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NACIONAL
“PEDRO RUÍZ GALLO”
FACULTAD DE DERECHO Y
CIENCIAS POLÍTICAS
ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO
ESTUDIANTE :
SECCIÓN : “A”
AÑO :
2020
INDICE
BIBLIOGRAFIA:
………………………………………………………………………………………….……49
En este sentido, Jesús González Pérez ha señalado que: “El derecho a la tutela
y eficacia de la sentencia”
Podríamos decir que la noción de "tutela" puede ser entendida como la protección
que viene ofrecida a un determinado interés ante una situación en la cual el mismo
sea lesionado o insatisfecho ("). Por ello, cada vez que se reflexione sobre la tutela
debemos necesariamente reflexionar sobre los diversos medios que el ordenamiento
jurídico prevé en el caso de la lesión o amenaza de lesión de una situación jurídica y
la forma de tutela de las situaciones jurídicas por excelencia es la tutela
jurisdiccional, La misma que se Ileva a cabo a través del proceso. De esta forma, la
tutela jurisdiccional hará que la tutela prevista por el ordenamiento jurídico a los di
versos intereses, sea efectiva.
Sigan el segundo sentido para entender la efectividad, esta tiene que ver con la real
y verdadera tutela que debe brindar el proceso a las situaciones jurídicas materiales
amenazadas o lesionadas. Es decir, en este segundo sentido la tutela jurisdiccional
efectiva tiene que ver directamente con el hecho que el proceso debe cumplir la
finalidad a la que está llamado a cumplir. De esta manera, "es indispensable que la
tutela jurisdiccional -de los derechos y de los intereses- sea efectiva. No toda forma
de tutela satisface el precepto constitucional; su actuación exige que el juez
disponga de los instrumentos y de los poderes para hacer conseguir al interesado el
bien de la vida (la utilidad) que el ordenamiento jurídico reconoce y garantiza.
a) Tiene una doble naturaleza, pues por un lado desarrolla una función en el plano
subjetivo actuando como garantía del individuo; y por otro, desarrolla una función en
el plano objetivo, asumiendo una dimensión institucional al constituir uno de los
presupuestos indispensables de un Estado Constitucional).
b) Es un derecho que vincula a todos los poderes públicos, siendo el Estado el
primer llamado a respetar este derecho ("). Con ello, cualquier acto del Estado
expedido por cualquiera de sus órganos que lesione o amenace este derecho es un
a la ley que lesione o amenace el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva.
e) Toda norma del ordenamiento jurídico debe ser interpretada conforme al
contenido del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva. De esta manera, cada vez
que un órgano jurisdiccional deba interpretar o aplicar una norma procesal debe
hacerlo a la luz del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva.
f) Existe la posibilidad de interponer una demanda de amparo contra cualquier acto
que lesione o amenace el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva.
h) El Poder Legislativo está obligado a respetar este derecho constitucional en su
tarea de producción normativa.
A lo largo de la historia del Derecho Procesal, un tema que sin duda reclama mayor
importancia es el del Derecho de Acción, sin embargo, hoy en día no tiene mayor
presencia. en tal sentido, el enfoque se ha trasladado hacia la tutela Jurisdiccional
efectiva a causa del fenómeno de constitucionalizarían que atravesó el Derecho de
Acción. el autor, además de analizar los hitos más importantes en los que se
desarrolla el Derecho de Acción, se centra también en el estudio de lo que viene
pasando en la actualidad con la Tutela Jurisdiccional Efectiva con la finalidad de
llegar a un proceso verdaderamente eficaz que garantice nuestros derechos.
La efectividad de la tutela jurisdiccional es la gran preocupación del derecho
procesal actual. el gran aporte en este punto se debe a los estudios del profesor
Andrea Proto Pisani.
