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GESTIÓN DE FISCALÍAS
Consideraciones sobre los modelos y
herramientas de gestión de las fiscalías
El presente documento contiene una serie de consideraciones teórico-
prácticas en torno a la gestión institucional de fiscalías que han sido
recogidas y sistematizadas por el Centro de Estudios de Justicia de las
Américas, CEJA.
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ÍNDICE DE CONTENIDOS
I. PROBLEMÁTICA.................................................................................................................... 4
II. OBJETIVOS ............................................................................................................................ 5
II.1. Objetivo General ............................................................................................................... 5
II.2. Objetivos Específicos ........................................................................................................ 5
III. EL MODELO DE GESTIÓN DESDE EL MINISTERIO PÚBLICO............................................. 5
III.1 Dimensión de Procesos ............................................................................................... 5
III.1.1. Procesos Principales ..................................................................................................... 8
a. Proceso Principal 1. Selección de casos y uso de facultades discrecionales; ................. 9
b. Proceso Principal 2. Recopilación y manejo de información de cada caso.................. 14
Primera cuestión a considerar: la lupa de Sherlock Holmes ........................................ 14
Segunda cuestión a considerar: Reorientación de la Investigación ............................ 14
1) Recopilación de la información de Flagrancia ..................................................... 15
2) Recopilación de la información del lugar del hecho ............................................ 16
3) Acceso a información pública y bases de datos relevantes ................................ 17
4) Antes de terminar: ¿Y la información en los casos desestimados? .................... 22
c. Proceso Principal 3. Ejercicio de la acción penal pública de conformidad a las distintas
alternativas procesales ...................................................................................................... 23
d. Proceso Principal 4. Litigación de audiencias ............................................................... 25
III.1.2. Procesos de Apoyo Estratégico .................................................................................. 27
a. Proceso de Apoyo Estratégico 1. Atención a Víctimas y Testigos ................................ 27
a.1. Víctimas y Testigos como consumidores inmediatos ............................................ 27
a.2. Aliados estratégicos de la persecución .................................................................. 29
a.3. Legitimidad política ................................................................................................ 30
a.4. Pero si tengo tanto que hacer… ¿Cómo cumplir estas tareas? ............................. 31
a.5. Acerca de las Unidades de Atención a Víctimas y Testigos .................................. 31
b. Proceso de Apoyo Estratégico 2. Coordinación con Organismos Policiales ................ 32
b.1. Clarificación de roles institucionales ..................................................................... 33
b.1.1. La función específica de cada actor................................................................ 33
b.1.2. Las metodologías de capacitación. ................................................................ 34
b.1.3. Generación de instrumentos de trabajo consensuados. ............................... 34
b.2. Procesos de comunicación eficiente entre instituciones ....................................... 34
b.2.1. Comunicaciones iniciales ............................................................................... 35
b.2.2. En la investigación de casos ........................................................................... 36
III.2. Logro efectivo de procesos propios del Ministerio Público. Ideas sobre
organización y gestión de los procesos ................................................................................. 37
III.2.1. Modelos Organizacionales de Fiscales ........................................................... 37
a. Organización territorial ............................................................................................. 38
a.1. Organización Tradicional de las Fiscalías .......................................................... 38
Una breve caracterización de los procesos .............................................................. 38
a.2. Modelo de Gestión Territorial ........................................................................... 39
b. Organización conforme a materias (delitos o categorías de delitos) ...................... 41
c. Organización por funciones críticas .......................................................................... 43
d. Organización mixta .................................................................................................... 45
d.1. Una cuestión de necesidades ............................................................................. 45
d.2. Dinamismo como característica central ............................................................ 45
III.2.2. Herramientas de gestión en fiscalías ..................................................................... 46
a. Unificación de los Despachos .................................................................................... 46
2
a.2. Unificación como primer paso .................................................................... 48
a.3. Ventajas y desventajas ............................................................................... 48
b. Plataformas de servicios o líneas de tramitación .................................................... 49
b.1. Ruptura de la pirámide fiscal............................................................................. 49
b.2. Y otra vez el problema del poder… .................................................................... 50
c. Externalización o tercerización de tareas ................................................................. 51
Más allá del aseo....................................................................................................... 51
d. Uso intensivo de tecnologías .................................................................................... 52
d.1. Nuestro punto de partida .................................................................................. 52
Pero no confundirse .................................................................................................. 55
III.2.3. Dimensión de Facilitadores .................................................................................... 56
a. Política y Estrategia ................................................................................................... 56
a) Política de persecución ......................................................................................... 56
b) Política de calidad del servicio.............................................................................. 58
b. Liderazgo .................................................................................................................... 60
Una breve aclaración ................................................................................................ 60
Una extraña paradoja ............................................................................................... 61
III.2.4 Dimensión de Resultados ........................................................................................ 65
a. Acerca de los indicadores intitucionales .................................................................. 65
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GESTIÓN DE FISCALÍAS
I. PROBLEMÁTICA
En el caso de los Ministerios Públicos, también encontramos que las reformas normativas no
han sido siempre acompañadas de modificaciones sustanciales a nivel de gestión institucional.
A pesar de los nuevos desafíos, en general y salvo ciertos ajustes más bien marginales, se han
mantenido los mismos modelos organizacionales que encontráramos previo a los procesos de
reforma. Cambió la forma de enjuiciamiento, las atribuciones y responsabilidades de los
distintos actores y en particular de los Ministerios Públicos, los recursos destinados a éstos con
un incremento generalizado en toda la región y, no obstante, los procedimientos internos de
trabajo siguen siendo los mismos.
Previo a las reformas, la gestión no jugaba ningún papel relevante. No obstante, el nuevo
escenario ha obligado a repensar el lugar que ésta debe ocupar. Si nuestras fiscalías desean
cumplir con éxito las nuevas tareas que la sociedad les ha encomendado, entonces habrán de
comprender que no existe razón alguna para no disponer de sistemas organizacionales tan
eficaces y eficientes como los de cualquier otra institución, sea pública o privada.
Por ello, en función a que la fiscalía es una institución regida por la unidad y la jerarquía, será
condición indispensable que exista liderazgo a su interior. Que exista una cabeza institucional
que movilice a la institución a la consecución de sus fines, a través del cumplimiento de las
políticas planificadas. Sólo entonces tiene sentido preocuparse de la gestión y de la dimensión
de procesos.
En función a ello, el desarrollo del documento asumirá que introducir gestión dentro de
fiscalías en que no existe liderazgo, en donde los “jefes no mandan”, es condenar a dichos
esfuerzos por mejorar a la institución a meros cambios estéticos. “La gestión institucional es
para mejorar el servicio que las instituciones brindan a la sociedad y no para que éstas estén
a la última moda”.
Este documento buscará entregar a los alumnos una visión general sobre cómo se aplican las
consideraciones de gestión al funcionamiento de las fiscalías así como revisar algunas de las
herramientas implementadas en la región con el objeto de mejorar el servicio a la comunidad.
4
Para ello, trataremos con mayor énfasis los procesos de trabajo de las fiscalías tanto los
principales como de apoyo estratégico, para con posterioridad revisar ciertas ideas y/ o
herramientas de gestión con el propósito de mejorar el servicio que éstas brindan a la
sociedad. Finalmente, analizaremos los aspectos más relevantes que a nuestro juicio inciden
en las dimensiones de facilitadores y de resultados en las fiscalías.
II. OBJETIVOS
El presente documento busca aplicar los fundamentos y conceptos básicos sobre gestión en el
sistema de justicia penal a las particularidades propias de las fiscalías, relevando sus aspectos
más importantes con un énfasis, principalmente, en las definiciones estratégicas y los
problemas más comúnmente enfrentados por éstas.
En las fiscalías la gestión juega un rol relevante dentro de la organización; las decisiones
fundamentales en ese ámbito pasan necesariamente por advertir las distintas posibilidades de
trabajo y sopesar sus ventajas y desventajas según las particularidades propias de cada
realidad.
Partiremos por el tratamiento de los procesos primarios y de apoyo estratégico, pues permiten
una aproximación más concreta sobre la realidad que enfrentan las fiscalías.
Previo a revisar cuáles son los procesos propios de una fiscalía, conviene preguntarse ¿Por qué
existen las fiscalías?¿Cuál es su función institucional? Veremos que esta definición determinará
el contenido y forma de los distintos procesos.
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Entonces, creamos las fiscalías para que éstas lleven a cabo la función de persecución penal
pública, con miras de asegurar el tratamiento más pacífico posible del conflicto y de
conformidad a los principios y valores propios de un Estado Democrático de Derecho.
Ahora bien, es necesario aclarar que más allá de ese núcleo esencial, cada fiscalía
profundizará su propia definición institucional a partir de una cuestión que no depende tanto
de disquisiciones dogmáticas o legales, sino fundamentalmente de una decisión política. La
función institucional asumida en específico depende mucho de las expectativas que la
comunidad tiene a su respecto, de las circunstancias políticas, del comportamiento y evolución
de la criminalidad. Por tanto, una tarea esencial de las fiscalías será realizar su propia
definición y someterla en forma permanente a evaluación y revisión.
En este documento trabajaremos con aquel núcleo y veremos cómo el mismo repercutirá en la
organización de los procesos. Esta definición constituye entonces la centralidad de la función
de una fiscalía y de sus procesos de trabajo; es decir, una vez que se hayan alcanzado los
procesos de trabajo propios para cumplir esta centralidad, puede darse el caso que una fiscalía
decida ampliar su definición funcional.
6
Fiscalía Desarrollar prácticas de Ser una Fiscalía Regional
Regional innovación que aporten reconocida por las víctimas
Metropolitana un valor fundamental a y testigos de la región sur,
la gestión del Ministerio autoridades del sector
Sur de Chile
Público, estructurando Justicia y autoridades
su organización en regionales y nacionales,
equipos de trabajo por la calidad de servicio
especializados de que entrega.
investigación y
persecución penal,
atención de víctimas y
testigos, servicios
administrativos y
servicios de apoyo
regionales; creando una
plataforma de procesos
de trabajo simples y
soportados con
aplicaciones
tecnológicas eficientes,
que incrementen la
productividad y
eficiencia en el proceso
de persecución penal,
así como en la atención
y protección de las
víctimas y testigos.
Costa Rica Requerir ante los Ser un Ministerio Público Al realizar su misión y en su razón de su ser o visión,
tribunales penales la que actúa ante la el Ministerio Público se desempeña de acuerdo a los
aplicación de la ley, criminalidad de acuerdo a valores de excelencia, objetividad, honestidad,
mediante el ejercicio de políticas de persecución lealtad, valentía, verdad, transparencia e integridad.
la persecución penal y la penal claras y precisas, con
realización de la capacidad de reacción
investigación inmediata ante la
preparatoria en los criminalidad y fortalece su
delitos de acción independencia funcional,
pública, todo con objetividad, transparencia,
sujeción a lo dispuesto eficacia y calidad en sus
por la Constitución servicios, requerimientos y
Política y las leyes, de actuaciones. Garante de
una manera justa y los derechos, libertades y
objetiva. garantías de los sujetos del
proceso penal y la no
discriminación por
cualquier motivo o razón,
en aras de contribuir al
desarrollo democrático y
la paz social de nuestro
país.
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En el cuadro podemos observar cómo más allá de que algunas fiscalías han adoptado
específicamente aspectos que van más allá del núcleo (el servicio a víctimas y testigos, la
generación de confianza en la ciudadanía, la promoción de las soluciones alternativas de
conflicto, etc.) todas coinciden en la función de persecución penal pública, con miras de
asegurar el tratamiento más pacífico posible del conflicto y de conformidad a los principios y
valores propios de un Estado Democrático de Derecho.
Así por ejemplo, en las fiscalías que incorporan el trabajo con víctimas en su función
institucional, un proceso principal estará dado por la atención y protección de las víctimas. En
otras fiscalías en cambio, quizás ésta no sea considerada como propia de su núcleo esencial. Lo
que nos interesa destacar es que esto será una definición estratégica vinculada a la realidad e
intereses propios de cada fiscalía y no una cuestión de mera técnica administrativa.
En este contexto, la función institucional que hemos indicado constituirá, a los efectos del
desarrollo de este documento, un mínimo común denominador para las fiscalías de la región.
Al referirnos a procesos principales aludimos a aquellas actividades centrales que las fiscalías
deben desarrollar para así dar cumplimiento a su función institucional. Dijimos que ésta era la
de ejercer la persecución penal pública para gestionar el tratamiento más pacífico posible de
los conflictos derivados de la trasgresión a las normas penales. Así diremos que a las fiscalías
toca la responsabilidad de tomar decisiones (y luego implementarlas) acerca de la
persecución penal pública.
Cada uno de dichos procesos supone por parte de las fiscalías la adopción de decisiones
concretas para cada caso, consideraciones que quedan entregadas fundamentalmente a los
propios fiscales. Estas decisiones repercutirán en la forma en que se utilizan las distintas
herramientas en la fiscalía; gráficamente diremos que un óptimo trabajo de la fiscalía nos
arrojaría el esquema siguiente:
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JUICIO
Procedimientos
simplificados
Salidas Alternativas
Desestimaciones
Desde el momento mismo de la recepción de una denuncia, las fiscalías deben analizar los
casos, evaluarlos y realizar una cierta prognosis acerca de su futuro. En la actualidad éstas
gozan de diversas facultades para hacer frente al alto flujo de casos que ingresan al sistema,
que les permiten priorizar el uso de sus recursos y así destinarlos preferentemente a aquellos
en que es posible y aconsejable seguir adelante con su persecución.
Este estudio temprano es el que permite que dichas facultades de descongestión sean usadas
eficientemente, pues éstas deben ser operativizadas tan pronto como las causas sean
recepcionadas. De lo contrario, se corre el riesgo de un impacto casi nulo. Si un caso no tiene
posibilidades de ser esclarecido, no tiene sentido que quede “durmiendo” por varios meses
hasta que alguien se acuerde de él y lo cierre. Mucho menos que se ordenen diligencias que es
sabido que no reportarán ningún resultado, por el solo hecho de generar la apariencia de que
la fiscalía “está haciendo algo”, que sabemos no es tal.
Entonces, la correcta organización de este proceso resulta clave para el cumplimiento eficiente
de la función de la fiscalía. Lo que nos interesa destacar es que esta es una faceta
indispensable de gestionar de un modo adecuado.
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Algunas preguntas que quisiéramos responder para
estructurar adecuadamente esta función
Un ejemplo concreto
Fiscalía Regional
Fiscalía Local 1
Unidad de
Desestimación
y Análisis
La recepción de las denuncias es realizada por la Fiscalía Regional que es la que genera las
causas en cuanto tal y produce la respectiva “carpeta de investigación”, donde se van
incorporando los antecedentes de las mismas, para luego derivar cada causa a la Fiscalía Local
que resulte competente.
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Al interior de cada Fiscalía Local existe una Unidad de Desestimación y Análisis de Causas. La
función de estas unidades es evaluar la causa con objeto de decidir si es procedente no un
término temprano o si, por el contrario, ésta requiere de algún tipo de investigación. Esta
decisión se toma en el plazo máximo de 24 horas.
Esta Unidad está compuesta por funcionarios administrativos y un abogado. La labor de este
último es fundamentalmente velar que las desestimaciones realizadas respeten las directrices
efectuadas por el fiscal jefe de la Fiscalía Local.
