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Cortes de Barcelona (1701) 1

Cortes de Barcelona (1701)


Las Cortes de Barcelona de 1701 fueron las Cortes catalanas
presididas por el rey Felipe IV de Aragón (Felipe V de Castilla) cuyas
sesiones se abrieron el 12 de octubre de 1701 y se claursuraron el 14 de
enero de 1702 y que tuvieron lugar en el convento de San Francisco de
Barcelona. Era presidente de la Generalidad Antoni de Planella i de
Cruïlles. Coincidieron con el inicio de la Guerra de Sucesión Española.

Historia
En su testamento Carlos II nombró a Felipe de Borbón, duque de
Anjou y nieto del rey de Francia Luis XIV, como su sucesor. En enero
de 1701, un mes antes de llegar a Madrid para ocupar el trono, Felipe
anunció la celebración de Cortes en Cataluña, que iría acompañada de
la jura de las Constituciones catalanas . Como ha señalado el
historiador Joaquim Albareda, "convocar las Cortes al cabo de más de
cien años de que éstas no se hubieran reunido era una temeridad", pero
fue su abuelo Luis XIV quien le aconsejó que lo hiciera para «hacer
ver a aquellos pueblos de naturaleza inquieta y celosos de sus Publicación por mandato de la Generalidad de
privilegios que no tenía intención de suprimirlos». "Asegurar la Cataluña de las:
Constituciones
tranquilidad en España era de vital importancia para asentar a su nieto
Capítulos de corte
en el trono", afirma Albareda. Actos de corte
que fueron aprobadas en las Cortes catalanas de
En Cataluña la forma como se resolvió la cuestión sucesoria de Carlos 1701-1702
II había abierto un debate entre quienes defendían que las Cortes de los
estados de la Corona de Aragón deberían reunirse para aprobar la
sucesión -eran los que un cronista de la época llamó "celantes", «afectos a la conservación de las leyes y amantes de
la quietud pública y mayor bien de la patria»-, y los seguidores del «partido del ministerio de Madrid» que
aceptaban el testamento de Carlos II. Por otro lado causó cierta inquietud entre las instituciones catalanas la
sustitución como virrey del príncipe de Darmstadt, que gozaba de gran popularidad en Cataluña por su implicación
en la pasada guerra contra Francia (Guerra de los Nueve Años, 1689-1698), por el conde de Palma, sobrino del
cardenal Portocarrero, presidente de la Junta de Gobierno que asumió el poder entre la muerte de Carlos II el 1 de
noviembre de 1700 y la llegada a Madrid de Felipe de Anjou a principios de febrero del año siguiente. Sin embargo,
según Joaquim Albareda, "no aparecieron indicios de oposición al nuevo rey".

Nada más llegar a Barcelona, Felipe juró las Constituciones catalanas el 4 de octubre de 1701 y pocos días después
abrió las sesiones de las Cortes catalanas y durante los días siguientes se llevó a cabo la habilitación de los
representantes de los tres brazos y la elaboración de los documentos que recogieran los acuerdos de cada uno de ellos
y que se negociarían con los representantes del rey. Mientras esperaba a que concluyese el proceso Felipe marchó a
Figueras para recibir a su futura esposa, María Luísa Gabriela de Saboya, cuyos exponsales se celebrarían en
Barcelona.
Los temas más candentes planteados por los tres brazos fueron el alojamiento de tropas y las contribuciones al
ejército del rey. Se trataba de problemas que se arrastraban a lo largo del siglo XVII -que habían sido uno de los
motivos de la sublevación de Cataluña de 1640 que había iniciado la Guerra dels Segadors- y que fue especialmente
candente durante la última guerra habida en Cataluña: la Guerra de los 9 Años (1689-1698), que enfrentó a España
contra Francia y que provocó la Revuelta de los Barretines.
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Otro tema de capital importancia para las instituciones catalanas era la intervención del rey en los procesos
insaculatorios para la elección de la Generalidad de Cataluña y del Consejo de Ciento de Barcelona, que había sido
impuesta por Felipe IV (Felipe III de Aragón) tras la Guerra de los Segadores, concretamente en 1652 y 1654
respectivamente. Mediante dicha intervención el monarca podía seleccionar las personas que podían ser escogidas
para gobernar en los dichos dos Comunes de Cataluña. Este fue un punto innegociable para el nuevo monarca, lo que
que generó muchas tensiones entre los representantes de los brazos y los oficiales reales.
La importancia de esta última regalía fue destacada por el felipista Josep de Alós en 1706, después de que triunfara
la sublevación austracista en Cataluña:
Ésta era la única cosa que tenía el rey en la Ciudad y Deputación de autoridad y medio, para que no
fuesen tan fáciles estos Comunes en formar empeños contra los intereses y la soberanía de la real
dignidad, pensando sus individuos que tenía el rey en su mano quitarles la conveniencia de aquellos
oficios, si bien es verdad que esto no ha bastado para no entrar estos Comunes en gravísimos empeños,
de los cuales han nacido tan malas consecuencias
Como los debates se alargaban el 10 de diciembre el rey dio un ultimátum amenazando con la entrada de tropas
francesas y castellanas si los representantes de los tres brazos no aceptaban sus propuestas. Entonces el caballero
Pere Torrelles de Sentmenat presentó disentimiento lo que paralizaba la reunión de las Cortes, aunque después de
largas discusiones lo retiró. Y por otro lado el virrey Conde de Palma presentó un escrito al rey aconsejándole que no
clausurara las Cortes, lo que supondría que nada de lo acordado tendría valor legal, argumentando que los
representantes de los brazos se habían extralimitado en sus exigencias, lo que fue inmediatamente respondido por las
instituciones catalanas con la defensa del pactismo y del constitucionalismo:
Y como en Cataluña quien hace las leyes es el rey con la corte, y no habiéndose podido conseguir en la
pasada centuria, es muy propio de la Real benignidad de V.M. que en los primeros pasos de su feliz
imperio favorezca y mire con benignos influjos esta necesitada Provincia.[...]
Porque son amantes de sus privilegios y prerrogativas los catalanes, pero a todos se adelantan en el
respeto y amor y veneración a sus Príncipes: defenderán los unos sin pasar los límites de su vasallaje fiel
y obediente de forma que diestros artífices darán una misma tela de fieles con su Rey y de celosos con
su Patria.[...]
En las Cortes se disponen justísimas leyes con las cuales se asegura la justicia de los reyes y la
obediencia de los vasallos. Se tratan puntos de justicia y otros muy importantes al buen estado y
aumento de las coronas.
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Finalmente las Cortes se clausuraron a principios de enero de 1702,


