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Mateo 5:1-2
“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.
Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:”
Introducción:
A través de los siglos el sermón del monte ha ocupado un lugar de honor en el corazón
de los hijos de Dios, y aún en aquellos que no lo son, aún entre personas no religiosas.
Las palabras contenidas en este pasaje de la palabra de Dios ejercen una fascinación
especial, no es extraño escuchar a algún orador citar ciertas porciones del sermón del
monte. Claro está, un poco a conveniencia, ya sea en el contexto de un discurso político
o de cualquier otro tipo.
Probablemente se trata de la porción más citada de toda la palabra de Dios, no obstante
podemos decir que se trata de una de las porciones más mal usada y mal interpretada
también, el sermón del monte ha sido usado a través de la historia para justificar
muchos errores teológicos y muchas conductas extremas, por lo que al acercarnos a
estudiar estos capítulos del Evangelio de Mateo debemos hacerlo con cuidado, tratando
de mantener nuestra interpretación en el contexto de toda la enseñanza de la palabra de
Dios, no debemos olvidar que las herejías son verdades deformadas y desbalanceadas;
se sobre enfatiza una verdad en detrimento (menoscabo) de otra y el resultado que
obtenemos al final es una enseñanza falsa, una herejía.
Tomen por ejemplo la doctrina bíblica de la salvación, la escritura nos dice de una forma
clara y precisa que la salvación de los pecadores es por Gracia, por medio de la fe; la
suma, el resumen del mensaje evangélico es éste, cree en el Señor Jesucristo y serás
salvo; ¿pero es eso acaso todo lo que enseña la palabra de Dios al respecto? ¿Qué lugar
ocupan las buenas obras en la salvación?
El apóstol Pablo nos dice al respecto que la salvación es por Gracia por medio de la fe,
no por obras para que nadie se gloríe, pero inmediatamente añade porque somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras. (Efesios 2:8-9).
Así que no somos salvos por medio de las obras, pero el qué es salvo obra de acuerdo a
lo que nos enseña este texto.
Santiago nos dice que una fe sin obras, es una fe muerta. (Santiago 2:14-18). He aquí
el balance que nos presenta las sagradas escrituras. Cualquiera diría que se trata de una
enseñanza tan simple que no admite torcedura de ningún tipo, sin embargo, ¿que
vemos en la práctica? Vemos en la práctica como muchos se han ido a los extremos en
esta doctrina, algunos han sobre enfatizado el lugar de las obras en la salvación y al
hacerlo han anulado la doctrina de la justificación por la fe, han anulado la salvación por
gracia; pero otros han sobre enfatizado el lugar de la fe en detrimento de las obras, y
por consiguiente han perdido de vista que aquellos a quienes Dios justifica también los
santifica.
Ambos grupos han deformado la verdad y al final de cuenta lo que enseñan no es otra
cosa que una herejía.
¿Cómo podemos nosotros guardarnos de cometer ese error? estudiando los detalles a la
luz del todo, en otras palabras yendo de lo general a lo particular.
El sermón del monte no es lo único que Cristo enseñó, y si queremos interpretar
correctamente esta porción de la palabra de Dios debemos tener el cuidado de no
apartarnos ni a derecha ni a izquierda de la enseñanza global contenida en las Sagradas
Escrituras.
Es probable que al estudiar el sermón del monte algunos esperaran que lleguemos a
ciertos detalles del sermón, a ciertas porciones que le causan más perplejidad.
¿Qué quiso decir el Señor cuando declaró: al que te pida dale y al que quiera tomar de ti
prestado no se lo rehúses? ¿Quiere decir esto que cualquier persona que nos pida
cualquier cosa prestada debemos dársela?
O quizás usted tiene una inquietud con otro lugar, con otro aspecto del sermón del
monte, cuando veamos esos detalles así como otros detalles del sermón a la luz del
todo, notaremos que su interpretación cae por su propio peso, vendrá en una forma
natural; pero no debemos ir directamente a los detalles, debemos ir de lo general a lo
particular.
