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UNIVERSIDAD CULTURAL

Juanita Juan J. Ramírez Vargas

CONCEPTO DE MUERTE La vejez está considerada como la etapa del ciclo vital
que empieza alrededor de los 65 años y que finaliza con la muerte. La muerte,
nuestra muerte, nos espera. Todos -tanto las personas que están escuchando
esta lectura como yo- vamos a morir. Se trata de un hecho natural, de una certeza
irrefutable, que debería acompañarnos desde la infancia. ―La hermana muerte‖
como decia San Francisco de Asis.

Se considera que no se puede hablar de vejez sin hacer referencia al hecho,


inevitable, de la muerte. De hecho, es bien sabido que la muerte nos incumbe a
todos. Para los ancianos la muerte es una realidad cercana, ya que muchos de
sus compañeros de vida (amigos, familiares, pareja) ya han muerto o están
afectados por enfermedades incurables y da lugar a que sea un tema más próximo
y tangible que en generaciones anteriores. Diferentes aspectos como el miedo, la
angustia y la influencia de factores culturales tendrán su implicación en la
gestación de este concepto en los ancianos y que serán tratados posteriormente.

La muerte contiene una enorme cantidad de incógnitas, pero es un hecho


inevitable, natural a la condición humana, como lo es el rechazo que despierta,
con la consiguiente angustia y temor. El hombre, sabe que morirá, y tiene
conciencia de este hecho, aunque no lo haya experimentado en él mismo. Desde
la antigüedad, el hombre se ha esforzado por asumir la muerte. Ya viejos poemas
hacen referencia a ella, lo que nos demuestra que ya en aquellos tiempos el
hombre se resiste a aceptar que va a desaparecer, y necesita creer, creer que
pervivirá en su alma. La ciencia define la muerte como el cese absoluto y definitivo
de todas las funciones biológicas, que incluye la interrupción total e irreversible de
las funciones circulatoria y respiratoria y el cese, también irreversible, de todas las
funciones cerebrales. Para la psicología, la muerte constituye una de las fuentes
de angustia más significativas e importantes. El cambio, y el envejecimiento
(―Nunca seré tan joven como hoy‖ dicen algunas personas) son unas constantes
en nuestro tiempo.

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CAMBIOS EN LA VIDA DEL ANCIANO. El envejecimiento es un cambio


progresivo inevitable. Es cierto que el declive y deterioro del cuerpo y de los
sentidos disminuye poco a poco nuestra libertad de acción, mientras que los
órganos internos nos dan toques de atención con sus averías. Pero también es
verdad que las connotaciones negativas y los prejuicios sociales que hoy se sitúan
en torno a la vejez no ayudan a adaptarnos a este cambio esperado y progresivo
que, como bien sabemos, se produce en todas las personas de forma natural. No
obstante, cada día más personas mayores convierten el paso de los años en una
experiencia de participación, de sabiduría y de satisfacción. No olvidemos que lo
que de verdad nos perturba no son los cambios relacionados con la edad, sino el
significado que le damos al paso de los años. Y como decía Luis Rojas Marcos en
una conferencia: ―La vida es cambio. El cambio es vida."

El duelo por la muerte de personas mayores


Cuando se produce una muerte en el seno de una familia y quien fallece es una
persona de edad muy avanzada, parece que hay menos derecho a sentirlo. La
frase “Es ley de vida” acalla y sentencia el dolor del doliente y le amputa el
derecho a sentir y a expresar su pérdida.
La pérdida de una madre o de un padre ya mayores (o de unos abuelos que han
sido como padres, o bien han estado presentes en la vida del doliente de una
manera determinante) requiere también de su espacio de dolor y atención.
No hay que dar nada por sentado en el duelo
Si hay una lección importante en lo que concierne al duelo es que no debemos dar
nada por supuesto. Esto quiere decir que para cada persona su duelo es único,
que el dolor o la experiencia que vive cada uno tras una pérdida genera un
proceso donde intervienen factores observables y otros muchos inconscientes,
derivados de la relación, el vínculo con el difunto, o el sistema familiar.
Esa parte es un misterio a resolver. Por eso no podemos anteponer teorías,
creencias o supuestos a la realidad de la experiencia sentida por el doliente. En el
duelo, como en la vida, lo que marca la reacción es la emoción, no la razón.
Parece que el hecho de clasificar, establecer categorías y teorizar forma parte de
la naturaleza del ser humano.
Acompañar el dolor sin juzgarlo
Esa tendencia de mirar al doliente con las gafas de la teoría y de lo supuesto nos
lleva a generalizar. También nos hace mantenernos distantes de la experiencia
emocional real que está atravesando la persona en duelo.
El no juicio y la intención auténtica de comprensión profunda es lo que nos acerca
al doliente y nos permite entender su mundo de referencia. Sólo desde ahí

