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El autor es miembro de la Comisión de Docencia y Capacitación de la Asociación Xumek.
judiciales tendientes a la protección de los derechos humanos de las personas
detenidas, acciones que desembocaron en las ya conocidas Medidas Provisionales
dictadas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos y el caso contencioso ante
el mismo organismo, caratulado como caso “Penitenciarías de Mendoza”. Dicho
planteamiento internacional culminó con un acuerdo de solución amistosa rubricado
entre los peticionarios, el gobierno provincial y el gobierno nacional, homologado por
el decreto provincial Nº 2.740 del año 2007, ratificado por la ley Nº 7.930.
En dicha norma se legalizó el compromiso del Estado Provincial de “[…] someter a la
consideración de la Legislatura de la Provincia de Mendoza un proyecto de ley mediante
el cual se cree un organismo local de prevención en el marco del Protocolo Facultativo
de la Convención contra la Tortura y otros tratos o penas crueles inhumanos o
degradantes, y a realizar las gestiones pertinentes para lograr su aprobación […]”.
En ese contexto, el 28 de noviembre de 2008, el Poder Ejecutivo Provincial presentó
un proyecto de ley para la creación del Mecanismo Provincial para Prevenir la
Tortura, proyecto que fue fruto del trabajo conjunto entre la Dirección de Derechos
Humanos de la provincia y Xumek.
El proyecto prevé la creación de un organismo descentralizado, independiente y con
personalidad jurídica propia, funcionalmente autónomo y financieramente
autárquico, entre cuyas funciones principales se encuentran las de: visitar
periódicamente y sin previo aviso los lugares de privación de la libertad, controlar en
forma permanente los tratos a que son sometidos las personas alojadas en dichos
lugares, requerir la presencia de magistrados y funcionarios judiciales o
administrativos, realizar informes, entre otras tantas. Hasta el año pasado, desde los
poderes del Estado, casi nadie hablaba –ni le interesaba, siquiera– la creación de este
organismo de prevención de la tortura.
En el mes de noviembre de 2010, la Asociación Xumek llevó a cabo –en forma conjunta
con la Asociación para la Prevención de la Tortura (APT), la Dirección de Derechos
Humanos y el Honorable Senado Provincial– unas jornadas dedicadas específicamente
a tratar esta temática, con la participación de expertos internacionales y locales. La
concurrencia, como era de esperarse, no fue precisamente desbordante. A pesar del
alto prestigio de los panelistas –entre los que se encontraba Emilio Ginés, miembro
español del Subcomité de Naciones Unidas– el público asistente se distribuyó entre
miembros de ONG’s, estudiantes universitarios, publico en general y solo un par –
literalmente– de legisladores. Entre las autoridades que recibieron y dialogaron con la
delegación internacional se encontraron la Senadora Alejandra Naman, la Directora de
Derechos Humanos, María José Ubaldini –ambas coorganizadoras y miembros del
panel–, los Senadores Víctor Camerucci, Carlos Aguinaga y el Ministro de Gobierno,
Mario Adaro.
Hoy, luego de lo sucedido, la mayoría de los legisladores ha adquirido –como por arte
de magia– un férreo compromiso por la aprobación de este proyecto de ley y una
repentina necesidad de escuchar. ¿Mérito de un excelente proyecto, consensuado y
analizado pormenorizadamente? ¿Producto de un análisis reflexivo de los miembros
de nuestro Palacio Legislativo quienes, como consecuencia de las actividades de
promoción propiciadas desde la sociedad civil, se convencieron de la imperiosa
necesidad de contar con un ente estatal para prevenir y controlar estos aberrantes
hechos? Vaya ingenuidad si así lo creyésemos.
Lo cierto es que, lamentablemente, las acciones –casi espasmódicas– de nuestros
dirigentes políticos son hijas de la coyuntura. Y no menos cierto es que, tal y como se
mencionó en algún momento en aquellas jornadas de noviembre, a nuestros
conciudadanos en general y –por íntima conexión– a nuestra clase dirigente en
particular, no les interesan en lo más mínimo los padecimientos de los marginados de
nuestra sociedad.
No obstante, somos muchas las personas a las que sí nos interesa. Somos muchos los
que estamos comprometidos en cambiar el estado de situación; en mejorar, en ayudar,
en escuchar, en aprender, en enseñar. En definitiva, somos muchos los que creemos
que la deuda en materia de derechos humanos no sólo es mendocina. La deuda es
argentina, la deuda es de todos y cada uno de nosotros. Sólo resta hacernos cargo.