Sei sulla pagina 1di 6

Es un desfiladero estrechísimo por el que Fernández tendrá que caminar

con cuidado si no quiere que los reflejos autoritarios de una parte de la


dirigencia política y la historia represiva de las fuerzas de seguridad lo
empujen a indeseables pisoteos de la democracia.

Son dos tipos de dilemas distintos. Los económicos, que venían de antes,
y los políticos, que se presentan en medio de catástrofes como ésta,
montados sobre miedos que también florecen ante lo desconocido.

El miedo a la muerte suele nublar toda razón. En nombre de la salud, a lo


largo de la historia, muchos dirigentes políticos ejercieron el poder con
mano de hierro y sin licencia para la discusión.

No es algo que inquiete aún el establishment. Quizá porque nadie


-todavía- le reclamó el esfuerzo extraordinario que suelen solicitar los
gobiernos a los sectores más acaudalados durante catástrofes o guerras.
Como le exigió Martín Miguel de Güemes al resto de la alta sociedad
salteña durante las guerras de independencia. n algún momento, eso
llegará. Porque a los pobres y a la clase media no se los puede exprimir
más y porque alguien tendrá que costear la reconstrucción.

Más de 10 mil muertos y 240 mil contagiados (comprobados) en el


mundo son cifras opacas que fundamentan medidas excepcionales de los
Estados, mientras a la población se la priva del derecho a discernir y se
le ordena obedecer sin cuestionamientos, so pena de ser virtualmente
linchado por sus congéneres aterrorizados, obligado a pagar una multa o
ser encarcelado.

Queda demostrado que el paciente cero de esta pandemia no es un turista


irresponsable de tal o cual nacionalidad, sino el desmantelamiento de los
sistemas de salud pública que, como tantas otras cosas, se vieron
afectados por los recortes después de la crisis de 2008, tanto en España
como en otros países del mundo.

el paciente cero de esta pandemia no es un turista


irresponsable de tal o cual nacionalidad, sino el
desmantelamiento de los sistemas de salud pública
Pero también se necesitan respiradores artificiales y otros instrumentales
médicos complejos, químicos, mobiliario, catering y muchas cosas más
que hoy están escaseando, mientras algunas fábricas siguen produciendo
bienes innecesarios para la emergencia y sin cuidar las condiciones de
seguridad de sus plantillas y otras cierran, enviando a las trabajadoras y
trabajadores a su casa con suspensiones y despidos, pero todos
igualmente confinados en cuarentena.

Tampoco alcanzan las camas, los espacios adecuados para el aislamiento


de los pacientes. Pero las grandes y millonarias cadenas hoteleras
españolas vieron mermar sus reservas y despidieron a sus plantillas o las
enviaron a casa, aprovechando la cuarentena, con una paga del 70% de
su salario de la que se tiene que hacer cargo el Estado.
(Mientras el estado tiene hoteles concesionados a grupos epresariales y politicos)

Es hora de que devuelvan al pueblo español, una parte de lo que ganaron


durante la última década de esplendor de la explotación turística,
usufructuando los bellos paisajes, el clima agradable y la cultura del
país.

¿No es hora de que se abran esas habitaciones -sin pago- para organizar
a las personas afectadas, atendiendo a sus necesidades según los niveles
de riesgo que presenten? ¿No es urgente transformarlos en viviendas
transitorias para las 40 mil personas sin techo que hay en todo el Estado
español?

Tocamos sus intereses ahora o saldremos de esta crisis, como de las


anteriores, con ricos más ricos, pobres más pobres, y quizás, millones de
muertos.

Ante todo este desastre que nos transmiten por televisión y compartimos
por redes sociales, desde nuestros confinamientos, las fronteras
demuestran más que nunca que, más que la solución, son parte del
problema. La pandemia se propaga con las fronteras cerradas y los
vuelos cancelados,
Como en un loop de pesadilla, en la Unión Europea vemos los mismos
acontecimientos suceder en cada país, con apenas días de diferencia. Y
ahora, vemos cómo ingresan en esta espiral macabra, los países de
América Latina. ¿Qué sucederá en ese continente, con millones de
personas sumergidas en la pobreza más extrema, con su sistema
inmunitario deprimido por la desnutrición y las condiciones precarias de
vida? ¿Cuánto falta para que se repita este mal sueño en África, donde
más de 25 millones de personas viven con VIH, lo que las convierte en
población de riesgo? A esos grupos de la población, el coronavirus
afectará sin preguntar edades y las tasas de mortalidad podrían dispararse
brutalmente.

La clase trabajadora puede resolver el caos creado por los


capitalistas

Como se ve, son muchas y disímiles las tareas para hacer frente a la
pandemia. Pero tienen algo en común: para fabricar tests de coronavirus,
mascarillas, camas hospitalarias, respiradores artificiales o nuevos
hospitales se necesitan trabajadoras y trabajadores que no estén
confinados en su domicilio, como hoy mismo no lo está el personal
sanitario ni el de otros sectores esenciales.

Muchos millones de trabajadoras y trabajadores siguen sosteniendo el


funcionamiento precario del mundo durante esta pandemia en la
industria alimentaria, farmacéutica, en los servicios sanitarios, la
recolección de residuos, la limpieza, el transporte, etc. Muchos otros
millones, capaces de poner en movimiento esta extraordinaria y enorme
maquinaria de la industria química, automotriz, metalúrgica, textil y
tantas otras que, reconvertidas podrían colaborar en la lucha contra la
pandemia, están encerrados en sus casas.