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podemos conocer lo que supone una pérdida para otro. Y sólo desde ahí,
podemos acompañar.
La importancia de las despedidas en el duelo
Cuando fallece un ser querido de edad avanzada, lo más deseable es que
hubiésemos tenido espacio y tiempo para poder despedirnos. Ayuda poder estar
con esa persona y acompañarla en la medida de lo posible, además de anticipar y
actuar para la muerte que iba a venir.
Esto no implica idealizar las despedidas y dejar de hacer reales las relaciones,
sino poner atención en el momento vital que se atraviesa. Significa centrarse en la
realidad de la muerte y actuar de forma consciente, con decisión y tomando
decisiones relativas a lo que tal vez queda por decir o sería bueno expresar
aunque se dé por supuesto. Eso es podernos despedir: hacer consciente el
momento y decidir conscientemente y en consecuencia, dejando al lado
automatismos, evitaciones o mecanismos que nos alejen de la realidad.
Aun en el caso de tomar conciencia de ese momento y poder hacer una
despedida, el dolor de la pérdida está ahí, (aunque ya sería vivenciado de otra
manera) y necesita ser expresado y asimilado, para poder dejar paso a la vivencia
de cariño, de amor y de aprendizaje y legado.
La importancia del vínculo en el duelo
Uno de los determinantes importantes de cómo va a ser la reacción de duelo es el
vínculo que mantenían el fallecido y el doliente. Las reacciones intensas y muy
duraderas tras la muerte de una persona mayor nos hablan generalmente de una
historia de relación que pide ser repasada.
Atravesar y elaborar el duelo a menudo pasa por llevar a la luz la relación con el
fallecido: poder mirar con cierta distancia y con compasión las luces y las sombras
de cada uno y de la relación, los roles que inconscientemente se adoptaban, la
imagen que el doliente tiene de sí mismo respecto al fallecido y viceversa.
Duelo y sentimiento de culpabilidad
El vínculo y el apego es un aspecto muy sutil y muy complejo que, cuando ha
tenido tintes de inseguridad, de ambivalencia, de evitación, deja al doliente con
sensación de culpa, de haber sido mal hijo, de no haber podido cumplir las
expectativas que se tenían sobre él.
Ampliar el foco y poder trabajar sobre la relación, sin culpabilizar, pero con
responsabilidad, pudiendo mirar todo lo que conformaba la relación y que estaba
hecho de automatismos, reacciones inconscientes, creencias y legados
emocionales familiares, etc, todo ese trabajo aumenta la consciencia y, con ella, la
capacidad de poner internamente el duelo en el espacio interior que le
corresponde.

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El duelo de los cuidadores no profesionales


Las reacciones fuertes e intensas tras la muerte de una persona mayor también
suelen estar relacionadas con procesos de cuidado, de enfermedad larga, de
decisiones complicadas que, a veces, tras el fallecimiento, se convierten en culpa.
Los periodos largos de cuidado y de enfermedad con frecuencia dejan exhausto al
doliente.
Durante la fase intensa de cuidado es habitual que el cuidador deje a un lado las
necesidades propias, identificándose y diluyendo su identidad en la del enfermo.
El proceso de duelo implica entonces recobrar la escucha a uno mismo,
reaprender a cuidarse, a descansar, a escuchar el cuerpo y a la necesidad propia.
Se trata de un trabajo más profundo y complejo, que requiere tiempo y trabajo
interno por parte del doliente, ya que implica volver a conectar con uno mismo,
conectando con el “yo” más profundo que está detrás de la imagen de cuidador,
volviendo a recuperar y hacerse cargo de su propia vida, que a menudo se queda
suspendida y descuidada tras un periodo largo de cuidados .

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Todos los hijos se convierten en padres en la muerte de sus


padres
En la actualidad y por ley de vida, nuestros padres llegan o llegarán a edades muy
avanzadas. Esto conlleva un deterioro que exige una protección y un cuidado de
nuestros mayores que requiere de un cariño y una contemplación especial.
Por eso se dice que todos nos convertimos en padres de nuestros padres cuando
llega el momento de su muerte. Porque nos toca abrazarlos, darles de comer,
acariciarles con las palabras el alma y con nuestros cuidados. Nos convertimos en
el bastón de su alma cuando recordamos a través de nuestro afecto la calidez que
ellos nos han brindado toda la vida.
Es habitual que enfoquemos la vejez y la última etapa de la vida de una manera
negativa. Sin embargo, existen numerosas razones que nos ayudan a pensar que
precisamente es una etapa bonita y, además, indispensable para elaborar el
duelo.
Compartir ese momento con nuestros padres o abuelos significa compartir una
necesidad de afecto que, de alguna forma, también simboliza el principio de un
adiós. Significa sostener algo que nos hizo crecer y que nos dio la vida con la
misma fuerza con la que se despide.

Cuando sea mayor, el mensaje de los padres ancianos


Cuando en algún momento pierda la memoria o el hilo de nuestra conversación,
dame el tiempo necesario para recordar. Cuando no pueda comer solo, no
contenga mis esfínteres o no sea capaz de levantarme, ayúdame con paciencia.
No te desesperes porque esté mayor y tenga achaques. No sientas vergüenza de
mí. Ayúdame a salir a la calle, a respirar aire fresco, a contemplar la luz del sol. No
te rompas de impaciencia porque camino lento, no te exasperes si grito, lloro o «te
incordio» con batallas del pasado o del presente.
Recuerda el tiempo que yo he estado enseñándote a hacer lo mismo con lo que
necesito que me apoyes. Yo tengo una misión nueva en la familia, por eso te pido
que no desaproveches la oportunidad que se nos ha brindado. Ámame cuando
envejezca porque sigo siendo yo, aunque peine plata en mi pelo.

