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Colección «ALCANCE» Leonardo Boff

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LA RESURRECCIÓN DE
CRISTO NUESTRA
RESURRECCIÓN EN LA
MUERTE
(5.a edición)

Editorial SAL TERRAE


Santander
Título del original brasileño:
A ressurreicao de Cristo CANCIÓN A LA MUERTE
A nossa ressurreiqao na morte
© Editora VOZES, Petrópolis
Yo espero a la muerte como se espera al amado.
Traducción: No sé cuándo vendrá,
Juan Carlos Rodríguez Herranz ni cómo vendrá.
Portada: Pero yo espero.
Jesús García-Abril
© by Editorial Sal Terrae Y no hay miedo en esta expectación.
Polígono de Raos, Parcela 14-1 Hay solamente ansia y curiosidad
39600 Maliaño (Cantabria) porque la muerte es bella.
Porque la muerte es una puerta
Fax: 942 369 201 que se abre hacia parajes
E-mail: salterrae@salterrae.es
http://www.salterrae.es desconocidos,
pero imaginados.
Con las debidas licencias Como el amor,
Impreso en España. Printed in Spain nos lleva hacia otro mundo.
lSBN:84-293-0582-3 Como el amor,
Dep. Legal: BI-1748-05
comienza para nosotros otra vida
Impresión y encuademación: diferente de la nuestra.
Grafo, S.A. - Bilbao Yo espero a la muerte como se espera al amado.
S U M A R I O
Pdgs.
1. A l a búsqueda del h o m b r e nuevo . . . . 9
1. El h o m b r e nuevo en el pensamiento salvaje. 10
2. El h o m b r e nuevo en el pensamiento cien-
Porque sé que un día ella llegará tífico . . . 14
y me recibirá en sus brazos amigos. 3. El h o m b r e nuevo en la experiencia cristiana. 19
2. La e m e r g e n c i a del h o m b r e nuevo, J e s ú s re-
Sus labios fríos tocarán mi frente, sucitado, en el t a m i z de la teología crítica . 25
y bajo su caricia I. Interpretaciones de la fe en la Resurrección en la teolo-
gía protestante 29
me adormeceré en el sueño de la eternidad. 1. R. B u l t m a n n : La Resurrección no es un
Como en los brazos del amado. hecho histórico, sino expresión del signi-
ficado de la Cruz. T o m a de posición . . 29
Y ese sueño será 2. W. M a r x e n : La Resurrección no es un
hecho histórico, sino u n a interpretación
un resurgir. de las apariciones, condicionada p o r el
Porque la muerte es la resurrección, horizonte apocalíptico. T o m a de posición. 35
3. P a n n e n b e r g : La Resurrección es realmente
la liberación, u n a interpretación de las apariciones, p e r o
la comunicación total insustituible, pues alcanza al hecho his-
tórico T o m a de posición 41
con el amor total. I I . Interpretaciones de la fe en la Resurrección en la
teología católica
1. Tendencia t r a d i c i o n a l : La Resurrección,
María Helena da Silveira (1922-1970) es, indiferenciadamente, un hecho histórico 47
Poema inédito escrito en 1944 2. T e n d e n c i a de la exégesis m o d e r n a positiva:
La Resurrección es un hecho de fe de la
a los 22 años de edad. Iglesia primitiva 49
3. T e n d e n c i a de la exégesis h e r m e n é u t i c a :
La Resurrección es i n d i r e c t a m e n t e un
hecho histórico, p r o c l a m a d o en las cate-
gorías de la época 51
4. H. R. Schlette: La Resurrección es u n a
interpretación retroactiva de la vida de
Jesús. T o m a de posición 57
III. Conclusión 59
3. Los caminos de la exégesis crítica sobre
los textos d e l a Resurrección . . . . : . 61
1. ¿Cómo e r a la predicación primitiva acerca
de la Resurrección 62
2. ¿De d ó n d e procede la convicción de los após-
toles e n l a Resurrección d e Jesús? . . . . 68
a) El sepulcro vacío no originó la fe en Ja
Resurrección 69
b) Las apariciones de Cristo, origen de la
fe en la Resurrección 74
3. I n t e n t o de reconstrucción de los aconteci-
mientos pascuales 80
Pdgs.
4. Reflexiones de tipo sistemático: La emer-
gencia del Nuevo Adán 83
1. Nuestro horizonte de comprensión y fe en
la Resurrección 84
2. La Resurrección de Jesús, una utopía hu-
m a n a realizada 86
3. La n o v e d a d del h o m b r e nuevo 92
4. Conclusión 95
5.
I.
Nuestra Resurrección en la muerte . . .
Muertey Resurreccióny su lectura en las antropologías
97 1
bíblica y griega 100
1. La solución conciliadora de la teología
católica clásica 100
A la búsqueda del
2. La m u e r t e en el pensamiento platónico y
en el pensamiento semita 105 hombre nuevo
3. La experiencia de la Resurrección de
Cristo como nuevo horizonte de la an-
tropología 107
II. Relectura de la Resurrección desde la antropología
actual 119
1. Observación metodológica: La tipicidad
del pensamienti teológico 121
2. La personalidad como u n i d a d de dimen-
siones plurales 124
3. El h o m b r e , u n i d a d cuerpo-alma 130
4. Aproximación bíblica: El h o m b r e , u n i d a d
de situaciones existenciales 132
5. La conciencia histórica de la Iglesia: El Más que en otros tiempos, nuestra época se
hombre e s una unidad inmortal . . . . 138 caracteriza por su preocupación por el futuro y
6. El h o m b r e - c u e r p o , n u d o de relaciones con
todo el universo 141 por querer vislumbrar en sus penumbras al hom-
7. La m u e r t e como acontecimiento biológico bre de mañana. Todos están de acuerdo en esto: el
y como acontecimiento personal . . . . 142
8. La m u e r t e como corte (cisión) 144 hombre de hoy debe ser superado. El hombre ver-
9. La m u e r t e como de-cisión 150 dadero es todavía un proyecto; no nació; está la-
10. La m u e r t e como fenómeno n a t u r a l y como
consecuencia del pecado 152 tente en el interior de los dinamismos de la evolu-
III. La Resurrección del hombre en la muerte . . . . 156 ción. Esta búsqueda del hombre es quizás uno de
1. ¿Cómo se articula la antropología con la esos anhelos que jamás lograron progresar en la
Resurrección? 156 historia de la humanidad. Constituye una constan-
2. Resurrección de la i d e n t i d a d corporal y
no m a t e r i a l del h o m b r e 160 te permanente en cada cultura, ya sea en su expre-
3. El h o m b r e resucita t a m b i é n en la consu- sión mítica en el pensamiento salvaje, ya en su
mación del m u n d o 165
6. C o n c l u s i ó n : R e v e l a d o el d e s i g n i o de D i o s . 166
formulación dentro del horizonte de las utopías
10 La Resurrección de Cristo A la búsqueda del hombre nuevo 11

vientre, goza de la vida día y noche... Alégrate con


científicas del pensamiento objetivo de la moder- lo poco que tienes entre manos» (4). Pero Gilga-
nidad (1). més no se deja disuadir. Llega a la isla maravillosa
del hombre inmortal. Consigue el árbol de la vida.
1. El hombre nuevo en el pensamiento salvaje Y regresa. Al volver, la serpiente sopla con su
aliento sobre el árbol de la vida y se lo roba. El
El pensamiento mesopotámico produjo la epo- héroe, desilusionado, muere como todos y se va al
peya de Gilgamés (2), interesante porque en ella «país sin retorno, donde la comida consiste en
se relatan también la creación del mundo y el dilu- polvo y barro y los reyes son despojados de sus
vio a semejanza de los relatos bíblicos. Angustiado coronas» (5). El hombre seguirá siempre siendo
por el drama de la muerte, Gilgamés busca el ár- el mismo, y estando bajo el signo férreo de la
bol de la vida que devuelve la jovialidad al hom- muerte. Soñará con la inmortalidad y con la nove-
bre viejo y mortal. Pretende asociarse a Uta-Na-
dad de vida, pero eso no pasará de ser un sueño.
pishtim, héroe del diluvio a quien los dioses in-
La civilización egipcia fue, por excelencia, una
mortalizaron colocándolo en una isla maravillosa.
civilización centrada en el tema de la muerte y de
Gilgamés le pide el secreto de la vida eterna. En
la inmortalidad (6). En ella se profesa un opti-
su caminata imposible el dios Sol (Shamash) lo
mismo que, en su conjunto, transciende el mensa-
apostrofa con ironía: «¿Hacia dónde corres, Gilga-
je de los libros más antiguos del Antiguo Testa-
més? Jamás encontrarás la vida que buscas» (3).
mento: al hombre bueno se le promete vida prós-
La ninfa divina Siduri le advierte también:
«Cuando los dioses crearon la humanidad, le die- pera y nueva en otro mundo, en trato familiar con
ron por destino la muerte. Ellos se quedaron con los dioses Osiris, Horus, Re y Atum. El embalsa-
la vida eterna en sus manos. Gilgamés, llena tu miento de los cadáveres era una imitación de lo
que sucedía en el más allá: la personalidad cons-
ciente (ba) -permanece durante la inmortalidad
(1) Cfr. el libro que recoge un enorme material
sobre el tema: Muhlmann, W., Chiliasmus und Nativis-
mus. Studien zur Psychologie, Soziologie und historis-
chen Kasuistik der Umsturzbewegungen, Berlín 1964; (4) Tabla X, en Heidel, op. cit., 70.
Bloch, E., El principo esperanza, 2 vols. Aguilar, 1975. (5) Tabla VII, col. 4, en Heidel, op. cit., 60-61;
(2) Cfr. Heidel, E., The Gilgamesh Epic and Oíd 99-101.
Testament Parallels, Chicago, 1954; Contenau, G., Le (6) Cfr. Croato, S., «La esperanza de inmortalidad
déluge babylonien, París, 1952, 192-200. en las grandes cosmovisiones de Oriente», en Concilium
(3) Tabla X, en Heidel, op. cit., 69. 60 (1970), 17-29.
12 La Resurrección de Cristo A la búsqueda del hombre nuevo 13

unida al cuerpo (yet) y a su principio animador raey) y de la «patria de la inmortalidad». Investi-


de origen divino (ka). gaciones históricas y antropológicas recientes (8)
El judaismo bíblico creó el relato del paraíso demuestran que estos indios vivían en constante
que es una profecía del futuro proyectada sobre el movilidad: desde la costa de Pernambuco se des-
pasado (7). En él se pinta al hombre y su mundo plazaban de repente hacia el interior de las selvas
tal y como serán mañana: el hombre matinal, en la llegando hasta el nacimiento del Madeira; desde el
limpidez de su relación armoniosa con el mundo y interior de la selva amazónica otro grupo se ponía
con Dios, en la que ya no habrá dominio del mari- en marcha hasta alcanzar el Perú; desde los límites
do sobre la mujer, ni dolores de parto, ni sequía, con el Paraguay otro se movía hasta la costa atlán-
ni el trabajo esclavo, ni la amenaza de los anima- tica, y así por el estilo. Durante mucho tiempo
les, ni la religión del miedo, ni la muerte. La pa- estas migraciones resultaron misteriosas e inexpli-
tria del hombre será el jardín de Dios (Ez 31,7- cables a los antropólogos. Sin embargo, el estudio
9.16.18; 36,35; textos que influenciaron la elabo- de sus mitos reveló un dato esclarecedor: el mito
ración de Gen 2-3); habrá una situación de paz de la «patria de la inmortalidad» ponía en marcha
total entre el hombre y la naturaleza (Is 11,6-9) y a toda la tribu. El «paje» profetizaba: la «tierra
de los hombres entre sí y con Dios (Jer 24,7; sin mal» va a aparecer en el mar. Y hacia allá se
32,39; 31,34). Todo será nuevo y paradisíaco (Is encaminaban esperanzados. Con danzas, ritos y
66,22; 65,17; cfr. Is 11,9; textos que igualmente ayunos creían poder aligerar el cuerpo y salir al
influyeron en la elaboración de Gen 2-3). El hom- encuentro, entre las nubes, de la patria de la in-
bre que Dios quiso está todavía siendo plasmado mortalidad. Desengañados, regresaban a las sel-
por sus manos y por las manos de los propios vas y allí aguardaban, en el corazón de la tierra, la
hombres en la historia, pero un día nacerá
totalmente, a imagen y semejanza del Creador
(Gen 1,26). Esa es la gran esperanza del Antiguo
Testamento. (8) Cfr. Schaden, E., «O mito do paraíso na cultu-
ra e na vida Guaraní», en Aspectos fundamentáis da
Nuestros tupi-guaranís y apapocuva-guaranís cultura guaraní (Univ. S. Paulo, Facultade de Fil, Cien-
crearon la utopía de la «tierra sin mal» (yuy ma- cias e Letras, Boletim n. 188), S. Paulo 1954, cap. X;
Metraux, A., «Migrations historiques des Tupi-guarani»,
en Jr. de la Soc, des Amérkainistes. N. S. (1927), 1-45;
Linding, W. H., «Wanderungen der Tupi-Guarani und
(7) Mestres, C, Paraíso terrestre: saudade ou es- Eschatologie der Apapocuva-Guarani», en Muhlmann, W.
peranza?, Vozes, Petrópolis 1971, 47-48. E.„ Chiliasmus und Nativismus, Berlín 19642 19-40.
14 La Resurrección de Cristo A la búsqueda del hombre nuevo 15

emergencia de la utopía con la destrucción de este tico por medio de mutaciones en los cromosomas,
viejo mundo. dan testimonio de la extensión de este tipo de
La expresión es salvaje. El lenguaje, mítico. investigación.
¿Será verdad que todo esto se está haciendo a
Pero ambos manifiestan el principio-esperanza
costa de los principios éticos y de una correcta
que desgarra el corazón del hombre; lo mismo que
interpretación del hombre y de su posición en el
lo sentimos hoy nosotros en el marco de otro hori- mundo? Esta pregunta se vuelve todavía más an-
zonte de experiencia. gustiosa si damos oídos a los pronósticos superen-
tusiastas de no pocos biólogos y expertos en gené-
2. El hombre nuevo en el tica. Hermán J. Müller, premio Nobel de Medici-
pensamiento científico na, habla de bancos de semen humano, descritos
con su pedrigee exacto en catálogos, y puestos a
El hombre de hoy no espera que el hombre disposición de las madres potenciales (10). Ros-
nuevo surja del cielo. Intenta crearlo con los me- fand prevé un tiempo en que las crías de hombre
dios que las ciencias y la manipulación biológica le recibirán una dosis patrón de ADN que les trans-
suministran. En nuestros días el experimento-hu- mita las cualidades físicas e intelectuales más de-
manidad está ya funcionando: las manipulaciones seables. I. B. S. Haldane, biólogo inglés, pronos-
para conseguir el control de la natalidad, la inmu- tica la creación de hombres para viajes espaciales,
nización contra enfermedades genéticas, los trans- hombres que no poseerán piernas, que no necesi-
plantes de órganos y tejidos, la inseminación arti- tarán alimentarse mucho y podrán soportar altísi-
ficial, que en los EE. UU. alcanza a 25.000 casos mas velocidades. «Para cuerpos celestes con gran
por año ( 9 ) , la creación de embriones in vitro gravitación, como por ejemplo Júpiter, podrían
como los célebres experimentos de los profesores ser muy útiles hombres de piernas cortas o con
Daniele Petruci de Bolonia y de Landrum Sheteles cuatro piernas». Th. Lóbsack piensa que «nada,
de la Universidad de Columbia, la manipulación en teoría, nos podrá impedir formar hombres que
del cerebro humano y el perfeccionamiento gené- vivan en el fondo de los océanos o que puedan
emigrar a otros planetas y hacer de ellos su nueva
patria». Nathan Line y Mandred Clynes, del
(9) Véase mi artículo «A manipulaCao biológica do
homen», en Vozes 65 (1971), 631-641, con la bibliogra-
fía allí citada, especialmente los 5 vols. de Overhage, P.,
A caminho da pós-humanidade, Vozes, Petrópolis 1971; (10) Cfr. Kaufmann, R., Die Menschenmacher,
para el caso citado véase: Time, abril 19, 1971, 28. Hamburgo 1964, 17s.
16 La Resurrección de Cristo A la búsqueda del hombre nuevo 17

Rockland State Hospital de Nueva York, sugieren valores éticos y con una profunda experiencia reli-
la producción de seres mitad máquinas, mitad giosa'. Como estas visiones, que ciertamente tienen
hombres, más adaptados a los viajes espaciales. mucho de utópico y hasta de ingenuo, dejan entre-
Atwood entrevé la posibilidad de crear una sínte- ver, el hombre se encuentra ante una terrible para-
sis de cualidades vegetales y animales en el hom- doja, tal como lo apuntó muy bien el gran biólogo
bre. De ese modo nacerían seres «con un gran Dobzhansky: «Es el éxito impresionante de la evo-
cerebro para poder dedicarse a la filosofía, y al lución no sólo biológica sino también cultural de
mismo tiempo con un campo fotosintético a las nuestra especie, el que difunde los peligros y qui-
espaldas, lo que los dispensaría de la necesidad de zás también los gérmenes de la propia aniquila-
alimentarse». Ve además otras posibilidades: «En ción» (12). Es impresionante el testimonio del
lugar de un sistema complejo fotosintético, podría- gran biólogo francés Jean Rostand en su libro
mos implantar en un conjunto haploide de cromo- «Inquietudes d'un biologiste»: «Los tres verbos:
somas humanos una serie ADN con información ser, procrear, morir ya no tienen el mismo conte-
para la enzima-celulosa. En tal caso esos indivi- nido tras los últimos logros de la ciencia, que nos
duos estarían en condiciones de alimentarse de pa- aportan muchas ventajas pero también muchas
pel o de serrín, porque poseerían la enzima-celulo- amenazas directas. Las propias ventajas nos crean
sa para digerir celulosa a la manera como ya lo escrúpulos terribles: los descubrimientos, entu-
consiguen las vacas y las termitas con ayuda de siasmantes para el biólogo, son muchas veces des-
microorganismos» (11). concertantes para los moralistas» (13).
De esta forma, y con la total manipulación Ante tales experimentos, quedan vacíos los
genética, se podría crear el verdadero superhom- conceptos clásicos de la moral. No parece practica-
bre, totalmente libre de cualquier tara o defecto ble una prohibición plena del experimento-huma-
físico; un cuerpo de César con alma de Cristo, con nidad. Se está llevando a cabo de modo irreversi-
extraordinaria capacidad de donación, amor, sim- ble. Urge crear una visión religiosa y ética en el
patía, equilibrio, rectitud y sensibilidad para los hombre que lo haga capaz para orientar hacia una
mayor humanización el tremendo instrumental

(11) Ejemplos sacados de Overhage, P., «A camin-


ho da pós-humanidade. Experimento-Humanidade, I», op.
cit., 85-89; y de Hasenfuz, J., «Biologische Atombombe. (12) Overhage, P., op. cit., 34.
Der manipulierte Mensch», en Deutsche Tagespost, n. (13) Appolonio, U., O homem no ano 2000, Vozes,
15 2(1966), 18. Petrópolis, 1971,25.
18 La Resurrección de Cristo A la búsqueda del hombre nuevo 19

manipulador del que dispone. La automanipula- 3. El hombre nuevo en la


ción hacia una mayor liberación físico-psíquico- experiencia cristiana
personal de la especie humana no es, en sí, ilegíti-
ma. Muy al contrario, nos parece que surge de la ¿Cómo repercute en el cristianismo la búsque-
propia tarea impuesta por Dios al hombre de sub- da del hombre nuevo? El cristianismo hace a este
yugar y dominar la naturaleza. El hombre, imagen respecto una afirmación inaudita: el hombre nue-
y semejanza de Dios, fue creado para poder en la vo, el hombre de las esperanzas de los siglos, ya
libertad, cuyas dimensiones hoy alcanzan hasta al emergió en la historia llevándola de este modo a
mundo genético, crearse a sí mismo: en primer su meta. Se llama Jesús de Nazaret, el Cristo resu-
lugar, ante Dios mediante su decisión y automani- citado. En él los anhelos de plenitud, de potencia
pulación para el bien o para el mal; después, res- total del ser y de reconciliación global con Dios,
pecto a su propio mundo hominizado, en la fase con los otros y con el mundo se hicieron realidad
psicosocial de la evolución; y por fin respecto a concreta. El «homo absconditus» se reveló plena-
los propios condicionamientos biológicos. En su mente y salió completamente de su latencia. Salió
persuasivo libro «Come, Let Us Play God» (Ve- un sol que ya no se volverá a poner. Por eso El
nid, juguemos a Dios, 1969) (14) el biofísico está en medio de nosotros. Los ojos fenoménicos
Leroy Augenstein afirma que tal vez ahora, por no lo ven, pero los ojos de la fe lo divisan plenifi-
vez primera, el hombre puede de hecho asumir el cando toda la realidad. Por esta razón el cristianis-
papel que Dios le confió respecto del mundo y de mo se presenta como la religión de la jovialidad
su destino. Esto no significa hybris humana y re- divina y humana. Aunque no se presenta como la
beldía contra el Creador sino una toma de con- religión del Superhombre, quiere, sin embargo,
ciencia radical de lo que se dice en la Biblia. El ser la religión del Hombre-Dios. El futuro que
hombre es imagen y semejanza de Dios; es decir: anuncia a los hombres no es un futuro manipula-
él es el representante, lugar-teniente de Dios en el ble biológicamente, como si la manipulación pu-
mundo, el instrumento mediante el cual Dios conti- diese hacer que el hombre se extrapolase de sí
núa actuando en la totalidad de la creación. Esta mismo y alcanzase el misterio de Dios, sino que es
perspectiva nos sugiere la medida y el criterio éti- el propio futuro de Jesucristo. El es el primero de
co para la automanipulación biológica del hombre, los hombres que alcanzó la meta en cuanto total
tema que transciende el alcance de este trabajo. transfiguración de la existencia humana liberada
de la muerte, de las limitaciones y estrecheces de
nuestro ser-en-el-mundo. La utopía de la inmorta-
(14) Time, abril 19, 1971, 38.
20 La Resurrección de Cristo A la búsqueda del hombre nuevo 21

lidad y de la novedad de vida se tradujo en «to- la ideología y de las fuerzas dominantes (15). Por
pía» y realidad en el seno del mundo. Por esto, eso se impone siempre la reserva crítica y la des-
por más que el cristiano participe en la admiración confianza en lo referente a los pronósticos sobre el
por las conquistas biológicas y pueda alegrarse por futuro del hombre nuevo. El cristiano sabe que la
los posibles resultados humanizadores alcanzables capacidad de mal en el hombre no se reduce a una
por su medio, jamás confundirá esto con lo que cuestión de humor o de manipulación de genes.
Dios nos prometió con la Resurrección de Jesús, Está enraizada en la propia estructura espiritual
el nuevo Adán. del hombre e invade todas las dimensiones de su
ser. Y no le es dado al hombre saltar sobre su
Con ello no se pretende insinuar que el proce- propia sombra. Pero es «muy consolador el poder
so de evolución ascendente sea teológicamente observar que los representantes de la investigación
irrelevante, pues presenta de alguna manera, en científico-natural seria se limitan, en general, a
germen, la plenitud final que ya se va manifestan- pronósticos a corto plazo y los formulan con mu-
do ambiguamente y va fermentando dentro del cha prudencia... Los proyectos eugenéticos que se
tiempo. La ciencia, la técnica y la manipulación refieren al futuro lejano del hombre caen fuera del
biológica, al tender a la creación de un hombre campo de la ciencia» (16).
mejor, pueden asumir incluso una misión proféti- Además el cristiano, por su fe y su esperanza,
ca: hacer a este mundo más semejante con el del sabe que, aun para el hombre desastrosamente ma-
final del proceso evolutivo. nipulado, existe un camino mediante el cual arriba
a su futuro absoluto prometido por Dios: la muer-
Si la visión cristiana del futuro del hombre es te. La muerte no significa sólo el término de un
tan optimista no es por ello menos concreta. Deja proceso biológico, como veremos en detalle más
abierta la posibilidad de que el hombre, con su adelante, sino que fundamentalmente significa
manipulación, llegue a cometer un error irreversi- acabar de nacer y es el modo mediante el cual el
ble. Así como desde el punto de vista espiritual hombre alcanza su total plenitud a través de su
puede llegar a manipularse de forma desastrosa
para el desarrollo ulterior de la historia (por el
llamado pecado original), de igual manera puede (15) Cfr. Rahner, K., «Experimento Humanidad»,
en Escritos de Teología, tomo V I I I . Taurus, 1969. «Acer-
inaugurar un proceso deshumanizador e involuti- ca del problema de la manipulación genética», op. cit.,
vo que reduzca grandes sectores de la humanidad (16) Overhage, P., «Experimento-Humanidade»,
al estado de rebaño adaptado a la arbitrariedad de op. cit., 56.
22 La Resurrección de Cristo A la búsqueda del hombre nuevo 23

última decisión. La historia para el cristiano, por Con la irrupción del hombre nuevo en Jesu-
más manipulada que llegue a ser hasta el punto de cristo, la esperanza se convirtió para el cristianis-
que el hombre mismo pueda absurdamente poner- mo en su dote y su mensaje. El hombre no perma-
le término, irá irremisiblemente a desembocar en nece como un eterno Prometeo. El corazón anhela
Dios, sea para su salvación o para su total perdi- porque entrevé la utopía como una realidad posi-
ción. Mirando a Cristo crucificado, el cristiano se ble en el horizonte de Dios. Y esa utopía se realizó
profesa, a pesar de todo, profeta del sentido y en Jesús de Nazaret. Por esta razón pudo Dosto-
enemigo acérrimo de todo lo absurdo. La historia yevski formular, confiado y esperanzado, su credo
puede transformarse profundamente y el hombre al regreso de la casa de los muertos de Siberia:
degenerar hasta el suicidio colectivo, pero en Je- «Creo que no existe nada más bello, más profun-
sús ya alcanzó su meta y realizó su punto omega. do, más simpático, más viril y más perfecto que
Este dato hace que, junto con El, pueda esperar Cristo. Yo me digo esto a mí mismo, con un amor
contra toda esperanza. envidioso: que no existe nada como El, ni puede
existir. Y todavía más: si alguien me probara que
El mito griego de la esperanza cobra ahora un
Cristo está al margen de la verdad y que ella no se
sentido cierto: ya no se tratará de una diosa enga-
encuentra en El, prefiero quedarme con Cristo
ñadora de hombres, sino de la verdadera posesión
que quedarme con la verdad» (17).
de lo anhelado. De acuerdo con el mito, se decía
que Zeus, queriendo confundir a los hombres, les Legitimar la emergencia del hombre nuevo y
envió a la diosa Pandora. Esta traía una caja llena definitivo para nuestra esperanza, no es hoy una
de regalos. Curiosa, Pandora abrió la caja y allá se
tarea fácil ni para los mismos cristianos. Por eso
fueron todos los regalos, tragados como por en-
nuestro trabajo, en un primer momento, referirá y
canto. A los hombres sólo les quedó la esperanza
discutirá la problemática actual en torno a la resu-
de que algún día volviesen. Y los sabios griegos se
rrección de Jesús. A continuación procederemos a
preguntaban: ¿La esperanza es buena o mala?
un. sucinto análisis, si bien esencial, de los textos
Unos decían: Es buena porque es la única diosa
que atestiguan las apariciones del Señor resucitado
que permaneció entre los hombres, en tanto que
y el sepulcro vacío. Veremos las dimensiones añ-
todas las demás divinidades se refugiaron en el
Olimpo, y ella nos hace soñar con mundos maravi-
llosos y nos llena de sentido los días de angustia.
Otros replicaban: La esperanza es tan engañosa il?) «Correspondence» I, Caltnann-Lévy, P a r í s
como Pandora; engaña la vida con sus fantasías. 1961, 157
24 La Resurrección de Cristo

tropológlcas que un suceso semejante introdujo en


las coordenadas de nuestra comprensión de la
existencia humana. Finalmente, nos preguntare-
mos por nuestro propio futuro. A semejanza de
Cristo, estamos destinados a la resurrección, una
vez que hayamos alcanzado la meta de nuestra
existencia al morir. 2

La emergencia del
hombre nuevo,
Jesús resucitado,
en el tamiz de la teología crítica

Desde el tiempo de los apóstoles hasta nues-


tros días la fe en la resurrección ha sido puesta en
cuestión. La certeza que la Iglesia posee es una
certeza de fe. Se nota una constante en los relatos
a propósito de la resurrección: el sepulcro vacío y
las apariciones no son de tal naturaleza que exclu-
yan la duda (1). Al final de su evangelio, Mateo

(1) Cfr. Seidensticker, P., Die Auferstehung Je-


sús in der Botschaft der Evangelisten, Stuttgart 1968, 91.
26 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 27

deja caer la frase: «algunos sin embargo dudaron» salvaguardar un punto, aun entre los más radica-
(28,17 b). Pero resulta que con la respuesta que les, cosa que en parte fue olvidada en el calor de
se dé a la fe en la resurrección se resuelve también las disputas: no se trata de establecer si Cristo
la pregunta por el ser o no ser del cristianismo. Si resucitó o no. Ninguno de los implicados en el
la resurrección no tuvo lugar, somos «falsos testi- debate duda de la fe en la presencia del Señor vivo
gos de Dios», «vana es nuestra fe» y «somos los en medio de nosotros. Todos recitan el mismo cre-
más miserables de todos los hombres» (1 Cor do. La pregunta que se plantea es: ¿Qué significa
15,14-19). Porque en vez de unirnos al grupo de para nosotros hoy la afirmación de la fe antigua:
los que dicen «comamos y bebamos que mañana «Cristo resucitó verdaderamente y se apareció a
moriremos» (1 Cor 15,32), huimos de la realidad Simón?» (Le 24,34).
con un mito de supervivencia y resurrección y en-
gañamos a otros con semejantes ideas. ¿Cómo debemos interpretar esa afirmación
En los últimos años se ha desencadenado una para que sintamos el mismo impacto y mantenga-
gran discusión, tanto en la teología protestante mos el mismo contenido que la Iglesia primitiva?
como en la católica, acerca del significado de la En ese horizonte se situaron los debates y se plan-
profesión de fe «Dios lo resucitó (a Jesús) de tea también nuestra exposición. Expondremos el
entre los muertos» (Hch. 3,15; 4,10). Se asumie- estado de la cuestión en el seno de las teologías
ron posiciones radicales y esto provocó fuertes protestantes (4) y católicas (5). Tomaremos una
reacciones dentro de las comunidades (2). La Co-
misión Romana de los Congresos sobre la teología
del Vaticano II organizó un simposio internacio- (4) De parte protestante presentaron un estudio
nal sobre este tema, que tuvo lugar en Roma del con visión de conjunto: Geyer, H. G., «Die Auferstehung
Jesu Christi. Ein Uberblick über die Diskussion in der
31 de marzo al 6 de abril de 1970 (3). Hay que gegenwhrtigen Theologie», en Die Bedeutung, der Aufers-
tehungshotschaft für den Glauben an Jesús Christus, por
W. Marxen, U. Wilckens, G. Delling y H. G. Geyer,
Gütersloh 19677, 91-117; Diskussion um Kreuz und Au-
(2) Véanse los informes en Dietzfelbinger, W., ¡erstehung. Zur gegenwartigen Auseinandersantzung in
«Movimientos de restauración en la Iglesia protestante Theologie und Gemeinde, publicado por B. Klappert,
alemana», en Concílium, 51 (1970), 89-97. Wuppertal 19683 donde están recopilados los mejores es-
(3) Cfr. L'Osservatore Romano de 2, 4, 8, 9, 12 tudios protestantes, incluyendo a Bultmann, Barth, Born-
de abril de 1970. Véase un resumen de las principales kamm, von Campenhausen, Pannenberg y otros, espec
conferencias en Rosa, G., «II cristiano di oggi di fronte 9-52, 298-300.
alia risurrezione di Cristo», en La Civiltá Cattolica, 121 (5) Por parte católica destacan Ebert, H., «Die
(1970), 365-377. Krise des Osterglaubens. Zur Diskussion über die Aufers-
28 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 29

posición crítica frente a cada una de esas teorías. I. INTERPRETACIONES DE LA FE EN LA


Al final intentaremos delimitar una reflexión de RESURRECCIÓN EN LA TEOLOGÍA
tipo sistemático en la que se destaque particular- PROTESTANTE.
mente el significado de la Resurrección para nues-
tro hoy y ahora de la fe. Entre las diversas posiciones dentro de la teo-
logía protestante como las de K. Barth, G. Ebe-
ling, H. Braun y U. Wilckens, queremos destacar
especialmente tres: la de R. Bultmann, la de W.
Marxen y la de W. Pannenberg.