Para dimensionar el trabajo que realizan estas Unidades, podemos tomar por ejemplo los
datos del Boletín Estadístico 2008 del Ministerio Público Chileno: la Fiscalía Local C de la
Fiscalía Regional Metropolitana Centro Norte, terminó en el transcurso de ese año un total de
49.623 casos. De este universo, 36.103 casos fueron desestimados, lo cual equivale a un
72,8%.
El objeto de ubicar estas unidades al interior de cada una de las Fiscalías Locales responde a la
necesidad de que las decisiones de desestimación sean homogéneas y de acuerdo a la realidad
de cada una de ellas y no que queden entregadas al criterio particular de cada fiscal. Se logra
así aprovechar economías de escala, una mayor uniformidad de los criterios y control de las
decisiones.
Pensemos en el caso hipotético del arrebato de una cartera en la vía pública que ha sido
denunciado a la fiscalía. Allí la Unidad de Desestimación, para archivar el caso, previamente
deberá tomar contacto con la víctima denunciante requiriéndole información sobre el mismo
explicándole que en caso de no contar con más datos la causa será archivada. Para ello la
Unidad debe identificar el tipo de información esencial para seguir adelante con la
investigación de cada caso, estandarizándola por categorías de delito; es decir, deberá
establecer el mínimo de información necesaria para que un caso vaya a investigación o, en
caso de inexistencia, sea no investigable. ¿Cuáles son las ventajas de trabajar de esta forma?
En resumen, desde un primer momento, las víctimas entienden que en la medida que no se
cuente con determinada información mínima, el caso no tiene mayores perspectivas de éxito.
Ello, unido a que la respuesta de la fiscalía es la misma para casos similares al concentrar todo
el procedimiento en la misma Unidad, conforme a criterios claros y preestablecidos, en
tiempos breves, conlleva al entendimiento de la decisión respectiva, lo que deriva en un bajo
número de reclamos por parte de las víctimas ante el archivo de sus causas, sin perjuicio de la
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labor que revisaremos más adelante tendiente a agregar valor a las tareas de archivo.
Un segundo ejemplo concreto de Chile, se vincula con el tratamiento de los casos de violencia
intrafamiliar. Existiendo en ese país competencias en el ámbito de la justicia de familia y de la
penal en materia de violencia intrafamiliar, no existe certeza en relación a cuándo un acto de
violencia intrafamiliar es constitutivo de delito y cuándo no.
Por regla general cuando la Unidad decide que respecto de una causa no procede la
desestimación, ella es asignada a un fiscal en específico, para que con posterioridad sea él
quien la tramite adoptando las decisiones jurídico-procesales que considere pertinentes. No
sucede lo mismo en un caso de violencia intrafamiliar constitutivo de delito, pues aquí la
Unidad realiza la asignación a un fiscal determinado, sólo una vez que ha sido formalizado,
esto es, una vez que el Ministerio Público ha comunicado en audiencia al imputado que está
siendo investigado por hechos determinados que a juicio del ente persecutor son constitutivos
de delito.
Con tal objeto se ha utilizado un sistema de turnos en donde un fiscal cualquiera deberá
formalizar los casos de violencia intrafamiliar de acuerdo a la decisión de la unidad. De este
modo se excluye el peligro de interpretaciones disímiles al interior de la misma fiscalía en
orden de cuándo entender que una conducta de violencia intrafamiliar constituye o no delito
en un caso concreto. Esta uniformidad de criterios nuevamente es clave en la buena
percepción de la comunidad en el trabajo de la fiscalía en un aspecto absolutamente sensible,
como es el de la violencia intrafamiliar.
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Recapitulando:
Dada la importante función sistémica que cumple la selección de casos y el uso de facultades
discrecionales, cabe a su respecto que la institución realice un monitoreo bastante específico
en cuanto a su rendimiento. Resulta clave entonces la información que el sistema es capaz de
producir. Pero esta información juega un rol diverso según el nivel de que se trate:
Distintos Niveles
1º. Diversidad en los ingresos, el caso a caso. Uno de los propósitos de la fiscalía debe ser
estructurar el trabajo de forma tal de permitir que un caso sea “pesado” o analizado en un
momento cercano a su recepción. Si por el contrario, el sistema automatiza o rigidiza una serie
de instrucciones de investigación a todo evento, sucederá inevitablemente que un grupo de
casos, sin ninguna posibilidad de esclarecimiento y de una relevancia muy menor, consuma una
parte importante de los recursos, siempre escasos.
2º. Información de conjunto, lo global. Existe también una información de tipo “agregada”, ya
no mirada desde el punto de vista de cada caso individual, sino del conjunto de estos. Esta
información nos permite monitorear cómo el sistema en su faz global se está comportando.
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Esta información debe permitir a las personas del plano directivo de la fiscalía comprender
cómo está funcionando. Además ellas deben tener poder para influir y cambiar los métodos
de trabajo de los operadores, lo que ciertamente incluye a cada fiscal. Imaginemos por
ejemplo, que en una determinada época del año, la dirección de la fiscalía detecta que existe
un aumento explosivo de desestimaciones por no existir antecedentes suficientes para
esclarecer los hechos. Esto es algo que deberá llamar la atención. Es posible que al examinar
lo que está sucediendo, se advierta que estas decisiones ni siquiera sean adoptadas en el
momento de recepción de las denuncias, sino varios meses después. Entonces nuevamente, la
dirección debe estar en condiciones de revisar dichos casos que están siendo desestimados,
pues podría estar ocurriendo que esas facultades de desestimación están siendo utilizadas
únicamente como medios de descongestión y para encubrir una negligencia en la tramitación
e investigación de los casos, cuestión muy grave como podemos apreciar. Para ser más claro,
una posibilidad es que dado que los casos, a pesar de tener elementos suficientes para arribar
a una investigación exitosa, se estén desestimando ante la inoperancia del sistema. Esto es
algo sobre lo que se debe estar alerta.
En adición, debemos considerar que esta información también debe estar disponible para
cada fiscal y/o unidad de trabajo. Pensemos en el mismo ejemplo visto anteriormente. Si el
sistema está funcionando mal o fuera de los márgenes predefinidos, lo ideal es que cada
operador esté en condiciones de advertir por sí mismos tal situación y adoptar las medidas
necesarias para corregirlo. No tiene sentido esperar hasta que el superior lo descubra y llame
la atención. Lógicamente nadie más interesado que los propios operadores en que ello no
suceda.
Nótese como primer punto que explícitamente nos estamos refiriendo a “recopilación y
manejo de información de cada caso” y no al concepto genérico más comúnmente usado
“investigación de los delitos”. Muchas veces se asocia a esta función una imagen propia de
Sherlock Colmes: se suele pensar en complejos enigmas para los que se requiere de un
sinnúmero de actuaciones y de un olfato y perspicacia singular. Sin duda habrá casos que
requerirán de mucho trabajo investigativo: grandes asociaciones delictuales o numerosas
acciones financieras concatenadas con un objetivo fraudulento. Pero lo cierto es que aquello
ocurrirá en un porcentaje bastante más inferior del que podríamos creer en un primer
momento y, en adición, si queremos atender adecuadamente esos otros caso más complejos,
con una oportunidad cierta de destinar a éstos la cantidad de recursos investigativos
necesarios, ello pasa primero por una correcta sistematización del trabajo en los hechos
menos complejos, que como sabemos, son la mayoría.
Allí donde en sistemas de corte inquisitivo la etapa de investigación significaba una simple
recolección de antecedentes conforme al cumplimiento de ciertos pasos y ritualidades
predefinidos por el legislador, al margen de mayores consideraciones acerca de las
particularidades propias de cada caso, ahora, bajo los sistemas reformados, la definición de la
investigación de cada delito ha sido entregada a los fiscales, los que a su vez pueden
reorientarlas estratégicamente y priorizar casos y acciones, pudiendo además hacer uso de las
distintas facultades que les entrega la legislación.
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Por otra parte, cabe recordar que la información que obtenga el Ministerio Público durante la
investigación no constituye prueba, pues prueba es sólo aquella que es producida en juicio de
acuerdo a las normas legales relativas al debate oral. Así ocurre por ejemplo con la prueba
testimonial. Prueba no es el acta que levanta la fiscalía sobre la declaración de un testigo
durante la investigación de un caso, sino que prueba es el testigo declarando en juicio bajo la
contradicción de las partes y con inmediación respecto de los jueces. De allí entonces que
resultan poco útiles las formalidades y los ritualismos con que antes eran recopilados los
antecedentes de la investigación y luego incorporados a los antiguos expedientes.
Ya señaladas las dos cuestiones anteriores, diremos que este proceso principal debe ser
organizado con orientación fundamental a contar con información suficiente para adoptar
buenas decisiones, en donde la cantidad y calidad de la información irá variando caso a caso,
tanto por la realidad fáctica de los mismos como por los distintos cauces jurídicos posibles; y
en donde, la mayoría de las veces bastará con información bastante más acotada de lo que
podríamos imaginar.
A continuación, para mayor claridad, revisaremos distintos aspectos que cabe tener presentes.
Un caso típico
Invitamos al lector a pensar cuál sería el procedimiento que se seguiría en su país ante esta
situación y cuánto tiempo llevaría, en concreto, obtener una decisión judicial.
Veamos ahora con qué información contamos y qué podríamos hacer con este caso a partir del
uso de esa información.
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Información obtenida en el contexto de la flagrancia
- En primer lugar y aunque parezca obvio, tenemos quizás lo más relevante: a una persona
totalmente identificable imputada del delito.
- Además, contamos también con una víctima, del todo identificable.
- También es posible que el mismo policía tome algún tipo de declaración a ésta, lo que
puede verse facilitado por medio de formularios acordados con el Ministerio Público en
los que las victimas deban sólo “llenar casilleros”; o bien se podría disponer el traslado de
dicha persona hasta la fiscalía respectiva con el propósito que rinda su declaración ante el
fiscal, si fuere necesario.
- Al igual se cuenta con la declaración del mismo policía que pasa a constituirse en un
testigo privilegiado de los hechos. Por tanto es necesario además que registre
exactamente lo sucedido, lo que nuevamente podrá verse facilitado en la medida que
exista una estandarización de la información relevante, normalmente por medio de
formatos o formularios preestablecidos.
- Además si hay más personas en la calle, todas estas son potenciales testigos a las que se
les debe en ese mismo momento tomar sus datos y preguntar qué vieron de los hechos y
al igual que tratándose de la víctima, intentar consignar sus declaraciones de algún modo.
- Por otra parte, tendremos la especie misma hurtada (la cartera), la que dependiendo del
caso, podrá ser remitida a la fiscalía o simplemente fotografiada o registrada por algún
otro medio.
Cabría preguntarse en un caso así ¿Es necesaria información adicional para la fiscalía? ¿Se
requeriría realizar una “investigación” propiamente tal? El Ministerio Público en verdad, está
en condiciones de sostener inmediatamente su acusación o bien intentar acordar alguna salida
alternativa si fuere el caso.
De la misma forma que algunos casos podrán resolverse a partir de la información recogida en
el momento del suceso (flagrancia), se presentarán otros en los que se requiera una
investigación mayor. Sin embargo, en este punto es importante recordar lo que
mencionábamos al inicio de este punto: debe abandonarse la imagen de Sherlock Holmes
investigando, y desarrollar mecanismos efectivos y prácticos para la obtención de información.
En estos casos, una correcta custodia del sitio del suceso, así como un procedimiento
estandarizado de levantamiento de evidencia, unido a un sistema de cadena de custodia
conocido y compartido por todas las instancias involucradas en la investigación, permitirá
contar con una mayor cantidad y calidad de información, junto con un mejor acceso y
disponibilidad de la misma. Es importante aquí considerar que en los casos en los que la
investigación parta del la recopilación de información en el lugar del hecho, es altamente
probable que el desarrollo posterior de la misma se vincule directamente con los elementos
hallados en ese momento y al cumplimiento o no de los procedimientos establecidos. Por ello,
la estandarización y rigurosidad en el cumplimiento de los pasos de recojo de información,
será también una forma de optimizar los tiempos en la resolución de los casos y la posibilidad
de respuestas efectivas a los involucrados.
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3) Acceso a información pública y bases de datos relevantes
Como vemos, si una fiscalía es capaz de organizar adecuadamente estas tres tareas, tendrá
gran parte de sus problemas ya resueltos. Ahora bien, organizar estas tres tareas tiene
implicancias bastante grandes para la gestión de la fiscalía, ya que:
- De ellas se derivan una serie de actividades que deben ser tomadas en cuenta al momento
de planear el diseño.
- A la vez, también de estas tareas se derivan una serie de relaciones con otras instituciones
que no pueden ser descuidadas.
Caso Concreto
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A. Recepción de
denuncias y/o
documentos
vinculados
E. Ejecución y B. Recepción y
gestión de custodia de
actividades en evidencias y/o
Zona de Seguridad especies
Unidad de
Recepción
General
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ya viene dado por los propios organismos policiales cuando levantan las evidencias.
Este NUE es fundamental para su orden y control. Veamos cómo. La recepción de las
especies ha sido organizada en base a dos sistemas: de acuerdo a sistemas de turnos
preestablecidos para las unidades policiales que más frecuentemente entregan
especies a la fiscalía y, segundo, por orden de llegada para todos los demás
organismos o personas, así como unidades policiales que requieran entregar especies
en forma urgente, por fuera del sistema de turnos. La recepción de evidencias muchas
veces se realiza antes de que la causa se encuentre formalmente ingresada al sistema
computacional del Ministerio Público con un número de RUC (Rol Único de Causa, que
es aquel que permite identificar a una causa desde su nacimiento hasta su extinción y
no sólo por parte del Ministerio Público sino también por parte de tribunales y
defensores). Por lo mismo, resulta crucial, ante cualquier contingencia, poder contar
con información que permita acceder rápidamente a ella. Es así que se ha creado una
simple aplicación computacional a la que se sube toda la información relevante de la
evidencia y que cubre todo ese tiempo que va desde el momento mismo de la
recepción hasta que ella es asociada a un RUC.
Al momento de la recepción de una evidencia, lo primero que hace el encargado es
revisar la misma a fin de corroborar que sea exactamente lo que el acta de especie,
normalmente anexada a un parte policial, dice que es, junto con verificar su correcta
rotulación. Una vez hecho esto, se sube la información al sistema computacional
antedicho con mención del NUE y la identificación de la persona que la entrega
indicando su nombre, número de cédula de identidad y organismo al que pertenece.
Luego, el mismo sistema genera una especie de comprobante de recepción en dos
copias, cada una de las cuales debe ser firmada por la persona que entrega la
evidencia, quedando una en su poder y otra en la fiscalía para constancia de la
operación. Este procedimiento es sumamente útil para efectos de eventuales
discrepancias entre la descripción de la evidencia realizada por el funcionario policial y
la especie efectivamente recepcionada. Posteriormente viene el proceso de
almacenamiento que es realizado en bodegas ubicadas en la misma fiscalía, de
acuerdo a estrictos procedimientos y de una distribución del espacio preestablecida
todo con el propósito de que las evidencias puedan ser fácil y rápidamente ubicadas.
