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HORA SANTA POR LAS VOCACIONES

MONICIÓN

En este momento entramos en oración para pedir por todas las vocaciones; de manera especial,
daremos gracias a Jesús Eucaristía por la vocación a la que hemos sido llamados cada uno de
nosotros. Es oportuno recordar las Palabras de Benedicto XVI para la 48 Jornada Mundial de
Oración por las Vocaciones: “El arte de promover y de cuidar las vocaciones encuentra un
luminoso punto de referencia en las páginas del Evangelio en las que Jesús llama a sus discípulos a
seguirle y los educa con amor y esmero. El modo en el que Jesús llamó a sus más estrechos
colaboradores para anunciar el Reino de Dios ha de ser objeto particular de nuestra atención. En
primer lugar, aparece claramente que el primer acto ha sido la oración por ellos: antes de
llamarlos, Jesús pasó la noche a solas, en oración y en la escucha de la voluntad del Padre, en una
elevación interior por encima de las cosas ordinarias. La vocación de los discípulos nace,
precisamente, en el coloquio íntimo de Jesús con el Padre. Las vocaciones al ministerio sacerdotal
y a la vida consagrada son primordialmente fruto de un constante contacto con el Dios vivo y de
una insistente oración que se eleva al «Señor de la mies» tanto en las comunidades parroquiales,
como en las familias cristianas y en los cenáculos vocacionales”. Nos ponemos de radillas.

EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO

CANTO

Cantemos al amor de los amores

Fondo musical: Kyrie piano.

Lector 1:

Orar por las vocaciones es una puesta en práctica del mandato de Jesús: “rueguen al dueño de la
siembra que mande obreros para hacer la cosecha”. Este mandato desafía nuestra fe e interpela
nuestra conciencia de bautizados. Es el primer servicio que podemos ofrecer a la gran causa de las
vocaciones. Necesitamos apóstoles, evangelizadores y misioneros, personas comprometidas que,
en nombre de Cristo, nos ayuden alcanzar los bienes de la salvación.

Por ello, debemos orar juntos a nuestro Redentor y pedirle que suscite vocaciones a los diferentes
estados de vida y nos ayude a descubrir la vocación a la que nos ha llamado. Por eso decimos:

Creemos, Señor, que estás aquí realmente presente en este sacramento admirable en que Tú,
Redentor del universo, vienes a nosotros como pan que nos fortalece en el camino. Creemos,
Señor, pero, aumenta nuestra fe. Creemos que estás aquí con nosotros, que nos escuchas, que nos
hablas interiormente sin ruido de palabras y que, desde el altar, eres un signo elocuente de amor,
de donación, de entrega sin límites.
A ti aquí presente queremos alabarte y agradecer las diversas vocaciones que regalas a la iglesia y
pedirte por ellas.

BREVE SILENCIO

Guía:

Padre Dios, movidos por tu Santo Espíritu y delante de Jesús sacramentado que nos ha llamado a
ser sus discípulos, te pedimos que los jóvenes del mundo entero descubran, valoren y acepten
ante Ti y ante los demás un interés ardiente a su respuesta vocacional para crear una nueva
civilización en tu amor.

Lector 2:

Escuchemos las palabras del Santo Evangelio según san Mateo (Mt 4, 18-22):

Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro,
y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo:
"Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo
siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su
hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los
llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

Palabra del Señor.

BREVE ESPACIO DE SILENCIO

Guía:

El Señor, al comienzo de su vida pública, llamó a algunos pescadores, entregados al trabajo a


orillas del lago de Galilea: «Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres» (Mt 4, 19). Les
mostró su misión mesiánica con numerosos «signos» que indicaban su amor a los hombres y el
don de la misericordia del Padre; los educó con la palabra y con la vida, para que estuviesen
dispuestos a ser los continuadores de su obra de salvación; finalmente, «sabiendo que había
llegado la hora de pasar de este mundo al Padre» (Jn 13,1), les confió el memorial de su muerte y
resurrección y, antes de ser elevado al cielo, los envió a todo el mundo con el mandato: «Vayan y
hagan discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19).

La propuesta que Jesús hace a quienes dice «¡Sígueme!» es ardua y gozosa: los invita a entrar en
su amistad, a escuchar de cerca su Palabra y a vivir con Él; les enseña la entrega total a Dios y a la
difusión de su Reino según la ley del Evangelio: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24); los invita a salir de la propia voluntad
cerrada en sí misma, de su idea de autorrealización, para sumergirse en otra voluntad, la de Dios, y
dejarse guiar por ella; les hace vivir una fraternidad, que nace de esta disponibilidad total a Dios
(cf. Mt 12, 49-50), y que llega a ser el rasgo distintivo de la comunidad de Jesús: «La señal por la
que conocerán que son discípulos míos, será que se aman unos a otros» (Jn 13, 35).

BREVE ESPACIO DE SILENCIO

CANTO – No temas

Guía:

La dimensión Vocacional de la Palabra de Dios nos invita a todos a ser sus discípulos y a amarnos
los unos a los otros. A todos nosotros nos debe interpelar, pues al ser Iglesia, todos somos
convocados, todos somos llamados a la santidad. El Papa Francisco nos recuerda que «la existencia
cristiana es siempre respuesta a la llamada de Dios».

