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Eternidad

Por
Marie Morin
Traducido en:

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Índice
Capitulo 01…………………………………………..005
Capitulo 02…………………………………………..014
Capitulo 03…………………………………………..020
Capitulo 04…………………………………………..031
Capitulo 05…………………………………………..038
Capitulo 06…………………………………………..042
Capitulo 07…………………………………………..049
Capitulo 08…………………………………………..055
Capitulo 09…………………………………………..060
Capitulo 10…………………………………………..066
Capitulo 11…………………………………………..071
Capitulo 12…………………………………………..078
Capitulo 13…………………………………………..081
Capitulo 14…………………………………………..087
Capitulo 15…………………………………………..091
Capitulo 16…………………………………………..097
Capitulo 17…………………………………………..101
Capitulo 18…………………………………………..105
Capitulo 19…………………………………………..109
Capitulo 20…………………………………………..114
Epilogo………………………………………………120

Marie Morin
Este es un trabajo de ficción. Todos los personajes, eventos, y lugares son
imaginación del autor, y no deben de ser confundidos con hechos reales. Cualquier
parecido a personas reales o eventos es mera coincidencia.

Dedicado:
Esta es para mí fan, Shirley S, con disculpas por adelantado por cualquier y todos
los errores que puedas encontrar aquí. Nunca he ido a Inglaterra excepto por los
libros y mi imaginación, pero he hecho mi mejor esfuerzo para ser tan certera cómo
me fue posible y retratar la tierra de mis antepasados con el afecto y afinidad que
siento por ella.

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Capitulo Uno
La alegría lleno el corazón de Emily Hendrick a rebosar. Ella había
realizado su sueño. Le tomo cada centavo de su herencia y de sus ahorros.
Había tenido que vender todo lo que poseía de valor y ahora estaba
endeudada hasta los ojos, pero ahora era la orgullosa, nueva dueña de un
castillo Escoses de verdad.

Su alegría la sostuvo en su terrorífico vuelo de Georgia a NY y de ahí a


Inglaterra. No es que alguna parte de su viaje fuera particularmente
memorable, pero fue suficiente, -en opinión de Emily- para mantener su
trasero a un cohete y confiar que el “artefacto” la sostendría lo suficiente
como para llegar a donde se dirigía, eso sin contar con los locos vagando
por el mundo, sin nada más que muerte y destrucción en sus mentes.

Su gozo no sólo la sostuvo en el control de la aduana y con el dolor de


cabeza de rentar un coche,-cuando su Ingles no era exactamente Ingles- y
cuando apilo sus pocas pertenencias en el coche, su excitación creció
cuando condujo fuera del aeropuerto de Heathrow y se dirigió al norte.

Fue desorientador encontrarse en el lado “equivocado” de la carretera cada


vez que lograba sacar su mente, y su mirada, de las imágenes al lado de su
asiento, pero luego ella se recordaba, antes de que causara un accidente
múltiple automovilístico, que se suponía que debería estar en el lado
equivocado de la carretera.

— ¡Izquierda, izquierda, izquierda! — ella murmuro, tratando de calmar el


palpitar salvaje de su corazón.

Su emoción disminuyo solo un poco cuando al fin llego a la villa más


cercana a su castillo y descubrió que su agente de bienes raíces, ya se
había ido a su casa por la noche. Calmando su impaciencia con un
esfuerzo, Emily encontró hospedaje para la noche y se instalo a esperar
una noche más antes de que pudiera ver a su hermoso bebe.

Ella se paseaba por el empedrado en frente de la oficina de Gregory


MacGregor cuando arribo a la mañana siguiente. Él era un hombre mayor,
cabello gris rayando su barba roja y el cabello le crecía en su cabeza como
si fuera un monje.

Marie Morin
—¿Mr. MacGregor?
Él se dio la vuelta desde su puerta y la miro de nuevo.
—Sí.
Emily sonrió aliviada, con interés creciente.
—Soy Emily Hendricks.
Él frunció el ceño, como si tratara de averiguar el por qué ese nombre le
sonaba tan familiar, luego finalmente sonrió.
—¿La yanqui?
—Oh, no soy una yanqui. —Emily lo corrigió—. Soy de Georgia.
El lucio desconcertado.
—¿De Rusia?
Emily quedo boquiabierta sin comprender.
—No. De Estados Unidos. Soy la que compro el castillo ¿MacKissack?
El sonrío y asistió.
—¡Oh claro¡ Ms. Hendricks. La estaba esperando ayer. — Él abrió su
puerta y la empujo—. El acento me desconcertó un poco. ¿Entonces no es
una yanqui?
Decidiendo que realmente no quería explicarle, Emily ignoro la pregunta,
siguiéndolo a la oficina.
—De hecho, si llegue ayer, pero usted ya se había marchado. Tuve que
pasar la noche en la…uh… posada. — Lo miro mientras él se movía por la
pequeña oficina—. Estoy muy ansiosa de ir al castillo.
—Sí, esperaba hacer el papeleo antes de ir.
—Oh. Claro. ¿Pensé que todo ya estaba hecho?
Él fue hasta un archivador, hojeo algunas carpetas y finalmente saco una
y se giro a su escritorio.
—Solo un par más.
Emily miro los papales de pasada y firmo su nombre al final de cada uno.
—Bueno ahora, tenemos todo en orden, eso creo. — Él lo dijo sonando algo
aliviado—. Sólo déjeme cerrar y haremos un tour.

Emily frunció el ceño, pero finalmente se encogió de hombros y fue al


coche a esperar. Las fotos que le habían enviado del castillo estaban, una
vez más, en el asiento de al lado y las recogió, estudiándolas
amorosamente mientras esperaba.

El sonido ajeno de la bocina de un coche la saco de su absorción y se


asomo, para ver que Mr. MacGregor había puesto su coche al lado del de
ella. Él le dijo algo, pero no entendió. Sonriendo y asintiendo de todos
modos, arranco el coche y se giro para seguirlo.

Los acentos le estaban dando más problemas de los que había anticipado.

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En algunas cosas era parecido a los EEUU, -concentrado-. Cada pocas
millas uno encontraba ligeras o vastas diferencias en los acentos. En
EEUU, los acentos usualmente no variaban mucho hasta que uno cruzaba
a otro estado. Lo hacía peor el hecho de que ellos tampoco la entendían
muy bien y a la inversa. Había escuchado que los acentos británicos, eran
muy parecidos al suyo, pero eso no parecía ser el caso en esta área. Ella se
sacudió. Se acostumbraría después de un tiempo, y ojala ellos también se
acostumbraran al suyo.

Estaba tan ocupada admirando el paisaje, que casi pierde el coche de Mr.
MacGregor cuando se desvió e hizo un giro abrupto, entre dos puertas en
ruinas. Miro las puertas curiosamente, pero todavía estaba nerviosa
porque casi se perdió, así que no las vio demasiado.

Casi tan pronto como pasaron la puerta, la angosta carretera comenzó a


subir y curvear. El pasador de pelo le hacía imposible ver a otra parte de la
carretera y Emily mantuvo un ojo cauteloso en el parachoques de Mr.
MacGregor. Cuando él se desvió de la carretera abruptamente y estaciono
el coche, Emily pensó que se había salido de la carretera. Sin embargo él
salió de su auto un momento después, haciéndole señas, entonces ella
también se estaciono, mirando la ruina proyectada por la sombra sobre el
pasto donde estaban.

Supuso que quería enseñarle algunas de las construcciones a lo largo del


camino, pero no estaba interesada en visitas turísticas por el momento.
Suspirando bajo del coche. Él le sonrió, abriendo sus brazos a lo largo.

—Y, aquí estamos.


—¿Dónde?
—El castillo MacKissack, muchacha.

Emily se giro, viendo sobre los campos y finalmente se enfrento a la


construcción de piedra en ruina. Parecía vagamente familiar y un extraño
nudo se formo en la boca de su estomago. Estrechando sus ojos contra la
luz del sol que se estaba extendiendo alrededor del montón de piedras y,
en algunos lugares, ella estudió la ancha zanja que curvaba en la parte de
enfrente.
Un set oxidado de soporte de colchón estaba afuera y otro dentro de la
suciedad al fondo de la zanja. Había un aparato abandonado, también,
que parecía ser una estufa, o posiblemente una lavadora. Ruedas, llantas
y varios objetos no identificables. Un estrecho -un muy estrecho- puente
se extendía sobre la zanja. Parecía lo suficientemente ancho como para
que pasara un coche pero se veía apenas más ancho que un pasillo.

Marie Morin
Sintiendo una ola de nauseas sobre ella, Emily abrió la puerta del coche,
se inclino y agarro el pequeño sobre con fotos del asiento. Cuando salió
otra vez, sacó las fotos y las miro bajo la fachada occidental y la “entrada
principal”. Tenían un extraño parecido a las ruinas que estaba mirando,
excepto por el hecho de que en las fotos había agua en el pozo, en vez de
un par de desechos.

—Ahh, pero es un espectáculo, ¿cierto? — Mr. MacGregor digo, radiante


hacia ella.
Emily apenas lo miro.
—Esto no… esto no… usted no está diciendo…— Parecía que no podía
sacar las palabras de su boca.
El asintió feliz.
—Se ha quedado sin palabras ¿eh? ¡Es una gran vista! Claro que esto sólo
es una pequeña propiedad del clan MacKissack. No vio mucha acción, pero
es un buen espécimen del periodo medieval, y aquí está todavía.
—Entonces… ¿Dónde está mi castillo? ¿Está cerca de aquí?
El se dio la vuelta y la miro como si se hubiera vuelto loca.
—Sí, esta parada sobre el, muchacha.
Emily sacudió su cabeza.
—No. — Señalo con un dedo en las imágenes que sostenía en su mano
temblorosa—. Este es mi castillo.
Frunciendo el ceño. Tomo la foto y la miro.
—Sí, estas son las fotos que le mande.
Emily quedo boquiabierta, sintiendo una punzada de indignación que
comenzaba a trabajar hacia ella a través de su asombro y consternación.
—Pero… pero… ¿cuando fueron tomadas estas fotos?
El frunció el ceño, rascándose su cabeza pensativo.
—Bueno… no podría decirle. Pienso que probablemente antes de la
primera guerra mundial, para ser exactos.
—¿Qué guerra? ¿La conquista normanda?
Él rio con su sarcasmo.
—No. No estaba aquí entonces. Mi abuelo trajo a un hombre desde
Londres para tomar las fotos.
—¡Su abuelo! — Emily jadeo de la incredulidad.
—Sí. No son tan recientes como me hubiera gustado, pero no tenía mucho
sentido en traer a un fotógrafo para que viniera de tan lejos, cuando las
encontré.

Emily parecía que no podía hacer nada más que quedar boquiabierta, su
boca comenzó a trabajar como un pez, que de repente se encontró tirando
de la corriente.

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—Venga. Le mostrare los alrededores. Sé que está ansiosa por verlo.

El tour no le ayudo mucho a Emily. Según en el folleto que le había


llegado, el castillo había sido “modernizado”. La idea escocesa de
modernidad no era la misma que la de ella. En el centro de cada uno de
los diez cavernosos cuartos del pequeño castillo, había un cable que había
sido arrojado desde el techo. Un hueco desnudo y un foco colgaban al
final. Teóricamente, estos se apagaban con una cadena que colgaba del
receptáculo, pero estaba podrida y rota cuando Mr. MacGregor tiro de
ellos. Encogiéndose de hombros, él saco una lámpara de su bolsillo, la
encendió y le mostro el cuarto.

—El generador no está encendido de todos modos.


—¿Generador? — pregunto en un murmullo.
—Sí. La compañía de luz tiene líneas hasta acá, pero una tormenta se las
llevo hace algunos años, y no las han puesto de nuevo.
—¿Hace cuantos años?
Él se rasco la cabeza, frunciendo el ceño.
—Eso debió de hacer sido alrededor del `75, creo.
—¿Mil novecientos setenta y cinco? O ¿mil setecientos setenta y cinco?
Él rio.
—No ha sido hace tanto tiempo. Estoy seguro de que no habrá problema
en traerlos y que los pongan de nuevo, ahora que reparará el lugar. —
Viendo su expresión sombría, la urgió por un pasillo y empujo una puerta
a la mitad del camino abajo—. Tiene la fontanería adentro.
Emily no entro. Se asomo al viejo baño desde el pasillo.
>>Claro que no estará funcionando, sin el generador para jalar el agua. —
Él agrego unos momentos después.

El resto del tour pasó como una pesadilla. Emily sentía como si estuviera
luchando para correr por una espesa niebla gris, siendo perseguida por
algo no identificable. Cuando ellos dejaron el castillo y se dirigieron a los
coches, Mr. Macgregor la estudio curiosamente por varios minutos.

—Supongo que no hay teléfono. — Emily consiguió decir a través del nudo
de miseria en su garganta.
—No, se fue con las líneas de luz. — lo dijo casi alegremente.
Ella lo miro, luchando con la urgencia de envolver sus dedos alrededor de
su garganta y apretar hasta que sus ojos salieran de sus orbitas.
—Pienso que un teléfono celular podría funcionar, pero quien sabe tal vez
no.

Marie Morin
—No importa, porque no tengo uno. — Emily dijo apretando sus dientes.
El asintió, rascándose la cabeza.
—Bueno, me voy entonces.

Emily apenas lo miro, pensando que era algo muy bueno que ella no
tuviera un arma. De otra forma se hubiera visto tentada a dispararle y
lanzar su cuerpo a la zanja o foso con el resto de la basura apilada.

—¿Supongo que no conoce a alguien que puede arreglar el generador?


El sonrió.
—Mi sobrino, Angus es muy bueno con las maquinas.
Emily se giro para ver a su elefante blanco.
—¿Y tal vez pueda llamar a la compañía de teléfono y luz y hacer una
orden por mi?
—Claro. Estaría feliz de hacerlo. Si quiere, puedo preguntar por ahí por un
hombre que le ayude.
—Eso sería de mucha ayuda. — Dijo Emily, apretando sus dientes en una
parodia de sonrisa.

Sus cejas se levantaron, pero finalmente asintió, asintiendo con su


sombrero y subió de regreso al coche.
Lo miro hasta que su coche desapareció, deseando que hubiera un
precipicio entre el castillo MacKissack y el pueblo, donde pudiera caerse.
La tristeza se apodero de ella cuando el desapareció. Resistiéndose a la
urgencia de solo caerse en el suelo y llorar, Emily regreso a su coche y
comenzó a estudiar el folleto y las fotos.

Ahí estaba, el pequeño impreso, pero legible: “Fotos tomadas alrededor de


1940.”

Se suponía que ya había visto el titulo, pero no se acordaba, tal vez porque
ella asumió que el castillo estaba siendo cuidado, ¿mantenido como había
estado en las fotos? O tal vez, ¿por qué ella había vivido en un mundo de
sueño desde la primera vez que se fijo en el anuncio?
Suspirando, vio su castillo por un rato.

Finalmente, dándose cuenta de que tenía que quedarse en la cosa, al


menos hasta que pudiera averiguar si había alguna forma en la que
pudiera escapar del trato y recuperar su dinero, subió a su coche y
comenzó a bajar sus pertenencias.

Estaba vagando por los pasillos resonantes, tratando de hacer un


inventario mental de todo lo que necesitaba hacer, cuando Angus

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MacGregor apareció. Aliviada, lo envió a que mirara el generador y que le
diera un estimado en cuanto podría salir hacerlo andar.

Ella estaba en la parte de arriba del castillo, viendo a la distancia, cuando


él la encontró de nuevo. Su sugerencia fue que simplemente era chatarra y
que comprara uno nuevo, pero finalmente accedió a verlo y ver si podía
maniobrarlo y hacerlo andar. Ella hubiera preferido por mucho
simplemente abandonar el lugar y quedarse en un posada, pero no podría
pagarla. Enderezando su espalda, tomó con cuidado el estrecho camino
hacia abajo, tomando las escaleras que daban a la torre y al “cuarto
principal”.

Había comprado el lugar cerrado, con pertenencias y barriles. Los muebles


que tenía eran del 1700, lo cual le encanto cuando lo leyó. En la
actualidad, las piezas no estaban en un estado terrible, pero supuso que
podían ser limpiadas y restauradas. Eso si quería crear un alojamiento con
desayuno para los turistas, así podría mantener el lugar.

Haciendo caso omiso de sus pensamientos morbosos, se fue a las


ventanas. Las habían pintado estando cerradas, pero afortunadamente la
pintura estaba agrietada y pelada. Se las arreglo para conseguir que una
ventana se abriera como dos pulgadas y otra casi a la mitad antes de que
se atorara. Tenía suerte de que hubiera vidrio en las ventanas. El cristal
parecía que era del 1700 también. Los paneles dejaban entrar luz, pero
eran muy borrosas, haciendo imposible conseguir mucho de una vista.

Lo que más necesitaba, finalmente se decidió, era material de limpieza. El


lugar estaba cubierto de polvo y telarañas. Los tejidos alrededor del cuarto
estaban casi podridos, pero había traído algunas cosas de su antiguo
hogar. Si el colchón no estaba podrido, también, podría dormir si limpiaba
el lugar un poco.

El colchón que descubrió cuando deshizo la cama, era casi moderno. No


podía tener más de cincuenta o sesenta años. Había unos poco huecos en
el, y supuso que los ratones los habían hecho, pero después de probar la
cama decidió que podía soportar su peso sin colapsarse.

El foco arriba de su cabeza parpadeo algunas veces y finalmente brillo.


Emily lo vio, sintiendo su primer surgimiento de esperanza desde que
llego.
Se fue otra vez.
Suspirando, regreso a limpiar. Una vez resonó en el vestíbulo, como el
lamento de alguien muerto hace tiempo y Emily dio un salto.

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Marie Morin
—¿Señorita Hendricks?
Aliviada cuando se dio cuenta de que era Angus MacGregor, Emily puso su
mano en su corazón palpitante.
—¡Arriba!

Ella lo encontró en el pasillo cerca de la escalera principal. Él estaba


sonriendo triunfalmente.

—Lo hice andar.


—¿Lo hizo? Pero la luz se fue otra vez.

Él frunció el ceño, siguiéndola cuando ella lo dirigía de regreso a la


habitación. Después de mirarlo por un momento, vio a su alrededor y
finalmente arrastro un silla sobre el piso. Sobre ella, él reviso el foco,
dándole vuelto hacia el otro lado. Casi se cayó de la silla cuando se
encendió.

—Solo estaba suelto. Parece que es tan viejo como mi tío pensó, así que
estará esperando que arregle algo más. — El bajo de nuevo—. Si me sigue
al calabozo, le mostrare como encender y apagar el generador.
—¿Calabozo? — Emily dijo en murmullo.
—Sí, supongo que ahora lo llamarían bodega, pero para eso fue
construido, para mantener prisioneros en los viejos tiempos.
No haciendo caso de eso, Emily se concentro en el problema.
—¿No puedo solo dejar el generador funcionando?
—Solo soporta el suficiente combustible para algunas horas. Quería decirle
que deberías conseguir uno extra para que le soporte un tiempo.
—Me lo figure. — Emily musito, siguiéndolo hacia abajo y a la “cocina
moderna.”

Tomando una linterna, él abrió una puerta del lado más lejano.
—¿No hay luces abajo?
Se encogió de hombros.
—No que haya visto.
—Esto sólo se pone mejor y mejor. — Emily musito, siguiéndolo abajo por
las empinadas escaleras.

Se sintió como entrar en una cueva. Más allá del estrecho destello, no
había nada, sólo obscuridad tan profunda que casi parecía solida. Para su
alivio, descubrió que el generador estaba al pie de la escalera.
De cuclillas al lado del generador, MacGregor apunto a un par de válvulas
e interruptores. Después de llevarla por el proceso un par de veces y ver

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que ella lo entendía, él se levanto otra vez, avivando el haz de luz
alrededor.

—Uno pensaría que tendría que haber...ahh. Hay una luz, por ahí. Déjame
ver si aún funciona.

Antes de que ella pudiera estar de acuerdo o protestar, él la dejo ahí al


lado del generador y desapareció en la penumbra, aparentemente
buscando algo a lo cual subirse. Emily se estremeció, congelada en el
lugar, su mirada pegada al destello de luz. Finalmente, escucho el roce de
la madera en la piedra.

Después de algunos momentos, escucho el golpeteo de una cadena contra


el vidrio y luego una débil luz se derramo, persiguiendo algo de obscuridad
a unos pocos metros. Parpadeando para ajustar sus ojos, Emily miro
alrededor nerviosamente y se congelo.

—Eso no es… no es eso… ¿eso es un ataúd? — Emily jadeo con horror.


MacGregor pronuncio un grito y se cayó de la silla inestable de donde
estaba.

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Marie Morin
Capitulo Dos

Nigel MacKissack fue retomando la conciencia lentamente, preguntándose


que había perturbado su descanso. Parecía ver una gran cantidad de
actividad afuera de su ataúd, cosas golpeándose y maldiciones a su
alrededor y él frunció el ceño, sintiendo penetrar lentamente la ira en su
aturdimiento.

O’Neal tenía mejor criterio que molestarle. ¿Qué diablos había a su


alrededor?

El sonido finalmente ceso, considero sumergirse de nuevo, pero una


punzada de hambre le pego. Suspirando, se dio cuenta, de que no iba a
poder dormir a menos que hiciera algo al respecto. Tanteando el pestillo,
empujo la tapa, descubriendo en el proceso que era todo lo que podía
levantar.

Estaba sin aliento, para cuando consiguió abrirla. Descansando por unos
momentos, trató de luchar con la alarma que creció dentro de él, al
descubrir que estaba muy débil. Nigel finalmente se las arreglo para salir.
Tubo que agarrarse una vez que lo hizo.

La primera cosa que atrapo su mirada cuando miró con curiosidad, fue
una silla rota. Se la quedo viendo por un tiempo y después se fijo en la luz
que la iluminaba. Una vela colgaba de una cuerda, pegada al techo. Se
quedo mirando la extraña imagen sin comprender, y luego se dio cuenta de
que no era una vela. A la vez que se movía alrededor del ataúd para ver
mejor, su kilt1 se cayó, miro a la descolorida, bola polvorienta de tela,
demasiado aturdido, hasta para pensar en el por qué se le había caído.
Finalmente se inclino y la recogió, estudiándola curiosamente.
Era tan vieja que se desintegro en sus manos.

