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NEUROCIENCIA Y VIOLENCIA

La neurociencia es una disciplina que incluye muchas ciencias que se ocupan de estudiar,
desde un punto de vista inter, multi y transdisciplinario la estructura y la organización
funcional del Sistema Nervioso (particularmente del Cerebro). La Neurociencia no sólo
debe ser considerada como una disciplina, sino que es el conjunto de ciencias cuyo sujeto
de investigación es el sistema nervioso con particular interés en cómo la actividad del
cerebro se relaciona con la conducta y el aprendizaje.
El propósito general de la Neurociencia, declaran Kandel, Schwartz y Jessell (1997), es
entender cómo el encéfalo produce la marcada individualidad de la acción humana. La
investigación de Adrian Raine, (profesor de Criminología, Psiquiatría y Psicología de la
Universidad de Pennsylvania) apunta a que la Neurociencia permite distinguir señales
muy tempranas en personas que terminan convirtiéndose en psicópatas y criminales. La
diferencia más significativa entre las personas normales y los delincuentes es que estos
últimos no muestran señales de miedo, remordimiento o culpa tras ser detenidos.
Kandel (2005), señala que “la tarea de las neurociencias es aportar explicaciones de la
conducta en términos de actividades cerebrales, explicar cómo actúan millones de células
nerviosas individuales en el encéfalo para producir la conducta y cómo, a su vez, estas
células están influidas por el medio ambiente, incluyendo la conducta de otros individuos”.
Las neurociencias han ido poco a poco resolviendo los enigmas del maravilloso cerebro
humano intentando explicar el porqué de la conducta humana, incluyendo fenómenos tan
complejos como lo es el delito. Así las investigaciones científicas han puesto de
manifiesto la existencia de una base neurobiológica en la aparición y el desarrollo de la
violencia, por lo que existe un interés creciente por parte del sistema judicial de aplicar los
conocimientos derivados de las neurociencias a la regulación legislativa penal.
Cabe decir que, gracias al uso de la tecnología, ha sido posible estudiar el cerebro
humano con técnicas no invasivas que nos permiten observar el modo en el que funciona,
por lo que se han podido diagnosticar enfermedades mentales, ubicando determinadas
funciones o tipos de acciones (motoras memoristas) o incluso sentimientos o
determinaciones morales. Así, por ejemplo, parece ya aceptado que las normas sociales y
de conducta se encuentran en el lóbulo prefrontal.
Respecto a la violencia, puede definirse como un estado de dominancia y sumisión, un
estado que conlleva a infringir dolor de tipo físico, emocional, familiar, sexual y todas las
variables que conlleven a desmejorar la calidad de vida de aquellas personas que están
sometidas a estos eventos desestabilizadores de su realidad, no obstante, detrás de esas
agresiones comienzan a prevalecer un número de alteraciones cerebrales que inhiben un
adecuado afrontamiento ante una diversidad de estímulos amenazantes.
En los campos de la violencia y del crimen, el acercamiento psicobiológico ha permitido
entender los múltiples factores cerebrales que influyen en la forma de adoptar una
conducta agresiva y transgresora. Resulta que el cerebro se constituye de un complejo
sistema neural y de diversas sustancias químicas que al interactuar regulan la violencia y
ésta, a su vez, puede modificar sustratos neurobiológicos implicados en ella.
Las neurociencias han demostrado la hipótesis de que los procesos inconscientes
determinan aquello de los que somos conscientes o que los actos voluntarios son una
consecuencia de procesos inconscientes a los que la conciencia tiene un acceso limitado
y que son conducidos emocionalmente por nuestro sistema límbico (ganglios basales,
amígdala). De esta manera no hacemos en realidad lo que hemos decidido
racionalmente, sino que racionalizamos lo que nuestro inconsciente nos ha impulsado a
hacer.
Estudios al cerebro de los criminales
Uno de los primeros casos constatados donde tuvo un papel importante fue en 2003. El
caso era de un hombre de unos 40 años que nunca había presentado trastornos
comportamentales de la sexualidad previamente y fue sentenciado por abuso sexual a
menores. Una resonancia cerebral mostró un tumor en la región orbitofrontal que tras ser
extirpado hizo que desaparecieran los síntomas pedofílicos, lo que motivó su puesta en
libertad. Sin embargo, un año después volvieron a aparecer, y en una nueva resonancia
se pudo observar que se había vuelto a reproducir ese tumor.
Otro caso paradigmático fue el de Charles Whitman, después de llevar una vida normal,
de pronto un día se subió a una torre y comenzó a disparar matando a trece personas. En
su nota de suicidio solicitaba que se le hiciese la autopsia para ver si había algún cambio
en su cerebro como sospechaba. En efecto, su autopsia reveló que tenía un tumor en el
cerebro que le comprimía la amígdala, la cual regula las emociones, sobre todo el miedo y
la agresión. También, investigaciones que han sido objeto de debate encabezados por la
Sociedad Norteamericana de Neurociencias sugieren que existen déficits en estructuras
concretas del cerebro que incluyen áreas relacionadas con la empatía, el miedo al castigo
y la ética entre quienes manifiestan trastorno antisocial de la personalidad.
Estudios similares han sido presentados por Adrian Rayne, neurocientífico de la
