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EMPRESA

Una empresa es una unidad económico-social, integrada por elementos


humanos, materiales y técnicos, que tiene el objetivo de obtener
utilidades a través de su participación en el mercado de bienes y
servicios. Para esto, hace uso de los factores productivos (trabajo, tierra
y capital).
Las empresas puedan clasificarse según la actividad económica que
desarrollan. Así, nos encontramos con empresas del sector primario (que
obtienen los recursos a partir de la naturaleza, como las agrícolas,
pesqueras o ganaderas), del sector secundario (dedicadas a la
transformación de bienes, como las industriales y de la construcción) y
del sector terciario (empresas que se dedican a la oferta de servicios o al
comercio).
Otra clasificación valida para las empresas es de acuerdo a
su constitución jurídica. Existen empresas individuales (que pertenecen a
una sola persona) y societarias (conformadas por varias personas). En
este último grupo, las sociedades a su vez pueden ser anónimas,
de responsabilidad limitada y de economía social (cooperativas), entre
otras.
Las empresas también pueden ser definidas según la titularidad del
capital. Así, nos encontramos con empresas privadas (su capital está en
mano de particulares), públicas (controladas por el Estado), mixtas (el
capital es compartido por particulares y por el Estado) y empresas de
autogestión (el capital es propiedad de los trabajadores).
La administración de empresas, por su parte, es una ciencia social que
se dedica al estudio de la organización de estas entidades, analizando la
forma en que gestionan sus recursos, procesos y los resultados de sus
actividades.
En la actualidad abrir una empresa es más fácil que nunca, ya que en
muchos casos la mayoría de los trámites se pueden realizar desde casa
a través de Internet. Sin embargo, esto no significa que no requiera una
gran inversión de energía y esfuerzo para hacerla crecer y tener éxito.
Quizás la comodidad que nos ofrecen las tecnologías actuales nos llevan
muchas veces a tomar malas decisiones a causa de subestimar la
importancia del compromiso.
Antes de dar el primer paso debemos definir con mucha precisión las
características de la empresa que deseamos tener. Esto abarca su
finalidad y su tipo de organización, cosas que se pueden determinar
partiendo de preguntas de tipo «para qué», «para quiénes» y «de qué
manera». A nivel personal, es también fundamental preguntarnos «por
qué» deseamos embarcarnos en ella; si bien esto puede parecer
irrelevante para el público, del lazo que exista entre el fundador y su
empresa dependerán varios factores que hacen a su crecimiento, a su
visión y a su trato con los consumidores.
Una vez que tenemos bien en claro estas cuestiones debemos hacer
un estudio de mercado, más o menos formal, para saber si ya existen
empresas similares. De ser así, es importante saber si el mercado está
saturado de ellas o si aún hay un espacio en el cual pudiéramos
ubicarnos. Seguir adelante con un proyecto por el mero capricho de
satisfacer la necesidad suele conducir a un fracaso rotundo que podría
evitarse con la humildad: si nuestra idea no es adecuada para el contexto
económico y social del momento, nos conviene retroceder un paso y
buscar una nueva.
Estos son los rudimentos del nacimiento de una empresa, pero ninguno
de los aspectos técnicos se compara en dificultad como la paciencia
necesaria para verla crecer desde un proyecto en papel hasta una fuente
constante y fiable de dinero, en especial si pretendemos convertirla en
nuestro único sostén económico para hacer frente a todos los gastos.
Debemos armarnos de fuerza para superar diversos obstáculos
administrativos y saber que quizás no percibamos dinero hasta después
de varios meses o incluso más de un año.

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