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Andreas Huyssen: “Sin pasados establecidos y bien comprendidos, no puede haber un futuro exitoso”
Una piedra angular de los debates sobre historia y memoria ha sido que la
memoria colectiva es necesaria para que haya cohesión social y para
establecer legados comunes que puedan orientar la experiencia y la acción de
las naciones. Sin pasados establecidos y bien comprendidos, no puede haber
un futuro exitoso. Al mismo tiempo, los legados serán siempre desafiados y
transformados. En un momento en el que los pasados nacionales traumáticos
exigen cada vez más reconocimiento, y de manera justificada, la idea misma
de una memoria colectiva, tal como fue desarrollada por Maurice Halbwachs a
comienzos del siglo XX, se ha roto y se ha convertido en un elemento de
discordia. (Le sugerimos la entrevista de El Espectador a la artista Doris
Salcedo sobre el tema).
Ahora sabemos que no puede haber una única memoria colectiva, así como no
puede haber una única esfera pública como contenedora de esa memoria
colectiva. La memoria social siempre será un espacio de conflicto y de debate
en las sociedades civiles, reflejando divisiones generacionales y de raza, clase
y género. Tales debates son el pulso de cualquier sociedad democrática con
esferas públicas abiertas y una garantía de libertad de expresión.
La situación se vuelve crítica cuando los gobiernos intentan usar el poder del
Estado para establecer una historia oficial que borre los pasados nacionales
traumáticos, en lugar de darles un reconocimiento público. Cuando las
historias pasadas de violencia y opresión son suprimidas, la salvaguardia
contra su repetición se debilita y la violencia está destinada a surgir en nuevas
configuraciones. Los principales lugares donde se dan hoy esta negación y sus
consecuencias insidiosas son Rusia después del comunismo e India después de
la partición, casos muy diferentes, sin duda, pero que tienen en común
intentos gubernamentales actuales por reescribir el pasado y destruir los
órganos de la sociedad civil que garantizan el debate público sobre el Gulag o
la violencia masiva de la partición y sus consecuencias en India hoy.
Los consensos mayoritarios con respecto a pasados violentos pueden ser más
fáciles de lograr cuando estos pasados han dejado de ser memoria viva.
Cuando los conflictos violentos forman parte de las experiencias del presente
y las víctimas de aquella violencia aún viven entre nosotros, los consensos y la
rendición de cuentas son claramente más difíciles de conseguir. Es todavía
más importante que los gobiernos apoyen un marco institucional y discursivo
en el cual el conflicto pueda ser debatido y trabajado de manera deliberativa,
en lugar de ser expresado de formas partidistas. Las comparaciones de los
casos de violencia estatal entre Alemania y Argentina han establecido un
modelo para discutir tales diferencias temporales en las políticas de la
memoria. Incluso si los gobiernos están involucrados en crear museos y
monumentos para documentar la injusticia del pasado, como fue el caso de
Alemania, tienen que garantizar la independencia de las instituciones
culturales y abstenerse de abusar de su poder para interferir e imponer
resultados en el ámbito público.