con la aprobación previa de un donativo al rey de un millón y medio de
libras -que al virrey conde de Palma le pareció demasiado reducido-. El
rey hizo importantes concesiones y, según Joaquim Albareda, "el
pactismo salió claramente fortalecido" aunque el monarca no cedió en
la cuestión de los alojamientos ni en el del control de la insaculación.
Un destacado austracista como Feliu de la Peña reconoció que las
Constituciones y capítulos de corte aprobados eran «las más favorables
que había conseguido la Provincia», lo que fue muy criticado por un
felipista castellano: «todo fue confirmar privilegios y añadir otros que
alentaban a la insolencia porque los catalanes creen que todo va bien
gobernado gozando ellos de muchos fueros», ofreciendo a cambio un
«regular donativo, no muy largo».

No hubo demasiados problemas para fijar la cantidad, el


conflicto se produjo a la hora de establecer los medios que se
habían de aplicar a la recaudación. Finalmente se establecieron
Libro I de las Constituciones de Cataluña,
diversos recursos, como el estanco del tabaco, el repartimiento Capítulo de corte XXXVI:«XXIII EL MISMO [en
entre los «fogatges» y el catastro —una imposición sobre la referencia a Felipe V], en la dicha Corte [de
riqueza, pero de pago municipal, no personal-. Sin embargo, el 1701-1702]. Capítulo XXXVI. Como la
experiencia ha enseñado sobre las demás que la
donativo quedó limitado, pues el rey debía satisfacer una
inobservancia de los Usajes de Barcelona,
importante cantidad en concepto de «greuges». No se sabe lo que Constituciones, Capítulos y Actos de Corte, usos,
verdaderamente llegó a percibir Felipe V. De todos modos, prácticas, observancias, y costumbres,
aunque las necesidades económicas eran muchas y urgentes, el Privilegios, exenciones, libertades de Comunes, y
particulares del Principado, y demás leyes, y
donativo no era lo más importante para el rey, por encima del
derechos de la Patria, se acostumbra a originar
dinero otorgado estaba el entendimiento político, el haber de haberlas cometido, y dejado a declaración de
logrado evitar algunas de las concesiones solicitadas, como la las Contrafacciones, o contra Constituciones, en
constitución de las desinsaculaciones, y el éxito de haber los mismos Doctores de la Real Audiencia [..]»

conseguido concluir las cortes

María Ángeles Pérez Samper[1]


