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Índice
1. Aproximación práctica
1. ¿Qué es un abuso espiritual?
2. La mecánica del abuso espiritual
3. El abuso espiritual ¿es un problema propio de nuestro siglo?
4. Los abusos espirituales y la interpretación de la Biblia
5. Del abuso espiritual a los abusos sexuales
6. La trampa del culto a la personalidad
7. ¿Qué hacer en caso de abuso espiritual?
8. Para evitar las mezclas
9. Características del dirigente que practica el abuso espiritual
10. ¿Es su grupo un sistema abusivo y manipulador? ¿Está su fe intoxicada?
11. Los principales problemas psicológicos de las víctimas
12. La readaptación
13. No te dejaré ni te abandonaré
14. ¿Cómo ayudar a una víctima de abuso espiritual?
15. La fe, ¿liberación o sometimiento?
2. Aproximación cognitiva
1. ¿De dónde vienen los abusos?
2. ¿Por qué la víctima entra en un sistema abusivo y se queda?
3. Las dificultades más corrientes de las víctimas
4. ¿Cómo ayudar a las víctimas?
3. Conclusión
Introducción
Ser cristiano es una experiencia liberadora en general. Fue mi caso. Mis padres eran católicos y me
bautizaron nada más nacer. Pero con 22 años, en Japón, viví una experiencia de conversión y
respondí a la llamada del Señor. La muerte accidental de mi madre cuando tenía 7 años, tuvo un
papel importante en mi camino. Si Dios es amor ¿por qué ha permitido que mi madre muera en un
accidente? No podía aceptarlo y, progresivamente, comencé a odiar a Dios. Al crecer me hice
preguntas sobre los diferentes sufrimientos de nuestro mundo, Pero me lo guardé para mí, sin
hablar de ello con nadie.
En su libro “El problema del sufrimiento”, C.S Lewis resume lo que me atormentaba: “Si Dios es
bueno, desearía que todas las criaturas sean perfectamente felices, y si Dios es todopoderoso,
podría hacer lo que desea. Ahora bien, las criaturas no son felices. Luego a Dios le falta o bondad o
poder, o ambos.”
Con 15 años, concluí que a Dios le faltaban las dos cosas y que no tenía nada que esperar de él. En
esa época un amigo me presentó a su profesor de judo. En japonés judo significa “la vía de la
flexibilidad”. Un proverbio chino dice: “La ligereza puede controlar la dureza”. Es el concepto
mismo de este arte marcial. El judo me ha aportado mucho y me aporta en el plano psicológico
como en el físico.
Como no me gustaba estudiar con 18 años me hice bombero. Sin embargo el judo era mi pasión.
Viajé a Japón para perfeccionarlo. En Tokyo conocí al profesor de judo de la universidad de
Tsukuba, M. Hakamura. Gracias a él, me entrené en su club durante años.
Nakamura y sus alumnos fueron muy amables conmigo. Observé sin embargo, con 23 años, la
discriminación racial que tenían los japoneses con chinos, coreanos y otros asiáticos. También yo la
sufrí. Esto no hizo sino reforzar mi opinión negativa sobre Dios. Gracias al judo era más fuerte en el
plano físico y psicológico. Pero en el espiritual, me faltaba mucho. Quería creer que era fuerte,
pero era débil. No tenía unidad interior. Negaba mis heridas. En ese momento Dios salió a mi
encuentro.
Un día en el tren de la universidad de Tsukuba a Tokyo, conocí a un americano, Louis Burton. Era
profesor de inglés y misionero. Hablamos en inglés y francés. Después lo encontré varias veces en la
universidad. Burton y yo nos hicimos amigos. Algunos meses más tarde me invitó a su iglesia. Fui por
darle gusto. Volví sin saber porqué la semana siguiente y así durante cuatro años. Cada miércoles
Me escuchó con paciencia y sin juzgarme. El pastor japonés que trabajaba con él, M. Hinagali,
adoptó la misma actitud hacia mí. Muchos extranjeros, sobre todo asiáticos, venían al culto el
domingo y al estudio de la Biblia. Los parroquianos japoneses acogían a todos con amabilidad y
respeto. Para mi sorpresa no había discriminación racial.
En esta pequeña congregación internacional sin que lo sepa, Dios transformó mi corazón. En su libro
“La fuente de las lágrimas” J. Vanier cita Oseas 2:16-17 que evoca el valle de Accor: “El valle de
Accor es un valle cerca de Jericó. Este valle está hecho de gargantas peligrosas, llenas de
serpientes, escorpiones.., es un lugar en el que no hay entrar, el lugar que todos evitan… Ahora
bien, en Oseas, Dios dice que este valle de la desgracia se transformará puerta de esperanza.”
Vanier añade: “En cada uno de nosotros, hay un valle de Accor, las cosas que no queremos mirar…
porque nos hacen demasiado daño y tenemos miedo del sufrimiento”.
En Japón, con cristianos de diferentes países que acepté mirar por vez primera mi valle de Accor.
Este se transformó en puerta de esperanza.
Estudiando Mateo 11:28-30 todo dio la vuelta: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados
y yo os aliviaré….”
Comprendí entonces en lo más profundo de mi alma que poco importa el país, la persona, el color
de la piel, Jesucristo nos acoge a todos igual. Nos ama por lo que somos. Nos libera de nuestros
sufrimientos. Viene a visitarnos en nuestras prisiones psicológicas y espirituales para liberarnos. Me
es difícil expresar con palabras mi conversión, la alegría que experimenté. Por supuesto que todavía
tengo problemas, siempre hay sufrimiento en el mundo. Pero Cristo es mi apoyo y esperanza. Me
permite dar testimonio de que Dios es amor, y que, cuando se decide seguirle en libertad, cambia el
corazón de los seres humanos.
¿Por qué compartir esta historia personal en un libro sobre abusos espirituales? La razón es simple:
en mi testimonio, puedo decir que toda la felicidad de mi encuentro con el Señor, la alegría de la
liberación que me dio. Desgraciadamente muchos cristianos viven más dolorosamente su experiencia
de fe pues los abusos espirituales que vivieron transformaron su vida cristiana en prisión, en
esclavitud, en sufrimiento.
Desde hace 15 años en Sapporo, en la isla de Hokkaido, trabajo sobre el problema de los grupos
sectarios totalitarios y sus manipulaciones mentales. Con la ayuda de antiguos adeptos hemos
creado un sitio de ayuda para personas que salen de esos grupos. Nos han llegado muchos mensajes
de víctimas de abusos espirituales. Para mi decepción también muchos cristianos. El contenido de
sus mensajes es muy parecido al de los que no son cristianos. Dan testimonio de que sus pastores,
los sacerdotes y otros responsables utilizan su autoridad espiritual para controlar y literalmente
esclavizar a sus propias necesidades a los miembros de su iglesia. Se sirven de los textos bíblicos
Para las víctimas de abusos espirituales, el tiempo no basta para borrar las huellas de sus dolorosas
experiencias. Una relación de ayuda basada en el amor, la paciencia y sobre todo la comprensión,
es necesaria. Este libro está escrito para las víctimas que desean curarse de las diferentes heridas
que afectaron a su vida y a su crecimiento espiritual. Se dirige igualmente a padres y amigos de esas
personas, y a los profesionales para comprender mejor este problema y acompañar con competencia
a las víctimas de abusos espirituales.
El abuso espiritual es una injusticia que emana de un mal uso de ciertos pastores, curas o
responsables cristianos, hacen de sus derechos y poderes asociados a sus funciones. Estas personas
que tienen autoridad causan un perjuicio enorme a los miembros de su comunidad.
En su libro “La autoestima reencontrada” Jeff van Vonderen recuerda que es el incesto: ”para el
niño el lugar que debía ser de ser el refugio se transforma en el lugar de todos los peligros.” Dado
que en una iglesia sana y funcional, Dios es la fuente de aceptación, de amor y de valor, van
Vonderen compara la iglesia con la familia, en el seno de la misma el papel de los responsables
consiste en ayudar, edificar, servir y responder a las necesidades de sus parroquianos. Sin embargo,
observa: “En ciertos sistemas religiosos, los pensamientos, los sentimientos, los deseos y
necesidades de sus miembros no cuentan. No se responde a sus aspiraciones; antes bien al
contrario, están ahí para satisfacer las necesidades de sus dirigentes. Cuando esto ocurre en un
grupo cristiano se trata de abuso espiritual.”
Creo que el abuso espiritual es una forma de violación que se hace en nombre de Dios y de Cristo,
hiriendo al creyente en lo más profundo de su alma. Las consecuencias son desastrosas. Las víctimas
experimentan muchas dificultades para retomar una vida normal. Han sido condicionadas para creer
que a Dios le gusta vengarse, que pasa el tiempo buscando las debilidades de los creyentes para
castigarlos y enviarlos al infierno. Una persona de la que se ha abusado espiritualmente tiene una
imagen muy negativa de sí misma. Está abrumada por la vergüenza y otorga difícilmente su
confianza a los demás. En numerosos casos es “alérgica” a todo grupo religioso.
Las técnicas para controlar el pensamiento de las personas son numerosas. Varios libros tratan el
tema. Abordan en especial las manipulaciones mentales ejercidas en los grupos sectarios
totalitarios. Escuchando numerosos testimonios de víctimas de abusos espirituales, y estudiando
también los comentarios de los diferentes especialistas en el problema, se ve que las técnicas de los
grupos sectarios y las de los abusos espirituales son idénticas en su mayoría.
a) Love bombing
Muchas víctimas de abusos espirituales dicen que en sus primeros encuentros con el sacerdote o
pastor de su iglesia local o comunidad, éstos fueron de una extremada amabilidad. En cada ocasión,
el culto o la misa dominical, estudios bíblicos y otras reuniones, fueron acogidos con particular
calor, dando la impresión de que se interesaban por ellos.
Las personas que llegan por vez primera a una iglesia o a una comunidad atraviesan casi siempre un
período de vida doloroso: soledad, luto, divorcio, enfermedad grave, paro, etc. O esas personas
tienen dificultades para integrarse en la sociedad. Algunas también buscan valores. Las causas de la
búsqueda espiritual pueden ser múltiples. Una persona en situación de angustia tiene un gran
sentimiento de impotencia, volviéndola influenciable y receptiva a toda forma de compasión.
El love bombing consiste en bombardear con “amor” de todas las maneras posibles al recién
llegado. Por ejemplo a quien es reservado se le dice: “Eres muy serio” y al que sonríe: “Debes de
ser una persona muy simpática”. En cada caso se trata de adular a la persona, hacerle creer que es
amada y aceptada incondicionalmente.
El love bombing es temible. Primero porque crea una dependencia afectiva de la persona hacia la
iglesia, hacia sus responsables. Segundo porque en esa situación es casi imposible discernir la
realidad de las relaciones y sobre todo plantear preguntas. Poco a poco se pierde el sentido crítico.
Es muy normal que una iglesia acoja con calor a la gente y trate de dar solucionar sus problemas.
Pero esto es un problema cuando hay una intención de manipular y controlar.
“Recibí un regalo por navidad, le debo otro.” “Mi vecino me ha hecho un favor. Tengo que
devolvérselo…” Todos conocemos este tipo de situaciones. En general cuando alguien nos regala,
crea en nosotros un sentimiento de deuda, empujándonos a devolver las ventajes recibidas.
Esto se llama la regla de reciprocidad. Es un arma muy temible de manipulación de la gente. Puesto
que se puede culpabilizar a alguien, influenciar sus comportamientos y sus facultades de reflexión.
En el abuso espiritual, esta regla de reciprocidad es recurrente. Como ya lo he explicado, las
personas que llegan por vez primera a un lugar donde se practica el abuso espiritual son siempre
recibidas con calor. Esto desarrolla en ellas un sentimiento de dependencia afectiva importante y
les es muy difícil tomar distancia, y plantearse preguntas o emitir críticas. Los que lo hacen se
arriesgan a ser llamados al orden: “Después de todo lo que hemos hecho por ti, ¿Cómo te atreves a
decir eso?”. “No tienes vergüenza. ¡Esta crítica es una blasfemia! ¿Qué has hecho con el amor que
te hemos dado? “Te inspira el diablo. ¡Eres un egoísta! ¿Has olvidado todo lo que hemos hecho por
ti?”.
Este tipo de reflexión crea un sentimiento de vergüenza tan fuerte que la persona no se atreve a
replicar. Muchos tienen la impresión de no ser más que egoístas incapaces de amar, que no pueden
sentir ningún agradecimiento hacia sus bienhechores.