Sin embargo, más allá de establecer esas competencias y alcances de la función del
Poder Judicial de adecuar las normas procesales ¿puede el poder judicial, en aras
de dar una protección eficaz a los derechos, crear para el caso concreto un remedio
que no ha sido previsto por el legislador, modificarlo o atenuarlo? No hablamos de la
función de crear derechos, sino de ingresar solo al ámbito de los remedios. ¿O es
que el Juez está circunscrito a satisfacer derechos dentro de los límites y con los
remedios previstos por el legislador?
De esta manera, a fin de comprender mejor las relaciones entre tutela jurisdiccional
efectiva y debido proceso, debemos partir de que se entiende por tradición jurídica.
Siguiendo a John Henry Merryman la tradición jurídica es un complejo de
comportamientos profundamente arraigados e históricamente condicionados
sobre la naturaleza del derecho; el rol del derecho en la sociedad y en el ámbito
político; la organización y funcionamiento de un sistema jurídico y sobre el modo en
el que el derecho debe ser creado, aplicado, estudiado, perfeccionado y enseñado;
de forma tal que la tradición jurídica relaciona al sistema jurídico de un Estado con la
cultura de la cual ella es una expresión parcial.
Ahora bien, dos de las tradiciones jurídicas más importantes que existen en el
remontarse hacia el año 450 a.C., fecha probable de la aparición de las XII Tablas
en Roma; mientras que la segunda al año 1066 d.C., fecha en la cual los mandos
conquistan Inglaterra. Mientras en la primera de ellas las fuentes del Derecho más
importantes son formales (Constitución, ley, reglamento, y solo en defecto de estas
la jurisprudencia, costumbre y principios generales); en la segunda las principales
fuentes del Derecho son la jurisprudencia y la costumbre'").
En ese sentido, el profesor Rubio Correa afirma que: "(...) el debido proceso es una
institución anglosajona que se comporta como anglosajona y que, por consiguiente,
solo puede ser definido y precisado por la propia ley y jurisprudencia que lo aplique
creativamente". De la misma manera podemos decir que el derecho a la tutela
jurisdiccional efectiva es una institución romano-germánica que se comporta como
tal. De esta manera, mientras el debido proceso es una institución cuyo contenido
será determinado por los jueces en su actividad jurisdiccional, es decir, es un
derecho cuyo contenido ira variando dependiendo de su aplicación al caso concreto;
el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva es un derecho cuyo contenido es
elaborado por la doctrina sobre la base de la trascendencia y finalidad que cumple
dicho derecho en todo el sistema jurídico, para Luego, ser reconocido por el
legislador y aplicado por los jueces. Mientras en un caso se espera que los jueces
creen el contenido, en el otro se espera que los jueces lo apliquen y lo respeten
(aunque, claro está, no solo los jueces)'.
Pero, además, creemos que en la denominación del derecho esta su real alcance y
contenido: lograr una efectiva tutela jurisdiccional; alcance y contenido que no se
logra extraer de la denominación "debido proceso", denominación que pone énfasis
en el instrumento, antes que en la finalidad; que se preocupa del medio, antes que
del resultado. Lo trascendente es que el medio se ha adecuado para alcanzar el
resultado. No que el medio se respete sin importar el resultado. Creemos que el
que el derecho a un debido proceso evolucione y complete su contenido como to
hace en los Estados del Common Law, pues las realidades, culturas y
comportamientos son distintos; porque el sistema jurídico todo se comporta
diferente.
En ese sentido, incorporar una noción ajena a nuestra tradición jurídica puede
generar serias distorsiones en nuestro sistema de justicia y en las garantías de los
particulares frente a él. Esa distorsión, creemos, se demuestra en una sentencia de
nuestro Tribunal Constitucional, at afirmar en el expediente No. 1941-2002-AA/TC
que "el Tribunal Constitucional opina que no en todos los procedimientos
administrativos se titulariza el derecho al debido proceso. Por ello, estima que su
observancia no puede plantearse en términos abstracto, sino en función de Ia
naturaleza del procedimiento que se trata, teniendo en cuenta el grado de afectación
que su resultado -el acto administrativo- ocasione sobre los derechos e intereses del
particular o administrado". Sigue el Tribunal Constitucional señalando más adelante
to siguiente: "(e)n tal sentido la ratificación o no de magistrados a cargo del Consejo
Nacional de la Magistratura, se encuentra en una situación muy singular. Dicha
característica se deriva de la forma como se construye la decisión que se adopta en
función de una convicción de conciencia y su expresión en un voto secreto y no
deliberado, si bien esta decisión debe sustentarse en determinados criterios; sin
embargo, no comporta la idea de una sanción sino solo el retiro de la confianza en el
ejercicio del cargo.
