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Palabras introductorias
El interés por conocer, comprender, analizar y explicar la cultura propia
(maya tseltal en este caso) fue producto de un proceso de inmersión, re-
flexión y convencimiento consciente de esta necesidad ante la carencia de
suficientes estudios que expliquen la realidad de donde uno es. También
porque en varios de los pocos escritos existentes no veíamos reflejada
nuestra voz, nuestro sentir y pensar. Ciertamente, no todos los miembros
de los pueblos originarios estudian sus propias culturas, pero quienes he-
mos asumido esta responsabilidad moral con respecto a nuestra gente y
nuestra localidad, hacerlo nos ha permitido reencontrarnos, deconstruir-
nos-reconstruirnos, cuestionarnos-reafirmarnos, apostar por otros cami-
nos de construcción de conocimientos y aprendizajes desde nosotros y
con los demás. La razón de ser de este capítulo es compartir con ustedes
algunos aspectos del proceso vivido acerca del cómo inició y se fue dando
este caminar que busca descolonizar el saber y el ser desde la antropología
del nosotros(as), así como la forma en que reflexionamos la presencia del
o’tan-o’tanil (corazón) y el stalel (forma de ser, hacer, sentir, pensar y decir)
con las mujeres, los jóvenes y los profesores bilingües de Bachajón, Chia-
pas, México, a partir de una metodología de co-labor.
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tos nuevos, sino encontrarse con uno mismo, rostro a rostro, frente a fren-
te, corazón con corazón…” (Pérez y Ramos 2009: 2). Pero para encontrar-
nos o reencontrarnos hay que, como bien explican los autores y las autoras
de Sjalel Kibeltik “desnudarse-autorrepresentarse personal-colectivamente”,
que no es otro acto que “abrir el corazón y trabajar desde la co-razón para
mostrar nuestra raíz, nuestro origen, el caminar de cada un@ de nosotr@s” y
así “reconocer la raíz y el corazón de cada quien” (RACCACH 2012) para se-
guir fortaleciendo la cultura propia y los procesos organizativos donde uno
está inmerso. De lo contrario, “no podremos ser capaces de soñar diferentes
horizontes de existencia, de compartir dolores, de tejer sueños, de transitar
esperanzas y luchas por materializar utopías posibles” (Guerrero 2010: 16).
De esta manera, considero que una investigación desde el noso-
tros(as), en este caso los pueblos originarios, permite analizar el entorno
material, cultural, político y social donde estamos inmersos tomando como
punto de partida nuestro propio bagaje cultural (maya tseltal), seguido
de los demás elementos culturales que hemos interiorizado en este proce-
so de vinculación con la sociedad global. Con ello lograríamos presentar
nuestra palabra, nuestro pensar y sentir, oculto e invisibilizado durante
tanto tiempo, y dejar de ser sólo informantes de “especialistas” y “exper-
tos” para “convertirnos en protagonistas y autores de nuestra propia his-
toria” (Damián Martínez Martínez, Reunión de la RACCACH, 2 de agosto
de 2008, en RACCACH 2012: 312).
Al tiempo que me empapaba de estas propuestas teórico-metodo-
lógicas empecé a vivir dos procesos que contribuyeron a convencerme de
que la antropología del nosotros puede llevarnos a cambiar la forma de
investigar la cultura propia y, sobre todo, de vivirla. El primero se trata de
la investigación “Cuerpo, juegos recreativos y deportes en la sociedad pre-
hispánica” (2005), coordinado por Baltasar Ramos Martínez, donde fui co-
nociendo y asumiendo la cultura prehispánica como mi pasado y presente
cultural. El segundo consistió en un encuentro vivencial espiritual donde
participamos miembros de varios pueblos originarios. En dicho encuentro
investigamos, reflexionamos y fomentamos de manera crítica la práctica
de la filosofía de vida de nuestras culturas ancestrales.