Toda la falsa compasión que esas personas han recibido se transforma en deuda que hay que pagar.
El precio de la deuda es la pérdida de su libre arbitrio y de su espíritu crítico.
c) El rito de la confesión
En su libro “Protéjase contra las sectas”, Steve Hassan, antiguo adepto de la secta Moon resume los
ocho criterios de la reforma del pensamiento chino, como se practicaba en los 50 y 60. Estos ocho
criterios fueron definidos por Robert Jay Liffon,
En el cuarto criterio, el de la confesión, Steve Hassan declara: “Los movimientos ideológicos sea
cual sea su fuerza, toman posesión de los mecanismos de culpabilidad y de vergüenza de un
individuo de manera que influyen en los cambios que él atraviesa. Lo hacen dentro de un proceso
que tiene su estructura propia. Las sesiones de confesión de los pecados van acompañadas de
críticas y autocríticas, generalmente en pequeños grupos en los que se empuja al cambio personal.”
El cristianismo enseña la confesión de los pecados. Esta confesión tiene como fin liberar y dar la
posibilidad de obtener el perdón de Dios. En la primera epístola de Juan, leemos: “la sangre de su
Hijo Jesús nos purifica del pecado (…) Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para
perdonarnos nuestros pecados y purificarnos de toda injusticia.” (1 Jn.1:7,9). La Biblia es muy
explícita. Se nos perdonan los pecados. Han desaparecido. Ya no están ahí para culpabilizarnos.
Una víctima da testimonio: “En mi iglesia, los parroquianos se dividían en pequeños grupos bajo la
dirección de un responsable. Después de la reunión, cada uno tenía que hacer un informe detallado
al pastor. Este se servía de ciertas informaciones, durante el sermón del domingo, para criticar a las
personas que no pensaban como él o que no querían someterse a sus ideas. Las humillaciones
públicas eran frecuentes. Las personas estaban obligadas a ponerse de rodillas para implorar el
perdón del pastor y hacer su propia autocrítica.”
Para cada parroquiano era una obsesión el miedo a que su vida privada se divulgara ante toda la
asamblea, como una espada de Damocles encima de su cabeza.
En numerosos testimonios las víctimas de abusos espirituales explican que el hecho de no pensar
como el pastor o como otros dirigentes de la iglesia se había convertido para ellos en pecado.
Incluso acabaron por confesar faltas que no habían cometido.
Testimonio de Claudine
El responsable del grupo al que acudía quería controlar a cada uno hasta en su vida
privada, creando numerosos problemas. Si alguien cometía una pequeña falta que podía ser
solucionada fácilmente, Philippe escogía hacer un proceso a esa persona ante toda la
congregación, exigiendo arrepentimiento público.
Una fobia es un sentimiento de miedo irracional con respecto a una situación, a una persona o a un
objeto.
Una de mis amigas japonesas se aterroriza ante una serpiente desde que su hermana pequeña fue
mordida por una víbora. El hecho de verla en un documental de la tele despierta en ella un miedo
tan intenso que tiene sudor frío y le es imposible en ese momento pensar racionalmente.
El médico Roger Baker, en su libro “Las crisis de angustia” da la siguiente explicación: “Se
distinguen numerosos tipos de fobias, incluyendo a tal o cual insecto, animal, o hacia la altura, el
agua fría, la sangre, el vómito, las inyecciones, los hospitales, los dentistas o las masas de gente,
incluso ante el hecho de tener que hablar en público. Para las personas que tienen una fobia, el
encuentro con la cosa dispara de tal modo la angustia que funciona como un mecanismo de
relojería; esta ansiedad es verdaderamente específica y previsible.”
Está claro que en este tipo de grupo no obedecer incondicionalmente las ideas y órdenes de los
dirigentes equivale a desobedecer a Dios, lo que conlleva el riesgo de ser castigado y transformarse
en presa de Satanás. Aquí algunos ejemplos de lo que esos líderes dicen: “¡Arrepentíos de no
haberme escuchado o Dios os lo hará pagar!”, “Lo que os digo es la verdad, los que no obedecen,
Dios estará contra ellos.” Otros son más agresivos: “Dios os enviará al infierno”, “el diablo os
destruirá”. Otros amenazan directamente a la persona o a su familia: “Tu padre o tu madre morirán
de enfermedad grave.” Los mismos argumentos se emplean con las personas que quieren abandonar
la iglesia o la comunidad.
e) La estructura piramidal
Las iglesias y las comunidades que practican abusos espirituales tienen en general una estructura
piramidal. Este sistema totalitario tiene como objetivo mantener a las personas bajo la coacción y
controlarlas también en su vida privada. Esos individuos no pueden decidir nada por sí mismos sin el
permiso de los dirigentes. La jerarquía se parece a la de un ejército.
Un ejemplo bastará: en una iglesia local el responsable era llamado “pastor”, los miembros eran
“ovejas”. Cada persona que se hacía discípulo tenía como formador a un parroquiano de más edad,
encargado de enseñarle la Biblia y las reglas del grupo. Esos formadores tenían ellos mismos un
supervisor. Cada cual debía someterse a la autoridad de la persona que estaba por encima. El pastor
controlaba el conjunto como un verdadero dictador. Si quería saber algo de sus parroquianos, le
bastaba con acudir al formador correspondiente. Las personas se espiaban unas a otras. No se podía
tener amigos de confianza.
En un sistema así, el uso del tiempo está muy ordenado, se planifican muchas reuniones a lo largo
de la semana. Cada miembro debe asistir. Nada puede impedirlo. Las reuniones tienen como
objetivo profundizar en el estudio de la Biblia o más exactamente, en la interpretación de la Biblia
que esa comunidad hace. Se habla mucho del crecimiento de la iglesia, una prioridad para la
voluntad de Dios. Una verdadera obsesión, este crecimiento es objeto de proyectos con cifras
concretas. Durante los meses que siguen, las estadísticas evalúan la realización de los planes. Si son
satisfactorias, todo el mundo se felicita. Por el contrario si los resultados no son buenos, habrá
severas críticas: “Tu fe está muerta”. “No sois suficientemente perfectos en Cristo”, o “Sois
incapaces, os falta voluntad.”
Es evidente que las metas son en general imposibles de alcanzar. Pero los miembros del grupo, en
su mayoría paralizados por el miedo y la culpabilidad, redoblan sus esfuerzos para tratar de
satisfacer lo que ellos creen es la voluntad de Dios.
Para entender bien el mecanismo del abuso espiritual, es importante comprender un elemento
capital. En este proceso, todo se hace sin que la persona lo sepa. Jamás me he encontrado con
nadie que haya entrado sabiendo con conocimiento de causa en una iglesia o grupo abusivo. Antes
bien, las personas se hacen miembros de una comunidad que consideran agradable y acogedora.
Sólo cuando la dejan, se dan cuenta de la realidad y dicen que ese grupo era abusivo, que fueron
manipulados.
El proceso de manipulación no cambia a la persona en pocas horas. Lleva un poco de tiempo. Cada
día, los responsables hacen repetir lo mismo, y poco a poco añaden elementos nuevos para que
surjan cambios. En los meses que siguen a su llegada a la comunidad la persona cambia su
comportamiento y su manera de pensar completamente, sin que se de cuenta. Un amigo o un
pariente pueden darse cuenta, pero no el afectado.
Jesús se volvió hacia esos oprimidos, “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, como le gustaba
llamarlas, mientras los fariseos los consideraban malditos ignorantes de la ley (Jn. 7:49)
Estas ovejas perdidas de la casa de Israel eran pobres, ciegos, cojos, inválidos, leprosos, prostitutas,
gente sin trabajo, esclavos, viudas, huérfanos…etc.
Hoy hablaríamos de las clases trabajadoras, de los excluidos, de los que viven “bajo el umbral de la
pobreza”. Los fariseos y los doctores de la ley los llamaban también “pecadores” porque según
ellos, no conocían ni respetaban la ley. Pero ¿cómo hubieran podido? Esas gentes no recibían
ninguna educación. No sabían leer ni escribir.
A pesar de todos los dirigentes religiosos los cargaban del peso de innumerables leyes y costumbres
tan complejas, que las gentes sin cultura no podían comprender. En esas condiciones, les era
Jesús se opuso violentamente a este sistema religioso discriminatorio y abusivo que hundía a la
gente en el miedo y la angustia, que les quitaba la libertad de vivir en el amor de Dios y que hacía
de ellos excluidos de esa sociedad. Jesús no ha empleado la expresión “abuso espiritual”. Sin
embargo denuncia este abuso cuando critica a los doctores de la ley: “malditos seáis porque cargáis
a los hombres de fardos difíciles de llevar y vosotros ni con un dedo tocáis esas cargas” Lc. 11:46.
¿Qué es un abuso espiritual sino un fardo muy pesado que hay que llevar tanto en el plano
psicológico como en el espiritual?
En este versículo, Jesús precisa otro importante punto. Los que imponen a otros sistemas abusivos
no respetan nunca ellos mismos esas leyes. Por eso Jesús tuvo unas palabras muy duras para los
jefes religiosos en Mc. 7:6, les llamó hipócritas, dando fe de que esas enseñanzas falaces nada
tienen que ver con la Biblia ni con la voluntad de Dios.
A lo largo de los Evangelios, Jesús combate esos abusos. Es una de las características de su
ministerio. Es el hilo conductor que permite comprender una de las intenciones de su pensamiento:
Liberar a los seres humanos prisioneros de tal esclavitud.
Pablo y los demás Apóstoles tuvieron también que luchar contra el mismo azote. Pienso que durará
hasta el final de los tiempos, con la única diferencia de que los dirigentes religiosos que abusan hoy
disponen de técnicas de manipulación todavía más sutiles.
Estas palabras no provienen de uno de los numerosos grupos totalitarios en el que el gurú arenga a
sus adeptos, sino que fueron dichas en una iglesia. La persona que habla es un sacerdote durante el
oficio del domingo.
Las víctimas de abusos espirituales dan testimonio de que los dirigentes de su iglesia o de su
comunidad utilizan las palabras de la Biblia para manipularlas. El autor de la Epístola a los Hebreos
escribe: “Pues la palabra de Dios es viva y eficaz como espada de dos filos, entra hasta la juntura
de los huesos. “(Hb 4:12). Este versículo muestra hasta qué punto la palabra de Dios puede tocar a
cada persona en lo más profundo de ella misma. Pero una espada así puede hacer según se use
mucho bien o muchos desastres.
Un sacerdote, para llevar a sus parroquianos a seguirle y obedecer sin discutir, predicaba en sus
homilías que, para que Dios te ame, había que “negarse a sí mismo”. Basándose en las palabras de
san Pablo: “cada día estoy expuesto a la muerte”. (1Cor 15:31), explicaba que la palabra “muerte”
significaba negarse a sí mismo. Precisaba que las palabras de Jesucristo, en Mateo 16:24 “cargar con
su cruz”, tenían el mismo sentido. A partir de esos versículos, desarrollaba la idea de que la
negación de sí querida por Dios era el abandono de su libre arbitrio. Que había que someterse a la
figura que representaba Dios sobre la tierra, es decir a él mismo. Ese cura utilizaba también
Romanos 13:1.
Para quien conoce la Escritura enseguida está claro que la interpretación es falsa, pero para los que
llegan por vez primera a una iglesia o comunidad, y no tienen conocimiento de la Biblia, sin que se
den cuenta se les está haciendo caer en la trampa del mecanismo de manipulación, es muy difícil
incluso imposible darse cuenta del retorcimiento que se le da al sentido del texto. En tal
circunstancia acaban por creer que sólo los dirigentes saben la buena interpretación bíblica, porque
ellos solos tienen la buena aptitud para comprender el sentido de la Escritura.
Muchas víctimas dicen que se les enseñó que dado que eran cristianos jóvenes, no podían enterarse
por sí mismos de la voluntad de Dios. Para evitar errores debían someterse a las recomendaciones
del pastor sin preguntar.