Junto con todas esas tareas, esta área se encarga además de la devolución de las
especies en caso de que sea procedente y de dar curso a los requerimientos de los
fiscales en lo que se relacione con el manejo de las mismas, por ejemplo, inspecciones
visuales, salidas temporales de la fiscalía para ser periciadas, o autorizaciones para que
otras personas puedan tener acceso a ellas, como abogados defensores, querellantes,
testigos, prensa, etc. Finalmente, existen algunas especies que, de conformidad a la
ley, reciben un trato diferenciado, como por ejemplo, el dinero, el cual, luego de la
recepción respectiva en la unidad, en base a un procedimiento particular, es
depositado en bancos comerciales. Además, por disposición legal, existen algunas
especies que no pueden ser recepcionadas por la fiscalía tales como drogas,
medicamentos, armas de fuego, entre otras.
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antecedentes que dan inicio a la causa son colocados en carpetas diferenciadas por
colores según la fiscalía específica a la que corresponda su investigación. Luego, a tales
carpetas se agrega información que ha sido previamente catalogada como
indispensable para tomar decisiones en torno a la misma, sea en audiencias de control
de la detención o bien en las unidades de desestimación y análisis de cada fiscalía (Esta
información consiste básicamente en el extracto de filiación o prontuarial del imputado
– hoja de vida de las personas realizado por el Servicio Público de Registro Civil e
Identificación en la que se anotan todas las condenas penales con que cuenta una
persona – si es que éste es conocido, la “ficha caso” del mismo que contiene todos los
datos de esa persona en el sistema informático del Ministerio Público, como por
ejemplo detenciones, formalizaciones, suspensiones condicionales del procedimiento,
etc, los que no aparecen en el extracto prontuarial antedicho; tratándose de casos
relativos de violencia intrafamiliar, además se incorpora la “ficha caso” de la víctima a
objeto de obtener una mejor evaluación del conflicto entre agresor y agredido y en
casos de responsabilidad penal de adolescentes se adicionan los certificados de
nacimiento de los jóvenes involucrados en la comisión del delito), para más tarde
“validar” toda esa información incorporada a la carpeta en el sistema informático, es
decir, registrarla en él, con el propósito de llevar un control de la misma y asegurar
que las carpetas al salir de la unidad cuentan con toda la información necesaria.
Con posterioridad, la carpeta debe ser etiquetada, esto es, en su portada se le pega un
adhesivo que contiene el número de la causa RUC (Rol Único de Causa) asociado a un
código de barras. De esta forma de aquí en adelante, cada vez que se requiera trabajar
con la carpeta y los sistemas informáticos, bastará como se explicó anteriormente,
“pistolear” dicha etiqueta adherida a la carpeta. Finalmente, la carpeta está lista para
su distribución, para lo cual es necesario “validar” también su envío en el sistema
computacional que realiza un aviso electrónico a la persona a que va dirigida,
informando que ésta se encuentra en transferencia de un lugar a otro. Así, cuando la
persona recibe la carpeta debe “rebajarla” del sistema, lo cual quiere significar,
“pistolear” nuevamente su código de barras registrando la recepción de la misma en el
sistema. Todo ello permite tener un estricto control acerca de la historia de tránsito de
la carpeta al interior de la Fiscalía y certeza del lugar en que está cada vez que ella sea
requerida por cualquier persona.
20
fiscalía, los que están construidos sobre la base de permitir que estos sean compatibles
para “dialogar”. Automáticamente en el momento en que es “bajado” el parte policial,
el mismo sistema informático genera el número de la causa (RUC) que individualiza a la
misma. Con dicho RUC y a partir de las bitácoras mencionadas, el sistema genera una
lista de los detenidos que es enviada a tribunales a través de un sistema de
interconexión para efectos de programar las audiencias de control de detención.
Más tarde, viene toda la labor de “encarpetar”, es decir, generar las carpetas con las
que los fiscales litigarán las audiencias que deben contener en general, el parte policial
y toda otra información incorporada por la policía, las bitácoras, el extracto de filiación
y la “ficha caso” del imputado y una hoja o ficha de audiencia que el fiscal deberá
llenar de acuerdo a lo que suceda en la audiencia.
Posteriormente, una vez que las audiencias ya han sido litigadas, los fiscales
respectivos dejan todas las carpetas en un buzón ubicado en el edificio de la fiscalía.
De allí las carpetas son recogidas dos veces al día y trasladadas nuevamente hasta la
Unidad de Incorporación de Información. En ésta las carpetas son clasificadas por
prioridades de acuerdo al resultado de las audiencias en Carpetas Vigentes, Carpetas
Suspendidas y Carpetas Terminadas. Asimismo las Carpetas Vigentes son separadas
entre las que tienen una mayor prioridad conforme a si se les ha fijado una audiencia
con fecha próxima, si se les ha fijado un plazo de investigación de corta duración y/o si
el caso en sí mismo reviste mayor urgencia en base fundamentalmente a categorías
predefinidas de delitos como homicidios, lesiones graves, secuestros y delitos de
índole sexual o en contexto de violencia intrafamiliar, entre otros. De acuerdo a tales
prioridades, lo sucedido en las audiencias es subido al sistema informático del
Ministerio Público por personal administrativo en atención a los datos consignados por
el fiscal respectivo en las hojas de audiencias, para después actualizar las carpetas y
asignarlas a la fiscalía que corresponda o bien, directamente al fiscal que litigó la
audiencia, en caso que se le hubiere puesto término en la misma audiencia por medio
de una salida alternativa o una forma simplificada de enjuiciamiento. Finalmente, las
carpetas son despachadas donde corresponda.
21
presenta el abogado defensor, estando comunicada la Defensoría también por medio
de túneles.
Una de las críticas o cuestionamientos que suele realizarse a los sistemas cuando comienzan a
trabajar eficientemente la desestimación de casos (como lo hemos visto en el proceso
principal anteriormente descrito) es la “falta de respuesta” hacia la víctima en particular y la
sociedad en general. Cuando un caso es desestimado queda en el aire la sensación de que el
sistema penal no ha sido capaz de gestionar adecuadamente el conflicto. Sin embargo, en el
ámbito de las desestimaciones también puede generarse información de mucho provecho
para tareas de respuesta efectiva hacia la ciudadanía por parte de la fiscalía. Veamos esto con
un ejemplo concreto.
El caso de arrebato de una cartera en la vía pública, respecto del cual no se tiene ningún dato
de su autor, probablemente estará destinado a ser desestimado. Al analizar el caso, esta
Unidad primero pesquisará si existen datos que permitan asociarlo a otros de similares
características. Para ello se vale de algunas herramientas que la misma confecciona como
reportes o georeferenciaciones. Algunas características que considerará:
Se trata de información muy valiosa que aún cuando no permita desarrollar una investigación
exitosa a partir del caso individual, sí permite “generar alertas” que pueden en algún
momento generar casos colectivos (de varios casos individuales antes desestimados). Y aún
cuando esto no sea suficiente para el ámbito judicial, sí será muy importante en términos de
seguridad ciudadana, pues se produce información de una calidad que compartida y
coordinada con las policías, permite a éstas realizar labores preventivas, lo cual sin duda es
valorado por la comunidad.
22
c. Proceso Principal 3. Ejercicio de la acción penal pública de conformidad a las distintas
alternativas procesales
En sistemas de tipo inquisitivo, lo normal es que rija sin mayores contrapesos el llamado
principio de legalidad procesal, conforme al cual, al margen de las particularidades propias de
cada caso y de que puedan existir diversas alternativas para gestionar de un modo más
pacífico el conflicto, es deber de los órganos persecutores seguir siempre adelante con todos
los casos y hasta las últimas consecuencias de manera de llegar a una sentencia definitiva sea
condenatoria o absolutoria, no pudiendo disponer de los mismos ni tampoco discriminar o
priorizar el uso de los recursos con que cuentan. A la inversa, las reformas a nuestros sistemas
han optado en general por dar cabida a distintas formas de Oportunidad, esto es, diversas
posibilidades de renuncia a obtener una eventual declaración de culpabilidad en aras de
privilegiar valores distintos al solo esclarecimiento de lo que efectivamente sucedió.
Sincerar lo posible…
En los procesos reformados existe clara conciencia de la imposibilidad de llevar a los hechos el
postulado de la legalidad procesal. Por más recursos que se inviertan en un sistema, éste jamás
podrá investigar y esclarecer todos los casos que conoce.
El desafío más bien es el inverso: cómo gestionar y focalizar del mejor modo posible los
recursos, por definición escasos. Nos referimos por tanto a las facultades genéricas de
desestimación o archivo, a las salidas alternativas como las suspensiones del procedimiento
bajo condición o probations y conciliaciones, mediaciones o acuerdos reparatorios y por
último, cabe agregar todas aquellas posibilidades simplificadas y más breves de
enjuiciamiento, las que con o sin reconocimiento de culpabilidad por parte de los imputados,
no renuncian a la imposición de una eventual condena, pero sí permiten un ahorro
significativo de recursos para el sistema y por ende una mayor focalización de estos para los
casos considerados de mayor relevancia. Otro ejemplo son los llamados procedimientos
abreviados.
En definitiva, existe una amplia gama de alternativas en torno al ejercicio de la acción penal
pública que nos alejan del esquema único y lineal que existía en nuestras legislaciones previo a
los procesos de reforma.
Los sistemas de gestión de las fiscalías deben estar conscientes de estas distintas
alternativas. Una adecuada diferenciación de los desiguales requerimientos tanto de
información como de recursos, sean materiales o humanos, que cada una de dichas
alternativas implica y la adecuación del sistema a los mismos, resulta clave para que las
fiscalías desarrollen sus tareas eficientemente.
En este punto podemos encontrar distintos niveles de organización dependiendo del tamaño
y características de la fiscalía de que se trate. Un ejemplo sencillo lo podemos apreciar a
continuación.
23
Un ejemplo concreto
Se trata de una fiscalía relativamente pequeña ubicada en la Patagonia Argentina, que cubre
una gran extensión de territorio, en su mayoría rural o semi-rural y con una baja densidad
poblacional. De acuerdo a los datos del último censo realizado en 2001, en el territorio de la
circunscripción de esta fiscalía habita un poco más de 100.000 personas. Asimismo para
realizar una estimación aproximada de su carga de trabajo, podemos señalar que esta fiscalía
durante el año 2008 registró el ingreso de 3.892 casos. Cuenta además con un Fiscal Jefe de
Fiscalía y tres Fiscales Generales, más cinco abogados funcionarios de fiscalía que tienen la
facultad de representar al Ministerio Público en audiencia hasta la etapa intermedia.
En cuanto al área operativa, esta Fiscalía se organizó en base a tres agencias o unidades, cada
una con funciones distintas.
Fiscalías más grandes, que cuenten con mayores recursos y que deban enfrentar un mayor
número de casos y con distintos grados de complejidad, tendrán a la vez mayores necesidades
y posibilidades de organizar sus procesos con la finalidad de dar una respuesta adecuada
conforme a las distintas alternativas procesales.
Un ejemplo concreto
En una sofisticación de las respuestas que el sistema penal puede otorgar, en la región han
existido diversas experiencias sobre Tribunales de Tratamiento de Drogas, usando como
marco las instituciones del proceso penal, como la suspensión del proceso a prueba. Por medio
de éstas se busca disminuir índices de reincidencia, atacando el consumo de drogas en
personas, normalmente adolescentes, que presentan una condición de dependencia que
resulta generadora de conductas delictivas. De esta forma, una de las condiciones a las que
deben someterse estas personas es precisamente seguir un tratamiento que les permita
24
superar su adicción. Esto implica grandes esfuerzos para las fiscalías de evaluar concretamente
las necesidades de tratamiento de estas personas, lo que derivará en la incorporación de
equipos profesionales de tipo psicosocial que han de interrelacionarse con los fiscales. De la
misma forma, las fiscalías deberán instar por altos grados de coordinación con las demás
instituciones, sean del sistema penal mismo o de la red de apoyo como organizaciones de
salud.
- Un detalle acerca de la experiencia de los tribunales de tratamiento de drogas en Chile,
puede consultarse en el siguiente link:
http://www.sistemasjudiciales.org/content/jud/archivos/notaarchivo/351.pdf
(DROPPELMANN, Catalina y PÉREZ, Paz. Salidas Alternativas Eficaces: La Experiencia de los
Tribunales de Drogas en Chile. En: Revista Sistemas Judiciales www.sistemasjudiciales.org ,
Revista Nº 13 Cortes Supremas, mayo de 2008. pp. 59-64).
- A quienes les interese la temática, recomendamos realizar el curso virtual “Tribunales de
Tratamiento de Drogas” publicado por CEJA en el año 2012. El curso se basa centralmente
en los materiales “Tribunales de Tratamiento de Drogas en Chile” elaborados por
Fundación Paz Ciudadana en el año 2010 y que contó con la colaboración de diversos
académicos y actores del sistema de justicia criminal chileno. Dichos materiales
sistematizan la experiencia de cerca de cinco años en que se ha discutido e implementado
un modelo de TTD en dicho país y, además, la experiencia internacional en la materia. Más
información puede ser consultada en la página de CEJA: www.cejamericas.org.
Las audiencias deben ser comprendidas por el sistema penal en su conjunto como un
verdadero producto final de modo que si alguna de las instituciones que confluyen al mismo
fracasa. Respecto del Ministerio Público, entre otros aspectos, debe disponer de fiscales
suficientes para cada una de las salas abiertas a audiencias. Éstos además deben llegar bien
preparados, por lo que necesitan que se les dote de información ordenada y pertinente. Por
otra parte, cabe complejizar aún más el escenario en aquellos casos en que se rinda prueba.
Nos referimos a la citación de testigos, custodia y traslado de documentos y prueba material,
etc. Todo ello debe suceder a un mismo tiempo y sin dilaciones.
25
No sólo es necesario que las audiencias sean realizadas, sino que se requiere además que éstas
sean de la calidad suficiente para que los jueces puedan adoptar decisiones adecuadas, razón
por la cual el sistema de gestión de fiscalías debe nuevamente lograr advertir cuáles son las
necesidades específicas que debe cubrir para cada uno de los tipos de audiencias, lo que está
en directa relación con la complejidad de los casos. No es la misma preparación la que exige un
fiscal que va a litigar una audiencia de juicio o de debate que la que requiere si va a litigar una
audiencia de discusión de medidas cautelares. De la misma manera, tampoco es el mismo
apoyo de gestión que precisa cada una de dichas audiencias. Por otra parte, los desafíos que
implica cada audiencia también guardan relación con la propia “magnitud” de cada caso, esto
es, con la cantidad de información que contienen, el modo en que ésta se presenta y otras
cuestiones como cantidad de testigos o documentos. Asimismo, la materia misma del caso
puede plantear diversos grados de complejidad. Así un caso de “quiebra fraudulenta” por regla
general se presentará como bastante más complejo que un “hurto o arrebato en la vía
pública”. Finalmente, otro factor de complejidad, para nada irrelevante, es el tiempo del que
se dispone para preparar la audiencia. Así por ejemplo, una audiencia de control de legalidad
de una detención por flagrancia que se realice tan sólo unas horas después de dicha detención
o una audiencia de habeas corpus que tenga lugar tan pronto como sea presentada y
notificada la acción, implicará, sin duda, enormes desafíos para una adecuada preparación.
A modo de resumen:
- Las nuevas facultades que se le han entregado a las fiscalías requieren de éstas analizar
los casos que llegan a sus manos para luego decidir si perseguir o no y optar por alguno
de los caminos procesales o de negociación que la ley permite.
