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Por: Guillermo Segovia Mora. Especial para Pares.

“Les urge mas que abran los bares que los juzgados”, esta frase de un meme
refleja la postración de la Justicia en este período de cuarentena obligada
por la pandemia del Covid 19. Tras casi tres meses de parálisis del sector
-excepto determinados asuntos como la tutela, cuota de alimentos y penales-
no ha habido un solo pronunciamiento sobre la situación económica y de
salubridad de usuarios y funcionarios del sector judicial en el espacio
permanente del presidente por medios de comunicación, ni de la gris
Ministra de Justicia notoria por su ausencia -salvo para edulcorar la
masacre de presos en La Modelo. No hubo ni un editorial ni una nota
periodística y las quejas y lamentos de abogados litigantes se pierden
desesperadas en las líneas abiertas de los programas radiales.

Justicia en apuros

Mientras que la situación generada y las medidas asumidas para la garantía de


derechos como la salud y la educación ha dado pie a análisis, debates y
propuestas sobre el impacto de las reformas neoliberales, la mercantilización de
esos derechos, la vuelta necesaria a una mayor presencia del Estado, los efectos
de la crisis en la prestación de servicios y los cambios que la presencia
amenazante del virus generará, dando mayor énfasis y anticipando la
virtualización con sus consecuentes impactos en la sociabilidad y aprendizaje.

En este panorama la justicia apenas figura por la controversia que ha


generado su politización en casos como la insólita aprobación de la doble
instancia en el caso del exministro Arias, la ostensible parcialidad del Fiscal
General Barbosa en lo relacionado con la denominada “Ñeñepolítica” – que
revela posibles delitos en la elección del Presidente Duque Márquez- y la
forzada detención domiciliaria del gobernador de Antioquia Aníbal Gaviria y
los embates de la derecha contra la JEP.

Durante tres meses cerca de 30 mil funcionarios y empleados de la Rama Judicial


y la mayor parte de los 300 mil abogados inscritos ante el Consejo Superior de la
Judicatura han padecido esa demostración de desinterés y abandono.
La preocupación de los vinculados a la rama es un retorno bajo condiciones de
bioseguridad, que se cumplan viejas promesas salariales, de aumento de jueces y
empleados, optimización de infraestructura y que la obligada virtualización de
servicios sea realidad para mejorar la cobertura nacional y garantizar eficacia en
la descongestión y acceso a la justicia, donde se acumulaban a finales de 2019
casi 2 millones de procesos por resolver, a lo que se sumaran los pendientes de la
cuarentena.

La preocupación de los litigantes, es por los ingresos no percibidos en un


tiempo tan prolongado lo que ha llevado a varios a interponer tutelas en
defensa del derecho al trabajo, el mínimo vital y la puesta en marcha del
expediente digital, que no han sido favorables, entre otras, por oposición del
propio gobierno, circunstancias que seguro llevarán a su pauperización.

La engañosa virtualidad

Los decretos expedidos por el gobierno y reglamentados por el Consejo Superior


de la Judicatura en el marco de la emergencia económica y sanitaria a causa del
Covid-19, se ocuparon de garantizar el aislamiento de los despachos judiciales
mediante la suspensión de términos judiciales, prorrogada en tres ocasiones y que
se levantará el próximo primero de julio.

Estas medidas están orientadas a garantizar las actuaciones judiciales a


través de medios electrónicos para progresivamente instaurar el
denominado expediente digital, previsión establecida en el Código General
del Proceso de 2012, apenas avanzada a pesar de los cuantiosos recursos
periódicamente anunciados y que genera dudas de su pronta realización.

Si bien la introducción de herramientas digitales es una exigencia y puede


contribuir a la mejora en la prestación del servicio judicial, por sí misma no
constituye una solución como han pretendido hacerle creer a la opinión el
gobierno, algunos tertulianos, columnistas y abogados con ínfulas cibernéticas
efectistas.