Según sus testimonios, estos argumentos se apoyan en Heb. 5, 11-14: “Tenemos mucho que decir y
cosa difíciles de explicar, porque sois lentos para entender… necesitáis la leche espiritual y no una
alimentación sólida. Ahora bien aquel que se alimenta de leche no puede gustar la doctrina de la
justicia, porque es niño todavía. El alimento sólido es para los perfectos, que por razón de la
costumbre tienen el sentido moral desarrollado para distinguir entre el bien y el mal.” En estos
grupos que abusan los “perfectos” que tienen el sentido moral desarrollado son por supuesto los
dirigentes de la comunidad. Según ellos, han recibido de Dios ese don especial. Son los únicos que
distinguen el bien del mal. Por eso hay que obedecerles. Los jóvenes cristianos, como los niños, no
pueden beber leche porque no saber y tiene que seguir a sus padres sin reflexionar ni preguntar. No
deben dudar.
La manipulación se basa en versículos de la Biblia y es muy sutil. Permite hacer creer a las personas
que existe un verdadero fundamento bíblico a las explicaciones del manipulador. “¡Lo que digo está
escrito en la Biblia!”, “Son expresiones de la Biblia”, este tipo de frases se repiten una y otra vez en
los entornos espirituales abusivos. La astucia de la manipulación está en que el oyente puede
verificar los textos citados. Así, los dirigentes pretenden decir la verdad.
Es importante darse cuenta de que los dirigentes que practican esta forma de manipulación no
enseñan la Biblia para que sus parroquianos tengan una buena comprensión de la misma. Sirviéndose
de la Escritura quieren reafirmar su autoridad, intentando probar que su enseñanza es
teológicamente justa. Quieren fundamentar así los proyectos que elaboran para los miembros de la
comunidad. Por ello intentan controlar sobre todo el comportamiento, la facultad de reflexión y las
emociones de todos ellos.
Después de leer muchos testimonios y hablar con muchos afectados de abusos, he observado un
punto común en todas esas experiencias. Las víctimas de abusos sexuales primero sufrieron abusos
espirituales por parte de su responsable espiritual. El abuso espiritual va por delante del sexual.
Sólo una vez que el responsable controla y manipula espiritualmente a los miembros de la
comunidad consigue cometer tales actos.
Gracias a las técnicas de manipulación y la falsificación de la Biblia (cfr. cap. 2 y 3), el líder crea un
entorno en el que los miembros de la comunidad acaban por considerarlo como la figura central a la
que siempre hay que obedecer. Se convierte para ellos en la autoridad suprema y el representante
directo de Dios. Cuando se dan todas esas condiciones, le es muy fácil obtener todo lo que quiere de
sus víctimas. ¿Cómo? Abusa de la autoridad y de la imagen que representa para ellas. Falsea la
interpretación de los textos bíblicos ya sea para justificar sus propios actos ya para obligarlas a
someterse a su voluntad.
Es un problema que conozco bien porque vi a uno de mis amigos caer en la trampa y convertirse en
un verdadero dictador. Sylvain era desde hacía un tiempo pastor de una iglesia donde había cien
miembros. Era muy apreciado por su amabilidad y disponibilidad. Siempre tenía tiempo para hablar
con cada uno. Hacía lo posible por ayudar a los que tenían dificultades. Cada día los parroquianos
venían a él en busca de consejo. Sylvain sabía escuchar a todos y ponerse en su lugar. Encontraba
siempre la palabra para sostener y animar. Todo su círculo fue seducido por la simpatía que
derrochaba. Muy rápidamente, las personas comenzaron a alabarlo por sus servicios: “Sus consejos
son los mejores”, “Sólo usted me comprende”, “¿qué haría si usted no estuviera…?” Al principio
Sylvain fue modesto respondiendo que no era nada, que él solo cumplía su papel. Insistía en que era
un ser humano y no quería ser un ídolo de nadie. Pero nadie lo escuchó y las alabanzas siguieron.
Sus sermones, sus oraciones, su modo de cantar el domingo, todo lo que hacía elevaba el
entusiasmo de sus parroquianos. Cuando hablaban de él a personas extrañas a esa iglesia, siempre
alababan sus méritos: “Un hombre excelente que siempre os ayudará si tenéis un problema personal
o familiar.”
Todos hacían tal propaganda que muchos cristianos llegaron a pedir consejo a Sylvain. En un año el
número de los miembros de la comunidad se había doblado. Esta iglesia se convirtió en una de las
¿En qué preciso momento tomó en serio todos estos elogios y el éxito? Es difícil de decir. Pero un
día, hablando con él, sentí que había cambiado. Nos estábamos tomando un café y de pronto me
dijo: “Sabes Pascal, viendo como mi iglesia se desarrolla y el entusiasmo que todos tienen por mí,
tengo el sentimiento de que Dios me ha escogido y me ha dado dones particulares para ser un pastor
muy grande al que todo el mundo obedecerá.”
Hablando sus ojos daban la impresión de haberse perdido en un mundo donde nadie podía seguirle.
Poco después Sylvain pidió que rezáramos a Dios para que le diera el don de profecía. El mes
siguiente dijo haber tenido una visión que le revelaba que su iglesia se iba a hacer más y más
importante y que hacía falta que cada parroquiano dedicara mucho tiempo a la evangelización. A
partir de ese momento todos tenían que esforzarse para invitar a cuanta más gente mejor. Pero en
un año sólo se convirtieron dos personas.
Sylvain irritado, criticó en sus sermones a los parroquianos reprochándoles su falta de fe y que no
hacían progresar a la iglesia. Cada uno, después de hacer penitencia, duplicó sus esfuerzos. Pero la
comunidad no creció. Ante esa situación, Sylvain se volvió más crítico y autoritario. Comenzó a
quejarse de la insuficiencia de dinero dado a la iglesia, a decir que todo el mundo tenía que vestir
igual el domingo. Apoyaba sus exigencias en versículos de la Biblia descontextualizados, Romanos
13:1, o Hebreos 13:17. Declaró que sólo él representaba la autoridad suprema y que nadie podía
hacer nada sin su permiso. La mayor parte de los parroquianos siguieron diciendo: “El señor pastor
tiene razón, es nuestro guía. Hay que obedecerle.”
Pero algunos no aceptaron esto y se fueron. La reacción de Sylvain fue terrible. Para él, se trataba
de Satanás que quería impedir que se cumpliera la voluntad de Dios. La gente se iba porque les
faltaba amor de Dios. Veía complots y sospechaba de todos de estar en contra suya. Blandiendo el
lema: “Obedeced a vuestros guías”, Sylvain obligó a sus parroquianos a espiarse mutuamente y les
pidió que le contaran cada detalle. Asistimos entonces a una verdadera caza de brujas. Las personas
sufrían humillaciones en público en el sermón del domingo. Otros fueron echados de la iglesia.
Mientras la situación se degradaba cada vez más, muchos siguieron apoyando a Sylvain criticando
severamente a los que se le oponían. Les acusaban de ser presa del Maligno, de blasfemar,
defendían a Sylvain diciendo que era obra del diablo y de sus sicarios. Sin embargo el grupo de los
descontentos crecía cada día, hasta el punto de que la comunidad estalló. Sylvain no pudo seguir su
ministerio y tuvo que marcharse. Poco después, tuve ocasión de hablar con dos antiguos miembros
del consejo de esta iglesia. Bernard y Nadine conocían a Sylvain desde el principio. Los dos se
sentían responsables de lo que había pasado. Lamentaban su conducta y la de los otros miembros
que había dado lugar a un cambio tan grande en Sylvain. Antes de ser excluidos, intentaron varias
veces hacerle razonar para hacerle comprender sus errores y los de la comunidad. Pero todos los
Bernard y Nadine se ocupan ahora de una pequeña iglesia. Ayudan a cristianos que han sufrido abuso
espiritual. Muchos de sus antiguos amigos han venido a ayudarles. Sylvain desde su marcha no se ha
puesto en contacto con nadie. ¿Comprendió sus errores y la trampa en la que cayó? No lo sé. Pero
creo que debe llevar, como todos los miembros de esa iglesia, una herida profunda. La triste
experiencia que mi amigo y su comunidad conocieron no es excepcional. Tuve ocasión de leer y
escuchar otros testimonios similares. Si no se vigila esa trampa puede atrapar a cualquier
responsable en la iglesia. Puesto que dentro de cada uno de nosotros hay un cuervo como el de la
fábula de la Fontaine, dispuesto a despertar por las adulaciones de todos hasta volvernos ciegos.
El rey Salomón escribió: “El orgullo precede al desastre.” (Proverbios 16:18) El orgullo produce
todos los males que sufren los hombres. Está en el origen de su caída y es la causa de muchas
desgracias y tragedias en la historia de nuestra humanidad. El orgullo de toda la comunidad de
Sylvain es haber hecho de él el objeto de presunción. Sylvain se convirtió literalmente en prisionero
de esa imagen de marca que le atribuyó su iglesia. Su ansiedad por disgustar fue grande. Poco a
poco, bajo esa mala influencia, cambió y se apartó totalmente de su papel de pastor. Al final la
búsqueda del poder y del control de los demás para su propia satisfacción se convirtieron en el
centro de todos sus intereses. Justificó sus palabras y sus acciones deformando las Escrituras. Se
creó un Dios para sí, con sus propias leyes, un Dios que da miedo y vergüenza, al que nunca se
puede dar satisfacción y que está siempre dispuesto a castigar por un sí o por un no.
Testimonio de Rebeca
Mi marido y yo participamos en la fundación de una iglesia local con un amigo pastor, Jean
Paul. Sólo después de muchos años comprendimos que su enseñanza no era bíblica. Nos
enseñaba que él era nuestro guía espiritual, que había que seguirle y obedecerle sin
discutir. Para decirlo todo, pensábamos que amar a Juan Pablo y obedecerle era hacer la
voluntad de Dios. Juan Pablo me decía a menudo: “Rebeca, si amas a Dios, debes
obedecerme y amarme.” O “amarme es amar a Jesús.” Por ello, durante años, mi pastor
era la persona a la que más he querido, más que a mi marido, a mi hijo, a la iglesia o a
Jesucristo. Estaba feliz y satisfecha de sacrificarlo todo por él porque creía que era lo que
cualquier cristiano debía hacer.
Es muy difícil dejar un grupo abusivo: la víctima está fragilizada, sufre, necesita ayuda. La buena
voluntad de su entorno puede no bastar. Se aconseja vivamente dejarse acompañar por una persona
formada en estas cuestiones. El acompañamiento permite identificar la mecánica del abuso y
reconstruir poco a poco la propia identidad, esto lleva tiempo.
2. Abandonar el grupo
Si la víctima siente necesidad de denunciar el abuso, tiene la posibilidad de avisar a los miembros
de la jerarquía superior a la persona que abusa, por ejemplo a los responsables de la iglesia a la que
pertenece esa persona. Si se trata de una iglesia local independiente se puede informar de la
experiencia a otros responsables. Lo que cuenta es protegerse, crear una instancia que permita
reconstruirse.
Hablé con un fiel que no admitía que el párroco se ocupara de drogadictos y de la reinserción de
presos. Era incompatible con su concepción de la misión de un hombre de iglesia. Para él, el pastor
debía sobre todo ocuparse de su comunidad, propagar el Evangelio para que crezca la iglesia local.
Trabajar con drogadictos y presos, la mayoría de los cuales no se convierten, no servía para
anunciar el Evangelio. A menudo, apoyándose en versículos de la Biblia este parroquiano, intentó
convencer a su pastor de la inutilidad de ese ministerio. Todo terminó con una violenta disputa y la
salida de ese miembro de la iglesia. Las personas que sufren problemas emocionales o carencias
afectivas pueden entrar en conflicto con los dirigentes de la iglesia. Así, una señorita de cierta edad
soportaba mal la soledad. Ella iba al oficio del domingo para que el cura ocupara tiempo en hablar
con ella, rezar y sobre todo escuchar sus historietas. Naturalmente el cura no tenía tiempo para
dedicarlo a esta señora. Ella no lo aceptó y un día, tras decir que se sentía traicionada, desapareció
de la iglesia.
A lo largo y ancho del mundo, en diferentes iglesias y comunidades cristianas se repiten estas
situaciones. Sin embargo, hay que hacer notar que en este tipo de conflictos no hay abuso
espiritual. No hay manipulación, presión o control sobre la persona. Al contrario, es ella la que
origina el problema.
Otro factor que puede prestar a confusión son las exigencias de ciertas comunidades hacia sus
miembros. Estas exigencias difieren según las creencias de base y las convicciones de esa
comunidad. En algunos casos, pude ocurrir que den la impresión de que el pastor abusa de su
autoridad y no es el caso.
