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De lo particular a la singularidad ética 2020

De lo particular a la singularidad ética: los dos movimientos de la decisión del


psicólogo en su práctica profesional. Análisis de un caso.

Ficha de Cátedra

Introducción

El estudio de los “dilemas éticos” se ha convertido en uno de los temas más actuales
en el ámbito de la ética aplicada, sobre todo por la irrupción de la llamada Bioética.

Se entiende por dilema ético la toma de decisiones en condiciones de incertidumbre,


es decir, cuando existen contradicciones entre valores o principios normativos que se
presentan en el ejercicio profesional (Hermosilla y otros, 2006). De modo que cumplir con
un principio o valor ético, por ejemplo el “secreto profesional” (artículo 2 del Código de
Ética del psicólogo en Tucumán), se contraviene con otro; “informar a los organismos
colegiales acerca de la vulneración de los derechos humanos” (artículo 2.11 del código
deontológico mencionado). Del Río (2007, p. 12) define el dilema ético de la siguiente
manera: “cuando entran en colisión dos deberesde obligado cumplimiento o, dicho de
otramanera, cuando la única forma de cumplircon una obligación sea infringiendo otra”.

Identificar situaciones de dilemas éticos en la práctica del psicólogo requiere de una


sólida competencia y formación profesional, así como el desarrollo de la capacidad de
poder identificar la existencia de la contradicción entre principios normativos para asumir
conductaséticasresponsables, conductas de cuestionamientoactivadoras y movilizadoras de
la acciónprofesional. Es decir, tomar la decisión máscorrecta en función de las
características dela situación dada.

Una de las modalidades de abordaje y resolución de situaciones dilemáticas en la


práctica profesional del psicólogo es la propuesta por Michel Fariña (2000) en la que la
ética supone una relación dialéctica entre lo normativo y lo singular; cuando el profesional
se encuentra frente a situaciones de dilemas éticos que suponen alternativas de opción y
decisión, la ética no se encuentra ni en el punto de partida de la situación ni en el resultado

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final, sino precisamente en el movimiento. De ahí que no podamos pensar a lo normativo


(la moral) sin la ética, a lo deontológico sin lo valorativo, y a las situaciones de la práctica
psicológica sin los juicios de valor y sin las interpretaciones que cada profesional hará de
una situación, desde su singularidad. Analizaremos este “doble movimiento de la ética
profesional psicológica” a partir de un caso ilustrativo.

Acerca de la ética profesional

Gramaticalmente, los vocablos “ética” y “moral” significan lo mismo: “ciencia de


las costumbres”. Sin embargo, el término moral siempre ha llevado implícitas unas
connotaciones que lo relacionaron con valores superiores, mientras que el vocablo ética
parece poner más el acento en los usos sociales en sí mismos considerados, sin supeditarlos
a estos principios superiores (LópezGuzmán, 1994).

La ética del siglo XX, alejada de los asuntos prácticos- surgidos como consecuencia
del desarrollo de las tecno-ciencias y la tecnología así como los cambios políticos y
culturales- centraba su preocupación en cuestiones normativas o de fundamentación, pero
será la ética aplicada esa nueva disciplina la que responda a estos desafíos, no como mera
aplicación de principios generales, normas, valores y/o modelos de conducta ya conocidos a
situaciones o casos particulares sino como una ética orientada a la aplicación; se trata de
una articulación teórico-práctica, en todos sus ámbitos. Al decir de Rovaletti (2012) “esta
nueva disciplina moviliza una nueva sensibilidad, promoviendo nuevas actitudes ante
situaciones conflictivas y dilemáticas, no solo ante las nuevas orientaciones de las ciencias
sino también ante las transformaciones de la sociedad actual que plantean el respeto por
las diferencias, la búsqueda de modalidades de consenso y/o deliberativas, respetando la
autonomía de los sujetos especialmente aquellos vulnerables” (p. 3).