La cobertura promedio en nuestro país es de 11 jueces por cada 100 mil


habitantes, un rezago total frete a los promedios de 65 de países europeos
miembros de la Ocde, club al que ingresamos en época reciente y que exige
superar ese bache y mejorar ostensiblemente el presupuesto de la rama.

De otra parte, frente a una pésima calidad de instalaciones en la mayoría de


despachos (estrechez, carencia de sanitarios, escasez de implementos) que
demanda atención inmediata, la digitalización judicial costaría U$ 800 millones
de dólares (cerca de $3 billones de pesos) y su funcionamiento anual cerca de U$
200 millones (algo mas de $700 mil millones).

Recursos que de existir, exigirían previa inversión, la modernización total de la


rama (más despachos, más servidores, mejores condiciones) para que no se
convirtieran en una fantasía sobre ruinas.

Los problemas desnudados en materia de justicia por la pandemia dejan en


evidencia el desdén de los gobiernos por garantizarle ese derecho a los
ciudadanos y el interés por instrumentalizar las altas cortes en favor de sus
propósitos e intereses políticos, que en los casos en que no ha sido viable
provocan confrontaciones con graves repercusiones institucionales como lo
atestiguan los procesos contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez en cuyo
gobierno la Corte Suprema de Justicia fue objeto de espionaje controlado desde
el Palacio de Nariño, en una página vergonzosa para nuestra historia que por
desgracia se sigue repitiendo.

De allí que las sucesivas propuestas de reforma fracasen en intentos por controlar
el poder judicial o la reacción de las altas cortes de no ceder privilegios del
clientelismo, no obstante que se venden como alternativas al retraso, la lentitud y
la congestión que niegan de hecho el derecho ciudadano al acceso y a una pronta
y cumplida justicia.

Democratizar la abogacía

El sector está afectado en su calidad por el cada vez más evidente


distanciamiento en la formación profesional de los abogados por condiciones
económicas y sociales, ejercicio clasista y mercantilización de la profesión
prescindiendo de valores éticos.

Como lo muestra un reciente estudio de DeJusticia, la calidad profesional y los


campos del ejercicio del derecho los marcan cada vez más los costos
universitarios y las relaciones de poder, no obstante que algunos centros
universitarios de tradición han logrado colonizar altos espacios de la judicatura.

Así las cosas, evitando mencionar a las entidades por su nombre y a riesgo de
generalizar, egresados de universidades de alto costo y por ende de alta calidad se
desempeñan en los casi invencibles bufetes privados, altos cargos en la justicia,
el ejecutivo, organismos de control, en el Congreso de la República y el arbitraje.

Quienes provienen de centros educativos de mediano costo y calidad mediana


ocupan cargos intermedios en los tres poderes o se dedican al litigio y quienes
provienen de pregrados de bajo y costo y baja calidad (universidades de garaje)
así como universidades públicas regionales proveen a las notarías, niveles de
base de la Fiscalía, cargos asistenciales en las diferentes ramas del poder y el
litigio independiente. Siendo notoria la pérdida de presencia de la universidad
pública en las esferas del poder, en particular la Universidad Nacional.

El retorno a los despachos después de un prolongado cese obligado, en toda la


vida republicana del país, por un motivo distinto de las justas, permanentes y
nunca satisfechas demandas de los servidores judiciales.

Inmerso en la aparente virtualización de la justicia, también es una


oportunidad para que operadores, litigantes y ciudadanía afrontemos con
urgencia la necesaria reforma a la justicia que no solo implica la
modernización de los aspectos señalados para que se garantice el derecho a
la justicia, sino la reglamentación de la enseñanza para propiciar calidad y
la democratización del ejercicio de la judicatura y acceso a la burocracia
para superar la estratificación clasista en la que se ejerce la abogacía como
correlato de las desigualdades socioeconómicas y falencias de la democracia
en el país.