El psiquiatra Abgrall recuerda en su libro “La mecánica de las sectas” que “no hay gurú sin
paranoia”. Se puede decir lo mismo de cualquier dirigente cristiano que practica el abuso espiritual.
A propósito de la paranoia mantiene Abgrall que: “Esta psicosis da al gurú el sentimiento de ser
diferente del resto de la humanidad, y la convicción de que tiene un papel de guía y de líder. Se
trata de una patología de la personalidad caracterizada por cuatro criterios que la psiquiatría
conoce desde tiempo ha: hipertrofia del yo, falsedad del juicio, desconfianza y “psicorrigidez”.”
Aquí vienen los cuatro criterios que bien definen los lideres abusivos:
1. Hipertrofia del yo
Todo lo que el responsable piensa, hace y quiere hacer, es expresión de la voluntad de Dios.
El tiene la verdad absoluta. El es el centro de todo, la salvación sólo puede llegar a través
de él. Se le debe entera obediencia, incluso si eso lleva a la muerte.
2. Falsedad de juicio
Los comentarios y enseñanzas del responsable están siempre llenos de contradicciones y
absurdeces. Justifican sin embargo todos los falsos juicios en el seno del grupo. Pero para sus
adeptos, representan la verdad y sustituyen todas las formas coherentes de pensar en nuestra
sociedad. Contradecir la palabra del responsable equivale a poner en cuestión a todo el grupo.
3. La desconfianza
Empleamos la palabra grupo de forma genérica, puede designar la realidad eclesial a la que
pertenece (iglesia local, parroquia, comunidad, grupo de oración, iglesia doméstica…) o el grupo
cristiano que usted frecuenta (coro, grupo de jóvenes…).
¿Su grupo desconfía de todas las críticas o ideas diferentes de su enseñanza oficial?
¿Su grupo pide a sus miembros que confiese sus imperfecciones delante de todos?
¿Su grupo enseña que sólo dentro de él se conoce la verdad y la interpretación exacta de la
Biblia?
¿Su grupo considera que el resto de la cristiandad y de la sociedad son sus enemigos?
¿Piensa que para tomar una decisión, necesita el permiso del dirigente eclesial?
¿Si no consigue hacer lo que el dirigente le pide piensa que Dios está enfadado con usted? ¿Qué
le va a castigar? ¿Cree que si usted trabaja mucho por el grupo Dios le perdonará?
¿Su familia o amigos han observado que usted usa demasiado los versículos de la Biblia en las
conversaciones y que no se puede hablar normalmente con usted?
¿Su familia o cónyuge se quejan de que usted dedica más tiempo al grupo que a ellos?
La soledad es una de las primeras grandes dificultades que la persona debe enfrentar. Esta soledad
causa problemas mayores, particularmente penosos.
La crisis afectiva
Se vaya uno por sí mismo o sea expulsado, el resultado es el mismo. La persona es considerada como
un renegado o un aliado de Satanás por la comunidad. De la noche a la mañana se encuentra sola y
abandonada. No puede conservar las amistades que tenía hasta entonces con los miembros de la
iglesia o comunidad. Los dirigentes son intransigentes en este punto y prohíben todo contacto. La
desestabilización producida por el rechazo es terrible. La persona pierde a la vez el calor del grupo
y el afecto de los que para ella eran una verdadera familia. Una víctima me explicó que desde su
exclusión tenía la impresión de que el mundo entero se hundía a su alrededor y que ya no contaba
para nadie:
“Me encontré completamente sola, esto fue terrible para mí. Perdí todos mis amigos en un solo
día.”
En el grupo, las relaciones humanas eran dirigidas en todos los detalles por un código muy preciso.
Este sistema no se corresponde con el que hay en la sociedad.
Los miembros están condicionados para creer que Dios les ha escogido para transformarse en su
élite y para conocer la única interpretación de la Biblia. Piensan que tienen la verdad y que el resto
del mundo, estando dominado por Satanás, está hundido en la mentira. En estas condiciones, el ex
miembro, después de su salida y durante un cierto tiempo (que puede variar según los individuos),
tendrá dificultades para encontrar gente nueva y rehacer sus antiguas relaciones. No sabe cómo
vivir una relación normal de igual a igual fuera del sistema de referencia que rige en su antigua
comunidad. La falsa creencia de que el mundo exterior no es más que mentira y que éste lo dirige
Satán la lleva a no tener confianza en nadie, el mundo exterior no puede más que engañarle.
Este es el ejemplo de una mujer: “Después de haber abandonado mi comunidad, tuve muchas
dificultades para comunicarme con los demás. Era como un extraterrestre que no podía ni
comprender ni ser comprendida por los seres humanos. Durante un largo período sentí un vacío
inmenso. Tenía miedo de confiar en los demás.”
En las iglesias y comunidades en el seno de las que las personas son víctimas de abusos espirituales,
la doctrina del grupo divide siempre la realidad en dos polos: Dios/el diablo; el bien/el mal; el
mundo espiritual/el mundo físico; etc.
En este tipo de sistema y de enseñanza en el que todo es blanco o negro, el director solo orienta y
dice lo que hay que pensar y hacer. El gris no tiene sitio y todavía menos los demás colores. Eso o
nada. Esta lógica rige todos los pensamientos y sentimientos de los miembros del grupo. Echa raíces
en lo más profundo. Acaban por tener una falsa seguridad de que siempre llevan la razón y de que
los demás siempre están equivocados. No pueden equivocarse porque el dirigente que tiene la
verdad siempre está ahí para aconsejar y adoctrinar.
3. El fenómeno de flotamiento
El grupo impone a sus miembros una nueva identidad: esta se construye esencialmente a partir de la
doctrina y no de la vida y del libre arbitrio. Las diferentes técnicas de manipulación refuerzan ese
proceso e impiden toda reflexión personal. La doctrina del grupo moldea la nueva identidad, pero
es importante comprender que el antiguo yo no ha desaparecido totalmente. Es como un libro por el
que no se tiene mayor interés y que se pone en la biblioteca detrás de otro que nos apasiona más.
Incluso si no está visible, siempre está ahí.
Un miembro que se da cuenta de que se ha manipulado y abusado de él, recomienza poco a poco a
pensar por sí mismo. De cierta manera, vuelve a colocar ese libro de forma accesible por el que no
se interesaba ya.
Este fenómeno se desencadena cuando la persona ve, oye, lee, se encuentra con alguien o algo que
la vuelve a sumergir en la atmósfera del grupo. Esta es la experiencia de una mujer en su nueva
parroquia:
“Durante el culto del domingo, el coro interpretó un cántico que conocía bien, lo cantábamos a
menudo en mi antiguo grupo. Oyéndolo me sentí confundida y por un momento todo cambió a mi
alrededor. Ya no estaba en mi nueva parroquia sino en ese grupo con mis antiguos amigos y tenía el
sentimiento de que Dios me decía que volviera con ellos.”
Como esta mujer había adquirido ya cierta independencia del grupo, pudo rápidamente dominar el
problema. Desgraciadamente a muchas personas todavía frágiles, esto les puede perturbar
profundamente, provocando a veces incluso la vuelta al grupo.
Algunas preguntas vuelven una y otra vez en las personas que fueron manipuladas espiritualmente:
“¿por qué yo?, ¿qué te he hecho, Señor?”, “¿dónde está Dios?”, etc. Esta terrible experiencia falsea
completamente su relación con Dios. Son incapaces de comprender quién es realmente. Tienen la
impresión de perderlo. Experimentan la cólera hacia él y tienen el sentimiento de que les traiciona
y abandona, que su salida o expulsión fue un grave pecado. Por ello creen que Dios los repudia
retirándoles su confianza y su amor. Su sentimiento de culpabilidad ante Dios es grande. Algunos
creen que han perdido toda posibilidad de salvación.
b. La oración
A este respecto, según los testimonios de víctimas que han seguido rezando solas o con otros, tres
problemas aparecen. Primero, esas personas tienen el sentimiento de que Dios no escucha la
oración que se le dirige, que no contestará. Segundo, se sienten culpabilizadas porque no rezan
cada día o porque no lo hacen el tiempo suficiente, o porque les falta fervor. En tercer lugar, se
sienten deprimidas o tienen ansiedad durante la oración. Esto ocurre sobre todo a los que llegan a
un grupo en el que la forma de rezar se parece a la de la antigua comunidad. El hecho de rezar los
vuelve a sumergir en la atmósfera del grupo, recordándoles momentos penosos vividos dentro del
mismo.
Siempre según numerosos testimonios, constituye para muchas víctimas una gran dificultad, a causa
de la obsesión con ser otra vez víctima de abusos espirituales. Hay cuatro razones principales:
1. El hecho de haber creído que se formaba parte de una élite escogida por Dios lleva a
algunos ex miembros a seguir pensando que son diferentes a otros cristianos y que no sirve
de nada relacionarse con ellos.
2. Un complejo de inferioridad en todo, con respecto a los demás cristianos, imposibilita a las
personas de las que se abusó espiritualmente.
3. El miedo de hablar de la propia experiencia, de no ser comprendido y de soportar nuevas
heridas les retiene igualmente.
4. En fin, todos tienen el sentimiento de haber cometido un grave pecado que hace que los
demás cristianos no querrán aceptarlos.
d. La depresión
Todos los ex – miembros que encontré han pasado por una depresión, de intensidad y duración
variable según los casos. El aislamiento afectivo, las dificultades de relación, los problemas
espirituales son las causas principales. El sentimiento de culpa y los remordimientos pueden
añadirse alimentados por varios factores:
1. El hecho de haber convertido a otros a la doctrina del grupo y de no poder hacerlas salir.
2. El hecho de haber pertenecido al sistema que utiliza técnicas de manipulación mental y
practica los abusos espirituales.
3. El hecho de haber sido manipulador.
4. El hecho de haber perdido mucho tiempo de su vida, también la familia, el cónyuge, los
hijos, la carrera, la educación, dinero, bienes y hasta la salud.
5. El hecho de encontrarse sin nada y no saber cuál será el futuro.
Algunos de los ex miembros depresivos necesitan una terapia. Es muy importante que la familia, los
amigos, el sacerdote, hagan un trabajo de acompañamiento, animando a la persona a buscar un
especialista (psicólogo o psiquiatra). Una depresión que no se cura puede tener graves
consecuencias y a veces conducir al suicidio.
Las dificultades de las víctimas son importantes y les parecen imposibles de superar, pero como lo
muestra el siguiente capítulo, se pueden curar las heridas.
El escritor británico R. Kipling, autor del “Libro de la jungla”, de “Kim” y numerosos novelas y
poesías, dijo un día que seis fieles servidores le habían enseñado todo lo que sabía de la vida. El los
llamaba así: Quien, Qué, Cuándo, Dónde, Porqué y Cómo.
Para una persona que ha sido manipulada espiritualmente, encontrar su vida normal y su autonomía
es una ruda prueba acompañada de mucha confusión. A principio no sabe qué hacer y a quién
dirigirse y sobre todo tiene grandes dificultades para pensar y tomar sus decisiones. Los seis fieles
servidores de Kipling pueden serle de gran ayuda para reconstruir su vida.
Se pueden usar estas seis preguntar para reflexionar sobre un gran número de temas.
Después de haber salido del grupo, muchos se sienten estúpidos, culpables, insensatos. Es un juicio
erróneo. Es importante darse cuenta de que lo que pasó no es culpa de uno, que es a costa de uno
como se ha sido engañado.
Para llegar a comprender lo que pasó al principio hay que reflexionar sobre el pasado y ver porqué
se llegó a ese grupo y qué llevó a él.
Todos los testimonios tienen un punto en común: las personas manipuladas espiritualmente se
encontraban siempre en un momento difícil de la propia vida. Por ejemplo, un duelo, un divorcio,
una grave enfermedad, la pérdida del trabajo. O tenían dificultades para integrarse en la sociedad.
Otros estaban buscando valores. Por todo eso, esas personas se encuentran sicológicamente
debilitadas y son fácilmente influenciables.
Es importante por ello que esas personas encuentren su acceso a su identidad, que reflexionen y se
acuerden de lo que eran antes de comprometerse en el grupo. ¿Qué ideas tenían sobre sí mismas,
sobre la gente en general, sobre la familia, el matrimonio, el mundo, la sociedad, la educación de
los niños, la enseñanza escolar, la política, la religión… etc.?