Posteriormente llevé a cabo mi primera experiencia investigativa in-
dividual bajo esta propuesta de pensamiento-conocimiento, me refiero al
estudio del Loil K’in (Fiesta al Sol) en Bachajón, mi localidad de origen.
En esa investigación tomé como eje central la lengua tseltal y los símbolos
culturales analizados desde los elementos de mi cultura. Por esto, en vez
de quedarnos con la traducción de Loil K’in como “carnaval” o “farsa fies-
ta”, como lo habían resuelto otros estudiosos de fuera, profundizamos en
el análisis lingüístico-cultural del término. Así, tradujimos-interpretamos
Loil K’in como la “Fiesta al Sol”. De igual manera, esta óptica nos llevó a
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tes”. Cambiar esta forma de proceder fue(es) difícil porque no estamos acos-
tumbrados a dialogar y a valorar los otros saberes. Por ejemplo, en el caso
de nuestra investigación sobre el o’tan-o’tanil (corazón), el primer desafío
fue “construir relaciones de equidad que modificaran jerarquías y descon-
fianzas históricas reproducidas por las relaciones coloniales dadas entre la
investigación científica académica y los pueblos indígenas” (Leyva y Speed
2008: 79-80). Bajo esta lógica consideré a los profesores, jóvenes y mujeres
mayas tseltales con los que trabajé no como meros “informantes”, sino como
actores de la investigación con quienes podía co-reflexionar.
Por todo lo anterior, en mi trabajo de investigación, en vez de en-
marcar la investigación en una perspectiva teórica-metodológica dada con
anterioridad desde fuera, como generalmente se hace, opté por dialogar
con la gente sin categorías académicas. Esta apertura me permitió mirar dis-
tintos ángulos del concepto maya tseltal o’tan: como vida, pensamiento, sen-
timiento, sueño, esperanza, anhelo, moral, ética, y como stalel, o sea, como
forma de ser, estar, hacer, sentir, pensar y decir, desde los mayas tseltaletik.
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Te o’tan-o’tanil ja El corazón es
stalel tseltaletik la forma de ser-estar-sentir-hacer-pensar de
los tseltales
sp’ijil jmejtatik la sabiduría de nuestras madres-padres
smelelil k’op la honestidad-claridad de la palabra
sk’uxul ko’tantik lo apreciado-querido de nuestros corazones
kuxlejalil la vida-existencia
ban ya xtal te bin ya jpastike donde emana lo que hacemos
Ich’el ta muk’ el respeto, la veneración
ja te nopojibal. el conocimiento, el pensamiento.
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Esto es autoestima, tener el valor de hacer algo. Para cerrar este punto, el
profesor Jerónimo Jiménez también nos compartió las siguientes palabras:
“Cuando el trabajo de los niños no sale bien, hay que darle fortaleza-fuer-
za a su corazón, nunca hay que decirle: no sirves, porque esto se guarda en
su corazón, los desanima. Digo esto porque así lo he visto, sabemos que es
discriminación y que estamos desanimando el corazón del niño”.
Si bien el ich’aba ta muk’ (respétate y tómate en cuenta) o el muk’ub-
tesel o tulantesel o’tanil (engrandecer o fortalecer el corazón) tienen que ver
con la autoestima –como lo explicaron los profesores–, considero que ésta
no se adquiere sólo con pronunciar dichas frases sino mediante un proce-
so de fortaleza espiritual individual y colectiva que se genera a partir de
transformaciones profundas en las condiciones de vida de las personas (no
más pobreza, injusticia, discriminación, desigualdad social, estigmatiza-
ción), y en un proceso de reencuentro con nosotros mismos, nuestros ros-
tros, nuestros corazones y nuestras raíces. Ahí creo que radica la esencia de
ese muk’ubtesel o tulantesel o’tanil (engrandecer el corazón).
