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Hegel
VALE ACLARAR QUE PARA HEGEL NO ERAN VALORACIONES MORALES. HEGEL NO ESTA HABLANDO
DE ALGO BUENO O MALO SINO DE PERSPECTIVA, DE POSICIONAMIENTO. EJEMPLO DE
NATURALEZA. CUANDO EL HOMBRE TRANSFORMA LA NATURALEZA EL HOMBRE NIEGA A LA
NATURALEZA EN CUANTO TAL (no de manera de que la naturaleza no existe solo soy yo. La
naturaleza va a estar ahí pero de otra manera), PORQUE AL TRANSFORMARLA LA MODIFICÓ Y LA
HUMANIZO.
Si el hombre era un esclavo de la historia, un títere manejado por los hilos de la razón
divina, entonces dónde quedaba el compromiso personal y la libertad de decidir y actuar en
consecuencia. La mayoría de los movimientos políticos que despojaban al hombre de su
responsabilidad y de su derecho a ser persona libre, se fundamentaban en el mito de Hegel.
Tres momentos históricos típicos del pensamiento hegeliano son: la tesis, la antítesis y la
síntesis. El primero afirma que la meta de la historia universal sería el progreso en la conciencia de
la libertad. Por su parte, la antítesis dice que los medios para lograr esta libertad habría que verlos
–por paradójico que pareciera- en las pasiones y en los egoísmos humanos. Mientras que la
síntesis concluye señalando que el ámbito de la libertad es precisamente el Estado, la institución
que aseguraría la consecución del fin que se dirige toda la historia. El ser humano podría gozar de
verdadera libertad y de una existencia racional, exclusivamente en el ámbito de la institución
estatal. De ahí que sólo en el Estado pudiera existir el arte, la filosofía y la religión.
Libertad: Según Hegel, “la conciencia de la libertad” surgió por primera vez entre los
griegos y los romanos pero de una manera imperfecta ya que estos pueblos creían que sólo
algunos hombres podían ser libres, la mayoría seguían siendo esclavos que realizaban tareas
manuales para que sus amos pudieran gozar de libertad. Y las naciones germánicas de la época de
Hegel, las únicas que al ser influidas por el cristianismo habrían desarrollado la conciencia de que
todos los hombres son libres.
La visión hegeliana de la historia hunde sus raíces en las concepciones griegas del tiempo
cíclico. Según éstas, las transformaciones de la naturaleza y de las culturas son como una sucesión
de círculos que se repiten siempre. Las civilizaciones nacen, crecen y desaparecen para dejar paso
a otras que evolucionarán de la misma manera. La historia es como un eterno retorno, como una
carrera de relevos en la que cada pueblo pasa al siguiente el testigo del que es portador. Los
individuos y los imperios sólo son los medios que usa la historia, pero el verdadero protagonista es
el testigo, es decir, el espíritu que persigue como fin absoluto la conquista de la libertad.
Si durante la Edad Media la teología católica creía que todo lo relacionado con el mundo
era malo, la Reforma protestante entendió lo temporal y mundano como el ámbito en el que se
podría realizar la justicia y la ética del Estado. Hegel pensaba que el ser humano sólo podía llegar a
disfrutar de la auténtica libertad cristiana mediante la obediencia al Estado.
Si en la filosofía griega el tiempo se desenvolvía de una forma cíclica o circular, ante la cual el ser
humano carecía por completo de libertad y era como un esclavo del destino o de la fatalidad, para
el hombre de la Biblia en cambio el tiempo era entendido como un proceso lineal ascendente en el
que era posible diferenciar claramente entre el ayer, el hoy o el mañana. El hombre era libre para
actuar con arreglo a su conciencia o a su voluntad y, por lo tanto, responsable delante de Dios.
Precisamente por esta concepción en línea recta del tiempo, los cristianos primitivos pudieron
entender la revelación y la salvación en momentos históricos sucesivos. El judaísmo distinguía tres
etapas clave en el camino histórico hacía la salvación: antes de la creación, desde la creación hasta
la parusía y después de la parusía. Sin embargo, el cristianismo partió la historia de la salvación en
dos grandes etapas: Antes y después de Cristo.