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Roberto Esposito

Immunitas *"*•' . .

MUTACIONES 6
S
En este libro culmina el original desarrollo con que Roberto Es-
posito replantea la noción de comunidad, concebida como «re-
vés de la trama» de lo inmune. Lo común no es una determina- co
O
Cu
^ ción impuesta sobre los distintos individuos: prevalece, en cam-
IO Wm bio, la concepción del munus regido por la ley derivada del «estar
(fl
Roberto Esposito
juntos» en un ámbito. El análisis, de sesgo hermenéutico, revela y refracta los
efectos de sentido que generalmente opacan esa fuerza primera en el discurso teo-
lógico, humanístico o biológico.
Así, en evidente continuidad teórica, Esposito prosigue la deconstrucción léxica
_0
Immunitas
iniciada en Communitas. Origen y destino de la comunidad a contrapelo de la lectura
usual entre politólogos y filósofos; su rechazo del pensamiento monológico se ex-
Protección y negación de
tiende inclusive a la «filosofía política» en cuanto disciplina. Nuevamente el punto
de partida es la etimología, primera etapa de una trayectoria que procura acen- la vida
tuar la contradicción interna de un horizonte de sentido sólo en apariencia terso y
carente de conflictos.

Conformados según la lógica inmunitaria, aparatos institucionales, formas jurí-


MUTACIONES
dicas, Estado, tienden a cerrarse respecto del exterior, en una remisión a lo propio
postulada como forma de asegurar el dominio sobre la alteridad. Sin embargo, los
acontecimientos más nimios llaman la atención acerca de algo casi no percibido
que se nos sustrae con la inmunización de la comunidad: la no pertenencia, la im-
propiedad de nuestras personas.
ROBERTO ESPOSITO es profesor de Historia de las Doctrinas Políticas y director
del Departamento de Filosofía y Política del Istituto Universitario Oriéntale de
Ñapóles. Realiza también una importante tarea en el campo editorial como
director o asesor de colecciones y revistas de su especialidad. Entre su producción
se cuentan los volúmenes La política e la storía. Machiavelli e Vico (1980); Categorie
deWImpolítico (1988); L'orígine della política.. Hannah Arendt o Simane Weil? (1996);
Communitas: origine e destino della amunitá (1998, traducido en esta colección).

ISBN 950-518-717-3

Amorror+-1¡editores 9 lili'II!I 'Pi' 1 A Amorrortu /editores


Colección: Mutaciones índice general
Immunitas. Protezione e negazione della vita, Roberto Esposito
© Giulio Einaudi editore, Turín, 2002
Traducción, Luciano Padilla López

La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada


por cualquier medio mecánico, electrónico o informático, incluyendo foto-
copia, grabación, digitalización o cualquier sistema de almacenamiento y
recuperación de información, no autorizada por los editores, viola dere-
chos reservados.

© Todos los derechos de la edición en castellano reservados por 9 Introducción


Amorrortu editores S. A., Paraguay 1225, 7° piso (1057) Buenos Aires
www. amorrortueditores.com
35 1. Apropiación
Amorrortu editores España SL
C/San Andrés, 28 - 28004 Madrid 35 1. Derecho propio
Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723 45 2. Violencia a la violencia
Industria argentina. Made in Argentina
55 3. Sangre doble
ISBN 950-518-717-3
ISBN 88-06-15326-9, Turín, edición original 66 4. La inmunización jurídica

77 2. El katékhon
77 1. «Sacer» y «sanctus»
Esposito, Roberto 84 2. El freno
Immunitas : protección y negación de la vida. - V ed.- Buenos
Aires : Amorrortu, 2005. 96 3. Teología política
256 p. ; 23x14 cm.- (Mutaciones)
108 4. Teodicea
Traducción de: Luciano Padilla López

ISBN 950-518-717-3 115 3. Compensatio


1. Filosofía Política I. Título 115 1. Antropología inmunitaria
CDD 190
125 2. Productividad de lo negativo
134 3. El riesgo de la comunidad
147 4. Potencia del vacío
Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provin-
cia de Buenos Aires, en enero de 2005. 160 4. Biopolítica
Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares. 160 1. Incorporaciones

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172 2. ~E>\ phármakon Introducción
181 3. «Zellenstaat»
192 4. El gobierno de la vida

205 5. El implante
205 1. Biofilosofías de la inmunidad Un día cualquiera de los últimos años, los diarios
215 2. Juegos de guerra publicaron, acaso en las mismas páginas, noticias
aparentamente heterogéneas. ¿Qué tienen en común
225 3. La derrota fenómenos como la lucha contra un nuevo brote epi-
234 4. Inmunidad común démico, la oposición al pedido de extradición de un je-
fe de estado extranjero acusado de violaciones a los
derechos humanos, el refuerzo de las barreras contra
la inmigración clandestina y las estrategias para neu-
tralizar el último virus informático? Nada, mientras
se los lea en el interior de sus respectivos ámbitos
separados: medicina, derecho, política social y tecno-
logía informática. Sin embargo, las cosas son distin-
tas si se los refiere a una categoría interpretativa que
halla la propia especificidad justamente en la capaci-
dad de cortar transversalmente esos lenguajes par-
ticulares, refiriéndolos a un mismo horizonte de sen-
tido. Como ya se pone de manifiesto desde el título de
este ensayo, he identificado tal categoría con la de «in-
munización». Volveré de modo más articulado sobre
su fuente semántica y su mecanismo de funciona-
miento pocas páginas más adelante. Pero ya en un ni-
vel puramente fenomenológico de discurso se puede
rastrear un primer perfil suyo con una evidente ana-
logía: a pesar de su falta de homogeneidad léxica, to-
dos los acontecimientos antes citados pueden enten-
derse como una respuesta de protección ante un peli-
gro. Ya se trate de la explosión de una nueva enferme-
dad infecciosa, de la impugnación de prerrogativas ju-
rídicas consolidadas, de la repentina intensificación
del flujo migratorio o de las maniobras sobre los gran-

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des sistemas de comunicación —por no hablar de un año, con una mortalidad prevista equivalente a un
ataque terrorista—, lo que se presenta es, no obstan- cuarto de su población total; o cuando en los países
te, la ruptura de un equilibrio anterior y, por ende, la europeos se calcula en decenas de millones de perso-
exigencia de su restitución. nas el potencial de inmigración desde los territorios
Sin embargo, hasta aquí todavía estamos en una del Tercer Mundo en vertiginoso crecimiento demo-
formulación vaga de la categoría en cuestión, que no gráfico, se capta tan sólo el dato macroscópico de un
obstante adquiere una connotación más peculiar fenómeno mucho más capilar y estratificado. Lo que
cuando de la referencia a una situación indetermina- hoy asusta no es la contaminación en cuanto tal —se
da de peligro se pasa a individualizar su configura- la considera inevitable desde hace tiempo—, sino su
ción específica: se muestra de modo evidente que en ramificación descontrolada e incontenible por todos
cada uno de los casos citados tiene los rasgos de la los ganglios productivos de la vida.
intrusión. Ya sea el asediado el cuerpo de un indivi-
duo, por una enfermedad propagada; el cuerpo políti- 2. Tomemos el caso, aparentemente marginal, de
co, por una intromisión violenta; o el cuerpo electróni- las computadoras. Comparados con los primeros vi-
co, por parte de un mensaje aberrante, lo que perma- rus, transmitidos a través de diskettes, los que se in-
nece invariado es el lugar en el cual se sitúa la ame- troducen mediante correos electrónicos tienen un po-
naza, que es siempre el de la frontera entre el interior der de difusión no sólo enormemente más rápido, si-
y el exterior, lo propio y lo extraño, lo individual y lo no, en potencia, ilimitado, al ser prácticamente coex-
común. Alguien o algo penetra en un cuerpo —indivi- tensivos con el espacio alcanzado por Internet: basta,
dual o colectivo— y lo altera, lo transforma, lo corrom- por ejemplo, con que el usuario abra el archivo infec-
pe. El término que mejor se presta a representar esta tado para que al instante se multiplique en todos los
mecánica disolutiva —justamente por su polivalencia destinatarios de su libreta de direcciones, destinados,
semántica, que lo ubica en el cruce entre los lenguajes a su vez, en progresión exponencial, a reenviarlo. Si
de la biología, el derecho, la política y la comunica- se piensa que cada día se descubren cerca de treinta
ción— es «contagio». Lo que antes era sano, seguro, nuevos tipos de virus, se comprende el motivo de las
idéntico a sí mismo, ahora está expuesto a una conta- enormes cifras asignadas por los gobiernos (en los Es-
minación que lo pone en riesgo de ser devastado. Es tados Unidos, cuatro veces superior a los recursos de
natural que una amenaza de este tipo sea constitu- la lucha contra el sida) al ajuste de los programas an-
tivamente inherente a toda forma de vida individual, tivirus capaces de hacerles frente.
así como a todo tipo de asociación humana. Pero lo Si bien a primera vista este acercamiento puede
que confiere una especial importancia a la exigencia parecer arbitrario, la controversia jurídica sobre la in-
de inmunización —e inclusive hace de ella el eje de ro- munidad de algunos personajes políticos presenta
tación simbólico y material de nuestros sistemas so- una fenomenología de estructura análoga. La cues-
ciales— es el carácter, a la vez de aceleración y de ge- tión debe ser contemplada desde el ángulo de la rela-
neralización, que asumió desde hace un tiempo esa ción entre el derecho que rige dentro de cada estado
deriva contagiosa. Cuando se calcula el número de —con todas las prerrogativas que implica, no sólo pa-
muertos de sida en África en más de dos millones por ra los miembros del parlamento, sino también para

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los del gobierno y para los diplomáticos— y la nueva confirmación definitiva de ello. Se conoce la dimen-
forma de justicia internacional que hoy se está confi- sión a la vez social, política y jurídica del fenómeno de
gurando. Resulta evidente que —como para toda otra la inmigración. Pero no pocas veces se lo presenta
modalidad de quiebre de fronteras— cada vez que un desde los medios no sólo como amenaza para el orden
juez pide la extradición de un sujeto jurídico extranje- público, también como un potencial riesgo biológico
ro con fueros de inmunidad, produce una lesión en el en relación con el país hospedante según un modelo
cuerpo de la soberanía nacional, destinada a transmi- de patologización del extranjero con raíces trágica-
tirse, tarde o temprano, también a otros organismos mente profundas en el imaginario europeo del siglo
estatales. Esta es la verdadera prenda enjuego en la recién transcurrido. Por lo demás resulta perfecta-
guerra legal acerca de la inmunidad de Pinochet (pero mente comprensible que el ataque terrorista más te-
por otra parte también de Milosevié): no sólo su even- mido hoy en día, por tratarse del menos controlable,
tual condena, sino el efecto contagio que esta habría sea el bacteriológico: gérmenes de viruela, Ebola, has-
de provocar en un orden mundial todavía basado fun- ta peste negra introducidos en el aire, en el agua, en
damentalmente en la recíproca autonomía de los Es- los alimentos. A su vez, la emergencia epidemiológica
tados soberanos. No es casual que Amnesty Interna- que constituyen las grandes enfermedades infeccio-
tional haya saludado la sentencia de los Lords, y más sas tiene precisas implicaciones económicas, jurídi-
tarde la decisión del ministro británico Strawson, am- cas, políticas e incluso militares. Un informe reciente
bas desfavorables para el ex dictador, como una pri- de la CÍA —que prevé la posibilidad de revoluciones,
mera brecha abierta en el corazón del derecho inmu- genocidios e instauraciones de dictaduras como con-
nitario a favor de algo que se podría definir como una secuencia del derrumbe demográfico en varias zonas
«ley común»: si es cierto que un crimen cometido por del tercer mundo— clasifica al sida entre los primeros
cualquier tirano lesiona no sólo a su propio pueblo si- cinco de los setenta y cinco factores de desestabiliza-
no a todo ciudadano del mundo, eso quiere decir que ción a escala planetaria. Cuando se considera por una
podrá ser perseguido sin importar dónde ni por quién. parte el léxico explícitamente médico —incluso epi-
Que existe una instancia jurídica que trasciende las demiológico— adoptado en el combate contra los vi-
fronteras territoriales del derecho y al derecho mismo rus informáticos temidos, de por sí, como potencial ve-
como forma de delimitación de territorios. ¿Acaso no hículo de terrorismo internacional; y por la otra, la
apela tácitamente a una noción de justicia internacio- terminología expresamente militar con la que, tam-
nal de este tipo el inmigrante clandestino, o el refu- bién en ámbitos científicos, se ilustra el funciona-
giado privado de derechos civiles, expulsado por las miento del sistema inmunitario ante las amenazas
policías estatales allende los límites que ha violado? ambientales, el círculo se cierra de modo perfecto so-
A esta altura, los que al principio parecían ser su- bre sí mismo. Cuanto más el peligro que acosa a la vi-
cesos heterogéneos empiezan a delinearse como las da circula indistintamente en todas sus prácticas,
polaridades interdependientes de una única figura. Si tanto más la respuesta converge en los engranajes de
consideramos el continuo deslizamiento léxico que se un dispositivo único: al peligro cada vez más difundi-
produce de una a otra —según un posterior efecto de do que amenaza a lo común responde la defensa cada
contagio que ataca al lenguaje mismo—, tenemos una vez más compacta de lo inmune.

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3. Pero si la comunidad constituye el único fondo modernos— también un privilegio. Ahora justamente
de sentido respecto al cual la inmunidad adquiere re- la superposición —o el cruce— de estos dos significa-
lieve, ¿cómo se determina su relación? ¿Se trata de un dos nos restituye la connotación más pregnante del
vínculo de simple oposición o de una dialéctica más término: la inmunidad es percibida como tal si se con-
compleja en la que un término no se limita a negar al figura como una excepción a una regla que, en cam-
otro sino que de modo subterráneo lo implica como su bio, siguen todos los demás: «immunis est qui vacat
propio presupuesto necesario? Una primera respues- a muneribus, quae alii praestare debent».* El acen-
ta a estos interrogantes viene de la etimología. Los to debe ponerse en la segunda parte cíe la frase. El de
diccionarios latinos nos enseñan que el sustantivo im- «inmunidad», aparte de privativo, es un concepto
munitas —como su correspondiente adjetivo immu- esencialmente comparativo: más que la exención en
nis— es un vocablo privativo, o negativo, que deriva sí misma, su foco semántico es la diferencia respecto
su sentido de aquello que niega, o de lo que carece, es de la condición ajena. A tal punto que se podría propo-
decir, el munus. Si se examina el significado prevale- ner esta hipótesis: el verdadero antónimo de immuni-
ciente de este último término, se obtiene por contras- tas no es el munus ausente, sino la communitas de
te el de la immunitas: respecto de «función» —encar- aquellos que, por el contrario, se hacen sus portado-
go, obligación, deber (también en el sentido de un don res. Si, en definitiva, la privación concierne al munus,
a restituir)— representado por el munus, «e contrario el punto de confrontación que da sentido a la inmuni-
immunis dicitur qui nullo fungitur officio».* Quien re- dad es el cura en el que aquel se generaliza en forma
sulta muneribus uacuus, sine muneribus, libre de car- de communitas, como lo testimonia otra definición
gas, exonerado, «dispensado» delpensum de tributos más puntual: «immunis dicitur, qui civitatis, seu so-
o prestaciones hacia otros. Es inmune quien no debe cietatis officia non praestat; qui vacat ab iis societatis
nada a nadie según la doble acepción de la uacatio y la officiis, quae ómnibus communia sunt».** Respecto
excusatio: ya se trate de autonomía originaria o de la de tal generalidad, la inmunidad es una condición de
dispensa de una deuda contraída anteriormente, lo particularidad: ya se refiera a un individuo o a un co-
que cuenta en la determinación del concepto es el es- lectivo, siempre es «propia», en el sentido específico de
tar exento de la obligación del munus —sea personal, «perteneciente a alguien» y, por ende, de «no común».
fiscal o civil. También lo enfatiza la definición oficial de inmunidad
Hasta aquí seguimos, no obstante, en un nivel de eclesiástica dentro del derecho canónico: «jus quo lo-
definición demasiado general para hacernos avanzar ca, res vel personae ecclesiasticae a communi onere
respecto de la pregunta formulada al comienzo. Para seu obligatione liberae sunt et exemptae».*** Aquí se
acercarnos a ella se requiere que entre en este juicio
otro vector del concepto, que hasta ahora quedó en las * «inmune es quien está dispensado de cargas, que otros deben lle-
sombras. Se dijo que la immunitas es una dispensa. var sobre sí». (N, del T.)
Pero —como nos advierten los diccionarios antiguos y ** «se llama inmune a quien no cumple con ningún deber, ya sea es-
tatal o societario; quien está dispensado de esos deberes societarios
que son comunes a iodos». (N. del T.)
* «por el contrario se llama inmune a quien no tiene a su cargo nin- *** «derecho por el cual recintos, bienes o personas eclesiásticos es-
guna obligación». (N. del T.) tán liberados y exentos de la carga u obligación común». (N. del T.)

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pone en primer plano su carácter antisocial, y más terna entre los siglos XVIII y XIX, cuando primero
precisamente anticomunitario: la immunitas no es con el descubrimiento de Jenner de la vacuna antiva-
sólo la dispensa de una obligación o la exención de un riólica y después con los experimentos de Pasteur y
tributo, sino algo que interrumpe el circuito social de Koch nace la verdadera bacteriología médica. El pa-
la donación recíproca al que remite, en cambio, el sig- saje que nos interesa es el que conduce de la inmuni-
nificado más originario y comprometido de la commu- dad natural a la inmunidad adquirida: es decir, de
nitas. Si los miembros de la comunidad están vincula- una condición esencialmente pasiva a una, por el con-
dos por el deber de restituir el munus que los define trario, activamente inducida. La idea de base que in-
en tanto tales, es inmune quien, desligándose, se po- terviene en cierto punto es que una forma atenuada
ne fuera de aquella. Y que en consecuencia resulta de infección puede proteger de una más virulenta del
constitutivamente «ingrato»: «immunes ingratos sig- mismo tipo. De aquí la deducción —comprobada por
nificat, quemadmodum munificos dicebant eos qui la eficacia de las distintas vacunas— de que inocular
grati et liberales exstitissent».* cantidades no letales de virus estimula la formación
de anticuerpos capaces de neutralizar por anticipado
4. Sin embargo, si bien la contraposición funda- las consecuencias patógenas.
mental con la comunidad expresa el más conspicuo Difiriendo a los capítulos sucesivos un sondeo más
vector de sentido de la idea de inmunidad, no agota su profundo del fenómeno desde un punto de vista bio-
plena significación. Para aproximarse a esta con- lógico, detengámonos en una consideración más gene-
viene, por el contrario, seguir otro recorrido semán- ral acerca de los efectos de sentido que este produce
tico que no coincide del todo con el primero, sino que respecto del paradigma inmunitario en su conjunto.
antes bien lo cruza según una figura compleja. Re- El primer elemento para destacar es que este último
corrido que —más que a la vertiente jurídica a la que se presenta no en términos de acción sino de reacción:
nos hemos referido hasta ahora— recurre originaria- más que de una fuerza propia, se trata de un contra-
mente a la vertiente bio-médica que, poco a poco, co- golpe, de una contrafuerza, que impide que otra fuer-
mienza a aproximarse a aquella. Como es sabido, des- za se manifieste. Esto significa que el mecanismo de
de este punto de vista, debe entenderse por inmuni- la inmunidad presupone la existencia del mal que de-
dad la condición de refractariedad del organismo ante be enfrentar. Y esto no sólo en el sentido de que deriva
el peligro de contraer una enfermedad contagiosa. En de aquel su propia necesidad —es el riesgo de infec-
realidad, esta acepción es también muy antigua: se ción lo que justifica la medida profiláctica—, sino
halla un primer registro en la Pharsalia de Lucano a también en el sentido, más comprometido, de que fun-
propósito de la resistencia de una tribu africana al ve- ciona precisamente mediante su uso. Reproduce en
neno de serpiente. Pero lo que la hace significativa a forma controlada el mal del que debe proteger. Ya
los fines de nuestra reconstrucción es su inflexión in- aquí empieza a perfilarse esa relación entre protec-
ción y negación de la vida que constituye el objeto de
* «"inmunes" significa ingratos, del mismo modo que decían ser
este ensayo: mediante la protección inmunitaria la vi-
muníficos aquellos que se mostraban agradecidos y generosos». (N. da combate lo que la niega, pero según una ley que no
delT.) es la de la contraposición frontal, sino la del rodeo y

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la neutralización. El mal debe enfrentarse, pero sin objetivo, está obligado a perseguirlo dado vuelta. Pe-
alejarlo de los propios confines. Al contrario, incluyén- ro, actuando de este modo, lo retiene en el horizonte
dolo dentro de estos. La figura dialéctica que de este de sentido de su exacto opuesto: puede prolongar la
modo se bosqueja es la de una inclusión excluyente o vida sólo si le hace probar continuamente la muerte.
de una exclusión mediante inclusión. El veneno es
vencido por el organismo no cuando es expulsado fue- 5. Puede decirse que esta antinomia atraviesa to-
ra de él, sino cuando de algún modo llega a formar dos los lenguajes de la modernidad llevándolos a su
parte de este. Ya se decía: más que a una afirmación, resultado autodisolutorio. El presente libro trata de
la lógica inmunitaria remite a una no-negación, a la reconstruir no sólo los deslizamientos léxicos de esa
negación de una negación. Lo negativo no sólo sobre- trama, sino también su genealogía profunda, median-
vive a su cura, sino que constituye la condición de efi- te una serie de figuras que sólo por comodidad exposi-
cacia de esta. Es como si aquel se desdoblara en dos tiva pueden referirse a diferentes órdenes disciplina-
mitades de las cuales una es necesaria para la conten- res —derecho, teología, antropología, política y biolo-
ción de la otra: un negativo menor destinado a blo- gía— porque, por el contrario, señalan su tendencia a
quear el mayor pero en el interior del mismo lenguaje. la superposición. Como ya se dijo, esta se determina a
Naturalmente, esta práctica homeopática de pro- lo largo del clivage que a la vez yuxtapone y vincula
tección —que excluye incluyendo y afirma negando— inmunidad y comunidad haciendo de una no sólo el
no se consuma sin dejar marcas en la constitución de fondo con el que contrasta, sino también el objeto y el
su propio objeto: no sólo por el mecanismo compensa- contenido de la otra. Según este enfoque, no debe per-
torio de sustracción que de este modo contrabalancea derse de vista la circunstancia de que la inmunidad,
su incremento de vitalidad, sino porque ese mismo in- en cuanto categoría privativa, no adquiere importan-
cremento asume la forma de una sustracción. Antes cia más que como modalidad, precisamente negativa,
que de un bien adquirido, de un mal malogrado. O de la comunidad. Del mismo modo en que, desde un
mejor, desplazado, desviado, diferido. Si la vida—que ángulo de visión especularmente inverso, la comuni-
es, en todas sus valencias, el objeto de la inmuniza- dad parece hoy estar inmunizada, atraída y engullida
ción— no es conservable más que mediante la inser- por completo en la forma de su opuesto. En última
ción en su interior de algo que sutilmente la contra- instancia, la inmunidad es el límite interno que corta
dice, quiere decir que su mantenimiento coincide con la comunidad replegándola sobre sí en una forma que
una forma de restricción que de algún modo la separa resulta a la vez constitutiva y destitutiva: que la cons-
de sí misma. Su salvación depende de una herida que tituye —o reconstituye— precisamente al destituirla.
no puede sanar porque es ella misma la que la produ- Esta dialéctica negativa adquiere particular rele-
ce. La vida, para seguir siendo tal, debe plegarse a vancia en la esfera del lenguaje jurídico o, para ser
una fuerza extraña, si no hostil, que inhibe su desa- más exactos, del derecho como dispositivo inmunita-
rrollo. Incorporar un fragmento de esa nada que quie- rio de todo el sistema social. Que a partir del siglo
re evitar, en realidad tan sólo difiriéndola. De aquí el XVIII —como sostiene Niklas Luhmann— la semán-
carácter estructuralmente aporético del procedimien- tica de la inmunidad se haya extendido progresiva-
to inmunitario: al no poder alcanzar directamente su mente a todos los sectores de la sociedad moderna sig-

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nifica que ya no es el mecanismo inmunitario función quema analítico que dispone a lo largo de una misma
del derecho, sino el derecho función del mecanismo traza genealógica la violencia persecutoria del meca-
inmunitario. Este pasaje decisivo —que el sociólogo nismo victimario y el aparato represivo de tipo jurídi-
alemán tiende a presentar en su formulación más co destinado a secularizarlo, pero también, por eso
neutral y, por ende, tanto más cargada ideológica- mismo, a duplicarlo. Que el derecho sea indispensa-
mente— constituye en realidad el punto de precipita- ble para la protección de todo tipo de convivencia aso-
ción de un recorrido, aporético de un modo muy dis- ciada frente a los conflictos que la atraviesan no quita
tinto, que tiene su origen en la relación estructural el núcleo de violencia que aquel lleva enclavado no só-
entre ley y violencia. Esta relación, lejos de limitarse lo en su propia génesis, sino en el corazón mismo de
al papel, desempeñado por la ley, de inmunización de su funcionamiento. Como se declaraba expresamente
la comunidad respecto de la violencia que la amena- en la definición arcaica del primer nomos —aquel, so-
za, caracteriza a los procedimientos inmunitarios en berano, de vida y muerte—, el derecho se coloca en el
sí: más que eliminada, la violencia es englobada por el punto de indistinción entre conservación y exclusión
aparato destinado a reprimirla, una vez más, violen- de la vida. Conserva la vida en el interior de un orden
tamente. Es el cortocircuito que Walter Benjamín re- que excluye su libre desarrollo porque la retiene en el
conoce en la figura ambivalente de la Gewalt, enten- umbral negativo definido por su opuesto. La misma
dida como entramado indisoluble de derecho y fuerza. pretensión de la ley —prever, sancionándolos, todos
Dentro de esta mordaza —a la que Benjamín asigna los actos que puedan contradecirla— la coloca en una
los rasgos míticos de un destino ineluctable— toda situación de anticipación presupuesta, de lo cual la
forma posible de vida «justa» o «común» posible es sa- vida resulta a la vez protegida y perjudicada.
crificada a la mera supervivencia de su contenido bio-
lógico tan sólo. 6. Es exactamente esta persistencia de lo negativo
El motivo fundamental de semejante reducción de en la forma de su contención el vector de sentido que
la vida a simple materia viviente es atribuido por Si- enlaza en el plano categorial el lenguaje del derecho
mone Weil al carácter de por sí privado, y privativo, con el de la teología. No aludo tanto —o tan sólo— al
de todo derecho, incluido el que se define público. El carácter inevitablemente jurídico que asumen todas
derecho, en su forma históricamente constituida, es las dogmáticas religiosas en el momento en que se pa-
siempre de alguien, nunca de todos. Este es el ele- sa de la etapa de la palabra profética a la de su codifi-
mento que determina su oposición fundamental con cación eclesial. Aunque ya este pasaje —necesario pa-
esa comunidad a cuya salvaguarda, no obstante, está ra todo tipo de religión que se proponga durar en el
consagrado, pero de una forma que invierte su conno- tiempo— tiene el significado defensivo de una autoin-
tación más intrínseca: en el orden jurídico moderno, munización respecto de las tendencias de carácter he-
sólo es común la reivindicación de lo propio. De aquí rético que amenazan su estabilidad. Pero lo que enla-
el necesario recurso a esa fuerza que constituye a la za de manera aun más profunda la forma de la religio
vez el presupuesto trascendental y la garantía de efi- con la semántica inmunitaria es la superposición que
cacia del derecho. Es la conclusión a la que, desde otra desde su origen se determina entre sus dos vectores
perspectiva, arriba también Rene Girard, en un es- de sentido prevalecientes: uno de tipo salvífico —tam-

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bien en la acepción biológica de lo que sana o mantie- calíptica. Lo que muy pronto se afirma sobre estas es
ne sano— y el otro de carácter normativo. El signifi- la referencia normativa a un orden definido por la
cado determinado por su cruce puede referirse a la brecha entre el despliegue de la existencia y su sen-
idea de que la supervivencia de la vida —corporal o tido último. A partir de la presuposición de este hiato
espiritual— tiene como condición la observación de también el mal, que inevitablemente actúa a lo largo
un ritual, y también el respeto de una prohibición, de la historia, puede ser subsumido y superado por su
que no se puede violar. Esto significa que su desplie- opuesto. Cuando semejante procedimiento dialéctico,
gue —o cuando menos su conservación— depende del originariamente encaminado a la legitimación de la
sometimiento a una potencia extraña que no nace de comunidad cristiana, sea dirigido a la justificación de
ella, pero que a la vez constituye su condición de exis- Dios mismo, al que se le imputan en primera persona
tencia y el resultado al que se la destina. los males del mundo, el dispositivo inmunitario ad-
Esta copresencia de desarrollo y freno, apertura y quirirá los rasgos compensatorios de la teodicea: nin-
cierre, positivo y negativo —típica del paradigma in- gún mal, por insostenibles que puedan parecer sus
munitario— es representada ejemplarmente por la efectos, puede borrar el bien que no sólo lo acompa-
enigmática figura del katékhon: quienquiera sea su ña contrapesándolo, sino que, desde una perspectiva
portador en el plano histórico y político, este encarna, más amplia, incluso desciende de él.
de todos modos, el principio de la defensa contra el
mal mediante su englobamiento preliminar. En tér- 7. No sorprende que en el momento en que se con-
minos biológicos se lo podría comparar con el anti- suma la secularización moderna la categoría de com-
cuerpo que protege el cuerpo cristiano mediante la pensatio vuelva al centro de esa interrogación sobre
asimilación del antígeno. O, en un léxico más jurídico, el hombre a la cual se denominó «antropología filosó-
al nomos que se opone a la anomia de una manera en fica». Originariamente dotada de un significado eco-
sí antinómica, es decir, asumiendo su lenguaje. La ca- nómico-jurídico, se fue extendiendo progresivamente
tegoría de «teología política» constituye su logro más primero al lenguaje cosmológico, después al psico-
evidente, en la medida en que remite al punto de con- analítico, hasta adquirir un alcance aún más general:
junción legitimante entre un plano de inmanencia y sin importar el ámbito de pertinencia, se da compen-
uno de trascendencia. A este último, ya se lo refiera sación cuando se determina el contrapeso de una fal-
directamente a Dios o a su representante en la tierra, ta —de un daño, de una deuda, de una carencia— que
se le demanda, en cualquier caso, que asuma el rol de repone la situación de equilibrio inicial. Pero para
unificar la cristiandad, de por sí suspendida entre la que esta dinámica compensatoria se pueda situar en
esfera religiosa del cuerpo místico y la profana, aun- el centro del léxico antropológico, hay que esperar a
que teológicamente garantizada, del cuerpo político. que se produzca su caracterización en un sentido ex-
Aquí la terminología misma de «cuerpo» e «incorpora- plícitamente inmunitario, como resultado de un pa-
ción», precoz sustitución de la de «carne» y «encarna- saje conceptual ulterior, a saber, el tránsito que lleva
ción», señala que el léxico cristiano ha sido encerrado de un significado de simple equiparación entre nega-
en un marco institucional destinado a neutralizar sus tivo y positivo, a la funcionalización positiva de lo ne-
tensiones originarias de naturaleza anárquica y apo- gativo mismo. Es justamente el recorrido realizado

