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Prueba de lectura.

Comenta desde el punto de vista ideológico y cultural el siguiente pasaje del Satiricón

El orbe entero habían domeñado,


invictos los romanos, mas no habían
su codicia saciado, pues botín y no gloria perseguían.
Así se ve en la tienda del soldado
junto a la espada el brillador diamante;
así, por la molicie al fin vencido,
del placer vil esclavo vergonzante,
perfumes de la Arabia ha conseguido
por precio de conquista tan brillante.
En la guerra y la paz siempre se excede,
y vivir ya no puede
sin ver correr la sangre, derramada
en el circo romano
por las garras de fieras o la espada,
del pueblo a los aplausos inhumano.
El crimen mina a Roma, y su caída
¡ay! no será sentida.
Venus reina e impera de tal modo,
que al placer ya se supedita todo.
El hombre fuerte y varonil otrora,
se adorna cual mujer coqueta ahora;
y al buscar al soldado
se encuentra al gladiador afeminado.
El rico en sus festines se corona
y de esclavos rodea su persona;
en un día empobrece al mundo todo,
para sobresalir de cualquier modo
de todos sus paisanos.
¡He ahí el mayor placer de los romanos!

El Satiricón de Petronio es un acontecimiento único en la literatura latina por cuanto es,


junto con la novela de Apuleyo, la única obra que podemos considerar cercana a la novela
moderna. No obstante, su particularidad no se restringe solamente a ser anticipo de algo, y en
este caso la obra de Apuleyo lo sería más, sino que destaca por la perspectiva que ofrece de la
sociedad romana, perspectiva que destaca todavía más si nos planteamos quién escribe el
Satiricón. Brevemente: el Satiricón es la primera obra latina que nos ofrece la mirada de las
clases no dirigentes sobre la sociedad romana desde el punto de vista del senador Petronio, sea
este quien fuese. Siendo la escritura una herramienta exclusiva de la clase dirigente, el
testimonio sobre los valores de los estamentos no dirigentes de la sociedad romana solo podía
proceder de uno de los miembros de la élite dirigente. Este expresa a través de sus
protagonistas la visión cínica y chusca que ve en esos individuos inferiores que rodean su vida
de rico senador. Por lo tanto, toda afirmación sobre la sociedad romana del momento que
veamos en la obra debe ser tomada desde esta perspectiva senatorial y despectiva hacia los
estamentos inferiores.
Este pequeño discurso que tenemos como fragmento a comentar condensa varios
elementos constitutivos de la típica crítica altoimperal a la degradación de Roma. Es curioso que
la mayor fase expansiva del poder político romano, así como una mejora notable en las
condiciones de vida de los súbditos del imperio, venga acompañada por un discurso que habla y
habla sobre la decadencia de Roma. La solución es sencilla si atendemos a los fundamentos del
poder altoimperial. El ascenso de las clases dirigentes itálicas, de los élites comerciales y de lo
que podríamos llamar clase media romana por parte de una serie de familias aristocráticas
tradicionales, a saber, aquellas aupadas al trono imperial, provoca la pérdida de capital político
de las otras familias aristocráticas que habían ostentado tradicionalmente el poder en Roma. En
definitiva, que el poder imperial busque nuevos apoyos fuera de la clase senatorial lleva a esta a
ver en el proceso histórico una caída sin frenos en la degradación y la inmoralidad.

Esta teorización abstracta sobre los fundamentos del poder político altoimperial se
refleja en el fragmento, concretamente al final: El rico en sus festines se corona y de esclavos
rodea su persona; ¡He ahí el mayor placer de los romanos! El rico es el nuevo rico, el rico que
adquiere su poder del ejercicio de nuevas prácticas económicas mal vistas por la clase
senatorial, principalmente el comercio y el préstamo, préstamo que lleva al interés, a la usura ya
la ruina si no se llega a devolver, como acaeció a muchos integrantes de la élite dirigente (en un
día empobrece al mundo todo, para sobresalir de cualquier modo de todos sus paisanos.) Por
cierto que un senador no necesita sobresalir sobre sus paisanos. Su misma gens es razón
suficiente para establecer una distancia abismal entre él y los demás, pero el nuevo rico carece
de unos antepasados dignos y ha de buscar su distinción social de otras maneras. Esta nueva
forma de distinción social que no puede provenir de la gens se ha de realizar a través del lujo, ya
sea en sus festines, acontecimientos de naturaleza semipública y semiprivada y de ahí que sean
un perfecto escaparate, ya sea en el cortejo con el que se hace rodear, los esclavos.