La comprensión de las tres primeras permitirá darse cuenta de cómo la identidad ha sido
manipulada y modificada. La cuarta muestra si esas manipulaciones continúan afectando la vida
actual. Es aconsejable leer mucha información sobre las manipulaciones mentales así como reunirse
con especialistas o personas que vivieron las mismas experiencias. Hablar de ello permitirá
comprender y superar ese problema del control mental del pensamiento.
Todos los testimonios que he oído me explicaron que en su iglesia o comunidad, hay un lenguaje
cifrado adaptado al grupo. Muchos nuevos términos y expresiones se inventan para darles un sentido
diferente al normal. De hecho un tercero no iniciado, no comprenderá. Muchos adeptos siguen
usando ese lenguaje, poco a poco ese lenguaje es el único que conocen. Les sirve para expresar
convicciones y enseñanzas del grupo o del director. Es un lenguaje simple y pobre, que disminuye la
capacidad de pensar y sentir. Ciertas palabras y expresiones disparan emociones que pueden ser
positivas o negativas.
Por ejemplo, una comunidad usa expresiones como: “amar al padre” y “traicionar al padre”. Tras la
palabra “padre”, hay que comprender al jefe del grupo. Según las circunstancias, la utilización de
esas expresiones dispara en la persona risas, alegría o al contrario lloros, vergüenza y una gran
culpabilidad.
1. Tomar tiempo y no ponerse nervioso, sustituyendo poco a poco el lenguaje especial por el
real.
2. Intentar encontrar en qué momento se usan esas expresiones raras.
3. Pedir a la familia y amigos que señalen las palabras extrañas.
4. Abrir el diccionario para aprender el sentido real de las palabras.
5. Acordarse de que el problema de la comunicación se debe a las manipulaciones sufridas.
6. Tener confianza en las propias capacidades para superar el obstáculo.
1. el flotamiento.
2. las crisis de angustia que vienen de las fobias o de sus miedos implantados por la doctrina
del grupo en el inconsciente (ver el cap. 2)
Estos dos fenómenos son efectos consecutivos del control del pensamiento. Disminuirán y
desaparecerán con el tiempo. Para llegar a dominarlos, hay que, primero, buscar e identificar
porqué, cómo y cuándo se disparan esos fenómenos. Una canción, una música, una palabra, una
expresión, un olor, alguien que se parece al dirigente del grupo, o la atmósfera particular de un
lugar pueden hacer surgir el estado de flotamiento o la crisis de angustia. Desde el momento en que
se comprende la causa, es posible gestionarla. Para adquirir el discernimiento, es necesario un
trabajo sobre uno mismo más o menos largo según las personas.
Una joven era miembro de una comunidad que enseñaba que las personas que abandonaban el grupo
morían de enfermedad grave. Durante varios meses después de su marcha, sufrió crisis de angustia
muy violentas y se veía morir y caer al infierno. Un simple catarro, un poco de fiebre le producían la
angustia. Ella pensaba que iba a volverse loca. Después de hablar con varios ex adeptos de su
comunidad, comprendió que eso no se debía a ella, sino a los temores implantados por el grupo en
su inconsciente. Después, siguiendo el consejo de esas personas, pudo superar las crisis de angustia
repitiendo sistemáticamente: “No tengo que tener miedo. Este estado de angustia viene de las
mentiras y las manipulaciones del grupo. No tengo que tener miedo. Ahora ya no me controla el
grupo. Soy yo quien controla mi vida.”
Sin embargo, a veces las personas como esos dos ex adeptos, no pueden controlar por sí mismo el
flotamiento y las crisis de angustia. En esa situación, es preferible buscar una ayuda psicológica
profesional.
f) Controlar el stress
Los signos reveladores de stress son numerosos: no poder relajarse, estar demasiado nervioso,
taquicardia, tener temblores, desmayarse, problemas de respiración, de sueño, beber demasiado o
comer demasiado, no poder concentrarse.
1. Tomar tiempo de relajarse cada día. Es importante tener cortos momentos de relax.
2. Dormir lo suficiente. Tener cuidado en hidratarse lo suficiente y tener una alimentación
equilibrada.
3. Tener un pasatiempo y hobby.
4. Hacer deporte.
5. Tener a alguien de confianza con quien se puede hablar abiertamente de sus propios
problemas.
6. Evitar el perfeccionismo.
7. Tomar tiempo necesario sin impacientarse inútilmente.
g) Reaprender
1. Hacer esfuerzos para tener de nuevo confianza en sí mismo. Usted vale, debe deshacerse
del filtro de la culpa que le empuja a creer que es un insensato, culpable y estúpido. Nadie
escoge deliberadamente ser manipulado y espiritualmente abusado. Usted ha sido víctima,
no es su valor personal lo que está en causa.
La alegría es también uno de los sentimientos esenciales de cada ser humano. Se experimenta
cuando uno de nuestros deseos y aspiraciones es satisfecho. Es limitada en su duración y es
imposible para un cristiano estar siempre en ese estado. Algunos versículos de la Biblia se
interpretan de manera que parece que pase lo que pase hay que estar siempre alegre y contento.
Entre ellos: Jn 17:13: “Pero ahora voy a ti y digo estas cosas cuando todavía estoy en el mundo para
que tengan la plenitud de mi alegría,”; Y también Gal. 5:22: “El fruto del espíritu es…la alegría…”
Manipular o deformar así los sentimientos conduce a las personas bajo influencia a rechazar en lo
más profundo de sí mismas el miedo, la cólera y la tristeza.
h) Estudiar la Biblia
La mayoría de ex miembros de grupos abusivos me han explicado que, después de haber dejado su
grupo, su espíritu se quedó literalmente encadenado por las manipulaciones salidas de falsas
interpretaciones de la Biblia que les habían sido inculcadas. Estudiar cuidadosamente la Biblia
permite desmantelar esta enseñanza falsificada. El método más adaptado es el de los miembros de
la iglesia de Berea, que se cuenta en los Hechos.
“Los judíos de Berea eran más abiertos que los de Tesalonica, y recibieron la palabra con buena
disposición, estudiando diariamente las Escrituras para ver si todo era así.”
Leer diferentes versiones de la Biblia ayuda a hacer un buen estudio de los textos. Las dos
versiones más extendidas son la de Luis II y la Biblia de Jerusalén. Otras traducciones también
son interesantes: la Biblia de Chouraqui que es una traducción literal teniendo en cuenta el
espíritu de las lenguas originales; la TOB, traducción ecuménica de la Biblia: la versión Palabra
de vida, en francés fundamental, que propone un texto fácil y dinámico.
Frente a un texto difícil o para evaluar el fundamento bíblico de una afirmación, se recomienda
estudiar con una persona cualificada (pastor, sacerdote, catequista, biblista, profesor de teología)
Para los que quieren encontrar una nueva iglesia, he aquí algunos consejos útiles.
“Yo sé bien los proyectos que tengo sobre vosotros –dice el Señor- proyectos de prosperidad y no de
desgracia, de daros un porvenir lleno de esperanza.” Jr 29:11.
Cuando pregunté a Sandra, una mujer que pasó largos años en una comunidad en la que sufrió
abusos espirituales y sexuales, cómo había podido sobreponerse a tanto sufrimiento y retomar una
vida normal, me respondió con una gran sonrisa:
“Es muy sencillo, Pascal, never give up! A pesar de todas las dificultades que se presenten, nunca
hay que renunciar. En el grupo, yo era una víctima, pero después de marchar de allí, yo era libre.
Ciertamente cubierta de moratones, pero libre. Libre para empezar de cero, para creer de nuevo en
mí y rehacer mi vida. Libre para creer que Dios tiene designios de paz y no de desgracia para mí,
con el fin de darme un futuro lleno de esperanza. Bien entendido, hay altibajos, momentos de
depresión, pero en el fondo de mí siempre conservé la esperanza de que habría un fin y que, pase lo
que pase mi primavera llegaría.”
Había en una montaña muy grande un pueblecito que estaba unido al resto del mundo por un
camino particularmente estrecho. Este representaba la única vía para la supervivencia de todos los
hombres del pueblo. Un día, en otoño, hubo un gran derrumbamiento que obstruyo por completo el
camino. Era imposible salir o entrar en el pueblo.
Los del pueblo estaban enloquecidos. Lloraban y decían: “¡vamos a morir!”. Se quedaron mucho
tiempo delante del montón de piedras sin hacer nada, hasta que un niño llegó cogió la piedra más
pequeña y la puso al lado. Luego miró a los del pueblo y les dijo: “En lugar de llorar, haced como yo
y empecemos a despejar el camino quitando poco a poco las piedras.”
Para muchos, la readaptación parece irrealizable, un destino que jamás se alcanzará. Hay tantas
barreras que se levantan ante uno y que parecen infranqueables, que la persona no sabe ni cómo ni
por dónde empezar. Se siente a menudo desanimada antes de haber comenzado. Para llegar, hay
que tener paciencia, valentía y también esfuerzos de comprensión hacia uno mismo. La mejor
técnica es tomar como modelo al niño del pueblo y quitar poco a poco las piedras que obstruyen el
camino. Es importante hacerlo según las propias posibilidades, respetando el propio ritmo sin querer
quemar etapas.
No te dejaré ni te abandonaré
Aunque todos nos echen, aunque todo se venga abajo a nuestro alrededor, o que el fin del mundo
está próximo, el Dios de la Biblia nos dice: “No te dejaré ni te abandonaré” Hb 13:5.
Esta parte de la Biblia es importante y tranquilizante para usted que ha sido objeto de abuso
espiritual y que vive en la vergüenza y en la culpabilidad, porque piensa equivocadamente que
usted traicionó a Dios y que para vengarse Dios le rechaza. Si usted comprende verdaderamente
este versículo, no tiene porque sentirse culpable y avergonzado. Pase lo que pase Dios no abandona
a nadie.
Comprenda que usted no ha traicionado. Usted simplemente ha dejado atrás a un falso Dios. No es
que Jesús quiera vengarse de usted, son los que le han manipulado. No hay que temer su enseñanza
mentirosa.
En Jeremías 31:3, Dios nos dice a cada uno: “Te amo con un amor eterno; por eso conservo mi
favor.”
Dios nos ha mostrado su amor por la cruz de su hijo Jesucristo. “En eso está el amor, no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó primero y envió a su Hijo como propiciación
por nuestros pecados.” (1 Jn 4:10)
En las iglesias o las comunidades que se desvían, los responsables enseñan y hacen creer que si
usted no hace enormes esfuerzos y un trabajo considerable, usted no podrá salvarse, y la salud de
su alma depende de sus obras. Pero lo que enseña la Biblia respecto a este tema es diferente. La
salvación no viene de nosotros ni de nuestras obras. Somos salvados por la gracia, por medio de la
fe. Es el don que Dios nos hace por la cruz de Jesucristo. Dios nos pide simplemente creer y recibir
su gracia. En la epístola a los Romanos está escrito: “Porque si confesares con tu boca al Señor y
creyeres en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón
se cree para la justicia, y con la boca se confiesa para la salud. Pues la Escritura dice: Todo el que
creyere en El no será confundido.” (Rom. 10:9-11)
Rechace esa falsa imagen de Dios que a usted le han inculcado, la imagen de Dios de cólera que
está ahí para juzgar, castigar y enviar la gente al infierno, la de un Dios frío y lejano al que no le
importan esos problemas y sufrimientos de los seres humanos.
Jesús conoció la angustia y el sufrimiento. Por eso él puede comprenderle, llorar con usted como lo
hizo con Marta y María, a la muerte de Lázaro. No le juzgara ni condenara: así actuó con todos los
que encontró.
Uno de mis amigos japoneses me contó un relato sacado de uno de sus numerosos libros sobre esta
religión. Este relato cuenta la historia de un joven que salió de la casa de su padre para intentar
hacer fortuna en un país extranjero.
Este joven, que conoció el fracaso total, se vio obligado a convertirse en mendigo. Después de una
larga ausencia, vuelve a su ciudad natal en la que su familia se ha enriquecido. Un día, su padre
paseándose por las calles de la ciudad lo encuentra y reconoce inmediatamente a su hijo.
Desgraciadamente, el joven es amnésico no puede reconocer a nadie. Al día siguiente, su padre lo
lleva a casa pero el joven temiendo ser llevado a la cárcel se desmaya. El padre decide entonces
tomarlo a su servicio dándole los trabajos más humildes de la casa. Tiempo después, para ganar su
confianza, el padre se quita sus vestimentas buenas y pide al joven que lo considere como su propio
padre. Este le pregunta la causa del gesto. El padre contesta: “Porque soy viejo y tú joven, y tú
haces todos los trabajos más humildes para mí con mucha humildad. Además no hay en ti ni maldad,
ni egoísmo ni ingratitud. Te considero ahora como si fueras mi propio hijo.”