22 23
por la antropología filosófica alemana en el momento contagio con aquello que la sobrepasa desde su propio
en que localiza el recurso principal del hombre preci- interior. A tal fin se ordenan las formas —roles, nor-
samente en la precariedad originaria de su naturale- mas, instituciones— mediante las que la antropolo-
za. Como ya había intuido Herder, la falta de especia- gía escinde la vida de su contenido común. Lo que
lización de sus órganos —por comparación con las queda en común no es más que su recíproca separa-
otras especies animales— pone al hombre en condi- ción. Aquí se hace explícito el rasgo intensamente
ciones de construir de modo artificial su propia expe- nihilista que la antropología filosófica toma de la dia-
riencia en cualquier ambiente en que se encuentre ac- léctica inmunitaria: la única protección contra la na-
tuando. Esto significa que, para conservarse, la vida da sobre la que se apoya la naturaleza humana es la
humana tiene que trascenderse, ya no en una esfera nada misma. Una nada más profunda incluso que la
exterior a ella, como sostiene la teología, sino dentro natural, en tanto producida artificialmente con vistas
de sí misma. Debe objetivarse —y por tanto exteriori- a su contención.
zarse— en formas ulteriores al mero darse.
Cuando Max Scheler reconoce la potencia del espí- 8. Pero el exceso de mediación institucional que
ritu en su alteridad respecto del fluir de la vida; cuan- plantea la antropología filosófica no es más que una
do Helmuth Plessner busca el punto de coincidencia de las dos modalidades prevalecientes mediante las
entre poder y supervivencia en la capacidad del hom- que el paradigma inmunitario se vincula con la di-
bre de desdoblarse respecto de la inmediatez de su mensión colectiva de la vida. De hecho, a esa modali-
propia condición natural; cuando, por último y con dad se le suma —o, con mayor frecuencia, se le super-
una radicalidad aun mayor, Arnold Gehlen localiza pone— otra que parece tener una dirección simétrica-
en la emancipación respecto del exceso instintivo la mente opuesta. Me refiero a ese conjunto de fenóme-
posibilidad de compensar el retraso morfológico del nos —o, mejor, a ese régimen de sentido— al que, por
animal-hombre, los tres, de distinto modo, ponen co- lo menos a partir de la última producción de Foucault,
mo condición del mantenimiento de la vida la cons- se asignó el nombre de «biopolítica». El efecto de con-
trucción de un orden artificial que la aparta de sí mis- traste respecto del modelo antropológico nace de la
ma. Ya asuma este la forma de un ritual social desti- circunstancia de que mientras este lleva a separar la
nado a salvaguardar la distancia entre los individuos, vida de sí misma acentuando sus elementos formales,
como cree Plessner, o, como sostiene Gehlen, la de el dispositivo biopolítico tiende, por el contrario, a eli-
una institución capaz de estabilizar dinámicas que de minar toda mediación. Cuando la política toma a la
otro modo serían destructivas, queda en pie el resul- vida como objeto de intervención directa, termina por
tado anticomunitario al cual arriba la inmunización reducirla a un estado de absoluta inmediatez. Tam-
antropológica: la comunidad en cuanto tal es literal- bién en este caso, como en el anterior, se excluye cual-
mente insostenible. Para que pueda resistir frente al quier «forma de vida»: la posibilidad misma de una
riesgo entrópico que la amenaza —y con el cual en úl- «vida justa» o «común». Pero no por un exceso de for-
tima instancia coincide— debe ser esterilizada pre- ma, sino por su exclusión de una vida aplastada sobre
ventivamente contra su inherente contenido relacio- su puro contenido biológico. Para relacionarse con la
nal. Inmunizada contra el munus que la expone al vida, la política parecería tener que privarla de toda

24 25
dimensión cualitativa, volviéndola «sólo vida», «pura sí misma. La figura clave de este pasaje es aquella,
vida», «vida desnuda». clásica, delphármakon, entendido desde el origen de
De aquí la relevancia decisiva atribuida a la se- la tradición filosófica en el doble sentido de medicina
mántica del cuerpo. Contrariamente a una tesis muy y de veneno; pero aquí interpretado más específica-
difundida que liga las dinámicas inmunitarias de la mente como antídoto necesario para defender la vida
modernidad a un procedimiento de progresiva margi- de la posibilidad disolutiva de su «puesta en común».
nalización, o vaciamiento, del cuerpo individual y so- A este significado inmunitario deber ser referida la
cial, el registro biopolítico se construye en torno de su singular duración de la metáfora del «cuerpo político»
renovada centralidad. El cuerpo es el terreno más no solamente en la tratadística de gobierno de la pri-
inmediato para la relación entre política y vida por- mera edad moderna, en la que emerge de forma explí-
que sólo en aquel esta última parece protegida de lo cita, sino también después, cuando la metáfora pare-
que amenaza con corromperla o de su propia tenden- ce eclipsarse simplemente porque «se realiza» en el
cia a sobrepasarse, a alterarse. Es corno si la vida cuerpo mismo de la población. Para que esta pueda
—para mantenerse como tal— tuviera que ser com- devenir objeto de práctica biopolítica hace falta que se
primida y custodiada en los confines del cuerpo. Y es- la refiera a ese mismo léxico del «cuerpo político» me-
to —préstese atención— no porque el cuerpo, indivi- diante el cual primero el rey y después el Estado ha-
dual y colectivo, no esté expuesto a procesos de invo- bían sido representados durante largo tiempo bajo la
lución y hasta de disolución: incluso nada experimen- forma de poder soberano. Pero dentro de un cuadro
ta tanto como el cuerpo la mordedura del mal. Más que invierte las relaciones de prevalencia entre poder
bien porque justamente tal riesgo pone en movimien- y vida: el umbral de pasaje del paradigma de sobera-
to los mecanismos de alarma, y por consiguiente de nía al de biopolítica debe ser ubicado en el punto en
defensa, destinados a su protección. En este sentido que ya no es el poder el centro de imputación, y tam-
es cierto, como afirmó el mismo Foucault, que lo vi- bién de exclusión, de la vida, sino la vida —su protec-
viente empieza a entrar en el horizonte de visibilidad ción reproductiva— el criterio último de legitimación
del saber moderno en el momento en que emerge su del poder. Esto explica el proceso de medicalización
relación constitutiva con aquello que constantemente que invistió por entero el prisma de la interacción so-
amenaza con extinguirlo. Es la enfermedad —y la cial durante los dos últimos siglos. Pero también, más
muerte— el cono de sombra dentro del que se recorta en general, la hipertrofia de los aparatos de seguridad
la ciencia de la vida. que caracteriza cada vez más a las sociedades con-
Se puede decir que la biopolítica no hace más que temporáneas. Se puede ver justamente en ella el pun-
llevar este presupuesto a su punto de máxima radica- to ciego al que parece arribar su desarrollo: dado que
lidad y a la vez de inversión productiva. Al poner al ese síndrome autoprotector no sólo termina por rele-
cuerpo en el centro de la política y a la posibilidad de gar al telón de fondo todo otro interés —e inclusive el
la enfermedad en el centro del cuerpo, la biopolítica «interés» mismo como forma de la vida-en-común—
hace de esta por una parte el margen externo del que sino que produce el efecto contrario al deseado. En vez
la vida debe distanciarse continuamente; por la otra, de adecuar la protección al efectivo nivel del riesgo,
el pliegue interno que la reconduce dialécticamente a tiende a adecuar la percepción del riesgo a la crecien-

26 27
te necesidad de protección, haciendo así de la misma diendo progresivamente a todos los lenguajes de la vi-
protección uno de los mayores riesgos. da, esto es, en ese sistema inmunitario que, en el pla-
no biológico, garantiza su salvaguarda en el cuerpo de
9. También por este lado vuelve la relación entre cada individuo. No porque sea un objeto neutro, u ori-
protección y negación: la vida sólo puede ser protegi- ginario, con respecto al carácter derivado o metafórico
da de lo que la niega mediante una negación ulterior. que caracteriza a las otras formas de inmunización
Pero aun cuando es este el estrangulamiento en el social. Al contrario: se puede decir que nada tanto co-
que parece precipitar toda la experiencia contempo- mo su funcionamiento ha sido sometido a un exceso
ránea, el presente libro no se propone tan sólo su des- de sentido, a riesgo de borrar, o por lo menos confun-
cripción. Más bien propone un interrogante funda- dir, sus rasgos constitutivos. Toda la historia de la teo-
mental a partir del cual su propia fenomenología ad- ría inmunológica —no sólo en sus derivas divulgati-
quiere una luz menos unívoca: ¿puede imaginarse un vas, sino también en su elaboración científica— cons-
punto de interrupción —o cuando menos de proble- tituye la demostración más evidente de ello. La lec-
matización— en el circuito dialéctico entre protección tura, incluso orientada sólo al plano léxico, de los ma-
y negación de la vida? ¿Esta puede ser conservada de nuales de inmunología más difundidos lo pone am-
otro modo que el de su protección negativa? Natural- pliamente de manifiesto. El sistema inmunitario se
mente, intenté desde el comienzo evitar la tentación describe allí como un verdadero dispositivo militar
de dar de inmediato una respuesta afirmativa, que defensivo y ofensivo contra todo lo que no es reconoci-
situase el desarrollo de la vida en un horizonte radi- do como «propio» y que por tanto debe ser rechazado y
calmente ajeno al definido por el paradigma de inmu- destruido. Lo que más impresiona es el modo como se
nización. Y esto por un doble motivo: en primer lugar subordina una función biológica a una visión general
porque, como ya se destacó en repetidas oportunida- de la realidad dominada por la exigencia violenta-
des, la inmunidad no es una categoría que se pueda mente defensiva con respecto a todo aquello que re-
separar de la de comunidad, de la que más bien cons- sulte extraño. Sea cual fuere la génesis ideológica a la
tituye la modalidad invertida y en consecuencia no que ese estereotipo responde, lo que sale a la luz es su
eliminable, como lo prueba fácticamente la circuns- tonalidad objetivamente nihilista: la relación entre el
tancia de que no existe comunidad desprovista de al- yo y lo otro —entre lo inmune y lo común— se repre-
guna clase de aparato inmunitario. Y además porque senta en términos de una destrucción que finalmente
negar la negación mediante la cual la inmunidad nie- tiende a involucrar a ambos términos de la confronta-
ga a su vez lo que amenaza la vida significaría repetir ción. Un impulso de antidisolución que parece encon-
su procedimiento. trar su réplica más que metafórica en esas enferme-
El camino a transitar, por el contrario, no puede dades, llamadas precisamente autoinmunes, en las
pasar más que por el mismo objeto que se tiene la in- que el potencial bélico del sistema inmunitario se ele-
tención de deconstruir, sin negar, sino acaso profundi- va a tal extremo que en determinado momento se
zando, su contradicción interna. Por eso busqué la vuelve contra sí mismo en una catástrofe, simbólica y
respuesta a la pregunta de la que partí en el corazón real, que determina la implosión de todo el orga-
mismo del mecanismo de protección que se fue exten- nismo.

28 29
Con todo, justamente el análisis más reciente de la inmune no es enemigo de lo común, sino algo más
estructura y del funcionamiento del sistema inmuni- complejo que lo implica y lo requiere. No sólo una ne-
tario parece abrir otra posibilidad interpretativa. La cesidad, sino también una posibilidad cuyo significa-
que así se bosqueja es una filosofía distinta de la in- do pleno todavía no podemos aferrar.
munidad que —sin ocultar, e inclusive remarcando,
su antinomia constitutiva— la ubica en una relación Ya se habló del desdoblamiento del concepto de inmunidad
en dos áreas léxicas distintas, una de tipo jurídico-político y la
no excluyente con su inverso, lo común. El necesario otra de carácter biológico-médico. La presente investigación se
punto de partida —recientemente adoptado por auto- aboca por entero a interrogar el margen que las separa —y a la
res tan diferentes como Donna Haraway y Alfred vez las une— desde el punto de vista categorial. Pero, ¿existen
Tauber— es una concepción de la identidad indivi- también segmentos de contigüidad histórica en que los dos sig-
dual tajantemente alternativa a aquella, cerrada y nificados de la inmunidad se superponen en una misma prácti-
ca? Creo que uno de los más significativos, por ser probable-
monolítica, a la que antes se hacía referencia. Por mente el primero, se lo puede hallar en el derecho de inmuni-
otra parte, la hacen no sólo posible sino además inevi- dad concedido a quienes ejercían la profesión de médico en la
table los desarrollos de la tecnología genética y bióni- Roma imperial. El marco en que debe ser situado este hecho
ca: el cuerpo, lejos de constituir un dato definitivo e resulta de por sí incierto a causa de la compleja posición social
inmodificable, es un constructo operativo abierto a un de los médicos romanos. En efecto, lo que inmediatamente
impresiona es una aparente incongruencia entre el alto nivel
continuo intercambio con el ambiente circunstante. de ganancias, y también de poder, alcanzado por la profesión
Un intercambio que puede incluso encontrar su mo- médica y la escasa consideración que, salvo en unos pocos ca-
tor central justamente en el sistema inmunitario sos, se destinaba a la mayoría de sus miembros, en razón tam-
—tesis esta, ciertamente problemática, planteada en bién del humilde origen de estos. Como se deduce de las esta-
las conclusiones del presente trabajo—. La función de dísticas obtenidas de las inscripciones, en realidad el número
de medid ingenui —esto es, ciudadanos romanos libres—-, es
la tolerancia inmunológica —concebida no como una absolutamente exiguo comparado con el de los medid serví,
fisura o una carencia de la inmunidad, sino como un libertos, operegrini, vale decir, inmigrantes de las provincias.1
producto suyo— constituye una primera expresión de En este contexto difícil de descifrar —un verdadero «social
ello. Pero acaso sea la figura del implante —artificial, puzzle», como se ha dicho—,2 la cuestión de la inmunidad
como una prótesis, o natural, como un óvulo fecunda- plantea un problema interpretativo ulterior: ¿cómo se explica,
y cómo debe ser entendida, la atribución de un privilegio par-
do en el vientre de la madre— la que más intensa- ticular a una categoría de origen no romano y por añadidura
mente lo atestigua. El hecho de que sea justamente la muchas veces peyorativamente connotada (por ejemplo en Pli-
heterogeneidad —y no la semejanza— genética del nio) a causa de su codicia o inclusive deshonestidad?
embrión la que favorece su aceptación por parte del En realidad, la misma concesión de inmunidad no fue para
sistema inmunitario de la mujer significa que este úl- nada pacífica.3 Como deducimos a partir de Ulpiano (Dig., 50.
1
timo no puede ser reducido a una simple función de Cfr. J. Korpela, «Das Medizinalpersonal im antiken Rom. Eine So-
zialgeschichtliche Untersuchung», en Ármales Accademiae Scientia-
rechazo frente a lo extraño, sino que a lo sumo debe rum Fennicae, Humanae Litterae, XLV (1987), págs. 35 y sigs.
2
ser interpretado como su caja de resonancia interna, J. Scarborough, Román Medicine, Londres: Thames & Hudson,
como el diafragma a través del cual la diferencia nos 1969, págs. 113.
3
Véase, en general, K. H. Below, «Der Arzt im rómischen Recht», en
involucra, y nos atraviesa, en cuanto tal. Como afirmé Münchener Beitráge zur Papyrusforschung und antiken Rechtsgc-
anteriormente: sustraído a su potencia negativa, lo schichte, XXXVII (1953), págs. 22 y sigs.

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13.1. 2-3) y sobre todo de Modestino (Dig., 27. 1. 6. 8-11), la que munidad se referían —además de a sórdida muñera— a mu-
otorgó Vespasiano (después de que César, ya desde el 46, hu- ñera civilia de fuerte relevancia social como cargos ediles y sa-
biera otorgado la ciudadanía romana a quienes practicaban la cerdotales o la tutela de huérfanos y viudas, se comprende en
medicina en Roma), y más tarde, alrededor del 117, convalidó qué medida el privilegio adquirido es precisamente de tipo
Adriano en lo relativo a la exención de determinadas obliga- negativo y, en cuanto tal, constitutivamente ambivalente:
ciones fiscales y civiles, no se refería solamente a la categoría consiste en la privación de un munus, que junto con el peso del
de los médicos, sino también a la de otros intelectuales: filó- onus, conlleva también la dignidad de un offlcium prestigioso
sofos, rétores y gramáticos. Además, se hallaba unida a condi- por ser atinente al ámbito de la esfera pública. Relacionado
ciones específicas, como la de ejercer en la ciudad de origen, con esta privación debe interpretarse el carácter contradicto-
amén, naturalmente, de la probitas morum y la peritia artis* rio de una condición remunerativa pero irrelevante a escala
A pesar de estas restricciones, como se evidencia a partir de social. No es casual que la inmunidad concedida a los médicos
un texto relacionado con una constitución de Cómodo, la esté contenida en la concepción puramente privada —también
immunitas fue limitada posteriormente por el hijo de Adriano, en el sentido de «privada de algo»— de la actividad médica
Antonino Pío, que llegó a establecer un número fijo de cinco romana. Como observa una vez más Vegetti, es precisamente
médicos para las ciudades pequeñas, de siete para las me- este carácter el que diferencia a los médicos jurídicamente
dianas y de diez para las metrópolis (excepto Roma). Por lo de- inmunizados de aquellos de la edad helenística que recibían
más, también a continuación, toda resolución en sentido exten- paga pública: mientras estos tenían la obligación —el mu-
sivo siempre se caracterizó por polémicas y retrocesos.4 nus— de ejercer gratuitamente para todos los ciudadanos y en
¿Cómo se explica tanta oscilación acerca de una cuestión a especial para los pobres, los primeros estaban exentos de ello.8
fin de cuentas menor? Bowersock lo atribuye a una especie de Como contrapartida, no recibían ninguna paga pública, sino
incompatibilidad con la prosperidad económica de las provin- tan sólo un honorario privado potencialmente ilimitado. Al
cias en que se había establecido la exención.5 Pero, como asi- punto de que incluso cuando en el 386, bajo Valentiniano, se
mismo destaca Nutton, las cosas siguen en realidad sin acla- instituyó en Roma un colegio de catorce archiatri públicos (uno
rarse.6 ¿Cómo podían algunos privilegios, concedidos a no más por distrito), estos fueron retribuidos, antes que con una paga
de diez médicos, poner en crisis la economía de provincias com- estatal, con bienes en especie (commoda annonaria), a los que
pletas? Creo que la respuesta debe buscarse en algo distinto, o se podían sumar entradas de origen privado. Esto explica la
por lo menos también en algo distinto: esto es, en el estatuto, ubicación constitutivamente doble de los médicos romanos:
de por sí ambiguo y oscilante, de la inmunidad. En esa misma privilegiados en el campo económico —no tenían límites en la
dirección, me parece, va una observación de Mario Vegetti, fijación de sus honorarios— pero escasamente considerados en
cuando enfatiza que la immunitas «tiene un significado social- el social. Precisamente, remunerados, pero inmunes respecto
mente ambiguo, porque enajena, a quien participa de ella, de cargas, y honores, comunes al resto de los ciudadanos libres.
honores y muñera onerosos pero a la vez ricos de prestigio».7 Si
se considera que algunas de las exenciones previstas por la in-

* Esto es, alguien de buenas costumbres y experimentado en su ar-


te. (N. del T.)
4
Cf. J. André, Etre médecin á Rome, París: Payot & Rivages, 1995,
págs.
5
140-3.
G. W. Bowersock, Greek Sophists in the Román Empire, Oxford:
Clarendon Press, 1969, pág. 31.
6
Cf. V. Nutton, «Two Notes on Immunities: Digest 27, 1, 6, 10 and
11», en From Democedes to Harvey, Londres: Variorum Reprints,
1988, pág. 62.
7
M. Vegetti y R Manuli, «La medicina e l'igiene», en Storia di Roma,
Turfn: Einaudi, 1989, VI, pág. 395. 8
Ibid., págs. 396-7.

32 33
4. Biopolítica del cuerpo se presta la vida a ser conservada como tal
por la inmunización política.
Por lo demás, la vida necesita para ser pensada al-
guna representación de tipo orgánico que la vincule
con la realidad o, al menos, con la potencialidad de
una configuración corpórea. Cuando además se la
considera desde el punto de vista de su protección an-
te un peligro, endógeno o exógeno, que la asedia, re-
1. Incorporaciones quiere aún más que se la incluya dentro de los límites
del cuerpo. Son precisamente estos los que constitu-
Resulta hasta demasiado evidente que la política yen las líneas defensivas contra lo que amenaza a la
entra de pleno derecho en el paradigma inmunitario vida con apartarla de sí misma, expulsarla hacia su
cuando toma la vida como contenido directo de su pro- afuera, convertirla en su opuesto. En el cuerpo, y sólo
pia actividad. Lo que falta, en este caso, es toda me- en el cuerpo, puede seguir siendo lo que es, y crecer,
diación formal: objeto de la política no es ya una «for- potenciarse, reproducirse. Desde luego, el razona-
ma de vida» cualquiera, un modo de ser específico su- miento es perfectamente reversible: así como el cuer-
yo, sino la vida misma: toda la vida y sólo la vida, en po es el lugar privilegiado para el despliegue de la
su simple realidad biológica. Ya se trate de la vida del vida, también es donde más se advierte la amenaza
individuo o de la vida de la especie, la política ha de de la muerte. Y, antes de esta, de la enfermedad, el en-
poner a salvo a la vida misma, inmunizándola de los vejecimiento, la consunción. Pero justamente este
riesgos que la amenazan de extinción. Cuando se ha- carácter binario constitutivo —entre vida y muerte,
bla de «biopolítica» como de aquella política que pone crecimiento y deterioro— hace al cuerpo la zona limi-
enjuego la realidad, y la posibilidad misma, de lo vi- nar en cuyo interior se ejerce la intención inmunitaria
vo, hay que prestar atención a esta extrema reducción de la política: demorar cuanto se pueda el paso de la
de sentido para entenderla en su acepción más origi- vida a la muerte, empujar la muerte al punto más ale-
naria y general. Con todo, sólo se hace perceptible un jado de la actualidad de la vida. El cuerpo es a la vez
perfil —el más obvio— de la cuestión. Para que esta el campo y el instrumento de este combate. Mientras
alcance un más alto grado de significación, se la debe resista, no habrá muerte. Cuando esta sobrevenga, el
interrogar desde otra perspectiva que incluya, ade- cuerpo mismo será el que decaiga: no sólo en su activi-
más del objeto de la biopolítica, el modo en que esta se dad fisiológica, sino también, poco después, en su pro-
pia consistencia material, condenada a una rápida
apropia de ese objeto: para poder salvar a la vida de descomposición. Porque el cuerpo no es compatible
su tendencia autodisolutiva, la política debe recon- con la muerte por mucho tiempo. Su encuentro es sólo
ducirla al régimen del cuerpo. Lo que parecía una re- momentáneo: muerto, el cuerpo no dura. Para ser
lación de dos términos —política y vida— debe inter- cuerpo, debe mantenerse convida. Como decíamos, es
pretarse como un juego más complejo que incluye un el frente de resistencia, simbólico y material, de la vi-
tercer término y depende de este: sólo en la dimensión da contra la muerte.

160 161
Por eso la metáfora más influyente con que la polí- referencia hobbesiana al «animal artificial»—,2 se ha-
tica representó la vida de la sociedad fue la del cuer- ce evidente que la metáfora no desaparece en absolu-
po. Sin poder recorrer siquiera de manera alusiva la to, sino que simplemente se adapta a un marco histó-
compleja historia de la analogía entre cuerpo natural rico-conceptual modificado.
y cuerpo político —a la que ya se hizo referencia en el Se puede incluso afirmar que justamente el pro-
segundo capítulo— limitémonos a recordar que du- gresivo afianzamiento de la metafísica mecanicista y
rante varios siglos constituyó el más recurrente topos del modelo individualista marca un incremento de
con que autores políticos y literarios representaron la sentido en la analogía Estado-cuerpo con una direc-
constitución y el funcionamiento del organismo políti- ción específicamente inmunitaria. La clave de este
co: cada parte suya era comparada con un órgano del pasaje reside en una creciente complicación de la
cuerpo humano, con todas las consecuencias normati- relación entre vida y cuerpo político. Relación que
vas que tal correspondencia naturalmente implicaba pierde naturalidad cuando este último es sometido a
en relación con la jerarquía que de este modo se esta- presiones del medio cada vez más violentas: sedicio-
blecía no sólo entre el rey-cabeza y los súbditos-miem- nes, guerras, revoluciones. Pero justamente este ca-
bros, sino también entre las distintas clases y órdenes rácter problemático hace que resulte aun más necesa-
del reino. Sin embargo, no es que pretenda fijar la ria. La vida del cuerpo político, precisamente por ser
atención sobre este punto, ya abundantemente ana- constitutivamente frágil, debe ser colocada preventi-
lizado por la literatura sino, antes bien, sobre la ca- vamente al resguardo de aquello que la amenaza.
racterización inmunitaria que la metáfora del cuerpo Nadie capta mejor que Hobbes la precariedad mortal
confiere a la totalidad del léxico político moderno. Es del cuerpo político, debida ya no al deterioro natural
cierto que esto parece desmentido precisamente por de todas las formas de gobierno previsto en el tradi-
el límite cronológico —establecido hacia la mitad del cional modelo de Polibio, sino al potencial destructivo
siglo XVII— que se ha querido asignar a su desarro- latente en su organismo.3 Sin embargo, esta misma
llo: más allá de esta fecha parece perder parte de su circunstancia —que la muerte no sea natural, sino
fuerza en pro del paradigma mecanicista e individua- más bien inducida, y, por ende, evitable o, cuando me-
lista dispuesto por Hobbes.1 Pero, aunque se prescin- nos, diferible— hace indispensable para él una estra-
da de la fundamental indistinción que perdura por lo tegia inmunitaria de contención:
menos hasta el siglo XVIII entre organicismo y meca-
nicismo —a la que se deben las múltiples contamina- Si bien nada de lo que hacen los mortales puede ser
ciones entre cuerpo y máquina, que culminan en la inmortal —escribe él—, de todas formas, si los hombres
tuvieran uso de esa razón a la que aspiran, sus estados po-
1
Es, por ejemplo, la tesis expresada por D. G. Hale en The Body Po- 2
litic: a Politícal Metaphor in Renaissance English Literature, La Ha- Cf. P. Becchi, «Meccanismo e organicismo. Gli antecedenti di
ya-París: Mouton, 1971; más tarde retomada por E. M. W. Tillyard en un'opposizione», en Filosofía Política, 1999, n. 3, págs. 457-72. Pero
Elizabethan World Picture, Harmondsworth: Pelican, 1972 y por véase completa la sección acerca del «cuerpo político» en Filosofía
L. Barkan, en Nature's Work ofArt: The Human Body as Image ofthe Política, 1993, n. 3, que incluye ensayos de A. Cavarero, D. Panizza y
World, New Haven: Yale University Press, 1975. Véase, finalmente, S. Mezzadra.
3
J. Sawday, The Body Emblazoned: Dissection and the Human Body in Cf. A. Cavarero, Corpa in figure, Milán: Feltrinelli, 1995, págs.
Renaissance Culture, Londres: Routledge, 1995. 187-217 (si bien adhiere a la tesis, aquí impugnada, de la marginación
logocéntrica del cuerpo en la modernidad).

