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EZEQUIEL

NEUROCIENCIASN. MERCURIO
Y DERECHO PENAL

Médico Especialista en Medicina Legal y Psiquiatría


Universidad de Buenos Aires

NEUROCIENCIAS
Y
DERECHO PENAL

EDICIONES JURÍDICAS DE SANTIAGO


EZEQUIEL N. MERCURIO

señala que los psicópatas presentan alteraciones tanto estructurales como


funcionales a nivel de la corteza frontotemporal –corteza prefrontal ventro-
medial, orbitofrontal-amígadala– (Gao, Glenn, Schug, Yang, Raine, 2009).

2.8. La inimputabilidad por razones psiquiátricas

Para que un delito sea considerado como tal debe cumplir con ciertas carac-
terísticas a saber: una acción, típica, antijurídica, culpable.

Así el punto de inicio para el estudio de la teoría del delito es la necesidad de


la existencia y corroboración de una acción o conducta humana como prin-
cipio básico (nullum crimen, nulla poena sine conducta) El sistema penal se erige
sobre los principios de un derecho penal de acto y no de autor.

En esta línea la dogmática penal ha señalado que la acción se refiere a un


comportamiento humanos que se refleja en el mundo externo (objetivo) y
que surge como consecuencia de un acto de voluntad (subjetiva). Se trata de
dos condiciones inseparables, ya que no puede ser delito sólo una acción ex-
terna sin actitud interior y por otro lado no puede ser delito un pensamiento.
En esta línea el Art. 19 de la Constitución Nacional Argentina establece:

Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al


orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo re-
servadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún
habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni
privado de lo que ella no prohíbe” (Constitución Nacional, 1853).

Asimismo, no puede considerarse un delito las características de personalidad


o un estado personal del individuo.

Tampoco puede configurar delito un movimiento automático o mecánico


ajeno a la participación de la voluntad.

En consecuencia, de no darse estos presupuestos característicos de la acción,


la misma queda excluida. En tal sentido, la doctrina penal ha señalado como

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causas excluyentes de la acción a los actos reflejos. En estos actos, existe un


estímulo que se desencadena un movimiento automático sin la participación
de centros superiores reguladores de la voluntad (por ejemplo, un pinchazo,
un golpe en determinada región corporal) que produce como consecuencia
una lesión de un bien jurídico.

Otra causa excluyente se refiere a las situaciones en la que existe un estado de


inconsciencia “total”. Esto debe diferenciarse del estado de inconsciencia al
que se refiere al inc. 1º del art. 34 del Código Penal Argentino (C.P.A.), toda
vez que la interpretación de dicho artículo se refiere a los trastornos o pertur-
bación grave de la conciencia.

Así, el estado de inconsciencia como excluyente de la acción se refiere a las


situaciones en las que existe una ausencia completa de la misma (por ejemplo
un sujeto en estado vegetativo persistente o en estado de coma) Las diferen-
cias entre la falta de acción –estado de inconsciencia– y no punibilidad –por
trastorno de la conciencia– serán de gran importancia. Mientras en la primera
ya no existirá la acción, por lo que no habrá tipicidad ni antijuridicidad, en la
segunda si existe un acto ilícito, tipo y antijurídica, con la consecuencia tanto
civil o penal que ella acarreará –por ejemplo medida de seguridad­–.

Otras causas que excluyen la acción y que son de resorte estrictamente jurídi-
co son los casos de fuerza física irresistible.

Por su parte y con relación a la tipicidad señala Zaffaroni “son las forma que usa
la ley para señalar los primas conflictivos cuyas acciones amenaza con pena”
(Zaffaroni, Slokar, Alagia, 2000). En esta línea, el tipo es una selección de con-
ductas que utiliza el poder punitivo del estado, se trata de un recorte textual
que se plasma en un texto codilicio. Empero tal como lo señala el juritas ar-
gentino, de esa selección textual se pasa una selección real punitiva (la crimina-
lización secundaria) así del inmenso universos de sujetos de que infringen un
determinado tipo penal sólo se selecciona a un grupo, el de los vulnerables.

Garrido Mont señala que “la conducta para ser delito tiene que adecuarse a la
descripción que hace la ley de tal comportamiento, lo que constituye el tipo
penal. Únicamente pueden ser calificadas de delitos las acciones u omisiones
típicas, aquellas que tienen la cualidad de subsumirse en una descripción le-
gal” (Garrido Mont, 2003, p. 12).

En otras palabras, para que el hecho sea considerado un delito, primero debe
ser una acción o conducta humana, que se encuentra descripta previamen-
te dentro una descripción legal. Sin embargo, aún comprobando estos dos

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preceptos de la teoría del delito (acción y tipicidad) todavía no estamos en


condiciones de afirmar que estamos frente a un delito como tal, ya que falta
analizar si dicha acción es contraria al derecho (antijurídica).

Así se considera que una acción es antijuríridica cuando es contraria a la ley.


Sin embargo, el análisis de esta cuestión resulta en extremo complejo, ya que
se requiere un análisis valorativo que debe realizar el juez. Así, un homici-
dio, puede ser una conducta típica pero no antijurídica cuando mediare por
ejemplo una legítima defensa. En tal sentido, existen situaciones en la cual un
sujeto puede actuar bajo una justificación jurídicamente reconocida como tal,
se trata de la legítima defensa y el estado de necesidad.

En esta línea, el jurista chileno Garrido Mont (2003) señala que “será antijurí-
dico cuando realmente haya lesionado el bien jurídico objeto de la protección
penal, o lo haya puesto en peligro y, aun en este caso, siempre que el derecho
no haya permitido excepcionalmente al sujeto realizar ese acto típico” (Garri-
do Mont, 2003, p. 13).

Tal como se ha venido señalado para que una acción sea considerada como
delito debe cumplir con ciertos requisitos “objetivos”. Sin embargo, para que
exista un delito en sentido estricto se debe, como lo señala Frías Caballero,
saltar desde el acto al autor (Frías Caballero, Codino, Codino, 1993).

Así, la culpabilidad se define como “el juicio que permite vincular en forma
personalizada el injusto con su autor” (Zaffaroni, Slokar, Alagia, 2000).

Garrido Mont, comenta que

el juicio de culpabilidad se hace apreciando si el sujeto poseía capacidad


para comprender lo que estaba ejecutando y para determinar su actuar con-
forme a esa comprensión; además, si tenía tal capacidad, debe establecerse
si al realizar el hecho tuvo conciencia de su ilicitud y, finalmente, si en las
condiciones concretas en que estuvo era posible que se le exigiera un com-
portamiento diverso y conforme a derecho (Garrido Mont, 2003, p. 13).

Así, se trata de un injusto penal cuando se el comportamiento es títpico y


antijurídico. En tanto, que la culpabilidad “consiste en vincular el comporta-
miento realizado por el sujeto con sus características y condiciones persona-
les” (Garrido Mont, 2003, p. 14).

Existen en el ámbito del Derecho ciertas discusiones sobre la relación entre la


culpabilidad e imputabilidad. Mientras algunos sostienen que la imputabilidad

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es un presupuesto de la culpabilidad que se halla por fuera de este y con la


cual tiene una “prelación lógica necesaria”, otros autores señala que la impu-
tabilidad no se encuentra fuera sino dentro de la culpabilidad como el primer
elemento de la misma. La imputabilidad es la capacidad de culpabilidad y
presenta un contenido normativo-valorativo.

Así, “la imputabilidad es una calidad personal o estado del agente exigido por
el Derecho para hacerle responsable de su acción típicamente antijuridica”
(Frías Caballero, Codino, Codino, 1993).

Frías Caballero señala que la culpabilidad es temporalmente momentánea,


ya que se refiere al momento del hecho, en tanto que la imputabilidad como
estado o calidad del sujeto es durable en el tiempo (Frías Caballero, Codino,
Codino, 1993). Así la imputabilidad es una “aptitud” y la culpabilidad un
actitud. Mientras la imputabilidad es la capacidad para realizar ese acto inte-
rior reprochable, la culpabilidad es la capacidad personal de reprochabilidad
ético social.

Garrido Mont, refiere que

“ha de examinarse si el sujeto tenía capacidad penal en el instante de


obrar, sea, si tenía aptitud adecuada para comprender la significación de
su actuar y para determinarse conforme a tal conocimiento, lo que cons-
tituye la imputabilidad. Establecido que el autor es imputable, se pasa a
estudiar si en el momento de actuar tuvo conciencia de la ilicitud de su
acto, lo que se satisface con una comprensión potencial, situación que
explicitaremos más adelante y, finalmente, si en la situación concreta en
que se encontraba podía o no obrar en una forma distinta. De modo que
la culpabilidad se integra con la imputabilidad, con la conciencia de la
antijuridicidad y con la inexigibilidad de otra conducta.” (Garrido Mont,
2003, p. 14).

En esta misma línea el doctrinario chileno señala que la culpabilidad se res-


tructura en base a tres elementos:

1. “La imputabilidad corresponde a lo que podría denominarse capa-


cidad penal, que consistiría en la aptitud del sujeto para comprender
la trascendencia jurídica de su actuar y de poder determinarse con-
forme a esa comprensión.
2. La conciencia de la antijuridicidad consiste en la posibilidad de
comprender que tiene el sujeto imputable, en la situación concreta en
que actúa, la licitud o ilicitud de su comportamiento.

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3. La exigibilidad de una conducta conforme a derecho (motiva-


ción normal) implica la posibilidad de poder exigir a una persona el
respeto y sujeción a los mandatos o prohibiciones normativos, en las
circunstancias reales en que le correspondió actuar” (Garrido Mont,
2007, p. 208).

Por su parte la responsabilidad es la consecuencia jurídica de que en el caso


concreto concurran todos los presupuestos señalados (acción-típica-antiju-
rídica y culpable) y en consecuencia el autor debe sufrir la pena correspon-
diente.

La culpabilidad nace como una expresión de la libertad del sujeto, así “no hay
delito cuando el autor no hay tenido en el momento de la acción un cierto
margen de decisión o de libertad” (Zaffaroni, Slokar, Alagia, 2000, p. 641).

En el ámbito chileno algo similar señala Garrido Mont (2007), cuando afirma
que “el concepto normativo de imputabilidad parte del entendido de que
el hombre puede actuar con libertad e importa adherir al principio de libre
albedrío” p. 308.

2.8.1. La inimputabilidad por razones psiquiátricas y sus fórmulas

Tal como se ha señalado previamente la imputabilidad es la aptitud o capa-


cidad de comprender la antijuridicidad del hecho y de dirigir las acciones
conforme a dicha comprensión.

Debe tenerse presenta que se trata de un concepto jurídico, que nace para
dar respuestas a cuestiones de naturaleza jurídica y no se trata de una verifica-
ción de un estado médico unicamente. En este sentido Bacigalupo señala que
“la cuestión de la capacidad de motivación es de naturaleza eminentemente
normativa: no debe confundirse, por lo tanto, con una cuestión médica o
psiquiátrica, aunque sea necesario determinar algunos aspectos mediante la
ayuda de conceptos médicos” (Bacigalupo, 1999, p. 447). En otras palabras
“la imputabilidad es un concepto jurídico que se nutre de hechos psiquiátri-
cos” (Fontan Balestra, 1998, p. 485).

No existe, en la mayoría de las codificaciones occidentes, una definición po-


sitiva sobre qué es ser imputable. Se parte de la idea de que todo hombre
adulto, es, en principio, imputable. Tal como señala Roxin, el legislador parte
de la base que todo ser humano adulto que realiza un injusto jurídico penal
es normalmente imputable (Roxin, 1997) En esta línea Garrido Mont señala
que:

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La ley parte del entendido de que la generalidad de las personas son im-
putables, o sea tienen las capacidades a que se ha hecho referencia, y que
sólo excepcionalmente carecen de ella, de modo que la inimputabilidad es
la que debe constatarse y establecerse, no la imputabilidad. Todo sujeto
que ejecuta un acto típico e injusto en principio es imputable, a menos
que conste lo contrario (Garrido Mont, 2007, p. 210).

Empero en algunas situaciones esta aptitud se encuentra limitada. En otras


palabras, existen estados personales bio-psicológicos, que se denominan
“causas de inimputabilidad” o “causas que excluyen la imputabilidad” que
convierten al autor de un acción típica y antijurídica, en un sujeto carente de
capacidad de reproche (Frías Caballero, 1981).

La imputabilidad mantiene una estrecha relación con el desarrollo psiquismo,


al cual se encuentra en alguna medida condicionado33. Así, en muchos ordena-
mientos jurídicos se establece un límite de edad a partir del cual, se reconoce para
todo individuo esa cualidad imputable (Carrasco Gomez y Maza Martín, 2003).

Bacigalupo (1999) señala “la exclusión de la responsabilidad de los menores


de cierta edad se apoya en la presunción juris et de jure de que aún no han alcan-
zado la madurez necesaria para comportarse de acuerdo con su comprensión
del derecho” p. 448.

En el ámbito de la doctrina penal chilena Garrido Mont señala que: “la culpa-
bilidad se integra por la imputabilidad, o sea la capacidad penal, a la cual alude
el Art. 10 N°s 1°, 2° y 3°, que requiere en el autor mente sana y desarrollo
adecuado de la personalidad, pues el loco o demente, los menores de 16 años,
son inimputables y, por ende, inculpables penalmente; como los mayores de
16 años y menores de 18 que hayan obrado sin discernimiento” (Garrido
Mont, 2003, p. 16).

En la actualidad las modernas neurociencias han demostrado cómo es el de-


sarrollo cerebral a lo largo de las diferentes etapas de la vida. En esta línea y
teniendo en cuenta dichas investigaciones la Corte Suprema de los Estados
Unidos decidió no condenar a muerte a un joven que había cometido un ho-

33 Esta estrecha relación entre la capacidad personal de reproche y el desarrollo del psi-
quismo puede evidenciarse en la Ley 22.278, que regula el régimen penal de los menores.
Dicha ley enuncia en su primer artículo: No es punible el menor que no haya cumplido dieciséis
años de edad. En tal sentido, admite que por sus características biopsicológicas un menor
de dieciséis carece de la aptitud de comprender la antijuridicidad del hecho y de dirigir
sus acciones conforme a dicha comprensión. Código Penal de la Nación Argentina. Ley
11.179 y modificaciones, publicado en el Boletín Oficial 03/XI/1921.

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micidio a los 17 años34. Para fundamentar dicha resolución, la Corte Suprema


se basó en un documento realizado por prestigiosas asociaciones –como por
ejemplo la Asociación Médica Americana y la Asociación Psiquiátrica Ameri-
cana– quienes se presentaron como amici curiae en la causa. Dicho documento
señalaba que el cerebro se continúa desarrollando hasta los 21 años, siendo
las regiones frontales las últimas en lograr la maduración35.

Tal como lo ha señalado este autor, en un reciente artículo, nuestra país re-
quiere de un sistema judicial para jóvenes en conflicto con la ley penal basado
en sus características propias y particulares. Uno de los fundamentos para
dicho régimen penal diferenciada también encuentra fundamento en las neu-
rociencias, específicamente en el desarrollo cerebral de los jóvenes y adoles-
centes (Mercurio, 2010, 2012).

La fórmula psiquiátrica. La inimputabilidad en el Código Penal


Chileno (Art. 10 N° 1)

Existen tres tipos de fórmulas en las que se estructura la imputabilidad. La


denominada formula biológica, o psiquiátrica pura, la fórmula psicológica
pura y la mixta.

La fórmula biológica, la cual podía encontrarse en el Art. 64 del Código Penal


Francés de 1810 que establecía: “No hay crimen ni delito cuando el acusado
se encuentra en estado de demencia en el momento de la acción o cuando es
obligado por una fuerza a la cual no puede resistirse” (Foucault, 2001).