En el Perú, esa es la principal razón por la que se sostiene que el reconocimiento del
debido proceso hubiera sido suficiente en nuestro texto constitucional, sin que se
reconozca el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva. Nosotros somos de la opinión
que en la medida que el proceso supone el ejercicio de la función jurisdiccional del
Estado, los particulares tienen un sinnúmero de derechos que solo son aplicables y
oponibles en ella y ante ella. En eso consiste el complejo de derechos que forman
parte del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva. Sin embargo, no se puede
transportar todo ese complejo de derechos a ámbitos distintos al jurisdiccional, como
al procedimiento administrativo o a procedimientos entre particulares, pues la
naturaleza de estos es sustancialmente distinta. Ello no quiere decir que en estos
procedimientos no exista una serie de derechos que deben ser respetados por
todos, como el derecho de defensa, a la prueba, etcétera; y que tienen naturaleza
constitucional; sin embargo, existen otros que no pueden ser transportados a
ámbitos distintos al jurisdiccional, como el derecho a la doble instancia, a la
efectividad de las sentencias o a Ia cosa juzgada, para citar algunos ejemplos.
Por ello, creemos que el uso que hace el Tribunal Constitucional de Ia expresión
"derecho a la protección jurisdiccional de los derechos y libertades fundamentales"
podía haberse evitado haciendo uso de la expresión "derecho a la tutela
jurisdiccional efectiva" que, además, se encuentra expresamente prevista en la
Constitución. De esta manera, lo único que se está haciendo es contribuir a la
derechos.
1. BARRERAS INSTITUCIONALES
Son aquellos obstáculos que involucran a sectores significativos no mayoritarios de
la población. Se refieren a las barreras que el propio sistema de justicia origina por
su concepción o diseño, y que conducen a que los ciudadanos no recurran a aquel.
Entre ellos tenemos:
Sin embargo, este reconocimiento no ha sido suficiente para que los operadores
estatales de justicia apliquen dicha normativa. Ello ha generado diversos callejones
sin salida, porque al intentar aplicar el artículo constitucional 149 se ha reparado en
la ausencia de una norma de desarrollo legislativo que determine el reparto de
competencias entre ambos sistemas jurídicos.
Al respecto, si bien es cierto el citado artículo 149 establece la necesidad de una ley
de desarrollo, ello no significa que se encuentre en suspenso el reconocimiento de la
potestad jurisdiccional de las comunidades campesinas, nativas y de las rondas, ya
que, de la lectura de dicho texto, se desprende este reconocimiento. En este sentido,
el debate radica en cómo esta ideología jurídica legalista tolera que la norma
constitucional prevalezca y que se plasme en el accionar de los operadores.
Se encuentra referida a la discriminación que sufren las mujeres y que se les impide
relación con el acceso a la justicia.
Por otro lado, estudios realizados por la Organización de las Naciones Unidas ha
señalado que la mayoría de los 1.500 millones de personas que viven en la pobreza
son mujeres a quienes se les ven privadas de acceder a recursos como prestamos,
tierra, herencia
Al mismo tiempo conviene señalar que dichos obstáculos se incrementan o afectan
de manera más significativa a las mujeres indígenas y afrodescendientes debido a
los problemas de discriminación racial, étnica y socioeconómica que enfrentan, y
esto es debido a que están particularmente expuestas al menoscabo de sus
derechos por causa del racismo.