Por ello lo primero que vamos a hacer en esta serie de sermones, es detenernos a
considerar algunos aspectos generales del sermón que nos ayudarán a considerar luego
cada una de sus partes.
Hoy estaremos viendo una introducción general a esta porción de las Sagradas
Escrituras.
I. Trasfondo del sermón:
El primer aspecto que deseamos tocar, es el trasfondo del sermón. Si queremos
interpretar correctamente estas palabras, debemos situarlas en un marco de referencia
correcto, desde un punto de vista bíblico, político y religioso, ¿Cuál es el trasfondo de
este sermón Bíblicamente, políticamente y religiosamente?
1. Trasfondo Bíblico:
Comencemos por el aspecto bíblico: el sermón del monte se encuentra situado en el
Evangelio de Mateo, que es el primer libro del Nuevo Testamento y por lo tanto el que
dio por concluido el largo silencio que siguió al ministerio de Malaquías, el último profeta
del Antiguo Testamento, luego que Malaquías escribió este libro, Dios estuvo callado
durante 400 años, Dios no envío profetas a su pueblo, el pueblo de Dios no tuvo
revelación divina durante todo ese período.
Así que ese pueblo, el remanente fiel, no tuvo más opción que esperar en silencio hasta
que Dios irrumpiese de nuevo, cumpliendo todas aquellas promesas gloriosas de los
profetas antiguos.
Dios había prometido enviar un mesías que habría de cambiar el lamento de su pueblo
en gozo, y ese remanente, el remanente fiel: Simeón, Ana y todas esas personas,
aguardaban esperanzados el cumplimiento de esa promesa.
El propósito primordial del Evangelio de Mateo es anunciar a ese remanente, que Dios
había cumplido en Cristo, todo aquello que había prometido y que por tanto tiempo ellos
habían aguardado. Cristo es ese hijo de Abraham, ese hijo de David; eso es lo que
Mateo intenta demostrar.
Por esta razón encontramos en este Evangelio más citas del Antiguo Testamento que en
los otros tres Evangelios juntos, el Evangelio de Mateo es el vínculo necesario entre el
Antiguo Testamento y el Nuevo, y es precisamente en ese evangelio donde encontramos
este sermón, el más extenso que se registra del Señor Jesucristo en las Escrituras.
Este sermón contiene el programa de gobierno del Mesías, por decirlo así, el Rey
prometido había llegado, pero su pueblo no tenía ideas muy claras en cuanto a la
naturaleza del reino que ese Mesías vino a ofrecer.
2. Trasfondo Político:
¿Qué era lo que muchos israelitas esperaban de su Mesías? ¿Cuál era el trasfondo
político con que se encontró Cristo al declarar estas palabras? Ellos primero que todo
estaban esperando un líder político y militar que habría de devolver a Israel su antiguo
esplendor, Israel debía alcanzar bajo el gobierno del Mesías glorias aún mayores que las
que disfruto en tiempos de David, en tiempos de Salomón; ningún pueblo o nación, ni
siquiera Roma sería más próspero y poderoso, Israel pasaría a ser bajo el gobierno y la
tutela del Mesías el máximo poderío mundial, la máxima potencia; y no por cierto
período de tiempo sino por siempre jamás.
Es en ese contexto político que Cristo hace su entrada en la escena de Palestina, y
debemos suponer que sus palabras en aquel día causaron una fuerte impresión en unos
y una gran desilusión en otros, los ideales y principios contenidos en el sermón del
monte son totalmente contrarios a los ideales que albergaban muchos de estos judíos en
su corazón.
El programa de gobierno de este Mesías era predominantemente espiritual e interno,
antes que político o social; nada se nos dice aquí de reformas sociales o de cambios
radicales en el sistema económico; Cristo está primordialmente preocupado por lo que
los hombres son, no por el sistema en que los hombres viven, en este reino se exaltan a
aquellos que el mundo ignora y viceversa, aquí son bienaventurados los pobres en
espíritu, los mansos, los pacificadores, los que lloran, etcétera.