Es decir la fórmula de tipo psiquiátrica se limita que enumerar que cuadros


psicopatológicos excluyen la imputabilidad. En esta línea, Frias Caballero se-
ñala que en “estos casos la ley se limita a señalar aquellos estados negativos
de inimputabilidad” (Frias Caballero, 1981, p. 128). Algo similar señala Cury
Urzua (2005), en el ámbito chileno, “las fórmulas psiquiátricas, por la inversa,
se limitan a atribuir a ciertos estados patológicos, de alteración o inmadu-
rez, taxativamente enumerados las consecuencias de excluir la imputabilidad”
(Cury Urzua, 2005, p. 410).
34 Roper vs Simmons, No. 03-633, octuber 13, 2004. disponible en http://www.deathpenal-
tyinfo.org/article.php?scid=38&did=885
35 Roper vs Simmons. Brief of the American Medical Association, American Psychiatric
Association, American Society for Adolescent Psychiatry, American Academy of Child &
Adolescent Psychiatry, American Academy of Psychiatry and the Law, National Associa-
tion of Social Workers, Missouri chapter of the National Association of Social Workers,
and National Mental Health Association as amici curiae in support of respondent, 19 de
julio de 2004.

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En esta línea Silva Silva señala en este tipo de fórmulas “la ausencia de salud
mental o no tener edad para ser plenamente capaz hace que el individuo
sea inimputable… cuando ocurre una anomalía mental opera plenamente la
exención de responsabilidad por inimputabilidad” (Silva Silva, 1995, p. 162).

En la actualidad existen pocos códigos penales que conservan una fórmula


biológica de inimputabilidad.

Un ejemplo puede encontrarse en el Código Penal Chile, en su artículo 10


inc. 1 señala:

“Están exentos de responsabilidad: el loco o demente, a no ser que haya


obrado en un intervalo lúcido, y el que, por cualquier causa independiente
de su voluntad, se halla privado totalmente de razón…” (Código Penal de
la República de Chile, 1874).

Tal como lo señala Garrido Mont (2003) que en los casos que falta la imputa-
bilidad se encuentran expresamente enunciados en el Art. 10 N° 1:
1. La enajenación mental
2. El trastorno mental transitorio
3. La menor edad.

Las dos primeras presentan un origen en el trastorno mental, permanente o tran-


sitorio y la tercera en la falta de desarrollo mental (Garrido Mont, 2003, p. 215).

En tal sentido, una fórmula como la descripta, psiquiátrica pura o biológica,


sólo requiere la presencia de médico que verifique la condición mental del
agente para declarar imputable o no. Así esta fórmula no toma en cuenta
las consecuencias de la enfermedad mental, apartado psicológico, sino a la
enfermedad misma. En tal sentido, siguiendo esta postura es la enfermedad
misma la que lo hace al sujeto inimputable, y no el juicio normativo valorativo
realizado por el juez.

Por su parte, la fórmula psicológica no toma en cuenta las causales biológicas


o psiquiátricas sino que sólo basta con verificar si comprendió o no la crimi-
nalidad del acto. Un ejemplo de esto puede encontrarse en el Código penal
italiano que señala la capacidad de entender y querer36. “No se considera la
36 85 Capacità d`intendere e di volere. Nessuno può essere punito per un fatto preveduto
dalla legge come reato, se, al momento in cui lo ha commesso, non era imputabile (c.p.87).
E` imputabile chi ha la capacità d`intendere e di volere. Código Penal Italiano. Testo co-
ordinato ed aggiornato del Regio Decreto 19 ottobre 1930, n. 1398 y modificaciones.

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alteración grave de la mente sino el resultado que se produce en el autor de


una delito que impide que valore la antijuridicidad de la acción” (Silva Silva,
1995, p. 162).

Silva Silva (1995) señala con relación a la fórmula chilena que “la doctrina
imperante enseña que se ha consagrado en Chile el sistema biológico o psi-
quiátrico. Se anota enfermedad mental y se resuelve inimputabilidad” (p.164).
Sin embargo considera que la fórmula es posible interpretarla desde una pers-
pectiva mixta toda vez que in fine la misma señala una privación total de la razón.
Es decir para dicho autor ello da cuenta de una consecuencia psicológica,
ya que se esta refiriendo a los efectos de una alteración o estados menta-
les patológicos (Silva Silva, 1995, p. 164). Se trata así de una interpretación
amplia y actualizada en términos inimputabilidad, sin embargo, a modesto
entender de esta autor, la redacción de la fórmula presenta una visión ple-
namente psiquiátrica, ya que señala con claridad que están exentos de res-
ponsabilidad criminal el loco o el demente, a no ser que haya obrado en
un intervalo lúcido, para luego señalar quienes otros podrían ser declarados
inimputables, y el que, por cualquier causa independiente de su voluntad, se halla privado
totalmente de razón.

Es decir existe dos posibilidade de eximición de responsabilidad:


1. Locura o demencia.
2. Privación total de la razón por cualquier causa independiente de su
voluntad.

Garrido Mont, con relación a la fórmula chilena de inimputabilidad por razo-


nes psiquiátricas señala que:

El sistema psiquiátrico corresponde al criterio clásico, que hace una enu-


meración expresa de las afecciones, enfermedades y estados en que la
imputabilidad queda excluida. Conforme a un amplio sector de la doc-
trina, sería el seguido por la legislación nacional, que se refiere especial-
mente a la locura o demencia y a la menor edad… Se ha criticado a los
tribunales por haber interpretado con demasiada amplitud la normativa
sobre esta materia, pero tal posición podría deberse a que el C.P. emplea
términos que no tienen sentido claro en psiquiatría –loco o demente–,
lo que permitiría entender que pretendió hacer referencia a personas
que en el sentir social se muestren desadaptadas, carentes de facultades
psíquicas, intelectuales y volitivas adecuadas para motivarse por la norma
penal, lo que en definitiva es lo que constituye la inimputabilidad según
la doctrina (Garrido Mont, 2003, p. 216).

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El autor chileno, realiza una interpretación de los vocablos empleados en la


fórmula de inimputabilidad con relación qué se entiende por loco o demente.
Señalando que “no hay en psiquiatría afecciones que calcen en tales expre-
siones, lo que obliga a precisar cuál es su alcance normativo penal… Loco o
demente son voces que en su alcance natural se refieren a los enfermos de
la mente, pero tampoco es posible extenderlas a todos ellos, ya que existe un
amplio espectro de afecciones mentales que no siempre alcanzan trascenden-
cia penal. Al hacer un cuidadoso análisis de la disposición y su contexto, su
sentido queda reducido exclusivamente a los enfermos que sufren anomalías
de orden patológico o psicológico que afectan a la “lucidez”, pues si obró en
un “intervalo lúcido” es imputable. Lucidez es claridad de razonamiento, de
modo que la expresión locura o demencia alude a los enfermos mentales que
carecen de claridad en su razón o juicio” (Garrido Mont, 2003, p. 217).

Luego dicho autor clarifica aún más la interpretación realizada en torno a qué se
entiende por loco o demende, realizando una analogía con el Código Procesal
donde se utiliza la expresión “Medidas aplicables a los enajenados mentales”.
Es decir loco o demente debe interpretarse como enajenación mental.

Sin embargo, el doctrinario chileno, afirma que las expresiones loco o demen-
te no deben señirse a una interpretación médico psiquiátrica, sino en sentido
normativo y propone que como definición una “amplia alteración de las fa-
cultades intelectivas y volitivas de una persona, de cierta intensidad y carácter
más o menos permanente” (Garrido Mont, 2003, p. 217). En una línea simi-
lar, Cury Urzua señala que las expresiones loco o demente, en el estado actual
de las ciencias, carecen de un contenido preciso (Cury Urzua, 2005).

Con cita del español Muñoz Conde, Garrido Mont señala que “con ello se
deja en la más absoluta libertad al juez para poder calificar como enajenado
todas aquellas manifestaciones psicopáticas y defectos o alteraciones del pro-
ceso de socialización, relevantes en el orden a la determinación de la imputa-
bilidad de un individuo” (Garrido Mont, 2003, p. 217).

El autor chileno enumera las enfermedades mentales que podrían ser causal
de inimputabilidad, señalado que no todo enfermo mental es inimputable.
Así, Garrido Mont, enumera:
• Las psicosis:
o la paranoia
o la esquizofrenia
o la psicosis maniaco depresiva.
• Las oligofrenias.

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Sin embargo realiza intepretaciones restrictivas propias de una postura alie-


nista cuando señala que:

en las oligofrenias (retraso mental), sólo los grados de imbecilidad e


idiotez, en que la persona logra un desarrollo mental no superior al
de un niño de unos seis o siete años en el primer caso y de unos dos
años en el segundo, constituyen causales de incapacidad penal plena
(inimputabilidad); no así tratándose del débil mental, cuyo desarrollo
psíquico es de un menor de entre ocho y once años, que disminuye la
imputabilidad, pero no la elimina (Art. 10 N° 1 –en relación con el Art.
11 N° 1–) y configura una eximente incompleta (Art. 73). (Garrido
Mont, 2003, p. 218).

Tal como se desarrollará luego en el apartado sobre insuficiencias de las fa-


cultades, a propósito de inimputabilidad en el Código Penal Argentino, no
existen razones científicas para pensar a priori que el retraso mental leve o
debilidad mental, deban excluirse per se y de forma apriorística de la inimpu-
tabilidad, ya que no son las enfermedades por sí mismas las que llevan a la
inimputabilidad sino las consecuencias de dicha enfermedad –en relación a la
valoración de las normas– para un hecho puntual –el injusto que se le enros-
tra– en un momento dado –el momento del hecho–.

Por otra parte, Garrido Mont (2003) señala que existen otras afecciones men-
tales, que son solo simples alteraciones de la personalidad, conocidas como
psicopatías, dentro de las que se encuentran la esquizoide, la paranoide, la
locura moral. En estas alteraciones “el criterio mayoritario de la doctrina y
de la jurisprudencia es no reconocerlas como causales de inimputabilidad,
sin perjuicio de que puedan atenuarla (Arts. 11 N° 1 y 73) como eximente
incompleta” p. 218.

En una línea similar, Cury Urzua señala que las personalidades psicopáti-
cas, forman parte un conglomerado de simples anormalidades (Cury Urzua,
2005).

El autor chileno afirma que una fórmula psiquiátrica pura, basada en precisio-
nes exageradas llevaría a interpretaciones de tipo causa efecto.

Por otra parte, Cury Urzua, reconoce que si bien la fórnula de inimputa-
bilidad chilena, consagra una fórmula psiquiátrica, en la práctica actual, la
interpretación de la jurisprudencia ha sido una valoración de tipo mixta. En
esta línea señala que “a causa de la indefinición de esos conceptos (loco o
demente) ellos carecen hoy de significado psiquiátrico aprovechable y sólo

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aluden de manera general a unos estados de perturbación mental cuyos efec-


tos sobre la capacidad de conocer y querer tienen que ser valorados una vez
más, caso a caso por el juez” (Cury Urzua, 2005, p. 412). Si bien resulta por
demás interesente una interpretación amplia del Art. 10 N° 1 del C.P.C, en
apartados sucesivos señalaremos las diferencias entre la capacidad de conocer
y valorar.

Asimismo, Curry Urzua señala que aún “hasta en los casos de psicosis pro-
fundas –tales como esquizofrenia, paranoia, etc.– el juez debe detenerse a
evaluar las consecuencias efectivas atendiendo al estado de desarrollo a la
naturaleza de la alteración que implican en el caso concreto y para el delito de
que se trata” (Cury Urzua, 2005, p. 412).

Asimismo, Cury Urzua señala que la psiquiatría contemporánea señala como


“auténticas enfermedades mentales, a ciertas alteraciones profundas de la
persondalidad del sujeto, a las que denomina psicosis, las cuales presumible-
mente presentan bases orgánicas e importanun desajuste tan considerable
de ella que el individuo se “hace otro”, se enajena…” (Cury Urzua, 2005, p.
414). Tal como lo señala Garrido Mont, Cury Urzua también engloba dentro
de esta clasificación a la esquizofrenia, a la paranoia y a la psicosis maniaco
depresiva.

Así ambos autores consideran que la interpretación de los vocablos locura


o demencia debe realizarse en relación a la privación total de la razón (Art. 10
N° 1 in fine). Locura o demencia se refiere a estados psíquicos durables, no
necesariamente permanente, que provocan una privación total de la razón y
que le impiden la comprensión del injusto de su actuar y de autodeterminar-
se siguiendo dicha comprensión (Cury Urzua, 2005) Si bien, la terminología
utilizada por el legislador chileno, tiene un carácter de tipo médico, biológi-
co o psiquiátrico, Cury Urzua señala que en la práctica se utiliza como una
formula mixta, ya que “el reconocimiento de la dolencia no trae casi nunca
aparejada por sí sola la afirmación de la inimputabilidad. Los casos de idio-
cia o imbecilia son una excepción insignificante, por que a fin de cuentas,
esas anomalías conducirían al mismo resultado con cualquier tipo de fór-
mula que la ley usara… en el estado actual de la doctrina y jurisprudencia,
los enfermos y anormales no serán declarados locos o dementes sino cuan-
do se haya establecido concretamente que al obra estaban privados de la
capacidad para comprender la antijuridicidad de su acto y autodeterminarse
en consecuencia” (Cury Urzua, 2005, p. 416). En una línea similar Silva
Silva, señala que mediante una interpretación progresiva la doctrina chilena
entiende que dentro del Art. 10 N°  1 se engloban a una serie de enfer-
medades mentales tales como la epilepsia, la paranoia, la psicosis maniaco

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depresiva ciertos grados de retraso mental, las esquizofrenias, y en general


cualquier enfermedad o trastorno que impida al individuo determinar sus
acciones (Silva Silva, 1995, p. 157).

Cury Urzua señala que más allá de los casos severos y graves de trastornos
de la inteligencia (retraso mental), la enfermedad mental deberá valorarse en
el caso por caso. En esta línea, afirma que “…las psicopatías y neurosis, lo
habitual será considerar que no excluyen la capacidad de entender y querer
salvo en casos particularmente graves y más bien infrecuentes” (Cury Urzua,
2005, p. 416). Tal como se analizará a lo largo del presente veremos que los
conceptos de entender y comprender se utilizan con suma frecuencia como
sinónimos, encerrando conceptos disímiles.

Tal como se ha señalado en párrafos previos la actual redacción del Art. 10


N° 1 del Código Penal Chileno, sigue una fórmula estrictamente médica,
biológica, psiquiátrica, es decir alienista, considerando que sólo pueden ser
considerados inimputables los locos o dementes. Siendo esta una condición
suficiente para tal extremo. Es decir, en la misma línea, que el antiguo Código
Penal Francés de 1810 (Art. 64) sólo basta que un médico señala si esta frente
a un enajenado o no, reduciendo el campo de las enfermedades mentales al
grupo de las psicosis –enajenación–. Debe tenerse presenta que dicha redac-
ción e interpretación era la imperante en el momento de la sanción de dicho
artículo –siglo XIX–. En esta línea, Silva Silva (1995), “la primera parte del
artículo 10 N° 1 se refiere a las perturbaciones graves o enfermedades men-
tales propiamente dichas, que se adecuan al término psiquiátrico de psicosis”
(Silva Silva, 1995, p. 156).

Bacigalupo con extrema claridad señala al interpetrar la incidencia de las per-


sonalidades psicopáticas señala que “en opinión de algunos tribunales, las
psicopatías serían siempre insuficientes para determinar la inimputabilidad.
El fundamento residiría en que no registran una base somática, según lo re-
querido por el concepto de Schneider” (Bacigalupo, 1999, p. 451).

Sin embargo resalta que “…en definitiva no hay ningún apoyo científico para
negarles, en principio, a las psicopatías o a las personalidades psicopáticas la
calidad de situaciones equivalentes alas enfermedades mentales” (Bacigalupo,
1999, p. 451).