Sistemas judiciales durante la


pandemia: la experiencia de Sudamérica
MAYO 11, 2020 POR JUSTICIA EN LAS AMÉRICAS
HTTPS://DPLFBLOG.COM/2020/05/11/SISTEMAS-JUDICIALES-DURANTE-LA-PANDEMIA-LA-
EXPERIENCIA-DE-SUDAMERICA/
Carolina Villadiego Burbano*

Una primera versión de este artículo fue publicada por la autora en inglés en la
página web de la Comisión Internacional de Juristas el 29 de abril de 2020.
Disponible aquí.
En América Latina, los gobiernos adoptaron varias medidas para enfrentar la crisis
de salud pública generada por la pandemia del COVID-19. Algunos, decretaron
estados de excepción y adoptaron medidas restrictivas de derechos y libertades
(cuarentenas, medidas de aislamiento preventivo, toque de queda, entre otras).
Asimismo, los sistemas de justicia adoptaron medidas específicas para proteger el
derecho a la salud y garantizar el acceso a la justicia.
Este artículo describe algunas medidas adoptadas por los poderes judiciales en
América del Sur, y propone algunas reflexiones personales y preliminares acerca de
los factores que deben analizarse para evaluar su proporcionalidad y eficacia. Es
importante tener en cuenta que el poder judicial cumple distintos roles en un Estado
de derecho: protege derechos fundamentales, revisa judicialmente decisiones
gubernamentales, garantiza el acceso a un recurso judicial efectivo, al debido
proceso y los derechos de las personas privadas de la libertad. Por ello, esta labor es
muy importante durante la emergencia sanitaria, como recordó la Comisión
Internacional de Juristas.
Medidas adoptadas para proteger la salud y garantizar el acceso a la justicia
En Brasil, el  Consejo Nacional de Justicia recomendó a los jueces medidas para
reducir los riesgos epidemiológicos, tales como la revocación de la detención
preventiva en casos de personas cuya detención hubiese superado los 90 días.
En Chile, la Corte Suprema estableció criterios para que los jueces y otros
funcionarios trabajaran de forma remota y para celebrar audiencias a través de
videoconferencias. Asimismo, dio instrucciones para priorizar el trabajo de asuntos
estrechamente vinculados con la situación de emergencia sanitaria, y para revisar de
oficio medidas de protección en favor de mujeres y niños víctimas de violencia.
En Colombia, el Consejo Superior de la Judicatura suspendió términos procesales y
estableció algunas excepciones, entre ellas la acción de tutela, el habeas corpus, el
control de decretos expedidos por el Presidente en desarrollo del estado de
emergencia, y las audiencias relacionadas con el control de garantías en materia
penal. El Consejo también habilitó direcciones de correo electrónico para presentar
acciones de tutela y permitió el trabajo remoto.
En Ecuador, el Consejo de la Judicatura suspendió la jornada laboral y permitió el
trabajo remoto de los servidores judiciales. También, se suspendieron los plazos de
los procesos excepto para asuntos urgentes, como delitos flagrantes, violencia
doméstica y garantías de las personas privadas de la libertad, entre otros. La Corte
Nacional de Justicia y la Corte Constitucional definieron las reglas aplicables a los
procedimientos de su competencia.
En Perú, el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial suspendió las labores del poder
judicial y los plazos procesales y administrativos. Igualmente, determinó que
algunos juzgados funcionarían presencialmente para atender asuntos asociados con
los derechos de las personas detenidas, la violencia intrafamiliar y el pago de
alimentos.
Poder judicial, acceso a la justicia y derecho a interponer recursos: ¿qué sigue?
Es necesario analizar la proporcionalidad y la eficacia de las medidas adoptadas con
un enfoque de derechos humanos, entender que deben ser temporales, y revisarlas y
ajustarlas. Por esto, a partir de las reflexiones realizadas
en varios espacios de análisis sobre el funcionamiento de los sistemas judiciales
durante la emergencia sanitaria, sugiero analizar tres grupos de temas como punto de
partida para una reflexión general:
1. Protección del derecho a la salud y de los derechos de los servidores
judiciales
a. Se debe revisar si las medidas adoptadas para prestar los servicios de justicia
presencialmente (tapabocas, distanciamiento físico, etc.), han garantizado el derecho
a la salud de las personas que participan en los procedimientos. Sobre este punto, ha
habido críticas relacionadas con que dichas medidas no fueron suficientes, o que en
ocasiones la protección solo ha estado disponible para jueces o fiscales.