Por su parte, la ética profesional constituye la ética especifica de una determinada


profesión, cuyas normas son compartidas y aceptadas por la comunidad profesional de un
determinado lugar, regulando y prescribiendo su actividad cotidiana; alcanzan su validez
formal a través de los códigos deontológicos, presentando éstos algunas limitaciones en la
medida que sólo prescriben un número reducido de reglas y además tienen un carácter

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puramente legal y heterónomo. Atenerse a la deontología –a este cuerpo normativo- no


asegura una verdadera adhesión a las responsabilidades morales en el ejercicio de una
actividad sino solo el mero cumplimiento formal. Existe, además, un nivel ético que hace
referencia a los problemas o dilemas éticos que surgen en una disciplina, en el marco de los
cuales es necesario tomar las decisiones más razonables y prudentes.

El profesional psicólogo puede enfrentarse en su práctica a posibles conflictos


éticos. Se habla de conflicto cuando el agente moral (el psicólogo, en nuestro caso) se
encuentra ante una encrucijada, es decir, tiene que elegir entre dos o más alternativas, pero
ninguna de ellas está libre de problemas éticos. Por ejemplo,un paciente entra a consulta y a
lo largo de la entrevista clínica le explica al psicólogo que está sufriendo abusos por parte
de su pareja. ¿Qué hacer en esta situación? ¿Se respeta el “secreto profesional” y en
ningúncaso se informa sobre el contenido de lasesión terapéutica?, o ¿se informa, como
mínimo,a los organismos colegiales?¿Se debe guardar el secreto cuando están en juego los
derechos fundamentales como la vida o la salud de una persona?

Ahora bien, como las teorías éticas no garantizan que sea siempre posible resolver
de modo satisfactorio todos estos conflictos, en la vida moral no existe a veces absoluta
certeza sino más bien decisiones prudentes, conscientes y responsables del profesional
psicólogo, que apelen al respeto hacia los derechos de los otros. He aquí la ética
profesional, es decir, la manera de traducir, leer, interpretar el corpus deontológico y de
posicionarse y decidir que tiene cada profesional frente a estas situaciones dilemáticas y de
difícil resolución.

El doble movimiento de la ética profesional psicológica

La transmisión de la ética profesional psicológica se asienta, tal como lo expresa


Michel Fariña (2000) en un doble movimiento:

- El primer movimiento incluye los conocimientos disponibles en materia de ética


profesional y constituye ese “estado del arte” que es el que establece el accionar
deseable del psicólogo ante situaciones dilemáticas de la práctica profesional.
Da cuenta de qué debería hacer el psicólogo y por qué, expresado en los
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principios y normas de los Códigosdeontológicos particulares y de las leyes que


regulan el ejercicio profesional. Por lo tanto alude a la dimensión deontológica,
moral, normativa, es decir, a esa guía de normas precisas para el profesional que
tienen como finalidad facilitar y orientar el buen cumplimiento de las normas
morales que impone la profesión. Tal como lo plantea Sánchez Vázquez (1973)
este primer movimiento dela ética alude a lo que él llama “plano normativo de la
moral”, es decir, las normas o reglas de acción e imperativos que enuncian algo
que debe ser.
Este primer movimiento da cuenta del encuadre inicial, es decir, de la entrada a
la situación ya que el conocimiento de lo que el psicólogo debe hacer ya existe,
y por lo tanto antecede a la situación a resolver.
- El segundo movimiento es suplementario del anterior y da cuenta de las
singularidades en situación. Da cuenta no del “que debería hacer”, de la
pautadeontológica particular, sino del "qué hacer", pero ahora en acto.
Siguiendo a Sánchez Vázquez (1973) se correlaciona con el “plano factico de la
moral”, es decir, el plano de los hechos morales constituido por ciertos actos
(del profesional en este caso) que se dan efectivamente y que son
independientemente de cómo se estime que debieron ser.
Este segundo movimiento establece la salida de la situación, posibilitada por la
decisión del profesional de cómo resolverla y por ese espacio de reflexión previa
donde se pone en juego el ser del sujeto moral, la singularidad ética del
profesional.