En esta línea el autor propone una definición amplia del concepto de enfer-
medad mental como “una perturbación permanente de la personalidad que
se exprese en la reacción concreta y de manera grave” (Bacigalupo, 1999,
p. 451).

112
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

La fórmula mixta. La inimputabilidad en el Código Penal Argentino


(Art. 34 inc. 1°)

En el medio argentino el legislador optó por una fórmula mixta. Así la fór-
mula de inimputabilidad por razones psiquiátrica la hallamos en el Libro I,
Título V del Código Penal de la República Argentina:

Art. 34 inc. 1: “No son punibles: el que no haya podido en el momento


del hecho, ya sea por insuficiencia de sus facultades, por alteraciones de
las mismas o por su estado de inconsciencia, error, o ignorancia de hecho
no imputable, comprender la criminalidad del acto o dirigir sus accio-
nes…” (Código Penal de la República Argentina, 1921).

Sin embargo, en la práctica, el texto codilicio, es con suma frecuencia despo-


seído de su riqueza a través de interpretaciones guiadas por una deformación
positivista que restringe su aplicación de modo por demás arbitrario, coac-
tuando para ello, ideologías personales de peritos y magistrados, cuando no
la presión popular encabezada por medios clamando por venganza y no por
justicia.

Este método mixto de análisis tripartito de la inimputabilidad se encuentra


integrado por:
1. Causas biológicas o psiquiátricas
a. insuficiencia de las facultades
b. alteración morbosa
c. estado de inconciencia.
2. Las consecuencias psicológicas
a. incapacidad para comprender la criminalidad del acto
b. o dirigir sus acciones.
3. El análisis normativo valorativo realizado por el juez.

Roxin (1997) señala que se hace referencia a un método biológico-psicológico,


donde primero habrían de ser constatados determinados estados orgánicos
(biológico) y luego las consecuencia de estos, en términos de comprensión,
dirección o inhibición (psicológico). Empero que una gran cantidad de cua-
dros psicopatológicos no se deben a deficiencias corporales orgánicas, como
por ejemplo “el estado pasional intenso, la oligofrenia normal psicológica, y
la anomalia psíquica grave que comprende sobre todo a las psicopatías, las
neurosis y las anomalías de los instintos” p. 823. En esta línea, señala que en
la literatura habla de un método “psíquico normativo” o “psicológico nor-
mativo”.

113
EZEQUIEL N. MERCURIO

Como se abordará más adelante uno de los puntos más discutido será analizar
qué se entiende por la insuficiencia de sus facultades, por alteraciones de las
mismas o por estado de inconsciencia, y qué se significa la comprensión de
la criminalidad de un acto. Roxin (1997) señala que “la actual regulación de
los criterios psicopatológicos de conxión es el resultado de disputa entre el
concepto “psiquiátrico” y el concepto “jurídico” de enfermedad” p. 824.

La inimputabilidad no se agota con la verificación de las causales psiquiátricas


y sus consecuencias psicológicas, ya que como señalara Frías Caballero se tra-
ta de un concepto de índole “cultural, jurídico valorativo, que no se constriñe
sólo a lo psiquiátrico y psicológico” (Frías Caballero, 1981, p. 129).

Se trata de una interrelación indivisible entre las causas psiquiátricas, las con-
secuencias psicológicas, y el componente normativo valorativo. Así, si alguno
de estos tres elementos se encuentra ausente desaparece la inimputabilidad,
ya que no basta con señalar que un sujeto no comprende o no dirige, o que
presenta tal enfermedad mental, sino que se debe dar la interrelación entre la
causa (enfermedad) y el efecto (incapacidad para comprender o dirigir).

Si la inimputabilidad se limitara tan sólo a la verificación del estado psicop-


siquiátrico de un sujeto, el juzgador quedaría supeditado al informe médico
para determinar la imputabilidad del mismo. La determinación de este com-
plejo artículo requiere por parte del juez una postura activa, que no debe
ceñirse a lo puramente biológico. Sin embargo, asistimos a diario a solicitudes
judiciales que buscan delegar en las auxiliares de la justicia funciones que son
propias y exclusivas del juzgador.

A modo de ejemplo puede citarse la STS de 16 de octubre de 2000 que se-


ñala:
“…la mera presencia de una anomalía o alteración psíquica puede ser
irrelevante para la determinación de la inimputabilidad de quien la pade-
ce y, en consecuencia, de su irresponsabilidad penal. Es preciso además
que el autor de la infracción penal, a causa de la alteración que sufre, no
puede comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa com-
prensión, es decir es preciso que la anomalía o alteración se interponga
entre el sujeto y la norma que establece la ilicitud del hecho…” ( Carras-
co Gomez y Maza Martín, 2003, p. 255).

Bacigalupo (1999) señala, a propósito del Código Penal Español, que se tra-
ta de una fórmula en dos niveles, donde se deben distinguir por un lado las
anomalías o alteración que se deben comprobar como presupuesto y por el otro
la falta de posibilidad del autor de comprender la ilicitud del hecho o actuar

114
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

conforme a dicha comprensión, que se debe verificar como consecuencia de


aquellas anomalías (Bacigalupo, 1999, p. 447). En este orden señala que “una
explicación tradicional de esta fórmula de dos niveles afirma que debe existir
una relación de causalidad entre las nomalías o alteraciones psíquicas y la ca-
pacidad de autodeterminación” (Bacigalupo, 1999, p. 447). Empero adivierte
que no se trata de una causalidad real sino de establecer en forma normativa
si el agente se encontraba en situación personal que le permitiera motivarse
en la norma.

En una línea similar Roxin (1997), señala que la fórmula de inimputabilidad


alemana (§ 20) se encuentra estructurada en dos etapas:

1. La primer etapa compuesta por los cuadros psicopatológicos:


a. El trastorno psíquico patológico
b. El trastorno profundo de la conciencia
c. La oligofrenia
d. La anomalía psíquica grave
2. La segunda etapa compuesta por:
a. La incapacidad para comprender el injusto o
b. Actuar conforme a esa comprensión.

El doctrinario alemán señala que sólo cuando se haya diagnosticada alguno


de los cuadros psicopatológicos, se podrá a avanzar a la segunda etapa, la ca-
pacidad para comprender y dirigir.

Sin embargo, Languelüddeke (1972) señala: “se considera establecido, como


ya se ha dicho antes, que la psicosis excluye la culpabilidad” p. 73.

El concepto de imputabilidad, es complejo y ha sido objeto de disímiles inter-


pretaciones, que según algunos autores han llevado a distorsionarlo. En esta
línea se encuentran aquellas consideraciones realizadas por Frías Caballero
hace más de veinticinco años, cuando señalaba, con extrema claridad, que si
bien nuestro código ha optado por una fórmula mixta de inimputabilidad,
la misma ha sido interpretada desde los inicios del vigente artículo –1921–
como si fuera exclusivamente psiquiátrica. Estas reflexiones que poseen más
de cinco de lustros desde que se pronunciaran, aún no han perdido vigencia,
como lo señalara el Prof. M. N. Castex en un sentido homenaje al maestro
(Castex, 2006).

Con relación a la imputabilidad nunca deberá perderse de vista que se trata de


un concepto que nace dentro del ámbito del derecho penal para dar respues-
tas a sus propias necesidades. Así, la psiquiatría y psicología arriban en auxilio

115
EZEQUIEL N. MERCURIO

del derecho penal y con el se intersectan en este y en otros puntos, tales como
la capacidad para estar en juicio, testar, o ser sujeto pasivo de circunvención o
manipulación para producir hechos o actos jurídicos y otras necesidades del
derecho penal y civil. Sin embargo, no es la psiquiatría forense o la psicolo-
gía quien debe responder sobre el grado de culpabilidad de un sujeto. En tal
sentido, la imputabilidad es un concepto estrictamente jurídico que requiere
la participación auxiliar de otras ciencias.

En palabras de Frías Caballero, la capacidad de reproche no se trata una ve-


rificación biológica o naturalística sino de un juicio valorativo normativo. En
esta misma línea, se refiere Bacigalupo cuando señala que la consecuencia
normativa de las alteraciones o anomalías psíquicas se trata de un juicio valo-
rativo que debe realizar el juez (Bacigalupo, 1999, p. 453).

Por su parte Fontan Balestra (1989) señala que en el Código argentino “…no
es suficiente que se compruebe la existencia de alguno de los estados que
enuncia la ley, sino que es necesario que él impida comprender la criminalidad del acto
o dirigir las acciones, circunstancia que puede apreciar el propio juez” p. 486.

Roxin señala que existe así un reparto de funciones entre el perito y el juez, en
donde el experto constata la presencia de algún cuadro psicopatológico –los
estados de conexión biológico-psicológico–, en tanto que el juez a partir de
ello “extrae conclusiones para la capacidad de comprensión o de inhibición
por la vía de un proceso valorativo” (Roxin, 1997, p. 836). Sin embargo, el
autor alemán llama la atención aún más sobre la función del juez, en tanto que
el mismo debe poder verificar el estado o diagnóstico y no puede asumir tales
situaciones a ciegas. El código penal alemán requiere una actitud valorativo
normativa al interprar las características de “profundo” y “grave”. “Lo decisi-
vo sigue siendo aquí como siempre la convicción del juez, que el experto no
puede suplantar” (Roxin, 1997, p. 836).

En esta línea Carrasco Gomez y Maza Martín (2003) señalan:

Se suele pedir al perito o experto… que determine no ya solo si incidía


y cómo lo hacía en la imputabilidad del individuo un determinado factor
sino en qué grado. E incluso se le llega a solicitar tantos por ciento de
dsiminución de las facultades. Debe quedar claro que no existe ningú
método científico para calibrar con objetividad los fenómenos psicopa-
tológicos. No es posible medir en un momento, y menos aún con pos-
terioridad, un sentimiento, estados afectivos, un estado de ansiedad, un
descenso del nivel de conciencia, hasta qué punto estaba impedida una
capacidad de conocer o qué grado de libertad había perdido el sujeto al

116
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

realizar un acto y hasta dónde podía controlar sus acciones o comportar-


se de diferente manera a como lo hizo. Los juicios del perito tienen, sin
dudad, una gran carga de valoración subjetiva. Hay que tener presente
la existencia de tales limitaciones… no deben olvidarse, a fin de que los
dictámenes no sean tomados ni de forma tajante ni dogmática (Carrasco
Gomez y Maza Martín, 2003, p. 270).

Otras de las cuestiones que deben tenerse en cuenta cuando se analiza la


imputabilidad es el momento del hecho, es que en no pocas ocasiones traerá
complejas discusiones sobre cuándo comienza una acción. Tal es el caso de
una persona que se coloca de forma voluntaria en un estado de inimputabili-
dad para cometer un delito (Actio libera in causa).

2.8.2. La escuela alienista y la inimputabilidad

La escuela dirigida por Nerio Rojas, caló hondo en la psiquiatría forense ar-
gentina y Latinoamericana, y sin dudas esta influencia llegó hasta nuestros
días. Rojas propuso, oponiéndose a la fórmula psiquiátrica-psicológica-jurídi-
ca, la adopción de un método psiquiátrico-biológico. Su interpretación sobre
el Art. 34 inc. 1° del CPA, se dirigió hacia una visión naturalista-intelectualista
sobre la inimputabilidad. En consecuencia, para determinar la imputabilidad
de un sujeto sólo bastaba con verificar si este era o no un “alienado mental”.

El término alineación mental 37 utilizado por Nerio Rojas, intensamente criti-


cado por el prestigioso Vicente P. Cabello, fue importado desde la escuela
psiquiátrica francesa. Así, el término agrupaba, según Rojas, aquellos enfer-
mos que padecían trastornos en su esfera intelectual. En otras palabras, los
alienados presentaban alteraciones que se circunscribían a la razón, motivo
por el cual se convertían en sujetos no imputables. Así el concepto de alinea-
ción mental dejaba de lado las alteraciones en otras esferas importantísimas del
psiquismo, como la esfera afectiva y volitiva.

Para Nerio Rojas el concepto inimputabilidad se reducía a la verificación de


un estado psiquiátrico. Así, el complejo Art. 34 inc. 1, quedaba restringido a
un problema médico.

Esta interpretación psiquiátrica de la inimputabilidad, que no tenía en cuenta


el apartado psicológica de la fórmula, señalaba que la enfermedad mental ani-

37 Alineación mental es el trastorno general y persistente de las funciones psíquicas, cuyo carácter patológico
es ignorado o mal comprendido por el enfermo, que impide la adaptación lógica y activa a las normas del
medio ambiente, sin provecho para si ni para la sociedad. Cabello Vicente. Psiquiatría Forense en el
Derecho Penal. Buenos Aires: Editorial Hammurabi, 1984. Tomo I, p. 148.

117
EZEQUIEL N. MERCURIO

quilaba la capacidad de culpabilidad per se (Rojas, 1932)38. Sin embargo, tal lo


señalan los autores, existen situaciones que pueden acarrear la no punibilidad
sin que las mismas revistan enfermedad mental –entre estos se encuentran
intensos estados emotivos, alteraciones específicas del sueño–.

Como se ha señalado anteriormente, la influencia de la escuela psiquiátrica de


Nerio Rojas, se produjo tanto en la cátedra como en el foro, y dicha influencia
persiste hasta nuestros días. Es por ello que en la actualidad muy difícilmente
se emitan dictámenes psiquiátrico forenses, en donde se afirme que un sujeto
padece una insuficiencia de sus facultades o una alteración morbosa y que a
pesar de dicha perturbación pudo comprender la criminalidad de su acto, ya
que perdura, quizás en forma no voluntaria, una visión netamente alienista
del art. 34 inc. 1°.

Uno de los seguidores más importantes de la escuela de Rojas, fue sin dudas
el Dr. Bonnet, uno de los autores más citados cuando de cuestiones de im-
putabilidad se trata. Bonnet en su Psicopatología y Psiquiatría Forenses defiende la
tesis alienista señalando que:

en estos últimos años médicos, abogados, han intentado reaccionar con-


tra los límites definidos de ella –alteración morbosa de las facultades–
considerando que también se puede cobijar otros cuadros que catalogan
como “enfermedades mentales”, tales como la “locura moral”, “las per-
sonalidades psicopáticas”, “los estados psicopáticos postencefalíticos”,
las neurosis, etc. …alteraciones morbosas de las facultades implica so-
lamente alineación mental adquirida en cualquiera de sus variedades
(Bonnet, 1983, p. 147).

Asimismo Bonnet, comenta que los únicos que no son capaces de compren-
der la criminalidad de sus actos son los alienados: “el perverso, como cual-
quier otra personalidad anormal, sólo no comprenderá la criminalidad de sus
actos cuando sea una alienado mental…” (Bonnet, 1983, p. 153).

Es posible así realizar una relación entre el concepto de alteración morbosa


como expresión de enfermedad mental y de esta última como sólo aquellas
enfermedades alienantes. En palabras de Kurt Schneider aquellas enferme-
dades en lo corporal-somático, dejando por fuera a las personalidades psico-
páticas. Sin embargo, desde el ámbito del derecho penal, Bacigalupo contra-

38 En cada caso concreto, la solución depende de la opinión médica: cuando el perito prueba alineación, el
juez da la absolución. En sentido inverso, si el perito no diagnostica alineación, si el perito no diagnostica
alineación, el juez declara imputabilidad. Rojas, Nerio. Psiquiatría Forense. Buenos Aires: El Ate-
neo, 1932, p. 72.