1
Falda escocesa

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—¡Maldito infierno! — soltando el trapo, se examino la camisa. También se
deshizo al momento en que la toco, y se encontró parado en el frio
calabozo sin nada de ropa.

Su estomago protesto de nuevo, recordándole que estaba débil por el


hambre.

¿Cuánto tiempo había estado dormido?

O’Neal, se suponía que lo iba a despertar antes de 1800, antes de que su


salud comenzara a fallar. Y, en el caso de que O’Neal no pudiera venir, su
hijo vendría. Pero la ropa que había tenido puesta, malditamente era más
vieja que cincuenta años. Adivinando, él pensó que mas de cien años.

Escuchando sonidos de arriba, alzo la vista y se distrajo una vez más con
la luz extraña.

Moviéndose hacia ella, se paró cuando estuvo debajo, viendo la bola de


cristal. No era una vela. No era una flama hasta donde pudo ver. ¿Gas?
Pero aunque fuera una flama requería de aire para que quemara. Esta
cosa estaba completamente encerrada en un cristal hasta donde pudo ver
no estaba quemándose, si no que apenas brillaba y era mucho más
brillante que cualquier vela que él hubiera visto.

—Algún artilugio nuevo. — musito, pensando en que más había cambiado


desde que había decidido dormir por un tiempo.

Perdiendo el interés en la luz, cerró sus ojos, comandando a sus sentidos,


pero descubrió que estaba demasiado débil para detectar algo. Todavía era
de día. Era todo lo que sabía. Estaba tan hambriento que se vio tentado a
salir de todos modos, pero en su estado de debilidad, el sol probablemente
le drenaría la poca energía que tenia. Además, pensó que no era lo
suficientemente fuerte para atrapar algo a la luz de día y él no solo
necesitaba comida. Necesitaba la energía que solo podía encontrar en un a
cosa viviente.

Suspirando con una mezcla de cansancio y disgusto, se estableció


débilmente en las escaleras esperando por el anochecer, escuchando la
actividad que había arriba y pensando en quién demonios estaba en su
casa.

15

Marie Morin
****

Emily no podía olvidarse del ataúd. Angus se había ido como un gato al
que le disparaban por detrás, en cuanto se paro del suelo, renunciando a
cualquier conocimiento de eso.

No podría estar ocupado, al final se decidió. Estaría enterrado, o en un


mausoleo o algo, no en el sótano… calabozo, se corrigió. Hizo su mejor
esfuerzo en limpiar el cuarto que había escogido, pero justo cuando noto
que las sombras del cuarto crecían, se le ocurrió pensar que necesitaba
gasolina para el generador, si es que no quería sentarse en el castillo en la
oscuridad. Necesitaba muchas cosas, de hecho.

Estaba sucia por el trabajo, pero no tenía tiempo de bañarse e ir al pueblo


y regresar antes de que oscureciera. Probablemente no tendría tiempo de
regresar antes de la noche si se iba de inmediato, pensó con ironía.

Finalmente apenas se quito el polvo de su ropa, fue al baño para lavarse la


cara y manos y, después de tomar su bolsa, se dirigió al coche, haciendo
una lista mental de las cosas que absoluta y verdaderamente, ella tendría
que tener de inmediato.

*****

El trasero de Nigel estaba frio y entumecido por sentarse en el escalón de


piedra, para el tiempo en que él juzgo que el sol ya se había ido. Su cabeza
estaba palpitante con una combinación de hambre y el sonido de la cosa
que estaba al pie de la escalera que había estado gruñendo y tosiendo sin
parar desde que se había despertado.

El cuarto en la parte de arriba de la escalera, -que una vez fueron los


cuartos del personal de cocina- habían sido transformados en una cocina.
Por su condición, estaba bastante seguro que no había sido algo hecho
recientemente, y una vez más se pregunto; cuánto tiempo había estado
dormido.

Estaba un poco curioso, no alarmado. Tenía asuntos más urgentes que


atender de momento. Estaba bastante sorprendido de descubrir que su
cuarto había cambiado, también, y sintió ira por primera vez.

—¡Qué diablos! — rugió—. ¿Dónde demonios están mis cosas?

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Dando zancados por el cuarto, reviso el armario, rechinó sus dientes con
una furia impotente, cuando encontró todo vacío sin nada más que polvo.
Lo mismo fue cuando reviso el baúl al pie de la cama. Finalmente se dejo
caer en el borde la cama, demasiado débil a pesar del enojo, para hacer
algo más que resplandecer de furia a nada en particular, mientras trataba
de averiguar qué hacer con su situación.

La cama crujió constantemente cuando deposito su cuerpo en ella y


contuvo su aliento, preguntándose si se colapsaría por lo vieja. Cuando no
paso, dejo que su enojo lo absorbiera de nuevo. Él no era de los que sentía
vergüenza de andar por ahí sin ropa, pero iba a ser difícil andar por el
prado desnudo sin llamar la atención.

Después de un rato, se aburrió con lo que tenía pensado que iba a ser con
O’Neal, una vez que lo tuviera en sus manos y se dio cuenta que había
estado viendo por algún tiempo un montículo de lo que parecían cosas de
viaje. No se había dado cuenta en un principio porque estaba muy furioso
para pensar bien, y también porque las cosas no se parecían a ninguna
maleta que él hubiera visto. Sin embargo, finalmente decidió que eso era lo
que era.

Alguien iba a alguna parte.

Bueno, si O’Neal pensaba que se libraría tan fácil, ¡él tenía otra idea en
mente!

Caminando hacia las bolsas, levanto la más pesada. Era


sorprendentemente muy pesada para su tamaño y se pregunto si tenía
alguna ropa, pero decidió echar un vistazo. Colocándolo en la parte de
arriba del pie de la cama, la examino y vio que tenía un pequeño pestillo.
El pestillo parecía que estuviera roto. Apenas se dejo caer alrededor,
cuando él lo movió con su dedo, pero decidió que vería si podía hacerlo
funcionar de todas formas. Agarrándolo entre su pulgar y el índice lo jalo.
Para su sorpresa, hizo un extraño sonido y se deslizo al lado. Al tiempo
que esto pasaba, el contenido, -bajo lo que parecía ser una presión
considerable- comenzó a expandirse, empujándolo más y la extraña cosa
se amplio.

Eran varias cosas curiosas, pero vio, que de hecho si había ropa dentro, y
Nigel decidió que revisaría la ropa extraña después. Por el momento no
podía pensar mucho, además del hambre. La ropa era tan rara como el
extraño objeto y el cerrojo del mismo. Ninguna de las telas estaban hechas

17

Marie Morin
de algo que considerara familiar y la ropa era vagamente reconocible.
Tomo las piezas una por una y las examino.

Claramente, era ropa de hombre, pero el tipo debía ser un enano. Sostuvo
un par de pantalones, examinándolos luego frunció el ceño y finalmente
los sostuvo a la altura de su cintura. O eran una medida rara o el dueño
solo tenía una parte correcta. Los pantalones se quedaron en sus piernas a
mitad del camino entre sus tobillos y sus rodillas… demasiado largos para
ser unos calzones y demasiado cortos para ser ropa casual.

Dejando la ropa a un lado, hurgo con la esperanza de encontrar un kilt. No


encontró ninguno, pero al final del objeto, encontró lo que podría ser una
prenda de vestir de las que van abajo. Eran de un aspecto sedoso y simple,
estaba seguro, como para ser usador como vestimenta para salir.

—¿Qué demonios se puede cubrir con tan delicado pedazo de tela?, me


gustaría saber. — musito, sosteniendo un pieza brillante roja sostenida
por unas cuerdas y la examino.

Dejando el artículo, tomo una pieza similar roja que parecía una especie de
arnés, más que nada.

—Bueno, es seguro que no es para el trasero de un hombre.

¿Vestimenta de hombre para salir y ropa interior de mujer? Suspirando


con disgusto, comenzó a probarse las ropas, descartando una por una
cuando descubría que no podrá caber su brazo en una, su pierna en otra.
Finalmente, encontró una camisa que no tenía botones. No tenía ni un
cordón de cuello y se pregunto si su cabeza cabria en ese hoyo. Para su
sorpresa, la cosa parecía que se hacía más grande cada vez que tiraba de
ella, y luego se hizo pequeña otra vez. Estiro la tela, preguntándose que
clase de material haría que cambiara de forma tan rápido.

A pesar de las propiedades de la tela, le quedo como una segunda piel y no


era muy cómodo. Encogiéndose de hombros, hurgo entre la ropa y
desenterró la pieza que él recordaba, que parecía del mismo color rosa y
echo de la misma tela. No le importaba mucho el color. No le importaba
mucho la forma en que le quedaba pero al menos su trasero estaba
cubierto.

No pudo encontrar ningún zapato que le quedara. Probablemente habría


una docena en la segunda maleta que abrió, pero sabía que su gran pie no
cabria en ellos.

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Descartándolo finalmente, se fue en busca de comida. No podía esperar
más. Tenía que tener algo. Una vez que él se alimentara, una vez que el
ganara algo de fuerza, regresaría y trataría con O’Neal y sabría donde
demonios había puesto sus pertenencias.

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Marie Morin
Capitulo tres
Ya estaba completamente oscuro para cuando Emily se acerco al castillo y
se estaciono. Para su alivio, vio que las luces aún estaban encendidas, lo
que significaba que el generador aún seguía funcionando.
Desafortunadamente, el castillo no tenía ninguna luz exterior. Dejando los
faros del coche prendidos, ella sacó un bote de combustible de la cajuela y
se dirigió adentro.

Antes de que hiciera otra cosa, intento asegurarse de que el generador no


se fuera a apagar y se le acabara el combustible. Realmente le daba miedo
bajar al calabozo, sabiendo que había un ataúd ahí. Sin embargo, sería
más espeluznante estar sentada en el castillo en ruinas.

Ella trato de no ver el ataúd, pero su mirada seguía dirigiéndose hacia el,
mientras llenaba el generador. Cuando hubo terminado, puso la lata abajo
y corrió de regreso a la escalera, escalofríos golpeaban por su espalda.

Para cuando termino de descargar el coche, se dio cuenta de que


absolutamente no iba a poder dormir en el castillo, sabiendo que había un
ataúd en el calabozo, a menos de que se asegurara de que no estuviera
ocupado. Dándose valor a sí misma, tomo una linterna y se dirigió
escaleras abajo. Su corazón casi se le cae cuando vio la cosa.

—Está vacío Si alguien estuviera adentro, estuviera bajo tierra. No hubiera


sido dejado aquí, así nada más. — No se sintió muy reconfortada.

Finalmente, camino lentamente hacia adelante, como si algo de repente


saliera corriendo. La tapa era sorprendentemente pesada. Tuvo que bajar
la linterna y usar dos manos para levantarla. El vello detrás de su cuello
se erizo, cuando finalmente se las arreglo para levantar la tapa, y salto
hacia atrás.
La tapa prontamente golpeo cerca, y el sonido casi aplaca su necedad.
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Conteniendo la respiración, conteniendo el aliento, lucho y finalmente se
las arreglo para abrirla de nuevo, empujándola hasta que se balanceo en
sus bisagras.

Alentándose a sí misma, cogió la linterna y alumbro el interior. Para su


alivio, vio que estaba vacía, a excepción de algunas piezas podridas de tela.
Estaba a punto de bajar la linterna y cerrarla de nuevo cuando un haz de
luz capto el destello de algo en la esquina. Curiosa, dirigió la luz al lugar.
Su corazón pareció quedarse quieto en su pecho.

¡Era una moneda de oro!

—¡Oh Dios mío! — susurro Emily, atrapada entre la esperanza y la


incredulidad, preguntándose si era un juego de su mente. Moviéndose al
final del cofre, alcanzo y tomo, el objeto de oro, estudiándolo
cercanamente.

¡Era una moneda de oro!

Acuñada a principios de 1700’s. Emocionada metió la moneda en su


bolsillo del pantalón y examino el cofre más cuidadosamente para ver si
había alguna otra moneda. No vio ninguna, pero no se iba a dar por
vencida hasta re visarlo a fondo. Poniendo la lámpara abajo e n la grumosa
tela que cubría el fondo del cofre, tiro del material que había sido clavado
en los lados. Estaba podrido. Los clavos se sostuvieron, pero su dedo se
sostuvo de una tira de tela y la desmenuzo. A la vez que la tela se
despegaba, las monedas se vertían en el fondo del ataúd.

Emily vio las monedas, demasiado sorprendida hasta para pensar por
algunos momentos. Finalmente, un sonido que fue medio sollozo, media
risa; se rompió en su camino por la garganta.

—¡Estoy salvada! — jadeo débilmente—. ¡Estoy salvada!

Lentamente, se le ocurrió a su mente que las monedas eran de oro, y


antiguas. Ellas podrían valer mucho dinero.

—¡Soy rica! — Se rio vertiginosamente, luego se cubrió la boca—. ¿Es mío?


— Lo pensó, pero no podía recordar ningún “si, y, o peros”. Los papeles lo
decían, el edificio y todo fuera o dentro de él era suyo. Comenzó a bailar
alrededor del cofre, riendo y llorando. Era suyo, suyo, ¡suyo! No se iba a
morir de hambre. No iba a perder todo en lo que había invertido. Debía
tener suficiente dinero para hacer el lugar vivible, tal vez más que eso. Tal

21

Marie Morin
vez era suficiente para pagar el préstamo, y no iba a tener que hacer un
alojamiento con cama y desayuno después de todo.

Ya había dado varios círculos alrededor del ataúd, cuando se le ocurrió


pensar cuando y como había llegado el dinero ahí. Paro, frunciendo el
ceño, no parecía ser probable que fuera algo reciente, como trafico de
drogas. Había sido un bolso secreto en el forro del cofre y los materiales
estaban podridos por el tiempo.

No pensó que fuera probable que, quien fuera que había puesto las
monedas originalmente, estuviera todavía vivo, o regresar por ellas.
Aunque Angus había visto el ataúd. Estaba obligado a hablar de ello. No
podía contar en que la gente no fuera curiosa. Podría tener niños
metiéndose mientras ella estuviera fuera, solo para echar un vistazo.

Tenía que mover el oro a un lugar seguro. No podría solo dejarlas en el


ataúd, a plena vista. Regreso a examinar el ataúd y descubrió que las
monedas estaban cosidas en bolsitas en todas partes. Eran demasiadas
para tratar de cargarlas en los bolsillos del pantalón. Después de estudiar
la tela en el féretro por varios momentos, se dio cuenta de que estaba muy
podrida como para usarla. Finalmente, se levanto su blusa y formo una
bolsa. Para cuando cargo la mitad de las monedas aproximadamente, el
cuello de su blusa se había estirado hasta sus pezones.

—Esto no va a funcionar. — musito.

Sin embargo, no podía atreverse a dejar las monedas ni por pocos


minutos. Quitándose la blusa, hizo un buen nudo al final y comenzó a
dejar las monedas en el cuello. Cuando tuvo todas las monedas dentro,
apenas podía levantar la cosa. Gruñendo y gimiendo, se las arreglo para
levantarla fuera del ataúd y comenzó a luchar hacia la escalera,
preguntándose donde iba a esconder su tesoro.

Estaba sudando mucho para cuando llego a las escaleras de la cocina.


Tuvo que dejar su improvisada bolsa abajo y descansar. Cuando recupero
el aliento, comenzó a buscar el cuarto por un lugar probable en don de
esconder las monedas. Sin embargo, nada de lo que encontró la hizo sentir
segura. Finalmente, decidió seguir buscando. No se iba a permitir
descansar, hasta que encontrara un lugar seguro en donde guardas las
monedas, donde pudiera estar segura de que no desaparecerían tan
abruptamente como habían aparecido.

Después de cargar las monedas de cuarto en cuarto, finalmente decidió

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que si encontraba un lugar en la planta baja, no le sería posible dormir,
por preocuparse de que alguien entrara en la noche y las encontrara. Miro
a las escaleras por varios minutos, pensando si podría subir con la bolsa
llena de monedas. Finalmente, decidió que la cosa más segura por hacer
seria “subir como un niño”.

Poniendo su trasero en ángulo recto en el escalón, empujo la bolsa un


escalón debajo de ella y luego se movió otro escalón. Era muy lento, pero al
menos no había mucho riesgo de que las monedas se sobre-balancearían y
la mandaran dando tumbos hasta abajo.

Cuando llego a la cima, decidió ver si podía esconder las monedas en el


colchón, al menos temporalmente. Ya tenía hoyos. Ella podía solo aventar
las monedas en los hoyos, después de que las contara para que así supiera
cuantas iba a necesitar recuperar cuando encontrara un lugar mejor.

Estaba arrastrando la bolsa cuando alcanzo las alcobas, no podía levantar


el pesado fardo. Gruñendo con esfuerzo, empujo la puerta abierta,
respaldándose alrededor de cuarto hasta que llegar a la cama.

En el momento en que se enderezo, con una mano en su espalda por el


dolor, vio la impresión de un culo en su colchón. Se quedo viendo sin
comprender por varios segundos y finalmente miro alrededor de su cuarto.
Dos de sus bolsas estaban abiertas, el contenido estaba esparcido por
todas partes.

—¡Oh Dios mío, he sido robada!

Puso una mano sobre su boca, preguntándose si el ladrón seguiría en el


castillo. Él la habría escuchado subir las escaleras, pensó. Ella había
hecho mucho ruido.

Era un “el”. No tenia duda sobre eso, y un malditamente grande “era él”
por el tamaño de su pie, que no era nada que se podía pasar por alto.
Había dejado impresiones de pies en el polvo del suelo. Se quedo viendo,
adivinando si se trataba de algún tipo de grafiti raro, o tal vez algo que los
pandilleros locales hacían como un tipo de firma.

Moviéndose a las maletas, estuvo a punto de revisarlas cuando se le


ocurrió que probablemente no debería tocar las cosas o moverlas. Debería
de dejar así todo para que la policía re visara. De un vistazo, no podía ver
si algo estaba extraviado- nada importante en cualquier caso.

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Marie Morin
Iba a tener que conducir hasta el pueblo para contactar a la policía. No
tenía un teléfono y no había visto una casa entre el castillo y el pueblo.
Realmente no quería regresar al pueblo, no esa misma noche.

Y estaba totalmente segura de que no iba a dejar su oro por ahí.

Se sentó en el borde de la cama para pensar, viendo la marca de l culo.


Finalmente, decidió solo esconder su oro, revisar el castillo y asegurarse de
que nadie estuviera adentro con ella y cerrar todo. Podría reportar el robo
en la mañana… después de que encontrara un muy buen lugar para
esconder su oro.

Había sopesado su bolsa improvisada, contado las monedas y estaba a


punto de dejarlas en los hoyos del colchón cuando se le ocurrió pensar en
el poste de la cama. El borde del pie de la cama estaba solo a media altura
de la cabecera. Agarrando el ornamento final que tocaba un poste, lo torció
hacia adelante y atrás un par de veces y finalmente consiguió quitarlo.
Después le vino una ola de emoción, similar a la que vino con el ataúd. En
vez de estar hecha de una sola pieza de madera, estaba hecha de varios
pedazos pegados o clavados unos a otros y un hueco en el centro.

Tendría que destrozar la cama para sacar las monedas otra vez, pero
seguramente eso era preferible a tener a alguien sobre la cama y escuchar
el sonido de las monedas. Sin duda eso le parecía. Cogió las monedas y las
dejo ahí, reemplazando la tapa ornamental con cuidado y usando un
zapato como martillo para ponerlo con dureza.

Cuando acabo, agarro una blusa de su maleta y fue abajo para agarrar el
resto de sus utensilios de limpieza. Esta mas que bien, que hubiera
decidido no regresar al pueblo, pensó con ironía, porque había sido tal su
emoción que había olvidado que había dejado las luces del coche
encendidas.

Subiéndose al coche, giro la llave, para su alivio, si encendió. Dejándolo


correr un rato, para que la batería se recargara, y cargo sus utensilios de
limpieza adentro. Tomando la escoba, que era la única cosa que se
parecía a un arma, que tenía en ese momento, y una linterna, hizo una
búsqueda cuarto por cuarto. Finalmente, se aseguro de que estaba sola en
el castillo, tranco la puerta principal y fue arriba para terminar de limpiar
el cuarto mientras esperaba a que el coche se recargara lo suficiente para
apagarlo.

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*****

Nigel se sentía mucho mejor después de que se alimento. Todavía no se


sentía del todo bien, pero seguramente estaba mejor que hace rato. Le
había molestado mucho descubrir que estaba muy débil y herido para
transformarse. No había tenido ese problema desde que había sido un
muchacho.

No se había dado cuenta de cuan afectado estaba, hasta que pensó en


transformarse para hacer el viaje de regreso al castillo, y luego se dio
cuenta de que no estaba del todo ansioso para intentarlo.
No estaba tan lejos caminando de todas formas.

La puerta estaba cerrada cuando llego a casa.

Estuvo a punto de golpear la puerta fuertemente cuando se le ocurrió que


O’Neal sin duda había descubierto que él había despertado y era tan
arrogante como para pensar que podía mantener fuera a Nigel con solo
una puerta. Le tomo dos intentos desmaterializarse y volar debajo de la
puerta como humo.

Le asombro.

También le enojo, el hecho no menos importante de descubrir que no


había podido hacer la transición con su ropa. Maniobrando la puerta
hasta abrirla, las recupero y lucho con ellas una vez más.

Cuando estuvo vestido, busco alrededor de las ruinas del pasillo principal
por su víctima.

Ya había abierto su boca por lo bajo para O’Neal, cuando un grito


definitivamente femenino le llego desde el segundo piso. Había tal horror
en el sonido, que su corazón pareció quedarse quieto en su pecho. La
sangre le corrió fría.

Sacudido completamente en respuesta, corrió a las escaleras y subió,


siguiendo la serie de gritos desde su propio cuarto. Cuando abrió la
puerta, una mujer joven giro para verlo con los ojos inyectados de terror.
Antes de que pudiera preguntarle que peligro le acechaba, ella le golpeó en
la cabeza con la escoba que blandía como una espada.