- Para lo anterior, es indispensable que los fiscales tengan claridad acerca de cuáles son las
exigencias concretas de información que cada caso supone, así como de los distintos
modos para obtenerla y de los tiempos estimados de duración que ello supone, para así
luego adoptar oportunamente las decisiones fundamentales sobre persecución.
- Tal claridad sobre la información junto con la debida coordinación entre las fiscalías y las
distintas entidades que le proporcionan información sobre los casos, permitirá un
adecuado y eficiente desarrollo de sus tareas, considerando siempre a las audiencias
como un producto final que requiere de una gran cantidad de acciones integradas y
coordinadas con las demás instituciones del sistema penal.
26
III.1.2. Procesos de Apoyo Estratégico
Los procesos de apoyo estratégico serán los que permitan un mejor cumplimiento de los
procesos definidos como principales. Una fiscalía, de acuerdo a la extensión de sus propias
definiciones, podría disponer que otros procesos adopten una importancia estratégica
especial, no obstante no estén tratados aquí. Nuevamente explicitamos nuestro propósito:
adoptar un mínimo común denominador con el que todos en principio podríamos estar de
acuerdo.
Muchas veces se afirma, sin error, que el Ministerio Público representa y se debe a la sociedad
en su conjunto y no al interés particular de tal o cual persona. Por regla general, dicha
expresión es utilizada para resaltar que las fiscalías en su trabajo y en la adopción de sus
intereses deben velar por el interés público en juego y no por el interés de una víctima o
testigo individualmente considerado. Si bien esto es correcto, veremos que, por una parte,
presenta poca utilidad en lo que a modelo de gestión se refiere y por otra parte lleva a
conclusiones erradas.
Nuestra premisa es que para toda fiscalía reviste una relevancia estratégica satisfacer los
intereses y expectativas de víctimas y testigos, y por tanto, el modelo de operacional y de
gestión de éstas debe estar orientado a ello. Como hemos visto al estudiar los procesos
principales de la fiscalía, toda la actividad que se desempeñe estará mejor o peor orientada en
función a la información que logre obtenerse. Víctimas y testigos de delitos serán, sin dudas,
fuentes de información prioritarias para la determinación del curso de un caso concreto y ello
implicará asumir algunas concepciones:
- Las víctimas y los testigos deben ser considerados consumidores inmediatos de la fiscalía;
- Las víctimas y los testigos deben ser considerados aliados estratégicos de la persecución
penal;
- El tratamiento otorgado a víctimas y testigos por parte de la fiscalía incide en la mayor o
menor legitimidad política de la institución.
Desde muchas legislaciones reformadas como así también desde el plano discursivo, los
últimos tiempos han significado un impulso a la atención de las víctimas por parte del sistema
penal en general y de las fiscalías en particular. De su parte, el establecimiento de sistemas
donde los hechos deben ser probados en juicio implica también un tratamiento prioritario a
los testigos. Hemos dicho que tanto víctimas cuanto testigos serán fuentes de información
para la fiscalía, lo cual generará una serie de expectativas en términos de organización del
trabajo y atención a estos sujetos.
27
tomarán contacto – en la forma que lo hagan – con la fiscalía para requerir información sobre
el futuro del caso y sus obligaciones y posibilidades con relación al hecho. Requerirán un
servicio de la fiscalía y esta deberá generar capacidades de cumplir con tal requerimiento. ¿Por
qué hacerlo? Porque a la vez que consumidores, las víctimas serán también un aporte a la
fiscalía en términos de información y en función a ello debe construirse una relación sólida con
las mismas.
28
Información a víctimas y testigos. Adicionalmente, será importante brindar información clara
y precisa tanto a víctimas como a testigos. En el caso de las víctimas, consideramos como un
eje fundamental el de informar sobre las distintas alternativas existentes para terminar un
caso y los requisitos que deben cumplimentarse para cada una, de forma tal que una vez que
su caso particular culmine, tenga claridad sobre las razones que llevaron a una determinada
medida. También es importante informarle sobre los distintos pasos del proceso y las formas
en que ella puede coadyuvar a que su caso se solucione. En el caso de los testigos, resulta
fundamental hacerles conocer desde el primer momento sus derechos y obligaciones dentro
del proceso penal, de forma tal de comprometerlos a brindar información sin hacerlos sentir
amenazados por el sistema. Como puede observarse, esta tarea no necesariamente será una
actividad “caso a caso”, sino que bien puede realizarse a través de folletos informativos,
generación de líneas telefónicas o páginas web de consulta a las que las personas puedan
recurrir cuando tengan inquietudes sobre su situación, etc.
¿Por qué esta necesidad de retener a las víctimas y testigos? Porque, como hemos dicho,
serán fuentes principales de información al momento de probar un caso en juicio y, como
veremos en unos momentos, serán también “la cara” de la fiscalía ante la sociedad en sentido
de expresar satisfacción o insatisfacción con el trabajo realizado por ésta.
29
Preparación. Determinada la importancia de la información de una persona, sea víctima o
testigo, la fiscalía deberá realizar un trabajo de preparación de esta para su declaración en
juicio. Esto implicará por una parte reafirmar el conocimiento de los derechos y las
obligaciones que la persona tiene en el proceso pero, adicionalmente, implicará también
conocer a la persona, tener claridad sobre la información que posee, identificar los problemas
o dificultades que tenga al momento de prestar su declaración en un juicio y, en la medida de
lo posible, anticipar todas las posibles debilidades que podrían presentarse al momento de
llegar al juicio y superarlas.
Pensemos en casos sencillos (que normalmente son mayoritarios) en que la protección que
dispense el Ministerio Público no requiere de grandes inversiones en recursos. Una mujer que
ha sufrido por mucho tiempo violencia de parte de su marido, un día, tras una golpiza decide
denunciarlo. Dado el historial de violencia, el tribunal respectivo le impone al agresor una
prohibición de acercarse a la mujer. En un caso como éste podría indicarse a la unidad policial
más cercana que dicha mujer, con mención de sus datos personales básicos, especialmente su
domicilio, está en una situación de vulnerabilidad por lo que requiere de mayores cuidados. En
este caso, una simple medida como entregarle a la mujer el número de teléfono móvil directo
de un policía puede ser clave para que ésta se sienta más segura y a la vez para asegurar una
reacción expedita en el evento que el agresor intente ir a agredirla.
Un sistema de enjuiciamiento criminal que se enfrenta a víctimas y testigos con altos grados de
apatía, es un sistema sumamente limitado en su accionar. Si las víctimas sienten que el órgano
persecutor es indolente respecto a los problemas que le aquejan, probablemente dejarán de
denunciar los delitos, o incluso ya habiendo denunciado, si las fiscalías no asumen el desafío de
brindar una buena atención a su respecto, ellas no tendrán en definitiva ningún interés en
colaborar con algo que no resulta más que un nuevo problema. Como vemos no se trata de un
escenario en el que una fiscalía querría estar.
Como se observa, trabajar de esta forma con víctimas y testigos no significa que las
expectativas de estos se superpongan a las decisiones del Ministerio Público. Es a éste último a
quién nosotros como sociedad hemos entregado la persecución penal en interés del colectivo.
Por lo mismo, no cabe que el interés individual de una víctima o un testigo pueda avasallar
tales objetivos sociales. No obstante, no cabe duda que para que el Ministerio Público pueda
realizar su cometido de una manera exitosa, requiere siempre de la colaboración de aquéllos.
Esto es a lo que nos referimos: No existe posibilidad alguna de que el ministerio público
pueda realizar su función institucional con éxito sin la colaboración de víctimas y testigos.
No es sólo que víctimas y testigos constituyan por definición los clientes o usuarios de las
fiscalías, ni que constituyan aliados estratégicos en la persecución, sino que además una
adecuada satisfacción de sus intereses, dota a los Ministerios Públicos de legitimidad política
en su actuación.
Las fiscalías no tienen legitimidad política por sí mismas. Al tener un carácter técnico, su
legitimidad deriva principalmente de lo bien o mal que realicen sus funciones, uno de cuyos
ejes más relevantes está dado por la satisfacción de víctimas y testigos. Es por lo anterior que,
30
en la medida que las fiscalías no asuman este desafío con un sentido prioritario, lentamente
éstas verán cómo su trabajo comenzará a deslegitimarse frente a la sociedad a la que intenta
servir.
Debe ser preocupación especial entregar una atención de calidad en estas materias,
procurando cumplir las obligaciones que hemos descrito en forma eficiente, tomando en
consideración:
- Reducir al máximo los tiempos de espera,
- Brindar información completa acerca de las causas y cuestiones conexas,
- Solucionar inquietudes atingentes a la participación en el proceso penal,
- Brindar protección en los casos en que se justifique
Y teniendo presente que todos estos servicios e intervenciones se deben realizarse de una
forma oportuna. En efecto, una respuesta tardía en la mayor parte de los casos será una
respuesta completamente insatisfactoria.
a.4. Pero si tengo tanto que hacer… ¿Cómo cumplir estas tareas?
Una típica objeción o problema con que se enfrentan los intentos por generar espacios de
atención de calidad a víctimas y testigos es el volumen de trabajo de los fiscales. Se piensa esta
actividad como secundaria dentro de todas las demás actividades que deben desarrollar y por
tanto se posterga. Frente a audiencias, análisis de antecedentes, comunicaciones con policías y
otros organismos, preparación de escritos, etc. y en el contexto de un tiempo limitado,
lógicamente el acceso de víctimas y testigos a la figura del fiscal, se va viendo cada vez más
restringido.
Sin perjuicio de lo anterior, creemos que la solución a este problema depende mucho más de
la organización administrativa de las fiscalías. No es que se necesiten más fiscales. Este punto
nos permite ver cómo la importancia de la gestión es directamente proporcional a la escasez
de los recursos, pues mientras más limitados éstos, mayor esfuerzo habrá que invertir en una
administración eficaz y eficiente de los mismos.
Sobre este punto es posible imaginar múltiples formas para eficientar esta labor conforme a
intervenciones de tipo administrativo. Queremos destacar aquí que una atención de calidad en
la materia no es algo que necesariamente dependa del trabajo de los fiscales, sino que es
posible idear estructuras y procesos de trabajo entregados a personal administrativo (hemos
visto en el desarrollo de los puntos anteriores, cómo varias de las actividades vinculadas a este
proceso pueden ser desarrolladas por personal de apoyo administrativo e, incluso,
automatizada a través de distintos medios: folletos informativos, páginas web, teléfonos de
consulta, etc.). Desde luego que en ocasiones será indispensable la intervención del fiscal (por
ejemplo, para preparar a una persona para declarar en juicio oral), pero en un muy importante
porcentaje de los casos, ante requerimientos de información bastante básica (como el número
de la causa, si está aún vigente, el nombre del fiscal a cargo o los resultados de una
determinada diligencia) cualquier persona bien entrenada y con el apoyo de herramientas
informáticas mínimas, podrá estar en condiciones de satisfacer las necesidades del usuario.
Una forma de asumir las obligaciones de la fiscalía para con víctimas y testigos ha sido la
creación, en varios Ministerios Públicos de la región, de unidades específicas destinadas a
31
trabajar en este ámbito. Sin duda estas unidades constituyen un gran avance en la materia que
estamos tratando, entre otras cuestiones, han permitido:
- Incorporar profesionales de distintos ámbitos como psicólogos o asistentes sociales, con el
propósito de brindar una atención especializada,
- Establecer procedimientos específicos de tratamiento para delitos de mayor gravedad y/ o
para personas con algún grado de vulnerabilidad importante.
- Generar información específica vinculada a víctimas y/ o testigos
Estas unidades han sido percibidas positivamente por la comunidad y van adquiriendo una
presencia cada vez mayor en la región. No obstante, consideramos que debemos estar
absolutamente conscientes de que ellas no lo son todo.
Así, TODA LA FISCALÍA y, por ende, los fiscales también, han de compartir y estar
comprometidos con el objetivo de brindar una adecuada atención a sus usuarios.
Particularmente tratándose de los fiscales, éstos deben intentar contemplar sus opiniones en
las decisiones que adoptan, sopesar acertadamente las consecuencias para las mismas y ser
conscientes de la situación en que se encuentran.
Un ejemplo concreto
En el vínculo que a continuación se presenta es posible apreciar con mucha nitidez la relación
existente entre una atención de calidad a los usuarios de las fiscalías y un adecuado sistema de
gestión. Se trata de dos breves artículos contenidos en la “Revista Fiscalía” del Ministerio
Público de Chile del mes de octubre de 2008 (páginas 3 a 7).
http://www.cejamericas.org/portal/index.php/es/biblioteca/biblioteca-
virtual/doc_details/7190-atencion-de-calidad-a-usuarios-de-fiscalias
Las policías son las que realizan el trabajo investigativo propiamente tal y quienes tienen la
capacidad de estar presentes en toda la población.
Dado que el trabajo policial concreto variará mucho de país en país e incluso al interior de uno
mismo, en función a diferencias normativas, de contexto social, etc., no nos ocuparemos del
trabajo policial propiamente dicho. Obviamente ese no es el mismo si existe un único cuerpo
policial o si ella está constituida por múltiples entidades; si existen o no “policías judiciales”; si
ellas están adscritas a la fiscalía o son independientes; etc. Por ello, nos ocuparemos sólo de
relevar la importancia de gestionar adecuadamente los procesos comunicativos entre fiscalías
y policías.
Lo primero que cabe mencionar es que la forma concreta de relacionarse las fiscalías con las
entidades policiales se vincula directamente con la estructura y organización específica que
32
adopte. Más adelante veremos distintos modelos de organización. Baste por ahora mencionar
sólo algunos de los nudos más problemáticos al respecto. De inicio, recordemos algunas
situaciones problemáticas que han sido descritas en el Manual “Desafíos del Ministerio Público
Fiscal en América Latina”
En este contexto, ¿cuáles serán las principales actividades a asumir, desde las fiscalías, para
mejorar la relación con los organismos de investigación?
Como mencionábamos, las fiscalías de los sistemas reformados han significado un cambio
significativo en los trabajos policiales de investigación. Las policías, tradicionalmente
acostumbradas a realizar investigaciones en forma independiente, con controles más formales
que reales a cargo de un juez de instrucción, se encuentran en los sistemas reformados con un
nuevo actor, la fiscalía, que está a cargo de sostener la acción penal pública y, en función a
ello, debe tener una participación preponderante en la investigación y decisión del curso de los
casos penales. ¿Cuáles serán los temas concretos a abordar en este nuevo contexto? Veamos
algunos:
Por ello, la fiscalía debe partir, en la gestión de sus relaciones con la policía, del principio de
complementar funciones y no reemplazarse unos a otros. Es decir: no deseamos ni un fiscal
investigador ni un policía abogado; precisamos un policía que sepa ejecutar una investigación
en forma eficiente, a partir de las directrices técnico jurídicas que pueda dar un fiscal en
función a la política de persecución institucional definida.
Para aclarar estas funciones específicas, la fiscalía debe poner especial cuidado en generar
relaciones horizontales de discusión y consenso con la policía, de manera tal de construir una
metodología de trabajo basada en esa complementariedad y no convertir a ambas
instituciones en instancias de competencia.
33
b.1.2. Las metodologías de capacitación.