118
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

ataca esta postura restrictiva de la enfermedad mental basada en alteraciones


corporales buscando así dejar por fuera a las personalidades psicopáticas del
amplio grupo de enfermedades mentales. En una línea similar Roxin señala
la importante influencia de la escuela de Schneider en la interpretación de
“trastorno patológico de la actividad mental”, que sólo tenía en cuenta a las
psicosis endógenas –por presentar alteraciones corporales–. En tanto que
las psicopatías, las neurosis o anomalías de los instintos se consideraban “va-
riedades del ser humano” no exculpatorias (Roxin, 1997, p. 824). De forma
similar a lo que sucede en nuestro medio ha sido la jurisprudencia, es decir
el ámbito del derecho, quien ha otorgado una visión amplia del concepto,
yendo más allá del concepto schneideriano de enfermedad mental, en el caso
aleman, esta ha reconocido como “trastorno patológico de la actividad men-
tal” a alteraciones psicopatológicas de carácter no orgánico. El concepto de
enfermedades mentales orgánicas vs funcionales hoy se encuentra superado
a la luz de las investigaciones en neurociencias. Sin embargo, estos conceptos
normativos amplios resultan ilustrativos. Roxin (1997) con cita BGHSt 14, 32
ilustra que “A este –concepto jurídico de enfermedad– pertenecen no sólo
las enfermedades mentales en sentido clínico psiquiátrico, sino todo tipo de
trastorno de la actividad intelectual así como de la vida volitiva, afectiva o ins-
tintiva que menoscaban las representaciones y sentimientos, existentes en una
persona normal y mentalmente madura, que capacitan para la formación de
la voluntad…” (Roxin, 1997, p. 824). Roxin señala con relación a la evolución
de la fórmula de inimputabilidad alemana, que la expresión “otra anomalía
psíquica grave” surgió como concepto colectivo para los trastornos psíquicos
de sin base orgánica, junto al “trastorno psíquico patológico” que presupone
un estado físico corporal (Roxin, 1997, p. 825).

119
EZEQUIEL N. MERCURIO

120
Capítulo
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

3.1. Consideraciones críticas sobre el alienismo

Tal como se ha señalado previamente la imputabilidad es la aptitud o capaci-


dad de comprender la antijuridicidad del hecho y de dirigir las acciones con-
forme a dicha comprensión. Empero en algunas situaciones esta aptitud se
encuentra limitada. En otras palabras, existen estados personales bio-psicoló-
gicos, que se denominan “causas de inimputabilidad” o “causas que excluyen
la imputabilidad” que convierten al autor de un acción típica y antijurídica, en
un sujeto carente de capacidad de reproche (Frías Caballero, 1981, p. 127).

En nuestro medio el legislador optó por una fórmula mixta de inimputabili-


dad. Empero tal como se ha señalado, en la práctica, el texto codilicio, es con
suma frecuencia desposeído de su riqueza “…como se decía en tiempos pasa-
dos, si hay demencia no hay crimen. Y existen muchos estados mentales que
significan demencia (enajenación). Hay ausencia de capacidad para entender
y para decidir en la psicosis esquizofrénica, en estado de brote…” (Zazzali,
2009, p. 61).

Roxin (1997) señala que “por regla general la inimputabilidad no se puede


constatar en abstracto en razón de un determinado estado o diagnóstico sino
sólo en atención al hecho concreto. Ni siquiera los trastornos psíquicos pa-
tológicos deben excluir la capacidad de culpabilidad o imputabilidad respecto
de cualquier conducta” pp. 825 y 826.

Así, el método mixto de análisis tripartito de la inimputabilidad se encuentra


integrado por:
1. Causas biológicas o psiquiátricas
a. insuficiencia de las facultades
b. alteración morbosa

121
EZEQUIEL N. MERCURIO

c. estado de inconciencia.
2. Las consecuencias psicológicas
a. incapacidad para comprender la criminalidad del acto
b. o dirigir sus acciones.
3. El análisis normativo valorativo realizado por el juez.

Uno de los puntos más importantes y más ricos de la fórmula mixta y que
hacen de este artículo uno de los complejos del código, radica en que existen
situaciones en las que un sujeto que posee una personalidad anormal no patológica
puede quedar excluido de la imputabilidad, sin que estas anormalidades formen
parte del estrecho campo de la alienación mental, de las psicosis u oligofre-
nias. Ocurre lo mismo para los casos en que la enfermedad mental no es
discutida, ya que no basta que un sujeto padezca una enfermedad mental para
excluirlo de la imputabilidad, sino que dicha patología debe producirle, en el
momento del hecho, los llamados efectos psicológicos de la fórmula, es decir
impedirle la capacidad de comprensión de la criminalidad o de la dirección
de sus actos.

A diferencia de la postura alienista39, no es la enfermedad per se la que lleva sin


reparos a la inimputabilidad, sino los efectos en la capacidad de comprensión
que esta puede producir. Tal como lo señalan Dubinin, Karpets y Kundria-
vtsev (1984) “para declarar que un hombre es inimputable no basta el solo
hecho de establecer una enfermedad mental (criterio médico)” (p. 194).

Así, es posible que existan casos en que a pesar de que un sujeto posee una
patología mental –que puede incluirse dentro de los parámetros psiquiátricos
de la fórmula– ésta no le haya alterado su capacidad de comprensión en el
momento del hecho. En esta línea “la misma persona puede ser inimputable
en determinados momentos respecto de determinados hechos y sin embargo,
no serlo en otros momentos respecto de otros hechos” (Roxin, 1997, nota 8
p. 826).

El alienismo moderno, tal como se desarrollará de yuso, continúa restringien-


do el círculo de las enfermedades mentales a las psicosis (alienación mental).
Así puede ejemplificarse: “El estudio… arrojó resultado positivo para cocaí-
na, lo cual confirma un uso problemático de tal sustancia que amerita trata-
miento profesional, debiendo quedar en claro que de lo evaluado, estudiado

39 Cualquier cuadro mental que signifique insuficiencia de las facultades, alteración morbosa
de esas facultades, o inconsciencia impide totalmente al sujeto entender la naturaleza del
acto que realizaba (Zazzali, 2006, p. 151).

122
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

y compulsado, surge que tal consumo no ha tenido la magnitud suficiente


como para constituir un esado de inconciencia o una alteración morbosa de
las facultades de carácter alienante como las que exige el Código Penal.” (el
destacado me corresponde).

En esta línea surgen dictámenes que señalan que un sujeto que no presenta
alteraciones psicopatológicas de tipo psicótico es por lo tanto normal desde
el punto de vista psicojurídico.

La utilización de este criterio encierra, al menos, dos cuestiones a analizar,


la primera es que según el razonamiento utilizado ut supra existiría un con-
cepto de normalidad psíquica dentro del sistema judicial y otro concepto de
normalidad por fuera de este sistema. Así parecería existir una psicopato-
logía exclusiva dentro del sistema judicial y otra psicopatología general. La
otra cuestión es definir la normalidad psíquica como ausencia de psicosis,
restringiendo de modo arbitario el amplio espectro de las enfermedades
mentales.

Sin embargo, debe señalarse que inimputabilidad no es sinónimo de enfer-


medad mental, sino que existen otras causas que pueden llevar a un sujeto
a un estado de inimputabilidad, tales como un estado de fatiga intenso, una
reacción emocional intensa, etc.

Sin dudas que la distorsión de un artículo tan complejo, como lo es el Art. 34


inc. 1, lleva no sólo a confusión sino a importantes contradicciones.

Tal es el caso de aquellas personas que han sido declaradas insanas en el


fuero civil por sentencia judicial, es decir que se encuentran dentro de las
previsiones del art. 141 del Código Civil Argentino40, y sin embargo cuando
se trata de determinar su imputabilidad se afirma con suma liviandad que
no poseen ni insuficiencia de sus facultades, ni alteración morbosa de las
mismas.

En estos casos se torna en extremo difícil admitir que un demente en sentido


jurídico que carece de intención, discernimiento y libertad (Art. 897 del Có-
digo Civil Argentino –C.C.A.–)41, o que carece del estado de perfecta razón,
motivo por el cual no puede contraer matrimonio, votar, tampoco puede

40 Art. 141. Se declaran incapaces por demencia las personas que por causa de enfermedades
mentales no tengan aptitud para dirigir su persona o administrar sus bienes.
41 Art. 897. Los hechos humanos son voluntarios o involuntarios. Los hechos se juzgan
voluntarios, si son ejecutados con discernimiento, intención y libertad.

123
EZEQUIEL N. MERCURIO

testar (Art. 3615 C.C.A.)42, y que posee un trastorno, disturbio, perturbación


o patología grave que lo ha llevado a ser declarado insano no encuadre en al
menos alguna de las denominadas causas psiquiátricas del Art. 34 inc. 1. En
tal sentido, y arribando al ámbito penal, será función del juzgador valorar si
dicho trastorno, disturbio, perturbación o patología grave –que lo llevó a no
poder casarse, votar ni testar, y hasta perder la patria potestad sobre sus hi-
jos– le impidió o no en el momento del hecho comprender la criminalidad de
su acto o dirigir su conducta acorde a dicha comprensión.

Esta visión que podríamos denominar en la actualidad de alienismo moderno, lle-


ga a sostener que se puede estar gravemente enfermo para el fuero civil y en
consecuencia ser declarado insano y sólo padecer una disturbio menor para
el ámbito penal, que no encuadre ni en alteración morbosa ni en insuficiencia
de las facultades. Esto se logra gracias a una clasificación en compartimientos
estancos de las causas psiquiátricas de inimputabilidad, en donde tradicio-
nalmente se continúan colocando en forma rígida, diferentes enfermedades
mentales. Esta cuestión lleva a una división del psiquismo humano según se
trate de una esfera civil o penal haciendo que la intención, el discernimiento y liber-
tad requeridas por el Código Civil sean conceptos completamente diferentes
a la comprensión y dirección, no siendo ello del todo exacto ya que se imbrican
profundamente entre sí.

En esta línea, Delgado Bueno, con cita de Ferrer Sama señala “cuesta trabajo
admitir que una personalidad que no es normal, y cuya anormalidad tiene
raíces profundas, incluso hereditarias, no puede beneficiarse siquiera con la
atenuación de la pena” (Delgado Bueno, 1994, p. 355). Queda claro, señala
Delgado Bueno (1994), que respecto a la doctrina del libre albedrío, estos
sujetos no son absolutamente libres y respecto a la motivilidad, no son inti-
midables (p. 355).

Resultan de particular interés los conceptos de Carrasco Gomez y Maza Mar-


tín (2003), cuando señalan que la ausencia de patología que presente inciden-
cia en términos de comprensión, es decir que no tenga ninguna repercusión
a efectos penales, no supone de ninguna manera que la persona examinada
puede ser considerada normal. “Ni el informe en ese sentido es un certificado
de salud mental. Lo que se afirma es, tan solo, que no presenta patología de
suficiente naturaleza e intensidad como para originar unos defectos determia-
nados con eficacia ante el Derecho Penal que justifique un menor reproche
para su conducta o la absoluta exclusión del mismo” p. 266.
42 Art. 3.615. Para poder testar es preciso que la persona esté en su perfecta razón. Los de-
mentes sólo podrán hacerlo en los intervalos lúcidos que sean suficientemente ciertos y
prolongados para asegurarse que la enfermedad ha cesado por entonces.

124
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

Hace cuatro lustros y a partir de un fallo Bobbio, García y Frías Caballero


(1986) donde se comentaba la segunda parte de la fórmula mixta, los autores
señalaban que se requiere un criterio de grado o de medida. En consecuen-
cia, la verificación de la inimputabilidad no se limita simplemente a verificar
la capacidad de comprensión o dirección de la conducta; “se trata de que la
insuficiencia, alteración o estado de inconsciencia, suponga un grado tal de
perturbación psíquica que alcance a privar al agente de la capacidad de obrar
de otra manera, o conforme a derecho” (Frías Caballero, 1987).

Tal fue la posición del Dr. Donna (Frías Caballero, 1986) en su voto disidente
cuando señaló que “la enfermedad del imputado no alcanza para encuadrarle
en el Art. 34 del Cód. Penal”.

Por todo ello, no puede afirmarse que el límite entre la imputabilidad e inim-
putabilidad sea rígido sino que se trata de un límite que fluye y varía –criterio
de medida– y que posee, además, un margen estimativo dentro del cual ha de
afirmarse o negarse la capacidad personal de reproche.

En esta línea, Carrasco Gomez y Maza Martín (2003), proponen que informe
psiquiátrico pericial deberá contener para que sea útil para el juzgador:

1. Si la persona examinada presenta o no alguna alteración, trastorno,


o anomalía psíquica. En caso afirmativo cuál es su formulación diag-
nóstica, cómo se llama, a qué grupo de enfermedades corresponde,
y cuáles son sus características clínicas y evolutivas. Tal como se ha
señalado la mera existencia de una alteración psíquica no es sinóni-
mo de inimputabilidad. Los autores españoles señala que “se debe
rechazar la idea o práctica, de asociar determinada anomalía o alte-
ración, mecánica y automática, con una disminción o anulación de
la imputabilidad. No hay que afirmar…que los esquizofrénicos son
inimputables, y que quienes sufren trastornos de la personalidad o de
ansiedad son imputables…” pp. 265-266.
2. En tanto que si existe anomalía o trastorno psíquico se debe explicar
las manifestaciones clínicas y la intesidad de las mismas y en si es-
tas se encontraban afectadas con relación a lo cognitivo, el conocer,
querer, comprender o discernir, o bien la incidencia en la libre deter-
minación de los actos voluntarios.
3. La presencia de la anomalía o alteración se producía al momento de
los hechos.
4. Una relación de sentido entre la alteración o anomalía y los hechos
concretos. Si los hechos son en definitiva un hecho patológico más

125
EZEQUIEL N. MERCURIO

de la anomalía, alteración o trastorno, una consecuencia de los mis-


mos, o si la conducta y su motivación no están condicionadas por la
psicopatología existente.

3.1.1. La insuficiencia de las facultades mentales

Tal como se ha señalado previamente una las dificultades más importantes


que uno se encuentra al momento de analizar la inimputabilidad por razones
psiquiátricas es qué se entiende por insuficiencia de las facultades.

Siguiendo a Frías Caballero, si bien insuficiencia engloba un concepto amplio,


en nuestro medio el término insuficiencia de la facultades se interpreta ma-
yoritariamente como insuficiencia intelectual (trastornos de la inteligencias,
retraso mental). Cuadros antiguamente denominados como frenastenia, oli-
gofrenia, o debilidad mental.

Sin embargo, no todos los autores comparten dicha opinión con relación a la
insuficiencia de las facultades, y señalan que “no hay razón para hacer de la
insuficiencia de las facultades un sinónimo de oligofrenia, por que en realidad
las facultades están disminuidas siempre que la conciencia opera en niveles de
perturbación” (Zaffaroni, Slokar, Alagia, 2000, p. 669).

Así el diccionario de la Real Academia Española en su última edición define


insuficiencia: (Del lat. insufficientĭa). 1. f. Falta de suficiencia. 2. f. Cortedad
o escasez de algo. 3. f. Incapacidad total o parcial de un órgano para realizar
adecuadamente sus funciones.

Según Henri Ey, los retrasos mentales u oligofrenias son “insuficiencias con-
génitas –o en todo caso de comienzo muy precoz– del desarrollo de la inte-
ligencia” (Ey, et al. 2000, p. 562), empero el autor francés llama la atención
sobre que el concepto de retraso mental no debe limitarse a la simple estimación
estadística del nivel psicométrico, y que se debe entender al sujeto como un todo,
incluyendo las otras esferas de la personalidad, incluyendo así el aspecto re-
lacional, “es a fin de cuentas la estimación del factor deficitario y del factor
relacional lo que plantea el cuadro clínico del retraso mental” (Ey, et al. 2000,
p. 563). Asimismo, señala que dado el retraso mental, este

no le permite –al sujeto– construir su personalidad integrando su siste-


ma de valores propios en una buena estructuración lógica de sus cono-
cimientos Por la debilidad de su Yo y de su personalidad, señala Ey, el
sujeto con retraso mental es sugestionable y crédulo. Defiende mal sus
intereses, tiene un conocimiento muy imperfecto de su propia persona-

126
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

lidad y, por consiguiente, de la de de los otros, prevé mal sus reacciones


por su imposibilidad de ponerse en el lugar de los demás. La inmadurez
afectiva de la personalidad del débil mental fija a menudo su conciencia
moral en un estadio premoral (Ey, et al. 2000, p. 570).

