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CAPITULO SEGUNDO

Cuestiones metodológicas
y de fundamentación
l. El saber ideal y el saber real eo
la «ética orieotada al futuro•

r. la ttrgencia de la cuestión
de los prindpios
Al acometer la labor teórica se nos plantean dos cuestiones: <cuá-
les son los fundamentos de esa ética que viene exigida poc el nue•
vo ti-po de acción? y ¿cu.Ues son las perspcctiVll.s de que la disci-
plina a que ella obliga se imponga en los asuntos prácticos de los
hombres? l.a primera pregunta hace referencio • la doctrina de
los principios de lit moral; la segunda, a la doctrina de su aplico•
ción; en el caso que nos ocupa -dndo que concierne a la acción
pr.icl'.Íca-, a la teoóa polític.1. La cuestión político-práctico es aquí
tanto m:ls importante cuanto que se trar.~ del bien o la necesidad
remotos, de los cuales es más difícil que de los próximos decir
cómo el eventual saber de unos pocos puede influir en el obrar de
los más. Pero precisamente en razón de esa influencia, d e la que
en definitiva depende todo, aquel s-abcr .ha de estar protegido pri-
mero -ante= defonsorcs mimios- de la sospcclu de arbitrarie-
dad. Esto significa que no puede quedar abandonado al senti-
miento, sino que tiene que buscar su justificación teórica en un
pnncipio nzonitlilc. (O la fe, sobre la que quizis se base a la pos·
ere el saber de los valores con todas sus exigencias, habrá de ser
una- fe bien medimda.} D e ah! la urgencia de la pregunta por la
fund!amcntación; apane los intereses teóricos, su respuesta óptima
es importante en la priicúca por la autoridad que sus consecuen-
cias pu.eden tener en la divergencia de opiniones, autoridad que
no a.lcaoza a tener la mera pkusibiUdnd o la evidencia del senti-
miento de una tesis como la de que el futuro de Ju humanidad y
del planeta debe preocuparnos. La p regunt.1 «Y ¿por qné?• pue-
64 EL J'.RINCIPIO DI! RESPONSABILIDAD CUl!STlONl!S Ml!TODOLOGICAS 6¡

de formularse oqui con mta.l libertod y sin frivolidad alguna. Y si J. La contrib11ción de esa ciencia al sa.ber
no le damos una respuesta (aunque sea incompleta), poco de(echo de /.os principios: la hewrística del temor
tendremos a hablar de una étic" vinculonce; lo más que podremos
hacer será abandonarnos a la fuerza de convicción de nuestro son-
cimicnto. Esta fuerza basta tanto menos cua.tno más avanzamos Esa: eslabón de unión y concreción no se encuentra en modo algu-
desde el axioma -apenas discutible y quizás demasiado resuelta- no separado de la parte ótJ<iomáLica, sino que más bien es ya requc•
mente aceptado- de que debe haber un futuro (axioma que ape- rido helírÍJticame,11e por cJla. Así como no tcnclñamos saber de ui
nas parece ptedsar persuasión, si bien ts et 111ás serio comienzo santidad de la vida si no existiese el matar y si el mlllldamiento cno
de todo) hasu tesis más concreta.< que digan que debe haber un matar.4• no hubiese sacado a luz esa santidad, y así como no co-
futuro consrítuido de est11 determinada mancr.i y no de otra, tesis noceríamos el valor de la veracidad si no ex.isticrn la mentira, ni el
frente a las cuales •~ repite_n cada vez. con mayor justi~cación las de laJibertad sin la esclavitud, así en .nuestro caso -el de una ética
preguntas •¿por que?, ¿que derecho t,cnc esa preferencia?, ¿álgu- aún puscada de la responsabilidad remota, que ninguna transgre-
na preferencia?, ¿cualquier decisión al respecto?•. Aquí fo verdad sión ha hecho ya manifiesta en el presente-, solamenre la prevista
que pueda alcanzarse es asunto del saber filosófico y 0t1 conse- desfiguració11 del hombre nos ayuda a forjamos fa idea de hombre
cuencia precede a todo lo dem:ís. que ha de ser pre,croada de tal desfiguración; y necesitamos que
ese concepto se vea amenazado - con formas muy concretas de
amcn:tza- para, anre el espanto que tal cosa nos produce, aíi.nzar
2.La ciencia fáctica de los una imagen verdadera del hombre. Mientras el peligro es dcscono-
efectos remotos de la acción técnica ddo no se sabe qué es lo que hay que proteger y por qué; el saber
acerca de ello procede., en contra de toda lógica y de todo método,
Pero inmediatamente después viene una verdad totalmente distinta, de •2quello que hay que evitar•, Esto es lo que se oos prescnl.3 en
que es asunto del saber cienáfico: ui verdad referenre a las =apo- primer lugar y lo que, por mt-dio de ui revulsión del sentimiento
lables condiciones futunu de los hombres y del muodo. fuw han que antecede al saber, nos enseña a ver el valor de aquello cuyo
de ser somerídas al juicio de •quellas primer.is verruidcs, las filosó- contrario nos afecta tanto. Solamente sabemos r¡11é est:í en juego
ficas, y desde ellas son enjuiciadas rem,•ctivamenLe también las ac- ITllllndo sabemos que esti en ¡ueGº·
ciones presentes, de cuya causalidad prevista fueron extrapoladas Así estamos hechos; nos resulta .infinitamente más fácil el cono-
como una consecuencia segura, probable o posible. Este saber real cimiento del m11lum que el conocimiento del bonmn; el primero es
y eventual (rodavia teórico) referente a la esfera fáctic• se interpo- un conocimiento más evidente, más apremiante, está menos ex-
ne entre el saber ideo) de la doctrina de los principios éticos y d sa- puesm a la di,•ersidad de criterios y, sobre todo, no es • lgo busca-
ber práctico referente a I• aplicación política, el cual sólo puede do. La mer.i presencia dc.l mal nos impone su conocimiento, mien-
operar con esta proyección hipotcrica sobre lo que puede esper.ir- tr.tS que lo bueno puede pasar desapercibido y qued,,r ignorado sin
sc, bien para promoverlo, bien para evitarlo. Resulta. pues, necesa- q.u e hayamos reflexionado sobre dio (para hacerlo precisaríamos
rio elaborar una ciencia de la predicci6u hipotética, una •fururolo- una r.tl!Ón especial). Acerca de lo malo no tenemos duda alguna
gía comparada•. cuando lo experimentamos; acerca. de lo bueno adquirimos -seguri-
dad, lo mayoría de las veces, solo por el rodt-o del mal. Cabe dudar
de que alguien haya _hecho .tlgun., vez el c.logio de la salud sin ha-
ber tenido al meno~ la visión de la enfermedad, el de la honradez
sin haber conocido la infamia, o el de la pa7, si n conocer 1~ miseria
64 EL J'.RINCIPIO DI! RESPONSABILIDAD CUl!STlONl!S Ml!TODOLOGICAS 6¡

de formularse oqui con mta.l libertod y sin frivolidad alguna. Y si J. La contrib11ción de esa ciencia al sa.ber
no le damos una respuesta (aunque sea incompleta), poco de(echo de /.os principios: la hewrística del temor
tendremos a hablar de una étic" vinculonce; lo más que podremos
hacer será abandonarnos a la fuerza de convicción de nuestro son-
cimicnto. Esta fuerza basta tanto menos cua.tno más avanzamos Esa: eslabón de unión y concreción no se encuentra en modo algu-
desde el axioma -apenas discutible y quizás demasiado resuelta- no separado de la parte ótJ<iomáLica, sino que más bien es ya requc•
mente aceptado- de que debe haber un futuro (axioma que ape- rido helírÍJticame,11e por cJla. Así como no tcnclñamos saber de ui
nas parece ptedsar persuasión, si bien ts et 111ás serio comienzo santidad de la vida si no existiese el matar y si el mlllldamiento cno
de todo) hasu tesis más concreta.< que digan que debe haber un matar.4• no hubiese sacado a luz esa santidad, y así como no co-
futuro consrítuido de est11 determinada mancr.i y no de otra, tesis noceríamos el valor de la veracidad si no ex.isticrn la mentira, ni el
frente a las cuales •~ repite_n cada vez. con mayor justi~cación las de laJibertad sin la esclavitud, así en .nuestro caso -el de una ética
preguntas •¿por que?, ¿que derecho t,cnc esa preferencia?, ¿álgu- aún puscada de la responsabilidad remota, que ninguna transgre-
na preferencia?, ¿cualquier decisión al respecto?•. Aquí fo verdad sión ha hecho ya manifiesta en el presente-, solamenre la prevista
que pueda alcanzarse es asunto del saber filosófico y 0t1 conse- desfiguració11 del hombre nos ayuda a forjamos fa idea de hombre
cuencia precede a todo lo dem:ís. que ha de ser pre,croada de tal desfiguración; y necesitamos que
ese concepto se vea amenazado - con formas muy concretas de
amcn:tza- para, anre el espanto que tal cosa nos produce, aíi.nzar
2.La ciencia fáctica de los una imagen verdadera del hombre. Mientras el peligro es dcscono-
efectos remotos de la acción técnica ddo no se sabe qué es lo que hay que proteger y por qué; el saber
acerca de ello procede., en contra de toda lógica y de todo método,
Pero inmediatamente después viene una verdad totalmente distinta, de •2quello que hay que evitar•, Esto es lo que se oos prescnl.3 en
que es asunto del saber cienáfico: ui verdad referenre a las =apo- primer lugar y lo que, por mt-dio de ui revulsión del sentimiento
lables condiciones futunu de los hombres y del muodo. fuw han que antecede al saber, nos enseña a ver el valor de aquello cuyo
de ser somerídas al juicio de •quellas primer.is verruidcs, las filosó- contrario nos afecta tanto. Solamente sabemos r¡11é est:í en juego
ficas, y desde ellas son enjuiciadas rem,•ctivamenLe también las ac- ITllllndo sabemos que esti en ¡ueGº·
ciones presentes, de cuya causalidad prevista fueron extrapoladas Así estamos hechos; nos resulta .infinitamente más fácil el cono-
como una consecuencia segura, probable o posible. Este saber real cimiento del m11lum que el conocimiento del bonmn; el primero es
y eventual (rodavia teórico) referente a la esfera fáctic• se interpo- un conocimiento más evidente, más apremiante, está menos ex-
ne entre el saber ideo) de la doctrina de los principios éticos y d sa- puesm a la di,•ersidad de criterios y, sobre todo, no es • lgo busca-
ber práctico referente a I• aplicación política, el cual sólo puede do. La mer.i presencia dc.l mal nos impone su conocimiento, mien-
operar con esta proyección hipotcrica sobre lo que puede esper.ir- tr.tS que lo bueno puede pasar desapercibido y qued,,r ignorado sin
sc, bien para promoverlo, bien para evitarlo. Resulta. pues, necesa- q.u e hayamos reflexionado sobre dio (para hacerlo precisaríamos
rio elaborar una ciencia de la predicci6u hipotética, una •fururolo- una r.tl!Ón especial). Acerca de lo malo no tenemos duda alguna
gía comparada•. cuando lo experimentamos; acerca. de lo bueno adquirimos -seguri-
dad, lo mayoría de las veces, solo por el rodt-o del mal. Cabe dudar
de que alguien haya _hecho .tlgun., vez el c.logio de la salud sin ha-
ber tenido al meno~ la visión de la enfermedad, el de la honradez
sin haber conocido la infamia, o el de la pa7, si n conocer 1~ miseria
66 EL PRINCIPIO DE. ltESPONSAUTLfl)AD CUESTIONES METODOLÓGICAS 67

de la guerra. Mucho anees sabemos lo q11e no queremos que lo que m11 el temor a ello. También este temor tiene que ser •procurado•.
queremos. Por consigujente, lo 61osoffa moral tieac que consul- LA cuestión no es, pues, can sencilla como lo era pua Hobbes,
tar ante." a nuestros temores que a nuestros deseos. pa_ra averiguar quien colocaba d punto de partida de lo moral no en el amor • un
qué es lo que realmeme apre<;iamos•, Y si bien no es necesario que 1Nm"1um bonum, sino en el temor a un summum malum, a saber.
lo más temido sea lo más digno de ser temido, y aún menos- nece- 11 temor a la muerte violenta. Ésta es bien conocida, siempre pró-
sario os que su contrario sea ol mayor bien (éste probablemente no xima, y produce un temor extremo, como reacción máximamente
se halla contrapuesto a ningún mal); si bien, por tanto, la heurísti- lnvoluncaría y ÍOt7.lllÍ:l de nuestro instinto innoto de conservación.
ca del temor no tiene segurame.nte la última palabra en la búsque- (ll representado destino de hombres futuros -para no hablar del
da del bien, es, no obstante, una primera palabra extraordinaria- dcstlno del plllncto-, que no me aw'ie ni a mí ni a niogwio de quie-
mente útil y debería ser aprovechada hasta el final en una materia nes todavía están unidos a mí por los lazos- del amor o la co~
en la que r:in ¡,oeu palabras nos serán otorgadas sin buscarllls. vivencia directa, no ejerce por sf solo esa influencia en nuestro
Animo; y, sin embargo, «debe• ejercerla, es10 es, nosotros- debe-
mos admitir ese influjo. Así pues, aquí no puede tr.uane, como en
4- El "fJYÍmer deber» de la ética orientada al futuro: liobbes, de un temor de cankter -patológico• -p•ra decido con
procurar la representación de los efectos remotos Kant-, que nos asalta caprichosamente antes de que S"\l objeto se
prcs1tntc, sino de un temor de carácter espiritual, que, como algo
Pues bien, ali! donde esa palabra nn nos es otorgada sin bU5car]a, propio de nuestra •ctirud, es obra nuestra. La adopción de esa ac-
su búsqueda se convierte en un deber, porque tambifo aquí resulta ritud -esto es, la preparación pan fa disposición • dejarse afectar
imprescindible la gufa del temor. Éste es el caso de la •ética orien- pot una felicid11d o por una desgracia solam.ente representadas de
tada al futuro• que and:rmos buscando, donde lo que lu de ser te- las gan11tacioncs venideras- es, por tanto, el segundo deber •preli-
mido no es todavía experimentado y no encuentra qulzú ninguna 1ninar- de la ética aquí buscada, tras el primero de llegar • pcns,u
analogí;, en la experiencia pretérita y presente. Aquí d ma/11m re- ui. Lnstruidos por ese pensamiento, nos vemos llevados a estimu-
presenmdo tiene que asumir el papel del mal11m experimentado; y lar el correspondiente temor. Es evidente que el car:ictcr imperaci-
esa represenmión no aparece por sí misma, sino que ha de ser pro- vó de ambos deberes se remonta • un principio éüco fundamental,
rorada adr.-dc. De cs1e modo, lo procur.ación anticipatoria _de dicha que tiene q uc ser ya conocido y afirmado para que aquéllos ~can
representación se convierte en e.l deber primero y, por así decirlo, reconocidos como decretados ¡:,or ti -esto es, sean reconocidos
prcliminar de la ética que aquí busc=os. como debores-. Pronto hablaremos de eso.

6. La inseguridad de las proyecciones


5- El «segundo deber»: la apelación a un sobre el f uti,ro
sentimiento apropiado a lo representado
Regr-escmos una vez má.~ al inexcusable dcbc.r -si es que lo es- de
Se ve iomcdiacamcntc que este malum representado, por no ser el pcns:or en el estado futuro de la humanidlld. Dijimos que la verdad
mío 1 en ningún caso provoca el te.mor tan esponcd.neamente como ah( buscad2 es asunto del conocimiento científico. Pues así como IAS
el malum que yo e1<perimemo y que a mi .mismo me amena,,:i. Es cmpre5as cuyas consecuencias posteriores debemos conocer me-
decir, del mismo modo que no aparece por sí misma la represenr:i- diante la extrapolación son sólo posibles gracias• la ciencia, también
ción de aquello que ba de ser temido, tampoco aparece por sí mis- esta extrapolación requiere al menos el mismo grado de ciencia que
66 EL PRINCIPIO DE. ltESPONSAUTLfl)AD CUESTIONES METODOLÓGICAS 67

de la guerra. Mucho anees sabemos lo q11e no queremos que lo que m11 el temor a ello. También este temor tiene que ser •procurado•.
queremos. Por consigujente, lo 61osoffa moral tieac que consul- LA cuestión no es, pues, can sencilla como lo era pua Hobbes,
tar ante." a nuestros temores que a nuestros deseos. pa_ra averiguar quien colocaba d punto de partida de lo moral no en el amor • un
qué es lo que realmeme apre<;iamos•, Y si bien no es necesario que 1Nm"1um bonum, sino en el temor a un summum malum, a saber.
lo más temido sea lo más digno de ser temido, y aún menos- nece- 11 temor a la muerte violenta. Ésta es bien conocida, siempre pró-
sario os que su contrario sea ol mayor bien (éste probablemente no xima, y produce un temor extremo, como reacción máximamente
se halla contrapuesto a ningún mal); si bien, por tanto, la heurísti- lnvoluncaría y ÍOt7.lllÍ:l de nuestro instinto innoto de conservación.
ca del temor no tiene segurame.nte la última palabra en la búsque- (ll representado destino de hombres futuros -para no hablar del
da del bien, es, no obstante, una primera palabra extraordinaria- dcstlno del plllncto-, que no me aw'ie ni a mí ni a niogwio de quie-
mente útil y debería ser aprovechada hasta el final en una materia nes todavía están unidos a mí por los lazos- del amor o la co~
en la que r:in ¡,oeu palabras nos serán otorgadas sin buscarllls. vivencia directa, no ejerce por sf solo esa influencia en nuestro
Animo; y, sin embargo, «debe• ejercerla, es10 es, nosotros- debe-
mos admitir ese influjo. Así pues, aquí no puede tr.uane, como en
4- El "fJYÍmer deber» de la ética orientada al futuro: liobbes, de un temor de cankter -patológico• -p•ra decido con
procurar la representación de los efectos remotos Kant-, que nos asalta caprichosamente antes de que S"\l objeto se
prcs1tntc, sino de un temor de carácter espiritual, que, como algo
Pues bien, ali! donde esa palabra nn nos es otorgada sin bU5car]a, propio de nuestra •ctirud, es obra nuestra. La adopción de esa ac-
su búsqueda se convierte en un deber, porque tambifo aquí resulta ritud -esto es, la preparación pan fa disposición • dejarse afectar
imprescindible la gufa del temor. Éste es el caso de la •ética orien- pot una felicid11d o por una desgracia solam.ente representadas de
tada al futuro• que and:rmos buscando, donde lo que lu de ser te- las gan11tacioncs venideras- es, por tanto, el segundo deber •preli-
mido no es todavía experimentado y no encuentra qulzú ninguna 1ninar- de la ética aquí buscada, tras el primero de llegar • pcns,u
analogí;, en la experiencia pretérita y presente. Aquí d ma/11m re- ui. Lnstruidos por ese pensamiento, nos vemos llevados a estimu-
presenmdo tiene que asumir el papel del mal11m experimentado; y lar el correspondiente temor. Es evidente que el car:ictcr imperaci-
esa represenmión no aparece por sí misma, sino que ha de ser pro- vó de ambos deberes se remonta • un principio éüco fundamental,
rorada adr.-dc. De cs1e modo, lo procur.ación anticipatoria _de dicha que tiene q uc ser ya conocido y afirmado para que aquéllos ~can
representación se convierte en e.l deber primero y, por así decirlo, reconocidos como decretados ¡:,or ti -esto es, sean reconocidos
prcliminar de la ética que aquí busc=os. como debores-. Pronto hablaremos de eso.