b. Se debe analizar si las condiciones del trabajo remoto han cumplido estándares de
salud ocupacional. Además, es importante analizar las condiciones reales en las que
los funcionarios judiciales ejercen este tipo de trabajo (acceso a computadoras y a
una conexión a internet con calidad, etc.), y la flexibilidad en los horarios, en
especial cuando tienen a cargo el cuidado de niños u otras personas.

c. Se debe estudiar si ha habido un efecto desproporcionado en la carga de trabajo


que han tenido las juezas y otras funcionarias judiciales, cuando al estar trabajando
de manera remota, también han asumido de manera individual o preferente el
cuidado de niños y las actividades domésticas.

2. Enfoque general de derechos humanos de las medidas adoptadas


a. Se debe analizar si, efectivamente, los procedimientos judiciales que permiten
garantizar el acceso a la justicia durante la emergencia sanitaria han estado
disponibles y si han permitido revisar judicialmente las decisiones gubernamentales.
Se debe tener en cuenta que la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, recomendó abstenerse de “suspender procedimientos judiciales idóneos
para garantizar la plenitud del ejercicio de los derechos y libertades”.
b. Se debe garantizar que los procedimientos judiciales sean accesibles a todas las
personas, en especial a aquellas en situación de vulnerabilidad o riesgo (detenidas,
migrantes, refugiadas, entre otras), y a aquellas que no tienen acceso a medios
tecnológicos.

c. Se debe analizar si las audiencias celebradas a través de videoconferencias


garantizan los derechos de las partes, en especial el debido proceso y la defensa. El
uso de tecnología es bienvenido, pero no puede menoscabar los derechos procesales.

d. Se debe evaluar si se han adoptado buenos protocolos de seguridad informática


que permitan garantizar la confidencialidad de la información privada.

e. Se debe adoptar una política de transparencia de las medidas decretadas, y


mantener un diálogo público con la ciudadanía respecto de la garantía del acceso a la
justicia.

3. Plan de corto y mediano plazo


a. Los poderes judiciales deben diseñar e implementar un plan con estrategias para
garantizar el acceso a la justicia durante el tiempo que dure la emergencia sanitaria y
después de ella. Este plan debe ser público, y debe considerar el posible incremento
de la carga de trabajo de la justicia no solo por la suspensión de términos, sino por el
impacto que la emergencia tiene en la garantía de derechos fundamentales, como la
salud, el trabajo, la alimentación, entre otros. Dicho plan puede incluir el despliegue
de equipos judiciales de emergencia para atender casos prioritarios y el uso de
herramientas de gestión de causas.

b. Los poderes judiciales deben desarrollar una estrategia que permita garantizar que
los casos de violaciones de derechos humanos no se van a retrasar.
En suma, las medidas adoptadas por los poderes judiciales durante la pandemia
deben ser revisadas con un enfoque de derechos humanos. La Comisión
Interamericana y el Relator Especial sobre la Independencia de Magistrados y
Abogados, deben continuar su monitoreo, verificar la consistencia de las medidas
adoptadas bajo el derecho internacional de los derechos humanos, y reportar al
respecto.

