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Tal vez haga mucho tiempo que no estás un rato a solas con Jesús en la capilla, o quizás ésta sea la

primera vez que te disponés a rezar frente a Jesús expuesto en el Santísimo Sacramento. Por eso
pensamos en ofrecerte una guía que puede servirte como orientación.

Lo primero que te sugerimos es que te arrodilles delante de Jesús, lo mires sobre el altar y hagas
una breve oración de adoración, en la que reconozcas toda su grandeza como verdadero Hijo de
Dios hecho hombre, todo el amor que te ha manifestado a lo largo de tu vida y le pidas que sea El
mismo quien disponga tu corazón para poder escucharlo y aceptar sinceramente lo que El quiera
decirte.

Ponte más cómodo ahora, te puedes sentar, mirarlo e imaginar que estás con Él en Galilea, cerca
del lago, con los discípulos y rodeado de toda la gente que lo seguía. Es el mismo Jesús, bajo
apariencia de pan, el que está delante tuyo. Imaginándote en ese lugar leé del Evangelio Jn 6,1-13.

Es un episodio conocido, pero te invitamos a que te detengas a pensar algunos detalles:

El que dio los panes y los pescados era un muchacho... Le dio lo que tenía, no era mucho, pero era
todo lo que tenía.

Eran muchos lo que tenían hambre (5000 hombres), por eso se entiende la reflexión de Andrés:
"¿Qué es esto para tanta gente?"

Jesús toma lo que el muchacho le entrega y da de comer a todos y sobran pedazos todavía. Jesús
hace un signo maravilloso a partir de la generosidad de un joven.

Te proponemos que delante del mismo Jesús te preguntes:

¿Ves el "hambre" de la gente de este tiempo? (hambre material, de justicia, de Dios, de paz ...) ¿O
estás cerrado en tus propios problemas?

¿Creés que Jesús puede hacer algo para saciar el "hambre" de la gente?
¿Te das cuenta de que tienes muchos "panes" que puedes darle a Jesús para que Él los
multiplique?

¿Serías capaz de ofrecerle a Jesús tu vida en serio para que Él pueda contar contigo?

Como todos sabemos que a veces nos resulta difícil encontrar las palabras para responder a Jesús
y que las fuerzas que tenemos para cumplir nuestros compromisos son muy pocas, te proponemos
que acompañes tu respuesta con la siguiente oración de acción de gracias de Santo Tomás de
Aquino:

Te doy gracias, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, porque, aunque soy un siervo
pecador y sin mérito alguno, has querido alimentarme misericordiosamente con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Que esta sagrada comunión no vaya a ser para mí ocasión de castigo, sino causa de perdón y
salvación.

Que sea para mí armadura de fe, escudo de buena voluntad; que me libre de todos mis vicios y me
ayude a superar mis pasiones desordenadas; que aumente mi caridad y mi paciencia, mi
obediencia y mi humildad y mi capacidad para hacer el bien.

Que sea defensa inexpugnable contra todos mis enemigos, visibles e invisibles, y guía de todos mis
impulsos y deseos.

Que me una más íntimamente a ti, el único y verdadero Dios, y me conduzca con seguridad al
banquete del cielo, donde tú, con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres luz verdadera, satisfacción
cumplida, gozo perdurable y felicidad perfecta.

Por Cristo, nuestro Señor. Amén”.

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