En el apartado político destacan algunas iniciativas como la nueva Constitució de l’Observança por la que se
creaba un nuevo tribunal encargado de juzgar las contrafacciones —actos contrarios a las leyes del país—,
recogiendo las tradicionales aspiraciones catalanas de que no fuera la Real Audiencia de Cataluña la que
tratara el tema, por ser precisamente sus oficiales y los demás oficiales reales los que cometían las
contrafacciones. Muy significativas fueron las reformas introducidas en el funcionamiento de la Diputació y en
sus relaciones con las cortes, destinadas a mejorar la eficacia y a controlar la corrupción. Resultan también
interesantes para la mejora de las relaciones entre la Corona y el Principado medidas como la regularización de
los alojamientos de tropas en Cataluña, que había sido uno de los principales temas de enfrentamiento a lo
largo del siglo XVII, o la restitución de fraudes cometidos por la entrada de telas y otros productos sin pagar
los derechos correspondientes,con la excusa de hallarse destinados a la familia real o al ejército. Otras
concesiones notables, destinadas a aumentar la presencia de catalanes en las instituciones del gobierno de la
Monarquía, fueron la asignación a naturales de Cataluña de plazas en Italia, una plaza en el consejo de santa
Clara de Nápoles y otra en el magistrado extraordinario de Milán, y el establecimiento de un turno rotatorio
entre aragoneses, catalanes y valencianos en el cargo de proto-notario de la Corona de Aragón.
Uno de los aspectos más interesantes de estas cortes fueron las reformas económicas, encaminadas a favorecer
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la recuperación catalana ya en marcha,facilitando las actividades comerciales. Tres medidas destacaban por su
importancia, la autorización para erigir una casa de puerto franco en Barcelona, el permiso para enviar cada
año dos barcos catalanes a América y la creación de una junta encargada de proyectar y fundar una Compañía
Náutica Mercantil y Universal. Estas medidas respondían a las aspiraciones de desarrollo económico sentidas
en la época y habían sido repetidamente planteadas. Constituían tres puntos destacados del programa
económico de Narcís Feliu de la Penya,tal como lo presentaba en el Fénix de Catalunya. Lamentablemente la
difícil situación política de la época y después la guerra, así como la falta de iniciativas económicas y de
medios para llevarlas a cabo impidieron el desarrollo de estas interesantes propuestas aprobadas en las cortes
María Ángeles Pérez Samper[2]
Un balance de lo sucedido en las Cortes lo ofrece el enviado francés, conde Marcin:
Los catalanes, como todos los Pays des États, piden siempre el máximo de ventajas que pueden, entre
las que se hallan muchas cosas razonables y que no procuran otra cosa que el bien del gobierno y de la
policía del país. Hay otras que parecen afectar la autoridad del rey, pero que, en el fondo, no tienden más
que a corregir los abusos que la autoridad de los virreyes y los ministros castellanos han establecido en
esta provincia desde que no se han concluido Cortes, hace doscientos años [sic]. Los castellanos, por su
parte, tienen una aversión insuperable hacia los catalanes. Creen ser los únicos buenos súbditos del rey
de España y se imaginan que cuando su Majestad tiene motivo para estar contenta con los otros es en
perjuicio suyo, porque quieren ser los únicos poseedores de todos los empleos y dignidades de los países
dependientes de la monarquía española
En cambio el marques de San felipe proporciona una lectura de la celebración de cortes en clave regalista.[3]
no se establecio en estas cortes ley alguna provechosa al bien publico y al modo del gobierno, todo fue
confirmar privilegios y añadir otros que alentaban a la insolencia porque los catalanes creen que todo va
bien gobernando gozando ellos de muchos fueros. Ofrecieron un regular donativo , no muy largo , y
volvieron a jurar fidelidad y obediencia con menos intencion de observarla que lo habian hecho la
primera vez
Para celebrar la conclusión de las cortes, para premiar los servicios prestados y para estrechar los lazos de los
catalanes con la Corona, el rey concedió una serie de gracias a numerosas personas. Otorgó diversos títulos
nobiliarios de la Corona de Aragón, marquesados en su mayoría [...] Concedió veinte privilegios de nobles [...]
Nombró veinte caballeros [...]  Y nombró veinte ciudadanos honrados [...] También concedió diversas
naturalizaciones como catalanes, así sucedió con el conde de Perelada y con D.Antonio de Ubilla, el secretario
del despacho universal.
En este panorama de concordia, la única excepción fue Pere Senmenat y Torrelle , el noble que había
encabezado el «dissentiment» en las Cortes. Para manifestar su oposición, rechazó el título de marqués que le
había sido concedido por Felipe V
María Ángeles Pérez Samper.[4]

Consecuencias
Mientras se celebraban las Cortes comenzó la Guerra de Sucesión Española por lo que tras su clausura, Felipe V (IV
de Aragón) embarcó en Barcelona el 8 de abril de 1702 hacia el reino de Nápoles. Tras su marcha se produjeron los
primeros conflictos entre las instituciones catalanas y los oficiales reales encabezados por el virrey. El que tuvo
mayor resonancia fue el que se produjo en octubre de 1702 con motivo de la orden de expulsión del comerciante y
ciudadano honrado Arnold de Jager, junto con su familia, por ser de origen holandés (Holanda formaba parte de la
Gran Alianza antiborbónica) aunque residía en Barcelona desde 1661, lo que fue respondido por la Conferencia de
los Tres Comunes con la petición de la reunión del recién creado Tribunal de Contrafacciones porque consideraba
que la orden violaba las Constituciones de Cataluña. Finalmente el rey desde Italia revocó el destierro, a pesar de que
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el Consejo de Estado se opuso porque «no quedará V. Magd. obedecido en nada».