1. R. Bultmann: La Resurrección no es un
tehung Jesu», en Hocbland, 60 (1968), 305-331; la rela- hecho histórico, sino expresión
ción anónima en Herderkorrespondez, 22 (1968), 322- del significado de la cruz
328, y Leon-Duford, X., «Bulletin d'exégese du NT», en
Rechercbes de Sciences Religieuses, 51 (1969), 583-622.
De entre la inmensa bibliografía existente sobre el tema Los apóstoles no vieron en la cruz de Cristo la
destacamos únicamente algunos títulos más significativos: muerte de un maldito (Dt 21,23; cfr. Gal 3,13)
Grass, H., Die Ostergeschehen und Osterbericbte, Gót- sino que percibieron en ese hecho histórico un
tingen 19622; Kremer, J., Die Osterbotschaft der vier Eva-
gelien, Stuttgart 1968; Id., Das alteste Zeugnis von der
significado transcendente y salvífico: «el juicio li-
Auferstebung Christi, Stuttgart 19672; Varios (Grelot, berador de Dios sobre el mundo, el juicio de Dios
Delorme, Léon-Dufour), La Resurrección de Cristo y la que vence a la muerte» (6). Ese significado no se
exégesis moderna, Studium, 1974; Mussner, F., La resu- capta en el hecho bruto de la cruz. Por ello no es
rrección de Jesús, Sal Terrae 1972; Lehmann, K., Aufer-
weckt am dritten Tag nach der Schrift, Freiburg-Basel- histórico en el sentido de que pueda ser detectado
Wien 1968; Ponthot, ]., «Les traditions évangéliques sur por el historiador al analizar el hecho con su méto-
la Résurrection du Christ. Perspectives théologiques et do histórico-crítico. Pero puede ser creído. Por
problemes d'historicité», en Lumen Vitae, 20 (1965),
649-673, y 21 (1966), 99-118; Wagner, G., La Résurrec-
consiguiente, «decir Resurrección es expresar el
tion signe du monde nouveau, Cerf, París 1970; «Resu-
rrección y mundo» (varios autores) en Teología y Vida,
11 (1970), 75-99; Léon-Dufour, X., «Présence de Jésus (6) «Neues Testament und Mythologie», en Kery-
ressuscité» en Etudes, abril 1970, 593-614; Schlier, H., gma und Mythos I, 19604, 44; véase una evaluación crítica
Uber die Auferstebung Jesu Christi, Einsiedeln 1968, to- de parte de la exégesis católica en Kremer, J., «Das altes-
do el número 60 de la revista (1970) Concilium, y otros te Zeugnis von der Auferstehung Christi», op. cit., 98-
estudios que serán citados oportunamente. 114
30 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 31

significado de la cruz» (7). Hablar de Resurrec- «Las leyendas del sepulcro vacío» y «los relatos
ción no es decir que aconteció algo en Jesús histó- de la Resurrección en lo tocante a las demostracio-
ricamente, sino decir que aconteció históricamente nes de la corporeidad del Resucitado son, sin du-
algo en los apóstoles: la fe en que la muerte de da, construcciones posteriores, de las que Pablo
Cristo es vida para el hombre (8). La fe en la nada sabe» (13).
Resurrección es la forma en la que se expresa la fe
en el significado salvífico de la muerte de Cristo.
En ese sentido, la Resurrección no es un hecho Toma de posición
histórico que cualquiera pueda verificar. Lo que el
historiador puede averiguar es que hubo hombres Para comprender la posición de Bultmann
que creyeron y predicaron la Resurrección. Sola- conviene conocer el Sitz im Leben de toda su teo-
mente en la fe, la Resurrección es un hecho. La fe logía y del programa de desmitificación inaugura-
cristiana, en cuanto fe, no se interesa por la re- do por él. Se sitúa entre los liberales del método
construcción histórica de cómo surgió la fe en la histórico-crítico aplicado a la Biblia en el siglo XIX
Resurrección. Le interesa el significado existencial y los apologetas. A los liberales les concede
de la muerte de Cristo en cuanto salvación para que no podemos reconstruir los hechos de la vida
nosotros (9). Y eso lo sabe por la palabra de la de Jesús ni superar las contradicciones existentes
predicación. «La fe en esa palabra es, en verdad, en los textos referentes a la Resurrección. Sin em-
fe en la Resurrección» (10). La palabra pertenece bargo, esto no conmueve la fe pues la fe no se
también al hecho escatológico y en consecuencia basa en la ciencia histórica. Frente a ellos Bult-
posee un carácter salvífico. Por eso se puede de- mann mantiene firmemente la fe cristiana. Frente
cir: «en la predicación el Resucitado está presen- a los apologetas argumenta Bultmann que la Resu-
te» (11). En la predicación Cristo resucita (12). rrección no es un hecho como cualquier otro de la
historia, verificable por cualquiera. Sólo a unos
pocos les fue concedido ver al Señor. Por eso la
(7) Id. ibid. Resurrección no puede ser considerada como una
(8) Id. ibid.
(9) Id., 47; Das Verhaltnis der urchristlichen
Christusbotschaft zum historischen Jesús, Heidelberg
19622, 27; Tbeologie des Neuen Testamentes, 19655, 305.
(10) Kerygma und Mythos, op. cit., 46. risches und ais theologisches Problem», en Die Bedeu-
(11) Tbeologie des Neuen Testamentes, op. cit., tung der Auferstehungsbotschaft, op. cit., 13.
(13) Kerygma und Mythos, op. cit., 44; Tbeologie
305.J des Neuen Testamentes, 48.
(12) Marxen W., «Die Auferstehung Jesu ais histo-
32 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 33

«prueba» frente a los no creyentes en la verdad de cíales. Para comprender ese mensaje necesitamos
la fe cristiana. En ese sentido específico hemos de vivirlo por la fe. Así como la existencia verdadera
dar la razón a Bultmann: la Resurrección no es un reside en el proceso mismo de vivir, de la misma
hecho histórico-fáctico sino histérico-significante forma la comprensión del mensaje de la fe se reali-
(kein historisches Ereignis, sondern ein geschich- za en la realización misma de la fe (15). Para ello
tliches) (14). Sólo es alcanzable por la fe. de poco vale saber si el sepulcro vacío es una le-
Aclaremos: Si decimos que la Resurrección no yenda o no, o cuál es el núcleo histórico de las
es un hecho histórico y con ello pensamos que apariciones del Señor. Lo importante es vivir la fe
nada sucedió tras la muerte de Jesús, interpreta- en la Resurrección. Sería una pena que el hombre
mos mal a Bultmann. Si pensamos que algo acon- de hoy, poco acostumbrado a milagros y a la admi-
teció pero que eso es sólo accesible por la fe (ges- sión de intervenciones frecuentes de Dios en el
chichtlich) y escapa al historiador (historisch), mundo, llegase por esa razón a no aceptar la opor-
entonces hemos comprendido su tesis fundamen- tunidad que Dios le ofrece de una vida nueva y
tal. Bultmann no quiere perder mucho tiempo en llena de esperanza salvadora (16).
discutir la base histórica de las apariciones y de los Y sin embargo, a la luz de 1 Cor 15,3-8. el
relatos del sepulcro vacío. Intenta concentrarse en testimonio escrito más antiguo de la Resurrección
el meollo esencial que muchísimas veces, debido a (entre el 54 y el 57), debemos preguntar a Bult-
discusiones sin fin, se pierde totalmente de vista. mann si la religación de la Resurrección con la
Y ése es: La Resurrección es un mensaje de vida historia es tan irrelevante como él piensa. La Re-
para la existencia humana. La muerte fue vencida surrección no es un mito del que se pueda decir
definitivamente por la cruz y por eso hizo irrup- que «nunca sucedió y sin embargo existe». Por
ción un gran sentido en nuestra vida. Para expre- más que no sea un hecho histórico común, está
sar esta novedad Bultmann no utiliza las catego- ligado a la historia de Jesús, el que murió y fue
rías objetivas y objetivantes, de la filosofía clásica,
sino la terminología del existencialismo heidegge-
riano más apta para expresar situaciones existen- (15) Bultmann, R., «Moderne Bibelauslegung und
Existenzphilosophie», en Jesús Christus und die Mytho-
iogie, Hamburgo 19673, 50-68 (trad. castellana Je-
sucristo y Mitología, Ariel 1970); véase también Hasen-
(14) Cfr. el libro de Greshake, G., Historie wird hüttl, Der Glaubensverstandnis, Essen 1963.
Geschihte. Bedeutung und Sinn der Untercheidung von (16) Bultmann, R., «Die christliche Bortchaft und
Historie und Geschkhte in der Theoíogie R. Bultmannns, die moderne Weltanschauung», en Jesús Christus und die
Essen 1963. Mythologie, op. cit., 37-49.
34 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 35

sepultado y que ahora resucitó (cfr. 1 Cor 15,3-4; 2. W. Marxen: La Resurrección no es un hecho
Hch 2,23-24) como afirman varios testigos «de histórico, sino una interpretación de las apa-
los cuales muchos todavía viven, y algunos murie- riciones, condicionada por el horizonte
ron» (1 Cor 15,6). Esto no es una prueba de la apocalíptico.
Resurrección, pero sí un argumento a favor de la
credibilidad de la predicación apostólica acerca de Bultmann bagatelizaba el valor de la pregunta
la Resurrección. En este sentido, las apariciones y sobre el hecho histórico. W. Marxen, aun cuando
los relatos sobre el sepulcro vacío cobran relevancia sea más radical todavía que Bultmann, se interesa
teológica: no intentan ser una demostración para por ella (18). Sabemos, dice, cómo surgió la con-
el que no cree sino una invitación, fundamentada vicción del hecho de la Resurrección. No se trata
y llena de racionabilidad, para la fe. Bultmann de la constatación de un hecho real, sino de una
quiere destruir todas las bases y apoyos racionales interpretación condicionada por la cosmovisión
de la fe para purificarla y hacer que sea, cada vez apocalíptica de la época. A ella pertenecía la espe-
más, ella misma. Esto es un postulado de su siste- ranza en la resurrección de los muertos. Las apari-
ma teológico, radicalización del principio luterano ciones reales que tuvieron los apóstoles (que po-
de la «sola fides», sin fundamento bíblico (17). seen carácter histórico y actuaron como un impac-
Un fideísmo semejante está a un paso del ateísmo. to —Widerfahrnis— sobre ellos) fueron interpre-
¿Cómo distinguir entonces fe e ideología? ¿Cómo tadas dentro de las categorías de Resurrección. Pa-
legitimar (no se trata de probar ni de demostrar) ra el historiador nada queda aún dicho acerca de si
nuestra esperanza a quien nos pida razones de la Resurrección aconteció o no (19). Constata his-
ella? (1P3,15). tóricamente que algunos interpretaron así las apa-
riciones que tuvieron. Esa interpretación (Jesús

(18) Marxen es profesor de teología bíblica y exége-


sis del NT en la Facultad protestante de Münster. Su
escrito principal acerca del tema es «Auferstehung Jesu
ais historisches und ais theologisches Problem», en Die
Bedeutung Aujerstehungsbots-chaf t für den Glauben an
Jesús Christus, op. cit., 9-40; también en Gerd Mohn,
(17) Cfr. Scheid, E., Das Heilsgeschehem, Tod Gütersloh 19675; ver además Das NT ais Buch der Kirche,
und Auferstehung im Lichte der Entmythologisierung Gütersloh 1966, 96-100.
Bultmanns, Rom. 1954, 41 ss. (19) Id., 19.
36 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 37

resucitó) no es obligatoria hoy para nosotros por- del cuerpo (23). La Resurrección no es un hecho,
que no estamos obligados a asumir la cosmovisión sino una interpretación que debe ser hoy traduci-
de la época, superada y mítica. El mismo NT nos da a nuestra fe. La Resurrección es una manera de
muestra que hay una posibilidad de interpretar las hablar y no algo que sucedió. El contenido de
apariciones, no como Resurrección de Jesús, sino verdad de esta expresión que ha de ser mantenido
como la misión de seguir viviendo y predicando la por nosotros, se centra en esto: por medio de la
causa de Jesús (20). Pablo en 1 Cor 9,1 funda- Iglesia y por el Evangelio la causa de Cristo sigue
menta su apostolado en el hecho de haber visto al adelante y nos alcanza a nosotros como en otro
Señor. Por consiguiente, las apariciones que de tiempo alcanzó a otros discípulos de Cristo. «Si
hecho acontecieron tras la muerte de Jesús, lleva- eso me alcanza, entonces yo sé que El vive. Expre-
ron a los apóstoles a reflexionar en dos direccio- sándolo en una terminología más antigua (cons-
nes: una de ellas funcional, dirigida al futuro: la ciente de los límites y condicionamientos de tal
misión. «La causa de Jesús sigue» (21); por la terminología) puedo hoy confesar: El vive. El no
predicación «Jesús nos alcanza hoy» (22). Otra, permaneció en la muerte. El resucitó» (24).
vuelta hacia el pasado, personal: Jesús resucitó de
entre los muertos. Esta afirmación está condicio- Toma de posición
nada por la antropología judaica según la cual no
hay vida sin cuerpo. Por eso la machacona insis- Esta interpretación de Marxen tiene mucho de
tencia de algunos textos de Lucas y Juan afirman- seductor y desencadenó una discusión sin prece-
do la corporeidad del Resucitado. Si un griego dentes. Su preocupación es pastoral: La fe en la
hubiese reflexionado sobre las apariciones del Se- Resurrección, dice, debe ser una fe que compren-
ñor, diría, de acuerdo con su antropología según la de lo que profesa; debe hablar a la existencia con-
cual el cuerpo es una cárcel y un mal: «Jesús aban- creta y dejar de ser una información neutra (25).
donó realmente su cuerpo». Hubiera afirmado la Marxen vio claramente dónde se plantea el proble-
vida de Cristo sin necesitar hablar de resurrección ma: en las apariciones que actuaron como un im-
pacto sobre los apóstoles. Nadie vio al Resucitado.
Existen testigos que afirman la Resurrección por

(20) Id., 20.


(21) Id., 30: Die Sache Jesu geht weiter; cfr. (23) Id., 33.
Schubert, K., en Kairos, 11 (1969), 145-149). (24) Id., 39.
(22) Id., ibid. (25) Id., 11,38.
38 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 39

las vivencias que tuvieron (apariciones) tras la la vida biológica, sino la transfiguración de un
muerte de Jesús. ¿Es legítimo interpretar esas vi- hombre destrozado en la cruz. Todavía más: un
vencias diciendo: Jesús resucitó? ¿O es algo que maldito de Dios (Dt 21,23; Gal 3, 13) es «eleva-
se legitima sólo dentro de las categorías apocalípti- do», se le hace «sentarse a la derecha de Dios» y
cas del tiempo de los apóstoles, de modo que no- es «intronizado como Hijo de Dios en poder»
sotros deberíamos traducir hoy ese mensaje a (cfr. Rom 1,4; Hch 13,33). Los apóstoles queda-
otras coordenadas de comprensión? ron sorprendidos y dominados por este impacto
Para dar una respuesta a esto, hemos de sope- que se situaba fuera de sus posibilidades de repre-
sar dos elementos: Primero, el concepto que el sentación. De otro modo, jamás habrían predicado
NT tiene de la Resurrección no corresponde exac- al Crucificado como Señor. Sin «ese algo» que
tamente al de las esperanzas apocalípticas de resu- aconteció en Jesús no se explica el hecho de que la
rrección del judaismo tardío (26). Los saduceos Resurrección de Jesús aparezca siempre religada,
la negaban; los fariseos creían en una revivificación en la predicación, a la muerte y sepultura.
previa, es decir, en una vuelta a las condiciones de Con razón decía Dahl, refiriéndose a Bult-
vida de este viejo eón. En Me 12,23 Cristo mismo mann, algo que vale aún mejor para Marxen: «Los
corrige semejantes representaciones. Resurrección acontecimientos de la pascua no fueron previstos
para el NT es el paso del mundo presente al mun- por los discípulos. Fueron hechos que sucedieron;
do futuro; de la historia a la meta-historia, transfi- son algo que debe ser interpretado (interpretan-
guración y actualización radical y total de las posi- dum), más que una interpretación del significado
bilidades del mundo presente. En una palabra: la de Jesús y de su muerte» (27).
Resurrección es la realización del Reino de Dios Y con ello abordamos un segundo elemento
en lo referente a la condición humana. La Resu- sobre el que se debe reflexionar: ¿Necesitaban los
rrección de Cristo no es la vuelta de un cadáver a apóstoles hacer una interpretación para descifrar
este hecho? Las apariciones narradas en el NT no
son algo totalmente indeterminado y vago que exi-
(26) Cfr. Grelot, P., «la résurrection de Jésus et
son arriere-plan biblique et juif», en La Résurrection du giese reflexión e interpretación para ser descifra-
Christ et l'exégése moderne, op, cit., 17-54, espec. 39 ss.
(trad. castellana en Studium 1970); Schubert, K., «Die
Entwicklung der Auferstehungslehre von der nachexilis-
(27) Dahl, N. D., «Eschatologie und Geschichte im
chen bis zur frührabbinischen Zeitz», en Biblische
Lichte der Qumrantexte», en Zeit und Geschichte Tübin
Zeitschrift, 6 (1962), 177-214; Id. «Interpretament Au- gen 1964, 14; Kremer, ]., Das atieste Zeugnis, op. cit.
ferstehung», en Wort und Wahrbeit (1968), 78-80.
40 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 41

do, más bien todo lo contrario. Se emplea el tér- los muertos, implicadas en el horizonte apocalípti-
mino que es considerado por exegetas de talla co- co en que se movían (29).
mo técnico en la temática de revelación: óphthe Si quisiéramos admitir que la Resurrección sea
(aoristo medio o pasivo de oráo), con el significa- una interpretación, lo haríamos sólo con la condi-
do: «se dejó ver, apareció» (28). Con ello se ción de añadir: es una metáfora que, de hecho y en
acentúa la iniciativa venida de fuera y que actuó forma adecuada, expresa el encuentro personal de
como un impacto sobre los apóstoles. Los apósto- los apóstoles con el Jesús vivo. No es, por tanto,
les tuvieron encuentros con el Señor que ahora una expresión que puede sin más ser cambiada por
vivía bajo otra forma. El encuentro personal es otra como «la causa de Jesús sigue» o «El nos sale
mucho más rico que un simple ver (óphthe); es hoy todavía al encuentro». Los textos del NT de-
comunión de personas, un estar ahí, frente a frente jan muy claro que por la Resurrección algo aconte-
en mutua presencia; es un diálogo de tú a tú, ció en Jesús y que eso provocó la fe en los apósto-
enmarcado en el «esprit de finesse» de la recípro- les, y no viceversa.
ca inmediatez y no en el «esprit de géométrie»
que pide pruebas y averiguaciones científicas. To-
3. W. Pannenberg: La Resurrección es realmen-
do encuentro humano rompe los esquemas prefa- te una interpretación de las apariciones, pero
bricados. Se sitúa en otro plano de referencia en el insustituible, pues alcanzan el hecho histórico.
que valen la comunicación personal, la amistad, el
amor, la delicadeza y recíproca abertura en una R. Bultmann se desinteresaba por el hecho
simbiosis de dar y recibir. Esto fue lo que hizo histórico de la Resurrección. W. Marxen ve en él
que los apóstoles afirmaran: «Jesús resucitó ver- un interés en cuanto interpretación condicionada
daderamente» (Le 24,34), y no tanto las repre- por la atmósfera cultural de la época, pero se de-
sentaciones y esperanzas de una resurrección de sinteresa de su valor permanente ya que puede ser
intercambiada por otra interpretación. W. Pan-
nenberg, profesor de Teología sistemática protes-
tante en Munich y cabeza de un grupo de teólogos
(28) Cfr. Michaelis, W., en ThWNT V, 315 ss.,
espec. 359; Grass, H., Ostergeschehen und Osterberichte,
op. cit., 186-232, espec. 186-189. Cfr. el mismo Marxen (29) En esto insistió fuertemente Schubert en el
W., en «Die Auferstehung Jesu», op. cit., 20 (trad. Simposio Internacional de Roma; cfr. Rosa, G., «II cris-
castellana: La resurrección de Jesús de Nazaret, Herder, tiano di oggi di fronte alia risurrezione di Cristo», en
1974). Civiltá Cattolica, 121 (1970), 369.
42 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 43

que se apartaron de la problemática bultmanniana muy distinto de una mera revivificación de un ca-
y propugnan una concepción de la revelación en dáver en el sentido del levantarse y deambular de
cuanto historia, se interesa justamente por la in- acá para allá de un muerto. La Resurrección es
terpretación de las apariciones como factor insus- nueva vida (cfr. 1 Cor 15,35-56): Una transfor-
tituible incluso para nosotros hoy, pues dan acceso mación radical de la existencia corporal hacia una
al hecho histórico de la Resurrección de Je- existencia pneumática, totalmente determinada y
sús (30). Tras la crucifixión los apóstoles fueron henchida por Dios (1 Cor 15,38-42.50-53). Al em-
sorprendidos por Jesús, resucitado de entre los plear la metáfora desea expresar esa realidad abso-
muertos, que se comunicó con ellos por medio de lutamente nueva de que Jesús vive una exis-
apariciones. Para expresar esa nueva realidad, sin tencia corporal totalmente diversa de la del viejo
analogías dentro de la historia (la Resurrección de eón. Se considera esto como el irrumpir del mun-
Jesús es diversa de la revivificación del joven de do nuevo: Cristo es el primero entre muchos her-
Naím (Le 7,11-17), de la hija de Jairo (Me 5,35- manos (Rom 8,29); primicia de los que murieron
43 par) o de Lázaro (Jn 11) (31)), los apóstoles y ahora resucitan (1 Cor 15,20; Col 1,18; cfr.
echaron mano de metáforas del mundo apocalípti- Hch 1,15; 3,15); aquel por quien todos somos
co. Una de ellas era la de la resurrección de los vivificados (1 Cor 15,22) (32). Un hecho seme-
muertos, concebida como un despertar del sueño y jante sólo puede ser expresado en el lenguaje de la
un levantarse. Lo mismo acontecerá al fin del expectativa escatológica, simbólica e insuficiente,
mundo. Evidentemente, el lenguaje es simbólico: ya que está tomada de las categorías del viejo
la realidad pensada y su modo son «toto coelo» mundo; y sin embargo, es insustituible (33). Sin
diversos. Los hombres del mundo antiguo no pue- ella perdemos la realidad pensada y testimoniada
den hacer representaciones adecuadas de cómo se- por los textos del NT. Si es de tal naturaleza que
rán los hombres en el mundo nuevo. El NT asu- solamente puede ser expresada por el lenguaje
mió la metáfora Resurrección, pero piensa en algo simbólico y anunciada por apariciones, entonces
las apariciones y las expresiones simbólicas garan-
tizan el carácter histórico del hecho-Resurrección
de Jesús. El historiador, al constatar las aparicio-
(30) «Grundzüge der Christologie», Gütersloh
1969 3 , 47-112 (trad. castellana: Fundamentos de Cristolo-
gia, Sigúeme, 1947). Id. «Dogmatische Erwagungen zur
Auferstehung», en Kerygma und Dogma, fase. 2 (1968),
105-108. (32) Id., 71-73.
(31) Grundzüge, op. cit., 69-85. (33) Id., 95.
44 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 45

nes, alcanza también el hecho-Resurrección mani- Tal vez Pannenberg, para evitar equívocos,
festado en ellas. Si las apariciones poseen carácter hubiera debido expresarse como lo hizo E. Dhanis
histórico (lo que no es puesto en duda por W. en el comunicado conclusivo del Simposio inter-
Marxen, al menos en lo tocante a su núcleo cen- nacional de Roma sobre la problemática de la Re-
tral), también lo posee la Resurrección. En caso surrección, distinguiendo entre un hecho directa-
contrario, jamás podríamos decir que la Resurrec- mente histórico y otro indirectamente histórico.
ción aconteció en un determinado momento de Aquél es asequible en sí mismo, mediante los mé-
nuestra historia (34). todos propios de la investigación histórica; éste, el
indirectamente histórico, sólo es alcanzable me-
diante la reflexión sobre hechos históricos (35).
Toma de posición
La Resurrección no es un hecho directamente
La posición de Pannenberg es familiar a oídos histórico. Nadie la vio. Sin embargo, es un hecho
católicos. Concede que la fe en la Resurrección es indirectamente histórico porque los apóstoles, re-
una interpretación de las apariciones. Es, sin em- flexionando sobre el sepulcro vacío, encontrándo-
bargo, una interpretación inmediata que alcanza la se en las apariciones con Jesús vivo, pudieron lle-
realidad nueva y la expresa de forma adecuada a gar a un convencimiento y decir: «Dios lo resucitó
su naturaleza (mundo nuevo, hombre nuevo: 2 de entre los muertos» (Hch 3,15; 4,10). La Re-
Cor 5,17), es decir, simbólicamente. ¿Cómo po- surrección no es la revivificación de un cadáver,
dremos hablar de cielo nuevo y tierra nueva si no sino que es la intronización de la realidad corporal
es simbólicamente? Pannenberg insiste con razón de Jesús, transfigurada, en la gloria de Dios. Esto
en la Resurrección como hecho histórico, en el funda un hecho de naturaleza diversa a la de los
sentido de que realmente se verificó dentro de la hechos históricos comunes. Tal novedad de vida
historia, aun cuando el acceso a ella sea indirecto, humana dejó, con todo, señales y huellas entre los
mediante las apariciones. hombres (el sepulcro vacío, las apariciones), que
una vez reflexionadas e interpretadas nos dan la
certeza moral, que es la certeza propia a la histo-
ria, de que la historia de Jesús no acabó en la cruz
(34) Id., 96; Cfr. también Moltmann, J., «Auferste- sino en la Resurrección. La Resurrección es el
hung und Jesu Cbristi», en «Theologie der Hoffnung»,
München 19666, 125-209 (trad. castellana: Teología de la
Esperanza, Sigúeme. 1977), en la misma línea que Pannen-
berg. (35) Rosa, G., U cristiano di oggi, op. cit., 370-371.
46 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 47

punto de partida de la Cristología. A partir de ella la utilización de los más recientes métodos exegé-
los apóstoles y los autores del NT comenzaron a ticos (historia morfo-crítica, historia de las tradi-
preguntarse: ¿Quién es ese Jesús de Nazaret a ciones y de las diversas redacciones, etc.); y hasta
quien Dios resucitó de entre los muertos? Y bajo en la osadía y libertad para deducir conclusiones
esa nueva luz fueron releyendo y descodificando la de los análisis realizados. A título de sistematiza-
historia de Jesús «kata sárka» (según la carne), ción, dividiremos las tendencias del modo siguien-
es decir, comenzaron a hacer y a escribir la Cristo- te (37).
logía. En ese horizonte escribe también Pannen-
berg su grandiosa Cristología, en gran consonancia
con la Cristología católica (36). 1. Tendencia tradicional: La Resurrección es, in-
diferenciadamente, un hecho histórico
II. INTERPRETACIONES DE LA FE EN LA
RESURRECCIÓN EN LA TEOLOGÍA Esta posición era asumida en toda la línea por
CATÓLICA. casi todos los manuales de teología dogmática y de
teología fundamental. La Resurrección era consi-
Las discusiones exegético-sistemáticas en el cam- derada la prueba principal de la divinidad y vera-
po protestante no dejaron de influenciar a la teo- cidad del cristianismo. Recientemente fue todavía
logía católica, especialmente a la exégesis. En el propuesta por E. Gutwenger (38). Según este au-
momento presente, debido a la opinión de W. tor, la Resurrección es un hecho histórico sin más
Marxen, se han desencadenado también de parte basado en la realidad de las apariciones. La con-
católica una serie de reacciones tomando posición vicción de la Iglesia primitiva, dice Gutwenger,
o incluso asumiendo rasgos de las soluciones ante- muestra «que el Jesús vuelto a la vida se manifies-
riormente presentadas. En lo referente a la exége- ta como alguien vivo entre los vivos, de suerte
sis, se puede decir sin exageración que los autores que quien lo veía tenía la impresión de ver a un
católicos no son en nada inferiores a sus colegas
protestantes, tanto en su espíritu crítico como en
(37) Cfr. la bibliografía citada ya en la nota 5.
(38) «Zur Geschichtlichkeit der Auferstehung Je-
(36) Cfr. Schnackenburg, R., «Cristología del Nue- su», en ZKTh, 88 (1966), 257-282; véanse también las
vo Testamento», en Mysterium Salutis I I I , 1, Cristian- críticas aducidas por Gaechter, P., «Die Engelerschei-
dad, 1969, 245-410; «la Resurrección como punto de nungen in den Auferstehungsberichten. Untersuchung ei-
partida y principio de la Cristología». ner Legende», en ZKTb, 89 (1967), 191-202.
48 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 49

