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Gutiérrez (Lille)
pelotas, en medio de un
mis largas uñas. ¿Lo tuve merecido? Mi nombre es Sergio. Entonces tenía 25
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años y estaba a punto de ser devorado por una serpiente hija de puta...
Recuerdo aquella escena una y otra vez cada vez que me follo a una mujer.
escarmiento. Sigo siendo lo que todas creen, pese a que en aquel instante creí
infinidad de veces. Y sin embargo, fue un final peor. Aquella cabrona, junto a
ellas apenas idearan en dos minutos de café. Esta es mi historia. Cinco años
eje de mi vida. Hoy, recluido en una paz difícil de explicar, he decidido que
voy a revelar todo lo que me ha llevado a ser como soy. Un Hijo de Puta
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Mi primera vez
S
us labios habían
inofensivo huracán. Me
enredaba en ella.
Giraba, borracho, e
aquella belleza me
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merecía. No era mi primer beso, pero sí era la chica más guapa a la que había
besado. Estaba tan empalmado en aquel callejón oscuro, frío y solitario, que
si hubiera introducido sus dedos entre mis pantalones me hubiera corrido allí
largo abrigo oscuro. Su pelo rubio y liso, de peluquería cara, su piel clarita,
medio, a juego con su abrigo. Y sin saber cómo, yo estaba ahí, perdido en sus
diez de la noche. En media hora tenía que estar en casa de los padres de mi
novia.
Traté de abrazarla. Quería sentir sus pechos sobre mí. Ella accedió, volvió a
buscarme los labios y los encontró. La miré a los ojos. Preciosos. Ella no
achispada tan sólo. Nos apretamos más para refugiarnos del frío. Al fin sentí
el placer de sus pechos sobre mí. Estaban duros, tal vez a causa del tipo de
sujetador. Hice que mi mano descendiera con delicadeza por la cintura hasta
empujé hacia a mí. Los dos nos rozamos en aquella oscuridad. Era sábado.
borrarse calle arriba. Me dio un último beso, tierno, me miró a los ojos, y
quizá creyó que pronto volvería a besar mis labios. Incluso, tal vez imaginó
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alguna tarde de domingo en pareja. Yo no. Una vez mudó su cuerpo al vacío
de otra calle, dejando ante mi mirada aquel culo respingón, terso, pequeño y
Mi reloj digital marcaba las 22.25 horas. Estaba a diez minutos de lo que podía
ser, al fin, mi primera noche de sexo. Mi novia había logrado deshabitar casi
al completo la casa de sus padres. Era nuestra noche. Ella ponía la cama y yo
quedado allí porque su abuela enferma, con más de 90 años, dormía en una
hacía meses nos buscábamos sin culminar lo que tanto deseábamos: follar;
sentirnos dentro; hacer el amor. Aquella cita era nuestra oportunidad. ¿La
única? Nuestra primera vez, esa que tantas veces habíamos rozado y hablado y
nunca penetrado.
con objetividad en el aspecto físico, pero sabía que no doblaba las miradas
masculinas a su paso. Inicié una relación con ella porque la chica rubia de
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plato, sí, no obstante, aquel rollo nocturno juvenil de segunda mano me llevó
a descubrir que aquella chica era lo golfa que yo deseaba. En la primera cita
hizo lo que nadie me había hecho. Esa picardía sucia me encantó; nos gusta a
todos los hombres. Y poco a poco, cita a cita me fui enamorando hasta perder
posé mi mano en su culo. No pude evitar comparar y concluí que había dejado
Apreté los labios creyendo que así evitaría transmitir mi hedor etílico y afirmé
como un reo que recorre el pasillo verde. Cuando quise empezar a relajarme
descubrí que estaba rodeado de varias fotos de sus padres y una colcha
virginidad.
calzoncillos. Toqué el cielo, tensé las piernas y descubrí que seguía haciendo
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nombre. Ella con arte se enderezó, y como si su maniobra sexual fuera
-¿Cómo?
-¿Por?
sin mediar una sola palabra me besó. No hubo una frase, sólo un impulsivo
diálogo corporal. El más claro llegó cuando sus manos cogieron las mías y las
quería que el frío del cuarto de baño y los nervios llevaran a mi pene a
languidecer. Estaba sentado con las nalgas al aire sobre la tapa de la taza del
váter. Ella se acercó e intentó sentarse sobre mí. Sentirme. Yo quise meterla.
hicimos dos intentos más. Pero la conexión se resistía. Al final fue ella la que
como un niño, como un drogadicto con el mono; como un ciego que es guiado
hacia la puerta del metro. Hubiera ido al fin del mundo sólo por meterla. Y lo
y ella quedó sobre mí. Primero le lastimó, después saboreó lo que tantas
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veces había llamado nuestra primera vez. Yo no pude moverme más que un
par de veces. Y sin poder evitarlo, durante esos escasos segundos imaginé
me corrí. Ella lo notó. Lo vio en mi cara; mis gestos, mis convulsiones y esa
palpando un líquido que no sabía qué era -años después descubrí que las
mujeres también se corren-. Sin embargo, no fue eso lo que me asustó, sino el
roto que había esparcido mi semen por todo mi pene. Mis ojos miraron atrás.
-Y yo...
-¿Qué tal…?
en la calle -sentencié.
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polvo. En mi cabeza se repetía la frase 'eyaculación precoz'. Y yo quería
tantas veces había visto en las películas porno. Sin embargo, no ocurrió nada
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10.000 pesetas
H
abían transcurrido tres semanas. No habíamos vuelto a follar. Siendo
siendo más sinceros, una eyaculación precoz. Cuando uno es tan joven, no se
desconoce por completo en qué consiste el sexo. Menos aún 'hacer el amor'. El
Tampoco había vuelto a ver a la chica rubia, pero por alguna razón aún
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fines de semana entre el humo de los bares, pero su belleza era un vacío en
mi mirada borrosa.
Cuando uno es infiel una vez, repite. Siempre, si puede. Y nunca se coloca en
cuesta afrontar la realidad. Muy pocas veces lo hacemos. Tal vez, por eso
sonrisa había encogido en sus labios. Y pese a ese gesto torcido y apagado, no
quería. Porque cuando ella decidía irse a casa y besarme en los labios con
durante aquellas horas nocturnas etílicas sólo podía pensar en besar a alguna
el frío. También dónde fue, la hora y que lloré. Nunca creí que una chica me
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primera cicatriz imborrable. Un navajazo trapero e inesperado. El fino hilo de
espacio oscuro, idóneo para parejas. Ella, por primera vez en demasiadas
boca y mis manos buscaron rozar la parte inferior de sus menudos pechos. Ella
detuvo. Me miró y sacó del bolso un pequeño paquetito de color azul donde
helados, en silencio durante unos segundos, hasta que mi voz logró pronunciar
dos palabras.
-¿Y esto?
-Un regalo.
-Porque te quiero...
-¿Y...?
era del mismo color. Tal vez algo más oscura. Al instante de abrirla lo
averigüe. Era una cadena plateada con un corazón partido por la mitad casi al
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Sonreí y la besé. Fue un beso largo. Un morreo -en argot juvenil- que nos
babeó. Nos bebimos; compartimos, y cuando creí que aquello no iba a parar
miró. Aquellos ojos miraban distinto, pero tampoco lo quise ver aún. Había
con mis labios. Ella me retiró y volvió a ofrecerme besos secos. Retiró la
-Y yo.
-Lo sé.
gesto, en su voz y en el
arrepentimiento vi lo que
me contaba escasos
manera de decirlo. El
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susurro que plasmó "tengo que contarte algo", y mi voz afónica, aterrada, sólo
era, me recordó sus rasgos físicos, y cuando le recordé y le puse rostro, pisó
mi corazón diciéndome que una noche no pudo evitar "enrollarse" con él. De
una puñetera cárcel. Y cuando levanté la mirada ahogada, la creí ver llorar
La respuesta nunca pudo tener peor desenlace. La herida fue una tortura. Y
aunque deseé abofetearla y abandonarla allí mismo por zorra y por puta, no lo
hice. No pude irme. Mis lágrimas acabaron mezclándose con las suyas. Los dos
mis labios. Fui débil. Y mi perdón nació sin que yo supiera el motivo. Tal vez
el miedo a la soledad, o tal vez porque en el momento que ella preguntó por
Tardé días en digerir que accedía con honores a la lista interminable de los
cornudos. Nunca lo revelé a nadie. Y no lo hice pese a que todas sus amigas ya
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infidelidad de mi novia. Lo había hecho porque en la discoteca su amiga se
había liado con otro. Por empatía. Y con el tío que yo conocía se había liado
fría, sólo pudo encontrar una puerta positiva ante a aquellos acontecimientos.
quería ser infiel sin que lo averiguara. Manu y Javier sobrevolaron conmigo en
aquel plan sin que supieran la verdadera razón. Dos íbamos borrachos. Javier
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dentro. El portero nos había permitido entrar siempre que cuidáramos de
Cuando lo planteé había dudas, pero el primer paso ya estaba dado. Sólo
calentaba entre los dedos merecía el precio que había pagado. En el ambiente
y los hombres que superan los cuarenta junto a chicas ligeras de ropa que
trataban de buscar un nuevo cliente. Nosotros éramos los más jóvenes de todo
el local.
Habían pasado diez minutos cuando la miré por primera vez. Nunca imaginé
que pudiéramos llegar a hacer aquello. Nunca creí que gastaría una sola
peseta en follar. Y dudé, pero Manu logró convencerme. Ella tenía un acento
largo. Sus ojos azules, y frente a los míos, lucía unos pechos enormes. Con
dulzura, sin apenas poder oír "hola, guapo", deslizó su mano hasta mi
que sus grandes pechos se apoyaran en mí. En ese instante hubiera pagado
cabeza, regateó.
La tenía dura. Nunca había alcanzado ese clímax de excitación. Estaba ante
una profesional del sexo, no obstante, de pronto había olvidado por completo
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mientras Manu le convencía de un precio más barato porque yo y mis encantos
Lo que hicimos en la habitación a la que los dos accedimos por unas escaleras
pesetas” repetía Manu una y otra vez. Era un trío. Dos por uno. Los dos a la
Recuerdo que yo trataba de meterla por detrás sin conseguirlo. Ella gritó.
Manu la llamó zorra. Mis músculos se congelaron, y entonces sólo podía ver en
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4
E
n el amor, arrinconarse en la mentira hasta que la punta afilada del
funciona. Si hay un resquicio de duda, puede ser el camino hacia la luz. Negar
vaginales, casi nunca funcionaron. Hay que saber admitir la derrota. Soportar
Me eduqué así. La vida que viví desde pequeño siempre me llevó a mentir. A
hacerme una vida paralela, más fácil gracias a las mentiras; mis mentiras;
construía una vida a placer. A veces perdía, pero muchas, ganaba. Y con el
paso de los años decidí aplicar esta estrategia también a las relaciones de
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pareja. No siempre la verdad y la sinceridad hacen fuerte y feliz a dos
felicidad.
repetía una y otra vez por muy arrinconado que me viera. Siempre creí que en
el amor triunfaban antes las mentiras que las verdades como puños. En
hasta límites insospechados. El que miente sólo debe defender la verdad hasta
el final.
Laura, una semana más tarde, no ayudó. La historia había volado de boca en
mis iniciales. Yo lo supe después. Sin embargo, cuando oí su voz al otro lado
del teléfono, apagada, ya sospeché. Tuve miedo. Ella apenas tardó un “hola”
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Negué después de unos segundos de silencio, sin embargo, apenas dije el
“no”, ella lanzó sus fuentes; chivatazos, cotilleos. Además, su gran base: las
las noticias de sucesos. Los dos detenidos. Uno de ellos era yo. Creo que tras
gritó, la escupió y la golpeó con la mano abierta. Ella sólo pudo asustarse,
comisura de sus labios. Y tal vez fue el silencio que vino acompañado de un
inconsciencia de la puta iba a finalizar la pelea, ella gritó con toda su alma
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Al instante salté. Me moví por primera vez desde que comenzara todo. Y al
-Patearla la cara.
-Vámonos.
Aquello sólo pasaba en las películas. Los dos la miramos. El cuerpo seguía
de golpe. Los dos hombres que de tan 'buen rollo' nos habían dejado entrar,
aparecían ahora ahí, de pie, con un rostro serio e incrédulo. Apenas bastaron
despreocuparme de Manu y huir como fuera. Creí que iba a morir. Incluso
grité una y otra vez, desesperado, "¡yo no he hecho nada! ¡Lo prometo!". Sin
Una hora más tarde, los dos, magullados, estábamos en la comisaría. Manu se
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...No podía contar aquello. Nunca. Pero sus palabras al otro lado del teléfono
allí, pensé. Entonces mi voz afirmó que había acompañado al puticlub a Manu,
-¿Qué?
Acepté.
Tenía dos horas para crear una coartada, dibujar mi carita de cordero
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El encuentro fue frío. Sin un beso. Distante. Ella traía las pruebas. En su
pequeña mano escondía un recorte de una noticia con mis iniciales. El titular
decía: "Dos jóvenes dan una paliza brutal a una prostituta y cae en coma".
ojos y hablé.
quedé con Javi. No quería decírtelo porque ya sabes como es la novia de Javi.
-¿Entonces? -interrumpió.
por eso...
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Allí estaba. Preciosa y rubia. No sé si disimulé. A mí me parecía imposible
-¿Qué?
ella se inquietó, y por primera vez me tocó; me acarició. Y casi sin pelearlo,
dos minutos después estábamos fuera del bar. Y de pronto, parecía aceptar lo
del puticlub. Ella no volvió a mencionarlo. Sólo quería saber si me sentía bien.
-Vale -musité.
-Y yo.
primer piso. Dejé pasar dos minutos. No quería arriesgar. Esperé a que mi
reloj marcara y media. Entonces me erguí y bajé las escaleras de dos en dos.
En cinco minutos regresé al bar. Pedí una cerveza. La fortuna me sonrió. Ella
seguía allí. La volví a buscar con la mirada, pero en esta ocasión necesité
hice un gesto con la cerveza y ella se acercó. Tan guapa, tan rubia como
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-Hola... -Dijo su voz, dulce y sobria.
-Mucho tiempo, ¿no? -Dije jovial mientras le pedía una cerveza- Creí que
-Mi ex… está loca por mí... casi tanto como… yo por ti.
-Mientes…
-No.
-Mucho.
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5
D
os meses después estaba atado a dos relaciones. Cómo iba a desatarme,
dibujar en mis ojos su silueta. Laura había acumulado un pasado que había
dejado huella en mi corazón. Pese a los cuernos. Además, el único sexo que
tenía era con ella, y poco a poco mejoraba. No podía desprenderme del
Uno se acostumbra a todo. Por muy inverosímil que parezca, todo en esta vida
Hay noches en las que no tiene por qué pasar nada. Es lo usual. La noche de
más de dos meses después al puticlub, no. Sólo recuerdo dos imágenes
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golpeándome aún en la cabeza. Una era que estaba muy borracho. La otra
que sus dos virtudes eran enormes. El resto de detalles los quise olvidar.
La neblina del bar bailaba al ritmo de la música. O así lo creía yo. La copa
me miraba.
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Vi cómo la distancia entre nosotros moría con el ritmo que ella marcaba.
Bailaba libre y sensual. La examinaba sin reparo y la veía crecer al tiempo que
cegó. Ella me dijo que era muy guapo. Yo le devolví el piropo. Ella lo repitió
con algún adjetivo más, yo me interesé por su nombre, ella me habló de mis
labios, y sin previo aviso me susurró, “vamos, ven conmigo”. En ese momento
No íbamos hacia la salida. Su piel era áspera y sus dedos me resultaron más
grandes que los de las chicas que había acariciado. No había calculado su
edad, pero seguro que rozaba los treinta. Se liberó de dos chicos que nos
impedían el paso y entró con firmeza al pasillo del baño. Me metió dentro
después de mirar atrás en dos ocasiones. Sin mediar palabra alguna conmigo,
Cuando ella decidió que el beso había terminado, la luz me reveló sus
nadie lo había hecho. Tampoco era un número elevado; más bien nimio;
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unitario. Allí, sobre la taza del váter otra vez, estaba viviendo el éxtasis de mi
vida.
Sabía que era un hombre. Operado. Al menos los pechos. En algún momento
excepcional, había tenido que ser sólo un hombre. Y aun teniendo esa idea
como única en mi mente, estaba tocando el cielo con los dedos; soñaba;
desvió y fue directa a acariciar sus pechos. Eran enormes. Cuando los sentí,
estaban tersos; duros. Sentado sobre aquella inmunda taza del váter,
quién era yo y qué hacía. Fue más difícil olvidar que la mejor mamada de mi
vida venía de una boca masculina. Porque del cielo al infierno hay una
distancia demasiado escasa. Igual que del blanco al negro. Los polos opuestos
con la tecla desde fuera del vaquero. El móvil paró. Ella también. Cogió mi
polla en plena erección. Yo tuve que ponerme de pie. Ella decidió darse
Por segundos tuve la certeza de que estaría operada por completo. Era una
convicción fantasiosa Siempre hay casos. Creí que no tendría que penetrarla
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por el culo. Quería encontrar el único orificio que yo conocía sexualmente.
Intenté acercarme. Me apoyé en sus caderas, sobre sus piernas firmes, largas
pelvis. Allí topé con lo que nunca hubiera querido toparme, pero que hacía
Ella me miró. Por primera vez nos miramos. Fue una mirada directa. Yo, por
mano decidió empujarme. La fuerza fue suficiente para que de nuevo acabara
vez tuvieron que “comer una polla”. Algunas o muchas por deseo. Por mi
mente pasaron las felaciones más famosas, las que a diario se realizan en
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cualquier casa de putas, o las que en ocasiones terminan bajo una mesa de
oficina. Yo iba a probarlo. Iba a ser el chupador. “Cómo debía uno hacer
la boca. Allí y en ningún sitio. Sin embargo, con sus pechos duros y desnudos a
la vista, me cogió del pelo, esta vez con más fuerza, y me pegó aquel vibrante
pene en los labios. Ella ocupaba toda la puerta de salida. Quería huir, pero en
No hay resaca igual. Las hay similares, pero nunca llegan a ser idénticas. Cada
párpados para buscarlo porque ya sabía que era de día. El móvil había sonado
Los malos recuerdos, los que se salvan del olvido, llegan de sopetón. Como un
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sentirse de nuevo vivo; despierto. Las pupilas comienzan a reconocer el
recuperar.
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Celebraciones
S
iempre hay un instante en el que el ser humano intenta recuperar las
lagunas que produce la noche. Lo intenta con todas las fuerzas. Sin
embargo, el alcohol fulmina todos los recuerdos por completo. Los elimina sin
cómo había entrado allí. Giré el cuerpo, saqué una pierna y salí de la cama;
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Volví la mirada y la encontré tumbada, sonriente, creyéndome que me
-¿Por qué?
Encontré los calcetines enredados junto al edredón y sin titubear me los puse.
Miré la hora. Era la una de la tarde. Tenía dos mensajes en el móvil y tres
Su mano se elevó y fue hacia mí. Me acarició la mejilla y sin que pudiera
evitarlo me dio un beso en los labios. Su lengua surcó mi boca, y yo, imbécil y
motivo, correspondido.
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“Me llamo Gabriela” siseó en mi oído mientras su lengua me humedecía el
lóbulo.
No me soltó. Atrapó una bata rosa del armario y me llevó de la mano por un
completo silencio.
En ese preciso instante hubiera pagado todos mis ahorros por borrar aquella
despedida con tan sólo chasquear los dedos. Sin embargo, no pude evitar ni un
solo segundo. Aquel beso en la puerta que me separaba del portal fue una
eternidad. Sin embargo, únicamente viví los escasos segundos que en realidad
duró.
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mensaje. Miré la bandeja de entrada. Dos de Laura y uno de Leticia.
“Dnd stas? T llamé. Móvil y casa. Spero q no olvidars mi cumple. Es con mis
padres”.
“Hla, niño. Hoy hace 1mes q supe por primera vez dl placer de ts labios. Stoy
playa, sólo pude pasear nervioso por el pasillo. Aferrado con fuerza a un vaso
vivir bajo techos impermeables para evitar las filtraciones. El goteo de errores
dudas y poco tiempo. Cada día vivía más enamorado de la belleza de Leti.
Había logrado compaginar ambas parejas desde hacía dos meses. “¿Pero
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cuánto tiempo conseguiría alargar la estresante situación?” Sí crecía mi
quería perderla por nuestro pasado, y más cuando el sexo con ella había
mejorado. Con Leti era algo que todavía no había, aunque sin duda, perdía la
momentos. Sí, necesitaba una ducha y frotarme bien para quitarme aquel
-Apestas a alcohol -dijo después de que la besara en los labios. Hizo una pausa
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De mi bolsillo salió un sobre que justificaba vagamente un olvido inexplicable.
papel donde había escrito a mano: 'Vale por un fin de semana donde desees'.
escena conseguía repetirse nítida en mi mente una y otra vez mientras sus
me reveló que lo que había entre Laura y yo vivía el principio del fin. No sabía
dónde estaba el fin ni cómo encontrarlo. Menos aún si iba a tener los huevos
esperando que mis labios corrieran sin titubear hasta encontrarse con los
suyos.
quiero.
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Ella sonrió, y cuando la mirada se sostuvo en mis ojos, vi el brillo. Volví a ver
la cegadora luz de amor sincero y fiel que una vez tuvimos los dos. Sentí
naúseas.
No sé cómo lo hice, ni por qué. Tampoco era el plan, pero un 'sms' imprevisto
en medio de una copa de cava con brindis incluido, mientras la tarta esperaba
en el preciso instante que Laura hizo la fatídica pregunta. Por supuesto, había
-Es mi padre.
La mentira era tan evidente que ayudó a transformar mi rostro. Tenía miedo.
Y ese gesto quizá podía serme válido para lo que acaba de ocurrírseme.
preocupe, que no es nada, pero que los llevan al hospital para hacerles unas
-¿Qué?
Eso pensé yo. “¿Qué?”. Estaba sudando, pálido y asustado. A mi mala cara
-¿Puedo ir al baño?
Laura me llevó del brazo. Mi mano temblaba, y ella sólo podía acariciarme.
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Sentado en la misma taza del váter que me vio follar por primera vez, sonreí.
-Voy a ir a verles.
cabeza.
-No, Laura. Quiero ir solo. –Le sujeté la cara, la besé y no le quité la mirada
-¿Estás seguro?