3. BARRERAS ECONÓMICAS
Sobre lo primero, los costos formales de un proceso judicial resultan una forma
indirecta de discriminación para personas de menores recursos. Si a ello agregamos
las serias dificultades que existen desde el Estado para proveer de defensa letrada
gratuita a quienes no pueden asumirla, tendremos un panorama de evidente
indefensión para un segmento social específico. Al respecto, según cifras del
Ministerio de Justicia, existen alrededor de setecientos abogados de oficio que
ejercen esta labor en todo el país, cifra claramente insuficiente si se considera la
demanda por este servicio.
Otro obstáculo tiene que ver con los costos informales y se refiere a la corrupción
existente en las instancias estatales de justicia que desalientan a que el ciudadano
acuda a ellas para dirimir sus controversias.
Referirse a qué entendemos por este concepto requiere de una revisión exhaustiva
de cómo ha evolucionado en el tiempo. Inicialmente y desde un enfoque general,
aludir al derecho al acceso a la justicia significaba que los ciudadanos puedan hacer
valer sus derechos y/o resolver sus disputas bajo el auspicio del Estado. Sin
embargo, esta noción ha transitado sucesivas etapas que van desde el
establecimiento de una asociación directa con garantías procesales básicas (tutela
judicial), de acuerdo con las cuales resultaba suficiente proveerle al ciudadano de
más tribunales de justicia y de mejor calidad, con lo que se satisfaría esta noción,
hasta una visión vinculada a un derecho más complejo, referido a toda clase de
mecanismo eficaz que permita solucionar un conflicto de relevancia jurídica.
aciertos u omisiones, y, en otro, plantear un enfoque radicalmente distinto que afirme
la transformación del sistema de justicia hacia uno inclusivo y pluralista. No estamos,
por lo tanto, ante diferencias de matiz, ya que la opción por una u otra visión de lo
que se entiende por acceso la justicia conllevaría un desarrollo de acciones de
política pública con enfoques distintos.
Tampoco creemos que la noción planteada pueda asociarse solamente con mejorar
la cobertura estatal. Al respecto, es pertinente referirse a las distintas concepciones
que reposan detrás de esta idea. Por un lado, tenemos un enfoque institucionalista
que «se centra en la maquinaria del ámbito público de la administración de justicia”.
Para esta corriente, el problema de necesidades jurídicas se podrá abordar con más
tribunales, mejores equipamientos y más recursos humanos, lo que permitirá ampliar
la atención del Estado.
Por otro lado, está el enfoque integral de acceso a la justicia, promovido inicialmente
desde el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), pero asumido
posteriormente por diversas organizaciones de la sociedad civil que velan por la
reforma de la justicia, especialmente en Latinoamérica. Esta visión entiende el
En nuestra opinión, este es el enfoque más apropiado para la realidad de nuestros
países, ya que supone el punto de partida más completo para describir los serios
problemas que se presentan cuando no se satisfacen las necesidades jurídicas de la
población tradicionalmente excluida ni la forma como podrían ser mejor abordadas.
Asimismo, desde esta concepción es entendible que se asuma que el acceso a la
justicia es ante todo un derecho por el que el ciudadano, en tanto titular de tal
derecho, puede exigirle al Estado su cumplimiento o las medidas para que sean
efectivos. Así se descartan aquellas nociones que entienden a la justicia solo como
un servicio en el que el litigante es un usuario (cliente), que puede, eventualmente,
ver cómo aquel queda restringido, es afectado por sus altos costos o incluso resulta
privatizado.
A ello se debe también el hecho que los incisos 1 y 2 del artículo 427 del Código
Procesal establezcan que la ausencia del interés y la legitimidad para obrar que
justifican el rechazo liminar, sea manifiesta o evidente. Ello quiere decir que el uso
de esa facultad está reservado no solo en esos dos únicos casos, sino en todos los
demás casos, cuando el defecto en el presupuesto procesal sea absolutamente
claro, notorio e incontrovertible. Insisto, la regla general es la admisión de la
demanda. Su rechazo supone un acto absolutamente excepcional del juzgador, del
cual se hace responsable en caso de ser arbitrario o constituir una restricción
inconstitucional al acceso a la justicia.
