oración continua, que eran frases Mucho se ha hablado y se hablará que dirigía a Dios y repetía varias en este V Centenario de la vida de veces durante el día. Siempre San Francisco de Borja como grande mostraba ganas de orar; quizás de España, duque de Gandía y santo por eso le gustaba mucho la frase jesuita. Pero si hay que dar razón de de San Agustín: «Tu mismo deseo su último secreto, es necesario es oración y el deseo continuo es investigar en sus apuntes una continua oración». Posible- espirituales, en sus libros y en su mente era para él como una mane- vida el rastro que nos dejó de sus ra de estrenar en cada momento la largos tiempos de silencio. Con una vida: «Cada hora ofrecerse como letra rápida, a veces casi ilegible, si comenzase la vida para Cristo». emborronaba el reverso de sobres y trozos de papel con sus luces y experiencias. Su diario espiritual, El peso de un ducado desde febrero del sesenta y cuatro a principios del setenta, es como un Tampoco se escapan de esos peda- espejo abocetado de su secreto más zos de papel, garrapateados entre íntimo. visitas y prédicas, nombres y acon- tecimientos concretos. Como el día en que Pío V destinó a unos jesui-
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tas a la Dieta de Alemania o cuan- Hay además temas que afloran a
do los turcos sitiaron la isla de su alma como claroscuros de una Malta. ¿Y las fechas? ¡Ah, las fe- manera especial. Se ve en sus chas! Venían a su mente por olea- apuntes que era un hombre que das, como su cumpleaños o el día de alguna manera llevaba como de la muerte de la emperatriz. Su un fardo el peso de su pasado, que famosa «salida de Egipto», cuando tenía la sensación de que había en cierto modo perdido la primera mitad de su vida. ¿Ha dicho al- guien que tuvo que condenar a se diría que luchaba para muerte a algunas personas duran- te su época de duque de Gandía? cerrar los ojos y ver el «Confusión» es una palabra que paisaje interior; pero, repite mucho. «Pediré espíritu pa- ¿cómo podía realizar esto ra confundirme en toda parte, y el espíritu de la confusión». ¿Era el un hombre que todavía, contraste de las dos caras de su vi- por su misión, también de da? ¿Necesitaba compensar los jesuita, hollaba alfombras, años de orgullo y poder? Hay mo- comía con príncipes, mentos en que dice que desea «vi- vir como el que sale de la cárcel y era a diario obsequiado lo llevan por las calles al suplicio»; por los poderosos? o «como leña de castaño que nun- ca acaba de encenderse por más que sople». La confusión debía ser como un resorte que le movía a se escapó a Portugal perseguido sentirse pequeño ante Dios y que por la Inquisición, o los aniversa- le acompañaba casi siempre, rios de la muerte de Ignacio y Laí- «orando, comiendo», en cada mi- nez. Eran como señales de su per- nuto del día. «Confusión de no ha- sonal historia de salvación, que se ber dado la vida», escribía. repetían cada año recordándole el camino y abriéndole el corazón a Francisco de Borja era un hombre la gratitud 1. muy sensible a los claroscuros. De la luz de Levante pasó a amar las sombras de los claustros; de las 1 El Autor de este artículo ha publica- do el libro Francisco de Borja, los enigmas polícromas sedas de duque, al ne- del duque jesuita, ed. Styria, Barcelona, gro de su sotana. Así, así vivía 2009. también la pasión de Jesús. «Vos
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abatido, y yo honrado», «Vos con ma», controlar sus sentidos, «lim-
denuestos, yo con honra. Vos piar el espejo del ánima». Quizás muerto, yo vivo». «Ver sus llagas esta faceta, que yo creo estaba y yo sin ellas. Murió por mí y aún muy ligada a su natural sensuali- no soy muerto por él». dad mediterránea, a su «carácter Borja», ha dado un perfil de él de- masiado ascético. Por eso debo El paisaje interior añadir que detrás de ese esfuerzo se ocultaba una plenitud mística y Supongo que hay santos cuyo ca- mucho amor: «Al Espíritu Santo rácter o pasta humana les conduce se pidió amor para quitar el amor suavemente a sumergirse en Dios. a todas las cosas, por ponerle en Borja no fue de ésos. Creo que, él, y amar del amor que