*Asesora Legal para América Latina de la Comisión Internacional de Juristas


Foto: Free SVG
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Acerca de Justicia en las Américas


Este es un espacio de la Fundación para el Debido Proceso (DPLF, por sus siglas en
inglés) en el que también colaboran las personas y organizaciones comprometidas
con la vigencia de los derechos humanos en el continente americano. Aquí
encontrará información y análisis sobre los principales debates y sucesos
relacionados con la promoción del Estado de Derecho, los derechos humanos, la
independencia judicial y el fortalecimiento de la democracia en América Latina.
Este blog refleja las opiniones personales de los autores en sus capacidades
individuales. Las publicaciones no representan necesariamente a las posiciones
institucionales de DPLF o los integrantes de su junta directiva. / This blog is
managed by the Due Process of Law Foundation (DPLF) and contains content
written by people and organizations that are committed to the protection of human
rights in Latin America. This space provides information and analysis on current
debates and events regarding the rule of law, human rights, judicial independence,
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experiencia-de-sudamerica/

AUTORES INVITADOS, INDEPENDENCIA JUDICIALCORONAVIRUS, COVID-


19, COVID19, INDEPENDENCIA JUDICIAL, JUSTICIA

La pandemia expuso con claridad la necesidad de renovar los procesos tradicionales al interior de
la Rama Judicial. Ante la crisis, la administración de justicia tiene una oportunidad para
transformarse. Una reflexión hacia la modernización de la Justicia.

Puede afirmarse, sin hesitación alguna, que la pandemia del COVID-19 ha colapsado al mundo
entero y que apenas hay ámbito de la vida en sociedad que no se haya visto fuertemente
impactado por ella. Uno de ellos es, naturalmente, la administración de justicia.
No cabe duda de que la justicia es un servicio público esencial y que, en consecuencia, no puede
detenerse, aún en tiempos de crisis. Sin embargo, este virus ha llevado a la Rama Judicial de
Colombia a la necesidad de hacer un alto en el camino y de realizar esfuerzos ingentes para que
aquellas actividades judiciales que definitivamente no pueden interrumpirse continúen
desarrollándose.

Es así como el Consejo Superior de la Judicatura, a través del Acuerdo PCSJA20-11521 de 2020, se
vio en la obligación de suspender los términos procesales hasta el día 3 de abril del presente año.
Ya veremos si para ese entonces la situación de la salud pública permite reanudarlos o si es
necesaria una suspensión adicional, como todo parece indicar.*

En este acuerdo también se estableció que los juzgados penales con función de control de
garantías seguirán realizando las audiencias concentradas de legalización de captura, formulación
de imputación, solicitud de medida de aseguramiento, así como las prórrogas de medida de
aseguramiento y las peticiones de control de legalidad. Esto por cuanto se considera que la
función de control de garantías, dada su necesidad y urgencia, no puede parar. No obstante, los
jueces de control de garantías utilizarán para el cumplimiento de sus funciones un equipo de
protección compuesto por overol, tapabocas, guantes y gafas. También se está estudiando la
posibilidad de que las solicitudes de sustitución de la detención preventiva en establecimiento
carcelario por la detención preventiva en lugar de residencia —tan comunes en estos días dada la
precaria situación de las cárceles, nada afín con las medidas sanitarias necesarias para evitar la
expansión del virus— sean tramitadas sin que se requiera audiencia pública y resueltas por los
jueces de control de garantías por escrito, haciendo uso del correo electrónico.

El Consejo Superior de la Judicatura también ordenó en el mencionado acuerdo que, hasta el 3 de


abril de 2020, los magistrados, jueces y empleados judiciales laborarán en sus casas, salvo que
excepcionalmente se requiera acudir a las sedes judiciales para adelantar actividades específicas.
Igualmente, que laborarán en sus casas los servidores del Consejo Superior de la Judicatura y los
consejos seccionales, los de la Dirección Ejecutiva y de las direcciones seccionales de
administración judicial, salvo que por la naturaleza de la función deban atenderla en la sede de
trabajo respectiva. También dispuso que los cuerpos colegiados de las altas cortes y tribunales del
país podrán hacer reuniones de trabajo y sesiones virtuales, estableciendo cada uno de ellos las
reglas para su desarrollo.