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absurdamente, estaba en el suelo. Pisé el edredón y volé de la habitación al
“Otra despedida eterna”, pensé. Minutos eternos después corría calle abajo.
No sabía cómo iba a arreglar tal desaguisado, así que decidí pensar
-¿Cómo? –Pregunté.
cazadora estaba vacío. Veloz, busqué en otros bolsillos. Vacíos. Busqué en los
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-¿Qué pasa, Sergio?
el pene
L
os problemas hay que afrontarlos. Ignorarlos no los hace desaparecer.
Nunca. Por nimias que sean las complicaciones, deben pelearse hasta
aprieto mayor. Algunos son como una calentura en el labio, que están ahí,
ocultos, esperando volver a salir. Mirar a otro lado no sirve para nada. Sin
único camino a seguir. Sólo pensaba con el pene. Mi polla latente, ahogada
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bajo los calzoncillos, quería meterla en caliente. Mi cabeza debía reposar y
acontecimiento.
Ante mí tenía una bañera de agua caliente, espuma y una chica dispuesta a
desnudarse para mí. Recordaba que únicamente había conseguido ver sus
pechos de refilón y bajo una fría y densa oscuridad. Laura podía y debía
felicidad plena. Dice un dicho que las desgracias nunca vienen solas, y quizá
por eso aquella tarde viví el comienzo de otro gran problema. Tardé tiempo
en tratarlo como tal, y más en darle una solución. Sin embargo, existía.
Sus labios sabían a fresa. Su piel tenía el vello erizado. Mis labios secos
dos, de pie, íbamos a descubrirnos desnudos por primera vez. La tensión podía
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palparse en nuestras miradas, que inquietas, no lograban retirarse un segundo
-Ya habrá tiempo para eso… –Su hilo de voz planeó por el cuarto de baño
suceden realmente. En ese preciso instante los nervios suelen apresar al ser
que se hace imposible disfrutar del deseo tantas veces deseado. Lo que viví
recorrió toda la piel cuando vi que sus pantalones junto al tanga descendían
hasta sus tobillos. No dudó y metió uno de sus pies en el agua. Mis huevos se
bañera lentamente, fue todo un antídoto para matar cualquier mal recuerdo.
Yo tampoco tardé en sumergirme junto a ella. Los dos, uno frente al otro,
tumbados, bajo la espuma, mirándonos, tensos, cada vez más arrugados por el
vapor y el calor del agua. En silencio, los dos esperábamos romper el hielo.
A mí nadie me explicó nunca cómo debe hacerse el amor a una chica. Menos a
un chico. Tampoco imaginé que hubiera tanta diferencia entre una mujer y
otra. Pensaba que un coño era un coño. Que después de haber aprendido a
meterla en uno, en todos sería igual. Sin embargo, aquella tarde percibí, al
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menos un poquito, algunas de las diferencias que existen. Ni fue tan sencillo
ni tan placentero.
placer a una mujer. Lo intuí erróneamente. Rara vez las parejas hablan de
cómo mejorar sus relaciones sexuales. ¿O sí? En mi caso no. Entonces, con mi
edad, sí había oído hablar de los orgasmos, pero no sabía qué eran, ni en la
importaba. Y no tenía idea de que las mujeres se corrieran. Tenía claro que
sexo era una paja. Ni siquiera viendo películas pornográficas había querido
aprender. Para mí aquellas escenas eran pura ficción. Nadie podía durar tanto
para que las películas pudieran ser de larga duración. A mí una película
apenas me duraba dos minutos. Justo el tiempo de una paja. Y además, creía
lo que me habían contado mis amigos acerca de que los actores usaban drogas
favorece el coito; menos aún un buen polvo. Pero en aquel instante, a escasos
latía tanto, que no había parte de mi cuerpo que no vibrara. Fue su frase,
“tomo la píldora” la que me excitó más si cabe. Mi primera vez a pelo. Luego
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La duda voló rápido de mi mente. Su vello púbico contra mi glande avivó en
mí un escalofrío que hizo aletear y tensar todos los dedos de mis pies. Traté
maniobra. Volví a empujar, ella me ayudó y el calor nos invadió muy poco a
Todo era distinto. Tantas eran las ganas, que sólo quise empujar;
masturbarme veloz. Ella contrajo mi pene con la vagina. Ella gimió. Dos, tres
veces. Después estallé de placer. Mi cerebro seguía en blanco. Soñé que había
nuevo en la realidad empezó a hacerme sentir incómodo. Una voz me dijo que
achacaba a mí, sino a la falta de práctica. Tenía la certeza de que era porque
mi cama. Ésta sólo era mi segunda mujer, justifiqué casi en voz alta de
Mis padres tenían la cena preparada sobre la mesa y dos llamadas para mí.
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accidente, seguramente con el objetivo de verificar mi mentira. Justo
instante. Además, aquella noche tenían algo que les importaba más.
-¡No es un puto templo! ¿Vale? He entrado, sí, necesitaba coger una cosa, ¿Y
qué? –Me levanté, dejé el plato a medias sobre la mesa, y sin mirar a ninguno
Hablamos por teléfono y me hizo creer que tal vez Laura no había mirado el
móvil, y que tampoco había llamado al número de los mensajes (La tenía en la
agenda con una ‘L’). Después de cinco minutos de conversación tenía claro
que no había contactado con ella. Leti había estado como siempre. Incluso
preocupación por el evidente final con Laura, la chica con la que salía desde
hacía un año, mataba mi libido. Además, el polvo con Leti me había herido
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una decepción interna. En frío, había descubierto que se había muerto gran
parte de la atracción sexual. Follarse a aquel cañón no había sido todo lo que
esperaba. De hecho, había tenido pajas mejores. Cruel, pero real. Y por eso,
cuando me dijo que quedáramos aquella tarde para ir al cine, mostré apatía,
En clase, en casa y con mis amigos. De pronto, ese era mi extraño y nuevo día
a día. Trataba de olvidar algo que era inolvidable y creer que así todo volvería
recuperarlo. Apenas veía un resquicio de luz. Más cuando llevábamos dos días
Comía lentejas cuando el teléfono sonó como siempre pero distinto. Estaba
Fue un hachazo verbal cuando mis oídos masticaron las dos palabras. La
enmudecer.
Hay citas que nunca deseas. Sabes que debes afrontarlas, pero también
asumes que terminarán mal. Rara vez te equivocas, y yo aquella vez no creía
el bar que tantas veces nos había visto besar enamorados. Quizá era una señal
positiva y todavía había esperanza. Ella había elegido el sitio. Sin embargo, al
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A escasos dos pasos, su gesto era demasiado serio, pero extrañamente ofrecía
primer mal síntoma. ¿Cuál era su estrategia? Tal vez buscaba la confusión. O
acostumbraban ver mis ojos. O tal vez el telón de la ceguera había caído a la
Anteriormente sólo
sobre la barra.
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-¿Qué me vas a contar de esto? –Bebió de un trago media cerveza.
-¿Cómo?
-Sí, el puto baño de agua caliente con la tal L. ¿O quieres que me lo cuente
refresco.
sentía aterrado, pero no iba a echarme atrás. Pero entonces llegó mi gran
móvil –atacó del tirón con hiriente ironía. En ese instante vi la derrota. La creí
sobre mí casi por completo. Los dos estábamos sentados junto a la barra. Ella
barra. Creí que desistía, que quería hacerlo de otra manera. Pero no fue así.
Al instante oí un tono. Había puesto el altavoz para que los dos pudiéramos
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Ruptura y destrucción
S
u voz sonó viva y jovial. Deseosa de responder a la llamada que acababa
alguno. En cambio Leti sí. Volvió a repetir mi nombre. Hubo otro silencio.
Entonces supuse que, por alguna razón, tal vez tenía la suerte de ver cómo
Leti colgaba el teléfono. Si no encontraba mi voz al otro lado, por qué iba a
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Laura procedió y dibujó ante mí un gesto claro. Ella veía más que evidente
hablaba ella. Y quizá, debido a que nunca se me ha dado bien pensar bajo
presión, ella actuó primero. Yo, sin saber bien por qué motivo, todavía
mandar a Leti a la mismísima mierda más podrida del planeta. “Entre ella y
y última vez que Leti dijo mi nombre, comenzó el diálogo. En esa última
ocasión, Sergio sonó con tono interrogativo. El bullicio del bar pareció
imaginación.
espacio que ocupaba en aquella viñeta. Pero aquello no era ficción. Tenía que
-Sergio... –repitió.
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-Sí, Sergio –insistió de nuevo-. Un chico moreno, ojos y pelo negro, no muy
Sonrió y me miró aún con la última palabra entre los dientes. La disfrutaba.
Herido, de pronto incluso temí que escondiera una bofetada bajo la manga.
La temía.
-¿Sergio Martínez?
-Ese mismo. Está aquí conmigo, callado como un puto cobarde. No quiere dar
El órdago me abofeteó.
no era así. Si perdía a aquella chica, quería hacerlo con orgullo. Era mejor
que ambas.
No había bebido una sola gota de mi coca cola, pero sí las palabras hirientes
de Laura. Llegaba mi turno. Iba a devolver cada uno de los golpes y con
54
tortura telefónica. La ira me quemaba y las uñas de mis manos dolían ya en
La miré a los ojos. La amenacé. Entrecerré los párpados. Escupía fuego, odio,
rabia, impotencia y ansias de venganza. Y sin soltar una sola palabra, yo creía
un bar que se llama ‘Anina’, junto a la plaza del mercado. ¿Lo conoces?
-Aquí...
móvil. Lo hice con rabia, energía, con mi mano izquierda abierta y de forma
instintiva; sin pensar. El aparato salió despedido de entre sus finos dedos.
Voló y se estrelló contra la pared que quedaba frente a la barra. Los dos nos
-No te entiendo, Laura –dije con la voz ajada por el largo silencio-. Me
engañas con otro, otros, ¡Joder! Lo hago yo y tengo que soportar esta puta
55
-¿Hola? –Oímos con nitidez.
Enarqué las cejas, sonreí y colgué de inmediato. Las miradas de los clientes
-¿Qué quieres? –Pregunté-. ¿Qué deje a esa zorra? Fue una vez, sólo una puta
vez, ¿vale? No pasó nada. Lo del baño de agua caliente es mentira, una
-¿Qué?
Una falsa calma nos invadió. Fue una leve pausa tensa. Me dio tiempo a
pensar. Creí que había ganado mucho terreno en poco tiempo. Atisbaba la
victoria, creía. La mentira estaba de nuevo, una vez más, a punto de salvar
aquello. Sin embargo, cuando la miel estaba a punto de rozar mis labios
Mi móvil sonó. Volví a colgar sin dudar. Y al segundo apagué el teléfono. Leti
debía esperar.
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-¿Y por qué debí creerte yo a ti? –Pregunté- ¡Tu fuiste más zorra que yo y te
perdoné!
-¿Más qué? –aulló entre lágrimas- ¿Más qué? ¡Puto Cabrón de mierda!
En esa ocasión las miradas de los allí presentes nos acecharon sin disimulo. Me
-Sí, Laura –insistí-. Yo me he dado cuatro besos con esa chica, lo admito, pero
tú te liaste con varios, ¿recuerdas? ¡Me lo dijiste tú! A eso aquí, en mi pueblo
y en la china lo llaman zorra ¿o no? Yo he tenido que vivir con los cuernos
La bofetada silenció el bar. Su cara abatida y humedecida poco tenía que ver
con la mía, encendida aún por mis últimas palabras. Ni me inmuté. Mi mejilla
que acababa de lanzar. Quería volver a tener la sartén por el mango. Quería
dominar.
-¿Qué?
velocidad.
sonrisa.
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No dudaba. Ella dio media vuelta. Regresó decidida, violenta y trató de
muñeca. Lo intentó con la otra mano, pero también la frené. Cerró los puños,
lo impidiera.
Desapareció en cuanto la puerta del bar se cerró. Miré alrededor y fue fácil
descubrir las miradas. Me tomé la coca cola de dos tragos, pagué y me fui.
recorté la distancia entre los dos. Después lance una tierna mirada
continuada. Le susurré que ella era la única, y en un escaso minuto, sin saber
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bien cómo, confió en mí y pude volver a probar sus besos. Quería saber si
labios. Pero una vez más todo fue un fracaso precoz. Yo me corrí. Ella creo
que no. Así, tras dos meses repletos de malos polvos decidí ponerle fin.
Necesitaba otra mujer. Con Leti no avanzaba sexualmente y opté por ignorar
la misma forma que lo había hecho ella, a través de un sms. De esta manera
Mi vida, de pronto, comenzó a cambiar. Nunca supe qué me llevó a tal locura.
vida con una bolsita repleta de cocaína y los teléfonos de varias putas.
efectos producía en mí? El lugar de las operaciones fue la casa de mis padres,
morirían antes del amanecer. La loca fiesta de solteros, con sexo, droga y
Uno nunca sabe cómo azota la droga hasta que el rulo de un billete pegado a
la nariz empieza a absorber el polvo blanco. Tuve miedo. Sin embargo, cinco
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minutos después estaba eufórico. Lo suficiente para follarme a la puta y creer
que iba a tener el mejor polvo de mi vida. Era guapa y bajo el abrigo no
escondía sus pechos. Nos miramos, sonreímos y decidí que fuera por separado.
Fui el primero. Ella se sentó sobre mí y cabalgó. Fue menos breve, distinto y
muy placentero. Sobre todo la felación. Pero hoy sé que también fue
objetivamente breve.
gramo de cocaína en apenas tres horas. Una hora después tomábamos copas
cuando llegaron las seis de la mañana sucedió todo. Desde la barra, al fondo,
entre el gentío, divisé la silueta de Laura. Tal vez nada hubiera sucedido si
sólo me incitó.
60
9
M
i mueca sonriente duró dos nimios segundos. El tipo que acompañaba a
sintió una fuerza invisible que les obligó a moldear un vacío entre nosotros.
61
Laura reaccionó y se interpuso entre ambos. Yo me abalancé hacia él.
vuelo y pataleé. No pude evitar que la distancia entre ambos fuera creciendo.
amanecer era cada segundo más que evidente. Manu me recogió del suelo,
Lo cogí. Era de papel. Lo desdoblé sin darle las gracias ni abordar su mirada.
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Me la retiré con rabia. Ya estaba seca y no me supuso excesiva dificultad
limpiarla.
cambié de tema.
El silencio entre los dos era insólito. El único en toda la noche. Volví a
sentarme en el banco, frente a él, me pasé el pañuelo por los labios, y cuando
el espasmo de dolor cesó, reviví una y otra vez aquellos tres minutos de mi
la noche...
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Me levanté de nuevo. Estiré mi cuerpo, los brazos y miré alrededor. Manu me
la ceguera les impedía ver con nitidez dos metros más allá de sus narices.
-La voy a matar, tío. ¡Es una puta hija de puta! –Exploté- La muy zorra le ha
defendido a él. ¡La muy zorra, tío! ¿Quién la desvirgó? ¡Yo! ¿Y quién es ese
gilipollas? ¡Nadie!
andar.
frente a mí sonrió.
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No hubo respuesta. Sólo afirmé moviendo la cabeza. Giramos hacia la calle de
los garitos. No quedaba abierto alguno. Ni siquiera el pub que me había visto
salir volando. Las persianas ya habían caído hasta besar el suelo. No quedaba
resquicio alguno por el que pudieran escapar las notas musicales. La noche
manadas efímeras.
No tenía en mi mente una nueva copa, pero sabía que tal vez era el camino a
ímpetu corporal. Acepté contenerme. De hecho, por momentos creía sin duda
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que lo mejor era seguir ahogándome en alcohol para desinfectar y asesinar los
malos recuerdos.
Al ‘Zulo’. Allí íbamos. Así era como llamaba Manu a un antro de perversión
que cerraba sus puertas a las doce del mediodía. Caer en aquellas cuatro
latía en cada uno de los 96.000 kilómetros de mis arterias y venas. Recordaba
la impotencia de haber perdido aquella noche. Aún me dolía más esa herida
Quizá la oscuridad del ‘Zulo’ podía regalarnos a alguna joven borracha. Nos la
queríamos la otra droga, a la que es adicto todo hombre. La droga que nubla
Era puro sexo. Descargar. Meter. Matar el ansia. Nada más. Desgraciadamente
repugnante. Y queríamos que fuera gratis. “Que sea guapa a estas horas de la
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noche poco importa”, sugerí de camino. Al mismo tiempo los dos
comenzábamos a reírnos. Nos bastaba una chica que buscara un buen polvo,
Nos miramos otra vez. Nos detuvimos y repetimos las palabras “¡dos por
echamos hacia atrás y buscaron el cielo. No sé qué nos pasó. Sólo recuerdo
que las carcajadas no terminaron hasta que ambos jadeamos sin apenas aire.
metros del ‘Zulo’, volvió a abrirla. A lo lejos, una silueta que no confundiría
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-¿Cómo?
Sabía dónde iba. Lo tenía claro, pese a que cada paso que echaba mi cuerpo
besos. Sin embargo, ninguno iba a ser como el que iba a darle aquella noche.
que comenzaba el cristal. Quería que aquella noche durmiera con el sabor de
Giré una calle más y cuando me creí solo, les descubrí. Estaban besándose en
sabía y rezaba lo que no sabía porque él sí. No quería complicar aquella final
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Me hervía la sangre cuando los minutos continuaban pasando en mi reloj y
el coche, darle a él una patada en los huevos e improvisar. Sin embargo, seguí
esperando. Él cogía a
mi cintura. Le
acariciaba el cuello
mientras le retiraba
suavemente el
perdían por su
clavícula; mi
clavícula. Subió
lentamente y
deseo.
podía verles con facilidad. En ese instante decidí tener paciencia infinita. Ser
momento persecutorio se complicó cuando los dos bajaron las escaleras del
punto de seguirles hasta los tornos aun a riesgo de que en el interior la luz
bajar las escaleras. Y en esa precisa decisión sus zapatos aparecieron. Vi sus
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pies; mis pies. Me giré, salté y corrí cinco segundos largos hasta cruzar la calle
deambulaba con un leve vaivén. Vestía una de sus bonitas faldas vaqueras y
una cazadora verdosa. Sólo quería volver con ella. Demostrarle que mis besos
parte. –Ironicé.
-Sergio, vete por favor. Déjame entrar en casa... –suplicó desde la distancia.
Estiré la mano y la invité a pasar. Le sonreí y le volví a insistir que podía subir
-No, la verdad. –Se lo enseñé y ella quiso verlo. Se acercó. Demasiado. Fue la
trampa. Sabía que iba a volar hasta las estrellas por el dolor de mi labio, pero
cuando sus dulces dedos buscaron tocar mis labios, el cepo se cerró. Mi mano
lengua buscaba surcar y abrazarse a la suya. Cerré los ojos y el dolor fue
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desapareciendo. No obstante, meramente fue durante los escasos segundos
rotulador. Mi cuello tuvo que voltearse cerca de noventa grados. Y sin mediar
palabra, dos segundos después, sin saber por qué, yo le devolví la bofetada.
-Eres mía y lo sabes. Siempre lo serás –dije mientras estaba de rodillas sobre
Laura me miró con sumo odio, escupiéndome en los ojos hasta en dos
cara.
71
72
10
Abrazando la locura
L
a locura es demasiado amplia y compleja. Sin embargo, me resultó fácil
absortos, cada vez más habituales. Y en mis sueños. No iba tan ebrio para
Tal vez fue el escupitajo que nació de sus labios y ahogó mi mirada.
Ultrajado, veía cómo sus ojos abiertos y sinceros seguían arrojando odio. Y
aun atrapada por mí, sus gestos continuaban asegurándome que aquel cuerpo
pegada a ella, pero la distancia era cada segundo más brutal. Ella se alejaba y
mi físico le ataba. Quería retenerla para siempre, pero mis gestos, acciones y
palabras lograron lanzarla a un infinito tan remoto, que no podía atisbar una
Hoy puedo respirar tranquilo porque la rutina de un vecino, tal vez, salvó la
vida de Laura. El footing, un deporte tan sano y mañanero detuvo mis golpes y
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separó físicamente mi cuerpo del suyo. Un fuerte empujón me hizo rodar
varios metros. Durante unos segundos reinó la calma. Ya nada nos volvió a
Traté de cerrar los ojos. Soñé desaparecer. Busqué los recuerdos en los que
una voz grave me obligó a abrir los ojos. Allí, frente a ellos tenía mis nudillos
heridos. Me miré los dedos y éstos buscaron retirar alguna lágrima de mi cara.
asqueroso. No sabía cómo lo había hecho ni por qué. Y peor aún, no sabía si
me preocupaba.
seguía llorando como un niño mientras aceptaba. Días después, continué con
Había tenido contadas peleas en mi vida. La mayoría, grupales. Las pocas que
mi favor. En ningún caso había disfrutado del extraño sabor que producían mis
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Aquella madrugada, con el amanecer más que evidente sobre mi cabeza, de
rodillas sobre ella, sabía que deseaba ver mi puño rompiendo su cara.
empujó con brío hacia un lateral y logró así separarme de mi presa. Exhausto,
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Nunca le quise pegar. “Jamás”, sentencié amenazado por aquel hombre, que
sin embargo, no me tocó un solo pelo. Laura se puso de pie sin decir una
costado izquierdo. El vecino se lanzó sobre ella, porque rabiosa quiso repetir.
mirando al cielo sin verlo seguía apresado por mi acelerada respiración. Giré
Ahí, en posición fetal, estaba protegido, sumido en una abstracta reflexión sin
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Fue un tiempo extraño. Mi madre, poco a poco, comenzó a colarme ciertos
enseguida, sin embargo, no hice nada por evitarlo. Por alguna extraña razón,
tal vez adictiva, seguí dejando que lo hiciera. Las píldoras adormecían la ira
estado. Sin duda. Y quizá por eso prefería que las drogas evitaran una nueva
rellano del portal. Enamorado y herido, era posible. Fueron demasiadas las
tardes, que endrogado, imaginé y deseé levantarme del sofá para terminar lo
cuando despertaba sólo deseaba una nueva pastilla que me ayudara a dormir.
si imaginaba que aquel tipo la penetraba. Me hacía vomitar hasta sentir que
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Recuerdo tres visitas antes de que el escenario de mi vida sufriera el cambio.
El primero en venir a verme fue Manu. Apareció serio. Pasaban las cinco de la
tarde. Tomó una coca cola. Me dio un poco de conversación, aunque él tuvo
más palabras que decir que yo. Sólo me arranqué cuando quise pedirle
perdón, pero entonces ya no lo tenía enfrente. Las otras dos visitas también
fueron masculinas y por la tarde. Javi llegó junto a Fernando, Darío y Óscar.