hombre en su vida diaria» (39). De forma un carácter histórico, como irrupción de una realidad
poco más diferenciada, pero fundamentalmente escatológica dentro de nuestra historia, no puede
idéntica, esta posición es defendida también por equipararse a otros datos históricos.
W. Bulst en el reciente diccionario «Sacramentum
Mundi» (40). La obra de F. X. Durrwell, «La Re-
surrección de Jesús, misterio de salvación» (41), 2. Tendencia de la exégesis moderna positiva: La
representa, por parte católica, una novedad en Resurrección es un hecho de fe en la Iglesia
cuanto supone una sistematización impresio- primitiva.
nante de la fe en la Resurrección en sus vincula-
ciones con la redención, con la historia de Cristo, En esta tendencia se integra el grupo de exege-
con la Iglesia y sus sacramentos y con la consuma- tas que con la ayuda de los modernos métodos de
ción celeste. Su preocupación crítica, sin embargo, la exégesis llegan a descubrir la fe de la Iglesia
dadas las exigencias del debate actual, es muy exi- primitiva sin cuestionar temáticamente qué es in-
gua. Es sintomático que la teología de San Juan flujo del ambiente cultural, qué es lo histórico y
ocupe el lugar principal en sus reflexiones, lo que qué es elaboración teológica sobre hechos históri-
muestra el carácter preferentemente teológico y cos. Su interés se concentra en los textos tal como
menos exegético-crítico de su trabajo. En contra los poseemos, asegurados por un serio análisis crí-
de Gutwenger tenemos que resaltar que Resurrec- tico-literario. J. Schmitt (42) es uno de sus mejo-
ción no es lo mismo que revivificación. Por eso su res representantes. Constata él que la Resurrec-
ción era considerada por los apóstoles como un
hecho histórico de igual manera que la vida y la
(39) Id., 279. muerte de Cristo. La Resurrección es corporal y es
(40) Sacramentum Mundi I, Herder 1972, 413-416, «más que un hecho histórico». Es la «palabra»
y todavía antes en LThK I, 19572, 1.035-1.038.
(41) En una línea semejante parece situarse la obra decisiva del diálogo que Dios lleva a cabo con los
de J. Comblin, A Ressurreicao, Herder, S. Paulo, 1965; hombres, el argumento principal por el que Dios
Cfr. también artículos anteriores como Jansens, A., «De quiere convencer a los hombres de su fidelidad, de
valore soteriologico resurrectionis Christi», en EThL 9
(1932), 225-233; Grotty, N., «The Redemptive Role of
Christ's Resurrection», en The Tbomist 25 (1962), 54-
106. Excelentes perspectivas sistemáticas ofrece Klappcrt,
(42) «Jésus ressucité dans la prédication apostoli-
B., en el libro colectivo Diskussion um Kreuz und Aufers-
que», París, 1949; además la entrada «Auferstehung» del
tehung: Aspekte des Aúferstehungsgeschehen, op. cit.,
LThK I, 19572, 1.028-1.035; y por fin en Sacramentum
10-52.-
Mundi I, 405-413.
50 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 51

su «sabiduría» y de su poder» (43). A los ojos de saria, y sin embargo insuficiente, en relación con las
los apóstoles la Resurrección es la respuesta del preguntas que hacen los hombres de hoy.
Padre a la sumisión del Hijo (cfr. Me 15,34 par):
la recompensa por su obediencia hasta la muerte
(cfr Flp 2,9). Un poco en esta línea se sitúa el 3. Tendencia de la exégesis hermenéutica: La
excelente libro de P. Benoit, «Pasión y Resurrec- Resurrección es indirectamente un hecho histó-
ción del Señor» (44). La crítica literaria e históri- rico, proclamado en las categorías de la época.
ca halla en su estudio un terreno privilegiado que
acompaña a la preocupación por deslindar el hori- Existe un buen grupo de serios exegetas cató-
zonte teológico típico de ,cada evangelista (45), licos que no solamente se interesan por la fe del
patente en el modo como trabajan sobre el mate- NT sino también y principalmente por ver la géne-
rial tradicional. sis de esa fe: cómo dio origen a las diversas tradi-
ciones, cómo fue evolucionando desde elementos
La discusión, tal como se plantea hoy, denota
nucleares hacia elaboraciones cada vez más am-
ante todo una preocupación hermenéutica: ¿Có-
plias, hasta terminar en el estado actual de los
mo hemos de entender hoy lo que los apóstoles
textos (46). Un elemento es unánimemente afir-
comprendieron en otra época? ¿Cómo vamos a
mado: la Resurrección no es directamente un he-
predicar y testimoniar la novedad expresada en
cho histórico, capaz de ser detectado por el histo-
coordenadas que ya no son las nuestras? ¿Hasta
riador (47). Es un hecho que aconteció en Jesús,
qué punto los apóstoles atestiguan una experien-
accesible para la fe basada en los testimonios de los
cia original? ¿Hasta qué punto realizan un trabajo
teológico, apologético o cultural? Los textos ac-
tuales contienen en su subsuelo todas estas ten-
dencias. De ahí que una exégesis que se centre (46) Cfr. la bibliografía de la nota 5. Los artículos
principalmente en descubrir la fe del NT sea nece- de revistas científicas son numerosos en los diversos idio-
mas. Una perspectiva teológico-exegética segura ofrece M
behmaus, Der Glaube der Kirche, München, 1969, 453-
486 (trad. castellana: La fe de ia Iglesia, Rialp', 1971).
(47) Trilling, W., Jesús y los problemas de su histo-
(43) Sacramentum Mundi, op. cit., 408. ricidad, Barcelona, 1970, 169; Schnackenburg, R. «Ha-
(44) Du Cerf, París, 1966. Véase también Sint, J., ben wir die Bibel falsch ausgelegt?», en Alte Fragen
«Die Auferstehung in der Verkündigung der Urgemein- Neue Antworlen? Neue Fragen alte Antworten?, Würz-
burg 1967 119-121; Schierse, F. J., «Um die Wirklich-
de», en ZKTh 89 (1962), 129-151.
Jceit der Auferstehung Jesu», en Stimmen der Zett 92
(45) Id., 5.
(1967). 221-223.
52 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 53

que vieron a Jesús después de haber sido crucifica- interpretando el sepulcro vacío y las apariciones.
do. Su nueva vida no cae bajo categorías biológicas Los mismos hechos fueron a su vez interpretados
(en las que reina la muerte) sino que pertenece ya a en categorías escatológicas de Resurrección de en-
la esfera divina de la vida eterna (48). Por eso el tre los muertos. El estado actual de los textos
hecho-Resurrección penetra ya en el ámbito del contiene y combina ambas interpretaciones (53).
misterio que rompe las categorías de espacio y
tiempo (49). Su anuncio sólo puede ser revela- Para la apologética tradicional el sepulcro va-
do (50); si se hace patente dentro de la historia
cío es un elemento importante para la credibilidad
lo hará en forma velada por símbolos y aparicio-
de la Resurrección. Una comprensión más diferen-
nes (51). Las categorías para expresar ese modo
ciada de la realidad de la Resurrección llevó a los
nuevo de existir de Jesús estarán determinadas por
el ambiente de la época: Es elevado cabe Dios; está exegetas católicos a afirmar su carácter secunda-
sentado a la derecha de Dios; es intronizado como rio. «En ninguno de los cuatro Evangelios el des-
Hijo de Dios en poder; fue hecho Kyrios y Juez cubrimiento del sepulcro vacío es un argumento
universal, etc. (52). Es la utilización del esquema convincente a favor de la verdad del anuncio pas-
apocalíptico de humillación-exaltación del justo cual» (54). No acusó la fe sino el miedo y la fuga
(Me 16,8; Le 24,5; Mt 27,8) (55). El tema del
sepulcro vacío es tan secundario que no debe ser
considerado condición para la verdadera fe en la
(48) Rahner, K., título «Resurrección», en Sacra- Resurrección. Según M. Brandle, «el cuerpo con
mentum Mundi I, 420-425; Ratzinger, J., Einführung in existencia renovada (de Cristo) no viene del se-
das Christentum, München, 1968, 249-257 (trad. castella-
na: Introducción al Cristianismo, Sigúeme, 1970).
(49) Kessler, H., «Fragen um die Auferstehung Je-
su», en Bibel und Kirche, 22 (1967), 2 1 .
(50) Kolping, A., «Auferstehung», en Handbuch (53) Cfr. principalmente Seidensticker, P., Die Au-
ferstehung Jesu in der Botschaft der Evangelisten, Stutt-
theologischer Grundbegrifje, I (publicado por H. Fríes),
gart, 1968, 38-58; Wilkens, U., «Die Uberlieferungsges-
München, 1962, 141. chichte der Augerstehung Jesu», en Die Bedeutung der
(51) Michiels, R., «Notre foi dans le Seigneur res- Auferstebungsbotschaft, op. cit., 41-64.
suscité», en Coliectanea Mechliniensia 55 (1970), 227-
(54) Kremer, J., Die Osterbotschaft der Evangelien,
253, espec. 242-245; Léon-Dufour, X., «Apparitions du op. cit., 136; Id., «Ist Jesús wirklich von den Toten
ressucité et herméneutique», en La Résurrection du auferstanden?», en Stimmen der Zeit, 94 (1969), 310-
Christ et L' exégese moderne, op. cit., 153-173. 320j
(52) Cfr. Brandle, M., «Zum urchristlichen Vers- (55) Cfr. Voegtle, A., «Er ist auferstanden, er ist
tándnis der Auferstehung Jesu», en Orientierung, 6 nicht hier», en Bibel und Leben, 1966, 69-73.
(1967), 65-71.
54 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 55

pulcro sino del cielo» (56). La Resurrección, Y sin embargo, nos parece que esta solución se
piensa él, no quiere decir glorificación del cuerpo presenta como minimalista en exceso. Es sintomá-
terreno, sino una auténtica nueva creación por tico que los cuatro Evangelios relaten el hecho del
parte de Dios. sepulcro vacío e insistan en la identidad del cruci-
Ya la biología nos dice que de siete en siete ficado con el Resucitado. Aun cuando a priori pa-
años se renuevan casi todas las células de nuestro rece que nada se opone al pensamiento de que el
cuerpo biológico. ¿Con qué cuerpo hemos de resu- cuerpo glorificado sea distinto del cuerpo carnal,
citar? No sabemos lo que es la materia, por eso no con todo existen razones suficientes para que afir-
debemos arriesgarnos a hacer declaraciones, dog- memos tal identidad. En primer lugar, porque los
máticas sobre temas que pueden ser reformulados propios testimonios apostólicos lo hacen. En se-
en cualquier momento. La identidad de nuestro gundo lugar, ¿cómo se podría predicar de manera
cuerpo no se basa, por tanto, en la identidad de la responsable la Resurrección de Jesús de entre los
materia, sino en la estructura y las leyes que regu- muertos si los habitantes de Jerusalén podían
lan los procesos de la materia. Esa identidad se constantemente señalar el cadáver de Jesús?
conserva en la Resurrección (57). Por eso el se- Además existe una razón interna de orden teo-
pulcro de Cristo no tiene por qué estar vacío. H. lógico. El cuerpo de Jesús, si bien sárquico (débil
Ebert, pensando en la línea de Brandle y admitien- y limitado), no estaba incluido en, ni manchado
do que la Resurrección no es, sin más, la transfor- por el pecado como está estigmatizado nuestro
mación de un cadáver depositado en la sepultura, propio cuerpo; expresaba en forma humana y co-
concluye: «Si así fuese, el sepulcro vacío no sería municadora la divinidad. Nuestro cuerpo es rebel-
hoy para nosotros un milagro-señal, sino algo ex- de y no expresa adecuadamente nuestra interiori-
traño que dificulta más que ayuda a la fe. Exage- dad. En Jesús, el cuerpo llegaba a la sintonía de
rando un poco, deberíamos en ese caso creer, no a quien superó ya todas las alienaciones. No era sólo
causa del sepulcro vacío, sino a pesar de él» (58). el órgano de Dios en el mundo. Era Dios mismo
corporalmente presente. Por eso, si ya en vida ex-

(56) «Musste das Grab leer sein?», en Orientie-


rung, 31 (1967), 108-112; cfr. 112.
(publicado por Th. Bogler), Ars Litúrgica, Maria Laach,
(57) Id., 109. 1968, 42-51, espec. 48; Schenke, L., Auferstebungs-
(58) Ebert, H., «Die Krise des Osterglaubens», en verkündigung und leeres Grab. Eien tradüionsges-
Hochland, 60 (1968), 305-331, 325; Broer, «Das leeré chichtliche Untersuchung von Mk 16, 1-8, Stuttgart, 1968,
Grab. Ein Versuch», en Fest der Auferstehung heute
56 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 57

presaba la comunión y la interioridad divina y hu- Juan, hasta las burdas representaciones de la Re-
mana, cuánto más ahora, por la Resurrección, ten- surrección de Jesús en los apócrifos, especialmen-
dría esa capacidad potenciada al máximo. Desde el te en el evangelio apócrifo de San Pedro, en la
primer momento, El fue carne nueva que iba cre- Epistula Apostolorum y en el fragmento séptimo
ciendo en edad y gracia hasta lograr la plenitud del evangelio a los hebreos (60). Un caso aparte,
por la Resurrección. Por ello creemos poder afir- dentro de la teología católica, lo constituye el dis-
mar, con buenas razones teológicas, la identidad cípulo de M. Schmaus, el teólogo y filósofo seglar
personal del cuerpo del Jesús sárquico y la del H.R. Schlette (61).
pneumático. Sin embargo, como insistimos siem-
pre y como ya hacía Tomás de Aquino: «Resuci-
tando, Cristo no volvió a la vida conocida común- 4. H. R. Schlette: La Resurrección es una inter-
mente por los hombres, sino que asumió la vida pretación retroactiva de la vida de Jesús.
inmortal y conforme a Dios» (Sum. Theol. III, q.
75, a. 2). El telón de fondo de la interpretación de
De todos modos, el hecho decisivo para la fe Schlette es su concepto de epifanía como historia.
en la Resurrección lo constituyen las apariciones, Lo típico de la teología del AT no es la narración
interpretadas, como vimos hace poco, en el marco histórico-fáctica, sino el detectar el sentido latente
de dos categorías de pensamiento disponibles a los al interior de los hechos. Ver la mano de Dios en
discípulos: la apocalíptica y la escatológica. La el corazón de la historia es detectar su epifanía en
exégesis católica, con J. Kremer, H. Ebert, Ph. el mundo. Con la historia de Jesús los apóstoles
Seidensticker, A. George, A. Kehl y otros (59), siguieron el mismo procedimiento. La vida de Je-
han estudiado a fondo la evolución por la que pasa- sús fue la máxima epifanía de Dios: predicó el
ron las representaciones, desde las espirituali- amor universal, se comprendió como servicio para
zantes de Pablo y Mateo, a través de concreciones los demás, y fue fiel a su mensaje en nombre de
crecientes por motivos apologéticos en Lucas y Dios hasta la muerte. Tras su muerte los discípu-
los se reúnen, hablan y se acuerdan de El, comen-

(59) Cfr. George, A., «Les récits d'apparitions aux


Onze a partir de Luc 24, 36-53», en La Résurrection du (60) Cfr, los textos recogidos y publicados por Sei-
Christ et l'exégese moderne., op. cit., 55-74; Kehl, M., isticker, P., Zeitgendsiche Texte zur Osterbotschaft
«Eucharistie und Auferstehung. Zur Deutung der Oste- Evangelien, Stuttgart, 1967, 55-65.
rerscheinungen beim Mahl» en Geist und Leben, 43 (61) Epiphanie ais Gescbkhte, München, 1966,
(1970), 90-125, espec. 113-125.
58 La Resurrección de Cristo La emergencia del hombre nuevo 59

tan sus palabras. «Les parecía imposible pensar contestación de parte católica (65). Su elabora-
que ese Jesús estuviese muerto y relegado al pasa- ción no se confronta con los textos del NT que
do como Abraham, David y Jeremías; cuando ha- constituyen las únicas fuentes y punto de partida
blan de El, cuando se reúnen, cuando comen y para cualquier reflexión acerca de la fe pascual.
beben juntos (así creen ellos) El está con ellos. ¿No cae Schlette en la psicologización de la escue-
Yahvé, que lo envió, lo deja ahora vivo en medio la de Tübingen con Strauss al frente? Aplica un
de ellos» (62). esquema desarrollado de acuerdo con la teología
Puede ser, aunque es difícil de constatar histó- del AT, a un fenómeno nuevo y sin paralelos en la
ricamente, que en esa atmósfera se dieran señales historia. De ese modo fuerza situaciones y no se
y fenómenos, interpretados como procedentes de adecúa a la total ausencia de pathos y a la despreo-
la mano de Dios, que asegurasen entre ellos la cupación descriptiva de las fórmulas más primiti-
verdad de que «Jesús y su mensaje no se habían vas acerca de la Resurrección de 1 Cor 15,3-5 y
acabado» (63). Esta reflexión interpretativa y re- Hch 2-5.
trospectiva de la vida pasada de Jesús, captando
en ella la máxima revelación epifánica de Dios,
llevó a los apóstoles a la afirmación de que resuci- III. CONCLUSIÓN.
tó verdaderamente. Una interpretación semejante
es legítima, pondera Schlette, para quien en su fe La exposición sumaria de las principales ten-
consigue ver la epifanía de Dios en la historia de dencias a propósito de la fe en la Resurrección
Jesús. Alguien así no podrá menos de afirmar: De permite entrever que la frase «Jesús resucitó» no
hecho él vive (64). es simple. No se trata, en un primer momento, de
negar o afirmar la Resurrección. Se trata, antes
que nada, de saber qué se entiende por Resurrec-
Toma de posición ción; cómo la interpretan las fuentes neotestamen-

La interpretación de Schlette, notablemente


influenciada por W. Marxen, sufrió una fuerte (65) Comentaron la concepción de Schlette: Ratzin-
ger, J., en ThR 63 (1967), 34-36; Voegtle, A., «Epipha-
nie ais Geschichte», en Oberheinisches Pastoralblat, ene-
ro 1967, 9-14; Schubert, K., «Interpretament Auferste-
(62) Id., 70-71. hung», en Wort und Wahrheit, 1968, 78-80; apoyó deci-
(63) Id., 71. didamente a Schlette: Brandle, M., Musste das Grab leer
(64) Id., 74-75. sein?, op. cit., 108-109.
60 La Resurrección de Cristo

tarias; y cómo reflexionó sobre esos datos la tradi-


ción. No es señal de ortodoxia el repetir viejas
fórmulas sin el esfuerzo de auscultar el presente y
las cuestiones que éste plantea. Hay herejías que
surgen por el celo en mantener la tradición intoca- 3
ble. La verdad cristiana sólo sigue siendo vida, y
no un objeto de museo, si se la traduce a los varios Los caminos de la
lenguajes de nuestros tiempos. Sólo así, nos dice
la «Gaudium et Spes» (n. 44): «la verdad revela-
exégesis crítica
da puede ser percibida siempre de modo más pro- sobre los textos de
fundo, ser entendida mejor y propuesta de modo la Resurrección
más adecuado». En este sentido intentaremos pre-
sentar algunas reflexiones de tipo sistemático acer-
ca de la verdad central de nuestra fe. Antes, sin
embargo, a título de orientación, conviene referir,
sumariamente, el actual estado de la exégesis so-
bre los textos que hablan de la Resurrección.

Los estudios exegéticos-críticos acerca de los


textos de la Resurrección se han convertido en un
mare mágnum en el que resulta difícil orientarse,
incluso a los mismos especialistas. Lo que aquí
presentamos no quiere ser más que una indicación
de las pistas por las que camina hoy la exégesis,
tanto católica como protestante ( 1 ) . Esto nos

(1) Véase la bibliografía ya citada en las notas 4 y


5 del cap. II.
62 La Resurrección de Cristo Los caminos de la exégesis crítica 63

ayudará a comprender mejor las diversas interpre- en Hechos y en 1 Cor 15,3-5: a) Cristo murió...
taciones expuestas arriba y deberá servir de base a fue sepultado; b) fue resucitado (o Dios lo resu-
nuestras reflexiones de tipo sistemático. citó: Hch 2 , 4 ) ; c) según las Escrituras; d) apare-
ció a Kefas y después a los doce (o «y de ello no-
sotros somos testigos»: Hch 2 , 3 2 ) .
1. ¿Cómo era la predicación primitiva sobre la En los discursos de Pedro en Hechos (2-5) el
Resurrección?
mensaje pascual se anuncia en el marco de dos
categorías de pensamiento: una apocalíptica y otra
Los exegetas están de acuerdo en que la predi-
escatológicaH
cación primitiva de la Iglesia sobre la Resurrec-
ción no hay que buscarla en los Evangelios, ni en En la apocalíptica, que florecía en el judaismo
San Pablo, sino en las fórmulas pre-paulinas y post-exílico, estaba la idea del justo sufriente, hu-
pre-sinópticas, que descubrimos, mediante los mé- millado y exaltado por Dios (cfr. Sab. 5,15 s.).
todos morfocríticos, integradas en San Pablo, en Esto se convirtió en un leitmotiv de la Cristología
los Evangelios y especialmente en los Hechos ( 2 ) . antigua, como en Le 24,26 y Flp 2,6-11: «Se hu-
En los discursos de Pedro de Hch 2-5 y en Pablo milló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó». En los
1 Cor 3-5 nos encontramos esas antiguas fórmu- discursos de Pedro encontramos una explicación
las. Pablo dice expresamente que «transmite» lo semejante del acontecimiento pascual: «Vosotros
que él mismo recibió» (1 Cor 15,3). El mismo lo matasteis... sin embargo, fue elevado a la dere-
estilo literario de 1 Cor 15,3-5 refleja la antigüe- cha de Dios» (Hch 2,24.33). Y más adelante:
dad de la fórmula que Pablo ya encontró acuñada «Dios lo exaltó a su derecha como Autor (de la
en la comunidad de Jerusalén, alrededor del vida) y Salvador» (5,30.31; cfr. 3,13-15). Muy
año 35 con motivo de su primer viaje a aquella ciu- probablemente este esquema vaya ligado al otro
dad ( 3 ) . La estructura formal, rígida, es la misma del ocultamiento de Jesús (cfr. Hch 3,21) y al del
profeta Henoc y Elias. Así como Elias fue «arreba-
tado» al cielo (2 Re 2, 9-11; 1 Mac 2,58) de la
(2) Cfr. Delling, G., «Die Bedeutung der Aufers- misma forma sucedió con Jesús (Hch 1,9-11.22;
teung Jesu für den Glauben an Jesús Christus. Ein exege- Me 16,19; Le 9,51; 1 Tim 3,16; 1 Tes 4,16.17; y
tischer Beitrag», en Die Bedeutung der Auferstehung-
sbotschaft, op. cit., 67-90; Seidensticker, P., Die Aufers- Apoc 13,5). El empleo de esta terminología pue-
tehung Jesu, op. cit., 9-58; Kremer, J., Das alteste Zeug- de ciertamente haber sido sugerido por el hecho
nis, op. cit., 25 ss. de la desaparición del cuerpo de Cristo (Me 16,6;
(3) Kremer, J., Das alteste Zeugnis, op. cit., 25-30. Mt 28,5; Le 24,3.12; Jn 20,2) a lo que los textos
64 La Resurrección de Cristo Los caminos de la exégesis crítica 65

dan cierta importancia. El Jesús de San Juan habla dad de la transfiguración de la existencia terrena
el lenguaje primitivo del anuncio pascual. La Re- de Jesús. De ahí descubrimos que los fenómenos
surrección es comprendida como elevación, glorifi- de las apariciones, de los diálogos con Jesús vivo
cación e ir junto al Padre. Tal concepción se religa después de la crucifixión y del sepulcro vacío, no
al tema del Mesías, del Hijo del Hombre y del Sier- habían sido inmediatamente interpretados como
vo sufriente que es exaltado. De igual modo se Resurrección de la carne sino como elevación y
interpretan en Hechos, los Salmos 110 (Hch 2,
glorificación del justo sufriente. Esta parece haber
34 s.) y 2 (Hch 4,26). Los hechos pascuales son
sido la interpretación más antigua (4). Evidente-
contemplados como intronización del Mesías-Rey
mente que también presupone al Cristo transfigu-
en cuanto «Señor y Cristo» (Sal 2; Hch 2,36) y su
elevación como «Señor y Salvador» (5,31). rado y el sepulcro vacío. Pero todavía no se llamó
a eso Resurrección. Más tarde, debido a las polé-
micas y por motivos kerigmáticos, los fenómenos
El mensaje pascual se interpreta también con
arriba mencionados fueron interpretados más ade-
otra categoría de pensamiento, la escatológica. Se-
gún ella, se esperaba al final de los tiempos la cuadamente como Resurrección, en el sentido de
resurrección de los muertos. Los apóstoles habían total transfiguración de la realidad terrena de Je-
percibido en la Resurrección de Jesús la realiza- sús. Por eso la Resurrección es referida siempre a
ción de un hecho escatológico. Si hablan y anun- la historia de Jesús: a su muerte y sepultura.
cian la Resurrección esto significa, en los moldes La interpretación de los fenómenos pascuales
de las categorías bíblicas, Resurrección real y cor- en cuanto Resurrección ya es testimoniada por Pa-
poral. Una vida sin cuerpo, por más que glorifica- blo en 1 Cor 15,3-5 como indicamos antes (5). La
do (Me 13,43), es algo impensable para un judío. expresión «fue resucitado al tercer día» puede ser
Como las manifestaciones de Jesús presentaban a
un Jesús glorificado, al usar la terminología de la
Resurrección se hacía necesario dejar bien clara la (4) Seidenstickcr, P., Die Auferslehung Jesu, op.
identidad entre el crucificado y el glorificado. Los cit., 17.
(5) Además de la obra de Kremer arriba citada,
textos de Hch 2,23; 3,15; 5,30, acentúan esa véase: Mussner, R, «Schichten in der paulinischen Theo-
identidad, igual que más tarde lo harían Lucas y logie, dargetan an 1 Kor 15», en Biblische Zeitschrift, 9
Juan frente a los griegos. Esta terminología recal- (1965), 59-70; Gnilka, J., «Das christologische Glau-
có en gran parte la otra de origen apocalíptico por bensbekenntnis 1 Kor 15,3-5», en Jesús Christus nach
frühen Zeugnissen des Glaubens, München, 1970, 44-60,
motivos obvios, pues frente a la negación del he- con la extensa bibliografía allí citada; Winter, P., «1
cho de la Resurrección había que acentuar la reali- Corinthians XV 3b-7», en NT 9 (1957), 142-150.
66 La Resurrección de Cristo Los caminos de la exégesis crítica 67

una reminiscencia histórica, pero es también una del evangelio de Pablo sobre la libertad cristiana
expresión oriental para decir: Cristo permaneció frente al culto de la ley del judaismo bíblico.
sólo temporalmente en la sepultura. Según la Las fórmulas de fe en 1 Cor 15 y en Hch 2-5
creencia generalizada, tras ese espacio de tiempo, permiten entrever, por su formulación rígida, que
la vida se separaba definitivamente del cadáver. la Resurrección no es ningún producto de la fe de
Cuatro días significaría una permanencia definiti- la comunidad primitiva, sino testimonio de un im-
va (cfr. Didajé 11,5) (6). La expresión «según pacto que se les impuso. No es una creación teoló-
las Escrituras» no necesita referirse a ningún pasa- gica de algunos entusiastas de la persona del Naza-
je explícito. Únicamente intenta expresar la uni- reno, sino testimonio de fenómenos acontecidos
dad de la acción salvífica: El Dios que actuó en después de la crucifixión y que los obligaban a
otro tiempo en el AT tuvo ahora su máxima actua- exclamar: Jesús resucitó verdaderamente. Ese pe-
ción resucitando a Cristo. La referencia a los testi- queño credo proclama los «Magnalia Dei» realiza-
gos no tiene por qué ser cronológica. La aparición dos en Jesús y corresponde al credo judío de Dt
a Pedro aparece ya en una de las fórmulas más 26,5-11 (8). El sepulcro vacío no es tema de pre-
antiguas de todo el NT: «Jesucristo resucitó ver- dicación, sino más bien su supuesto. Las aparicio-
daderamente y se apareció a Simón» (Le 24,34). nes son siempre atestiguadas como fundamento de
La aparición a los 500 hermanos de una vez, no ha las dos posibles interpretaciones, sea como eleva-
de ser tomada al pie de la letra (7). Quizás esa ción-glorificación del justo de Dios, sea como
aparición sea la misma indicada por Mt 28, 16 ss. Resurrección en el sentido de una acción de Dios
en el monte de Galilea. La referencia a una apari- que transfigura al crucificado en vida nueva de
ción a Santiago habla a favor de la credibilidad de gloria (9).
este testimonio paulino, pues el grupo de Santiago
(Gal 2,12) se había distanciado, desconfiado,

(6) Cfr. Lehman, K., Aujerweckt am dritten Tag


nach der Schrift, op. cit., 262-290; Gnilka, J., Das
christologische Christusbekenntnis 1 Kor 15,3-5», op. cit.,
55; Metzger, M., «A suggestion concerning the meaning (8) Cfr. Goppelt, L., «Das Osterkerygma heute»,
of 1 Cor 15,4b», en JThSt 8 (1957), 123; Dupont, J., en Diskussion um Kreuz uni Auferstehung, op. cit., 213.
«Ressucité 'le troisieme jour'», en Bíblica 40 (1954), (9) Cfr. Schnackenburg, R., «Zur Ausgewise 'Jesús
742-761/ ist (von Toten) auferstanden'», en Biblische Zeitschrift
(7) Kremer, J., Das alteste Zeugnis, op. cit., 71. 13 (1969), 1-17.
(,H I.a Resurrección de Cristo Los caminos de la exégesis crítica 69