Por ello, y en palabras del Santo Padre, es necesario que «la Iglesia recorra el camino al servicio de
las vocaciones abriendo brechas en el corazón de los fieles, para que cada uno pueda descubrir
con gratitud la llamada de Dios en su vida, encontrar la valentía de decirle “sí”, vencer la fatiga con
la fe en Cristo y, finalmente, ofrecer la propia vida como un cántico de alabanza a Dios, a los
hermanos y al mundo entero».

El seguimiento de Cristo es arduo; significa aprender a tener la mirada de Jesús, a conocerlo


íntimamente, a escucharlo en la Palabra y a encontrarlo en los sacramentos; quiere decir aprender
a conformar la propia voluntad con la suya.

Por ello, en esta Hora Santa, oremos también por las familias, por la vocación al matrimonio y por
las escuelas, para que fomenten una cultura vocacional que conduzca a la humanidad por sendas
de vida cristiana.

Hagamos eco de las palabras de San Juan Pablo II sobre el don de la vocación:

Lector 3:

La familia cristiana, en virtud del sacramento del matrimonio participa, de modo propio y original,
en la misión educativa de la Iglesia, maestra y madre. Como han afirmado los Padres sinodales, «la
familia cristiana, que es verdaderamente "como iglesia doméstica", ha ofrecido siempre y continúa
ofreciendo las condiciones favorables para el nacimiento de las vocaciones. Y puesto que hoy la
imagen de la familia cristiana está en peligro, se debe dar gran importancia a la pastoral familiar,
de modo que las mismas familias, acogiendo generosamente el don de la vida humana, formen a
los hijos de manera que puedan adquirir, desde el comienzo, el sentido de la piedad y de la
oración y el amor a la Iglesia». En continuidad y en sintonía con la labor de los padres y de la
familia está la escuela, llamada a vivir su identidad de «comunidad educativa» incluso con una
propuesta cultural capaz de iluminar la dimensión vocacional como valor propio y fundamental de
la persona humana. En este sentido, si es oportunamente enriquecida de espíritu cristiano, puede
infundir «en el alma de los muchachos y de los jóvenes el deseo de cumplir la voluntad de Dios en
el estado de vida más idóneo a cada uno (Pastores Dabo Vobis, 41).

BREVE MOMENTO DE SILENCIO

De la carta del apóstol San Pablo a los Efesios (Ef 3, 13-19.4, 1-4).

Les ruego que no se desanimen a causa de mis sufrimientos, los que padezco por ustedes, pues
son para la gloria de ustedes mismos. Por eso me arrodillo ante el Padre de quien procede toda
paternidad en los cielos y en la tierra para que, según la riqueza de su gloria, les conceda
fortalecerse en su interior por medio del Espíritu.

Que Cristo habite por la fe en sus corazones, para que arraigados y cimentados en el amor puedan
comprender, como todos los santos, cuál es la amplitud y la longitud, la altura y la profundidad de
amor de Cristo, amor que supera todo saber humano. Así serán colmados de la plenitud misma de
Dios.

Por eso los exhorto a comportarse en coherencia con la vocación a la que han sido llamados. Sean
humildes y amables, tengan paciencia y sopórtense unos a otros con amor. Procuren mantener la
unidad, fruto del Espíritu, mediante el vínculo de la paz.

Uno sólo es el Cuerpo y uno sólo es el Espíritu, así como también una sola es la esperanza a la que
han sido llamados.

Palabra de Dios.

BREVE ESPACIO DE SILENCIO

CANTO – Tómame, Señor

Guía:

Oremos al Pastor Supremo por nuestra vocación y por todas las vocaciones en la Iglesia.

A cada petición digamos: R/. Envía, Señor, obreros a tus campos.

Lector 4:

Pidamos al Señor para que todos reconozcamos muestra vocación a la vida y respondamos
optando siempre por la vida. Oremos. R/.
Para que descubramos nuestra vocación a ser hijos de Dios en Jesucristo. Oremos. R/.

Supliquemos por todos los y las jóvenes que experimentan, en esta etapa de su vida, la llamada de
Dios a construir una nueva civilización en el amor, ya sea en el matrimonio, la vida religiosa,
misionera o sacerdotal. Oremos. R/.

Pidamos por los matrimonios, los sacerdotes, las religiosas y religiosos, los misioneros y
misioneras, los apóstoles laicos para que sean fieles a su vocación. Oremos. R/.

Por los Seminaristas en Familia (SEMFAM) y las Aspirantes en Familia (ASFAM), para que busquen
su acompañamiento y para que quienes les acompañan les lleven a Cristo, Maestro y amigo.
Oremos. R/.

Oremos también por todos los seminaristas, para que, siguiendo a Cristo, sepan imitar sus
actitudes y aprendan a amar y entregarse en el amor. Oremos. R/.

Finalmente oremos por nosotros mismos, por nuestra vocación al servicio de las vocaciones y
pidámosle al Señor que nuestro compromiso sea sincero y con todo lo que somos, para que el
Dueño de la mies envíe trabajadores. Oremos. R/.

Guía:

Te bendecimos Padre, Dios del cielo y la tierra, porque lo escondido a los sabios, lo revelas a los
pobres y sencillos. Te bendecimos, Padre, Dios del cielo y la tierra, por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

CANTO – Lo más grande

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