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Lo eterno y absoluto. Este es el tema que ocupó al gran discípulo de Sócrates. Platón (427-347 a.
C.) sintió la fascinación por un tipo de realidad a la que desde lo más íntimo de nuestro ser
aspiramos. Profundamente insatisfechos en nuestra condición de "prisioneros de la caverna"
aspiramos a otra vida más plena y afín a nuestro ser esencial. El mundo eterno de las Ideas será el
fundamento objetivo, "alimento de las alas de nuestra alma", como nos dice Platón en Fedro, en el
que nuestra Razón debe sustentarse para alcanzar los tres grandes propósitos de la vida: la
Verdad, el Bien (que para Platón se cifra en el bien individual y social) y la Belleza.
Recogiendo el testigo de Sócrates, y en clara oposición a los sofistas, Platón defiende en sus
"Diálogos" una de las teorías filosóficas más completas e influyentes. Para destacar la importancia
del maestro de Aristóteles, Whitehead afirmó que la filosofía occidental no es más que una serie
de notas a pie de página de las obras de Platón. Este juicio es exagerado pero indica muy bien la
extraordinaria importancia que tiene la filosofía de Platón en la historia del pensamiento
occidental. Con su estilo literario genial e inconfundible, nos ofrece Platón en sus "Diálogos" uno
de los sistemas filosóficos más originales de la antigüedad; su influencia se puede rastrear en
muchas de las filosofías posteriores y llega incluso hasta doctrinas tan importantes en el siglo XX
como la fenomenología.
Alma
Platón interpreta el alma principalmente en dos sentidos: el alma como aquello que permite a los
seres vivos realizar actividades vitales, y, en el caso del alma humana, como el principio divino e
inmortal que nos faculta para el conocimiento y la vida buena.
Al igual que todos los griegos, Platón, consideró que el alma es el principio que anima los cuerpos
de los seres vivos, que les da vida y movimiento. Pero lo peculiar de su concepción se muestra en
su visión del alma como principio de racionalidad y dotada de carácter divino. Para este autor el
alma es la parte más excelente del hombre, gracias a ella podemos alcanzar la ciencia y realizar
acciones buenas; el alma ―al menos la parte más excelente― nos vincula con el mundo divino y
está dotada de un destino inmortal.
Alma Racional
Parte superior del alma humana, inmortal y divina. Gracias a ella alcanzamos el conocimiento y la
vida buena.
El "mito del carro alado" representa el alma racional con la metáfora del auriga. Es la parte más
excelente del alma, se identifica con la razón y nos faculta para el conocimiento y la realización del
bien y la justicia. Es un principio divino y dotado de inmortalidad. La sitúa en la cabeza (el cerebro).
Alma Irascible
El "mito del carro alado" representa el alma irascible con la metáfora del caballo bueno y dócil a
las instrucciones del auriga. Gracias a esta parte el auriga puede seguir a los dioses hacia el mundo
de las Ideas y la contemplación de la Idea de Bien. En el alma irascible se encuentra la voluntad, el
valor y la fortaleza. Platón no defiende con claridad ni su mortalidad ni su inmortalidad. La sitúa en
el pecho (el corazón).
Alma Concupiscible
Parte mortal del alma humana responsable de las pasiones, placeres y deseos sensibles.
En el "mito del carro alado", Platón representa el alma concupiscible con la metáfora del caballo
malo, poco dócil y que dirige al carro hacia el mundo sensible. Es la parte del alma humana más
relacionada con el cuerpo y en ella se encuentran los placeres sensibles y los apetitos o deseos
sensibles (deseos sexuales, apetitos por la comida, la fama, la riqueza...). Por estar tan
íntimamente ligada al cuerpo se destruye cuando éste muere. La sitúa en el abdomen (hígado).
"- Como, según lo dicho, el alma de cada uno, al igual que la ciudad, se divide en tres partes,
nuestra demostración, a mi entender, recibe una segunda prueba.
- Tú dirás.
- Veamos: al ser tres esas partes, serán tres igualmente los placeres que se corresponden con
ellas. Del mismo modo los deseos y los cargos.
- ¿Cómo dices? -preguntó.
