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HACIA UNA CONSTRUCCIÓN DEL REINO DE DIOS

EN LA VIDA PRESBITERAL
SOLIDARIDAD, FRATERNIDAD Y COMUNION

Jesús no pensaba en sí mismo, como una persona aislada e individual, sino que siempre le
dio la importancia a construir un mundo mejor, arriesgando y entregando su vida al servicio
de los demás y quería compartir con sus amigos esta perspectiva de vida.

El estilo de vida de Jesús detonaba en quien lo seguía, sobre todo en los doce, un sentido de
orientación para instaurar el Reino de Dios, en el aquí y en el ahora. Por ejemplo, veamos
como un barco en mar abierto es orientado por la brújula, donde ésta juega un papel
esencial para llegar a un destino. Así mismo el Maestro busca que el discípulo se
comprometa desde su entorno a construir un encuentro de acompañamiento y participación
solidaria en la construcción Iglesia fraterna en comunión.

Dedicar tiempo a una obra noble ‘SER IGLESIA’ no es pérdida, es ganancia; porque
conlleva a una mera IDENTIFICACIÓN con Jesucristo en su ontología. Esta es la
experiencia de las primeras comunidades (cf. Hch 2, 41-47) y que entendieron en su
máxima expresión la autenticidad de Ser de Cristo.

Si estoy identificado con Cristo tomo el deseo de vivir como Cristo-hermano, es decir, me
identifico con el ‘otro’ en grado de mayor unidad y ser servidor para Reino y a ésto le
llamamos “EL QUE HACER DE LA IGLESIA”. Participamos del sacerdocio de Jesucristo
y esto me capacita a considerar el proyecto de vivir en solidaridad, fraternidad y comunión
como Iglesia.

En nuestro caso como presbíteros, al estilo de los doce, debemos abrirnos al amor total de
Dios, a recuperar el proyecto inicial de Jesús, a volver al origen de nuestro llamamiento, a
no hacer utopías de nuestros encuentros, sino a hacer realidad posible la búsqueda de la
COMUNION, en el amor con el prójimo como uno mismo.

A partir del año 2008 nuestra diócesis de Tepic ha apuntado hacia objetivos claros que
pueden ser alcanzables en la corresponsabilidad de cada uno de nosotros, pasando de una
Iglesia viva a una Iglesia de salida, y de una Iglesia de salida a una Iglesia samaritana.
Estos tres modelos de Iglesia no se tienen que perder de vista, porque juegan un papel
importante para todos.

Sin embargo, este paso no ha sido fácil, pero se tiene que avanzar. A partir de Noviembre
del 2015 se abre el camino a vivir 3 valores esenciales del Reino: la fraternidad, la
solidaridad y la comunión, como lo marca nuestro objetivo de la segunda fase:

Los bautizados y bautizadas que viven en la Diócesis de Tepic, compartiendo y


apoyándose en sus necesidades, son sensibles al valor de la fraternidad y
solidaridad, con el fin de ser Iglesia comunión.
A manera breve explicaré los 3 valores dentro de la vida ministerial:

Solidaridad: es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es


decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente
responsables de todos. El mensaje de Jesús y su vida nos hace posible reconocer el signo
viviente del amor inconmensurable y trascendente del Dios con nosotros, que se hace cargo
de las enfermedades de su pueblo, camina con él, lo salva y lo constituye en la unidad (Cf.
Flp 2,8)

Es estar mano con mano con el prójimo (presbítero), sabiendo que soy responsable de él en
lo que hago y dejo de hacer, procurando su salvación.

La Iglesia se abrió con el Concilio Vaticano II a dialogar con el hombre sobre todo en
orden a anunciar a Jesucristo, a construir el Reino de Dios en el mundo, a salvar:
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y los sufrimientos de los hombres, serán
los de la Iglesia de Cristo, los haremos nuestros, solidariamente en orden a la
salvación, sobre todo en esta cultura de la muerte”. (GS 1)

Para poder salvar, corresponsabilidad de todos los bautizados, debemos tender puentes, en
la sensibilidad del corazón de Cristo, de compasión y de misericordia en todo hombre, en
especial con el presbítero enfermo, marginado, pecador, etc. Es presentar al Dios de la vida,
proclamar con hechos el Reino de Dios, es decir, que se operen transformaciones reales
según el proyecto de Dios en el mundo. Ser generadores de vida.

Por doquier percibimos la cultura de la muerte: aborto, asesinatos, violencia, guerra, etc…
y dentro de la vida ministerial esta siendo más visible: pederastia, homosexualidad, pérdida
de conciencia del pecado, divisiones, falta de respeto unos con otros, etc.

¿Qué otros signos de muerte descubro en la vida presbiteral?


¿Qué tan solidario soy con mi hermano presbítero en vistas al Reino de Dios?
¿He optado por acercarme a mis hermanos presbíteros enfermos, marginados, pecador,
etc.?

Fraternidad: es un término derivado del latín frater, que significa hermano. Por esta razón,
fraternidad significa parentesco entre hermanos o hermandad. La fraternidad universal
designa la buena relación entre los hombres.

El Concilio Vaticano II, en la Lumen Gentium no. 28, nos dice:


“En virtud de la común ordenación sagrada y de la común misión, todos los presbíteros se
unen entre sí en íntima fraternidad que debe manifestarse en espontánea y gustosa ayuda
mutua, tanto espiritual como material, tanto pastoral como personal, en las reuniones, en la
comunión de vida, de trabajo, de caridad”.
“El sacerdote es por su naturaleza comunitario. No se puede ser sacerdote sin vivir y
trabajar con otros sacerdotes. El sacerdote necesita de otro sacerdote para ser y vivir como
sacerdote”. (C. Dillenschneider)

No somos rivales, ni nos dejemos llevar por la cultura de la competitividad, más bien “Si
somos hermanos, tratémonos como hermanos”. Si nos dejamos llevar, en orden al servicio
pastoral, podremos superar racionalismos o ambiciones subconscientes. Es más, la
propuesta es, santifícate y favorece la comunión fraterna, en línea de acompañamiento, a
través de las buenas relaciones humanas. No hay mejor confidente de un presbítero que otro
presbítero.

¿Cómo te sientes con…?

De parte del Obispo Del equipo sacerdotal

De la comunidad laical Dirección Espiritual

La fraternidad sacerdotal se desarrolla en la medida en que nosotros sepamos convivir y


compartir la vida con los demás sacerdotes. La convivencia es un arte y se construye en la
práctica.

Comunión: del gr. Koinonía, referido a la unión en común, por la fe. Es la actitud y la
realidad del bien común, participación, solidaridad, amor y servicio mutuo; es de contar
unos con otros, servirse unos con otros en torno a la unidad.

La comunión sacerdotal supone y comporta la adhesión de todos, obispos y presbíteros, a la


persona de Cristo. No se puede hablar de comunión si no estamos unidos a Aquél que nos
une. (Cf. Jn 15)

El Papa Juan Pablo II, en su Carta Novo Milennio Ineunte: “Hacer de la Iglesia la casa y la
escuela de la comunión”, significa que debemos promover la Espiritualidad de la
comunión, es decir, voltear la mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la
Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los
Hermanos que están a nuestro lado. Es una profunda amistad con el hermano, es valorarlo
como don de Dios ‘para mí’.

Todos nos necesitamos y somos complementarios, pues tanto aprende y necesita el joven
sacerdote del mayor, como el que tiene más años del joven. La autoridad que se nos ha sido
dada es en orden de un mejor servicio a la unidad. ¿Vivo la comunión como presbítero?

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