El padre emplea así a su hijo durante largos años, confiándole la responsabilidad de administrar sus
bienes. El joven sigue haciendo prueba de humildad en su trabajo sin jamás buscar enriquecerse. El
padre lo adopta y lo hace su heredero.
La víctima del abuso espiritual se parece a este hijo amnésico. Muchos padres encuentran grandes
dificultades para restablecer relaciones normales con su hijo después de que éste haya abandonado
una iglesia o comunidad en la que fueron manipulados. Es siempre muy duro constatar que una
persona cercana puede ser ahora tan distante. Ese ser querido ha estado en un lugar donde usted no
estuvo, ha sufrido abusos y manipulaciones que son difíciles de imaginar. En toda su vida, usted no
ha vivido lo que él ha vivido. Usted no ha perdido a la vez amigos, esperanza, confianza y varios
años preciosos de vida.
2. O-ka-é-ri-na-sai
En japonés cuando alguien vuelve a casa después de una ausencia más o menos larga se le dice: “O-
ka-é-ri-na-sai”. Significa, “feliz regreso” o “estoy contento de verte de nuevo”. Me gusta mucho
este saludo pues lo encuentro lleno de calor. Después de una larga jornada de trabajo, encontrar a
alguien que te dice: “estoy contento de volverte a ver” es muy reconfortante.
Para Carole, estas palabras pronunciadas por su madre se han transformado en palabras de vida y
aliento. Cuando salió de la comunidad en la que había sufrido abusos espirituales y sexuales, se
encontró sin amigos y sin dinero. Como no había tenido contacto con su madre en diez años, no se
atrevió enseguida a ir a verla por miedo a que le diera con la puerta en la nariz. Pero su situación
financiera era difícil y no sabía donde dormir, se decidió a visitarla para pedirle ayuda. Con mucha
ansiedad llamó a la puerta de su madre. Pero todo sucedió muy diferente a lo que había pensado.
Después de abrir la puerta, su madre la miró unos segundos y con una sonrisa le dijo: “O-ka-é-ri-na-
sai, Carole”.
Después, su madre no le preguntó nada y esperó con paciencia a que su hija le contara su historia,
con tranquilidad, largo y tendido, que no la iba a juzgar ni criticar.
Carole me dijo. “Mi madre ha hecho mucho por ayudarme a retomar una vida normal y le estoy muy
agradecida. Pero para mí, las primeras palabras que dijo a mi regreso son las más importantes. En
ese momento, comprendí que me amaba y que su amor era suficientemente grande para no
juzgarme y para acogerla en su desasosiego.”
Hace cinco años participé en un seminario ecuménico con Jean Vanier que fundó en 1964 al lado de
Compiègne, las comunidades del Arca en las que hombres y mujeres de muchos lugares comparten
la vida de personas que tienen un handicap mental. Desde entonces muchas otras comunidades
como esta se han fundado a lo largo y ancho del mundo. En ese seminario, Jean Vanier habló de la
importancia de la acogida a las personas que sufren. Para él, acoger consiste en decir a las personas
en cada momento “ven, entra”. Hay que tener cuidado en no humillarla intentando transformarla
según nuestras ideas y opiniones. Antes bien al contrario hay que dar espacio al interior de la
Tanto en la parábola budista del hijo pródigo como en la forma de actuar de la madre de Carole,
encontramos la importancia de la acogida de la que habla Jean Vanier. Sea usted pariente,
hermano, hermana, amigo, sacerdote, o pastor, la acogida que usted ofrece a la persona de la que
se abusó espiritualmente le da la posibilidad de retomar confianza en ella misma y encontrar el
camino que lleva a la liberación de su corazón y de su alma.
4. No culpabilizarse
Muchos padres con los que me encuentro se sienten culpables. Piensan que son responsables si su
hijo se une a una comunidad que abusó de ellos. Piensan que si hubieran sido mejores padres, esa
desgracia no habría pasado. Intentan comprender porqué su hijo o su hija hizo esa elección. Pero no
hay que olvidar que en las relaciones familiares es normal que haya conflictos. Conozco personas
para quienes las dificultades que conocieron con sus padres fueron en cierta medida la razón para
hacer esa elección. Pero incluso si ese es el caso en su familia, es importante darse cuenta de que
no ha sido usted el que ha manipulado y abusado espiritualmente de su hijo. No es su
responsabilidad. Le invito a aprovechar del regreso de su hijo o hija para arreglar los problemas del
pasado y comenzar buenas relaciones juntos.
Un padre de familia al que pregunté qué había sido lo más importante para ayudar a su hija a
retomar la vida normal me respondió: “Paciencia, mucha paciencia.”
Contó: “Pasé momentos de mucho desánimo. Hubo períodos en que mi hija parecía haber
encontrado al fin su equilibrio psicológico, pero en los días siguientes bastaba un gesto, una
palabra, una mirada para que todo le recordara los abusos y manipulaciones que había sufrido. Esto
despertaba en ella la cólera, lloros y crisis de angustia sin que pudiera hacer nada por ella. Me vi
desarmada más de una vez ante una situación que se repetía. Ha necesitado más de dos años para
que pueda reestructurarse psicológicamente.”
Durante la readaptación de su hijo, encontrará mucho cansancio y frustración pues él o ella vivirá
como Patricia varios meses con altibajos. A menudo, le costará comprender y a veces aceptar los
diferentes estados de humor de su hijo o hija. Para superar esa dificultad y ayudar mejor valen
estos consejos:
Acabo de colgar el teléfono. Era una cristiana que quería hablarme de los abusos espirituales
sufridos en su iglesia. Durante más de una hora me ha explicado lo que le pasó. En todo ese tiempo,
no dije nada ni dí ningún consejo. Sin embargo, al final, me dio las gracias llorando. ¿Agradecer
qué? Haberla escuchado. Se sentía aliviada y liberada.
El Eclesiastés 3:7 recuerda que “hay un tiempo para callarse y un tiempo para hablar”. Guardar
silencio o más bien imponer silencio para escuchar al otro. Una persona que sufre tiene necesidad
de hablar, de contar para vaciar ese “absceso” que le duele. Usted también cuando su hijo quiera
hablar de sí mismo, de sus problemas, de su experiencia, tenga un tiempo de silencio y de escucha
atenta. Para ello no interrumpa en el momento en que le habla. Si tiene preguntas, hágalas cuando
haya acabado. No intente imponer sus soluciones y sus ideas. Hágale sugerencias y dé su opinión si
quiere o pregúntele si puede hacerle una. Si sabe escucharle, recuperará poco a poco la confianza
en usted.
Dé a su hijo el tiempo necesario para que pueda ordenar su corazón y sus pensamientos. Así tendrá
todas las posibilidades de descubrir o redescubrir el verdadero evangelio de Jesucristo. Le aconsejo
que rece sobre ello y deje actuar al Espíritu Santo en el cuerpo y el psiquismo de su hijo. Prohíbase
espiritualizar su problema diciéndole que es presa del demonio que le impide ver la verdad y que
usted reza para su liberación. Este tipo de petición puede ser nefasta, creando momentos propicios
al flotamiento que le hace recordar al ex miembro todos los momentos de abusos y manipulaciones
que ha padecido. Su hijo corre el riesgo de rechazar con más violencia la fe o enfangarse más en la
culpabilidad hacia Dios y el sentimiento de ser malo.
También es posible que su hijo escoja otra comunidad distinta a la suya. Respete su elección.
Para concluir, quisiera hablar de tres cualidades que me parecen esenciales a propósito de la fe
cristiana y que cada persona o grupo debería reflejar.
1. La necesidad de la diversidad
El libro del Génesis (Gn 9:8-17) cuenta como Dios estableció una nueva alianza con Noé, sus hijos,
su descendencia y todas las generaciones que vinieran así como con todos los pájaros, ganado y
animales de la tierra. En el versículo 13, Dios declara: “Pongo mi arco en las nubes y él será la señal
de mi alianza entre mí y la tierra.” Desde entonces el arco iris se ha convertido en el signo de
alianza entre Dios y nosotros los seres humanos. Me parece que demasiados cristianos olvidan una
característica muy importante de este signo: está compuesto de siete colores, más los innumerables
matices que le acompañan. Dios no estableció su alianza a partir de un solo color. Por lo mismo no
desea que en sus iglesias o comunidades, todos estén obligados a ver y pensar igual. Antes bien,
Seamos ricos o pobres, hayamos estudiado o no, tengamos una responsabilidad en la iglesia local o
no, todos somos iguales ante Dios. Cada creyente ha recibido su propio don de Dios y creo que ese
don simboliza uno de los numerosos colores de la nueva alianza de Dios con nosotros.
La experiencia del encuentro con Jesucristo es diferente y única para cada uno. Seamos liberales,
conservadores, evangélicos o carismáticos, nadie puede poseer él solo la verdad, ni pretender que
ha recibido un don superior del Espíritu Santo.
Cuando un sacerdote o director eclesial intenta unificarlo todo bajo un único color ¿qué ocurre?
Aplasta completamente los valores y la personalidad del creyente.
El ejemplo de la torre de Babel en el cap. 11 del Génesis nos muestra la tragedia y el horror de una
sociedad en la que todo es sistemáticamente unificado según un modelo. El traductor de la Biblia
André Chouraqui lo hace sentir en su traducción de los versiculos 1 y 6: “Y es toda la tierra, un solo
labio, palabras unidas… Un solo pueblo, un solo labio para todos.” Cuando Dios en el versículo 7
dice, “descendamos y confundamos su lenguaje para que no se entiendan los unos a los otros”, su
meta no es crear el desorden y el caos entre los seres humanos. Con esta acción, nos enseña
claramente su desacuerdo con todo sistema social totalitario en el que la persona no puede existir y
expresarse como sujeto.
Dios, confundiendo las lenguas, rompe el yugo totalitario que encadena toda la tierra. Y nos da a
cada uno la posibilidad de volver a ser una persona responsable de sí y de sus acciones. Desea que
según nuestro lenguaje, nuestra cultura y nuestra educación utilicemos el o los dones que nos ha
atribuido para nosotros, para los demás y para su gloria.
Creo que los culpables de abusar espiritualmente deberían releer y meditar de nuevo esos dos
pasajes del Génesis.
Pienso que los responsables religiosos deberían también reconsiderar el sentido de la palabra
“autoridad” que deforman a menudo completamente. Distintos pasajes del evangelio dicen que
Jesús “hablaba con autoridad” o “mandaba con autoridad” (Lc 4:32,36). Pero es importante
comprender que él jamás usó la autoridad para controlar o aniquilar a nadie.
A este respecto el pastor suizo Thierry Lenoir escribe: “Jesús nunca reivindicó el poder. Incluso lo
rechazó enérgicamente. Por ejemplo, justo después de su bautismo se retiró al desierto. Allí,
soportó la tentación del poder, de usarlo con fines personales (transformar las piedras en pan para
satisfacer sus propias necesidades), tentación del poder espiritual (rendir honor a las fuerzas del
mal que dirigen el mundo para reinar mejor). Con valentía y lucidez, rechazó entrar en ese sistema
Es otra cosa completamente distinta cuando se habla de autoridad. Tener autoridad es ejercer
igualmente una influencia, pero una influencia reconocida, confirmada y aceptada por el otro. Esta
influencia permite a este último crecer. Gracias a ella, es más el mismo.”
3. La tolerancia
Hace más de diez años, cuando explicaba por teléfono a mi padre que me había hecho protestante
en una iglesia de Japón, me contestó que se alegraba por mí. Hablamos más de una hora sobre las
religiones en general, la fe cristiana y también sobre la importancia de que cada ser humano tenga
el derecho de escoger con libertad su confesión religiosa. Antes de colgar el teléfono, mi padre me
dijo: “Pascal, pienso que es una buena cosa creer. La fe es lo más personal, está inscrita en el
corazón de cada uno. La fe es el lugar de nuestras convicciones personales, pero no te dejes atrapar
en la trampa de pensar de forma exclusiva, como si todos los que no comparten tus convicciones
estuvieran equivocados. Esta forma de pensar es extremadamente peligrosa, raíz de mucha
intolerancia, de violencia y discriminación. Nadie puede apropiarse de la verdad.”
