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Educación indígena en México, entre el rezago y la exclusión

Es indispensable diseñar estrategias en las que participen maestros, comunidades y


actores locales

Edith Escalón Portilla

Hablar de educación indígena en México es recordar al menos 50 años de


iniciativas, programas, proyectos y políticas públicas enfocados a un tipo de atención
diferenciada para los pueblos originarios del país, más de 15 millones de personas
según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en 2010.

Sin embargo, el enfoque de atención ha sido cuestionado dentro y fuera de la


academia, sobre todo por las propias comunidades que han vivido y padecido los
problemas que generan las políticas de Estado, que deciden qué es apropiado e
inapropiado enseñar y cómo hacerlo, haciendo a un lado aspectos como saberes
tradicionales, lengua, cultura e identidad.

Académicas del IIE coordinaron una evaluación de la


política pública en la materia

Acorde a los discursos internacionales, la educación indígena en México se anuncia


hoy como intercultural, comunitaria, respetuosa de la diversidad e incluyente, pero en
la práctica está llena de contrastes, rezagos, tensiones, tropiezos y límites, como lo
muestra la evaluación nacional de la política pública de educación indígena,
coordinada desde la Universidad Veracruzana (UV) por académicas de la línea
intercultural del Instituto de Investigaciones en Educación (IIE).

Lejos de calificar sus resultados, la evaluación es un insumo para la toma de


decisiones, tanto para las instancias de gobierno como para las comunidades, que
están proponiendo cada vez más alternativas para organizar sus propios proyectos
educativos.

Educación bilingüe y bicultural, el inicio


La educación escolarizada en regiones rurales de México inició después de 1920,
pero no estaba enfocada a los pueblos indígenas, sino a los campesinos y
marginados, y buscaba incluirlos en el proyecto de unidad nacional.

“En ese tiempo la gran mayoría de los pueblos originarios sólo hablaban sus lenguas
maternas, había altos índices de analfabetismo y de deserción, poca cobertura
educativa y la escuela significaba muy poco para ellos”, explicó Yolanda Jiménez
Naranjo, doctora en Antropología Social, especialista en educación indígena e
investigadora de la UV.

Durante décadas, el sistema educativo buscó la asimilación e integración de los


indígenas a la cultura nacional, con un proyecto que ha sido calificado como
“etnocida”, que buscaba antes que todo que aprendieran español (castellanizarlos),
hacerlos parte de la cultura nacional, explicó Guadalupe Mendoza Zuany,
especialista en política educativa e investigadora del IIE.

Fue hasta finales de los sesenta que se pensó en una educación diferenciada para
los pueblos indígenas, bajo dos ejes: lengua y cultura, promovida e impulsada por la
Alianza Nacional de Profesionistas Indígenas Bilingües, A.C. (ANPIBAC), una
organización indígena que cuestionó a la educación escolarizada en regiones
indígenas y logró sentar las bases de la educación bilingüe y bicultural, la primera
política pública educativa para indígenas, explicaron las académicas.

Educación intercultural, los tropiezos


De acuerdo con el estudio, fue en 1978, en un contexto de reivindicaciones sociales
y educativas promovidas por organizaciones profesionales indígenas, sociales y
académicas, cuando se creó la Dirección General de Educación Indígena (DGEI),
organismo encargado de normar, supervisar y evaluar el sistema educativo bilingüe
bicultural,
hoy intercultural.

Su creación simbolizó el consenso –al menos teórico– del fin de las políticas
educativas de exclusión, integración y asimilación de los indígenas por parte del
Estado, ratificado por organizaciones y profesionistas indígenas, científicos sociales
y declaraciones de organismos internacionales.

La educación bilingüe intercultural, reconocieron las académicas, fue incrementando


la cobertura educativa, la capacitación y formación de docentes, la revaloración de
los procesos étnicos, la elaboración de textos en lenguas indígenas y la recuperación
de la literatura en estas lenguas, así como la incorporación de estrategias
pedagógicas innovadoras.

Pero a pesar del respaldo normativo para la educación bilingüe intercultural, los
resultados de la DGEI a finales del siglo XX fueron cuestionados: “Los avances eran
muy distintos según las diferentes lenguas, las formas de enseñanza bilingües no
funcionaban para el estudio del español como segunda lengua, al contrario,
fortalecían la castellanización”, advirtió Jiménez Naranjo.
Mendoza Zuany explicó que los maestros se resistían a poner en práctica el método
bilingüe y otros principios educativos interculturales porque tenían una
autopercepción negativa de lo indígena.

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