Vemos como lo deontológico-normativo (primer movimiento, lo particular) no


puede pensarse sin lo valorativo y sin las actitudes morales que el profesional tiene para
con las tareas y deberes propios de su profesión (segundo movimiento, lo singular).

Imaginemos la siguiente situación:

“El señor A pidió ver a un terapeuta en una Clínica de Enfermedades de


Transmisión Sexual después de recibir resultados positivos en la prueba de VIH. No
presenta síntomas. El terapeuta informó al señor A sobre la probabilidad de desarrollar la
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enfermedad en los siguientes 5 años, el curso típico de la enfermedad, y su probable


resultado. Posteriormente le explicó que él podía contagiar a otros a través del contacto
sexual, compartiendo agujas, o donando sangre. El terapeuta le informó sobre el «sexo
seguro» y sobre lo que podía hacer para proteger a sus compañeros sexuales frente a un
posible contagio. En este punto el señor A le confesó al terapeuta que era bisexual y que
creía que había contraído el virus durante uno de sus contactos homosexuales. Prosiguió
diciendo que había tomado la decisión de descontinuar sus actividades homosexuales y
que recientemente se había comprometido, pero manifestó su negativa a informarle a su
prometida sobre su diagnóstico diciendo que esto destrozaría sus planes de matrimonio”.

¿Qué debe hacer el psicólogo frente a esta situación? ¿Existe una causa justa que
exime al psicólogo de la obligación de guardar secreto? ¿Es éticamente justificado respetar
la autonomía y decisión del Sr. A, o se debe dar prioridad al deber de beneficencia y evitar
un mal mayor que el que implica el daño de la propia revelación del secreto?¿Qué hace el
psicólogo cuando dos o más principios y/o normas de la ética profesional se contraponen?

Si tomamos el método de abordaje de esta situación dilemática desde la propuesta


del doble movimiento de la ética podríamos decir que:

1) En el primer movimiento:

En el caso del SIDA existe un marco legal constituido básicamente por la Ley
23.798/90 y su Decreto Reglamentario 1244/91. Esta legislación tiende a resguardar la
privacidad de las personas, previéndose situaciones concretas con la obligación de guardar
silencio, y por otro lado, determinan otras situaciones representantes de una “justa causa
legal” que releva de la obligación de guardar secreto. El mencionado artículo reglamentario
en su Art. 2 inciso C) enumera las situaciones en las que un médicoo “cualquier persona
que por su empleo u ocupación haya tomado conocimiento que un individuo se encuentra
infectado por el HIV o enfermo de SIDA, queda exceptuado de guardar silencio y por lo
tanto debe revelarlo”, puntos 1 al 6 del inciso (obligación) “o puede revelarlo” (decisión
del profesional) punto 7. Según este punto, el profesional puede bajo su responsabilidad
revelar esta información a quienes considere necesario para evitar un mal mayor. En este

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sentido se privilegiaría lo propuesto en el Principio de Beneficencia y No maleficenciaque


sostiene que “los psicólogos se esfuerzan para beneficiar a aquellos con quienes trabajan y
toman las medidas necesarias para no hacer ningún daño (…) buscan salvaguardar el
bienestar de las personas o grupos destinatarios de sus servicios…” (Código APA, 2002).
Y según las limitaciones de la norma del secreto profesional, “el psicólogo podría
comunicar información obtenida a través de su ejercicio profesional sin incurrir en
violación del secreto profesional cuando así lo exija el bien del propio consultante (…), la
información que comunique debe ser la estrictamente necesaria, procurando que sea
recibida por las personas competentes y capaces de preservar la confidencialidad dentro
de los limites deseables” (Código FePRA, 2002). Lo que busca el psicólogo con esto es
salvaguardar el bienestar de las personas o grupos destinatarios de sus servicios (APA,
2002).