Él estaba demasiado aturdido, y demasiado sorprendido para pensar en


desmaterializarse. A la vez que ella volvía hacia él, sin embargo, esta vez

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Marie Morin
se movió.

*****

A Emily nunca le gustaron las arañas. De hecho, una araña era la única
cosa del mundo, aparte de las serpientes, que casi instantáneamente la
convertían de un ser racional a una maniaca con una sola cosa en su
mente: matar.

Pensó que las telarañas eran sólo eso, abandonadas, inhabitadas…


basura.

Cuando el monstruo de ocho patas cayó de la telaraña que había


arrastrado, ella grito enloquecida por el terror, balanceando su escoba a la
cosa, frenéticamente, lanzando la escoba en una dirección y luego en otra.
La persiguió un rato. Luego ella la persiguió, pero había una cosa de la que
Emily estaba totalmente segura, iba a matar a la cosa aunque tuviera que
destrozar el cuarto.

Apenas había conseguido vencerla y convertirla en una mancha, cuando la


puerta de su cuarto se estrello al abrirse. Girando a la nueva amenaza,
Emily no se paró a pensar un par de segundos, -para considerar la
sabiduría de atacar a un mamut parado dentro de su cuarto- sin nada
más que una escoba. La adrenalina seguía corriendo salvajemente por ella.
Emitiendo un grito salvaje, se fue hacia él, balanceándose por todo lo que
valía.

Le habría errado, de no ser por el hecho de que él se detuvo abruptamente


en el umbral. Consiguió pegarle dos veces antes de que volviera y fallara.
Un impulso de volver le hizo dar un amplio círculo y descubrió a la vez que
se giraba, que él había conseguido saltar detrás de ella. Gritando
farfullando, eso no tenía ningún sentido para ella, y fue detrás de él otra
vez.

Otra vez, el consiguió deslizarse de ella. Viendo su punto ciego, él la agarro


por detrás, tomando sus manos.

—¡Ahora que vas hacer, arpía!

Emily dejo ir un gruñido de pura furia, levanto una pierna y le pisoteo el


empeine. Al mismo tiempo, desde que él le había agarrado las manos, para

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impedirle que balanceara la escoa, ella se giro y le pego en el centro de la
frente con el mango de la escoba. Él grito y la soltó, brincando en un pie y
sobándose la frente. Emily giro hacia él y tomo su “Talón de Aquiles”.
Se puso rígido al momento, sus ojos se abrían ampliamente.

—Has un movimiento, maldito pervertido, y romperé tus cojones como


nueces.
La miro con los ojos muy abiertos, sin moverse, apenas respirando.
—Amablemente quita tus manos de mis cojones.
Emily le dio un apretón experimental y él se estremeció.
—¡Qué demonios haces vistiendo mi ropa, pervertido!
—¿Tuya? — Grito horrorizado—. ¿Vistes atuendos de hombre, entonces?
—Los hombres no usan usualmente trajes rosas para correr. — Emily dijo
secamente. Su brote de adrenalina se estaba yendo rápidamente, y la
preocupación tomaba lugar, a la vez que se daba cuenta de que tenia al
toro por los cuernos y no sabía qué hacer con el ahora.
Sus ojos se estrecharon.
—Rosa o no, las cosas han cambiado más de lo que hubiera pensado, si
las mujeres corren por ahí con pantaloncillos de hombre.
Emily lo miro.
—¿Dónde has estado? ¿Marte? Dios mío, las mujeres han usado
pantalones desde…— Frunció el ceño, tratando de pensar cuanto tiempo
había sido y se dio cuenta de que no sabía mucho sobre la historia de la
ropa—. Años y años. Y no son pantalones de hombre, maldición. Son mis
pantalones… Es decir mis pantalones de correr. ¿Qué tipo de retrasado
entre en la casa de una mujer solo para robar pantalones de correr rosas?
—¿Tu casa? Esa es buena. Esta es mi casa, para que sepas, y ha sido por
varios cientos de años por lo menos.

Obviamente él estaba enojado, pero no parecía peligroso y, francamente,


Emily no estaba terriblemente conforme con agarrarle sus cojones.
Soltándolos cuidadosamente, dio un paso atrás y lo vio.

Muy bien era su traje de correr. Sin embargo él era tan grande, que no solo
le quedaba como una segunda piel, sino que las mangas de arriba
terminaban entre sus codos y las muñecas, y los pantalones parecían
pescadores.

Luego estaba lo del medio.

No le quedaba bien y exponía un muy buen, vientre duro. Había un


estrecho camino de cabello oscuro desde su ombligo hasta abajo. Le
sorprendió el pensamiento. O él era gay, o era de esos hombres que les

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Marie Morin
“gustaba” vestir ropa de mujer. De cualquier forma, no importaba que tan
bien se viera, porque el interés no iba a ser mutuo.

Sin embargo, él se veía endemoniadamente bien por todas partes. Su


cabello era lo más parecido al negro, y largo, pasaba de sus hombros. Sus
ojos eran hermosos, de un azul brillante y sus rasgos puramente
masculinos, las características hicieron brincar a su panza.

Ella frunció el ceño.


—Varios cientos… ¿Estas tratando de hacerme creer que eres un
fantasma?
Miro desconcertado.
—¿Estas sorda, muchacha? ¿Te parezco un maldito fantasma?
Emily le dio una mirada estrecha.
—No, no pareces. Pareces un pervertido.
Sus ojos se estrecharon.
—Ya me has llamado así tres veces, y me gustaría saber que quieres decir
con eso.
Ella puso sus manos en sus caderas.
—Bueno, tú eres el que trae mi ropa. Tú resuélvelo.
El la estudio por un momento.
—En mis días una mujer que vistiera pantaloncitos, seria la pervertida. Y
ahora que lo pienso, ¿qué clase de dama eres, para estar agarrando mis
cojones? Porque estoy pensando que no eres una dama, para nada. — Le
gruño a ella.
El comentario casi le sorprende con una risa. Pretendió toser.
—Lo que soy, soy la dueña de esta propiedad. Y lo que tú eres es un
intruso. ¡Vete! —Ordeno, apuntando hacia la puerta.
Se inclino hacia ella amenazadoramente.
—Yo soy el dueño, y lo que es más, soy mucho más grande que tu,
muchacha. Podría sacudir tu trasero sin ningún problema.
—Bueno, estás equivocado ahí, amigo. — Emily dijo, caminando hacia él,
hasta que quedaron prácticamente nariz con nariz y golpeo a su pecho con
sus dedos—. Porque sucede que se un poco de kick boxing, y si no puedo
patearte el trasero, bien puedo hacerte ver que estuviste en una pelea. ¡Y,
si consiguieras sacarme afuera, iré directamente con los policías y los
traeré para que arresten tu patético culo antes de que te des cuenta!
—Tal vez, solo te coma en vez de eso. — gruño.
El comentario le arranco una carcajada.
—Gracias por la oferta, pero estoy bien. Mi novio me dio una cabeza antes
de que me fuera. Ahora mismo estoy más interesada en sacarte de aquí,
que “dentro” de mi.
Se enderezo, estudiándola con sorpresa.

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—Eres sorda, muchacha. Hablas extraño y no tengo la menor idea de lo
que dices la mitad del tiempo.
Emily se encogió de hombros.
—No es mi problema. Quiero mi ropa antes de que te vayas, también.
—¿Qué has hecho con mis propias cosas entonces, me gustaría saber?
¿Esperas que salga caminando bailando en la brisa? Con mis ropas
podridas por los suelos y todo lo demás desaparecido.
>>Y ahora que estoy en ello, ¿Dónde está O’Neal? ¿El te vendió el lugar?
¿Es eso lo que me estás diciendo?
—Lo compre por medio un agente de terrenos, MacGregor-todo en regla-
todo pagado. Creo que la estaba vendiendo por los impuestos, pero no se
mucho de leyes inglesas y no fue muy claro en porque estaba a la venta,
excepto que nadie parecía ser el dueño.
Frunció el ceño.
—Pero yo tengo todos los papeles legales hechos. ¿Esa es la verdad,
muchacha? ¿Mi castillo fue puesto en venta?

Emily sintió una punzada de hundimiento en el fondo de su estomago, a la


vez que se le ocurría pensar que el hombre estaba diciendo la verdad, y de
alguna forma había sido despojado de su lugar. El parecía sincero,
despistado, y más que un poco aturdido por el giro de los eventos.

—Mira, lo lamento mucho. Pero si compre el lugar y por lo que mi abogado


pudo ver, todo estaba en orden. ¿Cuándo hiciste este papeleo legal del que
dices? Tal vez, de alguna forma, las cosas se jodieron y no fueron
registrados correctamente.
Frunció el ceño.
—Abril, creo.
—¿Este año? ¿El año pasado?
—Mil setecientos cincuenta y tres.
Emily quedo boquiabierta. Un frio la baño, haciendo que los vellos de su
cuello cosquillearan.
—Oh. Bueno, eso ha sido mucho tiempo. — Dijo ligeramente, dándose
cuenta de que el hombre debía de haberse fugado de un centro
psiquiátrico—. Te diré algo… déjame correr al piso de abajo para encontrar
mis papeles, y te dejare echarles un vistazo. ¿Qué tal?
Sus ojos se entrecerraron sospechosamente a la vez que ella comenzaba a
caminar lentamente hacia la puerta.
—¿Cuánto tiempo?
Emily le dio una mirada en blanco.
—¿Cuánto tiempo, que?
—Dices que ha sido mucho tiempo. ¿Cuánto tiempo?

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Marie Morin
Emily había conseguido llegar a la puerta. Lo miro desde la esquina de
sus ojos y se relajo al ver que él se estaba quedando atrás.

—Yo soy…. de hecho, yo soy muy mala en las cuentas, yo estoy muy
segura.
Sus labios apretados.
—Dime el año, yo hare la cuenta.
—Dos mil cuatro. — Emily se giro, saltándose la puerta y yendo a la
escalera tan rápido como pudo.

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Capitulo Cuatro

No lo podía escuchar detrás de ella, pero luego su corazón estaba


bombeando en sus oídos como la sección de tambores en una banda. Casi
tropieza y cae al fondo, pero se las arreglo para sujetarse justo a tiempo.
Se salto los últimos tres escalones, saltando del cuarto y aterrizando en el
pasillo a la carrera.

Había dejado el coche encendido para que se cargara. No era más que un
milagro que la maldita cosa no se hubiera quedado sin gasolina. Se rompió
tres uñas tratando de abrir la puerta y se deslizo adentro. Quería meter el
cambio e irse, pero todas las puertas estaban abiertas y no había forma de
que ella fuera a manejar, en la noche, con un maniático suelto, con las
puertas abiertas. ¿Qué tal si se topaba con otro?

A la vez que se deslizaba a través del asiento delantero para cerrar la


puerta trasera, vio al hombre aparecer en la puerta. Cayendo de nuevo en
su asiento metió cambio y cavo dos rayas de tierra y rocas al aire, luego
una quemadura de llantas cuando toco el pavimento. El coche se desvió
violentamente. Con un esfuerzo se las arreglo para enderezar el coche en la
carretera. Cuando miro por el espejo trasero, no vio señal de él, pero no
podía convencerse a sí misma, de que no iba a aterrizar de la nada en el
techo del coche, tipo como los maniacos asesinos siempre hacen en las
películas.

—¡Oh Dios! ¡Estaba hablando con él! — Musito, sintiendo un escalofrió


que patino en su espalda—. Ahí parada como una idiota sólo haciendo
conversación con un lunático.

¿Tal vez no era un peligroso, psicópata maniático?

Sin embargo, la teoría de la escapada tenía sentido de porque él no tenía


ropa. Probablemente había tirado la vestimenta del psiquiátrico.
Miro hacia la aguja del combustible y se consterno por el nivel.

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Marie Morin
—¡No entres en pánico! Hay más gasolina en la parte de atrás. — se dijo a
si misma cuando recordó que solo había sacado una lata de combustible.

Algo voló cerca de su ventana y Emily quedo boquiabierta, volviendo la


mirada varias veces antes de darse cuenta de que era… o parecía... una
pequeña ave volando al lado de su coche. Corrió al borde de la carretera.
Para cuando había enderezado el coche, lo había perdido de vista.

Se dio cuenta casi al mismo tiempo de que estuvo en el lado contrario de la


carretera… otra vez. Sacudiendo las llantas, viro bruscamente al carril que
se suponía tenía que ir. Casi al mismo tiempo, la pequeña ave que había
estado volando por su ventana se estrello en el parabrisas, tan fuerte que
provoco fisuras en el vidrio. Gritando, Emily apretó los frenos
instintivamente.

Se sentó jadeando cuando el coche se detuvo, luchando con la urgencia de


romper a llorar. Perdió la batalla.

—Pobre cosita. — sollozo.

Mirando alrededor, midió la distancia que había puesto entre ella y el


castillo y decidió que era seguro bajarse y revisar el ave que había matado
con su coche rentado. Lo encontró tirado en el camino varios pies más
adelante. Debió de haber sido lanzado por el cofre, decidió, cuando había
golpeado los frenos.

No era un ave.
Era un murciélago.

Un escalofrió la recorrió, pero, realmente era algo lindo y tan indefen so, la
pobre cosita. A la vez que se agachaba para verlo mejor, vio que su
pequeño y delgado pecho aún se movía.

¿Tal vez solo lo había aturdido?

¿Pero que debía hacer? Si lo dejaba donde estaba, alguien seguramente le


iba a pasar encima. Después de unos momentos, corrió atrás del coche,
abrió la guantera y luego el maletero, luego agarro un papel de
hamburguesa que estaba en el suelo del coche. No lo quería tocar. Estaba
sangrando y no había forma de saber qué clase de enfermedades la cosa
podría estar llevando.

Todavía estaba ahí donde lo había dejado, apenas respirando. Le golpeo

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levemente con la punta del pie, solo para asegurarse de que no estaba lo
suficiente consiente como para morderla.

Se sentía tibio. Sintió una ola de nausea y repulsión a la vez que corría
alrededor del maletero y cuidadosamente lo ponía dentro. Cerro el
maletero rápidamente tan pronto como se le había pasado, corrió
alrededor del coche y brinco dentro del asiento del conductor, cerrando la
puerta y asegurándola.

Todavía estaba llorando por haber atropellado al pequeño y pobre


murciélago cuando finalmente llego a la estación de policía.

*****

Por varios momentos, Nigel se quedo en blanco viendo el lugar donde la


mujer había estado antes, luego se le ocurrió que probablemente ella iría
por ayuda. La única cosa que definitivamente no necesitaba por el
momento, ahora que estaba tan débil y desorientado, eran problemas con
las autoridades locales.

Sin embargo estaba tan sorprendido por la afirmación de que era el 2004,
que había dormido por dos siglos y medio, que no podía pensar más allá
de eso y las implicaciones de eso.

Finalmente, se sacudió y se fue tras ella.

Había perdido tiempo valioso, y para cuando llego a la puerta, ella había
saltado dentro de un extraño carruaje, donde la vio al frente. Dios solo
sabía por qué. No había ningún caballo atado a la cosa. ¿Cómo demonios
pensaba ella escapar de él así?

El pensamiento apenas había registrado su mente, cuando el carruaje se


fue como una bala le vantando rocas y tierra que lo acribillaron como una
metralla de cañón.

No pudo hacer nada más que quedar boquiabierto a la retirada del


carruaje, aturdido por la sorpresa por un tiempo. Finalmente, gano
suficiente presencia en su mente para concentrarse en transformarse.
Desafortunadamente, rápidamente descubrió que sus poderes no eran los
mismos que había tenido antes de que hibernara. Se transformo, pero su
ropa no lo hizo. Para el tiempo en que consiguió librarse de las cosas que

33

Marie Morin
había estado usando, la cola del carruaje ya se estaba desapareciendo de
su vista.

Rechinando los dientes, se lanzo hacia al aire. Lo que fuera ese extraño
carruaje, sabía que podía volar más rápido de lo que cubriría el suelo, y
tenía la ventaja de ganarle por ser llevado por el aire cuando ella se vio
forzada a seguir el camino.

Era sorprendentemente rápido. No solamente había salido como una bala,


sino que continuaba ganando velocidad. Tan rápido como cubrió la
distancia, era una lucha ganarle al carruaje.

Una sensación de triunfo le lleno cuando se puso a la par y se sirvió de


más energía, ganando lentamente pero seguro, dibujándose a la par con
ella. Ella miro por el vidrio, y él supo que ella se daba cuenta de que
estaba acabado por ahora.

La última cosa que recordó fue la expresión de horror en su cara cuando


su carruaje lo alcanzo y se estrello en el vidrio.

*****

Emily miro mal humorada a los policías a la vez que ellos miraban
alrededor de su cuarto, escribiendo en sus notas e intercambiando
miradas hablantes.

Admitiéndolo, ella había llegado en un estado, cuando llego a la estación


de policía. Primero tenía su ingenio asustado por el lunático, y luego había
atropellado al pobre, indefenso animal. Los dos incidentes en tan poco
tiempo la tenían con los nervios destrozados, particularmente cuando se
agregaba el desastre del castillo.

Le habían asegurado de que no había reportes de ningún lunático perdido


de una institución mental. De hecho, no había un hospital mental dentro
de cientos de millas. Supo, antes de que finalmente acordaran en venir a
revisar las cosas por ella, de que ellos ya se habían hecho a la idea de que
la loca era ella.

No había ayudado que ellos encontraran el traje de correr rosa tendido en


el umbral: el traje rosa de correr que ella les había dicho que el lunático
llevaba puesto.

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El primer policía llego a la puerta y se puso en cuclillas y examinando y
preguntando si era el objeto que “supuestamente” le había sido robado.
Todo había ido cuesta abajo desde ahí.

Después de unos esplendidos treinta minutos, como mucho, habían


completado su investigación “preliminar” y se habían ido. Ella sabía que
no iban a regresar. Sabía que todo el mundo en el pequeño pueblo iba a
hablar de la Americana que se había mudado a las ruinas del castillo
MacKissack.

No fue hasta que se fueron que pensó en el murciélago otra vez.


Castigándose a sí misma por agregar la desconsideración a su falta de
previsión, corrió hacia el coche y se subió. Abriendo el maletero, se estiro
alrededor en el asiento para verlo volar, seguramente ya se había
recuperado de su inconsciencia.

No vio nada y después de unos momentos salió del coche, se movió


cautelosamente y se asomo dentro del maletero.

El lunático estaba tendido en el maletero, ¡totalmente desnudo!

—¡Como demonios conseguiste meterte al maletero! — demando Emily.

Sosteniendo su cabeza, él miró alrededor confundido y finalmente comenzó


a luchar para salir. Emily pensó en estrellarle el maletero, pero no puedo
evitar notar que parecía herido. Su simpatía duro hasta que vio la
envoltura de la hamburguesa pegada en su espalda.

—¡Oh Dios! ¡Lo aplastaste!


—¿Qué?
—¡El murciélago! ¡Al que le pegue con el coche! Estaba tratando de salvar a
la pobre cosita y tú lo has aplastado, ¡tu gran imbécil!

No podía atreverse a mirar. La pobre cosita había lucido muy mal después
de que le pego con el parabrisas.

—¿Esta muerto?
Él la miro curiosamente.
—¿Qué cosa esta muerta?
—¡El murciélago, maldición!
—No tanto, — musito, tambaleándose un poco borracho hacia su puerta
frontal.

35

Marie Morin
Se olvido del murciélago cuando vio que se dirigía hacia su puerta.

Corriendo alrededor de él, se planto en el umbral y agarro cada lado del


marco, restringiéndole la entrada. La miro por varios momentos cuando la
alcanzo finalmente, la agarro de la cadera, levantándola del piso. Girando,
la puso justo afuera, después del umbral y cerro la puerta en su cara.
Antes de que agarrara el picaporte, escucho la cerradura de la casa
cerrarse.

Emily jadeo por la vibración de la puerta por unos cinco segundos, antes
de que la rabia se apoderara de ella. Comenzó a golpear la puerta con su
muñeca, pateándola cuando su muñeca empezó a punzarle.

—¡Déjame entrar gilipollas!


—No por el pelo de mi barba2. —Gruño desde la otra parte de la puerta.
—¡Idiota! — Sacudió la puerta una vez más, pero sabía que no tenía
ninguna posibilidad de tirarla.

Girando, estudio el coche especulativamente por varios minutos, pero


finalmente rechazo el pensamiento. No quería un hoyo del tamaño de su
coche en la puerta principal y, además, el maldito castillo probablemente
se desintegraría y todo lo que tendría seria una gran pila de piedras.

Estaba tentada a intentar las ventanas, pero estaba muy oscuro y


particularmente no le gustaba tropezarse en la oscuridad. Finalmente,
dándose cuenta de que no había esperanza, cerro la tapa del maletero y se
subió a la parte trasera del coche, cerrando las puertas y encontrando
cualquier confort que pudiera en la parte trasera del asiento.

Estaba comenzando a dormitar cuando escucho un rugido desde el


castillo, que le hizo poner los pelos de punta. Sentándose, escucho con
atención. Unos momentos mas tarde, el lunático, vistiendo sus pantalones
de correr, abrió de golpe la puerta frontal y camino hacia ella.
Inclinándose, la miro por la ventana.

—¿Dónde está mi maldito oro, mujer?

Emily no supo porque estaba sorprendida de que el tipo también


reclamara su oro, pero tal vez, estaba así porque parecía extraño que él
supiera sobre eso si él no lo había puesto ahí ¿no?

2
Not by the hair of my chinny, chin, chin : No por el pelo de mi barba. Frase usada en el clásico cuento de los
3 chanchitos, que vendría a ser algo co mo: ¡No por Dios!

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Trato de darle una mirada de total incomprensión, pero sintió que la culpa
subía a su expresión. Después de tratar de mirarlo por varios momentos,
decidió que la retirada sería lo único para lo que tenía valor y subió a la
parte delantera del coche. Eso fue cuando descubrió que las llaves no
estaban en el encendido. Estaban en su monedero, dentro del castillo.