El último adiós a la vida


Para reflexionar sobre el papel de los hijos ante la vejez de los padres, Fabricio
Carpinejar nos brindó un texto maravilloso que puede ofrecernos luz en una etapa
que no siempre está iluminada. Es más, de hecho, generalmente resulta difícil
sentirnos bien, pues no podemos olvidar que su vejez supone un adiós a la vida
que nos enseñó a hablar, a crecer, a coger la cuchara o a caminar.

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Hay una ruptura en la historia de la familia, donde las edades se acumulan y se


superponen y el orden natural no tiene sentido: es cuando el hijo se convierte en el
padre de su padre.
Es cuando el padre se hace mayor y comienza a trotar como si estuviera dentro de
la niebla. Lento, lento, impreciso. Es cuando uno de los padres que te tomó con
fuerza de la mano cuando eras pequeño ya no quiere estar solo. Es cuando el
padre, una vez firme e insuperable, se debilita y toma aliento dos veces antes de
levantarse de su lugar.
cuando el padre, que en otro tiempo había mandado y ordenado, hoy solo suspira,
solo gime, y busca dónde está la puerta y la ventana que ahora le parecen muy
lejanas. Es cuando uno de los padres antes dispuesto y trabajador fracasa en
ponerse su propia ropa y no recuerda sus medicamentos.
Y nosotros, como hijos, no haremos otra cosa sino aceptar que somos
responsables de esa vida. Aquella vida que nos engendró depende ahora de
nosotros para morir en paz.

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Todo hijo es el padre de la muerte de su padre.


Tal vez la vejez del padre y de la madre es curiosamente el último embarazo.
Nuestra última enseñanza. Una oportunidad para devolver los cuidados y el amor
que nos han dado por décadas.
Y así como adaptamos nuestra casa para cuidar de nuestros bebés, bloqueando
tomas de luz y poniendo corralitos, ahora vamos a cambiar la distribución de los
muebles para nuestros padres. La primera transformación ocurre en el cuarto de
baño. Seremos los padres de nuestros padres los que ahora pondremos una barra
en la ducha.
La barra es emblemática. La barra es simbólica. Porque la ducha, simple y
refrescante, ahora es una tempestad para los viejos pies de nuestros protectores.
No podemos dejarlos solos ningún momento. La casa de quien cuida de sus
padres tendrá abrazaderas por las paredes. Y nuestros brazos se extenderán en
forma de barandillas.
Envejecer es caminar sosteniéndose de los objetos, envejecer es incluso subir
escaleras sin escalones. Seremos extraños en nuestra propia casa.
Observaremos cada detalle con miedo y desconocimiento, con duda y
preocupación. Seremos arquitectos, diseñadores, ingenieros frustrados ¿Cómo no
previmos que nuestros padres se enfermarían y necesitarían de nosotros? Nos
lamentaremos de los sofás, las estatuas y la escalera de caracol. Lamentaremos
todos los obstáculos y la alfombra.
¡¡Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte!!! Y pobre del hijo
que aparece sólo en el funeral y no se despide un poco cada día.
Mi amigo Joe acompañó a su padre hasta sus últimos minutos. En el hospital, la
enfermera hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de
cambiar las sábanas cuando Joe gritó desde su asiento: Deja que te ayude.
Reunió fuerzas y tomó por primera vez a su padre en su regazo. Colocó la cara de
su padre contra su pecho. Acomodó en sus hombros a su padre consumido por el
cáncer: pequeño, arrugado, frágil, tembloroso.

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CUANDO UN PROGENITOR MUERE: LIDIANDO CON LA PÉRDIDA DE SU


MADRE O PADRE
Cuando el padre o madre de un adulto muere, hay una expectativa tácita de que a
uno no le afectará. Se espera que un adulto acepte la muerte como parte de la
vida, que maneje todas las pérdidas repentinas de una manera adulta apropiada.
Pero realmente, ¿qué significa eso? ¿Que no debería estar triste? ¿Que debería
estar tan agradecido de que no murieron cuando era pequeño y que no necesita
llorar a sus padres? Las consideraciones anteriores demuestran una
subestimación del duelo.
El duelo es el reflejo de la conexión que se ha perdido. Esa pérdida no disminuye
porque es un adulto o porque su madre o padre vivió una larga vida. Nuestra
sociedad ejerce una enorme presión sobre nosotros para superar la pérdida, para
superar el duelo. Pero, ¿cuánto tiempo llora por el hombre que fue su padre
durante 30 años? ¿Llora menos por su madre de 50 años? La pérdida ocurre en
un momento, pero sus consecuencias duran toda la vida. El duelo es real porque
la pérdida es real. Cada pérdida tiene su propia huella, tan distintiva y única como
la persona que perdimos. No importa la edad que tengamos.
Cuando perdemos a un padre anciano, muchas veces los amigos bien
intencionados intentan ofrecerle sus condolencias, tales como: "Tuvo una vida
larga, debes estar contento con eso", o "Eres tan afortunada de que haya muerto
tan rápido". Sin embargo, estas palabras a menudo no resuenan cuando sufrimos
la pérdida de un padre o una madre que estuvieron a nuestro lado toda nuestra
vida. Nunca tendremos otro padre. Nunca tendremos otra madre.
La conexión parental
A veces olvidamos la profundidad de la conexión que tenemos con nuestros
padres. A menudo son nuestra principal conexión en el mundo y con el mundo.
Incluso si tenemos un cónyuge cariñoso, hijos y muchos amigos cercanos, la
muerte de un padre o madre significa la pérdida de una de nuestras primeras y
más importantes conexiones. La idea errónea de que un adulto maduro y capaz no
tendrá que llorar a sus padres puede hacer que las personas en duelo se sientan
aún más solos, ya que su duelo no se reconoce.
Reflexión
Después de que nuestros padres mueren, los vemos. Nos damos cuenta, quizás
por primera vez, de todo lo que hicieron por nosotros cuando éramos niños. Para
algunos de nosotros, cuando nos convertimos en padres o madres, apreciamos
los retos que nuestros propios padres y madres deben haber pasado. Obtenemos
una nueva perspectiva de sus vidas. Si idealizamos a nuestros padres y madres
cuando éramos niños, ahora también vemos sus defectos e imperfecciones. En el
caso de perder a uno de los padres, por ejemplo, a su madre, hay una gran