Estas últimas determinaciones del órgano encargado del gobierno y la administración de la Rama
Judicial, absolutamente necesarias para atender la emergencia, me llevan a realizar la siguiente
reflexión:
La Rama Judicial en Colombia ha sido una institución muy clásica y tradicional. Los magistrados y
jueces, en buena medida, conciben el trabajo judicial, antes que nada, como asistir un
determinado número de horas a la oficina, como cumplir un horario laboral. Por ende, son
enemigos del teletrabajo o, al menos, lo ven con recelo. No quieren aceptar que, en muchos casos,
las mismas actividades que se hacen presencialmente en la oficina se pueden hacer virtualmente
desde la casa, incluso con mayor efectividad y calidad de vida. Que el teletrabajo no es sinónimo
de vagancia. La crisis del coronavirus y el experimento social al cual nos ha abocado seguramente
demostrarán que en la Rama Judicial también es posible teletrabajar, sin que ello implique una
menor eficacia en el cumplimiento de las funciones. Por supuesto, sin desconocer que hay
actividades en la administración de justicia que, por su naturaleza, se tienen que desarrollar de
manera presencial.

Por otra parte, la crisis del COVID-19 también será una oportunidad para que la Rama Judicial haga
uso de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) en el cumplimiento de sus
funciones, incluso, para pensar en usarlas en un futuro en el trámite de los procesos judiciales. En
la actualidad las TIC son usadas con éxito en el país para el desarrollo de audiencias públicas en
procesos administrativos. ¿Por qué no pueden usarse también para el trámite de los procesos
judiciales? El experimento social de estos días seguramente llevará a la Rama Judicial a reflexionar
sobre la posibilidad del uso de estos mecanismos para tal efecto.

Se ha dicho que toda crisis es también una oportunidad. De hecho, la palabra crisis en japonés
(kiki) está compuesta por los caracteres “peligro” (ki) y “oportunidad” (ki). La actual situación
supone para la administración de justicia un “peligro”, que es el de no poder funcionar
adecuadamente, el de no poder prestar correctamente ese servicio público esencial durante este
tiempo. Como ha quedado claro, la Rama Judicial está haciendo grandes esfuerzos para que ello
no ocurra. Pero es también una “oportunidad”, la oportunidad de modernizarse y poder ofrecer
así un servicio aún mejor, con mayor bienestar para sus empleados.

No cabe la menor duda de que después de la crisis del COVID-19 el mundo no volverá a ser el
mismo y la administración de justicia, para bien o para mal, no será la excepción. Tengo fe de que
sea más para bien que para mal.

*Como bien lo anticipó el autor de esta columna, mediante el acuerdo PCSJA20-11526 DEL 2020,
el Consejo Superior de la Judicatura prorrogó la suspensión de términos hasta el día 12 de abril de
2020.
Justicia durante la cuarentena: Cómo la tecnología ayuda en la agilidad
de los procesos judiciales
01/07/2020 | 2 min. de leitura

La Justicia no puede parar, principalmente en el momento actual en que vivimos en


cuarentena. La actuación de Tribunales, Fiscalías y Procuradurías es fundamental para
garantizar la seguridad de la población y la efectividad de las políticas públicas para el
control de la pandemia de Covid-19.

Uno de los principales aliados para que la Justicia siga en marcha en tiempos de trabajo
remoto es el proceso digital. En Brasil, por ejemplo, la actuación digital de la Justicia,
reglamentada en 2006, permite que actualmente el trámite de manera electrónica sea
una realidad en todos los Tribunales del país. En la Justicia Estatal, el Índice de Procesos
Electrónicos llega al 82,6%, conforme la investigación «Justiça em Números 2019»,
realizada todos los años por el Consejo Nacional de Justicia de Brasil.

La eliminación del proceso físico, en papel, ha traído resultados expresivos en


productividad, garantizando una Justicia más rápida para los ciudadanos, al mismo
tiempo en que la digitalización ha ampliado las posibilidades de atención.