Los cuatro vivieron una visita tensa con la reprimenda constante de mi madre,
que desde la cocina les pedía que comieran algo. Yo permanecía tumbado en
el sofá. Javi y Darío, junto a mis pies. Fernando y Óscar sentados en sillas en
La última visita fue la de mi padre. Pese a vivir en casa, había evitado en todo
momento coincidir conmigo. No me había dicho aún una sola palabra. Tan sólo
-No te parece suficiente todo lo que hemos sufrido ya por tu culpa –dijo sin
Mantuve la calma, en silencio. Sentado, con los pies encima del sofá y
abrigado con una manta hasta la altura del cuello. Resistí con el rostro serio,
contuve.
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-No –respondí de inmediato con voz pastosa.
-Pues parece que sí, parece que caminas decidido hacia el mismo camino,
¿no?
No pude articular palabra. Sus ojos y los míos, por primera vez, comenzaron a
victoria.
Las palabras entre ambos ya sólo han salido para saludos vagos y preguntas
“tirando”.
El final de mi vida llegó en primavera, una semana después del pacto entre
Laura y yo. Creí que sólo serían palabras. Me bastaba con vivir en casa,
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maleta en la puerta. Diez minutos más tarde estaba sentado en el asiento
Supe a ciencia cierta donde iba a pasar una larga temporada cuando estuve
frente a una valla que daba acceso a una enorme finca verde. En aquel
delgado, de pelo blanco y con una bata también blanca sonreía como un
estúpido. Desde el primer momento en el que pisé aquel centro, soñé en salir.
la maleta.
ochenta y tenía estrabismo, lo que me hacía difícil conversar con él. Siempre
estaba leyendo tebeos y sólo hablaba de los personajes y las historias de los
tebeos.
madre venía a visitarme una vez por semana. En apenas un mes ya odiaba
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todos los pasillos. Odiaba a la gente; médicos y pacientes. Me odiaba a mí por
estar allí. Y sin darme cuenta, empecé a caminar con la cabeza gacha,
Una tarde, de pronto, quise expulsar todo lo que llevaba dentro. Y lo hice del
tirón. En apenas media hora había conseguido una libreta y un boli y escribí
un texto sincero y sentido. Por alguna razón me enamoraba leerlo. Cada vez
que lo hacía, más. Y justificaba todo lo que me había ocurrido con Laura.
Deseaba que ella lo tuviera. Quería que, después de todo pudiera sentir mi
decírselo.
Nunca creí que su voz interrumpiera los constantes tonos, pero todos los
martes iba y pedía permiso para llamar. Cuando su voz dormida sonó al otro
81
-Hola, Sergio –dijo sin titubear.
-Hola... –Temblé.
-Laura, sólo quiero leerte un texto sincero escrito para ti. Sabes donde estoy,
no puede pasarte nada. Quiero terminar bien contigo, con una sonrisa, un
Aquel silencio creí que sería el último. Seguramente avisaría al centro de mis
82
11
S
oñé todas las noches con el encuentro. Incluso me masturbé
hasta la fuente, y bajo el abeto más alto del parque podría leer mi texto a la
espera de recibir un último beso suyo. Los dos con lágrimas en los ojos y
rotundo e insalvable. Se sentó en la misma mesa que yo, pero muy distante y
sin una mínima mueca de simpatía. Había previsto esta actitud. Nunca
soñado, pero sí la había barajado como posible. Arrojó un “hola, ¿qué tal?”
83
irritó. No me gustaba su pose. “Si no quería verme, que no hubiera venido”,
pensé enrabietado. No iba a soportar que aquella visita fuera mera lástima
por mí. Creí que tenía todas las herramientas físicas y mentales para luchar
contra lo peor.
Percibí el tacto del papel. Las palabras tronaron en mi cabeza. Había leído
palabra.
-¿Sigues con el tipo ese? –solté de pronto con el tacto de la hoja entre los
dedos.
-Lo sé –lamenté sin sacar un milímetro la hoja del bolsillo del pantalón.
silla.
-Nunca te tenía que haber puesto la mano encima. Aquellos puñetazos eran
para él...
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Su cuerpo se levantó. A la vista quedó por completo su vestido morado, el que
tantas veces había quitado para ver y amar su cuerpo desnudo. Se puso de pie
con tanta energía que sus pechos dieron un pequeño respingo. Los imaginé;
caminar.
estallado en cólera, golpeado la mesa con los dos puños, firmando en alto y
quería saber si estaba con él, el gilipollas ¿Por qué? ¡Por qué!” me gritó el
cerebro lagrimoso. “Porque la muy zorra sigue follándose a ese hijo de puta”
La situación era una cuenta atrás. Los movimientos que me restaban para
evitar el ‘jaque mate’ se podían contar con los dedos de una mano. Llegaba el
momento que jamás hubiera querido poner en escena. Tenía que utilizar mis
por una reconquista tenía que actuar ya. No habría más opciones si huía. Si
-¡Laura! –chillé.
veloz del pantalón. Deshice la hoja de papel que llevaba sujetando en todo
cabeza y me miró a los ojos con lástima. Yo respondí con mis ojos llorosos.
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Emanaba tristeza pese a que traté de evitarlo. Y en esa conversación visual
Los dos buscaron apresarme por los codos y lo lograron. Laura seguía de pie al
que recurrir a mi último cartucho. No me veía con valentía. Sin embargo, todo
apuntaba a que era mi única posibilidad en aquel instante. Me iba a ganar una
verdadera fama de loco, pero no podía dejarla escapar y ver que mi texto
arrastrado con la punta de mis pies rozando el suelo. Alcancé a mirar atrás.
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Laura ni siquiera iba a molestarse en ir a por el papel. “Quizá no lo había
visto”, me engañé. En ese instante avisté la lástima que desprendían sus ojos.
el botón rojo que da pánico presionar se hundió hasta el fondo. No pensé. Aún
mi estómago, donde tenía cinco puñaladas aún vivas. Me herían. Era ese
posible adiós definitivo. Cinco puñaladas, una por cada letra, las últimas que
aroma. Se alejaba y me moría viendo cada uno de los pasos que la alejaban de
palabras, estallé.
había dejado llevar sin tensión, lo que facilitó la relajación de los cuidadores.
Tiré de mis brazos hacia atrás, me desaté, giré mi cuerpo y entonces grité su
alternativa sustituía con creces a tener que utilizar uno de los alambres del
somier.
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Sobre mí tenía hasta quince miradas distintas. Todas acechándome.
que yo quería.
La última ‘a’ voló durante segundos por todo el centro. Di cinco pasos
Todo había sido instintivo. Todo aquello lo había considerado muy pocas veces
mis hechos y debía avanzar hasta el final. Nunca creí que Laura llegaría a
desaparecer.
-No hagas nada –dijo otra voz más sosegada-. Tranquilo, por favor.
Tenía el cuchillo en mi cuello. Toda la sierra se hundía sobre mi piel. Mis ojos
ola.
que más cariño me había ofrecido desde que llegué, salió veloz en su
Fueron cinco segundos tan sólo, porque cuando vigilé a mi espalda y vi que me
88
-Tranquilo, Sergio –dijo enseñándome las palmas de sus manos.
giraba sobre mí-. No quiero que las de la limpieza tengan hoy un trabajo
extra.
me había oprimido más si cabe. Sentí que el cuchillo vencía mi piel, y una
veía. Aunque sí percibí varias miradas de asombro. Como una gota de sudor,
dejé descender. Y quizá, esa sangre fue la que cambió de verdad la escena.
Las veinte personas que tenía como testigos se pegaban ya a las principales
definitivo, pero como yo quería. Estaba tan concentrado, que hacía rato que
no lograba escuchar las palabras y frases que llegaban desde el entorno. Sólo
Los nervios la habían secado, pero de nuevo, al ver su cara, resucitó. Observé
su mirada, sus labios, su frente, su nariz. Ella ofrecía un gesto complicado con
pregunté suavemente.
-¿Lo leerás?
reluciente, guapísima.
89
No había terminado de decir aquellas palabras cuando mi brazo libre ya se
suspendido apuntando hacia ella. Laura dio dos pasos y se separó de Marta,
quien no hizo nada por evitar nuestra unión. Estiré más mi brazo. Laura
Apenas se habían movido un paso. Laura llegó hasta mí, pero mantuvo en todo
siquiera tocarme los dedos, tiró del papel con firmeza. Yo no me resistí y ella
lo atrapó.
No lo abrió allí. Antes se retiró. Concretamente dio tres pasos atrás, y sin
instante y mantuve esa mueca feliz. Volví a vigilar dando un giro sobre mí
90
mismo. El brote de felicidad golpeaba cada vez más fuerte en mi organismo.
No sabía por dónde ni por qué llegaba, pero me inundaba. Reí por un impulso,
y recordé el día que Laura y yo fumamos marihuana por primera vez. Fue en
humo.
comenzó a leer.
cada uno de los miles de poros que respiran en mí. Tu aroma es gris,
convierte en nuestro hogar. Estoy loco. Quizá por ti. Seguro por mí.
que soy adicto desde que te vi. La primera vez que pude saborear el
si me miro, me excita saber que volverás a mí. Pero todo son sueños.
91
ese parque estoy cada tarde. Allí, vivo un beso tuyo y trato de
los ojos e imaginar los tuyos, mirándome. Tus labios. Y recuerdo que
la locura.
92
12
La soledad
V
idriosa. Recordaría esa mirada aún en mi lecho de muerte. La había
detrás del lóbulo descendiendo con suma suavidad hasta mi cuello. Vi que su
mirada daba un paso hacia mí. Sonrió. Incluso corrió, saltó sobre mi cintura y
la cogí como tantas veces la había cogido; con sus piernas abrazando mi
cadera, sus brazos rodeando mi cuello y los dos abrazados fuertemente para
más remedio que despertar. Supe que el único peso que tenía encima era el
93
de dos cuidadores que se habían aprovechado de mi abstracción en la inopia
contra el frío suelo de los azulejos. Giré los ojos todo lo que pude y alcancé a
ver sus zapatos, luego sus piernas y finalmente llegué a su cara. De pronto,
que mantenía se veía en mis ojos, que no perdían de vista a Laura. Sin
parte. Había muerto. Divisé una lágrima seca en su mejilla derecha. Aún
sostenía la hoja entre sus finos dedos, los que tantas veces había podido
coger, acariciar sin darme cuenta que los acariciaba. Porque aquellos dedos
habían podido vivir entre los míos sin necesidad de pedirlo. Era algo rutinario;
un simple gesto que tantas veces había plasmado por inercia y pocas veces me
había parado a saborear. En aquel instante, tener sus dedos conmigo era un
94
alguna maldita razón Laura continuaba allí, de pie, mirando la nota,
releyendo y viendo que me alejaba sin poder o querer hacer nada. Debía
Al menos una palabra, aunque fuera vacía. Un suspiro al menos. Lo tenía que
pedir. Lo podía pedir. Mi boca; mi voz, aunque acongojada y seca por haber
oído (disfrutado) en ella mis palabras, seguía viva y libre. Nada me impedía
quiero!”. Sin embargo, aquello no era una fantasía ni un cuento con final feliz
Nunca supe si fue premeditado, pero aquel gesto resultó claro y evidente.
Había un adiós con todas las letras mayúsculas. Me sentí como una res a la
gesto vino acompañado por los ingredientes perfectos para cocinar una
marcó con claridad el inicio, el nudo y desenlace del acto. Del amor al odio
95
dicen que hay un paso. Allí sólo hubo un gesto. Y quizá es la misma distancia
de mi vida, me sentía más solo que nunca. Sentí que un abismo negro me
engullía. No obstante, desde la oscuridad podía ver con nitidez aquella agria
hicieran un ‘zoom’. Me sentí pegado a ella cuando sus dedos índice y pulgar
buscó la mirada, la encontró y mordió. Preso, sin poder retirar los ojos de los
suyos, ella sonrió y disfrutó. Acto seguido rompió en dos mi corazón de papel.
perpetraba en mí. Cuando terminó sonrió más, puso los dos trozos juntos, uno
96
Fue entonces cuando mi voz explosionó, mis brazos pelearon sin victoria, mis
pesados. Jadeante, sólo alcancé a ver que la puta de Laura escupía sobre unos
pequeños trozos de papel, los pisaba y salía huyendo con mucha prisa. La
soledad me devoró.
Tardé semanas en recobrar el habla. No tenía nada que decir. Y articular una
compañía, miradas y gestos para mí, e incluso el tacto de otra piel viva.
Nacían cuando recordaba las palabras que un día escribí para ella y que aún
Estuve más de cinco semanas en aquella cama sin salir de la habitación por
entusiasmo. Viví aquellas semanas de mi vida sin luz. La noche había tomado
persiana hasta el techo y la luz natural de la calle entraba por los amplios
97
ventanales e invadía la habitación me sentía con vida. Más de una noche me
Nunca supe qué fue ni quise saberlo. Quería que pasara el tiempo. Sabía que
maloliente pozo negro. Una razón estuvo en los colores de ciertas pastillas. La
Aquel chico fuerte y alto se sentó a mi lado, sonrió con la boca abierta y
inconexos; vivencias. Sostenía el cuaderno que había dado vida al texto que
escribí para ella. Entre tanto, él me analizaba divertido. Podía oler su aroma
No pude por menos que alzar la mirada y enfrentarme a sus ojos. Estaba
mucho más cerca de lo que intuía. Me asusté. Podía ver los poros de su piel.
Descubrí que ofrecía un inusual rostro afeitado, pero el mismo pelo rapado
¿no?
98
-Yo nunca me he enamorado, loco –prosiguió relajado y recolocando su
mostró sin que pudiera evitar ignorarlo. Sonrió y se introdujo la otra mano en
llegaba una sola palabra, por lo que abandoné el cuaderno bajo la almohada.
-¿Fumas? –preguntó.
despellejaba.
Hacía demasiado tiempo que no tenía contacto con las drogas de la calle.
de mis días en echar de menos a esa bebida que tanto adoraba antes.
después del ‘espectáculo’ habían decidido visitarme una o dos veces por
99
Cuando sus dedos machacaron la hierba en el tabaco me llegó el de sobra
-Me han dicho que la chica tenía un polvazo... ¿Erais novios desde hace
mucho?
cabeza y amenacé dejando atrás mi rostro neutro. Recogí las piernas y traté
-Yo nunca he tenido novia. –Cogió el mechero, encendió, aspiró y fumó- Debe
de ser maravilloso...
Afirmé sonriendo.
-Follar cuando quieras –reflexionó sonriente al tiempo que daba otra calada al
Me puso un gesto picarón, rió y volvió a darle otra calada. En ese momento
me miraba con intriga. Fumaba, se tocaba la cabeza rapada con la mano libre
Por primera vez en mucho tiempo sonreí. Quizá fue el tono de sus palabras.
Fue un impulso. Tal vez ayudó el delicioso aroma que ya embriagaba el cuarto
100
Tragué todo el humo que pude y lo expulsé suavemente, disfrutando del
instante. Resucité.
No
me quiero morir sin tocar una –perseveró mientras con su mano derecha
porro entre los labios. Estiró la mano y se lo di. Sonreí. La marihuana era
sentarme.
101
entre mis dedos. -A mí me gustan las tetas grandes y redondas –continuó-.
Ahora sí me clavaba la mirada. Muy serio. Yo sólo podía sonreír, aunque algo
Las vi antes de que hubiera terminado la última palabra. Por instinto, sin
Decidió hablar unos minutos más de tetas. Imaginó todas las tetas, en
alguna otra y los dos reímos hasta que el dolor de nuestras tripas nos hizo
parar. Entonces él decidió dar un paso más. Era sin duda lo que le había traído
102
13
Cruzar la raya
M
e sentí preso. A oscuras. En tinieblas. Congelado. Sólo una leve luz
entraba cortada por una escueta ventana. El haz de luz llegaba justo
hasta la punta de mis pies, en tiras, construidas por los barrotes que cubrían
grises como el cemento. La cárcel estaba vacía, sin un solo mueble. Ni una
cama. Tampoco una silla. Atrás, a mi izquierda, divisé de reojo una puerta
metálica de color verde, de tal grosor, que abrirla sin la llave precisa se me
las rodillas bajo mi frente y los brazos cruzados. Estaba desnudo. El frío me
103
de percibir el silencio hasta el límite extremo. “¿Cómo era escuchar ese
silencio? Espantoso”, pensé. Afiné mis oídos. Escuché con mayor precisión,
cerrando los ojos con fuerza, sin embargo, poco a poco el silencio
desapareció. Logré oír. Nunca creo que hubiera podido oír ese vaivén en
cualquier otro escenario del planeta, pero en el mío sí. Era un hilo de aire que
regresaba hasta mí, suave como una pluma, queriendo acariciarme. Era
De pronto, sin mirarle pude ver con claridad su posición. Su gesto, su cuerpo
desnudo como el mío. Por alguna razón, poco a poco, el frío fue
Un nuevo sonido llegó nítido a mis oídos cuando mi pene comenzó, por alguna
planta de uno de sus pies se alzó levemente. Sentí cómo su piel se despegaba
del suelo con suavidad, y una vez en el aire volvía a caer; más cerca. El golpe
quién era la persona allí presente. Mi erección creció y el glande asomó. Era
104
respiración. Apreté los párpados creyendo que así iba a desaparecer, pero
de su piel. Una piel limpia, con escaso pelo corporal y sin apenas lunares ni
vello púbico recortado pero rizado. Era en el único punto donde nacía una
Oí otro golpe seco y desnudo sobre el suelo. En esta ocasión la vibración del
golpe llegó a mis nalgas. Mi excitación continuaba presente por mucho que
aquella cárcel vacía, con eco incluido. Y de pronto, cuando parecía que esa
hombro izquierdo. Me
lo ordenara mi cerebro y
contemplé su pie
completamente desnudo,
entonces descubrí la
realidad de su cuerpo. No
105
imaginé. Solamente cambiaba su erección, casi idéntica a la mía, con su
glande asomando a la altura de mis ojos. Miré sus ojos y todo el vello de mi
-¿Follamos?
Estaba húmedo. Abrí los ojos y vi el techo oscuro. Estaba sobre la cama.
aroma del cuarto aún olía a marihuana. Respiré con fuerza, relajándome y
obstante, éste me había atrapado tanto, que mi cerebro volvía a gatas, torpe
y muy despacito. Me revolví entre las sábanas. Sentí la incomodidad bajo los
recordé la tarde que habíamos vivido, por primera vez, juntos. Era un bebé
humano.
Continué mirándole, sin saber la razón, con media sonrisa. Se me hacía muy
diferente. No era el chico desnudo que había invadido mis sueños en la cárcel
solitaria. Mismo rostro, quizá idéntico cuerpo, e incluso aroma, pero distinto.
Había tenido un día extraño. Aún las imágenes me golpeaban sin que yo
106
decidido regalarme aquel sueño. Lo que no comprendía, o no quería
comprender, era que mi cuerpo hubiera disfrutado con aquel sueño. Volví a
decidí cambiarme.
Bebí agua en un vaso de plástico en cuanto estuve con ropa limpia. De pie, en
grandullón. “¿Por qué me hacía feliz?”, susurré en voz alta. “¿Tendría algo
de un solo trago. Necesitaba un trago. Necesitaba una buena copa de ron, con
para jugar con el borde del cristal, acercarme el vaso a la nariz para oler
principio del licor entrando poco a poco. Sintiendo con cada sorbo el dominio
tenía una necesidad extrema de hacérmelas sentir. Pero allí era imposible
dedos horas antes, estaba a la vista. “¿Me excitaba su cuerpo desnudo? ¿Por
107
qué?”, rumié mientras mordisqueaba el borde del vaso. Mis dientes habían
la mente, caprichosa aquella noche, me lanzaba una y otra vez a una escena
más reciente.
Nunca pude imaginar que los dos llegaríamos a estar así. Descubrí una mirada
abandonó.
-Sí, puedes y me lo debes –respondió-. ¿Te ayudo, loco? Piensa que nadie me
Me pareció ver una lágrima en uno de sus ojos. O la inventé. Mis manos
108
Fui yo el que bajé aquella cremallera y desabotoné el botón del pantalón.
más rígido en aquella situación. Miré a Carlos buscando una pista para
Mis dedos se aferraron a la base, junto a los testículos. Sólo con el tacto de
mis dedos ya tembló. Sin pausa, inicié un leve movimiento hacia arriba y
estirarse muy despacio. Era como si aquello, por primera vez ajeno a mí,
ocasiones su glande, pero nunca lo vi. Únicamente sentí que la piel, retirada
109
hacia atrás lo desarropaba y él exprimía mayor rigidez. Mis manos pidieron
terreno allí abajo. Latía y yo me dejaba llevar por su respiración. No creo que
marcó un ritmo más suave, casi a cámara lenta. Placentero para ambos. Sus
dedos abrazaron mis dedos mientras mis dedos abrazaban su pene. Los dos
apretaban con fuerza mis sábanas. Sus ojos cerrados. Eran mis manos las que
Con suavidad extrema, sus dedos fueron despegándose de los míos. Sentí de
pero yo también estaba empalmado. Quería que él me hiciera una paja, pero
más rápido, vigilando como se estrangulaba su cuerpo con cada uno de mis
110
muñeca, pude sentir que volábamos. Los espasmos quemaron mis dedos, que
pequeño baile, arriba y abajo, mientras él disfrutaba aún de cada una de las
contacto. Sentí que su pene perdía la erección, y finalmente fue Carlos el que
-Lo haces muy bien –dijo mientras se acercó a una de las mesas de la
-Y la mía...
Me acerqué a él. Mantenía aquel sudor seco en su piel. Me gustaba. Tenía los
para contemplarle de cerca, moví un pie lo justo para darle una patada a lo
que sabía que estaba allí, pero no había visto. La botella cayó de pronto. La
111
-¿Qué haces, loco? –Sonó pastosa, lenta y dormida.
Abrió más los ojos y trató de sentarse sobre el colchón para ver mejor la
escena.
El silencio se mantuvo. Fui a por un paño húmedo, recogí el agua poco a poco,
de rodillas. Miré buscando su posición. Me miraba, con los ojos cada vez
-Dime –insistió.
-¿Por?
-Soñé contigo –continué sin dejar de limpiar el poco agua que ya restaba.
-¿Qué soñaste?
-Estábamos los dos en una cárcel, desnudos. Un sueño raro –le revelé con
nerviosismo.