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oportunidad de conocer más sobre ella desde la perspectiva y las experiencias de


su padre sobreviviente.
En nuestra edad adulta, nuestra relación con nuestros padres cambia y continúa.
Antes de que un padre o madre se vaya, entendemos intelectualmente que
morirán algún día. Pero comprender y anticiparnos no nos prepara para el dolor
que sentimos cuando, como adultos, perdemos a un padre o madre. Al reflexionar
sobre la memoria de su ser querido, ya sea que esté solo o atravesándolo con un
padre o madre superviviente como se mencionó anteriormente, está comenzando
el viaje a través de las ya conocidas etapas del duelo.
Las 5 etapas del duelo
En “On Grief and Grieving” ("Sobre el Dolor y el Duelo"), un libro que escribí en
colaboración con Elisabeth Kübler-Ross, MD, hablamos sobre cómo han
evolucionado estas etapas desde su introducción y cómo han sido mal
interpretadas en las últimas décadas. Las personas creen erróneamente que están
destinadas a meter las emociones desordenadas en paquetes limpios. Pero las
emociones del duelo reflejan sentimientos y están más allá de la organización.
Son respuestas orgánicas a la pérdida, y así como no hay pérdidas típicas, no hay
respuestas típicas a la pérdida. La verdad es que nuestro duelo es tan individual
como nuestra vida.
Las 5 etapas del duelo—negación, ira, negociación, depresión y aceptación—son
parte del marco que conforma nuestro aprendizaje de vivir con lo que perdimos.
Son herramientas para ayudarnos a enmarcar e identificar lo que podemos estar
sintiendo; pero no para organizarlo. No son estaciones en una línea de tiempo de
duelo lineal. No todos pasan por todos ellas, y no hay un orden prescrito. Estas
etapas son las siguientes:
1. Negación
La negación en el duelo ha sido malinterpretada a lo largo de los años. Cuando
Kübler-Ross introdujo por primera vez la etapa de negación, se centró en la
persona que estaba muriendo. En el duelo después de la pérdida, la negación es
más simbólica que literal.
¿Qué sucede durante la etapa de negación?
La negación y el shock nos ayudan a sobrellevar y hacer posible la supervivencia.
La negación nos ayuda a controlar nuestros sentimientos de duelo.
Hay una bendición en la negación. Es la forma de la naturaleza dejar entrar solo lo
que podamos manejar.
¿Cómo se ve la negación?

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La negación es no creer que su padre o madre nunca va a volver a llamar o que


su padre o madre ya no está solo a un vuelo de distancia.
No puede comprender que nunca volverá a cruzar su puerta.
Al principio, podríamos estar paralizados por el shock.
En lugar de negar la muerte real cuando alguien dice: "No puedo creer que haya
muerto", en realidad la persona está comunicando que esta muerte es demasiado
para su psique.
Comienza a cuestionar cómo y por qué. Puede preguntar al revisar las
circunstancias, ¿cómo sucedió esto?
Ya no está en un modo externo de contar historias. Ahora se vuelve hacia adentro
mientras comienza la búsqueda de comprensión.
Usted explora las circunstancias que rodearon la pérdida. ¿Tuvo que suceder?
¿Tuvo que suceder de esa manera? ¿Hubo algo que lo pudo haber evitado?
La finalidad de la pérdida comienza a hacer efecto gradualmente. Ella no
regresará. Esta vez no lo logró. Con cada entendimiento de la verdad, comienza a
escalar la montaña de darse cuenta de que realmente se han ido. A medida que
acepta la realidad de la pérdida y comienza a hacerse preguntas, sin saberlo
comienza el proceso de sanación. Se estará fortaleciendo mientras la negación
comienza a desvanecerse. Pero a medida que avanza, todos los sentimientos que
estaba negando comienzan a emerger.
2. Enojo
El enojo es una etapa necesaria del proceso de sanación. Esté dispuesto a sentir
su enojo. Cuanto más lo sienta realmente, más comenzará a disiparse y más
rápido sanará. Hay muchas emociones bajo el enojo. Llegará a ellos a tiempo,
pero el enojo es la emoción que estamos más acostumbrados a manejar. Lo
elegimos, a menudo para evitar los sentimientos subyacentes, hasta que estemos
preparados para enfrentarlos. Puede parecer engorroso, pero mientras el enojo no
lo consuma durante un largo período de tiempo, es una parte legítima de su
manejo emocional interno.
El enojo no tiene que ser lógico o válido. Es importante sentir el enojo sin juzgarlo,
sin intentar encontrarle sentido. La vida es injusta. La muerte es injusta. El enojo
es una reacción natural a la injusticia de la pérdida. Si pudiera cambiar las cosas,
lo haría, pero no puede y no tiene la culpa.
Las personas pueden pedirle que se mueva rápidamente a través de su enojo,
pero es importante recordar que esto es parte del proceso de duelo. Las personas
también pueden sentir que su enojo está fuera de lugar, es inapropiado o
desproporcionado. Algunas personas pueden sentir que su enojo es demasiado