162
163
drían por lo menos ser resguardados de perecer a causa de
enfermedades internas. De hecho, por la índole de su insti- narcas sino también las asambleas completas pere-
tución, son destinados a vivir tanto como la humanidad, o cen, es necesario, para el mantenimiento de la paz en-
las leyes de la naturaleza, o la justicia misma que les da la tre los hombres, que como se había previsto un hom-
vida. Por ello, cuando llegan a ser disueltos no por la violen- bre artificial, se prevea también una eternidad de vi-
cia externa, sino por el desorden intestino, la culpa no es de da artificial».5 Que dicha vida sea precisamente artifi-
los hombres en tanto son4su materia, sino en tanto son sus
hacedores y ordenadores. cial —al igual que el «gran hombre» al que es inheren-
te— es el signo más marcado no de la sustitución sino
Si las causas que exponen el organismo político a de la cumplida inmunización de un cuerpo que no sólo
la posibilidad catastrófica de su disolución no son na- sobrevive a la muerte de sus miembros, sino que jus-
turales, sino imputables a error humano, podrán ser tamente de ella obtiene periódicamente su propia
afrontadas mediante un tipo de ordenamiento que energía reproductiva: como un organismo que se nu-
tenga en cuenta por anticipado losriesgosimplicados. tre primero de la vida y más tarde también de la
Desde este punto de vista, la semántica misma de la muerte de todas las partes que lo componen. O como
máquina no es contrapuesta por Hobbes a la del cuer- un cuerpo capaz de incorporar su misma excorpora-
po, sino integrada con esta. Precisamente es aquello ción, exactamente como sucede en la metáfora orga-
que debe afianzar el nexo —de otro modo precario— nicista respecto de su propia inversión artificial. El
entre vida y cuerpo: como una suerte de esqueleto me- cuerpo-máquina, la máquina-cuerpo, es un cuerpo
tálico destinado a mantener el cuerpo con vida más que ya no se puede deshacer, por estar ya deshecho y
allá de sus propias potencialidades naturales. Esto no reconstruido, como embalsamado, en su coraza corpó-
significa eliminar la posibilidad de la muerte, a la rea. Un cuerpo definitivamente tal, porque no admite
que, por el contrario, siempre hay que tener presente, descartes, aperturas, heridas. Coincide por completo
justamente para no dejarse sorprender por ella; tam- consigo mismo y por tanto es perenne: todo cuerpo, só-
poco significa diferir ilimitadamente su llegada para lo cuerpo, siempre cuerpo. Un cuerpo que no muere,
cada uno de los hombres que en conjunto forman el porque está habituado a convivir con la muerte que lo
cuerpo del Estado, tal como aparece en la famosa ima- habita dentro, por lo menos hasta el momento en que
gen estampada en la portada de la primera edición despierte con efectos hasta tal punto letales que lo ha-
del Leviatán. Más bien establecer una relación fun- gan estallar en mil pedazos.
cional entre esas muertes inevitables, en tanto tocan Que el léxico contractualista diste, por lo demás,
a los cuerpos exclusivamente naturales de los indivi- de dar de baja la metáfora del cuerpo político es pro-
duos, y la duración del cuerpo artificial del Estado, bado de manera aun más ejemplar por Rousseau.
asegurada por la continuidad inmterrumpida del po- Quien, después de haber declarado que era «inexac-
der soberano: «Dado que la materia de todas estas for- ta» en el Discurso sobre la economía política,6 justa-
mas de gobierno es mortal, y por tanto no sólo los mo-
5
/¿>¿c¿.,pág. 189.
6
4
T. Hobbes, Leuiathan, en The English Works, Londres: Covent J.-J. Rousseau, Economie politique, en Oeuvres Completes, París:
Carden, 1829-1845 (traducción italiana Leviatano, Florencia: La Nuo- Gallimard, 1959-1969, III (traducción italiana Discorso sull'economia
va Italia, 1968, pág. 315). política, en Opere, al cuidado de P. Rossi, Florencia: Sansoni, 1972,
pág. 101).

164
165
mente en el Contrato social la recupera en toda su po- sin que los miembros se resientan».8 Desde este punto
tencia salvífica: de vista pierde parte de sentido la antigua jerarquía
entre las distintas partes del cuerpo —y entre los
«Cada uno de nosotros pondrá en común su persona y correspondientes órganos del Estado— pues justa-
todo su poder, bajo la suprema dirección de la voluntad ge- mente aquello que lo hace tal es la coincidencia entre
neral; y todos nosotros en cuerpo recibimos a cada miembro
como parte indivisible del todo». Inmediatamente, a cambio el sujeto y el objeto de la función soberana inherente
de la persona privada de cada contrayente, este acto de aso- a un cuerpo sin cabeza, o incluso a una cabeza que
ciación produce un cuerpo moral y colectivo, compuesto por abarca toda la superficie del cuerpo.
tantos miembros cuantos votos tiene la asamblea; el cual Esta reinclusión de la cabeza dentro del cuerpo po-
recibe por este mismo acto su unidad, su yo común, su vida lítico es, por otra parte, el movimiento estratégico que
y su voluntad.7
permite que la antigua metáfora sobreviva, e incluso
Estamos ante una doble incorporación cruzada y se regenere a partir de su muerte aparente, durante y
recíproca entre el cuerpo de cada cual y el de todos: es- después de la revolución, momento en que la decapi-
te último deriva de la incorporación de cada cuerpo tación del rey debería haber sofocado definitivamente
individual en un cuerpo común; pero, para que ello su carga semántica. Si eso no sucede es porque esa ca-
sea posible, cada uno de los cuerpos de los individuos beza, ya antes de caer, fue incorporada y disuelta en
debe haber incorporado por anticipado cada parte su- cuanto tal en el organismo colectivo de la nación. Ella
ya como miembro de un solo cuerpo. El medio de este ya es —mediante la representación de la Asamblea
pasaje del cuerpo al cuerpo, de este redoblarse del nacional— el nuevo sujeto de la analogía, transferida
cuerpo, reside, desde luego, en el concepto de «volun- ahora del antiguo cuerpo del rey al de los ciudadanos
tad general». De hecho, instituye y a la vez deconstru- reunidos en un solo pueblo. Si se leen bajo esta óptica
ye la lógica individualista del contrato en el momento los textos de Sieyés, se hace evidente que la metáfora
en el cual toma como presupuesta la misma incorpo- del cuerpo no sólo permanece obstinadamente en el
ración que debería ser su resultado y que, en cambio, centro de la argumentación, sino que incluso constitu-
constituye su condición preliminar. Porque, a diferen- ye la vía retórica y alegórica a través de la cual la rup-
cia del modelo de Hobbes, el mecanismo de inmuni- tura revolucionaria se presenta como necesaria para
zación del organismo político no necesita aquí un so- la vida de la nación. Si la revolución, en vez de poner-
porte artificial, sino que, por así decir, está contenido la en riesgo, se instaura como su única salvación posi-
en la propia constitución corpórea —esto es, intrínse- ble, es porque no destroza, sino reintegra, su cuerpo,
camente unitaria— del cuerpo: «No bien esta multi- amenazado al contrario por las divisiones que consti-
tud esté así reunida en un cuerpo —continúa Rous- tuyeron los antiguos privilegios. Ese cuerpo —si quie-
seau—, nadie puede ofender a uno de sus miembros re ser tal, esto es, principio y salvaguarda de la vida
sin atacar al cuerpo, y aun menos ofender al cuerpo nacional— no puede ser sino uno. Por eso no puede al-
bergar en su interior ningún otro cuerpo privilegiado,
7
Id., Le contrat social, en Oeuvres Completes, cit., III (traducción
italiana Del contralto sacíale, en Opere, cit., pág. 285). s
lbid.,pág. 286.

166 167
como se dice sin medias tintas en la conclusión de Q ue del cuerpo político, no hay regeneración más que a
es el tercer estado: partir, y desde el interior, de una degeneración an-
terior. ¿Qué sería la salud sin la ubsesión de la enfer-
Por ahora es imposible decir qué lugar debe ocupar el medad?
cuerpo privilegiado en el orden social: sería como pregun-
tarse qué lugar se quiere asignar en el cuerpo de un enfer-
mo al humor maligno que lo mina y lo atormenta. Sólo hay ¿Cómo explicar la irresistible tendencia de la filosofía
que neutralizarlo, restablecer la salud y la relación normal —pero también de la práctica— política a incorporar la plura-
entre todos los órganos de modo tal que en él no se formen lidad social? ¿Dónde se origina esta verdadera coacción a
más malformaciones patológicas, capaces de comprometer repetir que continuamente la impulsa a incorporar aquello
los principios fundamentales de la vitalidad.9 que, sin embargo, sordamente la resiste? Jacob Rogozinski
reconduce su génesis al contragolpe dialéctico de antagonismo
que provocaron las modalidades fantasmáticas asumidas por
Donde lo que más resalta no es sólo la completa su- esta misma resistencia. De aquí un movimiento de oscilación
perposición entre léxico político y léxico médico que entre un impulso a la corporación y otro, simétricamente con-
una vez más caracteriza a la metáfora del cuerpo, trario, a la excorporación que a un tiempo se le opone y la re-
sino la consecuencia inmunitaria que inmediatamen- produce.11 Para captar el sentido de este análisis, hay que refe-
te resulta de ella: para que ese cuerpo pueda curarse rirlo al horizonte fenomenológico que constituye su presupues-
to y marco conceptual; específicamente al motivo de la «carne»,
de modo estable, es preciso relevar la potencia del mal en la peculiar significación que le otorgaron primero Husserl y
que lo aflige y que justo por esto debe ser eliminado luego Merleau-Ponty. Para ambos, aunque sea con distintos
drásticamente. Sólo si se lo admite en toda su nega- énfasis, la semántica de la carne (Leib,chair) no coincide con la
tividad será posible combatirlo a fondo. En este sen- del cuerpo (Korper, corps), a la que sin embargo está ligada por
tido puede afirmar Sieyés que la curación se debe al una estrecha relación de implicación. Ya se trate de una expe-
riencia singular o potencialmente plural —como aquella a la
exceso de enfermedad. Que sólo cuando esta es lleva- que se refiere Merleau-Ponty con las expresiones «carne del
da a sus extremas consecuencias patógenas se hace mundo» o «carne de la historia»—, el proceso de incorporación
posible la regeneración, por ser, sin más, necesaria. recíproco entre dos miembros de un mismo cuerpo o entre
Se ha observado que el concepto de «regeneración» ad- varios cuerpos diferentes nunca puede arribar a su consuma-
quirió un significado específicamente político —ade- ción porque es interrumpido por una brecha originaria que el
autor llama «diferencia carnal» (différence charnelle). Esta im-
más de religioso y médico— sólo después de que se posibilidad de co-pertenencia esencial, o de co-donación simul-
extendió de modo sostenido el de «degeneración» que tánea, que hace que quede siempre en suspenso el quiasma en-
constituye su antónimo negativo.10 Pero aquí no se tre mano que toca y mano tocada, tiene el efecto de deshacer
trata de una simple precedencia cronológica: como es- toda identificación posible entre carne y cuerpo. Hay en la
tá implícito en el pliegue inmunitario de la metáfora carne algo —como un hiato o una cesura originaria— que se
resiste a la incorporación invirtiéndola en un movimiento
8
E. Siéyes, Qu'est-ce que le tiers état?, en Qeuures de Sieyés, París: opuesto de desincorporación. Pero, como señalamos con ante-
Edhis, 1989 (traducción italiana Che cos'é U terzo stato?, en Opere, al rioridad, esta obstinada resistencia de la carne a hacerse cuer-
cuidado de G. Troísi Spagnoli, introducción de P. Pasquino, Milán: po no carece de consecuencias aporéticas. Genera una serie de
Giuffré, I, pág. 288 [traducción modificada]).
10 11
Aludo al importante libro de A. de Baecque, Le corps de l'histoire. J. Rogozinski, «"Comme les paroles d'un homme ivre": chair de
Métaphores et politique (1770-1800), París: Calmann-Lévy, 1993, l'histoire et corps politique», en Les Cahiers de Philosophie, 1994-
págs. 165 y sigs. 1995, n. 18, págs. 71-102.

168 169
figuras fantasmáticas de laceración y dislocación que vuelven polarizada en el Dos del quiasma, pero tal que ignore toda
sobre la carne misma amenazando con volver a arrojarla a una jerarquía, toda separación irreversible entre una parte que
zona de ausencia de sí que tiene los rasgos de una auténtica manda y otra que obedece».12
desencarnación: corno si la crisis del quiasma —con relación al Pese al peculiar interés de esta perspectiva, esta conclusión
cuerpo propio o ajeno— hiciera surgir en el seno de la carne deja alguna perplejidad. Sin entrar en la valoración del inte-
una no-carne, un objeto abyecto, destinado a engullirla en un rrogante más técnico —que mantengo abierto— relacionado
remolino mortífero o a inducirla a la autoexpulsión. En este con la traducibilidad histérico-política de categorías trascen-
punto, tal fantasma de descomposición necrótica —que so- dentales (por lo menos para Husserl, pero también, en parte,
breviene a la intensificación imaginaria de la distancia res- para Merleau-Ponty), el punto sobre el que plantearía alguna
pecto del cuerpo— produce por contraste un nuevo, y más fuer- reserva concierne a la interpretación de la «carne primordial».
te, proceso de incorporación. Este último impide las fantasías ¿Cómo debe entenderse esta «primordialidad»? ¿Como un tras-
obsesivas de descarnadura recomponiendo los fragmentos fondo originario, cubierto y desfigurado por la dinámica que
dispersos de la carne en una nueva síntesis identificatoria; hemos descripto y que, por ende, puede quedar al descubierto
hasta que a su vez es desmontado y contradicho, en la fusión recién cuando esta llega al agotamiento? ¿O como algo que esa
que pretende, por la irreductible diferencia de la carne. misma dinámica lleva dentro de sí como su inverso antinómi-
Los más importantes momentos de autointerpretación polí- co? ¿Como una alternativa ontológica que se contrapone desde
tica de la modernidad pueden ser referidos a este patrón de fuera a la hegemonía del cuerpo o como el vacío interno que lo
lectura. Desde este punto de vista tanto Rousseau al retomar habita y lo expone a su alteridad? De modo más claro: ¿existe
la metáfora organicista como Marx al protestar contra la alie- una carne agregada al cuerpo o ella no es más que el lugar de
nación del cuerpo social producida por el capital traducen, pese su constitutiva impertenencia: el límite diferencial que lo se-
a su alcance liberador, un impulso en sentido contrario como para de sí mismo abriéndolo a su exterior? Me parece que Ro-
reacción a los procesos de desincorporación individualista mo- gozinski oscila entre estas dos posibilidades hermenéuticas sin
dernos. Esto no quiere decir que el pensamiento político orien- optar por la una ni por la otra, y que a esa indecisión debe ser
atribuido el acento utópico, y aun sutilmente escatológico, que
tado a celebrar al individuo esté en condiciones de representar
se filtra en la frase citada. No cabe duda de que la categoría
las instancias de una carne libre de hipóstasis totalizadoras.
«cuerpo» a esta altura es incapaz de contestar las preguntas
Antes bien, el mismo concepto centrado en sí mismo de indivi-
planteadas por un mundo sin más fronteras internas, y que
duo nace de una hipostatización corpórea que se superpone al
por tanto debe ser deconstruida a través de un léxico distinto,
carácter plural de la existencia carnal. No sólo eso, sino que
el cual halla en el término «carne» su punto de intensidad más
justamente su incapacidad de captar la necesidad inagotable
aguda.13 Pero sin perder de vista no sólo su conexión, sino tam-
de lazo social produce esa reacción totalitaria en que voluntad
bién que se está hablando de lo mismo. La carne no es otra cosa
de incorporación y fantasma de descarnadura se intensifican más que el entramado unitario de la diferencia entre los cuer-
de la manera más catastróficamente destructiva. Con todo, es pos, la impertenencia, o, mejor, la intrapertenencia, la cual
el colapso de los regímenes totalitarios lo que hace que esta hace que aquello que es diferente no se cierre herméticamente
dialéctica al parecer inagotable de excorporación y reincorpo- en su interior sino que quede en contacto con su propio afuera.
ración llegue a un punto sin retorno más allá del cual se abre No se trata sólo de una exteriorización del cuerpo, sino tam-
un nuevo horizonte de sentido: lo que por fin se perfila es la bién de la hendidura interna que impide su absoluta inmanen-
posibilidad de llevar a la superficie esa «carne primordial» a la
12
que ninguna filosofía supo hasta ahora dar un nombre más Ibid., pág. 101.
13
que haciéndolo derivar por la negativa del elemento que En esa dirección también va, me parece, M. Carbone en un ensayo
renegaba de ella. Entonces el definitivo desmembramiento del recentísimo, justamente de titulo «Carne», en Aut Aut, n. 304, 2001,
cuerpo político y de sus metáforas organicistas hará emer- págs. 99-119. La importancia política del motivo de la «carne» es iden-
tificada muy bien asimismo por E. Lisciani-Petrini en «La passione
ger, no la obsesión neurótica de nuevas incorporaciones, sino impolítica della política. Merleau-Ponty tra "filosofía e non filosofía"»,
el perfil de una «carne rebelde al Uno, siempre ya dividida, en Nichilismo e política, cit., págs. 55-73.

170 171
cia. Para captar a fondo el significado de la carne, haría falta
ser capaz de pensar al mismo tiempo el afuera y el adentro del figuración del cuadro patológico: sólo la «decisión»
cuerpo: uno en el otro y uno por el otro. Es el umbral interno acerca de qué está enfermo —acerca del origen, el de-
que dirige hacia fuera lo que está vuelto hacia adentro. Y que sarrollo y el resultado de la enfermedad— define por
por tanto hace que el cuerpo del individuo ya no sea tal. Ya no contraste qué está sano. Si, por ejemplo, el mal supre-
sólo propio (por ello, pese a todo, es insostenible la traducción mo se identifica en la amenaza de sediciones y revuel-
Leib como «cuerpo propio»),14 sino a la vez impropio, como se
expresa también Didier Franck: «La carne como originaria- tas, se colocará la salud del Estado en un orden ase-
mente propia y origen de lo propio es originariamente impro- gurado por el control de la cabeza sobre los otros
pia y origen de lo impropio».15 Pero si la carne es la expropia- miembros del cuerpo. Si, por el contrario, se teme más
ción de lo propio, es también lo que lo hace común. Por eso ya bien la tiranía de un soberano despótico, la salvación
sea Husserl, o, de manera diferente, Heidegger la vinculan del organismo político se ubicará en un equilibrio ba-
desde el comienzo a la semántica de la donación: «La encarna-
ción es un modo excelente de la autodonación» (Leibhaftigkeit lanceado entre sus diversos componentes.
ist ein ausgezeichneter Modus der Selbstgegebenheit eines Hasta aquí permanecemos, de todas formas, den-
Seienden).16 Repentinamente salta a la vista la relación origi- tro de un ámbito tradicional de referencias que parece
naria de la figura de la carne con la del munus. La carne no es presentarse sin cambios sustanciales a través de los
otro cuerpo ni lo otro respecto del cuerpo: es simplemente la siglos desde la antigüedad clásica y cristiana hasta el
modalidad de ser en común de aquello que se quiere inmune.
período renacentista y moderno, siguiendo una línea
que llega hasta la sociología organicista de Comte,
2. Elphármakon Spencer y Durkheim. En realidad, de este modo se
termina perdiendo de vista justamente esos pasajes,
o saltos epistemológicos, que cargan la metáfora de
Si la metáfora organológica está en el centro de la
una tonalidad específicamente inmunitaria. Es cierto
tratadística política, la enfermedad está en el centro
que ya la simple superposición figurada del lenguaje
de la metáfora. Es cierto que el punto de cruce entre
bio-médico con el jurídico-político en la representa-
saber político y saber médico está constituido por el
ción del cuerpo determina de por sí una referencia im-
problema en común de la conservación del cuerpo. Pe-
plícita a la cuestión de su inmunidad. Pero para que
ro es desde la perspectiva abierta por la enfermedad
aquel adquiera una connotación más específica hace
que esta conservación adquiere una importancia cen-
falta esperar un doble cambio de la metáfora corporal,
tral. Es verdad, lógicamente la determinación fisioló- referido en primer término a la localización de la
gica —o morfológica— del organismo antecede a la de
enfermedad y, en segundo término, a su relación con
su patología. Pero, de hecho, la fuente de sentido tan- la salud. En cuanto a la primera cuestión, ya la tradi-
to de la fisiología como de la morfología está en la con- ción hallaba las dos causas para el deterioro, y luego
14
Es lo que también termina admitiendo, si bien con muchas reser- el colapso, del cuerpo político por un lado en su enve-
vas, J. Derrida en Le Toucher, Jean-Luc Nancy, París: Galilée, 2000, jecimiento natural —según el antiguo principio de
págs. 262 y sigs.
15
D. Franck, Chair et corps. Sur la phenoménologie de Husserl, Pa- Polibio de la necesaria decadencia de todo ente vivo—
rís: Minuit, 1981, pág. 167.
16
y por el otro en una conmoción violenta debida a una
M. Heidegger, Prolegómeno, zur Geschichte des Zeitbegriffs, en guerra intestina o a un golpe de Estado. En ambos ca-
Gesamtausgabe, cit., XX, pág. 54.
sos se trataba, por tanto, de un mal endógeno, genera-

172
173
do desde el interior del organismo político, que se po- ral de salud del cuerpo político, se dirige a esas medi-
día afrontar por vía curativa, tendiente al restableci- das de profilaxis preventiva que lo protegen de la in-
miento incruento del equilibrio quebrado, o por vía filtración de elementos alógenos. De aquí la necesi-
quirúrgica, mediante la extirpación de la parte enfer- dad, cada vez más enfatizada, de barreras, proteccio-
ma.17 Este orden topológico es el que de una manera nes y aparatos inmunitarios tendientes a reducir, si
gradual, pero cada vez más clara, se resquebraja al no a eliminar, la porosidad de las fronteras externas
comienzo del período moderno, en relación sea con la contra gérmenes tóxicos contaminantes. Cuánto pe-
intensificación de los conflictos interestatales, sea con saron, en esa obsesión autoprotectora, invasiones
la transformación del saber médico. Queda, por cier- reales o amenazadas —como la española a Inglate-
to, el clásico par enfermedad-discordia, con todo su sé- rra— o también el contacto con culturas y etnias des-
quito de signos, síntomas, remedios, pero con un bari- conocidas como la de los indios de América, para no
centro dirigido más hacia el exterior que hacia el inte- hablar de la creciente inmigración judía en Europa
rior. El mal que ataca al cuerpo político —se trate de occidental, no es difícil de imaginar: cuanto más alta
una invasión extranjera o de un conflicto civil— tiene hubo de parecer la vulnerabilidad de los cuerpos polí-
su matriz patógena fuera de él y se le transmite por ticos, tanto más urgente resultaba la necesidad de ce-
medio de la infiltración de un elemento contagioso no rrar herméticamente los orificios abiertos en sus fron-
generado por el propio organismo. teras. Las imágenes de ciudades sitiadas, castillos
No es irrelevante recordar que, en concomitancia fortificados, territorios rodeados por potenciales inva-
con la expansión cada vez más catastrófica de gran- sores que colman las páginas de los tratadistas políti-
des epidemias —sobre todo de sífilis y de peste— en- cos ingleses, franceses e italianos entre los siglos XVI
tre los años 1536 y 1546, Girolamo Fracastoro publica y XVII representan testimonio tangible de ello.
sus dos tratados Syphilís sive Morbus Gallicus y De Pero aun más importante que la proveniencia ex-
Contagione et Contagiosis Morbis, en que por primera terior del germen patógeno —con relación al carác-
vez a la tradicional teoría de los humores originada ter inmunitario de la metáfora corporal— es la fun-
en Galeno se yuxtapone y más tarde contrapone la te- ción dialéctica que cumple la enfermedad respecto
sis de que la enfermedad se transmite mediante la de la terapia destinada a hacerle frente. Digamos que
contaminación producida por la introdución en el mientras hasta un momento dado prevalece la repre-
cuerpo de minúsculos agentes infecciosos (semina) de sentación por completo negativa de un mal concebido
tipo exógeno, y por tanto según un mecanismo estruc- como lo absolutamente opuesto a la salud, a partir de
turalmente distinto de los procesos endógenos de pu- una etapa determinada —ubicable en la segunda mi-
trefacción de los cuerpos. En esta misma época —des- tad del siglo XVI— resulta notoria una sensible varia-
de luego sin conexión directa alguna, pero dentro de ción semántica. Se sigue señalando, sí, al mal como la
un horizonte de sentido compartido— también en los causa que debilita el cuerpo político hasta poner en
tratados políticos la atención, más que al estado gene- riesgo su vida. Pero eso no agota su función, que gra-
dualmente adquiere también un signo positivo. En
17
Cf. J. Schlanger, Les mttaphores de l'organisme, París: UHarmat- primer término, en el sentido de que la enfermedad
tan, 1995 (anteriormente Vrin, 1971), págs. 182 y sigs. refuerza por contraste, o inclusive crea, los mecanis-

174 175
mos autodefensivos del organismo enfermo. Desde
este punto de vista no se debe menospreciar la in- da de Hipócrates, Paracelso, aunque no rompa con el
fluencia indirecta de la concepción maquiavélica res- presupuesto neoplatónico de la analogía microcos-
pecto de la productividad política de los conflictos so- mos-macrocosmos, introduce una nueva perspectiva
ciales.18 Pero de Maquiavelo los tratadistas de los si- fundada en principios químicos. Y no sólo, como decía-
glos XVI y XVII toman también otra enseñanza más mos, porque ubica el origen del mal en el exterior del
siniestra, según la cual el poder político puede utilizar organismo —transmitido por contagio mediante la
las sediciones y revueltas para legitimar y reforzar su penetración de elementos minerales o gaseosos en las
aparato represivo. O inclusive producirlas con inge- aperturas del cuerpo—, sino porque lo interpreta en
nio: por ejemplo, infiltrando agentes de gobierno en términos explícitamente ontológicos: la enfermedad
potenciales grupos subversivos. Nada, comparado ya no es el simple efecto de un trastorno del equilibrio
con un mal dominado y vuelto contra sí mismo, re- general del cuerpo, sino una entidad autónoma ubica-
fuerza más el cuerpo político que lo alberga.19 da en determinada parte de este. El resultado de esta
Pero este es sólo un primer eje de la caracteriza- modificación en sentido localista del diagnóstico —no
ción inmunitaria de la metáfora: que se duplica cuan- es la condición del organismo en su conjunto la que
do la función dialéctica —ni sólo negativa ni sólo posi- determina el mal, sino este a aquella— es una drás-
tiva, antes bien lo uno en lo otro y lo uno a partir de lo tica transformación que alcanza también a la terapia.
otro— transmigra de la esfera política del conflicto a Mientras para la medicina clásica sanar el desequili-
la interpretación de la enfermedad y de su cura. Para brio orgánico determinado por la carencia o el exceso
entender cabalmente este pliegue ulterior del discur- de uno de los cuatro humores del cuerpo quería decir
so, Jonathan Harris recuerda la figura de Paracelso, agregar lo que faltaba o quitar lo que estaba de más
quien, si bien bajo el signo de una relación no resuelta según una lógica de tipo compensatorio, Paracelso
con la tradición mágico-alquímica medieval, realiza inaugura un abordaje diametralmente opuesto: lo
una ruptura epistémica respecto del paradigma mé- que sana no es el principio alopático de lo contrario,
dico de matriz galénica.20 Si, de hecho, Fracastoro sino el homeopático de lo similar.21 Contra el presu-
todavía inserta la teoría de los semina infecciosos en puesto galénico de que «contraria a contrariis curan-
el marco de la concepción clásica de los humores, el tur» —esto es, que el calor remedia el frío, y vicever-
1

atomismo de Lucrecio y la teoría miasmática deriva- sa— se ha de afirmar la regla isopática de que lo simi-
lar cura lo similar;
18
Acerca de este tema, véase S. D'Alessio, «Tra la vita e la morte:
declinazioni della liberta in Machiavelli e Hobbes», en Tolleranza e li- Por ende, en el modo que corresponde a una anatomía
berta, volumen al cuidado de V. Dini, Milán: Eléuthera, 2001, págs. semejante, debéis saber, indagar, comprender y conocer las
41-66. enfermedades, para que así logréis saber por qué motivo el
19
Cf. S. Greenblatt, «Invisible Bulléis: Authority and its Subver- Escorpión cura el veneno del escorpión. Por el hecho, vale
sión», en Shakespeare's 'Rough Magic': Renaissance Essays in Honor
ofC. L. Barber, al cuidado de P. Erickson y C. Kahn, Newark: Univer- 21
sity of Delaware Press, 1985, págs. 276-302. Acerca de este punto, véase también W. Pagel, Paracelsus: an In-
20
J. G. Harris, Foreign Bodies and the Body Politic, Cambridge: troduction to Philosophical Medicine in the Era ofRenaissance, Basi-
Cambridge University Press, 1998, págs. 23 y sigs. lea: Kargel, 1968 (traducción italiana Paracelso, Milán: II Saggiatore,
1989, sobre todo págs. 105 y sigs.).

