éayadan las palabras de los poetas a las propios poctas?
eayuda al camino de los poetas
ef desampara de su propia anéedota?
gaynda mii presencia en te destino
a mi propia destino?
de nuestra libertad y soledad
de abismos y cielos
hay festigos poemas vonfidencias
mitico anecdotarto de tna generacion
rz;
Juana Bignoz
duteriar con poeta
1993Material protegido por derechos de autorDe los Criterios y Modos de Produccién
de esta Antologia
de
algunos circuitos, organizaciones y redes femeninas de critica lite-
Hace un afio se lev6 a cabo el proceso de localizar a través
raria a un conjunto de poetas. En esta primera convocatoria se les
invité a (al coincidir en algunos congresos y simposios) a participar
y a wubicam a otras poctas sudamericanas residentes en Estados
Unidos, tarea que reunié a dieciséis poetas quienes se fueron inte-
gtando al proyecto en diferentes etapas del mismo.
1.- Se solicit6 una breve biografia.
2. Se les propuso una cauto/entrevista», abierta y creativa, para
ello se les envid un conjunto de palabras, entre las que podian
escoget un mimero de cinco a diez y responder ellas como si fue-
ran preguntas. Este criterio evitaria las respue:
s estereotipadas,
previsibles y permitiria crear un espacio de libertad tanto en el pro-
ceso de sele:
iéa como en el de su resolucién. Las palabras pro-
puestas para esta «auto/entrevi
sta» fueron: lectura - piel - Frontera
- tejido - telar - mujer - hijos - madre - redes - evocacién - fronte-
ra - tejido - telar - nomade - residencies - historia - punto final - via-
jes - naturaleza
lo sagrado - ancestros - lengua - infancia - oralidad
~ magico - influencias - recuerdos - memoria - diosas - Dios - tram-
pa - inspiracion.
En algunos casos se han incluido sdlo fragmentos de las res-
puestas enviadas, a fin de permitir a los lector
el reconocimiento
de p
icionamientos de la autora respecto a su «poctican creativa.
Se le solicité a cada poeta que escogiera diez poemas de su
produccién, y que incluyera de dénde provenian los textos con suspoesia reside en la ausencia de lugar donde enclavar el cuerpo, «toda
la noche el cuerpo/ ha transitado hacia si mismo», Y en esto reside
a tragedia o las formas que toma la tragedia desde la poesia, frente
a la ausencia de lo politico, el sujeto deambula por ese Imaginario
yor forma de violencia, la muerte, por eso
que se debate con lan
«ahora morit es su ¢
a nos dice Negroni en un gesto que nos
recuerda a los malditos franc
Mientras ese cuerpo escrito en la
letra de Negroni no encuentra regazo donde fijar su tespitacion,
una gama de matic
s recorren los poemas de las poetas peruanas
quienes toman el cuerpo, como /oes desde donde desafiar y trans-
gredir los cinones establecidos por el pasado patriarcal,
La conciencia de que estos cuerpos son signos, signos que remi-
ten al pais, a la sociedad, lo que aparece en la declaracion de Victoria
Guerrero Peirano (Lima) cuando en la Eatrevista explica: «ndagar en
el deterioro del cuerpo es una de las motivaciones de mi escrituta.
El deterioro de lo corporal, la enfermedad, tanto mental como fisi-
ca, es la corroboracién de la decadencia, como una metafora de la
a el
s de la ciudad, en este ¢
so, Lima». El cuerpo signo que
permite al decir de Maria Ausiliadora Alvarez: «En cierto momen-
to, mi poesia reconstruyé con palabras las heridas del cuerpo, pero
lo concreto per se fue insuficiente para sobrevivir come enuncia-
cidn de la vida, porque le faltaba la precision del simbolo»
(Entrevista) y quien haya lefdo Crerpo/ Caza se sentira perturbado
por ese cuerpo femenino en la sala de partos, porque algo de «lo
siniestro» (freudiano) late en esa sala, frente a la presencia del hijo
no nombrado: «abajo/ al centro de mis rodillas/ donde ahora usted
lo busca/ su baba blanca castrada/ no se le hubiera ensuciado/ con
mis fragmentos acuosos/ hijo carnicero Grgano semental/ hubiera
podido reunirlo/ el dinero doctora/ porque yo trabajo mucho/
baba amarga/ vaca blanca» (apoema |», Cuerpo, 1985), sin embargo
el camino postico de Maria Ausiliadora Alvarez. como en el caso de
otras antologad:
no se conforma con una biisqueda, sino que insis-
te en nuevos caminos, como esa reescritura de lo mitico en los lin-
des con la poesia oriental en poemas posteriores: «Era la
exhalacién de morir o era la brisa?» («La brisa», en Respdandor)
16Los cuerpos son signos polisémicos a lo largo de esta Antologia:
cuerpos politicos (en la poesia de Alicia Partnoy, Marjorie Agosin,
Fmma Sepilveda); cuerpos erdticos (en la poesia de Mariela
Dreyfus, Rocio Silva Santisteban y Margorie Agosin), cuerpos con
el tinico anelaje de la voz (en el decir de Negroni), cuerpo en pere-
grinaje (en el decie de Hernandey, Iatregui y Brintrup). Los cuer-
pos y el carpus no son estables, no permanecen. Deambulan en el
gjetcicio de la letra desde un espacio de extrema austeridad a una
suerte de solazamiento en el uso de la imagen poderosa, (en el caso
de Harregui) para volver al juego que nos recuerda ese placer de la
materialidad de la letra puesta en su propia expetimentacién (en el
caso de Zemborain y también de Vicufia).
No solamente e:
a poesia presenta la irreverencia de los cuerpos
santes, sino el conflicto de como representar el cam-
bio de los géneros en poemas donde se asume la vor litica mascu-
femeninos de:
lina o se enuncia desde una voz masculina que cuenta su rol en la
Historia, tal es el caso de Victoria Guerrero Peirano en el poema
«cl soldado», en esa vigorosa enumetacion que dice: «Soy el infeliz
el adulador
desnudo/el suicida el que clavo/ el jugador de dados
el gladiador/ el que compone su vida con pedazos de muerte» (De
sujeto de un modo
ertar dentro del tratamiento de la «contra/histo-
as de las nar
fe reiud), recuperando la historia a través del
que podriamos ins
ria» que han denominado ciertas lecturas feminis
‘ati
vas de mujeres. Pero no se trata de aludir al cambio que sosticne a
sujeto masculino,
Reisz, ver como funcionan los cambios de pos
la voz de un otto NO como menciona Susana
icién del sujeto en
este engranaje: «El impulso reivindicativo a apropiarse de la mane-
ra 'viril' de mirar al objeto de deseo —0, lo que ¢s lo mismo, de acce-
der al gjercicio pleno del rol de sujeto— implica, en su
manifestacién més radical, no solo asumir la mirada del war6n sino
intercambiar la posicion falica en la relacion erética: desear, sentir
y actuar como un sujeto masculino deseante y feminizar el cuerpo
del objeto masculino deseado para luego trocar los roles y reco-
menzar al juego» (128). Un buen ejemplo de este impulse se evi-
dencia en la obra de Ja poeta peruana Rocio Silva Santiesteban,
17cuya poesia muestra la permanencia del cuerpo y el deseo: «Deseo
recorfer con mis sucias manos tu cuerpo inerte/ y sentir que mis
olores te posec, se incrustan entre tus vellos/ te deshacen/ Mi
habitacién rojiza se abre como una nifia y espeta/ pero este rojo
yo no puede mezelar ngrar, no puedes (Marjposa Negra)
tu
én del suje-
para, tal como afirma Reisz, jugar a cambios de po!
to deseante, como en estos versos: «Desde aqui puedo decir: estoy
lamiendo tus nalgas con desenfteno/ y las muchachas, puaj, y las
tias, puaj/ y nadie sabe qué sentir/ entonces te volteo/ y continuo/
lamiendo/ con desenfreno» (Mariposa negra). Algo de la performance
que imponen los
xos y los géneros se mueve permanente de
manera traviesa y
aciaga por las paginas de Silva Santiesteban, entre
el espectaculo que produce la pasion y la presencia siempre silente
de la muerte, algo de la subversion contra una sociedad patriarcal,
algo. de lo abyecto en esa telacién entre el sujeto y la sociedad
patriarcal se refleja en los intersticios de su poesia.
Y no es la tinica, parece acompanarla en este empresa la poeta
también peruana, Maricl
mo, la conciencia del cuerpo en el hospital, la conciencia de la
enfermedad y la muerte en poemas como «Todos saben que vivo,
Dreyfus, quien habla del cuerpo enfer-
cr
que respiron: «Y te entrego un secreto:/ mis ciones fluyen/ de
la salud al mal/ Oscuro tinel, vena donde se agita/ este liquido
enfermo, que cada dos por tres/ una de blanco ha de pulsar, mien-
tr la unica con-
aprieto el pufioy (1. en Placer Fantasma). No
ciencia la del cuerpo enfermo, aparecen otros cuerpos, el erdtico de
la escena amorosa: (Las curvan/ son
caderas que décilmente s
mias y no. El roce es lento./ La lengua sedosa/ busca tu red de ner-
vios en la oscutidad> («Confesiém en Onrix), El amor como tema
late en series como «Se busca cl amor en la ciudad» en donde la
serie reconstruye el peregrinaje a la busqueda del amor en cl marco
de una gran ciudad: «Lista ciudad es mas bien una isla/ y esta isla el
tinglado donde asoman/ un principe de palo y su mufieca en Ila-
mas» (4.) Del recorrido del amor y de los cuerpos, del viaje por la
ciudad como una presencia casi viva, de la conciencia de la enfer-
medad y de los cuerpos nos habla parte de esta poética de Dreyfus,
18solidariamente a otros textos: «Cancién de la exiliadan o
«Testimonio» oa textos de prosa poética como «Los molinos de la
memoria». La creacién de otras voces femeninas desde donde poc-
ecucion y mucr-
an la relaci6n de Partnoy con el sujeto femenino en
tizat la experiencia personal de la earcel o de la pe
te refuel
situacion de riesgo, de muerte pérdida, porque come ella sostic-
ne en la Entrevista: «Es la memoria de los compafieros asesinados
por los milicos en mi tierra. Es lo unico sagrado que me habita»
La voz de Partnoy no se queda en la circunstancia individual, dia-
loga con otros textos de escritores y escritoras en iguales circuns-
tanec
s (Gabriel Celaya, Claribel Alegria, Juan Gelman) y se
estiende a otras mujeres en un gesto solidario (como en sus poe-
mas; «Didlogo con Alaide Aloppa» y «Promesa urgente a una nifia
de Bagdad»
ista insistencia en el discurso politico parece ser una de las lineas
emergentes de las poetas del Cono Sur, aunque no sea la unica
tematica abordada. Un amplio registro completa la didspora como
movimiento en textos que construyen otra cartogeafia que pasaré a
englobar bajo el nombre de «Viajes y ciudades». Viajes que rastrean
geografias, descubren soledades en esos mapas nuevos, en esas
y
anécdotas robadas
su ve
redes que a s incluyen nuevos personaje
de la historia y que organiza una suerte de «mapping» de la reali-
dad, del recuerdo y de la memoria; memoria vinculada a la historia
de América Latina, en el caso de Lilianet Brintrup, un viaje que se