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TEMA 1: DESIGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES

1.1. INTRODUCCIÓN

Las relaciones entre las mujeres y los hombres desempeñan un papel importante tanto en
la plasmación como en la evolución y transformación de los valores, las normas y las
prácticas culturales de una sociedad, los cuales, a su vez, determinan dichas relaciones.
De hecho, son relaciones que evolucionan con el tiempo y en las que influye una matriz
de factores socioeconómicos, políticos y culturales. Los cambios en la combinación de
esos factores pueden afectarlas de manera positiva o negativa. Por ejemplo, durante el
siglo pasado cambios importantes, como la incorporación de un gran número de mujeres
a la fuerza de trabajo y a la política, o su mayor disponibilidad de medios de control de la
reproducción, alteraron considerablemente las relaciones entre las mujeres y los hombres.
Un aspecto básico de esta dimensión se refiere a la manera en que esos factores
socioeconómicos y políticos evolucionan y se combinan para incidir en las relaciones
entre mujeres y hombres y, a su vez, contribuir a la configuración de los valores, las
normas y las prácticas culturales.

Por “género” se entienden las construcciones socioculturales que diferencian y configuran


los roles, las percepciones y los estatus de las mujeres y de los hombres en una sociedad.
Por “igualdad de género” se entiende la existencia de una igualdad de oportunidades y de
derechos entre las mujeres y los hombres en las esferas privada y pública que les brinde
y garantice la posibilidad de realizar la vida que deseen. Actualmente, se reconoce a nivel
internacional que la igualdad de género es una pieza clave del desarrollo sostenible.

La búsqueda de la igualdad de género es un elemento central de una visión de la


sostenibilidad en la cual cada miembro de la sociedad respeta a los demás y desempeña
un papel que le permite aprovechar su potencial al máximo. La amplia meta de la igualdad
de género es una meta social a la que la educación y las demás instituciones sociales
deben contribuir. La discriminación de género está imbricada en el tejido de
las sociedades. En muchas sociedades, las mujeres llevan la carga principal de
la producción de alimentos y la crianza de los niños. Además, las mujeres a menudo son
excluidas de las decisiones familiares o comunitarias que afectan a sus vidas y bienestar.

También conocida como igualdad de sexos, implica que los hombres y mujeres deben
recibir los mimos beneficios, recibir las mismas sentencias y ser tratados con el mismo

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respeto. Este concepto es clave en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de
las Naciones Unidas, en la que el objetivo final es otorgar a las personas igualdad legal y
social, independientemente del sexo y género, pero especialmente en las actividades
democráticas y asegurar la igualdad de remuneración por el mismo trabajo

El principio de igualdad y de no discriminación por razón de sexo es una obligación


de derecho internacional general, que vincula a todas las naciones y, dado
su carácter primordial, se establece siempre como un principio que debe inspirar el resto
de los derechos fundamentales.

Durante los últimos cincuenta años los gobiernos y las organizaciones de la sociedad civil
han desplegado esfuerzos concertados a fin de formular y aplicar políticas capaces de
crear un “terreno de juego” más justo y equilibrado para las mujeres y los hombres
teniendo en cuenta los aspectos específicos de cada sexo (por ejemplo, la reproducción)
y abordando los principales obstáculos para la consecución de la igualdad de género.

Sin embargo, en ningún país la igualdad de género se ha convertido en la norma y aún


quedan importantes disparidades por subsanar. Por lo general los progresos en materia de
igualdad de género se evalúan analizando medidas de resultados clave, como el porcentaje
de acceso en pie de igualdad a los recursos y las oportunidades y a su distribución. Gracias
a estos indicadores objetivos es posible saber en qué medida las mujeres y los hombres
pueden gozar de los mismos derechos fundamentales y posibilidades de progreso personal
y profesional y contribuir al desarrollo de su país.

Esa imagen empírica de la situación en materia de igualdad de género es importante para


entender su relación con el desarrollo, puesto que la capacidad de las mujeres y los
hombres de participar en pie de igualdad en la vida social, cultural, política y económica
garantiza que tanto las políticas públicas como los valores, las normas y las prácticas
culturales reflejen los intereses y experiencias de ambos sexos y los tengan en cuenta. Las
políticas, medidas y prácticas que solo tienen en cuenta los intereses de la mitad de la
población generan desequilibrios que socavan el desarrollo sostenible de un país.