176
177
decir, de que tiene la misma anatomía que el otro. Así, la das».25 Pero lo que hasta determinado momento sigue
anatomía del hombre exterior se corresponde con la del siendo un motivo eminentemente literario —el in-
hombre interior, una cosa se corresponde continuamente cendio apagado por otro fuego (Tertuliano, Depudici-
con la otra. Así, de hecho, el arsénico cura el arsénico, el tia, 1.16), la herida sanada por la misma mano que la
rejalgar el rejalgar, el corazón el corazón, el pulmón el
pulmón, el bazo el bazo.22
infligió (Ovidio, Remedia amoris, 43-48), la lanza que
cicatriza el desgarro provocado por ella (Macedonio,
Aunque sea en el léxico fecundo en imágenes de las Antología Palatina, 5. 225)—, en la etiología de Para-
correspondencias astrales, nos acercamos al núcleo celso se vuelve no sólo un criterio hermenéutico, sino
de la cuestión: si la cura contra el veneno está en el ve- también un principio de intervención activa respecto
neno mismo, entonces enfermedad y salud ya no se del mal: lo que Paracelso propone, anticipándose no-
dispondrán a lo largo del eje de una contraposición tablemente a las teorías microbiológicas del siglo
frontal, sino según una relación que hace de una el XIX, es nada menos que inocular con función terapéu-
contrario, sí, pero también, y sobre todo, el instru- tica una dosis del mismo veneno contra el cual se
mento de la otra. En este sentido, Paracelso puede quiere proteger. Ahora bien, los tratados políticos del
afirmar que «cada cosa individual es doble. Allí donde período Tudor y Estuardo absorben y traducen exac-
hay enfermedad, hay medicina, allí donde hay medi- tamente esta misma prescripción por medio de una
cina, hay enfermedad»,23 ya que «a menudo una me- metáfora corporal muy alejada a esta altura de su for-
dicina es veneno y a menudo fármaco para una enfer- mulación canónica y capaz de dar expresión a un
medad en un momento determinado».24 El remedio cambio profundo del discurso.
para el mal está en tomarlo en formas y dosis tales Si se leen uno a continuación del otro A Mervailous
que inmunicen definitivamente de él. Claro está que Combat of Contrareties (1588) de William Averell, A
Paracelso no se expresa en estos términos, pero todo Comparativa Discourse of the Bodies Naturall and
el esquema de su medicina iatroquímica va exacta- Politique (1606) de Edward Forset y The Whore ofBa-
mente en esta dirección. bylon (1606) de Thomas Dekker —los más destacados
Es cierto que el principio filosófico que asocia el textos políticos de esa época construidos en torno de la
mal con su remedio tiene una larga historia que hun- analogía Estado-cuerpo—, se obtiene casi un diagra-
de sus raíces en el mundo clásico hasta llegar a Mon- ma de su creciente inflexión inmunitaria. Lo que los
taigne, Shakespeare y Rousseau, para quien la provi- unifica —más allá de sensibles diferencias ideológi-
dencia dispuso «junto a distintas plantas nocivas los cas— es el principio protofuncionalista según el cual
simples portadores de salud, y en la sustancia de no todos los componentes del cuerpo, incluidos los gér-
pocos animales maléficos los remedios a sus heri- menes tóxicos venidos desde el exterior para infectar-
lo, considerados desde cierta perspectiva contribu-
25
22 J.-J. Rousseau, Discours sur les sciences et les arts, en Oeuvres
Paracelsus, Paragranum, en Samtliche Werke, Saint-Gall: Kolli-
Completes, cit. (traducción italiana Discorso sulle scienze e sulle arti,
ker & Company, 1944-1949, IV (traducción italiana de F. Masini, Pa-
en Opere, cit., pág. 15). Cf. J. Starobinski, Le remede dans le mal, Pa-
ragrano, Barí: Laterza, 1973, pág. 105).
23 rís: Gallimard, 1989 (traducción italiana // rimedio nel mole, Turín:
Ibid., pág. 71. Einaudi, 1990).
24
Ibid., pág. 121.

179
178
yen, en última instancia, a su salud-salvación. A di- pecto de la anomia. El phármakon es el mal y a la vez
ferencia de la vieja concepción —aún presente, por cuanto se le opone, plegándose a su lógica. El mismo
ejemplo, en el Dialogue Between Reginald Pole and en tanto otro y otro en tanto él mismo, el punto en el
Thomas Lupset (1535) de Thomas Starkey— del cual el uno penetra en el dos sin dejar de ser uno; el
cuerpo como estructura diferenciada con arreglo a uno-dos que no es ni uno ni dos, y sin embargo es am-
una precisa jerarquía entre sus miembros, la que aho- bos, superpuestos en la línea de su contraste. Una di-
ra se afirma es su representación como un sistema in- ferencia que no se deja aferrar por ninguna identi-
tegrado de funciones en el cual incluso los elementos dad, ni aun aquella, contradictoria, de la coincidentia
potencialmente destructivos pueden ser utilizados en oppositorum. Mal y antídoto, veneno y cura, poción y
términos productivos para reforzar el conjunto del contra-poción, el phármakon no es una sustancia,
que forman parte. De aquí la representación de los sino más bien una no-sustancia, una no-identidad,
enemigos infiltrados —católicos o judíos— como me- una no-esencia. Pero sobre todo algo que se relaciona
dicinas purgantes tendientes a favorecer una expul- con la vida desde el fondo de su reverso. Más que afir-
sión saludable; o inclusive como un veneno necesario marla, niega su negación, y así termina por redoblar-
para vacunar en forma preventiva el cuerpo. Del mis- la: «Morte mortuos liberavit» (De doctrina christiana,
mo modo como los gobiernos legítimos hacen uso a ve- I. 14. 13), escribía Agustín con una formulación que
ces de agentes provocadores o estimulan las sedicio- contenía in nuce la farmacia inmunitaria moderna.
nes para descubrir potenciales conspiradores, tam- He aquí el movimiento secreto del phármakon: la in-
bién el mal puede producir bien y por lo tanto se lo cruenta potencia que arrastra a la muerte al con-
puede reproducir artificialmente con esa finalidad, tacto con la vida y expone a la vida a la prueba de la
por lo menos si existe alguien capaz «to make even muerte.
poysons medicinable», como expresa Forset.26 El re-
sultado es un auténtico intercambio dialéctico entre
un bien que deriva del mal y un mal que se transmuta 3. «Zellenstaat»
en bien en una suerte de indistinción progresiva asi-
milable al carácter estructuralmente ancípite del Antes de reconocer esta dialéctica en el centro
phármakon platónico (pero también del medicamen- neurálgico de la biopolítica contemporánea, hace fal-
tum latino o del Gift alto-alemán y anglosajón). ta prestar atención a una metamorfosis ulterior de la
Como argumentó Derrida de una forma que recu- metáfora organicista. Hemos hablado de la flexión se-
pera la lógica y el léxico mismo de la semántica inmu- mántica que experimenta a lo largo del siglo XVIII,
nitaria, es lo que se opone a su otro sin excluirlo, sino, concomitante con la autonomización de la categoría
por el contrario, incluyéndolo y sustituyéndolo de una de máquina respecto de la de cuerpo, a la cual hasta
manera vicaria.27 Se le resiste mimándolo y le hace entonces permanecía estrechamente ligada. Pero por
frente obedeciéndclo, como el antiguo katékhon res-
26
J. G. Harris, Foreign Bodies and the Body Politic, cit., pág. 73.
27 Jaka Book, 1985). Acerca de «este» Derrida —entre communitas e
J. Derrida, «La pharmacie de Platón», en La dissémination, Pa-
immunitas—, véase la monografía aún inédita de C. Resta, L'evento
rís: Senil, 1972 (traducción italiana La farmacia di Platone, Milán: dell'altro. Etica e política in Jacques Derrida.

180 181
efecto de esa misma brecha se produce, desde los pri- tiende a incorporar al cuadro analítico del saber bio-
meros años del siglo XIX, una reacción contraria, fa- médico sugerencias importadas del léxico jurídico-
vorecida por los nuevos aires románticos. En ese pre- político. Todo esto dentro de los límites de la analogía
ciso momento —si dejamos de lado sus características Estado-cuerpo, pero según una línea que, en vez de ir
ideológicas diferentes, a menudo conservadoras, pero del cuerpo al Estado, va del Estado al cuerpo. Un
en algunas ocasiones también liberales e inclusive re- ejemplo de esta peculiar inversión entre emisor y re-
volucionarias—, la tratadística jurídico-política vuel- ceptor de la metáfora ya puede ser hallado en la teoría
ve a hablar el lenguaje del cuerpo. No solamente en de la población de Malthus, que interpreta la cuestión
Inglaterra y Francia, sino sobre todo en Alemania, natural de la especie en términos sociopolíticos, si-
donde las obras de Karl Salomo Zachariá, Johann guiendo un procedimiento en parte tomado de Dar-
Gaspar Bluntschli y Lorenz Stein son sólo las más co- win para la teoría de la selección natural, ella misma
nocidas entre las muchas que reelaboran el motivo evidentemente condicionada por la tesis hobbesiana
del Staatsorganismus. Otra vez la teoría política de- del bellum omnium contra omnes. Se puede decir algo
riva de las ciencias de la vida, y en especial de la me- semejante de la transposición de la concepción smi-
dicina, las categorías con las que piensa la forma del thiana de división del trabajo al ámbito de la zoología
organismo estatal y de su organización interna. Así efectuada por Herni Milne-Edwards para explicar las
como las filosofías de ese tiempo tienden a absorber diferencias funcionales de los órganos animales.
imágenes y lemas conceptuales de las concepciones Sin embargo, no cabe duda de que el caso más em-
embriológicas del preformismo y la epigénesis, las blemático —en virtud de la abundancia y precisión de
doctrinas económicas y administrativas llegan a re- evidencias— de este intercambio de papeles en el fun-
presentarse a sí mismas con arreglo a los sistemas cionamiento de la metáfora puede hallarse en la obra
fisiológicos de circulación de la sangre. Se trata de un del gran anatomopatólogo berlinés Rudolf Virchow,
paso sin solución de continuidad de las ciencias natu- conocido sobre todo como el mayor representante de
rales a aquellas que se suele llamar del espíritu, que la teoría celular en el campo de la medicina. De hecho,
prosigue durante todo el siglo y más allá, caracteri- esta teoría determina el viraje lingüístico-conceptual
zando de modo para nada marginal cuando menos las capaz de desplazar el símil entre Estado y cuerpo ha-
obras de Trendelenburg, Spencer, Dilthey, Nietzsche, cia un terreno completamente nuevo, por estar rela-
Scheler y Simmel.28 cionado —antes que con las partes del organismo (los
Pero lo que adquiere aún más relevancia para órdenes o las clases del Estado absoluto) o con su tota-
nuestra reflexión es el pasaje inverso que se produce lidad (el pueblo-nación de la etapa siguiente)— con
en el curso de esos mismos años: no el influjo, seguido cada uno de los elementos individuales que lo compo-
hasta aquí, de las ciencias biológico-naturales sobre nen. Como se sabe, el presupuesto central de la Cellu-
el pensamiento sociopolítico, sino el contrario, que lartheorie —nacida de las investigaciones de Theodor
Schwann a fines de la cuarta década del siglo XIX—
28
Respecto de esta relación, véase la investigación, sumamente útil,
lo conforma la tesis de que el organismo no es un todo
de A. Orsucci, Dalla biología cellulare alie scienze dello spirito, Bo- indiviso, sino un conjunto integrado por partículas
lonia: il Mulino, 1992. elementales denominadas, justamente, células. En

182 183
estas últimas reside el principio motor de la vida, esto El primero en hacerlo fue, sin duda, Virchow.
es, la función de nutrición y crecimiento. Eso quiere Cuánto pesó sobre tal opción su intensa participación
decir que como fundamento del organismo no hay una en el movimiento democrático prusiano —que de las
fuerza vital (Lebenskraft) única, tendiente a un fin de- barricadas de 1848 lo llevó a una decidida oposición a
terminado, sino una multiplicidad discreta de entida- Bismarck durante los años del Verfassungskonflikt—
des diferenciadas que interactúan entre sí, condicio- es cosa difícil de establecer. Probablemente —como
nándose unas a otras. De todas formas, ni Schwann observa Renato Mazzolini en un amplio y muy docu-
ni, mucho menos, Matthias Jacob Schleiden —a par- mentado ensayo sobre el tema—31 se produjo una es-
tir de cuya obra inicia su actividad el primero, exten- pecie de circuito dialéctico entre posición política e in-
diendo también a los animales la estructura celular vestigación científica que proyectó sobre una referen-
que este último había detectado en las plantas—29 re- cias categoriales provenientes de la otra, y viceversa.
curren a la analogía entre organismo natural y orga- Y, por lo demás, también Canguilhem llega a afir-
nismo político. De hecho, es cierto que para ambos mar —a propósito de Haeckel, el alumno de Virchow
autores las células se configuran como «individuos» -
que radicalizó su aparato metafórico— que «una teo-
dotados de una vitalidad independiente. Es cierto .
ría biológica es dominada por una filosofía política.
también que Schwann utiliza en algún pasaje expre- ¿Quién puede decir si uno es republicano por el hecho
siones de posible ascendencia política como, por ejem- de ser partidario de la teoría celular o, en cambio, si
plo, «autocracia del organismo» (Autokratie des Orga- .1 uno es partidario de la teoría celular por el hecho de
nismus}.30 Pero esto no va acompañado en modo algu- ser republicano?».32 Es un hecho que Virchow, en el
no por el uso explícito de la metáfora organicista. Esta momento decisivo de presentar al gran público su
había sido, sí, utilizada, ya a fines del siglo XVIII, por propia teoría celular, no duda en recurrir a la analo-
Johann Christian Reil desde una perspectiva que ha- gía con la institución social:
cía evidente la autonomía recíproca de cada una de
las partes del cuerpo potencialmentes afectadas por El carácter y la unidad de la vida no puede ser deposita-
enfermedad, pero dentro de un horizonte léxico más do y confinado en una parte de organización más elevada,
bien referido al concepto de fibra que al de célula. Co- por ejemplo en el cerebro del hombre, sino tan sólo en la
rno también Franc.ois-Vmcent Raspail utilizó una se- conformación determinada y constante de cada elemento
individual. Por lo cual es manifiesto que un cuerpo orgáni-
rie de analogías para definir los núcleos elementales co, un individuo, vegetal o animal, representa una suerte
de los cuerpos vegetales y animales, sin arribar, no de institución social, un tipo de institución social, un con-
obstante, a representarlos en términos de conjuntos glomerado de existencias particulares, dependientes las
políticos.
31
R. G. Mazzolini, «Stato e organismo, individui e cellule nell'opera
29 di Rudolf Virchow negli anii 1845-1860», en Annali dell'Istituto storico
Acerca de esta trama todavía es útil la reconstrucción de V. Cap-
ítalo-germánico, IX, 1983, págs. 153-293. Pero sobre la figura de Vir-
pelletti, Entelechía. Saggi sulle dottrine biologiche del secólo decimo-
chow véase cuando menos A. Bauer, Rudolph Virchow - der politische
nono, Florencia: Sansoni, 1965. Arzt, Berlín: Stopp, 1982.
30
T. Schwann, Mikroskopische Untersuchungen über die Übereinst- 32
G. Canguilhem, La connaissance de la vie, París: Vrin, 1971 (tra-
immung in der Struktur und dem Wachsthum der Thiere und Pflan-
ducción italiana La conoscenza della vita, Bolonia: il Mulino, 1976,
zen, Berlín: Verlag der Sander'schen Buchhandlung, 1839, pág. 223. pág. 108).

184 185
unas de las otras, pero de modo que cada elemento tiene por contra la hemopatología, que imputa las enfermeda-
sí mismo una actividad específica, y que, por más que reci- des a un defecto de la circulación sanguínea en con-
ba la excitación para su actividad de las otras partes, su junto; y por el otro, contra la neuropatología, que las
propia función deriva de sí mismo.33
atribuye a una perturbación de todo el sistema ner-
Este célebre pasaje de la Cellularpathologie parece vioso. La tesis que Virchow opone a ambas escuelas es
enlazar en un solo nudo los hilos hasta aquí sueltos. que las células no son un mero sustrato de la activi-
Por un lado, reproduce la metáfora del cuerpo político dad de la sangre y los nervios, sino sus elementos
en todos sus elementos figurados; por el otro, invierte constitutivos, dotados de una identidad específica. Es
su sentido sustrayéndola a la semántica conservado- cierto que la sangre y los nervios son las partes del
ra del Staatsorganismus e introduciéndola en una ór- cuerpo más idóneas para influir sobre las otras, pero
bita ideológica de tendencia contraria. Pero aún más no en forma de una hegemonía del centro sobre la pe-
notable es el hecho de que esta reconversión de la me- riferia, sino más bien de una dependencia recíproca.
táfora se produce por medio de las mismas herra- De hecho, no sólo cada estímulo central genera una
mientas de análisis que habían determinado su desa- respuesta local que a su vez lo condiciona, sino que la
regulación del organismo resulta tanto más eficaz
rrollo durante su período clásico. De hecho, no esca-
pará a nuestra atención que cuando polemiza con la cuanto más cada uno de sus componentes individua-
perspectiva que asigna al cerebro el papel principal les se comporta autónomamente respecto de los otros.
de fuente y difusión de la vida respecto de todas las No existen, en definitiva, zonas del cuerpo en las que
demás partes del cuerpo, VLrchow retoma y hace suya la vida se concentre más que en otras, porque la vida
la posición «localista» y «territorial» de Paracelso en en cuanto tal corresponde a cada célula individual.
contra del «generalismo» de la medicina galénica. Un Aquí hay un punto a la vez de continuidad y de
abismo separa, desde luego, la metodología científica ruptura, en relación con todo el horizonte biopolítico:
la vida —su conservación y su desarrollo— permane-
del médico berlinés del lenguaje mágico-alquímico de
su lejano predecesor, pero no es tan grande como para ce vinculada a la figura del cuerpo, pero multiplicada
por cuantas entidades elementales lo componen. Es
que él no sienta en más de una ocasión la necesidad
como si un cuerpo contuviera dentro de sí infinitas vi-
de remitirse a sus doctrinas, o a las de su sucesor Van
Helmont, como a aquellas que ya desde ese entonces das; o como si la vida se distribuyera en cada una de
las partículas individuales que «hacen» el cuerpo. Si
habían reivindicado la autonomía de cada una de las
partes vivas.34 En esta misma clave debe ser inter- se recuerda la connotación absolutista y jerárquica
que el primado del corazón y del cerebro asignaba a la
pretada la doble polémica de Virchow, por una parte metáfora organicista, resulta evidente el significado
33
R. Virchow, Die Cellularpathologie in ihrer Begründung aufphy-
que la teoría celular de Virchow adquiere enfrentan-
siologische undpathologische Gewebelehre dargestellt, Berlín: Hirsch- do al paradigma político del cual arranca:
wald, 1858 (traducción italiana La patología cellulare fondata sulla
dottrina fisiológica e patológica dei tessuti, Milán: Vallardi, 1865, Un historiador es proclive a olvidar, recluido en su ha-
págs. 25-6 [traducción modificada]). bitación, a los individuos vivientes separados de que se
34
Cf. A. Orsucci, Dalla biología cellulare alie scienze dello spirito, compone un Estado o un pueblo. Como si una potencia uní-
cit., pág. 76.

186 187
tana animase e impregnase a cada pueblo, a cada nación, «principio monárquico del cuerpo» o a la «aristocra-
él habla de una vida de los pueblos, de un carácter de las
naciones, y es llevado con facilidad a referir la actuación de cia» y la «jerarquía» de la sangre y el sistema nervio-
conjunto de toda la nación al ámbito más amplio de la his- so, oponiendo a estas una concepción del organismo
toria del género humano, sin pensar en las acciones indivi- cuyos componentes son «dependientes unos de los
duales de las que está hecha esa actuación. Y sin embargo otros y vinculados por la solidaridad de su recíproca
toda acción consiste en sus momentos y la vida de un pue- necesidad»,38 termina por desmantelar el mismo
blo no es sino la suma de la vida de los ciudadanos indi-
viduales.35
principio de soberanía del cual la metáfora organicis-
ta siempre fue vehículo. El cuerpo no es ni reino ab-
La diferencia del Zellenstaat de Virchow respecto soluto ni nación unificada por su propia voluntad ge-
del Staatsorganismus de los teóricos bismarckianos neral, sino más bien comunidad conformada por la
reside precisamente en el lugar donde se ubica la vi- idéntica diferencia de todos sus miembros. A algunos
da: el cual no coincide ni con la potencia unitaria del años de distancia de la publicación de la Cellular-
organismo ni con el punto de comando que lo unifica, pathologie de Virchow, Claude Bernard, el más gran-
sino que está articulado y difundido en los distintos de fisiólogo francés de ese siglo, empleando una vez
elementos que lo constituyen. Estos no conforman un más la metáfora de la ciudad política para describir la
todo orgánico, sino un conjunto articulado, un com- estructura del cuerpo vivo, dirá de sus habitantes que
plejo de relaciones autónomas y entramadas que re- «cada uno de ellos tiene su ocupación, su actividad, su
cuerdan «una unidad comunitaria y no, como piensan actitud, su talento, mediante los cuales participa en
la escuela humoralista y la solidista, una unidad des- la vida social y depende de ella. El albañil, el panade-
pótica u oligárquica»,36 o incluso una «disposición fe- ro, el carnicero, el industrial, el artesano aportan pro-
derativa del cuerpo», ya que «la unidad, no la federa- ductos distintos y tanto más variados, numerosos y
• '
cion, •
es un axioma». ^7
' diversificados cuanto mayor sea el grado de desarro-
Es un pasaje de suma importancia para la consti- llo alcanzado por la sociedad de la que se habla».39 Lo
tución del lenguaje biopolítico. Se tensa en medida tal que resulta de ello es una auténtica deconstrucción de
que adquiere una connotación explícitamente comu- la idea de individuo (entendido etimológicamente co-
nitaria. Porque, en la formulación de Virchow, la me- mo aquello que no puede ser ulteriormente dividido).
táfora del cuerpo político, más que a un auténtico Es- Nada como el individuo —es un tema que pronto será
tado, parece referirse a una institución societaria, retomado y radicalizado por Nietzsche— resulta di-
o inclusive a una comunidad abierta a la diferencia vidido en mil fragmentos, sólo unidos por su propia
constitutiva de sus miembros. Cuando Virchow pole- divergencia: «El yo del filósofo —agrega Virchow—
miza con esos científicos que adecúan sus teorías a un sólo es una consecuencia del "nosotros" del biólogo».40
35
R. Virchow, «Alter und neuer Vitalismus», en Archiv für patholo- 38
Los textos de Virchow que se mencionan aquí están compilados
gische Anatomie und Physiologie und für klinische Medicin, IX (1856) como apéndice en el ensayo ya citado de Mazzolini, págs. 282-90.
(traducción italiana Vecchio e nuovo vitalismo, Bari: Laterza, 1969, 39
C. Bernard, Legons sur les phénoménes de la uie communs aux
pág. 137). animaux et aux végétaux, París: Librairie J.-B. Bailliére et Fils, 1885,
36
Ibid., págs. 163-4. pág. 356.
37 40
Ibid., págs. 167-8. Virchow, Die Cellularpathologie, cit., págs. 72-3.

188 189
Más que formar parte de ella, el individuo mismo es clínica clásica que de Valsalva, pasando por Bonet, llega a Mor-
una comunidad infinitamente plural. gagni, y la nueva patología anatómica qae culmina en el ma-
gisterio de Bichat. Basta confrontar el De sedibus et causis
Una vez reconocida la originalidad del enfoque de Virchow morborum de Morgagni (1760) con el Traite des membranes
en la historia de la metáfora organológica, hay que cuidarse de publicado cuarenta años después por Bichat para tener la con-
extender su alcance más allá de su específico contexto tardo- firmación más clara. Mientras el primero —en la línea de la
decimonónico. No me refiero sólo al período posterior —cuando concepción regional y localista recién citada— pone el origen y
el agotamiento, o la radical transformación, de la teoría celu- la causa de las enfermedades en una zona específica del cuer-
lar minará en su base la posibilidad misma de la analogía—, po, el segundo la ubica en un escenario más vasto y complejo,
sino también a la etapa anterior, que ve disponerse los térmi- definido por la relación vital que enlaza las distintas partes del
nos del símil entre Estado y organismo biológico en una conste- cuerpo en la indisoluble unidad de un único organismo. En es-
lación semántica difícilmente referible al bagaje categorial del te caso —según la unificación jacobina del cuerpo político—,
médico berlinés. Esto vale en especial para la polémica llevada los distintos órganos no son más que instrumentos funcionales
adelante por él contra un modelo de cuerpo unificado interna- tributarios del sistema general de los tejidos que los constitu-
mente por el flujo sanguíneo y la ramificación de los nervios. Si yen. Como señala Foucault, quien aportó la representación
ese cuerpo orgánico parece a Virchow metafóricamente pró- más vivida del enfrentamiento epistemológico entre las dos
ximo a una concepción monárquica y conservadora —en com- escuelas,42 Bichat sustituye el principio de diversificación en
paración con la sostenida por él, republicana y democrática—, órganos que caracteriza a la anatomía de Morgagni por un cri-
justamente a esta última había sido vinculado en la Francia terio isomórfíco de los tejidos basado en «la identidad simul-
revolucionaria. Antoine de Baecque reconstruye su fenomeno- tánea de la conformación externa, la estructura, las propieda-
logía en un cuadro de referencias en el que los nexos metapolí- des vitales y las funciones».43 A partir de este presupuesto el
ticos fijados por Virchow quedan diametralmente invertidos. médico Cabanis, exponente de avanzada del frente revolu-
Mientras este contrapone al principio de unificación corpórea cionario, puede concluir —casi en oposición anticipada a las
—identificado por él con el de autoridad y jerarquía— una ta- que serán las tesis autonomistas y federativas de Virchow—
xonomía localista, los autores revolucionarios buscan justa- que «no existen pequeñas vidas enteras y perfectas si no en la
mente en la nueva unidad del cuerpo político, representada totalidad única armónica de todos los grandes órganos».44
por el tercer estado, el punto de ruptura respecto de la tradi- Naturalmente el mismo Foucault destaca cómo Bichat,
cional teoría de la diferencia anatómica entre clases, órganos y Pinel o Corvisart no expulsan fuera del círculo del nuevo saber
funciones del reino: cualquiera sea el órgano al cual se enco- clínico la subdivisión nosológica realizada por los grandes
mienda el comando de los otros miembros del cuerpo —cere- anatomistas del pasado, sino más bien la integran en una serie
bro, corazón, estómago—, lo que se afirma en toda la tratadís- espacio-temporal que reconoce la enfermedad durante todo su
tica de matriz monárquica y nobiliaria es, de hecho, la no equi- desarrollo. Pero justamente por aquí pasa el deslinde decisivo
valencia de las partes por separado con el gobierno del todo. que vuelve imposible asimilar los dos enfoques: para restituir
Precisamente a ella —a sus consecuencias políticas antiiguali- a la enfermedad la trayectoria de su vida, es preciso exponer el
tarias— los libelistas democráticos contraponen la imagen de cuerpo que la contiene a la mirada abierta por el conocimiento
un gran cuerpo único, irrigado por la sangre y los nervios de
todos los ciudadanos reunidos.41 42
M. Foucault, Naissance de la clinique, París: PUF, 1963 (traduc-
Pero aún más interesante es, en dirección biopolítica, la ho- ción italiana Nascita della clínica, Turín: Einaudi, 1969, págs. 144-
mología que de este modo se establece entre este frente polémi- 69).
co y el que durante esas mismas décadas divide a los exponen- 43
X. Bichat, Traite des membranes, París: Maquignon-Marvis, 1827
tes de las dos grandes escuelas médicas francesas: la tradición (1807), pág. 5.
44
P.-J.-G. Cabanis, «Note touchant le supplice de la guillotine», en
41
Oeuvres completes de Cabanis, París: Bosange Fréres, 1823, II, págs.
De Baecque, Le corps de l'histoire, cit, pág. 99. 161-83.