6. La inseguridad de las proyecciones


5- El «segundo deber»: la apelación a un sobre el f uti,ro
sentimiento apropiado a lo representado
Regr-escmos una vez má.~ al inexcusable dcbc.r -si es que lo es- de
Se ve iomcdiacamcntc que este malum representado, por no ser el pcns:or en el estado futuro de la humanidlld. Dijimos que la verdad
mío 1 en ningún caso provoca el te.mor tan esponcd.neamente como ah( buscad2 es asunto del conocimiento científico. Pues así como IAS
el malum que yo e1<perimemo y que a mi .mismo me amena,,:i. Es cmpre5as cuyas consecuencias posteriores debemos conocer me-
decir, del mismo modo que no aparece por sí misma la represenr:i- diante la extrapolación son sólo posibles gracias• la ciencia, también
ción de aquello que ba de ser temido, tampoco aparece por sí mis- esta extrapolación requiere al menos el mismo grado de ciencia que
68 f.L PRINCIPIO DE Rl!Sl'ONSABJLIDAl) CUESTIONES METODOLÓGI C AS 69

el que open en cales emprcs;as. De hecho requiere un grado todavía pio, morrucs hasta el momento desconocidos por innecesarios. La
nuyor. Pues lo que basta par:t los pronósticos a corto plazo, con los 1ola posibilidad implica a9ui ya la necesidad de tales principi~s; y
que se emprcndcn en cada caso las obras de la civilización técni"", 111¡ rellcx.ióo sobre lo posible plenamente desarrollado en la 1ma•
no puede, por principio, ser suficiente para los pronósticos a largo 11inación facilita el acceso a ln nueva verdad. Pero esta verdad per•
plazo, n los que se aspira en la extrapolación exigida por la ética. La tenecc • la e,ícra ideo.] -esto es, es nsumo del saber ftlosófiro- en la
certidumbre que los primeros poseen y sin I• cual no podri:tn fun- misma medida en que lo era .,J primer pri11cipio fundamencal, y m
cionar las •mpresas tecnológicas, le ser;! siempre negada a los se- acguridad no depende dd grado de seguridad de las proyecciones
gundos. No es menester enumeru aquí todas y cada una de las ra- ricntific:as que le proporcionaron el material paradigmático. Tenga
zones por lu que eso es así. Mencionemos sólo algunas de ellas: la otil verdad su acredi12ción última en la autoevidencia de la razón,
complejidad -que se burla de todo cálculo {también del electró- en un a priori de la fe o en una decisión metafísica de J;, volunt~
nico}- de la toc.lidad de los efectos en la sociedad y la biosfera; l• 1w :ú'lnnacioncs serán apodícticas, mientras que l.is de los cx.pert-
csencinJ insondabilidod de los hombres, siempre dispuestos a ofrc• mcntos mentrues hlpotéticos podrán en el mejor d,, los caso$ pre•
cernos sorpresas; b imprcdecibilidnd de los futuros inventos, esto 1cnmr tener probabllidul. Eso basca, pues su carea no es presentar
es, la imposibilidad de inventarlos :tnticlpadameme. A ello nos refe- pruebu, sino ilustraciones, Se traca, por canto, ?e una ~•suística
riremos mJ!s tarde. En curuquicr caso, la e.nrnpolación exigida re• imaginJtcia cuya función no es, como en la casuísttca propia del de•
quiere un gcado de ciencia mucho mayor que el que hay ya en la ex• rccho y la moral, poner a prueba principios ya conocidos, sino r:as-
trapolación tecnológica. Y dado que esto representa en cada coso el tre,wy descubri.r los todavía desconocidos. La parte más sena de la
óptimo de ciencia de que se dispone, el saber exigido scnl necesaria• •ciencia ficción• se basa pttcisamen1c en la rc:uización de este ripo
mente siempre un 5aber todavía no disponible, y, como saber pre• d,c experimentos mentales bien docum~nu,dos, a ~uyos_ rcsulta~~s
vio, nunca di,ponible; a lo sumo, ese sober estará disponible sólo plásticos les puede corresponder la aqu, mentada l·unc,on hcurtst,-
para la mirada retrospectiva. oa. (Véase, por ejemplo, U11 m1mdo feliz, de A. Huxley.)

7, El saber de lo posible: heurísticamente suficiente 8. El saber de lo posible: aparentemente iniítil


para la doctrina de los principios para la aplicación de los principios a la poláica
Cierto es que l• inscgurida.d de las proyecciones sobre el fururo
Esto no impide, sin embargo, la.proyección de efectos últimos pro- -inofensiva para la doctrina de los principios- se convierte en una
bables o incluso sólo posibles; y el mero saber acerca de las posibi- !cosible debilidad allí donde tales p royecciones han de desempeñar
Udades, que desde luego no basta para hacer predicciones, es per• el pnpel de pronósticos, o seo: en la aplicación pol!tico-pr:ictica, que,
feciunente suiiciente para los fines de la casuística_hcuristica que se como veremos. e$-nO s6lo tcÓJ'Íc.t., sino también operativamente:- la
coloca al servido de la do.:trina de los pri11r:ipiot éticos. Sus medios parte más débil de todo el sistema. Esto es así porque el efecto final
son. los experimentos mentales, que son no sólo hipotéticos c.n la rcprcseruadó debe llevarnos a decidir lo que en el presente hoy q~e
uunción de l:as premisu ( •ti se hace cal cosa, enmnccs suceden! tal hácer y permitir, y normalmente se exige una consi?crablc segun•
otra•), s¡no 1.1mbién conjeturales en la inferencia dd si al emonceJ dad én la predicción para aháadonar un efecto pró-,mo deseado y
(• ... entonces puede suceder tnl otr¡,•). A la luz del contenido de SC¡lllro por un efecto remoto que, en cual~uier caso, no nos. :Úccta.
un e111011crs ofrecido as{ a la representación como posible, y no a la G,eramcme, en los casos que renlmente unponan, J;, mngrurnd de
1~ de su segurid:td, es como pueden hacerse visibles unos princi• los efectos remotos no queridos supera ranto a lo de los cercanos y
68 f.L PRINCIPIO DE Rl!Sl'ONSABJLIDAl) CUESTIONES METODOLÓGI C AS 69

el que open en cales emprcs;as. De hecho requiere un grado todavía pio, morrucs hasta el momento desconocidos por innecesarios. La
nuyor. Pues lo que basta par:t los pronósticos a corto plazo, con los 1ola posibilidad implica a9ui ya la necesidad de tales principi~s; y
que se emprcndcn en cada caso las obras de la civilización técni"", 111¡ rellcx.ióo sobre lo posible plenamente desarrollado en la 1ma•
no puede, por principio, ser suficiente para los pronósticos a largo 11inación facilita el acceso a ln nueva verdad. Pero esta verdad per•
plazo, n los que se aspira en la extrapolación exigida por la ética. La tenecc • la e,ícra ideo.] -esto es, es nsumo del saber ftlosófiro- en la
certidumbre que los primeros poseen y sin I• cual no podri:tn fun- misma medida en que lo era .,J primer pri11cipio fundamencal, y m
cionar las •mpresas tecnológicas, le ser;! siempre negada a los se- acguridad no depende dd grado de seguridad de las proyecciones
gundos. No es menester enumeru aquí todas y cada una de las ra- ricntific:as que le proporcionaron el material paradigmático. Tenga
zones por lu que eso es así. Mencionemos sólo algunas de ellas: la otil verdad su acredi12ción última en la autoevidencia de la razón,
complejidad -que se burla de todo cálculo {también del electró- en un a priori de la fe o en una decisión metafísica de J;, volunt~
nico}- de la toc.lidad de los efectos en la sociedad y la biosfera; l• 1w :ú'lnnacioncs serán apodícticas, mientras que l.is de los cx.pert-
csencinJ insondabilidod de los hombres, siempre dispuestos a ofrc• mcntos mentrues hlpotéticos podrán en el mejor d,, los caso$ pre•
cernos sorpresas; b imprcdecibilidnd de los futuros inventos, esto 1cnmr tener probabllidul. Eso basca, pues su carea no es presentar
es, la imposibilidad de inventarlos :tnticlpadameme. A ello nos refe- pruebu, sino ilustraciones, Se traca, por canto, ?e una ~•suística
riremos mJ!s tarde. En curuquicr caso, la e.nrnpolación exigida re• imaginJtcia cuya función no es, como en la casuísttca propia del de•
quiere un gcado de ciencia mucho mayor que el que hay ya en la ex• rccho y la moral, poner a prueba principios ya conocidos, sino r:as-
trapolación tecnológica. Y dado que esto representa en cada coso el tre,wy descubri.r los todavía desconocidos. La parte más sena de la
óptimo de ciencia de que se dispone, el saber exigido scnl necesaria• •ciencia ficción• se basa pttcisamen1c en la rc:uización de este ripo
mente siempre un 5aber todavía no disponible, y, como saber pre• d,c experimentos mentales bien docum~nu,dos, a ~uyos_ rcsulta~~s
vio, nunca di,ponible; a lo sumo, ese sober estará disponible sólo plásticos les puede corresponder la aqu, mentada l·unc,on hcurtst,-
para la mirada retrospectiva. oa. (Véase, por ejemplo, U11 m1mdo feliz, de A. Huxley.)

7, El saber de lo posible: heurísticamente suficiente 8. El saber de lo posible: aparentemente iniítil


para la doctrina de los principios para la aplicación de los principios a la poláica
Cierto es que l• inscgurida.d de las proyecciones sobre el fururo
Esto no impide, sin embargo, la.proyección de efectos últimos pro- -inofensiva para la doctrina de los principios- se convierte en una
bables o incluso sólo posibles; y el mero saber acerca de las posibi- !cosible debilidad allí donde tales p royecciones han de desempeñar
Udades, que desde luego no basta para hacer predicciones, es per• el pnpel de pronósticos, o seo: en la aplicación pol!tico-pr:ictica, que,
feciunente suiiciente para los fines de la casuística_hcuristica que se como veremos. e$-nO s6lo tcÓJ'Íc.t., sino también operativamente:- la
coloca al servido de la do.:trina de los pri11r:ipiot éticos. Sus medios parte más débil de todo el sistema. Esto es así porque el efecto final
son. los experimentos mentales, que son no sólo hipotéticos c.n la rcprcseruadó debe llevarnos a decidir lo que en el presente hoy q~e
uunción de l:as premisu ( •ti se hace cal cosa, enmnccs suceden! tal hácer y permitir, y normalmente se exige una consi?crablc segun•
otra•), s¡no 1.1mbién conjeturales en la inferencia dd si al emonceJ dad én la predicción para aháadonar un efecto pró-,mo deseado y
(• ... entonces puede suceder tnl otr¡,•). A la luz del contenido de SC¡lllro por un efecto remoto que, en cual~uier caso, no nos. :Úccta.
un e111011crs ofrecido as{ a la representación como posible, y no a la G,eramcme, en los casos que renlmente unponan, J;, mngrurnd de
1~ de su segurid:td, es como pueden hacerse visibles unos princi• los efectos remotos no queridos supera ranto a lo de los cercanos y
70 EL PRINCIPIO Dé RESPONSABILIDAD

querido~, que no po= diferencias de cenezn deberiffl quedar por


esta razon compensadas. No obstame, el cart\cter •meramente posi-
ble~ ?• las pr?ycccioncs, que viene ,d ª?º inseparablemente con la
d?b1l1~d te6nc: ~• todos los pr~ccdim,entos de extrapolación aqui
disporubles, es facilmentc mortal, pues, claro csci, significa que tam- II. Prevalencia de los pronósticos
bién otras cosas son posibles (¿y quién sabe si no •igualmente posi- malos sobre los buenos
b!es• ?). Y ahi pueden, en cada caso, el interés, la indinacióo o la opi-
nión escoger para su proyecto el pronóstico más fovor.iblc entre los
posibles, o rechaz:tr todos con la afirmación agnóstica de que sabe-
mos d_emasiado poco como para sacrificar lo conocido por lo des-
conoo,do, y, en In dem:í,;, conformarse con que s[empre habr.i tiem-
po ~,11retanto, cuan.d o •nosotros~ (es decir, los hombres venideros) Mu precisamente esta incertidumbre, que amenaza con hacer que
veamos q~é es lo_ que ocurre. De este modo, los conocimientos que 1I conocimiento ético resulte inefica;i; pan la responsabilidad de
1a casufsuca pudiera haber ganado no se aplican a tiempo, debido futuro a la que aquí nos referimos y que, claro está, no se limita a
a la inseguridad de los pronóstieos, y los más preciosos principios la• profecías ontastroíistas, tiene que ser incorporada a la tcom éti-
han de quedar ociosos bllStll que quizá sea demasiado tarde. ca y tomada como ocasión de un nuevo principio que pueda resul-
111' efectivo como prc-ccpto práctico. Plan«ándolo de forma ele,-
menml, se trata del precepto de que hay que dar mayor aédiro a las
¡,roféciaJ catMU-ofisttts que a las optimistas. Mencionemos breve-
mente las razones de ello.

z Las probabilidades en los grandes riesgos


l!n pr.imer Jugar, con la mera prohabilidad de un tlescolace fefu, o
Infeliz de expcr.imemos desconocidos sucede en general lo mismo
que: con el acertar o no acertar en el blanco: el acierta es una sola
uncre innumerables alternativas, todas las cuales quedan más o me-
nos lejos del blonco. Y si bien en las cosas pequeñas uno puede per•
mirirse muchos yerros con visi:u • un• opol'tllnidad más rara de
4xi10, en los grandes asuntos sólo puede permitirse pocos yerros, y
en los muy grandes, irrevers,bles, que llegan hasta la raíces de la en•
tera empresa liumlltla, propiamente no pucde permitirse ninguno.
La evolución trabaja con pequeñas cosas, nunca pone en juego el
todo, y puede, en consecuencia, permitirse en lo panicular innu·
merables •errores•, de entre los cuales su paciente rlento proceder
selecciona los pocos •aciertos•, que son asimismo pequeños. Las
gnndiosas empresas de la tecnología moderna. que no son ni pa-
70 EL PRINCIPIO Dé RESPONSABILIDAD

querido~, que no po= diferencias de cenezn deberiffl quedar por


esta razon compensadas. No obstame, el cart\cter •meramente posi-
ble~ ?• las pr?ycccioncs, que viene ,d ª?º inseparablemente con la
d?b1l1~d te6nc: ~• todos los pr~ccdim,entos de extrapolación aqui
disporubles, es facilmentc mortal, pues, claro csci, significa que tam- II. Prevalencia de los pronósticos
bién otras cosas son posibles (¿y quién sabe si no •igualmente posi- malos sobre los buenos
b!es• ?). Y ahi pueden, en cada caso, el interés, la indinacióo o la opi-
nión escoger para su proyecto el pronóstico más fovor.iblc entre los
posibles, o rechaz:tr todos con la afirmación agnóstica de que sabe-
mos d_emasiado poco como para sacrificar lo conocido por lo des-
conoo,do, y, en In dem:í,;, conformarse con que s[empre habr.i tiem-
po ~,11retanto, cuan.d o •nosotros~ (es decir, los hombres venideros) Mu precisamente esta incertidumbre, que amenaza con hacer que
veamos q~é es lo_ que ocurre. De este modo, los conocimientos que 1I conocimiento ético resulte inefica;i; pan la responsabilidad de
1a casufsuca pudiera haber ganado no se aplican a tiempo, debido futuro a la que aquí nos referimos y que, claro está, no se limita a
a la inseguridad de los pronóstieos, y los más preciosos principios la• profecías ontastroíistas, tiene que ser incorporada a la tcom éti-
han de quedar ociosos bllStll que quizá sea demasiado tarde. ca y tomada como ocasión de un nuevo principio que pueda resul-
111' efectivo como prc-ccpto práctico. Plan«ándolo de forma ele,-
menml, se trata del precepto de que hay que dar mayor aédiro a las
¡,roféciaJ catMU-ofisttts que a las optimistas. Mencionemos breve-
mente las razones de ello.

z Las probabilidades en los grandes riesgos


l!n pr.imer Jugar, con la mera prohabilidad de un tlescolace fefu, o
Infeliz de expcr.imemos desconocidos sucede en general lo mismo
que: con el acertar o no acertar en el blanco: el acierta es una sola
uncre innumerables alternativas, todas las cuales quedan más o me-
nos lejos del blonco. Y si bien en las cosas pequeñas uno puede per•
mirirse muchos yerros con visi:u • un• opol'tllnidad más rara de
4xi10, en los grandes asuntos sólo puede permitirse pocos yerros, y
en los muy grandes, irrevers,bles, que llegan hasta la raíces de la en•
tera empresa liumlltla, propiamente no pucde permitirse ninguno.
La evolución trabaja con pequeñas cosas, nunca pone en juego el
todo, y puede, en consecuencia, permitirse en lo panicular innu·
merables •errores•, de entre los cuales su paciente rlento proceder
selecciona los pocos •aciertos•, que son asimismo pequeños. Las
gnndiosas empresas de la tecnología moderna. que no son ni pa-
p. Ei,. PKINCIPJO DE RESPONSA!HLIDAD CIJE--STIONE$ METOOOLÓGICAS 73

ciemes ni lomas, comprimen -como totalidad, y en muchos de sus lklJ ha enseñado que los desarrollos puestos en marcha por la ac-
p_royoctos singulares- los múltiples y diminutos pasos de la evolu- ción tecnológica con visw a metaS cercanas tienden • hacerse au-
caón natunl en pocas y colosales zancadas, renunciando así a la u\nu mos, esto esl a adquirir su prop!o dinamismo inev¡tablr¡ es éste
vent,ja, aseguradora de la vida, de una naturaleza que tantea. De un f11ctor espontáneo en v.irtud del aual tales desarrollos no son
este modo, a la extensión causal de ks intromisiones tecn"lógicas .ello, como ya se IU\ dicho, irrevusibles, sino que también empujan
en d sistema de I• vida se o.ñade su ritmo causal. lejos de aquel h•~i~ adelante, sobrepasando la voluntad y los planes de los agcn-
•_to~•r en $1lS manos su propia evolución• -es decir, lejos de sus- tb, Lo qur una v1:4 ha comenzado nos arrcba111 d control de la ac•
tllmr, confiando en la razón, el azar que opera cicgn y lentamente ción, y los hechos consumados que •quel comienzo forjó se con-
por IIJla consciente planificación de r.ipidos efectos que prop0rcio- vlen;cn acwm1lotivamente en la ley de su continuación. Así pues, si
nc al hombre una más segura perspectiva de exito en su evolución-, •tomamos en nuestr.LS manos nuestra propia evolución•, ésr> sr
lo dicho produce una inseguridnd y un peHgro coroplet:tmcntc nc,,s cscurrir.i de ellas apropiándose de su impulso. y con nr.ís n12.ón
nuevos, que numen.t an en la misma progresión que la intervención. ~uc c:o ningún otro caso podemos decir aquí que, mientras somos
Y, • la vez, al acortarse el tiempo neces11rio para alcanur las gran- hbr~ de dar el primer paso, en el segundo y los sucesivos nos con-
des metas, ocaba por, no 9uedar ya tiempo suficiente para corregir venimos en esclavos. A la connaución de que la aceleración de una
unos errores mora mev,rablcs y en modo alguno pequeños. En cvol ución 1ecnológicamentc alimentada no se deja ya tiempo a si
lo que concierne • la inevitobilid:td de los errores. no puede pasar- misma para las autocorreccioncs se añade así la otra coosmtación do
se- por alto, en_esta sustitución de la evolución natural• largo pla- que,, en el tiempo que, pese a todo¡ quedo, las correcciones resultan
zo por el rclauvamemc cono plazo de la acción planific.ufa de los cada vez m.is difíciles y la libcrud de_ hacerlas es cada va menor.
hombres, que lo q_ue para la evolución es un plazo muy corto ,.,. Esto refuerzo el deber de aquella vigilancia de los comien1.os, que
presenta un plazo muy largo para los hombres y que, por lo tanto, Otorga a las posibilidades c•to.stróficas seóas y suficientemente fun-
aquí entra en jue¡;o la mencionada impotencia de nuestro saber con dadas -diícrcotes a las mc:nts fom:asias pesimisw- la prevalencia
respecro a los pronósticos a largo pl;izo. SI a esto se añade la evi- sobre las esperonzas, aunque ésus no estén peor fundadas.
dente desproporción de probabilidades am'ba señal•da, dt ello se
des~rcnde d mandato de conceder, en casos de tan c•pital impor-
t·a n~•• mayor ~es? a 1~ amenaza que_ a la promesa y de evitar pers•
3. El carácter sacrosanto
pcctivas apoc:úipuca,; mclu.o al pr~-c10 de renunci11r a cumplimien• del sitjeto de la evolución
ros escatológicos. Se trata del mandato de J. c•utela, en vista del
car.ictec revolucion:u-io que adopto J. mecáni~ Je la elección de al- En cercc:r luga,-, y en un plaoo menos pra¡¡matico, hay que ceoer en
tcmuiva., bajo el signo de I• tecnologfa, con su inherente •ir a por cuento. que de lo que se trata es de cooscrvar la herencia de una evo•
todas•, tan ajeno a la evolución. lución precedente, la cu•I no puede ser tan mala. yo. que parece ha-
ber ,d orado a Sil$ actt1ales titulares de la capacidad -que ellos mismos
se han atribuido-de juzgar sobre:!,) bueno y sobre lo malo. Mas esa
2. El dinamismo acumulativo herencia puede perderse. En una situación general de miseria po•
de los desarrollos técnicos dt1::mos prometemos mejoras del mero ~mbio como r:ú, o, en todo
caso (así como se dice que •el proletario no tiene nada que perder
A estas coosideucioncs generales hay que a,íadir, en segundo lu¡;nr, sino sólo nis cadenas•), pon<r confiadamen!J! en juego lo dado, con
que ese «entretanto• que siempre existe nón y al que se cree poder vist..1s a algo que, si sale bien, sólo podrá suponer una mejora y. si no
encargar las correcciones, es una cosn muy peculi:u-. La experiencia salo: bien. tampoco la pérdida de lo apostado habrá supuesto mucho.
p. Ei,. PKINCIPJO DE RESPONSA!HLIDAD CIJE--STIONE$ METOOOLÓGICAS 73