La valorización de la igualdad de género mediante políticas, intervenciones e inversiones


focalizadas puede influir considerablemente en las actitudes y percepciones acerca de los
roles de uno y otro género y mejorar los niveles de igualdad en la práctica. En este sentido,
es importante reconocer la función que desempeñan las actitudes y percepciones
culturales en la orientación y el diseño de políticas, acciones y otras medidas de

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promoción tanto en materia de igualdad de género como en otras esferas. Porque no basta
con establecer políticas: las actitudes negativas de las personas pueden obstaculizar o
socavar las políticas, acciones y medidas públicas en favor de la igualdad de género, cuyo
éxito y sostenibilidad requiere la implicación y el pleno apoyo de los miembros de la
comunidad. Por consiguiente, a fin de entender los procesos de cambio social y los
criterios conexos, en esta dimensión se procura comprender las correlaciones o
divergencias que existen a nivel nacional entre la promoción y valorización de la igualdad
de género mediante políticas y acciones focalizadas encaminadas a lograr los resultados
previstos para las mujeres y los hombres en las cuatro esferas seleccionadas, por una
parte, y las percepciones de la igualdad de género, por la otra.

1.2. DEVENIR HISTÓRICO


El reconocimiento de la igualdad de género ha sido una conquista histórica de las mujeres.
Hace 250 años plantearse la igualdad de derecho era un hecho inconcebible ya que se
consideraba que las mujeres eran naturalmente diferentes e inferiores a los hombres.

Inclusive la revolución francesa, que fue emblemática de los ideales de libertad e


igualdad, desconoció este derecho para las mujeres. En su lugar se estableció como parte
de las normas de la sociedad y la familia, la obligación de las mujeres de obedecer
la autoridad de los hombres, plasmada en el Código Napoleónico de 1804.

A finales del siglo XVIII, empezaron a denunciarse las desigualdades, la falta de


derechos, la discriminación y la subordinación de las mujeres. Estas denuncias fueron
permitiendo, poco a poco, que las mujeres adquiriesen derechos y construyesen una
agenda de desarrollo. También, gracias a ellas, empezaron a ser reconsiderados los
modelos culturales que nos definen en tanto que hombres y mujeres.

En 1945, las Naciones Unidas incluyeron en su Carta “la igualdad de derechos entre
hombres y mujeres” e inmediatamente crearon la “Comisión para el Estatuto de las
Mujeres”, que debía promover este ideal. No obstante, en el periodo de post-guerra, se
impuso la imagen de las mujeres como madres-esposas, soporte de la familia tradicional.
Fue Simone de Beauvoir, en su obra sobre la opresión de las mujeres, El Segundo Sexo
(1949), quien aportó las bases ideológicas para el resurgimiento del Feminismo en los
años 60. Betty Friedan, con su libro La Mística de la Feminidad (1963), definió el término
femenino (tomado de Beauvoir) como una construcción social en lugar de una

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determinación biológica, y reveló los mecanismos sociales que perpetúan las relaciones
de dominio entre los sexos.

La “Primera Ola” del Feminismo, finales del siglo XIX e inicios del XX se centró en
adecuar los derechos de las mujeres a los de los hombres: el derecho a la propiedad, el
acceso a la educación y el derecho a una independencia económica, así como el derecho
al voto.

La “Segunda Ola” del Feminismo, que comenzó en los años 60- denunció la opresión que
sufrían las mujeres a causa del sistema patriarcal y pedía su liberación de los roles y las
ataduras impuestas por las relaciones de género. Una de las características de esta etapa
fue hacer de lo privado una cuestión pública, especialmente en el ámbito de los derechos
sexuales y reproductivos, con la legislación sobre la anticoncepción y la interrupción
voluntaria del embarazo. Se reivindicaba, además, la igualdad entre mujeres y hombres
en el campo profesional, educativo y en la lucha contra las instituciones sexistas.