fuimos desde el primer momento en que amados». decidió seguir el camino de la fe Lo que le dijo al hermano Melchor cristiana con mayor sinceridad, en el lecho de muerte lo había re- tuvo que esforzarse en enderezar petido muchas veces antes: «Tener el tronco de un árbol que él sentía el corazón sin apetecer sino a torcerse hacia otro lado, quizás al Dios» y a «todas las creaturas en buen comer y beber, o a la vida él», hasta llegar a «ver las cosas en muelle que en un tiempo gozó a el Señor, y por él olvidarlas todas». las orillas del Mediterráneo y a su pasión por los caballos y la caza. Y su famosa calavera, que llevaba Las cosas del mundo le pesaban y a todas partes en un saco de fiel- pedía continuamente un amor que tro, no era necrofilia, era sólo un le permitiese «olvido de lo de acá» recordatorio de un encuentro de y «vivir en el Señor, como si no amor más profundo, de «morir viese sino a él» o «vivir como por él». Como si, para ese abrazo quien está para morir». definitivo, tuviera que prepararse cada instante: «Aparajarme para Se diría que luchaba para cerrar morir por él, si hace falta, una vez los ojos y ver el paisaje interior. cada hora», y «vivir como quien Pero, ¿cómo podía realizar esto un está para morir». hombre que todavía, por su mi- sión, también de jesuita, hollaba alfombras, comía con príncipes, Con un nombre en el corazón era a diario obsequiado por los poderosos? Procuraba, como él Como para Ignacio de Loyola, a decía, «concertar el reloj del al- Francisco ese mar de Dios conte-
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nía un fuerte sabor trinitario, «Pedí escribiese su nombre en el
puesto que es «Padre, potencia pa- corazón». «Ser todo de Jesús, san- ra aniquilar lo malo; Hijo, luz pa- gre y todo». «Francisco, para ra quitar las tinieblas, y Espíritu siempre de Jesús sea». Quizás por Santo, fuego para quemar». Era eso se pasaba largas horas ante el sumergirse en la certeza de que crucifijo, como si la cercanía a las Dios es «padre, pastor, medicina»; llagas de su maestro le ayudaran a que es «amor sin medida», hasta caminar. Quería estar «atado a la morir de amor en ese fuego, como cruz», vivir al pie del madero, «siempre al pie muriendo» y «mo- rir por Cristo», y a veces, cuando alzaba la sagrada forma en la mi- sa, pedía sentir «qué sintió él cuando lo levantaron a la cruz», o experimentaba, como qué sintió María cuando lo tuvo Ignacio, gran consuelo entre sus brazos en Belén y en la interior cuando celebraba, sepultura. Experimentaba, como Ignacio, gran consuelo interior y tenía un sueño que cuando celebraba, y tenía un sue- repetía siempre y Dios ño que repetía siempre y Dios le le concedió: poder comulgar concedió: poder comulgar el día el día de su muerte de su muerte.
Doña Catalina de Austria, la hija
de Juana la Loca y reina de Portu- gal conservaba en su retiro del convento de Xábregas un cuadro «el leño, poniéndole en la hogue- de la Virgen titulado Roma Salus ra, se vuelve fuego», con la «espe- populi romani y que se venera en la ranza siempre» de que no será basílica de Santa María la Mayor. nunca abandonado. Ese amor te- Borja fue el primero que consiguió nía un hermoso nombre concreto: permiso para poder reproducirlo. Jesús, Gesú, al que dedicó la her- Le dio dos copias al padre Ignacio mosa iglesia romana, que tanto lu- Acevedo antes de partir al Brasil. chó por construir y no pudo ver Una para él y otra para que la en- terminada. tregara a la reina Catalina antes de zarpar del puerto de Lisboa. Le es- Leo en su letra puntiaguda pala- cribía a la reina: «La imagen que bras que me hacen estremecer: lleva para vuestra alteza creo que
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es una de las más señaladas cosas cuadro de la Virgen de San Lucas
que pueda tener una reina devota que le había regalado Francisco de de la Madre de Dios, pues es el Borja. mismo retrato que pintó San Lu- María fue siempre su madre y cas, el cual está en Santa María la abogada, también para pedirle la Mayor, con toda veneración posi- gracia de saber conducir su reba- ble. Cómo vino a mis manos y lo demás, os contará el padre Aze- vedo».
¡Qué historia la de Azevedo! Don
Sebastián y la corona portuguesa el hecho de que Felipe II habían dotado el colegio de Río de Janeiro y el general de los jesuitas, le pidiera intervenir para Francisco de Borja, había nombra- que hiciera todo lo posible do visitador de todas aquellas le- por parar el tratado janas y extensas tierras a Ignacio Azevedo, que regresó de allí a in- franco-inglés indican el alto formar a Borja y a reclutar misio- aprecio que su majestad neros. De España consiguió a diez tenía de Borja voluntarios, entre ellos Francisco Pérez Godoy, pariente, por cierto, de la querida madre Teresa de Je- sús. Logró reclutar a ochenta y sie- te personas, de las cuales treinta y ño, un cargo que le pesaba sobre- siete eran jesuitas. Tres naves zar- manera y en el que siempre quería paron con las velas henchidas de que se conservara el modo de pro- ilusión desde Lisboa a comienzos ceder del fundador. Que «se guar- del verano del año setenta. Nave- de la manera de nuestro padre Ig- garon primero rumbo a la isla de nacio», pues amaba sin medida a Madeira, y se dirigían a las Cana- la Compañía. rias, cuando cinco navíos les abor- daron en plena travesía. Eran hu- gonotes franceses furiosos, que, Fiel a la Compañía de Ignacio comandados por el corsario Xa- ques Soria, martirizaron a cuaren- Hay quienes hoy sostienen que ta jesuitas. Azevedo confesó va- Francisco de Borja, como general, lientemente su fe mientras soste- desvió, conventualizándolo, el nía en sus manos la otra copia del primer estilo de Ignacio, dadas
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sus primeras amistades e influjos Cabe preguntarse cómo hizo com-
franciscanos. Es cierto que él siem- patibles toda esta vertiente espiri- pre se debatió entre la dicotomía tual y pastoral con sus actividades de Marta y María, la acción y la seculares, con las misiones que le contemplación, que le tocó regla- encomendaron los romanos pontí- mentar quizás más que Ignacio e fices, y más en concreto Pío V. Él impuso a los jesuitas un horario a tenía muy arraigada en su alma la la oración. Pero la intuición del de virtud de la obediencia. Por su Loyola no se equivocó con él, pues propio gusto se hubiera retirado a al cabo su vida fue la de un con- una ermita a disfrutar del consue- templativo en la acción y su amor lo que Dios le concedía en el silen- a la orden era tan profundo como cio y la contemplación. Pero ya indiscutible. En otro pedazo de desde el primer momento Ignacio papel escribió esta significativa le quiso dejar claro que la voca- frase: «Morir en la Compañía, o ción del jesuita era orar sobre el me lleve antes de sacarme de ella, surco del arado. Y las circunstan- o sea para mayor gloria suya». Y cias de la vida, como un torrente, añadía que se ofrecía por entero siempre acababan arrastrándole a con este fin «sangre y vida». Egipto, como él decía, a los con- tactos con las más encumbradas Lo cierto es que la Compañía pro- personalidades de su tiempo. gresó durante su generalato, có- mo creció y se extendió en diver- San Francisco de Borja consiguió sas partes del mundo. Un perío- en sus negociaciones una rara do en que los primeros jesuitas mezcla de serpiente y paloma, co- que marcharon con deseo de fun- mo pide el Evangelio. Conseguía dar en las Indias del mar océano que las cartas de Felipe II le llega- fueron asesinados por los indí- ran en secreto para que no se ofen- genas de La Florida; cómo zarpa- diera el legado, cardenal Alejan- ron de Sanlúcar para fundar en drino, y se las arreglaba para ser- Nueva España 2, Perú, Cartagena vir al rey y al mismo tiempo de Indias, Malaca, China, Japón, oponérsele, sobre todo en lo que el Papa quería sobre los privilegios las islas Molucas, siguiendo la es- regalistas, que conculcaban la au- tela de Francisco Javier, por no toridad eclesiástica en Milán, Ná- mencionar la importante propa- poles y Sicilia. Todo con buen pul- gación que experimentó en Occi- so y extrema habilidad. dente. Pese a que siempre fue buen jine- 2 Méjico. te, no me puedo explicar todavía
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cómo consiguió empuñar al mis- hiciera todo lo posible por parar el
mo tiempo la doble brida de los tratado franco-inglés indican el al- negocios de su legación y del go- to aprecio que su majestad tenía bierno de la Compañía, pese a que de Borja. asuntos como los litigios con los dominicos en Toledo le preocupa- También en Francia supo actuar ban mucho. Era increíble la fre- eficazmente a la sombra. No po- cuencia de correos que recibía du- rante sus viajes.