ciemes ni lomas, comprimen -como totalidad, y en muchos de sus lklJ ha enseñado que los desarrollos puestos en marcha por la ac-
p_royoctos singulares- los múltiples y diminutos pasos de la evolu- ción tecnológica con visw a metaS cercanas tienden • hacerse au-
caón natunl en pocas y colosales zancadas, renunciando así a la u\nu mos, esto esl a adquirir su prop!o dinamismo inev¡tablr¡ es éste
vent,ja, aseguradora de la vida, de una naturaleza que tantea. De un f11ctor espontáneo en v.irtud del aual tales desarrollos no son
este modo, a la extensión causal de ks intromisiones tecn"lógicas .ello, como ya se IU\ dicho, irrevusibles, sino que también empujan
en d sistema de I• vida se o.ñade su ritmo causal. lejos de aquel h•~i~ adelante, sobrepasando la voluntad y los planes de los agcn-
•_to~•r en $1lS manos su propia evolución• -es decir, lejos de sus- tb, Lo qur una v1:4 ha comenzado nos arrcba111 d control de la ac•
tllmr, confiando en la razón, el azar que opera cicgn y lentamente ción, y los hechos consumados que •quel comienzo forjó se con-
por IIJla consciente planificación de r.ipidos efectos que prop0rcio- vlen;cn acwm1lotivamente en la ley de su continuación. Así pues, si
nc al hombre una más segura perspectiva de exito en su evolución-, •tomamos en nuestr.LS manos nuestra propia evolución•, ésr> sr
lo dicho produce una inseguridnd y un peHgro coroplet:tmcntc nc,,s cscurrir.i de ellas apropiándose de su impulso. y con nr.ís n12.ón
nuevos, que numen.t an en la misma progresión que la intervención. ~uc c:o ningún otro caso podemos decir aquí que, mientras somos
Y, • la vez, al acortarse el tiempo neces11rio para alcanur las gran- hbr~ de dar el primer paso, en el segundo y los sucesivos nos con-
des metas, ocaba por, no 9uedar ya tiempo suficiente para corregir venimos en esclavos. A la connaución de que la aceleración de una
unos errores mora mev,rablcs y en modo alguno pequeños. En cvol ución 1ecnológicamentc alimentada no se deja ya tiempo a si
lo que concierne • la inevitobilid:td de los errores. no puede pasar- misma para las autocorreccioncs se añade así la otra coosmtación do
se- por alto, en_esta sustitución de la evolución natural• largo pla- que,, en el tiempo que, pese a todo¡ quedo, las correcciones resultan
zo por el rclauvamemc cono plazo de la acción planific.ufa de los cada vez m.is difíciles y la libcrud de_ hacerlas es cada va menor.
hombres, que lo q_ue para la evolución es un plazo muy corto ,.,. Esto refuerzo el deber de aquella vigilancia de los comien1.os, que
presenta un plazo muy largo para los hombres y que, por lo tanto, Otorga a las posibilidades c•to.stróficas seóas y suficientemente fun-
aquí entra en jue¡;o la mencionada impotencia de nuestro saber con dadas -diícrcotes a las mc:nts fom:asias pesimisw- la prevalencia
respecro a los pronósticos a largo pl;izo. SI a esto se añade la evi- sobre las esperonzas, aunque ésus no estén peor fundadas.
dente desproporción de probabilidades am'ba señal•da, dt ello se
des~rcnde d mandato de conceder, en casos de tan c•pital impor-
t·a n~•• mayor ~es? a 1~ amenaza que_ a la promesa y de evitar pers•
3. El carácter sacrosanto
pcctivas apoc:úipuca,; mclu.o al pr~-c10 de renunci11r a cumplimien• del sitjeto de la evolución
ros escatológicos. Se trata del mandato de J. c•utela, en vista del
car.ictec revolucion:u-io que adopto J. mecáni~ Je la elección de al- En cercc:r luga,-, y en un plaoo menos pra¡¡matico, hay que ceoer en
tcmuiva., bajo el signo de I• tecnologfa, con su inherente •ir a por cuento. que de lo que se trata es de cooscrvar la herencia de una evo•
todas•, tan ajeno a la evolución. lución precedente, la cu•I no puede ser tan mala. yo. que parece ha-
ber ,d orado a Sil$ actt1ales titulares de la capacidad -que ellos mismos
se han atribuido-de juzgar sobre:!,) bueno y sobre lo malo. Mas esa
2. El dinamismo acumulativo herencia puede perderse. En una situación general de miseria po•
de los desarrollos técnicos dt1::mos prometemos mejoras del mero ~mbio como r:ú, o, en todo
caso (así como se dice que •el proletario no tiene nada que perder
A estas coosideucioncs generales hay que a,íadir, en segundo lu¡;nr, sino sólo nis cadenas•), pon<r confiadamen!J! en juego lo dado, con
que ese «entretanto• que siempre existe nón y al que se cree poder vist..1s a algo que, si sale bien, sólo podrá suponer una mejora y. si no
encargar las correcciones, es una cosn muy peculi:u-. La experiencia salo: bien. tampoco la pérdida de lo apostado habrá supuesto mucho.
74 El. l>RINClPJO DE RJ:SPONSABILIDAD CUESTIONES M.ETODOLÓG!CAS H

P_cro los defensores del riesgo utópico no pueden acogerse a esa ló- llf(l que esto implica, la ingr.iti~d aquí mostrada con la herencia
gica, 1;iues su empresa est~ :ll1Ím•dll por el orguUo del saber y de la compadkesc mal con el disfrute extremo de sus dones, representa-
capacidad de saber, capacidad que sólo puede ser fruto de la previa Ju p.,r el riesgo de la revisión. Posteriormente habremos de decir
evolución.natural, Así pues, o bien esas cosas ofenden a la evolución m,, ,ios•s acerca de l• gnuitud, la piedad y el respeto oomo Íl1Jlre•
con su disposición • cebar por tierra sus resultados declorándolos dlrme, de uru ética que, en medio del veadaval tecnológico, debe
insuficientes, de m.odo que -siendo ellas mismas un¿ de esos rcsul- prorq;cr el futuro y que no puede hacerlo sin el pasado. Se llega así
todos-.sedescatifican • sí mismas, o bitn afirman su cualificación lo • la comprobación de que, entre las apuestas en juego, pese • toda
que supone aprobar la premisa•. ' 1u proccdenci• física, se halla una realidad metafísic'I, un absoluto
. Hay de todos modos una tercera alternati"", que consiste en de- i¡ue, por ser el bien más alto y más vu.lnerabl.e encomendado a
¡ar a un lado ofensos y prerensiooes de cualificación pua. decir sim- 11ue1tra tutél'I, nos impooe como primer deber su conservación.
plcmcn.te que: diado que nada cst:i sancionado por la naturaleza y Kitc .deber rebasa con creces todos los mandatos y deseos del me-
que, por l_o mismo, todo es~• permitido, existe la libertad del juego liotiJmo en las zonas periféricas, y donde di se encuentra implíca-
creado~ hbertád que va guiada sólo por un impuJso lúdico y que do 110 se trata ya de sopesar las oportunidades fuútas de ganancias
no ab':ga otra_ pr~~ensión que la de _do~in,ar las reglas del juego, y pérdidas, sino del pelígro, que ya no es sopesablt de ninguna ma-
~• dec,r, la asp1ncnon a la competencia tecmca. .Esta perspectiva de nera, de unas pérdidas infinitas frente • las oportunidades de unas
libertad nihilista, dis.pcnsada de justificación, no es inccrnamence pnancias finitas. Así pues, para este fenómeno fundamenr,il -que ha
contr~dictoria; pero no ne~itamos discutirla, pues es seguro que de ser coruerVlldo a cualquier precio en su integridad y que no
no ~~¡aremos "';'estro desuno en manos de tal declerada irrespon• ha de esperar su salud de ningún futuro, pues ya. es -.sano► en su
sab,hdad. Habra que <Stablec.e r alguna autoridad para la determi- naturaleza-, el pronóstico cacastroíista suficientemente evidente es
nación de los modelos y esa autoridad sólo puede apoyarse -cuan- más decisivo que el no menos evidente pronóstico optimista, que se
~º no se sup<>ng•, al modo dualista, que el sujeto del conocimiento refiere, sin embargo, .• un plano esencialmente inferior. Al reproche
Llene un ongen tollllmente ajeno al mundo- en una esencial sufi- de •pesimismo• dirigido contra tal parc:útlidad por las •profecías
ciencia de nuestra evolución mtramundana. Tul suficiencia de la na- cawrrofütas• puede responderse diciendo que el mayor pesimis-
tur:iJcza humana, que hay que postu lar como premisa para toda au- mo es el de quienes tienen lo dado por algo mruo o por algo caren-
torizació~ ~e n_cia ~readora direcd6n del destino y que no es otra te de valor suficiente, hasta el punto de asumir cualquier riesgo por
que la suficiencia para la verdad, para la determinación de los valo- uni posible mejora.
res y para fa libertad, esa suficiencia, decimos, es algo grandioso
que surge en d curso del proceso evolutivo, al que acaba excedien-
do, pero que puede ser otra vez engullido por él. Su posesión, en la
medida ~n que se da, manifiesta, por 13010, que hay un infinito
cuyo ílu¡o hay que preservar, pero también un infinito que perder.
Y, sobre todo, la auroriz.tci6n que él proporciona nunca ÍncJuid su
pr~pia desfiguración, su puest:i en peligro o su cre•confom1ación•,
i-:i~guna ~•nancia ".ale tal precio, ninguna perspectiva de éxito /us-
ufica tal n~go. Y, sm embargo, precisamente ese algo transcenden-
te está '?mendo el. riesgo c!_e:ser arro/ado al crisol de la alquimia
t~ológ,ca, como s, l~ condrci6n previa de toda capacidad de revi-
sión formase también parte de lo revisable. Aparte el c:Uculo erró-
74 El. l>RINClPJO DE RJ:SPONSABILIDAD CUESTIONES M.ETODOLÓG!CAS H

P_cro los defensores del riesgo utópico no pueden acogerse a esa ló- llf(l que esto implica, la ingr.iti~d aquí mostrada con la herencia
gica, 1;iues su empresa est~ :ll1Ím•dll por el orguUo del saber y de la compadkesc mal con el disfrute extremo de sus dones, representa-
capacidad de saber, capacidad que sólo puede ser fruto de la previa Ju p.,r el riesgo de la revisión. Posteriormente habremos de decir
evolución.natural, Así pues, o bien esas cosas ofenden a la evolución m,, ,ios•s acerca de l• gnuitud, la piedad y el respeto oomo Íl1Jlre•
con su disposición • cebar por tierra sus resultados declorándolos dlrme, de uru ética que, en medio del veadaval tecnológico, debe
insuficientes, de m.odo que -siendo ellas mismas un¿ de esos rcsul- prorq;cr el futuro y que no puede hacerlo sin el pasado. Se llega así
todos-.sedescatifican • sí mismas, o bitn afirman su cualificación lo • la comprobación de que, entre las apuestas en juego, pese • toda
que supone aprobar la premisa•. ' 1u proccdenci• física, se halla una realidad metafísic'I, un absoluto
. Hay de todos modos una tercera alternati"", que consiste en de- i¡ue, por ser el bien más alto y más vu.lnerabl.e encomendado a
¡ar a un lado ofensos y prerensiooes de cualificación pua. decir sim- 11ue1tra tutél'I, nos impooe como primer deber su conservación.
plcmcn.te que: diado que nada cst:i sancionado por la naturaleza y Kitc .deber rebasa con creces todos los mandatos y deseos del me-
que, por l_o mismo, todo es~• permitido, existe la libertad del juego liotiJmo en las zonas periféricas, y donde di se encuentra implíca-
creado~ hbertád que va guiada sólo por un impuJso lúdico y que do 110 se trata ya de sopesar las oportunidades fuútas de ganancias
no ab':ga otra_ pr~~ensión que la de _do~in,ar las reglas del juego, y pérdidas, sino del pelígro, que ya no es sopesablt de ninguna ma-
~• dec,r, la asp1ncnon a la competencia tecmca. .Esta perspectiva de nera, de unas pérdidas infinitas frente • las oportunidades de unas
libertad nihilista, dis.pcnsada de justificación, no es inccrnamence pnancias finitas. Así pues, para este fenómeno fundamenr,il -que ha
contr~dictoria; pero no ne~itamos discutirla, pues es seguro que de ser coruerVlldo a cualquier precio en su integridad y que no
no ~~¡aremos "';'estro desuno en manos de tal declerada irrespon• ha de esperar su salud de ningún futuro, pues ya. es -.sano► en su
sab,hdad. Habra que <Stablec.e r alguna autoridad para la determi- naturaleza-, el pronóstico cacastroíista suficientemente evidente es
nación de los modelos y esa autoridad sólo puede apoyarse -cuan- más decisivo que el no menos evidente pronóstico optimista, que se
~º no se sup<>ng•, al modo dualista, que el sujeto del conocimiento refiere, sin embargo, .• un plano esencialmente inferior. Al reproche
Llene un ongen tollllmente ajeno al mundo- en una esencial sufi- de •pesimismo• dirigido contra tal parc:útlidad por las •profecías
ciencia de nuestra evolución mtramundana. Tul suficiencia de la na- cawrrofütas• puede responderse diciendo que el mayor pesimis-
tur:iJcza humana, que hay que postu lar como premisa para toda au- mo es el de quienes tienen lo dado por algo mruo o por algo caren-
torizació~ ~e n_cia ~readora direcd6n del destino y que no es otra te de valor suficiente, hasta el punto de asumir cualquier riesgo por
que la suficiencia para la verdad, para la determinación de los valo- uni posible mejora.
res y para fa libertad, esa suficiencia, decimos, es algo grandioso
que surge en d curso del proceso evolutivo, al que acaba excedien-
do, pero que puede ser otra vez engullido por él. Su posesión, en la
medida ~n que se da, manifiesta, por 13010, que hay un infinito
cuyo ílu¡o hay que preservar, pero también un infinito que perder.
Y, sobre todo, la auroriz.tci6n que él proporciona nunca ÍncJuid su
pr~pia desfiguración, su puest:i en peligro o su cre•confom1ación•,
i-:i~guna ~•nancia ".ale tal precio, ninguna perspectiva de éxito /us-
ufica tal n~go. Y, sm embargo, precisamente ese algo transcenden-
te está '?mendo el. riesgo c!_e:ser arro/ado al crisol de la alquimia
t~ológ,ca, como s, l~ condrci6n previa de toda capacidad de revi-
sión formase también parte de lo revisable. Aparte el c:Uculo erró-
CUESTIONES 1,fET OOOLOC ICAS 77

dr •u principio cuando reílcxionamos sobre el elemento de j1tcgo de


•••r o aprtertA que toda acción .humana contiene respecto a su des·
11tl11Cc y efectos colacerales, y nos preguntamos e1t sentido &ico qué
t1p1U!.tu nos es lícico hacer.
lll. El elemento de la apuesta
en la acción humana L ¿Me es lícit-0 incluir en mi apuesta
los intereses de otros?
La ·p rimera respuesm que aqul se presenta es que en rigor no nos~•
1-ústa aquí h,s razonéS del mencionado precepto. Formulemos aho- lfcito apostar nada que no nos p<rtenczca a nosotros (aquí queda sm
ra d principio ético que se hall, tn.s él y dcl que esas razones reciben d~idir si nos es lícito apostar todo lo que nos pertenece). Pero así
su fuena. Hemos partido de que la inC'ertidumbre propia de todo no se podría vivir, pues, habida cuenta del inevitable erurcbza~tien-
pronós~co a largo plazo -incertidumbre que, en d equilibrio de sus 10 de las acciones humanas y de todas las cosas, no cabe impedir que
alteOllltlv;is, parece paralizar la aplicación de los principios a la esfe- mi acción afecte al destino de otros, de modo que poner en juego lo
ra de los hechos- ha de tomarse a su ve1. como un hecho par:, cuyo mío_implica siempre poner en juego algo que pertenece a utro y so-
co~.t o tratamiento la ética tiene que poseer un principio que no sea bre lo que propiamente yo no tengo ningún.derecho. En toda acción
.ra maerto. _Lo que hasta ahora hemos ex.aminado ha sido yo el pre- (y también la omisión quietista lo es) hay que asumir este elerncnto
cepto práctico en el que se ex.presa el principio, esto es: que en asun• de culpa; y no sólo la culpa que nos es dc.sconocid:t, a cuya inevlta-
tos de cierta magnitud-de pocencial apocalíptico- hay que dar más bili.chd generalmente hemos de someternos, sino también la culpa
peso a los pron_ósáco.s cocastrofist:JS que a los optimistaS. Lo premi- conocido y previsible. «Quian accúa -decía Goethe- no tiene con-

sente r
sa de tales cons,der~c,oncs era ~ue cenemos que vérnoslas, en el pre•
en lo .sucesivo, con accione$ precisa.mente de esa magnitudJ
lo cua representa uru, novl'<iad en los a.su neos humanos. Este 110'1/mn
ciencia.• Con ello quería. significar, segununcntc, la disposición a
esce volverse culpable. Hasta qué punto puede uno elevada concien·
da Ecica pemútir tal falta de conciencia-esto es, .hasta dónde nos es
re~as• e_l punto de vist:1 tacito de todo ética ontcrio11 dado que a cual- !Jeito llcgor en la violación consciente o aun sólo en la pucst:1 en pe-
quier calmilo • largo plazo le resulta imposible tener en cuenca en ligro (en cuanto •puesta en juego•) de los intereses ajenos en nues-
cada caso solamente lo próximo y dej,r que el futuro remoto se cui- tros proyectos-, eso es algo que. ha de descubrirlo en cada caso l_a
de de sí mismo. Esto rige también en la esfera de la acción privada, casuística de la responsabilidad y que ea general no puede de1ccm1•
donde las pcrspecdvas remotas, tamo las seductoras como las ame- nars.e a partir de la doctrina de los principios. A apostar tanto lo aje•
n~tcs, no son más que, f~masías ociosas sin influencia alguna no como lo propio sólo se le puéde reprochar, en principio, arro-
practJca o _moral en las decmoncs sobre lo próximo. El ignorarlas, gancia y ligereza; esto significa que a la falto de conciencia no le
esto es, el •¡;nora~ la esperanza y el ,icmor, es el único precepto ade- es .lío:iro ser irreflexiva; y arrogante sería, por ejemplo, el apostar en
cuado a la mcerndunihrc, y no cav,l:ir sobre lo desconocido es un• razón de mecas fútiles lo importante. Incluso en este caso, a nadie
condición previ.1 de la virtud eficaz. Pero en la nueva dimensión de se le puede discutir el derecho a actuar con ligereza con el propio
la acción no se trata ya de fantasías ociosas; la proyección hacia la le- bien e incluso co.n su vida; lo m:ís que puede decirse es que ese de-
janÍlt forma parte de su escnci• y de su deber, y por eso un nuevo pre- recho esúJlmitado por un deber opuesco, pero no que este deber lo
cepto tiene que hacer frente 11 s;1 inacrcldumbre. suprima. Sólo el hecho de que el otr0 se hlllle incluido en.mi. ••pues-
El contenido de ese precepto lo conocemos; tenemos experiencia ta• hace de la ligereza algo lnaceptable.
CUESTIONES 1,fET OOOLOC ICAS 77