2. ¿De dónde procede la convicción de los miento del sepulcro vacío por parte de las mu-
Apóstoles en la Resurrección de Jesús? jeres, existe ya un trabajo redaccional que combi-
na las dos tradiciones. Su unión, con todo, no que-
Nadie vio la Resurrección. El evangelio apó- dó bien ajustada. Los textos revelan tensiones,
crifo de San Pedro, descubierto en 1886 (com- ocasionadas por los versículos 5-7, que rompen la
puesto alrededor del 150 d.C. en Siria), narra el unidad del relato. Si leemos Me 16,l-5a. 8 la ho-
modo como Cristo resucitó ante los guardias y los mogeneidad del relato aparece transparente: Las
ancianos judíos. Pero la Iglesia no lo reconoció co- mujeres van al sepulcro; lo encuentran vacío. Hu-
mo canónico (10), porque ciertamente la concien- yen. Por miedo no cuentan nada a nadie. La apari-
cia cristiana percibió temprano que no se podía ción del ángel y su mensaje (5b-7) sería un añadi-
hablar tan groseramente de la Resurrección del do sacado de otra tradición que sólo conocía apari-
Señor. Apenas poseemos testimonios y éstos ates- ciones y no el sepulcro vacío. ¿Cuál es la función
tiguan dos cosas: que el sepulcro estaba vacío y del relato del sepulcro vacío, atestiguado por los
que hubo diversas apariciones del Señor vivo a cuatro evangelistas? ¿Cuál es su Sitz-im-Leben?
determinadas personas. Hemos de analizar, por
consiguiente, las tradiciones que hablan del se-
pulcro vacío y las que se refieren a las apariciones. a) El sepulcro vacío no originó la fe en la
Un gran número de exegetas, con independencia Resurrección.
de su confesión religiosa, ha llegado a la siguiente
conclusión: primitivamente ambas tradiciones cir- Es obvio que la tradición del sepulcro vacío se
culaban autónomamente, una al lado de otra (11). formó en Jerusalén. La predicación de la Resu-
En Marcos 16,1-8, donde se narra el descubri- rrección de Jesús se habría hecho imposible en la
ciudad santa si el pueblo pudiese mostrar el cuer-
po de Jesús en el sepulcro. Además la antropolo-
(10) Cfr. el texto en Seidensticker, P., Zeilgenosis- gía bíblica implica siempre el cuerpo en cualquier
che Texte, op. cit., 59-62. forma de vida, aun en la pneumática. Los enemi-
(11) Cfr. Delorme, J., «Résurrection et tombeau de
Jésus: Marc 16,1-8 dans la tradition évangélique», en La gos, tanto en los tiempos apostólicos como en las
Résurrection du Chrisi el l'exégese moderne, op. cit., polémicas rabínico-cristianas de la literatura tal-
75-104, con la bibliografía allí citada; cfr. también Loh- múdica, nunca negaron el sepulcro vacío. Lo inter-
fink, G., «Die Auferstehung Jesu und die historische
Kritik», en Bibel und Leben 9 (1968), 37-53; Schenke, pretaron de modo diverso: como robo por parte
L., Auferstehungsverkündigung und leeres Grab, Stutt- de los discípulos (Mt 28,13) o, como pretende
gart, 1968. recientemente D. Whitaker, como robo perpetra-
70 La Resurrección de Cristo Los caminos de la exégesis crítica 71

do por violadores de tumbas (12). Los exegetas, taron» (Me 16,6b). Esta tradición no se preocu-
igual los católicos que los protestantes, afirman un pó, sin embargo, por dar exactamente los detalles.
núcleo central histórico, anterior a los Evange Basta comparar los paralelos sinópticos y Juan pa-
lios (13). Las mujeres habían encontrado el sepul- ra observar las divergencias (en el número de mu-
cro vacío. Ese núcleo histórico fue transmitido en jeres; en el número de ángeles, divergencias en los
ambientes cúlticos. Es sabido que los judíos vene- motivos por los que las mujeres fueron al sepul-
raban las tumbas de los 'profetas (14). cro; diferencia de horario; diferencia en el mensa-
je del ángel; diferencia en la reacción de las muje-
De modo semejante, desde muy pronto, los res frente al sepulcro vacío). El relato, sin embar-
cristianos comenzaron a venerar los lugares en los
go, se atiene a lo esencial; el Señor vive y resuci-
que se realizó el misterio cristiano en Jerusalén.
tó; el sepulcro está vacío. Y con todo, en ningún
Lo dramatizaban en tres momentos principales:
evangelista se convierte en prueba de la Resurrec-
un recuerdo (anamnesis) de la última noche de
ción el hecho del sepulcro vacío.
Jesús con ocasión del ágape fraterno; una liturgia
del viernes santo a la hora en que se celebraban En lugar de provocar a la fe, suscitó miedo,
las oraciones judías; y una acción litúrgica, la ma- espanto y temor, de modo que «ellas huyeron del
iana de pascua, con visita al sepulcro de Jesús (15). sepulcro» (Me 18,6; Mt 28,8; Le 24,4) (16). El
Por eso los relatos del encuentro del sepul- hecho del sepulcro vacío fue inmediatamente in-
cro vacío muestran un interés especial por el lu- terpretado por María Magdalena como robo (Jn
gar: «No está aquí. Ved el lugar donde lo deposi- 20,2.13.15). Para los discípulos no pasa de una
habladuría de mujeres (Le 24,11.22-24.34). El

(12) «What happened to the body of Jesús», en 205; Delorme, J., Résurrection et tambeau de Jésus, op.
The Exposilory Times 81 (1970), 307-310, espec. 310. cit., 125-129; Bode, E. J., «A Liturgical Sitz im Leben for
(13) Especialmente Seidensticker, P., Die Auferste- the Gospel Tradition of the Women's Easter Visit of the
hung ]esu, op. cit., 77-83.90; Pannenberg, W., Grundzü- Tomb of Jesús?» en The Catholic Biblical Quarterly 32
ge der Christologie, op. cit., 97-103; Fuller, D., «The (1970), 237-242, afirmando la tesis como «very possible»
Ressurrection of Jesús and the Historical Method», en
(242).
Journal of Bibel and Religión 34 (1966), 18-24.
(16) La visita de Pedro y Juan al sepulcro vacío en
(14) Cfr. Jeremías, J., Heilige Graber in Jesu Um- Jn 20,8 parece que no es una reminiscencia histórica sino
weh, Gottingen 1958. una construcción teológica del autor del evangelio de
(15) Cfr. Schille, G., «Das Leiden des Herrn: die Juan, con el fin de colocar al jefe del grupo joaneo al lado
evangelische Passions-traditionen und ihr Sitz im Leben»,
del cabeza de la Iglesia: cfr. Benoit, P., Passion et Résu-
en Zeitschrift für Theologie und Kirche 52 (1955), 161-
rrection du Seigneur, op. cit., 284-286.
72 La Resurrección de Cristo Los caminos de la exégesis crítica 73
sepulcro vacío, por sí solo, es un signo ambiguo,
tuvieron apariciones del Señor. Su testimonio se
sujeto a variadas interpretaciones. Únicamente a
une al de las mujeres. El mensaje de los apóstoles:
partir de las apariciones se resuelve su ambigüe-
«El Señor resucitó verdaderamente y se apareció a
dad y puede ser leído, por la fe, como señal de la
Simón» (Le 24,34, quizás la fórmula más anti-
Resurrección de Jesús. Las apariciones son conce-
gua), es considerado como una revelación de Dios
didas a testigos escogidos. El sepulcro vacío es
y expresado en el lenguaje de la época, colocándo-
una señal que habla a todos y hace reflexionar
lo en la boca de un ángel (Dios). La fe en la
sobre la posibilidad de la Resurrección. Es una
invitación a la fe; todavía no lleva a la fe. Resurrección no tuvo su origen en el descubri-
miento del sepulcro vacío y en el testimonio de las
Un problema aparte plantea la aparición de los mujeres sino en las apariciones a los apóstoles.
ángeles junto al sepulcro. La interpretación tradi- Por eso la preocupación de Me 16,7 por hacer que
cional ve en ello, de hecho, seres supraterrestres y las mujeres vayan a Pedro y a los discípulos y
verdaderos ángeles. A pesar de ello, y sin cuestio- comuniquen el mensaje del ángel. Ellos sólo se
narnos la existencia de los ángeles, hay que decir habían enterado del sepulcro vacío por medio de
que esta interpretación, aun dentro de criterios las mujeres y así pudieron responder a las calum-
bíblicos, no es la única posible. El ángel (mal'ak nias de los judíos (de que habían raptado el cuer-
Jahwé) sustituye a Yahvé, cuya transcendencia po de Jesús) que ellos, por sí mismos, no sabían
afirmaban los judíos de modo absoluto, hasta tal nada del sepulcro vacío. Mt. 28,11-16 (la confa-
punto que decían, en vez de Yahvé, ángel de Yah- bulación de los guardias con el Sumo Sacerdote)
vé (Gen 22,11-14; Ex 3,2-6; Mt 1,20). Otra in- revela una clara tendencia apologética de Mateo.
terpretación podría ser la siguiente: las mujeres Bajo la forma de una narración pretende ridiculi-
encuentran el sepulcro vacío e inmediatamente se zar la calumnia de los judíos a propósito del robo
les ocurre la Resurrección de Jesús. Esa idea la del cuerpo de Jesús (17).
interpretan como una iluminación de Dios y la
expresan en el lenguaje literario de la época como
mensaje del ángel (Dios). Otra interpretación po-
sible y que se adecúa mejor con el análisis que
expusimos arriba, se articularía del modo siguien-
te: Las mujeres van al sepulcro; lo encuentran
vacío. Están desasosegadas y con miedo. En esa si-
tuación regresan los apóstoles de Galilea, donde (17) Cfr. Kremer, ]., Die Osterbotschaft, op. cit.,
I,a Resurrección de Cristo Los caminos de la exégesis crítica 75

b) Las apariciones de Cristo, origen de la fe breos (18). La necesidad apologética obligó a los
en la Resurrección. hagiógrafos a esas concretizaciones. Además las
apariciones, cuanto más recientes son los textos,
La profesión de fe en la Resurreción es la res- tanto más se concentran en Jerusalén y se aproxi-
puesta a las apariciones. Sólo ellas redujeron la man más al tema del sepulcro vacío.
ambigüedad del sepulcro vacío y dieron origen a la
Un problema diverso es el de las indefinidas
exclamación de los apóstoles: Resucitó verdadera-
tentativas de armonización entre las apariciones
mente. Los Evangelios, a nivel redaccional, nos
relatadas en 1 Cor 15,5-8 y las narradas en los
transmiten los siguientes datos: las apariciones son
Evangelios (19). Pablo refiere cinco apariciones
descritas como presencia real y carnal de Jesús.
del Señor vivo. Me 16,1-8 no conoce ninguna apa-
Come, camina con los discípulos, se deja tocar,
rición, pero dice claramente que Cristo se dejará
oír, y dialogar con ellos. Su presencia es tan real ver en Galilea (7b). El final de Me (16,9-20)
que puede ser confundido con un viandante, con condensa las apariciones relatadas en los otros
un jardinero y con un pescador. Sin embargo, al Evangelios y, con sólidos argumentos, puede ser
lado de estas sólidas representaciones, existen afir- considerado un añadido posterior. Mt 28,16-20
maciones que no coinciden con lo que conocemos conoce una sola aparición a los Once en Galilea
del cuerpo: El Resucitado ya no está atado al es- «sobre el monte que Jesús les indicara». La apari-
pacio y al tiempo; aparece y desaparece; atraviesa ción a las mujeres ante el sepulcro vacío (28,8-
paredes. Entonces nos preguntamos: Cuando esto 10) es considerada por los exegetas como una ela-
sucede, ¿podemos todavía hablar con propiedad boración ulterior a partir del texto de Me 16,7:
de cuerpo? las palabras del Resucitado son notablemente se-
Si consideramos las apariciones al nivel de la mejantes a las del ángel (20). Le relata dos apari-
historia de las tradiciones (de las que proceden ciones, una a los discípulos en el camino a Emaús
los Evangelios tal como los poseemos hoy), el pro- y otra a los Once y a sus discípulos en Jerusa-
blema se presenta mucho más complejo. Aquí se
verifica el fenómeno siguiente: de una representa-
ción espiritualizante de la Resurrección, como en (18) Cfr. Grass, H., Ostergeschehen und Osterbe-
1 Cor 15,5-8; Hch 3,15; 9,3; 26,16; Gal 1,15 y richte, op. cit., 94-112; 186-232.
Mt 28, se pasa a una materialización progresiva- (19) Cfr. Kremer, J., Das alteste Zeugnis, op, cit.,
mente creciente, como es el caso de Le y Jn, de 65-82.
(20) Cfr. Kremer, J., Die Osterbotscbaft, op. cit.
los evangelios apócrifos de Pedro y de los He- 39-41.
76 La Resurrección de Cristo Los caminos de la exégesis crítica 77

lén (24,13-35.36-53). Jn 20 refiere tres manifes- 2,3; cfr. Rom 11,26). Is 62,11 dice: «He aquí
taciones del Señor, todas ellas en Jerusalén. Jn 21, que el salvador viene hacia ti, hija de Sión». La
considerado como un apéndice posterior al Evan- historia de la salvación alcanza en Sión, Jerusalén,
gelio, refiere otra aparición en el lago de Genesa- su término y su plenitud. Le, tanto en el evangelio
ret, en Galilea. Con todo, la interpretación de ese como en los Hechos, toca este motivo teológico
capítulo es más coherente si admitimos que es la ligado a la ciudad: pascua y Pentecostés tienen
reelaboración de una tradición prepascual acerca lugar en ella. El Resucitado será proclamado co-
del llamamiento de los discípulos (Le 5,1-11), menzando desde Jerusalén hasta los confines del
vuelta a narrar ahora a la luz de la novedad de la orbe (Le 24,47; Hch 1,8). Esa tendencia está
Resurrección, con la clara intención de relacionar más acentuada todavía en el evangelio de San
el ministerio de Pedro con el poder del Cristo Juan: El Cristo joaneo actúa preferentemente en
resucitado. Los relatos revelan dos tendencias fun- Jerusalén con ocasión de las fiestas del pueblo. La
damentales: Me y Mt concentran su interés en tradición de Galilea había interpretado la pascua
Galilea, mientras Le y Jn lo hacen en Jerusalén; la de Jesús no tanto como Resurrección de la carne
preocupación de resaltar la realidad corporal de cuanto como la elevación, glorificación y manifes-
Jesús y la identidad del Cristo resucitado con Je- tación del Hijo del Hombre (cfr. Dan 7,13 ss.),
sús de Nazaret. ahora sentado a la derecha de Dios, empleando el
La armonización hecha generalmente por la lenguaje del mundo apocalíptico. Mt. 28,16-20,
exégesis católica, afirmando que primero habría representante de la tradición de Galilea, presenta
aparecido Cristo en Jerusalén y después en Gali- al Cristo resucitado constituido en poder como
lea, está siendo abandonada. Las dificultades de Hijo del Hombre, transmitiendo ese mismo poder
los textos, de la manera de las apariciones, y el a su Iglesia y enviándola a la misión. El reino
mejor conocimiento de las tradiciones y del traba- imperecedero (Dan 7,14) queda «traducido» en
jo redaccional de los hagiógrafos, inducen a la si- presencia constante de Cristo en la Iglesia (Mt
guiente conclusión: las apariciones en Galilea tie- 28,19). La Resurrección es contemplada como Pa-
nen más fundamento histórico; las de Jerusalén rusía del Hijo del Hombre, ahora presente en la
podrían ser una elaboración de carácter más teoló- comunidad (cfr. 2 Pe 1,16 ss.) (21).
gico de las vivencias de Galilea, con la intención
de destacar el significado histórico-salvífico de la
ciudad y de la comunidad primitiva allí formada. (21) Cfr. Seidenstiker, P., Zeitgendssische Texte,
op. cit., 43-50; Id., Die Auferstehung Jesu, op. cit.,
«La salvación viene de Sión» (Sal 13, 7; 109,2; Is
78 La Resurrección de Cristo Los caminos de la exégesis crítica 79

La predicación y la catequesis de la pascua de modo por el que los dos jóvenes llegaron a la fe en
Cristo, elaboradas en el horizonte de comprensión el Resucitado es presentado como modelo para los
de los lectores y oyentes griegos, obligaron a una lectores: dejarse instruir por las Escrituras que
traducción de esta interpretación en la línea de la hablan de Cristo y dejar que los ojos se abran
resurrección de la carne. El kerigma fundamental mediante la «fracción del pan», es decir, la Euca-
en la tradición del tipo de Jerusalén (Le y Jn) ristía. Es el camino por el que llegamos nosotros
suena ahora de la siguiente manera: «Yo estaba todavía hoy a la fe en la novedad pascual: por la
muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de'los palabra y por el sacramento. El relato de Emaús
siglos. Yo tengo las llaves de la muerte y del in- (Le 24,13-35) sigue un estilo literario típico de
fierno» (Apoc 1,18; cfr. Rom 6,10). El problema Lucas, utilizado también en Hechos (8,26-39) al
que surge consiste en salvaguardar la realidad de narrar la conversión del camarero etíope por Feli-
la Resurrección. Cristo vive realmente y no es ni pe. En ambas narraciones se encuentran los si-
un «espíritu» (Le 24,39) ni un «ángel» (Hch guientes paralelos: El Resucitado o Felipe, inspi-
23,8-9). De ahí la preocupación por destacar la rado por el Espíritu, explican el AT y lo relacio-
identidad del Resucitado con Jesús de Nazaret, nan con Cristo. Al final el camarero, o los dos
por describir y tocar sus llagas (Le 24,39; cfr. Jn jóvenes, manifiestan una petición. El punto culmi-
20,20.25-29) y acentuar que comió y bebió con nante del relato lo constituye la recepción de un
sus discípulos (Hch 10,41), o que comió delante sacramento, que en la Iglesia primitiva eran fun-
de ellos (Le 24,43). damentalmente dos, la Eucaristía y el Bautismo.
Los relatos de vivencias del Resucitado teni- De este modo la fe en la Resurrección, durante los
das por personas privadas como María Magdalena tiempos post-apostólicos, se basa en la predicación
(Jn 20,14-18; cfr. Mt 28,9-10) o los jóvenes de y en los sacramentos de la Iglesia que atestiguan y
Emaús (Le 24,13-35), están rodeados de motivos hacen presente y visible al Cristo resucitado. Aun
teológicos y apologéticos dentro del esquema lite- cuando no hubiese sepulcro vacío y apariciones,
rario de las leyendas, con el objeto de dejar clara a todavía será posible y válida la fe en la Resurrec-
los lectores la realidad del Señor vivo y presente
en la comunidad. Ejemplo clásico de tal preocupa-
ción es el relato de los jóvenes de Emaús (22). El the Early Liturgy upon the Emmaus Account», en Catho-
lic BiMkal Quarterly 21 (1959), 212-219; Kehl, M., «Eu-
charistie und Auferstehung. Zur Deutung der Osterers-
(22) Cfr. Dupont, J., «Le repas d'Emmaus», en La- cheinungen beim Mahl», en Geist und Leben 43 (1970)
miere et Vie 31 (1957), 77-92; Orlett, «An Influence of 90-125, espec. 101-105.
80 La Resurrección de Cristo Los caminos de la exégesis crítica 81

ción basándose en la Iglesia. Ese es el sentido b) Lo vuelven a ver resucitado, primero en


último al que tiende el relato de la duda de Tomás Galilea (Me 14,28; Mt 26,32; Me 16,7; Mt
en Jn 20, con la conclusión: «Felices los que no 28,716-20). Con gran probabilidad, el relato de
ven y sin embargo creen» (20,29). los jóvenes de Emaús tiene que ver con el regreso
de los discípulos a Galilea tras el fracaso de Jesús
en Jerusalén.
3. Intento de reconstrucción de los
acontecimientos pascuales c) Un día después del sábado, las mujeres
tienen las primeras vivencias pascuales. El nom-
De lo arriba expuesto, se deducen dos hechos bre y el número de las mujeres varían en los cua-
claros e indiscutibles: el sepulcro vacío y las apari- tro evangelios. Únicamente María Magdalena apa-
ciones a los discípulos. Estos, sin embargo, fueron rece en todos ellos. Van al sepulcro a llevar aro-
transmitidos y revestidos de diversas tendencias, mas (Le 24,1; Me 16,1). No saben nada de la
conforme a las necesidades del momento: necesi- sepultura sellada (Mt 27,66). Encuentran el se-
dades de orden teológico, apologético, catequético pulcro abierto y sin el cuerpo de Jesús (Jn 20,1;
y cúltico. Por ello, reconstruir los acontecimientos Me 16,4; Mt 28,2; Le 24,2). Huyen con miedo y
pascuales constituye una tarea arriesgada con re- van a informar a los apóstoles (Mt 28,8; Le 24,9
sultados muy fragmentarios y cuestionables. Con ss.23; Jn 20,2 ss.; Me 16,7).
todo, una fe que no se base en un mito, sino d) Un hecho determinante para la fe en el
en una historia, siempre mostrará interés por sa- Resucitado se dio algún tiempo después (cfr.
ber «cómo fue», con el fin de extraer de ello ma- «después de seis días»: Me 9,2; Mt 17,1 o «unos
yor profundidad en «lo que eso significa para mí». ocho días después»: Le 9,28) (24) en Galilea
Los relatos de la Resurrección, tal como los posee- (Me 16,7; Mt 28,7.16-20; cfr. Me 14,28; Mt
mos ahora, tendrían como telón de fondo los pun-
tos siguientes (23).
(24) Ya aludimos arriba al hecho de que la frase «re-
a) La prisión de Jesús, que hizo que se reali- sucitó al tercer día» no contiene un recuerdo histórico, si-
zara lo que El ya había previsto: «Todos se escan- no que más bien es una proposición dogmática. Cristo apa-
dalizarán de mí» (Me 14,27; Mt 26,31). La hui- reció algunos días después. La transfiguración de Cristo, si-
tuada en el tiempo de la vida terrena de Jesús, delata claros
da de los discípulos (Me 14,50; Mt 26,56). rasgos de ser una aparición del Resucitado retroproyectada
al tiempo anterior a su muerte y resurrección; tal como se
conserva ahora, revela el proceso de catequesis de la Igle-
(23) Cfr. especialmente Seidensticker, P., Die Au- sia primitiva todavía en elaboración, en la que elementos
jerstehung, op. cit., 77-83. históricos de Cristo son refundidos con otros acontecidos
82 La Resurrección de Cristo

26,32): Cristo resucitado se deja ver por sus dis-


cípulos.
Estos interpretan las apariciones como en-
cuentros con Jesús de Nazaret, ahora elevado jun- 4
to a Dios en vida eterna y gloria. Sobre las cir-
cunstancias especiales de lugar, modo y número de
discípulos, poco se puede deteminar con exacti- Reflexiones de tipo sistemático:
tud histórica en el actual estado de la investiga-
ción. En todos los casos, los discípulos captaron, en
la emergencia del Nuevo Adán
los acontecimientos pascuales, un hecho escatoló-
gico, en cuanto realización plena y acabada de la
historia de Jesús, manifestado ahora como Mesías
e Hijo del Hombre; y de toda la historia de la
Salvación. Anunciar a Jesús como Salvador y Juez
universal, y su reinado sobre todas las cosas, cons-
tituye la misión de los apóstoles y de la Iglesia.
Esta reconstrucción es ciertamente precaria. Y
sin embargo, contiene los datos históricos funda- ¿Cómo anunciar y vivir hoy la fe en la Resu-
mentales a partir de los que surgió la fe en la rrección de Jesús, desde nuestra concepción de la
Resurrección de Jesús, como escándalo para mu- existencia? Si la Resurrección es la verdad funda-
chos (cfr. 1 Cor 1,23; Hch 17,32; 23,6-9) y espe- mental del cristianismo y el motivo de nuestra
ranza y certeza de vida eterna para tantos otros esperanza, ¿dónde situarla dentro de nuestro hori-
(cfr. 1 Cor 15,50 ss.). zonte? ¿Para cuál de nuestras problemáticas po-
Nos queda por saber qué significa para la teo- dría hoy suponer la fe en la Resurrección una luz y
logía y para la existencia humana de la fe, hoy, la un punto de orientación? Siempre debe haber una
Resurrección de Jesús. correlación entre las verdades de la fe y las expe-
riencias vitales. Sin ella la fe no se legitima y corre
el riesgo de transformarse en una ideología reli-
después de la Pascua del Señor (anuncio de la pasión, al giosa»
lado de la invitación a seguir a Cristo en el camino de la
Cruz: Me 8,31-38): Cfr. Seidensticker, P., ZeitgenSssis-
che Texte, op. cit., 48-50.
84 La Resurrección de Cristo Reflexiones de tipo sistemático 85

1. Nuestro horizonte de comprensión y la fe (21,4). El hombre de hoy, más que el de otras


en la Resurrección generaciones, se plantea preguntas radicales acerca
de su futuro. La pregunta que más le interesa no
El hombre es por esencia «homo viator»; an- es ya la de quién es el hombre, sino la de qué será
da a la búsqueda de sí mismo. Desea realizarse en del hombre, qué futuro le está destinado.
todas sus dimensiones, no sólo en lo que concierne Nietzsche soñó con un superhombre con cuer-
a su alma sino en su totalidad de hombre, en su po de César y alma de Cristo (3), un santo de una
unidad radical cuerpo-alma. El pensamiento utópi- especie nunca existente con anterioridad, capaz de
co es una de las constantes de todas las culturas, dominar con superioridad el mundo creado por
desde las más primitivas, como es el caso entre él mismo. El ansia de realización personal y cós-
nuestros indios Tupi-guaranís y Apapocuva-guara- mica del hombre queda siempre frustrada por la
nís (1), hasta las de nuestros días, como en un muerte. La muerte es un barrera para todas las uto-
Teilhard de Chardin o en A. Huxley (2). El hom- pías. ¿Qué respuesta da el cristianismo a semejan-
bre desea superar todas las alienaciones que lo afli- te cuestionamiento? Es aquí donde la fe en la resu-
gen: el dolor, la frustración, el odio, el pecado y la rrección como futuro absoluto del hombre ad-
muerte. Quiere plenitud y vida eterna. El princi- quiere una resonancia especial, como la que tuvo
pio-esperanza es una estructura existencial del en otro tiempo, en tiempos de Jesús. La teología
ser-hombre. «¿Quién me librará de este cuerpo de judaica postexílica elaboró la utopía del reino de
muerte?» (Rom 7,24). Todos los hombres sue- Dios (en sus diversos modelos: político, profético
ñan con la situación descrita por el Apocalipsis y sacerdotal) como transformación radical de los
«en la que ya no existirá la muerte, ni el luto, ni el fundamentos de este mundo e irrupción del cielo
llanto, ni el cansancio, porque todo eso ya pasó» nuevo y de la tierra nueva; una realidad totalmen-
te reconciliada con Dios y consigo misma (4).