La capacitación y su enfoque puede resultar una herramienta muy poderosa para lograr esa
clarificación de roles. Concretamente, la capacitación conjunta de fiscales y policías sirve a los
fines de mostrar, en concreto, sobre la base de las prácticas necesarias para desarrollar
funciones en un sistema acusatorio, la necesidad de este trabajo en equipo y la importancia de
asumir cada institución su función específica de acuerdo a su experticia.
Decimos que el enfoque de la capacitación es crucial ya que este tipo de actividades debe
enfocarse también desde la lógica de la complementariedad. Con un ejemplo concreto: no
servirá demasiado desarrollar un curso de capacitación en litigación de audiencias para
miembros de la policía, ya que la litigación de audiencias es una tarea de los fiscales; sin
embargo, sí puede resultar importante desarrollar actividades orientadas a señalar la
importancia de la declaración del policía en el juicio. No servirá demasiado desarrollar un curso
de capacitación en levantamiento del lugar del hecho y cadena de custodia destinado a
fiscales; pero sí puede resultar útil describir la complejidad de determinadas acciones de
investigación a fines de que los fiscales consideren esa dimensión al momento de planificar y
plantear estrategias a la policía.
La capacitación debe estar orientada, de una parte, a generar este trabajo complementado y
en equipo y, de otra, a clarificar el contenido y complejidad de los roles que cada instancia
debe cumplir.
En función a ello, otra tarea a encarar desde la fiscalía será la de incentivar la participación de
las instancias policiales en la discusión de manuales operativos y protocolos de trabajo, de
forma tal que puedan considerarse las dificultades que pueden presentarse con relación a
determinadas actividades que involucren trabajo policial. Por ejemplo: si la fiscalía tiene por
objetivo aprobar protocolos de actuación que establezcan tiempos máximos de respuesta para
determinados delitos, para la determinación de esos tiempos deberá trabajar conjuntamente
con la policía en la verificación concreta de cuánto tiempo toman determinadas actividades de
investigación; caso contrario, los instructivos y/ o protocolos correrán el riesgo de quedarse en
el plano de lo abstracto.
En este ámbito, se considera que lo óptimo será que los instrumentos que se desarrollen para
estandarizar procesos, sean aprobados en forma conjunta por ambas instituciones y deban
cumplirse por ambas en la medida de sus responsabilidades involucradas.
34
legales de comunicación como por cuestiones de coordinación de la investigación, la policía
deberá poner en conocimiento de la fiscalía el hecho e, incluso, podrá precisar algunas
instrucciones precisas desde el punto de vista legal. Para que estas comunicaciones resulten
eficientes, en principio deberán considerarse los distintos tipos que pueden ser necesarios en
el marco de la investigación de un caso penal.
Como mencionábamos, generalmente será la policía la que tome conocimiento inicial del
hecho y tome comunicación con la fiscalía para informar del mismo. Aquí, deben realizarse
algunas consideraciones a los efectos de planificar cómo se dará esta comunicación inicial:
- Determinar tipos de casos. Existirán casos en los que la comunicación con la fiscalía deba
realizarse en forma inmediata, ya sea por obligación legal (por ejemplo, cuando se haya
aprehendido al presunto responsable del hecho. Casos típicos en este sentido son los de
flagrancia) o por cuestiones de orden práctico (por ejemplo, por tratarse de un caso
complejo en los que la policía requiera una indicación legal específica a los efectos de
levantar una prueba sin vulnerar la normativa; o por tratarse de un caso que pueda
generar fuerte connotación social en la que desee consultarse el procedimiento a seguir
para informar a la comunidad, medios de comunicación, etc.). A la vez, habrá otros casos
en los que no sea necesaria una comunicación en forma inmediata con la fiscalía (por
ejemplo, casos en los que el autor del hecho no ha sido identificado y por tanto no existe
aprehensión; o casos de escasa relevancia social, en los que existen protocolos de
actuación preestablecidos, etc.). Es importante determinar de inicio, en la fiscalía, cuáles
serán los casos donde se requiera una comunicación inicial inmediata de parte de la policía
con la fiscalía, ya que de esta determinación dependerá la cantidad de personal que la
fiscalía debe determinar a esta labor de comunicación y el tipo del mismo; los tiempos
mínimos y máximos que se establecerán para dar respuestas a la policía; el tipo de
información que se podrá generar a partir de estas primeras comunicaciones; etc.
- Control de tiempos. En este ámbito será también importante establecer tiempos máximos
de respuesta. Una vez determinado el tipo de casos que se atenderán a partir de este
sistema y la metodología para la comunicación, habrá que evaluar la cantidad de consultas
probables durante una jornada de trabajo, de forma de determinar la cantidad de personal
necesario para satisfacer esas consultas en tiempos relativamente breves. En función a
ello, deberán establecerse estos tiempos máximos de respuesta que sirvan a los fines de
35
controlar la gestión que se está realizando y aplicar los correctivos necesarios, llegado el
caso.
Dentro de lo que implica la investigación de los casos con una profundidad mayor (diremos,
aquellos que se proyectan como casos para llevar a juicio oral), también deben considerarse
algunos de los aspectos que hemos detallado en el apartado anterior en sentido de determinar
cómo se harán las comunicaciones. En este tipo de casos la fiscalía deberá considerar
particularmente el tipo de organización existente en la policía de investigación. Si se trata, por
ejemplo, de una policía organizada en grupos de investigadores para determinados delitos
(“división homicidios”, “división delitos contra la propiedad”, etc.), quizá resulte eficiente,
desde la fiscalía, centralizar las comunicaciones con cada división de forma tal que los fiscales
que tengan a su cargo causas específicas sobre determinados delitos, realicen sus
requerimientos de investigación a una unidad dentro de la fiscalía y sea esa unidad la que
operativice el pedido ante las policías. De esta manera, las policías podrán optimizar tiempos y,
a la vez, la relación con la fiscalía será más uniforme, no dependiendo de las lógicas de cada
fiscal en particular.
Sin embargo, también puede darse el caso en que en función a la complejidad de una
investigación, se requiera que un fiscal o grupo de fiscales trabajen en forma muy cercana con
un policía o grupo de policías investigadores. No puede obviarse esta situación y debe
diseñarse un procedimiento con la flexibilidad necesaria para permitir que estos escenarios
también se den, en las circunstancias que lo ameriten.
Lo importante en este punto será asumir que, de la misma manera en que no todos los casos
que ingresan a la fiscalía son casos que necesariamente llegarán a juicio, no todos los casos
que lleguen a juicio tendrán la misma complejidad en la investigación y, en función a ello,
deben pensarse los procesos de trabajo y relación entre fiscalías y policías.
36
III.2. Logro efectivo de procesos propios del Ministerio Público. Ideas sobre organización y
gestión de los procesos
Como a esta altura ya se podrá comprender, todos los procesos de una fiscalía se encuentran
altamente interrelacionados, sean principales, de apoyo estratégico o administrativos, pues
toda forma de gestión u organización de cualquiera de los mismos impacta directamente en la
de los demás. A continuación, revisaremos dos grandes subgrupos de ideas posibles de echar
mano cuando queremos cambiar las fisonomías más tradicionales de las fiscalías, cada una con
una creciente utilización en la región.
El primero alude a grandes modelos de organización de los fiscales, los que sin duda
determinan la forma de trabajar en su interior. Se trata de paradigmas organizacionales y no
de formas concretas y específicas de estructuración institucional.
El segundo trata acerca de herramientas de gestión que pueden ser aprovechadas con
independencia del modelo organizativo, aún cuando el aprovechamiento de sus ventajas así
como la neutralización de sus inconveniencias o peligros dependa en gran medida del modelo
organizacional adoptado en base a una amplia gama de mixturas.
Aclaramos desde el inicio que la forma que se escoja de organización de los fiscales no
“arrastrará” al uso obligatorio de determinadas herramientas de gestión. Es decir, más allá de
que un determinado modo de organización posibilitará mayores o menores posibilidades de
impacto en el uso de determinadas herramientas de gestión, no debe caerse en la idea de que
la organización de los fiscales necesariamente impone un determinado uso de las
herramientas de gestión. Por ello hablaremos de “organización de los fiscales” y no de
“organización de las fiscalías”. Los fiscales son el recurso más valioso de una fiscalía, pero no
son el único recurso. En este sentido, debe pensarse en una optimización del resto de los
recursos disponibles, de forma tal que posibiliten un óptimo desempeño del trabajo del
recurso técnico más valioso, los fiscales. Por ello, asumiremos que, por ejemplo, la
organización descentralizada de los fiscales no necesariamente conlleva la obligación de una
organización igual de los servicios de apoyo a la fiscalía: los apoyos pueden centralizarse aún
en una organización de fiscales descentralizada. Esa es la razón por la que hablaremos de dos
subgrupos, para que el lector pueda reflexionar sobre la mejor organización de fiscales y, a la
vez, seleccionar las mejores herramientas de gestión.
Veremos que todo lo anterior abre la puerta para pensar en múltiples formas organizacionales,
por lo que el desafío estará en optar por aquella que mejor se adapte a las necesidades y
circunstancias propias de cada fiscalía en un momento determinado, sujetándola a un
adecuado sistema de seguimiento, para una constante revisión y mejoramiento.
La forma específica que adopten los procesos principales constituye una decisión estratégica
que las fiscalías deben tomar. Aludimos a que constituye una “decisión estratégica” pues cada
una de las alternativas posibles presenta ciertas ventajas y desventajas que deberán ser
ponderadas a fin de que se adopte aquella que ayude en mejor medida a alcanzar los objetivos
que las fiscalías se han trazado. Veremos tres grandes formas de organización que en verdad
no son excluyentes, sino que perfectamente pueden concurrir a la vez y armonizadas en
distintos grados.
37
Como veremos, cada una de estas formas de organización impacta directamente en la
fisonomía que irán adoptando los procesos de las fiscalías. Lo importante es comprender que
cualquiera sea ésta, corresponde a un elemento de gestión sobre el que hay que discurrir,
pues incidirá en el servicio que éstas brindan a la comunidad.
a. Organización territorial
Dentro de este concepto macro conviene distinguir, por un lado, entre (a.1.) el modo
tradicional en que se han organizado las fiscalías; y por otro, (a.2.) los modelos de gestión
territorial de la organización de los fiscales. Para una mayor claridad veremos cada una de
estas cuestiones por separado.
Aquí sí hablaremos de fiscalías debido a que este es el punto que nos interesa señalar como
necesario de abandonar. Tradicionalmente las fiscalías en su conjunto (tanto fiscales como
servicios de apoyo) se han organizado en base a unidades territoriales, sobre las cuales éstas
ejercen sus funciones. Es la organización más típica que surge como un modo reflejo a la
también tradicional organización de los tribunales, donde la fiscalía estará compuesta por un
fiscal y una serie de funcionarios bajo su dependencia que tendrá a cargo los servicios de
apoyo necesarios para llevar adelante el trabajo. En este modelo, existirán tantos equipos de
apoyo como fiscales existan, en función a que cada uno tendrá “su propio despacho”.
Aquí es el criterio de la competencia territorial el determinante para distribuir los casos entre
las fiscalías y además al interior de éstas respecto de cada uno de los fiscales que allí trabajan.
Cada fiscalía conocerá de todas aquellas causas que tengan lugar en el territorio sobre el cual
tienen competencia y a la vez, los casos serán entregados aquél fiscal a quien haya sido
designado específicamente el lugar en donde ocurrió el hecho, pues los fiscales se dividen
dicho territorio en unidades más pequeñas. Por lo mismo, lo normal es que se produzca una
especie de “radicación” en el fiscal respectivo quien tramitará la causa desde su comienzo a
fin. De esta forma, los fiscales van creando una cartera de casos respecto de todos aquellos
que tienen lugar en la unidad territorial que le han sido entregadas.
Esta forma de organización implica una configuración, en principio, bastante sencilla de los
procesos principales. Aquí cada fiscal constituye una unidad autónoma y con discrecionalidad
suficiente, tanto desde el punto del poder de decisión sobre los casos de principio a fin como
desde el punto de vista organizacional. Todo el estudio de los casos, la dirección de la
investigación, las decisiones sobre la acción penal pública y la litigación de las audiencias
recaen sobre un mismo fiscal. En todas aquellas actividades cada fiscal se apoya en una serie
de funcionarios que están adscritos al mismo y bajo una relación de subordinación. Todo ello
lleva a que cada fiscal puede organizar el trabajo de sus dependientes del modo que deseen y
con prescindencia de lo que hagan o digan sus superiores y/o sus pares.
Decimos que es una configuración en principio sencilla debido a que, si se comienza a analizar
el trabajo de un Ministerio Público en su totalidad organizado bajo esta modalidad, se
comprobará que resulta bastante difícil – si no imposible – hacer comparaciones o generar
38
información sobre el trabajo desarrollado, ya que al ser cada fiscal “amo y señor” de la
organización interna del trabajo, encontraremos tantas metodologías como fiscales existan.
Este modelo se estructura sobre la base del modelo tradicional en cuanto a que es el territorio
el criterio fundamental de organización de las fiscalías. No obstante, como hemos dicho, se
refiere estrictamente a la forma de organización de los fiscales y, por tanto, concibe formas de
incorporar un sistema de gestión que haga más eficiente los procesos de trabajo.
Imaginemos una fiscalía compuesta por cuatro fiscales. En el modelo de gestión territorial a
cada uno de ellos se le asignará un cuarto del territorio sobre el cual la fiscalía tiene
competencia, pero – salvo casos excepcionales que ameriten un apoyo específico en función al
trabajo a realizarse – esto no implicará la constitución de cuatro “despachos fiscales” con
estructuras propias de empleados administrativos y servicios de apoyo a cargo de cada uno de
los cuatro fiscales.
Este tipo de organización nos permite identificar ciertas ventajas y desventajas del modelo
(sobre las cuales no repara la organización tradicional), que pasamos ahora a revisar
Ventajas
b) Facilita la relación entre los fiscales y las unidades policiales presentes en dicho
territorio, pues éstas por regla general se organizan también de acuerdo a
territorios, existiendo entonces una relación directa entre fiscal y unidades
policiales.
39
Ejemplo
Pensemos que un fiscal sabe que en determinadas esquinas se dan ciertas
características especiales que posibilitan el micro-tráfico de drogas. Lo sabe tanto
porque está en continuo contacto con organizaciones vecinales como con la policía.
Un fiscal cercano a la población, que es conocido por ésta y que se involucra en sus
problemáticas, puede contribuir a aumentar los grados de confianza que la misma
tenga sobre la fiscalía y la Justicia en general, lo que a su turno puede significar recabar
mayores antecedentes sobre la identidad de quienes allí trafican drogas. De igual
modo, si el fiscal conoce a los policías que trabajan en el sector y ha sido capaz de
coordinar con ellos procesos de trabajo, se pueden planear estrategias de intervención
para lograr disminuir fenómenos delictuales en zonas acotadas (como el descrito), sea
por medio de la prevención como a través de efectivizar mejores reacciones policiales
ante casos de flagrancia.