190 191
de la muerte. Mientras todavía para la medicina dieciochesca dentro de una política de la vida ya es confirmada por
la muerte no es otra cosa que la conclusión de la vida y de la la peculiar circunstancia de que el máximo esfuerzo
enfermedad que la interrumpe, a partir de la decimonónica ad- internacional por una organización de la salud —el
quiere un estatuto autónomo que la separa de las etapas pato-
lógicas que la preceden. Así, sustraída a la indistinción con el llamado plan Beveridge— se realiza en 1942, en ple-
mal, puede echar sobre este una luz capaz de reconstruir en na guerra, una guerra destinada a matar a cincuenta
detalle sus distintos estadios, incluido el último, que puede millones de hombres, casi como si el derecho a la sa-
—pero no está dicho que deba— haberla causado. Por ello la lud pudiera momentáneamente sustituir al derecho a
muerte se volvió una estructura esencial de la percepción mé- la vida o hasta ser colegido de su opuesto. Pero hasta
dica: así como la patología es la que ilumina por contraste la fi-
siología, de Bichat en adelante la muerte es el punto a partir aquí la muerte todavía sigue siendo externa —como
del cual el saber médico capta la verdad de la vida. un residuo no metabolizado o una ribera de oposición
dialéctica— al mecanismo de producción de la vida.
Pero lo que tiene una importancia aún mayor es su
4. El gobierno de la vida modo de penetrar en el recinto que parece excluirla.
Allí busca Foucault la caja negra de la biopolítica: en
Fue precisamente Foucault quien vinculó en un el espacio liminar en que la muerte no es sólo una fi-
mismo cambio de época la crisis de la soberanía con el gura arcaica respecto de la cual se determina la vida y
nacimiento de la biopolítica: mientras la primera to- tampoco el precio trágico que esta debe pagar por su
davía se ejerce a través del derecho de dar muerte, la propia expansión, cuanto más bien un pliegue interno
segunda hace centro de su perspectiva el cuidado de de la vida, una modalidad —o tonalidad— de su pro-
la vida. De todas formas, el mismo autor nos pone en pia conservación.
guardia ante una interpretación demasiado mecánica Es el mecanismo que hasta ahora hemos atribuido
de dicho contraste: en ninguno de los dos casos vida y a la lógica inmunitaria. Para reconocer los movimien-
muerte se disponen a lo largo de una alternativa que tos más característicos en las prácticas de la biopolíti-
excluye por completo la otra. No dentro del esquema ca, hace falta remontarse al peculiar lugar en que es-
clásico del poder soberano, cuyo derecho de dar muer- ta se ejerce, ubicado en el punto de conjunción entre la
te a sus subditos está condicionado a la defensa del esfera del individuo y la de la especie. Así cuando Fou-
Estado y de la persona del rey, y por tanto aplicado a cault identifica como objeto del biopoder a la pobla-
la necesidad de mantener con vida el cuerpo político. ción, no se refiere ni a los sujetos individuales titula-
Pero tampoco en el horizonte moderno del biopoder, res de determinados derechos, ni a su confluencia en
constituido, por cierto, en función del desarrollo de la un pueblo concebido como el sujeto colectivo de una
vida, pero en una forma que no pierde todo contacto nación, sino al ser vivo en su constitución específica.45
con la amenaza de la muerte. Se podría decir que Es decir, se refiere al único elemento que une a todos
mientras el antiguo derecho soberano se ocupa de la los individuos en una misma especie: la posesión de
vida desde el punto de vista de la distribución de la 45
muerte, el nuevo orden biopolítico hace también a la Para un primer encuadre de esta categoría, cf. la entrada «Biopo-
lítica» de L. Bazzicalupo, en Enciclopedia del pensiero político, dirigi-
muerte funcional para la exigencia de la reproducción da por R. Esposito y C. Galli, Roma-Barí: Laterza: 2000, pág. 70. Para
de la vida. Esta obstinada persistencia de la muerte un tratamiento más específico de la biopolítica en Foucault, véase el

192 193
un cuerpo. Y a este cuerpo —a un tiempo individual hasta el punto de sacrificarle la suya propia según la
por ser propio de cada cual y general por estar relacio- lógica soberana de un poder aprcpiador y sustractor,
nado con toda una especie— se dirige la biopolítica en mientras que ahora son esa vida, en el sentido de que
su intento de protegerlo, potenciarlo, reproducirlo con la fuerza del Estado coincide literalmente con la faci-
una finalidad que va más allá del viejo aparato disci- litación de la supervivencia de los individuos, porta-
plinario porque concierne a la existencia misma del dores de ella en su propio cuerpo.
Estado en su «interés», a la vez económico, jurídico y Así se explica por qué el saber médico va ocupando
político. Por eso, Foucault puede anotar a propósito progresivamente un lugar central en la política desde
del sistema sanitario prusiano que «no era el cuerpo la mitad del siglo XVIII: si el cuerpo de los ciudadanos
de los trabajadores lo que le interesaba a esta admi- se convierte realmente —y no tan sólo metafórica-
nistración pública de la salud, sino el cuerpo de los in- mente— en el lugar en el que se concentra el ejercicio
dividuos mismos que, con su reunión, conforman el del poder, resulta obvio que la cuestión de la salud pú-
Estado».46 Porque —lo acabamos de observar en el blica, entendida en su significado más amplio y gene-
aparato metafórico de Virchow— así como los indivi- ral de «bienestar» de la nación, se vuelve el eje en tor-
duos son parte integrante del Estado, el Estado no no del cual termina por girar toda la actividad econó-
existe por fuera del cuerpo de los individuos que lo in- mica, administrativa y política del Estado. Desde este
tegran. Esos cuerpos —todos y cada uno— son los que punto de vista es posible apreciar una desviación adi-
deben ser cuidados, estimulados, multiplicados como cional del gobierno biopolítico, respecto de los proce-
el bien absoluto del cual el Estado deriva su propia dimientos tradicionales del dispositivo soberano.48
legitimación. Desde este punto de vista, el paso de la También estos, naturalmente, estaban ordenados a la
dimensión soberana a la biopolítica, más que un de- defensa del Estado contra las amenazas, internas y
sarrollo ulterior de la metáfora organicista, marca su externas, que asediaban su supervivencia, pero se lo
efectiva realización en el cuerpo material de los indi- hacía de una forma relacionada sólo de modo indirec-
viduos constituidos en población. Es como si la metá- to, mediada institucionalmente, con la vida efectiva
fora de cuerpo finalmente tomara cuerpo ella misma. de los ciudadanos. Lo que, por el contrario, caracteri-
Escribe Foucault: «El "cuerpo" social deja de ser una za al horizonte del biopoder es más bien el modo como
simple metáfora jurídico-política (como la que se en- todo el ámbito de la política, el derecho y la economía
cuentra en él Levíatán), para volverse una realidad llega a depender del bienestar cualitativo y del incre-
biológica y un ámbito de intervención médica».47 Los mento cuantitativo de la población considerada en su
cuerpos de los subditos inscriptos en el gran cuerpo aspecto estrictamente biológico: la vida se vuelve en
del Leviatán eran funcionales para la vida de este
(traducción italiana «L'evoluzione della nozione di "individuo pericolo-
suplemento Michel Foucault: de la guerre des races au biopouvoir de so" nella psichiatria légale del XIX secólo», en Archivio Foucault 3.
Cites, 2000, n. 2. 1978-1985. Estética dell'esistenza, etica, política, al cuidado de A. Pan-
46
M. Foucault, «El nacimiento de la medicina social», en Revista dolfi, Milán: Feltrinelli, 1998, pág. 49).
Centroamericana de Ciencias de la Salud, n. 6, enero-abril de 1977. 48
47
Acerca de la fenomenología y la crisis del paradigma de soberanía,
Id., «About the Concept of the "Dangerous Individual" in 19th cf. E. Balibar, «Prolégoménes á la souveraineté», en Nous, citoyens
Century Legal Psychiatry», en Journal ofLaw and Psychiatry, 1,1978 d'Europe?, París: La Découverte, 2001, págs. 257-85.

194 195
todos los sentidos asunto de gobierno, así como este tituye el objeto —y el objetivo— preeminente de la po-
deviene antes que nada gobierno de la vida. Es enton- lítica? ¿Cuál es el horizonte de sentido que tal coperte-
ces cuando la institución sanitaria empieza a experi- nencia otorga a la biopolítica? No creo que se deba
mentar esa paulatina expansión en ámbitos antes de buscar la respuesta a esta pregunta en los pliegues de
estricta competencia política y administrativa que un poder soberano que incluye la vida excluyéndola.
Foucault define con el término «nosopolítica»: enten- Es más, considero que esa respuesta debe hacer refe-
diendo, con ello, no tanto una intervención impera- rencia a la coyuntura de una época a partir de la cual
tiva del Estado en el horizonte del saber médico como, la propia categoría de soberanía cede lugar a la de
por el contrario, la emergencia de la salud y sus prác- inmunización o cuando menos se entrelaza con ella.
ticas conexas en cada sector de la escena pública. De Este es el procedimiento general dentro del que se
aquí el proceso de ilimitada medicalización que va produce el cruce de política y vida. La finalidad de la
mucho más allá del campo sanitario, en una osmosis biopolítica no es discriminar la vida a lo largo de una
creciente entre lo biológico, lo jurídico y lo político. línea que sacrifica una parte de ella al dominio vio-
Proceso bien representado por el paso, semántico y de lento de la otra —aunque esa posibilidad nunca se ex-
ordenamiento, del lenguaje soberano de la ley al bio- cluya del todo— sino, por el contrario, salvarla, prote-
político de la norma: si la ley aún sometía la vida a un gerla, desarrollarla en su conjunto. Pero el punto so-
orden que presuponía, la norma remite a una impli- bre el que centramos la atención desde el comienzo es
cación absoluta entre biología y derecho que, mien- que tal finalidad implica el uso de un instrumento li-
tras establece jurídicamente los límites de la compe- gado a ella por vía negativa. Es como si el mismo re-
tencia médica, permite al médico definir el umbral de doblamiento que la vida experimenta respecto de sí
punibilidad de una conducta ilegal mediante la dis- misma —a través del imperativo político que la «hace
tinción entre criminalidad y anormalidad. Por lo de- vivir»— contuviera algo que la contradice interior-
más, la actual producción de leyes en materia de vida mente. Si seguimos el proceso de medicalización ge-
y muerte —de fecundación artificial, eugenesia, euta- neralizada descripto por Foucault para los últimos
nasia— está indicando la efectiva superposición de la dos siglos, lo corroboramos plenamente.50 Este se de-
esfera de lo vivo con la esfera de lo político, como Fou- termina con tres escansiones distintas y paralelas
cault sintetizó en una expresión que con justicia se hi- que el autor refiere a la medicina de Estado alemana,
zo famosa: «Durante milenios, el hombre siguió sien- la medicina urbana francesa y la medicina del trabajo
do lo que era para Aristóteles: un animal vivo y ade- inglesa. Sin poder reconstruir por completo su diná-
más capaz de una existencia política; el hombre mo- mica, el elemento que, de todos modos, las unifica es
derno es un animal en cuya política está en cuestión^
su vida de ser vivo».49 50
Entre los numerosos textos que Foucault dedicó al proceso de me-
¿Pero qué significa decir que la política está cerra- dicalización de la sociedad moderna, cf., además del ya citado «El na-
da dentro de los límites de la vida? ¿Que la vida cons- cimiento de la medicina social», «La politique de la santé au XVTII
siécle», en Les machines á guérir. Aux origines de l'hópital moderne;
49
M. Foucault, La volante de savoir, París: Gallimard, 1976 dossiers et documenta, París: Instituí de l'Environnement, 1976 (tra-
(traducción italiana La volontá di sapere, Milán: Feltrinelli, 1978, ducción italiana «La politica della salute nel XVIII secólo», en Archi-
pág. 127). vio Foucault 2, cit., págs. 187-201).

196 197
el papel preponderante que en cada una de esas expe- impresión es la de un tránsito continuo —y un poten-
riencias se le asigna a la lucha contra el riesgo de con- ciamiento recíproco— entre medidas de tipo sanitario
tagio. A esta exigencia de profilaxis debe unirse no só- como la vacunación obligatoria y medidas de inclu-
lo la importancia otorgada a la higiene pública como sión/exclusión de carácter socioeconómico: por ejem-
presupuesto mismo de la práctica sanitaria, sino tam- plo, la separación entre barrios ricos y pobres que se
bién la función de control social que se le vincula des- lleva a cabo en muchas ciudades de la Inglaterra deci-
de el principio. monónica es la consecuencia directa de la epidemia
El primer paso es aislar los lugares en que pueden de cólera de 1832; así como la formación de los gran-
desarrollarse con mayor facilidad gérmenes infeccio- des sistemas de seguridad urbana es paralela al des-
sos debidos a la acumulación de cuerpos, sean vivos o cubrimiento de los antibióticos contra enfermedades
muertos: puertos, cárceles, fábricas, hospitales, ce- infecciosas endémicas y epidémicas.
menterios. Pero todo el territorio es subdividido de El cuadro inmunitario dentro del que se ubica este
una manera gradual en zonas rígidamente separadas proceso general de superposición entre práctica tera-
en función de una vigilancia a la vez médica y social. péutica y ordenamiento político es hasta demasiado
El modelo originario, de matriz medieval, es el de la obvio: para devenir objeto de «cuidado» político, la vi-
cuarentena, a su vez dividido en los dos arquetipos da debe ser separada y encerrada en espacios de pro-
patógenos de la lepra y la peste: mientras el primero gresiva desocialización que la inmunicen de toda de-
prescribía la expulsión de los enfermos fuera de las riva comunitaria. Pero a esta primera forma de coac-
murallas de la ciudad, el segundo preveía que se los ción de la potencia vital respecto de todo excedente
repartiera en ambientes individuales, de modo que se externo se agrega otra que la penetra también en su
los pudiera numerar, registrar y controlar con asidui- interior. Foucault la pone en evidencia sobre todo en
dad. Con el paso del tiempo, a este modelo más arcai- un texto del año 1976 que trata del carácter potencial-
co se le superpone otro de derivación escolar y militar, mente letal de la medicina: «No tuvimos necesidad de
tendiente, también él, a la subdivisión espacial, pri- esperar a Illich ni a los seguidores de la antimedicina
mero por conglomerados o clases y después por ámbi- para saber que una de las facultades de la medicina
tos individuales. Así, lo que se forma en la confluencia es la de matar. La medicina mata, siempre ha matado
de ambos mecanismos es una especie de quadrillage, y siempre tuvo conciencia de hacerlo».51 Pero lo que el
de encasillado, tal que dispone a los individuos en un autor intenta señalar respecto de este hecho admitido
sistema capilar de segmentos institucionales —fami- es la transformación de su presupuesto inicial, ya no
lia, escuela, ejército, fábrica, hospital— que en fun- pasible de ser referido al registro de la ignorancia de
ción de la seguridad pública veda, o cuando menos la medicina, sino al de su competencia. Como en la
controla, la circulación. Todo el desarrollo urbano eu- farmacia venenífera de Paracelso, el riesgo causado
ropeo a partir de la mitad del siglo XVIII se presenta 51
como una densa red de cercados entre lugares, secto- M. Foucault, «¿Crisis de un modelo en la medicina?», en Revista
Centroamericana de Ciencias de la Salud, 1976, n. 3. Véase, al res-
res, territorios protegidos por límites establecidos se- pecto, también Reassessing Foucault. Power, Medicine and the Body,
gún normas político-administrativas que van bastan- volumen al cuidado de C. Jones y R. Porter, Londres: Routledge,
te más allá de las exigencias higiénico-sanitarias. La 1994.

198 199
por la terapia no es la consecuencia del defecto, sino protección produce riesgo: «La protección de bacilos y
del progreso, del saber médico: virus que al propio tiempo representa un riesgo y una
protección para el organismo, y con la cual hasta aho-
. . .es lo que se podría llamar ya no iatrogenia, sino iatro- ra este ha funcionado, sufre una alteración debida a
genia positiva: los efectos negativos de los fármacos no se la intervención terapéutica y se halla expuesta a ata-
deben a errores de diagnóstico, ni a la ingestión accidental
de estas sustancias, sino a la acción de la intervención mé- ques contra los cuales el organismo antes estaba pro-
dica misma en sus fundamentos racionales. Los instrumen- tegido».54 Naturalmente, este proceso de potenciación
tos de que hoy disponen los médicos, y en general la me- recíproca entre riesgo y protección puede llevar a re-
dicina, justamente a causa de su eficacia provocan efec- sultados incontrolables. Esta posible deriva —ins-
tos, algunos puramente nocivos, otros no controlados, que cripta en el núcleo de la biopolítica moderna— se hace
obligan a la especie humana a entrar en una historia aza-
rosa, en un campo de probabilidades y riesgos cuya ampli-
cada vez menos hipotética a partir del momento en
tud no se puede medir con precisión.52 que el médico y el biólogo «ya no trabajan en el nivel
del individuo y su descendencia, sino que empiezan a
Las modalidades con que se produjeron dichos hacerlo en el nivel de la vida misma y sus factores
efectos perversos a lo largo de la historia de la medici- fundamentales».55 Se trata evidentemente de un pun-
na son múltiples. Una de las principales se refiere al to límite, más allá del cual el horizonte completo del
mismo tratamiento inmunitario que, para defender biopoder corre el riesgo de entrar en contradicción le-
el organismo, terminó por debilitarlo, produciendo un tal consigo mismo. Lo que no quiere decir que se pue-
descenso general en su umbral de sensibilidad a los da volver atrás, pongamos el caso, reactivando las an-
agentes agresores. Esto quiere decir que —como por tiguas figuras del poder soberano. Hoy no se puede
lo demás sucede en todo ámbito de los sistemas socia- imaginar una política que no encárela vida en cuanto
les contemporáneos, cada vez más neuróticamente tal, que no mire al ciudadano desde el punto de vista
obsesionados por el imperativo de la seguridad— es de su cuerpo vivo, Pero esto puede suceder en formas
justamente la protección la que genera el riesgo del recíprocamente opuestas que ponen enjuego el senti-
que pretende defender.53 El riesgo, en suma, requiere do de la biopolítica: o la rebelión autodestructiva de la
protección en una medida idéntica a aquella en que la inmunidad contra sí misma o la apertura a su reverso
52
común.
Ibid., pág. 207.
53
Esta dialéctica aporética entre riesgo y protección está en el cen-
tro de recorridos interpretativos de la contemporaneidad, si bien dis-
Hemos visto que para Foucault el horizonte biopolítico es
tintos entre sí, como los de J. Delumeau (Rassurer et proteger, París: definido por el paso del orden soberano de la ley al disciplinario
Fayard, 1989 [traducción italiana Rassicurare e proteggere, Milán: de la norma. Pero, ¿qué es, en sentido estricto, una norma? ¿Y
Mondadori, 1992]); N. Luhmann (Soziologie des Risikos, Berlín: De cuál es su diferencia de estatuto respecto de la ley? Se podría
Gruyter, 1991 [traducción italiana Sociología del rischio, Milán: B. decir que las respuestas que Foucault da en el plaño histórico
Mondadori, 1996]); U. Beck, Risikogesellschaft. Aufdem Weg in eine dejan esta pregunta básica sin resolver desde un punto de
andere Moderne, Francfort: Suhrkamp, 1986 [traducción italiana vista rigurosamente conceptual. Ya desde Maladie mentóle, et
La societá del rischio. Verso una secando modernitá, Roma: Carocci,
2000]) y Z. Bauman (In Search of Política, Cambridge: Polity Press,
54
1999 [traducción italiana de A. Dal Lago, La solitudine del cittadino Foucault, «¿Crisis de un modelo en la medicina?», cit.
55
globale, Milán: Feltrinelli, 2000]). Ibid.

200 201
personnalité56 el sistema de las normas es definido por él como su existencia. La norma de un organismo humano es su coinci-
el conjunto de reglas sociales, institucionales, lingüísticas que dencia consigo mismo».59 Lo que Canguilhem —también como
estructuran la vida de los hombres según determinados orde- continuación de la doble línea de las investigaciones fisiológi-
namientos de control y poder.57 En este sentido, aunque difiera cas de Leriche y Goldstein y de las experiencias psiquiátricas
de la ley desde el punto de vista del efecto —no sólo represivo, de Lagace, Blondel y Minkowski— lleva a cabo es una autén-
sino también productivo—, la norma mantiene la modalidad tica inversión de las relaciones de precedencia y de sucesión:
de relación de la ley con su propio objeto, modalidad que sigue mientras la ley es la que fija, sancionándolo, el umbral de la in-
siendo de anticipación presupuesta. Aunque se produzca en fracción, este último determina la necesidad, y también la po-
función de una finalidad distinta, tanto en el caso de la ley co- sibilidad, de la norma. Así, si lo ilegal es, tanto en el plano his-
mo en el de la norma los sujetos son preconstituidos por algo tórico como en el lógico, precedido por lo legal, «lo anormal, ló-
que a la vez los excede y precede. O, como ya vimos, los excede gicamente segundo, es existencialmente primero».60 No sólo
precediéndolos: la vida se presenta ya incluida en su deter- eso, sino que, además de preexistir, y, luego, resistir, a la nor-
minación normativa, de la misma manera que en el modelo mativización que lo reviste, lo anormal de algún modo penetra
soberano estaba ya prejuzgada por la vigencia del orden ju- en el interior de esta hasta modificarla. A esta dinámica remite
rídico. Esta homología estructural mantiene a la norma disci- no sólo el carácter de por sí individual y diferenciador —antes
plinaria en el círculo inmunitario de la ley. Lo que las une, si que general y homologador— de la norma, sino también, más
bien en forma invertida, es la conexión negativa que ambas profundamente, su permanente tendencia a la autodecons-
instituyen entre singularidad del ser viviente y conservación trucción: dado que una norma no puede establecerse si no es
de la vida: las condiciones de conservación —o de reproduc- por infracción, o separación, respecto de la que la precede, se
ción— de la vida se colocan fuera y antes de la línea de desarro- sigue que el organismo más «normal» es el capaz de infringir y
llo natural del ser viviente. cambiar con mayor frecuencia sus propias normas. En definiti-
Para forzar este esquema interpretativo a una concepción va la norma, para un organismo, es la capacidad de cambiar
distinta de la norma, es preciso dirigir la atención hacia la obra las propias normas. Por un lado, esto significa que la normali-
de Georges Canguilhem. Sin poder transitar todo el trayecto dad biológica coincide con la normatividad (vale decir, pre-
de su reflexión acerca de lo normal y lo patológico, el punto en cisamente con la facultad de crear nuevas normas); por el otro,
que se debe centrar la atención —porque marca justamente el que la normatividad —la cual no es en absoluto reducible a
margen diferencial del léxico foucaultiano—58 lo constituye una forma de normalización preventiva ni posterior— mide la
justamente su tentativa de apartar la norma de la presuposi- fuerza vital de la existencia.
ción trascendente de la ley: antes que presupuesta y, por tanto, Sin plantear ahora la cuestión más general del vitalismo de
ajena al ámbito de despliegue del ser viviente, la norma bioló- Canguilhem, acerquémonos a donde nos urge llegar: a di-
gica le es intrínseca e inmanente. No proscripta, como la ley, si- ferencia de la ley, la norma a la que él hace referencia no se
no inscripta en la materia en que se ejerce: «la norma de vida sitúa en el límite de separación entre el ser viviente y la vida,
de un organismo es dada por el propio organismo, contenida en sino en su punto de tangencia. Esta división categorial la
aparta del paradigma de inmunización: la conservación de la
56
vida no sólo no se funda —como decía Benjamin— en el sacrifi-
M. Foucault, Maladie mentóle et personnalité, París: PUF, 1954. cio del ser viviente, sino que ya no constituye el móvil origina-
57
Cf. G. le Blanc, «Foucault et le contournement du normal et du rio de lo que vive. Es, a lo sumo, el compromiso residual que
pathologique», y B. Cabestan, «Du régime: normativité et subjectivi- asume en el momento en que ya perdió parte de su vitalidad.
té», ambos en Ph. Artiéres y E. Da Silva, comps,, Michel Foucault et la
59
médécine, París: Kimé, 2001, respectivamente págs. 29-48 y 60-83. G. Canguilhem, «Nouvelles réflexions concernant le normal et le
58
Para una confrontación entre los dos autores, cf. P. Macherey, «De pathologique», en Le normal et le pathologique, París: PUF, 1972 (tra-
Canguilhem a Canguilhem en passant par Foucault», en Georges ducción italiana de M. Porro, «Nuove riflessioni sul nórmale e il pa-
Canguilhem, philosophe, historien des sciences, París: Albin Michel, tológico», en // nórmale e il patológico, Turín: Einaudi, 1998, págs.
1993, págs. 286-94. Sobre el tema de la norma, cf. también G. le Blanc, 221-2).
Canguilhem et les normes, París: PUF, 1998. 60
Ibid., pág. 206.

202 203
Como ya había señalado Kurt Goldstein, el instinto de conser-
vación no es una ley general de la vida, sino la de una vida re- 5. El implante
tratada en la enfermedad.61 El organismo sano, por el contra-
rio, se mide por la capacidad, y la voluntad, de experimentar
lo imprevisto: con todos los riesgos que conlleva, comprendido
el riesgo extremo de una reacción catastrófica. Inclusive se
podría decir que, para el organismo, la enfermedad representa
el riesgo de ya no poder afrontar riesgos. No una falta, sino un
exceso, de conservación. Aquí se inserta el eje central del en-
foque de Canguilhem. Decir que la patología no es una simple
variación cuantitativa con relación a la fisiología significa afir- 1. Biofilosofías de la inmunidad
mar que la enfermedad tiene, también ella, como la salud, una
norma propia: pero una norma inhabilitada para modificarse, Para captar la doble posibilidad —destructiva o
para producir nuevas normas. Una norma no normativa. Vol-
viendo a la diferencia con la ley soberana, la «pura vida» no es afirmativa— incluida en la biopolítica hay que volver
el objeto, ni el efecto, de la norma, sino el lugar de su invarian- a su relación fundacional con ese sistema inmunitario
cia. No el ámbito de la anomia, ni de la anomalía —ni lo con- que constituye a la vez su condición trascendental y
trario del nomos ni del homalós—, sino el ámbito entrópico de su modelo operativo. Donna Haraway lo hace en un
la anormatividad. ensayo que desde el título explícita la conexión, to-
davía implícita en Foucault, entre gobierno de la vida
y paradigma de inmunidad:

Dirijo mi atención principalmente hacia ese polimorfo y


poderoso objeto de fe, conocimiento y práctica llamado
sistema inmunitario. Mi tesis es que el sistema inmunita-
rio es un elaborado icono para sistemas clave de «diferen-
cia» simbólica y material en el capitalismo tardío. Preemi-
nentemente un objeto del siglo veinte, el sistema inmuni-
tario es un mapa dibujado para guiar el reconocimiento y el
desconocimiento del sí mismo y del otro en la dialéctica de
la política occidental.1

Que el ámbito de especialización profesional de la


autora —quien fuera alumna de Canguilhem y es
una autorizada exponente de la galaxia feminista—

1
D. J. Haraway, «The Biopolitics of Postmodern Bodies: Determina-
61 tions of Self in Immune System Discourse», en Differences, I. L, 1989
Véase K. Goldstein, Der Aufbau des Organismus, La Haya: Nij- (traducción italiana, al cuidado y con una clara introducción de R.
hoff, 1934 (en especial el capítulo sobre «Norma, salud y enfermedad» Braidotti, «Biopolitica di corpi postmoderni: la costituzione del sé nel
y el parágrafo, incluido en este, acerca de «La tendencia a la conserva- discorso sul sistema immunitario», en Manifestó Cyborg, Milán: Fel-
ción como expresión de una vida en declinación»). trinelli, 1995, pág. 137).

204 205
sea precisamente el de la tecnobiología, amén de la do, justamente esta última referencia pone al descu-
biología celular y el desarrollo, no es irrelevante res- bierto la manera todavía analógica, y por ende exter-
pecto de la relación, pero también de la distancia, que na, de concebir la relación entre técnica y cuerpo: co-
ella reivindica con relación al discurso foucaultiano. mo si el cuerpo, si bien históricamente determinado,
De este, Haraway retoma la centralidad del cuerpo precediera en el plano ontológico al ejercicio técnico
como objeto específico del biopoder, pero desde una que se le destina. En este sentido, Haraway puede se-
perspectiva —que ella misma denomina semiótico- ñalar que la biopolítica foucaultiana tiende a inter-
material— que tiende a deconstruir su caracteriza- pretar los procesos constitutivos, degenerativos y cu-
ción unitaria, todavía conservada en el análisis de rativos del organismo viviente dentro de un protocolo
Foucault. Mientras este último razonaba en términos temporal de tipo evolutivo todavía tributario de la
de normalización-medicalización, Haraway toma el tradición humanística.2 Por más que esté expuesto a
cuerpo por el flanco de su descomposición-multiplica- las prácticas de control y reproducción que lo plasman
ción determinada merced al vertiginoso incremento y lo acicatean, el cuerpo al cual Foucault dirige su
de las nuevas tecnologías biónicas, electrónicas e in- análisis sigue, en definitiva, identificado por los mis-
formáticas. De aquí un verdadero salto de paradigma mos límites espacio-temporales que escandieron su
interpretativo: si en la década de 1930 el régimen dis- recorrido desde la civilización greco-cristiana hasta la
cursivo acerca del cuerpo había hallado el punto de moderna. A este pasaje malogrado se refiere la autora
máxima condensación ideológica en la noción de «ra- cuando afirma que los grandes libros de Foucault «ha-
za»; si en torno a la década de 1970 el propio Foucault blan de una forma de poder en el momento de su im-
lo repensó en términos de «población», hoy se lo debe plosión»:3 la relación entre política y vida ahora pasa
considerar desde el punto de vista de su transforma- por un filtro biotecnológico que descompone ambos
ción técnica.
términos antes de volver a asociarlos en una combi-
Esto no significa que Haraway pierda de vista el nación, material y figurada, inasible para el aparato
horizonte biopolítico —es decir, las relaciones de fuer- categorial foucaultiano.4 Este, justamente por ser ca-
za efectivas en las que la administración del ser vi- paz de describir con capilar adherencia los mecanis-
viente se inscribe y a las que continuamente tiende a mos genealógicos de la sociedad moderna, corre el
modificar—, sino que lo impulsa a su límite extremo riesgo de quedar hermenéuticamente prisionero de
y, en cierto sentido, incluso más allá de sí mismo,
hacia ese nuevo campo estratégico, simbólico y real a 2
Cf. D. Haraway, Modest Witness® Second Millenium. Peínale
un tiempo, donde el nexo entre política y vida es rede- Man (c) Meets Onco MouseCtm), Nueva York: Routledge, 1995 (traduc-
finido de manera radical por la irrefrenable prolifera- ción italiana al cuidado de L. Borghi, Testimone_Modesta@ Fema-
ción de la tecnología. Obviamente también Foucault leMan(c) incontra OncoTopo(tm), Milán: Feltrinelli, 2000, págs.
de algún modo lo había tenido en cuenta, como consta 39-40).
3
Id., Manifestó Cyborg, cit., pág. 88.
no sólo en su pertinaz referencia a las distintas técni- 4
Véase, además de la introducción citada de R. Braidotti, también
cas de gobierno, sino además en el recorrido herme- B. S. Turner, The Body Society, Londres: Sage Publications, 1996,
néutico realizado por él, en la última etapa de su pro- págs. 63 y sigs. Un margen de diferencia respecto de la biopolítica de
Foucault también lo marcan M. Hardt y A. Negri en Empire, Cam-
ducción, alrededor de las «tecnologías del yo». Con to- bridge (Mass.): Harvard University Press, 2000.