En esta línea se encuentran, también, las definiciones de las clasificaciones


internacionales (DSM-IV y CIE-10), en donde no sólo se hace referencia a
la capacidad intelectual, sino también a las alteraciones o déficits en activi-
dad adaptativa, entendiendo esto último como la eficacia de la persona para
satisfacer exigencias planteadas para su edad y grupo cultural. Según esta
clasificación las alteraciones deben estar presentes en al menos dos de las
siguientes áreas: vida doméstica, habilidades sociales/interpersonales, utili-
zación de recursos comunitarios, autocontrol, habilidades académicas fun-
cionales, trabajo, ocio, salud y seguridad. Un criterio similar utiliza la Aso-
ciación Americana de Retraso Mental, en donde hace referencia no sólo a la
limitación intelectual, sino que también toma en cuenta en su definición, las
conductas adaptativas que se expresan en las prácticas y destrezas sociales del
sujeto (Bonnie, 2004).

En el sujeto afectado por un retraso mental, su edad cronológica no se correspon-


de con su edad mental o intelectual, siendo ésta última menor a lo esperable.

Las clasificaciones internacionales han distinguido tres grados de retraso


mental:
1) Retraso Mental Leve: presentan el lenguaje en forma tardía, empero
logran comunicarse y mantener una conversación. Logra indepen-
dencia para las situaciones simples y concretas de la vida cotidiana
(comer, vestirse, lavarse, controlar esfínteres). Presentan problemas
escolares en áreas de lectura y escritura. Pueden desempañarse en
empleos que requieran trabajos manuales más que académicos.
2) Retraso Mental Moderado: presentan una lentitud en el desarrollo,
comprensión y uso del lenguaje. Requieren, en general una supervi-
sión para realizar ciertas tareas que demandan el autocuidado. Los
logros académicos son escasos y limitados, y algunos aprenden lo
fundamental de lectura, escritura y cálculo. Los adultos con retra-
so mental moderado suelen ser capaces de realizar tareas laborales
sencillas, si estas se encuentran estructuras y son supervisados. En
general no logran una vida adulta completamente independiente.
Presentan un desarrollo normal de su vida social.
3) Retraso Mental Grave: se trata de sujetos incapacitados totalmente
para comprender instrucciones básicas y actuar de acuerdo a ellas.

127
EZEQUIEL N. MERCURIO

Desde el punto de vista motor, en general se acompaña de un mar-


cado descenso en esta área. No controlan esfínteres y en pocos casos
pueden lograr una forma muy rudimentaria de comunicación verbal.
No poseen la capacidad para satisfacer sus necesidades básicas de
autocuidado y requieren ayuda y supervisión de forma constante. En
general suelen acompañarse de otros trastornos orgánicos neuroló-
gicos, epilepsia, déficits visuales o auditivos.

En el mundo hispano parlante, Pedreira Massa y col. señalan que luego de


la revisión de los diferentes conceptos emitidos en torno al retraso mental,
en la mayoría existen tres líneas dominantes, y en consecuencia consideran al
retraso mental como “una serie de trastornos de presentación precoz, con un
funcionamiento intelectual disminuido consecuentemente a un trastorno del
desarrollo y la incapacidad para obtener una plena adaptación a las exigencias
sociales” (Delgado Bueno, 1994).

Resumiendo, se pueden resaltar las siguientes características:

1. cierta incompetencia social


2. debida a un proceso de subnormalidad mental
3. que supone un retraso en el desarrollo
4. que persiste en la edad adulta
5. que suele ser de origen constitucional y
6. tiene una naturaleza esencialmente incurable.

Teniendo en cuenta lo señalado previamente, al profundizar un poco sobre


los criterios utilizados en las distintas definiciones, puede señalarse que un
criterio ceñido estrictamente por las escalas de cociente intelectual, define al
sujeto mediante el análisis de sólo un aspecto de su personalidad –lo intelec-
tual–, y no tiene en cuenta la historia personal del sujeto, su desarrollo y sus
diferentes capacidades de adaptación.

Esta alteración o retraso en el proceso normal del desarrollo intelectual, debe


diferenciarse de la disminución global y progresiva de las funciones psíquicas
superiores, tal como acontece en las demencias. Estas pueden ser englobadas
dentro de la alteración morbosa de las facultades.

Tal como se ha señalado al comienzo de presente capítulo, una de las cues-


tiones a dilucidar es qué se entiende por insuficiencia de las facultades y que
cuadros pueden ser incluidos en este ítem.

128
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

Así encontramos que en la actualidad se continúan colocando en forma arbi-


traria a los grados más profundos de oligofrenias (retraso mental moderado y
grave/imbecilidad e idiocia).
“Para el psiquiatra la expresión insuficiencia de las facultades significa alie-
nación mental congénita…están incluidas aquí todas las enfermedades
englobadas dentro de los retardos mentales moderados…graves y pro-
fundos…no incluye el retardo mental leve u oligofrenia leve…en este
caso el leve déficit intelectual, que es sólo una variante en menos del
nivel intelectual, no es –por sí– eximente de responsabilidad” (Zazzali,
2006, p. 150).

“La insuficiencia de las facultades comprende exclusivamente a la idiocia con to-


dos sus variedades y a la imbecilidad, igualmente en todos sus formas clínica”
(Bonnet, 1983, p. 147).

En este punto las consideraciones realizadas por Cabello resultan muy ilus-
trativas y palmarias. El prestigioso psiquiatra forense señala que la nomen-
clatura utilizada por el legislador en el Art. 34 inc. 1 al mencionar las causas
psiquiátricas de inimputabilidad no puede bajo ningún punto de vista ser in-
terpretada en forma restrictiva, teniendo en cuenta que el código no acude a
entidades nosológicas ni cuadros clínicos determinados. Ello sucede con la
insuficiencia de las facultades, la cual hace referencia a todas las formas de oligo-
frenias –tanto idiocia, imbecilidad y a la debilidad mental–, el descartar alguna
de ellas corre por cuenta del que interpreta el texto (Cabello, 1984, p. 139).

Así comenta que


las cifras asignadas a las escalas psicométricas –cociente intelectual– no
han sido fijadas por decreto, no tienen un valor mágico, ni están escritas
en la naturaleza de las cosas. No existe una magnitud absoluta que define
la frontera entre los diversos grados de oligofrenias; las corresponden-
cias entre los tests psicométricos está lejos de ser perfecta… (Cabello,
1984, p. 174).

Asimismo
la ley se expresa en un lenguaje psicopatológico, es decir, abarca un gru-
po de formas clínicas marcadas mediante una nota sobresaliente del or-
den semiológico insuficiencia, sin referirse específicamente a ninguna de
ellas, de lo que se infiere, que la terminología legal tiene un carácter no
excluyente, genérico, alcanzando en su latitud todo cuadro tocado por la
insuficiencia. En tal sentido, no resulta lícito reducir a priori, el alcance
conceptual de “insuficiencia” sólo a las formas mayores de retraso psí-

129
EZEQUIEL N. MERCURIO

quico (idiocia e imbecilidad), desalojando del espectro biológico del 34


del Cód. Penal a las formas menores (debilidad mental)… Allí donde
la ley no impone restricciones, el interpretador tampoco tiene porqué
hacerlas (Cabello, 1984, p. 168).

Por su parte y en consonancia con el Dr. V. P. Cabello, los Dres. Riu y Tavella
señalan que en relación al síndrome de insuficiencia mental leve:

si bien poseen aptitud para manejarse conductualmente en situaciones


simples tanto y cuanto les sean conocidas previamente, su incapacidad
valorativa les impide desenvolverse frente a acontecimientos y situacio-
nes que requieran discernimiento y conciencias discriminativa (Riú, Ta-
vella, 1987, p. 52).

El pensamiento mayoritario de la psiquiatra forense actual, continúa exclu-


yendo, de forma apriorística, a los cuadros leves de la insuficiencia de las
facultades. Sin embargo, debe tenerse presente que tanto para los grados leves
o moderados, no es el cuadro quien per se arrastra al sujeto a la inimputabili-
dad sino las consecuencias del mismo sobre la capacidad para comprender y
dirigir la criminalidad de un acto puntual en un momento específico. En tal
sentido se deberá valorar cada acto en particular.

3.1.2. Alteración morbosa de las facultades. La enfermedad mental y


su incidencia en la inimputabilidad

Tal como se ha señalado previamente, en la actualidad continúa primando


una visión alienista de la inimputabilidad. Por ejemplo, Zazzali señala que “la
palabra morbosa usada en el Código Penal (Argentino) significa para el psi-
quiatra enajenación mental adquiridad… en este rubro se encuentran muchas
de las enfermedades psiquiátricas englobadas como psicosis (Zazzali, 2006,
p. 150).

En esta línea, surge con gran frecuencia y no sin caer en graves fallas lógicas,
que un sujeto encuadra dentro de la normalidad psico jurídica, ya que pre-
senta un trastorno de la personalidad no alienante y no puede ser encuadrado
dentro de alteración morbosa de las facultades. Empero a continuación se
asevera que reviste peligrosidad psiquiátrica para sí y/o terceros, y requiere
un tratamiento de internación, aún contra su voluntad.

En esta línea no es infrecuente encontrar dictámenes que señalan que un


sujeto no presenta alteraciones morbosas de sus facultades mentales, ya que
no es un enajenado, alienado o psicótico, o que no presenta una alteración

130
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

morbosa de las facultades de carácter alienante como las que exige el Código
Penal y que en párrafo siguiente se afirme que presenta un deterioro global de
su psiquismo, secundario a un trastorno psico orgánico debido al consumo
de sustancias psicoactivas de larga data, por ejemplo.

Así, el inmenso mundo de los padecimientos mentales parece reducirse sólo


a los cuadros de psicosis, alienación mental, enajenación, quedando por fuera
las toxicomanías, los trastornos de la personalidad, entre otros.

En esta línea, la enfermedad mental dentro del ámbito penal queda restringida
sólo a los cuadros de psicosis. Sin embargo, este criterio cambia notablemente
cuando sujetos con trastornos de la personalidad, retraso mental o toxicóma-
nos, caen dentro de la esfera civil, donde allí sí son considerados por la misma
psiquiatría forense como enfermos, con las consecuencias que esto acarrea.
Por ejemplo, es frecuente hallar sujetos con trastornos de la personalidad que
son jubilados de sus tareas laborales por incapacidad psíquica, declarados in-
habilitados, cuando no insanos por dicha anormalidad no patológica/trastorno de
la personalidad no alienante.

Asistimos así, a insanos –enfermos psiquiátricos graves– en sede civil que son
considerados sujetos normales en el ámbito penal.

El término alteración morbosa, no debe interpretarse en forma restrictiva, exclu-


yendo a priori determinadas enfermedades mentales, ya que el propio término
morbo –de morbosus: enfermedad– incluye a todas las enfermedades. Así, el
termino alteración morbosa no restringe ni retacea enfermedad alguna por más
que la psiquiatría forense trate de imponer que aquellas enfermedades men-
tales –que se encuentran dentro de las clasificaciones internacionales y en
las cuales se invierten no pocos tratamientos–, al entrar en el ámbito penal,
se transformen, como por arte de magia, en variantes de una normal estadística,
como los son los trastornos de la personalidad.

Tal como lo señala Zaffaroni, “si bien resulta claro que toda alteración mor-
bosa es una enfermedad mental no toda enfermedad mental es un caso de
alienación mental” (Zaffaroni, Slokar, Alagia, 2000, p. 666).

En el mundo anglosajón a partir del caso Hinckley43, el juez Parker señaló


claramente al jurado que “enfermedad o defecto mental incluye cualquier
condición anormal de la mente, al margen de su designación médica, que

43 “United States vs John W. Hinckley, Jr” Tribunal de Distrito Federal de Columbia, 1982
en Low, Meter, Jefrries, Jr, Calvin John, et al. The trial of John W. Hinckley Jr. A case study in
the Insanity Defense, Foundation Press, Nmineola, Nueva York, 1986, pp. 112-116.

131
EZEQUIEL N. MERCURIO

afecte sustancialmente los procesos mentales o emocionales y disminuya sus-


tancialmente su controles de conducta” (Low et al. 1986, p. 112). Asimismo
señala que el termino insano no requiere necesariamente el sujeto se encuentre
desorientado en tiempo y espacio. En tal sentido el término controles de conducta
se refiere a los procesos y a la capacidad de una persona para regular y con-
trolar su comportamiento y acciones. Los términos enfermedad mental y defecto
mental muestran, para esta concepción, algunas diferencias a saber:
 La enfermedad mental es una condición que es susceptible de pro-
greso o deterioro.
 En tanto que el defecto mental, es una condición que no es suscep-
tible de progreso y deterioro.

En esta línea el código penal español ha sufrido modificaciones en su fórmula


de inimputabilidad por razones psiquiátricas, excluyendo de la misma el con-
cepto de enajenación y suplantándolo por el de anomalía o alteración psíquica44. Así
queda zanjada la discusión sobre si alteración morbosa se refiere únicamente
a los cuadros de psicosis, abriendo el campo a cualquier cuadro psicopatoló-
gico. También el Código Penal Francés fue modificado dejando fuera viejas
terminologías, y optando por una fórmula mixta de inimputabilidad. Introdu-
ciendo así, problema psíquico o neuropsiquico45.

Por su parte el Código Penal Alemán también ha presentado modificaciones,


motivadas por la interpretación restrictiva de los vocablos empleados por la
fórmula de la inimputabilidad. Así, se modificó el “trastorno patológico de
la actividad mental” por el de “trastorno psíquico patológico”. En esta línea,
Roxin (1997) señala que “la expresión trastorno psíquico abarca todo el ám-
bito de lo psíquico… también las dolencias pueden ser “trastornos psíquicos
patológicos”… pertenecen… las psicosis exógenas… las psicosis endóge-
nas… se designan así los trastornos psíquicos cuya base corporal orgánica no
ha sido demostrada claramente hasta el momento, pero que la ciencia presu-
me (postula). En ellas se cuentan los dos grandes círculos de la esquizofrenia
y la ciclotimia…” (Roxin, 1997, 827). Asimismo se introdujo el término “otra
anomalía psíquica grave”, en ella se hace referencia a “desviaciones psíquicas
respecto de lo normal, que no se basan en una enfermedad corporal… las

44 Artículo 20. Están exentos de responsabilidad criminal: 1º El que al tiempo de cometer la


infracción penal, a causa de cualquier anomalía o alteración psíquica, no pueda compren-
der la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión. Código Penal Español.
45 Art. 122-1. N’est pas pénalement responsable la personne qui était atteinte, au moment
des faits, d’un trouble psychique ou neuropsychique ayant aboli son discernement ou le
contrôle de ses actes.

132
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

principales formas de manifestación son…las psicopatías, las neurosis, y las


anomalías de los instintos” (Roxin, 1997, p. 834). Allí también podría encua-
drarse otros cuadros psicopatológicos.

Algo similar propone el proyecto de modificación del Código Penal Argenti-


no (2007), en su apartado sobre la inimputabilidad señala:

ARTÍCULO 34.- Eximentes. No es punible: h) El que a causa de cual-


quier anomalía o alteración psíquica permanente o transitoria no haya
podido, al momento del hecho, comprender su criminalidad o dirigir sus
acciones conforme a esa comprensión;

En el medio chileno, Silva Silva considera que es necesario reformar a corto


plazo, al menos la primera parte del Art. 10 N° 1, suprimiendo así los concep-
tos loco o demente (Silva Silva, 1995, p. 157). En esta línea, el autor chileno
propone que se utilicen vocablos amplios que engloben toda la gama de afec-
ciones mentales (Silva Silva, 1995).