- Hay una parte, decíamos, con la que el hombre conoce; otra, con la que se encoleriza, y una
tercera a la que, por su variedad, no fue posible encontrar un nombre adecuado; esta última, en
atención a lo más importante y a lo más fuerte que había en ella, la denominamos la parte
concupiscible. Este nombre respondía a la violencia de sus deseos, tanto al entregarse a la
comida y a la bebida como a los placeres eróticos y a todos los demás que de estos se siguen; y la
considerábamos amante de las riquezas, por satisfacerse con ella esos deseos, de manera más
especial.
- Esa es la denominación razonable -dijo.
- Si añadiésemos, además, que el placer más afín de esta facultad es la ganancia, ¿no
apoyaríamos nuestra idea en un principio fundamental hasta el punto de aclarar para nosotros la
referencia a esa parte del alma?. ¿No crees que la llamaríamos con razón ansiosa de riquezas y
ganancias?.
- Sí, eso creo -dijo.
- Bien. Hablemos de la parte irascible; ¿no decimos que arrastra siempre y enteramente a la
dominación, a la victoria y al deseo de gloria?.
- ¿Convendría, pues, que la llamásemos amiga de disputas y honores?.
- Sería lo mejor.
- En cuanto a la parte que conoce, resulta claro para todos que tiende siempre y por completo a
conocer la verdad, dondequiera que se encuentre, y que nada le importa menos que las riquezas
o la reputación.
- Así es.
- A esta habrá que llamarla con toda justicia amante de la ciencia y del saber.
- ¿Cómo no?.
- ¿Y no es verdad también -pregunté- que unas veces manda en el alma de los hombres esa parte
ya dicha, otras alguna de las dos restantes, según convenga?.
- En efecto - dijo.
- De ahí que para nosotros los caracteres principales de hombres sean tres: el filosófico, el
ambicioso y el avaro.
- No cabe duda."
Platón, República, 580, e
DUALISMO ANTROPOLÓGICO
DUALISMO ONTOLÓGICO
Aunque los dos mundos tienen existencia y realidad, es el Mundo Inteligible el
fundamental y primero, mientras que el Mundo Sensible tiene ser e inteligibilidad en la
medida en que participa o imita al Mundo de las Ideas. Platón utiliza en ocasiones la
expresión "Mundo visible" para referirse al Mundo Sensible.
Aunque algunos autores señalan la influencia de elementos religiosos como los
pitagóricos o la motivación política para explicar porqué Platón postuló dicha teoría, no
hay que olvidar que la motivación más importante es de carácter filosófico y tiene que
ver con, al menos, los siguientes argumentos:
Según Platón, términos universales como los nombres comunes (“mesa”,
“casa”...), los adjetivos (“bueno”, “bello”...) o los sustantivos abstractos (“virtud”,
“belleza”, “bien”...) no se refieren directamente a las cosas individuales que se ofrecen
a los sentidos (esta mesa concreta, este hombre concreto, este cuadro bello
concreto...) sino a entidades universales como la Belleza, el Bien, el Hombre... Estas
entidades o Formas son lo que tradicionalmente se denominan esencias de las cosas
pero, desde su punto de vista, separadas de las cosas individuales, las cuales
participan o imitan a dichas Formas (la mesa concreta es mesa porque de algún modo
participa de la Idea de Mesa...); Aristóteles llamará a esta prueba argumento del “uno
sobre muchos”.
EN EN EN TEORÍA DEL EN
EN ÉTICA EN POLÍTICA
ONTOLOGÍA ANTROPOLOGÍA CONOCIMIENTO ESTÉTICA
reivindicació reivindicació
n del n de la erótica
dualismo dualismo conocimient figura del o
intelectualis
ontológic antropológic o absoluto y “rey- dialéctic
mo moral
o o critica filósofo” y a del
radical al autoritarism amor
relativismo o ilustrado
belleza
conocimiento
absoluta;
estricto; bien moral;
Mundo de justicia aspiració
alma aspiración a aspiración al
las Ideas política n a la
la Verdad Bien absoluto
Belleza
absoluta
absoluta
belleza
Mundo imperfect
cuerpo mera opinión mal moral injusticia
Sensible ay
relativa
Para Platón, el alma nos iguala a los dioses y permite el conocimiento de las
Ideas; distingue tres partes en ella: la racional, representada en el mito del carro alado
por el cochero; es la más noble y elevada, y su función es conocer intelectivamente y
guiar a las otras dos; la irascible, representada por el caballo bueno y hermoso,
símbolo del valor y la voluntad; y la parte concupiscible, representada por el caballo
malo, difícil de guiar, símbolo del deseo y la pasión sensible inmoderados. El alma
busca la liberación del cuerpo y en esa búsqueda practica la filosofía como
aproximación intelectual al mundo que le es propio. La parte racional del alma debe
intentar purificar al individuo de los apetitos sensibles, y le corresponde dirigir la
conducta humana. El dualismo antropológico de Platón se caracteriza por mantener
una radical escisión en el hombre: el alma inmortal, lo más divino, principio de
conocimiento y moralidad; y el cuerpo, origen de la ignorancia y del mal. Para Platón el
cuerpo y sus pasiones son responsables de todas nuestras desgracias y sufrimientos.