(1) Cfr. Linding, H., «Wanderungen der Tupi- (3) Aus dem Nacblass der Achizigerjahre, en F.
Guarani und Eschatologie der Apapocuva-Guarani», en Nietszche I I I , Darmstadt 1960, 422; cfr. el aspecto histó-
Mühlmann, W., Chiliasmus und Nativismus Studien zur rico de la idea del superhombre que tiene un origen
Psychologie, Soziologie und Historischen Kasuitik der cristiano; más tarde fue secularizada por Jean Paul y
Umsturzbeüegungen, Berlín 19642, 19-40. aplicada a Napoleón: E. Benz, «Der dreifache Aspekt des
(2) Véase el enorme material acumulado en los Uebermenschen, en Éranos Jahrbuch, 1959, 109-192.
tres tomos de E. Bloch, El principio esperanza. Aguilar, (4) Cfr. Schnackenburg, R., Reino y Reinado de
1975; Eliade, M., «Dimensions religieuses du Renouvelle- Dios, Fax 1970, con la ingente bibliografía allí elaborada,
ment cosmique», en Éranos Yahrbuch 1959, 241-275. espec. 1-48; cfr. Brunner, P., «Elemente einer dogmatis-
86 La Resurrección de Cristo Reflexiones de tipo sistemático 87

El tiempo de Cristo se caracteriza por esa efer- mismo Dios en condición humana, eleva su voz
vescencia y expectativa mesiánico-escatológica y anuncia: «Se ha agotado el plazo. La irrupción
(cfr. Le 3,15). De modo semejante, el mundo del nuevo orden está próxima y será traída por
helénico estaba invadido por doctrinas de libera- Dios. Revolucionaos en vuestro modo de pensar y
ción. La Gnosis prometía la redención de la exis- de actuar. Creed en esta venturosa noticia» (cfr.
tencia alienada del hombre perdido en el mundo. Me 1,15; Mt 4,17). Con ello, Cristo asume un
Es mérito de Hans Joñas haber mostrado en sus elemento de utopía presente en todos los hom-
minuciosas investigaciones hasta qué punto el bres: la superación de este mundo alienado, lleva-
mundo gnóstico se parece, por su temática y preo- da a efecto por Dios. El reino de Dios, expresión
cupaciones, al moderno existencialismo (5). En presente 122 veces en los Evangelios y 90 en boca
ese contexto se anunció la novedad absoluta del de Cristo, significa una revolución total y estruc-
triunfo de la vida sobre la muerte y se expresó tural de los fundamentos de este mundo, introdu-
hasta qué punto son verdaderas aquellas palabras cida por Dios. El reino de Dios no significa, por
del Cantar de los Cantares: «El amor es fuerte tanto, algo interior o espiritual, ni algo que venga
como la muerte» (8,6). En ese horizonte de com- de arriba o que haya que esperar fuera de este
prensión no sólo se sitúa el evangelio de la resu- mundo o tras la muerte. En su sentido pleno, rei-
rrección, sino también y principalmente todo el no de Dios es la liquidación del pecado con todas
mensaje de Jesús del que la Resurrección constittu- sus consecuencias en el hombre, en la sociedad y
ye el dato central. en el cosmos, la transfiguración total de este mun-
do según el sentido de Dios (6). Los milagros de
Jesús, más que probar su divinidad, apuntan a
2. La Resurrección de Jesús, una utopía
humana realizada

Un hombre se alza en Galilea; Jesús de Naza- (6) Cfr. Bornkamm, G., Jesús von Nazareth, Stutt-
ret, que más adelante se revelaría en su ser como el gart 1956, 59 (traduc. castellana: Jesús de Nazaret, Sigúe-
me, 1977); Bultmann, R., Theologie des Neuen Testa-
mentes, Tübingen 19655, 3; Becker, J., Das Heil Gottes.
Heil-und Sündenbegriffe in den Qumrantexten und im
chen Lehre von Gottes Basileia», en Die Zeit Jesu (Fests. Neuen Testament, Gottingen 1964, 388-390; Boff, L.,
para H. Schlier), Freiburg 1970, 228-256. «Jesús Cristo Libertador», Vozes, Petrópolis 1972, 62-75
(5) Joñas, H., Gnosis und sipatantiker Geist, I, II, (trad. castellana: Jesucristo el Libertador, Sal Terrae,
Gottingen 1934. 1980).
88 La Resurrección de Cristo Reflexiones de tipo sistemático 89

mostrar la presencia del reino entre nosotros (7). los ciegos la recuperación de la vista, a liberar a
Es Cristo mismo quien dice: «Si yo expulso los los oprimidos y a anunciar un año de gracia del
demonios con la mano de Dios, eso quiere decir Señor». Y comenta Jesús: «Hoy se cumple esta
que el reino de Dios ha llegado hasta vosotros» escritura que acabáis de oír» (Le 4,18-19.21).
(Le 11,20). Un enfermo ha sido curado: ahí es Juan el Bautista, al dudar si Cristo es el enviado
cuando se manifiesta la presencia del reino de de Dios para traer el reino de la liberación total de
Dios (Le 10,9). Por eso Jesús clama: «Bienaven- los hombres y de su mundo, le envía desde la
turados vosotros los pobres, porque os pertenece cárcel a sus discípulos con orden de preguntarle:
el reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a
hambre porque seréis saciados. Bienaventurados otro?» La respuesta no podía ser otra, puesto que
los que ahora lloráis porque reiréis» Le 6,20- constituye el contenido de su mensaje: «Los cie-
21). Cristo mismo es ya la presencia del hombre gos ven, los cojos andan, los leprosos quedan lim-
nuevo en el orden nuevo. En presencia de El se pios, los sordos oyen, los muertos resucitan y la
curan las enfermedades (Mt 8,16-17; Me 6,56), buena nueva de la liberación es anunciada a los
amainan las tempestades (Mt 8,23-27) y el mar pobres» (Mt 11,5). He aquí la señal de la trans-
es puesto al servicio del hombre-rey (Le 5,4-7); formación total y estructural. Quien consiga llevar
se vence el hambre (Me 6,30-40), se perdonan los a cabo esto, será el liberador de la humanidad. Y
pecados (Me 2,5; Le 7,48) y existe misericordia Cristo se presenta como el salvador del mundo.
para los débiles (Jn 8,1-11); los muertos resuci-
tan y el luto se transfigura en alegría fraterna (Le
Como es obvio, el reino de Dios no puede ser
7,11-17; Me 5,41-43) (8).
privatizado por un sector del hombre, ya se trate
Al aparecer en Galilea anunciando la noticia de su alma, de los bienes espirituales o de la Igle-
del reino, Cristo lee en la sinagoga un pasaje fa- sia. El reino de Dios abarca toda la realidad huma-
moso de Isaías que dice: «Me envió a evangelizar na y cósmica que ha de ser transfigurada y libera-
a los pobres, a predicar a los cautivos la libertad, a da de todo rastro de alienación. Si el mundo sigue
como está, no puede ser la patria del reino de Dios.
Ha de ser transformado en sus estructuras totales.
(7) Cfr. Fuller, R. H., Die Wunder ]esu in Exege- De ahí el logion del Jesús joaneo: «Mi reino no es
se und Verkündigung, Dusseldorf 1967, 21; 121, etc.
(8) Véase el magnífico artículo de Mesters, C, de este mundo» (Jn 18,36); es decir, no es de las
«Jesús Cristo Deus conosco», en Grande Sinal 24 (1970), estructuras ambiguas y pecadoras de este mundo
93-108, espec. 94-96. sino «de Dios», en el sentido de que será Dios
90 La Resurrección de Cristo Reflexiones de tipo sistemático 91

quien intervenga y sane en su raíz la realidad to- sitúa en el horizonte del Pneuma de Dios indes-
tal, elevando este mundo a la categoría de cielo tructible e inmortal (9).
nuevo y tierra nueva. Ya San Agustín comentaba:
Mi reino no es «de este» mundo, pero está «en La resurrección se define, por tanto, como la
este» mundo. Elemento esencial del reino es la escatologización de la realidad humana, la intro-
aniquilación de la muerte como enemigo mayor ducción del hombre como totalidad cuerpo-alma
del hombre en su deseo de realización y de vida en el reino de Dios, la presencia de la «Zoé» eter-
plena. San Juan traduce la temática jesuánica del na dentro del «Bios» finito y humano, la realiza-
reino de los cielos, exactamente, como vida ción total de las potencialidades que Dios colocó
eterna. en el interior de la existencia humana. Con ello se
realizó una utopía que dilaceraba el corazón huma-
no. En Jesucristo recibimos la respuesta definitiva
de Dios: no ha sido la muerte, sino la vida, la
El rechazo de Jesús y de su mensaje por parte
última palabra que El, Dios, ha pronunciado sobre
de los judíos frustró la realización cósmica del rei-
el destino humano. Para el cristiano ya no hay
no de Dios. Y sin embargo Dios, que triunfa en la
utopía sino topía: la vida eterna tiene un lugar
debilidad y en la infidelidad de los hombres, reali-
dentro de nuestro mundo consagrado a la muerte:
zó el reino de Dios en la persona de Jesús. Ya lo
Jesucristo resucitado. Nuestro futuro está abierto
decía Orígenes: Cristo es la «autobasileia tou
y el final de la historia del pecado y la gracia tiene
Theou», es decir, el reino de Dios realizado en su
una meta buena que ya está garantizada y ya ha
persona. En El fueron vencidos la muerte, el odio
sido alcanzada. De esta manera penetró dentro de
y todas las alienaciones que estigmatizan la exis-
la historia de la conciencia humana algo que el
tencia humana. En El se reveló el hombre nuevo
mundo antiguo en su totalidad no conocía: la son-
(homo revelatus), el cielo nuevo y la tierra nueva.
risa de la esperanza. El mundo antiguo conocía
Pablo lo había comprendido bien cuando exclama
bien las carcajadas de Pan o las del Dionisos em-
lleno de felicidad: «Oh muerte, ¿dónde está tu
briagado. Retrató la sonrisa triste de quien vive
victoria? ¿Dónde está el fantasma con el que ame-
bajo la Moira, pero no conocía la sonrisa de quien
drentabas a los hombres...? La muerte fue devora-
ya ha vencido a la muerte y goza de las primicias
da por la victoria» (cfr. 1 Cor 15,55 a.b.). Cristo
resucitó, no a la vida biológica que tenía antes,
sino a la vida eterna. El «Bios» está siempre bajo
el signo de la muerte, la «Zoé» (vida eterna) se (9) Cfr. Bultmann, R., Theologie des Neuen Testa-
mentes, op. cit., 331.
92 La Resurrección de Cristo Reflexiones de tipo sistemático 93

de la vida eterna. «Porque Jesús resucitó de entre sino que hace algo nuevo a partir de lo viejo. Co-
los muertos como primicia de los que mueren» mo veremos en el próximo capítulo, la capacidad
(1 Cor 15,20). «El es el primogénito entre mu- de apertura, de comunicación y comunión, propios
chos hermanos» (Rom 8,29). Lo que para él es del hombre-cuerpo, han sido plenamente realiza-
presente actual será para nosotros futuro pró- dos por la Resurrección (11). Por eso el resucita-
ximo (10). do posee una presencia que ya no está limitada al
La Resurrección no es un hecho privado de la espacio y al tiempo palestinos, sino que se extien-
vida de Jesús. Es la realización, en su existencia, de a la totalidad de la realidad. Pablo expresa esta
del mensaje de liberación global que El pregonó y verdad diciendo que el Cristo resucitado vive aho-
prometió. El es la nueva humanidad, el nuevo ra en la forma de Espíritu (cfr. 2 Cor 3,17; 1 Cor
Adán «en el que todos somos vivificados» (1 Cor 6,17; 15,45; Rom 8,9) y que su cuerpo sárquico
15,22). «El reino ya está presente en misterio (débil y limitado por el espacio y el tiempo) ha
aquí en la tierra. Cuando llegue el Señor, se consu- sido transformado encuerpo pneumático-espiritual
mará», nos anuncia el Vaticano II (GS núm. 39). (cfr. 1 Cor 15,44) ( 1 2 ) .
Al afirmar que Cristo es Espíritu, Pablo no
piensa aún en términos de tercera persona de la
3. La novedad del hombre nuevo Santísima Trinidad sino que, dentro de la concep-
ción judaica, pretende dar a entender las dimen-
La novedad del hombre nuevo que ha irrum- siones reales del hecho de la Resurrección: así co-
pido en el evento-resurrección, consiste, como ya mo el Espíritu llena todas las cosas (Sal 139,7;
hemos indicado, en la plenificación de todos los Gen 1,2), lo mismo sucede con el resucitado. El
dinamismos latentes dentro de la realidad humana
de Jesús. Dios no sustituye lo viejo por lo nuevo,
(11) Kasemann, E., en Zeitschrift für Tbeologie
und Kircbe, dando un juicio sobre el libro de Bultmann,
(10) Este a s p e c t o de futuro ha sido puesto Tbeologie des NT, 59 (1962), 282; Grabner-Haider, A.,
especialmente de relieve por Moltmann, J., Tbeologie der «Auferstehungsleiblichkeit», en Stimmen der Zeit 181
Hoffnung, op. cit., 173-179; 184-304 (trad- castellana; (1968), 217-222; Id. «Resurrección y Glorificación», en
Teología de la Esperanza, Sigúeme, 1976). Kreck, W., Concilium, ener. (1969), 67-82.
Die Zukunft des Gekommenen. Grundprobleme der Es- (12) Herrade Mehl-Koehnlein, L'homme selon L'a-
chatologie, München 19662, 91 ss. y 203 ss. Boff, L., Je- pótre Paul, Neuchatel-París 1951, 31-37; Boff., 1, «Jesús
sús Cristo Libertador, op. cit., 283-285 (trad. castellana: Cristo Libertador», op. cit., 226-230 (trad. castellana:
Jesucristo el Libertador, Sal Terrae, 1980). Jesucristo el Liberador, Sal Terrae, 1980).
94 La Resurrección de Cristo Reflexiones de tipo sistemático 95

es el «kyrios», el Cristo cósmico (cfr. Col 1,15- gan. El resucitado, por el hecho de existir en for-
20; Ef 1,10) y el pleroma (Ef 1,23; Col 2,9), es ma pneumática, está libre de las cadenas del espa-
decir, aquel elemento por el que la totalidad del cio y del tiempo, es comunión total y presencia,
mundo alcanza su plenitud y el término de su per- primero, en todo el cosmos y, de manera más inten-
fección. Este tema ha sido desarrollado con pasión sa, en la Iglesia que es su cuerpo (cfr. Col 1,18);
inusitada por Teilhard de Chardin aunque ya esta- lo es de manera más densa todavía cuando la co-
ba muy presente en el pensamiento paulino y en munidad reza y salmodia en su nombre; de mane-
sus comunidades (13). La fe de la comunidad ra especial en las acciones litúrgicas y de modo
primitiva en una «ubicuidad cósmica» del resuci- particularísimo en el sacramento de la Eucaristía
tado está expresada en un ágrafon del evangelio (cfr. «Sacrosanctum Concilium», n. 7). Con ello
de Santo Tomás (en griego): «Dijo Jesús: Donde llegamos a saber que la meta de los caminos de
estén dos no están sin Dios. Y donde alguien esté Dios consiste en el hombre-cuerpo, totalmente
solo yo le digo que estoy junto a él. Levanta la transfigurado y hecho total apertura y comunica-
piedra y me encontrarás dentro de ella. Parte la ción (15).
leña y yo estaré allí» (14). La promesa hecha por
el resucitado: «Yo estaré con vosotros todos los 4. Conclusión
días hasta la plenitud de los tiempos» (Mt 28,20;
cfr. 18,20; Jn 14,23) recibe aquí su concreción en Habría que abordar aquí muchos otros aspec-
medio del mundo secular del trabajo. Este puede tos de orden sistemático tal como lo hicieron
parecer sin sentido y en no pocos casos es peligro- Durrwel (16) o Karl Rahner (17) en sucesivos
so y pesado, pero para el fiel esconde una gloria
misteriosa: pone en comunión con el resucitado.
El está presente en todas partes y siempre al lado (15) Cfr. Metz, J. B., «Caro cardo salutis. Zum
de los suyos independientemente de lo que ha- christlichen Verstándnis des Leibes», en HocMand 55
(1962), espec. 97.
(16) Durrwell, F. X., La resurrección de Jesús,
Herder 1967, capts. V-IX.
(17) «Dogmatische Fragen zur Osterfrommgkeit»,
(13) Cfr. Boff, L., O Evangelbo do Cristo cósmico. en Schriten zur Theologie, Einsiedeln 19675, 157-172
A realidades de um mito e o mito de urna realidade, (trad. castellana: Escritos de Teología, Taurus, 1970).
Vozes, Petrópolis, 1971. Id., «Auferstechung Christi», en LThK I, 1.038-1.041;
(14) Jeremías, L., «Unbekannte Jesusworte», Gü- Id., Sacramentum Mundi I, 403-405; Cfr. igualmente
tersloh 19633, 100-104 (trad. castellana: Palabras descono- Von Balthasar, H. U., «El misterio Pascual», en
cidas de Jesús, Sigúeme, 1977). Mysterium Salutis III-2, 143-330.
96 La Resurrección de Cristo

ensayos; como, por ejemplo, el aspecto soterioló-


gico de la Resurrección, puesto ya de relieve por
las primeras fórmulas cristológicas de la Resurrec-
ción (1 Cor 15,3; Rom 4,25; Le 24,30 ss.; Hech
10,43; 1 Cor 15,17); el aspecto futuro-escatológi-
co; el kerigmático y el antropológico, cuyas líneas 5
maestras hemos pergeñado arriba; el sacramental
y el eclesiológico. Esa múltiple dimensionalidad
está presente en los relatos de la Resurrección, que Nuestra resurrección
deben ser releídos hermenéuticamente a partir de
nuestra existencia de fe hoy. En cada aspecto se
en la muerte
nota una tónica de fondo: la Resurrección significa
la verdad y la realización de la predicación de Je-
sús. El vino a predicar el reino de Dios que, fun-
damentalmente, se traduce en vida eterna, no
amenazada ya por la muerte. La Resurrección vino
a demostrar que eso ya no es una utopía humana,
sino una realidad dentro del viejo eón. El futuro
ya está presente como esperanza que es un «ahora
Independientemente de la nueva luz proyecta-
ya» aun cuando «todavía no» realizado plenamen-
da por la claridad del Cristo resucitado sobre el
te. Esto funda un modelo nuevo de vida en el que
problema de la muerte humana, ésta se presenta
las realidades futuras se configuran ya en el pre-
como un fenómeno de gran riqueza antropológica
sente, llenan de un nuevo dinamismo al hombre
y teológica (1). Cuando se la aborda, traslucen
de fe y le permiten atreverse a todo, porque sabe
que el final está ya garantizado y que será feliz
porque recibe el nombre de Vida Eterna.
(1) A propósito de este tema, referiré únicamente
Veamos, sin embargo, cómo la fe en la Resurrec- la literatura más esencial: Rahner, K., Zur Theologie des
ción de Cristo se integra en nuestro propio futuro Todes, Freiburg i. B. 1958 (trad. castellana: Sentido teo-
y en nuestra propia resurrección. lógico de la muerte, Herder, 1965); Boros, L., Mysterium
mortis. Der Mensch in der letzten Entscheidung, Olten-
Freiburg i. B. 1962 (trad. castellana: El hombre y su
última opción, Paulinas, 1972); Id., ErBstes Dasein,
98 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 99

con nitidez los presupuestos reales, por más que rio, de la resurrección y de nuestras oraciones por
inconscientes y aun explícitamente negados, que «las benditas almas del purgatorio» (2). El tema
van implicados en cada modelo de teología y de no se presenta como uno más de entre los temas
antropología. La concepción de la muerte no care- teológicos, ni tampoco como un capítulo impor-
ce de importancia en orden a comprender la vida tante de la escatología, sino como un nudo que
humana, el valor positivo o negativo de la situa- ciñe la problemática general de la antropología en
ción terrena, el modo de plantear la antropolgía su sentido más amplio.
teológica en función de la pastoral y de la catc-
Nuestras reflexiones pretenden ser de orden
quesis sobre el sentido de la vida, el destino de
teológico-especulativo y parten del dato funda-
los muertos, el significado del juicio, del purgato-
mental de la fe: el hombre está destinado a la
resurrección a fin de que participe, con la totali-
dad, de su realidad compleja, en la vida eterna de
Mainz 1966, 89-108; Troisfontaines, R., Je ne tneurs Dios. Esa proposición de fe, así formulada, se
fas..., París, 1960; Martelet, R. P., Vktoire sur la mort, presenta sin ningún género de mediación antropo-
éléments d'anthropologie chrétienne, París, 1962; Volk, lógica previa. Y sin embargo, lo afirmamos en ra-
H., Das christliche V erstandnis des Todes, Regensburg,
1957; Gleason, R. W., The World to come, n. York, zón de la resurrección de Cristo que es el primo-
1958; Id., «Toward a Theology of Death», en Tbought, génito de entre los muertos y el primero de mu-
Fordham Univ. Quart. 32 (1957), 39-68; Lepp, I., La chos hermanos. Y es entonces cuando surgen las
mort et ses mysteres, París, 1966; Jankélévitch, V., La
mort, París, 1966; Bordoni, M., Dimensioni antropologi- cuestiones: ¿es la resurrección un don puro y gra-
che della morte, Roma, 1969, ciertamente el libro que tuito de Dios, que viene de fuera y sorprende
mejor informa acerca de la actual problemática filosófico- nuestra propia realidad? ¿O es que realiza un
teológica junto con el de La Peña, J. R., El hombre y su
muerte. Antropología teológica actual. Ed. Aldecoa, Bur- estatuto antropológico del hombre, creado en él
gos, 1971; Bolado, A., «Filosofía y Teología de la muer- por Dios gratuitamente, de tal forma que la resu-
te», en Selecciones de libros 3 (1966), 12ss. La vida rrección salga al encuentro de un profundo anhelo
después de la muerte, documentación en Concilium, 26
(1967); José-María González-Ruiz, «¿Hacia una desmito- del hombre sin cuya realización la vida, contem-
logización del «alma-separada?», en Concilium, ener.
1969, 83-96: en el mismo número 86-89, el estudio de
Piet Schoonenberg, «Creo en la vida eterna»; (2) Cfr. Lochet, L., «Comme annoncer le mystere
Schillebeeckx. E., Leven, ondanks de dood in heden en de la mort aux hommes de notre temps», en Christus 9
toekomst (Vida a pesar de la muerte en él presente y en (1962), 183 ss.; Boros L., «Meditationen über Tod, Ge-
el futuro), en Tijdschrift voor Theologie 10 (1970), ncht, Lauterung, Auferstehung und Himmel», en Leben-
418-452. diges Zeugnis, Mainz, 1963.
100 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 101

piada teológicamente, no alcanzaría el sentido ple- vo Testamento conoce y profesa su fe en la resu-


no para el que fue creada? En otras palabras, y rrección de los muertos. La filosofía griega y en
planteando el problema en términos de muerte-in- concreto el platonismo, bajo cuyo influjo estuvo
mortalidad-resurrección: ¿la resurrección presu- la naciente Iglesia misionera dentro del mundo
pone la inmortalidad del alma (o del hombre) o helénico, conoce la inmortalidad del alma, pero ni
la inmortalidad del alma presupone la resurrec- conoce, ni puede imaginarse, la resurrección. La
ción? ¿Resucitamos porque somos inmortales o reflexión de la teología cristiana, conciliando los
somos inmortales porque resucitamos? «aut-aut» con un «et-et» formuló la proposición
siguiente: el alma es inmortal. Tras la muerte del
justo, una vez separada del cuerpo, es juzgada por
I. MUERTE Y RESURRECCIÓN Y SU LEC- Dios y goza de su presencia hasta el fin del mun-
TURA EN LAS ANTROPOLOGÍAS do cuando, de nuevo, será re-unida con el cuerpo,
BÍBLICA Y GRIEGA. ahora resucitado, para gozar juntamente con él de
la comunión con Dios. La doctrina de la inmorta-
1. La solución conciliadora en la teología lidad del alma de los griegos era complementada
católica clásica con la bíblica de la resurrección de los muertos.
Con eso se está afirmando:
De antemano podemos adelantar el siguiente
a) que la muerte no es total: únicamente
dato aparentemente incuestionable: el tema de la
atañe al cuerpo del hombre;
inmortalidad del alma no pertenece al kerigma
b) que la resurrección tampoco es total:
fundamental del Nuevo Testamento (3). El Nue-
únicamente atañe tan sólo al cuerpo;
c) que el hombre es, fundamentalmente, un
(3) Cfr. Jeremías, J., «Ades», en ThWNT I, 146- compuesto de dos substancias en sí incompletas,
150; Tremel, Y., «L'homme entre la mort et la réssurrec- cuerpo y alma. Tomás de Aquino dirá: son dos
tion d'apres le Nouveau Testament», en: Lumiere et Vie principios que, unidos, forman el hombre uno. El
24 (1955), 33-37; Ménoud, P. H., «La signification de la
mort», en: L'bamme devant la mort, Neuchátel, 1952;
163 ss.; Id., Le sort des trépassés, Neuchátel 1966; Gre-
lot, P., «La théologie de la mort dans l'Ecriture Sainte», Cuesta, I. F., «El estado de la muerte: ¿inmortalidad o
en La Vie Spirituelle, Supp. 11 (1966), 143 ss.; Cul- resurrección?», en Liturgia (Burgos), 429-444; Bordoni,
mann, O., «Inmortalité de l'ame ou résurrection des M., «La morte nella prospettiva biblica», en Dimensioni
morts?», en Des Sources de l'EvangUe a la formation de antropologiche della morte, op. cit., 123-169, con abun-
la théologie chrétienne, Neuchátel, 1969, 149-171; De la dante bibliografía.
102 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 103

alma es la forma del cuerpo y mantiene una rela- antropología católica (5) con no pocas conse-
ción esencial con la materia. Separada, retiene de cuencias kerigmáticas. La praxis eclesial predicó
la misma forma esa relación trascendental, de tal mucho más la inmortalidad del alma que la resu-
modo que siempre tiende a re-unirse con el cuer- rrección de los muertos; anunció con más frecuen-
po. Separada del cuerpo, vive en un estado con- cia un axioma filosófico que aquella verdad reve-
trario a su naturaleza y por ello violento (4). Esa lada, que para la primitiva Iglesia constituía, indis-
tendencia no fundamenta todavía la resurrección cutiblemente, el centro de todo el mensaje cristiano.
del cuerpo, como pretenden algunos, sino única- Ese platonismo depurado penetró en las formula-
mente su revivificación. ciones dogmáticas como la de Benedicto XII
Una combinación semejante, realizadas desde («Benedictas Deus», del 29 de enero de 1336) y
los Padres hasta los escolásticos, abandonó, en la bula «Apostolici regiminis» de 19 de diciembre
verdad, tanto el pensamiento platónico como el de 1513 en el quinto Concilio de Letrán. Benedic-
bíblico. La filosofía platónica no conoce la valora- to XII afirma que las almas de todos los santos y
ción del cuerpo ni acepta que el alma, por fin las de todos cuantos hayan muerto con el bautis-
libre, pueda volver al cuerpo-cárcel («soma-se- mo y no tengan nada que purgar, «van inmediata-
ma», en griego: Platón, Georgias 47,493 A). Por mente después de su muerte» al cielo para estar
otro lado, el semita no conoce un alma sin cuerpo, con Cristo y que «aun antes de la reasunción de
ni dispone de una palabra correspondiente para sus cuerpos ven la esencia divina con visión intui-
ello. Si equélla sobrevive a la muerte, lo ha de tiva, incluso facial, sin mediación de criatura algu-
hacer siempre en forma corporal. Pero además na» (DS 1000). León X, en el Concilio de Letrán,
Platón concibe la muerte como una ascensión ha- canoniza la doctrina platónica de la inmortalidad
cia la libertad y total espontaneidad del alma. Pa- del alma en contra de Pietro Pomponazzi, neoa-
ra la Biblia, la muerte significa una «descensio ad ristotélico averroísta, con la siguiente afirmación:
inferos» (Sheol), donde reina la sombra y la vida «Condenamos y reprobamos a todos los que afir-
imperfecta. man que el alma intelectiva es mortal o la misma
en todos los hombres» (DS 1440; cfr. 2766,
Esta concepción dualista (mitigada, sin em-
bargo, en Tomás de Aquino) impregnó toda la
(5) Cfr. el estado de la cuestión de la investigación
histórica actual en: Francis Fiorenza y J. B. Metz, «Der
(4) Cfr. Pala, G., La risurrezione dei corpi nella Mensch ais Einheit von Leib und Seele», en: Mvsterium
teología moderna, Roma, 1963, 47-66, esp. 56. Salutis II, 1967, 584-632, esp. 602 ss.
104 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 105

3771). No es aquí el lugar de hacer una herme- lo de pensamiento griego mediante el cual se ex-
néutica de tales afirmaciones situándolas dentro plicaba la supervivencia del hombre más allá de la
de la opción antropológica griega y haciendo hin- muerte» (7). En todo caso se percibe aquí la
capié en el hecho de que sólo dentro de ese siste- emergencia de dos antropologías diferentes.
ma pueden ser entendidas correctamente y cobran
su validez teológica. Si el Concilio de Letrán se 2. La muerte en el pensamiento platónico y en
hubiese movido dentro del horizonte de la antro- el pensamiento semita
pología semita, ¿hubiera podido hacer la afirma-
Por tratarse de dos antropologías diferentes,
ción que hizo? Ciertamente que, en vez de hablar
presentan también dos concepciones distintas de
de inmortalidad del alma, hubiera canonizado la
la muerte. Bastará con que hagamos un paralelis-
inmortalidad de la persona humana total y no una
mo, ya empleado en otras épocas por los filósofos
parte de ella. Tal es la interpretación que, según
paganos en contra de los cristianos, para que nos
las investigaciones más recientes (6), parecía de
percatemos de esta realidad: comparemos la muer-
hecho asumir la intención conciliar. M. Schmaus,
te de Sócrates con la de Cristo.
en su reciente manual de dogmática, dice: «No
Con maestría inimitable, Platón pinta en el
existe ninguna declaración del magisterio que de-
Fedón la figura soberana de Sócrates frente a la
fina obligatoriamente la muerte como separación
muerte. La muerte es la «separación del cuerpo y
del cuerpo y del alma. Las declaraciones oficiales
del alma» (8). Esta anhela liberarse de la cárcel
pretenden garantizar la continuidad de la vida del
para estar en sí misma y poder contemplar las
hombre más allá de la muerte, pero no afirman
ideas eternas. De ahí se sigue que «el filósofo
expresa y formalmente que esa vida deba ser en-
auténtico es el que se ejercita en el morir y para
tendida exclusivamente como inmortalidad del al-
quien nada hay menos terrible que la muer-
ma espiritual. Cuando los textos del magisterio
te» (9). «Los que filosofan están en continua ago-
(especialmente la declaración de Benedicto XII:
nía de muerte» (10), «purificando el contacto del
DS 1000) afirman la inmortalidad del alma espi-
ritual, utilizan una formulación tomada del mode-
(7) Schmaus, M., Der Glaube der Kirche, II,
München, 1970, 744.
(8) Cfr. «Platonis Opera», edic. de I. Burnet, Ox-
(6) Id., 617: «La inmortalidad se atribuye al alma ford 1961, 67d.
porque el hombre individual, en su concreción histórica, en (9) Ibid., 67e.
inmortal». (10) Ibid., 64b.
106 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 107

alma con el cuerpo, en la esperanza de que Dios mas a Aquel que lo podía liberar de la muerte»
mismo venga a romper las ataduras que los (5,7). A diferencia de Sócrates, no muere sereno,
unen» (11). Y narra cómo Sócrates «acercó el sino casi en trance de desesperación: «dando un
cáliz (de la cicuta) a sus labios y lo bebió con una gran grito, expiró» (Me 15,37). Para el semita,
tranquilidad y una dulzura maravillosas» (12). la muerte no es liberación, «bello riesgo» (15),
«Este es el fin de nuestro amigo, del hombre, como dice elegantemente Platón, sino la
podemos decir que del mejor de los hombres que enorme potencia del mal que entró a causa del
hemos conocido en este tiempo, el más sabio, el pecado (Rom 5,12), «el último enemigo que ha
más justo de todos los hombres» (13). de ser reducido a la nada por Dios» (1 Cor
En contraposición a Sócrates, tenemos la muer- 15,26).
te de Jesús (14). Este prevé un fin trágico: Esta contraposición pone de relieve la dife-
«Su alma está triste hasta la muerte» (Le 26,38). rencia profunda existente entre las dos antropolo-
Y Lucas precisa aún más: «y lleno de angustia gías y sus correspondientes concepciones de la
oraba con mayor insistencia. Y su sudor se volvió muerte. Para el griego platónico, el hombre no
como gruesas gotas de sangre que corrían hasta la muere totalmente, su alma es inmortal. Para el
tierra» (Le 22,44). Se estremece, se siente aban- semita, el hombre entero muere o asume una for-
donado por los suyos (Mt 26,40): «Padre, si ma imperfecta de vida en el sheol; sin embargo
puedes aparta de mí este cáliz» (Me 14,36). La para la fe neotestamentaria, resucita todo entero.
muerte es enemiga del hombre al que todo está Vamos a considerar esto con más detalle.
sometido. El autor de la epístola a los Hebreos,
con rasgos existencialistas, observa que «Jesús 3. La experiencia de la Resurrección de Cristo
elevó oraciones y súplicas con gran clamor y lágri- como nuevo horizonte de la antropología

El Nuevo Testamento jamás proclama en su


mensaje central, la inmortalidad del alma, sino la
(11) Ibid, 6a7.
(12) Ibid., 117c. resurrección de los muertos como el gran futuro
(13) Ibid., 118; cfr. asimismo De la Cuesta, «El del hombre para después de la muerte. Este men-
estado de muerte», op. cit., 431.
(14) Cfr. con la bibliografía allí citada: Boff, L., saje no es el fruto de una especulación de tipo
«El sentido de la muerte de Cristo», en Jesús Cristo
Libertador, op. cit., 113-133 (trad. castellana: Jesucristo
el Liberador, Sal Terrae, 1980). (15) Fedón, op. cit., 114d.
108 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 109

antropológico, sino de una experiencia vivida que mente insertada dentro de las categorías tradicio-
llevó a exclamar con entusiasmo: «¡El Señor ha nales del judaismo (17). La antropología semita
resucitado de verdad y se ha aparecido a Simón!» sirvió de material de representación para comuni-
(Le 24,34). (16). Con todo, este hecho les aportó car a los fieles la novedad de la Resurrección del
un enriquecimientto antropológico nuevo: la muer- Señor. Con ello no se pretende decir que el mode-
te había sido vencida y su poder, hasta entonces in- lo antropológico semita haya sido canonizado o
quebrantable, se revelaba como algo vacío: «Oh que sea mejor o más adecuado que cualquier otro,
muerte, ¿dónde está tu victoria? La muerte fue antiguo o moderno. Sirvió únicamente de mate-
tragada por la victoria» (1 Cor 15,55). rial representativo con el que la experiencia de la
Conviene precisar con todo detalle, y en esto Resurrección pudo ser expresada y de ese modo
nos distanciamos de Willi Marxen y de Heinz llegó hasta nosotros. La novedad antropológica
Robert Schlette, que el hecho de que los fenóme- conquistada a partir de la Resurrección de Cristo
nos de las apariciones y del sepulcro vacío pudie- es la siguiente: si Cristo resucitó, entonces tam-
ran ser interpretados como resurrección, no se de- bién nosotros hemos de resucitar. El es el primero
bió a las categorías antropológicas semitas. Le Re- y «todos somos vivificados en El» (1 Cor
surrección fue un impacto que soprendió a los 15,20.22; Rom 8,29; Col 1,18). Su Resurrección
apóstoles y los dominó. De repente «lo que oí- no aparece como un hecho aislado, sino que asu-
mos, lo que vimos con nuestros ojos, lo que con- me una dimensión universal extendiéndose a toda
templamos y lo que palparon nuestras manos», el la Humanidad, porque El es el nuevo Adán (Rom
crucificado, muerto y sepultado, estaba delante de 5,14).
ellos. Y no simplemente revivificado como al-
guien que volviese a asumir su cadáver, sino total-
mente transfigurado, glorioso y repleto de Dios. a) Categorías antropológicas semitas
Esta experiencia originaria, que en el primer mo- y resurrección
mento fue interpretada dentro de las categorías
del pensamiento apocalíptico como la exaltación ¿En qué concreta el Nuevo Testamento esa
del justo sufriente cabe Dios, quedó posterior- novedad? ¿Qué categorías antropológicas sirven
de medio de comunicación? Existe unanimidad
(16) Sobre la problemática actual y la exégesis de
los textos de la Resurrección, véase el capítulo precedente (17) Cfr. Seidensticker, Ph., Die Auferstehung Jesu
y todo el número de la revista Conálium 60 (1970). in der Botschaft der Evangelisten, Stuttgart, 1968, 31-58.
110 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 111

entre los exegetas al afirmar que la Resurrección ¿Por qué une entonces Pablo dos cosas con-
no se expresó en las categorías griegas de cuerpo tradictorias? Porque para él, como para todo el
y alma, sino en las semíticas de carne-cuerpo-espí- pensamiento semítico, «espíritu» no se contrapo-
ritu (18). Hemos de dejar bien claro esto porque ne a «cuerpo» (19). Como veremos con detalle
no siempre que un semita emplea las palabras más adelante, cuerpo significa el hombre entero
«cuerpo» o «espíritu» entiende lo mismo que con (interior y exterior: 2 Cor. 4,16; Rom 7,22; cuer-
«cuerpo» y «espíritu» dentro del modelo griego de po y alma) en cuanto es comunión; cuerpo es el
antropología. La misma palabra «cuerpo» en uno u término más próximo a nuestro concepto de per-
otro caso significan realidades diversas. Para noso- sonalidad. En este sentido, el hombre no «tiene»
tros, occidentales y herederos de la cultura griega, cuerpo, sino que «es» cuerpo. El hombre-cuerpo
esto implica que debemos poner una especial puede transformarse en «carne» por el pecado.
atención, porque en nuestro sistema lingüístico Carne significa la situación humana rebelde con-
las palabras «cuerpo» y «espíritu» poseen un sig- tra Dios (Rom 2,28-29). «La carne es flaca»
nificado muy determinado, distinto del de los se- (Me 14,38) y su tendencia va hacía la muerte»
mitas o del capítulo 15 de la primera epístola de (Rom 8,6) que entró a causa del pecado (Rom
San Pablo a los Corintios. En esa epístola Pablo 8,12). Pablo llega a hablar de «cuerpo de carne»
se plantea directamente la pregunta: «¿Cómo re- (Col 2,11), es decir, de personalidad humana
sucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a (cuerpo) organizada contra Dios (carne; véase tam-
la vida?», y responde: «resucita un cuerpo espiri- bién «cuerpo de pecado» (Rom 6,6), o «carne de
tual» (1 Cor 15,35.44). ¿Qué significa esta ex- pecado» (Rom 8,3), o bien «cuerpo de muerte»
presión? ¿No excluye el cuerpo al espíritu? En (Rom 7,24); cuerpo de humillación y de deshon-
nuestra manera de pensar, lo mismo que en la ra (Flp 3,21; 1 Cor 15,43). La carne no puede
griega, el espíritu se contrapone al cuerpo, porque heredar el reino de Dios (1 Cor 15,50), en tanto
el cuerpo es material y el espíritu es inmaterial. que el «cuerpo» es para el Señor (1 Cor 6,13),

(18) Cfr. Carrez, M., «L'hermenéutique paulinienne (19) Sobre esta problemática véase: Gelin, A., U
de la résurrection», en La résurrection du Christ el l'exé- homme sélon la Bible, París 1968, 9-16 (trad. castellana:
gese moderne, París 1969, 55-74; Grass, H., Ostergesche- El hombre según la Biblia, Desclée, 1966); Kümmel, W.
hen und Qsterberichte, Gbttingen 1962, 146-173; Grab- G., Das Bild des Menschen im Neuen Testament, Zürich
ner-Haider, A., «Auferstehungsleiblichkeit», en Stimmen 1948, 20-40; Herrade Mehl-Koehnleín, L'homme selon l'a-
derZeit 181 (1968), 217-222. pótre Paul, Neuchatel, 1951, 31-37.
112 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 113

Por eso Pablo nunca habla de la resurrección At te. El hombre no ha abandonado nada de su esta-
la carne sino del cuerpo que debe ser mudado (1 tuto antropológico, sino que ha sido totalmente
Cor 15,51) y transformado (Rom 6,6; 8,23; Flp liberado y penetrado por la realidad divina. Esto
3,21) en cuerpo espiritual. «Espíritu», a su vez, es lo que se llama resurrección, que debe ser, por
indica el principio por el que el hombre se ordena principio, distinguida de la revivificación (20).
a Dios. Dios mismo es espíritu (ruaj), poder y El hombre no resucita a la vida biológica, sino a
fuerza de vida y de resurrección: 'el espíritu' es la vida eterna que ya no se ve amenazada por la
el que da vida, 'la carne' de nada sirve» (Jn muerte. La resurrección se define, entonces, como
6,63). Espíritu se opone, no a cuerpo, sino a car- la escatologización de la realidad humana, como la
ne: «las tendencias de la carne van hacia la muer- introducción del hombre, en cuanto totalidad
te, pero las del espíritu son vida y paz» (Rom cuerpo-alma, en el reino de Dios.
8,6). Si Pablo dice que el hombre, por la resu-
rrección, se transforma en «cuerpo espiritual», es- Esta certeza desdramatiza la muerte, pues ella
to significa: la personalidad humana, a partir de ya no es la última palabra pronunciada por Dios
ahora, es totalmente comunión, apertura, comuni- sobre el destino humano. Aquí encontramos tam-
cación con Dios, con los demás y con el mundo. bién el punto de convergencia entre la concepción
El «cuerpo de carne», sufriente, sometido a las platónica y la cristiana de la muerte: ambas, a
tentaciones y al pecado, es liberado totalmente y través de caminos diversos, consiguen la misma
convertido en cuerpo espiritual. La resurrección serenidad y confianza frente al mismo misterio.
ha operado esta transformación. Sócrates suspira por la muerte como condición de
Por consiguiente, la verdadera liberación no la inmortalidad del alma. El cristiano, partiendo
consiste en el abandono del cuerpo, sino en su de una óptica diferente, encara con serena alegría
asunción y total liberación para Dios, de manera la muerte, pues desde que Cristo resucitó ya no
que el hombre se encuentre lleno de la realidad existe la segunda muerte; la primera muerte se ha
divina mediante la resurrección. En una palabra, transformado en un paso hacia la glorificación del
con la expresión «cuerpo espiritual» Pablo quiere Padre (Jn 13,1).
decir lo siguiente: gracias a la resurrección, el
hombre entero ha quedado radicalmente lleno de
la realidad divina y liberado de sus alienaciones,
tales como la debilidad, el dolor, la imposibilidad
(20) Cfr. Hengstenberg, H.-E., Der Leib und die
de amor y de comunicación, el pecado y la muer- letzten Dinge, Regensburg 1955, 151 ss.; 249 ss.
114 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 115

b) ¿Cuándo acontecerá la resurrección son arrebatados en las nubes al encuentro del Se-
ñor (v 17).
La vida cristiana es un estar-con-Cristo, ex- Después, debido a los peligros de muerte por
presión que aparece 196 veces en el Nuevo Testa- los que pasó (1 Cor 15,32; 2 Cor 1,8-10; 4,7-
mento como expresión de la más íntima unión del 12), empieza a contar con un desenlace posible.
fiel con Cristo resucitado y pneumático (21). Es- Es entonces cuando se plantea la cuestión de la
to implica que «los que se han revestido de Cristo existencia del hombre en el intervalo que media
son una nueva criatura» (2 Cor 5,17; Gal 3,27). entre la muerte y la parusía (22). Pablo argu-
Las fuerzas del siglo futuro ya están actuando menta de la forma siguiente: nuestra habitación
dentro del corazón del mundo (cfr. Hebr 6,5). El terrena es el cuerpo mortal. Si esta habitación se
bautismo, según la teología paulina, nos hace par- llega a desmoronar (al morir), no nos preocupe-
ticipar en la muerte y en la resurrección de Cristo mos pues tenemos en los cielos una habitación
(Rom 6,1-11; Col 2,12). Pero aún más: Dios no eterna, es decir, un cuerpo celeste. En la parusía,
solamente nos «ha co-resucitado, sino que nos ha los muertos que están en el Señor (cfr. Flp 1,23)
sentado en los cielos en Cristo Jesús» (Ef 2,6). serán revestidos de este cuerpo celeste y los que
Sin embargo, esta vida nueva con Cristo en Dios aún no hayan muerto serán a su vez revestidos de
permanece escondida y sólo será visible en la pa- tal forma que nuestra mortalidad quede absorbida
rusía (Col 3,1-4), que para Pablo era algo inmi- por la vida (cfr. 2 Cor 5,1-5). El prefiere estar
nente. Al comienzo de su predicación, habla del entre los vivos y ser revestido a estar entre los
hecho de la resurrección de los muertos en térmi- muertos que ya han recibido esa vestidura. Y a
nos de un futuro próximo (1 Tes 4,15-17). El pesar de ello «preferimos desterrarnos del cuerpo
mismo espera poder presenciar cómo los vivos y vivir en la patria junto al Señor» (2 Cor 5,8).
No queda muy claro en el pensamiento de Pablo
cómo es esa vida junto al Señor, una vez desterra
do del cuerpo. Lo cierto es que se presenta como
(21) Cfr. Deissmann, A., Die neutestamentliche más deseable que la vida en el cuerpo lejos de El
Formel in Christo Jesu, Marburg 1892; Dupont, J.,
Syn Christo, L'union avec le Christ suivant Saint Paul,
Brugges 1952; Hoffmann, P., Die Toten in Christus. Eine
religionsgeschichtliche und exegetische Untersuchttng zur (22) Benoit, P., «¿Resurrección al fin de los tiempos
pawlinischen Escbatologie, Münster 1966, 301-320; Bor- o inmediatamente después de la muerte?», en Concilium
doni, M., Dimensioni antropologiche della morte, op. cit, 60 (1970) 99-111; Carrez, M., «¿Con qué cuerpo re-
210-234. sucitan los muertos?» en: Concilium op. cit. 88-98.
116 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 117
(2 Cor 5,6-8; Flp 1,23) (23). Da la impresión do de la muerte a la vida y que «ya» no muere
de que el mismo Pablo no ve con claridad cómo más (11,26; 5,24-25). La escatología del ahora
vaya a ser la vida de los muertos en relación con «ya» se presenta como una realidad presente pero
el Señor resucitado. De todos modos, confiesa: aún no perfecta y acabada: «ahora somos hijos de
«según aguardo y espero, en nada quedaré con- Dios aunque todavía no se haya manifestado lo
fundido, sino que estoy plenamente seguro, ahora que hemos de ser. Sabemos que cuando El aparez-
como siempre, de que Cristo será glorificado en ca seremos semejantes a El porque lo veremos tal
mi cuerpo, sea por la vida o por la muerte». Pues cual es» (1 Jn 3,2). Como se ve, tanto en Pablo
para mí vivir es Cristo y morir ganancia» (Flp como en Juan, se verifica un desplazamiento de
1,20-22). Por una parte, afirma que la resurrec- acentos del futuro hacia el presente, sin que por
ción, conforme a la doctrina común de los judíos, ello el futuro quede totalmente integrado en el
se realizará al fin del mundo con la parusía del presente. La unión con el Resucitado aquí en la
Señor; pero por otra, acentúa que lo esencial «ya» tierra es tan íntima que significa una verdadera
se ha realizado en esta vida terrena por la fe, la liberación de la muerte. La supervivencia del al-
esperanza y el bautismo; éste ya nos ha hecho ma, tal como la reflexión de la teología posterior
morir, resucitar y estar con Cristo en los cielos la pretendió extraer de estos textos de resurrec-
(Rom 6,1-11; Col 2,12; Ef 2,6). «Ya» ahora ción, no da la impresión de que pueda ser afirma-
somos poseedores de ese Espíritu que resucitó a da basándose en ellos. Hablan sencillamente de la
Jesús de entre los muertos. «El dará también la resurrección que afecta a todo el hombre. La resu-
vida a nuestros cuerpos mortales» (1 Cor 6,14). rrección es obra del Espíritu que ya ahora posee-
La misma dialéctica entre el presente y el fu- mos. El mantendrá la continuidad entre la vida y
turo aparece en el evangelio de Juan. Por un lado, la muerte: «Ya vivamos, ya muramos, somos del
se afirma la resurrección en el último día, según la Señor» (Rom 14,8). Benoit (24) aventura la
creencia de los judíos (Jn 11,24; 6,39-40.44-54); idea de que la morada celeste que ya ahora posee-
por otro, se precisa que quien cree en Jesús mos en el cielo tal vez no sea individual, sino que
«ya» tiene la vida (5,24; 6,40.47); que ha pasa- se trataría del cuerpo del Señor resucitado. En la

(23) Cfr. Feuillet, A., «La demeure celeste et la


destinée des chrétiens. Exégése de 2 Cor 5,1-10 et contri- (24) Benoit, P., «¿Resurrección al final de los tiem-
bution á l'étude des fondements de l'eschatologie pauli- pos o inmediatamente después de morir?», en Concilium
nienne», en RSR 44 (1956), 161-192; 360-402. 60(1970), 99-111.
118 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 119

tierra ya estamos insertados en ese cuerpo; la consecuencias, se articula en la proposición si-


muerte nos haría participar más profundamente giente: «es necesario que 'este' cuerpo corrupti-
de El. La total transfiguración del hombre indivi- ble (la persona) se revista de incorrupción y que
dual sólo llegaría al fin del mundo, junto con toda 'este' ser mortal (persona) se revista de inmorta-
la creación (Rom 8,23). lidad» (1 Cor 15,53). De este modo se presenta
El concepto de resurrección, como subraya la resurrección como la transfiguración total del
fuertemente Marcello Bordoni en un brillante tra- hombre de una situación terrena a una situación
bajo sobre las dimensiones antropológicas de la celeste. Dios no substituye lo viejo por lo nuevo
muerte, no posee en medida tan grande para el sino que hace algo nuevo a partir de lo viejo. La
Nuevo Testamento un carácter cósmico-apocalíp- resurrección ha creado un horizonte antropológi-
tico de repristinación corpórea del hombre, debi- co nuevo para el cristiano: ya no se habla nunca
do a una exigencia antropológica. Más bien posee de inmortalidad del alma, sino de resurrección
un carácter religioso que concierne a las relacio- bajo la forma de un estar-con-Cristo. Y como esta-
nes del hombre con Dios por medio de Cristo, mos en-Cristo ya ahora, la muerte es una de las
realizadas ahora totalmente en cuanto amistad, formas de estar con-El (2 Cor 5,8; Flp 1,23); es
amor y reconciliación radical. La resurrección cor- un paso semejante a la muerte de Cristo, un paso
pórea que se ha de realizar al final de los tiempos, de este mundo al Padre (Jn 13,1), en cuanto
sería entonces la plenitud de algo ya comenzado glorificación (Jn 17,1-2) que concierne a todo e)
en la tierra y prolongado más allá de la muerte hombre y no sólo a una parte de él.
como un estar-con-Cristo (25). Es, sin embargo,
urgente observar que 1 Cor 15,35-55 no permite
una espiritualización semejante del concepto de
resurrección. Los textos abordan «ex professo» y II. RELECTURA DE LA RESURRECCIÓN
«data opera», el problema de la realidad terrena DESDE LA ANTROPOLOGÍA ACTUAL
del hombre en relación con la resurrección. La
solución que Pablo formula a este respecto, aun-
que tal vez ni él mismo haya previsto todas sus Le fe en la Resurrección de Cristo y su rele-
vancia para nosotros fue expresada por el Nuevo
Testamento con las posibilidades que le ofrecía la
(25) Le dimensioni antropologiche della morte, op. antropología semita. Hemos de reconocer, con J.
cit., 233-234. Ratzinger, que esa mediación se nos presenta co-
120 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 121

mo enormemente audaz y generosa (26), tradu- 1. Observación metodológica: la tipicidad del


ciendo de manera muy adecuada la experiencia pensamiento teológico.
que los apóstoles hicieron de Jesús resucitado.
Pero, ¿cómo hemos de expresar esa misma con- Antes de que abordemos esta cuestión, se im-
vicción nosotros, que no somos semitas ni nos pone una reflexión sobre la metodología teológi-
sumamos dentro de la antropología a las coorde- ca. La teología es una reflexión crítica acerca de la
nadas de interpretación que les eran propias? Pa- experiencia cristiana de Dios, del hombre y del
ra nosotros la resurrección es alegre certeza y es- mundo. Por consiguiente, la teología consiste en
peranza venturosa que nos abre un futuro sin reelaborar la fe cristiana cuestionando y reflexio-
nubarrones y absoluto porque creemos que el nando sobre ella. El positivismo dogmático, que
futuro de Cristo es el futuro de la Humanidad. Al se preocupa únicamente por la reconstrucción y
vivir nuestra fe en la resurrección de Cristo y de sistematización de las declaraciones oficiales del
los demás hombres, ¿qué instrumentos utilizamos pasado y del presente, con los mismos conceptos
en orden a nuestra propia comprensión y en or- en ellas implicados, y el biblicismo, que procede
den a hacernos entender por los que nos exigen
las razones de nuestra esperanza? (1 Pe 3,15).
¿Existe algún punto de contacto entre la resurrec-
taphysische und anthropologische Bedeutung, Bern 1951:
ción y la antropología tal como hoy la concebi- Van Peursen, C. A., Leib, Sede, Geist, Mohn 1959; Va-
mos? (27). Pablo encontró, en la expresión aludi- rios, Geist und Leib in der menscblichen Existenz, Frei-
da de «cuerpo espiritual», típica de su horizonte burg-München 1961, trabajos y discusiones entre científi-
cos y teólogos; Sausgruber, K., Atom und Seele. Ein
de comprensión antropológica, una inserción se- Beitrag zur Erckterung des Leib-Seele-Problems, Freiburg
mejante. ¿Dónde nos situaremos nosotros hoy? 1958; Godan, H., Die Unzustándlichkeit der Seele, Stutt-
gart 1961; L'ame et le corps, Recherches et Debats 35,
París 1961; Maier, W., Das Problem der Leiblichkeit bei
Jean-Paul Sartre und Maurice Merlau-Ponty, Tübingen
(26) Ratzinger, J., Einführung in das Christentum, 1964; Metz, J. B., «Caro, cardo salutis. Zum chris-
München 1969, 297 (trad. castellana: Introducción al tlichen Verstandnis des Leibes», en Hochland 55
Cristianismo, op. cit.). (1962), 97-107; Mouroux, J., Sens chrétien de líbomme,
(27) La literatura antropológica moderna es innu- París 1945; Varios, A redescoberta do homem. Do mito a
merable. Aquí haremos alusión a obras que suponen ya antropología critica, Petrópolis 1970; Harada, H., «Feno-
un trabajo sistemático, sintetizando las grandes líneas de menología do corpo. Situacao como existencia corporal»,
la reflexión. Para nuestro problema son significativas: en Vozes, 65 (1971), 21-28; Boff, L., «Teología do cor-
Hengstenberg, H.-E., Der Leib uní die letzten Dinge, po: o homem-corpo é inmortal», en Vozes, 65 (1971)
Regensburg 1955; Wenzl, A., Unsterblicbkeit, ibre tne- 61-68.
122 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 123

según el mismo método sin preocuparse por re- que la teología corre de perder su identidad se
pensar sus datos frente a y dentro de la experien- vuelve proporcionalmente mayor. La intediscipli-
cia de la fe tal como es sentida hoy, constituyen nariedad al abordar los problemas, aun los teoló-
los dos grandes peligros de la teología (28). Tam- gicos, no significa, ni exige, la pérdida de la iden-
poco es menor el peligro de aquel género de teo- tidad de cada ciencia. El teólogo ha de ver, con
logía que, sin seguir siendo ella misma, en el diá- ojos de teólogo y partiendo de la experiencia de
logo con otras ciencias humanas pierde su identi- fe, la relevancia teológica de los datos psicológi-
dad de tal teología y se convierte en esclava de cos, antropológicos, sociológicos, etc. No será
otras ciencias. De este modo la teología ya no (aunque no se excluye que lo sea también) un
repiensa su propia experiencia, sino la de otro antropólogo, pero ha de leer con sus ojos de teó-
horizonte, perdiéndose como teología o afirmán- logo la contribución que aporte la antropología al
dose como ideología. Con razón observaba Hei- desciframiento del misterio humano, del que par-
degger: «Sólo aquellas épocas que han dejado de ten y hacia donde convergen todas las ciencias si
creer en la verdadera grandeza de la misión de la no quieren transformarse en ideologías.
teología, llegan a fraguar la perversa idea de que Para nuestro tema, esto significa preguntar-
es posible ganar y hasta sustituir a la teología nos: ¿de qué manera, a la luz de la fe en la resu-
mediante una pretendida renovación de ella con rrección y del horizonte antropológico nuevo
el auxilio de la filosofía (nosotros diríamos de las abierto por esa experiencia, se pueden iluminar
ciencias humanas) y de ese modo formularla al los datos antropológicos conocidos y recibidos de
gusto de las necesidades del tiempo (29). otras ciencias? ¿De qué forma la resurrección se
Hoy el dialogante principal de la teología ya no articula con el principio-esperanza experimentado
es la filosofía en el sentido clásico, sino las ciencias en el hombre? ¿Puede la antropología descubrir
humanas. Y como éstas han experimentado, en los en la resurrección una relevancia para ella misma,
últimos años, un vertiginoso progreso, el peligro en el sentido de que la fe formula y explícita lo
que implícita y latentemente está implicado y ya
atemáticamentte visualizado en la misma antropo-
logía? Una teología que reflexione sobre sus pro-
(28) Cfr. Rahner, K., «Philosophie und Philosop-
hieren in der Theologie», en Schriften zur Theologie pios contenidos (y que se dé cuenta del horizonte
V I I I , Einsiedeln 1967, 66-87, esp. 69 (trad. castellana: hermenéutico sobre el que son proyectados) y a
Escritos de Teología, Taurus). partir de ahí procure situarse ante la amplia expe-
(29) Einführung in die Metaphysike, Tübingen
1953,6. riencia humana, analizada hoy día por tantas cien-
124 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 125

cias, no puede eximirse de dar una respuesta, o al La personalización es un proceso que se efectúa
menos de dedicarse a un cuestionamiento seme- en la historia sobre la base de los datos de la
jante. Se trata de releer la fe en la resurrección a persona y de la naturaleza: el existir-en-el-mundo,
partir de otra experiencia del mundo y del hom- el existir en-común-con-otros, con la carga heredi-
bre de la que participa también el teólogo como taria, cultural y psicológica que se heredó e inde-
hijo de su tiempo. pendientemente de ella, etc.
Genéticamente, el hombre procede de la evo-
2. La personalidad como unidad lución animal, pero ha dejado tras de sí al animal
de dimensiones plurales. y al ambiente circundante típico del animal. Anda
buscando su lugar en la naturaleza pero aún no lo
El descubrimiento fundamental que provocó ha encontrado. Resume en sí todos los estratos
el gran viraje antropológico del pensamiento mo- del ser y por él pasa el eje de la evolución ascen-
derno, se verificó al tematizar y reflexionar siste- dente. Pero posee un principio o dimensión que
máticamente sobre la subjetividad humana. El continuamente está contestando al Bíos (31). En
hombre se entiende ante todo como personalidad. cuanto espíritu, no está atado a los condiciona-
No es un ser más entre otros seres del mundo. Es mientos biológicos, sino que se libera por la liber-
el único que, dentro del orden del mundo, ex-iste. tad y espontaneidad y, cuando se ve imposibilita-
Los objetos no ex-isten, aunque sean. « E x i s t e n - do de hacerlo, los sublima. Es un ser carencial: no
cia quiere decir la capacidad que tiene el ser de posee, a nivel biológico, ningún órgano especiali-
salir de sí y de regresar a sí (re-flexión), y del zado. Y sin embargo hace de esta desventaja bio-
mismo modo de objetivar y de distanciarse del lógica su arma principal: crea instrumentos para
mundo. Pero el hombre no se define tanto por lo modificar el mundo circundante y así elabora
que ha recibido cuanto por aquello en lo que se cultura y un mundo de segunda mano (32).
convierte y quiere de forma responsable. De ahí
que «personalidad» no sea pura y simplemente
sinónimo de «persona», que es lo ontológicamen- REB 31 (1971), 47-64; Boff, L., «O destino do Homem
e do Mundo», CRB, Río de Janeiro 1972, 43-47 (trad.
te dado y recibido. Más bien personalidad es for- castellana: El destino del hombre y del mundo, Sal Te-
malmente el ejercicio libre del ser-persona (30). rrae, 1978).
(31) Cfr. Scheler, M., Die Stélung des Menschen
im Kosmos, Bern 18626, 36 ss.
(30) Cfr. para una orientación, Libánio, J. B., «Mo- (32) Esta perspectiva ha sido desarrollada por toda
dernos conceitos de pessoa e personalidade de Jesús», en una corriente de antropología, especialmente por Gehlen,
126 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 127