En el ámbito alemán a partir de la reforma de la redacción de fórmula de


inimputabilidad, la doctrina temió la posibilidad que se presentarán gran can-
tidada de sentencias exculpatorias en psicópatas, sin embargo, Roxin comenta
que en términos estadísticos las sentencias absolutarias luego de la puesta en
marcha de las modificaciones no se han incrementado (Roxin, 1997, p. 835).
“No hay pruebas de que los motivos dependientes de una psicosis resulten
más determinantes de la conducta que las anomalías de una psicosis resulten
más determinantes de la conducta que las anomalías psíquicas intensas. Lo
decisivo no es la similitud a la psicosis, sino hasta qué punto la génesis del
hecho permite advertir una merma de la asequibilidad normativa del sujeto”
(Roxin, 1997, p. 835).

A modo de ejemplo el Cuadro 1 señala las distintas fórmulas de inimputabili-


dad utilizadas en diferentes países de Latinoamericana. Allí es posible analizar
los diferentes vocablos y conceptos utilizados.

Cuadro 1. Inimputabilidad por razones psiquiátricas en Latinoamerica

Código Penal Fórmula de inimputabilidad

Código Penal de Argentina ARTÍCULO 34.- No son punibles: 1º. El que no haya
podido en el momento del hecho, ya sea por insuficien-
cia de sus facultades, por alteraciones morbosas de
las mismas o por su estado de inconciencia, error o

133
EZEQUIEL N. MERCURIO

Código Penal Fórmula de inimputabilidad

ignorancia de hecho no imputables, comprender la cri-


minalidad del acto o dirigir sus acciones.
Código Penal de Bolivia Art. 17. Está exento de pena el que en el momento del
hecho por enfermedad mental o por grave perturba-
ción de la conciencia o por grave insuficiencia de la in-
teligencia, no pueda comprender la antijuridicidad de su
acción o conducirse de acuerdo a esta comprensión.
Código Penal de Brasil Inimputáveis Art. 26.- É isento de pena o agente que,
por doença mental ou desenvolvimento mental in-
completo ou retardado, era, ao tempo da ação ou da
omissão, inteiramente incapaz de entender o caráter
ilícito do fato ou de determinarse de acordo com esse
entendimento.
Código Penal de Chile Art. 10. Están exentos de responsabilidad criminal: 1°
El loco o demente, a no ser que haya obrado en un in-
tervalo lúcido, y el que, por cualquier causa independien-
te de su voluntad, se halla privado totalmente de razón.
Código Penal de Costa Rica Art. 42. Es inimputable quien en el momento de la ac-
ción u omisión, no posea la capacidad de comprender el
carácter ilícito del hecho o de determinarse de acuerdo
con esa comprensión, a causa de enfermedad mental,
o de grave perturbación de la conciencia sea ésta o no
ocasionada por el empleo accidental o involuntario de
bebidas alcohólicas o de sustancias enervantes.
Código Penal de Colombia Art. 31. - Concepto. Es inimputable quien en el mo-
mento de ejecutar el hecho legalmente descrito, no tu-
viere la capacidad de comprender su ilicitud o de determi-
narse de acuerdo con esa comprensión, por inmadurez
psicológica o trastorno mental.
Código Penal de Cuba ARTÍCULO 20.1. Está exento de responsabilidad penal
el que comete el hecho delictivo en estado de enajena-
ción mental, trastorno mental transitorio o desarrollo
mental retardado, si por alguna de estas causas no posee
la facultad de comprender el alcance de su acción o de
dirigir su conducta.
Código Penal de Ecuador Art. 34.- No es responsable quien, en el momento en
que se realizó la acción u omisión, estaba, por enfer-
medad, en tal estado mental, que se hallaba imposibili-
tado de entender o de querer.
Código Penal de El Salvador Art. 27.- No es responsable penalmente:
4) Quien en el momento de ejecutar el hecho, no estu-

134
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

Código Penal Fórmula de inimputabilidad

viere en situación de comprender lo ilícito de su acción u


omisión o de determinarse de acuerdo a esa compren-
sión, por cualquiera de los motivos siguientes:
a) enajenación mental;
b) grave perturbación de la conciencia; y,
c) desarrollo psíquico retardado o incompleto.

Código Penal de Guatemala Art. 23: No es imputable:… 2° Quién al momento de


la acción u omisión, no posea, a causa de enfermedad
mental, desarrollo psíquico incompleto o retardo o
de trastorno mental transitorio, la capacidad de comprender
el carácter lícito del hecho o de determinarse de acuerdo
con esa comprensión, salvo que el trastorno mental tran-
sitorio haya sido buescado de propósito por el agente.”

Código Penal de Honduras “Art. 23: No es imputable… 2) quien en el momento de


la acción u omisión padezca psicosis, de retardo men-
tal severo, de psicosis transitoria y carez a, por ello, de
la capacidad de comprender el carácter ilícito del hecho o
de determinarse de acuerdo con esa comprensión salvo
que el trastorno mental transitorio haya sido provocado
por el agente dolosa o culposamente”.

Código Penal de México “Art. 15: El delito se excluye cuando:… VII. Al mo-
mento de realizar el hecho típico, el agente no tenga la
capacidad de comprender el carácter ilícito de aquel o de
conducirse de acuerdo con esa comprensión, en virtud
de padecer trastorno mental o desarrollo intelectual
retardado, a no ser que el agente hubiera provocado su
trastorno mental dolosa o culposamente, en cuyo caso
responderá por el resultado típico siempre y cuando lo
haya previsto o fuera previsible…”.

Código Penal de Nicaragua “Art. 28. Están exentos de responsabilidad criminal: 1°


El que por enfermedad mental o una grave alteración
de la conciencia no posea, en el momento de obrar, la
facultad de apreciar el carácter delictuoso de su acto o de
determinarse según esa apreciación”.

Código Penal de Panamá Artículo 36. No es imputable quien, al momento de co-


meter el hecho punible, no tenga la capacidad de com-
prender su ilicitud o, en caso de comprenderla, de auto-
determinarse de acuerdo con esa comprensión.

Código Penal de Paraguay Artículo 23.- Trastorno mental


1º No es reprochable el que en el momento de la acción
u omisión, por causa de trastorno mental, de desarro-
llo psíquico incompleto o retardado, o de grave per-

135
EZEQUIEL N. MERCURIO

Código Penal Fórmula de inimputabilidad

turbación de la conciencia, fuera incapaz de conocer la


antijuridicidad del hecho o de determinarse conforme a
ese conocimiento.

Código Penal de Perú Artículo 20.- Inimputabilidad


Está exento de responsabilidad penal:
1. El que por anomalía psíquica, grave alteración de la
conciencia o por sufrir alteraciones en la percepción, que
afectan gravemente su concepto de la realidad, no posea
la facultad de comprender el carácter delictuoso de su
acto o para determinarse según esta comprensión.

Código Penal de la Art. 64.- Cuando al momento de cometer la acción el


República Dominicana inculpado estuviese en estado de demencia, o cuando
se hubiese visto violentado a ello por una fuerza a la cual
no hubiese podido resistir, no hay crimen ni de­lito.

Código Penal de Uruguay Artículo 30. (Locura) No es imputable aquél que en el


momento que ejecuta el acto por enfermedad física o
psíquica, constitucional o adquirida, o por intoxi-
cación, se halle en tal estado de perturbación moral,
que no fuere capaz o sólo lo fuere parcialmente, de
apreciar el carácter ilícito del mismo, o de determinar-
se según su verdades apreciación. Esta disposición es
aplicable al que se hallare en el estado de espíritu en ella
previsto, por influjo del sueño natural o del hipnótico.
31. (Embriaguez) No es imputable el que ejecuta un
acto en estado de embriaguez, siempre que ésta fuere
completa y estuviere determinada por fuerza mayor o
caso furtuito.
32. (Ebriedad habitual) El ebrio habitual, y el alcoho-
lista, serán internados en un Asilo. Se considera ebrio
habitual el que se embriaga periódicamente y en ese
estado comete delito o provoca escándalo, tomándose
peligroso.
Se reputa alcoholista al que por la costumbre de ingerir
alcohol, sin llegar a la embriaguez, hubiere cometido el
hecho en el estado previsto en el artículo 30 del Código.
33. (Intoxicación) Las disposiciones precedentes se-
rán aplicables a los que, bajo las condiciones en ellas
previstas, ejecutaran el acto bajo la influencia de cual-
quier estupefaciente.

Código Penal de Venezuela Artículo 62.- No es punible el que ejecuta la acción ha-
llándose dormido o en estado de enfermedad mental
suficiente para privarlo de la conciencia o de la libertad
de sus actos.

136
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

Tal como surge del Cuadro 1, la mayoría de los códigos penales presentados
han optado por terminología amplia para referirse a la amplia de gama de
procesos psicopatológicos. Así, doce de las quince fórmulas utiliza el tér-
mino, enfermedad mental, dolencia, trastorno mental, anomalía o alteración
morbosa. Sólo los Códigos Penales de Cuba y El Salvador utilizan el término
enajenación mental, el de Honduras psicosis y el de República Dominicana,
demencia y el de Chile, loco o demente. Sin embargo, vemos que en algunos
doctrinarios prima una visión alienista de las fórmulas de inimputabilidad,
reduciendo la enfermedad mental a la enajención. Es decir cuando el código
se refiere a enfermedad mental, esta se interpreta como alienación o enajena-
ción. Persiste así aún en penalistas destacados y con interpretaciones amplias
sobre la capacidad de culpabilidad una visión restrictiva en torno al concepto
de enfermedad mental, influenciados por el discurso hegemónico psiquiátri-
co forense. Existirían así las enfermedades mentales, tales como las psicosis
–alienación o enajenación– por ejemplo (psicosis maniaco depresivas, esqui-
zofrenia y paranoia) y otros cuadros por fuera, tales como los trastornos de la
personalidad y los retrasos mentales.

En esta línea, Bacigalupo (1999) señala que

una anomalía o alteración psíquica se debe admitir sobre todo en los


casos de enfermedades mentales. El concepto de enferme dad mental
no se superpone con el concepto médico de la misma. Desde el pun-
to de vista jurídico, con el que se debe interpretar estas expresiones,
deben incluirse aquí, en primer lugar, las psicosis en sentido clínico…
p. 449.

Asimismo, salvo el Código Penal de Chile, las fórmulas de inimputabilidad


por razones psiquiátricas presentan una conformación de tipo mixta, don-
de la enfermedad/alteración/trastorno/anomalía, es necesaria pero no su-
ficiente, sino que se requiere que la misma acarree como consecuencia una
imposibilidad para comprender la norma jurídica. Sin embargo en el apartado
psicológico de la fórmula, se han optado por diferentes conceptos tales como
conciencia o libertad de sus actos, apreciar el carácter ilícito, conocer la anti-
juridicidad de ese acto, entender, comprender el carácter ilícito. Tal como se
analizará en apartados posteriores, conocer, entender y comprender encie-
rran conceptos disímiles.

Al analizar los orígenes sobre qué se entiende por enfermedad mental y por
qué ésta es asimilada en el medio forense únicamente a los cuadros psicóticos
o alienantes, no podemos dejar de recordar la postura restrictiva que formu-
lara el psiquiatra alemán Kurt Schneider.

137
EZEQUIEL N. MERCURIO

Para el autor alemán, el concepto de enfermedad se reserva para las altera-


ciones a nivel somático y corporal. Persiste así aquella concepción dualista
cartesiana que divide y diferencia a la mente del cuerpo (cerebro).

En esta línea, cabe recordar lo señalado previamente con relación al concepto


enfermedad, quien se encuentra orientado a lo corporal y el único sostenible
en psicopatología. Schneider señala que “solo hay enfermedades en lo cor-
poral; a nuestro juicio los fenómenos psíquicos son patológicos únicamen-
te cuando su existencia está condicionada por alteraciones patológicas del
cuerpo en las que nosotros incluimos las malformaciones” (Schneider, 1968,
p.  39). El autor alemán deja por fuera de esta definición a las personalidades
psicopáticas (trastornos de la personalidad), ya que señala que no se trataría
de fenómenos patológicos en sentido de procesos orgánicos sino sólo de va-
riaciones y anomalías morfológicas y funcionales (Mercurio, 2008).

Es decir los trastornos de la personalidad han quedado por fuera del modelo
médico tradicional, donde las enfermedades surgen a partir de un proceso
fisiopatológico con un correlato anatómico que permite explicar la presenta-
ción sintomática de dicho trastorno.

Tanto el Manual de Diagnóstico y Estadística de las Enfermedades Mentales


en su cuarta edición (DSM-IV) como la Clasificación Internacional de Enfer-
medades en su décima edición (CIE 10) describen un cuadro de trastorno de
la personalidad secundario a una enfermedad médica, lesión o disfunción ce-
rebral que se diferencia de los trastornos de personalidad, porque en los pri-
meros es posible demostrar y comprobar alguna alteración a nivel somática.

Siguiendo esta línea, el trastorno de la personalidad secundario a un trastorno


cerebral (tumor, accidente cerebro vascular, traumatismo de cráneo) es una
enfermedad psiquiátrica, en tanto que en aquellos casos donde la causa no
resulta tan clara quedan por fuera de las enfermedades del cerebro. Conti-
nuando así con la concepción dualista, enfermedad neurológica/psiquiátrica/
médica para el primer caso y variación de la normalidad o de la mente para
el segundo caso. Se trata así del mismo grupo de síntomas, pero de entidades
psicopatológicas diferentes, ya que en uno existe un proceso fisiopatológico
y en el otro no.

Si bien Schneider intenta mantenerse alejado de valoraciones no científicas al


referirse a las personalidades psicopáticas, no puede dejar de señalarse que el
autor alemán las deja por fuera del círculo de la psicopatología por las conse-
cuencias forenses de considerar a este tipo alteraciones como enfermedades
mentales. En esta línea señala: “en el fondo sería indiferente que se hablase

138
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

o no de personalidades patológicas, si esta designación, utilizada casi siempre


irreflexivamente, no hubiera conducido a graves consecuencias prácticas, so-
bre todo en el campo forense” (Schneider, 1968, p. 40).

Teniendo en cuenta que la imputabilidad es un concepto jurídico normativo


poco le importan al juzgador los diagnósticos a los que arriban los auxiliares,
muchas veces disímiles entre sí y los conceptos sobre si tal alteración es o no
una enfermedad mental, ya que es posible que un sujeto sea inimputable sin
ser necesariamente un enfermo mental. En tal sentido y como se ha señalado
previamente, no es la inimputabilidad un concepto biológico que requiere de
la mera verificación de un cuadro nosográfico.

En esta línea, resultan esclarecedoras los conceptos de Bacigalupo (1999)


cuando señala que “el concepto de enfermedad mental de Kurt Schneider, al
que tan frecuentemente se recurre en la práctica, no es hoy en día admisible
en la interpretación de las disposiciones sobre exclusión de la capacidad de
motivación” p. 449.

Por ejemplo para el derecho penal estadounidense es preciso que se pruebe,


más allá de una duda probable, que el acusado no padecía de una enfermedad
o defecto mental. En tanto que en nuestro medio algo similar señala Núñez
citado por Tozzini (1997) cuando comenta que la imputabilidad, no puede
presumirse sólo porque no se haya acreditado fehacientemente la inimputa-
bilidad, en tal caso el juez puede absolver por la aplicación del principio de in
dubio pro reo.

Así, el juez Parker señalaba que en materia de inimputabilidad por razones


psiquiátricas debe tenerse en cuenta si al momento de la conducta criminal, el
acusado, como consecuencia de una enfermedad o defecto mental, careció de
la capacidad sustancial para adecuar su conducta a los requerimientos de la ley
o bien de la capacidad sustancial para apreciar la ilicitud de su conducta.