Esta situación expone al profesional, cuyo paciente con HIV se niega a decírselo a
su pareja, ya que es el psicólogo quien tiene la opción de poder revelar esta información a
quien crea conveniente, tendiendo a evitar un mal mayor que el que implica el daño de la
propia revelación del secreto. “Es obligación guardar en secreto la información que le
fuere confiada en el marco o contexto de la evaluación excepto en casos en que deba
priorizarse el derecho a la integridad del evaluado o de terceros, sobre el derecho a la
intimidad” (Código de Ética del Psicodiagnosticador, Punto 3, inciso A).

Existe consenso acerca de la prioridad del interés de la comunidad por sobre el


deber de confidencialidad particular, ya que el deber de secreto profesional cede frente al
interés de la comunidad cuando ésta se encuentre o pueda encontrarse en peligro.
Generalmente, la persona a informar es el conyugue, la pareja o compañero sexual, aunque
habrá que evaluar si por el tipo de actividad que desarrolla la persona afectada puede haber
otros terceros en peligro o riesgo.

En el caso particular que nos convoca, el paciente es adulto, autónomo, consciente y


libre por lo cual tiene el derecho de ser respetado en las decisiones que toma para sí, sin que
estas perjudiquen a otros. Cabe preguntarnos entonces, ¿revelando la información
confidencial, no avasallamos y vulneramos el respeto a la autonomía de la persona, sujeto
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de derechos? ¿Qué importancia adquiere el consentimiento informado en esta revelación?


¿Es éticamente justificado obtenerlo previamente a la intervención de informar?

Mantener la confidencialidad de la información se basa en el respeto a la norma del


Secreto Profesional que sostiene que…”los psicólogos tienen el deber de guardar secreto
de todo conocimiento obtenido en el ejercicio de su profesión”(FePRA, 2002), y en el
respeto al Principio de Autonomía que sostiene que “el paciente debe ser respetado en las
decisiones que tome sobre sí mismo, sin perjudicar a otros” (Franca Tarrago, 1996). Al
respecto, el Principio de Respeto por los derechos y la dignidad de las personas
(FePRA, 2002) establece que “los Psicólogos se comprometen a hacer propios los
principios establecidos por la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Asimismo, guardarán el debido respeto a los derechos fundamentales, la dignidad y el
valor de todas las personas, y no participarán en prácticas discriminatorias. Respetarán el
derecho de los individuos a la privacidad, confidencialidad, autodeterminación y
autonomía”.

Respetar la autonomía de la persona implica un resguardo de su derecho a la


confidencialidad y a la intimidad personal, pero también es importante apelar al mal menor.

La Norma Relaciones Humanas (APA, 2002. Punto 3, inciso 3.04) hace referencia
a Evitar un daño: “los psicólogos deben tomar medidas razonable para evitar dañar a sus
clientes/pacientes, estudiantes, supervisados, participantes de una investigación y otros
con quienes trabajan, y reducir al mínimo el daño donde este sea previsible e inevitable”.

Revelar el secreto con el consentimiento de la persona supone- en este caso- un


respeto a su capacidad de acción y decisión. En este punto, desde el Código de Ética de la
FePRA (2002) teniendo en cuenta los límites del secreto profesional, “los psicólogos
podrán comunicar información obtenida a través de su ejercicio profesional sin incurrir en
violación del secreto profesional, cuando así lo exija el bien del propio consultante(…), la
información que comunique debe ser la estrictamente necesaria, procurando que sea
recibida por las personas competentes y capaces de preservar la confidencialidad dentro
de los limites deseables”. Asimismo, al obtener el consentimiento informado del paciente

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estaríamos respetando su autonomía, su dignidad y el derecho que tiene todo paciente a


consentir y tomar decisiones sobre sí mismo. “El psicólogo debe tratar de lograr el
consentimiento que las personas involucradas puedan dar dentro de los márgenes que su
capacidad legal, intelectual o emocional permita, respetando al máximo posible el derecho
a la intimidad” (Código del Colegio de Psicólogos de Tucumán).