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duro o excesivo. No permita que nadie disminuya la importancia de sentir su enojo


completamente. Y no deje que nadie critique su enojo —ni siquiera usted. No
podemos cambiar las reacciones de otros a nuestro enojo. Todo lo que podemos
hacer es cuidarnos a nosotros mismos.
¿Qué sucede durante la etapa del enojo?
El enojo a menudo enmascara nuestro dolor, dando tiempo a que los sentimientos
intensos salgan a la superficie—sentimientos que pueden ser demasiado para
manejar en este momento.
El enojo significa que está progresando a través de su duelo.
El enojo afirma que puede sentir, que ama y que ha perdido.
Desafortunadamente, el enojo puede aislarlo de sus amigos y familiares en el
momento preciso en que más los necesite.
¿Cómo se ve el enojo?
Enojo con su padre o madre porque no se cuidó mejor.
O enojo porque usted no lo cuidó mejor.
Puede estar enojado porque no lo vio venir y cuando lo hizo, nada pudo detenerlo.
O puede estar enojado con los médicos por no poder salvar a alguien tan querido
para usted.
Su enojo puede tomar la forma de enfrentar el hecho de que le pueden pasar
cosas malas a alguien que significó mucho para usted.
Enojo con el sistema de salud, con la vida o con su padre o madre por morir.
Enojo junto con culpa y resentimiento.
También puede tener sentimientos de culpa, que es enojo vuelto hacia dentro de
usted.
De luto por un padre o madre por quien se tienen sentimientos negativos
Las personas a menudo tienen conflictos sobre la pérdida de un padre o madre
con quien tuvieron sentimientos negativos. El duelo confuso que sigue es que los
hijos adultos no pueden entender sentirse tristes y enojados con alguien que
realmente no les agradaba. Lloramos por aquellos que nos cuidaron de la manera
que se debería. También lloramos por aquellos que no nos dieron el amor que
merecíamos.
Puede estar en duelo por personas que fueron terribles para usted. Y si necesita
llorar por ellos, debe hacerlo. Debemos tomarnos el tiempo para llorar y

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experimentar el tipo de padres que teníamos y el tipo que nunca tuvimos, y


reconocer la realidad de que esas pérdidas no pueden ser dejadas de lado,
incluso si pensamos que la persona no merecía nuestro amor.
3. Negociación
Antes de una pérdida, parece que haría cualquier cosa si solo pudiera salvar a su
ser querido. Después de una pérdida, la negociación puede tomar la forma de una
tregua temporal. Nos perdemos en un laberinto de declaraciones "Si tan solo ..." o
"Qué pasa si...". Queremos que la vida vuelva a ser lo que era. Queremos que
nuestro padre o madre regrese. ... si solo, si solo, si solo.
¿Qué sucede durante la etapa de negociación?
La negociación puede ayudar a nuestra mente a pasar de un estado de pérdida a
otro.
Puede ser una estación de paso que da a nuestro psique el tiempo que necesita
para adaptarse.
La negociación puede llenar los vacíos que generalmente dominan nuestras
emociones fuertes a medida que sigue sufriendo a distancia.
Nos permite creer que podemos restaurar el orden en el caos que se ha originado.
¿Cómo se ve la negociación?
"Por favor, Dios", usted negocia, "nunca más me enojaré con mi madre si la dejas
vivir".
"¿Qué pasa si dedico el resto de mi vida a ayudar a otros? Entonces, ¿puedo
despertar y darme cuenta de que todo esto ha sido un mal sueño?
"Si hubiéramos encontrado el tumor antes y hubiéramos reconocido la enfermedad
más rápido".
"¿Y si pudimos haber detenido el accidente?"
Después de una muerte, la negociación a menudo se mueve del pasado al futuro.
Podemos negociar que volveremos a ver a nuestros padres en el cielo.
Podemos negociar y pedir un respiro de enfermedades en nuestra familia, o que
ninguna otra tragedia visite a nuestros seres queridos.
A medida que avanzamos en el proceso de negociación, la mente altera los
eventos pasados mientras explora todas las afirmaciones "qué pasaría si" y "solo
si". Tristemente, como adultos, llegamos a la conclusión inevitable ... la realidad es
que el padre o madre realmente se ha ido.

