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el objeto del derecho fiscal

es un hecho notorio que el Estado, para poder llevar a cabo satisfactoriamente las
actividades que le son propias, requiere de manera imprescindible de un sustento
económico, sustento que por razones de orden lógico, debe provenir en su mayor
parte de los ciudadanos o gobernados, que son los que directamente se benefician
con las obras y servicios de interés público que el primero realiza. Ahora bien, en
los tiempos actuales, en los que tanto el conjunto de crecimiento demográfico como
los avances tecnológicos y científicos demandan del Estado un campo cada día más
amplio de acción y de objetivos.
A esto, Andrés Rojas afirma que las actividades públicas llamadas por algunos
autores funciones públicas son servicios de los cuales no pueden prescindirse una
sociedad como la justicia, la defensa nacional, la policía, los transportes, la actividad
educativa y económica del Estado.
Así bien, el crédito público, entre otras. Esta situación da origen a una necesaria
relación de interdependencia entre gobernantes y gobernados.
El Estado sólo justifica su existencia a través de la gestión del bienestar colectivo,
en tanto que los particulares requieren de la satisfacción de un conjunto de
necesidades sociales para estar en condiciones de dedicarse a actividades
productivas que le permitan subsistir o, en el mejor de los casos, incrementar y
mejorar su nivel de vida.
Como apuntábamos, el trasfondo de esta relación es de carácter eminentemente
económico, puesto que si el Estado necesita de elevados recursos económicos para
implementar lo que el doctor Zeros Rojas llama las funciones públicas, lo justo y
apropiado es que tales recursos deban generarse casi en su totalidad en las
aportaciones proporcionales deliberadas de los ingresos, rendimientos o utilidades
obtenidas por los ciudadanos, que gracias a la existencia de estos satisfactores
públicos, cuentan con el tiempo y con las oportunidades adecuadas para llevar a
cabo diversos géneros a los que globalmente hemos denominado actividades
productivas.
Asimismo, es necesario insistir en que la relación estado gobernados servicios
públicos cobren los tiempos actuales una importancia inusitada, como atinadamente
señala Harold Sommers durante los siglos, durante los últimos siglos, el alcance de
los gastos públicos ha tenido que aumentar constantemente las fuerzas policíacas.
Si el ejército, estos mismos con funciones tradicionales del Estado para
salvaguardar a sus súbditos deben de ser proveídos. Un mínimo de servicios de tipo
social. Así también han dejado su lugar a un concepto mucho más amplio de las
funciones del Estado. Es cierto que existe una diferencia de opiniones muy fuertes
del empleo. Digo acerca del grado en que el gobierno debe de influir en las
determinaciones del nivel de empleo y de actividad económica.
Pero. No podemos dejar no fuera que el crecimiento de los servicios de salubridad
pública, el auxilio de los desocupados o la provisión de elevadas normas educativas
son indicadores de la actitud más moderna hacia las actividades gubernamentales.
Todavía el gobierno intervendría sólo los sectores que no tienen interés para la
iniciativa privada. Pero como estos sectores son tantos, aún el Estado más celoso
de no interferir con la iniciativa privada tendría un campo de acción su sumamente
amplio para sus actividades. Esto último, como lo veremos a continuación, se
traduce en el papel singular de relevancia que los modernos tres tratadistas del
Derecho Público y de la economía pública asignan sin excepción al derecho fiscal.
En efecto, esa relación recíproca, en virtud de la cual los particulares se desprenden
de la parte de sus ingresos para sufragar los gastos públicos, debe ser
esencialmente de carácter jurídico, es decir, debe encontrarse regida por leyes. De
todas otras formas. Si se caería en la arbitrariedad y el despotismo, puesto que el
Estado, pretextando su siempre imperiosa necesidad de bienes y recursos, podría
fácilmente someter a la población a toda clase de exacciones, despojos,
confiscaciones sin otra taza y medida que su libre albedrío y capricho inclusive.
La historia nos ofrece múltiples múltiples ejemplos de este bárbaro procedimiento.
Así, para no citar sino un solo caso, recordemos en la Francia y en la Rusia
absolutista de los siglos XVI y XVII, todo habitante que no perteneciera a la nobleza
es todo obligado a comprar al año un determinado número de kilogramos de sal,
independientemente de que los fuera o no consumir, con el objeto de mantener
invariable la percepción de la Hacienda pública por concepto del impuesto sobre la
sal.
Sobre este particular, el tratadista Adolfo Carretero Pérez afirma El origen de la
exigencia de la legalidad financiera se encuentra en que la soberanía fiscal puede
afectar a los derechos fundamentales de los individuos. Libertad y propiedad que
sólo pueden ser intervenidos por la administración financiera. Si existe una
autorización legislativa existente que pueda habilitar esto. Sí. De modo que única y
exclusivamente a través de la ley se puede garantizar la necesaria vinculación
económica entre el Estado y sus súbditos.
Ya que se desenvuelven en un marco de equidad, equilibrio y armonía. En este
campo la norma jurídica debe actuar de manera de indicativo y freno. Es decir, por
una parte debe indicar cuáles son las facultades y atributos y atribuciones
recaudadoras del Estado y cuáles son las obligaciones correlativas a cargo de los
particulares. Así también, por otra parte, hasta donde llega la potestad del poder
público y cuáles son y cuáles son.
Así como contrapartida de los derechos del contribuyente oponibles a la misma
autoridad gubernamental y los medios y procedimientos para ejercitarlos. La
actividad financiera, dice Gianni, es una rama de la actividad administrativa y
aparece como tal regulada por el derecho objetivo. Contribuye una reconocida
exigencia del Estado moderno, el Estado de Derecho que todas sus
manifestaciones de voluntad en el campo de la administración y las relaciones con
los particulares que ésta engendra. Encuentra en la ley su fundamental disciplina.
En esta exigencia debe informarse especialmente la actividad financiera,
primeramente porque en ella implica la administración del dinero público, del dinero
que es sustraído a la economía privada para la satisfacción de las necesidades
públicas, y segundo, por la enorme masa de riqueza destinada a esos fines que ha
dado origen a un complejo de relaciones cuyo ordenado desenvolvimiento requiere
un sistema de disposiciones imperativas.
Ahora, en efecto, no es concebible el nudo en una cuestión de tan delicada como
la que nos ocupa pueda permanecer ajena a la normatividad jurídica de un. País
que, como el nuestro, aspira a vivir en un Estado de Derecho, si a fin de cuentas el
contribuir al sostenimiento de los gastos públicos significa para el ciudadano
promedio usa crificio que independientemente recuperaría o repercutiría a su nivel
de vida. Lo menos que puede exigirse es, previamente dicho la contribución.
Exista leyes que de manera general, abstracta e impersonal, establezcan su
naturaleza, alcances y límites y consecuencias, a fin de que el ciudadano promedio
sepa de antemano a qué y hasta dónde está obligado.
Tomando como base las ideas expuestas en los párrafos precedentes, creemos
estar en condiciones de precisar cuál es el objeto del derecho fiscal. Así, podemos
afirmar que nuestra disciplina tiene por objeto estudiar y analizar las diversas
normas jurídicas que regulan las relaciones, en virtud de la cual el Estado exige de
los particulares sometidos a su autoridad por potestad soberana, la entrega de
determinadas prestaciones económicas para sufragar los gastos públicos.
Dicho en otras palabras, el derecho fiscal posee como campo de acción y de
evaluación al conjunto de ordenamientos legales que reglamentan la percepción por
parte del poder público de las aportaciones económicas que la ciudadanía en
general efectúa para la realización de obras y servicios públicos y además,
actividades de interés general.

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