206
207
sus dinámicas, y así perder, o al menos no captar a ta a procesos de modificación, implantes, explantes
fondo, el punto límite en que la modernidad se asoma hasta ayer absolutamente inimaginables aun por
a su afuera, es decir, el momento en que explotan, parte de la gran antropología filosófica, ya que no se
o implosionan, los márgenes diferenciales que por debe confundir el razonamiento —llevado a su máxi-
siglos separaron y yuxtapusieron los regímenes de lo ma potencia analítica por Gehlen— acerca del bagaje
real y de lo imaginario, de lo natural y de lo artificial, técnico del hombre como compensación de su escasa
de lo orgánico y de lo inorgánico. Cuando Haraway es- especializaron orgánica, o como liberación respecto
cribe que el cuerpo humano no es más un hecho bioló- del exceso de las pulsiones, con la efectiva sustitución
gico aceptado, sino un complejo campo de inscripción de los órganos mediante injertos tecnológicos. No se
de códigos socioculturales —representado por la figu- trata aquí de un sucedáneo simbólico o siquiera de
ra híbrida del cyborg, dividida equitativamente entre una prolongación funcional de un miembro natural,
organismo y máquina— tiene, de hecho, la intención sino de la real presencia en el cuerpo de algo que no es
de referirse a un proceso de tecnificación de la vida cuerpo. Ya la reflexión más avanzada acerca de la na-
imposible de asimilar al marco no sólo sociocultural, turaleza humana por cierto había aclarado el carác-
sino también ontológico, de la época moderna. Para ter técnico originario, y no contingente, de este últi-
cuya identificación es necesario enfocar la evidente mo: no sólo el movimiento erguido, o prensil, sino
inversión de la marcha del desarrollo tecnológico: ya también el lenguaje, en cuanto expresión, ya es suple-
no, como antes, del interior al exterior, sino, por el mento, exterioridad, prótesis. Pero prótesis justa-
contrario, del exterior al interior. Mientras hasta cier- mente natural, no artificial como un marcapasos car-
to punto fue el hombre quien se proyectó en el mundo, díaco, un microchip de silicio implantado bajo la piel o
y luego también en el universo, ahora es el mundo, en una cámara televisiva fijada en las cercanías del cere-
todos sus componentes naturales y artificiales, mate- bro. Aquí no se trata más de la inversión de las rela-
riales y electrónicos, químicos y telemáticos, el que ciones de dominio entre el sujeto y su instrumento te-
penetra dentro de él en una forma que parece abolir mida por una larga tradición antitecnológica; tampo-
la separación misma entre adentro y afuera, derecho co de la concepción de la técnica como extensión física
y revés, superficial y profundo: en vez de limitarse a de nuestros cuerpos, que hace de la rueda la prosecu-
asediarnos desde el exterior, la técnica se instaló en ción del pie, y del libro la del ojo: concepción que, evi-
nuestros propios miembros. dentemente, aún se funda en una distinción taxo-
Claro está que el actual proceso de artificialización nómica entre el cuerpo y sus proyecciones externas.
—o desnaturalización— del cuerpo fue precedido por Se trata más bien de una interacción entre distintas
infinitas premoniciones, prefiguraciones, anticipacio- especies, o inclusive entre mundo orgánico y mundo
nes que ya desde el siglo XVII se presentaron en las artificial, que implica una auténtica interrupción de
figuras complementarias del cuerpo mecánico y del la evolución biológica por medio de selección natural y
mecanismo viviente. Pero lo que por largo tiempo no su inscripción en un régimen de sentido diferente.
fue más que una sugestiva metáfora, o un soporte au- Aunque se deje de lado todo pronóstico acerca de
xiliar confinado al ámbito de la invención robótica, los resultados de dicho proceso —aparentemente sus-
ahora se va realizando en la carne del hombre, abier- pendido entre la posibilidad de un desarrollo sin pre-

208 209
cedentes de la calidad de la vida humana y el riesgo ñámente dado, sino un constructo operativo: el resul-
de que la colonicen potencias externas a ella—,5 aque- tado de una mixtura con un no sujeto, con algo sujeto
llo frente a lo cual sin duda nos hallamos es una rees- a un estatuto ontológico que no es el de la subjetivi-
tructuración radical de lo que hasta ahora hemos lla- dad concebida de manera clásica. Que a la vez es me-
mado «cuerpo». Sin llegar a prever su desencarnación nos que un sujeto humano —porque le falta la vida—
en formas autónomas de inteligencia artificial o acaso y más que él pues, el caso de la sustitución de un ór-
su traducción digital en el hardware de sistemas ci- gano enfermo, le permite seguir viviendo. Algo no vi-
bernéticos —como no vacilan en hacer, de todos mo- vo, que sin embargo sirve para conservar la vida. Se
dos, epistemólogos, filósofos y artistas de la cultura puede decir que esta necesidad de autoconservación
cyborg—,6 no cabe duda de que aquel experimenta se halla en el origen de todas las formas contemporá-
una condición de alteración profunda en su tejido neas de alteración del cuerpo: el cuerpo se suspende
constitutivo. Ya se lo piense como un texto codificado —se interrumpe y se duplica— con el propósito de du-
del que se debe hallar la clave genómica, o como la rar. Se expone a lo que está fuera de él para salvar lo
terminal de una red informática de extensión plane- que todavía lleva en su interior. Entra en problemáti-
taria, o aun como un objeto modificable por medio de ca relación con lo otro para protegerse de sí mismo, de
la cirugía plástica y, antes, de la ingeniería genética, su natural tendencia a consumirse. En este sentido, y
en todo caso entra en relación directa, y hasta simbió- por este lado, vuelve a emerger en el núcleo de la bio-
tica, con lo otro de sí: en el sentido específico y literal política el perfil del sistema inmunitario. Este, al ubi-
de que lleva dentro de sí su propio otro. Otro cuerpo carse en el punto crucial en que el cuerpo encuentra
—una parte suya— u otro del cuerpo: cosa, artificio, lo otro de sí —otro cuerpo o algo que no es cuerpo—,
máquina. Un afuera llevado adentro: la prótesis es constituye la articulación entre entidades, especies,
exactamente eso. O un adentro que se asoma hacia géneros distintos e interrelacionados como son lo
fuera: ya no retenido dentro de los límites, coinciden- individual y lo colectivo, el macho y la hembra, el
tes con la piel, de la identidad subjetiva tradicional. hombre y la máquina. Justamente por esta potencia
El sujeto —en este sentido— no es más algo origina- compositiva el dispositivo de la inmunidad se ha con-
vertido en el punto de tangencia —de empalme y de
5
Una posición especialmente equilibrada a propósito de estas diná- tensión— entre todos los lenguajes de la época con-
micas halla su expresión en los libros de C. Formenti, Incantati dalla temporánea:
rete. Immaginari, utopie e conflitti nell'epoca di Internet, Milán: Cor-
tina, 2000, y de U. Fadini, Sviluppo tecnológico e identitá personóle, En otras palabras, el sistema inmunitario es un plan
Barí: Dédalo, 2000. Pero observaciones importantes acerca del tránsi- para una acción encaminada a la construcción y al mante-
to a una nueva etapa están presentes también en A. Bonomi, II capita- nimiento de los límites de lo que cuenta como sí mismo y
lismo molecolare, Turín: Einaudi, 1997; en M. Cacciari y G. Bettin, como otro en los ámbitos cruciales de lo normal y de lo
Duemilauno. Política e futuro, Milán: Feltrinelli, 2001; en N. Irti, Nor- patológico. El sistema inmunitario es un lugar histórica-
ma e luoghi. Problemi di geo-diritto, Roma-Barí: Laterza, 2001, y en mente específico en que interactúan política global y local;
C. Galli, Spazi politici. L'etá moderna e Veta globale, Bolonia: il Muli-
no, 2001. investigación merecedora de Premio Nobel; producciones
6
Cf. M. Dery, Escape Velocity - Cyberculture at the End ofthe Centu - culturales heteroglósicas como prácticas dietéticas de ma-
ry, Nueva York: Grove Press, 1996 (traducción italiana Velocitá di fu- sas, ciencia ficción feminista, imágenes religiosas, juegos
ga. Cyberculture di fine millennio, Milán: Feltrinelli, 1997). de niños, técnicas fotográficas y teoría de la estrategia mili-

210 211
tar; práctica médica clínica; estrategias de inversión para La técnica, remitida a su estatuto originario, no es otra cosa
capitales de riesgo; desarrollos revolucionarios en los nego- que la separación de la existencia respecto de sí misma: más
cios y en la tecnología, y las más profundas experiencias precisamente el punto en que se cruzan su sustracción a la
personales y colectivas de asunción corpórea, vulnerabili- inmanencia y su sustracción a la trascendencia. Que lo exis-
dad, poder y mortalidad.7 tente no coincida por entero consigo mismo, pero que al propio
tiempo no presuponga ningún fundamento trascendente: esta
A partir de tal cruce semántico, el sistema inrnuni- condición es la técnica. Técnico es el modo de ser no esencial,
tario se revela como el centro neurálgico a través del no teleológico, no presupuesto de lo que existe. No lo que modi-
fica —violenta o salva— la naturaleza, sino el hecho de que no
cual pasa el gobierno político de la vida. El la empuja hay naturaleza. En este sentido, la técnica concierne siempre a
más allá del paradigma biopólico u otorga al paradig- los cuerpos: todos los cuerpos y cada cuerpo. Cada cuerpo, en el
ma biopolítico un significado distinto agregado a su sentido de que es el lugar de su apertura a lo que no es él mis-
formulación usual. Lo que decae es, justamente, la mo, y todos los cuerpos porque ese lugar es exactamente el con-
presunción de una relación inmediata y directa entre torno hendido a través del cual cada uno de los cuerpos entra
en contacto con el otro. En el momento en que se retiran juntas
política y vida. En realidad, estas se relacionan cada trascendencia e inmanencia en la deriva de cualquier signifi-
vez más a través del gran aparato de figuras que la cación preestablecida, la técnica —o la tecnicidad de la exis-
ciencia médica elaboró en torno de la necesidad de tencia— coincide con la partición de los cuerpos, con su ser
autoprotección del cuerpo. De allí —de ese concentra- siempre partes extra partes, con su continuo «cuerpo a cuerpo»:
do de funciones reales y metafóricas— parte una on- no hay cuerpo que no esté «a cuerpo». Nunca como hoy tenemos
la exacta percepción de esta comunidad de los cuerpos: del con-
da semántica destinada a impactar sobre todo el es- tagio sin fin que los aproxima, superpone, impregna, coagula,
pectro de los lenguajes sociales. La cosa en verdad no mezcla, clona. Las aperturas de la carne y las transfusiones de
resulta sorprendente: si el eje semiótico en torno al la sangre son idénticas a las del sentido. Vacila toda definición
cual se organiza toda institución social es el que es- de lo sano y lo enfermo, lo normal y lo patológico, lo inmune y lo
tablece el límite entre el yo y lo otro —entre nosotros y común. En el flujo de las resonancias magnéticas y en los rayos
de las radiografías, en los reflejos de las ecografías y en las in-
los otros—, el principio de inmunidad, más que nin- filtraciones de las prótesis, todos los cuerpos «son enviscados,
guna otra cosa, constituye a la vez la clave para su in- abiertos, difundidos, trasplantados, intercambiados. No hay
terpretación y el resultado de su operatividad. más un estado de salud ni una estasis enferma: un vaivén, una
palpitación irregular o continua, que va de un borde al otro de
El filósofo que pensó más a fondo la relación entre el cuerpo la piel, de las heridas, de las enzimas sintetizadoras, de las
y el suplemento técnico es ciertamente Jean-Luc Nancy. Según imágenes de síntesis».9
su punto de vista, ya hablar de «relación» resulta inadecuado. Al describir esta fenomenología —o, mejor, ontología— del
Más bien habría que hacer referencia al carácter de por sí su- cuerpo tecnificado, Nancy está muy lejos de asumir una acti-
plementario —o técnico— del cuerpo mismo. Pero también, a tud de reacción. Que el cuerpo sea originariamente técnico sig-
la vez, a la modalidad fractal, local, puntual de la técnica. Con- nifica que los procesos en curso no hacen más que poner al des-
trariamente a una corriente interpretativa que tiende a ver en nudo la modalidad propia —esto es, necesariamente impro-
la técnica un gran aparato homologador contrapuesto con la pia—de nuestra corporeidad. No sólo no es posible, ni auspicia-
existencia en cuanto tal,8 para Nancy las dos cosas coinciden. ble, volver atrás, sino que no hay nada detrás de lo que somos
hoy. Sin embargo, ello no implica ninguna tonalidad eufórica:
7
Haraway, Manifestó Cyborg, cit., pág. 137. 9
8 J.-L. Nancy, Corpus, París: Metailié, 1992 (traducción italiana al
Véase al respecto el amplio volumen de U. Galimberti, Psiche e
techne. L'uomo neU'etá de/la técnica, Milán: Feltrinelli, 1999. cuidado de A. Moscati, Corpus, Ñapóles: Cronopio, 1995, pág. 87).

212 213
ni en términos generales ni en términos específicos. Ni para el organismo, tras una nueva y más contundente baja de las
todos los cuerpos —hambreados, violados, devastados también defensas inmunitarias, con todas las consecuencias que esto
por su hacinamiento en las cada vez más extensas periferias conlleva. De las cuales la más extrema es la absoluta imposi-
del mundo— ni para cada cuerpo tomado por separado. Como bilidad de reconocer la identidad propia; su pulverización en
es sabido, Nancy experimentó de manera directa la partición una infinidad de ondas que se refractan cada vez más lejos, en
corpórea en la forma invasiva de trasplante cardíaco. El infor- un alternarse y superponerse de dolor, derrumbes, impoten-
me que realizó en L'intrus probablemente representa el punto cias. Referirse a uno mismo es, en este punto, más que difícil,
de conciencia más radical, y a un tiempo más sobrio, de qué literalmente imposible, dado que ya no hay un yo en el cual el
significa la tecnicidad del cuerpo propio: su no poder ser de nin- nuevo yo —su reconstrucción y deconstrucción— pueda reco-
gún modo exclusivamente propio. La amalgama inextricable nocerse. Ese yo ahora devino, antes que una primera, una ter-
de potencialidad y finitud, de fuerza y sufrimiento, de acogida cera persona: no un «él», sino la no-persona que transporta a la
y oposición que la caracteriza. Aun antes de los tubos, pinzas y vez su realidad y su sombra. Una divergencia de los lugares, de
sondas que atraviesan el cuerpo de quien es sometido a un las percepciones, de los tiempos en la que aquello que cura por
trasplante, aquello que lo penetra tampoco es simplemente su un lado hace enfermar por el otro y lo que rejuvenece envejece:
afuera. Es el punto agudo en que se cruzan varias ajenidades, ¿qué edad tiene aquel cuyo corazón es veinte años más joven
una contrapuesta, e impuesta, a la otra. Una desafiada, repli- que el resto del cuerpo? ¿Qué identidad tiene un hombre con
cada y finalmente dominada por la otra. La primera es la del un corazón de mujer o una mujer con un corazón de niño? Sin
propio sistema inmunitario frente al órgano trasplantado. La poder llamar «mío» el cuerpo que me pertenece y sin que me
segunda —de igual fuerza de impacto— es la del aparato in- «pertenezca» más mi cuerpo, quedo privado de lo que siempre
munitario del órgano trasplantado mismo que choca contra el fue pensado como la verdad del sujeto. Y junto con ello percibo
propio. La línea que comparten cuerpo receptor y corazón que el sujeto tiene otra verdad que la propia: «su exposición
donado coincide con el frente de combate de dos inmunidades infinita. El intruso me expone excesivamente. Me extrude, me
contrapuestas, cada una empeñada con toda su fuerza en re- exporta, me expropia. Yo soy la enfermedad y la medicina, yo
chazar a la otra y, a un tiempo, en no dejarse rechazar por ella. soy la célula cancerosa y el órgano trasplantado, yo soy los
De este modo, la resistencia de quien recibe el trasplante debe agentes inmunodepresores y sus paliativos, yo soy los trozos de
ser doble: al sistema protector ajeno y al propio, al remolino sin alambre que mantienen unido mi esternón y yo soy este sitio
retorno del extrañamiento y a la pretensión imposible de la de inyección cosido bajo la clavícula, así como anteriormente
apropiación. Así ya no es lícito siquiera distinguir entre el «sí era estas tuercas en la cadera y esta placa en la ingle».11 Aquí,
mismo» y el «no sí mismo», dado que intruso no es meramente como por obra de un relámpago, se ilumina aquello «terrible e
lo extraño, sino lo propio en cuanto extraño: «Soy yo mismo que inquietante» que Sófocles había entrevisto en la base técnica
devengo mi intruso, en todos estos modos que se acumulan y se de la naturaleza humana.
oponen».10
Cuando también llega el cáncer como efecto secundario —si
así se lo puede definir— de la ciclosporina y la baja de las de-
fensas inmunitarias que esta comporta, se hace necesaria una
intrusión adicional constituida por el efecto sumado de la aje-
nidad quimioterapéutica y la morfina destinada a mitigar los
dolores a cambio de otros. Pero lo que en mayor medida provo-
ca extrañamiento —por demasiado propio, más propio que lo
propio— es esa suerte de «autotrasplante» que consiste en gló-
bulos blancos de uno, extraídos, congelados y reinyectados en
10
Id., L'intrus, París: Galilée, 2000 (traducción italiana al cuidado
de V. Piazza, L'intruso, Ñapóles: Cronopio, 2000, pág. 28).

214
gantes moviliza Haraway con más empeño sus recur- Pero el pasaje retórico decisivo para la producción de
sos argumentativos: si el paradigma biomédico, lejos estereotipos ampliamente difundidos en la definición
de estar simplemente condicionado por la percepción del sistema inmunitario, se realiza al transcribir esa
general del mundo, influye de modo creciente sobre función de defensa en una formulación agresivamen-
ella; si por tocar de manera directa el deslinde funda- te militar. El mecanismo inmunitario asume el carác-
cional entre la vida y la muerte, constituye un formi- ter de una auténtica guerra, cuya prenda en disputa
dable generador de sentido para la existencia indi- es el control, y en última instancia la supervivencia,
vidual y colectiva; si, por último, el sistema inmunita- del cuerpo ante invasores externos que primero tra-
rio es hoy la punta de diamante de esta dinámica per- tan de ocuparlo y más tarde de destruirlo. Vuelven,
formativa, entonces justamente en torno a su defini- desde este punto de vista, reforzados y autorizados
ción se juega una partida decisiva no sólo en el terre- por una caución científica muy distinta, todos los tro-
no biológico, sino también en el específicamente polí- pos de los tratados del siglo XVII acerca del cuerpo po-
tico. Bien sabe quien conozca aun a grandes rasgos la lítico ya registrados en el capítulo anterior: desde la
historia de la ciencia inmunológica12 que pocos obje- atención obsesiva a los límites identitarios hasta el
tos fueron sometidos como la inmunidad a una serie miedo fóbico al contagio de potenciales infiltrados y la
casi ininterrumpida —y todavía en progreso— de re- renovación permanente de las barreras defensivas.
definiciones analíticas e interpretativas con relación El hecho de que las metáforas influyentes del dis-
a su estructura y significado. Ello no quita que preva- curso inmunológico evoquen el arsenal ideológico de
lezca ampliamente —no sólo en la comunidad cientí- los enfrentamientos «contra hordas hostiles de micro-
fica, sino también en el sentido común— la represen- bios invasores y la protección de la santidad del cuer-
tación que lo entiende como defensa del organismo po» es atribuido históricamente, por uno de los mayo-
contra los elementos extraños a este que amenazan res especialistas en el tema, a la circunstancia de que
su integridad fisiológica y funcional: como expresa el la disciplina en cuestión nació al fragor de la lucha
gran inmunólogo Frank Macferlane Burnet en un li- contra las grandes enfermedades infecciosas com-
bro programáticamente titulado The Integrity ofthe batidas a principios del siglo pasado; no sin advertir,
Body, «La producción de anticuerpos o cualquier otra de modo sólo en parte irónico, que «el mismo término
reacción inmunológica por parte de un organismo se "arsenal" indica que este proceso fue visto como una
efectúa contra material extraño, esto es, contra al- batalla entre dos fuerzas contrarias, una buena y la
guna cosa que no forma parte de ese organismo».13 otra muy mala. Dado que la historia la escriben los
12
Acerca de la historia de la inmunología, además de A. M. Silvers- vencedores, veremos cómo se las arreglan los bue-
tein, A History of Immunology, Nueva York: Academic Press, 1989; nos».14 Por otra parte sería difícil no percibir un efecto
A. M. Moulin, Le dernier langage de la médecine. Histoire de l'immu-
nologie de Pasieur au Sida, París: PUF, 1991, y B. Genetet, Histoire de sutilmente apologético en la reconstrucción filogené-
l'immunologie, París: PUF, 2000, véase la sumamente útil antología tica que sirve de presupuesto no sólo descriptivo sino
al cuidado de G. Corbellini, L'evoluzione del sistema immunologico,
Turín: Bollati Boringhieri, 1990, así como su amplia introducción. 14
13 E. S. Golub, Immunology. A Synthesis, Sunderland (Mass.): Si-
F. M. Burnet, The Integrity ofthe Body, Cambridge (Mass.): Cam-
bridge University Press, 1963 (traducción italiana Le difese organi- nauer Associates Inc., 1987 (traducción italiana Immunologia. Una
che, Turín: Boringhieri, 1967, pág. 82). sintesi, Bolonia: Zanichelli, 1989, págs. 308/332).

216 217
también normativo del relato inmunológico. Como se Precisamente esta —entre la identidad del indivi
explica en la mayoría de los manuales, el sistema in- dúo y el magma amenazante que presiona sus límil.cs
munitario no es cooriginario con la aparición de la vi- externos— es la línea de demarcación fundacional a
da, e inclusive se remonta a una etapa relativamente través de la cual la teoría inmunológica más difundí
tardía de la evolución de esta. Su desarrollo es parale- da reconstruyó su propia historia y, por ende, su pro-
lo al de las especies más complejas de la escala zooló- pio significado, como consta de manera ejemplar en d
gica, por comparación con otras más primitivas.15 manual de Jan Klein Immunology: The Science of
Ahora bien, esto significa que justamente el sistema Self/Non Self Discrimination, que justamente se
funcional para la lucha por la supervivencia es el abre con un parágrafo titulado «Cuatro amenazas ala
I resultado de una selección anterior, determinada ella individualidad» (Four Threats to Individuality) inme-
misma por el predominio de formas de vida más fuer- diatamente seguido por una descripción de su defbn
tes por sobre otras más débiles. Pero el truismo más sa contra el riesgo de «fusión» con entes heterogo
ü evidente, en relación con dicha dinámica evolutiva, se neos.17 Donde evidentemente la mejür^defensa se co-
halla en su interpretación en términos de enfren- loca en el ataque contra ele «no sí mismo», respecto del
tamiento de civilizaciones entre principio del orden y cual y contra el cual sólo se puede reconocer el «sí mis-
principio del caos, a su vez identificados por un la- movsegún una polémica definición de la identidad
do con la defensa de la integridad del individuo y por que determina, recíprocamente, una representación
el otro con las potencias entrópicas tendientes a su cada vez más virulenta de sus enemigos: «invasores
ruina: repelentes» (Repelling Invaders), los llama Marión
Kendall en un libro escandido por capítulos titulados
Todo ser vivo es un ejemplo del esfuerzo de la vis natu- «Inicio de la batalla», «Política de defensa general y el
rae por oponerse a la tendencia de la materia al desor- enemigo», «Agentes subversivos», etc.,18 mientras un
den. Desde esta óptica, el sistema inmunitario adquiere el célebre artículo de Peter Jaret en el National Geo-
significado de sistema que se opone a la entropía, conser-
vando la integridad del individuo contra la tendencia a la
graphic Magazine describe la dinámica inmunitaria
desestructuración provocada por otros organismos que fun- como una guerra de las galaxias en que el portador de
dan su propia existencia y la de su especie en la coloniza- un tumor bombardea las células cancerígenas en el
ción y la elevada tasa de reproducción. El decaimiento de videojuego «Célula T Killer» y hasta The Economist
las funciones del sistema inmunitario tras la muerte del invita a responder «con la máxima ferocidad» a las
individuo determina la putrefacción, que, entendida como
colonización no combatida por parte de otros individuos y
primeras «señales de incursión extranjera».19 Sin ne-
como desestructuración, satisface la tendencia de la mate- cesidad de buscar —como se ha hecho— la matriz
ria al desorden.16 ideológica de este léxico alófobo en los lemas de la
17
J. Klein, Immunology: The Science of Self/Non Self Discrimina-
15 tion, Nueva York: Wiley-Interscience, 1982, pág. 3.
J. H. L. Playfair, por ejemplo, en Immunology at a Glance, Oxford:
18
Blackwell, 1979 (quinta edición, 1996), pág. 12, diseña en esta clave el M. Kendall, Dying to live: How our bodies fight disease, Cam-
modelo evolutivo del sistema inmunitario de la ameba al mamífero. bridge: Cambridge University Press, 1998.
16 19
M. Biondi, Meníe cervello e sistema immunitario, Milán: McGraw- P. Jaret, «Our Immune System: the Wars within», en National
Hill, 1997, pág. 1. Geographic Magazine, junio de 1986, págs. 702-35.

218 219
guerra fría y de la literatura racista previa de escena- de Lennart Nilsson (por las imágenes fotográficas).20
rio colonial,20 lo que impresiona es sobre todo su in- La batalla inmunitaria entre «sí mismo» y «no sí
tensificación, como una verdadera escalada, no sólo mismo» es reconstruida etapa por etapa con una
en textos de divulgación, sino también en ensayos opulencia de detalles bélicos tal que genera la duda:
especializados de carácter científico.21
Susan Sontag sostiene que el pensamiento médico I ¿se trata de ensayos de medicina relatados a través
de imágenes militares o de libros de estrategia militar
moderno comienza cuando las metáforas bélicas, que ilustrados con metáforas médicas?26 La secuencia na-
siempre caracterizaron a la historia de la medicina, rrativa, con creciente intensidad dramática, va de la
se vuelven específicas, esto es, en vez de referirse a la detección del enemigo a la activación de las líneas de
enfermedad en cuanto tal, se aplican a los microorga- defensa, el lanzamiento de la contraofensiva, la elimi-
nismos a los que se declara sus portadores en cada nación física de los adversarios capturados y el retiro
caso.22 Pero no cabe duda de que hoy nos encontramos de las víctimas del campo de batalla. La primera ope-
ante un claro salto cualitativo también respecto de es- ración —la búsqueda de infiltrados— se hace proble-
ta tipología. Eso sucede sobre todo cuando están im- mática a causa de la capacidad que tienen estos úl-
plicados los procedimientos —los mecanismos, los timos de mimetizarse en el ambiente del cuerpo, e
triunfos, los fracasos— del sistema inmunitario, como inclusive en el traje de sus guardianes: «Un siste-
demuestra en la forma más explosiva el caso del sida, ma refinado que usan muchas bacterias y todos los
para el que Paula Treichler pudo hablar de una «epi- virus para escapar de sus adversarios —comienza
demia de significación»,23 aludiendo a la incontrola- Nilsson— es esconderse dentro de las mismas células
ble deriva semántica a la que una problemática médi- del cuerpo. Se disfrazan, por así decir, vistiendo un
ca queda sometida cuando se cruza con determinadas uniforme que los soldados del sistema inmunitario
manifestaciones biopolíticas. Evidente confirmación no aprendieron a reconocer».27 En estas condiciones
de ello brinda la lectura cruzada de los dos libros The —prosigue Dwyer con una repentina estocada étnico-
Body at War de John Dwyer24 y The Body Victorious racial— «descubrir un ente extraño puede ser para
20
Cf. W. Anderson, «Immunities of Empire: Race, Disease, and the
nuestro sistema inmunitario tan arduo como sería
New Tropical Medicine, 1900-1920», en Bulletin ofHistory of Medi- para un caucásico identificar un intruso chino en una
cine, CXX (1996), n. 1, págs. 94-118, y D. Ogden, «Cold War Science ceremonia multitudinaria en la plaza Tienanmen de
and the Body Politic: an Immuno/Virological Approach to "Angels in Pekín».28 Para descubrir a los astutos saboteadores
America"», en Literature and Medicine, XIX (2000), n. 2, págs. 241-61.
21
Cf. también D. Jacobi, «Quelques tendances ou effets de figurabi- ocultos en los tejidos, no queda otra alternativa que
lité dans la divulgation des théories immunologiques», en Áster, 1990,
25
n. 10, págs. 129-53. L. Nilsson (en colaboración con Jan Lindberg), The Body Victo-
22
S. Sontag, Aids and its Metaphors, Nueva York: Parrar, Straus & rious. The Illustrated Story ofOur Imm une System and Other Defenses
Giroux, 1988 (traducción italiana L'Aids e le sue metafore, Turín: Ei- ofthe Human Body, Nueva York: Delacorte, 1987 (edición original: Es-
naudi, 1989, págs. 6-7). tocolmo, 1985; traducción italiana // corpa si difende, Cinisello Balsa-
23
P. Treichler, «Aids, homophobia, and biomedical discourse: an epi- mo: Edizioni Paoline, 1986).
demic of signification», en October, 43, 1987. 26
En este sentido, véase F. W. Timmerman (jr), «Future Warriors»,
24
J. Dwyer, The Body at War. The Story ofour Immune System, Lon- en Military Review, septiembre de 1987.
dres: Trade División of Unwin Hyman Limites, 1988 (traducción ita- 27
Nilsson, // corpa si difende, cit., pág. 24.
liana Le guerre delcorpo u mano, Milán: Mondadori, 1991). 28
J. Dwyer, Le guerre del carpo umano, cit., pág. 59.