Lleva en sí un mundo inconsciente, perso- que se verifica en cada acto. Su horizonte natural
nal y colectivo, en el que se acumulan todas las es el ser total y lo que corresponde a su radical
experiencias, logradas o frustradas, de la raza y apertura no es el mundo, sino Dios (34). Históri-
del proceso evolutivo anterior. También acarrea camente, a través del mito, del logos y del saber
en su interior las experiencias que ha hecho en el científico, ha mostrado la capacidad de elaborar
encuentro con lo Numinoso y lo Divino, ese mis- síntesis siempre nuevas, conservando la misma
terio «tremendum et fascinosum» experimentado identidad humana (35). Sociológicamente es un
con la fascinación del fenómeno Dios (33). Su creador de culturas y sistemas de convivencia, pe-
vida consciente, en el hecho de comprender, en el ro nunca se identifica plenamente con ellas ni se
querer, en el sentir y en la experiencia fundamen- agota en semejantes concretizaciones. Existe en él
tal del amor y de la esperanza, revela una trascen- una posibilidad permanente de dinamismo contes-
dencia a todos los actos concretos, experiencia tador de lo realizado y alcanzado, con vistas a un
futuro mejor (36).
En todo ello el hombre revela un carácter ex-
A., Der Mensch. Seine Nalur und seine Stellung in der céntrico y asintótico. Sin embargo, es en la rela-
Welt. Frankfurt-Bonn 19668; Id., Anthropologische Fors-
chung, Hamburg 1961; Portmann, A., Zoologie und das
neue Bild des Menschen, Hamburg 1956; Buytendijk, F. (34) Véase la antropología de Rahner y de sus discí-
J. J., Mensch und Tier, Hamburg 1958; Plessner, H., Die pulos, elaborada bajo la inspiración del método transcen-
Stufen des Qrganischen und der Mensch, 1928. Véase dental: HÓrer des Wortes, München 1963 (trad. castella-
también la elaboración teológica de W. Pannenberg, na: Oyente de la Palabra, Herder, 1963); Metz, J. B.,
quien, sin abandonar el horizonte propio de la teología y Chrisñiche Anthropozentrik, München 1962: dentro de la
sin esclavizar a otras ciencias, ha conseguido profundizar filosofía italiana es característico de esta orientación M. F.
notablemente a nivel antropológico-teológíco: Was ist der Sciacca, Acte et Etre, Aubier 1958; Id., L'uomo questo
Mensch? Die Anthropologie der Gegenwart im Lichte squilibrato, Bocea, Roma 1956; Para una tentativa de
der Theologie, Gottingen 1968, esp. 5-13 (trad. castella- sistematización del pensamiento antropológico de Sciacca:
na: Qué es el hombre, Sigúeme, 1977); de modo seme- Boff, L., «A filosofía da integralidade de M. F. Sciacca»,
jante para la filosofía y sin convertirla en sucursal de en Vozes 1964, en cuatro artículos sucesivos.
otras ciencias humanas: Rothacker, E., Philosophische (35) Cfr. Jaspers, K., Psychólogie der Weltans-
Anthropologie, Bonn 1966; Rombach, H., Die Frage nach chauungen. Hermeneutik des Daseins im Sinne einer
dem Menschen, Aufriss einer philosophischen Anthropo- existentiellen Anthropologe, 1919; Id., Vom Ursprung
logie, Freiburg 1966; De la Peña, J. R., El hombre y su und Ziel der Geschichte, Hamburg 1955, 14 ss.
muerte, op. cit. (nota 1), 69-116. (36) Behrendt, R. F., Der Menscb im Licht der
(33) Cfr. Strauss, C.-L., La pensée sauvage, París Soziologie, Berlín 1962: Bloch, E., Prinzip Hoffnung, 2
1962; Neumann, E., Ursprungsgeschichte des Bewusst- vol., Franfurt 1959 (trad. castellana: El principio espe-
seins, München 1964. ranza, Aguilar, 1975).
128 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 129

ción con el misterio absoluto donde descubre su como la situación de un ser-que-procede-de-Dios


propio misterio y las verdaderas dimensiones de y, en consecuencia, dentro de la historia, como la
su dignidad. Dentro de su experiencia, Dios no se de un «homo viator» en búsqueda del absoluto
inserta como algo ajeno, sino como su máxima por proceder de él.
profundidad. Todas las ciencias verifican el fenó- Dando forma a lo que acabamos de exponer,
meno: el hombre es un ser abierto a la totalidad podemos decir: el hombre es un ser en tensión
de la realidad. Es apertura. ¿A quién y a qué está constante entre una apertura realizada y una aper-
abierto? ¿Al mundo? Pero queda patente que es tura absoluta. Está dimensionalizado para la tota-
mayor que el mundo, puesto que lo modifica lidad y, sin embargo, se ve siempre atado por las
constantemente convirtiéndolo en paisaje humano estrecheces de la situación concreta. El hombre se
y fraterno; por tanto, no es ésa la respuesta ade- experimenta como hecho y a la vez como porha-
cuada a su pregunta. ¿A la cultura? Pero es él cer; es finito e infinito. Esta experiencia profunda
mismo el que crea culturas siempre nuevas y las la expresó la filosofía platónica hablando de cuer-
utopías constituyen el fermento permanente de la po y alma. Cuerpo es el hombre hecho y dado;
contestación creadora. La apertura del hombre se alma es su principio dinámico con un tropismo
orienta hacia un cara a cara, hacia una meta que insaciable hacia lo infinito. Lo trágico de esta con-
se corresponde con él. El lenguaje ha acuñado la cepción lo constituye la entificación y objetiva-
palabra «Dios» para significar la meta total y ab- ción del cuerpo y el alma como dos «cosas» que
soluta de la búsqueda insaciable del hombre. En hubiera en el hombre. Por el contrario, la expe-
este sentido Dios posee un significado impondera- riencia nos convence de que el hombre es la uni-
ble (37). dad de todas sus dimensiones: es el mismo hom-
Estar abierto al mundo implica, por consi- bre el que mantiene su identidad y unidad de yo
guiente, estar abierto a Dios. La situación asintó- en cada una de las dimensiones citadas. Podemos
tica y ex-céntrica del hombre en cuanto ser-en-ca- mantener la terminología «cuerpo-alma» porque
mino-hacia-Dios es interpretada por las religiones ya ha entrado en nuestro lenguaje y en el incons-
ciente de nuestra cultura. Sin embargo, será urgen-
te preguntarse qué es lo que hay detrás de esa
(37) Cfr. Pannenberg, W., «Was ist der Mensch?, expresión.
en Disputation zwischen Cbristen uní Marxisten, Mün-
chen 1966, 179-194, esp. 182 ss.; Id., «Die Frage nach
Gott», en Grundfragen systematischer Thedogie, Gottin-
gen 1967, 361-386.
130 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 131

3. El hombre, unidad cuerpo-alma ra, las acciones corporales más primitivas están
penetradas por el espíritu. Porque en el hombre
Detrás de la expresión «cuerpo y alma» está la sólo existe un espíritu corporeizado y un cuerpo
experiencia radical de la unidad fundamental del espiritualizado, podemos decir con razón que
hombre. Esto no pretende, sin embargo, crear cuanto más el espíritu es espíritu, tanto más se
una identificación pura y simple de las diversas manifiesta y penetra la materia y que cuanto más
dimensiones humanas. Lo que se afirma por el sea cuerpo el cuerpo, tanto más se expresará espi-
contrario es que, por ejemplo, el cuerpo no es ritualmente.
un objeto o algo que hay en el hombre. Es el La unidad cuerpo-alma en el hombre es una
hombre todo entero, porque la corporeidad forma de las evidencias de todas las ciencias antropológi-
parte de la misma subjetividad humana: «en la cas actuales, incluida la biología (40), pero sobre
realidad, yo nunca encuentro en mí un espíritu todo de la psicología profunda. Cuando el hombre
puro y concreto, sino siempre, en todo lugar y en dice «yo», expresa la unidad total de su realidad
cada momento, un espíritu encarnado... A la cuerpo-alma y de todas las dimensiones de su
esencia del espíritu humano, en cuanto espíritu, le existencia. Cuerpo y alma no son, por lo tanto,
pertenece su corporeidad y con ella su relación dos cosas que hay en el hombre sino, tal como lo
hacia el mundo» (38). El estar-en-el-mundo del percibió la tradición tomista con enorme nitidez,
hombre no es un accidente, sino que expresa su dos principios, sólo metafísicamente separables y
realidad esencial. De ahí que podamos decir con diferenciables, del único ser humano. Alma es la
Gabriel Marcel: (39) cuerpo y alma no expresan lo subjetividad del ser humano concreto, lo cual im-
que el hombre «tiene» sino lo que el hombre plica también la dimensión de cuerpo. Cuerpo es
«es». El hombre es, en su totalidad, corporal. Y el mismo espíritu realizándose dentro de la mate-
es, también en su totalidad, espiritual. Por eso los ria, y no sólo un instrumento del espíritu. Es el
más sublimes actos espirituales y místicos vienen espíritu mismo en su ex-carnación y expresión en
marcados por la corporeidad. De la misma mane- el espacio y en el tiempo materiales. En este senti-
do podemos decir que el alma es visible. Cuando
contemplamos un rostro humano, no vemos úni-
(38) Rahner, K., en un simposio sobre «Geist und
Leib in der menschlichen Existenz» de la Górres-
Gesellschaft, Freiburg-München 1961, 196-198.
(39) Marcel, G., Etre et Avoir, París 1935, 225; (40) Cfr. Portmann, A., Biologie und Geist, Frei-
Id., Le mystére de i'étre, París 1951, 91-118. burg 1963, 112-113.
132 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 133

camente ojos, boca, nariz y el juego de sus múscu- tropológlcas de nuestro tiempo y las de la Biblia,
los. Sorprendemos simultáneamente rasgos finos podemos, sin embargo, observar una notable seme-
o duros, brutalidad o humor, felicidad o angustia, janza y parentesco en sus intuiciones fundamenta-
sabiduría o necedad, resignación o confianza. Lo les. Nos parece que nuestra visión antropológica
que se ve no es, por tanto, pura y simplemente está más cercana de la bíblica que de la visión de
cuerpo, sino cuerpo vivificado y penetrado por el la tradición griega, de la que se constituyó en
alma. El espíritu humano es siempre un espíritu heredera la teología occidental.
encarnado; no es algo que se esconda tras el cuer- La Biblia ve al hombre como una gran uni-
po; en el gesto, en la mirada, en una palabra e dad (41). El hombre está por entero en cada una
incluso en un silencio, puede estar toda la profun- de sus concreciones fundamentales. Las Escrituras
didad y el misterio del alma. Con esto, repetimos, no disponen de un término para el alma sin el
no se afirma una nivelación de las dimensiones cuerpo, ni para el cuerpo sin el alma. Cada uno de
plurales de la realidad humana, sino su unidad los conceptos que se hacen sobre el hombre com-
plural que no implica uniformidad ni unicidad. prende a éste por entero. Existen las siguientes
Estas dimensiones del hombre no sólo se extien- situaciones existenciales reflejadas de modo parti-
den a las relaciones con su propia subjetividad o a cular en el Antiguo y en el Nuevo Testamento:
las relaciones yo-tú, sino que abarcan el mundo y
a) El «hombre-carne» (en hebreo: basar;
las cosas (41), de suerte que únicamente en la
en griego: sarx): es el hombre en su existencia te-
totalidad de sus interrelaciones experimenta el
rrena empírica, generada en el contacto de dos car-
hombre su verdadera espiritualidad y corporei-
nes que se hacen una (Gen 2,24). Hombre-carne es
dad.
el hombre biológico de los órganos y de los senti-

4. Aproximación bíblica: el hombre,


unidad de situaciones existenciales. París 1943, 418-427; 365-427; Van Peursen, C. A., Leib,
Sede, Geist, op. cit., 127-147.
Aun cuando no se deban pasar por alto las (42) Cfr. la principal bibliografía reciente sobre el
diferencias existentes entre las concepciones an- tema: Dussel, E. D., El humanismo semita, B. Aires
1969: Gelin, A., L'homme selon la Bible, París 1968;
Pidoux, G., L'homme dans VAnden Testament, Neucha-
tel-París 1953; Dubarle, A. M., «La conception de l'hom-
(41) Este aspecto ha sido especialmente analizado me dans l'AT», en Sacra Pagina I, París, 1959, 522-536;
por Merleau-Ponty, M., Vhénoménologie de la perception, Kümmel, W-, Das Bild des Menschen im AT, Zürich
París 1945, 293 ss.; cfr. Sastre, J. P., L'étre et le néant, 1948.
134 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 135

dos que está en contacto con la tierra. Es un ser Y de la misma manera no hay resurrección sin
carencial, sujeto a los sufrimientos y a la muerte, a cuerpo (44).
las tentaciones y al pecado (cfr. Rom 7). Se habla c) El «hombre-alma» (en hebreo: nefesh;
de hombre-carne cuando ti hombre quiere realizar- en griego: psyjé): no se piensa aquí en el alma en
se únicamente en esa dimensión terrena sin salir de cuanto distinta del cuerpo, sino en el hombre en-
sí hacia los demás o hacia el Gran Otro. Es el hom- tero en cuanto ser viviente. Alma, para la Escritu-
bre cerrado en sí mismo, en su orgullo y autocon- ra, es sinónimo de vida. Por eso en el texto de Me
templación. Una existencia carnal es para la Biblia 8,36 debe entenderse así: «¿Qué le aprovecha al
una existencia inauténtica. «Todo eso es la carne» hombre ganar el mundo si pierde su vida (alma)?
(cfr. Gal 5,18-21; 1 Cor 1,26; 2 Cor 10,5; Rom ¿Pues qué dará el hombre a cambio de su vida
8,6 ss; 10,3) (43). (alma)?». El hombre no tiene vida; es vida. Por
b) El «hombre-cuerpo» (en hebreo: basar; eso después de que se desmorone la vida (alma)
en griego: soma): disigna al hombre entero en biológica permanece aún el hombre-vida, aunque
cuanto persona-en-comunión-con-otros (cfr. Rom de otra forma. Hombre-alma puede significar,
1 2 , 1 ; 1 Cor 7,4; 9,27; 13,1; Flp 1,20). En mu- además, la persona en su vida consciente en cuan-
chos pasajes la palabra cuerpo puede traducirse to yo. Por eso puede sustituir al pronombre per-
simplemente por «yo») p. ej., la fórmula de la sonal (Gen 2,7; 12,5; 46,22; Ex 13,8-9). De ahí
consagración de la misa: «esto es mi cuerpo (yo) que el hombre-alma y el hombre-cuerpo sean
que será entregado por vosotros»: 1 Cor 13,3; equivalentes. Cuerpo y alma no se oponen, sino
9,27; Flp 1,30; Rom 12,1). Es propio de la per- que expresan al hombre entero (45).
sona el ser para otra persona; por eso hombre- d) El «hombre-espíritu» (en hebreo: ruaj;
cuerpo designa al hombre en su red de relaciones en griego: pneuma): designa al hombre-cuerpo-
sociales y políticas. Por significar a la persona alma en la medida en que su existencia se abre
humana en su totalidad, no es posible pensar en
la supervivencia del hombre sin incluir al cuerpo.
(44) Cfr. Robinson, J. A. T., The Body, London
1965; Gelin, A., L'homme selon la Bible, op. cit., 9-16.
(45) Cfr. Lys, D., Néphés Histoire de l'áme dans la
(43) Cfr. «Carne» en el ThWNT, Stuttgart 1964, Révélation d'Israel au sein des Religions proche-orienta-
98-151 (E. Schweizer-R. Meyer); Scharbert, J., Fleisch, i les, París 1959; Schmid, J., «Der Begriff Seele im NT»,
Geist und Seele im Pentateuch, Stuttgart 1966; Pidoux, en Einsicht und Giaube (publ. por J. Ratzinger y H.
G., L'homme, op. cit., 9-23; Dussel, E. D., El humanismo Fríes), Freiburg 1962, 112-131; cfr. igualmente Kümmel,
semita, op. cit., 28-30. W., Das Bild des Mensohen im NT, op. cit., 11-12.
136 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 137

hacia Dios, hacia valores absolutos, y se entiende hombre-carne y en cuanto hombre-espíritu. En


a partir de ellos. En cuanto espíritu, el hombre cuanto hombre-carne, se contenta consigo mismo y
extrapola los límites de su existencia como carne- se cierra en su propio horizonte. En cuanto hom-
cuerpo-alma, para comunicarse con la esfera divi- bre-espíritu, se abre hacia Dios de quien recibe la
na. Por eso constituye una señal de transcenden- existencia y la inmortalidad. Está ante el reto de
cia y del destino divino del hombre. Para el Nue- vivir una de estas posibilidades existencialistas. El
vo Testamento, vivir en el espíritu es vivir una Antiguo Testamento es la historia del ir y venir
existencia humana nueva sobre el horizonte de las del hombre que oscila entre una y otra opción.
posibilidades reveladas por la Resurrección de Je- Sólo quien salga de sí, como Abraham que lo
sús, el Señor. Por la resurrección, el Señor es el abandona todo, o como Moisés que, junto con su
Espíritu (2 Cor 3,17; cfr. Hech 2,32 s); es decir, pueblo, deja las ollas de Egipto, y se abra hacia lo
que Jesús resucitado vive una existencia humana desconocido de una aventura, encuentra la tierra
(y por ello también corporal) totalmente deter- prometida. «Si el grano de trigo no cae en tierra
minada y llena de Dios y en total comunión con la queda solo; pero si muere dará mucho fruto» (Jn
realidad. De ahí que Pablo llame al resucitado, 12,24). «Quien quiera salvar su vida la perderá y
hombre-cuerpo espiritual (1 Cor 15,44). Por la quien quiera perder su vida por mí la hallará»
resurrección el hombre-carne (indigente e inauténti- (Mt 16,25). Con esto percibimos que para la Bi-
co) se transfigura en hombre-cuerpo espiritual. Por blia todo en el hombre es de alguna manera cor-
ella el hombre-cuerpo queda totalmente actualizado poral. La corporeidad forma parte del ser-hom-
en sus posibilidades de comunicación, no sólo ha- bre. Puede implicar debilidad, pero también pue-
cia los otros, sino también hacia toda la reali- de significar transcendencia; puede designar una
dad (46). cerrazón sobre sí misma (carne), pero también
e) «Conclusión»: Por consiguiente, el hom- una apertura y comunicación (cuerpo) y una ra-
bre, en la antropología bíblica, forma una unidad: dical referencia a Dios (espíritu). Lo corporal es
por entero es cuerpo, carne, alma y espíritu. Pue- un sacramento del encuentro con Dios. En Jesu-
de vivir dos opciones fundamentales: en cuanto cristo ha quedado patente que el cuerpo constitu-
ye el final de los caminos de Dios y del hom-
(46) Cfr. Bieder, W., «Pneuma», en TbWNT VI bre (47). En Cristo «habita la plenitud de la
(1959), 357-373, esp. 357-360; Mehl-Koehnlein, H., divinidad en forma corporal» (Col 2,9)
L'homme sdon l'apótre Paid, Neuchatel-París 1951, 31-38;
Grabner-Haider, A., «Auferstehungsleibliohkeit», en Stim-
men der Zeit 181 (1968), 217-222, esp. 221. (47) Cfr. Metz J. B., Caro, cardo saluilis, op., cit. 7.
138 La Resurrección de Cristo
Nuestra resurrección 139

5. La conciencia histórica de la Iglesia: Dios y la humanización de Dios diviniza al hom-


el hombre es una unidad inmortal. bre. Estas dos situaciones existenciales (naturale-
za-gracia) de la misma y única realidad humana,
Esta concepción unitaria existencial del hom-
correponderían a lo que la Biblia, con un sentido'
bre fue interpretada de diversas maneras por el
hebreo, llamaría el hombre en cuanto carne y el
cristianismo encarnado en la cultura y lengua grie- hombre en cuanto espíritu. Nunca existió una na-
gas (48). La primera de ellas, mediante la fórmu- turaleza humana histórica sin la ordenación a la
la naturaleza-gracia. Naturaleza es el hombre en gracia. No existe gracia si no es gracia de una
cuanto creación, diverso de Dios en sus potencia- naturaleza. El hombre concreto constituye esa
lidades y con su sed de infinito. Gracia es la situa- unidad naturaleza-gracia.
ción del hombre entero insertado en el amor de
Dios y polarizado por la respuesta que encuentra
en la comunión con Dios, en total libertad y gra- La conciencia del cristianismo histórico expre-
tuidad. La gracia presupone la naturaleza, no en só también con otra fórmula la unidad existencial
el sentido de suponer un plano superpuesto a del hombre retratada en la Biblia: cuerpo-alma.
otro, sino en el de expresar la misma realidad a La tradición agustiniana, asumiendo las categorías
partir de una óptica diferente: la naturaleza ex- de pensamiento de la filosofía órfica, pitagórico-
presa al hombre entero en cuanto se distingue de platónica, interpretó al hombre como constituido
Dios y se sitúa frente a El o incluso llega a sepa- por dos realidades diferentes, cuerpo y alma. El
rarse de El por una segunda naturaleza (como hombre tiene un cuerpo mortal y un alma inmor-
decía Pascal) rebelde, que él ha ido creando a lo tal castigada, por así decirlo, a vivir en el cuerpo.
largo de su propia historia cultural. Gracia signifi- Santo Tomás de Aquino, asumiendo y transfor-
ca esa misma naturaleza histórica, redimida de su mando las categorías de la filosofía aristotélica
situación torcida y rebelde, penetrada por el amor (materia y forma), formula una concepción que
de Dios, ya no en un enfrentamiento con Dios, afirma la radical unidad plural del hombre, en
sino en un diálogo de amor gratuito, de mutua consonancia con el modelo bíblico. El hombre no
interpretación divinizante, de suerte que podemos está constituido por la adición de dos esencias
decir que la divinización del hombre humaniza a dispares, cuerpo-alma. El hombre es totalmente
cuerpo y totalmente alma. Cuerpo y alma o espíri-
tu y materia, no son dos elementos en el hombre,
(48) Cfr. una excelente exposición histórica en sino dos principios que constituyen al hombre en-
Mysterium Salutis II, op. cit., 602-614. tero. El cuerpo es la realidad del espíritu presente
140 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 141

y expresándose (49). El espíritu es la subjetivi- lógica no puede, por tanto, significar la disolución
dad del cuerpo dándose cuenta de sí mismo. El total de la realidad humana. Ya el Nuevo Testa-
magisterio de la Iglesia defendió siempre la uni- mento entendía la muerte como otro modo de
dad esencial y la totalidad del hombre. En el Con- estar-con-Cristo (Flp 1,23).
cilio de Vienne (1313), empleando conceptos to-
mistas, estableció que el alma racional es la forma
6. El hombre-cuerpo, nudo de relaciones
del cuerpo. Con ello se quería decir que el espíri- con todo el universo.
tu emerge en la materia en forma de cuerpo y que
el cuerpo es la realización y expresión del espí-
Concebido siempre como cuerpo vivo y por
ritu (50). En el V Concilio de Letrán (1513),
ello como momento esencial del alma, el hombre-
en contra del filósofo neoaristotélico Pomponazzi
cuerpo se presenta como un centro o nudo de
(1464-1525), que afirmaba que el espíritu no era
relaciones que, de círculo en círculo, abarca todo
algo personal sino universal, común, se reafirmó
el universo (52). Ese centro es algo «personaliza-
que el espíritu es la forma singular e individual de
do», es decir, con características físico-psíquicas
cada cuerpo, que funda una unidad personal. A
irrepetibles y propias de cada subjetividad. Pero,
ese alma que pertenece al cuerpo, el Concilio le
aunque particularizado personalmente, puede «unl-
atribuyó el carácter de inmortalidad. Como co-
versalizarse»: los sentidos, los medios de comuni-
menta J. B. Metz: «La inmortalidad se atribuye al
cación, le permiten establecer una comunión con
alma porque el hombre individual, en su concre-
todas las cosas; «nuestro cuerpo se extiende hasta
ción histórica, es inmortal» (51). La muerte bio-
las estrellas» (53). La personalidad (no la perso-
na) se crea en la historia personal y se desarrolla
(49) Cfr. Rahner, K., «Der Leib ais Symbol des
Menschen», en Schriften zur Theologie IV, Einsiedeln en esa comunión con los demás hombres, con el
1967, 304-311, aquí 305 (trad. castellana: Escritos de mundo hominizado y con todo el universo. Ella es
Teología, Taurus). el campo donde el hombre ejerce su libertad y va
(50) Cfr. Lang, A., Dgr Be deutungsw andel der Be- moldeando su historia personal responsable. En
griffe «fides» und «haeresis» und die dogmatische Wer-
tung der KonzÜsentscheidungen von Vienne und Trient su situación terrena, el hombre-cuerpo-nudo-de-
(Festgabe f. F. Seppelt), München 1953, 133-146; Fio-
renza, P. F.-Metz, J. B., Der Mensch ais Einheit, op. cit.,
616-617. (52) Este es un tema central del pensamiento de A.
(51) Metz, J. B., Der Mensch ais Einheit, op. cit., de Saint Exupéry.
617. Cfr. en Geist und Leib in der menschlichen Exis-
ten, Freiburg 1961, 196-198.
142 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 143

relaciones está sometido a las coordenadas del es- la muerte como un hecho biológico: cuando las
pacio y del tiempo. Esas coordenadas posibilitan energías biológicas del ser humano hayan alcanza-
la comunicación y la comunión, pero también la do el punto cero, entonces sobrevendrá la muerte.
limitan: el espacio y el tiempo nos separan y la Además esta concepción sugiere que la muerte es
presencia a todas las cosas es sucesiva y no simul- algo que sobreviene extrínsecamente a la vida:
tánea. Los símbolos y códigos de comunicación, al ambas, muerte y vida, se oponen: no existe entre
mismo tiempo que comunican, ponen trabas a la ellas ninguna interiorización recíproca. Por eso,
comunicación porque se presentan como inevita- en la definición clásica, la muerte es un even-
blemente ambiguos. No obstante esta indigencia, to que acontece únicamente al final de la vida
la personalidad es «esencialmente» comunión ha- biológica. Sin embargo, en la visión antropológica
cia afuera y el simple hecho de que el hombre sea que exponíamos antes, la muerte surge no tanto
cuerpo vivo, lo coloca necesariamente en una si- como un evento biológico, cuanto como un fenó-
tuación de apertura, contacto y relación con el meno específicamente humano. La muerte atañe a
mundo circundante humano y cósmico. la totalidad del hombre y no únicamente a su
cuerpo. Pero si el cuerpo queda implicado y éste
es parte esencial y constitutiva del alma, entonces
7. La muerte como acontecimiento biológico también el alma queda envuelta en el círculo de la
y como acontecimiento personal. muerte. Además la muerte humana no es algo que
llegue como un ladrón al final de la vida, sino que
A la luz de esta concepción unitaria del hom- está presente en la vida del hombre en cada mo-
bre cuerpo-alma, ¿qué significa la muerte? La de- mento y siempre, desde el instante en que el hom-
finición clásica de la muerte como separación del bre ha hecho su aparición en el mundo (55). Las
alma y del cuerpo se caracteriza por una grave fuerzas se van desgastando y el hombre va mu-
indigencia antropológica ya que presenta a la riendo a plazos, hasta que acaba de morir. La vida
muerte como algo que afecta únicamente a la humana es esencialmente mortal, o, como decía
«corporeidad humana», dejando al «alma» total- San Agustín: en el hombre existe una muerte vi-
mente intacta (54). Esta descripción considera a

(54) Véanse las críticas formuladas por K. Rahner,


Sentido teológico de la muerte, Barcelona 1965, 15-35; (55) Es conocida la frase de Heidegger: «Cuando el
Boros, L., Mysterium mortis, op. cit., 83-90; Troisfontai- hombre comienza a vivir ya es lo bastante viejo como
nes, R., Je ne meurs pas, op. cit., 71-96. para morir»: Sein und Zeit, Tübingen 1953, 329.
144 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 145

tal (56). La muerte no existe. Lo que existe es el ésta le es esencial, sino que adquiere otro género
hombre moribundo, el hombre como ser-para-la de corporeidad más perfeccionado y universal. El
muerte. La muerte no viene de fuera, sino que hombre-cuerpo, como nudo de relaciones hacia la
crece y va madurando dentro de la vida del hom- totalidad del universo, puede ahora, finalmente y
bre mortal. De este modo la experiencia de la por vez primera al morir, realizar la totalidad que
vida coincide con la experiencia de la muerte. ya le era dado vislumbrar y en parte sentir duran-
Prepararse para la muerte significa prepararse pa- te la situación terrena. Al morir, el hombre-alma
ra una vida verdaderamente auténtica y plena. es introducido en la unidad radical del mundo; no
Esa es la razón por la que la escatología no es algo abandona la materia, ni puede abandonarla por-
aislado de la vida o proyectado para un futuro que el espíritu humano se relaciona esencialmente
lejano. Por el contrario, es un acontecer de cada con ella, sino que, por el contrario, la penetn
instante de la vida mortal: la muerte acontece mucho más profundamente, en una relación cós-
continuamente y cada instante «puede» ser el úl- mica total, descendiendo al corazón de la tierra
timo: (cfr.Mt 12,40).
La muerte es semejante a un nacimiento. En
8. La muerte como corte (cisión). el momento de nacer, el niño abandona la matriz
nutricia que paulatinamente se le había ido vol-
El último instante de la muerte vital o de la viendo sofocante. Pasa por la crisis más penosa de
vida mortal tiene el carácter de una separación, su vida fetal, al término de la cual irrumpe hacia
no entre el cuerpo y el alma (porque no son cosas un mundo nuevo y hacia una nueva relación con
susceptibles de ser separadas sino únicamente él: se ve empujado por todas partes, apretado,
dos principios metafísicos), sino entre un tipo de casi ahogado y expulsado hacia afuera sin saber
corporeidad limitado, biológico, restringido a un que detrás de ese pasaje le espera el aire libre, el
fragmento del mundo, es decir, al «cuerpo», y espacio, la luz y el amor (57). Al morir, el hom-
otro tipo de corporeidad y relación con la mate- bre atraviesa una crisis biológica semejante a la
ria, ilimitado, abierto y pancósmico. Con el morir del nacer: se debilita, va perdiendo el aire, agoni-
el hombre-alma no pierde su corporeidad porque za y se siente como arrancado del cuerpo. No ex-
perimenta aún lo que va a irrumpir en horizontes

(56) Confesiones 1,6: «dicam mortalem vitam an


mortem vitalem nescio». •. Troisfontaines, R., Je ne meurs pas,
146 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 147

más amplios que le hagan comulgar de forma por fin su libertad, desinhibida de los condiciona-
esencial, profunda y perfecta con la totalidad de mientos exteriores, de la propia carga arquetípic.i
este mundo (58). La placenta de este recién naci- inconsciente, del superego social, de las propias
do a la muerte, ya no está constituida por los neurosis o mecanismos coactores. La personali-
estrechos límites del hombre-cuerpo, sino por la dad, con lo que ella se ha construido en su histo-
globalidad del universo total. Pero esa cesura tie- ria terrena, puede ejercitar su libertad en el am-
ne además otro aspecto: marca el término de la plísimo campo operacional del universo.
vida terrena del hombre, no sólo en su sentido Joseph Maréchal y Henri Bergson (60) de-
cronológico, sino principalmente en el humano. tectaron la misma estructura del querer también
La muerte pone un término al proceso de perso- en el conocer, sentir y recordar. En el hombre
nalización dentro de las coordenadas de este mun- rige un dinamismo insaciable que lo lleva a no
do biológico y espacio-temporal. La teología dirá: agotar nunca su capacidad de conocer, sentir y
el último instante de la vida y la muerte instauran recordar. No hay ningún acto concreto que se pre-
el fin del «status vitae peregrinantis», y el en- sente como adecuado al impulso interior. La
cuentro personal con Dios. muerte abre la posibilidad de la reflexión total y
Si la muerte significa un perfeccionamiento de la inmersión en el infinito horizonte del ser.
del hombre en razón de su relación más íntima La sensibilidad humana, limitada en la vida terre-
con el universo, entonces también posibilita la na por la selección natural de los objetos sensi-
plenitud del conocer, del sentir, del amar, en fin, bles, se libera por fin de esas trabas y puede abrir-
de la conciencia. Como lo percibió muy bien M. se a una capacidad inimaginable de percepciones.
Blondel: nuestra voluntad, en su dinamismo inte- La muerte es el momento de la intuición profun-
rior no se agota y satisface plenamente en ningún da de lo nuclear del universo y de la total
acto concreto: no quiere sólo esto o aquello (vo- presencia en el mundo y en la vida. Gabriel Mar-
lonté voulue) sino la totalidad (volonté voulan- cel (61) llamó la atención sobre el dinamismo
te) (59). La muerte significa el nacimiento del
querer verdadero y pleno. El hombre conquista
(60) Maréchal, J., Le point de départ de la métaphy-
úque, Louvain-París 1922/26, esp. Cahier V.; Bergson
(58) Boros, L., Mysterium morth, op. cit., 88: Id., H., La perception du changement, París 1959, 1.365-
Erl'óstes Dasein, op. cit., 92-93. 1.392, reelaborado en Boros, op. cit., 43-52.
(59) Blondel, M., Exigences philosophiques du (61) Marcel, G., Présence et inmortalité, París 1959;
christianisme, París 1950: Boros, L., Mysterium mortis,
Troisfontaines, R., De l'existence a i'étre. La philosophie
op. cit., 37-42.
de G. Marcel (vol I, II), parís 1953.
148 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 149

inmanente al amor humano. Este se define como ría la posibilidad de que el «ser» y el «será» se
donación y entrega, de manera que en el amor convirtiesen en un «es» pleno, en un futuro reali-
sólo se posee lo que se da. En la condición terre- zado.
na, el amor nunca puede ser donación total, debi- La muerte, en cuanto cesura, se revela espe-
do a la autoconservación congénita del ser tran- cialmente en el momento en el que la curva de la
seúnte. La muerte implica la total entrega de vida biológica se entrecruza con la curva de la
nuestro modo terreno de existencia. Este hecho vida personal. La primera curva está constituida
hace posible que la personalidad pueda entregarse por el hombre exterior que nace, crece, madura,
totalmente en la más pura libertad. Al morir, el envejece y va muriendo biológicamente, en cada
hombre entra en la comunión radical con toda la momento, hasta acabar de morir. La otra curva es
realidad de la materia. la vivida por el hombre interior: a medida que va
Los filósofos E. Bloch y G. Marcel (62) han envejeciendo biológicamente, crece en él un nú-
tematizado principalmente la dimensión-esperan- cleo interior y personal, la personalidad. La enfer-
za del hombre, que no debe ser confundida con la medad, las frustraciones y las demás energías del
virtud; es un verdadero principio, presente en el hombre exterior, pueden hasta llegar a servir de
hombre, que da razón de su extraordinario dina- trampolín hacia un crecimiento mayor y hacia una
mismo en la acción histórica, de su capacidad utó- maduración de la personalidad. Al contrario de la
pica y de su orientación hacia el futuro. Lo que curva biológica que va decreciendo, la curva de la
emerge como verdadero no es lo que «es» sino lo personalidad va creciendo y se va abriendo cada
que «vendrá». El hombre no es nunca una sínte- vez más hacia la libertad, el amor y la integración,
sis completa: su futuro, vivido como dimensión, hasta acabar de nacer. La muerte acontece cuando
no puede ser manipulado y totalmente reintegra- ambas curvas se entrecruzan y cortan. El pleno
do en un acto concreto. Y sin embargo, forma desarrollo del hombre interior (personalidad)
parte de la misma esencia humana. La muerte da- precisa, incluso, la muerte del hombre exterior
(vida biológica) para poder desarrollarse y avan-
zar. Por eso la muerte es considerada por los san-
(62) Elaborado principalmente por E. Bloch, Prin-
zip Hoffnung, 2 vol. Frankfurt 1959 (trad. castellana, op. tos y por los hombres de gran individualización
cit.); Moltmann, J., Theologie der Hoffnung, München de la personalidad como una hermana, como el
1966 (trad. castellana, op. cit.); Alves, A Theology of paso necesario hacia otro nivel de vida personal y
Human Hape, Washington 1969. También es orientador
el volumen colectivo Diskussion über die Theologie der libre en mayor plenitud. Como para los cristianos
Hdffnung, München 1967. antiguos, la muerte se presenta, entonces, como el
150 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 151

«veré dies natalis»: como el verdadero nacimien- pero precarias y mutables (64). Debido a su am-
to por el que el hombre realiza plenamente su ser bigüedad constitutiva, ninguna de ellas podía pre-
auténtico para siempre. En el decurso de la vida sentarse con un carcáter definitivo que implicase
los actos de nuestra libertad personal poseen un por sí sola el cielo o el infierno. Al morir (ni antes
carácter preparatorio y nos van educando hacia la ni después), es decir, en el instante del paso del
verdadera libertad. «Muriendo —decía Frank- hombre terreno al hombre pancósmico, libre de
lin— acabamos de nacer» (63). todos los condicionantes exteriores, en la posesión
plena de sí en cuanto historia personal con todas
sus capacidades y relaciones, se produce una deci-
9. La muerte como de-cisión. sión radical en la que va implicado el destino eter-
no del hombre. En ese momento de total concien-
Si el momento de la muerte constituye, por ex- cia y lucidez el hombre conoce lo que significa
celencia, el instante en el que el hombre llega a una Dios, Cristo y su autocomunicación; cuál es el des-
total maduración espiritual y el instante en que la tino del hombre y sus relaciones de apertura hacia
inteligencia, la voluntad, el sentir y la libertad pue- la totalidad de los seres. Ahora, pues, y en confor-
den ser ejercitadas sin ningún género de tropiezo y midad con la personalidad que se ha ido fraguan-
en conformidad con su dinamismo innato, entonces do a lo largo de la vida, totalizando todas las deci-
resulta que se ha dado, por primera vez, la posibili- siones tomadas, puede decidirse por la apertura
dad de una decisión totalmente libre que exprese la total que lleva consigo la salvación o por la cerra-
totalidad del hombre ante Dios, ante Cristo, ante zón sobre sí mismo que excluye la comunión con
los demás hombres y ante el universo. El momento Dios, con Cristo y con la totalidad de la creación.
de la muerte rompe con todos los determinismos; La muerte significa un penetrar en el corazón
el verdadero ser del hombre escoge aquellas rela- de la materia y de la unidad del cosmos. En ella se
ciones con la totalidad que lo constituirán como realiza un encuentro personal con Dios y con Cris-
personalidad abierta hacia todos los seres. Inmerso
en el espacio y en el tiempo terrenos, el hombre
era incapaz de expresarse totalmente en un acto (64) Cfr. Bordoni, M., «L'ipotesi delPultima deci-
sione», en Le dimensioni antropologiche delia morte, op.
definitivo. Todas sus decisiones eran verdaderas, cit., 85-122. En otro ensayo intentaremos retornar en
breve sobre este tema en su aspecto histórico y en cuanto
a su seguridad pastoral. Aquí nos limitamos a la intuición
(63) Troisfontaines, R., Je ne meurs pas, op. cit., central: las obras de Boros y Troisfontaines han populari-
118-119. zado la idea e incluso su espiritualidad.
152 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 153

to resucitado, el que todo lo llena con su presen- tal, ya se marchitaban las plantas y morían los
cia, el Cristo cósmico. Ahora, en una oportunidad animales. Esta constatación tiene su importancia
óptima, puede el hombre decidirse de forma igual- porque la Biblia y la teología presentan la muerte
mente óptima, definitiva, absolutamente libre de como consecuencia del pecado del hombre. Pablo
coacciones exteriores. En ese encuentro con Dios y lo dice claramente: «Mediante el pecado entró la
con la totalidad, acontece el juicio y a la vez el pur- muerte en el mundo» (Rom 5,12; cfr. Gen 3). El
gatorio como proceso de purificación radical (65). segundo Concilio de Orange (529), lo mismo que
Delante de Dios y de Cristo el hombre descu- el Concilio de Trento (1546), lo formulan con
bre su ambigüedad, pasa por una última crisis, igual claridad: la muerte es el precio del pecado
cuya resolución es un acto o de total entrega y (DS 372 y 1.511).
amor o de cerrazón y opción por una historia sin ¿Cómo hemos de entender esto? Da la impre-
otros, sin nadie. Esa decisión produce una cesura sión como si la proposición bíblica y la conciliar se
definitiva entre el tiempo y la eternidad y el hom- opusieran a lo que hemos expuesto hasta el mo-
bre pasa de la vida terrena a la vida en comunión mento. Una reflexión más atenta sobre el sentido
íntima y cara a cara con Dios, o bien a la total de esta afirmación nos hará comprender la validez
frustración de su personalidad, llamada también de las dos posiciones, la que afirma que la muerte
infierno. es un fenómeno natural y la que sostiene que la
muerte es consecuencia del pecado. La teología
10. La muerte como fenómeno natural clásica, derivada de San Agustín, siempre ha ense-
y como consecuencia del pecado. ñado que la muerte es un fenómeno natural en el
sentido que la vida biológica se va desgastando
Las reflexiones hechas hasta aquí han eviden- hasta que el hombre acaba sus días. No podemos
ciado que la muerte forma parte del mismo con- decir que el hombre no pueda morir (non posse
cepto de vida terrena. Esta es siempre vida mortal morí). Constitucionalmente es un ser mortal. Y
o muerte vital. Mucho antes de que, en el proceso sin embargo, en virtud de su orientación origina-
de la evolución, hubiese aparecido el hombre mor- ria hacia Dios y en su situación primordial, el
hombre primitivo (Adán) estaba destinado a la
inmortalidad. Podía no morir (posse non mori).
ios) Cfr. Boros, L., Mysterium mortis, op. cit., «Cuando la fe nos enseña esto», como dice muy
138-150; Id., Erslostes Dasein, op. cit, 97-100; Boff, L. bien Karl Rahner en su célebre ensayo sobre el
«Purgatorio: proceso de plena maduración», en Vozes, ma-
yo 1972,67-70. «Sentido teológico de la muerte», «no nos dice
154 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 155

que el hombre paradisíaco, por el hecho de no La muerte concreta e histórica, tal como se la vive
haber pecado, hubiera prolongado indefinidamen- (vivir la muerte y morir la vida son sinónimos),
te su vida terrena. Podemos decir, sin ningún géne- es resultado del pecado. Por una parte, como tér-
ro de reparo, que es evidente que el hombre ha- mino de la vida, es natural, pero por otra, por la
bría concluido su vida temporal. Habría cierta- «manera alienante» en que se la sufre, es antinatu-
mente permanecido en su forma corporal, pero su ral y dramática.
vida habría alcanzado un punto de consumación y La muerte implica una definitiva soledad; por
maduración plena desde dentro... Adán hubiera te- eso el hombre la teme y huye de ella como huye
nido una muerte cierta» (38-39.48). Esto quiere del vacío. Simboliza y sella nuestra situación de
decir que habría habido una cesura entre la vida pecado que es la soledad del hombre que rompió
terrena y la vida celeste, entre el tiempo y la eter- la comunión con Dios y con los otros. Cristo asu-
nidad. Hubiera habido un tránsito. Se hubiera da- mió esta última soledad humana. La fe nos dice
do entonces la muerte en el sentido explicado arri- que bajó a los infiernos, es decir, que traspasó los
ba. Pero esa muerte estaría integrada en la vida. umbrales del radical vacío existencial, a fin de que
Debido a la armonía total del hombre, no la senti- de ahora en adelante, ningún mortal pudiese sen-
ría como una pérdida, ni la viviría como un robo, tirse solo.
ni la sufriría como un despojo. Sería un tránsito El hombre puede integrar la muerte en la vi-
natural, como es natural el paso de la criatura da, abrazarla como desasimiento total, como últi-
desde el seno materno al mundo o el paso de la mo acto de amor y como entrega confiada. El san
infancia a la edad adulta. Una vez alcanzada la to y el místico, tal como nos enseña la historia,
maduración y agotadas las posibilidades del hom- pueden llegar a integrar hasta tal punto la muerte
bre cuerpo-espíritu en el mundo terreno, la muer- con el contexto de la vida, que dejen de ver en ella
te lo introduciría en el mundo celeste. Adán mori- la ladrona traicionera de la vida, y vean la herma-
ría como el pequeño príncipe de Antoine de na que nos libera y nos introduce en la casa de la
Saint-Exupéry: sin dolor, sin angustia y sin sole- Vida y del Amor. Entonces el hombre se siente
dad. libre y liberado como Francisco de Asís. La muer-
Pero a causa del pecado original que afecta a te ya no le hará ningún mal porque es el tránsito
todos los hombres y debido también al pecado hacia una vida más plena.
personal, la muerte perdió su armonía con la vida.
Se la siente como un elemento alienante y priva-
dor de la existencia. Es miedo, angustia y soledad.
156 1.a Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 157

III. LA RESURRECCIÓN DEL HOMBRE estructura que puede articularse dentro de la fe en


EN LA MUERTE. la resurrección. Destacaremos además el carácter
Hasta aquí no hemos introducido todavía en ex-céntrico de la existencia humana, su ser y cons-
nuestras reflexiones la idea de la resurrección, que tante poder-ser, el hecho de un principio esperan-
para la fe cristiana no es revivificación de un cada- za en el hombre, causa del pensamiento utópico y
ver, sino la total realización de las capacidades de1 contestatario dentro de la historia. El hombre no
hombre-cuerpo-alma; la superación de todas las es únicamente un ser sino también, y sobre todo,
alienaciones que estigmatizan la existencia: el su- un poder-ser. Existe en el hombre-ser un hombre
frimiento, la muerte y también el pecado; y, en latente que anhela revelarse en su plenitud total;
definitiva, la plena glorificación en cuanto divini- el «homo revelatus».
zación del hombre por la realidad divina. La resu- Los cristianos hemos visto en Jesús al «homo
rrección es la realización de la utopía del reino de revelatus» para quien todo el futuro se transfor-
Dios en lo que respecta a la situación humana. De mó en presente y en quien se realizó la escatolo-
ahí que para el cristiano ya no haya lugar para una gía. El es el nuevo Adán y la nueva humanidad.
utopía, sino únicamente para una topía: ya ahora, La resurrección es la respuesta al principio espe-
por lo menos en Jesucristo, la utopía de un mundo ranza del hombre. La resurrección lleva a cabo la
de total plenitud divino-humana ha encontrado su utopía de la total realización del hombre en la que
«topos» (lugar). soñaba el Apocalipsis: «cuando ya no exista la
muerte ni haya luto, ni llanto, ni cansancio, por-
1. ¿Cómo se articula la antropología que todo eso ya ha pasado», porque todos serán
con la resurrección? pueblo de Dios y Dios mismo estará con ellos
(21,4).
¿Cómo se articula y relaciona nuestra fe en la Por otro lado, la interpretación de la muerte,
resurrección con el esbozo antropológico expuesto elaborada por la antropología moderna, concuerda
anteriormente? ¿Existen en la antropolgía ele- bien con el concepto cristiano de resurrección. La
mentos intrínsecos que se ordenen hacia una posi- muerte significa la plenificación de la personalidad
ble resurrección? Creemos poder responder positi- del hombre y de sus capacidades, ampliadas a la
vamente a las dos preguntas, haciendo las siguien- dimensión del cosmos total. El hombre-cuerpo, en
tes proposiciones: La resurrección responde, por cuanto nudo de relaciones con todo el universo,
una parte, a un anhelo profundo y ontológico del puede ahora realizarse perfectamente como comu-
hombre, y por otra, la antropología revela una nión. Por la resurrección, el hombre-cuerpo alean-
158 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 159

za su última realidad al ser glorificado por Dios. ción en el fin de los tiempos. Ese fin de los tiem-
En el orden concreto no existe destino natural del pos cronológico no existe en la eternidad. Por eso
hombre que no sea simultáneamente su destino la «espera» de la resurrección final es una repre-
sobrenatural. Si la muerte es el momento de la sentación mental inadecuada al modo de existir de
total redimensionalización de las posibilidades la eternidad.
contenidas en la existencia humana, entonces impli- Por la resurrección, el hombre-nudo-de-rela-
ca también su realización en el orden sobrenatural. ciones-con-el-universo, se desdobla totalmente y se
Este hecho nos mueve a decir que la resurrec- transfigura a semejanza de Cristo y posee como El
ción acontece ya en el momento de morir (66). una ubicuidad cósmica. Todo cuanto alimentó e
Al significar la muerte el fin del mundo intentó desarrollar a lo largo de su existencia co-
para la persona, no repugna el que también en ella bra ahora su mejor punto de floración. Su capaci-
se realice la resurrección del hombre. Después de dad de comunión y apertura encuentra la adecua-
la muerte el hombre entra en un modo de ser que ción perfecta. Sin embargo, existe también una re-
implica la abolición de las coordenadas de tiempo, surrección para la muerte (segunda): la del hom-
pasando a la atmósfera de Dios que es la eterni- bre que se negó a la comunicación con los demás y
dad. Partiendo de este punto de vista, se puede con Dios flexionándose sobre sí mismo hasta el
decir que no es comprensible afirmar cualquier punto de llegar a constituirse su pequeño mundo
género de «espera» hasta una supuesta resurrec- cerrado. Su resurrección lo es hacia la absoluta
frustración. En él se manifiestan definitivamente
(66) Teólogos que se sitúan positivamente ante se- las tendencias de negatividad que alimentó y per-
mejante cuestión: Troisfontaines, R., op. cit., 248; Boros, mitió campar en su existencia. Por la resurrección,
op. cit., 205-207; Id., «Wann geschieht die Auferste- el hombre se abre o se cierra radicalmente respec-
hung?», en Aus der Hoffnung leben, Olten, Freiburg
to de aquello a lo que en vida se abrió o cerró. Por
1968, 31-38: Rahner, K., «Zum Sinn des neuen Dogmas»
(a propósito de la Asunción de María) en Scheitzer eso la resurrección no puede definirse como algo
Rundschau 50 (1951), 590; Betz, O., Die Escbatologie in meramente mecánico o automático: incluye un as-
derGlaubensunterweimng, Würzburg 1965, 96-101; 108; pecto decisional e implica las dos posibles opcio-
A fé para adultos. O Novo Catecismo, S. Paulo 543-545;
véanse sin embargo las modificaciones de la comisión nes dentro del campo de la libertad humana.
cardenalicia, Suplemento S. Paulo 1970, 74-76; Schoonen-
berg, P., «Creo en la vida eterna», en Concilium, enero
1969, 97-113; Benoit, P., op, cit., en: Concilium 60
(1970) 1.289-1.298 y otros; véase en especial De la Peña,
El hombre y su muerte, op. cit., 99-111.
160 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 161

2. Resurrección de la identidad corporal corporal. Ahora, como adultos, somos diversos de


y no material del hombre. lo que éramos cuando niños y a pesar de ello so-
mos el mismo hombre corporal. Por la resurrec-
Por la resurrección todo en el hombre queda ción seremos mucho más diversos todavía y no obs-
transfigurado o frustrado, el cuerpo y el alma. Es tante idénticos personalmente, hasta el punto que
conveniente observar que el cuerpo no es sinónimo podremos decir: yo soy «yo», espíritu-cuerpo. Lo
del cadáver que queda en este mundo después de que resucita es nuestro «yo» personal, lo que he-
la muerte y que se descompone. Ya hemos visto mos ido creando de interioridad a lo largo de la
anteriormente que el cuerpo no es un agregado vida terrena; un «yo», lo cual implica también la
accidental al hombre-alma, sino «una dimensión relación hacia el mundo y, por consiguiente, cuer-
inseparable de mí mismo», el modo concreto co- po. Diremos más: en la resurrección cada uno reci-
mo el espíritu se encarna en la materia, tiene acce- birá el cuerpo que merece, correspondiente a su
so al mundo y se autor realiza. El espíritu se perci- yo y capaz de expresarlo total y adecuadamente.
be en cuanto encarnado. Y sin embargo no se per- En la tierra, nuestro estar-en-el-mundo no siempre
cibe como totalmente identificado con la materia es bien expresado por el cuerpo. Este puede
porque es capaz de relacionarse más allá del cuer- expresar deficientemente nuestra interioridad y
po y con la totalidad de los cuerpos; a la vez, constituir un óbice a su realización en la materia.
tampoco se percibe como totalmente diverso de Viene marcado hasta sus últimas fibras por la his-
ella porque es siempre espíritu «encarnado». La toria de pecado, y por consiguiente, puede «mate-
personalidad es también esencialmente material. rialmente» desaparecer y volver al polvo. Pero
Por eso la personalidad que se va formando a lo ahora, por la resurrección, el hombre se ve libre
largo de la existencia dentro del mundo, en el de obstáculos y (en el caso de que sea resurrec-
contexto de sus múltiples relaciones, va también ción para la vida eterna) hace irrupción la perfec-
creando su expresión material. El cuerpo de la ta y cabal adecuación espíritu-cuerpo-mundo, sin
resurrección poseerá la misma identidad «perso- las limitaciones espacio-temporales y las alienacio-
nal» y no «material» que tenía en la existencia nes de la historia del pecado. Cada cual se expre-
espacio-temporal. No podemos confundir identi- sará a su modo en la totalidad de la materia y del
dad «corporal» con identidad «material» (de la mundo, una vez que el hombre haya asumido un
materia del cuerpo). La biología nos enseña que tipo de relación pancósmica. El hombre, nudo de
toda la materia del cuerpo cambia de siete en siete relaciones de todo orden, es transfigurado y se ve
años. Y sin embargo, tenemos la misma identidad totalmente realizado por Dios y en Dios.
162 La Resurrección de Cristo
Nuestra resurrección 163

En esa línea de reflexión, podemos decir que


Nosotros que todavía estamos «prisioneros del
la Asunción de María, en vez de ser algo exclusivo
cuerpo» contemplamos ya ante nosotros lo que ha
de ella, es un ejemplo de lo que acontece con to-
de ser la nueva vida. Ese estado final en Cristo ha
dos los que ya están con el Señor (cfr. 2 Cor
sido alcanzado no sólo por María, sino también
5,6-10). La constitución apostólica «Munificentis-
por todos que ya están con el Señor» (69).
simus Deus», de 1950, manifiesta la esperanza de
María no constituye, por consiguiente, una
«que la fe en la Asunción corporal de María al
excepción, sino un ejemplo. De pasada sería con-
cielo pueda hacer más fuerte y más activa la fe en
veniente que repitiésemos aquí la reflexión que ya
nuestra propia resurrección» (67). Aunque de su-
hemos hecho anteriormente cuando aludíamos a la
yo el documento no tenga la intención de presen-
diferencia existente entre el cuerpo glorificado del
tar a María asunta como ejemplo de nuestra pro-
Señor y el nuestro. Otro tanto se podría decir a
pia resurrección al morir, «podemos tal vez descu-
propósito del cuerpo transfigurado de la Virgen.
brir en esa verdad una invitación a intentar elabo-
Su cuerpo, a diferencia del nuestro, no estaba mar-
rar el sentido de la escatología en general, a par-
cado por la historia del pecado. En cuanto Inma-
tir de la verdad concreta y definida de la Asun-
culada, su cuerpo era el sacramento de Dios y de
ción» (68). La «Lumen Gentium» propone de
la interioridad graciosa de su espíritu. Fue el re-
hecho a «la Madre de Dios, glorificada ya en
ceptáculo de la encarnación del Verbo. Aunque
el cielo en cuerpo y alma, como imagen y primicia
viviese en el viejo mundo, ya era presencia del
de la Iglesia que ha de alcanzar su perfección en el
cielo nuevo y de la tierra nueva. Por eso creemos
mundo futura», (n. 68). Comentando la relación
poder afirmar, en base a esos motivos teológicos,
entre María y la Iglesia, opina un teólogo: «María
que el cuerpo carnal de la Virgen fue transfigura-
no es la personificación de un estado futuro de la
do y que no debió pasar por las vicisitudes del
Iglesia gloriosa, pero sí la expresión personal del es-
cadáver humano que lleva sobre sí la historia del
tado actual de la Iglesia celestial... María, elevada
pecado personal y del pecado del mundo y que por
al cielo, ejemplifica la vida redimida a la manera
consiguiente ha de volver al polvo de la tierra. En
como ya participan en ella los santos en la gloria.
ella, como en Cristo, hizo su aparición el «homo
matinalis» para el que la muerte era un pasaje
(67) AAS 42 (1950), 770.
transfigurador hacia lo definitivo y divinamente
(68) Flanagan, D. «La escatología y h Asunción, en
Concilium, enero 1969, 135. Igualmente Schmaus, M.,
Der Glaube der Kirche, II, 745. (69) Id., 127-129; Cfr. Betz, O., Die Escbatologit
in der Giaubensunterweisung, op. cit., 96-101.
164 La Resurrección de Cristo Nuestra resurrección 165

realizador. A diferencia de la declaración dogmáti- bres. El mismo Schmaus argumentaba: «Si res-
ca de la Inmaculada Concepción, la constitución pondemos que la resurrección sólo acontece al fi-
apostólica «Munificentissimus Deus» no afirma nal de los tiempos, entonces esta verdad de fe se
en ningún lugar la exclusividad de la Asunción de vuelve cada vez más vacía y pierde, cada vez más,
María. Esto nos permite considerar este dogma su fuerza vital. Si hemos de esperar millones o
como una vía de penetración que nos permita ex- billones de años, esa fe se irá diluyendo cada vez
tender la misma gracia a todos los que mueren en más en el horizonte de la conciencia humana. Na-
el Señor. Y de hecho es M. Schmaus, uno de los die puede representarse de manera consciente un
teólogos más eclesiales y moderados, el que dice espacio de tiempo tan inmenso» (71).
en su reciente manual de dogmática «La fe de la
3. El hombre resucita también
Iglesia»: «No existe verdad alguna de la revelación
en la consumación del mundo.
que se oponga a la tesis de que el hombre, inme-
diatamente después de morir, adquiera una nueva Sin embargo, esa resurrección al morir no es
existencia corporal, en cuanto su cuerpo terrestre totalmente plena: sólo el hombre, en su núcleo
es llevado a la sepultura, incinerado y entregado a personal, participa de la glorificación. Pero el
la descomposición. Una transformación inmediata hombre posee también una religación esencial con
de este tipo no puede ser probada con absoluta el cosmos. Este, al morir el hombre, aún no ha
certeza, pero existen argumentos que hacen de ella sido totalmente transfigurado. Sólo podemos ha-
una tesis probable» (70). blar de resurrección radical cuando su patria, el
Esos argumentos son los que hemos expuesto cosmos, haya sido igualmente transformada. Por
arriba. Fundamentan una probabilidad real, que eso, a pesar del carácter de plenitud personal que
es bastante más que una mera posibilidad. Y es pueda sumir la resurrección al morir y a pesar de
esa probabilidad fundada en argumentos tomados la transformación del nudo-de-relaciones-con-el-u-
de la antropología y de la Escritura la que favore- niverso, que de algún modo atañe también al pro-
ce la utilización pastoral de una tesis como ésta pio cosmos, podemos hablar también de resurrec-
que para muchos cristianos supone un motivo de ción en el momento de la consumación del mundo.
serena alegría, de liberación y de compromiso re- Sólo entonces Dios y Cristo serán todo en todas las
novado en pro de la causa cristiana entre los hom- cosas (Col 3,11; 1 Cor 15,28) y de manera espe-
cial en el hombre, esencialmente relacionado con
el universo.
(70) Schmaus, M., Der Glaube der Kirche, vol. II,
München 1970, 744. (71) Id., 743.
Revelado el designio de Dioo 167

hombre verdadero, en su radical potencia, es sólo


el hombre escatológico. Mediante la resurrección
se ha realizado exhaustivamente el poder-ser del
hombre-ser; ha salido totalmente de su latencia y,
por lo tanto, en él se ha revelado el designio de
Dios sobre la naturaleza humana, que consiste en
6 hacerla participar de su divinidad con toda la rea-
lidad que le es propia de cuerpo-espíritu-abierto-a-
la-totalidad. El «homo revelatus» participa de la
Conclusión: ubicuidad cósmica de Dios y de Cristo, posee una
presencia total. Nace así el «homo cosmicus».
Revelado el designio de Dios. Ahora, en la presente condición espacio-tem-
poral, existe el homo revelatus en su latencia;
está todavía atado a las categorías de este mundo y
vive en la condición de «simul iustus et peccator»
La muerte lo libera y le posibilita una penetración
más profunda en el corazón del cosmos. Por h
resurrección en la muerte, participa del Crúto re-
sucitado y cósmico. Al consumarse el mundo-uni-
verso, él mismo se potenciará aún más, porque el
Pablo llamaba al hombre resucitado cuerpo-es- cosmos le pertenece por esencia.
piritual. Con ello se refería al hombre entero al- Al término de la vida terrena, el hombre deja
ma-cuerpo, pero totalmente realizado y lleno de tras de sí un cadáver. Es como el capullo que ha
Dios. ¿Cómo llamaríamos nosotros al hombre re- hecho posible la salida radiante de la crisálida y de
sucitado? Empleando una categoría de la antropo- la mariposa que ya no se ve aherrojada por los
logía basada en el principio esperanza, quizás pu- límites estancos del capullo, sino abierta al amplio
diésemos hablar de «homo revelatus». Con la re- horizonte de toda la realidad. A la pregunta fun-
surrección se revela como ya realizado el verdade- damental de toda la antropología: ¿qué será del
ro hombre que iba creciendo dentro de la situa- hombre?, ¿qué podemos esperar?, la fe responde
ción terrena, el que Dios pretendió verdaderamen- jubilosa: la vida eterna del hombre-cuerpo-espíri-
te cuando lo introdujo en el proceso evolutivo. El tu en comunión íntima con Dios, con los demás y
168 La Resurrección de Cristo

con todo el cosmos. «Pasa ciertamente la figura de


este mundo deformada por el pecado», nos advier-
te el Vaticano II, «pero sabemos que Dios nos
prepara una morada nueva y una tierra nueva. En
ella habita la justicia y su felicidad colmará y supe-
rará todos los anhelos de paz que brotan en los
corazones de los hombres. Entonces, vencida la
muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo...,
y toda la creación que Dios hizo para el hombre
será liberada de la servidumbre de la vanidad...
El reino ya está presente, en misterio, aquí en la
tierra. Al llegar el Señor, se consumará» (GS,
n. 39).
¡Qué consoladoras suenan las palabras del
prefacio de la misa de difuntos (I) que resumen
toda la teología expuesta en este estudio!: «En
Cristo brilla la esperanza de nuestra feliz resurrec-
ción. Y así, aunque la certeza de morir nos entris-
tece, nos consuela la promesa de la futura inmor-
talidad. Porque la vida de los que en Ti creemos,
Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse
nuestra morada terrenal, adquirimos un puesto
eterno en el cielo».

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