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A lo largo de la historia la sociedad fue cambiando, evolucionando y con ella todo lo que

interviene para su funcionamiento. Pasamos del hombre primitivo de las cavernas a un


individuo socialmente activo que incursiona e influye en la sociedad, que opina, razona, crea,
evoluciona. La educación siempre fue un pilar fundamental para la sociedad de no ser así no
estaríamos hoy acá. Implícita o explícitamente la educación siempre está presente, desde la
casa hasta la escuela, en un grupo informal o formal, en una charla con amigos o en una red
social y así como todo factor social también evoluciona. Si ponemos bajo la lupa la educación
desde el ámbito institucional podemos observar cómo pasamos de una didáctica tradicional a
una didáctica crítica. De la escolarización para unos pocos a una escolarización que se
pretende universalizar, ya que entendemos que no está al alcance de todos. Y bajo esa mirada
nos adentramos a una realidad social decadente, con un sistema educativo que ya estaba en
crisis y hoy se enfrenta a una pandemia que arrasa mundialmente.

El COVID-19 afectó de una manera tan impertinente a la educación que la falta de acceso a las
escuelas pone en riesgo no solamente la continuidad educativa y el aprendizaje de millones de
niños, niñas y adolescentes, sino además el acceso a otros importantes servicios básicos que
prestan las escuelas, como la alimentación escolar (para muchos, las comidas escolares
pueden ser la única comida que consumen en un día), la salud, el agua, el saneamiento, la
higiene, los programas recreativos, las actividades extracurriculares y el apoyo pedagógico y
psicosocial que pueden afectar gravemente su bienestar y protección.

Asimismo, la educación virtual en tiempo de pandemia ha generado una serie de debates y


discusiones sobre la educación: La tensión entre en el rol de las familias y la escuela, el acceso
y la conectividad a la tecnología, la sobrecarga laboral de los docentes, el acompañamiento
pedagógico en las tareas de los estudiantes en casa, los saberes prioritarios que debe trasmitir
la educación obligatoria, la consideración que debe tener la escuela sobre los contextos
económicos y sociales de las familias, entre otras.

Es entonces que la situación de pandemia logra poner esta realidad de manifiesto, develar las
tremendas desigualdades escolares producto de las desigualdades sociales de origen.
Pareciera ser que hoy la sociedad descubrió que la igualdad de oportunidades educativas no
queda automáticamente asegurada para todos y todas por el mero hecho de que la escuela no
cobre cuota y el transporte sea gratis.

Estamos viviendo tiempos extraordinarios, la suspensión de las clases presenciales ha puesto


en el tapete las situaciones injustas que se viven a diario en las escuelas argentinas, no las
profundiza, sino que las muestra, las visibiliza. La desigualdad estaba fuertemente presente
desde antes de la pandemia, nunca tuvimos una situación igualitaria.

Desde las clases presenciales podemos notar una fuerte crisis en el sistema educativo y con
ello gran deserción escolar; por falta de recursos; falta de acompañamiento del Estado; las
diferentes cronologías de aprendizaje; por la descontextualización de contenidos que hace que
los alumnos pierdan el interés en aprender y surja así la pregunta ¿Cuándo voy a aplicar esto
en mí vida cotidiana? El aprendizaje memorístico siempre estuvo y la complejidad del proceso
enseñanza-aprendizaje se vuelve cada vez más latente.

Teniendo en cuenta el precedente enunciado de problemáticas en la educación, abordamos el


contexto en el que vivimos frente a la actual pandemia y, podemos inducir nuevas
problemáticas que agravan la crisis educativa ya que entendemos que la escolarización no está
al alcance de todos, aunque se pretenda universalizar, más aún actualmente sobre todo
porque para poder acceder a una clase virtual es indispensable elementos tecnológicos.
Inducimos entonces a una desigualdad educativa y un grado de vulnerabilidad notable.
Cambiaron los paradigmas, pero no se resuelven los problemas de raíz.

Apuntamos a que se puede aprovechar este contexto para enseñar desde una perspectiva
diferente. Incluyendo temas para contrarrestar la violencia de género, el mandato de
masculinidad, la discriminación y la exclusión. También educar para el trabajo colectivo y no
competitivo, un proceso de enseñanza-aprendizaje diferente pero efectivo. Debemos trabajar
para darle a la educación el verdadero valor que se merece. Todos sabemos que sin educación
no hay futuro. Y teniendo en mente que el sistema educativo necesita un cambio, el cambio
comienza con nosotros. “Cambiar para mejorar” ¿Será el COVID-19 la posibilidad del cambio?

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