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Extracto

CEJIP, Informe Bolivia


Proyecto de Seguimiento, CEJA

2.5.7 RELACIONES ENTRE EL MINISTERIO PÚBLICO CON LOS PODERES


POLÍTICOS

2.5.1 Sistemas formales de relación entre el Ministerio Público y los órganos ejecutivos y
legislativos

Uno de los grandes desafíos pendientes que tiene el poder político con el Ministerio Público
y el órgano judicial es hacer realidad su independencia funcional. Diseñar modalidades e
instrumentos que permitan plasmar un relacionamiento horizontal entre el poder político y el
Ministerio Público es una tarea que no puede seguir esperando.

Antes de la reforma constitucional de 1994 era facultad del Presidente de la República


nombrar al Fiscal General de ternas propuestas por el Senado y los Fiscales de Distrito eran
designados por la Cámara de Diputados. En los hechos, éstas designaciones han respondido -salvo
honrosas excepciones- a criterios políticos partidarios del gobierno de turno. Sin duda, el problema
neurálgico del Ministerio Público en el ámbito estructural ha sido su dependencia al poder político,
situación que no ha variado actualmente, ya que por mandato constitucional y legal es atribución del
Congreso designar a las autoridades jerárquicas del Ministerio Público (Fiscal General y Fiscales de
Distrito). La dependencia del Ministerio Público es tan evidente que hasta el momento no se podido
designar a los Fiscales de Distrito, ya que las diferentes bancadas políticas no se ponen de acuerdo
para cubrir estas acefalías, dando lugar a que los actuales Fiscales de Distritos estén en calidad de
“interinos” desde hace ya nueve años atrás.

Por otra parte, se tiene que de acuerdo a la Ley Orgánica del Ministerio Público (Art. 19)
“Las comisiones Legislativas podrán citar al Fiscal General de la República, para informar sobre
asuntos de su competencia, salvo que se trate de causas penales sometidas ya a la jurisdicción
ordinaria”. En los hechos, el Fiscal General y en algunos casos algunos Fiscales de Materia son
convocados a las Comisiones Congresales para informar sobre casos concretos (generalmente
polémicos), situación que no deja de ser atentatoria a la independencia de la institución fiscal.

Esta circunstancia nace principalmente de la errada interpretación del texto constitucional


que realizan los miembros del Poder Legislativo, concretamente, el primer parágrafo del Art. 125 de
la CPE establece: “I. El Ministerio Público representa al Estado y a la sociedad en el marco de la
ley. Se ejerce por las Cámaras Legislativas, por El Fiscal General de la República y demás
funcionarios designados conforme a ley”. Basado en este texto constitucional el Poder Legislativo
se considera “cabeza del Ministerio Público” y en tal virtud pretende intervenir en la tramitación de
los casos que considere pertinentes; cuando una adecuada interpretación de la CPE en su integridad
reconoce la independencia del Ministerio Público y únicamente atribuye la facultad requirente al
Congreso en los casos de juicios de responsabilidad contra altos dignatarios (Art. 62 num. III CPE).

Por su parte, la Ley No. 2175 no ha podido aclarar la situación, manteniendo la posibilidad
de injerencia del Poder Legislativo con ciertos límites: el Art. 12 delimita las funciones de las
Comisiones Legislativas atribuyéndole, además de la función requirente en los juicios de
responsabilidades, el ejercicio de funciones de Ministerio Público en asuntos “de interés nacional
que se le encomiende por Resolución Camaral”, término muy vago que eventualmente puede llevar
interpretaciones erróneas y a intervenciones de carácter eminentemente político.
Respecto a la relación del Ministerio Público con el Poder Ejecutivo es necesario recordar
que hasta antes de la anterior Ley Orgánica del Ministerio Público del año 1993 (Ley No. 1469) este
dependía del entonces Ministerio del Interior, Migración y Justicia, siendo innegable la injerencia
directa que ejercía en la institución. Posteriormente, el Ministerio Público adquiere autonomía
normativa aunque en los hechos, y a decir de los fiscales entrevistados, es evidente todavía la
injerencia externa por todos los motivos expuestos anteriormente, pero también por la inexistencia
de una verdadera Carrera Fiscal que les garantice estabilidad laboral, lo que en cierta forma
conlleva a buscar apoyo político partidario para permanecer en sus cargos.

La Ley No. 2175 establece mecanismos transparentes de relacionamiento con el Poder


Ejecutivo, tendientes principalmente a la formulación de criterios estatales uniformes de política
criminal. Así, el Art. 20 de la citada norma bajo el título de Coordinación con El Poder Ejecutivo
establece: “Con el objeto de orientar la política criminal del Estado, el Poder Ejecutivo, a través
del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y del Ministerio de Gobierno, mediante resolución
fundada, podrán solicitar al Fiscal General la emisión de instrucciones generales relativas al
ejercicio de la acción penal pública, al establecimiento de prioridades en la persecución penal y al
respeto de los derechos humanos en la lucha con la delincuencia. En ningún caso el Poder
Ejecutivo podrá solicitar la emisión de instrucciones que solo produzcan sus efectos o se refieran a
un caso concreto”. A casi tres años de la vigencia de esta Ley no se ha sabido de ninguna
Instrucción General que hubiera sido emitida por el Poder Ejecutivo de manera pública con la
finalidad indicada por la ley, desaprovechando también esta forma de relacionamiento
interinstitucional transparente y legítimo.

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