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4. Depresión
Después de la negociación, nuestra atención se mueve hacia el presente. Los
sentimientos vacíos emergen, y el duelo entra a nuestras vidas en un nivel más
profundo, más profundo de lo que jamás imaginamos. Esta etapa depresiva se
siente como si durara para siempre. Es importante entender que esta depresión no
es un signo de enfermedad mental. Es la respuesta adecuada a la pérdida de un
padre o una madre.
La depresión es una respuesta apropiada
La depresión después de una pérdida a menudo se critica como antinatural: un
estado que se debe arreglar, algo de lo que debe salir. La primera pregunta que
debe hacerse es si la situación en la que se encuentra es realmente deprimente o
no. La pérdida de uno de los padres es una situación muy deprimente, y la
depresión es una respuesta normal y apropiada. Cuando una pérdida se asienta
por completo en su alma, la comprensión de que su padre o madre no mejoró esta
vez y que no regresará es comprensiblemente deprimente.
La depresión es un paso hacia la sanación
Si vemos el duelo como un proceso de sanación, entonces la depresión es uno de
los muchos pasos necesarios en el camino. Si tiene la conciencia para reconocer
que está en depresión o que le han dicho muchos amigos que está deprimido, su
primera respuesta puede ser resistir y encontrar una salida. Encontrar una forma
de salir de la depresión es como entrar en un laberinto, temeroso de que no haya
salida.
Cómo lidiar con la depresión
Tan difícil como es, la depresión se puede tratar de una manera paradójica. Véalo
como un visitante, tal vez no bienvenido, pero que está de visita, le guste o no.
Haga un lugar para su invitado. Invite a su depresión a acercar una silla al fuego y
siéntese con ella, sin buscar una forma de escapar.
Permita que la tristeza y el vacío lo limpien y lo ayuden a explorar su pérdida en su
totalidad. Cuando se permita experimentar la depresión, generalmente se irá tan
pronto como haya cumplido su propósito en su pérdida. A medida que se fortalece,
puede regresar de vez en cuando, pero así es como funciona el duelo.
¿Qué pasa durante la etapa de depresión?
Aunque es difícil de soportar, la depresión tiene elementos que pueden ser útiles
en el duelo.
Nos ralenta y nos permite hacer un balance real de la pérdida.
Nos hace reconstruirnos desde cero.

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Despeja el espacio para crecer.


Nos lleva a un lugar más profundo en nuestra alma que normalmente no
exploraríamos.
5. Aceptación
Esta etapa consiste en aceptar la realidad de que nuestro ser querido se ha ido
físicamente y que esta nueva realidad es permanente. Nunca nos gustará esta
realidad ni estará bien, pero finalmente la aceptaremos. Aquí es donde nuestra
sanación y ajuste final pueden mantenerse firmes, a pesar del hecho de que la
sanación a menudo se ve y se siente como un estado inalcanzable.
¿Qué sucede durante la etapa de aceptación?
Nosotros, los sobrevivientes, comenzamos tristemente a darnos cuenta de que era
el tiempo de nuestro ser querido para morir.
Por supuesto, era demasiado pronto para nosotros, y probablemente demasiado
pronto para él o para ella también. Quizás era muy viejo o vieja o estaba lleno de
dolor y enfermedad. Tal vez su cuerpo estaba agotado y estaba lista o listo para
que su vida terminara. Pero nuestra vida aún continúa. Todavía no es hora de que
muramos. De hecho, es hora de que sanemos.
A menudo aceptamos nuestra propia mortalidad.
Aprendemos a vivir con la muerte y comenzamos a vivir dentro de la nueva norma.
¿Cómo son la aceptación y la sanación?
Recordando, recolectando y reorganizando.
Podemos dejar de estar enojados con Dios; podemos tomar conciencia de las
razones de sentido común de nuestra pérdida, incluso si nunca entendemos
realmente las razones.
Reorganizar los roles, reasignándolos a otros o asumiéndolos nosotros mismos.
Ahora tratamos de vivir en un mundo en el que falta nuestro padre o madre. Al
resistir esta nueva norma, al principio muchas personas quieren mantener la vida
como era antes de que un ser querido muriera. Con el tiempo, a través de
fragmentos de aceptación, vemos que no podemos mantener el pasado intacto.
Ha sido cambiado para siempre y debemos reajustarnos.
Obligaciones prácticas
En nuestro duelo, mientras las emociones pesadas fluyen dentro de nosotros,
todavía estamos llamados a completar las obligaciones prácticas de atar los cabos
sueltos del mundo de nuestros padres. Una de las tareas que tenemos ante

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nosotros en nuestro duelo es ocuparnos de las posesiones de nuestros padres.