Este conflicto coincidió con el crecimiento de los apoyos al "partido austracista" y del sentimiento antifrancés -el
cónsul protestó porque los franceses eran insultados con gritos como «oin, oin, gabacho puerco» y apedreados en las
calles-. Un general francés afirmó que la mayoría de la gente, especialmente en Barcelona, era contraria a Felipe V y
los «realistas» eran señalados con el dedo y la gente rehuía su compañía. El propio Luis XIV se quejó de que no
había «orden ni gobierno en Cataluña» -«se ha llegado a tal extremo que en Barcelona se habla públicamente a
favor del emperador»- y lo achacó a «las leyes obtenidas en las últimas Cortes», gracias a las cuales «la gente de
dicha provincia es cada vez más insolente... y no reconocen la autoridad real». Este ambiente cada vez más hostil a
Felipe V también se debió a la represión ejercida por el nuevo virrey Velasco contra las personas sospechosas de ser
favorables a la causa del Archiduque Carlos.
El 7 de junio de 1704 era el rey el que proclamaba su confianza en la fidelidad de los catalanes, dirigiéndose,
desde Italia, a la Diputació del General y al brazo militar para que defendieran la ciudad frente a sus enemigos:
«Muy ilustres, fieles, egregios, nobles, magníficos y amados nuestros. Habiendo puesto en mis manos el duque
de Medina-Sidonia una carta de 30 del pasado,dando cuenta de haber arribado el príncipe de Darmstad a la
vista de esa ciudad con la armada enemiga y que había empezado a hacer desembarcos para hostilizarla sin
que mi justicia y el escarmiento de tan afortunados sucesos como los que Nuestro Señor va concediendo a mis
armas hayan bastado a detener el furor de los enemigos, que por todas partes (aunque inútilmente) intentan
oponerse, he querido manifestaros la gratitud que me deben vuestras leales expresiones y la confianza con
que quedo de que en esta ocasión (como en todas) he de deber a vuestra fidelidad y amor la defensa de esa
Ciudad y Principado,nunca más asegurada que ahora, que la he puesto solamente en el valor de esos
naturales, motivo que tuve siempre muy presente para sacar mis tropas regladas de ese Principado, y así debo
esperar que, correspondiendo a esta confianza, logren en su defensa toda la gloria que merece su fidelidad y
mis enemigos el mayor escarmiento y desengaño»
Después, la historia giró bruscamente. El futuro de entendimiento que Felipe V y los catalanes parecían
esperar en los días de la visita regia a Barcelona quedó sólo en una más de tantas expectativas incumplidas
María Ángeles Pérez Samper.[5]

Referencias
[1] María Angeles Pérez Samper (2000).Felipe V en Barcelona pp 87
[2] María Angeles Pérez Samper (2000) .Felipe V en Barcelona pp 86
[3] Albareda Salvadó, Joaquim (2010). pp. 82
[4] María Angeles Pérez Samper (2000) .Felipe V en Barcelona pp 88
[5] María Angeles Pérez Samper (2000) .Felipe V en Barcelona pp 105

Bibliografía
• Albareda Salvadó, Joaquim (2010). La Guerra de Sucesión de España (1700-1714). Barcelona: Crítica.
ISBN 978-84-9892-060-4.
• María Angeles Pérez Samper (2000) .Felipe V en Barcelona . Dialnet: Cuadernos Dieciochistas, 1576-7914, Nº.
1 (http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2153025)

Predecesor: Cortes Sucesor:


Cortes de Montblanc (1640). No Catalanas Cortes de Barcelona (1705)
inauguradas 1701-1702
Cortes de Barcelona (1632)
Fuentes y contribuyentes del artículo 6

Fuentes y contribuyentes del artículo


Cortes de Barcelona (1701)  Fuente: http://es.wikipedia.org/w/index.php?oldid=76902572  Contribuyentes: Adolfo Tierno, Andreasmperu, Bernaldiazcastillo, Franxo, Josemego, Libertad 17,
Manuchansu, RenatusPius, Totemkin, 4 ediciones anónimas

Fuentes de imagen, Licencias y contribuyentes


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