La tarea más importante del hombre será, por ello, la práctica de la virtud, basada en
la renuncia a los apetitos corporales, y la práctica de la filosofía. La purificación moral e
intelectual tiene como objeto que las almas se dejen guiar por lo que es justo y recto y
de ese modo cumplan con su destino último, la morada divina, en donde preexistían.
La teoría de las Ideas de Platón permite la superación del relativismo moral de los
sofistas, pues las Ideas serán el fundamento objetivo y eterno de la vida moral. Platón
quiere averiguar lo que sea el Sumo Bien para el hombre. El Bien absoluto son las
Ideas, cuya contemplación es la felicidad suprema. Mediante la práctica de la virtud se
accede al Sumo Bien y, por tanto, a la suprema felicidad; la virtud es el estado del
alma que le corresponde por naturaleza, y como el alma tiene tres partes habrá una
virtud peculiar para cada una de ellas: a la parte concupiscible le corresponde la
templanza, o continencia de los placeres; a la parte irascible, la fortaleza o valor, y a la
parte racional la virtud de la sabiduría o prudencia que se encarga de regular la
totalidad de las acciones humanas. La virtud del alma en su conjunto es la justicia,
entendida como armonía u orden entre esas tres partes.
Platón creerá que el hombre es un ser social por naturaleza; ello explica la
aparición del Estado (la Polis). El individuo puede alcanzar su máxima realización en el
Estado, pero para ello el Estado deberá ser perfecto. En el análisis del Estado, Platón
utiliza una división tripartita análoga a su división del alma; el Estado tiene las mismas
necesidades materiales y los mismos fines éticos que el hombre. Cada parte del alma
se puede relacionar con una clase social: la parte racional con la clase de los
gobernantes, el alma irascible con la clase social de los guerreros, y la concupiscible
con la de los artesanos. Los filósofos, cuya virtud es la sabiduría o prudencia, son los
únicos aptos para el gobierno; los soldados deben defender y guardar la polis; los
artesanos suministran los medios materiales que la comunidad necesita. El fin del
Estado es la justicia, el bien de todos los ciudadanos, que sólo es posible cuando todos
los elementos que componen la sociedad realizan su función propia. De entre todas las
clases sociales destaca la de los dirigentes: para Platón, puesto que cabe el
conocimiento del Bien (de las Ideas), es legítima la tutoría de los que han tenido
acceso a dicho Bien (los filósofos) sobre el resto de los ciudadanos; el filósofo ha de
ser el gobernante, o los gobernantes han de ser filósofos.
Puesto que los filósofos deben buscar el bien general, con el fin de evitar
tentaciones interesadas y distracciones inútiles no poseen propiedad privada alguna, ni
mujer, ni hijos propios (“comunismo platónico”). También los soldados renuncian a la
familia y a la propiedad privada. Sólo a los artesanos se le permite la propiedad
privada (limitada y controlada por el Estado) y los vínculos familiares estables. En este
Estado ideal sólo los mejores, una minoría muy selecta, ostentan el poder. Es un
Estado de clara inspiración aristócrata. Finalmente, junto con la descripción de la
sociedad ideal, Platón hace también una descripción y valoración de las formas reales
de gobierno; existen cinco formas de gobierno: de la monarquía o aristocracia, por
degeneración sucesiva, surgen las demás: la timocracia, la oligarquía, la democracia y,
la peor de todas, la tiranía
Platón que, para los defensores de la democracia, la libertad es lo más hermoso
de todo, sin embargo es el ansia de libertad la que termina conduciendo a la
tiranía, pues ocurre que la democracia, que va cambiando de gobiernos, en algún
momento es gestionada por unos malos gobernantes bajo los cuales se producen
excesos en nombre de la libertad: