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PISANDO EL MISMO TERRENO.

Parte 1
Dr. Roger Garcés
Psicólogo
@psicogarces

No sé por qué piensas tú,


hermano que te odio yo,
si somos la misma cosa
yo, tu, tu y yo.

Me duele que a veces tú


te olvides de quién soy yo;
caramba, si yo soy tú,
lo mismo que tú eres yo.

Pero no por eso yo


he de malquererte, tú;
si somos la misma cosa,
yo, tú, tu y yo.
no sé por qué piensas tú,
hermano que te odio yo.

Estos versos extraídos del poema de Nicolás Guillén describe


maravillosamente bien las relaciones entre el Yo y los demás. El
poema, desde su contexto original, puede aplicarse
perfectamente a las relaciones con cualquier persona. Quítele
simplemente la palabra “Hermano” (misma que ya yo había
sustituido), y ponga en su lugar la palabra “Prima” o “Madre” o
“Compañero de trabajo” y funcionará igual. Sus conceptos se
aplican perfectamente en cada caso.
Esto es lo que se llama dentro del budismo “Pisar el mismo
terreno”. Cuando una persona comete una acción contra otra en
el fondo está huyendo de algo que le causa dolor. Les pongo un
ejemplo: Recientemente estaba haciendo una cola para
montarme en el bus. En un descuido la cola se desordenó
momentáneamente, un hombre grande y fuerte (que no estaba
haciendo la cola), se me adelantó y se montó en el bus sin que le
tocara. Mucha gente le protestó y a mi dio muchísima rabia. El
hombre miraba a las personas que le protestaban, pero luego de
unos momentos, pude notar en sus ojos sufrimiento. Me pareció
entrever un dejo de miedo o preocupación. En ese momento
comprendí que ese hombre, por grande y fuerte que pareciera,
tenía miedo. No sé de qué tenía miedo, tal vez de llegar tarde a
su trabajo. Me di cuenta que yo también temía llegar tarde a mi
trabajo, y darme cuenta de que los dos teníamos el mismo miedo
de llegar tarde me hizo estar más cerca de él. No justifico que se
saltara la cola, no justifico su conducta, pero me hace sentir que
piso el mismo terreno que él.
El Buda decía que todos buscamos la felicidad, pero nos
perdemos en el camino a ella porque tomamos diferentes
decisiones, caminos y estrategias, por eso ocurre el
desencuentro. Entonces todos buscamos la felicidad pero
andamos perdidos y como estamos cada quien por su lado no
logramos salir del desencuentro.
Con los problemas con los demás ocurre lo mismo, pueden ser
problemas de pareja o con los vecinos, o con la familia, siempre
es igual. Siempre vamos a encontrar dos personas que quieren
ser felices pero están “desencontradas”.
A veces se aman tanto que cada uno quiere que el otro sea feliz,
pero no respeta la decisión de cada quien sino que obligan a la
otra persona a ser feliz como cada uno piensa que debe ser feliz
el otro. Es decir: “Yo te amo y quiero que seas feliz, pero quiero
que seas feliz *A mi manera*, Quiero que seas feliz como yo
*pienso que la gente normal debe ser feliz*.
En esta dinámica observamos dos cosas:
1. Hay amor, puesto que uno quiere que el otro sea feliz.
(Esto es lo que vamos a rescatar)
2. Se instrumenta el deseo de que el otro sea feliz desde una
posición de poder: “Yo pienso que eso no te conviene”
Para “pisar el mismo terreno”. Primero debemos darnos cuenta
de esa facultad maravillosa que existe en cada caso y es que es
real: el deseo de que el otro sea feliz. Pero aquí sea abre un
universo de enseñanzas con respecto al amor.
Lo primero que nos choca es la manera que tiene el otro para
lograr la felicidad. Eso no lo toleramos. No toleramos un punto
de vista diferente a los nosotros pensamos que debe ser. Por
tanto eso es lo primero que debemos trabaja: la TOLERANCIA. Es
decir, darnos cuenta que el otro puede ser feliz de la forma que
le venga en gana. No somos jueces de felicidad, ni tenemos un
“Felisómetro” para medir la felicidad y poder determinar quién
es feliz y quién no.
La Tolerancia refiere que yo no estoy por encima de ti, ni por
debajo de ti, simplemente que pisamos el mismo terreno.
Este tema del poder y de que nos situamos en una posición de
poder con respecto a otro lo vamos a seguir estudiando. Por lo
pronto les propongo hacer la siguiente

*TAREA:*
Observar cómo son mis relaciones con los demás y si en esas
relaciones está implícito el concepto de “Poder”.
Como siempre no vamos a juzgar, no vamos a condenar nada, no
vamos a cambiar nada todavía, simplemente observar.
Recordemos otra vez a Picasso: “Hay que mirar, mirar, mirar
hasta poder ver”.
Lo que queremos identificar es cuánto de “Poder” existe en
nuestras relaciones.
Es como si yo les dijera: “Observen cuánta ropa llevan puesta”.
No les estoy pidiendo que se quiten la ropa, ni que juzguen si la
ropa es bonita o fea, o si está vieja y raída. No, nada de eso.
Simplemente se trata de ver, en este ejemplo, ver cuánta ropa
lleva puesta. Con la observación recogida después podemos
tomar decisiones acerca de si cambiar de ropa o no, o dejar de
usar cosas que no nos hacen falta.
En el caso de observar el Poder, vamos a manejar después el
poder mismo en nuestras relaciones, por lo pronto solo observar.
Ok. ¡Buena jornada con las observaciones!
En el próximo capítulo veremos más cosas con eso de “Pisar el
mismo terreno*.

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