El comienzo del discurso ya nos indica en qué momento histórico debemos situar la
acción, o más bien el reproche generalizado: “El orbe entero habían domeñado, invictos los
romanos, mas no habían su codicia saciado, pues botín y no gloria perseguían”. Que un
romano considerase que el orbe entero ya había sido dominado indica que nos situamos en los
inicios del periodo imperial, en el momento en que Augusto decide detener la expansión militar
y consolidar lo ganado, un momento en que Roma ejerce un dominio efectivo sobre toda la
cuenca del mediterráneo y mantiene o relaciones de sometimiento con los entes políticos allende
el limes (caso del Oriente) o simplemente desprecia lo que allá más allá (caso de la Germania y
de Britania antes de su conquista).

En el plano de las reformas políticas esta detención del proceso expansionista vendrá
acompañada de una reforma militar que profesionalizará el ejército romano. Para nuestro caso
nos interesa entender esta profesionalización como una sustitución del ejército de ciudadanos
armados por otro de soldados profesionales que no dependen del botín para complementar su
magro stipendium, sino que reciben honorarios suficientes como para que la carrera militar sea
bien vista como salida de la pobreza. Esta doble dimensión política, tanto la detención en la
expansión como la profesionalización del soldado, se observa en el discurso, por cuanto este
soldado ya no es conquistador sino que se está vencido por la molicie de una ausencia de
guerras y, a su vez, como su stipendium da suficiente de sí, se permite gastarlo en lujos
absurdos para quien debería ser un soldado, como es una espada con diamantes.

La mención al soldado lleva a su brutalidad innata y de ahí al circo romano, que aquí
aparece como el lugar en donde se concentra la pasión que no se puede aliviar en guerras
extranjeras, lo cual ya indica una gran decadencia con respecto a los tiempos pretéritos. Ansioso
de sangre que no puede ver derramada en dignas campañas por la gloria de Roma, ahora debe
verlas en combates entre fieras y gladiadores que solo sirven para recrear a la chusma inhumana
de Roma, el pueblo. Cómo no, nos encontramos ante el tópico del panem et circenses de la
Sátira X de Juvenal, tópico que requeriría una reconsideración a la luz de lo anteriormente
dicho sobre los nuevos fundamentos del poder imperial. No obstante, aquí no se reprocha el
desinterés por la política como en Juvenal, sino la diversión de las fuerzas del pueblo romano de
los campos de batalla a las arenas del circo.

Esta degradación en la fortaleza (fortitudo) del pueblo romano viene acompañada en el


texto por una acusación de afeminamiento. Y esto en dos vertientes: por una parte ha depuesto
la guía del deber por la guía de Venus, es decir, del amor como pasión sexual, como placer,
principio de toda la acción humana; por el otro, por un explícito afeminamiento en la forma de
vestirse de los hombres, lo cual es una crítica a las formas helenísticas y orientalizantes que se
fueron imponiendo mientras Roma asumía cada vez más influencia de Oriente. Frente al parco
romano tradicional, un Catón, se ofrecen ahora a la vista afeminados varones que no podrían
ofrecer lo que Roma ha producido siempre y más ha necesitado, soldados.

En conclusión, este discurso es uno más entre muchos producidos por la clase dirigente
para expresar su descontento con el rumbo político y social del imperio. El topos literario que
encuentran para expresar su descontento es el de la decadencia moral de la sociedad, un topos
tradicional en el mundo helenístico y también en el romano del siglo I. a.C. La pérdida de
capital político por la clase senatorial lleva a ver en la sociedad romana un proceso de
degradación moral y a personificarlo en personajes como Trimalción, cuya desmesura en la
riqueza es manifestación de los vientos de cambio que llevan sonando hace tiempo en el mundo
romano. La fase expansiva de la república había llevado al enriquecimiento no solo de sus
élites, sino de otros individuos que buscarían capital político ahora que poseían el económico.
Las familias aristocráticas aupadas a la púrpura imperial buscarían apoyarse en estos nuevos
estamentos en vez de en las familias senatoriales tradicionales, que quedarían relegadas poco a
poco y reaccionarían discursivamente retratando a la nueva sociedad que surge de la expansión
imperial como del todo decadente: el soldado no será ya el soldado tradicional, el rico no será el
rico tradicional, nada será como antes excepto ellos, arrinconados cada vez más en el poder
político o, como más bien ocurrió, creando un mundo de valores tradicionales onírico al que
acudir cuando su práctica política diverja totalmente con lo que ellos esperarían. Al final, el
senador no se comportará de manera distinta que aquellos que critica, solo que poseerá el
mecanismo de la escritura para crear discursos que embellezcan su posición y degraden a sus
rivales.

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