Después de las participaciones de los voceros de los equipos, tomé
la palabra para señalar los puntos principales a los que habíamos llegado
en esta primera reflexión y para dar también algunas ideas que reforza-
ran la importancia del corazón en nuestra lengua y vivencia cotidiana. Si
bien ya habíamos visto cómo la concepción del corazón estaba presente en
nuestra conversación cotidiana a través de frases tales como: jun ko’tantik
(un solo corazón) y tse’el kotantik (alegres nuestros corazones), faltaba ver
detalladamente cómo lo vivimos en nuestras familias y en la comunidad,
pues muchas veces, por experiencia propia, no seguimos o no practicamos
lo que dicta el sentir-pensar del corazón. Lo más importante de los talleres
es que lo dicho quedó –más que en lo escrito– en los corazones de cada uno
para seguir reflexionándolo. Entonces, teníamos que retomar la fortaleza
de esas concepciones y prácticas para buscar un mejor camino para vivir
de manera digna. De igual forma señalé que la importancia del corazón no
reside únicamente en mencionarlo, sino en mostrar que nosotros para todo
usamos el corazón, a diferencia de otras sociedades que sólo utilizan la
cabeza para hacer las cosas. Por ello, agregué, para otra ocasión debemos
reflexionar cómo representamos el corazón, cómo lo pensamos, cómo lo
imaginamos.
Ante estas últimas palabras, el profesor Jerónimo pidió intervenir
para preguntarse y preguntarnos a la vez: “¿Dónde o cómo podemos ver
el corazón de los árboles?” El profesor Manuel Moreno Gómez, inmedia-
tamente, respondió: “Es parte de la filosofía. Su corazón está en su vida,
pues está vivo”. Los demás profesores reafirmaron lo dicho con un “Así
es”. Resuelta esta interrogante, el profesor Jerónimo Jiménez retomó la
palabra para plantear que nuestras madres-padres pronunciaban los pat
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o’tanetik (saludos del corazón) para hacer saludar sus corazones cuando
se encontraban cara a cara, ahora sólo nos damos la mano. “Considero,
continuó el profesor, que el pat o’tan es la forma como nuestros mayores se
respetaban y se tomaban en cuenta con todo su corazón”.
En consonancia con lo anterior, el profesor Juan Carlos Hernández
hizo uso de la palabra para reafirmar que nosotros, los mayas tseltaletik,
“ma ya jnoptik ta joltik, te k’opojemotike ta ko’tantik, jich k’ayemotik a, te ya xoch
jletiktal ta nameye manix ya jnatik ban jachemtal” (no aprendemos-pensamos-re-
flexionamos con la cabeza, nuestro ser-sentir emana del corazón, así estamos
acostumbrados. Por ejemplo, si empezamos a buscar de dónde viene esto,
no lo vamos a encontrar [énfasis mío]). Sumándose a lo expresado, el pro-
fesor Manuel Moreno señaló que si bien hay quienes dicen: “sjol yo’tan”
(su cabeza-su corazón) para referirse a que la acción, el sentir, el pensar y
el decir proceden de las dos partes del ser aludidas, en realidad, la gran
mayoría de personas sólo aluden al corazón. Al respecto dicho profesor
agregó: “jich stalel yayel te tseltaletik e, spisil ora ya jtatik ta jalel ko’tantik” (así
es la forma de ser-estar-hacer-sentir de los tseltaletik, siempre aludimos al
corazón).
Con el ánimo de seguir aportando a esta reflexión, el profesor Ber-
nardino Hernández pidió la palabra para aclarar que del corazón emanan
tanto los buenos sentimientos (amor, sinceridad, ternura) como los con-
flictos, la envidia, la discusión y la pelea. Estas ideas dieron paso a que el
profesor Melchor Hernández Jiménez dijera que o’tanil es la inteligencia
de la persona, la cual puede ser positiva y negativa, por eso encontramos
el dicho “Para robar hay que ser inteligente”. Pero la inteligencia se da de
acuerdo con la etapa del desarrollo del niño hasta la edad adulta. Yendo
más lejos, el profesor Melchor señaló que nuestras madres-padres supie-
ron y entendieron que todo giraba en torno al corazón porque las condicio-
nes de vida eran otras que las que tenemos actualmente. Así se reflejó en
sus trabajos, en sus pensamientos, en la forma de hablar a Dios. Pero esta
sabiduría, explicó, ya no la tenemos porque hemos cambiado.