Sintiendo un escalofrió de ansiedad bajando por su espalda, se acerco a la


parte central del asiento delantero mirando al hombre fijamente,
preguntándose si iba a reventar el vidrio y venir por ella. Para su
sorpresa, la mirada de enojo lentamente cambio a una de especulación y
luego de concentración. Su imagen comenzó a evaporarse. Cerró sus ojos,
frotándoselos. Cuando abrió sus ojos de nuevo, parecía como si él
desapareciera en la nada…bueno, no nada, humo.

Se froto los ojos otra vez y se acerco hacia la ventana para asomarse al
suelo. Sus pantalones de correr rosa estaban tendidos en el suelo.
Mechones de humo se arremolinaron alrededor de ellos, moviéndose
sinuosamente, casi apropósito, a lo largo del coche, como verificando las
puertas y ventanas. Después de unos momentos, desapareció debajo del
coche.

Se sentó, asomándose al suelo donde la serpiente con forma de humo


había desaparecido. No reapareció y después de un momento, se recargo,
girando para moverse al otro lado del coche para ver si era visible desde
ahí. No tenia que moverse tan lejos, de hecho. A la vez que giraba, vio que
el humo se infiltraba por los ventiladores. Al mismo tiempo que veía, se
instalo en el asiento al lado de ella, denso, cada vez más y más sustancial.
Su mandíbula se cayó más y más y sus ojos se ampliaron más y más.

Solido una vez más, la agarro por los brazos y la arrastro por el asiento
hasta que quedaron nariz con nariz. Emily se las arreglo para tragar aire.
Se lamio sus labios resecos.

—Eres un fantasma. — dijo débilmente.


Él frunció el ceño.
—No soy un fantasma, pero te daré una gran pista, muchacha. — dijo
ásperamente, curvando sus labios en una parodia de sonrisa, y mostrando
un par de muy blancos dientes que mostraban dos grandes, muy afilados
colmillos.

37

Marie Morin
Capitulo cinco
Mareos corrieron sobre Emily, a la vez que miraba el par de perlados
colmillos blancos y su cerebro lentamente trato de adherir, colmillos, más
ataúd, más durmiendo por dos siglos y medio, más cambiando en humo y
flotar por la ventilación del coche.

—¿Hombre lobo? — Se aventuro débilmente.


Sus ojos se estrecharon.
—Vampiro. — gruño.

Era la salida de un cobarde y lo sabía, pero le daba la bienvenido a los


mareos y la creciente negrura, tratando de concentrarse en convocarla. En
vez de eso, parecía que entre más tratara de desear la inconsciencia, más
lejos se alejaba de ella. No pudo desmayarse, pero estaba tan débil con el
terror que tampoco se podía mover.

Aparentemente satisfecho con su reacción, se salió del coche, la arrastro


hacia fuera y la remolco en sus brazos, dirigiéndose hacia el interior del
castillo. Emily se apoyo en él débilmente, tratando de formular un plan.
Sus llaves estaban en su monedero, sobre la cama. Él la llevaba hacia allá,
tenía la oportunidad de conseguirlas, pero, luego ¿adonde ir? Los policías
ya pensaban que era una zafada. Si aparecía de nuevo en la estación de
policía, esta vez proclamando que el hombre era un vampiro,
probablemente la encerrarían a ella.

Lo considero, mientras él subía las escaleras con ella, preguntándose si


estaría más segura si ellos la encerraban. No parecía probable si el parecía
cambiar en una bola de humo y pasar a través de las pequeñas grietas de
un cárcel, además estaría atrapada.

¿Cuáles eran las reglas sobre los vampiros? se pregunto francamente.


Nunca había estado muy “dentro” de ese culto, pero si había visto algunas
películas de vampiros. Debía de recordar algo útil.

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“Iglesia”, surgió en su cabeza abruptamente. Los vampiros eran criaturas
endemoniadas, impías y no podían estar dentro de una iglesia. También
recordó que no podían pasar a una casa a menos de que fueran invitados,
pero como se le podía invitar ¿a una casa que había proclamado como
suya? Hasta ahora el hecho de que la casa ahora le pertenecía a ella, no lo
había detenido. Entonces, aunque consiguiera, de alguna forma sacarlo,
probablemente no haría nada bueno tratando de cerrar la puerta para
mantenerlo afuera.

Cuando llegaron al cuarto, se dirigió a la cama y la tendió con mucho


cuidado en la superficie grumosa, después se fue hacia atrás y la estudio
cuidadosamente. Emily lo miro desde sus ojos medio cerrados, tratando de
darse una idea de donde podría estar su bolsa, sin tener que mover su
cabeza. No podía verla y se concentro tratando de recordar donde la había
dejado.

Finalmente se acordó que la había movido de la cama y la había puesto en


el suelo después de que los policías le habían pedido una identificación.
Estaba en el pie de la cama, cerca de la pierna donde había vertido todo su
oro. La cama se hundió a la vez que se sentaba él.

Movió una mano alrededor de su cabeza y ella se dio cuenta de que él no


estaba convencido de que la tuviera bajo su poder. Lo considero
francamente, pero simplemente no recordaba que las mujeres en las
películas hubieran hecho algo en particular. Ellas solo se tendían
perfectamente quietas, como si no se pudieran mover y no habían parecido
muy asustadas.

Él se inclino sobre ella, hasta que su boca estuvo cerca de su oreja.

—Estoy pensando que están fingiendo, muchacha.


Emily se tenso fraccionadamente, pero se las arreglo para mantener la
respiración baja y uniforme.

Él se sentó, la estudio un rato y finalmente fijo una mano sobre su pecho,


apretándolo. Ella salió de la cama como si hubiera estado cargada,
pegándole de lleno en una mejilla.

—Pervertido.

Para su sorpresa, él rio. Antes de que ella pudiera rodar al otro lado de la
cama, él se lanzo sobre ella. Capturando sus agitadores brazos, después
de una patética lucha por el dominio, la arrastro de regreso al centro de la

39

Marie Morin
cama, esposando sus brazos al colchón en cada lado, con sus manos y
usando el peso de su cuerpo para clavarla a la cama.

Dándose cuenta de que luchar con él era una pérdida de tiempo -por el
momento- Emily ceso abruptamente, mirándolo. Él parecía divertido.

—Viendo como estas en mi cama con mi polla metida entre tus muslos,
estoy pensando que deberíamos de presentarnos.

Los ojos de Emily se abrieron y se dio cuenta que no estaba bromeando.


Había una cresta dura metida apretadamente contra su hueso púbico. Sus
oscuras cejas se levantaron cuando ella apenas lo miro sin habla.

—Soy Nigel del clan MacKisscak, una vez terrateniente del clan, y ahora no
más que el ultimo de mi clan.
Emily trago con esfuerzo, luchando con el sentimiento de simpatía que
salía de ella en sus palabras.
—¿Cómo sabes que eres el ultimo?
—Si no lo fuera, tú no estarías reclamando ser la dueña de mi castillo.

Lo miro, pero era demasiado para asimilar. Su mente le estaba diciendo


que aceptara lo que había visto como real, pero también le estaba diciendo
que no era posible, que de alguna forma, él la había hipnotizado o algo
para hacerle creer que ella había visto algo que en realidad no había visto.

—No me diste tu nombre, muchacha. — dijo.


—Emily… Hendricks.
Frunció el ceño.
—¿Y de donde provienes, Emily Hendricks?
—Georgia.
Sus oscuras cejas se alzaron.
—¿La colonia en América?
Emily quedo boquiabierta.
—No ha sido una colonia desde mil setecientos…

Una mirada de sorpresa cruzo por su cara. Después de un momento, el


libero sus esposas de sus brazos y se deslizo fuera de ella, dejando solo su
pierna sobre sus caderas para sostenerla. Manteniendo su cabeza en una
mano, la estudio.

—¿Ya no está sobre dominio Inglés?


Ella sacudió su cabeza lentamente.
—Nos ganamos nuestra independencia. Ahora es parte de los Estados

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Unidos de América.
—¿Es un hecho? ¿Y cómo lograron eso si el Imperio Inglés es el más
poderoso en el mundo?
Emily se mordió un labio.
—De hecho, creo que solo se cansaron de pelear con nosotros.
Él sonrió.
—Si todos son como tú, no tengo ningún problema en creerlo.

Emily sintió el rubor trepar por sus mejillas, pero no creía que fuera un
cumplido. Su mirada se movió de su cara y viajo por su cuerpo en una
exanimación detallada.

—Estoy pensando que el mundo ha cambiado más que solo un poco desde
que he estado… durmiendo.
Emily se humedeció sus labios.
—Tú eres… ¿tú no eres realmente un vampiro, verdad? Quiero decir, tú
sólo usaste una clase de truco para hacerme creer que desapareciste y
reapareciste dentro del coche… ¿Cómo hipnosis? ¿Tú no… bebes sangre de
la gente?
Su mirada se pasó a su cara otra vez, su cara se endureció por la ira.
—No soy un maldito salvaje. ¿Por qué pensarías que soy un…maldito
caníbal?
—Pero…los vampiros beben sangre de la gente, ¿no?
—Has conocido a muchos vampiros entonces, ¿verdad?
—Uh…no. Pero he escuchado…
—Has escuchado mal, o hay algunos que no son salvajes. He escuchado de
ellos, pero me imaginaba que no eran más que cuentos. Pero no estoy del
todo convencido.
—¿Entonces no vas a…morder mi cuello y chuparme toda la sangre?
Una sonrisa retorcida cruzo sus labios.
—No te hare ninguna promesa en cuanto a eso, Emily Hendricks. De
hecho, no me gustaría nada más en este momento que chupar cada
pulgada de ti.

41

Marie Morin
Capitulo Seis
El calor cruzo por Emily por la mirada de sus ojos tanto como de sus
palabras, succionando el aire de sus pulmones y forzando a su corazón a
trabajar más fuerte.

—Estaría más que un poco tentado de usar mis poderes para cautivarte,
excepto por el pequeño problema de que no puedo recordar la mitad de las
cosas que una vez supe, sin tener que pensarlo siquiera. — Murmuro—.
Pero bueno, esto podría ser interesante.
—¿Qué?

Él se rio, tendiendo una mano ligeramente en su abdomen y deslizándola


lentamente hacia arriba hasta que estuvo sosteniendo un pecho en la
palma de su gran mano. Emily lo miro bruscamente. Se desplazo más
cerca hasta que sus labios rozaron los de ella.

—Esto… — murmuro, moldeando sus labios a los de ella por una fracción
de segundo antes de que rompiera la frágil barrera de sus labios,
barriendo dentro, explorando el fresco tierno del interior con su lengua.

Emily jadeo bruscamente ante la intromisión, succionando su sabor y


esencia. Se enrosco en su vientre como un potente licor, corriendo por sus
venas hasta su cabeza y creando una ola de debilidad y mareo. Levanto su
mano, poniéndola en su duro hombro. Dentro de ella, una guerra se
liberaba, entre el deseo de jalarlo más cerca para disfrutar de las
sensaciones que él le estaba creando solo unos momentos más, y un
impulso racional de empujarlo lejos, como un vaivén, cada pensamiento
luchando por dominar.

Finalmente, le empujo el hombro ligeramente. Para su decepción, la soltó a


la primera y retrocedió.

—Tenemos un poco de lio aquí, Emily Hendricks.


—¿Lo tenemos?
—Si lo tenemos. Tú dices que compraste mi castillo y que todo es legal. Yo
digo que yo construí el castillo y tengo más derecho a reclamarlo. Has

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escondido mi oro de mí y yo sin saber cómo podría hacer para sacar mi
dinero del banco, o si el banco todavía sigue ahí después de dos siglos y
medio.
>>Puedes quedarte por ahora, muchacha, pero deberías de pensarlo mejor,
porque no he estado con una mujer en mucho tiempo y tu eres de mi
gusto. Pienso que no será fácil recordar cómo ser un caballero. Si tú te
quedas aquí lo suficiente, te encontraras de espaldas y con tus piernas
abiertas.

Sus palabras la bañaron como un afrodisiaco, fortaleciendo el deseo que él


había alimentado en su interior. La primera reacción cuando él salió de la
cama y se retiro, fue de decepción. La segunda, fue de aumento de su ira,
con los dos, con ella y con él.

Se salió de la cama, fue hacia la puerta y la cerro de golpe, cerrándola


decisivamente. Ella escucho su ráfaga de risa desde la escalera y apretó
sus dientes.

*****

La diversión de Nigel desapareció a la vez que cogía la camisa de Emily y la


examino. No le había gustado antes de que supiera que era de mujer. Le
había gustado todavía menos cuando Emily lo había visto como si pensara
que él era un modisto. Suspirando de disgusto, la tomo y se la puso.

No podía ser ayudado. Doscientos cincuenta años, y solo Dios sabía desde
cuando O’Neal se había ido y sus hijos también. Debería de haber un
guardarropa esperando por él. No lo había y la muchacha molesta que
estaba durmiendo en su cama, le había quitado su escondite de
emergencia, también.

No podía ir desfilando por ahí totalmente desnudo, pero necesitaba


algunas respuestas. Abriendo la puerta, se dirigió afuera y tomo los
pantalones que había tirado al lado del coche cuando se transformo.
Realmente tenía que recordar cómo se las había arreglado antes para
llevarse consigo la ropa también. Perderla cada vez que se transformaba le
estaba resultando tedioso.

Eso lo intranquilizaba. ¿Solo era un lapso de la memoria por haber


dormido tanto? ¿O era algo más?

No le gustaba contemplar la posibilidad de que quizá no recuperaría todos


sus poderes…o hasta que quizá le tomaría años en volver a aprender todo.

43

Marie Morin
Cuando se hubo puesto los pantalones, estudio la carroza de Emily,
caminando alrededor de ella. Era una carroza que se veía muy extraña,
para estar seguros, y todavía más extraña porque la cosa no necesitaba de
caballos para jalarla, especialmente tan rápido.

Sin embargo, habían pasado dos siglos y medio desde que había conocido
a un hombre mortal. ¿Tal vez habían aprendido algunas de las técnicas de
vampiros?
Sin embargo, Emily había estado verdaderamente asustada, cuando él se
transformo y se metió dentro del carruaje.

Miro hacia la ventana con el pensamiento, frunciendo el ceño .Había


estado molesto. Él había querido asustarla, pero no había estado
particularmente muy satisfecho cuando lo hizo. Le había gustado más
cuando sus adorables ojos destellaban con humor, diversión, incluso
astucia.

Se pregunto si ella era tan única como a él le parecía, o si las mujeres


habían cambiando tanto. Tal vez él había estado tentado a pensar que era
varonil, con su absurda ropa y su cabello tan corto como el suyo, excepto
por el pequeño detalle de que no había nada varonil, o de niño, en su
cuerpo. Todo era de mujer, y su reacción hacia él, era más que prueba
suficiente de que ella no era una “extraña”.

Irritado consigo mismo por estar pensando en ella, cuando tenía cosas
más importantes por las cuales preocuparse, la saco de su mente y se
dirigió hacia el pueblo. Era molesto tener que caminar, pero no creía que
pudiera averiguar cómo manejar el carruaje de Emily y no podía darse el
lujo de llamar la atención llegando desnudo.

El lado positivo, consiguió cautivar una liebre en el camino y se sintió


mucho más fuerte después de que comió de nuevo. Paro en la primera
casita con que se cruzo y miro alrededor por agua para lavarse. No había
una fuente, pero encontró una jarra en la mesa del jardín que contenía
agua.

Era tarde a la vez que se dirigía calle abajo, mirando a su derecha e


izquierda, buscando por el nombre de MacGregor. Había algunas
personas, pero lo miraban curiosamente. Incomodo con la atención que
parecía estar atrayendo, se movió a las sombras, junto al borde de los
edificios.

Estaba cerca del centro del pueblo cuando miro hacia arriba y vio un par

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de hombres jóvenes viniendo hacia él. Pararon cuando estuvieron cerca de,
bloqueando su paso. Vestidos con piel negra de cabeza a pies, con largo y
fibroso cabello y anillos sobresaliéndoles de la nariz, labios, cejas y orejas,
lo primero que pensó es que debía de ser un disfraz, tal vez regresando de
un baile.

El más alto de los dos rio, dándole un codazo al joven al lado de él.
—¿Es bonito, eh?
El otro hombre sonrió.
—¿Cuál es tu nombre, entonces, muchacho?

Los ojos de Nigel se estrecharon. Antes de que pensara mejor en ello,


agarró a uno por el frente de su camisa y al otro por la garganta,
levantándolo limpiamente del pavimento. Pegándole al que tenia agarrado
por la garganta contra la pared del edificio ambos quedaron juntos, le dio
una mirada peligrosa al más joven.

—Estoy buscando a MacGregor, el agente de bienes raíces.


El tipo que tenía agarrado por la garganta solo gruño con voz ronca y
amordazada, sus ojos desorbitados.

Nigel giro hacia el otro y lo atrajo más cerca.

—¿MacGregor?
La boca del muchacho hablo. Sin palabras, apunto abajo del camino.
—¿Qué casa?
—La blanca en la esquina de Hobbs y Kensington.
Permitió al muchacho que tenía agarrado por el cuello deslizarse al piso.
—A ustedes les podría ir bien una lección de modales. — gruño.
Contemplo por varios momentos pero finalmente decidió no hacerlo.
Soltándolos, pasó junto a ellos y siguió su camino.

La casa de MacGregor estaba a oscuras. Nigel la estudio por varios


minutos y finalmente camino hacia el portón y fue a la puerta trasera.
Después de mirar alrededor y asegurarse de que no había testigos, se
desmaterializo y se metió por debajo de la puerta.

Se maldijo cuando se desmaterializo otra vez y vio que había dejado su


ropa afuera, pero lo rechazo, mirando alrededor del cuarto donde se
encontraba. Cerrando sus ojos, afilo sus sentidos, sintiendo su camino por
la casa hasta que localizo a los mortales.

45

Marie Morin
El hombre tenía una esposa. Eso era desafortunado.

Cuando llego al umbral de su habitación, paso, cerrando los ojos,


concentrándose. Para su alivio, junto los hilos de su conciencia y voluntad
hacia él. No había duda, pensó con ironía, había sido fácil porque ambos
estaban dormidos, pero no iba a buscar un regalo en la boca. Moviéndose
dentro, se paro al lado de la cama, mirando al hombre dormido.
Finalmente, convoco la conciencia de MacGregor.

MacGregor se sentó, mirándolo fijamente. Lentamente el miedo lleno sus


ojos.

—Soy Nigel MacKissack, del clan MacKissack. Tú has vendido mi castillo y


me gustaría saber cómo has manejado eso.

MacGregor se resistió, pero pareció ser por miedo más que otra cosa. De
hecho no parecía tener mucho conocimiento de los eventos que condujeron
a la venta de la propiedad. Parecía que se había atrapado en un limbo legal
por varias décadas mientras que un solicitante tras otro decía proclamarla.
Eso lo dejo un par de cientos de años sin paradero y Nigel asumió que la
confianza que había creado protegiéndola era la mejor, considerando en el
momento.

La pregunta de porque no había despertado cuando se suponía no era algo


que MacGregor pudiera decirle. Sin embargo, Nigel sospecho que al menos
una parte de eso, se debía al hecho de que los mortales se habían retirado
de él, tanto que no había tenido la fuerza vital para soportase y se había
hundido más y más en la hibernación. La única falla que encontraba en su
teoría era que la presencia de Emily no debió de haberlo despertado, si ese
fuera el caso.

Apartándolo como la parte menos importante del misterio, Nigel extrajo


toda la información que pudo de MacGregor antes de empujarlo hacia un
profundo sueño. Busco alrededor por una lámpara o una vela, pero no
encontró nada familiar. Había algo en las mesas en cada lado de la cama
que pensó eran lámparas, pero ambas tenían la extraño bola de cristal
sobresaliendo de la parte superior. No podía ver ninguna forma de
encenderlas.

Se quedo paralizado por varios momentos. Finalmente, acecho la cama


hacia MacGregor.

—Párate, hombre y muéstrame como encender las malditas lámparas.

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MacGregor se incorporo, a tientas con la lámpara por un momento y luego
la encendió y la luz inundo el cuarto.

—No tengo más necesidad de ti. — musito Nigel, poniendo su palma en la


frente de MacGregor y empujándolo abajo una vez más.

Estudiando la lámpara, movió la manija que MacGregor había usado,


encendiendo la lámpara, apagándola, encendiéndola, apagándola. Aún no
podía entender como la cosa estaba produciendo luz, pero finalmente
decidió que no era tan importante mientras supiera cómo hacerla
funcionar y giro su atención a seleccionar un guardarropa para él.

MacGregor era un poco más corpulento que él, no tan alto, pero imagino
que MacGregor era un poco más cercano a su talla que la ropa de Emily y
la ropa debería de ajustársele bien hasta que pudiera encontrar un sastre.
Encontró un kilt en el armario. No era la insignia de su clan, por supuesto,
pero era un kilt escocés. La tomo de todos modos ya que los mendigos no
pueden ser exigentes y un par de pantalones y camisas.

Las medias requerían otra larga búsqueda, pero encontró unas y después
se dispuso a buscar zapatos. Le pellizcaban como el diablo, pero estaba
cansado de tener que caminar descalzo. Decidió que se las arreglaría con
ellos antes que pudiera encontrar un zapatero.

Se le ocurrió después de que se le había pasado lo peor de su ira, que él


había estado tan furioso que no había pensando en ver si Emily había
descubierto el otro escondite de emergencia que había escondido en el
calabozo. Había puesto la mayoría en el ataúd con él, por supuesto,
imaginándose que era el lugar más seguro ya que seguramente se
despertaría si alguien intentara llevárselas, mientras él estuviera ahí. No
había considerado la posibilidad de que alguien las encontraría mientras él
estuviera afuera alimentándose.

No importaba. Tarde o temprano averiguaría donde ella las había puesto y


mientras tanto, -asumiendo que ella no había encontrado el resto- tendría
eso para atender sus necesidades. Descubrió cuando regreso al castillo
que ella había trancado dejándolo afuera.

¡Mujer irritante!

Una vez que estuvo dentro, abrió la puerta, recuperando su ropa y


cerrándola de nuevo. Ella lo había dejado afuera de su cuarto, también… y
había metido cosas bajo la puerta.