En mi introducción, expliqué que mis padres eran católicos. Pero hay un punto que debo precisar,
mi padre se hizo católico al casarse con mi madre. Toda su familia es judía. A menudo en nuestras
conversaciones me ha dicho claramente que respetaba lo mismo el catolicismo y el judaísmo. Es lo
mismo para mí: soy protestante pero respeto las demás formas de ser cristiano (catolicismo,
ortodoxia) también el judaísmo y todas las demás confesiones religiosas. No me hice católico por
rechazo del protestantismo o del judaísmo, sino porque encontré a Jesucristo y porque Dios me
llevó a encontrarle aquí en Japón.
Poco antes de su muerte volvimos a hablar sobre lo que me dijo cuando me hice protestante.
Añadió: “Pascal, el hecho de haber vivido la tragedia y el horror de la segunda guerra mundial y del
nazismo, cuando tu abuelo murió en el campo de concentración de Auschwitz, en el que yo mismo,
el resto de mi familia y muchos amigos tuvieron que sufrir porque éramos judíos me llevó a estar
sobre aviso ante cualquier forma de intolerancia.”
Encuentro la intolerancia en las iglesias y comunidades en las que hay abusos espirituales. Es una de
las razones principales de este mal. Empuja a los creyentes a tener una actitud hostil o agresiva
hacia los que no tienen las mismas opiniones y creencias que ellos. Está también en el origen de
muchas discriminaciones raciales y religiosas, como la de los que creen que el color blanco es
superior a otro, o que tal religión debe ser destruida. Incluso encontré misioneros en Japón que
enseñan que cualquier religión que no sea la cristiana es del diablo. Hay también quién se apoya en
Este tipo de enseñanza lamentable y estúpida va en contra del mensaje de amor de Jesucristo.
Ciertamente, Jesús quiere que anunciemos la buena nueva de su Evangelio. Pero en ningún caso nos
pide que ataquemos las creencias de otras religiones. Antes bien al contrario debemos respetar a los
musulmanes, a los judíos, a los budistas y a cualquier otro creyente, porque ellos también como
nosotros fueron creados a imagen y semejanza de Dios. Cuando anunciamos el evangelio de nuestro
Señor, debemos hacerlo con la misma humildad y sensibilidad que él tuvo con la mujer samaritana
(Jn, 4:1-42)
Cuando Jesús enseñó en la sinagoga de Nazaret, se le dio a leer el libro del profeta Isaías. Después
de desenrollarlo leyó el pasaje que dice: “El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido
para curar a los que tienen el corazón desgarrado; para anunciar la buena nueva a los pobres; me ha
enviado para proclamar a los cautivos la liberación, a los ciegos la recuperación de la vista, para
liberar a los oprimidos, y proclamar el año de gracia del Señor”. En estos versículos hay dos
expresiones que me parecen importantes, “proclamar la liberación de los cautivos” y “liberar a los
oprimidos”. Esas dos expresiones nos muestran claramente uno de los aspectos de la misión de
Cristo: liberar a las personas de sus angustias, curar enfermos, dar la vida al que está muerto.
Este aspecto de la misión de Jesucristo está en todo el evangelio, en sus acciones y en sus palabras:
“no llores…, no tengas miedo…., no te preocupes… no te condeno: vete, tus pecados te son
perdonados…, vete en paz y sé curado…”
La libertad que Jesús da a toda persona que cree en El es un don. Nuestra misión como cristianos es
compartir ese don con los demás y ayudarles a encontrar a Cristo.
Pienso que cada cristiano es responsable de su fe. Eso requiere por nuestra parte atención a
nuestras palabras y acciones también a las de nuestras iglesias y comunidades. ¡Es muy fácil derivar
hacia lo que no es cristiano!
Para acabar quisiera decir que cuando es necesario es importante saber cuestionarse a sí mismo y
repreguntar a nuestra fe y su contenido. Aceptarlo todo ciegamente sin reflexionar es algo muy
peligroso. Ponerse a sí mismo en cuestión no es un pecado es algo normal, sobre todo si se nota que
hay un problema. La apertura y la libertad de pensamiento son indispensables a la fe. Jesús no echó
jamás a los que dudaron de él. Respondió a las preguntas de Juan Bautista e incluso se dejó tocar
por Tomás.
Introducción
Como hemos visto en la primera parte, el abuso espiritual es un “maltrato espiritual inflingido a una
persona”. Este maltrato tiene como consecuencia debilitar o incluso destruir a la persona y hacerla
dependiente tanto psicológica como espiritualmente. La víctima del abuso espiritual necesita
ayuda, ánimo, apoyo. ¿Qué es un abuso espiritual? ¿Por qué la víctima entra en un sistema abusivo y
por qué se queda? ¿Cuáles son las dificultades que encuentra la víctima y cómo ayudarla a
reconstruirse?
En todos los casos, la espiritualidad es utilizada como medio que permite obtener de alguien una
obediencia a ciertas “normas”. Algunos manipuladores espirituales no son conscientes del mal que
hacen. No actúan con la intención de dañar a otros pero su comportamiento es claramente abusivo,
el resultado es el mismo para la víctima. La constante de todo abuso espiritual es que la víctima se
encuentra que es objeto de deseo del responsable y por tanto negada en su condición de sujeto que
desea.
Conviene identificar y denunciar las situaciones de abusos espirituales pero no hay que confundir
todo ejercicio de autoridad con un abuso. Ejercer una responsabilidad en el marco de un contrato
relacional bien definido y claramente explicado, éticamente y clínicamente equilibrado no es
ningún abuso. Por ejemplo, recordar a las personas implicadas en un contrato los términos del
mismo no constituye un abuso espiritual, exhortar a los miembros de un grupo a respetar mejor
ciertos ritos del grupo no es abuso, enseñar las exigencias éticas de la Biblia en el marco de una
Se identifican tres tipos de manipuladores, más o menos nefastos. Se diferencian por la intención
que los mueve y no por los efectos que su comportamiento tiene en su entorno y en las víctimas.
Quiere hacerte el bien a pesar de ti mismo. Manipula a los demás en nombre de intenciones que son
irreprochables según él. El fin justifica los medios en este caso, los medios sin embargo son poco
recomendables. Esta actitud la encontramos en una cita de Rousseau: “le forzaremos a estar de
acuerdo”. Es difícil determinar donde está la buena intención y donde comienza la manipulación.
Por ejemplo, el responsable de una iglesia local quiere reclutar algunas personas de más en el
equipo que se ocupa del acompañamiento de adolescentes y jóvenes. Invita a una pareja joven a su
casa con la intención secreta de confiarles esa responsabilidad. Alrededor de una buena mesa y en
un marco más íntimo les confía en tono de confidencia que conoce su gran valor, que le gustaría
que se comprometieran más: luego como un paréntesis accidental, menciona que en ese momento
hay una necesidad para la juventud a la que no sabe como responder. ¿No será quizás una
posibilidad de servicio traída por Dios? Estas personas se encuentran en la trampa de una
manipulación que se dice benévola. El manipulador no se preocupa del completo desarrollo de esas
personas y privilegia el buen funcionamiento de la institución. Su manera de proceder consiste en
no decirlo todo. Piensa que la gente a su alrededor no es capaz de comprender la verdad, y que hay
que protegerla ocultando una parte.
1. el que abusa tiene una mala imagen de sí mismo y una no comprensión de su vivencia
emocional, a menudo como consecuencia de una herida de la infancia, tiene complejos.
2. desconoce la psicología relacional (por ejemplo el fenómeno “transfer/contra-transfer”, las
leyes de funcionamiento de un grupo.
3. no tiene en cuenta sus necesidades y motivaciones inconscientes que disimula bajo motivos
de valor espiritual. Por ejemplo, no dice que sufre la pérdida de su madre pero explica que
tiene un ministerio de acogida y que le gusta estar rodeado para ayudar a los demás. En
lugar de aceptar su necesidad de compañía para atravesar esa prueba, le da un barniz
espiritual a la herida.
El egocéntrico
Aquí la manipulación es a beneficio del ego del responsable que sufre (él también) de un déficit de
estima de sí. El egocéntrico se sirve de otros para nutrir su yo narcisista mal construido. Le falta
reconocimiento desde su infancia y espera de otros gestos de atención para llenar esa carencia. Esto
viene a reforzar, a nutrir su nefrosis y tranquilizar su ansiedad. Para ello se sirve de su poder, de su
fama, de su imagen. Por supuesto nunca lo dice así. Pero la iglesia local es un lugar en el que las
ocasiones de ser responsable le van a ofrecer un medio para calmar su herida. Olvida que nadie es
capaz de dar a la edad adulta lo que le faltó en la infancia.
La consecuencia de esta manipulación narcisista es que crea a su alrededor como una corte, un
entorno que le proporciona signos de reconocimiento. En contrapartida rechaza a los que no le
“alimentan” o no lo suficiente organizándose para echarlos del sistema. No le gusta la competencia
ni la sombra que le hacen otros. En el fondo, compensa su herida narcisista rodeándose de otros que
desde ese momento no pueden existir para sí mismos en esa relación. Necesita funcionar así para
vivir su patología. El abuso consiste aquí en que las personas de su entorno nunca son escuchadas ni
tomadas en consideración por sí mismas sino para servir al egocéntrico.
El perverso narcisista
La víctima de abuso espiritual puede confrontarse a uno de esos tres tipos de abusadores o
encontrarse en un sistema abusivo. Del mismo modo, el abusador actúa solo o dentro de un sistema
abusivo. En este caso, alguien que no tiene la personalidad abusadora pero que funciona dentro del
grupo puede comportarse como tal.
¿Cuáles son las características de este sistema? Hay ciertos puntos en común en todos:
Discurso elitista: “Somos los mejores, los más legítimos, la élite de la nación…”
Presión para una ruptura con el entorno familiar (casi ausencia de tiempo libre para la familia a
causa de mucha actividad en el seno de la iglesia local, sobre todo si el resto de la familia no es
creyente) y con el entorno social. Se paran los estudios, presión para cambiar de trabajo o
Obediencia y sumisión como verdades primeras. Son las dos virtudes que demuestran una
santificación cierta. Está prohibido, casi como si fuera blasfemia hacerlo, cuestionar el
funcionamiento de los responsables del grupo.
Dominio, control de las emociones y sentimientos del fiel: se le pide pensar lo que piensa el
grupo y sentir lo que se le pide que sienta. Por ejemplo si todos los cantos de una reunión o de
un oficio hablan de alegría, no hay lugar para otro sentimiento, es prácticamente obligado
alegrarse porque el momento previsto para hacerlo.
Perdón “de saldo”: la persona es invitada a perdonar a los que la ofenden sin que estos se
arrepientan, incluidos los responsables.
El escenario genera sus propias creencias que lo refuerzan en sí mismo. Se hace impermeable a toda
crítica, funciona entonces en círculo cerrado. En resumen, un escenario es un eslogan sobre el cual
y alrededor del cual se organiza todo el grupo. En el caso de un escenario de la familia, el eslogan
podría ser “unidos en el amor alrededor del Padre”, con una fuerte ambigüedad entre el Padre
celestial y el “padre” responsable del grupo.
Nos interesaremos en tres escenarios particularmente corrientes en los grupos abusivos. Los tres
presentan la misma carencia: ponen el acento sólo en lo que une y en lo que hace parecido. Ahora
bien una identidad equilibrada necesita de dos polos para construirse: diferencia y parecido. La
identidad es en efecto constituida de dos elementos que se conjugan hasta el infinito, en qué me
parezco y en qué me diferencio.
En un grupo disfuncional, la diferencia (de gustos, opiniones, experiencias, dones…) es negada, sólo
se valora el parecido. Se busca la unidad a todo coste, sin que haya lugar para la especificidad de
cada cual. Reina la confusión entre la unidad del Espíritu, que es, y la unidad de la fe, que se
construye. Las diferencias y parecidos deben ser tenidas en cuenta en el seno de la Iglesia con el fin
de trabajar juntos eficazmente, lo que no es el caso en un grupo abusivo.
“¡Esto es la guerra!”
La iglesia local se vive como un ejército en marcha constantemente en guerra contra el mundo y sus
valores, su moral. Toda la vida de la comunidad es vista y se articula en función de un estado de
ánimo: locales, discursos, cantos, música, ofrenda… La palabra clave es movilización permanente.