dr •u principio cuando reílcxionamos sobre el elemento de j1tcgo de


•••r o aprtertA que toda acción .humana contiene respecto a su des·
11tl11Cc y efectos colacerales, y nos preguntamos e1t sentido &ico qué
t1p1U!.tu nos es lícico hacer.
lll. El elemento de la apuesta
en la acción humana L ¿Me es lícit-0 incluir en mi apuesta
los intereses de otros?
La ·p rimera respuesm que aqul se presenta es que en rigor no nos~•
1-ústa aquí h,s razonéS del mencionado precepto. Formulemos aho- lfcito apostar nada que no nos p<rtenczca a nosotros (aquí queda sm
ra d principio ético que se hall, tn.s él y dcl que esas razones reciben d~idir si nos es lícito apostar todo lo que nos pertenece). Pero así
su fuena. Hemos partido de que la inC'ertidumbre propia de todo no se podría vivir, pues, habida cuenta del inevitable erurcbza~tien-
pronós~co a largo plazo -incertidumbre que, en d equilibrio de sus 10 de las acciones humanas y de todas las cosas, no cabe impedir que
alteOllltlv;is, parece paralizar la aplicación de los principios a la esfe- mi acción afecte al destino de otros, de modo que poner en juego lo
ra de los hechos- ha de tomarse a su ve1. como un hecho par:, cuyo mío_implica siempre poner en juego algo que pertenece a utro y so-
co~.t o tratamiento la ética tiene que poseer un principio que no sea bre lo que propiamente yo no tengo ningún.derecho. En toda acción
.ra maerto. _Lo que hasta ahora hemos ex.aminado ha sido yo el pre- (y también la omisión quietista lo es) hay que asumir este elerncnto
cepto práctico en el que se ex.presa el principio, esto es: que en asun• de culpa; y no sólo la culpa que nos es dc.sconocid:t, a cuya inevlta-
tos de cierta magnitud-de pocencial apocalíptico- hay que dar más bili.chd generalmente hemos de someternos, sino también la culpa
peso a los pron_ósáco.s cocastrofist:JS que a los optimistaS. Lo premi- conocido y previsible. «Quian accúa -decía Goethe- no tiene con-

sente r
sa de tales cons,der~c,oncs era ~ue cenemos que vérnoslas, en el pre•
en lo .sucesivo, con accione$ precisa.mente de esa magnitudJ
lo cua representa uru, novl'<iad en los a.su neos humanos. Este 110'1/mn
ciencia.• Con ello quería. significar, segununcntc, la disposición a
esce volverse culpable. Hasta qué punto puede uno elevada concien·
da Ecica pemútir tal falta de conciencia-esto es, .hasta dónde nos es
re~as• e_l punto de vist:1 tacito de todo ética ontcrio11 dado que a cual- !Jeito llcgor en la violación consciente o aun sólo en la pucst:1 en pe-
quier calmilo • largo plazo le resulta imposible tener en cuenca en ligro (en cuanto •puesta en juego•) de los intereses ajenos en nues-
cada caso solamente lo próximo y dej,r que el futuro remoto se cui- tros proyectos-, eso es algo que. ha de descubrirlo en cada caso l_a
de de sí mismo. Esto rige también en la esfera de la acción privada, casuística de la responsabilidad y que ea general no puede de1ccm1•
donde las pcrspecdvas remotas, tamo las seductoras como las ame- nars.e a partir de la doctrina de los principios. A apostar tanto lo aje•
n~tcs, no son más que, f~masías ociosas sin influencia alguna no como lo propio sólo se le puéde reprochar, en principio, arro-
practJca o _moral en las decmoncs sobre lo próximo. El ignorarlas, gancia y ligereza; esto significa que a la falto de conciencia no le
esto es, el •¡;nora~ la esperanza y el ,icmor, es el único precepto ade- es .lío:iro ser irreflexiva; y arrogante sería, por ejemplo, el apostar en
cuado a la mcerndunihrc, y no cav,l:ir sobre lo desconocido es un• razón de mecas fútiles lo importante. Incluso en este caso, a nadie
condición previ.1 de la virtud eficaz. Pero en la nueva dimensión de se le puede discutir el derecho a actuar con ligereza con el propio
la acción no se trata ya de fantasías ociosas; la proyección hacia la le- bien e incluso co.n su vida; lo m:ís que puede decirse es que ese de-
janÍlt forma parte de su escnci• y de su deber, y por eso un nuevo pre- recho esúJlmitado por un deber opuesco, pero no que este deber lo
cepto tiene que hacer frente 11 s;1 inacrcldumbre. suprima. Sólo el hecho de que el otr0 se hlllle incluido en.mi. ••pues-
El contenido de ese precepto lo conocemos; tenemos experiencia ta• hace de la ligereza algo lnaceptable.
78 EL PJUNcrpro DE RESPONSABl1.[1)AI) CUESTIONES METOOOLÓCICAS 79

2.¿Me es lícito apostar en el juego circunstancias la apuesta total de imerese.s ajenos en interés de
la totalidad de los intereses de otros? elle>•- excluye de su aprobación los grandes riesgos de la tecnolo•
¡pa. l!Jtos quedan excluidos porque no son emprendidos con el fin
Pero en lo que se refiere a apostar lo ajeno en el juego de la incerti- de s:¡ilvar lo existente o eliminar lo intolerable, sino con vistas a lo
dumbre -respe!3ndo la citada condición-, podría ser un comple- cc>ntinua mejora de lo ya ;ikanzado, esto es, pru:a. el progr~~º• el
mento de la primera respuesta (t. cual no es oceptAblc sin previo cual, en el mis :tmbicioso de los c:asos, apunta a la IOStaUracion ~e
análisis) el decir que a la apucst2 no le es lícito incluir la totalidad de un parniso en la Tierra. El progreso y sus obras se hallan .más baio
l~s intereses de los otros que quedan implicados, y sobre todo no su el 11 gno de la arrogancia que de la necesidad, y la renuncio al de~a-
vuia. Y de heclio esca iücitud rige incondicionalmente cuando lo rroUo de sus posibilid.odcs otañe a lo que excede de lo nccesono,
perseguido es mi interés egoísta, dada la desproporción existente en- mientras que su realización puede afectar a lo incondicional mismo.
tre lo perseguido - algo parcial-y la total!dad de los intereses arries- AJí pues, allí donde no se trata de la salvoguarda de lo que y:a po-
gados; y rige también cuando no se tnlta sólo de mi provecho, sino 1tcmos, vuelve a estar en vigor la cesis de que a mi acción no le es
de m! vida. Pero ¿también rige cuando lo que se persigue son metas lícito poner en juego todo el inceres de los otros que son afectados
a.ltru,stas y, en especial. aquellas que von en interés mismo de los (y que en este aso son los hombres futuros).
afcctadQS por cl riesgo? Nadie discucirá al &oberorune el derecho a
·p oner en juego la existencia de la nación en el futuro cuando lo que
realmente esté en juego sea de extrema gravedad.Así tienen lugar las 4- 1A humanidad no tiene derecho
1crribles, pero moralmente defendibles, decisiones sobre la guel't'11 y al suicidio
la paz, en las que en aras del futuro se apuesta el futuro mismo. No
obstante hay que añadir que no es licito que esto ocum bajo lo se• A esto pone un sello definitivo el hecho de que •la tot2lldacl• de los
ducción de un futuro magnifico, sino sólo bajo la aroena2a de un fu- intereses implicados en el riesgo de la apuesta tiene en el ptogre-
turo terrible; no para ganor un bien su remo -lo que quizás fuera to tecnológico· un sentido incomparablcmcme más abarcador que
1
sólo arrogancia-, sino solamente con e fin de evitar un mal supre- iodo lo demás que se pnne en juego en las decisiones humru,as. 1n-
":'º· Esta últim_a consideración es siempre prioritaria y sólo la nea-- cluso cuando el caudillo politleo arricsg;, en la hora &.tídiea la e1Cis-
s1dad puede disculparla, pues se puede vivir sin el bic:n $Upren10, cencia de su tribu, de su c.iudad o de su nación, incluso en ese caso
pero no con el mal supremo. Nunca existe una buena razón para sabe, sin embargo, que tras la eventual catástrofe continuará ha-
la disyuntiva de ganarlo todo o perd.erln todo; pero puede estar biendo una humanidad y un mundo vivo aquí en L, Ücrra. Sólo en
moralmente justifio:tdo e incluso prescrito el inten"1r salvar aquello el marco de esr., premisa trascendente es moralmente defendible un
que es irrenunci:iblc, con el peligro de perderlo todo en el inccruo. gran riesgo concreto en cienos casos extremos. Pero ni siquiera con
Así pues, hecha esta salvedad, no es iru:ondicionalmcntc válida la te· visas a la salvación de su nación le es líclto al gobcrnonte empicar
sis de que en la npuesta de la acción nunca es licito incluir la totali- ningún medio que pueda aniquilar a la humanidad. Y ahora se tra•
dad de los intereses de h,s otros implicados. ca, entre las obras posibles de la tttnologia, de muchas que acumu-
la~ivamentc adquieren ese alcance y esa hondura globales, ahora se
traca de ese poder poner en peligro todo la exisutncia o toda la esen-
J. El meliorismo no jitstifica la apuesta total cia del hombre en el futuro. En su fat•I decisión, el gobernante
puede suponer ideilinente la confoanidad de aquellos por !os cua-
Mas esta reserva -1• de que sólo l;1 evimci6n del máximo mal, y no les dec.ide, como aclminisrrador suyo que es. De la humamdacl fu-
t. consC<lUción del máximo bien, puede justificar en determinadas tura, en cambio, no se puede recibir ni suponer ninguna conformi-
78 EL PJUNcrpro DE RESPONSABl1.[1)AI) CUESTIONES METOOOLÓCICAS 79

2.¿Me es lícito apostar en el juego circunstancias la apuesta total de imerese.s ajenos en interés de
la totalidad de los intereses de otros? elle>•- excluye de su aprobación los grandes riesgos de la tecnolo•
¡pa. l!Jtos quedan excluidos porque no son emprendidos con el fin
Pero en lo que se refiere a apostar lo ajeno en el juego de la incerti- de s:¡ilvar lo existente o eliminar lo intolerable, sino con vistas a lo
dumbre -respe!3ndo la citada condición-, podría ser un comple- cc>ntinua mejora de lo ya ;ikanzado, esto es, pru:a. el progr~~º• el
mento de la primera respuesta (t. cual no es oceptAblc sin previo cual, en el mis :tmbicioso de los c:asos, apunta a la IOStaUracion ~e
análisis) el decir que a la apucst2 no le es lícito incluir la totalidad de un parniso en la Tierra. El progreso y sus obras se hallan .más baio
l~s intereses de los otros que quedan implicados, y sobre todo no su el 11 gno de la arrogancia que de la necesidad, y la renuncio al de~a-
vuia. Y de heclio esca iücitud rige incondicionalmente cuando lo rroUo de sus posibilid.odcs otañe a lo que excede de lo nccesono,
perseguido es mi interés egoísta, dada la desproporción existente en- mientras que su realización puede afectar a lo incondicional mismo.
tre lo perseguido - algo parcial-y la total!dad de los intereses arries- AJí pues, allí donde no se trata de la salvoguarda de lo que y:a po-
gados; y rige también cuando no se tnlta sólo de mi provecho, sino 1tcmos, vuelve a estar en vigor la cesis de que a mi acción no le es
de m! vida. Pero ¿también rige cuando lo que se persigue son metas lícito poner en juego todo el inceres de los otros que son afectados
a.ltru,stas y, en especial. aquellas que von en interés mismo de los (y que en este aso son los hombres futuros).
afcctadQS por cl riesgo? Nadie discucirá al &oberorune el derecho a
·p oner en juego la existencia de la nación en el futuro cuando lo que
realmente esté en juego sea de extrema gravedad.Así tienen lugar las 4- 1A humanidad no tiene derecho
1crribles, pero moralmente defendibles, decisiones sobre la guel't'11 y al suicidio
la paz, en las que en aras del futuro se apuesta el futuro mismo. No
obstante hay que añadir que no es licito que esto ocum bajo lo se• A esto pone un sello definitivo el hecho de que •la tot2lldacl• de los
ducción de un futuro magnifico, sino sólo bajo la aroena2a de un fu- intereses implicados en el riesgo de la apuesta tiene en el ptogre-
turo terrible; no para ganor un bien su remo -lo que quizás fuera to tecnológico· un sentido incomparablcmcme más abarcador que
1
sólo arrogancia-, sino solamente con e fin de evitar un mal supre- iodo lo demás que se pnne en juego en las decisiones humru,as. 1n-
":'º· Esta últim_a consideración es siempre prioritaria y sólo la nea-- cluso cuando el caudillo politleo arricsg;, en la hora &.tídiea la e1Cis-
s1dad puede disculparla, pues se puede vivir sin el bic:n $Upren10, cencia de su tribu, de su c.iudad o de su nación, incluso en ese caso
pero no con el mal supremo. Nunca existe una buena razón para sabe, sin embargo, que tras la eventual catástrofe continuará ha-
la disyuntiva de ganarlo todo o perd.erln todo; pero puede estar biendo una humanidad y un mundo vivo aquí en L, Ücrra. Sólo en
moralmente justifio:tdo e incluso prescrito el inten"1r salvar aquello el marco de esr., premisa trascendente es moralmente defendible un
que es irrenunci:iblc, con el peligro de perderlo todo en el inccruo. gran riesgo concreto en cienos casos extremos. Pero ni siquiera con
Así pues, hecha esta salvedad, no es iru:ondicionalmcntc válida la te· visas a la salvación de su nación le es líclto al gobcrnonte empicar
sis de que en la npuesta de la acción nunca es licito incluir la totali- ningún medio que pueda aniquilar a la humanidad. Y ahora se tra•
dad de los intereses de h,s otros implicados. ca, entre las obras posibles de la tttnologia, de muchas que acumu-
la~ivamentc adquieren ese alcance y esa hondura globales, ahora se
traca de ese poder poner en peligro todo la exisutncia o toda la esen-
J. El meliorismo no jitstifica la apuesta total cia del hombre en el futuro. En su fat•I decisión, el gobernante
puede suponer ideilinente la confoanidad de aquellos por !os cua-
Mas esta reserva -1• de que sólo l;1 evimci6n del máximo mal, y no les dec.ide, como aclminisrrador suyo que es. De la humamdacl fu-
t. consC<lUción del máximo bien, puede justificar en determinadas tura, en cambio, no se puede recibir ni suponer ninguna conformi-
80 EL PR!NCTPIO DE ll.ESPONSI\BILlOAD CUl!STTONES METOUOL Ó GlCI\S 81

dad sobre su no ser o su deshum11niznción¡ y si se quisiera suponer jeta -la vida eterna- , ¡,oco se b.tbría perdido al perder lo tempo-
-suposición casi lunática- esa conformidad, habría que rechazarLi, ral, mientras que cm caso contrario se hnbrfa ganado alg~ infinito;
pues (como tod"ví• hnbr,í que mostrar) hay un deber inco11di.cio11al en cambio, con la elce<:i6n de I• vida tempontl, en el me¡or de los
de la_humanidad p:u-a con la existencia, deber que no es licito eon- GUOS (si no hubiera vida cierna), se habría ganndo algo pequeño,
íundir con el deber condicional de cada individuo a Li cxinencia. micncras que en cl caso contrario se h..brfa perdido algo in1inito. A
Cabe babfar del derecho individual al suicidio; del d erecho de la e,te cálculo del azar, que incluye fa '"pértlid• total•, se le puede
humanidad al suicidio, no. objellll\ entre ol'ras cosa.,. que, con relación a la nada que se acepta
entre los riesgos, cualquier algo - 1.unbiéo la fugaz existencia tempo-
iul-posee una magnitud infinita, y que por tanto lascgund, opcíón
J. No es /frito apostar la existencia (la apue$ta por la posible eternidad, sacrifitffldo la temporolidad
de «el hombre» dad11.) implica la posibilidad de una pérdida infinita. A favor de tal
Qpción tiene que hablar algo mis que la mera posibilidad; tiene que
Por fi~ hemos hallado con esto un principio que prohíbe ciertos h..blatr la creencia de que nos espera 12 ctcmid2d. Y en ese caso la op•
•expcnmcnios• de los que es capaz la tecnología; su expresión ción por eUa no constituye ya apuesta algurui. Sin e~bargo, la abso-
práctic. es, precisamente, el precepto antes discutido de otorgar la luta incertidumbre oo puede contnipesar las rclauvas certez:li d,
úlúr= palabra en la decisión a los pronósticos camstrofistas y no a lo existente. Esta objeción no afecta a 1111em-o principio ético de la
los. pronósticos favora bles. El axioma ~tico del que este precepto ,puesta, pues éste prolu'be precisomcntc arriesgar la nada, esto es,
recibe su validez dice así: Nunca e., licito apostar, en la,, apuestas de permitís su posibilidad en lo elegido; dicho con brevedad, pro~llie
la acción, la existencia o la esencia del hombre en su totalidad. De terminantemente el •todo o nad:i• en los asuntos crdos que se ve Ull-
ahí •e sigue sin más que las meras posibilidades del orden descrito plicada la humanidad. Tampoco contrapone lo mimaginable a lo
han de ser viJ¡tas como riesgos in•ceptablcs que ninguna posibilidad imaginable, sino lo cornlmente inaoept:able a lo más o menos ncepra•
opucsra hace miis aceptables. Respecto a la vida de la humanidad es ble dentro de lo finito mismo. Pero sobre iodo obliga, y no presen-
obligado-lo que no tiene por qué ser así en la vida de los pacien• ta un cálculo de ventojas al interés; y obliga en razón de un deber pri-
tes individuales- preferir paliativos deficientes • una promecedor.1 nuuio de optar por el ser frente a la ruida.
cur:1 radical que comportara el ciesgo de la muerte del paciente. E:ste principio para el tratamiento de la incertidumbre no tiene
Nos encontramos aqui, port:mto, con una invcr,ióndcl cattesia.. en sí nada de incierto, sino que nos vincula incondicionalmente,
no principio de la du<Lt. Según Descartes, para comprobar lo indi.~- C$tO es, nos vincula no conio mero consejo de la prudencia moral,
cutiblememe cic~~ debemos equiparar todo Jo que despierte algu- sino, como manda.to ineludible, en tanto aceptamos la responsabili-
no duda a lo manrl1estamcntc falso. Aquí, por d contrario a efectos dad por aq_ucllo que será. Bajo ntl responsabilidad la c:1u1ela -que
de la decisión, debemos tratar lo dudoso, pero posible -cu~do es de en otros casos es asum,l de la contingencia que la acompaña- se
un determinado tipo- , como si fue ra cierto. Es tamhi~ una moda- convierte en el núcleo de la acdón moral. En todas las discusiones
Hdad de la •puesta pascaliana, aunque sin su carácter eudemonis- anterio.r es se ha supuesto clciwnente que somos responsables, poro
ta•cgoísta y, en últ.imo término, no ético. Según.Pascal, en la apuostll no 5e ha probado en ningún lugar. El principio de la responsabili-
e~~rc los breves~ además discutibles phtccres de esta vida y la posi- dad en gentral-punto de partida de la étic:t- no ha sido todavfa ex-
b,l,dad de fa beatitud o b condena eternas en el más all:i, el puro cál- puesto. A esta tarea, .P"ra In que antiguamente se habri_a solicitado
culo ordena optar precisamente por la segunda posibilidad, pues de la asiscencÍJI de los ciclos, de la cual tiene muclu necesidad -tanto
I• comparación de las oportunidades de ganancia y pérdid• en los más cuanto que .hoy de nada pllede servirle volver fa vista hncia
do, casosTesulta que en la segunda opción, aunque no exista su ob- ellos- , t1 es~ taRa vamos a dedicarnos ahora.
80 EL PR!NCTPIO DE ll.ESPONSI\BILlOAD CUl!STTONES METOUOL Ó GlCI\S 81