Lo mismo supo hacer en Portugal. dejando su familia,
En plena borrasca de intereses de anexionistas, Borja quiso siempre el ducado, la corte, que el país luso fuera un reino sus honores y sus fuerte; por eso dijo a quien debía responsabilidades, había saberlo que don Sebastián no era impotente, sino capaz de matri- entrado veintiséis años monio, lo que frenaba los ímpetus antes en la Compañía; de quienes pretendían unirla a Es- aquel último viaje fue paña. Hizo gala de equilibrista en como retornar a todo eso, la cuerda floja entre presiones cas- tellanas e intereses portugueses. pero desde el Templó la mano con el padre Cá- desprendimiento y la mara, al que no destituyó pese a sabiduría que le había las presiones de su amiga la reina abuela, porque lo consideraba pie- proporcionado su vida za esencial para mantener tran- religiosa, su experiencia quilo al inquieto y temerario don mística, los sufrimientos Sebastián. Consiguió que doña Catalina no se moviera de Portu- y las persecuciones gal y en cierta medida se opuso in- cluso a Felipe II para ayudar a Se- bastián. día parar la boda de Margarita y Es verdad que no pudo conseguir Enrique, es cierto; pero sí consi- que éste contrajera matrimonio guió que la familia real francesa se con Margarita de Valois, y tampo- acercara más a Pío V y que estu- co que Francia entrara en la liga viera dispuesta a pedir dispensa santa. Pero el hecho de que Feli- para la boda. La importancia de pe II le pidiera intervenir para que aquellas negociaciones la prueban
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los numerosos espías y ladrones tos conflictos de los reinos y la co-
que pululaban en torno al viajero sa pública, la respuesta es bien con la intención de robar docu- sencilla. El Papa debió ver en él mentos. En un momento de des- una figura providencial para los cuido de Polanco, que cayó enfer- intereses de la Iglesia, y lo eligió para acompañar a su sobrino. Es evidente que él no recorrió más de mil cien leguas 3 enfermo por gus- to, sino todo lo contrario, muy sa- mejor que nadie supo por bedor desde el principio de que el su estirpe, sus enfermedades viaje le iba a costar la vida. y sueños rotos, que vivimos Eso sí, fue un viaje providencial. inmersos en una llaga Es como si Francisco de Borja ce- histórica de dolor, en la que rrara de este modo el círculo de los hombres caen su vida. Dejando su familia, el ducado, la corte, sus honores y acribillados por la injusticia sus responsabilidades, había en- y la insania de absurdas trado veintiséis años antes en la guerras, egoísmos y las Compañía. Aquel último viaje fue amenazas que hoy como retornar a todo eso, pero desde el desprendimiento y la sa- mantienen el mundo biduría que le había proporciona- dividido do su vida religiosa, su experien- cia mística, los sufrimientos y las persecuciones. En una palabra, pese a su renuncia y su identidad mo, le llegaron a robar todos los de jesuita, Borja no dejó de ser papales. Luego entró también, ya Borja en ningún momento. No con sus fuerzas muy mermadas, dejó de ser padre de sus hijos, en la vorágine de intereses de Sa- hermano de sus hermanos, abue- boya y de problemas que afecta- lo de sus nietos, amigo de reyes, ban a la Santa Sede. cardenales, obispos y también de sus últimos servidores, del her- mano Melchor y del acemilero Santo singular Antón, que estuvieron en su cora-
A la pregunta de qué pintaba el 3
Seis mil kilómetros en diez meses, a general de los jesuitas en todos es- una media de 20 kilómetros diarios.