47

Marie Morin
Sintiéndose entre divertido e irritado, Nigel se transformo una vez más,
metiéndose dentro del cuarto por el hoyo del cerrojo. Ella estaba dormida,
miro, en el punto muerto de la cama, una almohada casi tan larga como
ella estaba junto a ella, sus nalgas en forma de corazón destinadas
seductoramente en su dirección.

Su boca se seco. Ambos, su diversión e irritación desaparecieron.


Vagamente, recordó pronunciar algo estúpido acerca de ser un caballero.
Miro hacia abajo a su polla, la cual se había levantado con interés.

—No necesitas verte tan esperanzado, Laird3 MacKissack, ella no estaría


feliz de verte.

Después de un momento, se movió alrededor de su lado de la cama y


subió. Ella tenía toda la cubierta, también, noto. Ella murmuro algo
dormida cuando él tomo la cubierta y se cubrió con ella, pero había algo de
fresco en el aire, y no tenía en mente congelarse el trasero solo por el bien
de ser un caballero.

El Laird finalmente se calmado con decepción y Nigel apenas se había


compuesto para dormir cuando ella se dio la vuelta y lanzo un brazo y una
pierna alrededor suyo. Tomo un respiro cortado, lo sostuvo por un tiempo
y lentamente lo dejo ir, pero no había suficientes cosas que un hombre
pudiera aguantar y aún mantener su cordura.

3
Laird: Titulo de nobleza escocesa.

48

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Capitulo siete
Había un hombre en su cama. Emily sintió una punzada de alarma y luego
recordó que era la cama de él. Ella estaba en su cama. Era raro, este
sentimiento de que ella le pertenecía, y en su cama, cuando no recordó
haber tenido otro.

¿Tal vez era algo de una sola noche? No era algo que ella había intentado,
pero…

Cuando patino su mano, su ligeramente dura palma sobre su desnudez


ella se dio cuente que era Nigel…el vampiro Nigel.
Algo sobre eso la perturbo, pero no estaba segura de que era. En pocos
momentos, tampoco le importo, porque su boca y sus manos se sentían
absolutamente maravillosas a la vez que él acariciaba su piel sensible.
Empujo la larga y suelta camisa de dormir con la que ella dormía hasta
que llego a la parte superior acolchonada de sus pechos. Sus pezones se
arrugaron y se erguieron a la vez que el fresco aire de la habitación los
acariciaba.

Su boca vagabundeaba por el valle entre sus pechos y luego serpenteaba


en una pendiente a la cresta. Él la molesto por un rato con su lengua,
haciéndola jadear y moviéndose sin descanso debajo de él. Finalmente,
cuando pensaba que solo la iba a molestar, tomo su pezón y lo metió en su
boca. El calor la maldijo por dentro al momento en que él se acerco a la
punta sensible. Gimió de placer dándole ánimos, agarrando sus hombros y
luego tomando sus brazos y espalda. Con cada sacudida de su boca, una
nueva sensación la atravesaba, creando una tensión en sus músculos
debajo de su panza y reuniendo humedad en su sexo hasta que se
encontró jadeando en un esfuerzo por llenar sus pulmones, tan mareada
que se sentía borracha del deseo.

El hambre creció dentro de ella a la par de las sensaciones, floreciendo,


haciendo crecer su cuerpo tenso, y luego la tensión siguió hasta que se
sintió cerca del máximo.

Por un rato, la decepción la lleno cuando el soltó su pezón y comenzó a


vagabundear colina abajo hacia el valle, pero su vientre se tenso de
expectación, su pezón descuidado suplicando por atención.

49

Marie Morin
Él se le entrego con fervor, haciendo su cuerpo arquear hacia arriba, se
retorcía y se posaba y luego comenzó a escalar más arriba. Incomoda con
su necesidad creciente, se paso debajo de él. Su gran polla estaba
escavando en la piel suave de su vientre y ella lo necesitaba más abajo. La
satisfacción la lleno cuando se coloco entre sus muslos, empujando su
hendidura cada vez que arqueaba sus labios y evocando olas de placer.

Gimiendo, rompió su atención de su pezón y se sentó de rodillas,


arrastrando sus bragas hacia abajo y fuera de sus piernas
impacientemente y luego se coloco entre sus muslos una vez más, guiando
la cabeza de su polla a lo largo de su hendidura hasta que metió la cabeza
redonda en la boca de su sexo. Ella gimió levantándose para recibir su
empuje. Su polla se metió entre su humedad, haciendo camino y fue
atrapada en la tensa garganta de su sexo a la vez que se apretaba
convulsivamente alrededor de él.

Apretando sus dientes, se retiro un poco y la abatió de nuevo, ganando un


poco mas de terreno antes de que los músculos de su puño se pusieran a
su alrededor y detuvo su marcha una vez más.

A pesar del aire fresco alrededor, la humedad bañaba su cuerpo mientras


él trataba de aferrarse a su control, a la vez que luchaba para abrirse paso
entre los músculos de su apego y finalmente se hundió completamente
dentro de ella.

Emily puso sus brazos alrededor de él cuando paro para recuperar su


aliento, lo sostuvo durante un momento y luego comenzó a acariciar su
espalda, girando sus caderas cuando parecía lento a responder sus
necesidades. Emitiendo un sonido entre gemido y gruño, atrapo sus boca
sobre él y comenzó a empujar dentro de su cuerpo con su polla y su
lengua, acariciando su boca y su otra boca con el mismo erótico ritmo. El
cuerpo de Emily salto de la emoción, sacudiéndose, escalando los límites
de la resistencia placentera. Gritando ella cerro su boca alrededor de él,
chupándolo a la vez que su cuerpo se convulsionaba alrededor de su polla
en ondas deliciosas.

Se estremeció, se sacudió cuando al soltarla le provocaba una dura


respuesta a su cuerpo, llevándolo más allá del control y hacia la crisis. La
liberación de la tensión la succiono hasta abajo en el olvido y una vez más
Emily estaba sonriendo ligeramente a la vez que se alejaba de una nube
caliente de satisfacción.

Algo le hacía cosquillas en la nariz cuando despertó. Se rasco la nariz pero

50

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el cosquillo persistió, despertando a la conciencia de que el colchón estaba
más duro y con mas nódulos de lo que pensaba. Se estaba moviendo
también, arriba y abajo.

Emily abrió los ojos a una carne color rosa que se rehusaba a entrar en
concentración porque estaba contra la punta de su nariz. Levantando su
cabeza lentamente, parpadeo la visión de sueño de sus ojos y lo intento de
nuevo. El color se descubrió así mismo en un amplio pecho con una capa
fina de vello masculino. Emily se empujo a sí misma y se quedo mirando a
Nigel sin comprender, sintiendo la indignación lentamente filtrar su
cerebro atontando.

Arrebatando una almohada, le pego con ella. Lentamente, abrió un ojo.

—¿Qué hora es? — Musito roncamente.


Emily lo miro.
—¿Cómo demonios voy a saber? ¡Me acabo de levantar! ¿Qué haces en mi
cama?
Su mirada pasaba de ella, a la ventana y cerró los ojos de nuevo.
—No pueden ser más de las ocho de la mañana, levántame a mediodía. —
gruño, dándose la vuelta y enterrando su cabeza en la almohada.

Emily se le quedo viendo incrédula.

¡No tenía nada puesto! Estaba comenzando a creer que el hombre no


usaba nada. Y qué estaba haciendo en su cama, desnudo, como si ella lo
hubiera invitado, ni siquiera se quería imaginar, especialmente porque
comenzó a tener una luz de recolección de un salvaje sueño erótico que
había tenido la noche pasada.

Había puesto el cerrojo en la puerta de la casa y en la de su cuarto, y lo


que era más, ella había dejado cosas en la rendija de la puerta de su
cuarto, solo en caso de que usara el truco del humo una vez más. Ese
pensamiento le trajo otro y miro hacia la ventana especulativamente.
Como ella había pensado, la luz del sol estaba metiéndose , ya que ella no
había arreglado las cortinas anoche.

Los vampiros rumeaban en la noche. La luz del sol los mataba. Sus ojos se
entrecerraron con sospecha a la vez que lo veía otra vez. De todos modos,
nunca había creído las tonterías acerca de que él fuera un vampiro. Él era
una clase de… mago… o quizá un hipnotizador. Le golpeo en el trasero
desnudo con su palma

51

Marie Morin
—¿Qué clase de vampiro eres, a todo esto? — ella exigió.
—Uno cansado. — musito en la almohada, apenas inmutándose cuando
ella golpeo su trasero desnudo.
—Lo que me gustaría saber, — Emily dijo secamente—, es, si realmente
eres un vampiro, como tú dices, ¿Por qué la luz del sol parece no
molestarte?
—Me está molestando, Cierra las malditas cortinas, ¿Lo harías?
—La luz del sol mata a los vampiros. — Emily dijo enfáticamente.
Nigel se levanto con un codo y la miro.
—¿Estas sorda, muchacha? ¿Por qué la maldita luz del día me mataría?
—No eres un vampiro, ¿verdad?
La estudio por un largo rato y finalmente se colapso en la almohada otra
vez.
—Más de las tonterías de vampiros que has escuchado, ¿eh? Bueno, es
endemoniadamente temprano para estar discutiendo. Ven más tarde,
muchacha, y charlaremos cuando este despierto.

Por un lado, ella sabía que él tenía razón. Ni siquiera había tenido su café,
y se sentía como el infierno. Su propio cerebro se sentía como que estaba
funcionando a la mitad de la velocidad… o tal vez menos, porque recordó
justo ahí, que no se había ido a la cama desnuda. Ocasionalmente ella
dormía desnuda, cuando estaba particularmente caliente y el aire
acondicionado no podía con el húmedo calor del sur, pero ya no estaba en
Georgia y no estaba haciendo calor y estaba malditamente segura que ella
había tenido un camisón y unas bragas cuando se había ido a dormir.

—¡Tu… tu…idiota! ¿Dónde está mi maldita ropa?


Giro su cabeza a un lado y abrió un ojo. Ella no se dejo engañar, había
definitivamente cautela en ese ojo azul brillante.
—¿Las perdiste?
Sus ojos se entre cerraron.
—No soñé eso… ¿Qué paso anoche, acaso yo…?
—Soy un vampiro, no un lector de mentes. ¿Cómo voy a saber que
soñaste, o no soñaste muchacha?
Emily rechino sus dientes.
—Estoy malditamente segura no estar soñando y hay… semen en mis
muslos.
Él se levanto para estudiarlos con interés.
—Haber, déjame echar un vistazo. — musito, agarrando sus piernas y
separándolas.

Emily abofeteo sus manos, pero la arrastro debajo de él a pesar de sus


esfuerzos, tomando sus manos y esposándolas en la cama. Estaba

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templando de la risa cuando la sujeto a la cama con su pecho, eso la hacía
volverse loca.

—Tu… tu me hipnotizaste… o algo.


—No estoy seguro de que sea hipnotizar, pero estoy seguro de que no lo
hice. Estoy pensando que eres una sonámbula, y abusaste de mí en mi
sueño cuando estaba indefenso.

Odiaba admitirlo, pero él no solo era sexy como el infierno, con su pelo
revuelto y su barba mañanera, también era lindo. Se mordió el labio,
tratando de no sonreírle. No había ningún sentido en fomentar su picardía.

—Hiciste la cosa vampírica, entonces, y me hiciste creer que estaba


dormida.
Algo parpadeo en sus ojos.
—Si lo hubiera hecho, no recordarías nada.
—¡No necesitaba acordarme! ¡Tú dejaste… evidencia!
Sus cejas cafés se levantaron, pero sus ojos se abrían y cerraban por la
risa contenida.
—Tendré que recordar poner todo en orden, ¿Cierto, muchacha?
—¡Ha! ¿Entonces lo admites?
—No, no lo hago, pero estoy pensando, viendo que ya que me levantaste y
ahora estoy despierto, tal vez tome parte.
Emily se quedo boquiabierta, todos los dejos de humor se había ido.
—¿Crees que yo te dejaría?
Suspiro irritado.
—Sí, creo que lo harías. — musito, sujetándola con su mirada penetrante.

Emily parpadeo, sintiéndose pesada de la nada, débil, mareada. Lucho


contra ello. Poco a poco, sin embargo, el letargo gano hasta que sintió que
ya no deseaba luchar. Se sintió extrañamente en paz a la vez que lo
miraba, totalmente consciente, y aún así sin la sensación de la situación.

Soltando su agarre de sus muñecas, se quito, sosteniendo su cara en una


mano y permitiendo a su mirada recorrer la longitud, en una meticulosa
inspección que parecía no perderse nada. Emily vio como sus ojos se
oscurecían y una nube de deseo, siendo un reflejo de su propia necesidad
creciendo en ella.

La acariciaba con una minuciosidad tan lenta que no le dejaba ninguna


parte sin tocar, construyendo un infierno en su interior que la hacía
sentirse quemada por el calor, con calentura. Separando sus muslos, se
coloco entre ellos, traspasando la boca de su sexo y empujando dentro de

53

Marie Morin
ella a la vez que cubrió sus labios con un beso ardiente. Emily jadeo a la
vez que su cuerpo se ajustaba a la intromisión, sintiendo su cuerpo
apretando alrededor de su polla engrandecida. Con cada golpe de su carne
a lo largo de su pasaje, terremotos de delicia pasaban por ella, creciendo
cada vez más fuerte, liquidándola fuertemente hasta que separo sus labios
de él y emitió un gemido ronco que ya no podía contener.

Aumento el ritmo de su empuje, yendo más rápido dentro de ella hasta


que la estimulación era casi intolerable. Cuando las sensaciones llegaron
al límite de la resistencia y explosión de ella, fragmentándose en calientes
pedazos blancos de éxtasis, estas le arrastraron un grito de júbilo, que él
hizo eco momentos más tarde con su propia culminación.

Temblando por el esfuerzo, se coloco débilmente sobre ella, jadeando.


Inundada con la satisfacción, Emily yacio inerte debajo de él, vagamente
consiente de la sensación de realización que paso más allá de la liberación
sexual y la ansiedad que casi se igualaron, porque ella no debía de sentir
nada de ese tipo.

Colocando un beso con la boca abierta a lo largo de su cuello, Nigel se


movió y rodo boca arriba. Le vantando la mano más cerca de ella, le
acaricio sus sienes con sus dedos.

—Te diría que no vas a recordar nada de esto, muchacha, pero eres tan
terca, no me estoy quejando. Tengo el presentimiento de que no debí de
haber despertado cuando lo hice, si no fuera por la fuerza vital que llevas y
mis asuntos en tal desastre, pero por mucho que tenga que alimentarme
de ella, estoy pensando que no es una buena idea tenerte aquí.
>>Los mortales hacen pura compañía a los vampiros, y un vampiro sabio se
mantiene alejado de los mortales cuando hay peligro de que el sentimiento
crezca. Por el bien de los dos, deberías de estar pensando en irte de nuevo
a las colonias, muchacha.

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Capitulo Ocho
Había luz en el cuarto cuando Emily despertó. Se quedo acostada viendo el
techo por un rato, sintiéndose letárgica, extrañamente satisfecha y aún así
disgustada, también.

Nigel estaba muerto para el mundo.

Tal vez, esa no era la mejor clase de metáforas con referencia a un


vampiro. Frunciendo el ceño, se sentó y se aflojo de la cama. Él se dio la
vuelta cuando ella se movió, como buscándola, pero después de un
momento, lo dejo, durmiendo profundamente.

Arrastrándose por el cuarto, Emily encontró un cambio de ropa y se movió


a la puerta. Todavía estaba cerrada, y la ropa que había dejado metido
debajo de la puerta también seguía ahí. Lo estudio con perplejidad,
preguntándose como había entrado, y finalmente miro hacia la ventana.
También estaba cerrada y con llave.
Nigel no parecía seguir ninguna de las “reglas” que ella sabía sobre los
vampiros, -podría ser o no un vampiro- pero era seguro de que él no era
un tipo normal.

La puerta crujió cuando salió y miro hacia la cama, su pulso estaba


saltando. Cuando él no se movió, cerró la puerta detrás de ella y fue hacia
el final del pasillo, al baño. No tenía sentido tratar de mentirse a si misma
acerca de lo que acababa de pasar. Ella había disfrutado verdaderamente
hacer el amor con Nigel… era un amante considerado y experimentado. Lo
que la hacía sentirse incomoda era, que parecía que él era capaz de
quitarle su voluntad a un grado que iba más allá de “solo estimularla” a
un punto donde a ella simplemente no le importaba nada más.

Ella no era del habito de participar en sexo por diversión, o casual. Ella
tenía necesidades, como todos los demás, y no se consideraba a sí misma
como la Señorita Santurrona. Ella sólo no obtenía nada del sexo
generalmente, a menos que hubiera un lazo afectivo.

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Marie Morin
Encontró a Nigel simpático; para ser un completo loco. También lo
encontró muy atractivo, pero no se sentía cómoda con el caer en la cama
con él con tan poco conocimiento y sabía que ella no lo habría hecho de
buena gana.

Él había hecho algo, -además de ser un guapo pícaro encantador-.


Vagamente, recordó decir algo acerca de no “dejarlo” acercarse a ella… y
después de eso, hacerlo.

¿Qué iba hacer con él?

Suponiendo que podía regresar a la estación de policía y demandar que lo


sacaran, o arrestaran, ¿pero qué tal si lo que decía él, era cierto? Que si el
lugar había sido de él, y no había acordado en venderlo, ¿pensando que se
lo habían cuidado?

No era problema suyo. Ella lo había comprado. Cualquiera que supiera de


estas cosas, sabría que todo estaba en orden. Legalmente, era suyo. El
problema con lo legal, era que no siempre estaba bien.

No era infalible. Era posible que Nigel pudiera comprobar un reclamo


previo y viniera con los papeles para respaldarlo y negarle el titulo a ella.
Entonces se quedaría sin dinero y sin lugar, pero no creía ni por un
momento, que la gente a la que ella le había pagado le iba a regresar el
dinero. Seguramente terminaría en la corte… y con ello el pequeño nido de
oro que había descubierto, se iría también.

Podía irse, por supuesto, pero en los Estados Unidos las posesiones eran
nueve decimas partes de la ley y si dejaba su posesión y se mudaba, podía
debilitar su situación aún más. Además, no tenía ningún lugar a donde ir,
a menos que estuviera dispuesta a usar su caída del cielo que había
descubierto en el calabozo y la verdad es que tenía miedo de usarlo hasta
que fuera absolutamente necesario.

Para cuando se había bañando, había decidido dejarle la habitación


principal a Nigel y tomar otro cuarto al final del pasillo. Al menos así él no
podría decir que ella estaba durmiendo en su cama, con lo cual nueve de
cada diez hombres tomaban como una invitación abierta, Nigel entre ellos.

No podía decidir el por qué no se sentía enojada acerca del hecho, de que
él había tomado ventaja de ella. Se le ocurrió que debía de estarlo y su
aceptación a la situación filosóficamente no era su estilo. A pesar de eso,
no pudo convocar la indignación ni la furia… nada de nada, más allá de

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eso una pequeña sensación de inconformidad de aceptación la lleno y no
dejo ir el sentimiento.

No sabía que iba hacer si él seguía persistiendo en considerarla como parte


de su propiedad. Sin embargo decidió que ella iba a cerrar el puente
cuando viniera.

La cosa más importante era ver cómo podía sacar las monedas fuera de la
cama y meterlas en un lugar seguro, ahora que Nigel inconvenientemente
había decidido reclamar la cama. Descubrió cuando llego abajo que un par
de ayudantes hombres locales habían llegado buscando trabajo. La
desconcertó, pero finalmente les dijo que echaran un vistazo al lugar y a
las cosas dañadas mientras ella iba a la cocina para buscar algo de comida
con que empezar el día.

La leche estaba tibia. Como el refrigerador estaba encendido hasta el


máximo, mentalmente agrego un refrigerador a su lista de necesidades y
trato con la estufa. Parecía funcionar razonablemente bien, pero después
de quemar el pan que había colocado para calentar decidió que primero
iba a tener que averiguar cómo funcionaba antes de que realmente
comenzara a cocinar en ella.

Quitando las piezas quemadas, le puso mantequilla al resto y se lo comió


con una taza de café instantáneo, pensando en su situación. Supuso que
no había considerado adecuadamente las dificultades de renovar una
estructura de varios cientos de años, pero también había supuesto que el
castillo estaba en mejores condiciones de las que realmente estaba. Se
había imaginado que el edificio iba a necesitar una remodelación,
probablemente unas reparaciones, pero supuso que iba a ser habitable.
Supuso que era, pero no para los estándares de todos, al menos les
ganaba a la gente que vivía en la calle. La verdad incomoda, era que el
castillo era un área bonitamente desastrosa. Si no fuera una estructura
historia probablemente hubiera sido demolida.

Había visto edificios en mejores estados, que habían sido demolidos. Le iba
tomar mucho dinero hacer del lugar la joya que ella había imaginado, y se
pregunto si había suficiente oro en el mundo para hacerlo. Ese
pensamiento le hizo recordar las monedas que había tomado y vivía con
irritación con el hecho de que Nigel se las prohibía por el momento. Sin
embargo se acordó que había tomado la primera moneda que encontró y se
la había metido en la bolsa del pantalón. No era muy probable que trajera
mucho, pero al menos podía asesorarse de cuando valía cada moneda.

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Marie Morin
Había dejado sus pantalones en la habitación: con Nigel.

Dejando la cocina, se fue a evaluar la situación con el castillo otra vez, esta
vez con un ojo hacia la reparación. Dos hombres estaban vagando por el
corredor, viendo las paredes, el techo y el piso dudosamente. Cuando
entro, pararon y se giraron hacia ella. Pudo ver por sus expresiones que
ellos pensaban que era mejor tirar el lugar y comenzar de nuevo, tal vez
eso era lo mejor, pero esa no era una opción.

Después de pensarlo un poco, decidió que comenzaría con un poco de


limpieza básica. El lugar estaba tan sucio de tantos años acumulados de
polvo y hongos y telarañas, que era casi imposible decir que necesitaba ser
reparado, desechado o limpiado. Cualquiera que fuera el valor de la
moneda, pensó que al menos les podía pagar por un día.