-¿Algo erótico, loco? –dijo con tono socarrón-. ¿Había escenas sexuales?
-No.
Fui conciso y claro, pero cuando le miré sabía que no me estaba creyendo, o
no quería creerme.
-¡Vaya! Qué pena... ¿no? –Su cara empezó a mostrar una sonrisa picarona- Y
112
La boca se me secó. Agaché la cabeza y por primera vez sentí pánico ante el
-Tenía curiosidad...
-¿De qué?
Fue entonces cuando pensé de verdad cómo sería practicar sexo con un
hombre. Fue entonces cuando me planteé si quería probar aquello. Los dos
nos miramos, y aunque los ojos lo decían, fue más difícil plasmarlo en
113
14
U
n día desperté, y al recoger mi primer pensamiento supe que toda mi
vida había cambiado en apenas unos meses. Por primera vez era
algunos de los estados en los que me había sumergido, pero sí tomar de nuevo
las riendas y decidir. Nunca quise borrar nada, únicamente lo asumí como una
114
El día que lo decidí llevaría más de medio año encerrado en aquellas
arriba, con los brazos bajo mi cabeza y los ojos abiertos como platos empecé
pájaro, que es como mejor se aprecia lo que a uno le sucede. Y desde allí, por
primera vez, mis ideas apuntaban con convencimiento hacia una salida. Me
necesitaba saber la manera de cortar los dos hilos que me ataban con fuerza a
aquel sitio. Uno, si lo cortaba, iba a herir. El otro era cuestión de cortarlo con
distaba mucho del “buen comportamiento” que ellos solicitaban. Tenía que
ser lo que ellos consideraban unirme a la lucidez. Abrazarme con fuerza. Era
la única manera de lograr la rúbrica que abría las puertas hacia la calle.
Requería trabajo, excesivo para mí. Más después de tanto tiempo sometido
Era huir en cierta medida. A lo mejor. Pero al tiempo que escapaba sabía que
mejor, pero necesitaba volver a pisar la realidad urbana sin sentir una vigía;
115
volví a reafirmarme. Mi línea de pensamiento se obcecaba en ser la
hormiguita que hasta la fecha nunca había sido. El hilo entonces se desharía
solo...
frente a mí cada día. Había visto cómo se había forjado cada noche con
correr más lejos. Yo sólo quería saciar un apetito que se había despertado por
azar. Los orgasmos que no podía disfrutar junto a un cuerpo femenino, los
momentos.
Realmente, fue toda una sorpresa. Nunca imaginé que mi vida podría bucear
Carlos. La noche que descubrió mi sueño los dos cruzamos la raya, y tal vez
ninguno dio pie para regresar de nuevo al origen. Yo no había perdido de vista
a aquella línea, pero él en cambio sabía que sí. Estaba perdido en su desierto
116
sujetaba la botella sin tapón él decidió darme un empujón. Puso las dos
delicioso, calmado e
comenzó a convertirse en
excitante y placentero.
Él me cogió el cabello, los dos sumergimos nuestras lenguas en las bocas con
calma, pero tensos, y poco a poco abandonamos aquella fase de prueba para
los dos nos lanzamos el uno contra el otro como suicidas. La piel se fundió y
117
me dejé llevar, tanto, que diez minutos después, los dos desnudos, mientras
explotó lo que llevaba meses dentro de mí. No ocurrió más aquella noche. Nos
abrazamos, piel con piel, mirándonos, sin decir una sola palabra, sin pensar, y
nos dormimos.
Carlos era albañil. Lo fue en una vida pasada. Me lo contó la noche siguiente,
Carlos tenía 28 años y me aseguró que jamás había estado con nadie, ni con
para acoger su placer. De hecho, era el único papel que deseaba tener en
que vino a increparle, le tiró de un quinto piso con sólo un empujón. Murió en
aquello.
Carlos apenas se relacionaba con dos personas más en todo el centro. Uno era
118
contrabandista. Éste era el que le pasaba la marihuana y otros utensilios a
embargo, en ese instante se separó de mí, cambió el rostro y negó con mayor
rotundidad.
-En la puta vida hables a Mateo de nada de esto –advirtió con excesiva
Traté de volver a hacer una pregunta, pero entonces él levantó su dedo índice
hirvió y negó levemente con las pupilas. Sentí demasiado miedo, pero no hice
su rostro por completo. La pasión seguía, pero tras ella podía verse
Siempre creí que el lado masculino era distinto. Que si había surgido la
Había creído que esa opción sexual venía motivada por la mojigatez
complicaciones, que negaban tantas mujeres. Tenía claro que dos hombres no
Hoy sí veo que existe esa posibilidad. Comencé a advertirla la noche que
119
no eran únicamente pasionales. Incluso sus caricias. De pronto empezaron a
multiplicarse los mimos después del acto. Poco a poco me incomodaban, cada
que atravesaba su vida gracias a mí. Su voz era más suave y sedosa. Sonreía
por nada. Pronunciaba palabras que no había oído en la vida, y las lanzaba,
dulzura. Sé que quería despertar mi lado más tierno, pero no sentía nada.
las nauseas. Las rodillas me temblaron y supe que era miedo. El hilo ya era
una soga. Y continuar con aquella farsa sexual, cercada por el amor, iba a
que el mobiliario cayera sobre lo que iba a ser mi cadáver. Y al tiempo sabía
que, dejarlo engordar y luego huir no era la solución. Aquella noche callé. Y
la siguiente. Y muchas más. Era mi sino. Sin embargo, Carlos decidió dar un
“Y cena con velitas para dos” cantó en cuanto abrí la puerta de la habitación.
120
y a mí me liberaba. Tenía que reconocer que cada día huía más de él. La
manteníamos relaciones. Rara vez había ocurrido a lo largo del día. Y nunca
Me sorprendí. Yo escondía un libro entre mis manos. Carlos lo ignoró. Él, hijo
único, con padres separados y olvidados por ambas partes, sin tener
terminada la que una vez llamaban ‘EGB’, no veía en las letras de los libros
El golpe en el suelo fue seco. Abrí los ojos como platos. Examiné la escena de
121
había conseguido velas y fuego. Inaudito. Los platos, vasos y cubiertos eran de
plástico. El menú exquisito. Había gulas al ajillo, jamón ibérico, paté con
tostadas, queso cortado en cuñas y seis langostinos para cada uno. Grandes y
deliciosos. Y junto a todo aquello, lo que me disparó más aún la mirada: Vino.
122
15
La verdad duele
S
ólo pude balbucear. Me agarroté, como un tonto con los ojos abiertos sin
Carlos dio un paso más y se situó a un escaso palmo de mí. Me cogió la mano y
dejó volar sus labios hasta los míos. Seguí inmóvil. Me sujetó las dos manos
123
-¿A qué se debe? –Acerté a preguntar al fin, mientras Carlos me cedía una
suavemente hacia mí. Su mirada ardía. Brillaba en aquel ambiente tenue más
que ninguna de las dos velas. Agarré la copa con más fuerza y golpeé la suya
124
-Está delicioso –dije con la voz temblorosa y colocando torpemente la
nuestras manos.
cabeza, sostuve el silencio y bebí de nuevo con media sonrisa. Sin mediar más
cáscaras que se apegaban con fuerza a la piel del langostino. “¿Cómo había
-¿Mateo?
disfruta.
Después del beso la cena fue rápida. Excesivamente silenciosa para mi gusto.
Creo que él la disfrutaba únicamente con cada uno de mis gestos; con los
obligados encuentros visuales. Entre los dos y sobre la mesa seguía firme la
125
última copa, mis párpados barrían mis ojos con elevada frecuencia. Mis manos
sin que nuestras palabras nos transportaran fuera de aquel recinto. Él evitaba
escupir palabras que llevaran a su cerebro a crear imágenes suyas fuera del
centro.
-¿Cuál? –Indagué alzando la mirada y las cejas, y sin separar un ápice la copa
de mi boca.
El sexo con estos preliminares era ‘hacer el amor’. Hacerlo estaba muy lejos
la ruptura. Dolería, pero debía arrojarle la verdad. Sin duda, aceptar sexo
126
-Necesito ir al baño.
algo que no entraba en mis planes. Lo hice porque creía que era la única llave
para salir del aquel romántico escenario. Me incliné, le cogí la mano y le besé
con ternura.
-Te espero.
Cuando dijo esas palabras ya me había liberado y caminaba hacia los baños
del centro. Por primera vez recorrería aquellos pasillos en estado etílico.
Nunca supe el orden de sus planes. A veces uno planea, otras veces las cosas
surgen y en ocasiones le cogen por completa sorpresa. Siempre creí que Carlos
había organizado la cena mucho antes de que descubriera que yo tenía firmes
salida.
proyectos de futuro, ni a largo ni a corto plazo. Para él, aquello era como si
allí. Él no quería salir de allí porque allí era feliz, libre y valiente. Afuera, sin
127
lugar a dudas, era un preso del miedo. Y enseguida, una irremediable tristeza
su nueva navajita plegable con un mango de madera, mucho más útil y fácil
-Relájate, loco, ahora fumamos, nos relajamos, y luego nos damos el chupito
Sonreí. En ese instante, las velas casi derretidas sirvieron para encender el
tiempo”, creí.
Sus caladas me daban silencio para pensar. El porro se coló entre mis dedos,
algo que apenas escuché y decidí que no podía pensar tanto, que tenía que
128
acontecimiento sólo resonó en mi interior cuando sus labios mordieron los
Sin embargo, de todas mis rupturas, ésta sería la más sincera. Al menos por
mi parte. Yo tenía que dar el paso. En otras quizá hubiera sido también el
culpable del roto, pero nunca tuve la voluntad de romper el lazo. Allí, en
verdad enfrentados sin saberlo. Era una bomba de goma dos alimentándose
constantemente.
Iba a enseñar mis cartas cuando Carlos se puso de pie. Retiró la silla, apagó el
porro sobre el plato y sopló una de las velas para matar su llama. Se pegó a mi
lado. Me giró el cuello y levantó mi cabeza para que los dos nos miráramos.
me hiciera desaparecer, pero nada de eso ocurrió. Nos separaba medio palmo.
Yo seguía haciendo trampas con mis cartas boca abajo. En esta ocasión no
podía hacer creer que tenía una mejor jugada y esperar que el contrincante
se retirara. Él no iba a retirarse. No podía vivir aquel amor con todos los
129
ingredientes que conllevaba y esperar a decirle adiós el día que las maletas
Actué. Alcé las cejas, levanté mi cuerpo y mis brazos muertos se hicieron con
un poco de fuerza. Mis dedos apretaron sus hombros. Sus ojos achispados por
besó cuando mi primera palabra iba a tocarle los labios. Tuve que pedirle una
pausa retirándole dócilmente. Posé mis manos bajo sus orejas y le pedí que
me mirará sin decirle una sola palabra. Lo hizo. En un primer instante dibujó
maría parecía aturdirme, y pensar que iba a tener que pedirle a un hombre
-Sergio –dijo.
130
-¡Sergio! –Gritó.
rabioso, me cogió del pelo con una mano y de la axila con la otra para
ponerme de pie. Yo tenía lágrimas en los ojos, la piel del rostro rojiza y los
estado, pero cuando nos volvimos a mirar, yo descubrí que él también lloraba.
-He dicho que tengo que decirte que nunca te vas a ir de aquí. Eso era lo que
Cada letra era una maldita piraña hambrienta comiéndome por dentro.
-Lo siento, Sergio, pero estate tranquilo, tengo contactos y aquí viviremos
-¿Qué dices? –Le empujé y conseguí separarme unos pasos. No quería sentir su
contacto.
-Sí, sé que querías que iniciáramos una vida juntos afuera, en la calle, pero
mi vida, la nuestra estará aquí siempre. Conseguiré todo lo que deseas, ¿no lo
131
-Y tú, cariño. Los dos lo estamos. Locos, enamorados. Juntos viviremos
nuestro particular...
juntos, ¿entiendes?
Sentí ganas de huir. Saltar por la ventana, correr y atravesar todo el jardín,
trepar la valla y correr hasta no tener una gota de fuerza; hasta caer
Aquella noche supe que mi cordura estaba más presente que nunca.
Estamos aquí para siempre. Tenemos que hacer el amor, terminar nuestra
cena. ¡Bésame! –Dio un paso hacia mí- Que más da allí fuera que aquí. El amor
de aquella habitación.
-No te puedes ir, aún tenemos que celebrar que nos queremos... –Continuó.
Fue aquella frase la que detonó mi paciencia, e hiriente y sin pensarlo dos
nunca te querré.
132
Las palabras me vaciaron. Sentí flotar. La libertad saltó sobre mí para
vista y caminé hacia la puerta. Puse la mano en el pomo y aunque oí sus pasos
acercarse ya nada iba a detenerme. Sin embargo, una vez más me equivoqué.
lágrima lamiendo una herida en mi corazón. Como si las uñas de sus finos
Me había acuchillado
por la espalda y no
morir?
sueños.
-Siempre estarás
conmigo.
133
16
T
odo lo recuerdo como un sueño. Años después, incluso, me aseguraba
que todo lo que ocurrió aquella noche fue un puñetero sueño. Una
que las gotas acarician la cicatriz que me dejó su navaja. Muero de dolor,
sicótico tal vez, si la esponja roza la herida. Es una pequeña línea de cinco
134
La desesperación la entiendo. Ver que la persona que más quieres huye. Ver
sentimientos que puedan evitar su marcha. Tampoco hay tiempo para hechos
Mis lágrimas escupieron por el miedo. También por el fuerte dolor que me
frente a la puerta, y con mi mano derecha soltándose del pomo por falta de
Tal vez sólo fueron cinco minutos, pero yo creí que aquello era la eternidad.
Sin duda. Esencialmente, cuando volví a tropezar con su mirada y sus labios
que me oriné encima preso del pánico, y que vomite poco después de que sus
labios volvieran a tomar una leve distancia. El pánico me mordió con ira y me
135
vómito. Sonrió y me acarició la cabeza. En ese momento tuve la certeza de
dentro de mí. Fueron segundos, pero los recuerdo con tan sumo detalle que
pene del interior de mí, justo después de eyacular. La sacó con cuidada
calma, sintiendo cada uno de los milímetros de la piel que había usurpado, y
quieres perder?
de mi cuello. Carlos optó por voltearme, sin mimos ni cuidado. De nuevo mis
eran las únicas luces protagonistas allí arriba. Y yo las quería ver. Abandonar
136
embargo, mi futuro inmediato real iba a ser muy distinto. Estaba a punto de
mirada vacía, pero fija en mis ojos. Lentamente se acercó la navaja a los
labios. El filo se posó en sus labios y mi sangre se empapó con suavidad por
toda su sonrisa.
dicho...
ambas se funden. Son distintas pero tienen algo en común. Estamos unidos
137
-Yo, y tú. Los dos lo estamos. Y vamos a morir juntos. Es nuestra única salida.
Con los puños cerrados, sin moverme para evitar las punzadas de la herida, él
completo la pequeña distancia que restaba entre ambos y posó sus labios
misma distancia, si bien, yo comenzaba a verle cada vez más lejos; se alejaba
138
Su erección continuaba. Él me guiaba... Pero de pronto, mis ojos huyeron, mi
Son varias las versiones de mi final. Como una serie de televisión. No sé si aún
movió del cuarto. Otra persona añadió que Carlos trató de suicidarse cuando
lo separaron de mí. Hubo demasiados bulos. Incluso llegó a decirse que los dos
después.
139
Tenía la boca seca cuando desperté en el hospital. Estaba desorientado,
sobre la mía y me besó en la mejilla. Sentí que con la otra mano me tocaba
Tenía barba, pero poco más que la noche de la cena. Volví a observar a mi
-¿Papá? –Pregunté.
-Trabajando.
Se separó de mí y fue a buscar una silla. La puso al lado de la cama. Esta vez
-Llevamos toda la noche contigo. ¡Qué susto nos has dado! Papá tuvo que irse
-Lo sé.
140
Llegó el silencio. Tenía tiempo para pensar, pero no lo hice. Los dos
examinamos la habitación. Yo por primera vez, ella por enésima vez. Después
bajé la cabeza.
-¡Déjalo! –Me enfadé- Sólo ha sido un susto, tú lo has dicho, ¿no? Miremos
hacia delante.
-No, cariño, no lo dejo. Hemos hecho lo que en cierta manera tantas veces te
echamos en cara.
creer lo que oía. Sí de papá, pero jamás de ella. Y escupía aquellas sandeces
-Sí, me castigo, y tú deberías hacerlo también. Quizá así nos ayudarías a todos
-Lo de Jon no tiene nada que ver con esta puta mierda. Fue un puto
141
Igual no lo queréis entender, pero eso no es mi problema, ¿vale? ¡Superarlo
ya, coño!
La explosión de mis palabras dejó una calma absoluta. Fue una bofetada del
revés inesperada para ella. Sabía que aquella era la voz de mi madre, pero sin
duda, las palabras tenían la firma de mi padre. Ella reanudó una leve llorera
que se secó con un pañuelo de seda beige. Yo giré la cabeza hacia el otro
sombra. La vi a ella y vi que me tendía una hoja sobre las sábanas. Era sobre
142
17
Descubriendo la realidad
L
a primera vez que volví a dormir en casa, no dormí. Me tumbé en la
menos de un año. Busqué los motivos, pero no los localicé todos. No encontré
tampoco las razones. Tuve tiempo suficiente para buscarlas, pero me perdía
Por la noche dormíamos los dos, o eso creía yo. Yo en la cama, ella sobre dos
sillas. Por el día hablábamos sobre todo lo que nos inspiraba la tele; noticias
143
del mundo y España, política, chismes y pequeños comentarios relacionados
Era difícil olvidarme del olor de Carlos. Olvidar su mirada me era imposible.
estudios de informática, trabajar, poder volverme a correr una fiesta con los
amigos; mis amigos, y follarme a una tía hasta la extenuación. Sólo quería a
una chica desnuda entre mis brazos. Sus piernas abrazando mi cintura y las
mías la suya. Su coño y sus tetas y labios, todos para mí. Los de arriba y los de
abajo. Nada más. No quería hablar con ella, sólo deseaba follármela. Me daba
igual cómo fuera. Sentir el sexo apegado a mí. Meterla hasta al fondo y
después a otra, y finalmente a otra más. Quería que con todas fueran polvos
desencajado hasta el límite para poder estallar de placer; que los dos nos
los dos caemos poco a poco en la relajación más profunda. Necesitaba lamer
144
unos pechos, succionar cien coños, beber su vida. Necesitaba el sexo
terminé de masturbarme por tercera vez eran las cuatro de la mañana. Hacía
mucho que no me masturbaba solo. Hacía más tiempo que no sentía ese deseo
masturbé otra vez. Apenas unas gotas de semen cayeron en las sábanas. ¿Qué
colacao en la cocina de mi
145
cocina me recordaba a un pasado distinto y mejor. Y porque mi madre me
cuidaba como a un maldito rey de Arabia. ¡Jamás había visto tanta bollería
sobre la mesa! Mucho más feliz. La libertad había vuelto a mi vida. Además,
del pasado reciente. Quería empezar de cero más que nunca y olvidarme de
todo.
El colacao reposaba aún caliente en la taza. Era lo más delicioso que había
mastiqué con suma pausa. Ni punto de comparación con las secas magdalenas
porvenir? Algo había cambiado sin lugar a dudas, y seguro que el cambio iba a
146
fui arrancando poco a poco de la pared, la rompí en cuatro pedazos y dejé
que se olvidara en la papelera vacía. También había regalos. Mis notas seguían
Una de Leticia, pero no decía nada interesante. “Espero que te pongas bien
pronto y podamos tomar un café”. “Yo espero volver a follarte pronto en esa
bonita bañera que tienes...”, pensé entre dientes sonriendo. Me sentía feliz.
Mi ordenador seguía intacto, tal vez algo más sucio. Lo encendí mientras me
vista lo iba a descubrir. Mis padres eran demasiado torpes. Sin embargo, no vi
Mi madre estaba preparada por completo, con las llaves del coche colgando
morada y una blusa negra con ribetes bordados a juego. Iba de domingo. Yo
de martes.
-Voy.
acarició la cara y preguntó, “¿Qué tal?”. Su voz salió con mayor cantidad de
147
-De verdad, que desde el centro todos sentimos mucho lo ocurrido. Jamás
había sucedido nada igual. -La disculpa la soltó mientras regresaba a su silla,
junto a la ventana.
escuchar o rebatir. Intuyo que durante varios minutos hubo un diálogo vacío
de interés como los muchos que hay en este mundo. No obstante, ellas sí
-La habitación está completamente recogida y tus cosas casi listas. Puedes ir
Clavé las palmas de mis manos en los bordes de la silla. Apreté. Hundí las
corazón me empezó a latir más rápido por la falta de oxígeno. -Ve, cariño –
insistió mi madre.
miedo, más bien por ayuda. Quería que me ayudara a recoger las cosas. “Me
148
alcanzar un mínimo de calma, la que ahora no veía ni de lejos. Esa calma era
Miré a las dos. Aún esperé unos segundos por si emergía la pregunta, pero
sala. Ninguna de las dos puso una palabra en sus labios hasta que no cerré la
puerta por fuera. Tal vez Raquel no entendía de psicología, o quizá aquello se
trataba de una prueba más. El examen que tenía enfrente me exigía conseguir
pisar la escena que podía haberse convertido en mi fin. Apenas dos semanas
después. No sé, ni siquiera aún hoy, si aquello fue una buena actuación. Yo
sentía pánico. Si bien, no supe del pavor hasta que ella me dijo que fuera a
por mis cosas. Arrastré la silla para romper el sosiego. Me puse de pie con
torpeza y percibí que mis rodillas temblaban. Era verdadero terror. No quería
ir. Ellas lo tenían que saber, pero ellas callaban. Yo callaba. Y tras girar mi
cuerpo, caminar y abrir y cerrar la puerta, inicié con firmeza el camino que
habitación; nuestra habitación. Sabía que Carlos no estaba, pero sin saber el
motivo crecían mis dudas. Creía que en cualquier esquina iba a aparecer con
149
“¿Qué tal todo, loco?”. Nadie apareció. Ni siquiera me crucé con los
hallar algo más además de mis cosas? ¿A alguien? Era absurdo. Sabía que no,
la puerta. Nunca antes me había planteado lo que suponía abrir una maldita
puerta. Nunca me había aterrado tanto. ¿Por qué? Lo que podía haber al otro
lado no era nada, y cada segundo que lo pensaba la dificultad me era mayor.
oír nada. Cerré los ojos y sentí cómo mis dedos temblaban contra la puerta.