El artículo 427 del Código Procesal Civil establece que el juez en un proceso civil
puede declarar la improcedencia de la demanda cuando advierta que el demandante
carezca de legitimidad o de interés para obrar, o cuando carezca de competencia, o
advierta la caducidad del derecho, o cuando el petitorio sea física o jurídicamente
imposible, exista una indebida acumulación de pretensiones o no exista conexión
lógica entre los hechos y el petitorio.
Esa norma fue tomada como punto de referencia para otras normas procesales
dictadas posteriormente, como el caso de la Ley Procesal del Trabajo, la que, de
manera general, se remite en esta parte a lo señalado en el Código Procesal Civil.
En el caso de la Ley que regula el proceso contencioso administrativo, se establecen
causales específicas por las cuales la demanda puede ser ab initio declarada
causales por las cuales el Juez puede declarar la improcedencia liminar de una
demanda en un proceso constitucional.
De este modo, resulta claro que el Código Procesal Civil recogió el modelo del
sistema jurídico latinoamericano, que luego fue seguido por las demás legislaciones
procesales peruanas en el sentido de otorgarle al Juez la potestad de rechazar
liminarmente una demanda ante supuestos especialmente previstos en la ley, antes
que incluso el demandado haya sido notificado con la demanda, poniendo, de esta
manera, fin al proceso apenas iniciado.
En esa misma línea, exigir que las partes se vean sometidas a un proceso
innecesario, desgastándose en lo que aparece manifiestamente inválido, resulta
gravemente afectar su dignidad. Supondría haber creado una superestructura legal
que no atiende a quienes son sus principales protagonistas, los ciudadanos y la
protección de sus derechos, sino a la necesidad de que continúe un trámite inválido
y sin sentido; el que así se presenta como claro para todos; pero que es necesario
que continúe, para decir, falazmente que se respeta un derecho (el de acceso a la
justicia) mientras se lesionan otros derechos y principios constitucionales.
De este modo, entonces, si bien es cierto los ciudadanos tienen derecho de acceso
a la justicia, el juez, para evitar que el proceso se tramite por completo para llegar a
una solución que no resuelva el problema planteado, o evitar que el proceso se
prolongue más allá de lo razonable, lo que originaría una lesión a la dignidad de la
persona, puede ab initio rechazar una demanda, si es manifiestamente evidente que
se presenta en ese momento una causal de improcedencia.
CAP VI. DIFICULTADES EN LA PRACTICA PROCESAL RESPECTO A LA
APLICACIÓN DE LA TUTELA JUDICIAL
En sede nacional se han dado numerosos casos en que la abstención por decoro no
encuentra fundamentación razonable o razón suficiente para que el Juez se aparte
del conocimiento de la causa, por ejemplo, el caso de haber obtenido un crédito
bancario y verse impedido de conocer causa que involucre la entidad bancaria, en
otro caso, el haber obtenido el prólogo en un libro de su autoría por un destacado
jurista, formulando abstención por esa relación académica, incluso a nivel de
miembros de la Corte Suprema de Justicia de la República. En la Casación N° 2738-
2004-Callao se registra la Resolución de fecha 7 de enero del 2005 que resuelve
declarar fundada la abstención interpuesta, por el motivo expuesto de que el Juez
Supremo era cliente al encontrarse asegurado de Rímac Internacional Cía de
Seguros y Reaseguros, al amparo de lo dispuesto en el artículo 313° del Código
Procesal Civil.