dad sobre su no ser o su deshum11niznción¡ y si se quisiera suponer jeta -la vida eterna- , ¡,oco se b.tbría perdido al perder lo tempo-
-suposición casi lunática- esa conformidad, habría que rechazarLi, ral, mientras que cm caso contrario se hnbrfa ganado alg~ infinito;
pues (como tod"ví• hnbr,í que mostrar) hay un deber inco11di.cio11al en cambio, con la elce<:i6n de I• vida tempontl, en el me¡or de los
de la_humanidad p:u-a con la existencia, deber que no es licito eon- GUOS (si no hubiera vida cierna), se habría ganndo algo pequeño,
íundir con el deber condicional de cada individuo a Li cxinencia. micncras que en cl caso contrario se h..brfa perdido algo in1inito. A
Cabe babfar del derecho individual al suicidio; del d erecho de la e,te cálculo del azar, que incluye fa '"pértlid• total•, se le puede
humanidad al suicidio, no. objellll\ entre ol'ras cosa.,. que, con relación a la nada que se acepta
entre los riesgos, cualquier algo - 1.unbiéo la fugaz existencia tempo-
iul-posee una magnitud infinita, y que por tanto lascgund, opcíón
J. No es /frito apostar la existencia (la apue$ta por la posible eternidad, sacrifitffldo la temporolidad
de «el hombre» dad11.) implica la posibilidad de una pérdida infinita. A favor de tal
Qpción tiene que hablar algo mis que la mera posibilidad; tiene que
Por fi~ hemos hallado con esto un principio que prohíbe ciertos h..blatr la creencia de que nos espera 12 ctcmid2d. Y en ese caso la op•
•expcnmcnios• de los que es capaz la tecnología; su expresión ción por eUa no constituye ya apuesta algurui. Sin e~bargo, la abso-
práctic. es, precisamente, el precepto antes discutido de otorgar la luta incertidumbre oo puede contnipesar las rclauvas certez:li d,
úlúr= palabra en la decisión a los pronósticos camstrofistas y no a lo existente. Esta objeción no afecta a 1111em-o principio ético de la
los. pronósticos favora bles. El axioma ~tico del que este precepto ,puesta, pues éste prolu'be precisomcntc arriesgar la nada, esto es,
recibe su validez dice así: Nunca e., licito apostar, en la,, apuestas de permitís su posibilidad en lo elegido; dicho con brevedad, pro~llie
la acción, la existencia o la esencia del hombre en su totalidad. De terminantemente el •todo o nad:i• en los asuntos crdos que se ve Ull-
ahí •e sigue sin más que las meras posibilidades del orden descrito plicada la humanidad. Tampoco contrapone lo mimaginable a lo
han de ser viJ¡tas como riesgos in•ceptablcs que ninguna posibilidad imaginable, sino lo cornlmente inaoept:able a lo más o menos ncepra•
opucsra hace miis aceptables. Respecto a la vida de la humanidad es ble dentro de lo finito mismo. Pero sobre iodo obliga, y no presen-
obligado-lo que no tiene por qué ser así en la vida de los pacien• ta un cálculo de ventojas al interés; y obliga en razón de un deber pri-
tes individuales- preferir paliativos deficientes • una promecedor.1 nuuio de optar por el ser frente a la ruida.
cur:1 radical que comportara el ciesgo de la muerte del paciente. E:ste principio para el tratamiento de la incertidumbre no tiene
Nos encontramos aqui, port:mto, con una invcr,ióndcl cattesia.. en sí nada de incierto, sino que nos vincula incondicionalmente,
no principio de la du<Lt. Según Descartes, para comprobar lo indi.~- C$tO es, nos vincula no conio mero consejo de la prudencia moral,
cutiblememe cic~~ debemos equiparar todo Jo que despierte algu- sino, como manda.to ineludible, en tanto aceptamos la responsabili-
no duda a lo manrl1estamcntc falso. Aquí, por d contrario a efectos dad por aq_ucllo que será. Bajo ntl responsabilidad la c:1u1ela -que
de la decisión, debemos tratar lo dudoso, pero posible -cu~do es de en otros casos es asum,l de la contingencia que la acompaña- se
un determinado tipo- , como si fue ra cierto. Es tamhi~ una moda- convierte en el núcleo de la acdón moral. En todas las discusiones
Hdad de la •puesta pascaliana, aunque sin su carácter eudemonis- anterio.r es se ha supuesto clciwnente que somos responsables, poro
ta•cgoísta y, en últ.imo término, no ético. Según.Pascal, en la apuostll no 5e ha probado en ningún lugar. El principio de la responsabili-
e~~rc los breves~ además discutibles phtccres de esta vida y la posi- dad en gentral-punto de partida de la étic:t- no ha sido todavfa ex-
b,l,dad de fa beatitud o b condena eternas en el más all:i, el puro cál- puesto. A esta tarea, .P"ra In que antiguamente se habri_a solicitado
culo ordena optar precisamente por la segunda posibilidad, pues de la asiscencÍJI de los ciclos, de la cual tiene muclu necesidad -tanto
I• comparación de las oportunidades de ganancia y pérdid• en los más cuanto que .hoy de nada pllede servirle volver fa vista hncia
do, casosTesulta que en la segunda opción, aunque no exista su ob- ellos- , t1 es~ taRa vamos a dedicarnos ahora.
CUESTIONf.S Mr.TODOlÓG!CAS 8}

2. El deber para con los descendientes


En b moral ll'adicional encontramos u11 caso (que conmueve pro·
fundamente -al esp~ct:tdor) de una responsabilidad y un deber ele-
mentales 110 reáproros, que se reconocen y pracrico.n cspontfoca-
monte: la responsabilidad y el deber para con los hijo, que hemos
tngerulrado y que pcrccerfan sin los cuidados qu<' • continuación
IV. El deber para con el futuro pteeiS3n. Ciertamente c:abe esperar de los hijos una compensación en
la,llJllcianidad por el amor y las fatigas dedicados a eUos, pero Esta.no
es, sin dudo, la condición de éstos y mucho menos la condición de la
responsabilidad que para con esa~ cosas se reconoce y que es, antes
bien, incondicional. Es éste el único comportamiento totalmente 11!-
truista procurndo por la ,zai11raleza; de hecho el origen de la idea de
1. La no reciprocidad en la ética re,;p<msabilidad no es l• relación entre adultos autónomos (la cual es
orientada al f,,turo origen de la idea de los derechos y deberes recíprocos), sino esta re-
lación - consustancial al hecho biológico de la proareación- con la
En p~m~r !ugar es preciso decir que lo que b<Unos de exigir a nues- pro/~ necesitada de protección, Y este siempre apremiante cllmpo de
tro pnnc1p10 no puede semos proporcionado por In idea tradicio- acción es el lugar mas originario de su ejercicio. Sin este hecho y sin
nal de derechos y deberes; esta idea se funda, en efecto, en la red• la relación entre la.< gcnenicioncs vinculada • el no podría entender•
procidod. Según és12 mi deber es lo contrafigura de un derecho se ni el origen del cuidado p,ovidentc ni el ocigcn de la solicitud al-
ajeno, contemplado por su pone como imngcn del mio, de modo croista entre seres nicionalcs, por muy sociales que sean. (Más tarde
t:11 que, ~na va. fíjados cienos derechos del otro, quedo al mismo aprovecharemos esta observación, a la cual, que yo sepa, la íilosoffa
1.1Cmpo fi¡ado m1 deber de respetarlos y (con el oiindido de una idea moral .oo ha prestado la suficiente atención.) Este es el arquetipo de
~• _respons~bilidad P?SiLiva) de fomentarlos en la medida de lo po- toda acción responsuble, orquetipo que, felizmente, no precisa nin-
sible. Esta idea no sirve a nuestro fin, pues sólo r.icne exigencias guna deducción a patili de un principio, sino que se hall• poderosa-
aquello que plamca exigencias, es decir; lo que ya es. Toda vida mente implantado por la naturaleza en nosotros (o, al menos, en la
pl0111c,i la exigencia de vida, y quizás sea éste un derecho que hay parte de la humonidad que da a luz).
que respetar. Lo no existente no ¡,lancea exigenciu y, por ende, Mas si, como exige la teoría ética, reflexionamos sobre el princi-
llltllpoco sus derechos pueden ser vuln.erados. Podri tener derechos pio ético ahJ vigente (que habría quizás que recordar de vez en
si alguna vez es, pero no los Licne por la posibilidad de que alguna cuando a los varones), veremos que d deber pat2 con los hijos y el
vez vaya • ser. ~te ~odo, no r.ien_c derecho a ser has12 que no sea deber para coa las generaciones fururas no eS el mismo. El deber de
de hecho. La exigencia de ser conuenza con el ser. Pero la ética que cuidar :ti nlño exis1enre y engendrado por nosotros se puede fun-
nosocros buscamos tiene que ver preci.samenLe con lo que todavía damentar -trunbién sin contar con el sentimienco- en nuestra res•
no es, y s11 princip!o ~e responsabilidad habr.í de ser indcpendien- pon:sabilidad fáctica de que somo• los a1<1ore1 de su existtocia y,
Le tanto de cualquier ,dca de un derecho como de la idea de reci- luego, en el derecho ni que esa existencia $e hace acreedora; es de-
procidad, de tal modo que en su marco no puede nunca formular• c-ir, 5e puede fundamenmr a pesar de la ausencia de reciprocidad a
se la jocosa pregunta inventada al respecto: •¿ Ha hecho el futuro la que alude el principio cl:lsico de det<-chos y deberes, los cuales
alguna vez algo por mi?, ¿acaso rcspe12 él mis derechos?•. son aquí unila1crales. Distin10 del deber derivado de ht procrea-
CUESTIONf.S Mr.TODOlÓG!CAS 8}

2. El deber para con los descendientes


En b moral ll'adicional encontramos u11 caso (que conmueve pro·
fundamente -al esp~ct:tdor) de una responsabilidad y un deber ele-
mentales 110 reáproros, que se reconocen y pracrico.n cspontfoca-
monte: la responsabilidad y el deber para con los hijo, que hemos
tngerulrado y que pcrccerfan sin los cuidados qu<' • continuación
IV. El deber para con el futuro pteeiS3n. Ciertamente c:abe esperar de los hijos una compensación en
la,llJllcianidad por el amor y las fatigas dedicados a eUos, pero Esta.no
es, sin dudo, la condición de éstos y mucho menos la condición de la
responsabilidad que para con esa~ cosas se reconoce y que es, antes
bien, incondicional. Es éste el único comportamiento totalmente 11!-
truista procurndo por la ,zai11raleza; de hecho el origen de la idea de
1. La no reciprocidad en la ética re,;p<msabilidad no es l• relación entre adultos autónomos (la cual es
orientada al f,,turo origen de la idea de los derechos y deberes recíprocos), sino esta re-
lación - consustancial al hecho biológico de la proareación- con la
En p~m~r !ugar es preciso decir que lo que b<Unos de exigir a nues- pro/~ necesitada de protección, Y este siempre apremiante cllmpo de
tro pnnc1p10 no puede semos proporcionado por In idea tradicio- acción es el lugar mas originario de su ejercicio. Sin este hecho y sin
nal de derechos y deberes; esta idea se funda, en efecto, en la red• la relación entre la.< gcnenicioncs vinculada • el no podría entender•
procidod. Según és12 mi deber es lo contrafigura de un derecho se ni el origen del cuidado p,ovidentc ni el ocigcn de la solicitud al-
ajeno, contemplado por su pone como imngcn del mio, de modo croista entre seres nicionalcs, por muy sociales que sean. (Más tarde
t:11 que, ~na va. fíjados cienos derechos del otro, quedo al mismo aprovecharemos esta observación, a la cual, que yo sepa, la íilosoffa
1.1Cmpo fi¡ado m1 deber de respetarlos y (con el oiindido de una idea moral .oo ha prestado la suficiente atención.) Este es el arquetipo de
~• _respons~bilidad P?SiLiva) de fomentarlos en la medida de lo po- toda acción responsuble, orquetipo que, felizmente, no precisa nin-
sible. Esta idea no sirve a nuestro fin, pues sólo r.icne exigencias guna deducción a patili de un principio, sino que se hall• poderosa-
aquello que plamca exigencias, es decir; lo que ya es. Toda vida mente implantado por la naturaleza en nosotros (o, al menos, en la
pl0111c,i la exigencia de vida, y quizás sea éste un derecho que hay parte de la humonidad que da a luz).
que respetar. Lo no existente no ¡,lancea exigenciu y, por ende, Mas si, como exige la teoría ética, reflexionamos sobre el princi-
llltllpoco sus derechos pueden ser vuln.erados. Podri tener derechos pio ético ahJ vigente (que habría quizás que recordar de vez en
si alguna vez es, pero no los Licne por la posibilidad de que alguna cuando a los varones), veremos que d deber pat2 con los hijos y el
vez vaya • ser. ~te ~odo, no r.ien_c derecho a ser has12 que no sea deber para coa las generaciones fururas no eS el mismo. El deber de
de hecho. La exigencia de ser conuenza con el ser. Pero la ética que cuidar :ti nlño exis1enre y engendrado por nosotros se puede fun-
nosocros buscamos tiene que ver preci.samenLe con lo que todavía damentar -trunbién sin contar con el sentimienco- en nuestra res•
no es, y s11 princip!o ~e responsabilidad habr.í de ser indcpendien- pon:sabilidad fáctica de que somo• los a1<1ore1 de su existtocia y,
Le tanto de cualquier ,dca de un derecho como de la idea de reci- luego, en el derecho ni que esa existencia $e hace acreedora; es de-
procidad, de tal modo que en su marco no puede nunca formular• c-ir, 5e puede fundamenmr a pesar de la ausencia de reciprocidad a
se la jocosa pregunta inventada al respecto: •¿ Ha hecho el futuro la que alude el principio cl:lsico de det<-chos y deberes, los cuales
alguna vez algo por mi?, ¿acaso rcspe12 él mis derechos?•. son aquí unila1crales. Distin10 del deber derivado de ht procrea-
84 EL PRINCIPIO DE RESPONSABTUDAD CUESTIONES METODOLÓCICAS 8S

ción, al que acompaña el derecho • la cxisteacia, ,erla el deber de 1implemente dar por l1ccha es• continui(fod de la especie y pasru- a
procrear niños, de traerlos al mundo. .Este deber, si acaso cxisce, es la consideración del segundo deber, más rico en conccrudo, de po-
mucho mú difícil de fundamentar, y, en cualquier caso, no es fun- 1ibilkru: la esencia humana de la humanidad furura. Este deber tie-
dameatable • p,,nir del mismo principio; y un dtll'echo ele los no ne la veru:aja de poder ser derivado más fácllmeme de principios
nacidos a nacor (o, más exactomente, de .los no engendrados a ser ~cos conocidos y su observación oyuda a asegurar la existencia de
engendrados) es absolutamente infundamentable. Aquí se tnurfa, la hu,rmuiicbd presupuesta po.r él
pues, de un deber que no es rdlejo de un derecho ajeno, a no ,er el Amhrui cosas son corrccw. Al menos cabe decir que 1.os peligros
derecho del Dios creador respecto de sus criaturas, a las que, al que amenazan la futura esencia humana son, en general, los mis-
otorgarles la cxisteacia, confía la continuación de su obr.a. mos que, en m.,yor medida, aotl!Dll;tn la exÍ.Stt!n<!i•; y I• evita-
ción ,de los primeros implica por eso a fortiori la evitación de los
!J. El deber para con la existend,i y ,egundos. En lo que se refiere • la deducción ética a parcir de la
idea de derechos y deberes, podrío rezar más o menos así: Puesto
para con la esencia de una descendencia que los hombres .futuros estarán ahí en cualquier c:aso, otorg,t • su
en genera./ no solicitada existencia, s i es que se ha llegado a eso, el derecho a
acusa.rnos a los hombres anteriores de ser los autores de su desdi-
Un 1eher de esa clase es también la respoiuabilidaJ para con la hu- cha, si hubiéramos echado a perder el mundo o la n•rur.aleY.a hu-
marudad futura, deber que en primer lugar dice guc tenemos un de- mana mediante un obrar &ivolo y evitable. Mientras que de su cxis-
ber para con la <'XlJtencia de esa humanidad Íttrura -independi,mtc tcncia sólo pueden hacer responsables a quienes directamente los
incluso de si una parte de ella es desccndcncja nuestra- y, en se• h¡,n engendrado (e incluso alúsolruneate tienen derecho • quejarse
gundo lugar, un deber para con ru esmcin. El primer deber incluye ~¡ el derecho de los hombres a la prole se pone en cucsti6n por al-
en sí el deber de la procreación (sl bien esrc deber no es necesaria- gun• razón concreta), de las condidon,s de su existencia pueden
mente deber de cada individuo) y, al igual que ésra, tal deber no es hacer responsables a sus lejanos amepasodos o, en general, a los au•
fácilmente deducible mediante J. extensión del deber del procrea• tores de esas condiciones. Existe, pues, para nosottos los hombres
dor para con la existencia por él causada. De existir tal deber, como de hoy, en razón del derecho de la existencia -cier.camente todavía
queremos suponer, no ha sido hasta ahora fundamenudo. oo presente, poro que cabe ancicipar- de hombres posteriores, un
dcb..,,. de autores, que responde a ese derecho, deber del cual somos
responsables frente á ellos con aquellos de nuestros actos que al-
a) ¿Precisa fundamentación el deber para con la descendencia? canzan la dimensión de tales efecto,.