Tenía tantísimo miedo de repente, que no podía escuchar más que el vivir de
mi cuerpo.
Volví a distanciarme. Volví a vigilar. ¿Por qué era tan gilipollas? "¡Nadie iba a
150
recoger mis cosas y dar un portazo para siempre al pasado; a lo que sucedió
cobarde sin mis cosas. Era un paso atrás respecto a mi libertad. Me levanté y
caminé veloz hacia la puerta. Fueron tres pasos. Mi mano derecha se estiró,
paz tal y como la había conocido. Sin embargo, de pronto me atizó con furia
realidad había allí. Quería convencerme de que estaba solo. Sin él.
151
18
Libertad atada
A
parecía frente a mí. Con el cuchillo en la mano, sonriente. “¿Qué tal
loco?, ¿Has venido a por el postre?” Veía la escena con total nitidez. La
quería. Era él y yo. Los dos enfrentados, y aunque aterrado, deseaba atacar y
pagara el importe por la herida que latía en mi vida. No iba a ser fácil la
152
Y repentinamente me vi inmerso en una película. La rodé en mi mente y
los dientes. Me excitó su sangre correteando entre sus encías. Luego le golpeé
apretó sin piedad hasta sentir que se partía en dos. No pude cogerle del pelo,
así que decidí atrapar sus minúsculas y ridículas orejas. No le veía llorar, así
que escupí directamente a sus ojos. No le veía sangrar todo lo que quería, así
que hinqué mis uñas en su cuello hasta ver que la piel se desgarraba y las
cuando sólo me quedaba cortar por lo sano su vida, mi rodilla se hundió entre
su entrepierna, golpeó y yo
honor.
desaparecer de la ficticia
153
hubieran soltado de un avión. Cuando choqué contra el suelo, mi cuerpo
estaba intacta. Tal y como la había visto por primera vez. Di dos pasos, tres y
maleta. Guardé varios de los bolígrafos que utilizaba, dos cuadernos y tres
Pese a esto, las dos se asustaron. Las dos se recolocaron en sus asientos en
denotaba enfado. Su piel aparecía acalorada y con una postiza sonrisa, como
si dos hilos estiraran de los codos de sus labios. Raquel puso un gesto casi
-Nada, hijo. Nos vamos ya. –Tendió la mano a Raquel y ella la aceptó- Muchas
154
La ironía, una receta frágil en mi madre, abofeteaba sin disimulo en el tono
de cada palabra. “Lo siento”, oí musitar. Raquel se levantó para darme dos
emisora de radio. La sensación de libertad con ese tema creció más fuerte
dentro de mí. Bebía cada una de sus frases por primera vez y me hicieron
letra de otra canción: “Una racha de viento nos visitó, pero nuestra veleta no
La libertad nacía y crecía en mis venas con cada curva. En cada frenazo. En
descubrir nuevos rostros pasear por las aceras, cruzando frente al vehículo
sonreír al ver bailar sin ritmo una hoja de un árbol. Incluso al ver en silencio
Castellana. Sentí más placer cuando decidí bajar la ventanilla y percibía que
herida desfilaba con total libertad por mi vida y eso era imposible de
155
erradicar. Ni a largo plazo. Caminaría por la libertad a partir de hora, pero un
vida.
-¿De qué hablas, madre? –Giré la cabeza y clavé sus ojos en ella, que seguía
miró- ¿O crees que todo lo que ha pasado es nada? ¡Te intentó asesinar!
aquel habitáculo.
-No... Sí, no sé, pero ya llegará el juicio, ¿no? -agaché la cabeza- Yo quiero
olvidarlo, madre.
156
El acelerón me pilló por sorpresa. Atacó justo después de querer asesinar un
-Hijo, tú tienes que olvidar ciertas cosas, no lo dudo, pero otras no puedes.
Están contigo. Es tu vida. Tendremos que superarlas juntos. Él debe pagar por
-¿Cómo?
-¿Dónde está?
Mi madre giró el volante sin dar el intermitente, volví a oír un claxon, pero no
Transcurrió medio año hasta que volví a ver a Carlos de cuerpo presente. Uno
frente al otro. Los dos juntos, separados por un escaso metro. Sin embargo,
157
curiosidad con la que mi madre me había alimentado había dejado a mis
tanto anhelaba.
Opté por un método inusual en pleno siglo veintiuno, pero totalmente eficaz
para su estado. Le escribí una carta. Lo hice la misma tarde que mi madre me
reveló donde estaba. Escaso medio folio, pero suficiente para decirle que yo
seguía vivo y que mi herida no había cicatrizado. Deseaba hacerle saber que
Querido Carlos,
letra. Lo más sencillo era huir y alejarme de ti para siempre, pero sabiendo lo
cerca que estás de mí y la herida que corre por mi sangre, no puedo evitar
entiendo.
Ahora me es imposible. Tengo una larga espina afilada entre mis venas. No
158
Hoy no sé si volveré a mirar tus ojos. Si lo hago, ten miedo. Yo lo tendré. Y
con tu veneno? ¿Desde cuándo lo tenías planeado? Quiero saber qué parte de
Ahora mismo estoy llorando. Si buscas bien en el folio, verás las sombras de
Un saludo,
Sergio.
Doblé la hoja. Me sequé las lágrimas. Cogí un sobre de uno de los cajones de
escrito inevitable.
159
hecho, al segundo día había olvidado la carta por completo. Imaginé que no le
Atrapé la carta del suelo y leí: ‘Lilly’. Sonreí. Una de las protagonistas de
160
Agaché la cabeza, me levante y crucé por su derecha sin mirarle. Tenía una
cocina. Me aislé del mundo. Sentí cómo el calor ardía en mis manos. Puse un
primeras palabras.
161
19
La carta
Hola, loco.
¡Menuda sorpresa! Te echo de menos, mucho. Llevo un mes sin follar. Imagino
que tú también. Me habrás sido fiel, ¿no? ¡Uf! Eso hace echar de menos a
162
Entiendo el enfado que emana tu escueta carta. No sé el motivo. No sé qué
culito? ¿Qué te gusta más ahora? Para saborear ambas te será imprescindible
mentir.
Quizá algún día lo nuestro tenga solución. Hoy lo dudo. Y no planeé nada, que
163
Todos los días. ¿Tú? Al menos sé que piensas en mí. Tú has iniciado esta
percibí enseguida. Luego supuse que por eso te escudaste en la locura. Es más
sencillo todo, ¿cierto? Y más fácil en la soledad sin que nadie te moleste. Así
eras tú. Así eres. Desde el principio supe que caerías en la tentación. ¿Te lo
mereces? No lo sé. ¿Me lo merezco yo? Tampoco lo sé. ¿Cómo fue? Tal vez
algún día...
¿De verdad vas a venir a verme? Tengo la piel de gallina. Todo el cuerpo se me
¿Vale? Ojalá lo hagas. ¡Ay, loco! ¿Qué vas a hacer con tu vida? Sin mí... ¿Te
curarán tus papis? Te llevarán al mejor centro del país y te tendrán años
encerrado allí, con los mejores tratamientos, hasta que encuentren la deseada
muerte. Ya no podríamos hacernos más mal... Pero tú tuviste que querer huir.
164
¿Aún sigues leyendo? Iba a escribir poco, pero esto me está resultando
con suerte. ¿De verdad lo estás? Lo siento. O no, no sé. Tal vez lo merezcas, por
cobarde. ¿Acaso lo merezco yo? Me repito, lo sé, pero me gustaría tenerte aquí
para poder oír ya todas las respuestas a mis preguntas. Mi historia es mucho
más dura que la tuya. Quizá por eso enloquecí. Estaba enamorado, más que
ahora de ti. ¿Te creíste la escena de la obra? No, ¿verdad? Patrañas, puras y
embargo, tampoco creo que quisieras eso. Querías tener noticias mías, nada
lo mismo follar con condón que sin él, ¿verdad? Los dos lo hablamos aquella
Ardo en deseos. Ardo si sueño saborear miles de mis deseos. El primero, verte.
que no me quieres? ¡Piénsalo bien! ¿Por qué me escribes? No hay más, Sergio,
mi loco. Debes afrontar tus pasos del futuro tu mismo. Por recurrir a mí no
165
tal vez te contagié. Si es por el sida, sólo tú puedes afrontarlo. Si realmente lo
hiciste el despistado una vez más y eso no es justo. Un día amaneció como otro
cualquiera y los besos y las caricias habían cambiado. Eso se nota, Sergio. Tus
gestos y palabras brotaban con suma medida, y las mías se dejaban llevar y
brillaban sin mesura. Tu mirada dejaba más que en evidencia todo lo que
Tuve que detenerme. Aún me quedaba un folio, pero parecía que me restaba
una eternidad. Que vivía en ella. Necesitaba agua. Un buen trago de alcohol;
ron, whisky, vodka, tequila... Un buen polvo con una tía. Y pensé en Leticia.
había hecho? Incluso al pasarme la lengua por el paladar podía saborear sus
besos. Salí de la habitación, me metí en el baño sin llegar a ver a nadie y cogí
necesitaba. El sabor a menta anegó mi boca y tuve otra arcada. Poco a poco,
puerta. Me sobresalté. Creí que al otro lado estaba él, que me esperaba para
166
atrapado en su universo. Ni siquiera había podido soltar el sobre y las hojas.
Feo. Hacía mucho que no me observaba con detalle. ¡Cómo había cambiado!
Cuando el agua del váter dejó de correr escuché el silencio. Mi padre se había
Sonreí. ¡Qué cabrón! No pude evitar reír. Entre mis dedos sujetaba uno de sus
la vida y recuérdanos”.
femeninos. Necesitaba quedar con ella esta tarde, aunque sólo fuera mirarla,
distinto. Para ello, el primera paso era conseguir la cita, el segundo engañarla
167
para ir a su casa, y quizá entre medias, explicar, de la manera adecuada, mi
Miré los folios de nuevo y supe que no tenía ganas de continuar, pero debía
Decidí cambiar de música y opté por los ‘Beatles’. Metí el CD, bajé el volumen
Me quedé de pie apoyado en el escritorio. Miré el móvil, que seguía sin dar
señales de vida. Jugueteé con la última hoja y me la puse delante. Era la hora
de afrontar el final.
Si has escrito esto es porque quieres verme. Ese es tu juego. ¿Me equivoco,
loco? Me queda una duda. ¿Quieres verme para que follemos o para darme
una paliza? Algo me dice que más lo primero. No te veo capaz de lo segundo.
Así que concretemos. ¿Cuándo quieres verme? No será fácil. El control al que
Yo te estoy siendo fiel, ¿eh? Espero que tú también. Además, tuvimos una
sexo, ¿te parece? Sobran las palabras, que son las que nos enfadan, y por
heridas, ¿verdad?
Querido, Sergio, hoy enviaré esta carta. Estas letras surgen un día después.
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Hoy, antes de ponerle punto final al escrito he releído tu carta, y la verdad es
que me duelen tus palabras, y más lo que intuyo de ellas. Decirte que descubrí
contagiado, lo siento. Tal vez eres uno más de mi lista. ¿Qué elegirías tú con mi
vida a cuestas? Quizá mi vida sea ahora en cierta manera parte de tu vida.
Debes convivir con ello. Yo elegí obviarlo. El futuro nos lo revela todo y los
pacientes son los que mejor llevan la espera. En mi vida, en esta que me toca
Puede que hoy, el efecto de la medicación me haga soltar todas estas palabras
lo que escribo. Tal vez no estoy siendo consciente de cómo lo escribo. Sin
Yo te esperaré, eso tenlo claro. No tengo mucho más que hacer, así que a la
Carlos.
PD: En el fondo del sobre encontrarás una ayudita para pensar mejor en tu
El folio se me cayó de las manos. Mis dedos no tenían una gota de fuerza. La
hoja flotó suave hasta tocar el parqué, por el que resbaló suave hasta llegar al
169
La música evitaba a duras penas que sus palabras escritas sonaran altas y
pronto, el corte entre una canción y otra me aterró por el excesivo silencio.
Incluso lancé un grito corto, agudo y absurdo. Di tres pasos, recogí la última
hoja de la carta del suelo y la uní al resto. Las doblé y apresé el móvil. Era
ella.
20
ObseXión
L
a masturbación se había convertido en una forma de vida. Exprimía mi
170
sueños. Nada saciaba mis ganas de sexo. Ni el frío de la calle, ni la lluvia
constante del invierno, ni la oscuridad de los días, ni las duchas heladas a las
que a veces me sometía creyendo que así podría relajarme. Siempre acababa
las palabras de Carlos, a las que había decidido dar portazo sin valorarlas.
dolor disminuía, por lo que mi cabeza regía con suficiencia para templar mi
contacto con mis amigos. Y por supuesto, había vuelto a saborear una, dos,
tres y más cervezas. Lo único que me ataba al pasado era mi estado; las
vez que me enfrentaba al médico esperaba y deseaba con todas mis fuerzas
que él sonriera y dijera, “Espero que nos pueda perdonar, Sergio, pero todo
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ha sido un error, porque usted está muy sano. No está contagiado”. Incluso
rogué a Dios. Sin embargo, esas palabras a las que les puse sabor a sandía
la que me quería aferrar mientras fuera posible. Olvidaba así las sombras que
organizaba un jolgorio grandioso por mi regreso. Sólo había pedido una cosa:
Putas.
dónde estuviera. Lo había hecho entre clase y clase imaginando a todas mis
una tarde en el que su hermana acababa de salir del baño. No pude evitar ir
tanto dentro de mí, que hoy dudo que no fuera una enfermedad; otra más.
Para construir la realidad paralela tuve que levantar un muro que evitara ver
172
resignación, continuado por la frase “así es la vida... Pero ahora hay que
Mucho más difícil fue lo de Leticia. También me había obcecado con ella.
Lejos del amor. Tal vez era que ella fuera la única chica que se había
tocar sus mejillas con mis labios la primera vez que nos volvimos a ver. Y sin
explosión final. Quería explotar. Estaba hastiado de una imagen que siempre
acababa conmigo de pie, con los ojos cerrados, tenso, y con un pañuelo de
palpitante.
173
Leticia contestó a mi mensaje de texto con frialdad. Aceptaba la invitación,
la del café, pero sus palabras prensadas mostraban dudas. Esa misma tarde no
quedamos. Tomamos ese café que acabó convertido en cerveza tres días más
su melena rubia, lisa y suelta. Sus ojos miraban distinto. Ella se había
convertido en una mujer. Apareció con un abrigo largo que dejaba todo su
idéntica y nos sentamos. Nos miramos, y los dos, estúpidos, sonreímos. Bajo el
174
-Bien –respondí seco y bebí-. Tirando...
Ella se desenfundó un fular del cuello y sus clavículas y el inicio de sus pechos
de ella.
-Creí que nunca nos volveríamos a ver, de verdad –dijo con un fino hilo de
voz.
-¿Por?
-¿Tú qué crees? –soltó ofensiva- Ni sé por qué estoy aquí. Te pasaste tres
nivel.
-Yo te quería.
-Porque hay algo que me dice que no eres tan malo –dijo tras una pausa.
-¿El qué?
175
-Algo, lo siento, lo percibo.
-Vaya...
Enmudeció durante largos segundos hasta que lanzó una nueva declaración
que me congeló.
hacía casi un año que una mujer no me tocaba. Estaba muy nervioso.
Mantenía mi excitación, pero en esta ocasión me hacía sentir raro. Aún quería
lanzarme sobre ella, pero en ese justo instante tenía miedo. ¿Qué buscaba
tocándome la mano?
-No soy tan malo. Fueron las circunstancias, una mala época –acerté a decir
-¿De verdad pegaste a aquella chica? –Preguntó tras una pausa, por sorpresa y
-¿De qué estás hablando? –Fingí no recordar tras unos segundos de mutismo.
-Sí.
-¿Y yo?
-¡Mentiroso!
176
-No, no miento. Es verdad –insistí-. Me empezabas a gustar mucho, pero todo
-Sí, descubrí a tiempo tu doble vida. Tu novia te dejó e hiciste todo lo posible
-¿Qué ocurrió? –Pregunté con autoridad- No lo sabes, Leti, así que no vengas
de sabidilla. No sabes lo que he vivido. No es tan fácil todo. Creí que después
-No sé...
-Pues yo sí sé. ¿Por qué estoy aquí? –Pregunté con la sensación de que ganaba
terreno.
posó sobre la mía e hizo un gesto con la cabeza para que abandonáramos el
bar. De nuevo sin tocarnos, pero esta vez sintiéndonos en la escasa distancia,
177
-Confía en mí. –Di un paso y le cogí la mano.
que esperar para desearla y sentirla. Sin embargo, ella quiso darme un
aperitivo de lo que podía ser el futuro. Sus labios volvieron a tocar los míos.
Lo que improvisas y haces sin pensar suele ser lo mejor que te ocurre en la
pensé, dudé y quedó en nada. Además, esa acción podía tirar por la borda
Cogí el teléfono y llamé. De camino entré a un bar. Pedí papel y boli y apunté
-Voy cada semana, Sergio. Trato exquisito y un precio asequible para lo que
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-Vale, entonces, dime a cuál es la que más te tiras, para evitarla, ¡Je, je! Las
-No te pases.
convincente así que respondí la verdad que él esperaba, pero sin detalles
dramáticos.
-¡Joder! Hoy no puedo, pero el próximo sábado nos vamos los dos y te invito
yo, ¿vale?
cuarta planta. Mi primera vez de putas solo. Pensé en el condón que llevaba
179
Me crucé con dos hombres mientras subía por las escaleras. Los dos eran
portal. Un mensaje. Era Leticia. Lo leí dos veces. “Me ha gustado mucho verte
de nuevo y besarte. Te he
decirme. El corazón se me
servicios.
180
21
Adicciones
E
s fácil hacerse adicto al sexo. Es placentero, delicioso y único. “¿Por qué
salí de su coño, me lo planteé. Fue frío, pero era vivir dentro de un templo
Dudé. Pisaba cada una de las baldosas sin firmeza. Titubeaba porque deseaba
repetir. Dar media vuelta, subir las escaleras del portal de nuevo, tirar de
billetera y volver a follar. Hacérselo a una de las chicas que descarté sin estar
Cuando se cerró la puerta por primera vez, todas las chicas desfilaron pegadas
181
porque sin terminar de desnudarse por completo, me embriagó su dulce voz y
la posibilidad inminente de posar mis manos sobre sus tetas. Ella me hizo
olvidar quien era. Al menos durante los cortos minutos que duró el
felación orgásmica que apunto estuvo de hacerme eyacular. Sus gruesos labios
ella. Sin embargo, la palabra contagio bailó ante mis ojos. De sus dedos colgó
Crucé una calle más y miré mi cartera. Apenas había dinero suficiente. “¿Por
qué deseaba tanto volver a follar otra vez?”. Me daba igual con quién. Mi
instante sonó el teléfono. Era Manu. Quería saber mi hazaña. Crucé la calle
veloz, descolgué y al fin descarté repetir. Al menos ese día. Manu se puso
Estuve días sin follar de nuevo. Regresé a las masturbaciones. Buscaba nuevas
formas. Incluso logré correrme mentalmente sin tocarme con las manos.
182
Solamente rozándome con las piernas y creyendo que penetraba un delicioso
Quedé con Leticia un viernes. Fuimos al cine. La película la eligió ella. Era
tuve más remedio que girarla. Me sonrió sincera y me besó con excesiva
que nunca. Desde ese preciso instante, sin perder el hilo de la película, los
183
-Son adictivos, ¿lo sabes? –Susurró.
hecha a medida, sin oír el ruido que nos azotaba constantemente, sin ver las
sin separarnos un milímetro el uno del otro. Acepté el juego. No iba a irme.
estaba del todo cómodo. Sin embargo, era el camino a recorrer para llegar al
lejos.
-Mándame un mensaje cuando llegues. –Sus manos cogían mis dedos y nuestras
Ella se acercó de golpe y me besó otra vez. Me abrazó, y al oído, junto antes
En apenas un mes hubo más citas. A dos o tres por semana. Tomamos cafés y
un helado mientras paseábamos por la ciudad. Salimos una noche hasta las
184
oscuridad, tal y como ocurrió la primera vez. Creo que los dos moríamos por
pondría impedimentos, pero intuí que ella quería cautela. Otro día, también
invitó. En una pequeña calle paralela a la Gran Vía de la ciudad vimos la obra
Nuestra relación caminaba con paso firme. Los dos habíamos decidido obviar
Que los hechos hablaran por sí solos. Y hablaron. Necesitábamos tiempo, pero
éste nunca se detiene y al final todo llega. Aunque antes hubo otros hechos en
mi vida. Ocurrieron de forma paralela. Hechos a los que poco a poco me hice
Todo comenzó el fin de semana previo a la gran fiesta. Aquella noche repetí
en el piso, pero con otra prostituta. No quería repetir. Además, volví a probar
timidez.
dientes.
-Lo noto, lo noto –le dije apoyado en la puerta del baño-. No siento el
tabique...
-Dos de estas rayas y a la puta le revientas el coño, ¡Ja, ja! –Vaciló Manu.
185
Reí. Reímos. Guardamos el billete y nuestras carteras. Pedimos otra copa y
Mi regreso al club fue muy distinto. Me sentía mayor, más alto, más fuerte y
de Manu.
-Por supuesto –respondí mirando a una chica que seguramente sería de origen
africano.
Fue mi polvo más largo. No diría mi mejor polvo, pero sí uno de los que no se
invitara a hacerlo a cuatro patas. Me trajo viejos recuerdos... Ella tuvo que
tocar el fondo del mar. El final me llevó a colocarme encima de ella. Sujetaba
186
polla hasta tocar su pared vaginal, sentía su humedad recorriendo mi piel de
y Manu contrató a dos mujeres para los siete que estábamos en aquella fiesta
casera. Las drogas y el alcohol fue a escote. Durante las tres horas que
estuvimos con ellas, sólo Javi, Manu y yo decidimos practicar sexo. Su belleza
Por primera vez en mucho tiempo, me sentía relajado. Y aunque sin olvidar
nirvana estaba cada vez más cerca. Entre veloces y nerviosos diálogos etílicos
olvidamos el paso del tiempo. Sólo lo tuvimos en cuenta cuando la luz del sol
color más blancuzco sobre el tablero de parchís. Una imagen muy dantesca.