La creatividad o el recreo están ausentes, no hay tiempo para ello. Las relaciones internas son
descuidadas y se cuidan las relaciones hacia el exterior. En efecto, la comunicación entre los
miembros del grupo es muy pobre y se vive en función de objetivos de guerra. Por ejemplo, hay
poco interés por la pena que alguien sufre a la muerte de su padre, pero mucho interés por la
manera como esa persona va a dar testimonio en el entierro. Los problemas personales se ven como
una debilidad del cuerpo en general y no se tienen en cuenta. Los conflictos o las reivindicaciones
de su diferencia son vividos como alta traición: la persona en el origen del conflicto se convierte en
enemigo del interior. Las nominaciones a los cargos se hacen según el principio de Peter: no es la
competencia sino el lazo de fidelidad al responsable del grupo que crea una jerarquía que no se
cuestiona a sí misma, colocando personas poco competentes. La unidad se hace alrededor del
proyecto, de las conquistas, de victorias obligatorias, lo que abre las puertas a manipulaciones de
toda clase (dinero, estadísticas, pseudo-milagros, experiencia de la iglesia...) Si las victorias no
están a la altura de los discursos, el recurso a la culpabilidad debe removilizar la tropa.
La corte de Versailles
Este escenario despliega todo el decorado del rey Luis XIV, el Rey Sol. Dos expresiones resumen el
reino despótico y fastuoso de este soberano: “El Estado soy yo” y “un rey, una nación, una fe”. En
este funcionamiento lo más importante es lo que hace y piensa el rey: el rey predica, el rey
profetiza, el rey piensa, el rey decide, en resumen, todo se articula alrededor de una transferencia
“real” en los dos sentidos de la palabra. La organización está calcada de la corte de Versalles con
nobleza, relaciones feudales, el pueblo. Están los que pertenecen a la corte y los exiliados del
reino, castigados en presencia del rey. Este funcionamiento cortesano se reproduce en todas las
actividades, en todos los niveles, hasta en la vida privada. La información es destilada de manera
condescendiente. Las nominaciones se hacen por herencia (Reina Madre, Delfín….) y por feudalismo.
La iglesia local es patriarcal, no hay democracia ninguna: el rey tiene poder por derecho divino, es
imposible oponerse a él, porque hacerlo sería oponerse a Dios, a su Ungido. Los conflictos no están
permitidos, sería un crimen de lesa majestad. Se puede consultar al pueblo a través de “cuadernos
de quejas”. La talla y la belleza del edificio reflejan la grandeza del rey (“por la gloria de Dios”). En
tal sistema, no se puede más que ser súbdito del rey y no de sí mismo.
Grupo disfuncional:
En esta perspectiva la comunidad se presenta como intermediario necesario entre Dios y yo. Mi
relación con él pasa a la fuerza por el grupo. Es lo que llamamos una lectura y un funcionamiento
“eclesiocéntricos”.
Aquí el grupo y sus responsables no son los mediadores forzosos entre Dios y la persona como en el
primer esquema. El cristiano funciona en el seno de una organización triangular que implica una
relación entre Dios y él, entre los responsables y él y también entre Dios y los responsables. Así el
grupo permite a los cristianos vivir su fe en seguridad conservando su creatividad. Este
funcionamiento permite respetar las dos necesidades fundamentales del ser humano, la seguridad y
la creatividad. La creatividad corresponde a la libertad de ser uno mismo estando en relación con
otros. La seguridad concierne a los ámbitos físico, psicológico, espiritual, persona y colectivamente.
Una comunidad equilibrada se ocupa tanto de la seguridad como de la creatividad de sus miembros.
La víctima no tiene por sí misma culpa de tener necesidades o heridas. El mensaje bíblico habla a
favor de una solicitud hacia los que están en la desgracia, los heridos de la vida tanto en el plano
físico como emocional. El culpable en este proceso es el grupo disfuncional que a partir de esta
debilidad aprisiona a la persona en la trampa.
Esto explica la entrada de la persona en el sistema. Pero ¿Por qué la víctima se queda una vez que
ha descubierto la realidad?
Este círculo con sus cinco fases, es recorrido varias veces, y cada vez los efectos de las distintas
etapas se acentúan. Es posible ayudar a la persona cuando está en el punto 3, en el momento de su
conflicto interior. En ese punto se le puede proponer una salida eventual. Es el único momento en
que la salida es posible. Además la salida de un grupo abusivo raramente se hace la primera vez. A
menudo es necesario que la persona haya vivido el ciclo varias veces para ser capaz de dejar el
grupo. Esto no significa que la víctima de un grupo abusivo no tenga que desanimarse ni
autoinculparse si no puede salir del sistema la primera vez.
Volvamos sobre los factores que desaniman a la víctima a abandonar un grupo abusivo y por los que
continúa dejándose abusar:
La víctima tiene miedo de equivocarse si decide marchar. Teme que irse constituya una
desobediencia a Dios. El miedo se refuerza por la enseñanza inculcada en el grupo, “aquí está la
verdad”. Tiene miedo también de perder sus relaciones amistosas en el seno de la iglesia local
pues ha visto como se trata a los que se van y con quienes se rompió todo contacto. Por otra
Cree que tiene los medios para hacer evolucionar el sistema, que las cosas van a mejorar, que
la reforma es posible.
La víctima conoce mal los mecanismos del sistema abusivo y no comprende dónde está.
Los responsables de la comunidad abusiva utilizan a menudo cinco lemas para impedir a la gente la
salida, aniquilar la crítica y culpabilizar a las víctimas. Son mensajes que se apoyan sobre extractos
bíblicos falsamente interpretados. Los utilizan fuera de contexto y los atribuyen sin escrúpulo al
contexto de la situación de las víctimas. Constituyen un contrasentido evidente:
“No toquéis al Ungido del Eterno”, se utiliza como prohibición de contradecir o de dudar de los
responsables, o incluso de preguntar.
“No abandonéis la asamblea” se usa para criticar a los que se van, para movilizar más la
asistencia a las reuniones, para impedir hablar con otros cristianos o para desanimar la
participación en otro grupo.
“No juzguéis y no seréis juzgados… ¿Quién eres tú que juzgas?” cortocircuita todo espíritu
crítico o simple cuestionamiento o denuncia de actos reprensibles.
“Perdonad”: todos los pasajes bíblicos sobre el perdón son releídos en la óptica de perdonar a
los responsables abusivos sin que se arrepientan ni cambien de actitud.
“Sed sumisos”: los responsables tienen razón a la fuerza, la sumisión es la única actitud que
Dios desea para los fieles, sobre todo para las mujeres.
Este uso abusivo de la Biblia mantiene a las víctimas en la trampa, en el seno del grupo.
Mala autoimagen, identidad deformada, ligada a una vida espiritual construida sobre la
culpabilidad, la vergüenza y la negación de los deseos personales.
Mala imagen de Dios: la víctima lo percibe como un Ser exigente, imprevisible, nunca
satisfecho, que fija objetivos inaccesibles, severo, dispuesto a castigar y humillar funcionando
con el modelo “te doy para que des”. Cree que el Espíritu se retira con el mínimo pecado como
una señal de alarma espiritual que se dispara en cuanto hay un mínimo mal pensamiento. Por lo
mismo, está convencida de que el diablo está siempre al acecho para aprovechar cualquier
asomo de debilidad e invadir. El cristiano abusado duda de que Dios sea su abogado, lo ve más
bien como acusador.
Falta de comprensión o ignorancia de los textos bíblicos, en particular de los que describen
nuestra identidad en el marco de la alianza.
En resumen, la fe de esa persona es tóxica, actúa como un veneno que le intoxica cada día en las
diferentes facetas de su vida.
Toma de conciencia
Precisemos que esa etapa es verdaderamente difícil para la víctima. Es doloroso reconocer que se
ha abusado de uno a causa de la vergüenza, cólera y desprecio que se siente. Cada vez que el
abusado intenta trabajar sobre sí mismo tiene la impresión de pagar otra vez el hecho de que se
haya abusado de él. Tiene la impresión de revivir lo que pasó cuando en realidad le gustaría
olvidarlo.
Cuando hay esa toma de conciencia, hay que tener cuidado en no dar respuestas hechas a sus
preguntas (por qué Dios ha permitido esto, por qué la maldad de esa gente, sin embargo se van a
salvar…), respuestas que sean prefabricadas, frases hechas que ahorran el pensar. Ahora bien, la
persona tiende a esperar un comportamiento abusivo, autoritario. Incluso está tentada de meterse
en otro grupo abusivo. Al acompañante espiritual le pide respuestas hechas, decisiones tomadas en
su lugar. No hay que ceder a esta facilidad sino permitirle hacer un trabajo cognitivo con el fin de
renovar su forma de pensar. Ha sufrido fuertes manipulaciones mentales, necesita encontrarse y
reconstruirse.
El trabajo de reconstrucción
Con la toma de conciencia de haber sufrido un abuso, la víctima tiene que trabajar al nivel de las
falsas creencias. Hay que explicarle el sistema abusivo, porqué y cómo entró y porqué se quedó.
Estos son los esquemas anteriormente descritos. En esa etapa debe reencontrarse con los
sentimientos que hubiera debido experimentar en el momento del abuso pero que hubo de reprimir.
El principal es el de cólera. Hasta ahora la ha rechazado y negado, por lo que tiene un sentimiento
de vergüenza, porque la vergüenza y la cólera son contrarias.
Gestionar la culpabilidad,
Esto es lo que me gustaría decir a los responsables de ese grupo y que reconocieran hoy. El
perdón es con esa condición.
La víctima debe ser consciente de que es raro que los que abusan se arrepientan y reconozcan sus
equivocaciones. Este reconocimiento implicaría una salida del sistema de los responsables. Sin
embargo, la víctima debe pasar por esta etapa, debe enunciar lo que le gustaría oír pues eso le
permite ceder y poner ese problema en manos de Dios que es quien juzga justamente.
A lo largo del proceso de acompañamiento de la víctima es también necesario que consiga hacer
suyas las siguientes declaraciones:
Fui víctima de un abuso espiritual, esto es un crimen contra mi persona, incluso si entré
voluntariamente en el grupo.
No soy responsable de este abuso, a pesar de lo que haya vivido de positivo en ese grupo o con
tal persona.
Los perjuicios que he sufrido interaccionan unos con otros: lo espiritual con lo emocional y lo
psicopatológico, todo tiene un efecto devastador múltiple.
No debo cubrir mi pasado con el olvido, la vergüenza o el secreto. Debo hacerle frente para
sentirme mejor.
No soy responsable del futuro del sistema del que salí. Dios no reprocha a las personas su
ignorancia. No puedo ser responsable del mal que cometí cuando estaba en el sistema abusivo.
Sin embargo, puedo reconocer sus efectos sobre la gente y asumir las consecuencias.
Revuelta
Reforma
La revuelta de la víctima es justa y tiene base. Sin embargo debe comprender que la reforma no es
posible. Si no se convence de ello sigue prisionera de sus creencias incluso aunque se aleje
físicamente del grupo. De hecho necesita una revolución en el sentido copernicano, hacer su
revolución, es decir, salir del sistema.
Si piensa que es indispensable encontrarse con los responsables del grupo abusivo más vale que lo
haga acompañada. Este encuentro debe tener lugar por petición suya y con condiciones. No tiene
como objeto ser un ajuste de cuentas sino un momento en el que la víctima expresa su sufrimiento,
por no haber sido escuchada y comprendida, por haber sido objeto de abuso. En realidad lo que
cuenta para ella es la justicia, no buscar hacer justicia sino trabajar por la justicia. No se trata de
un encuentro de reconciliación o de petición de perdón por su parte puesto que es víctima y no
culpable. El perdón representa una etapa ulterior posible, si los responsables del abuso reconocen
sus equivocaciones con ella. Este encuentro podría permitir soltar la presa y seguir serenamente
hacia delante.
Más allá de la cuestión de los abusos espirituales, más allá de los sufrimientos personales de las
víctimas, son cuestiones más generales las que se le plantean a la Iglesia.
¿Cómo establecer relaciones que al tiempo que respetan al individuo mantienen la comunión
fraterna?
¿Cómo hacer una lectura de la Biblia equilibrada y adaptada a cada etapa de la vida espiritual?
Ante estos interrogantes, dejémonos interpelar por las palabras de Jesús al principio de su
ministerio:
El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha dado la ocasión de anunciar la buena nueva a
los pobres.
Me ha enviado para proclamar a los cautivos la liberación
Y a los ciegos la vista,
A liberar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor.
Lc, 4:18.19