Rápidamente, negociaron el pago de unos días y los puso a trabajar en la


clasificación y movimiento de los muebles. Cualquier cosa que pareciera
buena, se iba a quedar donde estaba. Cualquier cosa que necesitara
reparación se iba a llevar al corredor. Cualquier cosa que necesitara más
allá de la reparación iba a ser colocada en una pila separada, para que así
ella pudiera evaluar si intentaría la reparación o si se daba por vencida y
lo consideraba una pérdida total.

No parecían muy emocionados con el trabajo, pero fueron a trabajar


enseguida. Encogiéndose de hombros mentalmente, Emily pensó que el
trabajo en si “eliminaría” a los que realmente querían o necesitaban el
trabajo, de aquellos que vinieron porque pensaron que le iban a sacar más
dinero a la Americana. Afuera encontró a otros tres. Los puso a trabajar en
la limpieza; cortando la maleza, recolectando las piedras que se habían
caído y que necesitaban ser recolocadas, y construyendo una pila de
escombros.

Satisfecha de que al menos algún progreso se llevara a cabo, se metió al


castillo y se quedo de pie viendo la escalera de espiral por un momento.
Finalmente, dándose ánimos, fue hacia arriba.

Nigel estaba tendido en el centro de la cama sobre su vientre, una


almohada sobre su cabeza, pero no hizo mucho más que moverse cuando
ella entro en silencio al cuarto. La almohada era la única cosa cubriendo
su cuerpo desnudo. La colcha se había deslizado al piso.

Emily se le quedo viendo por un momento, capturada por la vista de toda


la piel expuesta.

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Por mucho que le hubiera gustado rechazar interés en él, no pudo. Él era
un hombre grande, uno muy bien formado. No tenía el “porte” y la
definición de un constructor de cuerpos, pero su cuerpo estaba tenso y
muscular, y como ella recordó, duro por todas partes.

Un escalofrió paso por ella, y arrastro su mirada de él, casi a


regañadientes y busco alrededor del cuarto. Sus pertenencias estaban aún
dispersas y no quería permanecer mucho tiempo en el cuarto para
reunirlas todas. Después de un momento, vio sus pantalones y camisa del
día anterior y los recogió. Para su alivio la moneda seguía en la bolsa del
pantalón.

Girando, se salió del cuarto, sintiendo una sensación de triunfo. La


sensación de júbilo duro hasta que vio el coche rentado a la luz de sol. El
desaliento la lleno.

El parabrisas estaba con grietas. Solo el Señor sabía cuánto le iban a


cobrar por repararlo. Tenía una semana, antes de tener que enfrentarlos
con el daño, y rechazo el pensamiento, sacando el mapa de caminos y
estudiándolo. No le hacía daño buscar por una tienda de monedas en el
pueblo, pero decidió que prefería más de una opinión sobre el valor de la
moneda.

Diciéndoles a los trabajadores que se iba por suministros, se fue pensando


una historia en su cabeza, que fuera creíble y que explicara como tenia ella
la moneda en su posesión.

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Marie Morin
Capitulo nueve
El ruido no podía ser ignorado. Nigel hizo su mejor esfuerzo, pero
lentamente los golpes, martillazos y los murmullos, silbaron filtrándose en
su capullo de comodidad, perturbando el sentido de bienestar que lo
habían tenido como un esclavo feliz. Los sirvientes tenían mejor criterio,
que hacer ruido, cuando él estaba durmiendo. ¿Qué demonios trataban?

No se dio cuenta de que estaba tratando de identificar los sonidos como


individuos hasta que se le ocurrió que no escuchaba nada familiar.
Lentamente, su mente se conecto con la falta de reconocimiento y
finalmente se acordó de que no estaba escuchando el día cotidiano de los
sirvientes. Esos mortales hacía mucho que se habían muerto. Quienquiera
que estaba pisando el lugar y haciendo tanto ruido, no era alguien que él
conocía.

Bosteando, se estiro y rodo. Después de un rato, se las arreglo para


levantar un parpado lo suficiente hacia la ventana. Era todavía temprano.
Once, quizás once y media. En sus días él había tomado la idea de
hibernar por un tiempo, había sido su hábito vagar por la noche, caer en
la cama cerca del amanecer y dormir hasta entrada la tarde, pero podía ver
que hasta que él hubiera entrenado un nuevo personal, esa costumbre no
se iba a poder practicar más.

Sintió alrededor de la cama por su mujer, y descubrió que no estaba. Eso


lo despertó bastante para hacerlo sentarse y mirar alrededor del cuarto.
Frunció el ceño cuando miro el cuarto solo excepto por sí mismo, y mucho
más irritante que su concubina no estuviera y sin su permiso, que estaba
a punto de ser despertado. La había reclamado dos veces, a fondo. Ella
debería estar sobre su hechizo. No podía saber que era lo que ella no tenia,
y no le gustaba. No le gustaba para nada.

Ella debió de haberlo estado esperando para que despertara a hacer su


voluntad. Se sentía fortalecido con la esencia de vida que había absorbido
de ella hasta ahora, pero la necesitaba de nuevo y ella había huido,
dejándolo sin camino para asegurar su hambre.

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En la luz del día, se encontró que estaba menos inclinado a atribuirle
poderes de cualquier tipo… más allá de la terquedad mortal.

Se sentía fuerte ahora. Quizás no había alcanzado su fuerza total, tal vez
aún le faltaban algunas habilidades por dormir tanto, pero estaba seguro
de poder convocar la mayoría de sus poderes.

Y aún así Emily se las arreglaba para resistirse a él.

Finalmente, decidió que era un enigma que resolvería con el tiempo. Por el
momento, estaba más interesado en descubrir que pasaba en el castillo.
Levantándose de la cama, busco por un orinal. No había uno. Tampoco
había un lavado o una jarra para el baño. Irritado de nuevo, Nigel bajo las
escaleras hacia la cocina desierta. Arrojando la puerta de la cocina abierta,
se recargo contra el marco de la puerta y orino en el jardín.

Había un extraño hombre moviéndose por el huerto, cortando las hierbas


con una eslinga. Paro cuando Nigel abrió la puerta, lo miro curiosamente y
luego regreso a su tarea.

—Oye tú, — Nigel le llamo cuando termino—. ¿Por qué nombre eres
conocido?
El hombre paro de nuevo y lo miro de arriba abajo.
—Sean. ¿Eres el esposo de la yanqui, entonces?

Nigel frunció el ceño. Después de un momento se dio cuenta de que el


hombre se refería a Emily. Estaba a punto de negarlo cuando se le ocurrió
que no quería a los locales chismeando sobre su mujer.

—Soy el señor aquí, tráeme un poco de agua para el baño.


El hombre frunció el ceño.
—¿Entonces el agua no está funcionando en el castillo?
Nigel le dio una mirada asesina. No estaba acostumbrado a que alguien
cuestionara una orden con una pregunta, pero estaba lo suficiente curioso
para dejar el comentario al lado.
—Echa un vistazo.
—No sé mucho de plomería, pero veré si puedo hacer algo al respecto.

Nigel se hizo a un lado a la vez que el hombre llegaba a la puerta. Después


de mirar alrededor, se dirigió al fregadero a un lado de la cocina y agarro
una perilla. El agua se derrabo en el momento en que la giro.

61

Marie Morin
Intrigado, Nigel cruzo la cocina, y miro el agua correr desde la boquilla.
Parecía venir de la pared. Inclino su cabeza, escuchaba el movimiento del
agua y tratando de determinar la dirección de donde venía se dio cuenta
que se movía a través de los tubos que corrían por el techo y a lo largo de
la pared.

—Tienes razón, no está caliente. Tal vez el interruptor del agua caliente se
rompió. — Nigel miro al hombre sin comprender—. ¿Sabes dónde está la
caja del interruptor?

Como no sabía que era un interruptor, o un calentador de agua, aunque


eso sonaba en sí muy explicatorio, ciertamente no tenía ni idea de donde
podría estar la caja que contenía los interruptores, -cualquiera que esos
fueran-. Apenas movió los hombros.

Después de mirar alrededor en la cocina, el hombre finalmente se dio la


vuelta y se fue abajo hacia el calabozo. La cosa al fondo de la escalera
seguía gruñendo y tosiendo, y la extraña llama de luz todavía alumbraba,
según pudo ver Nigel. No vio ninguna caja de ningún tipo más allá de su
sarcófago.

Sean lo miro sobre el hombro un par de veces.

—Está un poco fresco para andar caminando en conjunto.

Frunciendo el ceño, Nigel agarro al hombre por la garganta con una mano.
Levantando al hombre del claro de la escalera, lo atrajo hacia sí, mirando a
través de sus ojos saltones hacia sus pensamientos.

—Soy un buen tipo paciente, si no, no hubiera tolerado tus impertinencias


el tiempo que lo he hecho, muchacho. Cuidaras tu lengua cuando me
hables o no la tendrás por mucho tiempo. ¿Está claro?

Cuando los ojos del hombre vidriaron, Nigel lo puso sobre sus pies de
nuevo.

—Ahora…no conozco la caja de los interruptores, ni la plomería, ni el


calentador de agua. Me lo explicaras y después encontraremos esas cosas
y me mostraras como se usan.

Asintiendo, Sean diserto por unos diez minutos, pero él podría haber
estado hablando una lengua extranjera y simplemente él no le habría
encontrado sentido. Su librería ya no estaba, pero parecía dudoso que le

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hubiera servido si siguiera intacta. En sus días, se había mantenido al día
con los avances científicos, pero difícilmente después de doscientos años
un libro de esos le serviría ahora, aunque lo tuviera. Finalmente, se limito
a cortar a Sean y lo urgió a que explicara el funcionamiento de las cosas
que había descrito para que él las usara también. Cuando tuviera tiempo,
-y dinero- buscaría algunos libros y se pondría al día con las cosas que
habían cambiado desde que había caminado por última vez en la Tierra.

Localizaron la caja de los interruptores, y Sean movió los interruptores


arriba y abajo, dejándolos en la oscuridad en cierto tiempo. Finalmente,
expreso que en su opinión los interruptores estaban funcionando muy
bien, considerando lo viejos que eran y se fueron a la escalera una vez
más.

Cuando llegaron al pasillo una vez más, Nigel revolvió por el lio de ropa
que había dejado y finalmente eligió el kilt. Desde ahí, procedieron hacia
arriba al segundo piso y Sean le mostro las maravillas del baño. Conforme,
Nigel mando a Sean a sus asuntos. A pesar de que Sean aseguraba que el
calentador de agua funcionaba, el agua estaba apenas menos que fría,
pero como los sirvientes parecían ser cosa del pasado, se las arreglo.

Había una pieza rectangular esponjosa que colgada sobre la cortina de


baño. Olía a Emily y estaba todavía húmeda de su baño con ella. La utilizo
para secar y la arrojo a un lado.

Vestido con el kilt escocés una vez más, se dirigió otra vez abajo y hacia la
cocina. No había sirvientes para cocinar ni comida para cocinar él mismo.
Dentro de un pecho frio descubrió un bloque de queso. Pelando la piel
extraña de el, cerró la puerta del pecho y busco algo con que acompañarlo.
Encontró pan, pero no tanto como para una botella de vino.

Enojado, se puso sobre un tabla y consumió su pan y queso, lavándolos en


la cosa que Sean había llamado grifo. Fue una comida decepcionante por
decir lo menos. Estaba acostumbrado a comer más elegante, pero decidió
que podía remediar la situación pronto si colocaba sus manos sobre su
dinero.

Cepillando las migajas de sus manos, se fue hacia el calabozo. No había


antorchas, no fuente de luz mas allá de la bombilla que Sean había
explicado que usaba electricidad y no se podía mover. Después de escarbar
un poco, rompió una silla vieja y tomo una pata y luego retiro el
revestimiento de su cofre para formar una antorcha improvisada.
Descubriendo que no tenía nada para encenderla, subió la escalera una

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Marie Morin
vez mas y arrincono a Sean en el huerto.

—Tengo la necesidad de encender mi antorcha.

Sean se rasco la cabeza, mirando el fajo de tela al final de la antorcha


improvisada de Nigel sin comprender. Finalmente, busco en su bolsillo y
saco un pequeño objeto rectangular.

El encendido que Sean produjo conformo a Nigel. Se lo guardo en el


bolsillo y agradeció al hombre, dirigiéndose adentro una vez más.

Escombros, descubrió, bloqueaban el estrecho pasillo que conducía a una


cámara secreta y casi pierde la paciencia. Frenando su temperamento, se
encamino hacia las escaleras, reuniendo a los trabajadores del castillo,
poniéndolos en la tarea de limpiar el camino de escombro y poniéndolo en
el pasillo. Los miro por un rato, pero el aburrimiento creció y se fue arriba
para evaluar la magnitud de su situación.

Emily no había reaparecido y, tan poco como le gustaba admitirlo, no


estaba muy feliz con su ausencia. Se había llevado el carruaje, vio, pero
no podía decidir si eso significaba que se había ido o que iba a regresar.

Había dejado sus pertenencias. Iba a regresar. Estaba seguro de ello.

Decidiendo eso, tal vez, ella había ido por comida, la quito de su mente y
examino el castillo de arriba abajo. Para el tiempo que había acabado, él
sabía que el castillo necesitaba más que reparación. ¿Tal vez simplemente
debería tirarlo y reconstruirlo?

Sin embargo, Emily parecía extrañamente apegada a la pila de escombros.


No es que él estuviera particularmente consternado sobre si ella estuviera
conforme o desconforme con su decisión, pero finalmente decidió que le
tenía mucho cariño al lugar y justificaba el trabajo de repararlo. Había
muchos recuerdos apegados al lugar, algunos buenos, otros no tan
buenos, algunos bastante malos, pero sobretodo el estaba más inclinado
en esos recuerdos placenteros y el deseo de preservar algo familiar era
fuerte, también.

Todo había cambiado tan drásticamente desde que había invernado. Le iba
a requerir mucho esfuerzo acostumbrarse a los cambios. Particularmente
tampoco le gustaba el sabor de tener que acostumbrase a una nueva
residencia, también.

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Poniendo eso en mente, se dirigió afuera. Ninguna de las estructuras
externas seguía en pie. Los establos habían desaparecido y sintió un
desacostumbrado remordimiento por los caballos que una vez vivieron ahí.
Particularmente se había encariñando con Caesar, su semental. Había
esperado despertarse y encontrar a los descendientes de Caesar
esperándolo para servirle como una vez lo había hecho Caesar.

Supuso que debería comprarse una nueva carrosa como la que todos
parecían usar ahora, pero siembre había preferido montar, y
particularmente no se sentía con las ganas de tratar de controlar un
carruaje que parecía tan extraño y se movía tan rápido. Eventualmente, él
sabía que tenía que hacerlo, pero no vio prisa alguna para apresurar las
cosas. Tenía todo el tiempo del mundo.

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Marie Morin
Capitulo Diez

Emily se encontró tarareando a la vez que se dirigía al castillo MacKissack.


Había sido un largo y ajetreado día, pero el entusiasmo impulso su
energía.

Había llevado la moneda a una docena de lugares casi como tantos


pueblos. Ninguna había valorado la moneda al mismo valor, pero después
de unas vueltas tubo una mejor idea de cuánto valía su descubrimiento.

Solo deseaba poder ver en el internet antes de tener que vender la primera
moneda. Desafortunadamente no tenía un teléfono… todavía. Esperaba
tener uno antes de tener que vender las monedas, pero todavía estaba muy
feliz con lo que había hecho, incluso sabiendo que probablemente hubiera
vendido la moneda por menos de lo que vale.

El coche estaba a re ventar con las cosas que había comprado. Tenía
entregas de suministros y materiales de material... ¡y todavía tenía el
suficiente dinero para pagarles a los trabajadores!

Su buen humor desapareció cuando se estaciono en el lugar que había


reclamado y apago el coche. El lugar parecía muy poco diferente desde que
ella se había ido, horas antes. ¿Que habían hecho los trabajadores todo el
tiempo?

Tratando de apisonar su ira, Emily bajo del coche y se dirigió al estrecho


puente y hacia adentro. Podía ver a los trabajadores trabajando, pero
seguía trabajando en el mismo lugar que cuando ella se había ido.

—No han hecho mucho progreso. — dijo cuando los alcanzo.


Los hombros intercambiaron una mirada.
—Su hombre nos tuvo abajo en el calabozo limpiando un poco de
escombros.
—Mi…— Nigel. Los labios de Emily se apretaron. De dio la vuelta,
dirigiéndose a la entrada principal, intentando o dando a Nigel un pedazo

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de su mente por “posar” como su hombre y teniendo las agallas para jalar
a sus trabajadores de la tarea que ella les había dado para hacer otra cosa
diferente a cambio.

—Se fue con Sean hace un rato. — Uno de los trabajadores dijo.
Emily se detuvo en seco, volviéndose al hombre.
—¿Sean?
—Connors. El tipo que nos dio ráete hasta aquí.
—Oh, — Emily frunció el ceño, recordando el viejo coche que había estado
estacionado al lado del suyo en la mañana, cuando ella se había ido.

Desconcertada al descubrir que no tenía salida a su temperamento, se


quedo indecisa por un rato y finalmente, fue hacia el coche para bajar las
cosas. Cuando regreso afuera, los hombres se habían reunido alrededor
del coche para descargar. Suavizada, los dirigió en donde poner los
suministros y fue adentro para descubrir que había estado haciendo Nigel.

*****

La operación del carruaje parecía un poco más complicada de lo que Nigel


había esperado que fuera y parecía requerir una sorprendente cantidad de
coordinación, también. Había tres pedales en el piso. Sean había pisado el
de en medio cuando encendió el coche. Nigel se había preguntado para qué
era la llave, para…para la colocación de la cerradura parecía muy extraña.

En el momento en que Sean giro la llave el carruaje comenzó a saltar y a


rugir como el artilugio en el sótano que le habían dicho que era un
generador para producir electricidad. Cuando bombeo otro pedal por un
tiempo, Sean tomo un palo sobresaliente del piso del carruaje, lucho un
momento y levanto un pedal, pisando otro al mismo tiempo. El carruaje se
sacudió y, para la sorpresa de Nigel, se fue en reversa. Cuando Sean giro el
volante enfrente de él, el carruaje cambio de dirección.

Fue en este punto que Sean pisoteo el tercer pedal, sacudiendo el carruaje
en un alto. Paso por todo el ritual de nuevo, excepto que esta vez, cuando
levanto un pie y bajo otro, el carruaje fue hacia enfrente.

No fue un paseo confortable. El carruaje no estaba bien colgado e hizo


saltar cada hueso de su cuerpo a la vez que se deslizaban por la carretera.
No estaba tampoco muy emocionado con la velocidad tampoco. Por lo
mucho que le hubieran gustado las carreras de caballo y carruajes, esos
nunca habían alcanzado tal velocidad y no estaba muy seguro de las
habilidades de Sean para manejar el carruaje tan rápido. Sin embargo,

67

Marie Morin
después de un rato, cuando Sean probó que de hecho si podía controlar el
carruaje en movimiento, parte de la tensión dejo a Nigel y se concentro en
ver y aprender. Para la hora que llegaron a la tienda donde Sean había
dicho que podía vender sus joyas, decidió que estaba listo para intentarlo
por sí mismo una vez que salieran al campo y que no hubiera tantos
obstáculos que evitar.

El comerciante estaba dispuesto a robarle. Nigel no estaba de humor para


regatear y simplemente hipnotizo al hombre. Una vez que el hombre le
había dicho el verdadero precio del collar, él estaba perfectamente de
acuerdo en darle una suma que le permitiera quedarse con alguna
ganancia. Guardándose su dinero, salió.

Descubrió que Sean, dejaba mucho que desear como sirviente. Se quedo
sentado en el carruaje, mirando a Nigel por la ventana en vez de correr
para abrirle la puerta. Irritado, Nigel miro alrededor. Vio que cada quien
parecía abrir sus propias puertas y finalmente decidió que tendría que
acostumbrase a las nuevas formas.

—Necesito un sastre y un zapatero. — Anuncio cuando subió al carruaje


de nuevo.
Sean frunció el ceño.
—No puedo pensar en uno, ni haber escuchado de alguno. Hay una tienda
de reparación de calzado, pero no pienso que hagan zapatos.
Nigel se le quedo viendo incrédulo, pero sus sentidos le dijeron que Sean
seguía todavía bajo su control, y entonces no le podía mentir.
—Tú tienes ropa y zapatos. Y todos los demás que puedo ver. ¿Cómo es
que tú tienes esas cosas cuando no hay un sastre o un zapatero?
—Las tiendas venden ambas cosas, te quedan a la medida.
—Pueden saber mi media. ¿Cómo es eso?
Otra vez, Sean frunció el ceño.
—Solo encuentras la medida más cercana.

Nigel no estaba feliz con eso, pero parecía que no tenia alternativa y dirigió
a Sean para que lo llevara a una tienda. Estuvo todavía menos feliz con la
ropa y zapatos que pudo comprar, pero supuso que le quedaban tan bien
como las cosas que había tomado de MacGregor.

Decidiendo que debía de haber sastres y zapateros todavía en el mundo,


por su importancia, que podrían producirle ropa y calzado específicamente
de su medida, compro solo lo suficiente para sus necesidades inmediatas y
regreso al carruaje al cual Sean se refería como Pick-Up.

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Una vez que dejaron la congestión del pueblo, le dijo a Sean que se orillara
y parara el carruaje.

—Necesitas enseñarme como se maneja el carruaje.

Encogiéndose de hombros, Sean salió y se fue al asiento del copiloto. Nigel


cambio de lugar y, una vez que se puso en el lugar, estudio el trabajo por
un momento, recordando las cosas que Sean había hecho para arrancar la
cosa. En el momento en que giro la llave, el carruaje gruño, se tambaleo
hacia enfrente y murió.

—Tienes que aplastar el embrague, hasta el fondo.


—¿Embrague?
—El pedal de en medio.

Asintiendo, Nigel presiono el pedal tan lejos como pudo, y lo intento de


nuevo. Esta vez el carruaje salto hacia adelante por un tiempo y luego
murió.

—Tienes que soltar despacio el embrague y presionar despacio el


acelerador a la misma vez. Demasiada gasolina y el motor se ahoga. Muy
poquita y se apaga.