Desventajas
40
e) Disminuye las posibilidades de homogeneizar los procesos de trabajo, pues cada
fiscal trabaja por separado y en función a ello pretende que sus solicitudes se
cumplan de formas que cada uno considera más convenientes, más allá de los
diseños institucionales.
f) Complejiza los intentos por medir y evaluar el trabajo de los fiscales y de sus
equipos de trabajo: si en definitiva el trabajo de cada uno de ellos es distinto y
además la forma de encarar los procesos no es homogénea, resulta bastante
complicado realizar evaluaciones que sean válidas para todos.
g) Implica una dificultad mayor para equiparar las cargas de trabajo, por los
distintos números de delitos que se pueden dar en los territorios de cada fiscal. De
igual modo, puede que al interior de cada territorio la composición de las
categorías de delitos también varíe y consecuentemente, lo mismo ocurrirá con el
trabajo de cada fiscal.
Como vemos, este modelo cuenta con potencialidades, pero a la vez genera una serie de
riesgos, respecto de los cuales cabe idear procedimientos y estructuras de gestión que
aminoren el eventual impacto negativo que pudieran tener. Todo esto implica necesariamente
abandonar una visión burocratizada y poner el acento en los objetivos que se desean lograr.
Este modelo presenta en nuestra región un creciente uso por parte de las fiscalías. Conforme a
éste, las fiscalías se van dividiendo de acuerdo a ciertas clasificaciones de casos, normalmente
por delitos o categorías de delitos u otro parámetro similar. Así, es usual encontrar a varios de
nuestros Ministerios Públicos organizados internamente en base a fiscalías más pequeñas o
sub-unidades de “delitos sexuales”; “delitos violentos” “delitos patrimoniales”, “delitos de
crimen organizado”; “delitos mayores”; “delitos menores”, etc. De esta forma, estas unidades
o fiscalías más pequeñas se dedican exclusivamente a conocer de aquellos delitos que
constituyen su especialidad.
Es decir, estamos ante una fiscalía que ejerce sus funciones en un territorio específico, pero al
interior de él, los fiscales distribuyen sus casos conforme a determinadas materias o categorías
como las señaladas anteriormente.
Tratándose de las ventajas y desventajas de esta forma de organización, éstas tienden a ser las
inversas a las descritas a propósito de la organización territorial en el punto anterior.
Ventajas
41
evidente si por ejemplo encontramos a una fiscalía especializada en delitos
sexuales y a la vez una brigada investigativa policial de delitos sexuales. Sin duda
aquí existen mayores posibilidades de trabajo mancomunado.
f) Simplifica los intentos por medir y evaluar el trabajo de los fiscales y de sus
equipos de trabajo, en la medida que los esfuerzos se dividan conforme a las
categorías respectivas.
Desventajas
42
desincentivo por utilizar adecuadamente las salidas alternativas o ciertas formas
de descongestión. En nuestro ejemplo, si los fiscales de hurto tienen escasas
posibilidades de ir a juicios orales, es posible que ocurra que de algún modo
decidan llevar a juicio casos que quizás era preferible haber utilizado a su respecto,
por ejemplo una salida alternativa como una suspensión del procedimiento a
prueba o probation.
Nuevamente, encontramos muchas ventajas, pero junto con ellas riesgos sobre los que cabe
pensar la forma de controlar.
Las reformas a los procesos penales en nuestra región han significado un aumento de las
distintas posibilidades de tramitación de los casos, junto con mayores responsabilidades para
las fiscalías. Ello ha traído consigo una natural complejización de las actividades a desarrollar.
De allí que muchas fiscalías han considerado estas actividades o hitos como claves para
organizar y estructurar sus sistemas de gestión. Esta es, por ejemplo, la idea en la que se
inspiran las unidades de desestimación temprana de casos presentes en muchas fiscalías de la
región.
Allí se advierte lo determinante que es que las facultades de desestimación que los Códigos
entregan a los Ministerios Públicos sean utilizadas en todo su potencial y en un momento lo
más cercano posible al de conocimiento de los hechos. Por lo mismo, una buena posibilidad de
gestión de esta función es la de crear equipos de trabajo cuyo único objetivo sea el de realizar
dicha labor lo más eficientemente posible.
Lo anterior es válido para cualquier otro tipo de función o tarea. Por ejemplo, cabe mencionar,
la persecución de casos flagrantes, las primeras instrucciones a la policía, las comunicaciones
con organismos auxiliares, la litigación de casos complejos, etc.
El punto es que existen muchas actividades en las que un trabajo especializado y “totalmente
aceitado” implica una mejora sustancial de la eficiencia del trabajo de la fiscalía en su
conjunto.
Ventajas
a) Permite abordar integralmente sus procesos bajo una visión de conjunto posible
de generar altas dosis de eficiencia institucional. Si unas mismas personas se
encargan de realizar continuamente unas mismas actividades y todo bajo unos
mismos criterios, pautas y procedimientos, la eficiencia en la administración de los
recursos tenderá a ser mayor.
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eficientizarlas en un alto grado por medio de la especialización,
independientemente del trabajo desarrollado por la fiscalía, sea por zonas o por
materias.
d) Permite aplicar políticas uniformes en todo el territorio sobre el cual ejerce sus
competencias la fiscalía respectiva. Recordemos nuestro ejemplo relativo a
unidades tempranas de desestimación de casos. Éstas al concentrar en un mismo
equipo la decisión acerca de la desestimación, facilitan la homogeneidad de
criterios. De la misma forma, si al analizar las causas, por mucho que haya una gran
cantidad de las mismas que no puedan ser esclarecidas individuamente, será
posible advertir en muchas ocasiones ciertos patrones recurrentes sobre modus
operandi que pueden resultar decisivos para un mayor éxito en las investigaciones.
Junto con lo anterior, hace posible coordinar esfuerzos con las policías para que
intervengan en un determinado territorio o incluso con unidades especializadas si
se trata de delitos particulares, narcotráfico por ejemplo.
Como vemos la mayoría de sus ventajas guardan relación con una compatibilidad y
maximización de las que presentaba el modelo visto anteriormente. De algún modo significa
extremar la especialización en aquellas actividades más importantes.
Desventajas
c) Genera resistencias al redistribuir recursos y poder. Allí donde antes todas las
decisiones y actuaciones respecto de un caso pasaban por una misma persona,
fundamentalmente, un mismo fiscal, esta forma de proceder significa quitar
muchas de sus atribuciones y entregárselas a otros que, de ordinario, no serán
fiscales, siquiera abogados, pues tan solo se tratará de la ejecución de políticas
generales ya definidas por la institución, que en una gran cantidad de las veces, no
requerirá de decisiones particulares y expresamente adoptadas por algún fiscal.
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d. Organización mixta
Por organización mixta nos referimos a la combinación, cualquiera sea la proporción, de las
distintas alternativas ya vistas, es decir, de modelos por territorio, especialidad y/o función
crítica. En términos generales, lo común en cualquier fiscalía que emprenda un proceso de
modernización de gestión es que adopte alguna forma de organización mixta.
Las posibilidades son tantas como podamos imaginar: fiscalías organizadas por territorio, pero
donde ciertas categorías de delitos sean abordadas por especialidad con el apoyo de algunas
unidades adscritas a determinadas funciones consideradas claves; fiscalías organizadas por
especialidad, pero en el que dentro de cada especialidad el trabajo sea distribuido según
distintos territorios; fiscalías organizadas en unidades por función, pero subdivididas por
especialidad o territorio, etc.
De este modo resulta clave el correcto dimensionamiento de todos los factores. Identificación
de:
- Las demandas de funcionamiento;
- Los recursos disponibles, sean humanos, económicos, físicos, etc.;
- La infraestructura;
- Los materiales de aprovisionamiento;
- Necesidades de renovación tecnológica, etc.
Todo esto implica un GRAN DESAFÍO, pero el miedo por no lograr un óptimo no nos debe llevar
a un estado de inactividad y conformismo simplemente con lo que ya existe.
La construcción de un sistema eficiente pasa por recurrir a la vieja fórmula del ensayo-error.
Uno puede realizar múltiples proyecciones, pero no sabrá con seguridad lo que pasará sino
hasta cuando adopte una determinada forma de organización. De la misma forma, las
demandas, los objetivos, los recursos necesariamente van a ir variando y lo que hoy es
conveniente, puede no serlo mañana. Por ende, es indispensable un constante seguimiento y
evaluación a fin de estar siempre preocupados de brindar el mejor servicio posible dadas las
circunstancias concretas y actuales. ¿Qué aspectos deberán considerarse a los efectos de esta
evaluación permanente del funcionamiento de la organización seleccionada? Algunos a
considerar serán:
- Cantidad de fiscales que componen la fiscalía;
- Personal administrativo que compone la fiscalía;
- Extensión geográfica de la fiscalía;
- Ingresos de la fiscalía durante el período de tiempo que se evalúe;
- Tipo de tratamiento que se ha dado a los casos (porcentaje de desestimaciones, salidas
alternativas, mecanismos simplificados, juicios realizados) durante el período de tiempo
que se evalúe;
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- Cumplimiento de los plazos establecidos (tanto a nivel legal como desde el punto de vista
de las metas institucionales) para la aplicación de las distintas alternativas;
- Relacionamiento con el resto de las agencias vinculadas en el proceso penal;
- Demanda recibida en la fiscalía por parte de víctimas y otros usuarios;
- Relación generada con los diversos organismos de investigación;
Para evaluar estos aspectos habrá que recurrir a diversas fuentes: análisis de informes de
resultados de la próxima fiscalía; entrevistas con el resto de los operadores para detectar
problemas internos que afecten el relacionamiento externo; encuestas de satisfacción a
usuarios; autoevaluaciones de los funcionarios de la fiscalía; etc. Lo importante es asumir que
este trabajo es parte importante de la gestión de una fiscalía, debe realizarse en forma
periódica y la organización debe responder, en definitiva, al mejor cumplimiento de los
procesos principales de trabajo de la institución, lo cual involucra los temas señalados líneas
arriba.
Previamente, quisiéramos advertir que las posibilidades de aplicación de las herramientas que
veremos se encuentran en gran parte condicionadas por el tamaño de las fiscalías y por la
cantidad de recursos a administrar. Una fiscalía pequeña con pocos funcionarios, presenta
dificultades prácticas para aplicar estas ideas. Lo anterior no significa que en fiscalías pequeñas
la gestión no tenga un papel relevante a desempeñar, sino que su aplicación dista en algún
grado de las herramientas que aquí serán tratadas y habrá entonces que realizar esfuerzos
mayores por traducir tales ideas a escalas menores. El tamaño de una fiscalía no constituye un
obstáculo infranqueable. Un reducido número de personal administrativo no significa que no
existan posibilidades de pensar en una mejor gestión, sino que habrá que pensar en formas
adecuadas a la realidad en la que se trabaje.
Esta herramienta cobra interés en la medida que existan dos o más fiscales al interior de una
fiscalía. En la misma medida, a mayor número de fiscales, mayor será también la utilidad que
reporte.
Para entender mejor esto, veamos primero un esquema básico de organización tradicional de
una fiscalía con 4 fiscales. Allí cada fiscal cuenta con un despacho propio en el que es asistido
por un secretario y un equipo de tramitadores. A ellos hay que agregar que cada fiscal cuenta
con un mesón de atención de público, en el que además existe uno o dos funcionarios de
mesón.
Al margen de las críticas a este tipo de organización refleja a la judicial, encontramos que aquí
cada fiscal constituye una completa unidad que debe contar con un despacho propio. En otras
palabras, existen tantos despachos como fiscales. Esta organización se muestra en la práctica
como muy ineficiente pues implica normalmente duplicar funciones y perder la visión de
46
conjunto al interior de las fiscalías. Pensemos sólo en el tema que ya hemos tratado de las
respuestas a las primeras comunicaciones de los policías en casos flagrantes: puede darse el
caso en que uno de los cuatro fiscales instruya a los policías que trabajan en el área en sentido
que se manejen con un importante grado de autonomía, otro que exija que todo le sea
comunicado en forma inmediata, un tercero que delegue las comunicaciones en personal
subalterno de su fiscalía y un cuarto que directamente no responda las comunicaciones y pida
todo con alguna formalidad, pongamos por caso, a través de comunicaciones escritas. Ante
esta situación, no sólo el accionar de la policía se verá altamente complicado en las primeras
actuaciones generando problemas en los casos concretos sino que, adicionalmente, la
posibilidad de establecer relaciones de coordinación y confianza con las entidades
investigativas se verán notablemente disminuidas, ya que el mensaje transmitido a la policía
será prácticamente que “cada fiscal hace lo que quiere”.
La unificación de despachos supone una paso previo, cual es, el de medir con la mayor
exactitud posible, cuáles son las concretas cargas de trabajo que tiene tal o cual fiscalía para
luego traducir todo aquello a requerimientos concretos de personal y de recursos en general.
Sólo entonces estaremos en condiciones de tender hacia un uso adecuado y eficiente de los
mismos.
Un ejemplo
Pensemos en una fiscalía integrada por cuatro fiscales. Imaginemos además que cada uno
cuenta con dos personas adscritas al “mesón” que se ocupan básicamente de la atención de
público y recepción de documentos.
47
En verdad, las posibilidades son muchas, las que pasan siempre por un adecuado diagnóstico
de la situación real en que se encuentra la fiscalía respectiva. Existen múltiples factores: cargas
de trabajo, funciones críticas, necesidades de los usuarios, número de funcionarios,
capacidades físicas de los edificios e instalaciones, disponibilidad de apoyos informáticos, etc.
Una vez unificado el despacho, esto no significa que “esté hecha toda la tarea”. Aún existen
mayores posibilidades de gestionar eficientemente los recursos con que cuenta una fiscalía si
emprendemos el desafío de estandarizar las labores a desarrollar por parte del personal
administrativo. Dentro de una fiscalía existen múltiples tareas que si se piensa bien se repiten
en grandes volúmenes. Ante ello hay buenas razones para abordar las mismas con un enfoque
masivo, lo que necesariamente supone estandarizar procesos.
Finalmente, la estandarización de labores hace posible que los recursos humanos sean
administrados con flexibilidad. Si existe absoluta claridad de cómo se debe dar curso a los
requerimientos realizados por los fiscales, ello implica que cualquier persona lo puede hacer,
lo que evidentemente permite enfrentar de mejor manera cualquier contingencia.
De la misma forma que hemos observado en cuanto a la organización de los fiscales, el uso de
estas herramientas también nos pone frente a una serie de ventajas y desventajas o posibles
dificultades a sopesar al momento de elegirlas como parte de una fiscalía concreta.
Ventajas
- Optimización del recurso fiscal. Al no tener un equipo de gente a su cargo, los fiscales
pueden dedicarse en forma exclusiva al trabajo técnico para el que son llamados dentro
del MP, haciendo más eficiente el cumplimiento de los procesos primarios de trabajo.
- Especialización de tareas. Al identificar las distintas tareas de apoyo necesarias y destinar
funcionarios específicos al cumplimiento de las mismas, éstos se especializan en el mejor
cumplimiento y se obtiene un mejor servicio a los usuarios.
- Generación de información. Este tipo de herramientas permite afinar el tipo de
información que se genera, ya que todos los funcionarios saben concretamente cuál es el
trabajo que deben realizar y cómo deben hacerlo. Desde lo técnico hasta lo administrativo,
pueden generarse metas mucho más específicas y, así, lograr información más detallada
sobre el funcionamiento de la fiscalía.
Desventajas
- El aspecto cultural. Nos referimos a la “administración del poder del que gozan los fiscales”
bajo las formas tradicionales de organización. Allí cada uno de éstos administra
directamente a un cierto número de funcionarios que se encuentran adscritos a los
mismos. Cada fiscal lidera y manda a dichos equipos, de los cuales constituye su jefe y
lograr que ceda esa posición puede resultar dificultoso.