Esta conducta del Juez ha tenido como principal consecuencia el retraso indebido de
la prestación jurisdiccional. No podemos dejar de reconocer que el Juez por su
función de impartir justicia, debe inclusive evaluar las repercusiones que su conducta
tiene para las partes y el proceso en sí. El decoro o la delicadeza corresponden al
Al sustentar el Juez la abstención, esta tiene que fundamentarse en circunstancias
que harían prever que el Juez se habría aproximado al interés de una de las partes o
por lo menos haga presumir tal percepción y para evitar que dicho perjuicio afecte la
validez de su decisión decide apartarse del proceso, por decoro. Al darse razón
suficiente, el Juez como impartidor de la justicia, tiene la obligación, por su propia
iniciativa, de inhibirse en el conocimiento del litigio, por entender, que carece de
imparcialidad y objetividad para juzgar. Por ejemplo, el hecho que el Juez con
anterioridad ha interpuesto demanda contra el demandado, y, por tal motivo se
abstiene del conocimiento del proceso, al no estar habilitado para dirimir
adecuadamente el conflicto de intereses.
Y es que para este Tribunal Constitucional estos hechos acreditan no sólo la falta de
argumentos y fundamentos que sustentan sus afirmaciones en esta vía, sino
también la temeridad con la que ha venido actuando el recurrente en el trámite del
presente proceso de hábeas corpus, obstaculizando así la labor de los órganos
jurisdiccionales encargados de administrar justicia por mandato del artículo 138º de
la Constitución. En efecto no cabe duda que conductas de ese tipo constituyen una
vulneración del artículo 103º de la Constitución, que proscribe el abuso del derecho,
en general, y de los procesos constitucionales, en particular. Y es que el abuso de
los procesos constitucionales no sólo constituye un grave daño al orden objetivo
constitucional, sino también a la tutela de los derechos fundamentales de los demás
ciudadanos. Esto es así, por cuanto al hacerse un uso abusivo de los procesos
constitucionales, de un lado, se restringe prima facie la posibilidad de que este
Colegiado pueda resolver las causas de quienes legítimamente acuden a este tipo
de procesos a fin de que se tutele prontamente sus derechos fundamentales
reconocidos en la Constitución, y de otro lado, constituye un gasto innecesario para
el propio Estado que tiene que premunir de recursos humanos y logísticos para
resolver tales asuntos. En concreto, con este tipo de pretensiones, lo único que se
consigue es dilatar la atención oportuna de las auténticas demandas de justicia
constitucional y a la vez frustrar la administración de justicia en general (Fundamento
Jurídico 8). Se impone al demandante la multa de veinte (20) URP, por su actuación
temeraria en el presente proceso constitucional, asimismo remitir copia de todo lo
actuado a la Comisión de Ética del Colegio de Abogados al que pertenece la letrada,
para que adopten las medidas que correspondan, debiéndose informar a este
Colegiado sobre su resultado.
consolidación del Estado Social y Democrático de Derecho.
Por su parte, la Ley Orgánica del Poder Judicial precisa, en su artículo 284º, que “La
abogacía es una función social al servicio de la Justicia y el Derecho”, estableciendo
una amplia gama de derechos y de obligaciones, y entre los deberes de todo
abogado, el artículo 288º incluye, entre otros, los de:
Como correlato, la misma Ley Orgánica establece las potestades disciplinarias que
puede imponer todo juez en el ejercicio de la función jurisdiccional respecto de los
abogados que incumplen estos deberes. En este sentido el artículo 292º estable
que: Los Magistrados sancionan a los abogados que formulen pedidos maliciosos o
manifiestamente ilegales, falseen a sabiendas la verdad de los hechos, o no
cumplan los deberes indicados en los incisos 1), 2), 3), 5), 7), 9), 11), y 12) del
artículo 288. Las sanciones pueden ser de amonestación y multa no menor de una
(01) ni mayor de veinte (20) Unidades de Referencia Procesal, así como suspensión
en el ejercicio de la profesión hasta por seis meses (STC recaída en Exp. 8094-
2005-PA/TC de fecha 29 de agosto de 2005, Fundamento Jurídico 4)
El problema de la duración del proceso, puede ser apreciado desde dos puntos de
vista, como (i) un problema de excesiva celeridad que afecta el desarrollo del
proceso y vulnera las garantías procesales consustanciales a él, o (ii) como un
problema de retardo irrazonable que hace infructuosa la tutela jurisdiccional. El
primer caso implica arbitrariedad en el procedimiento, en la medida que se vulneran
garantías del proceso, sin las cuales éste no puede ser considerado legítimo; en el
necesidades antagónicas. Por su parte, el parámetro temporal mínimo que el juicio
exige para poder desarrollarse, para que efectivamente en él se realice le derecho.
