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Dion Fortune
Me parece que este artículo trata de forma muy clara -como todos los escritos de Dion Fortune-, un tema
complejo, motivo por el cual deseo compartirlo.
Si estudiamos las vidas y los escritos de estos hombres y mujeres que trataron
de adquirir el conocimiento, no meramente por el conocimiento mismo, sino para
poder aplicar ese conocimiento para alivio del sufrimiento humano, nos llamará
grandemente la atención constatar que estas vidas tienen muchísimos puntos en
común, factores que los destacan de las vidas de otras personas eminentes de
otros tiempos. Generalmente tienen, desde su infancia, el presentimiento de
algún trabajo que tienen que hacer, y nunca desfallecen en su vocación. Tarde o
temprano se les presenta la oportunidad de realizar y nunca vacila su devoción
ni su dedicación al mismo. Y luego, sean agnósticos o creyentes (rarísimas
veces se encuentran ateos entre ellos), tienen la sensación de estar en contacto
con algo superior a ellos mismos y de que son utilizados como instrumentos
para el servicio de sus semejantes. También podemos comprobar muchas veces
que estas personas, aunque frecuentemente sean de cuerpo débil, poseen una
especie de poder suprahumano de resistencia cuando se encuentran al servicio
de esa Potestad, que ellos invariablemente atribuyen a una fuente exterior a
ellos mismos.
Es un hecho bien conocido que los similares se atraen y que tarde o temprano
somos arrastrados hacia la sociedad de nuestros semejantes. Y esto es
especialmente cierto entre aquellos que se han puesto en contacto con lo Divino:
Las grandes corrientes mentales que circulan por el Cosmos, en la misma forma
que las corrientes magnéticas que circulan por la tierra, lo arrastran
indefectiblemente a su lugar adecuado. Por este motivo la Ciencia Espiritual no
sale nunca a buscar sus discípulos, pues sabe que los discípulos vendrán
a ella. Nunca vemos que las logias ocultas se anuncien en los pizarrones, pero
sí podemos sentir cuando se establece una corriente determinada en la mente
de los seres humanos. ¿De qué manera alcanza el ser humano el punto de
madurez necesaria para obtener esta profunda experiencia espiritual? Ya hemos
visto que sólo las personas de un carácter especial son las que reciben la
iniciación.
¿Cómo se adquiere ese carácter?
La primera cosa con la que traba conocimiento es con el ritual, la forma exterior.
Pero eso basta para despertar la curiosidad, y si una mente puede ser
estimulada a hacer alguna pregunta, ello demuestra que está pronta para recibir
la respuesta.
Consideremos ahora lo que ocurre en nuestra vida actual si hemos seguido ese
camino en el pasado. Para empezar tenemos que recapitular lo pasado. Tan
pronto como empezamos a pensar por nosotros mismos nos encontramos en el
punto en que quedamos al partir. Aunque no tengamos todavía los datos reales
sobre los cuales podamos basar nuestras opiniones, encontramos que nuestra
mente ya posee ciertas conclusiones, las cuales, para los que no ven las cosas
desde nuestro punto de vista, parecen prejuicios irrazonables. Sin embargo,
forman parte tan intrínseca de nuestro ser interno que ninguna prueba ni
argumento nos puede hacer vacilar; sabemos en la misma forma que sabemos
que tenemos pies y manos, porque este conocimiento ha sido infundido en
nosotros por siglos de experiencia y la presión de una sola vida es insuficiente
para obligarnos a salir de esas sendas tan grabadas. Así es como ocurre que
una persona pueda pasarse toda la vida sin encontrar la menor simpatía o apoyo
para sus puntos de vista, y, sin embargo, mantenerse firme. Pero tarde o
temprano, quizás no sea antes que en el momento de morir, será atraído hacia
la compañía de sus hermanos y compañeros.
Estas ideas parecen como si fueran inherentes a la mente y por eso se
recuperan enseguida y cada vislumbre fugitivo que tenga relación con la materia
se graba en la memoria, como si tuviera una fascinación peculiar propia. Todos
recordamos, sin duda alguna, haber leído muchas novelas, cuyo argumento se
nos ha olvidado por completo, pero que, si ha habido en ellas la menor
referencia a los Misterios, esto si lo recordamos. Todos los estudios de esta
naturaleza vienen con facilidad al estudiante, porque en realidad no está
aprendiendo sino revisando; no está introduciendo nuevas ideas en su mente
por primera vez, sino que está recordando conscientemente lo que yacía
subconscientemente en él mismo. Una gran parte de nuestra subconsciencia
persiste de vida en vida. La mente consciente es lo que tenemos que construir
de nuevo en cada encarnación.