187
-Sin duda, tío –dije-, pero vamos a un puti, que sale más barato y es mejor...
-A no ser que alguna guarra nos la quiera chupar gratis –sugirió Manu que
Los dos reímos. Él se mantuvo serio con una mueca jovial. Bajo las risas, Javi
-¿Y tú no estás con Leticia? –Interrumpió Javi, que ya hacía un rulo con un
billete.
-Luego la pasas, tenemos que probarla, ¿no? Hacerle una revisión, al menos
-Mis sueños son libres, no te metas con ellos –amenazó divertido- Incluso
Las carcajadas volvieron a invadirnos. Javi nos miraba con una leve sonrisa de
cortesía, impaciente por volver a esnifar. Manu terminó las tres rayas y los
tres esnifamos en casi completo silencio. Sólo se oyeron las aspiraciones. Javi
retomó la conversación.
-¿Cómo?
-¡Estáis locos!
188
-Vas a echarla el polvo de tu vida y de todos tus sueños –insistió Manu.
Dudé. Pero cuando me vi follando con ella, no pude evitar buscar mi móvil.
Ambos vieron mi gesto y Manu fue lo suficiente rápido para levantarse, dar
189
22
una
E
ntre citas, juergas y clase, a veces aparecían tardes en mi vida en las
la muerte, porque además del tiempo, que es el que come al ser humano por
Mi pena se alimentaba de una rugosa hoja médica que dormía cada noche en
cantidad de mañanas, cada día, menguaban para mí. Ese trance ensordecía
No podía cerrar la puerta y obviar que al otro lado hay una herida que
190
cicatrizar, un lamento que consolar, una gripe que curar. Nunca miraba la
sangre, nunca oía los llantos, ignoraba los síntomas que evidenciaban mi
carruaje de mi vida herida hacia el mejor destino. Iba a controlar paso a paso
famosa Ley de ‘Si no vas al médico nunca estarás enfermo porque nadie te lo
casa de Manu.
los bancos, con intereses y de una manera muy “hija de puta”. Sonreí al
pensarlo, de pie, en el primer escalón del portal. Cuando conseguí subir todas
las escaleras, sentí verdadero agobio en el solitario ascensor. Eran las seis de
que los ojos de mi padre, enormes y firmes, eran soberbios, repletos de ira
191
-¡Qué! –reté a mi padre desde la lejanía- Ya soy mayorcito para tener que dar
explicaciones.
-Hijo, no son horas –reprendió mi madre-. No son horas... ¡Menuda cara traes!
-¿Y has dormido? –Me empujó hacia el pasillo y comenzó a susurrar- Mañana
tenemos un día duro y largo, ¿no recuerdas? Son los análisis completos...
habitación.
-No. –Mentí.
-Y que sepas que lo de las noches se tiene que acabar –dijo desde el pasillo-
maravillosamente degustados.
192
cama, mirando al techo, viendo cómo la noche se atropellaba en fotogramas,
rápidos, uno tras otro sin poder disfrutar de casi ninguno. Empujé con todas
Los abrazaba y huían. Por arriba, por abajo, por la izquierda y por la derecha.
Echaba la vista atrás y veía cómo huían entre risas; se reían de mí. “¡Joder!
particular una y otra vez. Me mareaba; me agobiaba. Decidí cerrar los ojos
193
mujeres abandonan el alcohol en exceso en cuanto encuentran pareja. Hay
eso lo que instó a Leticia a venir a casa de Manu. La escasa lejanía, el alcohol,
que llamara, pero sabía que si estaba en la cama nunca iba a venir. La fortuna
-Hola... –Respondí con un abismo de felicidad cayendo sobre mí- ¿Qué haces
-¿Y tú?
-Y yo –susurró ella.
Hubo un silencio telefónico. Mientras, los dos esperaban una respuesta con la
sonrisa dentuda, los ojos abiertos, las cejas invadiendo la frente y los brazos
-¿Sergio?
-¿Sí?
-¿De verdad?
194
-Mucho... De verdad –dijo de nuevo colándose una voz femenina desbocada en
la conversación.
-¡Viene! –Afirmé.
“¿Qué coño estaba pasando?” Me rayé de pie, quieto, aún con el teléfono
“Qué tiene tu veneno, que me quita la vida sólo con un beso” sonó en el salón
sobre la melodía musical de una guitarra acústica. Manu esnifó. Javi esnifó. El
rulo de papel cayó en mis manos y los dos al fin se relajaron. Los dos estaban
expectantes.
-¿Cuándo llega?
195
Les miré e imaginé a Leticia viniendo en el metro. "¿Me estaba arrepintiendo?"
-¿Qué queréis hacer, tíos? –Pregunté sentado en sofá, invadido por una
desconocida chulería.
-A Leti me la voy a follar yo, yo solo, así que os tendréis que pirar, ¿no? –
Sugerí sonriente.
196
Los dos empezaron a descojonarse hasta que Manu desveló sus verdaderas
intenciones.
-La metes tú un poquito, que sude bien por dentro, luego la meto yo, luego
Javi, y repetimos todos hasta que salgan natillas... Las risas estallaron,
vez, me puse cachondo. La tenía dura, allí en el sofá. Y pensé, “¿Y por qué
no? ¿Querría? Tres pollas siempre mejor que una” Reí. Reí más. Perdí el norte
y supe que para conseguirlo necesitaría tramar una puta estrategia genial. El
tiempo corría en mi contra. Miré el reloj. Habían pasado diez minutos desde
197
23
S
us ojos chispeantes tambaleaban sin dar siquiera un paso. Su voz pastosa
excitado, acelerado. Cogí su cintura. Los dos, quietos, nos mirábamos. Sus
ojos retando a mis ojos. Su piel rojiza, cansada, ebria; feliz. La mía
nació. Sus manos se deslizaron lentamente por mi espalda hasta posarse con
donde apenas quedaban unas nimias pistas de lo que había sido aquella
198
noche. En la cocina, a la derecha, descansaban botellas, vasos de plástico
bebernos. El entorno que nos rodeaba era un vacío absoluto. Deseé escuchar
-Vamos –susurré.
-Quiero hacer el amor contigo ahora, antes de dormir –dijo sin apartarme la
se desabrochaba.
-¿Sí?
-¿Me quieres?
ahogo despertó sudores fríos en mi piel. Me lamí los labios, me los mordí y
-Y yo, Sergio.
pantalón.
199
Aquello nunca debió haber ocurrido en la entrada de la casa. No debió haber
tres ocasiones, apreté los puños, clavé las uñas en las palmas de mis manos y
paso, giro, paso, paso y giro. Cada nota musical anudaba aún más los
viviendo.
llegar a la orilla. Entonces, la puerta chirrió. Los dos nos congelamos. Ella se
despegó de mí, y con sus labios húmedos, y mi pene en sus dedos. Me miró de
rodillas.
-¿Oíste? –musitó.
200
Ella mantuvo un instante de duda. Pero finalmente sus ojos volvieron a
me estaba regalando un
sumergió en mí de nuevo.
volviera a encenderse mi
disimulo, como si la
excitación me llevara la
Necesitaba confirmar su
Su lengua me saboreó.
preciso instante vi sus cabezas aparecer. Una encima de la otra. Sabía que
habían sido ellos los que habían chirriado durante mi felación. Sonrientes, con
Quise detener aquello, pero ella lo impidió. Aceleró más. La velocidad era
201
Nunca sucedió lo que habíamos planeado. Quizá fue un acierto. Nunca me
Si tratas de saltar siempre corres el riesgo de caer. Los tres nos hundimos.
violado. Sus ojos me respiraban en la nuca como una losa ardiente. Los míos
segundo...
Asentí y sonreí.
-¿No querrás que seamos papás ya...? –Bromeé mientras me era imposible
-¡Tonto! –Sonrió y me besó. Me echó hacia ella y me dejé llevar un poco por
El susurro fue un eco suave que me excitó aún más. Mi pene escalaba hasta
202
No podía hacer aquello repetía mi mente. Lo deseaba. “¿Quién no desea
yema de mis dedos. No y sí en plena batalla. Era un regalo del cielo. Además,
tenía dos espías que iban a torturarme físicamente si rechazaba aquel pastel.
Sin poder dejar de ver en el aire el dibujo de un preservativo sentí que sus
poco más sus manos, las pegó con fuerza a mis nalgas, apretó y mi pene
invisibles para mí, se clavaban cada vez con más ansia. Olía su piel, que
cerca. Ella y yo, y ellos de mí. El oleaje que vivimos fue intenso, corto y fiero.
Ella gimió, gritó. Yo gemí, suspiré, gruñí. Nos arañamos; nos abrazamos, y
203
Al despertar de las locuras, éstas resultan sueños. Las deseamos enfrascadas
Sin embargo, el ser humano es dueño y responsable de todos sus actos y éstos
siempre te persiguen.
El domingo por la noche, afectado aún por la coca, sin sueño, leía una y otra
El lunes, Manu me llamó para decirme que estaba deseando quedar conmigo
estaba arrepentido, pero por otro, estaba deseoso de verme en plena acción.
Llevaba una bata azul, pelo blanco, gafas de pasta, era alto y sonreía en
exceso. Leía unas hojas, anotaba y me volvía a mirar. No había duda de que
204
Sin embargo, el doctor desconocía ese pasado y quería saber. Tal vez todos
abrió más los párpados y cambió el gesto. Opté por tomar aire y darle a mi
madre la verdad.
-Sexo.
-¿Ella lo sabe?
-Sí -mentí.
-¿Está en tratamiento?
-No sé.
-Deberías.
que nos dejara solos. Entonces miré a los dos con desaprobación. No me gustó
en absoluto, pero ella aceptó. Recoloqué mis ojos y apunté hacia el suelo.
205
-Toma. –Me tendió los folletos y dos preservativos que obtuvo de su bolsillo-
-He dicho a tu madre que saliera para que te sientas más cómodo. Espero
sexual activa, pero... –Miró a la puerta y volvió a mí- A partir de ahora eso es
-Sí –musité.
-Sé que es una tontería, que no debería, pero tengo que preguntarlo. ¿Has
-¿Seguro?
-Sí.
dormir. Fue eterno. Además, el lunes todavía tenía un revés inesperado. Todo
decisión que seguramente fue la que puso sobre la mesa mi secreto. En vez de
206
subir a casa, opté por tomar un café y leer el periódico en soledad;
disfrutando del silencio. Esa media hora dio a mi madre el tiempo suficiente.
En el buzón había una carta para mí. Ella decidió abrir la curiosidad que se
207
tf
24
La montaña de Mahoma
S
u mirada lo decía todo.
208
mismo tiempo, a mil años luz de poder leerla. “¿Qué había escrito ese hijo de
puta?”.
huir, pero no era fácil la retirada. No había una bandera blanca que cortara
-¡Nos has destrozado la vida! –Insistió sentándose en una silla- ¿Ya estás
contento?
batalla. Era una cuestión que necesitaba respuesta; la mía. Ella dudaba que
aquello lo hubiera hecho por otra razón que no fuera “joderles la vida”.
-Me muero, madre, es una verdad clínica, así que quizá no este tan contento.
ahora! ¿Verdad?
209
-¿Egoístas? –Mi madre se levantó de la silla y dio un paso hacia mí- ¿Por qué?
¿Por darte la vida? ¿Por darte techo y de comer? ¿Por darte dinero sin pedir
nada a cambio, para que luego tú lo gastes en alcohol y drogas como dicen los
-Yo no lo he pedido.
secaba más lágrimas. Sin dudar, dirigí mis pupilas hacia los folios. Tenía las
210
-¿Quién es el egoísta ahora? –Se sacó otro pañuelo de papel del bolsillo,
caminó hasta el cubo de basura para depositar el usado y tras sonarse los
mocos me miro seria.- Mira, Sergio, debes tener en cuenta que si quieres
paso, sino que a partir de ahora debes sernos sincero, porque sino...
-Tienes que empezar por contarnos toda la verdad acerca de lo sucedido para
-¿Qué verdad?
Mi madre dio tres pasos. Su rostro tenía largos riachuelos rojizos en la piel, y
entrañas.
-¿Desde cuándo te gustan los hombres? ¿Qué pasó realmente con el chico del
centro?
equivocas en todo!
-¡Sí! –Afirmé, cada vez más nervioso, y sintiendo, sin saber el motivo, que me
211
-¿Fue él?
Enmudecí. Sabía que si pronunciaba una palabra más iba a llorar. “¡Cómo una
para recuperar espacio, me lancé a por las cartas, las cogí sin la oposición de
mi madre.
intención de irme.
-¡Tu vida también es la mía! –Increpó – Y haré todo lo que esté en mi mano
Nunca supe por qué lo dije, pero ya estaba ahí, flotando en el aire con toda su
me arrebató las cartas de la mano. Oí sus gritos pero no los traduje. Sus
No me afligía su malestar. Tan sólo quería evitar que ella destrozara las
212
El bofetón me dobló la cara y el orificio izquierdo de mi nariz moqueó.
era sangre. Sin mediar palabra, con mis lágrimas aún escondidas bajo los
observarla.
213
tirar de la cadena varias veces y abrir más grifos. Necesitaría una salida
pensaría más tarde en cómo escapar. En mis dedos me ardían las letras de
mientras los grifos de la ducha, el lavabo y bidé echaban agua fría a máxima
presión.
Hola, Loco,
Estás siendo malo conmigo. Te mereces unos azotes. ¡Qué picarón soy! ¿Eh?
¿Me has olvidado? ¡Qué cruel eres! No fastidies que esa va a ser tu venganza...
vale. Por eso te escribo. Voy a tomar las riendas del asunto. Perdiste tu
oportunidad. Tenemos que decirnos adiós y va a ser de verdad, ¿te parece? ¡Te
montaña la que tendrá que ir a Mahoma. ¡Me encanta ser montaña! ¡Qué
poderío!
descentra. Y pienso mucho en ti. ¿Tú? Mis contactos me han dado información,
214
Lo he hecho porque veo tu falta de iniciativa, loco, y mis ansias de volver a
hacer el amor contigo me comen por dentro. Así que voy a marcar una fecha,
con hora y lugar. ¡Ay loco! ¡Cuántas noches te recuerdo! Me toco mucho
responder mi carta!
Pero concretemos, loco. Tengo dos días libres. El primero será para vernos. El
Un beso ardiente.
interior de la taza del váter y tirar de la cadena hasta ver que desaparecía de
215
mi vida. Sin embargo, no podía quitarme la minúscula frase de la posdata.
“¡Joder!”.
-Vale...
El silencio volvió a estar protagonizado por los grifos. Decidí cerrarlos. Releí
lavé la cara con agua fría y volví a coger la carta sin secarme las manos. La leí
Hice una bola de papel con la carta, apreté con fuerza y abandoné el baño
con una idea clara; dos. Iba a verme con Carlos de nuevo, e iba a poner punto
final a lo nuestro.
tenía marca alguna en la cara por fortuna. Estaba triste, apagada y aún
-Sí –repetí.
216
-No quería abofetearte, pero entiende que...
-Lo sé, hijo, pero entiende que yo tengo razón, no puedes guardarte ni
ocultarnos...
-Pero...
más.
-No le diré a tu padre lo de las bofetadas, pero sí tiene que saber todo lo de
las cartas.
-Tu misma.
-Y otra cosa...
-¿Qué?
217
25
La vida improvisa
A
ntes de vivir los enfrentamientos más deseados y temidos, los imagino;
un silencio otoñal acompañado por el silbar del viento, y con los minutos y
segundos de espera tensos y largos golpeando en los oídos. Son los momentos
previos a lo que será la gran batalla. Sin embargo, luego, cuando el enemigo,
218
No existe un protocolo establecido. Los segundos que sirven para analizar su
sucias. Otras mueren de dolor en uno dentro porque no hay valor para
incineran en nuestras entrañas. Las otras son como las escenas preparadas del
cine. Perfectas; limpias, e incluso preciosas. Pero son las menos, creo yo.
Al final, si echas un breve vistazo al pasado, descubres que de poco sirven los
gran obra de teatro, y los personajes secundarios que están contigo en escena
Sin saber muy bien dónde coño me metía, inicié mi locura nocturna como si
La noche era fría. El viento azotaba por los entresijos del arbolado. Las hojas
atacado a mi chica. Ella estaba feliz. Enamorada; jovial sin razón aparente.
219
camino a casa. No tenía la respuesta precisa. Tenía sensaciones, pero no sabía
imaginé follarme con todas mis ganas a más de seis chicas. Tres del metro,
dos de la calle.
conversaciones con mis padres, llegó el jueves. Huí por la tarde aprovechando
la soledad del hogar. Eran las diez menos diez cuando comencé a pisar las
que me rodeaban eran sospechosos de ser él. Cada paso ajeno me recordaba a
Incluso podría estar siguiéndome desde casa. Yo quería joderle ‘su sorpresa’,
pero no sabía cómo, porque todas mis sospechas, a una por minuto, se diluían
al instante.
pronunció fue mi apodo. Nada más. Miré atrás, a un lado y al otro, pero el
vacío emergía con una totalidad absoluta. El aroma a marihuana bailó bajo mi
220
Se había movido como un fantasma. Una luz naranja palpitaba en sus labios.
Acepté. El calor del cigarrillo liado me ardió en los dedos. Mis labios lo
-Echaba de menos el sabor de tus labios en mis porros –dijo tras dar una
calada.
Sonreí. No pude evitarlo. Fue una sonrisa nerviosa. Estaba casi frente a mí. A
menos de un palmo, pero seguía siendo una sombra en la que solo las pupilas
repletas de brillo le daban vida. El mundo que nos rodeaba había muerto para
sus labios lamieran mi piel. Lamía cada resquicio con sus ojos. Volvieron los
temblores. Entre mis dedos, en el bolsillo del pantalón dormía la fría madera
cabeza había aparecido esa imagen infinidad de veces. Todas las noches antes
-¿Caminamos? –Preguntó.
-Vale. –Acepté.
221
Traté de mantener la distancia, pero el camino se me hacía cada vez más
pantalón, y cada segundo que pasaba dudaba mucho que fuera a destaparse
-Es una tontería remover toda nuestra mierda, ¿no crees? –Fumé y me detuve.
respiré hondo.
pero preso de los nervios. Las rodillas me aleteaban como las alas de un
oyeron en la arena.
222
-Vaya, vaya... –canturreó con sorna mientras empezaba a aplaudir con fuerza-
pasado nos unió algo, sí, y por tu culpa vivirá siempre con nosotros, pero a
-Sí.
-Pues lo siento, pero tengo que decirte que difiere del mío. Lo siento –planteó
Su rostro se había colocado a un palmo del mío. Al fin le veía la cara. Le olía
Evitaba mirar sus labios, los que tantas veces, en la oscuridad, había besado.
-¡Quieto, loco! –Gritó y me cogió del brazo con fuerza- El final a esta cita lo
pongo yo.
-Ni hablar, loco –negó con un sosiego inaudito, y manteniendo la presión sobre
223
-No, pero no es mi idea compartirlos.
-¡Hijo de puta!
Luché más. Me acerqué a él. Mi mano libre le cogió del cuello. Apreté. Él se
dejó hacer. Sonreía, fascinado por lo que estaba ocurriendo. Él oprimió más
mi muñeca.
-Es una chica guapa –opinó con la voz ahogada-. Entiendo que no la quieras
ficha. Poco después, llegó el movimiento sutil. No pude evitar caer en ese
parecía infinita. Tal vez lo era. O tal vez ignoraba mi alrededor. Seguí
224
sintiendo la navaja pegada a mi muslo. No tenía fuerzas ni valor. Se había
voz.
-Puedes irte.
-¿Cómo?
Su rostro lucía hundido. Yo di un paso atrás por instinto. Di otro paso. Miré
atrás y empecé a alejarme. Advertí que su aroma seguía pegado a mí; que sus
ojos voraces volaban por mi cabeza; que su calor aún ronroneaba en mi piel.
Únicamente pregunté.
225
Su sombra se movió. Sus ojos se avivaron y su cuerpo creció de nuevo. Algo
dentro de mí deseaba volver a probar sus labios. Él era una droga. Aquella
dormido; mi deseo.
La única luz artificial volvió a caer con suavidad sobre nosotros. Las palabras
calma absoluta. La humedad de sus labios inició un beso dulce, suave, casto.
226
26
A
manecer desnudo en la calle con la sensación de haber cometido una
denso en el que planeaba cegado por un manto de nubes blancas. Era como si
227
Vestirme, sentir amanecer bajo un habitado arbolado, reír y besar con
obtuvo la afirmación que los dos deseamos. Al caminar, supimos que mis
sendas tomaban rumbos opuestos. Que se volvieran a unir en el futuro era una
-¡Sergio! –Gritó.
Carlos parecía una figura enorme a lo lejos. Su piel albina brillaba y su sonrisa
podía saborearse con detalle desde mi posición. Sonreí. Tenía algo entre los
dedos, observé.
-¿Qué?
Recorrí los pasos que nos habían separado. Le miré con firmeza. Hallé un
gesto de niño en su rostro. Sobre mi mano posó la navaja. Los dos nos
-¿Definitivo?- Preguntó.
228
-Sí –dije recogiendo la navaja de entre sus dedos.
quizá yo mismo construí de una manera indirecta. Con los mismos hábitos,
pero con un escenario distinto. Sin llegar a tener las maletas en la misma
puerta, aquella mañana, cuando regresé a casa, los dientes sangrantes de mis
osadía. Si quería ser libre, tendría que volar. Tenía dos semanas para buscar
querían gastar una sola gota de sudor más en mí. Quizá era un farol, pero
la que me empujaban para iluminar mi futuro. Darle otro color. Y caminé, con
bruces a la solución.
embargo, cuando no queda más remedio y hay que afrontarlos, uno acaba
habitación, mis padres, la casa que me vio nacer y crecer; donde alimenté
229
Casi nada es imposible en la vida. Un solo gesto puede transportarte de
-Mi hermana busca compañeros de piso, yo quería irme, pero sola dudaba...
-¿Compañeros?
-Sí, se le han ido los dos en una semana. Tiene dos habitaciones.