Hoy, por ejemplo, nos es necesario que los abogados vayan al Complejo Judicial para
radicar sus peticiones o consultar el trámite de los procesos, ya que todo se realiza desde
el computador.
Lea también: Las audiencias por videoconferencia ya son
realidad en el Tribunal de Justicia
En los despachos ya no hay carpetas de procesos ocupando todo el escritorio de los
magistrados, ya que la totalidad de los archivos está disponible en el banco de datos 24
horas al día.

Y el proceso digital no se limita solamente al Poder Judicial, pues otras instituciones de


Justicia, como Fiscalías y Procuradurías, están en el mismo ecosistema y,
consecuentemente, también han modernizado y digitalizado sus procedimientos como
instauraciones, notificaciones, emisión de documentos, cobranzas.

Todo eso permite que la Justicia siga en marcha incluso durante el período de
cuarentena.

SAJ: pionero en el proceso digital y aliado de la Justicia


durante la cuarentena
Aliada de las instituciones de la Justicia desde hace tres décadas, Softplan es una de las
pioneras en la implantación y consolidación del proceso digital con la Solución de
Automatización Judicial (SAJ) , que está presente en siete Tribunales, seis Fiscalías y más
de 70 Procuradurías Municipales y de Estados. En 2018, la solución SAJ fue la responsable
del trámite del 43% de los procesos judiciales en marcha en la Justicia brasileña.
Actualmente, 4.038 magistrados y más de 100 mil servidores de la Justicia usan la
solución.

Nosotros, Softplan y SAJ, somos grandes aliadas de la Justicia en este momento de


cuarentena, pues apoyamos nuestras instituciones aliadas para que sigan obteniendo
resultados aún con el trabajo remoto:
El acceso a la justicia en
tiempos del Covid-19
April 29, 2020 8.22am EDT

Author

1. Aura Esther Vilalta Nicuesa


Catedrática de Derecho Civil de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC, UOC - Universitat
Oberta de Catalunya

Disclosure statement

Aura Esther Vilalta Nicuesa does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or
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La pandemia ha paralizado uno de los pilares sobre los que se fundamenta
todo Estado social y democrático de derecho: el poder judicial.

Nadie duda que la pandemia provocada por el Covid-19 ha cogido por


sorpresa a una gran mayoría de países, pero lo cierto es que la resistencia
que han ofrecido algunos a esa necesaria transición hacia la digitalización
de la justicia obliga ahora a actuar con precipitación para colocar parches
que minimicen la desprotección que están padeciendo el tejido social y
económico, amén del colapso que se aventura con el levantamiento del
estado de alarma a lo largo de los próximas meses.

La parálisis de la administración de justicia impide el acceso de los


ciudadanos a la misma, agravando por momentos su futuro y el de la
sociedad en su conjunto. Es imperioso que los resortes del Estado aúnen
esfuerzos no solo para dotarla de los medios personales y electrónicos
necesarios y que recupere su normal funcionamiento sino con objeto de
prepararla para la nueva “normalidad”.

Advertencias europeas
El acceso a la justicia es, como decimos, un principio básico reconocido
por Naciones Unidas y un derecho fundamental recogido en nuestra Carta
de Derechos de la Unión Europea (UE). Porque sin acceso a la justicia las
personas no pueden ejercer sus derechos.

La Unión Europea (2002), el Consejo de Europa (2008), el Consejo


Consultivo de Jueces Europeos (2004) llevan tiempo advirtiendo a los
Estados que este acceso exige garantizar la existencia de métodos
alternativos de resolución así como la digitalización de procedimientos y
gestión en juzgados y tribunales.
No en vano, un reciente informe de la Comisión Europea subraya que el
primer factor constatado para la mejora de la calidad de un sistema
judicial en términos de eficiencia es la modernización de los medios
informáticos, en particular de los sistemas de gestión procesal. Eficiencia
que es requisito imprescindible para crear un clima de confianza en el
entorno económico y social, porque solo la constatación de que los
derechos individuales y sociales se hallan protegidos en cualquier
circunstancia permite generarla.