Previo al caso Hinckley, eran utilizadas las llamadas reglas M´Naghten para
determinar la imputabilidad de un sujeto. Estas reglas tenían en cuenta si el
sujeto podía conocer la diferencia ente el bien y el mal. Este test recibió fuer-
tes críticas a partir del resonante caso Durham46, a partir del cual se cuestionó
que para determinar la responsabilidad penal de un individuo, este conoci-
miento puramente cognitivo entre el bien y el mal resultaba inadecuado, ya
que no tenía en cuenta las realidades psíquicas y el conocimiento científico. En otras
46 Durham fue condenado por violación de domicilio y presentaba antecedentes de inter-
naciones psiquiátricas y se le había diagnosticado una psicosis con personalidad psico-
pática.

139
EZEQUIEL N. MERCURIO

palabras, no tenía en cuenta al sujeto en su totalidad sino que se lo dividía en


sus diferentes esferas, donde las funciones volitivas y afectivas no eran tenidas
en cuenta.

Desde la doctrina chilen se señala que el criterio de la imputabilidad se inscri-


be en dos circunstancias:

a) la normalidad de las facultades psíquicas de las personas en el plano


intelectual, que permite comprender o captar la licitud o ilicitud del
actuar, y
b) la aptitud o capacidad de adecuar ese actuar a la comprensión que
adquiere del mismo.

En esta línea se afirma que “imputabilidad es capacidad intelectual –de com-


prensión y volitiva– de dirigir sus comportamientos conforme a ese conoci-
miento” (Garrido Mont, 2007, p. 210).

En el medio argentino, esta postura crítica hacía una visión puramente in-
telectualista de la inimputabilidad es sostenida por Cabello V., Castex M.N.,
Achaval A. en el ámbito de la psiquiatría forense argentina y por Frías Caba-
llero, Zaffaroni, Spolansky, y Donna –entre otros– desde la óptica jurídica.

En esta línea Achával, en su Tratado de Psiquiatría Medicolegal y Forense


señala que
el criterio de alteración mental o de alteración morbosa del Art. 34, inc.
1º no es médico sino legal; admite desde lo temporal a lo permanente y
desde las facultades intelectuales cognoscitivas a algunas de las otras dos
(volitiva y afectiva) y aun su conjunto, puesto que todas ellas son necesa-
rias para dirigir la persona, especialmente en los momentos de conflicto
o de valoración de circunstancias (Achaval, 2003, p. 420).

Cabe advertir que el alienismo moderno no admite que puedan existir circuns-
tancias en las que un sujeto encuadre dentro de alteración morbosa o insuficiencia
de sus facultades y que a pesar de ello haya podido comprender la criminalidad
de su acto. No tener en cuenta esta compleja situación es transformar a la
fórmula mixta en plenamente biológica (Frías Caballero, 1981, p. 220).

Por todo ello, surge el siguiente interrogante: ¿se puede estar gravemente
enfermo psíquicamente para el ámbito civil pero no para el ámbito penal? Si
bien se puede admitir, como se ha mencionado previamente, que la inimpu-
tabilidad no es sinónimo de enfermedad mental, se torna forzoso admitir que

140
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

un enfermo psíquico grave –declarado demente en sede civil– no encuadre


por su enfermedad en ninguna de las causas psiquiátricas de la fórmula del
Art. 34 inc. 1°, sin embargo muy distinto será verificar cuáles son los efectos
“psicológicos” de dicha enfermedad al momento del hecho.

Tal como lo señalan autores de fuste en la materia, la fórmula mixta de inim-


putabilidad, no se agota en la verificación científica de un estado psíquico,
ni se finaliza con comprobación de los efectos psicológicos de dicho estado.
La capacidad de ser un sujeto plausible de reproche, no puede reducirse a un
concepto puramente biológico-psicológico sino que la rebasa, ya que la im-
putabilidad busca alcanzar al ser espiritual susceptible de actuar conforme al
sentido y el valor (Frías Caballero, 1981, p. 152).

En tal sentido, cuando en un proceso penal la imputabilidad entra en esce-


na, no se trata sólo de verificar si el sujeto es un alienado o no, y si actuó de
acuerdo a determinada actitud psicológico, sino que en definitiva se busca
distinguir si el sujeto posee o no capacidad personal de reproche (Frías Caba-
llero, 1981, p. 152).

Así lo señala Frías Caballero cuando afirma con extrema claridad que

en los casos extremos la cuestión puede no parecer problemática. Pero


aún en ellos debe advertirse que la inimputabilidad, por ejemplo de un
demente en el momento del hecho, no resulta simplemente del hecho de
que sea un enfermo mental (un “alienado”) o de que en ese momento
carezca de determinadas aptitudes psicológicas (las que, sin embargo,
en otros casos pueden permanecer intactas a pesar de la psicosis), sino,
en definitiva, de su incapacidad de reprochabilidad, esto es, de su inca-
pacidad de culpa por que se trataría concretamente de una personalidad
inapropiada, inadecuada jurídicamente para el reproche, toda vez que no
ha podido actuar conforme a las exigencias del derecho (Frías Caballero,
1981, p. 152).

Por su parte Bacigalupo, señala que en las psicopatías y las neurosis, aun cuan-
do se tenga un diagnóstico preciso, su relevancia jurídico-penal dependerá de
la gravedad de cada caso (Bacigalupo, 1999). Se requerirá establecer la valora-
ción normativa, es decir una actitud activa por parte del juez.

Así, la fórmula mixta no puede analizarse desde un punto estrictamente


psiquiátrico-psicológico sino que se trata de un concepto jurídico normati-
vo-valorativo, que requiere sin dudas, la verificación del juez, a través de un
perito, sobre si el sujeto se encuentra o no en alguno de los presupuestos

141
EZEQUIEL N. MERCURIO

de la primera parte de la fórmula, pero de ningún modo se agota en dicha


instancia. Es por ello, que no basta que un perito afirme que un oligofrénico
o un psicópata perverso sea capaz de diferenciar el bien del mal, lo justo de
lo injusto o que actuó con capacidad de entender y querer. El problema de
la imputabilidad es mucho más complejo que la verificación de un estado
psicopsiquiátrico, ya que se trata de verificar si dicho estado satisface o no la
medida de las exigencias normativo-valorativas. Es decir afirmar que el hecho
fue realizado por una persona susceptible de ser objeto de reproche personal
ético jurídico (Frías Caballero, 1981, p. 154).

Algo distinto sucede con los efectos psicológicos, que si bien a primera vista
resultarían de la comprobación de una consecuencia íntimamente relacionada
con las causales psiquiátricas, no se agotaría en dicha comprobación, ya que
de ser así la cuestión psicológica también quedaría reducida a una verificación
meramente descriptiva.

La imputabilidad busca rastrear la capacidad personal de culpa, motivo por el


cual los límites de los efectos psicológicos no pueden considerarse rígidos. En
consecuencia, un sujeto con retraso mental podrá ser perfectamente imputa-
ble si su insuficiencia de facultades le permitió comprender y dirigir su conducta.

Así puede percibirse la verdadera esencia de la fórmula mixta –psiquiátrica-


psicológica-valorativa– teniendo en cuenta que “la imputabilidad y sus límites
se hallan en última instancia configurados de un modo valorativo y no pura-
mente psicológico” (Frías Caballero, 1981, p. 153).

Tal como lo señala Fontan Balestra, “sobre la naturaleza o denominación psi-


quiátrica prevalecen los efectos jurídicos” (Fontan Palestra, 1989, p. 488).

3.1.3. Estados de inconsciencia

Por su parte, como estados de inconsciencia deben interpretarse como tras-


torno grave de la consciencia. Se trata aquí de diferentes cuadros psicopatoló-
gicos que pueden acarrear un trastorno grave de la conciencia. En esta línea,
Langelüddeke señala –a propósito de Codigo Penal Aleman–:

El concepto de perturbación de la conciencia ha sustituido al anterior in-


adecuado de la inconsciencia. Naturalmente, quien está inconsciente no
puede obrar, y en consecuencia, no puede realizar una acción criminal.
De hecho, con la nueva expresión no se ha introducido ningún cambio
real, porque la inconsciencia se ha interpretado constantemente como
turbación de la consciencia (Langelüddeke, 1972, p. 54).

142
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

Por motivos de extensión y tratándose de una temática ajena a la presente in-


vestigación sólo se reseñarán aquellos cuadros psicopatológicos que pueden
implicar un trastorno de la conciencia.

En esta línea, se han descripto tanto cuadros psicopatológicos como fisio-


lógicos. Entre los últimos se han señalado al sonambulismo, la ebriedad del
sueño, el hipnotismo.

En esta línea Roxin (1997) señala que en el apartado de “trastorno profundo


de la conciencia” se designa a aquellos casos de trastorno de la conciencia no
patológicos “psicológicamente normales”, ya que por ejemplo los casos de
intoxicación quedarían abarcados dentro de los trastornos psíquicos patoló-
gicos. Reconoce así a los trastornos de la conciencia debidos a agotamiento,
fatiga, sopor, y también sobre determinadas formas de estados pasional…
no obstante estos trastornos de la conciencia deben ser “profundos” (Roxin,
1997, p. 828).

En tanto que desde el punto de vista psicopatológico se destacan los cuadros


de epilepsia de lóbulo temporal, intoxicaciones por sustancias psicoactivas,
intensas exaltaciones afectivas, entre otras.

3.2. La comprensión de la criminalidad del acto y la


inimputabilidad por razones psiquiátricas

Uno de los puntos más complejos de la fórmula mixta de imputabilidad, radi-


ca en que la misma requiere del sujeto capacidad para captar y aprehender el
valor –capacidad de valorar–.

En tal sentido, la precisión de las palabras utilizadas por el legislador no puede


ser mayor, ya que a diferencia de otros textos codiciarios como el italiano47,
en nuestro país se ha optado por la comprensión de la criminalidad del acto y la
dirección de la conducta conforme a dicha comprensión. Esta comprensión de
47 85 Capacità d`intendere e di volere. Nessuno può essere punito per un fatto preveduto
dalla legge come reato, se, al momento in cui lo ha commesso, non era imputabile (c.p.
87). E` imputabile chi ha la capacità d`intendere e di volere. Código Penal Italiano. Testo
coordinato ed aggiornato del Regio Decreto 19 ottobre 1930, n. 1398 y modificaciones.

143
EZEQUIEL N. MERCURIO

la criminalidad del acto se refiere a la aptitud para captar un valor ético. La


criminalidad de un acto, es una calidad disvaliosa, una connotación del hecho
externo que proviene del mundo del valor –ético-social– (Frías Caballero,
1987). En esta línea, la aprehensión, se realiza mediante un acto superior del
espíritu consistente en una intuición emocional, en palabras de Frías Caballe-
ro (1987), y no aquel conocimiento al cual se accede a través de la razón, ya
que no se trata de un conocimiento puramente intelectivo.

Asimismo el mencionado autor señalaba, a partir del caso “Esteban, Juan C”


en 1968, que
el valor... jamás puede aprehenderse positivamente a través de opera-
ciones o de actos puramente intelectivos o reflexivos... requiere, por el
contrario, una genuina intuición emocional, cuya resonancia afectiva es
la única que opera la auténtica comprensión y captación (conocimiento)
del valor... Carece de capacidad para comprender la criminalidad (valor)
del acto, quien, por razones patológicas y constitucionales, se halla to-
talmente privado de “sensibilidad moral” y de “afectividad social”. La
ceguera patológica de los valores éticos-sociales es absolutamente insu-
perable por vía puramente intelectiva.

Una situación que suele verse con alta frecuencia, cuando de inimputabilidad
por razones psiquiátricas se trata, es la confusión que existe, por parte de
no pocos peritos, de las diferencias entre conocer, entender y comprender. Estos
conceptos suelen utilizarse como sinónimos, cuando en esencia se trata de
nociones no equivalentes.

Para ser imputable, el sujeto debe poseer la suficiente capacidad mental


que le permita entender lo que hace, distinguir lo que está bien de los que
está mal y lo que es permitido de lo que no es permitido por la ley…si el
acusado gozaba de de suficiente capacidad de discernimiento en el mo-
mento del hecho, se establece que el sujeto podía comprender la crimina-
lidad del acto que estaba realizado… (Zazzali, 2006, pp. 151, 152).

Sin embargo, esta problemática no se limita a nuestro medio, si no que se trata


de una temática de discusión en España por ejemplo, donde la terminología
utilizada es idéntica, en la segunda mitad de la fórmula de inimputabilidad
(art. 20 del Código Penal Español):“…que impida comprenderla ilicitud del hecho
o actuar conforme a esa comprensión” Cabrera Forneir y Fuentes Rocañin (1997)
señalan que:
la imputabilidad tiene su origen clásicamente en dos planteamientos de-
rivados de la escuela Aristotélico Tomista: la capacidad de entender y la

144
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

libertad volitiva o lo que es lo mismo, que una persona tenga capacidad


sustancial de apreciar la criminalidad y lo injusto de su conducta (sepa lo
que hace)…” (p. 148).

Carrasco Gomez y Maza Martín (2003) señalan “la inimputabilidad plena,


parte, por tanto de dos supuestos básicos como son el conocimiento y la
voluntad libre…” p. 258.

Asimismo en Sentencias del Tribunal Supremo de España del 11 de octubre


de 1987 y del 10 de mayo de 1988, puede verse como se arrastraba la con-
cepción racional de la imputabilidad en las psicopatías. “….las psicopatías no
constituyen propias o genéricas enfermedade mentales sino trastornos de la
afectivdad que dejan intacto el raciocinio y la libertad de decisión” (Delgado
Buenos, 1994, p. 355).

Zaffaroni señala con extrema claridad que tanto la doctrina como la jurispru-
dencia identifican comprensión con conocimiento empalmando así la con-
cepción alienista de la imputabilidad (Zaffaroni, 2000, p. 677).

Garrido Mont, señala que “la expresión imputabilidad significa “atribuibi-


lidad”, o sea las diversas condiciones que debe cumplir un sujeto para ser
susceptible de reproche;”… la mayor parte de los autores concuerdan en
que este último sentido se traduce en el siguiente concepto: “capacidad de
conocer que es injusto y de actuar conforme a tal comprensión’’ (Garrido
Mont, 2007, p. 208). Asimismo dicho autor comenta que “…hay personas
inimputables porque carecen de facultades intelectuales o volitivas normales;
las han perdido temporalmente o no han alcanzado el desarrollo adecuado”
(Garrido Mont, 2003, p. 210).

Tal como se desprende del Cuadro 1, las distintas fórmulas de inimputabili-


dad en el derecho penal comparado Latinoameracano, utiliza conceptos tales
como entender, conocer, comprender, razón, tener conciencia.

Se trata de así de interpretaciones intelectualistas, al utilizar conceptos, como


entender, conocer, razón. Tener el conocimiento teórico de que algo se en-
cuentra prohibido no es sinómino de comprenderlo. A modo de ejemplo
Gisbert Calabuig (2005) señala que “la inteligencia y la voluntad son, pues, las
bases psicológicas de la imputabilidad penal…”.

Sin embargo, Cabello distingue con claridad que:


• Conocer: es un acto sensoperceptivo de índole natural. Conocer es

145
EZEQUIEL N. MERCURIO

percibir mediante los sentidos un objeto como distinto de los demás


–uno puede conocer una silla, un libro, una persona–.
• En cambio el entender se encuentra íntimamente relacionado con
la esfera plenamente intelectual, con la razón. En tal sentido, se en-
tienden las operaciones matemáticas, el funcionamiento del cuerpo
humano, los idiomas, etc. Cabello, con mucha lucidez, aclara que el
entender con relación a los valores es una operación neutra, ya que
estos requieren de la participación de la esfera afectiva.
• En tanto que comprender es valorar, función que emana de la esfera
afectiva, de donde surge la moral, el amor al prójimo, a la libertad, a
la verdad, a la justicia. No se trata de operaciones netamente senso-
perceptivas ni intelectuales, sino que se trata la función más jerarqui-
zada desde el punto de vista valorativo (Cabello, 1984, p. 388).

