a la diez de la mañana el día 7 de noviembre aún no se había
iniciado el combate y ambos se mantenían espectantes, González Balcarce convocó a
sus jefes subordinados a una Junta de Guerra, durante la cual el capitán del Cuerpo de
Patricios don Matías Balbastro opinó que se debía pasar al ataque. Balcarce convino que
ello era acertado y recién entonces se inició el combate. Las efectivos que ocupaban el
frente -unos 200 hombres- pasaron al ataque con la misión de aferrar al enemigo hasta el
lugar donde debía producirse la maniobra envolvente. Abierto el fuego por ambas partes
-infantería y artillería- los realistas avanzaron hasta alcanzar la margen norte del curso
de agua, en tanto que los revolucionarios con sus fracciones adelantadas llegaban a la
margen sur.
En esta situación, González Balcarce apreció que la maniobra había tenido éxito y
entonces ordenó el repliegue de sus efectivos empeñados, pero dando a la maniobra un
sentido de retirada.
Al observar este movimiento inusitado, el capitán de fragata Córdova ordenó pasar a la
persecución de quienes, aparentemente eludían el combate. Avanzaron después de
franquear el río y alcanzaron la pampa al oeste de Choroya. Ahí, con sorpresas, pudieron
comprobar que el enemigo volvía caras y reiniciaba el ataque.
Empeñada esta segunda fase del combate, González Balcarce -según lo había planeado
la noche antes- lanzó su reserva a la batalla; la infantería y la artillería atacaron el flanco
este del enemigo, en tanto que la caballería arrollaba el flanco oeste y parte de la
retaguardia combinando su acción con los fuegos de la infantería y artillería.
La sorpresa fue completa, el "Batallón Provincial de la Plata" y el "Batallón Veterano de
Borbón" (integrado por marinos) fueron arrollados y se le quitó una bandera; la artillería
realista fue silenciada, esto en cuanto al dispositivo frontal; el ataque contra el ala y
flanco este resultó totalmente efectivo. La inesperada aparición de muchos pobladores
en las faldas de las alturas, aumentó el desconcierto provocado por la sorpresa, pues el
jefe realista apreció que eran refuerzos que le llegaban a los revolucionarios, y abandonó
la lucha.
Las tropas de González Balcarce iniciaron la persecución que se llevó a cabo por
espacio de 4 leguas, completándose así la derrota, que fue total.
Sobre lo sucedido en este hecho de armas, es bien conocido el parte del doctor Castelli,
fechado en Yavi el día 8 de noviembre, o sea al día siguiente de la victoria.
Después del éxito obtenido en la batalla, el mayor general -ya aclaramos que no era
grado sino cargo ordenó la reorganización de sus tropas que, si bien eufóricas, habían
sido sometidas a un esfuerzo y desgaste considerable. Al hacer el recuento, se conoció
que los revolucionarios habían tenido: 1 soldado muerto y 12 hombres heridos; en tanto
que los realistas -según el oficio citado de Castelli- tuvieron más de 40 muertos; se
tomaron más de 150 prisioneros -entre los que se contaban dos capitanes y el guarda
parque de artillería- y, con respecto al material, se capturaron cuatro piezas de artillería
con abundante munición, así como de infantería, dos zurrones con dinero que se repartió
entre la tropa y dos banderas "más la una no merece tal nombre, porque es un trapo e-
nastado por jugarreta, pero la otra es propia de la Plata que juraron las tropas, cuando
Nieto desarmó a los patricios y repartió a los arribeños". Además dejaron abandonados
en su huida, "armas, fornituras y cuanto les estorbaba para salvarse".

Estos resultados pueden sintetizarse así:


- - Con la inmovilización y la orden de Buenos Aires de retroceder se perdió la
oportunidad -los hechos posteriores mostrarán que para siempre- la posibilidad
de llegar por el Alto Perú a Lima, centro del poder realista en América del Sur.
- El ejército revolucionario, cuyas dos terceras partes se componía de voluntarios
de Salta, Jujuy y las Provincias Interiores, sufriría un rudo impacto en su
cohesión y en el número de sus componentes, además perderá mucho del ya
escaso armamento y equipo disponible.
- El Ejército Real del Alto Perú al mando del brigadier Goyeneche, quedaba en
libertad para avanzar hacia el sur -por lo menos hasta Tucumán, según el plan
inicial del virrey Abascal- sin que ninguna fuerza orgánica pudiera, por esos
días, oponerse a tal propósito.
- El proceder poco diplomático y hasta impío de un jacobino como el doctor
Castelli; la falta de disciplina de las tropas, así como la relativa contracción a sus
deberes de los oficiales de la expedición provocaría, además de la derrota, una
ola de indignación en los pueblos altoperuanos que llegaría hasta el intento de
asesinato del doctor Castelli y del general González Balcarce.

Bibliografía
• Beruti, Juan Manuel, Memorias Curiosas, Buenos Aires, Emecé,
2001,
• Camogli, Pablo. Batallas por la Libertad. Buenos Aires, Aguilar,
2005.
• Medinaceli Diaz mendez Guido G. La Batalla de Suipacha. 7 de
noviembre de 1810.Bolivia, 2009.
• Moreno, Manuel, Vida y memorias de Mariano Moreno, en
Biblioteca de Mayo.

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