Unas horas antes de su muerte en la cruz, Pilato preguntó a Cristo: “eres tú el Rey de
los judíos” (Juan 18:33) y la respuesta del Señor resume la enseñanza del sermón del
monte: “mi reino no es de este mundo, si mi reino fuera de este mundo mis servidores
pelearía para que yo no fuese entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”.
(Juan 18:36).
El reino de Cristo está en total contraposición a la visión que el mundo tiene de las
cosas, lo que el mundo exalta, Cristo lo menosprecias, lo que Cristo alaba el mundo lo
minimiza, aquí se cumple aquello de que lo que los hombres tienen por sublime, Dios lo
tiene por abominación. (Lucas 16:15).
Los ciudadanos del reino de Cristo no podemos ser aceptados por el mundo, porque
nosotros representamos lo que el mundo rechaza, mientras que nosotros rechazamos
aquellas cosas por las que el mundo suspira, aquellas cosas por las que el mundo se
afana.
3. Trasfondo Religioso:
En cuanto al panorama religioso qué sirve de trasfondo a este sermón, el asunto no era
menos confuso, Jesús ministro en medio de una sociedad muy compleja en lo que a
religiosidad se refiere, en el escenario religioso de Palestina había cuatro grupos
disputándose la hegemonía religiosa.
Por un lado estaban los fariseos, por el otro los saduceos, más allá estaban los esenios y
más atrás los zelotes.
Para los Fariseos la piedad consistía en la observancia de las tradiciones antiguas y en
cumplir hasta los más mínimos detalles requeridos por los rabinos, en su, muchas veces
ridícula, interpretación de la ley de Moisés.
Para los Saduceos por el contrario estas cosas no tenían la menor importancia, los
saduceos eran liberales en el mejor sentido de este término, rechazaban la tradición de
los ancianos pero también rechazaban muchas de las enseñanzas contenidas en el
Antiguo Testamento, los saduceos no creían en la resurrección, no creían en milagros,
no creían en los ángeles, ni tampoco en una vida futura; la filosofía de estos hombres
consistía en vivir en el presente sin preocuparse mucho por el futuro.
Por el otro lado los Esenios pensaban que la verdadera piedad significaba una separación
literal de la sociedad, estos hombres promulgaban el ascetismo (ejercicio y práctica de
un estilo de vida austero y de renuncia a placeres materiales con el fin de adquirir unos
hábitos que conduzcan a la perfección moral y espiritual) y el aislamiento.
Y finalmente estaban los Zelotes, unos fanáticos nacionalistas para quienes la religión no
era otra cosa que un activismo político radical, para ellos no había otra manera de servir
al Dios de Israel que tomar las armas y levantarse en revolución contra el Imperio
Romano.
Qué interesante el panorama religioso, como alguien ha dicho: los fariseos decían:
vamos hacia atrás, los saduceos decían: vamos hacia delante, los esenios decían:
vámonos hacia fuera y los zelotes vámonos encontrar;
Aquí en pocas palabras la esencia de lo que estos grupos religiosos enseñaban: los
fariseos eran tradicionalistas, los saduceos modernistas, los esenios separatistas y los
zelotes activistas.
¿En cuál de todos estos grupos podemos situar a Jesucristo?
En ninguno de ellos, cuando leemos el sermón del monte vemos que Cristo tenía mucho
que decir a cada uno de estos grupos:
A los fariseos, hizo ver que la verdadera espiritualidad no consistía en lo externo,
sino aquello que afecta nuestro corazón y nuestro andar delante de Dios no
delante de los hombres.
A los saduceos enseñó que su racionalismo era contrario al espíritu de la fe.
A los esenios que la piedad ha de comenzar en el corazón antes que por el cuerpo.
Y a los zelotes que la palabra clave no era revolución sino adoración.
A todos los guio al mismo punto, la vida recta delante de Dios se proyecta de adentro
hacia afuera, la piedad comienza en el corazón y se traduce en una vida justa delante de
Dios, donde no hay un corazón recto no puede haber una vida justa, donde no hay una
vida justa podemos concluir que no hay un corazón recto.