Nigel se sentía con más ganas de ahorcar a Sean que al carruaje. Estu vo
tentando en solo darse por vencido, pero tenía la necesidad de
transportarse. Apretando sus dientes, lo intento una y otra vez.
Finalmente, justo cuando estaba considerando salirse del carruaje y
quitarle un miembro, se las arreglo para hacer el carruaje andar.

—Ahora, cuando escuches al motor gimotear, cambia al siguiente cambio.

Hizo un sonido horrible a la vez que lo intentaba.

—El embrague. Presiónalo, luego suéltalo y presiona el acelerador.

Descubrió que era más difícil mantener el carruaje en el camino y cambiar


los cambios, de lo que había parecido, cuando Sean lo hizo. Mientras
estaba concentrado en cambiar el palo en la posición correcta, el carruaje
se salió del camino. Enderezándolo, luchando con el pánico que parecía
atraparlo, se concentro en mantener el carruaje en movimiento a la mitad
del camino.

—Se supone que debes estar en la izquierda. De otra forma, le pegaras al

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Marie Morin
siguiente coche que veas.

El carruaje estaba viajando a tal velocidad ahora, que Nigel ni siquiera se


atrevía a quitar los ojos de encima del camino para mirar a su “maestro”.
En vez de eso, se aferro al volante, con los nudillos blancos y concentrado
en mantener la cosa en donde se suponía que tenía ir en el pavimento.

—Cambia a tercera, ahora.

Se encontraron con un inesperado carruaje a la vez que Nigel


vagabundeaba en el camino para encontrar la tercera. El sonido de la
bocina alerto a Nigel de un desastre inminente y miro hacia arriba y grito.

—¡Whoa! ¡Whoa!
—¡El freno hombre! ¡No te va ayudar gritar whoa a la maldita cosa!

Nigel pisoteo el freno, sacudiendo el volante a la misma vez. Perdieron al


carruaje inesperado, pero terminaron en una zanja al lado del camino.
Temblando, Nigel decidió que había tenido suficiente práctica con el nuevo
carruaje por un día.

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Capitulo Once
Una semana matadora, adormecida mentalmente y limpiando, los días
pasaron ante Emily a la vez que se hizo su camino por la planta baja del
castillo y giro su atención a los cuartos de la planta superior una vez más.

Estaban igual de bien, Emily pensó con ironía, que no había crecido con
una vida cómoda. Estaba agotada y acostumbrada a trabajar duro. Si no
lo hubiera estado, ella hubiera renunciado a seguir limpiando o se habría
caído por el agotamiento hace algún tiempo.

Incluso con utensilios modernos y suministros, y con la ayuda de un par


de mujeres del pueblo cercano, era un trabajo duro. No podía imaginar
cómo era limpiar este lugar en los viejos días, cuando toda el agua tenía
que ser arrastrada de un poso y llevada al castillo en cubetas.

Más allá de una limpieza superficial del cuarto que había tomado, ella no
había rascado la superficie de su “apartamento”, que incluía una larga
habitación y una pequeña sala de estar.

Tan cansada como estaba, de haber trabajado todo el día en la regiones


bajas, Emily decidió, al menos, barrer el polvo y telarañas de las dos
habitaciones antes de decidirse a dormir. De esta manera, podría hacer
frente al lavado de las paredes, piso y techo a primera hora de la mañana,
en lugar acabarse barriendo. Eso también le daría a la habitación más
tiempo para secarse.

Rápidamente descubrió que había más polvo del que esperaba. Dentro de
pocos minutos, ella ya estaba tosiendo en las nubes que había despertado.
No había mallas en las ventanas, pero luego descubrió que había un
problema con los insectos, no eran mosquiteros en lo absoluto.

Moviendo las ventanas, abrió ambas tanto como pudo y regreso a su tarea.
Había estado escuchando un ausente aleteo y un sonido de crujido por un
rato, antes de que se le ocurriera que no era madera rechinante, o
bisagras, o de hecho, nada que pudiera mantenerla en peligro. El vello de
sus brazos y cuello se paró a la vez que se detuvo abruptamente y miro

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Marie Morin
alrededor.

Sonrió cuando miro al pequeño animal volando por el techo.

—¡Cosa tonta! Volaste por la ventana. Puedes irte por el mismo lado.

Sin embargo parecía haber olvidado como había entrado, volando en


círculos por la parte del techo, casi colgándose de la luz en el centro,
bajando, luego lanzándose arriba otra vez.

En el momento en que se encendió, descubrió que no era un pequeño


pájaro como ella había pensando. Era un murciélago. Grito cuando giro
para mirarla y le enseño sus dientes, silbando. Después de buscar
salvajemente un arma, tomo la escoba y la agito, gritando otra vez cuando
tomo vuelo y comenzó a volar en círculos por el cuarto otra vez.

—¡Shooo! ¡Fuera!

En vez de dirigirse a la ventana, se fue hacia ella.

—¡Nigel! — Grito a todo pulmón, agitando la escoba locamente a la vez que


la cosa zigzagueaba alrededor de ella—. ¡Nigel! ¡Hay un murciélago en mi
cuarto!

Cuando se lanzo hacia ella otra vez, ella se agacho, corriendo en círculos
en total pánico. Paro cuando se dio cuenta que había corrido hacia la
ventana, en vez de la puerta. Antes de que pudiera decidir si correr hacia
la puerta o no, la cosa se fue hacia ella otra vez.

Capturando la escoba arriba en sus manos en postura de bateador, espero


hasta que paso zumbando y le pego con todo lo que tenía. Lo atrapo con lo
último de la escoba, aplastándolo en dirección a la ventana. Para su alivio,
se las arreglo para sacarlo por una de las ventanas abiertas. Tirando la
escoba, corrió la ventana y la cerro, luego corrió hacia las otras ventanas y
las cerro también.

A continuación, escucho el sonido estrepitoso de la pesaba puerta de roble


del castillo, como si hubiera sido azotada para abrirse y luego para
cerrarse. Luego, escucho el pesado golpeteo de unos pies descalzos a la vez
que Nigel cruzaba el gran pasillo y comenzaba a subir las escaleras.
Tomando la escoba, Emily fue a su encuentro.

—¡Nigel! Había un murciélago en mi cuarto. ¡Pienso que estaba rabioso!

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¡Me silbo! — jadeo en el momento en que lo vio, luchando con la urgencia
de romper en llanto ahora que el miedo estaba pasando.

Después de un rato se dio cuenta de que se miraba claramente disgustado.


Sin palabra alguna, le arrebato la escoba y la rompió en su rodilla, tirando
las dos piezas sobre su hombro. Emily se quedo boquiabierta.

—¡Rompiste mi escoba!
—¡Sí! — gruño.
La ira se apodero de ella. Se colgó las manos en sus caderas.
—¡Necesito mi escoba! ¿Por qué la rompiste? ¿Qué tal si esa cosa se mete
en la casa de nuevo? Te digo, estoy casi cien por ciento segura de que esa
cosa estaba ¡rabiosa! Me miro directamente, descubrió sus dientes y me
silbo. ¡Y luego me ataco!
La miro de nuevo.
—No estaba rabioso, y estoy cien por ciento seguro de que no será tan
estúpido como para meterse volando otra vez por la ventana, ¡mujer! —
gruño. Dicho eso, salió hacia el pasillo para su cuarto, azotando la puerta
detrás de él.

Emily miro la reverberante puerta por un rato y finalmente miro su escoba


rota. Después de unos momentos, la rejunto y camino de vuelta a su
habitación.

—Idiota. — Murmuro cuando pasaba por su puerta—. Tuve que luchar con
la condenada cosa por mí misma. ¡Pensaba que al menos me podías haber
dado un abrazo tranquilizador algo! ¿Pero qué haces? ¡Me gruñes! y
rompes mi maldita escoba. ¡Hombre! Siempre son esas bestias hoscas,
completamente inservibles en una crisis.

*****

Emily miro al caballo y al jinete por el rabillo del ojo cuando pasaba por las
puertas que se dirigían al castillo MacKissack. Pisoteando el freno grito a
la vez que el jinete, riendo como un loco, urgió su caballo en un brinco
para saltar el cofre del coche a la vez que el jinete y caballo se disparaban
majestuosamente, aterrizando del otro lado a galope.

Su corazón todavía estaba martillando desagradablemente en su pecho a


la vez que veía a los dos desaparecer, el caballo negro de Nigel MacKissack
y su tartán volaban como banderas al viento.

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Marie Morin
—¡Lunático! — grito con voz temblorosa, asustada y con ira.

Finalmente, recomponiéndose a sí misma, acelero acercándose al castillo.


Él ya la estaba esperando cuando llego, caminando junto al caballo,
acariciando su cuello con aprecio. Todavía un poco temblorosa, Emily lo
miraba cuando bajo del coche.

—¡Me asustaste como el infierno!


Nigel levanto sus cejas oscuras.
—No estabas en peligro. No hubiera permitió que te hicieras daño.
Emily apretó sus dientes.
—No estaba preocupada por mí. — espeto, dándose cuenta tardíamente de
que ciertamente ella hubiera resultado herida si le hubiera pegado, pero
apenas se podía poner más enojada de lo que ya estaba.
Se encogió de hombres y sonrió.
—Yo tampoco estaba en peligro. Samson es un poco fresco. Tengo la
noción de que pensó lanzar a su jinete cuando vio el coche, pero lo manejo
bastante bien. No es Caesar, pero está bien.
Emily sacudió su cabeza.
—¿El caballo corrió contigo? — frunció el ceño. ¿Dónde lo conseguiste, de
todos modos? ¿Y qué quieres con el caballo?
Pincho al caballo con su rodilla, guiándolo hacia ella y se agacho. Emily se
hizo a un lado.
—Ven. Te daré una vuelta en el.
—No gracias. No me gustan los caballos. Especialmente no me gustan las
bestias salvajes como la que estas montando.

Frunció el ceño, fijándola con una mirada dura que parecía atravesarla.
Emily sintió su resolución vacilar. Tomando las riendas alrededor del
pomo, se agacho, la agarro por debajo de sus brazos y tiro de ella,
sentándola delante de él.

A pesar del extraño letargo que se apodero de ella, Emily sintió miedo. Se
aferro a él, poniendo sus brazo a su alrededor fuertemente y hundiendo su
cara contra su pecho. El la empujo un poco hacia delante y tomo su
barbilla.

—No permitiré que te ocurra nada, muchacha.

Extrañamente las palabras la tranquilizaron. Una calma se poso en ella y


se recargo contra él con más confianza a la vez, que él tomaba las riendas
y avanzaban con el caballo

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—Enserio necesito descargar el coche, — Emily protesto un poco débil—. Y
pagar a los trabajadores.
—Yo me encargo de los trabajadores.

Emily frunció el ceño, vagamente perturbada por el comentario, pero la


razón se le eludía. En su lugar, se encontró atrapada en la emoción de la
carrera a través del campo abierto en la parte posterior del caballo con el
viento alborotándole el pelo y cantando en sus oídos, el calor y la fuerza
del cuerpo de Nigel apretados en su contra. Si cerraba los ojos, se
imaginaba a sí misma como una dama medieval, que se ha llevado el
caballo de su caballero en un feliz para siempre de una princesa de cuento
de hadas.

Después de un rato, Nigel tiro del caballo a un paso más lento, luego a un
trote y finalmente solo caminando. Desmontando debajo de la sombra de
un árbol, dejo al caballo pastar y a ella la cargo. Sin decir ni una palabra,
se tendió sobre ella en el pasto, cubriendo su cuerpo con el suyo,
haciéndole el amor con una minuciosidad lenta que construyo una pasión
dentro de ella a un punto de fiebre antes de darle la liberación que
ansiaba.

El sol se estaba poniendo cuando iban de regreso al castillo. Frenando al


caballo antes de la amplia puerta de entrada. Nigel tomo su mejilla en su
mano y echo su cabeza hacia atrás para un ardiente beso.

—Estoy hambriento de ti, muchacha. Parece que no puedo conseguir


bastante de ti. — murmuro.
Las palabras le enviaron una ola de calor placentero a Emily. Para su
decepción, sin embargo, él la soltó y la ayudo a bajar del caballo.
>>Espera por mí en nuestro cuarto.

Emily lo miro a la vez que él giraba el caballo y desaparecía en la creciente


oscuridad, sintiendo el brillo de calor irse lentamente y el resentimiento e
ira comenzar a hervir a fuego lento en su lugar. Se sentía casi como una
sonámbula despertando de un lugar lejano desde donde había
permanecido dormida en su cabeza.

Temblando, miro alrededor. Los trabajadores se habían ido a casa.


Vagamente, recordó que Nigel había dicho que él se encargaría de los
trabajadores. Su irritación creció. Eran sus trabajadores. Ella los había
contratado.

¡Como se atrevía a apropiarse de ellos!

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Marie Morin
Como se atrevía a darle palmaditas en la cabeza y decirle que lo esperara
en la cama para su placer.

Apretando sus dientes, camino al coche y comenzó a descargar. La


oscuridad la atrapo antes de que terminara y, a regañadientes, se rindió
hasta que viera la luz del sol.

Había estado tan molesta por su manera arbitraria de pensar, pero a la vez
que su enojo desaparecía bajando los suministros, se le ocurrió pensar de
donde él había sacado el caballo y como lo había pagado.

Mirando hacia arriba, sintió su corazón caer al suelo. Ella había estado
contando con ese dinero para sacarla de la zanja financiera en la que
estaba. Dejando los suministros en el pasillo, corrió hacia las escaleras,
arribando al cuarto principal sin aliento. Jalando el remate del puesto
donde ella había guardado su escondite, se asomo. Por lo que podía ver, el
oro parecía completo.

Se reconforto un poco, pero aún se sentía intranquila, deseando que mejor


hubiera cambiado el oro a su residencia actual, en su cuarto. Había tenido
varias oportunidades para hacerlo, pero el castillo estaba lleno con
trabajadores y no le gustaba la idea de sacar el oro de su escondite y
arriesgarse a que fuera robado por alguien menos deseable.

El caballo tuvo que haber costado algo, aunque, ahora que lo pensaba
Nigel había estado usando ropa nueva también. Él había tomado dinero de
alguna parte. O él había usado sus habilidades vampíricas para robar los
bienes.

Descartándolo por el momento, fue a su cuarto y cogió una maleta.


Cuando regreso, la tiro en el piso al lado de la cama y comenzó a juntar las
monedas. Cuando tomo todas las que pudo, cerró la cremallera y la
arrastro por el pasillo a su habitación.

Nigel aun no había regresado, pero lo había asegurado. Bajando las


escaleras, fue a la cocina y se hizo una merienda rápida, luego corrió a la
escalera de nuevo y se refugió en su propia habitación, tratando de no
pensar en lo que el vampiro Nigel MacKisscak, estaba haciendo mientras
ella consumía su propia cena.

Cuando termino de comer, trabajo en el establecimiento de su cuarto,


hasta que el cansancio comenzó a pesarle y la urgencia de buscar

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descanso. No había escuchado nada para indicarle que Nigel había
regresado. Después de un pequeño debate, finalmente se arriesgo a tomar
un baño ya que estaba segura de que no iba a poder dormir sin uno.

El baño estaba oscuro y espeluznante, como el resto del castillo. No había


nada que la animara a retrasarse y estaba intranquila de que Nigel llegara
y la agarrara por sorpresa. Siendo ese el caso, se limito a un baño rápido,
y luego corrió de regreso a su cuarto y cerró la puerta con llave.

Después de que se había vestido para la cama, paso otros quince o veinte
minutos sellando todas las grietas que el posiblemente usaría para
meterse a su cuarto, y finalmente apago la luz y se subió a la cama,
fatigada.

Despertó un rato después, cuando sintió unos brazos fuertes sacándola de


la cama. Soñolienta, miro hacia arriba con una pequeña sorpresa de
descubrir que era Nigel, quien había venido a buscarla. Murmuro una
protesta, la cual él ignoro, caminando por el pasillo con ella, colocándola
en su cama y haciéndole el amor hasta que estuvo delirante de pasión.

Se despertó a la siguiente mañana sintiéndose deliciosamente saciada,


pero también firmemente decidida a hacer algo con respecto a la situación
en la que se encontraba. Tenía que haber una forma de mantener los
dedos de Nigel fuera de su bizcocho, y pretendía encontrarla.

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Marie Morin
Capitulo doce
Los trabajadores estaban parados alrededor del castillo cuando ella bajo
las escaleras a la mañana siguiente. Dándoles la tarea de descargar el
coche, ella fue a tomar un rápido desayuno. Terminaron para el tiempo en
que regreso, como no había tenido tiempo de hacer antes, fue a ver que
habían hecho ellos la semana anterior.

No le parecía que hubieran hecho mucho, como ella había pensado,


considerando todo el tiempo que habían gastado. Cuando les pregunto
sobre ello, explicaron que su “hombre” les había puesto otras tareas
mientras ella no estaba en el castillo. No corrigió la suposición de que él
era su “hombre”, aunque le irritaba, ambas cosas, el hecho de que ellos
pensaran que él era el jefe de la casa y su arbitrariedad contradiciendo sus
órdenes.

Descartándolo por el momento, los entrevisto para ver si algunos de ellos


tenían un área en especial de experiencia. Para su sorpresa y alivio,
descubrió que Mr. MacGregor le había enviado hombres con las
habilidades que ella necesitaba en particular. Dejándoles la tarea de
trabajar en una lista de lo que ellos necesitaban para la plomería, el
cableado, el motor y piedra para arreglar el castillo, mientras ella se fue a
examinar las muebles que habían movido.

La artesanía de los muebles, hablaba por sí sola. A pesar de la edad de los


mismos, a pesar del hecho, de que nadie los había cuidado como debió de
ser, la mayoría de las piezas parecían como si pudieran ser reparadas.
Recolectando los libros que había comprado en una tienda de
antigüedades, se encontró un lugar confortable y sentó a leer y a compilar
una lista. Para cuando los trabajadores regresaron con su propia lista,
sintió como si necesitara comenzar ya, después de comparar su lista con
los materiales que ya había comprado, los puso a trabajar y se fue a
conseguir los materiales.

Después de que Emily ordeno los materiales que los trabajadores

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necesitaban, se le ocurrió que quizá pudiera encontrar algunas respuestas
a sus preguntas en libros y paso por una librería local. Tenían una serie de
novelas sobre vampiros, pero sólo un libro de mitología y ocultismo. No
estaba muy segura de que las novelas le servirían de algo o no, pero
decidió comprarlas también.

Se sentía bastante satisfecha consigo misma cuando llego al castillo una


vez más, hasta que miro a Nigel montando un caballo, señalando a los
obreros, quienes estaban asistiendo y señalando a su vez. Apretando sus
dientes, Emily bajo del coche y fue a ver que estaban haciendo.

—¿Estás trabajando en un nuevo proyecto? — pregunto con suma


delicadeza.
—Sí. El granero y el establo para los caballos. — Nigel respondió ausente.
—¿Caballos? ¿Tienes más de uno? — Emily quedo boquiabierta, más
sorprendida que indignada por el hecho de que había ordenado a los
hombres otra vez.
—Todavía no, — dijo Nigel, desmontando y tirando las riendas a uno de los
hombres como si fuera una mano estable—. Pienso adquirir una docena o
algo así.
—¿Caballos?
—Sí.
Emily parpadeo.
—¿Para qué?
Le dio una mirada, como si ella fuera lo lunática
—Para montar, muchacha. — Dijo sin ayuda y enrosco sus brazos sobre
ella, guiándola hacia el castillo—. Y para los carruajes.
—¿Carruajes? — Emily dijo sin aliento—. ¿Qué vas hacer con un carruaje?
—Necesitare transporte de vez en cuando.
—Uh… la gente en estos días ya no los usa
Levanto sus cejas.
—¿Y qué es eso en lo que te mueves, entonces?
—¿El coche? No es un carruaje. Tiene una maquina.

Se quedo en silencio por varios minutos, obviamente molesto por algo.

—Supongo, que tendré que aprender a manejar uno, pero no estoy


ansioso. Tuve a Sean para que me enseñara el otro día, cuando me llevo al
pueblo, pero mi falta de habilidad lo asusto mucho, tanto como el carruaje
a mí.

Emily se mordió el labio para contener una sonrisa. Estaba en la punta de


su lengua el ofrecerse a enseñarle, pero pensó que difícilmente sería una

79

Marie Morin
buena idea fraternizar con él, cuando su meta era desalojarlo de su
propiedad. Decididamente, ella misma se deshizo de sus manos al llegar a
la puerta principal del castillo y puso una distancia entre ellos.

—No quise decir nada enfrente de los trabajadores, pero yo los contrate
para reparar el castillo. No me gusta que los arrastres para hacer otra
cosa, después de que yo les digo en que es, lo que yo quiero que trabajen.

Sus cejas se levantaron. Una chispa de diversión salto de sus ojos.


Cruzando sus brazos sobre su pecho, se recargo contra el marco de la
puerta.

—Yo pensaba que ya habíamos arreglado el asunto de quien era el jefe


aquí.
Los ojos de Emily se estrecharon. Coloco sus manos en sus caderas.
—¡No hemos arreglado nada! ¡No pienses ni por un momento que has
ganado solo porque has usado esa mierda de vudú en mí, porque no lo has
hecho! ¡Este es mi castillo y esos son mis hombres! ¡Y los contrate para
reparar el castillo, no para comenzar a construir otra cosa!
—Entonces estamos de acuerdo.
Emily se sorprendió.
—¿Lo estamos?
—Sí. El castillo esta en tal necesidad de ser reparado, esa es la verdad. Les
diré que dejen el establo un rato y reparen es castillo primero.
—Tu les dirás…— Emily apretó los labios en una furia impotente. Girando,
camino de regreso al coche y comenzó a bajar los materiales que había
comprado.

No se dio cuenta de que la había seguido hasta que grito a los hombres.
Llegaron trotando a la vez, la agarro y comenzó a cargarla al interior.
Favoreciendo a Nigel con una mirada irritada, ella tomo sus libros y se
dirigió adentro.