- La burocratización. Como hemos mencionado en otros apartados, al especializar al
personal y estandarizar las formas de brindar servicios y cumplir con determinadas
actividades específicas, aparece nuevamente el riesgo de burocratizar el trabajo y alejarlo
48
de un correcto servicio al ciudadano. Por ello, es importante un control de calidad
permanente al cumplimiento de las tareas.
Veamos un ejemplo
Imaginemos lo que ocurre tan sólo con las instrucciones y órdenes simples de investigar
dirigidas a la policía. Si cada fiscal es quien se ocupa de establecer este tipo de comunicaciones
con la policía, entonces caemos en el riesgo de introducir una serie de deficiencias, tanto para
el trabajo de la fiscalía como el de la policía.
Pensemos en un fiscal que envía, por distintos casos, a una unidad policial:
- Cinco órdenes de empadronamiento o identificación de posibles testigos;
- Dos órdenes de búsqueda de vehículos motorizados;
- Dos órdenes de fijación fotográfica de un determinado lugar; y
- Tres órdenes de averiguación de domicilio de ciertos imputados y/o testigos.
Tenemos entonces que este fiscal dirige a dicha unidad doce instrucciones, todas con
características disímiles.
Ahora imaginemos que en esa fiscalía hay cuatro fiscales más, con una carga de trabajo similar
en casos bastante análogos, por lo que cada uno realiza pedidos parecidos al descrito a la
policía. En promedio habría, entonces, alrededor de sesenta instrucciones dirigidas por esa
fiscalía a tal unidad policial.
49
Imaginemos que es posible además que cada fiscal requiriese que los resultados sean
remitidos en formas distintas (unos materialmente por carta, otros por fax, otros por correo
electrónico, etc.).
Entonces podemos imaginar a esa unidad policial recibiendo sesenta oficios de distintos
fiscales con instrucciones diversas que requieren trabajos distintos, tiempos de tramitación
también dispares y formas de envío diferentes.
Una vez que la policía tramite las instrucciones, deberá remitir los resultados a cada uno de
tales fiscales y esto en la medida de que los vaya obteniendo y sin ninguna posibilidad real, ni
de la fiscalía ni de la policía, de priorizar casos o actuaciones.
Un sistema así es muy desgastador tanto para la fiscalía como para la policía. Si la policía debe
dar cada respuesta por separado y dirigida a un fiscal distinto, existe un evidente
desaprovechamiento de sus recursos.
Todo ello implica un alto nivel de estrés para los órganos policiales que además trae consigo la
inconveniencia de introducir distorsiones en la armonía de trabajo que debe existir entre
fiscales y policías. Por otra parte, en un sistema así, es probable que el fiscal que emitió una
determinada orden a la policía y fue incumplida, sólo se percate de ello en el momento que la
requiera para adoptar una determinada decisión o para argumentar una postura en audiencia,
es decir, cuando le haga falta, pues de ordinario, no habrá ninguna metodología de
seguimiento.
Por todo lo anterior, aparece como una buena idea de gestión concentrar todos los
requerimientos en una única plataforma de servicio o línea de tramitación cuya función
exclusiva sea precisamente ser el canal de comunicación con las policías. Esta línea se
convierte en un proveedor de servicios para todos los fiscales existentes en la institución. Éstos
a su vez deben hacer llegar todos sus requerimientos relacionados con las policías a esta línea,
la que no sólo se debe preocupar de transmitir los requerimientos a las policías sino además
de dar seguimiento al avance de las mismas para así procurar que éstas sean realizadas
oportunamente.
50
c. Externalización o tercerización de tareas
Ejemplo
Como se podrá comprender, todas estas tareas deben ser diseñadas y operadas
funcionalmente a los requerimientos de los procesos principales, por tanto debe asegurar un
fácil y expedito acceso por parte de los fiscales para examinarlos cada vez que éstos lo estimen
necesario así como permitir a los defensores de los imputados acceder con la misma facilidad y
rapidez. Asimismo, debe existir una adecuada coordinación para que todas las evidencias y
documentos estén disponibles para las audiencias. Como vemos, constituye una labor de alta
complejidad, que si no es bien organizada puede llegar a consumir gran parte de los recursos
de la fiscalía e impactar negativamente en sus resultados.
51
disminuir sus costos y por tanto los precios a ofrecer. Entonces ¿por qué no acudir al mercado
para actividades como ésta?
Por ello consideramos que la tercerización de actividades es un tema que cabe ser evaluado
caso o caso.
Hasta aquí hemos revisado distintas herramientas posibles de usar. Si bien la mayoría de éstas
requieren para ser aplicadas de fiscalías de tamaño a lo menos medianas que permitan
repensar la administración de los recursos con que cuentan, esto no quiere decir que en
fiscalías pequeñas no existan posibilidades de aplicar ideas de gestión para mejorar la calidad
del servicio que prestan a la comunidad. De todos modos, existen mayores posibilidades de
gestionar eficientemente el personal administrativo y sus demás recursos, por pequeños que
estos sean, si son considerados en su totalidad y en base a divisiones o asignaciones
preferentes de funciones; si se diseñan procesos simples y homogéneos; si se responsabiliza a
cada uno de los funcionarios por el trabajo que realiza; si se pone énfasis en los resultados
obtenidos y no en el cumplimiento ritualista de determinados procedimientos. De esta
manera, si bien estas herramientas en muchas ocasiones no serán posibles de aplicar,
igualmente cabe extraer importantes lecciones de las ideas en que se fundan.
Ya hemos visto el rol que juegan las tecnologías al interior de una organización. Ahora
deseamos relevar la importancia específica del uso de tecnologías a nivel de herramienta de
gestión de los procesos, sean principales o de relevancia estratégica según nuestra
clasificación.
Las características de la función de persecución, a las que ya antes nos hemos referido y que
todos podríamos compartir (su alta estacionalidad y contingencia, movilidad continua de
flujos, necesidades de control y seguimiento, gran número de comunicaciones internas y
externas, coordinación permanente con otras entidades, entre otras), hacen que recurrir hacia
las tecnologías sea en la actualidad una necesidad ineludible.
Más allá de todo lo ya dicho al respecto, a continuación acudiremos a algunas imágenes que
permitirán dimensionar con mayor precisión la entidad de esta cuestión.
52
La Fiscalía Regional Metropolitana Centro Norte de Chile, durante el año 2008 tuvo un número
de ingreso total de casos igual a 161.775, de los cuales, 143.689, es decir, un 88,8%, fue
remitido por la Policía de Carabineros de Chile, que es la policía preventiva, con presencia
territorial en todo el país. Como podemos ver la recepción de las denuncias es realizada en un
altísimo porcentaje por tal entidad. En consecuencia, el modo en que éstas son transmitidas a
la Fiscalía resulta clave.
A partir de un cálculo bastante sencillo y sin ser exacto, pero con el solo objeto de clarificar el
punto, podemos ver que dicha fiscalía recibe de Carabineros en promedio al mes un total de
11.974 casos; y a su vez un promedio diario de un poco más de 390.
Cuando la policía de Carabineros recepciona una denuncia realizada por una persona, redacta
un parte policial, el que básicamente contiene los hechos denunciados y toda otra información
relevante, como si hay detenidos, especies incautadas, etc. A éste además se acompañan las
declaraciones de los funcionarios policiales y el de cualquier otra persona que pueda tener
información al respecto.
Tengamos presente además que al interior del territorio sobre el cual ejerce sus funciones en
la fiscalía antedicha existen múltiples unidades policiales. Y para complejizar más todavía esto,
que mucho de estos partes dan cuenta de procedimientos policiales que cuentan con personas
detenidas en situación de flagrancia. Esto es muy relevante, pues de acuerdo a la ley chilena
existe un plazo máximo de 24 horas en el que el Juez de Garantía respectivo debe controlar la
legalidad de la detención en una audiencia. Para tener una estimación aproximada
señalaremos que en todo 2008, esa Fiscalía tuvo un total de 22.421 audiencias de control de
legalidad de la detención, esto es, un promedio aproximado mensual de 1.868 audiencias y
diario de 61 audiencias. Cabe consignar que en este dato sobre audiencias puede implicar más
de un imputado detenido, pues sólo se refiere a la audiencia y si en un mismo procedimiento
policial hay más de un detenido, entonces lógicamente se realizará una misma audiencia para
la todos ellos.
En resumen
Esta Fiscalía recibe de la Policía de Carabineros el 88,8% del total de ingreso de casos. Ello
representa diariamente la recepción de un poco más de 390 casos, cada uno representado por
un parte policial y los cuales generan un promedio diario de 61 audiencias de control de la
legalidad de la detención, las que se deben realizar en un plazo máximo de 24 horas desde
practicada la detención, pudiendo existir más de un imputado detenido por audiencia.
La fiscalía cuenta con un sistema informático denominado SAF (Sistema de Apoyo a los
Fiscales) que es el mismo presente en todo el Ministerio Público Chileno. En éste es posible
encontrar toda la información de todos los casos desde el primer día de funcionamiento del
Ministerio Público.
Los partes policiales deben incorporarse al sistema informático, lo que por la magnitud de las
cifras señaladas, podremos comprender que no se trata de algo muy sencillo.
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Método Tradicional
Por método tradicional nos referimos a uno en el que no se acude al apoyo de herramientas
informáticas.
54
Pero no confundirse
Uno de los obstáculos que suele identificarse para implementar este tipo de soluciones
informáticas es el “alto costo” que las mismas traen aparejados. Proponemos al lector
contabilizar el dinero que una fiscalía debería erogar para cubrir los salarios de las once
personas que realizarían la tarea de cargar al sistema los partes policiales; a ello podemos
sumarle (como parte del sistema total, no ya gasto de la fiscalía), el costo del tiempo que el
policía ocupará en realizar el parte policial, el costo del traslado del parte policial a la fiscalía,
etc. Y todo esto en un contexto en el que hemos sido bastante restrictivos a la hora de
determinar cuánto tiempo se utilizaría y cuántos funcionarios se ocuparían en dedicación
exclusiva a esta tarea.
Por otro lado, la actualidad del desarrollo de tecnologías nos muestra cómo se profundiza cada
vez más el uso de software libre y cuántas instituciones han realizado ya tareas de adaptación
de este tipo de programas a sus necesidades concretas. En definitiva, si realizáramos el
ejercicio en concreto en nuestra realidad local, creemos que obtendríamos como resultado
que la suma de dinero invertida en tecnologías suele significar – en el corto plazo, no sólo en el
largo – un ahorro para la institución en términos de recursos.
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III.2.3. Dimensión de Facilitadores
Como ya hemos visto, esta dimensión de gestión tiene un cariz fundamental de tipo
estratégico y promotor en la conducción de la institución. Ésta repercute directamente en el
rendimiento de los procesos principales y de los procesos secundarios o de apoyo que ya
revisáramos. Ahora nos referiremos sólo a las dimensiones que creemos merecen una
mención especial tratándose de las fiscalías, a saber, (1) Política y Estrategia; y (2) Liderazgo.
a. Política y Estrategia
a) Política de persecución
Por política de persecución nos referimos, dentro de un concepto mucho más amplio de
política criminal, a la estrategia que el Ministerio Público adopta para enfrentar el fenómeno
de la criminalidad, la que está orientada a la protección de los bienes jurídicos considerados
más relevantes por nuestra sociedad, en armonía con el respeto de los derechos de todas las
personas. Es así que en el seno del sistema penal surge una tensión entre la eficiencia del
mismo y el respeto por los derechos y garantías de los imputados. El Estado intenta, por un
lado, aplicar de la forma más eficiente posible la coerción estatal y, por el otro, establecer un
estatuto de resguardos o protecciones al individuo frente al uso de ese poder.
Al respecto se hace necesario que exista una verdadera definición institucional sobre los
elementos básicos que conforman la política de persecución de las fiscalías y no que ésta
quede tan sólo entregada al parecer, intuición o ánimo del momento o convicciones
personales de cada uno de los fiscales a los que les toque intervenir en cada caso. Llegados a
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este punto, podemos concluir que esta definición de política de persecución, respondiendo a
los interrogantes antes formulados, no será otra cosa que una continua evaluación del
cumplimiento y necesidad efectiva en el momento que se observe de cada uno de los procesos
de trabajo que hemos estudiado.
No sólo se requiere establecer una política de persecución. Ese diríamos que es sólo un primer
paso.
Dado que la fiscalía no trabaja para sí misma sino que debe respuestas e información a la
sociedad, será necesario rendir cuentas sobre dicha política de persecución junto con las
justificaciones para adoptarla. Una política de persecución que no es conocida ni comprendida
por la comunidad está destinada al fracaso, lo que probablemente perjudicará a la institución
deslegitimándola ante la sociedad.
No obstante para esto se requiere de otra cosa más: la existencia de indicadores claros y
precisos por medio de los cuales se plasme dicha política y que nos permita concretamente
evaluar si se ha respetado o no y/o cuán lejos o cerca de ello estamos. Sin ellos, la institución
irremediablemente se moverá a ciegas.
Como vemos, una preocupación fundamental es que las definiciones de persecución sean
efectivamente implementadas. Se precisa así contemplar mecanismos de seguimiento y de
control efectivos, pues no basta con la dictación de múltiples volúmenes de instructivos de
actuación si nadie siquiera los lee o respeta.
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Surge así el problema de qué hacer con aquellos que no cumplen con las políticas predefinidas.
Antes nos referimos al liderazgo institucional y a la necesidad de que quienes ocupen cargos
directivos dispongan de cuotas reales de poder. Si en nuestro caso, un fiscal jefe, cualquiera
sea el nombre que reciba, sólo se ocupa de “tramitar casos ante cortes superiores” y en
cambio no es capaz de vigilar y asegurar que las políticas de persecución se cumplan, entonces
decimos que no es verdaderamente un “fiscal jefe”, que no tiene sentido establecer políticas
de persecución ni tampoco introducir gestión a dicha fiscalía.
Pero ¿Qué hacer con un fiscal que no cumple con las políticas de persecución? El punto de
partida como decíamos es que esto no puede constituir un hecho irrelevante. Ahora nos
referimos a las herramientas con las que debe contar un fiscal jefe u otro directivo en estos
casos. Una es el recurso clásico a las “potestades disciplinarias”. No obstante, creemos que se
trata de un arbitrio muy poco eficiente en la mayoría de los casos. Probablemente, un simple
contacto de llamado de atención resulte mejor. El punto es que lo verdaderamente relevante
es que exista una clara visión institucional de seguir las políticas y de subordinación a las
mismas y al poder. Las estrategias de cómo lograrlo, son múltiples. La más adecuada
dependerá del contexto específico de cada fiscalía.
Por política de calidad del servicio nos referimos a las visiones fundamentales de la institución
sobre la forma en que sus labores deben ser desarrolladas. Estamos aludiendo a la orientación
y estándares de prestación de las funciones que realizan las fiscalías.
Ahora nuestra preocupación es advertir cómo el modo concreto que adopte dicho proceso
requiere también de definiciones estratégicas que se plasmen en una política de calidad de
servicio, no pudiendo tampoco ser librada a la buena voluntad de cada operador, por cuanto
constituye una función relevante y primordial del nivel directivo institucional.