Como diría Jesús más adelante a los fariseos, limpia primero lo de dentro del plato y del
vaso para que lo de afuera también sea limpio, no podemos tener un vaso limpio por
dentro y sucio por fuera, no podemos tener un vaso sucio por fuera limpio por dentro;
ambas cosas deben estar allí. (Mateo 23:26).
He aquí entonces hermanos el trasfondo de este sermón que hemos de exponer a partir
de hoy y si mantenemos esta información en mente, nos será más fácil para nosotros
comprender el resto.
II. El Predicador del Sermón.
Pero hay un segundo aspecto al que deseo llamar su atención y es al predicador de este
sermón, algunos pueden pensar que es irrelevante detenernos en este punto, no hay
que ser un exegeta muy profundo para saber qué quién predicó este sermón no fue otro
que nuestro Señor Jesucristo, sin embargo hay ciertos detalles que debemos recalcar si
queremos que estas palabras hagan una profunda impresión en nosotros.
1. La Naturaleza del Predicador.
Consideremos primeramente la naturaleza de este predicador, sin duda alguna muchos
buenos sermones han sido predicados en el mundo, probablemente algunos de ustedes
puedan decir que han escuchado o leído en algún momento de su vida un buen sermón,
un sermón que ha impactado sus vidas profundamente, pero aquí en el sermón del
monte tenemos al más grande de los predicadores, predicando el más grande de los
sermones, fue el Dios encarnado quien pronunció estas palabras.
Así que cuando Jesús nos dice que son bienaventurados los pobres en espíritu, que son
bienaventurados los mansos, no hay lugar aquí para equivocaciones o para
exageraciones.
Muchas veces los predicadores podemos en un momento decir algo inadecuado, pero en
este sermón no encontraremos ni una sola palabra fuera de lugar, no encontraremos
una sola exageración, no encontraremos una sola equivocación.
Él mejor que nadie sabe en qué consiste la verdadera felicidad, porque fue Él quien nos
creó para su Gloria y para gozar de Él por siempre, cuando este Señor nos dice aquí,
que debemos cuidarnos de las riquezas porque nadie puede amar a dos señores, lo está
diciendo uno que ha sido testigo de la historia humana de generación en generación,
alguien que ha visto en incontables ocasiones como las riquezas han apartado a muchos
de su sincera devoción a Dios, Él lo ha visto porque Él ha sido testigo de la historia
humana desde el huerto del Edén, es el Dios encarnado.
2. El Carácter del Predicador:
No sólo hemos de considerar la naturaleza del predicador sino también su carácter.
Alguien definió la predicación como: verdad transmitida a través de la personalidad, eso
es predicación y puedo decir que se trata de una definición muy acertada, cuando vamos
a la iglesia no vamos simplemente a escuchar un sermón, vamos a escuchar a un
hombre predicar, y si el carácter de ese hombre no nos convence, tampoco nos
convencerá su predicación, y es aquí precisamente donde radica el poder de este
sermón que conocemos como el sermón del monte, no somos impactados únicamente
por las palabras del predicador sino también por el predicador de las palabras.
Deseas interpretar correctamente este mensaje, estudia la vida de Cristo; porque Él
ejemplificó como nadie cada una de las cosas contenidas en este sermón, de hecho su
vida entera fue un sermón de principio a fin, ni aún sus enemigos pudieron abrir su boca
cuando Él les preguntó: “…alguno de vosotros me redarguye de pecado”, ni sus
enemigos pudieron abrir la boca, ¿quién de ustedes puede señalar una falta? Decía
Cristo. (Juan 8:46).
Este sermones es poderoso porque fue Cristo quién lo predicó, cada palabra que salió de
su boca en ese día llevaba el sello de su deidad y el sello de una vida perfecta, Mateo
7:28 note cuál fue el resultado de sus palabras “…Y cuando terminó Jesús estas
palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene
autoridad, y no como los escribas. …”