Continuando con los aportes sobre el sentir-pensar del corazón, el
profesor Juan de Jesús Hernández Moreno hizo notar que el o’tan en tseltal
le da importancia y grandeza a lo que decimos porque es hablar con la
verdad-honestidad-sinceridad: “Te k’anele ya xjach ta awo’tan. Sjelta smelelil
porque jachemtal ta ko’tan, jayu’un ya kaltik ta spisil ko’tan… te otanile smele-
lil k’op” (El amor nace del corazón. Este sentimiento es verdadero-sincero
porque nace del corazón, por eso decimos: “con todo mi corazón”. El cora-
zón es la verdad-sinceridad-honestidad de la palabra).
Relacionando los conocimientos encontrados observo que tanto el
corazón como la honestidad de la palabra tienen mucho que ver con el
hombre sabio o con un solo corazón. En su estudio Antonio Paoli (2003:
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108) apunta que si un maya tseltal piensa que por sí mismo tiene una exis-
tencia plena y no toma en cuenta la incidencia de la familia, la comunidad
y la trascendencia, entonces es una persona engreída, no tiene verdad su
corazón (ma’yuk smelelil ta yo’tan). Pero si reconoce a la sociedad que le da
el medio adecuado para formarse, entonces ay smelelil ta yo’tan (tiene ver-
dad en su corazón). Con esa verdad puede tener confianza en sí mismo y
en los demás (muk’ulinej yo’tan). Puede tener un corazón integrado y feliz
(junal yo’tan) y llegar a ser “jtuhl p’ijil winik, jtuhl p’ijil ants” (un hombre
sabio, una mujer sabia).
Sbonel o’tanil sok kerem ach’ixetik. Pintando el corazón con los y las jóvenes
Una de las primeras actividades que realizamos con los jóvenes del Cobach
fue dibujar conceptos claves de la cosmovisión maya tseltal para conocer
la percepción de los y las jóvenes en torno a nuestra cultura, el mundo, la
vida y el corazón; por el limitado espacio que tengo en este capítulo sólo
retomaré las reflexiones que se dieron en torno al último concepto. Forma-
dos por equipo y con los materiales en mano, a los talleristas se les explicó
lo que iban a dibujar y pintar: balumilal, kuxlejalil, Ajawetik, ch’ul lumetik y
o’tan. Ronyk Hernández –pintor maya tsotsil– fue pronunciando los con-
ceptos en voz alta y algunos estudiantes fueron traduciéndolos: balumilal
como tierra, mundo, planeta; kuxlejalil, vida; o’tan, corazón. En cuanto a
las palabras Ajawetik y ch’ul lumetik, no supieron traducirlas; sólo un joven
dijo: dios del agua, pero era en plan de broma pues todos empezaron a
reírse. Entonces dije que Ajawetik podía ser traducido como señor, dios,
guardián dueño y protector de lo que existe, y ch’ul lumetik como lugares
o tierras sagradas.
Las palabras kuxlejalil, balumilal, ch’ul lumetik, Ajawetik y o’tan, expli-
có Ronyk, pueden parecer abstractas, no obstante el objetivo era reflexio-
nar sobre su significado en equipo para que pudieran aterrizarlas en un di-
bujo, explorando así sus habilidades. Se les dio treinta minutos para hacer
esta actividad al aire libre. Transcurrido ese tiempo, los jóvenes regresaron
al aula para compartirnos sus pensamientos en torno a los dibujos.