220 221
poner en funcionamiento un dispositivo de vigilancia guerra, incitándolos al ataque. Algunos de estos destaca-
consistente en «un sistema de televisión por circuito mentos tácticos estarán principalmente comprometidos en
cerrado capaz de hacer una toma del sospechoso, y la acción de desarme e inmovilización, y no en la elimina-
ción directa. El modo de actuar del grupo está tan bien or-
fijar su rostro en una imagen ampliada en una mitad ganizado que prevé que haya hombres encargados específi-
de la pantalla de un monitor», mientras un supervisor camente de la limpieza, los cuales remueven los cadáveres
pasa revista a todos los perfiles del personal legítimo y otros despojos del campo donde se desarrolló la batalla,
proyectados en la otra mitad. Así «se determinarán fuera del implante, de modo que la paz pueda reinar de
nuevo.31
las instrucciones para los hombres de seguridad de
esta fundamental "primera línea de defensa", quienes
Nilsson explica con gran despliegue de detalles
podrán entonces estar seguros de que ese sujeto es
cuáles son las fuerzas de que puede disponer el siste-
realmente un intruso y de este modo justificar la seve-
ma inmunitario: «regimientos de reclutamiento y des-
ridad de la respuesta que deben desplegar».29 movilización rápidos, tropas de asalto, francotirado-
De todas formas, aun los sistemas de circuito ce-
res y tanques blindados». Pero con eso no basta: «Con-
rrado pueden fracasar o ser falseados por saboteado-
tamos con células-soldado que, no bien entran en con-
res profesionales. Entonces hace falta recurrir a un
tacto con el enemigo, inmediatamente comienzan a
sistema más personalizado de control que pasa por el
producir misiles telecomandados cuya precisión no
fichaje automático —una suerte de carné de identi-
deja esperanza alguna a las fuerzas enemigas. Ade-
dad— conformado por la marca especial impresa en
más contamos con cargas que penetran en las bate-
las células de todos los seres vivos: «Una célula cuya
rías y las hacen estallar, patrullas de reconocimiento,
identificación resultase defectuosa sería inmediata-
un servicio de espionaje y unidades-base de defensa
mente destruida por las fuerzas de defensa en conti-
que establecen la ubicación exacta del adversario y la
nuo patrullaje. El cuerpo de policía del organismo hu-
efectiva densidad de fuerzas que se debe emplear».32
mano está programado para distinguir entre resi-
Se trata del imponente ejército de granulocitos y ma-
dentes "de buena fe" y extranjeros ilegales, una fa-
crófagos, los cuales, de todas formas, justamente por
cultad, esta, fundamental para el sistema de autode-
su pesada dotación pueden ser rodeados y atacados
fensa».30 A esta altura, alertados por los «inspectores»
por virus y bacterias. En este caso —es decir, en la cir-
a través de sus «aparatos receptores», intervendrán
cunstancia de una infección especialmente tenaz—,
los auténticos soldados, empleados según una estra-
cuando caen por millones los valerosos granulocitos
tegia diferenciada que prevé tareas estrictamente
en su lucha contra los invasores, la tarea de los ma-
definidas: pelotones de ataque, escuadras de conten- crófagos, esto es, los fagocitos de dimensiones mayo-
ción, encargados de la remoción de los cadáveres: res, se transforma en la de engullirlos, en una suerte
Un grupo de contraataque incluirá comandos que guia- de espectacular «canibalismo celular».33 Es entonces
rán un destacamento con diverso armamento a la zona d< cuando el estado mayor envía al campo las tropas de
31
J. Dwyer, Le guerre del carpo umano, cit., pág. 61.
.,pág. 60. 32
30
Nilsson, II corpa si difende, cit., pág. 24.
Nilsson, II carpo si difende, cit., pág. 21. 33
Ibid., pág. 25.

222
asalto especializadas —los linfocitos— que «no devo- mentos de las bacterias invasoras, de los virus, de las
ran células. Matan a sus enemigos de un modo distin- rickettsias, de los parásitos y de los hongos son
to, usando proyectiles telecomandados (los anticuer- transportados a los nodulos linfáticos para proporcio-
pos), o bien valiéndose de un cuerpo especial de enve- nar un rápido adiestramiento a los que pueden ser
nenadores (las células "asesinas" o killer)».34 Llega- considerados los verdaderos gendarmes del sistema
dos a este punto, se utilizan todos los recursos: desde de defensa, las que se da en llamar células "asesi-
los tradicionales tanques blindados, hasta las «minas nas"».37 Removidos o reutilizados para fines de ins-
químicas», o la «dinamita biológica». Las bacterias trucción los cadáveres de los enemigos, el campo de
enganchadas por los anticuerpos son llevadas ante el batalla ahora está despejado. El cuerpo recuperó su
«"pelotón de ejecución". Ahora el factor Cl del comple- integridad propia: una vez inmunizado, el enemigo no
mento puede unirse a la pared de la bacteria, seguido podrá atacarlo más.
inmediatamente por el factor C2, y así sigue el proce-
so. Una vez que el factor C9 alcanzó también su obje-
,.l tivo, concluye el proceso: la célula estalla. Los factores 3. La derrota
del complemento la han perforado, inyectando en su
interior un fluido que provoca su explosión».35 La Pero, ¿en verdad se dan las cosas de este modo?
suerte del combate parece echada: ¿Puede acaso la victoria del cuerpo sobre sus enemi-
gos ser tan plena y definitiva? La impresión es que en
Las bacterias que eventualmente lograran abrirse ca- semejantes reconstrucciones del procedimiento in-
mino por la fuerza y expandirse por el organismo, se en-
contrarían con los macrófagos esparcidos por los tejidos. Si,
munitario tiende a prevalecer un rasgo mítico que
pese a ello, lograran ganar más terreno, por lo general se- termina ocultando los elementos problemáticos y
rían absorbidas por la linfa y transportadas a las glándulas contrafácticos. En primer término, en lo tocante a la
linfáticas. Estas son las fortalezas del sistema inmunitario, concepción misma del «yo»J, configurado como una en-
custodiadas por macrófagos y linfocitos. Ahora las fuerzas tidad espacial protegida por rígidos límites genéticos
de defensa provistas de especificidades están en sus posi-
ciones: anticuerpos y células «asesinas» desbordan la san-
y casi identificado con la lucha por defenderlo. Pero
gre listos para dar el golpe de gracia a todos los microorga- además —y sobre todo— al efecto salvífico otorgado a
nismos que encuentren.36 dicha defensa, reconvertida inmediatamente en una
máquina ofensiva que no conoce adversario capaz de
Aquí se podría dar por terminada la descripción de resistírsele. Lo que se elide drásticamente en esta mo-
la guerra inmunitaria. Los invasores fueron desbara- vilización total es la relación esencial que el cuerpo
tados: desarmados, muertos u obligados a suicidarse, entabla con su propia vulnerabilidad, hecho que se co-
según una modalidad de autosupresión técnicamen- rresponde en el plano ontológico con el carácter ine-
te conocida como «apoptosis». Así, «No hay contem- luctablemente finito de la existencia humana. Por-
placiones; no se toman prisioneros. Hasta los frag- que, contra aquello que dan a entender estos juegos
34
Ibid., pág. 26.
de guerra, no sólo no existe aparato, o aparejo, que
35
Ibid., pág. 31. 37
36
Ibid. Ibid., pág. 20.

224
pueda devolvernos, aunque sólo fuera potencialmen- durante el cual se produce el bloqueo, es un hecho que
te, una cierta forma de inmortalidad, sino que la mera las enfermedades de inmunodeficiencia exponen al
presunción de semejante eventualidad no hace más organismo a una serie tal de traumas infecciosos que
que volver a traernos con mayor brusquedad a la rea- este difícilmente puede resistir largo tiempo. Pero el
lidad de nuestra insuperable condición. Esto tam- elemento más destacado, con relación a la aporía
bién, y acaso sobre todo, vale para lo atinente al siste- biológica antes mencionada, reside en que algunos de
ma inmunitario. Este es todo menos un dispositivo estos virus —por ejemplo, el tristemente célebre
perfecto, así como sus victorias se hallan muy lejos de VIH— no se limitan a eludir el aparato inmunitario,
llegar a ser definitivas. Y esto no únicamente por la sino que, en detrimento de este, llegan a sacar prove-
obvia consideración de que basta con una sola derrota cho de sus recursos. Esto significa que a menudo el
para borrar todos los logros obtenidos hasta el mo- vehículo con el cual el mal consigue proliferar y ex-
mento, sino también porque su funcionamiento está pandirse en el organismo atacado son justamente las
intrínsecamente cargado de lo que en términos filosó- defensas del mecanismo de inmunización. La apa-
ficos sería llamado una aporía estructural: en el senti- rente paradoja nace de que las células T CD4, reservo-
do de que, como ya bien sabemos, el procedimiento in- rio privilegiado del virus, resultan mejores «anfitrio-
munitario implica la presencia de un motor negativo nas» para este cuando son activadas —vale decir, si
—el antígeno— al cual no debe simplemente elimi- hay un alerta en el sistema inmunitario— que cuan-
nar, sino más bien reconocer, incorporar, y sólo de este do se hallan en estado de reposo. Además, las citoqui-
modo neutralizar. nas producidas por las células T, cuando reconocen
Esta inherencia de lo negativo al mecanismo de su antígenos virales, pueden provocar la reproducción
control terapéutico puede asumir, desde luego, distin- del virus dentro de los linfocitos T CD4, confirmando
tas y aun recíprocamente opuestas modalidades, que así ese cortocircuito perverso entre la activación de la
oscilan entre una situación de defecto y una de exceso, defensa y la potenciación de aquello de lo cual nos
pero pueden también sumarse en una superposición queremos defender.
perversa. Partamos de la primera, de aquella fenome- Ya estas primeras indicaciones introducen elemen-
nología patológica comúnmente denominada «defi- tos que problematizan en alto grado el esquema antes

t ciencia inmunitaria». Como bien se sabe, la gravedad


que esta puede presentar es una cuestión de grados,
que va de la hipogammaglobulinemia, esto es, un dé-
bosquejado de la superior inteligencia estratégica del
sistema inmunitario. Se confirma, por cierto, la rude-
za de un enfrentamiento caracterizado por la violen-
ficit relativo, todavía refrenable con un tratamiento cia y la astucia, la sorpresa y el engaño; pero su resul-
antibiótico adecuado, a la agammaglobulinemia, una tado parece mucho más incierto que el expuesto antes
condición, de hecho incompatible con la vida, de abso- en clave triunfalista. Si se mira este enfrentamiento
luta incapacidad de producir anticuerpos defensivos. del otro lado del espejo —esto es, desde el punto de
En todo caso, se trata de una insuficiencia, congénita vista de la absoluta fragilidad del cuerpo—, los que
o adquirida, de células T (dependientes del timo) y B corren el riesgo de la retirada y la derrota ahora son
(derivadas de la médula ósea). Aunque no está del to- sus defensores. Justamente el caso del VIH presenta
do claro el estadio de diferenciación de los linfocitos un cuadro patológico en el cual la batalla resulta in-

226 227
cierta durante mucho tiempo. La enfermedad pasa en tres grupos, cada uno capaz de reconocer una bande-
por frecuentes etapas de pausa y aun de remisión, por ra distinta. En estas condiciones, el ejército inmunitario
estaría en grave desventaja. Cualquier especialista inmu-
los continuos contraataques del sistema inmunitario. nitario reconocería y atacaría sólo uno de cada tres solda-
Pero la mayoría de las veces este último está destina- dos enemigos que encontrara, o sea, el que lleva la bandera
do a una derrota irremediable que se presenta con el apropiada. Pero los soldados de las fuerzas VIH podrían
rostro del sida. La causa técnica de tal derrumbe re- atacar indiscriminadamente a todos los especialistas que
side en la progresiva supresión de las células T coope- encuentren, y al final ganarían la guerra.39
radoras (helper), necesarias para activar las T asesi- Que se hable de guerra —y no de simple batalla-
nas (killer) capacitadas para el combate frontal con el perdida por el sistema inmunitario se debe al carác-
virus. En efecto, según el procedimiento contrafáctico ter material y simbólicamente devastador de la derro-
ya señalado, las células que deben hacer frente a la ta. Si el sida en poco tiempo adquirió las facciones
infección de HIV producen daño también a los linfoci- desfiguradas de peste del siglo XXI —no una enfer-
tos cooperadores, los cuales les son necesarios para medad, por más grave que sea, sino el mal mismo
actuar con eficacia. La trama puede transcribirse, materializado en el cuerpo individual y colectivo—,
una vez más, en una dramaturgia militar especular, ello se debe justamente al ataque frontal de que hace
pero con un resultado opuesto al de aquella, triunfan- objeto al mito salvífico del sistema inmunitario. Des-
te, de Dwyer y Nilsson. También en este caso se trata pojándolo de sus defensas, penetra en el yo y provoca
de una guerra que no excluye ningún golpe. Y tam- su implosión: «El sida no es simplemente una enfer-
bién en este caso concluye con la capitulación de uno medad física; también es un artificio de la transgre-
de los dos ejércitos. Pero lo que cambia es precisamen- sión social y sexual, un tabú violado, una identidad
te cuál de ellos sale derrotado del combate. Al princi- fracturada».40 Lo lesionado, en este caso, no es sólo un
pio la situación parece perfectamente equilibrada: protocolo sanitario, sino todo un régimen ontológico:
«Cada uno de los miembros del ejército del VIH —es- la identidad del individuo como la forma, y el conteni-
criben Nowak y McMichael— es capaz de atacar toda do, de su subjetividad. Sí, también el cáncer la corroe,
célula enemiga que encuentra; pero cada miembro tanto como la estremecen las enfermedades vascula-
del ejército inmunitario es un especialista: sólo reco- res. Pero el sida la devasta porque destruye incluso la
noce a un soldado del VIH si este lleva una "banderi- idea de límite identitario: la diferencia entre mismo y
ta" de un determinado color».38 Ahora bien, esta últi- otro, adentro y afuera, interior y exterior. Viene, sin
ma circunstancia se revela decisiva. Basta con que los duda, desde fuera. De otro individuo, grupo, país.41
soldados del VIH cambien de «bandera» para sem- Incluso en algunos aspectos es el «afuera» mismo en
brar el desconcierto en el campo adversario: su carácter más incontrolable y amenazante. Pero
39
. . .supongamos que el ejército VIH esté formado por tres Ibid., pág. 64.
40
grupos, cada uno con una bandera distinta, y que a su vez, J. Z. Grover, «AIDS Keywords», en AIDS: Cultural Analysis, Cul-
como respuesta, los especialistas inmunitarios se dividan tural Activism, Cambridge: The MIT Press, 1988, pág. 18.
41
Cf. S. L. Gilman, Disease and Representation. Images of Illness
from Madness to AIDS, Ithaca-Londres: Cornell University Press,
38
M. A. Nowak y A. J. McMichael, «Come l'Hiv sconfigge il sistema 1988 (traducción italiana Immagini della malattia, dalla fallía
immunitario», en Le scienze, n. 94, 1997, pág. 61. all'Aids, Bolonia: il Mulino, 1993, págs. 348 y sigs.).

228 229
luego, una vez instalado en el interior del cuerpo, se rio que, en el ímpetu del ataque, algunas veces hace
transforma en otro «adentro». Se podría decir que su uso de equipos bélicos desproporcionados con la real
especificidad reside precisamente en su «hacer afue- entidad del adversario: «Como es fácil de imaginar,
ra» su adentro, en hacer del adentro un afuera: «las los comandos se pueden dejar llevar por el éxito en la
mismas células del cuerpo se vuelven el invasor».42 batalla y usar un misil allí donde una granada de ma-
Desde este punto de vista, el sida es exactamente lo no hubiera sido más que suficiente».44 De idéntico
contrario —y por ello el Enemigo absoluto— del siste- modo, toda una serie de manuales que describen el fe-
ma inmunitario: no la interiorización de lo exterior, nómeno en cuestión hace constante referencia a la
sino la exterioridad del propio interior. Lo interno imprecisión de armas convencionales que no consi-
proyectado fuera de sí mismo.43 guen hacer blanco en el enemigo con suficiente preci-
Con todo, si bien las enfermedades propias de la sión, provocando daños ambientales. Si —para no
apartarnos de las metáforas militares— se suelta una
I! inmunodeficiencia adquirida hacen patente la fragili-
dad, la debilidad, la insuficiencia congénita del siste- bomba de inmenso poder de destrucción desde un
ma inmunitario, las enfermedades autoinmunes son avión a gran altura, es difícil que los daños se limiten
las que expresan, ya en su propia denominación, la a los objetivos específicos. De aquí la posibilidad de
contradicción más aguda: no una disminución, un blo- que haga impacto sobre los adversarios, pero además
queo, una falla del aparato inmunitario, sino su vuel- sobre los aliados.45
co contra sí mismo. Desde ya, la patología autoinmu- Y sin embargo, desde esta perspectiva —el exceso
nitaria tampoco es, bajo ningún concepto, unívoca en de defensa, la imprecisión, la mala puntería— no se
sus causas, grados y manifestaciones. Aun el listado llega a captar el elemento más específicamente deses-
de enfermedades que se incluye en esta clase —entre tabilizador de la respuesta autoinmunitaria. Vale
las cuales el lupus eritematoso sistémico, la hepatitis decir, ese pliegue autorreactivo, el cual, más que a un
crónica activa, la diabetes insulinodependiente y la conflicto errado o desproporcionado, remite a la forma
esclerosis múltiple son las más conocidas— varía se- autodisolutiva de la guerra civil, como bien escribe
gún los criterios utilizados. Por no hablar de la vasta Gus Nossal al comentar la célebre expresión latina de
zona limítrofe de las alergias o aun de situaciones Ehrlich.46
mixtas en las cuales síndromes de inmunodeficiencia
pueden presentar rasgos asimilables a patologías au- Paul Ehrlich acuñó la expresión horror autotoxicus, que
describe de modo vivido la idea del horror y el caos que
toinmunes (en la opinión de Montagnier, ese podría podría tener como resultado que los linfocitos se pusieran a
ser el caso del sida). Algo está fuera de duda: en todos organizar un ataque inmunitario contra los constituyentes
estos casos siempre se trata de un «exceso de defensa»
del organismo que, en su intento de herir al enemigo,
44
también se daña a sí mismo. Dwyer atribuye tal efec- J. Dwyer, Le guerre del corpa amano, cit., pág. 61.
45
Como expresa L. Steinman, «Le malattie autoimmuni», en Le
to perverso a un exceso de celo del ejército inmunita- Scienze, n. 94, 1997, pág. 86.
46
Cf. P. Ehrlich, «Über Haemolysin. Dritte Mitteilung», en Col-
42 lected Studies on Immunity, volumen al cuidado de C. Bolduan, Nueva
S. Sontag, L'Aids e le sue metafore, cit., pág. 16.
43 York: Wiley, 1906, pág. 27.
Cf. Patton, InventingAlDS, Nueva York: Routledge, 1990.

230 231
autólogos. Sería como una forma de guerra civil —glóbulos anticuerpo, autoanticuerpo, antiautoanticuerpo, y así
blancos contra glóbulos rojos, linfocitos contra hígado y sucesivamente.
ríñones— que lleva a la anarquía y a enfermedades graves.
No es insólito hallar este tipo de guerra civil, y las enfer- Pero el elemento más antinómico del proceso no re-
medades que derivan de ella se llaman enfermedades au- side tanto en su carácter patológico, cuanto, paradóji-
toinmunes.47 camente, en el no patológico, o normalmente patológi-
co. Quiero decir que dicho proceso expresa, por decirlo
¿Por qué tanto horror? ¿Por qué esta evocación del así en estado puro, la lógica del sistema inmunitario.
caos y de la anarquía que parece sobrepasar en inten- Si este funciona oponiéndose a todo aquello que reco-
sidad dramática incluso la derrota en el campo de ba- noce, no puede dejar de atacar también a ese «sí mis-
talla por obra del virus? La respuesta está justamen- mo» cuyo reconocimiento constituye el presupuesto
te en la falta de un enemigo externo, en el carácter pu- mismo de todo otro reconocimiento: ¿cómo podría el
ramente reflexivo del mal. Aquí no se trata de una sistema de la inmunidad conocer lo otro sin conocer
guerra perdida contra un adversario irresistible; tam- preventivamente al yo? «La situación es sin duda pa-
poco, en sentido estricto, de una verdadera guerra, de radójico —admite, en tal sentido, Golub—. Por una
un pelemos entre dos fuerzas contrapuestas que se parte hemos visto que hace falta un reconocimiento
enfrentan por el predominio. Más bien se trata de una del self, pero por la otra se sabe que la reacción contra
stásis: de una fuerza que se subleva contra su propia el self puede ser un suicidio».49 Esta paradoja —bien
sustancia provocando la aniquilación de todo cuanto conocida por los estudiosos de inmunología— se tra-
la rodea y, finalmente, también de ella misma: «Las duce en la observación de que aquello por explicar no
enfermedades autoinmunes son para el cuerpo lo que es la circunstancia de que en determinados casos el
son las guerras civiles para la sociedad».48 En ellas ya sistema inmunitario agreda a sus propios componen-
no hay pasaje de lo exterior a lo interior: es el interior tes, sino más bien el hecho de que por norma general
mismo que se combate hasta autodestruirse. Por ello, ello no suceda. Como es sabido, esta no-agresión se
el resultado no es la victoria de una de las dos partes debe a ese fenómeno que se define como «autotoleran-
—ni del bien sobre el mal, ni del mal sobre el bien— cia», o tolerancia respecto de uno mismo. Pero sobre lo
sino la pura anarquía. El concepto de «auto-anticuer- que se desea llamar la atención es la inversión que
po» —más o menos provocado por la presencia del co- esto determina en lo referente a una percepción di-
rrespondiente «auto-antígeno»— constituye su expre- fundida: lo que se debe explicar, en tanto «anormal»,
sión aun semánticamente más marcada: un anti en no es la autoinmunidad —con todas las consecuen-
lucha contra aquello de lo cual no obstante forma par- cias, incluso letales, que conlleva— sino más bien su
te; un autos que coincide con aquello que lo combate ausencia. Cuando se dice que «la autoinmunidad pue-
en una proliferación irrefrenable del disenso interno: de ser considerada la ruptura del estado de toleran-
cia a los constituyentes autólogos»,50 debe entenderse
47
G. Nossal, Antibodies and Immunity, Nueva York: Basic Books, 49
E. S. Golub, Immunologia. Una sintesi, cit., pág. 357.
1969 (traducción italiana Anticorpi e immunitá, Turín: Boringhieri, 50
B. Benacerraf y E. R. Unanue, Textbook of Immunology, Baltimo-
1971, pág. 213). re-Londres: Williams & Wilkins, 1979 (traducción italiana Manuale
48
Nilsson, // corpa si difende, cit., pág. 187. di inmunología, Padua: Piccin, 1981, pág. 242).

232 233
que esa ruptura se produciría en toda circunstancia si de «imaginar el sistema inmunitario de modo distinto
no se disparase la señal de «alto» del mecanismo de al de la retórica característica de la guerra fría, que
tolerancia. Nos hallamos en el punto clave del desa- siempre lo representó como un campo de batalla. ¿Por
rrollo de este tema: la revuelta destructiva contra sí qué no pensarlo, más que como discurso de invaso-
mismo no es una disfunción temporaria, sino el im- res, como un discurso de especificidades compartidas
pulso natural de todo sistema inmunitario. Al ir con- en un yo semiimpermeable capaz de interactuar con
tra todo cuanto «ve», es naturalmente llevado a ir an- otros (humanos o no, internos o externos)»?52 En la
tes que nada contra sí mismo. Por lo demás, esta con- misma dirección, Polly Matzinger elaboró una teoría
secuencia aporética, sobre la que echa luz plena la de la inmunidad, la cual, antes que identificarla con
figura de la autoinmunidad, ¿no estaba implícita ya una defensa valerosa del yo contra cualquier invasor
en el principio de coincidencia homeopática entre cu- exógeno, más bien la asimila a un sofisticado sistema
ra y veneno? En tanto en cuanto la dialéctica inmuni- de alarma accionado por una serie de «comunicacio-
taria implica siempre la incorporación de lo negativo, nes positivas y negativas con una vasta red de otros
el fenómeno de la autoinmunidad constituye a la vez tejidos del cuerpo».53 En este sentido, Anne Marie
su confirmación y su radicalización: la desvinculación Moulin54 puede afirmar que en la elaboración teórica
de lo negativo respecto de toda función positiva y su de la inmunología el léxico del reconocimiento empie-
redoblamiento destructivo en contra de sí. La des- za a reemplazar al de la guerra, dentro de un nuevo
trucción, a través de la autodestrucción propia, de to- esquema interpretativo que tiene en cuenta no sólo la
do el cuerpo cuya defensa preside. epistemología contemporánea, sino también algunos
tramos de la tradición filosófica, con especial atención
a la metafísica de Leibniz.55
4. Inmunidad común Sin embargo, quien llevó esta tesis a su completa
maduración —siguiendo su genealogía en una línea
Pero esta lectura destructiva —y autodestructi- que tiene su punto de inicio en las intuiciones del zoo-
va— del sistema inmunitario, ¿es la única posible? ¿O
es posible adoptar una perspectiva interpretativa ra- 52
D. J. Haraway, Come una foglia (entrevista con T. Nichols Goode-
dicalmente distinta? En definitiva, si lo que está en ve), Milán: La Tartaruga, 1999, págs. 92-3. Véase, en una perspectiva
similar, E. Martin, Flexible bodies: Tracking immunity in American
juego en esta trama, como sostiene Burnet, es una culture from the days of polio to the age ofAIDS, Boston: Beacon
cuestión no sólo biológica, sino también filosófica,51 Press, 1994.
53
¿es posible imaginar una filosofía de la inmunidad P. Matzinger, «Tolerance, danger and the extended family», en
que, sin negar su contradicción intrínseca e incluso Annual Review oflmmunology, 1994, n. 12, pág. 991. Para esta nueva
reflexión femenina acerca de los sistemas inmunitarios, véase L. Wea-
profundizando más en ella, invierta su semántica, sel, «Dismantling the Self-Other Dichotomy in Science: Towards a Fe-
dirigiéndola en sentido comunitario? Ya Haraway dio minist Model of the Immune System», en Hypatia, XVI (2001), n. 1,
una respuesta afirmativa a esta pregunta, tratando págs. 27-44.
54
A. M. Moulin, Le dernier langage de la médecine, cit., pág. 14.
56
61 Para la referencia a Leibniz, cf. P. Gaspar, L'individuation des
F. M. Burnet, «The Darwinian approach to immunity», en Molecu-
étres. Aristote, Leibniz et l'immunologie contemporaine, París: Le Sy-
lar and cellular basis ofantibody formation, Nueva York-Londres:
comore, 1989.
Academic Press, 1965, pág. 17.