Cualesquiera que sean sus posesiones, ya sean los artículos más valiosos o las
cosas pequeñas y de bajo costo que recogieron a lo largo de los años, todas son
simbólicas. Representan cosas que significaron lo suficiente para que nuestros
padres decidieran conservarlas. La gente a menudo considera que esta es una
tarea abrumadora.
Encargándose de las posesiones de su padre o madre
Considere invitar a un amigo para que lo ayude.
Use esto como un viaje de descubrimiento para revelar recuerdos que olvidó hace
mucho tiempo.
También puede usar este proceso difícil para aprender cosas nuevas sobre sus
padres.
Puede sentir que está invadiendo su privacidad, pero recuerde: ¿a quién más
querrían para hacer esto además de usted? ¿Quién protegería su privacidad y su
dignidad mejor que usted?
Tenga una cámara consigo. Los elementos que desea recordar pero que nunca
volverá a utilizar pueden recordarse con una imagen y entregarse a alguien que
pueda usarlos.
Dejar ir los artículos
Puede ser difícil dejar de lado ciertas cosas que representan a sus padres para
usted. Otros artículos quizás desee conservar para sus amigos, familiares o quizás
para sus hijos. Mantenga algunos de ellos y dé el resto a una organización
benéfica de su elección. Este puede ser el regalo final de sus padres para el
mundo. Imagine cómo estas cosas podrían ayudar a alguien más que no tiene el
dinero o los recursos para comprar todo lo que necesita. Ahora, alguien más
puede obtener placer y encontrar utilidad para algunas de las posesiones más
preciadas de sus padres.
Cuando tiene un padre o madre sobreviviente
Algunos de ustedes pueden empacar las pertenencias de un padre o madre
fallecido con el padre o madre superviviente. Usted puede ser el que suavemente
los ayude a superar esta tarea. Sea paciente, sea amable y tome tiempo para
hablar sobre los recuerdos.
Diferencias de duelo
A medida que trabajamos para equilibrar nuestros mundos interno y externo,
podemos sorprendernos al descubrir que cada uno de nosotros sufre de manera
diferente, incluso entre los hermanos, uno puede llorar con muchas lágrimas y el

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otro sin nada. Uno puede sentirse apoyado en un grupo, el otro puede anhelar
tiempo a solas con su duelo.
Sin ser conscientes de ello, algunos de nosotros tendemos a sentir que nuestra
forma de duelo es la correcta. Creemos que los demás deberían llorar como
nosotros. Independientemente del dolor que sentimos, generalmente caemos
hacia un extremo del péndulo o el otro. O estamos "en duelo de la manera
correcta (a nuestro modo)" o juzgándonos a nosotros mismos que estamos en
duelo de "la manera equivocada".
Al final, necesitamos compasión por nosotros mismos y por quienes nos rodean.
Hemos sufrido una gran pérdida en nuestra vida, una que nos ha conmocionado
hasta el corazón, y más aún si somos de los muchos que perdieron a un padre
tras el otro, dejándonos sintiendo aún más desconectados del mundo.
La vida sin Mamá o Papá en el mundo
Ya sea que nuestros padres vivan cerca o lejos, sean emocionalmente cercanos o
lejanos, nos mueven en el mundo. A menudo no pensamos en ellos como un
ancla invisible, pero en verdad, tienen un lugar en nuestra línea de tiempo
generacional. Han estado allí desde el momento en que nacimos y aunque,
intelectualmente, sabemos que morirán algún día, ¿cómo nos imaginamos algo
que siempre ha estado allí, de repente desaparecido? ¿Puede imaginar un mundo
sin cielo? Por supuesto que no. Siempre ha estado ahí.
La muerte de uno de los padres nos lleva a un mundo en el que hemos pensado
pero para el que no nos podíamos preparar por completo. De repente exploramos
un nuevo terreno, nos sentimos desarraigados o como si el suelo se hubiera
desprendido debajo de nosotros. Y de una manera simbólica, realmente lo ha sido.
Una nueva relación
Al sanar, aprendemos quiénes somos y quiénes fueron nuestros padres en la vida.
De una manera extraña, a medida que avanzamos en el dolor, la sanación nos
acerca a la persona que amamos. Una nueva relación comienza. Aprendemos a
vivir con el padre o madre que perdimos.
Ahora que llega al final de una vida, esa misma vida que le dio la vida, el recuerdo
está enterrado en lo profundo de su corazón y mora en lo profundo de su alma.
Una nueva relación continuará con ese padre o madre, no una relación física, sino
una en la que el padre o la madre vive en su corazón. Continuará recordándolos,
pensando en ellos y amándolos, por el resto de su vida hasta que se reúnan.
Poco a poco, retiramos nuestra energía de la pérdida y comenzamos a invertirla
nuevamente en la vida. Ponemos la pérdida en perspectiva, aprendiendo a
recordar a nuestros seres queridos y conmemorando la pérdida. En los días
venideros, a medida que pasa el tiempo, aún puede doler, pero con el tiempo
duele con menos frecuencia. Todo lo que fue su padre o madre, todo el amor que

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compartió y la relación que tenía no morirá. Esa profundidad de amor, esa


profundidad de cuidado, es eterna. Nunca podemos reemplazar a nuestros
padres, pero podemos fortalecer nuestras conexiones familiares a medida que
encontramos un significado nuevo y más profundo en nuestras relaciones
existentes. Comenzamos a vivir de nuevo, pero no podemos hacerlo hasta que no
le hayamos dado tiempo al duelo.

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Duelo Por La Muerte De Un Padre