A esta altura de la crisis, todos los sectores son esenciales si se


reorganizan, bajo el control de sus trabajadores que sabrán establecer,
democráticamente, un régimen de licencias pagadas al 100 por ciento
para quienes lo necesiten, jornadas reducidas, rotación y medidas de
seguridad e higiene para cuidar de sí mismos. Los capitalistas, por el
contrario, sólo dan muestras de poner, por encima de las necesidades
colectivas, su sed de ganancias. Los gobiernos, por su parte, defienden
los intereses de los capitalistas, salvando empresas de la quiebra con
fondos públicos o exigiéndoles que produzcan lo que se necesita pero
para comprárselo con dinero que luego se quitará a la población con
recorte de prestaciones y ajustes.

Contradictoriamente, ahora cuando se empieza a hacer evidente que es


necesario que millones trabajen para paliar la propagación de la
pandemia y avanzar aceleradamente en la atención y cura de los
enfermos, el Estado (que ya ha conseguido fortalecer suficientemente el
consenso social para que las fuerzas represivas actúen contra los que se
rebelan al confinamiento, aunque fuera para sacar a pasear a su perro)
podrá recurrir a toda la fuerza de su aparato punitivo y represivo, si es
necesario, para enviarnos a trabajar a punta de pistola.

Porque el capitalismo es barbarie más o menos disimulada en tiempos


saludables, pero abiertamente descarnada cuando las crisis económicas,
sociales y políticas se aceleran por la quiebra de una compañía global de
servicios financieros, como en 2008, o la aparición de un coronavirus
como en 2020.

encrucijada de escala internacional: los gobiernos seguirán priorizando el


salvataje de los capitalistas a costa de nuestras vidas o las masas
trabajadoras impondrán su programa que, necesariamente, ataca las
ganancias y beneficios empresarios para salvar a la humanidad de estos
estragos.

Nuestras vidas valen más que sus beneficios.

Que los estados garanticen la distribución gratuita de todo lo necesario


para la detección temprana de la infección:

Producción a cargo el estado de todos los medicamentos que tengan


efectividad (probada por los organismos de control) para enfrentar la
pandemia.

Centralización de todo el sistema de salud, incluyendo toda la salud


privada y bajo gestión pública

todas las instalaciones necesarias para recibir a los eventuales infectados


que necesiten internación: confiscando todas las salas que falten (hoteles,
etc.) y proveyendo respiradores (mediante producción de emergencia,
importación, etc.).

• Ampliación de emergencia de todo el personal el sistema de salud


pública, empezando por hospitales y clínicas. Capacitación inmediata y
aumento de salarios. Reincorporación de todo el personal médico y de
enfermería despedido en los últimos años o desocupado.

• Comisiones de Higiene y Seguridad en todos los lugares de trabajo, con


plenos poderes para investigar, consultar, cuestionar, las medidas que
hacen a la seguridad de las y los trabajadores y usuarios (en caso de
servicios públicos).

• Aumento de emergencia de los presupuestos de salud y asistencia


social, dejando de pagar la deuda externa e imponiendo impuestos
progresivos y extraordinarios a los grandes capitalistas.

Crisi 2008, Con la ventaja del tiempo transcurrido hoy se puede afirmar
que aquella crisis exhibió el agotamiento del neoliberalismo, la gran
empresa en la que se embarcó el capitalismo mundial hace cuarenta
años: salto en la mundialización del capital; restauración capitalista en
las áreas bajo la influencia “socialista”, como en China; ataque a los
derechos de los trabajadores a escala global; privatizaciones.

Pero el “colapso sanitario” no es hecho natural. Es la resultante de un


progresivo y constante deterioro de los sistemas de salud. Deterioro
impuesto por las políticas de ajuste que se crearon y recrearon desde la
crisis de Lehman Brothers, continuando aquella tarea iniciada hace
décadas, con el ciclo neoliberal.

Los Estados que corrieron a salvar a los grandes bancos se quedaron “sin
recursos” para atender la salud de millones de personas. Esa opción
política impone hoy la espantosa y condenable decisión de quien vive y
quien muere.
Hoy meten preso a un ciudadano que rompe la cuarentena y existen todo tipo de
instrumentos legales apwra tal fin, pero no existen instrumentos para deponer de
libertad a los macri, peña brawn o grupo clarín que habrían dejado por el lapso de dos
años al país sin ministerio de salud.

Y nos piden que miremos para adelante y no para atrás, pero es que hay que ver para
atrás para saber y entender la incertidumbre que hay por delante. Entonces la pregunta
es, el estado, y si el estado somos todos, ¿vamos a salvar vidas? O ¿vamos a salvar a los
grandes bancos y empresas golpeadas por la crisis? ¿vamos a tomar con nuestras manos
nuestro destino como trabajadores y como pueblo?

Discúlpenme pero ya no podemos confiar en el tándem gobierno, bancos, medios y


militares. A lo largo de la historia del siglo xx en nuestro país han sido la peor la
combinación de poder, esta vez no creo que sea la excepción. Porque la
industrialización y el ejercicio de derechos civiles en los años 30 era una enfermedad a
curar. Porque al peronismo del 55 lo llamaron enfermedad. Porque a la organización de
los trabajadores en los 70 también lo llamaron enfermedad interna.
Asimismo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha destacado
la importancia de realizar test masivos a toda la población, de ahí el
anuncio de la compra de 6 millones de test rápidos de coronavirus , que se
sumarán a otro millón ya anunciado y a los 350.000 test ya realizados.

Potrebbero piacerti anche