Tal como lo señala Fontan Balestra comprender es la capacidad para captar el


mundo de valores (Fontan Balestra, 1989, p. 487).

Los valores pertenecen a la esfera afectiva a la cual se subordinan, y no a una


operación intelectual, a un razonamiento. En tal sentido, Cabello ejemplifica:
el valor estético de una obra de arte al igual que el valor ético de una conducta
humana no puede aprenderse por medios puramente racionales. Por su parte
en el ámbito español, Gómez Carrasco señala que la comprensión es la capa-
cidad para entender y penetrar las cosas. Así bajo el concepto de comprender
quedan subsumidos el conocer, entender, saber o advertir. Asimismo consi-
dera como sinónimos de conocimiento al “juicio”, “entendimiento”, “discer-
nimiento”, “inteligencia”, o “razón natural” (Gomez Carrasco, 2003, p. 278).
García Andrade comenta que
comprender es apoderarnos de una significación global que da unidad a
la actividad humana…Clásicamente se establecía que se era siempre im-
putable, en tanto no se fuese menor de edad penal o se demostrase que
el supuesto inimputable carecía de conocimiento y voluntad, esto es, de
conocer y querer, sin embargo es conocido por los Médicos Forenses,
cuando estudiamos a los enfermos mentales que han cometido algún
delito, que en ocasiones “saben” lo que hacen, y que en cierto modo
“eligen” su conducta, y a pesar de ello les consideramos inimputables.
Quizá ello nos los aclaran las actuales corrientes jurídicas cuando susti-
tuyen el clásico conocer y querer por: a) la capacidad de comprender la
ilicitud de la conducta; y b) la capacidad de dirigir la actuación conforme
a ese conocimiento, ser capaz de comprender el significado de la Norma
y adecuar el comportamiento cuando no hay desconocimiento. (García
Andrade, 2002, p. 63).

146
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

Asimismo el prestigioso psiquiatra forense, Vicente P. Cabello señalaba que


al momento de analizar el Art. 34 inc. 1° deben tenerse en cuenta las tres
modalidades de conciencia (Cabello, 1984, p. 384; Cabello, 1966 en Baigún,
Zaffaroni, 1997):

o La conciencia lúcida o perceptiva encargada de conocer el mundo a


través de nuestros sentidos. Esta conciencia que nos permite cono-
cer los sucesos internos externos de nuestra vida psíquica, permite la
orientación temporo espacial.
o La conciencia discriminativa permite enjuiciar los objetos presenta-
dos por la conciencia lúcida.
o La conciencia valorativa impregna de sentimientos, de afectos o
emociones al conocimiento neutro, frío, indiferente, intelectualmen-
te elaborado.

Así, el alienismo buscaba la comprensión de la criminalidad en la conciencia lúcida,


empero eran la conciencias discriminativa y moral las que definían el contenido
bio-psicológico de este concepto. En tal sentido, “se puede tener lucidez per-
ceptiva acerca de lo que se hace y al mismo tiempo carecer de la capacidad
de comprender psicológicamente la criminalidad del acto, por ausencia de las
funciones valorativas” (Cabello, 1984, p. 384).

Así, los menores de edad y los enfermos mentales no carecen de inteligen-


cia y voluntad, pueden conocer y querer el hecho. Tal como lo señala Mir
Puig, “el enajenado puede saber que está matando a otra persona y querer
hacerlo. Es más si el sujeto no es consciente en absoluto del hecho que
realiza, no faltará solo la imputabilidad, sino incluso la porpia presencia de
un comportamiento humano, primer elemento del concepto de delito” (Mir
Puig, 1996, p. 571).

Desde la psiquiatría clínica Goldar realiza aportes fundamentales con relación


a las diferencias entre el conocimiento teórico u objetivo, y la vivencia de los
valores (Goldar, 1975, 1993, 1995) El autor argentina señala las diferencias
entre la esfera práxica y la pragmática. Mientras la esfera práxica es la que nos
proporciona actos y objetos provenientes del mundo, la esfera pragmática es
la encargada de ofrecer valores –valores preventivos– que permiten inhibir las
acciones que nos proporciona la esfera práxica y que podrían tener un efecto
negativo. En la esfera pragmática de la mente el peligro es la dimensión esencial. Esta
frase sintetiza la función de la esfera pragmática –seleccionar actos-objetos
ofrecidos por la esfera práxica según el nivel de peligro que éstos ocupen–.
Es por ello que la esfera pragmática es la encargada de valorar y no es el mero

147
EZEQUIEL N. MERCURIO

conocimiento de los actos u objetos –esfera intelectual o lógica– lo que per-


mitiría inhibir las acciones dañinas.

La esfera pragmática es la encargada de seleccionar objetos y controlar la emi-


sión. Así dicha selección se refiere a determinar su peligrosidad, en términos
pragmáticos. Una vez determinada la peligrosidad del objeto se procede a la
inhibición del mismo. La determinación de la peligrosidad del objeto nunca
se realiza en forma aislada sino que se integra dentro de un contexto.

El análisis del contexto y la determinación de la peligrosidad del objeto se re-


fiere en definitiva a la construcción de una escala de valores –valores preventi-
vos– función principal de las facultades pragmáticas. Aquello que es peligroso
ocupa un lugar alto dentro de la escala.

Explica Goldar que estos valores preventivos –esfera pragmática– tienen un


rol fundamental en el comportamiento ético social, ya que permiten alejar al
sujeto de conductas que se escapan a los usos y costumbres de su comunidad.
Señala que el peligro de estas conductas estaría en las consecuencias negativas
derivadas de éstas, por ejemplo la cárcel o una multa. Comenta que tanto la
esfera práxica como la esfera pragmática construyen contextos, mientras la
primera conoce el peligro como ente intelectual y lógico, este conocimiento
no le permite per se inhibir acciones.

Así, en tanto la esfera pragmática es la encargada de diferir, dejar inconclu-


so, postergar –en palabras del maestro–, la esfera práxica sigue adelante y se
entrega al campo de la acción a pesar de los peligros. Esta entrega al campo
de la acción si bien puede traer buenos resultados –dada la destreza y habili-
dad– también puede resultar muy negativo. Por lo tanto, la esfera pragmática
es la encargada de valorar el contexto e inhibir las conductas que pudieran
resultar perjudiciales, facilitando la perduración del yo.

Un punto clave en la hipótesis elaborada por Goldar radica en el concepto


de vivencia del peligro como expresión de la esfera pragmática. La esfera práxica
conoce el peligro como operación puramente intelectual-objetiva, en cambio,
la esfera pragmática vive el peligro, realiza una operación valorativa. En esta
línea, Spolansky, desde el derecho penal, señala: “(la) instancia valorativa de
la personalidad no se agota en lo meramente cognoscitivo (saber que algo se
encuentra prohibido), sino que implica algo más: “comprender” (Spolansky,
1968). Por su parte, Hartman, citado por Spolansky señala
que la conciencia del valor no es una conciencia teórica, como para po-
der guardar dentro de sí todas las morales anteriores. Lo que llamaba
Sócrates el saber del bien aún no es la conciencia del valor del bien.

148
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

Cuando sabemos del bien se trata de un haberlo aprehendido, pero si


se ha hecho consciente para nuestro sentimiento del valor, tenemos que
hablar de un estar aprehendido o ser presa. El sentimiento del valor no
conoce la aprehensión neutral” (Spolansky, 1968).

Goldar (1993), señala que existen cuatro tipo de valores preventivos:

1. Los valores preventivos físicos: evitan utilizar objetos que pueden


resultar perjudiciales para nuestro organismo.
2. Los valores preventivos personales: evitar acciones que escapen por
fuera de las posibilidades personales.
3. Los valores preventivos culturales: el peligro radica en el aislamiento
como consecuencia de expresar opiniones por fuera de determinada
cultura.
4. Los valores preventivos éticos: se refiere a los peligros derivados de
los castigos comunitarios (burla, desprecio, multa, cárcel).

Siguiendo las enseñanzas de San Agustín, el psiquiatra argentino, señala que


en definitiva obrar bien es no obrar mal. Por lo tanto, el control ético de las
conductas en definitiva es inhibir o prohibir acciones que puedan resultar
perjudiciales. Empero ¿de qué instrumentos se vale la esfera pragmática para
inhibir estas acciones? La respuesta, para él, está en las emociones.

Goldar diferencia dos clases de emociones, las excitadoras –amor y odio– y


las emociones inhibitorias –miedo, tristeza y culpa–. Mientras las primeras
son facilitadoras de la acción, ya sea para crear o destruir, las segundas relegan
al sujeto a un mundo interno de reflexión donde el temor, la pena o el temor
al pecado, no le permiten realizar algunas acciones. Así, las emociones faci-
litadoras pertenecen a la esfera práxica –al campo de la acción–, en cambio
las emociones inhibitorias pertenecen al yo. Por lo tanto, la esfera pragmática
–el yo– se encuentra formada por los valores preventivos y las emociones
inhibitorias. Estas se encuentran al servicio de los valores preventivos y son
las encargadas de evitar acciones que puedan devenir en un daño. En otras
palabras, las emociones inhibitorias son auxiliares del intento de perdurar.

Para Goldar, el miedo instintivo, elaboración del sistema límbico, es un acto


pulsional que pertenece a la esfera práxica –al mundo de la acción– que facilita
conductas de huída y escape y que no se considera propiamente una emoción,
sino que forma parte de los actos pulsionales como reir y llorar. Sin embargo,
el miedo emocional que permite inhibir acciones que pueden resultar perju-
diciales, es un miedo que Goldar define como refinado. Este miedo emocional

149
EZEQUIEL N. MERCURIO

presenta una gran selectividad, ya que para cada situación valorada existiría una
emoción particular. Por ello el control ético requiere de una sutil valoración
entre acciones-objetos y una aplicación refinada de las emociones inhibitorias.

Por su parte y desde el ámbito de derecho penal, ya hace cuatro décadas Spo-
lansky, ponía el énfasis en la conciencia ética, a través de la cual se pueden
vivenciar e internalizar los valores y las normas. En tal sentido, la capacidad de
autodeterminación se da en la medida que el sujeto tiene aptitud para tomar
conciencia de su realidad y de dirigir su conducta teniendo presente ese saber.
Sponlansky sintetiza su visión de la palabra comprensión en nuestro código,
en la siguiente frase: “comprender significa vivenciar valores” (Spolansky, 1968) se
requiere que el sujeto además de conocer la realidad exterior y su entorno,
pueda comprender y darse cuenta de los valores y las normas sociales. Si tie-
ne capacidad no sólo de conocer la realidad sino de poder valorarla (Gomez
Carrasco, Maza, 2003, p. 282).

Sin embargo, la interpretación alienista del concepto de comprensión señala:


Cuando se pregunta si el sujeto podía comprender la criminalidad del
acto se está pidiendo al psiquiatra forense que se diga si había en el exa-
minado un sano discernimiento, es decir si el sujeto diferenciaba correc-
tamente lo lícito de lo ilícito. Estamos en el terreno de la comprensión
intelectual (Zazzali, 2009, p. 61).

Goldberg (2004), señala que los pacientes con graves lesiones frontales pue-
den distinguir lo correcto de lo que no lo es y podrían responder correcta-
mente a las preguntas sobre qué acciones son socialmente aceptables y cuá-
les no lo son. Empero, estos pacientes no logran traducir ese conocimiento
puramente intelectual, racional, en acciones socialmente aceptables. En otras
palabras, aunque conozcan la diferencia teórica entre lo correcto y lo erróneo,
entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, este conocimiento no puede
traducirse en inhibiciones efectivas.

Esta discrepancia entre el conocimiento formal, y la capacidad de utilizar ese


conocimiento para guiar el comportamiento de un individuo es notable en
los pacientes con lesiones frontales. Así, un paciente con lesión en la región
anterior del cerebro puede distinguir lo correcto de lo que no lo es y pese a
ello ser incapaz de utilizar ese conocimiento para regular su comportamiento
de forma socialmente adaptada.

Con una extraordinaria claridad Frías Caballero señala que


un saber o entender puramente intelectual, un estar informado teórica-
mente de los valioso o desvalioso, por ejemplo, de la acción de matar

150
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL

a un hombre, no es todavía aprehender su esencia valorativa, lo que


se hace únicamente a través de la adscripción cálida del sentimiento
de la idea por medio de la comprensión. Lo decisivo para esto último
no es, pues, el simple conocimiento racional, la noción de que algo es
o está efectivamente prohibido como desvalioso sino la participación
emocional-volitiva en la valoración ético social de que ello deriva. Sin la
comprensión el valor no es otra cosa que una masa inerte fría de repre-
sentación, sin posible gravitación efectiva sobre la dirección espiritual
de la conducta. Quien no siente el valor no lo comprende por lo tanto
no lo conoce; el incapaz de comprenderlo es a la vez incapaz de valorar
y en consecuencia incapaz de actuar conforme a valor (Frías Caballero,
1981, p. 352).

En esta línea, el conocimiento del valor pertenece al ámbito emocional, tal


como lo señala Scheler citado por Frías Caballero. Así, “la criminalidad de un
hecho” requiere de una actitud emocional, ya que se trata de captar un valor
ético social, es decir, vivenciar un valor, al cual no se puede acceder por vía
racional o intelectual, sino que implica una actitud emocional, sentimental,
irracional. En palabras de Scheler, la inteligencia por si sola es ciega al valor.

Por lo tanto, y tal como se ha señalado en párrafos previos, la precisión de los


vocablos utilizados por los legisladores en la formula de inimputabilidad no
puede ser mayor, ya que se han omitidos verbos con connotaciones raciona-
les o intelectuales como el de “pensar” o el de “entender” –tal como lo hace
el Código Penal italiano– y se ha seleccionado el verbo “comprender” que
remite con especificidad al conocimiento de un valor (Spolansky, 1968).

En resumen, la “comprensión” de la criminalidad de un hecho utilizada por


nuestro código penal es exacta, ya que se le exige al agente para ser punible,
que en el momento del hecho posea la capacidad para valorar, vivenciar el
sentido, captar lo disvalioso de su propia conducta (la criminalidad), situación
a la que no es posible acceder por vía de actos puramente intelectuales (Frías
Caballero, 1981).

Garrido Mont señala que

“no es que existan hombres racionales e irracionales ontológicamente;


en el plano existencial, el inimputable no es irracional, sino que el de-
recho vigente considera que no posee la racionalidad dominante que la
ley toma en cuenta para la atribución de las penas. El inimputable piensa
de un modo distinto al común, pero piensa, siente, valora y actúa. La
estructura de su acción es la misma que la del imputable (acción final

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EZEQUIEL N. MERCURIO

socio-valorativa), pero los contenidos de valor son diferentes y por esto


sus finalidades dan lugar a un sentido muchas veces incomprensible para
el hombre común (que se rige por los patrones de la cultura dominante,
oficial o hegemónica), de ninguna manera a un sin sentido (Garrido Mont,
2007, p. 209).

Tal como lo señalan autores de fuste en la materia, la culpabilidad presenta


una estrecha relación con la pena, de la cual no sólo es medida sino también
fundamento específico, ya que la imputabilidad, entendida como capacidad
de culpabilidad, deviene en “capacidad de pena”. Es por ello que le corres-
ponde al juez formularse los siguientes interrogantes: “¿habida cuenta de la
peculiar e intransferible personalidad del agente, tendría o no sentido de jus-
ticia la aplicación de una pena retributiva? ¿Dada la singular personalidad del
agente podría confiarse razonablemente en la eficacia de la ejecución de la
pena como medio de readaptación social?” (Frías Caballero, 1981, p. 168).

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