C:ibria decir gue podemo, dejar en paz I• cucsrión de si ese deber


existe y, con ello, la espinosa lltrea de su fundamenución, pues no b) Prioridad del deber para con la existencia
hemos de temer por la permanencia del instinto procreador¡ y las
eventuales causas enemas de aniquilamiento (la contaminación le- Por adecuado y quizás también suficiente en la pr.íctica que esto
tal del _medio ambienu:, por ejemplo), si se dierau, sólo podrian sea, no basta, sin cmb.u:go, • fa teoría ética. En primer lugar, el pe-
producirse por u11,1 muy improbable combin•ción Je muy impro- simista conciem.udo podóa, ante pronósticos lo bastante negros,
bables y colosales torpezas, que, con el debido respeto al grado de calificar de irresponsables a aquellos que •a pesar de todo• siguen
estupidez o irresponsabilidad humanos, no hemos de considerar, ejerciendo el oficio de procreadores )' rechozar, por su parte, la rc:s-
s in embargo, como una posibillclad seria. Así pues, deberíamos pons:ahilidad para con los frutos de una irrcsponsabiliclad de I;, qur
84 EL PRINCIPIO DE RESPONSABTUDAD CUESTIONES METODOLÓCICAS 8S

ción, al que acompaña el derecho • la cxisteacia, ,erla el deber de 1implemente dar por l1ccha es• continui(fod de la especie y pasru- a
procrear niños, de traerlos al mundo. .Este deber, si acaso cxisce, es la consideración del segundo deber, más rico en conccrudo, de po-
mucho mú difícil de fundamentar, y, en cualquier caso, no es fun- 1ibilkru: la esencia humana de la humanidad furura. Este deber tie-
dameatable • p,,nir del mismo principio; y un dtll'echo ele los no ne la veru:aja de poder ser derivado más fácllmeme de principios
nacidos a nacor (o, más exactomente, de .los no engendrados a ser ~cos conocidos y su observación oyuda a asegurar la existencia de
engendrados) es absolutamente infundamentable. Aquí se tnurfa, la hu,rmuiicbd presupuesta po.r él
pues, de un deber que no es rdlejo de un derecho ajeno, a no ,er el Amhrui cosas son corrccw. Al menos cabe decir que 1.os peligros
derecho del Dios creador respecto de sus criaturas, a las que, al que amenazan la futura esencia humana son, en general, los mis-
otorgarles la cxisteacia, confía la continuación de su obr.a. mos que, en m.,yor medida, aotl!Dll;tn la exÍ.Stt!n<!i•; y I• evita-
ción ,de los primeros implica por eso a fortiori la evitación de los
!J. El deber para con la existend,i y ,egundos. En lo que se refiere • la deducción ética a parcir de la
idea de derechos y deberes, podrío rezar más o menos así: Puesto
para con la esencia de una descendencia que los hombres .futuros estarán ahí en cualquier c:aso, otorg,t • su
en genera./ no solicitada existencia, s i es que se ha llegado a eso, el derecho a
acusa.rnos a los hombres anteriores de ser los autores de su desdi-
Un 1eher de esa clase es también la respoiuabilidaJ para con la hu- cha, si hubiéramos echado a perder el mundo o la n•rur.aleY.a hu-
marudad futura, deber que en primer lugar dice guc tenemos un de- mana mediante un obrar &ivolo y evitable. Mientras que de su cxis-
ber para con la <'XlJtencia de esa humanidad Íttrura -independi,mtc tcncia sólo pueden hacer responsables a quienes directamente los
incluso de si una parte de ella es desccndcncja nuestra- y, en se• h¡,n engendrado (e incluso alúsolruneate tienen derecho • quejarse
gundo lugar, un deber para con ru esmcin. El primer deber incluye ~¡ el derecho de los hombres a la prole se pone en cucsti6n por al-
en sí el deber de la procreación (sl bien esrc deber no es necesaria- gun• razón concreta), de las condidon,s de su existencia pueden
mente deber de cada individuo) y, al igual que ésra, tal deber no es hacer responsables a sus lejanos amepasodos o, en general, a los au•
fácilmente deducible mediante J. extensión del deber del procrea• tores de esas condiciones. Existe, pues, para nosottos los hombres
dor para con la existencia por él causada. De existir tal deber, como de hoy, en razón del derecho de la existencia -cier.camente todavía
queremos suponer, no ha sido hasta ahora fundamenudo. oo presente, poro que cabe ancicipar- de hombres posteriores, un
dcb..,,. de autores, que responde a ese derecho, deber del cual somos
responsables frente á ellos con aquellos de nuestros actos que al-
a) ¿Precisa fundamentación el deber para con la descendencia? canzan la dimensión de tales efecto,.

C:ibria decir gue podemo, dejar en paz I• cucsrión de si ese deber


existe y, con ello, la espinosa lltrea de su fundamenución, pues no b) Prioridad del deber para con la existencia
hemos de temer por la permanencia del instinto procreador¡ y las
eventuales causas enemas de aniquilamiento (la contaminación le- Por adecuado y quizás también suficiente en la pr.íctica que esto
tal del _medio ambienu:, por ejemplo), si se dierau, sólo podrian sea, no basta, sin cmb.u:go, • fa teoría ética. En primer lugar, el pe-
producirse por u11,1 muy improbable combin•ción Je muy impro- simista conciem.udo podóa, ante pronósticos lo bastante negros,
bables y colosales torpezas, que, con el debido respeto al grado de calificar de irresponsables a aquellos que •a pesar de todo• siguen
estupidez o irresponsabilidad humanos, no hemos de considerar, ejerciendo el oficio de procreadores )' rechozar, por su parte, la rc:s-
s in embargo, como una posibillclad seria. Así pues, deberíamos pons:ahilidad para con los frutos de una irrcsponsabiliclad de I;, qur
86 l!L PRINCIPIO DE RESPONSABLLIDAD
CUESTIONES METODOLÓGICAS 87
no participa. Con otras palabras, desdc la perspectiva de que no
tiene por qué haber neces:u-iamentc hombres, ese pesimista puede compuión incluso; según ella, mediante la cxrnpolación ·de nues-
hacer depender la del.Scabllidad o el mandamiento de que hoya una tro, propios temores y deseos, penas y alegrías, reconocemos• esos
humanidad fotura de las previsibles condiciones de su existencia, en hombres, futuros, en una cspo'Gie de contemporaneidad ficticia, el
vez. de aceptar, • la inversa, que el mand,mionto incondiciorutl de derecho que esca ética reconoce tambié.n -. los contemporáneos y
nUJ ordena respetar, y el respeto anticip•do • ese derecho, dado
hacer posible tal cxlstcncia dicte las condiciones. (fü una extensión
del argumento que • menudo escuché • desesperadas puejas de que somos sus únicos causanres, seni responsabil_idad particular
emigrantes en los tiempos de Hitler.·que no era licito •traer hijos a nuesrn. Se trata •qui, por tanto, como }'11 hemos dicho, de un de-
un mundo como éste•.) ber que responpe a un derecho •existente» -esto es, ~micipado
como existente- de la orn parte: el derecho a una esencia humana
Pero, en segundo luga.r, m:is decisivo c. limitu la anticipada acu•
sación de nuestras futuras víctimas contra nosotros a su supuesca acepmble. Pero este deber esni condicionado al deber antes mcn-
queja sobre su destino, acusación que desapuecería si estuvieran de gionado de posibilitar Ja existenda de fururos sujetos de derechos,
acuerdo o incluso se encontraran muy satis/echos con éL Pero cal Jd>er qu,e no responde a ningún derecho, sino que, entre otros, nos
confo.nnidad y satisfacción es seguramente lo último que nos sería concede ante todo el derecho a Lraer • la cxistencio seres como
lícito desear • una hum,midad ÍULura, si su obtención hubiera e,ci- nosotros, sin haberles preguntado antes. El derecho individual se
gido la pérdida do la dignidad y vocación humaoas. Podr.ía ser que •igue a.qui del deber general y no • la inversa. Y mientras el ejer-
cido de ese derecho comporta deberes individuales -con cuyo
hubiéramos de acusarnos más bien de que no surgiera acusación al-
guna de su prne conrn nosotros; la ausencia do protesta constitui- principio ya <:5tam~s familiuizados-. pa~ con los_que_ h.tn sido
ría la mayor acus.1.ci6n, pero el demandante no sería el futuro dam- traídos a Ja ex1stenc1a, tales deberes -mclu1do su pnnc1p10- se su·
nificado, sino nosotros mismos. bordinm a aquel deber primario que nos capaoica unilatentlment•
¿Qué significa esto? no tanto para regalar su existencia -lo que se compa~ece m,al ~on
Significa que en último término lo que consuhamo, no son los el imponerla- a todos los que vendrán tras nosotros, smo mas bien
dt!Seo1 anticipados de los hombres posteriores - dtseos que pueden para otor¡;arlcs UM cxisu1ncia capaz. de llevu el p<so al que el
scrproducto nuestro-, sino su deber, deber queJ10 creamos noso• deber se refiere. Si también ellos desc.tn esta carga, eso es algo que
nunca preguntaríamos ni aunque nos fuera posible. Pero impo-
tros y que se baila por encima de olios y de nosotros. Imposibili-
tarles su deber es el auténtico crimen, tras el que sólo en segundo nérsela mpone que no prejuzgamos su copocidad pan llevarla. Es
lugar vieM cualquier frustración ~ sus deseos, por culpable que éste, pues el primer deber para con Ja esencia humana de nuestros
descendiC:,tes, que se deriva del deber de posibilitar su exisrcnci,.,
ésta sea. Esto quiere decir que hemos de velar no 1.1.nto por el de-
recho de los hombres futuros - por su derecho • lo felicidad, que, bajo el cual se halla t•mbién el resto de los deberes para con ellos:
en cualquier caso, debido a lo fluccuant• de.l concepto de fdicidad, por ejemplo, el de hacer posible su felicidad.
sería un llI'.iterio precario- cuanto por su deber, por su deber de
confornur una auténtica humanidad; por lo tanto, por su capaádad
pan tal deber, por su capacidad pua ••tribu.írselo•, de la cual no- e) El primer imperativo: que haya una hurrumidad
sotros, con la alquimia de nuestra tecnología «utópica•, podemos
tal vez. despojarles. Velar por esto es nl(tSlro deber fundamental de No obsta me, no po¡lemos dejar de lado la cu<sci6n ~e nuestra res-
Cllra al furu.ro de la humanidad; de él se deriva todo otro deber p•.ra ponsabilidad para con la existencia de una humarudad furu~a y
con los hombres futuros. Estos deberes se podrán subsumir luego volvemos ,implemente hacia los deberes p;u-a con la humanidad
bajo la ética de la solidaridad, de la simp:uía, de la equidad, de la que se está formando, esto es, ~acia el cuidado de su. ':-'encia h~-
mana. Ames al contrario, la pnmcra regla para la ex,g1da esonc,a
86 l!L PRINCIPIO DE RESPONSABLLIDAD
CUESTIONES METODOLÓGICAS 87
no participa. Con otras palabras, desdc la perspectiva de que no
tiene por qué haber neces:u-iamentc hombres, ese pesimista puede compuión incluso; según ella, mediante la cxrnpolación ·de nues-
hacer depender la del.Scabllidad o el mandamiento de que hoya una tro, propios temores y deseos, penas y alegrías, reconocemos• esos
humanidad fotura de las previsibles condiciones de su existencia, en hombres, futuros, en una cspo'Gie de contemporaneidad ficticia, el
vez. de aceptar, • la inversa, que el mand,mionto incondiciorutl de derecho que esca ética reconoce tambié.n -. los contemporáneos y
nUJ ordena respetar, y el respeto anticip•do • ese derecho, dado
hacer posible tal cxlstcncia dicte las condiciones. (fü una extensión
del argumento que • menudo escuché • desesperadas puejas de que somos sus únicos causanres, seni responsabil_idad particular
emigrantes en los tiempos de Hitler.·que no era licito •traer hijos a nuesrn. Se trata •qui, por tanto, como }'11 hemos dicho, de un de-
un mundo como éste•.) ber que responpe a un derecho •existente» -esto es, ~micipado
como existente- de la orn parte: el derecho a una esencia humana
Pero, en segundo luga.r, m:is decisivo c. limitu la anticipada acu•
sación de nuestras futuras víctimas contra nosotros a su supuesca acepmble. Pero este deber esni condicionado al deber antes mcn-
queja sobre su destino, acusación que desapuecería si estuvieran de gionado de posibilitar Ja existenda de fururos sujetos de derechos,
acuerdo o incluso se encontraran muy satis/echos con éL Pero cal Jd>er qu,e no responde a ningún derecho, sino que, entre otros, nos
confo.nnidad y satisfacción es seguramente lo último que nos sería concede ante todo el derecho a Lraer • la cxistencio seres como
lícito desear • una hum,midad ÍULura, si su obtención hubiera e,ci- nosotros, sin haberles preguntado antes. El derecho individual se
gido la pérdida do la dignidad y vocación humaoas. Podr.ía ser que •igue a.qui del deber general y no • la inversa. Y mientras el ejer-
cido de ese derecho comporta deberes individuales -con cuyo
hubiéramos de acusarnos más bien de que no surgiera acusación al-
guna de su prne conrn nosotros; la ausencia do protesta constitui- principio ya <:5tam~s familiuizados-. pa~ con los_que_ h.tn sido
ría la mayor acus.1.ci6n, pero el demandante no sería el futuro dam- traídos a Ja ex1stenc1a, tales deberes -mclu1do su pnnc1p10- se su·
nificado, sino nosotros mismos. bordinm a aquel deber primario que nos capaoica unilatentlment•
¿Qué significa esto? no tanto para regalar su existencia -lo que se compa~ece m,al ~on
Significa que en último término lo que consuhamo, no son los el imponerla- a todos los que vendrán tras nosotros, smo mas bien
dt!Seo1 anticipados de los hombres posteriores - dtseos que pueden para otor¡;arlcs UM cxisu1ncia capaz. de llevu el p<so al que el
scrproducto nuestro-, sino su deber, deber queJ10 creamos noso• deber se refiere. Si también ellos desc.tn esta carga, eso es algo que
nunca preguntaríamos ni aunque nos fuera posible. Pero impo-
tros y que se baila por encima de olios y de nosotros. Imposibili-
tarles su deber es el auténtico crimen, tras el que sólo en segundo nérsela mpone que no prejuzgamos su copocidad pan llevarla. Es
lugar vieM cualquier frustración ~ sus deseos, por culpable que éste, pues el primer deber para con Ja esencia humana de nuestros
descendiC:,tes, que se deriva del deber de posibilitar su exisrcnci,.,
ésta sea. Esto quiere decir que hemos de velar no 1.1.nto por el de-
recho de los hombres futuros - por su derecho • lo felicidad, que, bajo el cual se halla t•mbién el resto de los deberes para con ellos:
en cualquier caso, debido a lo fluccuant• de.l concepto de fdicidad, por ejemplo, el de hacer posible su felicidad.
sería un llI'.iterio precario- cuanto por su deber, por su deber de
confornur una auténtica humanidad; por lo tanto, por su capaádad
pan tal deber, por su capacidad pua ••tribu.írselo•, de la cual no- e) El primer imperativo: que haya una hurrumidad
sotros, con la alquimia de nuestra tecnología «utópica•, podemos
tal vez. despojarles. Velar por esto es nl(tSlro deber fundamental de No obsta me, no po¡lemos dejar de lado la cu<sci6n ~e nuestra res-
Cllra al furu.ro de la humanidad; de él se deriva todo otro deber p•.ra ponsabilidad para con la existencia de una humarudad furu~a y
con los hombres futuros. Estos deberes se podrán subsumir luego volvemos ,implemente hacia los deberes p;u-a con la humanidad
bajo la ética de la solidaridad, de la simp:uía, de la equidad, de la que se está formando, esto es, ~acia el cuidado de su. ':-'encia h~-
mana. Ames al contrario, la pnmcra regla para la ex,g1da esonc,a
88 J!L PRINCIPIO 01:'. RESPONSABILIDAD CUESTIONES METODOLÓGICAS 89

humana sólo puede obtenerse del imperativo de liL existencia y to• dr nosotros-, en1ot1ces rigen tales y cuaks deberes para con ellos,
das las demás se subordin"n al crirerio de ésta. criterio que niogu- que JebemQ$ o bservar por anticipado. 'El Imperativo categórico or-
na étic:t eudemonista ni de la compasión puede proporcionnr por sí d,ma simplemente r¡11e haya bombres, h•ciendo _hincapié en igual
sola. Bajo una étic:t de esta. clase serian posibles muchas cosas que m~td.ii en el •que . .. • y en el •qué• del deber existir. He de confc-
aqud imperativo prohíbe, y serían eludibles algunas que aquél or• ..r que, eruni opinión, este imperativo es el único al que realmen-
dcna. La primera regla es que no es admis.ible ninguna esencia hu- t e eJ aplicable la dctcr.minae,ón k.'lniinna de la c:ucgórico, es d~cir,
m= de los futuros descendientes de la especie humaru,. que sea Je lo .incondicional. Dado que m principio no es, como en un• cJ
contrari• al fundamento que exige la existencia de una humanidad. pcnuivo kanti.lno, la autoconcortlancia de la rttón que se da a si
Así pues, el imperativo de q11c haya una humanidad es el primero, misma leyes do acción, es decir, no es una !de• d~I hacer (~ue da
en tanto se trate sol•mcnte de los hombres. ¡>Qr supuesto que algún hacer se produce), smo la idea, constStenre
Qn la existencia de su contenido, de unos posibles agentes en genc-
r~l, y que por tanto es una idea ontológica¡ es decir, una idea del
4- La responsabilidad ontológica ser, se desprende q uo el pr:imer principio de una «ética orientada al
por la idea de hombre futuro• no ená en la ética en cuanto doctrina del obrar -a la que
pertenecen todos los deberes para con los hombres futuros-, sino
Este imperativo no nos hoce en absolut.o responsabits de los hom- en la meurfisica en cuanto doctrina del ser, de la que una pllítc es la
bres futuros, sino de la idea de hombre, id"" ul que exige la pre- idea d.c hombre.
sencia de su materializ.u:ión en el mLLndo. Es, en otras palabras, una
idea onu,lógica, pero cuya esencia de ningún modo gorantiza su
existencia -como supucstorncnrc sucedía L-on el concepto de Dios 6. Dos dogmas: .,no hay verdades
en el argumento ontoló¡;ico-, sino que dice que tal presencia debe metafísicas~, "no hay camino
darse -es decir, que debe ser custodiada- y qu• por ello es un de- del "es" al "debe"»
ber de nosotros, que podemos hacerla pcli¡,'Tor. Este imperativo on-
a:,lógi.co, surgido de la idea de hombre, és el que se halla eras I• Esco c:onrradice los dogmas más arraigados de nuestra ép!.>ca: los que
prohibición -antes presentada sin EundamemAJ"- del juego del afirman que no existe la ver~aél met.rfísi~ y que del •~rno puede dc-
•todo o nacla• con la humanidad. Sólo la idea de hombre, por rlvam, ningún deber. Lo tllumo no b.1 sido nunca seriamente exanu-
cuanto nos dice por q11é debe haber hombres, nos dice también nado y ,Jccta sólo a.un concepto de ser par.1 el cual, dada ~ p~~ale-
romo deben ser. la neuu-alizac,6n (en cuanto • libre devalares•), la no dcnv.b,lidad
de un.deber es unaconsecucncin uu,ológica, cuya ampliación uxio-
5- La idea ontológica genera 11n imperativo ma general equivale a fo afinnru:ión de que ning~n otro concc~•? de
ser es pos,blc, o de que el concepto deJ que aqtu se pane-cn ulumo
categórica, no hipotético término tomado en prési.-uno a las ciencias de la n•tun leza- es él
También a In "¡uí buscada ética de I• rcsponsabil,dad por .t fururo
ycrdadero y único concepto de 5Cr. Oc este modo la separación en-
tre el 5er y d deber que este concepto de ser prnvoc.1 refleja ~• d~-
le es aplicable a distinción. acuñada por Kant para la itica de la tcnnioada metafísica, que sólo puede alegar en su favor la vonta¡a cri-
contemporaneidad, entre imperativos ~ipotéricos e imperativos ca- tica (occamista} de que hace 1~ hipótesis mas económica cid sor (pero,
reg6r:icos. P.I imperativo hipotético (que podría revestir muchas con el lo, también I• más pobre p:tn In explicación de los fenómenos,
formas) dice así: Si en e,[ futuro existen hombres -lo cual depende es decir, al precio de su propio empobrecimiento).
88 J!L PRINCIPIO 01:'. RESPONSABILIDAD CUESTIONES METODOLÓGICAS 89