234 235
patólogo ruso Ilya Mechnikoff— fue Alfred Tauber.56 reconocimiento tan sofisticado que impide una res-
El sostiene que la conservación de la integridad orgá- puesta negativa contra componentes antigénicos que
nica es sólo una función derivada y secundaria del sis- pertenecen al mismo organismo? Acerca de este
tema inmunitario, si se la compara con la principal: punto crucial —para caracterizar no sólo la toleran-
definir la identidad del sujeto; así, interpreta esta úl- cia, sino también la inmunidad—, las respuestas fue-
tima no como algo definitivo e inmodificable, sino co- ron todo menos unívocas. Burnet mismo osciló entre
mo el producto, siempre cambiante, de una interac- una concepción pasiva, negativa, de la tolerancia co-
ción dinámica y competitiva con el medio. El cuerpo mo adiestramiento inadecuado del sistema inmunita-
mismo, desde esta perspectiva, lejos de constituir una rio, y otra positiva, que la atribuye a una activa capa-
unidad cerrada dentro de límites bloqueados e insu- cidad de aprendizaje madurada ya en el período em-
perables, es considerado un ecosistema que evolucio- brional. Finalmente, el péndulo interpretativo se de-
nó con el paso del tiempo dentro de lo que el autor no tuvo en lo que se conoce como teoría de la selección
vacila en denominar una «comunidad social».57 Natu- clonal, según la cual la eliminación de los clones au-
ralmente, en el centro de esta concepción histórico- torreactivos protege al cuerpo de esa terrible posibili-
procesual de la identidad como sistema abierto al dad autodisolutiva que consiste en el ataque por par-
desafío del exterior y constituido en definitiva, por ese te de sus propias defensas.
desafío, está la función compleja de la tolerancia in- No obstante, también en este caso queda una zona
munológica. Sin poder hacer un recorrido siquiera su- de sombra sobre el real protagonista de la operación.
mario por las etapas de su descubrimiento, cuyo ori- Cuando Burnet afirma que los linfocitos que han en-
gen es el experimento de Ray Owen sobre los gemelos trado en contacto precoz con el antígeno son incapa-
bovinos divitelinos —justamente capaces de tolerar ces de proliferar; o cuando Nossal atribuye el efecto
el injerto de tejidos tomados de su gemelo por ha- de tolerancia a una especie de aborto clonal debido
ber compartido in útero el sistema circulatorio—, lle- a la interrupción de la diferenciación celular, ¿hay
gamos sin demora a la definición que nos interesa: la que pensar en una real exclusión de las células o en
tolerancia es una depresión específica de la respuesta la producción de señales que inhiben su respuesta al
inmunitaria inducida por una anterior exposición al antígeno? ¿Se trata de una anergia, esto es, una inac-
antígeno. ¿Pero cómo ha de entenderse esa no-res- tividad, de los linfocitos autorreactivos o de su elimi-
puesta? ¿Como una suerte de «agujero» —ausencia de nación por parte de otros linfocitos, a causa de ello
intervención— del sistema inmunitario, o, por el llamados «supresores»? En síntesis, y en definitiva,
contrario, como el efecto activo de una autolimitación lo que está en discusión sigue siendo la relación en-
suya? ¿Como una falta de reconocimiento o como un tre inmunidad y tolerancia: ¿esta es una zona franca
abierta en el silencio de la primera o, más bien, un
56
A. I. Tauber, The immune self: Theory or metaphor?, Cambridge: producto «negativo» suyo? En realidad, ya Peter
Cambridge University Press, 1997 (traducción italiana al cuidado de Medawar había contribuido a orientar hacia la se-
G. Corbellini, L'immunologia dell'io, Milán: McGraw Hill, 1999).
57
La expresión de Burnet (en Biological Aspeéis oflnfectious Dis- gunda respuesta al demostrar que la tolerancia pue-
eases, Cambridge: Cambridge University Press, 1940) a la que se re- de ser inducida de modo artificial: inoculando en el
fiere Tauber es climax comrnunity. feto de una rata perteneciente a una cepa cuyo mate-

236 237
rial genético fue uniformado células provenientes de este caso, se trata de una perspectiva cognitiva según
otra cepa, la primera en lo sucesivo tolerará células la cual el sistema incluye también aquello que le es
pertenecientes a ratas de la cepa donante. De ello re- externo, en el sentido de que su funcionamiento es au-
sulta no sólo que el organismo, si se lo adiestra pre- torreflexivo. Esto quiere decir que, caída la tradicio-
cozmente, puede aprender a reconocer como propios nal oposición entre antígenos y anticuerpos, ahora
componentes originariamente ajenos, sino además sustituidos, respectivamente, por los términos «epito-
que en ese reconocimiento el mediador es el sistema pos» y «paratopos», todo elemento reticular desempe-
inmunitario. De hecho, cuando se asevera, como tam- ña de manera alternada o también simultánea cada
bién hace Medawar, que «la tolerancia es una situa- uno de los dos papeles dado que a la vez reconoce y es
ción bastante peculiar, pues el agente inmunosupre- reconocido: «Si se aceptan estos enunciados —escribe
sor es el antígeno mismo, si bien en los adultos su em- Jerne—, se puede concluir que, en su aspecto formal,
pleo deba ser apoyado por el de agentes inmunodepre- el sistema inmunitario es una red compleja y enorme
sores»,58 se la inscribe, aunque sea con características de paratopos que reconocen grupos de idiotopos, y de
idiosincrásicas, vale decir, autolimitantes, dentro del idiotopos que son reconocidos por grupos de parato-
aparato de inmunidad. Y en efecto puede ser induci- pos».59 Pero si eso es cierto, quiere decir que se de-
da, según los casos y en distintas dosis, sea mediante rrumba toda distinción presupuesta entre sí mismo y
el suministro de antígenos, sea mediante el de anti- no sí mismo, propio y no propio, adentro y afuera. ¿Có-
cuerpos. Esto significa que la tolerancia bajo ningún mo podría el sistema expulsar fuera de sí algo, si la
concepto es una no-inmunidad, una suerte de inmu- dimensión «afuera» de por sí no es más que el reflejo
nodeficiencia virtuosa; si acaso, se trata de una inmu- producido por un movimiento interno? Como es de es-
nidad al revés: lo que invierte sus efectos aun dentro perar, todo esto no carece de problemas: «El lector
del mismo léxico. Pero si es así, si la tolerancia es un místico —escribe de manera deliberadamente provo-
producto del propio sistema inmunitario mismo, ello cadora Golub— podría pensar que esta situación es
quiere decir que este último, lejos de ser un repertorio análoga a lo que sucede cuando, mirándose al espejo,
unívoco de rechazo de lo otro-de-sí, lo incluye en su in- ve en la imagen reflejada el mundo entero».60 El ries-
terior no sólo como su motor, sino también como un go de esta perspectiva es, justamente, incluir toda la
efecto suyo. realidad en el punto de vista del yo: autores como Vá-
Me parece que Tauber llega a la misma conclusión rela y Coutinho no parecen hacer otra cosa cuando
partiendo de un punto de vista distinto que se puede afirman que «sólo existen el yo y sus leves variacio-
remontar a la teoría de la red de Niels Jerne, sobre to- nes».61 Pero —sin menospreciar las posibles derivas
do en la versión que de ella dio la llamada escuela de
59
París (ANT: Autonomous Network Theory}. Sin que N. K. Jerne, «Toward a Network Theory of the Immune System»,
en Annales d'Immunologíe, 1974, n. 125 (traducción italiana «Verso
sea posible entrar demasiado en detalles tampoco en una teoría del sistema immunitario come rete di interazioni», en
L'evoluzione delpensiero immunologico, cit., pág. 252).
60
58 Golub, Immunologia. Una sintesi, cit., pág. 284.
P. B. Medawar, E. M. Lance y E. Simpson, An Introduction to Im- 61
F. J. Várela, A. Coutinho, B. Dupier, N. N. Vaz, «Cognitive net-
munology, Londres: Wildwood House, 1977 (traducción italiana La works: Immune, neural, and otherwise», en Theoretical Immunology,
nuova immunologia, Turín: Boringhieri, 1979). II (1988), pág. 365.

238 239
mentalistas— el elemento que impacta en semejante pió de acción, «un verbo sin sujeto, o ¡icaso un |>IV<|KM
afirmación es su carácter necesariamente reversible: do», como expresa Tauber.'''1 Regresn l;i i<lr;i y;i ex
si toda alteridad es referida al yo, esto también quiere puesta con distintas modalidades por Virchow y |»<»i'
decir que el yo siempre, y constitutivamente, está al- Nietzsche— del cuerpo como lugar de enfren t; i n i ¡ e 111 < >
terado. E incluso que coincide con su propia altera- y competición entre segmentos celulares diferentes y
ción. Así como si el sujeto es potencialmente todo, también potencialmente en pugna.64 El cuerpo nunca
también es nada, en tanto absolutamente indetermi- es original, acabado, íntegro, «hecho» de una vez por
nado e indeterminable. Por otra parte, un resultado todas, sino que continuamente y cada vez se hace se-
constitutivamente bivalente —ubicado en el punto de gún las situaciones y los cruces que determinan su de-
indistinción entre potenciación y deconstrucción del sarrollo. Sus límites no lo bloquean en un mundo ce-
sujeto— está, de algún modo, implícito en la teoría de rrado; por el contrario, constituyen el margen, deli-
la red: en el momento exacto en que rechaza la tesis cado y problemático por cierto, pero siempre permea-
tradicional de que el sistema inmunitario sólo recono- ble, de su relación con aquello que, aunque se sitúe en
ce lo otro porque, si reconociera al sí mismo, lo des- su exterior, desde el comienzo lo atraviesa y lo altera.
truiría, concentra todo su enfoque sobre el yo. Pero, de Hasta se podría decir que, en contraste con todas sus
este modo, termina por hacerlo indistinguible de lo interpretaciones militares, el sistema inmunitario es,
otro, no obstante querer diferenciarlo de ello: «El sis- de suyo, él instrumento de semejante alteración, aun
tema inmunitario —escribe, de hecho, Tauber— no allí donde, o justamente porque, parece resistírsele:
sólo debe funcionar para identificarse en contraposi- toda vez que aquel entra en acción, el cuerpo resulta
ción con lo otro, sino que también debe definir cons- modificado respecto de lo que era antes.
tantemente el yo, basándose sobre sí mismo. Con una Acaso el ejemplo más extraordinario —también
base semejante, la inmunidad es un proceso que en por su carácter simbólicamente inaugural— de seme-
todo momento prevé un sistema abierto de autode- jante dialéctica lo constituye la gravidez. ¿Cómo llega
finición, el cual constantemente produce el yo y lo a producirse? ¿Cómo puede el feto —reputable como
otro».62 «otro» sobre la base de todos los criterios inmunológi-
A esta altura, toda la dinámica inmunitaria ad- cos normales— ser tolerado por los anticuerpos de la
quiere una configuración absolutamente imposible de madre? ¿Cuál es el mecanismo de protección que, sal-
asimilar a la interpretación usual: antes que como ba- vo casos infrecuentes, permite o favorece su desarro-
rrera de selección y exclusión respecto de lo externo, llo en detrimento del principio de rechazo natural de
funciona como caja de resonancia de su presencia en cualquier alotrasplante? La respuesta a esta pregun-
el interior del yo. Este último no es más una constan- ta por una parte atañe, como sucede con todos los fe-
te genética o un repertorio predefinido, sino un cons- nómenos de tolerancia, a los puntos ciegos del siste-
tructo determinado por un conjunto de factores diná-
63
micos, de reagrupamientos compatibles, de encuen- Ibid., pág. 154.
64
Cf. W. H. Fridman, Le cerveau mobile, París: Hermann, 1991.
tros fortuitos: ni un sujeto ni un objeto, sino un princi- Véase también la introducción de M. Daéron a M. Daéron, M. Fouge-
reau, W. H. Fridman, A. M. Moulin y J.-P. Revillard, Le systéme immu-
62
Tauber, L'immunologia dell'ia, cit., pág. 171. nitaire, París: Nathan, 1995, pág. 56.

240 241
ma inmunitario, y precisamente a una suerte de blo- debida al padre. Sólo en cuanto extraño el hijo puede
queo que inhibe la habitual expresión de los antíge- volverse «propio».65 Y de hecho, como desmentida del
nos de histocompatibilidad en el citrofoblasto de la mito de la unidad simbiótica entre la madre y el hijo
madre. Las mujeres desarrollan determinados tipos que lleva en su interior, ella lucha furiosamente con-
de anticuerpos, los cuales, al ocultar las señales de tra él, contra la exterioridad que él introduce en el in-
presencia de un agente extraño provenientes del feto, terior de ella:
permiten que sobreviva. De todas formas, esta res-
puesta no da suficiente cuenta de una dinámica mu- Siempre tenemos ante nosotros la imagen de una ma-
cho más compleja, que sólo desde un punto de vista dre satisfecha, que sonríe cual Monna Lisa y mira con bene-
plácito su abdomen prominente, las manos ligeramente
superficial puede ser atribuida a un caso de silencio apoyadas sobre ese «tumor» que ella, claro está, desea con
inmunitario. En realidad, para nada inactivo, el me- vehemencia. Sin embargo, en lo profundo, su cuerpo está
canismo de inmunidad trabaja en un doble frente, haciendo lo mejor que puede para rechazar ese parásito ex-
porque, si por una parte está orientado a controlar al traño. Es sin embargo inexplicable la furia de ese ataque
que permite, de todos modos, que el feto sobreviva. ¿De qué
feto, por la otra también se controla a sí mismo. En manera una reacción inmunológica continua contra un feto
síntesis, inmunizando de lo otro, también inmuniza en vías de 66desarrollo termina por protegerlo en vez de
de sí. Se inmuniza de un exceso de inmunización. Que destruirlo?
toda la operación se desarrolla dentro del esquema de
actividad inmunitaria —y no del característico de su Es el último —y primer— interrogante sobre el
carencia— lo prueba la circunstancia de que el siste- cual el paradigma inmunitario completo se flexiona
ma de autodefensa de la madre sigue siendo bloquea- hasta tocar un punto de indistinción con su propio
do, o «engañado», por anticuerpos. Pero el dato aún opuesto «comunitario»: la fuerza del ataque inmuni-
más significativo es que su producción —necesaria tario es justamente lo que mantiene con vida aquello
para impedir el reconocimiento de la índole extraña que normalmente debería destruir. La madre se opo-
del feto y, por ende, su rechazo— depende de un cierto ne y enfrenta al hijo y el hijo a la madre, empero el
grado de heterocigosis del padre: en el sentido de que fruto de semejante conflicto es el detonante de la vida.
si este resulta demasiado afín a la madre, aquellos no Contra el andamiaje metafórico de la batalla a muer-
se generan, con el consiguiente desenlace abortivo. La te, en el vientre materno se combate «a vida», como
escena antinómica que de este modo se va conforman- demostración de que la diferencia, y también el en-
do no ha de perderse: sólo si el semen del padre resul- frentamiento, no son necesariamente destructivos.
ta lo suficientemente extraño como para producir an- Es más, así como el ataque de la madre protege al hi-
ticuerpos de bloqueo, la madre está en condiciones de jo, el del hijo también puede salvar a la madre de sus
sustentar —ignorándola— la índole extraña del feto. tendencias autoagresivas, hecho que explica la regre-
Tan es así que, para evitar abortos espontáneos, se sión de las enfermedades autoinmunes durante la
inoculan antígenos del padre en el cuerpo de la mujer. 68
Para una crítica de la relación «apropiadora» entre madre e hijo
Eso significa que la conservación del hijo por parte de —o hija—, véase el ensayo de A. Putino, Amiche mié isteriche, Ñapó-
la madre es permitida no por la «semejanza» de am- les: Cronopio, 1988.
66
J. Dwyer, Leguerre del corpa umano, cit., págs. 104-5.
bos, sino por su diferencia transmitida por herencia y

242
gravidez. Ese es el resultado de la dialéctica que se ni inmediatamente accesible: de otro modo negaría su propio
desarrolla dentro del sistema inmunitario entre célu- estatuto. La única manera de superar este impedimento lógico
las productoras de anticuerpos y células autorregula- parecería ser apuntar —como indicó Husserl— a «una accesi-
bilidad demostrable de aquello que originariamente no es ac-
doras: las unas favorecen a las otras precisamente en- cesible».68 De todas formas, con esto e] problema no se resuelve
frentándolas. Es como una suerte de cinchada en em- en absoluto. ¿Dónde se ubica el punto en que es dable el pasaje
pate: el equilibrio del conjunto no lo determina la res- entre lo originariamente inaccesible y lo accesible? Wandenfels
ta sino la suma de las fuerzas que se oponen. Así la lo coloca en una modificación de la experiencia subjetiva capaz
fuerza misma de la respuesta inmunitaria es lo que de hacer presente la ausencia: «Lo inaccesible se hace accesible
en la experiencia misma de lo extraño, así como el pasado se
determina la autorregulación. En la lógica inmunita- hace accesible en el recuerdo y en ningún otro lugar».69 Pero es
ria se abre una perspectiva que invierte su interpre- justamente la referencia a la rememoración la que termina por
tación prevaleciente. Nada queda —desde esta pers- reconducir aun el extrañamiento fenomenológico a la órbita
pectiva— de la incompatibilidad entre el sí mismo y lo del presupuesto platónico según el cual en última instancia no
, otro. Lo otro es la forma que adquiere el sí mismo allí se puede conocer más que cuanto ya se ha conocido, aunque
sea en otra forma. De este modo, la experiencia de lo extraño
donde lo interior se cruza con lo exterior, lo propio con ya llega a ser anticipada —y de este modo neutralizada— en la
lo ajeno, lo inmune con lo común. experiencia de lo propio.
Se puede decir que toda la tradición occidental queda atra-
El problema, planteado por la inmunología, de la cognosci- pada en este pliegue antinómico: lo extraño es pensable sólo en
bilidad de lo otro a través de la definición del yo —o del yo a los términos de su disolución presupuesta. Ni siquiera el inten-
través de la delimitación de lo otro— es tan clásico que se re- to, realizado por la etnología más radical, de desplazar el pun-
monta, en sus términos fundamentales, a Platón. En efecto, no to de observación de sí mismo a lo otro logra en verdad escapar
carece de relación con la aporía relevada por Sócrates en el Me- de ello. Al contrario, termina por confirmarlo de una manera
nón (80e), según la cual, para encarar el conocimiento de algo contrastiva, ya que el autoextrañamiento de lo extraño —su
es preciso, en cierta forma, conocerlo de antemano: de otro mo- absoluta «propiedad» de extraño— no es más que la inversión
do, no se sabría qué se busca; tampoco que hay algo por buscar. especular de la apropiación de lo propio. Los términos de la
Si lo extraño es verdaderamente tal —esto es, no sólo distinto, aporía siguen siendo los que estableció Sócrates: o lo extraño
sino totalmente desconocido—, ¿cómo se lo puede conocer y, es verdaderamente extraño, y por ende no accesible, o no lo es,
previamente, plantear la necesidad de su conocimiento? Esta y por ende es ya propio desde el inicio. No ha de sorprender que
pregunta fue presentada nuevamente en el debate filosófico la ciencia inmunológica —aunque lleva, o justamente porque
contemporáneo por Bernhard Waldenfels: ¿de qué modo es lleva, la cuestión al plano más originario posible, esto es, el bio-
posible una experiencia —o nada menos que una ciencia— de lógico— sea aferrada por la misma mordaza. Pienso especial-
lo extraño desde la perspectiva de lo propio?67 Su tesis funda- mente en la teoría según la cual el sistema inmunitario expul-
mental es que mientras los dos términos permanezcan por sa todo lo que es marcado como no-propio por el complejo ma-
completo separados el uno del otro —cerrados en su carácter yor de histocompatibilidad (CMH). Ahora bien, la analogía, e
absoluto—, aquella será imposible de lograr. Pero tampoco lo inclusive la homología, con el modelo platónico se basa sobre la
es si se superponen en medida tal que pierdan su diferencia circunstancia de que, exactamente como en el mito de la anam-
originaria y, por ende, su identidad. Para que se lo pueda ex-
perimentar, lo inaccesible no puede ser ni del todo inaccesible, 68
E. Husserl, Cartesianische Meditationen undPariser Vortrage, en
67
Husserliana Gesammelte Werke, La Haya: Nijhoff, 1950,1 (traducción
Cf. B. Waldenfels, Der Stachel des Fremden, Francfort: Suhr- italiana Meditazioni cartesiane, Milán: Bompiani, 1989, pág. 134).
kamp, 1990; id., Topographie des Fremden. Studien zar Phanome.no- 69
B. Waldenfels, «Cultura propria e cultura estranea. II paradosso
logie des Fremden, Francfort: Suhrkamp, 1997. di una scienza dell'estraneo», en Paradigmi, 1992, n. 30, págs. 647-8.

244
nesis, también el CMH reconoce como propios exclusivamente
de lo semejante sobre lo desemejante, sino hasta la separación
los elementos que ya encontró durante el estadio embrioge-
entre interior y exterior. No porque lo exterior no exista, como
nético. No pocos de los términos habitualmente usados por la
a veces se dice en una clave exasperadamente mentalista, sino
inmunología —«adiestramiento», «aprendizaje», «competen-
porque se relaciona con lo interior en una forma ya determina-
cia», «memoria»— revelan esta ascendencia también en el pla-
da por su cruce preliminar. Si el antígeno exterior es «visto»
no léxico. Después de todo, Niels Jerne —a quien se debe la for-
desde el interior como un anticuerpo, exactamente como, desde
mulación más orgánica de la teoría de la selección clonal— no
otra perspectiva, el anticuerpo toma la función del antígeno,
vaciló en ejemplificar su funcionamiento apelando a la remi-
más que el combate entre dos posiciones distintas, se deter-
sión al Meno/i:70 la capacidad de síntesis del anticuerpo no es
mina, así, la confrontación, o aún mejor, el intercambio cons-
aprendida de lo exterior, sino que le es inherente de manera
tante, entre un exterior interiorizado y un interior exteriori-
originaria, como es inherente al alma la noción prerracional de
zado. De este modo la identidad, lejos de ser el resultado de
las formas ideales en la concepción platónica. No sólo eso, sino
una exclusión —o de una selección— de las diferencias, de-
justo como en la clásica distinción entre iconos y simulacros
viene el producto de estas. El equilibrio del sistema inmunita-
—o bien entre copias que imitan de modo directo las ideas y
rio no es el fruto de la movilización defensiva contra lo otro de
copias que imitan las copias— la histocompatibilidad de los
sí, sino la línea de conjunción, o el punto de convergencia, entre
antígenos es medida por su grado de «semejanza» con los com-
dos series divergentes. No está gobernado por el primado de lo
ponentes originarios del organismo. También habría que ad-
mismo sobre lo semejante y de lo semejante sobre lo distinto,
mitir, desde este punto de vista, que no existe una experiencia
sino por el principio, que cambia constantemente, de su rela-
de lo extraño no presupuesta por la de lo propio: lo extraño es
ción. En este sentido, nada más intrínsecamente consagrado a
aceptable, y aceptado, sólo si ya forma parte de lo propio.
la comunicación que el sistema inmunitario. Su calidad no es
De todas formas, como se dijo, esta no es la única conclusión
medida por su capacidad de protección respecto de un agente
posible. Y no porque no sea la vía regia tomada históricamente
extraño, sino por la complejidad de la respuesta que este le exi-
por la ciencia inmunológica, sino porque lleva impresa sobre sí
ge: todo elemento diferencial absorbido del exterior no hace
la figura de su inversa. Comenzando por el propio Jerne, padre
más que ensanchar y enriquecer el espectro de sus potenciali-
por cierto de la teoría de la selección clonal, pero también de la
dades internas. Más allá de las variadas formulaciones teóri-
ya mencionada teoría de la red. Adrián Mackenzie sostuvo con-
cas, antropológicas o literarias, esta es tal vez la única —por
vincentemente .que si se considera a la luz de esta última el
cierto la primera— experiencia de lo extraño, no sólo en rela-
funcionamiento del sistema inmunitario, este no sólo elude el
ción con lo propio, sino en su constitución misma. No está en su
presupuesto platónico, sino que además constituye una radical
base la rememoración de un principio genético incontaminado,
deconstrucción del mismo.71 Y de hecho, una vez establecido
sino la experiencia de la propia alteración originaria. Antes de
un criterio de perfecta reversibilidad entre sedes de anticuer-
toda otra transformación, todo cuerpo ya es expuesto a la ne-
pos y determinantes antigénicos, se desdibuja toda discrimi-
nación a priori entre «copias» y «originales»: dado que cada uno cesidad de su propia exposición. Es la condición común de todo
inmune: la percepción sin fin de su propia finitud.
de los antígenos puede interactuar con cualquier anticuerpo, y
que incluso el anticuerpo, mirado desde otro punto de vista, se
vuelve él mismo un antígeno, pierde sentido no sólo el primado ¿Qué es el «sí mismo inmunológico»? Lo problemático está,
antes que en la respuesta, en la formulación misma de la pre-
gunta. ¿El sistema inmunitario es «algo»? Y, de modo más es-
70
Cf. N. K. Jerne, «The natural selection theory of antibody fornia- pecífico, ¿puede ser definido —como se hace con frecuencia en
tion; ten years later», en Phage and the Origins of Molecular Biology, la literatura científica— con la expresión «sí mismo»? Quiero
al cuidado de J. Cairns, G. S. Stent y J. D. Watson, Nueva York: Cold decir, ¿en qué medida se lo puede designar con un pronombre
Spring Harbor Lab., 1966, pág. 301. personal reflexivo? Como es sabido, el sistema inmunitario fue
71
A. Mackenzie, «'God has No Allergies': Immanent Ethics and the representado, sobre todo durante el transcurso de estos últi-
Simulacra of the Immune System», en Postmodern Culture, VI, 1996, mos años, sucesivamente como un núcleo corpóreo, un cons-
n.2.
tructo mental, un sistema semiótico, por no hablar de la re-

246
247
presentación político-militar sobre la que nos extendimos am- inmunológico— se tiende a nominalizarlo, es decir, a pasar de
pliamente. Aunque no se otorgue importancia a una valoración un término con función puramente gramatical a un término
de la pertinencia de dichas transposiciones metafóricas con conceptual que designa una realidad exterior a la enunciación.
respecto a un fenómeno en última instancia biológico, la duda El resultado es que en este caso nos hallamos ante un pronom-
concierne de modo preliminar a la expresión con que en cada bre que ya no es sólo un pronombre y ante un nombre que con-
una se lo denomina: self, selbst, soi, sé. ¿Es legítimo —o sólo serva una capacidad del pronombre, tal como la reflexiva. Des-
plausible— denotar el sistema de inmunidad biológica en tér- de luego, los gramáticos enseñan que no obstante persiste una
minos de sujeto personal presentado de manera positiva? ¿O distinción: mientras los nombres se refieren a entidades inde-
más bien habría que utilizar una forma negativa? De tomarse terminadas, los pronombres, por no tener realidad más que en
en cuenta la aporía de base que define su funcionamiento, al el acto lingüístico, remiten a entidades de carácter personal,
parecer hay una sola respuesta posible. Si —como se considera como sucede en la forma más prístina con los pronombres
por regla general— la tarea primaria del sistema inmunitario personales. Sin embargo, justo en este punto se determina una
es rechazar lo otro de sí, forzosamente hace falta excluir que disimetría adicional. Como ha destacado sobre todo Benvenis-
pueda orientarse de modo directo a sí mismo. Desde un punto te, mientras la primera y la segunda personas del pronombre
de vista inmunológico, el «sí mismo» sólo puede ser definido de no tienen otra existencia más que en el acto de pronunciar
manera negativa a partir de aquello que no es. Es la conclusión la palabra, la tercera tiene la peculiaridad de referirse a una
paradójica, pero irrefutable, al menos si el punto inicial son realidad no discursiva. Ello explica el motivo por el cual gran
esos presupuestos, de la línea interpretativa que va desde cantidad de lenguas no tienen pronombres ni desinencias ver-
Ehrlich hasta la teoría de la selección clonal: como está implí- bales para la tercera persona. La cosa adquiere una relevan-
cito en el concepto, fecundo en imágenes, de horror autotoxi- cia peculiar en árabe, en que aquella designa exactamente a
cus, si el sí mismo se reconociera en forma inmunitaria, se au- «aquel que está ausente». Es cierto que las lenguas indoeuro-
toaniquilaría. El único modo de sobrevivir es ignorarse. En peas tienen una forma verbal en tercera persona, pero esta
síntesis, el objeto de la actividad inmunitaria nunca es el sí tiene la facultad de ser usada también cuando no se designa la
mismo —excepto, por supuesto, en el caso catastrófico de las persona, o cuando se trata de un impersonal. La conclusión
enfermedades autoinmunes—, sino todo cuanto no es sí mis- que de ello deriva Benveniste es tan clara como desconcertan-
mo. El «sí mismo» no puede ser pronunciado inmunológica- te: «la "tercera persona" no es una "persona"; más bien es la
mente más que en negativo. ¿Cuál es entonces la razón para forma verbal que tiene la función de expresar la no persona».™
presentarlo precisamente mediante ese término gramatical La definición no debe ser matizada, sino asumida en su signifi-
con el cual no puede nunca identificarse lógicamente? cado más pleno. No alude a una suerte de despersonalización
Y sin embargo los gramáticos nos dicen que las cosas no se de aquello que seguiría siendo una persona, sino precisamente
dan exactamente de este modo, que son mucho más complica- a una no-persona: «No hay aféresis de la persona, sino justa-
das. Y eso no porque la lógica inmunitaria pueda eludir la apo- mente no persona».74
ría que la define, sino porque, en un plano por cierto distinto, la Aquí ya despunta una primera correspondencia con la
propia gramática a un tiempo la reproduce y la ilumina. Clau- identidad negativa del sí mismo inmunológico. Así como este
de Debru habló, a propósito de esto, de una auténtica «parado- no puede coincidir consigo mismo —puede ser definido sola-
ja gramatical», una «serie de enigmas» que se condensan alre- mente por aquello que no es—, el pronombre que lo representa
dedor de la tercera persona del pronombre reflexivo.72 Estos es una persona no personal, caracterizada por el estatuto de
conciernen en primer término a su compleja relación con el no-persona. Si además se atiende ya no al pronombre en cuan-
nombre: en el momento en que se antepone el artículo «el» al
pronombre «sí» —como justamente se hace en el lenguaje bio-
73
E. Benveniste, Problémes de linguistique genérale, París: Galli-
72
C. Debru, «Grammaire du soi», en Soi et non-soi, volumen al cui- mard, 1966 (traducción italiana Problemi di lingüistica genérale, Mi-
dado de J. Bernard, M. Bessis y C. Debru, París: Seuil, 1990, págs. lán: Mondadori, 1990, pág. 273).
74
267-77. Ibid., pág. 275.

248 249
to tal sino a su carácter reflexivo,75 las analogías se hacen aún
más convincentes. También Benveniste —quien sigue la línea el peculiar perfil de una individualidad compartida o de un
de los estudios fundamentales de Meillet—76 muestra que el compartir individualidad. Acaso todavía se custodie en este
pronombre latino se, como sus derivados modernos, contiene quiasma el enigma de la inmunidad.
una antigua raíz indoeuropea destinada a adquirir una rele-
vancia aún mayor cuando, como en nuestro caso, el pronombre
es sustantivado.77 Se trata del término swe, del cual derivan
los latinos suus y sóror y los griegos éthos y étes (pariente, alia-
do). Benveniste deduce que de él dependen dos líneas semánti-
cas distintas, la primera de las cuales remite al sí mismo indi-
vidual; la segunda.a un círculo más amplio, parental y comuni-
tario. La «propiedad» a la que remite el tema swe es, en suma,
compartida por varios sujetos dentro de un mismo grupo. Así,
aquello explica ya sea ídios (perteneciente sólo a uno) o hetai-
ras (perteneciente a un conjunto más amplio): algo que es pro-
pio, pero sólo en cuanto común a quienes caracteriza. Un cruce
entre el carácter singular de idiótes y el carácter plural de so-
dalis, pero también entre el se reflexivo y el se- disyuntivo del
sed. Volvamos al sí mismo inmunológico munidos de estas refe-
rencias. Lo que resulta de ello —aunque sólo sea en el nivel de
las resonancias de los conceptos entre ámbitos semánticos he-
terogéneos— es una vertiginosa correspondencia. Si entrecru-
zamos la duplicidad originaria de la raíz swe con la no-perso-
nalidad de la tercera persona pronominal, obtenemos un efecto
a partir del cual parece también adquirir nueva luz la negati-
vidad «ontológica» del sí mismo inmunológico. Esta parece re-
mitir, más que a una lógica de simple negación, a una contra-
dicción por la cual la identidad es afirmada y alterada a la vez:
afirmada en la forma de su propia alteración. Entonces, como
el pronombre que lo nombra y la raíz de la cual este desciende,
también el sí mismo inmunológico sería a la vez lo que es más
individual y lo que es más compartido. Superponiendo estos
dos significados divergentes en una sola figura se obtendría

75
Con relación a este punto, véase L. Sznajder, «Y a-t-il un réfléchi
en latín? Etude sur les conditions d'emploi de se et suus», en L'infor-
mation grammaticale, mayo de 1981, págs. 17-22, además de J.-C.
Milner, «Le systéme du réfléchi en latín», en Langages, junio de 1978,
págs. 73-86.
76
Cf. A. Meillet, Introduction á l'étude comparativa des langues in-
do-européennes, París: Hachette, 1903 (1937), págs. 336-8.
77
Cf. Benveniste, II vocabulario delle istituzioni indoeuropee, cit., I,
págs. 253 y sigs.

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