Una modernización inaplazable


En este sentido, el estudio realizado por el Departamento de Política del
Parlamento Europeo para los Derechos de los Ciudadanos y Asuntos
Constitucionales identifica algunos problemas principales que impiden
dicho acceso en gran número de países y que pueden agruparse en dos:

 Organización desfasada del sistema judicial, carente de recursos


financieros, tecnológicos, materiales y humanos, con cobertura geográfica
insuficiente y/o descoordinada, problemas logísticos, limitaciones en el
acceso a la información y falta de transparencia.
 Obstáculos legales y procedimentales: formalismos procesales
excesivos, normas rígidas en materia de notificación, plazos, legitimación
y admisibilidad, producción de pruebas y carga probatoria, ausencia de
tribunales especializados y carentes de mecanismos alternativos
integrados ADR/ODR.

En definitiva, una modernización inaplazable que pasa por cierta


transformación, con simplificación, reducción de plazos y costes,
accesibilidad por medios digitales sin perder de vista la calidad del
resultado. Lo que conlleva abrir la mente de todos los operadores
jurídicos para repensar el sistema, con objeto de que responda a las
necesidades de hoy y de esta nueva “normalidad” en una sociedad que
está en constante transformación.

La pregunta ya no es hoy “si o no” a la digitalización, sino cuándo estamos


dispuestos a introducirla y cómo.

La digitalización funciona
El Covid-19 ha roto muchos prejuicios. Por lo pronto, y tras haber podido
constatar en algunos países la viabilidad de celebrar juicios en línea,
audiencias públicas y declaraciones por videoconferencia, acompañados
de gestión procesal remota, nos debiéramos preguntar si todavía tiene
sentido estar presentes todos en un lugar para resolver los problemas.

No cabe duda que la implantación de tantos cambios de manera


precipitada y con tan alto grado de improvisación pone a prueba muchos
resortes y algunos recursos adolecen de vulnerabilidades manifiestas; mas
también ponen de relieve ventajas incuestionables en términos de
facilidad, accesibilidad, rapidez y ahorro de muchos desplazamientos.

No podemos cerrar los ojos a la realidad. La evolución de la sociedad


hacia la digitalización implica que el derecho fundamental de acceder a la
justicia debe evolucionar también con objeto de eliminar barreras físicas y
temporales. Porque hoy la auténtica limitación no es el acceso a los
medios en línea –tan popularizados en todos los órdenes gracias la
tecnología móvil y las apps– sino la inexistencia de dicho acceso,
obligando a los ciudadanos a costosos desplazamientos y largas esperas en
despachos y dependencias judiciales.

Lejos de constituir un obstáculo, la tecnología puede mejorar esto, una


meta que resulta fundamental para las Autoridades Públicas de los países
miembros.

Resultan loables los esfuerzos del Gobierno a través de sus Medidas


procesales y organizativas para hacer frente al COVID-19 en el ámbito de
la Administración de Justicia por recobrar un cierto grado de
normalidad en la actividad judicial durante el estado de alarma, con la
incorporación de nuevas tecnologías en las actuaciones procesales para
que la presencia de los intervinientes se efectúe preferentemente vía
telemática, con deliberaciones de los tribunales en régimen de presencia
telemática, con acceso remoto a las aplicaciones de gestión procesal
fomentando el teletrabajo y la atención al público mediante correo
electrónico evitando la presencialidad y celebrando juicios y vistas en
horarios de mañana y tardes. Pero ello lo limita a los supuestos
estrictamente necesarios durante dicho periodo.

Y debiéramos preguntarnos por qué. ¿No sería más razonable implantar


estos cambios durante un tiempo prudencial, analizar su impacto,
preguntar a los operadores jurídicos y al “consumidor de la justicia” por
su experiencia y resultados, para hacer de esta experiencia una prueba
piloto que nos permita avanzar en este inevitable proceso de
modernización?
Tenemos ahora la posibilidad de transformar un problema en una
oportunidad, y sería una lástima desaprovecharla.

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