-Entiendo.
conocido la punta del iceberg. Los meses de sexo más frenéticos de mi vida se
Descubrí la realidad de los polvos salvajes. Leticia retorcía por completo cada
uno de mis músculos mientras desgarraba con sus uñas mi piel. Y sin embargo,
buscaba más. De hecho, allí organicé fiestas con prostitutas, de nuevo con
Manu como gran artífice del evento. Aprovechaba que Leticia y su hermana
follarnos a dos, tres o cuatro putas. Los gastos nunca corrían de mi cuenta. Y
lejos del ocio y la vida sexual, allí, en aquel apartamento terminé mis
230
primeros tres meses de alquiler. Allí llegué a vivir cerca de tres años. En ese
tiempo fui feliz. Y realmente, inicié una nueva andadura vital. Creí
provecho al sexo, éste se vuelve sublime en todos los sentidos. Entonces, los
al ser humano y lo bautiza con una felicidad inamovible. Dudo que exista una
dosis excesiva y mortal. El sexo es la única droga del mundo con facultades
vitales.
de horas de placer
inagotables me convirtió
en un personaje más
chulo y prepotente. Y en
absoluto me disgustaba.
patente mi afición
‘putera’. No podía
231
abandonar esa extraña adicción a la prostitución. Además, de pronto había
necesitaba enseñar a las mujeres lo bien que follaba. Ellas debían probarme,
saberlo. El hecho de tener que pagar era algo secundario. Tenía que hacer
Caminaba recto abducido por una extraña confianza en mi mismo. Y tras cada
todos los clavos en fila. Yo levantaba el brazo y atizaba sin pausa, una y otra
vez, viendo como las cabezas de acero se hundían en la madera. Cada vez con
mas ira; fuerza y furia. Tampoco me pregunté el motivo, pero tenía esa
sumergido en ellas, muchas veces reía en pleno acto. A las putas les daba
evitar esa imagen del carpintero que clava clavos y dice con media sonrisa:
Fue así durante los dos primeros años. Leticia y yo lo hacíamos sin pensar en
las consecuencias. Sólo nos saltábamos los jueves; mi día de putas. Aunque
nocturno.
232
Mientras caminaba por este día a día, no miraba atrás. No veía el cambio que
pasado había sido muy fácil. Él único recuerdo del pasado yacía en casa de
visto lo que vio. Llevábamos dos años de convivencia. Creo que hubiera sido
hermana la nuestra. Se fue por culpa del sexo evidente. Habíamos arriesgado
mucho, y aunque tenía sospechas sonoras desde hacía meses, aquella tarde
recibió una pitanza visual de órdago. La imagen era dantesca pero real. Fue
penetrada a su hermana pequeña. No pudimos hacer nada para evitar que nos
vivir lo que creía una auténtica película porno. Nunca supe sus motivos porque
233
Su hermana tardó tres días en abandonarnos, y durante ese tiempo no crucé
de ella, con los calzoncillos en los tobillos, mientras sus pechos desnudos
se sobresaltó. Yo traté de pie que no se cayera. Fijé mis manos más aún en
temblé. Fueron escasos tres segundos borrosos, pero en ese instante pude ver
después del piso. Lo hizo sin hacer mucho ruido. Tampoco creí que la pillara
234
hasta el punto de caernos desde la cama, golpearnos contra una mesilla,
incluso abrir en dos una de las patas de la mesa del salón. También tiramos
un trocito de oreja en una ocasión y le abrí el labio más de una vez. La sangre
los dos quiso parar aquello, y quizá ese griterío violento expeliendo hormonas
apenas un mes descubrió que los dos éramos pareja. Leticia había decidido
alquilar el piso así para evitar que la gente se espantara al vivir con una
que tanto nos encantaba. Era difícil evitar los gemidos, más imposible, el
Quería mantener el juego. Y a ese juego se unió María, la nueva chica de pelo
rizado, con unos kilitos de más, unos pechos enormes y sonriente. Sentada en
el sofá, una noche, en la que los tres veíamos uno de los reality show de una
una fotografía. El nick del teléfono móvil que me quería enviar la fotografía
235
mi sofá. Miré a Leticia, a mi lado, que descansaba medio dormida sin perder
En ese instante acepté. Abrí la foto y descubrí una imagen de ella desnuda en
mi móvil. No veía su cara, pero sin duda era ella. Dos minutos después, la
236
27
La amante
E
s extraño que una mujer acose a un hombre. Quizá no sea el término
“suele”, siempre hay excepciones. El hombre suele ser el que asome el papel
sexo opuesto que desea sin atender las señales. No cesa hasta que ella pone
de manifiesto su negación más absoluta. El sexo con una mujer bien lo vale. A
Me tembló la voz, el pulso. “¿Por qué?”. Sonreí y cogí una falda, varios
237
misma. No sabía si de verdad la tenía, pero algo en ella la transmitía. Su
mirada mordía lo que deseaba e iba a por ello. “¿Eran estas las chicas de siglo
238
vida. Sin jugar la partida había ganado una gran mano. De hecho, el juego de
tacto, continuó atacando. Dejando sus pequeñas semillas. Ella sabía que yo no
la iba a delatar. Como una buena pescadora, iba dejando que yo mordiera el
avivar el contacto vía móvil. Y sin embargo, ninguno de los dos había hablado
Ella vivía en aquel apartamento porque sus padres le pagaban un máster. Con
la beca no tenía para vivir. Poco más sabía de su vida. Cuando afrontábamos
hasta las cinco de la tarde, Leticia lo hacía hasta las nueve de la noche de
fácil. Por mucho que buscara planes alternativos, siempre acababa en casa
bandeja, una excelente merienda sexual. Sólo tenía que dar el paso, atrapar
el bistec y morder.
239
Leticia. En la habitación más próxima al salón y a la cocina dormía María.
para Leticia y para mí, pero ella, por alguna razón que nunca pregunté,
minutos más tarde estábamos hablando por Internet a una sola habitación de
240
construían estúpidas frases impersonales. Aquella tarde sexual a distancia
antes de que uno de los dos decidiera mostrar sus cartas. Ella ganó y planteó
Manu me dio plantón un jueves. Y aquella tarde, con una cerveza en la mano,
erótica en Internet. Ella puso sus piernas desnudas sobre la mesa y solo se
-No...
-Igual tienes una amiga en Internet con la que charlar un rato –insinuó
blanquecina.
241
Miré la hora del móvil. Era pronto. Leticia no iba a parar el combate que ella
sofá.
-Si fuera lo que yo quiero... –Insinuó dando un pequeño saltito más en el sofá.
-No sé...
-Lo sé...
-¿Entonces?
242
ella y el daño que podría hacerle, sino en el riesgo. En esa duda, María se
-¿De verdad lo haces tan bien? –Pregunté mientras sentía sus labios por mi
cuello.
María ya había movida ficha. Abrió sus piernas, se colocó sobre las mías y
-¿Vamos a mi cuarto?
-¿Estás bien?
-Lo siento.
-Lo siento, tendremos que continuar otro día, tengo que irme –apunté
243
Ella se quedó mirándome unos segundos, después me dijo que lo entendía. Yo
segunda vi todo con mayor claridad; tenía que disfrutar más de aquellas
había hecho la felación hacía unas horas. Ella estaba en la habitación. Aquella
mail. Mi vida no volvió a darse un revolcón hasta una semana después y dos
días de un fin de semana. Esas 48 horas las viví con Manu y Javi de senderismo
Además, el sexo con Leticia había perdido un pelín de intensidad; o eso creía
con suavidad las “venas de mi polla”. Me reí al pensarlo. La tarde que sobre la
244
olvidaría de mí. Sonreí, y respondí. “A la vuelta repetimos. Queda mucho por
practicar...”
riachuelos y paz rural me planteé que quizá la relación sexual con Leticia
Llegué a casa un domingo a las seis de la tarde. Junto a Manu y Javi había
compañera.
-Ajá...
Se acercó a mí. Levanté las palmas de las manos pidiéndole un respiro. Sonreí
caminé por el pasillo sin dar tumbos, abrí la puerta de mi habitación y lancé
-¿Saldamos cuentas? –Preguntó desde el fondo del pasillo con un tono de voz
245
Me encerré en el baño, me lavé las manos y busqué los preservativos que
nunca usábamos. No quería convertir mi pene en una ruleta rusa con todas las
no estaba en el pasillo.
me quedé observando
color beige.
-¿Estás bien?
246
La voz llegó desde la puerta. Yo me puse de pie. Solté el envoltorio y sólo
que optó por la mudez. “No es mío, no es mío”, me repetía en silencio una y
otra vez y otra vez, deseoso de hallar un error en mis recuerdos. “No es mío”,
247
28
A 2 y 3 bandas
M
e obsesiono con las mujeres. Ese, tal vez, es mi problema. Siempre me
manera, con un preservativo entre los dedos, pero en esa segunda ocasión,
satisfecho, en paz, sin las ansias inmediatas de saber el porqué del primer
248
valentía lo dejé caer sin querer ocultarlo. Era mi manera de plantear la
atusé el pelo en el baño, oriné y volví con María. Salté sobre la cama y nos
besamos.
sexual anterior. Me miró. Su enorme bolso aún colgaba del hombro. Lo hizo
-Un buen polvo... He tenido un día horrible –dijo en voz baja y desplegando
media sonrisa.
-Pero... ¿Y...?
me cuestioné. Sin lugar a dudas, cuando Leticia cabalgaba sobre mí, supe que
ella era la principal. Sin embargo, no podía evitar sentir pena por María. Al
alcanzar su techo sexual para excitarme, pero sólo logré que ella se corriera,
249
tuviera un orgasmo y gritara. “¡Joder!”, pensé mientras la besaba. Ella me
mordió y arañó al tiempo que los dos nos hundíamos sudorosos en una final
apoteósico.
sexo. María disfrutaba más de los preliminares. Me besaba por todo el cuerpo,
250
en ocasiones me atrapaba y cautivaba con Leticia, disfrutaba de un sexo
Ocurrió tres días después, una noche que María se acostó temprano después
de que el sofá se hubiera convertido en una olla a presión porque los mimos
-No, ¿por?
-Es que... –Bajó el tono de voz- Después del fin de semana que tú te fuiste a
No pude por menos que mantenerme en silencio durante largos segundos. “¿A
puta!”, pensé dejando escapar una sonrisita por la comisura de mis labios.
-Pero no sé, –estalló con un humor más bronco- debería ser más limpia.
-Déjala, mujer
-¡Se lo voy a decir! –Saltó- ¡Joder, Sergio! Aquí vivimos tres, y aunque no
251
-Leticia, por favor –interrumpí sujetando sus brazos con suavidad-, no
-¿Entonces?
es solo el famoso error del nombre, que es el mínimo a superar para mantener
una ‘bi-relación’, sino el hecho de las historias que cuentas; qué cuentas y
cómo las cuentas. Hay que construir dos vidas. Una de ellas es más de verdad,
la otra es más de mentira. Hay aspectos de una vida que los puedes
aprovechar para tu otra vida, pero hay otras que es obligatorio ocultar. En mi
caso todo fue más sencillo, porque aunque no fuera explicito, María sabía de
mi vida real. Ella sólo fingía cuando Leticia estaba en casa, y yo cada vez me
las ingeniaba mejor para irnos fuera cuando ella estuviera. Además, María
colaboraba, y cada vez desaparecía con mayor asiduidad cuando los dos
descansábamos en el sofá.
me era difícil; casi imposible decirle que no. Tomábamos copas, nos
252
drogábamos y nos contábamos la vida semanal. Risas, intentos de ligues
peor cuerpo y varios dígitos menos en mi cuenta bancaria. Pero una noche,
Siempre me ha parecido más fácil el billar de las bolas de colores, una blanca,
una negra y seis agujeros. Sólo tienes que preocuparte de meterlas. Nunca me
gustó el billar a tres bandas. Excesiva dificultad; excesiva maña. En esos casos
las bolas de billar. Uno puede imaginar el ruido que produce sin llegar a
pestañear.
La noche que solté 40 euros a Mika y volví a casa caminando solo con
follarlas, y luego hacer con ellas el amor varias veces. Esa noche, con el olor
de Mika aún en la piel, supe que por muchos años que viviera con Leticia, ella
fuera Mika, una chica del Congo de 22 años que hablaba un perfecto español.
253
Pese a la dificultad lo intenté. Deseaba conocer a aquella mujer de piel
camino a casa, lo que tal vez perjudicaba más aún mi inexistente rectitud.
También sabía que era cuestión de tiempo que yo me aburriera de ella. “Ese
Sonreí, subí las escaleras, ebrio, y las imaginé a las dos dormidas. Reí. “Si es
sexo, cualquier chica vale, o casi”, me dije emitiendo una muda carcajada.
Nunca lo adiviné. Uno no gana todas las batallas, y quizá es la derrota la que
más enseña. La victoria es disfrute y ciega. Tal vez en esta historia no haya
guarda secretos.
droga y a copas. Sin embargo, el largo viaje hacia la noche no era sencillo y
ellas era que Manu quería cambiar de club. Yo insistía en repetir, y además,
siempre esperaba a que él subiera a la habitación para irme con Mika. Tenía
que cumplir su regla básica: “No repetir con una puta”. Yo alcancé mi cifra
récord: 7 noches con ella. La séptima, borracho, pero que muy borracho, y
254
‘encocao’, me declaré a ella y perdí. Mika decidió cerrarme la puerta y
impotente.
Por primera vez en mi vida, follarme a Mika era secundario. Deseaba sentirla
y verla en otro estado. Anhelaba descubrir su piel a la luz del día. Y por
De pronto la vi avanzar. Sentí sus dedos en mis bíceps. Una fuerza desorbitada
peleé. Rogué, pero me dejé hacer. Recuerdo que Mika me susurró una última
frase.
255
Bebí demasiado aquella noche. Mucho más. Ni siquiera esperé a Manu. Me
sentí tan derrotado... Creí ser una estrella de Hollywood al que le rompen el
bebí tres más y no encontré la salida del bar. Me ayudaron. Tampoco encontré
el camino a casa. Ni siquiera podía dar un paso sobre otro. Me senté, vomité y
despertar me dolía la cabeza, la luz del sol entraba por la ventana y tenía el
256
29
El cazador cazado
E
l miedo es un sentimiento que cuando se apodera de uno, bloquea todo
Abrí los ojos hasta alcanzar una amplitud mayor del entorno. María sonreía.
Me volvió a besar, acarició mi torso con su dedo índice con excesiva suavidad.
257
sentí un muñeco de cera, aunque ante aquel calor corporal me hubiera
otra vez a la calle, al fugaz encendido de una luz verde que se alejaba calle
abajo sobre un vehículo blanco. Veía esa escena una y otra vez en la cama
con mis manos sujetas a las sábanas del colchón. Me giré despacio y traté de
poner los pies en el suelo sin marearme. Desnudo, sobre el parqué, busqué mi
258
ropa. La planta de mi pie pisó el botón de mi pantalón. Fue como un
María sonrió ya de pie al otro lado de la cama, colocándose una bata verde
-¿Y...? ¡Joder!
tobillos. Yo me subí los pantalones con torpeza. Afuera los pasos se sucedían,
-¡Para! –Grité en un susurro histérico al tiempo que daba un salto torpón que
-No nos va a dar tiempo, Sergio. Actuemos con naturalidad, además, Leticia
acaba de despertarse...
durante largos y eternos minutos. Quizá fue porque como nunca actúo bien
hundió hasta la profundidad más oscura del océano. La bofetada fue la puerta
259
de la habitación de María, la fuerza fue la mirada de Leticia. Repleta de ira y
sus pupilas emergieron dos enormes olas que inundaron aquella habitación
fue una herida fugaz. Busqué el resto de mi ropa, que dormía ebria en el
-Sergio, por favor, ¿me vas a decir qué coño haces aquí?
-¡Cómo que no sabes! –Gritó retirándose las lágrimas de la cara y sin moverse
-No hemos hecho nada –aclaré sin firmeza mientras me abotonaba la camisa.
-¿Cómo? No puedo creérmelo. ¡Increíble! ¡Encima! ¡Joder! -–Dio tres pasos con
260
-Estaba muy borracho, no me acuerdo... –Justificaba mientras dolido mi mano
¿verdad?
pero en ese momento la estaba mirando. Leti había decidido obviarla en esa
-Sergio... no, no... –Se trabó. Cogió aire y tras retirarse las lágrimas giro el
-No pasó nada, Leticia. Tiene razón –dijo mirándome con lástima-. Si me dejas
te lo explico.
-Yo estaba... –Tomó aire y bajó la mirada- Chateaba con un amigo... Iba ligera
-¿Por?
-¡Qué!
261
El silencio inundó la habitación. Sólo bailaban nuestras respiraciones
rescatar alguno de los detalles que antes había obviado. El primero; el que
más me atormentaba, dormía sobre la mesilla del fondo, a escasos dos metros
roto. Yacía en una esquina, junto a un libro de Ken Follet y una lámpara de
invadieron mi memoria.
-¿Entonces?
-¿Y la ropa?
dormido...
De nuevo el silencio, y cada vez era más incómodo. Observé a Leticia, más
convencida, más serena, menos lacrimosa. Ella volvió la mirada hacia mí. No
262
-¡Joder, Sergio! –Reprochó cogiéndome del brazo y empujándome a abandonar
el cuarto de María- Date una ducha y llama al trabajo. ¡Mira la hora que es!
riesgo, pero no fue así. Miré atrás, y el condón todavía brillaba en la esquina
de la mesilla.
-Y a mí también...
Las mentiras al nacer viven dentro de quien las escucha. Pero lo peor de las
mentiras es que son frágiles, y que bajo ellas vive siempre la verdad. Es
espera una minúscula grieta que le permita asomar y ver de nuevo la luz del
sol. Son la raíz de nuestras vidas y se agarran a nosotros por mucho que las
queramos ocultar. No hay veneno que las mate. Es un cáncer para el ser
verdad.
aquel cebo era caviar del bueno y no un simple placebo barato improvisado.
Aceptó mi error, y tal vez ofreció el perdón silencioso, si bien, nada fue igual.
263
excesiva sangre y ciertas manchas eran difíciles de quitar. La cicatriz no
desaparecería sin largas horas de cirugía. “El tiempo lo cura todo, ¿no?”,
pensé aquella tarde en el salón sin intercambiar una sola palabra con ella.
Sabía que necesitaba tiempo, y además, yo tenía que ser paciente. Y lo fui a
correcto por mucho deseo sexual que tuviera bajo mis pantalones. Él lo
Fueron días extraños. Creí que Leti pediría a Maria que se fuera, pero no lo
e impotente.
paralelas a aquella noche. Tan sólo escuetos “ya te vale... mira que...” Me
corazón”. Ella me dio un beso leve en los labios con los ojos tristes, y
María también tardó en hablarme. Lo hizo dos semanas después. Era de nuevo
jueves, y por primera vez desde aquella noche estuvimos de nuevo los dos
también. Aquella tarde ella decidió romper la barrera opaca que nos cegaba.
264
Yo, descalzo, aún con mi traje de trabajo, veía la tele. Ella apareció con
mi pierna.
-¿Cómo lo llevas?
-¿Cómo?
-Mira la hora –dijo señalando al amplio reloj que colgaba en la pared del
-Una última vez –Mentía sabiendo que no iba a ser así-, tengo un nuevo juego
avisar; por sorpresa. Nada podía detenerlo. Sentir su pequeña mano entre mis
265
piernas convirtió la chispa en una enorme llamarada. Su ímpetu me zarandeó
y una vez más me vi lanzado hacia el averno que todo ser humano desea; el
sexo. Sus pechos en mis labios, su mano en mi pene, sus labios en los míos y
Sumiso, caí boca arriba. Ella caminó con suavidad y sensual alrededor de mi
-¿Este es el juego?
Me gustó sentirme atado y saber que ella iba a hacer conmigo todo lo que
Nunca tuve tantas ansias de que me follaran. O sí, pero aquella sensación era
que de inmediato, ella cabalgara sobre mí sin caricia alguna previa. Ansiaba
darle todo aquel semen que burbujeaba desde hace varios minutos en mis
testículos. Mi pene latía con cada una de sus caricias, y chillaba, imploraba la
266
Se arrodilló al final de la cama, acarició mis pies, los besó y entonces fue
cuando yo decidí relajarme, cerrar los ojos y disfrutar de aquel juego. Quería
sentir cómo iba a recorrer con sus labios cada poro de mi piel. Fueron treinta
había oído sus zapatillas en el parqué, pero estaba allí. Pestañeé y me removí
267
caído sobre mi boca la candente arena de una playa. No tenía palabras, sólo
Dos minutos después entró María, vestida, con una jeringuilla en la mano y
sonriendo. Leticia seguía con la escopeta entre sus manos, los ojos
decirme nada, lo sabía. María tampoco lo hizo. En silencio actuó sin dudar. Yo
“¿Cuál era el juego?”. Iba uniendo piezas recordando detalles del pasado que
completo.
268
30
N
o tenía oxígeno suficiente. Me ahogaba. La claridad, curiosamente, la
lengua como una lija y mis labios palpitaban comprimidos y sellados a una
mis tobillos también estaban ahogados por una suave cuerda. Traté de
éste me vino de inmediato a la cabeza. Era un viejo R12 rojo. Lo había visto
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aparcado hace semanas en una comida familiar por parte de Leticia. La
Pronto pude visualizar parte de mí. Estaba desnudo. Acto seguido, imaginé
una foto de mí. Un cosquilleo me recorría todo el cuerpo por la tela ruda que
automóvil. Estaba atado por las muñecas y tobillos. También los testículos,
aunque no estaba seguro. Notaba una presión rugosa ahí abajo, sin embargo,
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minúsculas rendijas de una densa tela. Podía ver sombras en la oscuridad.
Traté de rotar de nuevo, pero en ese instante vi que no sólo estaba sobre una
tupida y áspera tela, sino que ésta me envolvía. Era un maldito saco. Un
Intenté estirar las piernas, entumecidas por la postura, sin resultado positivo
alguno. Era un feto ahogado por una agónica placenta, y torturado por mi
ejecutar era a causa del coche. Las curvas parecían más extremas y la tortura
crecía tras cada una de las consecutivas sacudidas. Deseaba morir. Golpearme
ocurrió. Cada minuto que viví allí dentro me trasladó a la sensación que
añadirle el frío. Por las mismas rendijas que entraba la luz, comenzaba a
colarse con rabia una fina pero helada ventisca que comenzaba a graparse en
comenzaron a hacer ruido pese a que mis labios seguían sellados. El castañeo
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consigo una aceleración. El oxígeno que entraba por los orificios de mi nariz
más y más y más. Anhelaba una buena bocanada de aire puro. Expandía al
ahogaba, joder!”. Grité, aunque sólo emití una eme oscura. Y por segundos
a mis labios. Iba a dolerme, pero mi dedo índice y pulgar decidieron coger de
una esquina de la cinta aislante. Tiré con rabia, escupí un histérico grito
soberbia.
¿Cuándo empezó todo? Quizá nunca lo sepa. Tal vez me muera y me quede
remordiéndome una y otra vez la piel que queda justo debajo de una uña.
Descubrir cómo pasó todo era el agua de mi sed. Al final, mi vida continuó
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Atando cabos uní pequeñas conclusiones que construyeron mi teoría, pero las
labios. Lo pedía el juego, pero no sus ojos; su alma. María era una efigie
borrosa desde la distancia. Era la mujer sincera que yo creí. Para ella fui
semanas o meses había durado aquel engaño? ¿Y qué engaño? Porque tal vez el
engaño no era tal”. Había construido una mentira sobre una mentira ajena y
El coche de nuevo arrancó. Dio tres giros bruscos, sentí un revolcón estomacal
pensar en el engaño.
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Me sentía estúpido, avergonzado. Quería desaparecer de aquel maletero, pero
brazos!” Tenía más náuseas, esta vez por el olor, que inundaba aquel
Era una nimia gota de agua en un vaso a rebosar. De nuevo, los pensamientos
encontré. Había algo más que una mera infidelidad. Todo el mundo es infiel
alguna vez en su vida y a nadie o a casi nadie se le ocurre llevar a cabo una
volviendo loco y el día a día nos empuja hacia una locura irremediable. El
Volví a escupir vómito. Hasta en tres ocasiones. Mis ojos lloraban, mi nariz
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El porqué volvió a atormentarme cuando las últimas gotas de vómito se
Quería oírlo de sus labios. Quería que aquella tortura, aquella agonía pasara
despierto?”. Los ojos los tenía abiertos, creía. Temblaba mucho. “¿Deliraba?”
La luz me cegó. No sé qué fue primero, si sus ojos o los dos cañones escopeta
Al instante, dos sombras me tomaron de piernas y cuello. Salí del coche como
un globo cargado de helio. No pataleé desde dentro del saco, sin embargo,
encogió mi piel. Los huesos me dolían, la nieve tomaba las laderas de aquella
supe, por sus andares y gestos, que uno de ellos era el primo de Leticia. Le
Pronto descubrí que María nos perseguía a escasa distancia. Ella llevaba la
pócima de mi salvación. Por alguna razón cerré los ojos y no lo supe hasta que
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mis nalgas se hundieron en una explanada desértica repleta por un denso
manto de nievo. Apreté los dientes y traté de olvidar el frío que me azotaba
siquiera el aire puro que conseguía colarse por el saco, ni la vomitona que me
una estatua. La travesía fue larga, pero menos dolorosa que el trayecto en
La luz del sol sobre las nubes ofrecía excesiva claridad. La piel que me cubría
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-¿Qué por qué me jodes? –Insistí desde el suelo.
Decidí callarme. Decidí dar un paseo pero me era imposible. Opté por
moverme, pero mi cuerpo estaba paralítico. Opté por reír, ahogado por la
impotencia. Me caí para atrás. Mis pies apuntaron al suelo. Dos fuertes brazos
cogieron mis brazos del codo, me elevaron y fui feliz. De nuevo aterricé. La
las huellas pasadas, me miró. No quiso decir una palabra. Levantó el brazo,
-No lo vas a hacer. –Supliqué viendo como mis lágrimas se mezclaban con mi
vómito.
Esas fueron mis últimas palabras aquel atardecer y aquella fue mi última
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desangrado entre la densa nieve. Dos segundos después, yo estaba en la nieve
31
A
quel cartucho debió haberme reventado la tapa de los sesos. Mi vida
latir al instante, el final no habría dolido. Y no fue así. Dolió. Leticia jugaba a
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que doliera. No lo sentí como una locura. Había perdido la cabeza, sí, y sólo
lo podía justificar en un odio hacia mí del que yo me alimenté con cada uno
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Los dos encapuchados encendieron un fuego frente a mí y desaparecieron.
Mientras temblaba de pánico y frío, aún con el zumbido del primer y último
tenía fuerzas para hablar. Tampoco ganas. El miedo del disparo aún recorría
todos los centímetros de mi piel. Leti siempre tuvo puntería. Había aprendido
menos, yo creía que tampoco tenía una razón suficiente para firmar mi
sus motivos. Hay quien mata por una monedas, otros por la pérdida de un
amor, otros cobrándose el ojo por ojo y hay quien lo hace en guerras
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cien vidas. Yo me creía incapaz de matar, aunque seguramente me
ascendido hasta una zona de gran altitud, aunque el frío me afligía de forma
hablar. Busqué los famosos preservativos, pero ya no los tenía entre las
manos. Los busqué y al final creí verlos entre el fuego. También examiné su
entorno para dar con los sobres, pero no se reflejaron en mis pupilas. Apreté
la fiesta de la agonía. Cerré de nuevo los ojos con la cabeza hundida y traté
de obviar un frío que cada segundo masticaba con mayor malicia por todos los
De pronto, sentí un pinchazo. Fue en el hombro. Grité. Abrí los ojos de nuevo
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-¡Joder! ¿Qué es esto?
-Disfruta del viaje –dijo María dándome la espalda-, nuestro juego termina
aquí.
-¿De qué hablas? –Farfullé estrangulado por la afonía y atado por mis gélidas
sacudidas orgánicas.
María no dijo nada más. Caminó torpe sobre la nieve y fue desapareciendo.
-Cuando leí esto hace varios meses no supe qué hacer –Dijo sujetando tres
sobres entre sus dedos-. Tú sabes lo que significa. Estuve a punto de irme de
casa y no dar señales de vida. Muchas veces creí que necesitaba una
-Luego María me abrió los ojos. Ella quiso jugar... Pero no picaste el anzuelo
hasta hoy...
-Hablo de dolor. Me has herido mucho más de todo lo que yo te voy a herir,
-Te equivocas...
-Suerte.
Sonó a despedida. Acerté. Lanzó las tres cartas por encima del fuego, que se
-¡No...! -Aullé
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Ella no respondió. Bajó la escopeta y sin previo aviso disparó con rabia dos
testículos. Cuando la miré descubrí que las lágrimas en los ojos la ahogaban.
inteligente para esconder sus mentiras. Tal vez éstas siempre salen a la luz.
Sentí un vahído. El frío se mezclaba como un remolino con los densos sudores
fríos que invadían mi frente, axilas, espalda y pecho. Parpadeé tres veces y
ovejas blancas. Pedro las guiaba por los prados verdes mientras la cabaña se
encogía hasta ser un punto en el infinito. Heidi sonreía, y volaba abducida por
recuerdos. Ella no estaba. Busqué los sobres húmedos entre la nieve. Pude
leer con claridad el remitente y ver que de ellos salía su imagen como si de un
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busqué una manera de huir. Mis dedos se hundían en la nieve. Intenté que
oírme reír descubrí que llevaba tiempo haciéndolo. Creí que quemando la
cuerda de mis tobillos podría desatarme y salir corriendo. Ese plan quemaría
mis pies. “Un mal menor”. Tendría que decidirme rápido porque el fuego se
Hice un gran esfuerzo para levantar mis pies. Me pesaban toneladas. Las
lágrimas de mis ojos volaban como cubitos de hielo derritiéndose por mi piel.
Me dolía el viento y el frío escarbaba con desesperación en mis ojos. Mis pies
eran pequeños ancas de rana ante mis ojos. Saltaban una y otra vez
montaña abajo hasta las baldosas amarillas, donde del brazo llegaba un
otra vez, respiraba con calma tratando de frenar mi corazón, que chillaba,
284
Creí que todo aquello era verdad. ¿Qué era verdad y qué mentira? Y, cuando
devorar mis huevos. La serpiente crecía tras cada uno de los subjetivos
respiré, no pestañeé. Sólo la observaba con una quietud extrema. Una vez
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muerte, por alguna razón, no dolió. Sonreí. Era una muerte preciosa. El calor,
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El camino de mi hermano
286
L
a muerte no siempre te quiere. A mí me escupió en la cara y no me
únicamente fue un disfraz barato; una pésima imitación del adiós a la vida.
Uno cree que cierra los ojos, que no respira, que el corazón dijo basta y cesó
en sus golpes contra el pecho para sobrevivir, y cree aceptar morir. Sin
buen lavado de estómago. Sin móvil, sin objetos personales, y sin apenas
ropa, acabé de nuevo en casa de mis padres. El tobogán volvía a dejarme caer
examinar los detalles para olvidar lo sucedido. No obstante, sabía que era
imposible. Encontré una explicación a los recuerdos más recientes que aún me
faltaban dos cartas de Carlos. El resto estaban leídas con descuido. Golpeé la
Por su parte, mi madre quería salvarme del “camino”, que según ella había
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palabra, ni la mirada, ni una mínima cercanía o tacto. El regreso a casa
Días después, a mi madre aún se le podían ver las lágrimas secándose en las
casa.
-¿Quién lo hizo?
-Basta, madre...
-¡Por favor!
se las retiraba.
-Por favor, mamá, que ya lo sé... –Musité tras absorber los sabrosos espaguetis
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Su rostro comenzó a metamorfosearse. Los ojos se le escondieron y las
-¡Mentira! –Los ojos le estallaron- Nunca has querido saber nada de él desde
conseguí quitar aquella enorme bola de ansiedad, respiré hondo. No quise dar
tales como la psilocibina, así como una leve dosis de mezcalina, más conocida
como peyote, ella creyó que, bien había sido yo voluntariamente, o bien me
había dejado engañar. No pudo por menos que recordar a Jon; su hijo; su
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muerte. La mirada que expuso junto a concisas y breves palabras, mientras
sus dedos se pegaban con rabia al parte médico, lo decían todo. Sus labios se
-¿Te lo hicieron?
-Sí.
Que las drogas volvieran a planear sobre nuestra familia abría heridas
Jon. Mi padre siempre tuvo su particular teoría. Yo, único testigo de todo lo
séptimo. Tenía que recuperar mis cosas; mis objetos personales; mi día a día.
resto de mi vida, que dormía donde hasta hacía bien poco había sido mi casa;
frente al que fue mi portal. Sentí que en cualquier instante iba a volver a ser
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entre tanto rostro golpeándome con su odio y sus miradas. Un leve golpe en el
No tenía un plan. No tenía un odio visceral hacia ella, y tampoco sabía bien
cómo iba a actuar. Ni siquiera sabía si podría entrar en casa. ¿Y ella? ¿Me
todas las vidas tienen esos picos. Algunas más, otras menos, y muchas
quería llegar a ese extremo. Mi cerebro había clavado delante de mis ojos un
tartamudeaba en mis dedos. Giré el metal y huí del frío natural de la calle
una pelea, únicamente deseaba recoger todas mis cosas. Ya habría tiempo
291
Frente a la puerta comenzó todo. Introduje la llave, me dispuse a girarla y
entrar con una amplia sonrisa que dijera, “¡Buenas tardes! ¿Qué tal va todo?”
Pero algo lo impidió. La llave rozó en exceso y el giro fue imposible. Estuve
Deseaba que no hubiera nadie. “El encuentro bien podía ser otro día...” Y los
-¿Sergio?
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Estuvo a punto de cerrarme la puerta en las narices, sin embargo, una vez
-Me iré –dije tratando de meter el pie entre la puerta, manteniendo un pulso
puerta, pero podía sentir su fuerza, su olor. Cada segundo, más asustada y
cansada.
-¡Vete, Sergio! –Clamó desde el otro lado- Aquí ya no hay nada tuyo.
-Las tiramos.
-¿Qué?
mis libros, mis fotografías, y sobre todo, mis cuadernos con mis escritos
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creerlo. El ‘NO’ con mayúsculas tomó otro significado completamente
albergaba más odio y fuerza. Nadie venía a ayudarla. Hoy los vecinos no
hacían uso de sus viviendas. Logré sujetarla del brazo y le susurré colérico.
Temblaba, casi tanto como yo. Lo que hubiera deseado tener un arma. A mi
pensamiento sucedió todo. Fue rápido, como un sueño que atropella y solapa
todas las imágenes. Golpeé una vez más la puerta, dos y tres, y como el
cuarto. Quería ver la mentira de sus palabras. Oí hablar a Leticia. Lo haría por
unas manos invisibles me exprimieron el cuello. Vacía. Nada. Una cama sin
presentes y futuras. Aquella frase había tenido otra voz. La había dicho mi
hermano con tan solo diez años. Mis padres le habían tirado a la basura gran
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parte de sus juguetes rotos, los que él guardaba con mimo en pequeñas cajas
de zapatos. Lloró, gritó, pataleó, pego, se escapó de casa y volvió. Ese día,
asaltarme. Lo hizo muy rápido. Aún hoy, cuando recuerdo, tengo demasiada
maquiavélica. Estaba fuera de mí. Reí más cuando las primeras llamas
quemaron el mantel y varias servilletas de tela y papel. Inicié otros dos fuegos
en los dos cuartos vacíos. Un tercero en el salón. Cuando el sofá sufría sus
primeras llamaradas, cogí las llaves del salón. El humo curioso y denso
durante una hora sin un destino. Después entré en un bar. Bebí. Después me
deshice de las llaves. Luego bebí más. Apenas podía hilar ideas en mi cabeza.
suyas.
orientó. Me hice con dos botellas de Jack Daniels y caminé torpe a casa de
con llave. No sabía dónde podían estar. En aquel estado me era totalmente
indiferente. Cogí un vaso y fui al salón. “Una es para ti y la otra es para mí,
295
Sonaba un maravilloso tema de los Beatles y bailaba una buena cantidad de
whisky entre mis dedos. La botella se desnudaba al ritmo que la besaba. Mis
ojos se entrecerraban. La última vez que bebí aquel whisky Jon estaba
conmigo. Era una borrachera en son de paz. La guerra la iniciamos el día que
él se tiró a la chica que yo deseaba. Hoy, tan absurdo. Entonces, una herida
imperdonable. Era una joven morena de ojos vedes del instituto. Marta le
torpe hasta la habitación de mis padres. Allí estaba. Una caja de cartón rota y
llenarme el vaso.
-Esto va por ti, hermano. –Levanté el vaso y sostuve tres pastillas en la otra
mano.
-¡Joder!
296
-Baja eso inútil –ordenó.
-El alcohol, ¿verdad? –Me dije borracho y cómico- Voy a lavarme la cara...
-Soy tu puta imaginación, sí -dijo con hastío-, pero si me has traído aquí
Bebí un poco de whisky del vaso. Decidí tomarme las pastillas para terminar el
-Hermano.
-¿Qué?
297
33
Lo oscuro
N
egro es el final de una vida. La oscuridad irrumpe siempre en nuestro
aquella noche alcohólica. Negro era el carbón que los dos siempre mordíamos
final de un ser vivo; para el que se va y a veces para el allegado que se queda.
libro. Y negra fue el color de la camiseta que llevaba Jon aquella noche.
298
Sonreía, bebía, sostenía entre sus dedos a la chica que yo quería, y de vez en
que nunca debí dejar escapar sin control. Después de aquella noche, una
Nunca quise dar aquel paso. Ni recuerdo el momento exacto en el que lo di,
pero lo di. Los dos lo dimos. Los dos iniciamos aquella batalla de reproches y
de ondear la bandera blanca, todo fue una farsa. Y al final, la sangre llegó al
Aquella noche, descubrí que por una chica llegaba a ser capaz de perder la
razón hasta límites insospechados. Aquella noche, descubrí que mis actos
trataban de eliminar las verdades que Jon arriesgó a chillarme. Quería borrar
ello, sin lugar a dudas, se unió mi increíble obsesión por las mujeres. Las
uno es tan joven y no ha disfrutado del sexo femenino ni una sola vez, ni ha
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Poco antes de que Jon me levantara la chica deliberadamente, yo quería
hacerlo con todas, y hacerlo como en las películas. Sin embargo, el sexo para
Desde mi primera paja siempre soñaba con “tirarme” a cada una de las miles
de mujeres que había en este “puto y enorme planeta”. Sin duda, cada coño
era un paraíso completamente distinto. Lo era cada par de pechos, cada beso,
cada movimiento sobre mi polla, cada caricia, cada olor, cada felación, cada
Demasiadas chicas a las que follar y la vida hija de puta me daba tan poco
sexo femenino. Éste ya nunca desapareció. Reflexioné y creí que tal vez era
teoría, pero si algún día la corroboraban, jamás querría curarme; matar ese
300
fecha, los únicos exámenes perpetrados en mí, detectaron drogas y un virus
La batalla obsesiva dio sus primeras patadas la tarde que pude oír de la propia
voz de mi hermano lo maravilloso que había sido follar con la chica que yo
más deseaba en aquella época. Marta llegó a venir conmigo al cine, e incluso
quince años. Mi hermano tenía diecisiete. Ella se colaba entre los dos en
hacía ni un mes de nuestra cita. Marta se perdió por el pasillo sin llegar a
Luego sí habló.
Había movido todos los hilos para que nuestros padres se fueran el fin de
-Eres un estúpido. Vete por las buenas, no quiero forzar las malas –advirtió.
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-Es cuestión de poderes, de talento –fanfarroneó-. Es algo que tú nunca
Los dos nos mantuvimos de pie mirándonos a los ojos. Yo traté de hacerme el
Mecano. Dejé escapar una sonrisa burlona. Jon me soltó y se retiró varios
-Jon, ella iba a ser mi primer polvo, ¡joder! Allí tenía que estar yo. –Señalé a
-Pero Marta es la que a ti te interesa –Rió-, y aún necesitas crecer mucho para
-No.
-¡Te he dicho que no! –Grité- ¿O quieres que llame a papá y mamá?
Jon se quedó con la palabra en el paladar. Al fin se detuvo, se retiró dos pasos
y aceptó mi chantaje. Aunque no frené su plan. Y lo que vino después fue una
tortura sicológica inolvidable. Me obligué a vivirla. Era una guerra fría que
creía ganar, pero me engañaba. Ella gemía sin recato. Cada suspiro que
emergía del otro lado de la habitación lo quise mío, pero yo no los provocaba.
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finalmente me fui de casa en pleno orgasmo. Me odiaba. Impotente y estúpido
caminé sin rumbo. Aquella noche, cuando regresé a casa, no pude dormir ni
Sin embargo, la gran batalla llegó la noche de su muerte. Toda una maldad
hasta los límites más extremos. Ella vestía una minifalda que apenas dejaba
hermano era la justa, hasta que el orín nos unió contra la pared. Allí, preso de
-Poco debió sentir con eso... –Apunté a su polla con mi pis y reí- Apenas la oí
gemir.
-Sin haber follado aún una sola vez en mi vida, lo haría mejor que tú, ¡seguro!
-¿Con esa mierda polla? –Reí, me subí la cremallera y le empujé mientras aún
meaba.
buen trago de mi bebida. Sonreí y reí recordando. Creí que sería el tanto dela
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soltura. Y a su regreso, Jon tampoco quiso discutir en público sobre su
rostro angelical.
Hizo un gesto con el dedo índice, dio un giro sutil hacia atrás y nos
-La verdad, Sergio, es que tú... me gustas –se sinceró en un susurro escuálido.
-¿Y Jon?
Suspendió las palabras en el aire, pero yo las creí atrapar y escuchar con total
nitidez. A escasos metros del bullicio, con el riesgo soplándome en las orejas,
no veía más que su maravilloso cuerpo desnudo sobre una bandeja de plata. Y
ella fue la que actuó, también nerviosa. Me cogió las dos manos y comenzó a
mis manos en todo momento. Yo me moría por acariciar su piel, pero ella me
frenaba. Las voces ya no me llegaban a los oídos. De pronto, ella introdujo sus
paralicé, como si el hielo hubiera envuelto toda mi piel. Iba a ser esa la
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primera vez que una mujer me tocaba la polla... Pero me equivoqué. La
mago la hubiera tocado con una varita, y yo, sin que pudiera evitarlo, fui
-Siempre serás un estúpido. Nunca apuntes tan alto con las chicas.
Nunca he olvidado aquellas dos frases, aquella acera, los rostros mirándome a
provocó su muerte.
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-¿Lo recuerdas, hermanito? –Pregunté volviéndome a servirme dos dedos de
whisky.
Jon se emborronaba ante mis ojos. Estaba quieto, sonriente y mirándome sin
vino después.
Me sentía tan ridículo... Deseé con todas mis fuerzas que vivieras mi misma
de paz con un mini de whisky. Era Jack daniels, como hoy. Entonces tenía un
poco de coca cola, como te gusta a ti. Tú aún tenías esa sonrisa maliciosa en
los labios. Tus ojos bailaban vidriosos, ebrios de felicidad. Marta ya se había
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en el hombro. Ahí estuve a punto de echarme atrás, pero tú bebiste y no lo
engañarte con facilidad. En mi defensa debo decir que no fue idea mía. Sabes
whisky con coca cola tenía LSD... y a saber qué más... No lo pregunté... Se
nos fue de las manos... Tras el primer mini, la droga no te había hecho
te lo bebieras todo. ¡Joder! Todo ocurrió muy deprisa. Estabas tan normal,
cuando tus pupilas parecían no mirarme, sentí que me ahogaba el miedo. Algo
Parecías poseído por un ser endemoniado. No eras tú, Jon, ¡No eras tú, joder!
lanzabas botellas, tenías miedo de las farolas, ¿recuerdas? ¡Ve hacia la luz!,
tanto, tan frío... Balbuceabas pero no te entendía nada. Dime algo, dime
algo, te pedía una y otra vez desesperado. Te traté de levantar para que
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respiraras mejor, grité, chillé, vociferé, me desgañité la garganta. ¡Te lo juro!
despedirte, sin previo aviso, te fuiste otra vez. Y entonces fue para siempre.
grito femenino y agónico. Mi cuerpo voló, golpeó contra la mesa y cayó sobre
mojándome la frente y la ira odiosa de mi padre sujetada por los débiles mis
podía ver la cara borrosa entre los bomberos, policías y vecinos. Aterrada.
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alcanzado mi mente. Cosido a la soledad, la medicación y un cuaderno en
equilibrista sin red que está a punto de pisar la cuerda por primera vez.
No recuerdo si fueron tres o cuatro meses el tiempo que transcurrió hasta que
detalles de aquel día. Recuerdo la ubicación de los rayos del sol sobre mi
maravilloso ‘Sopa de miso’. Supe que mi vida iba a recoger el equilibrio que
necesitaba.
identificaba el qué. Lo estaba viendo ante mis ojos, pero hacía tiempo que no
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hacia un interminable fotograma repleto de sensaciones y del que no sabía
plena felicidad.
-Hola, loco.
fin
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