Por otra, la exigencia de que la actividad jurisdiccional no se prolongue hasta el
punto de hacer ineficaz su resultado.
Es el presente artículo nos ocuparemos de una de las garantías de la eficacia
temporal del proceso: el derecho a un proceso sin dilaciones indebidas.
a. Consecuencias compensatorias
Esta consecuencia ha sido la más difundida por quienes han estudiado los
efectos de la vulneración del derecho a un proceso sin dilaciones indebidas. Esta
consecuencia implica que el restablecimiento del derecho vulnerado se realizará,
además, con la condena del Estado al pago de una oportuna indemnización por
lo daños sufridos. Así, el Tribunal Constitucional español, ha considerado que:
<da lesión del derecho a un proceso sin dilaciones indebidas genera, por
mandato de la Constitución (... ), cuando no puede ser remediada de otro modo,
un derecho a ser indemnizado por lo daños que tal lesión produce.»
b. Para Daniel Pastor esta solución constituye solo una reparación simbólica, pues
no busca restituir el statu qua ante, porque no puede hacerlo, sino tan solo puede
compensar con bienes futuros. Además, sostiene que la asignación de una
indemnización implica una serie de arbitrariedades, debido a que no es posible
determinar el momento de la violación y con ello la extensión de los perjuicios a
reparar, asimismo, considera arbitrario el compensar proporcionalmente algo
cuyas proporciones no son factibles de determinar.
b. Consecuencias sancionatorias
La solución sancionatoria según Daniel Pastor podrá ir unida a una solución
compensatoria o no, esta solución va de la mano con el derecho propiamente
sancionatorio. De esta manera, las consecuencias, pueden ser disciplinarias,
administrativas o penales. Estas consecuencias solamente implicaran una
posibilidad de garantía secundaria, ya que no reaccionan procesalmente contra la
violación del derecho en cuestión, sino contra los culpables de la infracción, de
forma tal que no se logra resolver el problema en el caso concreto, sino que tan solo
podría servir como medio para desincentivar la vulneración de este derecho en
casos futuros.
Un problema adicional de esta solución, consiste su implementación, considerando
que el servicio de justicia no se encuentra preparado para poner en marcha un
instrumental penal o disciplinario contra su propio personal. En el caso peruano, el
Tribunal Constitucional (en el expediente No 3771-2004/HC/TC) ha considerado que
la morosidad de los jueces nacionales en materia penal debe ser sancionada con
responsabilidad pena.
c. Consecuencias procesales
Junto a esta solución procesal se encuentra también aquella que considera que la
prolongación excesiva de un proceso penal debe determinar el sobreseimiento de
éste, lo que implicaría una terminación anticipada y definitiva del proceso.
El profesor argentino Daniel Pastor, considera que la idea central es que el plazo
razonable sea interpretado, como aquello que el derecho procesal penal comprende
por plazo: un lapso dentro del cual un acto procesal, un conjunto de actos procesal o
todo el proceso pueden ser realizados válida y eficazmente. Dicho plazo, como
cualquier plazo, debe estar establecido en las unidades temporales que el derecho
ha adoptado: días, semanas, meses, años.
El plazo legal evitaría así la manipulación judicial de la razonabilidad de la duración
de los procesos al estipular un límite absoluto al poder de enjuiciamiento del estado,
que en cuanto al tope máximo estaría fuera del alcance de toda interpretación. El
sólo transcurso del plazo determinaría la conclusión del proceso, alegada vía
excepción y como un impedimento procesal.
BIBLIOGRAFIA:
“El acceso a la justicia como condición para una reforma judicial en serio”-
Javier La Rosa Calle.