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Armas por alimentos

Por Roberto Martínez (06-Dic-1997).-

Mientras que la violencia se sigue despertando en la juventud mediante los


personajes cada vez más agresivos de las películas de acción y las canciones de rock
pesado, en la vida real buscamos soluciones a la inseguridad social que sufrimos en
México y en muchas partes del mundo.

La violencia está presente en los medios masivos de entretenimiento porque los


productores sin escrúpulos han visto que su difusión es rentable y menosprecian
las consecuencias negativas. El espectador recibe innumerables mensajes violentos
y busca consciente o inconscientemente imitar lo que ve y lo que escucha.

Por ejemplo, en los conciertos de rock pesado, un género de música que despierta
la violencia y crea euforia, ansiedad y depresión, es común que los jóvenes
comiencen a realizar el slam dunk, un tipo de baile que consiste en brincar y chocar
con los más próximos sin medir mucho los daños, que pueden ser de consideración
cuando están bajo la influencia de algún estupefaciente, o cuando visten con
cadenas al etilo punk.

En la película "Pelotón" del director Oliver Stone, un grupo de soldados


atrincherados en la selva, en algún lugar de Vietnam, intercambia opiniones sobre
sus posibilidades de sobrevivir un ataque inminente del enemigo, y ante la muy
probable posibilidad de morir por el desequilibrio de fuerzas en su contra, se
cuestionan sobre el sentido de estar ahí. Uno de los más jóvenes comenta con un
cierto grado de euforia "por el placer de volar cosas (y personas) en pedazos". Otro,
más experimentado, no espera el ataque, se va por su cuenta como de cacería y se
puede ver que disfruta sorprendiendo vietnamitas y matándolos. Es que la
agresividad produce placer en personas obsesionadas.

La violencia es una herramienta de manipulación externa que obstaculiza la


libertad de la víctima, sobre todo en las situaciones en las que es obligada a actuar
contra su voluntad. Esta puede ser física o moral, dependiendo de si se utilizan
golpes y torturas o si se procede con amenazas, mentiras o incluso halagos.
Cuando una persona se convierte en víctima de la violencia sufre una de las más
grandes humillaciones y en ocasiones se ve empujada a situaciones límite, en las
que se le obliga a decidir entre la propia vida y la de otro, o entre conservar el
trabajo o cometer una injusticia a un tercero.

El ejecutivo que es obligado a promover inversiones fraudulentas por temor a


perder su empleo es víctima de la violencia moral y su culpabilidad es menor que si
actuara con plena libertad. El automovilista que se ve obligado a entregar su auto al
ladrón que le apunta con un revólver no es libre de decidir ante la amenaza de
perder su vida.

Así, la violencia es un acto que nos repugna porque no respeta nuestra dignidad y
nos moviliza o nos aterra y paraliza, según su intensidad y a quien va dirigida.

La autoridad tiene legitimidad moral cuando respeta a los miembros de la


sociedad, pero si el poder actúa injustamente de manera violenta entonces merma
su autoridad moral porque no se puede atropellar a los miembros de la sociedad y
seguir gozando del privilegio de gobernarla. Tal vez por eso vemos ahora que el
Distrito Federal será gobernado por otro partido, porque la falta de respeto al voto
también es un acto de violencia moral, un fraude que humilla a la población.

El Presidente Zedillo nos ha hablado durante la semana sobre sus propuestas


legislativas de cambios a la Constitución para mejorar el desempeño del Poder
Judicial.

Esto está bien, pero el problema de la violencia nos afecta a todos y por lo tanto a
todos nos corresponde en diferente medida ser parte de la solución. El fuego se
apaga con agua y la violencia con justicia.

Buscar la justicia, pero no en bellos pensamientos, sino en obras concretas.


Interesarse por las personas, o sea, por sus necesidades. Estar dispuestos a sufrir
incomodidades, burlas o hasta la persecución por el bien común y para aportar algo
positivo a la sociedad con la propia vida.
Claro que cada uno por su lado tan sólo puede arrimar gotas al incendio. Es
necesario organizarnos y hacer más teletones y campañas para remediar cada
aspecto que en sí mismo representa un foco de infección en el cuerpo que
formamos como sociedad y que puede generar más violencia, ya sea la falta de
empleo, la drogadicción, la impunidad, etc.

Por ejemplo, en El Salvador, los salvadoreños apoyan en gran escala al programa


de recolección de armas que busca importantes objetivos para la pacificación de
aquella nación.

De acuerdo a la agencia noticiosa Aci, durante el último fin de semana se


recolectaron 311 armas y explosivos. En sólo dos días se recolectaron 106 armas
largas, 18 cortas, 137 granadas, dos lanzagranadas, dos cohetes Low, 38 bloques de
TNT, ocho explosivos C-4, 71 cargadores, y 5 mil 820 municiones, a cambio de los
cuales se entregaron bonos de despensa intercambiables por alimentos, medicinas
y otros enseres.

Gracias a esta iniciativa de un grupo de empresarios, desde 1996 el programa ha


recuperado 6 mil 634 unidades entre armas y explosivos, 2 mil 302 cargadores y
888 mil 25 municiones. Por cada arma larga se entrega un bono que tiene el valor
de 345 dólares, mientras que por las cortas, el cupón vale 172 dólares. Con las
armas recolectadas se construirá un monumento en favor de la paz que será
presentado el próximo año.

En nuestro país no faltaron durante la semana voces que opinaron que la mejor
solución del problema es implementar la pena de muerte. Estoy totalmente en
contra de esto, primero porque la violencia engendra más violencia y segundo
porque no contamos con un sistema judicial confiable.

Si autorizamos a los jueces para matar gente, muchos inocentes serán víctimas de
venganzas de tipo político y narcopolítico.

Cuesta más trabajo hacer campañas como la de "Armas por Alimentos", pero
acciones como ésta respetan a la persona y dan autoridad moral al gobierno de un
pueblo.

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