Se trata, por lo tanto, de un proceso rico, que ha aportado cambios, no solamente en


política, sino también en diversas disciplinas científicas, especialmente en el campo de la
psicología, el derecho, la sociología y la biología. Y son estos cambios, además, los que
nos permiten cuestionar las formas y las posiciones desde las cuales se construye un
desarrollo equitativo y duradero.

Desde los años setenta del siglo anterior, comienza a difundirse la Teoría de Género, que
se basa en que a las personas se nos atribuyen una serie de creencias, actitudes, conductas,
valores y normas sociales, según se haya nacido hombre o mujer. A este conjunto de
atribuciones se le denomina GÉNERO.

1.3. CONCEPTOS BÁSICOS


Para centrarnos y ubicarnos del todo dentro de la materia y las diversas ramas que abarcan
el área de la igualdad de género, se hace imprescindible el conocimiento y análisis de
conceptos muy importantes:

Patriarcado: El patriarcado es un sistema político que institucionaliza la superioridad


sexista de los varones sobre las mujeres, constituyendo así aquella estructura que opera
como mecanismo de dominación ejercido sobre ellas, basándose en una fundamentación
biologicista. Esta ideología, por un lado, se construye tomando las diferencias biológicas

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entre hombres y mujeres como inherentes y naturales. Y por el otro, mantiene y agudiza
estas diferencias postulando una estructura dicotómica de la realidad y del pensamiento.

Androcentrismo: Es la visión del mundo que sitúa al hombre como centro de todas las
cosas. Esta concepción de la realidad parte de la idea de que la mirada masculina es la
única posible y universal, por lo que se generaliza para toda la humanidad, sean hombres
o mujeres. El androcentrismo conlleva la invisibilidad de las mujeres y de su mundo, la
negación de una mirada femenina y la ocultación de las aportaciones realizadas por las
mujeres.

Sexismo: Es el poder que ejerce un colectivo humano sobre otro en razón de su sexo.
Conjunto de todos y cada uno de los métodos empleados en el seno del patriarcado para
poder mantener en situación de inferioridad, subordinación y explotación al sexo
dominado.

El sexismo abarca todos los ámbitos de la vida y las relaciones humanas, de modo que es
imposible hacer una relación, no exhaustiva, sino ni tan siquiera aproximada de sus
formas de expresión y puntos de incidencia.

Machismo/Hembrismo: Conjunto de actitudes y comportamientos que rebajan


injustamente la dignidad de la mujer en comparación con el varón (machismo) o viceversa
(hembrismo); y que creen a un sexo superior al otro.

Feminismo: Se trata de un movimiento que exige que las mujeres y los hombres tengan
los mismos derechos: por lo tanto, concede al género femenino capacidades antes
reservadas sólo a los hombres.

Transversalidad de género: Se trata de dar prioridad a una perspectiva participativa


tendente a la autonomía y la autodeterminación de los diferentes colectivos,
principalmente de las mujeres. Teniendo en cuenta también que el colectivo de mujeres
no es homogéneo, sino que entre ellas existen también intereses diferentes.

Esto es tener en cuenta a los grupos más desfavorecidos y vulnerables, y otorgarles un


interés particular, con el fin de evitar una desigualdad creciente. La experiencia nos ha
demostrado que las acciones supuestamente “neutras” refuerzan las relaciones de poder
adquiridas y que, por lo tanto, es necesario impulsar acciones positivas y sistemáticas en
favor de la mejora de la situación de las mujeres, de tal modo que los beneficios de estas
acciones les aprovechen siempre a las y los más desfavorecidos.

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Mainstreaming de género: Es la integración sistemática de las condiciones, las prioridades
y las necesidades propias de las mujeres y los hombres en todas las políticas, con vistas a
promover la igualdad de género entre mujeres y hombres. Pretende movilizar todas las
políticas y medidas generales con el objetivo de llevar a la práctica la igualdad, ya en la
fase de planificación, teniendo en cuenta cuál será su incidencia sobre la situación
específica de mujeres y hombres al ponerlas en práctica, así como al hacer el seguimiento
y la evaluación de las mismas.

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