Aquí vale citar los mismos componentes señalados a propósito de la política de persecución:
Implementación, rendición de cuentas y seguimiento.
Para ver cómo opera todo ello, acudiremos al razonamiento en base a indicadores de
prestación de servicios.
Fijémonos en la diferencia que existe entre, dos postulados que podríamos creer parecidos:
Primero “Brindar una atención de calidad a las personas que concurran a las fiscalías
solicitando información”.
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Segundo “El tiempo de espera en recibir la atención respectiva por parte de un usuario que
concurre hasta la fiscalía, no podrá ser superior a diez minutos, desde que ingresa a la misma”.
Como vemos, el primer postulado parece mucho más una buena intención que cualquier otra
cosa. No resulta útil para confrontar dicho deseo con la realidad. Tampoco entrega luces
concretas a los operadores para saber qué hacer en los hechos.
Veamos un ejemplo
Esto supone además una buena gestión de la espera de las personas que van llegando hasta la
fiscalía. Por ejemplo, si se trata de un número reducido de personas, bastaría con la
“tradicional hilera”, pero si ésta aumenta, es posible idear otras formas como la generación de
números de espera de atención (lo que supone además acondicionar el espacio físico para tal
propósito) y/o planes de contingencia que permita fácilmente sumar funcionarios a dicha tarea
para disminuir el número de personas en espera.
Todo lo anterior permite llevar un control bastante exacto de cuál es la demanda de trabajo en
tal sentido, sus flujos y motivos por los cuales las personas concurren a las fiscalías. Así resulta
más fácil para éstas dimensionar sus necesidades de trabajo y estructurar en consecuencia sus
procesos de trabajo y número de personal asociado.
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Como vemos, ello permitiría medir cuánto demora la persona en ser atendida por el
funcionario del mesón. En caso de ser derivada a otro funcionario u oficina dicho tiempo,
también podría ser cuantificado. Incluso más, imaginemos en este último caso que el sistema
informático esté integrado a la plataforma misma de trabajo de toda la fiscalía y que
inmediatamente avise al funcionario respectivo, por medio de una advertencia electrónica que
aparece en su computador, que un usuario va en camino con un determinado tipo de
requerimiento. Esta advertencia además podría ir cambiando de colores en la medida que se
acerca el tiempo máximo de espera definido en el indicador correspondiente: verde en un
primer momento, amarillo luego y rojo cuando ya se haya sobrepasado el mismo.
En definitiva, podemos darnos cuenta que en la medida que pensamos con detención estos
temas, van surgiendo nuevas ideas. Quizás lo primero que habíamos pensado, no sea lo que
efectivamente necesitamos. Puede que lo advirtamos en el momento del diseño
organizacional o bien durante el funcionamiento del sistema. En nuestro ejemplo, quizás el
problema y por tanto dónde debíamos poner nuestra preocupación y recursos, no era el
tiempo que demoraban las personas en ser atendidas desde que eran “transferidas”, sino el
tiempo que ellas debían esperar para acceder al mesón de entrada. De esta manera, es
indispensable realizar un monitoreo constante del funcionamiento de la institución,
recordando siempre que no se ha inventado mejor método que el del ensayo-error.
Un último aspecto. Podemos asociar indicadores de gestión prácticamente a cada una de las
actividades realizadas al interior de una fiscalía. No obstante, debemos comprender que esto
responde también a una decisión estratégica. Esto implica un ejercicio muy acucioso de definir,
cuáles son mis prioridades de servicio, cuáles son los problemas que puedo estar enfrentando,
y cuáles son los recursos con que cuento y el grado de flexibilidad que existe en su
administración. Probablemente, si tengo una estructura rígida en cuanto a recursos humanos y
materiales, mi interés sea primero generar una estrategia que abra espacio para su
flexibilización y luego pensar e implementar planes de gestión en tal sentido.
b. Liderazgo
Toda organización para la consecución de sus objetivos requiere contar con personas que
ejerzan liderazgo, para así movilizar a la institución a la consecución de determinadas metas
que han sido definidas como deseables o necesarias.
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ha atribuido mayor importancia y por ende se ha quedado sin ejercer el verdadero rol que
debería ocupar.
Por lo general las fiscalías, por su organización refleja a la judicial, han presentado una
estructura interna altamente jerarquizada. Decimos que existe una paradoja, pues tal jerarquía
no se ha traducido, por un lado, en el sometimiento de los fiscales “inferiores” a los
“superiores”; ni tampoco por otro, a un interés de parte de éstos por influir en el trabajo de
aquéllos.
Es como si…
Los fiscales superiores se encontraran tan alto en el cielo,
que no alcanzan a ver qué ocurre más abajo, cómo trabajan los inferiores.
Todo lo anterior ha traído consigo a jefes que no mandan, a un liderazgo que nunca ha sido
ejercido.
Veamos como ejemplo a muchas de nuestras fiscalías que jerarquizan y dividen a sus fiscales y,
por ende, asignan sus trabajos y responsabilidades, de acuerdo a la etapa procesal en la que
deben intervenir. Así, no es raro encontrar Fiscales de Juzgados, Fiscales de Cámara y Fiscales
de Suprema Corte. Independientemente, de que la nomenclatura pueda variar según el
sistema de que se trate y sin perjuicio de las grandes disfuncionalidades que presenta en un
sistema oral, lo cierto es que ante una estructura así, existen escasas posibilidades de que el
liderazgo sea efectivamente ejercido. A lo sumo podrá existir un control del trabajo realizado
por el inferior en términos de cuestiones bastante formales de tramitación, pero obviamente
no es a esto a lo que nos referimos.
Hemos dicho antes que no tiene sentido introducir gestión a fiscalías en que no existe
liderazgo, en donde los jefes no mandan; y también hemos dicho que la estructura misma de la
fiscalía va determinando las posibilidades de ejercer el liderazgo.
Lógicamente la conclusión que debemos sacar no es que no hay nada por hacer. Al contrario,
lo que queremos transmitir es que introducir gestión a una fiscalía necesariamente implicará
cambiar sus estructuras, sus métodos de trabajo y procedimientos y a la vez, el liderazgo
institucional y la forma en que éste es ejercido. Así entonces, el jefe de una fiscalía lo será no
por ser el fiscal más antiguo o por ser el fiscal que litigue ante las cortes superiores, sino por ser
el fiscal que tiene la responsabilidad de conducir a la institución hacia metas determinadas.
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Así entonces, los demás fiscales y funcionarios en general, habrán de obedecerlo y quien no lo
haga, deberá exponerse incluso a su separación de la institución.
Como puede apreciarse, y tal como nos referimos antes cuando hablamos de la política de
persecución y de la política de calidad del servicio, el liderazgo deberá ser ejercido sobre
ámbitos muy heterogéneos, muchas veces bastante lejanos de las competencias de un
abogado. Entonces surge el problema de si acaso un fiscal está en condiciones de hacerlo, de
ser verdaderamente la cabeza institucional y mandar a todos quienes trabajan en la fiscalía.
Entonces, es probable que este liderazgo ni siquiera tenga que ser ejercido por un fiscal, por un
abogado. Es posible que una buena decisión sea que éste sea entregado a un administrador, a
alguien más parecido a un Gerente (con poder real) que a un Fiscal Supremo. Esto no quiere
decir, que esta última figura o cargo deba desaparecer, pues siempre será éste quien deberá
adoptar las decisiones fundamentales de política y estrategia. Él será el responsable de la
persecución. No obstante, en la conducción del día a día es posible que cuente con esta otra
persona, a la cual tan sólo deba en ocasiones respaldar su actuar, lo cual es también una forma
de ejercer el liderazgo, aunque distinta como se puede apreciar.
IV c) FORTALECIMIENTO INSTITUCIONAL
Uno de los problemas que habitualmente se presenta cuando se intenta encarar cambios
profundos en el sistema de una institución, y más aún si se trata de un organismo judicial, es
la resistencia natural de sus operadores para afrontarlos.
Para sortear este inconveniente se advirtió la necesidad de introducir algún tipo de
mecanismo de diálogo y consulta con los operadores que permitiera comprometerlos como
parte del cambio; es decir invitarlos a formar parte del mismo y tratar de disipar las posibles
oposiciones.
En esa inteligencia, a través de las resoluciones FG n° 12/07 y 29/07 se dispuso la creación de
comités no vinculantes de trabajo a través de los cuales los fiscales puedan participar
activamente en la gestión de las distintas actividades que se llevan a cabo desde la Fiscalía
General; aprovechándose para tal fin, los conocimientos y la experiencia de los magistrados
en determinados ámbitos específicos. A continuación, se enumeran cada uno los comités y
sus respectivas misiones:
Comité de Entrenamiento: entrenamiento y actualización de conocimientos de los
empleados y funcionarios.
Comité de Política Criminal y Planificación: perfeccionar la organización del sistema y
los procedimientos de prevención de ilícitos.
Comité de Relaciones con la Comunidad: fortalecimiento de los canales de
acercamiento entre la comunidad y el MPF. Seguimiento de la prestación del servicio
de justicia en condiciones de igualdad.
Comité de Control de Gestión: asesorar en la introducción de sistemas de análisis y
medición; calidad y transparencia de la gestión.
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Comité de Infraestructura Edilicia y de Incorporación de Tecnologías de la Información
y las Comunicaciones: ayudar a establecer planes para mejorar las condiciones
edilicias, parque informático y tecnológico con que cuentan las unidades fiscales.
Comité de Implementación del Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires: definir medidas para la adecuada implementación del código. Analizar y
evaluar su implementación.
Comité de Espectáculos Públicos: promover la seguridad y buen desarrollo de los
espectáculos públicos.
La mayoría de las decisiones adoptadas por la Fiscalía General, o por lo menos aquellas que
implicaron cambios estructurales del sistema, tales como zonas, turnos, reglamentos,
manuales operativos e incluso criterios generales de actuación, fueron previamente
analizadas por los propios Fiscales en el ámbito creado por los mencionados comités, y de
esta manera se sintieron consultados a la hora de tomarse las decisiones más importantes
que influían en su trabajo cotidiano, neutralizándose las posibles resistencias y tensiones.
Además, advirtiendo que no era suficiente con el compromiso y la participación de los
Fiscales, en el mes de julio de 2007, se crearon los “grupos de trabajo” no vinculantes, que en
un nivel inferior a los comités e integrados exclusivamente por funcionarios, fueron
dispuestos para que estudien y elaboren propuestas sobre distintas temáticas
fundamentalmente relacionados con la labor interna de las fiscalías. A continuación, se
describen los grupos y sus misiones:
Gestión de Calidad: elaborar propuestas que permitan una mayor eficacia de la
gestión, de la medición y de los sistemas de análisis, así como también mejorar la
calidad en la actividad del MPF.
Comunidad y Atención al Público: Promover herramientas que permitan trabajar
adecuadamente de cara a la comunidad y para la comunidad.
Capacitación y Carrera Judicial: promover la capacitación de acuerdo a las
necesidades que se presenten, para poder optimizar y mejorar el funcionamiento del
MPF y el desenvolvimiento profesional de sus integrantes.
Posteriormente, mediante resolución FG n° 177/09 se decidió rediseñar la estructura de los
comités de fiscales, los cuales se reformularon de la siguiente manera:
Comité de Control de Gestión, Modernización y Capacitación del Ministerio Público
Fiscal.
Comité de Análisis Normativo y Política Criminal.
Comité de Relaciones con la Comunidad del Ministerio Público Fiscal.}
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Otro ejemplo
Más abajo podemos ver el organigrama con que se ha estructurado la Fiscalía Regional
Metropolitana Centro Norte de Chile a la que antes hemos hecho referencia en varias
oportunidades (año 2009).
En este caso podemos ver claramente que el liderazgo institucional es compartido entre el
Fiscal Regional y el Director Ejecutivo Regional, bajo un esquema de distribución de
responsabilidades y de apoyo mutuo.
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III.2.4 Dimensión de Resultados
Sobre esta dimensión, por la importancia que reviste para las fiscalías, nos referiremos
brevemente a la metodología para la medición de los resultados institucionales y el lugar que
debe ocupar en su organización.
Veamos el problema
El riesgo es que, dado que a partir de los indicadores se va a evaluar el desempeño de todos
los funcionarios, estos privilegien el cumplimiento de dichos indicadores en desmedro de las
demandas de la comunidad, en definitiva, de su función institucional. Entonces este riesgo
redunda en una creciente burocratización de los fiscales en donde los intereses de la
institución, expresados en los indicadores ya señalados, se superponen a las necesidades
reales.
La experiencia práctica nos muestra que las fiscalías que han ido incorporando el uso de
indicadores, rápidamente sus funcionarios aprenden a “manipularlos”, para así aparecer como
personas eficientes y con resultados positivos.
Ejemplo
Puede suceder que exista una gran cantidad de casos en que por negligencia investigativa
llevan ya cerca de ocho meses abiertos. Aquí la tentación de cerrar el caso usando alguna
herramienta procesal por fuera de las valoraciones adecuadas es muy grande. Pensemos en un
“archivo por falta de antecedentes suficientes para el esclarecimiento de los hechos”; o un
“sobreseimiento por no comprobarse la existencia del delito”, o lo que sea.
En tal caso no se dan los supuestos verdaderos para acudir a tales herramientas, no obstante,
los operadores saben que el control al respecto es muy tenue. Así, en nuestro ejemplo, los
fiscales rápidamente advertirán tal situación y comenzarán organizar su trabajo para cumplir
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los indicadores, independientemente si es lo mejor en términos de persecución. Así, si
archivaran el caso, lograrían estar dentro del promedio de los seis meses de investigación
fijados por el indicador. Podrían entonces exhibir una gestión exitosa, mostrar números
bonitos, pero ciertamente ello estaría encubriendo una muy mala investigación de los delitos.
Pensemos en una víctima que se ve enfrentada ante un caso así. Estaría en todo su derecho a
indignarse. Esto, como se puede apreciar, lleva hacia una progresiva deslegitimación de la
fiscalía ante la comunidad a que sirve. Comienza así un distanciamiento entre las fiscalías y la
función para la cual existen, marcado por la indiferencia, el ostracismo y el egocentrismo
institucional.
No. Sólo decimos que este es un problema sobre el cual conviene estar alerta y adoptar
medidas para aminorar el riesgo.
Obviamente que lo primero es no olvidar que son tan sólo indicadores y que la función
institucional es la que siempre debe primar. Asimismo, deben existir mecanismos de
seguimiento orientados a llevar un control sobre los distintos operadores, incluidos los fiscales,
que se ocupe no sólo de indicadores concretos, por lo general de tipo cuantitativo, sino que
permita además realizar un análisis cualitativo de sus actuaciones. Otra medida posible de
adoptar es facilitar al máximo una participación activa de los usuarios, fomentando la
expresión de sus reclamos y opiniones. También se requiere de un seguimiento y redefinición
constante de los indicadores, teniendo en consideración los distintos contextos y expectativas
sociales de acuerdo al transcurso del tiempo. Si en un primero momento, básicamente se
esperaba de ellas tan solo que fueran capaces de enfrentar el flujo de casos que ingresaba a las
mismas, necesariamente con el tiempo cabe ser más exigentes a su respecto.
Una fiscalía que se jacta año tras año de los mismos bonitos números, es probable que esté
encubriendo una burocratización inapropiada de su desempeño institucional.
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