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La espiritualidad de San Francisco de Borja
zón incluso en el momento de su mientras la princesa fue regente.
muerte. Tuvo fuerzas hasta para Otros lo apuntaban para cardenal cerrar completamente ese círculo y Papa. Pero él lo hacía como y, con apenas un hálito de vida, quien va de camino y tiene el co- regresar a Roma y bendecir antes razón en otra parte. Andaba entre de morir a sus hermanos en re- los tapices, los elegantes salones y ligión. doseles como quien flota, y ape- nas comía de las exquisitas vian- La Historia de la Iglesia ha conoci- das con que en su último viaje le do grandes y santos hombres. El obsequiaban en la corte. siglo XVI presenció el paso de fi- guras de la talla de Ignacio de Lo- Pero no fue un lobo solitario, no, yola, Teresa de Jesús, Juan de la ni un asceta de salón. También Cruz, Francisco Javier, Pedro de quiso y se hizo querer. Decía: «Pi- Alcántara, Pedro Fabro, Juan de do amar a los prójimos en el amor Ávila, Roberto Belarmino, Juan de con que Cristo los amó. Reveren- Ribera, Laínez y tantos otros san- ciarlos porque son miembros su- tos a veces anónimos. Cada uno yos. Pido por todos los que me tiene su peculiaridad, su manera mortificaron, que el Señor les dé personal de entender el mensaje y su amor. Tenerlos a todos en mu- la doctrina del evangelio de nues- cho, como salidos de la gracia, hi- tro Señor. Pero Francisco de Borja jos de ella. Pido ojos para ver las rompió los códigos, sorprendió, y virtudes en los prójimos y alabar sigue descolocando a muchos, in- al Señor en ellos». Quizás se pue- cluso despierta sentimientos en- da resumir todo en una sola peti- contrados por la multitud de face- ción, cuando en sus arrobos místi- tas que vivió. cos rogaba al altísimo morar den- tro del corazón de su amigo Jesús. El santo Duque de Gandía nos en- señó que por aquí vamos de paso, Vivió y murió dentro de esa herida que ésta no es nuestra morada como refugio y descanso, quizás permanente, que nos afanamos porque mejor que nadie supo por mucho por alcanzar poder y al fin su estirpe, sus enfermedades y atesorar nada. Se ocupaba de to- sueños rotos, que vivimos inmer- do, despachaba mil cartas, tenía sos en una llaga histórica de dolor, dotes de mando y consejo; podía en la que los hombres caen acribi- haber llegado a ser, así se comentó llados por la injusticia y la insania en su día, la persona de confianza de absurdas guerras, egoísmos y del rey o su primer ministro, como las amenazas que hoy mantienen lo fue de hecho de doña Juana el mundo dividido.
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Cuando contemplo la mascarilla vez al hermano Marcos, cuando
que vaciaron de su rostro en el le- éste, cumpliendo su obligación, cho de muerte me parece su mejor llamaba a su puerta para rogarle retrato. Sus grandes ojos cerrados una y otra vez que dejara de orar de grandes párpados, hablan del y se fuera a dormir o descansar: místico; su amplia frente despeja- «Un poco más, Melchor, dejadme da, del escritor, del pensador, del Él nos ha enseñado que morir no estadista. La nariz Borja, afilada, es abandonar la vida, sino colmar- de sus naturales dotes de poder y la, tomando cabal conciencia de mano izquierda; y su boca, de esa ella al despertar a nuestra auténti- mezcla acendrada de voluntad y ca y verdadera condición de luz dulzura, de capacidad de mando en la luz. y secreta sensibilidad. Ése es el verdadero Borja. Sus últimas palabras, después de despedirse de sus hermanos je- Al contemplar ese rostro, que, le- suitas y de recordar uno por uno jos de parecer muerto, respira paz a sus ochos hijos, sin olvidar a su y cercanía, me viene a la mente ese querido acemilero Antón, fueron: estribillo que le repetía una y otra «Basta Jesús».■