Los representantes del primer equipo nos explicaron en español que
habían representado al o’tanil (corazón) “con una pareja agarrados de la
mano y en la cabeza del varón dibujaron un corazón porque se aman mu-
cho”. Esta forma es la que se usa en muchos dibujos comerciales. Pero
el amor, explicó otro de los muchachos del equipo, también puede darse
en la familia o con nuestros compañeros, “cuando estamos unidos, o bien
cuando hacemos un convivio o una fiesta en la milpa”.
Las representantes del segundo equipo nos comentaron que para
ellas “el o’tan es un órgano que todos poseemos y a través de él tenemos
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Notas
* Este texto se basa en la investigación que dio sustento a mi tesis de maestría intitulada O’tan-o’tanil:
stalel tsetaletik yu’un Bachajón, Chiapas, México. Corazón. Una forma de ser-estar-hacer-sentir-pensar
de los tseltaletik de Bachajón, Chiapas, México, llevada a cabo en el marco de la Facultad Latinoa-
mericana de Ciencias Sociales (Flacso)-Ecuador (Pérez 2014). Aprovecho este espacio para agra-
decer a Xochitl Leyva por la invitación a publicar en esta obra colegiada y por los comentarios
vertidos para su mejor presentación.
1 Hay excepciones, por supuesto, las de aquellos que estudian culturas de otros países o de otras
sociedades.
2 Cuando digo “propia” me refiero a mi raíz maya tseltal, la cual no es ajena a mezclas, hibridismos
o sincretismos culturales.
3 Los profesores que asistieron al taller tienen todos su licenciatura terminada; uno terminó su
maestría y otros han cursado diplomados. Cuentan con largos años de servicio como docentes,
pero actualmente no trabajan frente a grupos. Unos eran auxiliares técnicos pedagógicos y otros
directores. Todos son hablantes de tseltal y originarios de Bachajón. Su edad oscila entre los 34
y los 50 años.
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4 Estuvieron en el taller 34 kerem-ach’ixetik (jóvenes varones y mujeres), de los cuales 18 eran mujeres
y 16 varones. La mayoría de estos(as) participantes venía del sexto semestre (tercer y último año
de bachillerato) y sólo 9 del segundo semestre (primer año). La edad de los(as) participantes os-
cilaba entre los 15 y 20 años. La mayoría de los kerem-ach’ixetik eran de Bachajón; otros nacieron
en localidades cercanas como Joybe, Soteel, San Antonio, Yaaltzemen, San Juan Bawitz, Tz’oolja
y Jolaquil, pertenecientes todas al ejido de San Jerónimo o al de San Sebastián Bachajón.
5 Al taller asistieron once mujeres, de las cuales la mayoría eran adultas (de entre 25 y 72 años),
sólo habían unas pocas de 17 y 18 años. Asimismo, la mayor parte estaba casada y trabajaba en
el hogar; algunas son originarias de diversas localidades pertenecientes al ejido de San Jerónimo
Bachajón (tales como: Lok’ib Ha’, San Gabriel, Sitalá, Kakuala), pero todas vivían en el poblado
de Bachajón.
6 JNantik, traducido literal al español, significa “nuestra madre”. En nuestro idioma tseltal le de-
cimos jNantik tanto a nuestra madre biológica como a las demás mujeres adultas y distinguidas
con quienes nos comunicamos cotidianamente. Pero al pasar esta denominación al español pue-
de interpretarse como “señora” o “doña”. Es importante mencionar que jNantik es lo mismo que
jMe’tik, la diferencia responde a las variantes dialectales del tseltal.
7 El término tut en tseltal significa “pequeño”. En el texto le anteponemos la “x” para señalar el
género de la persona a quien se hace referencia: femenino. Entonces, xtut Mariela se traduce
como “la pequeña-joven Mariela”.
8 Un profesor tseltal de San Quintín (Ocosingo, Chiapas) le comentó a Antonio Paoli sobre la
forma de ser de nosotros los tseltales: “tsel significa risa o contento y tal es venir o modo de
ser: los tseltales somos los que tenemos la felicidad como nuestro modo de ser” (Paoli 2003: 45).
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