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Creación del Virreinato del Río de la Plata (1776-1814)[editar]

A lo largo del siglo XVIII, los cambios políticos llevados adelante por la Casa de Borbón que
reemplazó a la Casa de Austria a partir del 16 de noviembre de 1700 en el Imperio
español transformaron las dependencias americanas, hasta entonces «reinos» relativamente
autónomos, en colonias enteramente dependientes de decisiones tomadas en España en beneficio
de ella.31 Entre estas medidas se contó la fundación del Virreinato del Río de la Plata en 1777, que
reunió territorios dependientes hasta entonces del Virreinato del Perú, y dio una importancia
singular a su capital, la ciudad de Buenos Aires, que había tenido escasa importancia hasta ese
momento.32
En 1776, los españoles separaron el Virreinato del Perú, estableciendo entre otras nuevas zonas
administrativas al Virreinato del Río de la Plata. La enorme superficie que abarcaba el virreinato del
Perú dificultaba las tareas de gobierno, lo cual fue un poderoso motivo para su división. Buenos
Aires se estableció como capital, por su creciente importancia como centro comercial y el valor del
estuario del río de la Plata como entrada hacia el interior del continente.
Este virreinato abarcó lo que hoy es la Argentina, Uruguay y Paraguay, así como también la mayor
parte de la actual Bolivia. Según el censo ordenado por Carlos III, en 1778 el virreinato tenía una
población de 186 526 habitantes. Córdoba tenía 44 506, La ciudad de Buenos Aires 37 679,
mientras que Mendoza tenía un cuarto 8765. Era importante la población afroargentina, que
superaba el 50 % en Santiago del Estero y Catamarca.33
En un principio, la ciudad de Buenos Aires había sufrido serios problemas de aprovisionamiento de
bienes básicos, ya que el comercio exterior era monopolizado por España y dicho país priorizaba el
puerto de Lima, dado que en el Perú se extraían grandes cantidades de oro y plata para la
metrópoli, productos ausentes en los alrededores de Buenos Aires. Como consecuencia, se produjo
un fuerte desarrollo del contrabando. La principal producción de Buenos Aires por aquel entonces
era el cuero.
España impuso el cristianismo y el idioma castellano. En toda la Hispanoamérica regían las
costumbres y modas españolas, aunque las diferentes etnias y culturas criollas que integraron la
población colonial también encontraron mecanismos para preservar algunos aspectos de sus
patrimonios culturales, lingüísticos y religiosos, que muchas veces se fusionaron entre sí para
generar nuevas manifestaciones culturales. La densidad de población en el Virreinato del Río de la
Plata era baja, y hasta mediados del siglo XIX más de la mitad del territorio argentino actual estuvo
habitado por las tribus indígenas.
España impuso en sus colonias americanas un sistema de castas con tres grupos principales,
blancos, indios y negros, así como también los grupos derivados del mestizaje de los demás:
mulato, mestizo, zambo. Los híbridos se consideraban «manchados» o de «sangre impura», pero
existían diferencias entre ellos ya que, mientras la «sangre india» «manchaba» por tres
generaciones, la «sangre negra» «manchaba» para toda la eternidad. En la cima del sistema de
castas se encontraban los españoles peninsulares, considerados de «sangre pura» a los que se
reconocía la mayor cantidad de privilegios, seguidos de los españoles americanos, conocidos como
«criollos», descendientes legítimos de padre y madre españoles. Si bien existía una diferencia
conceptual entre peninsulares y criollos, ellos no tenían ninguna diferencia de derechos: hubo varios
criollos que fueron virreyes, en el Plata Vértiz. En el lugar más bajo de la escala social se
encontraban los «negros» ocupando el último lugar aquellos nacidos en África. 3435

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