humana sólo puede obtenerse del imperativo de liL existencia y to• dr nosotros-, en1ot1ces rigen tales y cuaks deberes para con ellos,
das las demás se subordin"n al crirerio de ésta. criterio que niogu- que JebemQ$ o bservar por anticipado. 'El Imperativo categórico or-
na étic:t eudemonista ni de la compasión puede proporcionnr por sí d,ma simplemente r¡11e haya bombres, h•ciendo _hincapié en igual
sola. Bajo una étic:t de esta. clase serian posibles muchas cosas que m~td.ii en el •que . .. • y en el •qué• del deber existir. He de confc-
aqud imperativo prohíbe, y serían eludibles algunas que aquél or• ..r que, eruni opinión, este imperativo es el único al que realmen-
dcna. La primera regla es que no es admis.ible ninguna esencia hu- t e eJ aplicable la dctcr.minae,ón k.'lniinna de la c:ucgórico, es d~cir,
m= de los futuros descendientes de la especie humaru,. que sea Je lo .incondicional. Dado que m principio no es, como en un• cJ
contrari• al fundamento que exige la existencia de una humanidad. pcnuivo kanti.lno, la autoconcortlancia de la rttón que se da a si
Así pues, el imperativo de q11c haya una humanidad es el primero, misma leyes do acción, es decir, no es una !de• d~I hacer (~ue da
en tanto se trate sol•mcnte de los hombres. ¡>Qr supuesto que algún hacer se produce), smo la idea, constStenre
Qn la existencia de su contenido, de unos posibles agentes en genc-
r~l, y que por tanto es una idea ontológica¡ es decir, una idea del
4- La responsabilidad ontológica ser, se desprende q uo el pr:imer principio de una «ética orientada al
por la idea de hombre futuro• no ená en la ética en cuanto doctrina del obrar -a la que
pertenecen todos los deberes para con los hombres futuros-, sino
Este imperativo no nos hoce en absolut.o responsabits de los hom- en la meurfisica en cuanto doctrina del ser, de la que una pllítc es la
bres futuros, sino de la idea de hombre, id"" ul que exige la pre- idea d.c hombre.
sencia de su materializ.u:ión en el mLLndo. Es, en otras palabras, una
idea onu,lógica, pero cuya esencia de ningún modo gorantiza su
existencia -como supucstorncnrc sucedía L-on el concepto de Dios 6. Dos dogmas: .,no hay verdades
en el argumento ontoló¡;ico-, sino que dice que tal presencia debe metafísicas~, "no hay camino
darse -es decir, que debe ser custodiada- y qu• por ello es un de- del "es" al "debe"»
ber de nosotros, que podemos hacerla pcli¡,'Tor. Este imperativo on-
a:,lógi.co, surgido de la idea de hombre, és el que se halla eras I• Esco c:onrradice los dogmas más arraigados de nuestra ép!.>ca: los que
prohibición -antes presentada sin EundamemAJ"- del juego del afirman que no existe la ver~aél met.rfísi~ y que del •~rno puede dc-
•todo o nacla• con la humanidad. Sólo la idea de hombre, por rlvam, ningún deber. Lo tllumo no b.1 sido nunca seriamente exanu-
cuanto nos dice por q11é debe haber hombres, nos dice también nado y ,Jccta sólo a.un concepto de ser par.1 el cual, dada ~ p~~ale-
romo deben ser. la neuu-alizac,6n (en cuanto • libre devalares•), la no dcnv.b,lidad
de un.deber es unaconsecucncin uu,ológica, cuya ampliación uxio-
5- La idea ontológica genera 11n imperativo ma general equivale a fo afinnru:ión de que ning~n otro concc~•? de
ser es pos,blc, o de que el concepto deJ que aqtu se pane-cn ulumo
categórica, no hipotético término tomado en prési.-uno a las ciencias de la n•tun leza- es él
También a In "¡uí buscada ética de I• rcsponsabil,dad por .t fururo
ycrdadero y único concepto de 5Cr. Oc este modo la separación en-
tre el 5er y d deber que este concepto de ser prnvoc.1 refleja ~• d~-
le es aplicable a distinción. acuñada por Kant para la itica de la tcnnioada metafísica, que sólo puede alegar en su favor la vonta¡a cri-
contemporaneidad, entre imperativos ~ipotéricos e imperativos ca- tica (occamista} de que hace 1~ hipótesis mas económica cid sor (pero,
reg6r:icos. P.I imperativo hipotético (que podría revestir muchas con el lo, también I• más pobre p:tn In explicación de los fenómenos,
formas) dice así: Si en e,[ futuro existen hombres -lo cual depende es decir, al precio de su propio empobrecimiento).
90 El, l'RLNCIPIO DB RESPONSAJllllDAD CUESTIONES METODOLÓGICAS 91

Mas si el dogma de que ningún camino conduce del ser al deber ¡. la necesidad de la metafísica
es por su presupucSlo onrológico una tesis metafísica, ese dogma
cae bajo lo prohibición del dogm• primero y más fundamcnml: En C'Ualquicr caso, en razón de nuestro primer principio -que debe
que no hay runguna verdad metafísica. E,ra tesit tiene su propio decimos por que son impona.ntes los hombres fururos, mostnin-
presupuesto; al cual se encuentra ligada ,u validez. Al igual que d donos que son importantes •los hombres•-, nosotros no podemos
dogma del •ser y deber• presupone un determinado concepto de ahorramos la aventurada incursión en la ontología, ni siquiera en el
ser, la neg-,ción de la verdad metafísica presupone un determinado caso de que el terreno que poda~1os pisar no se~ mil~ firme ~ue
concepto dd conocimiento, del cual es cierto esto: no se puede ob- aquel ante el que la teoría pura uene que detenerse: bu,n pudiera
rener verdad •científica• sobre los objetos de la metafísica. l!sto encontrarse suspendido sobre el abismo de lo incognoscible. Ya he-
vuelve • ser una inferencia tautológica, puesto que 12 ciencia trata mos dado a entender que la fo ·rdigiosa posee aqui ya respuestas
precisamenic con objetos físicos. En tanto no se deci,fa que esto que la filosofía tiene antes que buscar y, por cierto, con oo tan se-
agota el entero concepto de conocimienro, no se habrá dicho toda- gura:s perspectivas de éxito. (Por ejemplo: del •orden de la crca-
vía 12 última palabra sobre la ¡,osibilidad de la metafísica. Pero, sea dó.n» puede deducirse que, según la voluntad de Dios, debe haber
de eso lo qw: sea, la negación, aun admitida, de la metafísica no nombres a su imagen y scmejan,a y que ese orden debe conservar-
constituiría una objeción ,special • la ética por nosotros buscad., se on su inviolabilidad.) Así pues, la fe bien puede propardonar a
pues cualquier otra étic", incluso la más utilltaritra. eudcmonista y 12 ética su fundamento. Pero no siem¡:ne la fe se encuentra a nues-
mundma, esconde también tácitamente una metafísica (el •materia- rra disposición; y <tumdo est.i ausente o desacreditada no es posi-
lismo-, por ejemplo, sería una) y por lo tanto no se encuentra en ble apelar a ella nl siquiera con el poderoso argumcnro de su nece-
mejor situación, lo especial del caso que aqw nos ocupa es que la sidad. La metafísica, por el contrario, ha sido siempre_ asunto _de la
metafísica en él contenida no puede permanecer escondida, sino r.126.n; y a la ra1.ón sí le podemos ordenar q~e fun01onc. Cierta-
que úenc que salir a la luz, de modo que lo que para la [arca cx- mente, una metafísica defendible es tan difícil de obtener por el
dusivameme ética constituye UtU desventaja, eso es, para la causa solo dictado de la amarga necesidad comn la rdigión; -pero la nca-
de la verdad, una ventaja. Tal ventaja cstribn en la forzosidad de dar ridacl. puede ordenar su búsqueda y el filósofo laico que se afana en
cueni,, del fundamento metafísico del deber. Pues si bien la tesis la ética habrá de admitir antes que nada, a despecho de Kant, lapo-
negativa respecto al •ser y deber• jmplica igualmente una tesis sibilidad de una meufísica racional, cu'1lldo lo ncional no esté to-
metafísic.,, sus partidarios podrían abandonar, debido n fa ignoran- mlmente determinado por los cánones de la.cienru positiva.
cia metafísica compartido por ,odos, y retroceder a la superioridad Hasta aquí 12 justificaciónde semejante tentativa. A priori sólo sa-
metodoló¡;ic.1 -válida en 1:11 caso- de la hipó,csis mi'nimi,, esto bemos dos cosas de ella: que debe retroceder hast:t la última (prime-
cs. de la negación sobre la afirmación. A lo wmación le cst.á veda- ra) y ya no cuestionable pregunta de la .metafísica, p:tra conocer en-
do este recurso y los partidarios de elfa hnbrán de presentar, si tonces quiz:I, a partir del sencido del -también infundamcnt:tble- ser
no una prueba, sí al menos un argumento ontnlógico razonable de •~lgo en general•, un porqu¿ parad deber de determinado ser; y,
pua su nrrevjda hipótesis. Así pues, a ellos les es necesaria la ren- en segundo lu!r-lr, qlle esa ctica, fundamentable de algu~• manen •
tativa meufísica, que d •minunalista• puede ahorrarse apelando partir de ahí, no puede permanecer ano lada en el desconsiderado on·
a Occam. , tropocentrismo que caracteriza a la ética tradicional y, especialmen-
te a la ética occidental helénico-judeo-crisciana. Las posibilidades
a~ocallpticas que hay en 1:i tecnología moderna nos bm enseiiAdo
que el exclusivismo anrropocénrrico podría ser un prejuicio y que,
al menos, precisaría uaa revisión.
90 El, l'RLNCIPIO DB RESPONSAJllllDAD CUESTIONES METODOLÓGICAS 91

Mas si el dogma de que ningún camino conduce del ser al deber ¡. la necesidad de la metafísica
es por su presupucSlo onrológico una tesis metafísica, ese dogma
cae bajo lo prohibición del dogm• primero y más fundamcnml: En C'Ualquicr caso, en razón de nuestro primer principio -que debe
que no hay runguna verdad metafísica. E,ra tesit tiene su propio decimos por que son impona.ntes los hombres fururos, mostnin-
presupuesto; al cual se encuentra ligada ,u validez. Al igual que d donos que son importantes •los hombres•-, nosotros no podemos
dogma del •ser y deber• presupone un determinado concepto de ahorramos la aventurada incursión en la ontología, ni siquiera en el
ser, la neg-,ción de la verdad metafísica presupone un determinado caso de que el terreno que poda~1os pisar no se~ mil~ firme ~ue
concepto dd conocimiento, del cual es cierto esto: no se puede ob- aquel ante el que la teoría pura uene que detenerse: bu,n pudiera
rener verdad •científica• sobre los objetos de la metafísica. l!sto encontrarse suspendido sobre el abismo de lo incognoscible. Ya he-
vuelve • ser una inferencia tautológica, puesto que 12 ciencia trata mos dado a entender que la fo ·rdigiosa posee aqui ya respuestas
precisamenic con objetos físicos. En tanto no se deci,fa que esto que la filosofía tiene antes que buscar y, por cierto, con oo tan se-
agota el entero concepto de conocimienro, no se habrá dicho toda- gura:s perspectivas de éxito. (Por ejemplo: del •orden de la crca-
vía 12 última palabra sobre la ¡,osibilidad de la metafísica. Pero, sea dó.n» puede deducirse que, según la voluntad de Dios, debe haber
de eso lo qw: sea, la negación, aun admitida, de la metafísica no nombres a su imagen y scmejan,a y que ese orden debe conservar-
constituiría una objeción ,special • la ética por nosotros buscad., se on su inviolabilidad.) Así pues, la fe bien puede propardonar a
pues cualquier otra étic", incluso la más utilltaritra. eudcmonista y 12 ética su fundamento. Pero no siem¡:ne la fe se encuentra a nues-
mundma, esconde también tácitamente una metafísica (el •materia- rra disposición; y <tumdo est.i ausente o desacreditada no es posi-
lismo-, por ejemplo, sería una) y por lo tanto no se encuentra en ble apelar a ella nl siquiera con el poderoso argumcnro de su nece-
mejor situación, lo especial del caso que aqw nos ocupa es que la sidad. La metafísica, por el contrario, ha sido siempre_ asunto _de la
metafísica en él contenida no puede permanecer escondida, sino r.126.n; y a la ra1.ón sí le podemos ordenar q~e fun01onc. Cierta-
que úenc que salir a la luz, de modo que lo que para la [arca cx- mente, una metafísica defendible es tan difícil de obtener por el
dusivameme ética constituye UtU desventaja, eso es, para la causa solo dictado de la amarga necesidad comn la rdigión; -pero la nca-
de la verdad, una ventaja. Tal ventaja cstribn en la forzosidad de dar ridacl. puede ordenar su búsqueda y el filósofo laico que se afana en
cueni,, del fundamento metafísico del deber. Pues si bien la tesis la ética habrá de admitir antes que nada, a despecho de Kant, lapo-
negativa respecto al •ser y deber• jmplica igualmente una tesis sibilidad de una meufísica racional, cu'1lldo lo ncional no esté to-
metafísic.,, sus partidarios podrían abandonar, debido n fa ignoran- mlmente determinado por los cánones de la.cienru positiva.
cia metafísica compartido por ,odos, y retroceder a la superioridad Hasta aquí 12 justificaciónde semejante tentativa. A priori sólo sa-
metodoló¡;ic.1 -válida en 1:11 caso- de la hipó,csis mi'nimi,, esto bemos dos cosas de ella: que debe retroceder hast:t la última (prime-
cs. de la negación sobre la afirmación. A lo wmación le cst.á veda- ra) y ya no cuestionable pregunta de la .metafísica, p:tra conocer en-
do este recurso y los partidarios de elfa hnbrán de presentar, si tonces quiz:I, a partir del sencido del -también infundamcnt:tble- ser
no una prueba, sí al menos un argumento ontnlógico razonable de •~lgo en general•, un porqu¿ parad deber de determinado ser; y,
pua su nrrevjda hipótesis. Así pues, a ellos les es necesaria la ren- en segundo lu!r-lr, qlle esa ctica, fundamentable de algu~• manen •
tativa meufísica, que d •minunalista• puede ahorrarse apelando partir de ahí, no puede permanecer ano lada en el desconsiderado on·
a Occam. , tropocentrismo que caracteriza a la ética tradicional y, especialmen-
te a la ética occidental helénico-judeo-crisciana. Las posibilidades
a~ocallpticas que hay en 1:i tecnología moderna nos bm enseiiAdo
que el exclusivismo anrropocénrrico podría ser un prejuicio y que,
al menos, precisaría uaa revisión.
CUESTIONES METODOLÓG ICAS 9J

ahsoluca del ser sobre el no-ser, éste puede ser dc¡¡ido en lugar de
cualquier alternativa del ser. Así pues, la respuesta a la cuestión
geru:nl es de vcrd•dera importancia para la é1ic.-a.

V. El ser y el deber
2. la primacía del ser sobre la nada.
El individuo
Naruralmente, el reconocimiento do esa preeminencia y, con ella,
de un deber en lavor del ser no demuestro éticamente que el indi-
Nuestra pregunta es: ¿debe ,er el hombre? Pan su correcto plantea- viduo deba decidirse en cualquier circunstancia por la continuidad
miento tenemos que re,porulc.r en primer lugar a la pregunta sobre de NII vida frente a una posible o segut:1 muerte, es decir, que deba
lo que significa decir de una cosa cualquiera que debe set Esto nos afcmarse • la vida_ El sacrificio de la propia vida por la salvación de
conduce nuev•mente a la cuestión de si tlebe seraJgo en vez de nad;i. otros, por la patria o por un "lo-Unto q ue afecte a In humanidad, es
una opción por el ser, no por el no-ser. También la meditada muer-
te voluntaria ante una humíUación extrema en aras de la conserva-
L EL deber-ser de algo ción de la propia dignidad humana (como el suicidio estoico, que
siempre es r,,mbién un acto •público•) se produce, en último tér-
La diferencia "ntu las dos últimas prtguntas mencionadas no es pe- mino, con cl fin de que sobreviva la. dignidad humana en generaJ.
queña. La primero, referente al deber-ser de esto o aquello, puede Ambos casos muestran que •la vida no es el bien supremo•. Trun-
ser respondida de modo relativo, comparando las alternativos que poco, el derecho de la desesperación individual • elegir la extinción
dentro del ser dado se ofrecen: puesto que algo ha de ser, entonces personal es atacable éticamente; pero, al estar aprobado por la com-
rru:jor esto que aquello y, por tanro, debe ser. La segunda pregun- pasión, no niega d primado d.cl ser como tal; es una concesión a la
ta, donde la altemativa no es orro ser, sino el absoluto no-ser, sólo debilidad en•un caso concreto, uno excepción a la regla unive.rsal.
puede ser respondida de modo "bsolum, por ejemplo afirmando Por el contrario, fa posibilidad de elegir la desaparición ele la hu-
que el ser es •bueno• de suyo, pues con la nad• no es posible com- mattidad .úcota a lo cuestión del debeMer de •el .hombre•, y esta
paración de grado. Por lo tanto, J. existencia •debe• ser, de prefe- cuestión nos hace retroceder ncccsariam=e a la cuestión de si
rancia. a su contradictorio -que no •cont.ra.rio>- opuesto, debe haber algo en ve~ de nada.
La diferencia que para la ética represcma la respuesta a una u
orra pregunta 'lueda patente en el ejemplo de la cuestión inicial re-
ferida al hombre. A un determinado estado del hombre se lo pue• El sentido de la preg:mta leibniziana
3,
de tener por mejor que otro, de modo que represenre un •debe• «¿por qué es algo y no más bien riada?~
para la. elección. Pero frente a ambas se puede elegir el no ser dél
hombre. opción que se ve ciertamente Hbre de cualquiera de las Éste es d únino •cntido defendible de b de otro modo ociosa cues•
objeciones a las que las dos alternativas de la anterior elección se tión :metafísica fundamental lcibniziana de •por qué es algo y no
encuena:an expuestas; esto es, en cuanto perfecto en sí mismo, el más bien n:tda,. Pues el por q_ui por el que aquí se pregunta
no-ser est:i libre de cu<tlquicr ímpcrfeeción inherente • toda elec- no puede significar 1, caus:t antecedente, que pcn·cnecc ella misma a ,
ción positiva. Yo afirmo que, ri 110 se reconoce una preeminencia ,lo que es; solamente dentro del ser, si bien no sin incurrir en un con-
CUESTIONES METODOLÓG ICAS 9J

ahsoluca del ser sobre el no-ser, éste puede ser dc¡¡ido en lugar de
cualquier alternativa del ser. Así pues, la respuesta a la cuestión
geru:nl es de vcrd•dera importancia para la é1ic.-a.