Se apelaría también, en este caso, al respeto a la norma de Veracidad- propia de la


Psicoética- que supone el “deber de decir la verdad o lo que la persona tiene derecho a
saber”. El psicólogo debe evitar la ocultación de la debida información, necesaria para
preservar la legitima autonomía de las personas consultantes.

El profesional psicólogo debe tener en cuenta lo expuesto en la Declaración


Universal de los Derechos Humanos (1948), que en su Art. 3 expresa que “todo individuo
tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”.

Como vemos, los psicólogos tienen el deber de guardar secreto de todo


conocimiento obtenido en el ejercicio de su profesión. Desde la perspectiva legal lo que se
intenta proteger con el deber de confidencialidad es el derecho a la intimidad, en relación
con la información privada que un sujeto recibe de otro en función del ejercicio de su
profesión. La confidencialidad alude a una relación establecida sobre la fe o confianza que
esta ya expresada en el propio termino. Pero hay situaciones especiales que merecen ser
consideradas ya que plantean desafíos éticos y legales para el psicólogo ya que el deber de
confidencialidad no es absoluto.

2) El segundo movimiento:

Alude justamente a la salida de la situación, posibilitada por la decisión del


profesional de cómo resolverla. Es allí donde se asienta la ética profesional, en la
singularidad del profesional que se pone en acto y ante el cual debe responder al otro y
hacerse cargo de su intervención. Como sostiene Anabel Murhell (2015) “el acto
profesional en tanto acto moral, es indisociable de la singularidad en que se presenta en
cada sujeto el sistema de valores, reglas y prescripciones”.Hace referencia a esa toma de

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conciencia que se plantea como resultado de la relación que establece el profesional


consigo mismo, con los consultantes y con el marco legal vigente.

Si frente al caso planteado el profesional psicólogo decide levantar el secreto


profesional y revelar la información confidencial del Sr. A tendiendo a evitar un mal
mayor que el que implica el daño de la propia revelación del secreto, o si por el contrario,
se fundamenta en la importancia que adquiere el respeto de la autonomía, libertad e
intimidad de la persona como derechos contemplados en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, apelando a su deber de confidencialidad y fidelidad a las promesas
efectuadas al consultante, es una decisión eminentemente ética y singular; en ella el
profesional pondrá en juego su propio ethos, lo cual supone una instancia de reflexión, de
prudencia y de responsabilidad profesional que obliga al psicólogo a atender a las
exigencias sociales y legales de la profesión, dirigiendo su práctica en función de un sujeto
de derecho.

Conclusión

Principios éticos generales, normativas deontológicas y regulaciones jurídicas son


referencias regulatorias de la práctica profesional de las que emanan una serie de
obligaciones deontológico-jurídicas constitutivas de los deberes profesionales. Pero así
como los códigos contemplan una responsabilidad profesional, científica y social, también
aluden a una responsabilidad individual que compromete al psicólogo respecto de su propio
accionar.

Es necesario considerar una Ética profesional que no quede reducida


exclusivamente a los aspectos deontológicos y legales de la profesión (lo particular), sino
que incorpore a su vez la dimensión clínica, que no se refiere exclusivamente al trabajo
clínico (el ámbito de la psicoterapia, el psicodiagnóstico, etc.), sino que supone la
referencia al campo de la singularidad, constituyendo un modo de lectura y abordaje
sustentado en la categoría de lo singular. Es desde allí desde donde el profesional podrá
incorporar principios éticos universales para su quehacer en distintos ámbitos y se hará
responsable de usar su saber y conocimiento al servicio de la comunidad, en su profesión y

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en su vida cotidiana. Por ello, en el movimiento “de lo particular” a “lo singular” se asienta
la ética profesional del psicólogo.

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