Universidad de Pensilvania. Este profesor llevó a cabo un interesante estudio con 792
asesinos con trastorno antisocial de la personalidad, descubriendo que su corteza
prefrontal cerebral era significativamente de menor tamaño en relación con otro grupo que
no tenía trastorno antisocial. Por si este hallazgo fuera poco, se descubrió también que
estos individuos tienden a presentar daños en estructuras cerebrales vinculadas con la
capacidad de hacer juicios morales. Estas regiones fueron la amígdala y el gyrus angular.
También el estudio de la endocrinología ha hecho importantes aportaciones al
conocimiento del comportamiento delictivo. Por ejemplo: sabemos que ante una situación
de peligro podemos reaccionar paralizándonos, huyendo o atacando. De la primera
opción sabemos que es el cortisol principalmente el encargado de trasmitir esta respuesta
de estrés, sin embargo, en relación con las dos últimas es la adrenalina la encargada de
preparar el cuerpo para estas reacciones. Por tanto, si un individuo presenta alguna
disfunción (por ejemplo, a raíz de un traumatismo) que conlleve a las glándulas
suprarrenales del individuo a una mayor producción de adrenalina, el sujeto tendrá
especial tendencia a realizar conductas agresivas, como bien podrían ser delitos violentos
y contra la integridad física.
La neurociencia y la neurocriminología
En el caso concreto de la violencia, ha derivado en la conformación de esta disciplina
emergente, la neurocriminología, que persigue aplicar la metodología y las técnicas de
estudio de las neurociencias para comprender, predecir, tratar e incluso prevenir la
delincuencia y la criminalidad. Es decir, a grandes rasgos, se ocupa de explicar qué
ocurre en el cerebro violento y qué alteraciones biológicas pueden producirse en el
organismo para que una persona llegue a comportarse de forma violenta. El término fue
introducido por James Hilborn y asentado por Adrian Raine, uno de los primeros
científicos que desarrollaron estudios de neuroimagen en criminales violentos.
Desde la perspectiva neurocriminológica, la conducta criminal sería solo parcialmente
debida a un problema social y/o ambiental, ya que los factores biológicos y las
condiciones médicas de cada individuo desempeñarían un papel fundamental.
Las aplicaciones de la neurocriminología se extienden tanto al diagnóstico como a
la intervención, la prevención de la violencia y al cálculo de la probabilidad de
reincidencia. A mayor número de factores relacionados con la violencia o factores de
predisposición- vulnerabilidad (alteraciones en circuitos neurales, bajo cortisol y
serotonina, alta testosterona, etc.), mayor probabilidad de desarrollar la misma, mientras
que el desarrollo de factores protectores como el trabajo en empatía, las técnicas de
control de impulsos, la intervención sobre los déficits cognitivos, etc., disminuiría la
incidencia de actos violentos. La relación entre estos factores y la violencia no es estática,
sino que sería cambiante en función de la situación y del periodo en el que se encuentra
cada individuo.
La neurociencia y la violencia de género.
La neurociencia va conformando su sentido y modificando las disciplinas en las que
influye. Como método científico utiliza todas las herramientas posibles para explicar el
funcionamiento cerebral humano, sobre todo, y lo estudia desde el parámetro de los
estímulos y reacciones innatas con los que crea circuitos neuronales, ayudando a los
seres humanos a tomar decisiones y crear la realidad circundante. La violencia de género
es una expresión de la desigualdad y las relaciones de poder del hombre sobre la mujer, y
se manifiesta entre personas que mantengan o hayan mantenido una relación afectiva. La
violencia de género surge a través de la diferenciación entre los roles tradicionalmente
atribuidos a ambos sexos, especialmente la posición de inferioridad que la mujer ha
ocupado siempre respecto del hombre. La educación y la cultura han legitimado la
creencia de la posición superior del varón, reforzada a su vez a través de la socialización.
Al día de hoy, la violencia de género es un problema social grave por sus enormes
consecuencias negativas, su gran incidencia en el número de denuncias y por las muertes
de mujeres cada año. Esta violencia incluye conductas violentas como: actos físicos,
psicológicos, humillación, control social, intimidación o actos sexuales sin consentimiento,
entre otros. Actualmente, no se ha llegado a un consenso sobre las causas de la violencia
contra las mujeres y qué es lo que lleva a estos hombres a agredir.

BIBLIOGRAFÍA
 Bonnet, E.F. (1983). Psicopatología y psiquiatría forenses. Buenos Aires: López
Editores.
 De la Torre, J. (2014). Neurociencia, Neuroética y Bioética. Madrid: Universidad
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 Hervás, G. (2009). «Psicología positiva: una introducción». En Revista
Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 66 (23,3), pp. 23-41.
 https://psicologiaymente.com/forense/neurociencias-aplicadas-estudio-delito-
criminologia
 https://stimuluspro.com/blog/el-papel-de-la-neurociencia-en-la-justicia
 https://www.researchgate.net/profile/Natalia_Bueso-
Izquierdo/publication/266618595_El_papel_de_la_neurociencia_en_la_violencia_d
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violencia-de-genero.pdf

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