V. El ser y el deber
2. la primacía del ser sobre la nada.
El individuo
Naruralmente, el reconocimiento do esa preeminencia y, con ella,
de un deber en lavor del ser no demuestro éticamente que el indi-
Nuestra pregunta es: ¿debe ,er el hombre? Pan su correcto plantea- viduo deba decidirse en cualquier circunstancia por la continuidad
miento tenemos que re,porulc.r en primer lugar a la pregunta sobre de NII vida frente a una posible o segut:1 muerte, es decir, que deba
lo que significa decir de una cosa cualquiera que debe set Esto nos afcmarse • la vida_ El sacrificio de la propia vida por la salvación de
conduce nuev•mente a la cuestión de si tlebe seraJgo en vez de nad;i. otros, por la patria o por un "lo-Unto q ue afecte a In humanidad, es
una opción por el ser, no por el no-ser. También la meditada muer-
te voluntaria ante una humíUación extrema en aras de la conserva-
L EL deber-ser de algo ción de la propia dignidad humana (como el suicidio estoico, que
siempre es r,,mbién un acto •público•) se produce, en último tér-
La diferencia "ntu las dos últimas prtguntas mencionadas no es pe- mino, con cl fin de que sobreviva la. dignidad humana en generaJ.
queña. La primero, referente al deber-ser de esto o aquello, puede Ambos casos muestran que •la vida no es el bien supremo•. Trun-
ser respondida de modo relativo, comparando las alternativos que poco, el derecho de la desesperación individual • elegir la extinción
dentro del ser dado se ofrecen: puesto que algo ha de ser, entonces personal es atacable éticamente; pero, al estar aprobado por la com-
rru:jor esto que aquello y, por tanro, debe ser. La segunda pregun- pasión, no niega d primado d.cl ser como tal; es una concesión a la
ta, donde la altemativa no es orro ser, sino el absoluto no-ser, sólo debilidad en•un caso concreto, uno excepción a la regla unive.rsal.
puede ser respondida de modo "bsolum, por ejemplo afirmando Por el contrario, fa posibilidad de elegir la desaparición ele la hu-
que el ser es •bueno• de suyo, pues con la nad• no es posible com- mattidad .úcota a lo cuestión del debeMer de •el .hombre•, y esta
paración de grado. Por lo tanto, J. existencia •debe• ser, de prefe- cuestión nos hace retroceder ncccsariam=e a la cuestión de si
rancia. a su contradictorio -que no •cont.ra.rio>- opuesto, debe haber algo en ve~ de nada.
La diferencia que para la ética represcma la respuesta a una u
orra pregunta 'lueda patente en el ejemplo de la cuestión inicial re-
ferida al hombre. A un determinado estado del hombre se lo pue• El sentido de la preg:mta leibniziana
3,
de tener por mejor que otro, de modo que represenre un •debe• «¿por qué es algo y no más bien riada?~
para la. elección. Pero frente a ambas se puede elegir el no ser dél
hombre. opción que se ve ciertamente Hbre de cualquiera de las Éste es d únino •cntido defendible de b de otro modo ociosa cues•
objeciones a las que las dos alternativas de la anterior elección se tión :metafísica fundamental lcibniziana de •por qué es algo y no
encuena:an expuestas; esto es, en cuanto perfecto en sí mismo, el más bien n:tda,. Pues el por q_ui por el que aquí se pregunta
no-ser est:i libre de cu<tlquicr ímpcrfeeción inherente • toda elec- no puede significar 1, caus:t antecedente, que pcn·cnecc ella misma a ,
ción positiva. Yo afirmo que, ri 110 se reconoce una preeminencia ,lo que es; solamente dentro del ser, si bien no sin incurrir en un con-
94 EL JlRINCIPIO DE llESPONSABILll)AO CUESTIONES METODOLÓGICAS 9S

masentido, se puede prcgunrnr por la causa de la totalidad de lo que litamieento de la íe ha tenido la metafísica que hacerse cargo de u.na
es o del hecho de ser. Este estado de cosas lógico tampoco queda tarco que antes, a su Iru1Dera, podía rea.lizar la teología, sino que
modificado en nada por la teoría de la creación, que encwmm1 res- tita =e• fue .siempre suya y sólo suy.i, tanto en situaciones de fe
puesta al mundo como totalidad en el acto de b causación dlvina, ~orno en situaciones de incredulidad, alternati.va ésta que no afecta
pero que con esta respuesta hace sur¡;ir a ,.., vez la cuc.n ión de la a la ntW1rnlcza de la tarea. La metafüica sólo puede oprender de la
existencia de Dios mismo. A esto, como es sabido, la teología racio- teología una otrora d esconocida radicalidod del preguntar; una pre-
nal respond, que Dios es c11us11 rni, se causa a sí mismo. Pero ese gunta como la de Leibniz nunca habría sido posible en la filosofía
concepto éls, cuando menos, ouesrionablé lógicamente; y 13 ;u-diente •ntigua.
prof~sión de fe • Tú <!tés Dios por los siglos de los siglos• da teni•
momo _d~ la «absoluta• contingencia lógica de un fadum brntum 4- Cabe responder con independencia
q_ue solicua una y otra vez.su :úirmación,.más bien que de una inne-
g!ble n~csidad lógica. Podemos dejar así las cosos, pues aun en la de Út religión a '4 pregunta
hipótesis de un ettador -sea ncces:tria o arbitraria esa hipótesis- por un posible deber-ser
vuelve a hacer su aparición, con respecto al mundo -que es con
el ~ue nosotros te~emos pmpiamcntc que ver-, la pregunta de •por Volvamos una vez mis al por qué de la famas• prcgun1:11 fun-
que• ha creado D,os el mundo. Y la respuesta de la religi<Ín no es lo Jamemal •por qué es algo•. Hemos encontrado que interpretarla
causaJ.-que el poder de la posibilidad tendría por s{ mismo como en el s:enrido de un. origen causaJ convierte la pregunta en absurda
consecuencia el acto-, respuesta que condenarí• toda la cadena a la par,i el ser en cuanto totalidad, pero que imerpretarla en el sentido
mera í:icticidad, sino: que Él lo ha qumdo, y lo ha querido como de una norma justificadora (• ¿es ~lioso ser?•) la dota de &enti-
algo •bueno• (véase, por ejemplo, d Ginesis, asl como el Timeo de do, desligándola al mismo tiempo de lo relación con el ouo;or y, con
Platón). Pero entonces hemos de decir que este encontrar bueno al ello, de la fe. Así pues, el sentido de la. pregunta de •por qué es algo
mund~ depende del juicio divino y no de la ciega volunmd; esto es, y no.más bien nada• tendr.i que ser •porqué debe ser rugo con pre-
que D,os quiso el mundo porque su existencia es buena, y no que forcneia • nada•, sea cual se.1 la causa de que llegue• ser. Todo ra-
es bueno porque Él lo quiso (si bien esco última fue la desconcer• dica ea el sentido de ese •debe•.
tante opinión de Duns Scoto). Por mucho que la persona piadosa Cor:i fo o sin ella la pregunta por un posible deber-ser será -al
se si~nta inclinada a adherirse al juicio divino, por devoción y no menos tentativ;imente- tarea de un juicio independiente, esto es,
por .1111dcccióo, _c;>J adh_esión es ~go que, por principio, también bn asunto de la filosofía; eón ello queda inmediatamente asociada a la
de poder conq u1starsc mdepeod,emcmente (jidcs quae-rens intellec- cuestión del conocimiento (mejor aún, valoración) del 'Valor. Esto
wm). En otras palabras, In cuestión del deber-ser de un mundo se es así porque d valor o el •bien•, si hay_algo parecido, es lo único
puede separar de cunlquier tesis referente a su autor. incluso en la hi- cuy• rmern posibilidad empuja il la cxistcnci• -o, a partir de una
pótesis de que también para un creador divino In ~azón de su acto exi&tcncio dada, legitima I• continuidad de su existencia-, de modo
cr~•dor _fuera tal deber-ser, de acuerdo con el concepto de bondad: que fo.ndamcnta una exigencia de se.r, fundamenra un deber-ser. y
Dios quiso el mundo porque encontró que debía ser. Más aún, cabe <loodc el ser es objeco de una acción libremente elegida, lo con-
afumar que la percepción de valores-en ~J mundo es uno de los mo- vierte en deber. Hay que observar que la mera posibilidad de atri•
tivos para inferir un aut0r divino (en otro tiempo ésa fue incluso buir valor a lo que es, independientemente de lo mucho o lo poco
ººª. d_c las •p,:ucbas• de la existencia de Dios), y no, a la inversa, la que se eocuentre actualmente presente, determina In superioridad
posición prevlO del autor la razón plll'll atribuir valor a su creación. dd ser sobre la ruida -• la que no es posible atribuir absolutamen-
Nuestro razo.namiento no es, pues, que sólo por =• del debi- te nodA, ni valor ni disvnlor-, y que la preponderancia -temporal o
94 EL JlRINCIPIO DE llESPONSABILll)AO CUESTIONES METODOLÓGICAS 9S

masentido, se puede prcgunrnr por la causa de la totalidad de lo que litamieento de la íe ha tenido la metafísica que hacerse cargo de u.na
es o del hecho de ser. Este estado de cosas lógico tampoco queda tarco que antes, a su Iru1Dera, podía rea.lizar la teología, sino que
modificado en nada por la teoría de la creación, que encwmm1 res- tita =e• fue .siempre suya y sólo suy.i, tanto en situaciones de fe
puesta al mundo como totalidad en el acto de b causación dlvina, ~orno en situaciones de incredulidad, alternati.va ésta que no afecta
pero que con esta respuesta hace sur¡;ir a ,.., vez la cuc.n ión de la a la ntW1rnlcza de la tarea. La metafüica sólo puede oprender de la
existencia de Dios mismo. A esto, como es sabido, la teología racio- teología una otrora d esconocida radicalidod del preguntar; una pre-
nal respond, que Dios es c11us11 rni, se causa a sí mismo. Pero ese gunta como la de Leibniz nunca habría sido posible en la filosofía
concepto éls, cuando menos, ouesrionablé lógicamente; y 13 ;u-diente •ntigua.
prof~sión de fe • Tú <!tés Dios por los siglos de los siglos• da teni•
momo _d~ la «absoluta• contingencia lógica de un fadum brntum 4- Cabe responder con independencia
q_ue solicua una y otra vez.su :úirmación,.más bien que de una inne-
g!ble n~csidad lógica. Podemos dejar así las cosos, pues aun en la de Út religión a '4 pregunta
hipótesis de un ettador -sea ncces:tria o arbitraria esa hipótesis- por un posible deber-ser
vuelve a hacer su aparición, con respecto al mundo -que es con
el ~ue nosotros te~emos pmpiamcntc que ver-, la pregunta de •por Volvamos una vez mis al por qué de la famas• prcgun1:11 fun-
que• ha creado D,os el mundo. Y la respuesta de la religi<Ín no es lo Jamemal •por qué es algo•. Hemos encontrado que interpretarla
causaJ.-que el poder de la posibilidad tendría por s{ mismo como en el s:enrido de un. origen causaJ convierte la pregunta en absurda
consecuencia el acto-, respuesta que condenarí• toda la cadena a la par,i el ser en cuanto totalidad, pero que imerpretarla en el sentido
mera í:icticidad, sino: que Él lo ha qumdo, y lo ha querido como de una norma justificadora (• ¿es ~lioso ser?•) la dota de &enti-
algo •bueno• (véase, por ejemplo, d Ginesis, asl como el Timeo de do, desligándola al mismo tiempo de lo relación con el ouo;or y, con
Platón). Pero entonces hemos de decir que este encontrar bueno al ello, de la fe. Así pues, el sentido de la. pregunta de •por qué es algo
mund~ depende del juicio divino y no de la ciega volunmd; esto es, y no.más bien nada• tendr.i que ser •porqué debe ser rugo con pre-
que D,os quiso el mundo porque su existencia es buena, y no que forcneia • nada•, sea cual se.1 la causa de que llegue• ser. Todo ra-
es bueno porque Él lo quiso (si bien esco última fue la desconcer• dica ea el sentido de ese •debe•.
tante opinión de Duns Scoto). Por mucho que la persona piadosa Cor:i fo o sin ella la pregunta por un posible deber-ser será -al
se si~nta inclinada a adherirse al juicio divino, por devoción y no menos tentativ;imente- tarea de un juicio independiente, esto es,
por .1111dcccióo, _c;>J adh_esión es ~go que, por principio, también bn asunto de la filosofía; eón ello queda inmediatamente asociada a la
de poder conq u1starsc mdepeod,emcmente (jidcs quae-rens intellec- cuestión del conocimiento (mejor aún, valoración) del 'Valor. Esto
wm). En otras palabras, In cuestión del deber-ser de un mundo se es así porque d valor o el •bien•, si hay_algo parecido, es lo único
puede separar de cunlquier tesis referente a su autor. incluso en la hi- cuy• rmern posibilidad empuja il la cxistcnci• -o, a partir de una
pótesis de que también para un creador divino In ~azón de su acto exi&tcncio dada, legitima I• continuidad de su existencia-, de modo
cr~•dor _fuera tal deber-ser, de acuerdo con el concepto de bondad: que fo.ndamcnta una exigencia de se.r, fundamenra un deber-ser. y
Dios quiso el mundo porque encontró que debía ser. Más aún, cabe <loodc el ser es objeco de una acción libremente elegida, lo con-
afumar que la percepción de valores-en ~J mundo es uno de los mo- vierte en deber. Hay que observar que la mera posibilidad de atri•
tivos para inferir un aut0r divino (en otro tiempo ésa fue incluso buir valor a lo que es, independientemente de lo mucho o lo poco
ººª. d_c las •p,:ucbas• de la existencia de Dios), y no, a la inversa, la que se eocuentre actualmente presente, determina In superioridad
posición prevlO del autor la razón plll'll atribuir valor a su creación. dd ser sobre la ruida -• la que no es posible atribuir absolutamen-
Nuestro razo.namiento no es, pues, que sólo por =• del debi- te nodA, ni valor ni disvnlor-, y que la preponderancia -temporal o
96 El, PlllNCIPJO DE RESPONSABILIDAD CUESTIONES METODOLÓGlCAS 97

permanente- del mal sobre el bien no puede acabar con esa supe- ce admitimos el tormento de la -volumad en sí -también de la vo•
rioridad, cs10 es, no puede empequeñecer su infinitud. La funda- Juni,ad de poder inv1Jc.tda como sustituto de la metafísica c.tida-,
mental posibilidad como i,,I de atribuir valor constituiría el distin· toaneruo del cual sería una liberación la anulación dd deseo y, con
1ivo decisivo, no subordinado a ninguna sueric de gradación. L3 ello, la nada. La misma intensidad dcl sentimiento, la gran potencia
capacidad dt valor c.s en si misma un valor, d valor de los valones, del :u1helo, podrfa convenirse en un argumento contra la seduc-
y coacUo lo es incluso 1ambi&. la capacidad de disvalor, en la me• ción de lo volum.d. En una palabra, 11,da en los seorimienros al1í
dida en que la mera posibilidad de acceso a la disti11ción entre valor actuantes impide que todo el espectáculo sea deduado un vacío
y disvalor aseguraría ya por sí sofo la preferencia absoluta del ser m11nd a11d fury y a11 idiot's tale; y nad.> en el hecho de su represen-
sobre la nada. Así pues, no solamcnlc el eventual valor, sino tam- tildón impide a sus forzados nctores buscar refugio en lo nnda.
bién la posibilid;Ld de valor-ella mismo un valor-, reclama el ser y Así pues, cuando se trata de la ética y el deber resulta necesario
comes1a a la preguma de por qué debe exislir lo que ofrece esa po- aventurarse en la teoña de los valores o, mejor aún, en la teoría del
sibilidad. Pero codo es10 es v:ílido sólo si está a.s cgurado el concep- valo·r: sólo de su objetividad sería deducible un deber-ser objetivo
to de valor. y, con él, una v111c11/11mc obbgaaón de prcserv;>.r el ser, una respon•
sabilidad para con d ser. En este punto, pues -en In cuestión lógi•
ca del status de los valoru l!n cuanto taJts-1 se transforma nuestra
5- Esa prcg1mta se transforma en prer,;unc.1 érico-mecaffsica por un deber-ser del hombre en U"O mun·
la pregunta por el sracus del «valor» do que debe ser. En el prccnrio y desoriemado estado acrual de lo
teoría del valor, con su final escepticismo nihilista, no es ésta una
Todo esto converge en b cuestión de si hay algo parecido al •va- empresa cspcranz•dóra. Pero, al menos en aras de la cbridad, ten-
lor,,, no como Wlll cosa real acá y- allá, sino como una cosa posible drá que ser emprendida. A este objeiivo dedicaremos ahora nues•
según su ro11cepto, Por ello será de vital imporiancia determinar el tro empeño.
Jtalus ontológico y epistemológico del volor y examínar la cuestión
de su objttj,vidad. Pues con el mero e .indiscutible hecho de las va-
loraciones subjetivas, que encucncran su campo de acción en el
mundo-con d mero hecho de que hay- deseos y miedos, anhelos y
renuencias, esperanzas y tcmorc.<, placeres y tonncnros, y con ello
cosas deseadas y 110 deseados, tenidas en mucho o en poco, en
suma, que hay querer y que en todo querer hay la volunt:1d de ser-,
con .iciialor la prcso,ncia en el mundo de vaJor:1ciones subjeciv;LS, de-
címos, no se ha conseguido codavfa nada para la teoría fundamen-
tal ní ganado terreno a los nihilisr:ts. Siempre puede dudacse de si
valdr.1 la pena todo este fatigoso y terrible drama, Je si la gr:1n se-
du<-ei6n no ser.í un gran engoño: siempre puede realizarse el c.ilcu-
lo de penas y aiegrías. Conocido es el balance del pesimismo -del
vulgar como del sc.h opcnhaucriano- tras hacer la suma; y, por in•
demostrado que el pesimismo esté, resuha difícilmente refutable
desde los fenómenos subjetivos. Más bien, el concradecitlo cae aquí
en la sospe<Jha de superficialidad. Lncluso en ausencia de un balan-
96 El, PlllNCIPJO DE RESPONSABILIDAD CUESTIONES METODOLÓGlCAS 97

permanente- del mal sobre el bien no puede acabar con esa supe- ce admitimos el tormento de la -volumad en sí -también de la vo•
rioridad, cs10 es, no puede empequeñecer su infinitud. La funda- Juni,ad de poder inv1Jc.tda como sustituto de la metafísica c.tida-,
mental posibilidad como i,,I de atribuir valor constituiría el distin· toaneruo del cual sería una liberación la anulación dd deseo y, con
1ivo decisivo, no subordinado a ninguna sueric de gradación. L3 ello, la nada. La misma intensidad dcl sentimiento, la gran potencia
capacidad dt valor c.s en si misma un valor, d valor de los valones, del :u1helo, podrfa convenirse en un argumento contra la seduc-
y coacUo lo es incluso 1ambi&. la capacidad de disvalor, en la me• ción de lo volum.d. En una palabra, 11,da en los seorimienros al1í
dida en que la mera posibilidad de acceso a la disti11ción entre valor actuantes impide que todo el espectáculo sea deduado un vacío
y disvalor aseguraría ya por sí sofo la preferencia absoluta del ser m11nd a11d fury y a11 idiot's tale; y nad.> en el hecho de su represen-
sobre la nada. Así pues, no solamcnlc el eventual valor, sino tam- tildón impide a sus forzados nctores buscar refugio en lo nnda.
bién la posibilid;Ld de valor-ella mismo un valor-, reclama el ser y Así pues, cuando se trata de la ética y el deber resulta necesario
comes1a a la preguma de por qué debe exislir lo que ofrece esa po- aventurarse en la teoña de los valores o, mejor aún, en la teoría del
sibilidad. Pero codo es10 es v:ílido sólo si está a.s cgurado el concep- valo·r: sólo de su objetividad sería deducible un deber-ser objetivo
to de valor. y, con él, una v111c11/11mc obbgaaón de prcserv;>.r el ser, una respon•
sabilidad para con d ser. En este punto, pues -en In cuestión lógi•
ca del status de los valoru l!n cuanto taJts-1 se transforma nuestra
5- Esa prcg1mta se transforma en prer,;unc.1 érico-mecaffsica por un deber-ser del hombre en U"O mun·
la pregunta por el sracus del «valor» do que debe ser. En el prccnrio y desoriemado estado acrual de lo
teoría del valor, con su final escepticismo nihilista, no es ésta una
Todo esto converge en b cuestión de si hay algo parecido al •va- empresa cspcranz•dóra. Pero, al menos en aras de la cbridad, ten-
lor,,, no como Wlll cosa real acá y- allá, sino como una cosa posible drá que ser emprendida. A este objeiivo dedicaremos ahora nues•
según su ro11cepto, Por ello será de vital imporiancia determinar el tro empeño.
Jtalus ontológico y epistemológico del volor y examínar la cuestión
de su objttj,vidad. Pues con el mero e .indiscutible hecho de las va-
loraciones subjetivas, que encucncran su campo de acción en el
mundo-con d mero hecho de que hay- deseos y miedos, anhelos y
renuencias, esperanzas y tcmorc.<, placeres y tonncnros, y con ello
cosas deseadas y 110 deseados, tenidas en mucho o en poco, en
suma, que hay querer y que en todo querer hay la volunt:1d de ser-,
con .iciialor la prcso,ncia en el mundo de vaJor:1ciones subjeciv;LS, de-
címos, no se ha conseguido codavfa nada para la teoría fundamen-
tal ní ganado terreno a los nihilisr:ts. Siempre puede dudacse de si
valdr.1 la pena todo este fatigoso y terrible drama, Je si la gr:1n se-
du<-ei6n no ser.í un gran engoño: siempre puede realizarse el c.ilcu-
lo de penas y aiegrías. Conocido es el balance del pesimismo -del
vulgar como del sc.h opcnhaucriano- tras hacer la suma; y, por in•
demostrado que el pesimismo esté, resuha difícilmente refutable
desde los fenómenos subjetivos. Más bien, el concradecitlo cae aquí
en la sospe<Jha de superficialidad. Lncluso en ausencia de un balan-

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