La palabra padre proviene de la raíz “pater”, que en las lenguas griega y latina
significa, no  solo progenitor, es decir el que engendra un hijo, sino además,
cabeza de casa, de una familia, de una tribu o de una nación. También significa
antepasado, patrón, fundador, protector y persona digna del más grande respeto.
Sigmund Freud señalaba acerca del papel que tiene el padre en la formación
psicológica de una persona: “No puedo concebir ninguna necesidad tan
importante durante la infancia de una persona, que la necesidad de sentirse
protegido por un padre”.
En la cultura tradicional la imagen del “buen padre”, es la de “proveedor” que
satisface todas las necesidades materiales del hogar, estando dispuesto a “hacer
todos los sacrificios necesarios” y de trabajar hasta el agotamiento con tal de  “que
no les falte nada a sus hijos”. El estímulo a este esfuerzo debería ser verlos crecer
y disfrutar su amorosa compañía día por día; pero como se ve obligado a pasar la
mayor parte del día trabajando fuera de la casa, esta recompensa  se ve
bloqueada o limitada porque el padre proveedor, tiene también la tarea de ser el
que corrige y aplica la disciplina a sus hijos, resultando inevitablemente afectada,
su relación afectiva con ellos.
En la actualidad, bajo el impacto de la crisis económica y del cambio en los
valores de la vida moderna, la imagen del padre como proveedor único o principal
de la familia, ha ido cambiando. Así, cada vez es más frecuente el caso de madres
solteras y de padres “abandonadores” que dejan a sus mujeres con la tarea de
criar y educar a sus hijos cumpliendo los roles de padre y madre.
Por otra parte, la ciencia ha abierto posibilidades inéditas a las mujeres que
deciden embarazarse sin la participación de un padre. En medio de estos
cambios, parece seguir vigente el principio de que el verdadero padre no es el que
simplemente engendra, sino sobre todo el que cuida el desarrollo y la maduración
de sus hijos.
Así mismo, el incremento de la esperanza de vida, ha dado por resultado que se
acumulen generaciones y coexistan bisabuelos, abuelos, hijos y nietos. De esta
manera los padres ancianos siguen preocupándose y protegiendo a hijos adultos,
casados, divorciados, viudos y también ancianos. Es decir que las tareas de los
padres ya no terminan con la llegada de sus hijos a la mayoría de edad.
En los matrimonios de ancianos que han rebasado los 30 y hasta los 50 años de
unión, la mujer puede adquirir la figura materna ante su esposo y éste la de padre
ante su esposa. De ahí que cuando una mujer pierde a su marido, tiene dos
duelos, el de viuda y el de orfandad.
Todo lo anterior muestra que el rol del padre en cualquier edad de los hijos, no es
fácilmente sustituible o compensado por otras figuras, pues a la construcción de la

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personalidad y de la vida psíquica de sus hijos, hace aportaciones fundamentales


para la formación de sus sentimientos de seguridad, confianza en el porvenir, en
su criterio moral para distinguir el bien del mal, de su conciencia para auto-regular
sus reacciones emocionales y conductas no funcionales y no saludables.
La madre le dice al hijo: “ten cuidado con lo que vas a hacer, no te vayas a
lastimar”; “te amo, no importa lo que hagas o logres”. El padre le dice: “avanza,
arriésgate y esfuérzate”, “estaré orgulloso de lo que consigas”, “yo te apoyo
porque te amo”. Ambas posturas son indispensables y complementarias para el
desarrollo físico y salud emocional de sus hijos, cerrando así el círculo virtuoso de
amor incondicional y responsable, que fructificará en personas sanas, generosas y
felices.
Muchos especialistas, no hacen diferencia entre el duelo por la muerte del padre y
el de la madre, en cuanto estructura, dinámica y consecuencias. La razón no es
que sean iguales, sino que debido a la mayor importancia que se ha dado al
estudio del duelo por la madre, se ha estudiado y atendido en menor medida al
que ocurre por la muerte del padre.
Siendo específicos sobre este duelo podemos señalar que como su contenido de
protección es dominante, el sentimiento más destacado, es el desamparo, que se
traduce emocionalmente en sentirse solo, indefenso, abandonado, huérfano,
desvalido, desabrigado, descuidado, perdido, extraviado, inerme, entre otros
sentimientos e imágenes mentales.
El mismo Freud expresa en su autoanálisis ante la muerte de su padre (un hombre
estricto, frío y más bien distante en la relación con su hijo), que ante la conciencia
de su orfandad, se sentía hondamente comprometido y no sólo con su presente,
sino y fundamentalmente con su pasado.
Desde su perspectiva teórica que incluye conceptos como el complejo de Edipo, la
regresión a la etapa oral, la identificación, la respuesta neurótica y otros más, los
sentimientos, primero de compasión durante la enfermedad del padre y luego de
culpa cuando ha muerto, están relacionados a la hostilidad reprimida hacia él. En
este esquema terapeútico, la tarea de apoyo en el duelo es hacer consciente la
irracionalidad del sentimiento de culpa, disolverlo y evitar la retribución con el
autocastigo.
Dejando aparte estos abordajes complejos del psicoanálisis freudiano, se puede
afirmar que no hay una configuración única del duelo por la pérdida de un padre.
Cada duelo es único, según las edades del padre y del hijo o hija, del tipo de
muerte (inesperada, por enfermedad crónica, por violencia), de la historia personal
de ambos, de sus experiencias previas de duelo, entre otros, varios
determinantes.
En conclusión, la muerte real o virtual (cuando hay separación o abandono) del
padre, es el acontecimiento más fundamental en la historia personal de un hijo, no

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importa su edad o sexo, debido al impacto y las consecuencias que tiene en las
diversas dimensiones de su personalidad y proyecto global de vida. Por ello para
hacer frente al duelo, debemos fortalecer la red de apoyo social (familiares y
amistades) y en caso de ser necesario (cuando el duelo es reprimido, aplazado, o
patológico) acudir con profesionales (médico, psicólogo, tanatólogo, psiquiatra,
consejero espiritual) que auxilien en este proceso.

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