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Capitulo trece
El ajo apestaba totalmente. Dentro de diez minutos, Emily tenía un dolor
de cabeza por el olor y sus ojos estaban llorosos. Sin embargo el libro
había sido muy específico. El ajo ahuyentaba a los vampiros. Esta noche,
intentaría dormir en su propia cama, sin perturbaciones y libre de la
ansiedad de que Nigel viniera cuando se le antojara.

¿Tal vez debió de haber cortado los dientes? Sin embargo, no le parecía,
olían bastante fuerte como para alejar cualquier cosa antes de cortarlos.
Además, no había recibido suficiente. Una vez que los corto a la mitad, no
había sido capaz de solo poner un collar de ajos a su alrededor, sino que
tenía suficiente para picar y ponerlos en recipientes cerca de las ventanas
y puerta.

Se sentó a esperarlo.

Era bien entrada la madrugada cuando vio el humo que se metía por el
cuarto y Nigel abruptamente apareció en el pie de su cama. Se estaba
agarrando la nariz.

—¿Qué demonios es ese olor?


Emily parpadeo por las lágrimas de sus ojos y le dio una sonrisa
satisfecha.
—¡Ajo! — anuncio triunfante.
—Ya sabía eso, pero ¿de dónde viene ese maldito hedor?
Emily alzo el lazo de ajos que había formado para ella y lo agito
burlonamente.
—El ajo aleja a los vampiros.
—Pienso que espantaría a cualquiera. ¿Qué demonios haces poniéndotelo?
—Ya te dije. Aleja a los vampiros. Estoy alejado a un vampiro. — Emily dijo
con mucha paciencia.

La miro por unos momentos cerrando su nariz y finalmente se acerco a la


apertura de las ventanas abriéndolas una por una y tirando el ajo.
Arrastrando el aire contaminado, regreso a la puerta donde había dejado

81

Marie Morin
mas, cerca de la puerta y también se deshizo de ellos.

—El ajo no te afecta. — dijo Emily desanimada.


—¡Al diablo, claro que no! ¡No había olido nada menos apetitoso en
muchos días! — Nigel gruño, plantando sus puños en sus caderas—. Si no
estabas en el humor de hacer el amor, ¿Por qué no dijiste nada?
Emily le dio una mirada indignada.
—¡Como si hubieras escuchado cualquier maldita protesta! ¡Tú solo usas
esa mierda vudú sobre mí, para hacer todo lo que te plazca!
—Yo no hago esa mierda vudú. ¡No sé ni que es!
—¡Mumbo jumbo4, entonces!
—¡Eso tampoco! ¡No te vas a sentar ahí y a decirme que no lo disfrutaste
tanto como yo lo hice!
¡Idiota! ¡Tenía que arrojármelo en la cara!
—¡Ese es justo el punto! Yo no te dije que tú podías moverte conmigo. ¡No
recuerdo haberme ofrecido a ser tu amiga para joder! ¡Yo no te dije que
podías joder cada vez que quisieras!
Se enrojeció.
—¡Tienes la boca de un marinero en ti, muchacha! ¡No, peor! ¡Tengo en
mente, ponerte sobre mis rodillas! Eres mi concubina. Te reclame. No es
joder. ¡Es hacer el amor, y te agradecería que tuvieras una lengua civil en
tu cabeza!
Emily se quedo boquiabierta incrédula.
—¿Me reclamaste? ¿Y tan solo como eso, soy tuya?
Frunció el ceño.
—Ese es generalmente el modo. Soy un vampiro.
—¿Y eso me dice qué, exactamente? — Emily cerró su libro y lo sacudió—.
He mirado todas las reglas sobre vampiros, ¡y no puedo ver que sigas
alguna de ellas! He clavado crucifijos y puesto ajo por todo el lugar, ¡y tú
solo entraste como si te hubiera invitado! ¡La luz del sol no te molesta! ¡No
chupas sangre, ¿Qué clase de vampiro eres?!
—Uno de verdad. — gruño—. ¡Ya te dije que no prestaras atención a esas
tonterías! No estoy no -muerto, no soy antinatural. Naci siendo un
vampiro, muchacha. No es diferente a ser nacido… con pelo rojo o de
diferente color de piel. Puedo ser tan raro como un albino, pero soy tan
parte de la naturaleza como tú lo eres.
Emily parpadeo, sorprendida.
—Pero… la gente no vive tanto tiempo. Me has dicho que has estado aquí
por siglos.
Se quedo boquiabierto.

4
Mumbo Jum bo: Frase que expresa algo que no tiene sentido, a menudo usa da para
expresarse sobre falsos rituales religiosos.

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—¿Me estás diciendo que me hubieras creído más fácilmente si hubiera
caminado sobre la tierra como un no-muerto, el hecho de que yo pudiera
vivir más tiempo que un mortal?

Poniéndolo de ese modo, supuso que la tenia un punto, pero sus


comentarios le proporcionaron una preocupación que no se le había
ocurrido antes.

—Regresa a la otra cosa. ¿Dices que naciste como un vampiro?


—¿Si, por qué?
—¿Cómo en un embarazo? — Le dio una mirada inquieta—. ¿Me estás
diciendo, que podría estar embarazada? — Emily demando.
Palideció.
—No.
Los labios de Emily se apretaron.
—¿Por qué no te creo, me pregunto?
Sus ojos se estrecharon.
—¿Quizás porque no me has creído ninguna palabra hasta ahora? —
gruño. Girando, camino hacia la puerta.
Emily se quito el collar de ojos y se lo lanzo a la cabeza.
—¡Si me dejaste embarazada, idiota, yo misma… te apuñalare con un
estaca en el corazón!

Desapareció. El ajo choco contra la pared y cayó al piso.

Emily se sintió vagamente nauseabunda, pero no estaba segura si era por


el ajo o la repentina realización de que había estado jugando sin
protección.

¡No es que hubiera sido su idea!

Está bien. Concedido fue el mejor sexo que había experimentado en su


vida, y si no hubiera sido por las circunstancias, hubiera estado más que
dispuesta a tomarlo como amante, pero había circunstancias que lo
hacían una mala idea. Además, hubiera tomado precauciones si hubiera
tenido la oportunidad de escoger.

Se sintió un poco relajada cuando se dio cuenta, de que probablemente


estaba en el medio de su periodo menos fértil, pero no estaba
completamente cómoda. Después de unos momentos, se salió de la cama,
juntando un cambio de ropa y se dirigió a la bañera. Si el ajo no lo iba a
alejarlo, de ninguna manera ella se iba a dormir con ese olor.

83

Marie Morin
Como sea, le había dejado muy claro que no era bien recibido.
Probablemente él no la iba a volver a molestar, ya sea con ajo o sin el.

Acababa de meter su cabeza debajo del chorro de la regadera cuando Nigel


apareció detrás de ella, envolviendo sus brazos alrededor de ella y
empujándola hacia su grande pecho.

—Sabía que ibas a regresa, muchacha. — murmuro con voz ronca,


mordiendo un lado de su cuello a la vez que sus manos patinaban sobre
sus pechos, tomándolos, masajeándolos. Emily brinco cuando la agarro.
La debilidad surgió, y después de eso, la calidad de sus manos jalo
gentilmente sus pezones, haciéndolos ponerse erectos y mandándoles
pulsaciones de creciente deseo a través de ella.

—¡Nigel! — Jadeo en una voz ahogada.


—¿Si, cariño? — murmuro, corriendo una mano por su estomago y
sujetando su montículo. Jadeo a la vez que sus dedos se separaron de su
piel, se adentro en la hendidura, frotando el pequeño bulto de su clítoris,
mandándole olas de placer sobre ella. Su mente se derritió en caos.
—¿Quién eres…? Te fuiste.
—Nunca estoy lejos de ti, amor. Tú eres mi concubina. Siento todo lo que
sientes, sé todo lo que sabes.
El juego de sus dedos le hizo difícil reunir sus pensamientos en orden.
—¿Sabes? Sabias, quieres decir. ¿Tú no estás diciendo que puedes leer mi
mente?
—Sí.
—¡No puedes!
—Sí, puedo… muchas veces.

El comentario le genero un hilo de inquietud, pero antes de que pudiera


completamente formarse en una especifica amenaza, él le había quitado su
habilidad de pensar. Cuando le dio un codazo lejos de él y la volteo a
mirarlo, empujando su espalda contra la pared, ni siquiera pensó en
protestar. Levanto sus brazos y los enrosco a su cuello, estrechando su
cuerpo contra su forma dura.

El calor surgió por ella a la vez que él engancho una de sus manos en su
muslo, levantándolo y ajustando su cuerpo en ella. Jadeo, arqueando sus
caderas para encontrarlo, disfrutando de la sensación de su piel,
estrechándola, llenándola. Tomando un puñado de su pelo, inclino su
cabeza hacia atrás, besándola por toda la garganta y finalmente cubriendo
su boca con la de ella a la vez que la penetraba, profundamente, sus
golpes agresivos, posesivos. Una fresca, fuerte ola de deseo recorrió su

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cuerpo a la vez que el sabor le llenaba la boca, mientras acariciaba su
lengua a lo largo de la suya.

Sintiendo la llagada del clímax, apretó sus brazos alrededor de su cuello,


succionando su lengua. Él hizo un gruñido profundo en su garganta. Un
estremecimiento más fuerte pasó por él. Abruptamente, aún cuando su
crisis la tomo y comenzaba a gemir como si un tiro de felicidad pasara por
ella, él empezó a penetrarla más fuerte y más rápido, había desesperación
en sus movimientos como si su cuerpo flotara cerca de la culminación.
Gimió dentro de su boca, besándola con apetito.

Débiles después, Emily se aferro a él, templando, pensando a la vez que su


mente lentamente se ponía en marcha otra vez que le había ocurrido para
ceder a él… otra vez, sin un gemido de protesta.

Finalmente, la soltó, permitiéndole hacerse a un lado hasta que sus pies


tocaron el piso de la bañera una vez más. Su cuerpo se sentía tan
insustancial como gelatina. Con un esfuerzo, cerró sus rodillas y lo
empujo, demandando liberación. Casi a regañadientes, se alejo de ella.

Rehusándose a mirarlo a los ojos, se movió por debajo del chorro de la


regadera, levantándose y finalmente salió de la ducha.

—¡Pensé que lo había dejado claro, no estoy aquí para tu conveniencia!


—¿No? — Gruño, la ira amenazaba su voz—. Lo encuentro muy
conveniente. Y muy agradable también.
—Me hipnotizaste… otra vez. — Murmuro acusadoramente a la vez que
agarraba una toalla y se frotaba con ella.
—Borrarte la memoria.
—¡Como sea!
—No lo hice.
Emily alzo su cabeza de golpe.
—Lo hiciste.
Se encogió de hombros.
—No lo tuve que hacer, pero si te hace sentir mejor pensar eso…

Emily estrecho sus ojos en su espalda a la vez que él ponía su cabeza bajo
el agua. Sin siquiera pensar en las consecuencias, se acerco al baño y
deprimió el mango. En el momento en que lo hizo, el dejo escapar un
rugido a la vez que el agua caía sobre él, caía incómodamente caliente. Sus
ojos se abrieron con culpa a la vez que él saltaba fuera del chorro de agua
y abriendo la cortina, ella corrió hacia su cuarto lo más rápido que pudo.

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Marie Morin
No lo logro. Estaba a menos de medio camino cuando Nigel
repentinamente apareció ante ella. Antes de que pudiera parar, él, la
agarro, levantándola de pies y poniéndola encima de sus hombros.

—¡Fue un accidente! — mintió.


Le pego en una nalga desnuda con la palma de su mano.
—¡No estoy seguro de creer eso, con la mirada que me diste!
—¡Maldita sea, Nigel! ¡Bájame! — le grito a la vez que la llevaba por el
pasillo hacia su habitación.

Lo hizo. La tiro en el centro de la cama tan fuerte que reboto casi de pie.
Uno de los tableros de apoyo se salió de la barandilla de la cama y el
colchón se derrumbo por debajo de ella a la vez que ella aterrizaba de
nuevo. La inclinación del colchón la ayudo a rodar lejos de él. Casi logra
salirse de la cama antes, cuando él se lanzo sobre ella, colapsando el otro
lado de la cama.

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Capitulo Catorce

Se pelearon, pero no hubo ninguna competencia y la lucha fue breve.


Emily alzo la vista hacia Nigel, resoplando a la vez que él la sujetaba hacia
abajo con el peso de su cuerpo, sus manos agarraron firmemente sus
muñecas

—¿Quieres decirme que fue todo eso? — pregunto ligeramente.


Emily se mordió los labios.
—¡Sabes muy bien de que fue todo eso!
—No. No lo sé.
Emily le echo un vistazo.
—¡No hablas enserio!
Él levanto sus cejas, y finalmente frunció el ceño.
—¿Estuviste en desacuerdo con ese comentario de la conveniencia?
Adivino.
—¡Fue un comentario totalmente machista!
—No puedo decir que estoy familiarizado con la palabra.
—Bueno. Ciertamente te queda la actitud. — Emily dijo con aspereza—.
Eres tan… tan…— las palabras le fallaron.
—¿Hombre?
Emily lo miro.
—¡Sí!
Sus labios temblaron.
—Eso es un alivio, en todo caso.
Emily se mordió los labios.
—¡No era un cumplido!
—No lo tome como uno, pero no estaría feliz si pensaras de otra manera,
déjame te diga.
Emily rodo los ojos.
—¡Mira! La única razón por la que estoy aquí es porque compre este lugar.
Lo tengo todo relacionado con él y no me voy a ir. No sé cómo te llego la
idea de que soy tu mujer, ¡porque no lo soy!
—No me gusta discutir con una mujer, particularmente porque es casi
siempre una pérdida de aliento, pero eres mi mujer. Sé que no entiendes la
forma de los vampiros, pero te he marcado como mía, muchacha, y no hay

87

Marie Morin
vuelta a atrás. Nunca me disculpo por tomar lo que necesito y no voy a
comenzar ahora. — Bajo su cabeza, respirando hondo el aroma de su
piel—. Tu vida es una fuerza poderosa, y necesito alimentarme de ella para
recuperar mis fuerzas. No lo puedo hacer de otra forma, porque no sé
cuando me pueda topar con un viejo enemigo y necesito mis poderes. Si
quieres habitaciones propias, no te lo voy a negar pero preferiría que te
quedaras aquí.

Froto la punta de un seno con la nariz hasta que se erguió y luego lo


arrastro a su boca. En el momento en que su boca toco la piel, el vientre
de Emily se contrajo. El calor fluyo al exterior, llenándola de deseo que
luchaba por ignorar.

Fue una batalla perdida. Se sintió débil casi al instante. Para cuando él
libero su pezón y se movió a su gemelo, ella había dejado de luchar contra
él y comenzando a retorcerse y girar en locura. Se acomodo en sus brazos,
ligeramente encima de ella, mirando su cara al encararla. Emily jadeo de
placer, cuando sintió que la poseía, sintió la longitud de su duro miembro
a lo largo de su pasaje.

Se movió lentamente, acariciando la longitud de su garganta casi


acariciándola con su miembro duro. El placer se acelero a un ritmo más
rápido. Momentos después, ella se acercaba a la culminación. Parecía que
la mantenía ahí con deliberación, pausando cada vez que ella sentía los
primeros aleteos de la culminación.

El placer aumento, creció a un nivel insoportable, hasta que se ahogaba


por aire, gimiendo casi sin cesar, moviéndose febrilmente. Y aún así no la
liberaba de su tormento. Finalmente, se aferro a sus hombros, jadeando
su nombre.

—¿Si amor?
—Por favor.

Un escalofrió lo recorrió. Relajándose hasta estar completamente contra


ella, coloco sus manos debajo de sus caderas, levantándolas y
conduciéndose dentro de ellas. El aire dejo sus pulmones en un gemido de
éxtasis. Los temblores comenzaron dentro de ella al ritmo de él, escalofríos
de sensaciones estallaron en el momento electrizante, su mente se
fraccionó en una explosión cerca de lo doloroso.

Barridos de olvido corrieron a su alrededor, bañándola en un cálido


resplandor de satisfacción a la vez que él encontraba el suyo. Era apenas

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consciente de su entorno cuando él se acerco a ella y puso su cabeza en su
pecho como si fuera almohada, uniéndose en su sueño.

Se despertó, tiesa, adolorida, incomoda. Le vantando su cabeza con un


esfuerzo, vio que la cama era un caos. Locamente inclinada. Vagamente,
recordó que los soportes del colchón se habían deslizado cuando Nigel la
había echado a la cama como una muñeca de trapo. Un brazo pesado y
una pierna estaban aferrados a ella.

No había forma de librarse sin despertarlo. Irritada, se movió débilmente


sujetándose de la cama. Con un gruñido de disgusto, él se aparto de ella,
tendiéndose en su vientre al otro lado de la cama. Sentada, lo observo.
Después de unos momentos, miro alrededor en confusión, localizando su
toalla y saliéndose de la cama.

La ducha la reanimo lo suficiente para permitirle a su memoria fluir de


nuevo, pero le dieron un poco de consuelo y placer. Él no había intentado
negar la acusación de que ella era una conveniencia, -nada más que un
cuerpo útil-, del que de alguna forma, él se podía alimentar para sacar a
flote algo que los vampiros necesitaban.

Ella no sabía eso.

¿Entonces porque le dolía sacarlo al aire libre, la verdad desagradable?

Él era una molestia para ella, un impedimento para reclamar su


propiedad, nada más. Todavía estaba más inclinada a creer que era un
lunático que el vampiro que él decía ser.

¿No era como que le importaba nada de él, o si? Pero entonces, ¿Por qué
sentía ganas de llorar?

Tragándose el nudo de miseria en su garganta, se salió de la ducha, se


seco y se fue hacia su habitación para vestirse. En el piso de abajo, no fue
recibida solo por los obreros, sino que también por un hombre de la
compañía eléctrica. La realización, de que pronto iba a tener algo
constante, mas energía confiable que el viejo generador fue suficiente para
animar su espirito y más tarde, el hombre de la compañía de teléfono llego
y finalmente pudo sacarse la depresión de la esquina de su mente.

A medio día, Nigel bajo, consultando algo con Sean brevemente, después
de mirar por varios momentos especulativamente, subió al asiento del

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Marie Morin
pasajero en la camioneta de Sean, sin palabra alguna y se fue. Sean
regreso algún tiempo después solo.

Emily lucho con la urgencia de preguntarle a Sean a donde había ido


Nigel. A pesar de su inmensa curiosidad. Ella sabía que los hombres
pensaban que Nigel era su pareja y no podía darse el lujo de mostrar
ignorancia sobre su paradero.

Se suponía que debería sentir lo contrario a ofendida. No apreciaba que él


la había tomado como suya sólo porque la había reclamado y ella había
tenido dificultades al demostrarle lo contrario. Ella no tenía el pie para
soportar las demandas de ningún tipo, pero no pudo evitar el sentimiento
de sentirse no-importante para Nigel, a pesar de sus afirmaciones
contrarias, cuando era obvio que él no la consideraba importante, como
para decirle a donde iba o cuando regresaría.

Supuso que él fue a ver la legalidad de su reclamación, pero ni siquiera eso


levantaba lo suficiente para perseguir los sentimientos de malos tratos.
Finalmente olvidándose de eso, mantuvo su depresión en la orilla a lo
largo del día, ocupándose de ver el progreso de los trabajadores en la
renovación de proyectos. Sin embargo, fue peor cuando se dirigió a su
cuarto esa tarde.

Sin duda Nigel había decidió tomar la cama para repararla. Las monedas
de oro que había descubierto en el calabozo habían sido apiladas
cuidadosamente en su tocador.

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Capitulo quince
Emily se quedo en blanco al mirar la pila de oro, demasiado impresionada
para pensar, demasiado sorprendida para alimentar las emociones que
corrían por su cuerpo.

La alegría y el alivio, debieron de haber sobresalido. Ninguna de las dos


emociones lo hizo. En vez de eso, una leve punzada de nausea paso por
ella y la depresión que había mantenido a ralla todo el día, la inundo.

—Encontró el oro cuando estaba arreglando la cama y me lo trajo. — dijo


eso en voz alta, sintiéndolo en la lengua, cuestionándose el alivio que sabía
que debería de sentir.

Ese sentimiento la evadió. En lugar de eso, la incómoda sensación de


haber sido pagada por los servicios prestados, invadió su mente.
Apretando sus dientes, camino hacia la mesa y miro hacia las monedas.

—Son mías. — Dijo en voz más alta—. Él simplemente lo reconoció al


entregarle las monedas a su legítimo dueño, cuando las encontró.

La mirada se le hizo borrosa. Su barbilla temblaba. Sollozando, cruzo el


cuarto y subió al centro de la cama, pensando. Después de unos
momentos, se dio cuenta de que deliberadamente estaba evadiendo
cualquier pensamiento acerca de Nigel. Decidió que era mejor continuar de
ese modo. Tenía mejores cosas que hacer, y mucho más importantes, que
llorar en su almohada como una adolescente enamorada.

Nigel se había ido, y había dejado el oro.

Quizá el regresaría, o quizás no. Era posible que él hubiera dejado el oro
como una forma de decir que se daba por vencido en el asunto del castillo.
Eso la deprimió tanto que tuvo que luchar con las lágrimas una vez más.
Cuando lucho contra el impulso, trato de verlo por el lado bueno.

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Marie Morin
Era una cosa buena. Eso significaba que no iba a necesitar un abogado
para pelear en los tribunales. Significaba que no se tenía que preocupar en
gastar en abogados ni en la corte, cuando ella lo que necesitaba era poner
el lugar en orden.

Significaba que ya no se tenía que preocupar de las atenciones no


deseadas de Nigel. Entonces lloro, hasta que finalmente se quedo dormida.
Se levanto la mañana siguiente como si hubiera sido derribada. En algún
lugar de las rondas, comenzó a sentir pena por sí misma, sin embargo, se
recobro y decidió que hacer.

No era seguro mantener las monedas en el castillo. Era posible que las
robaran, o peor. Afortunadamente, se había quedado dormida un poco
antes de lo usual y como consecuencia se había despertado un poco más
temprano. Para el tiempo en que los trabajadores llegaron, ella se las había
arreglado para meter las monedas en el maletero del coche.

—¿Entonces, usted también se va a Londres señora?

Emily se volvió y miro a Sean con sorpresa, tratando de pensar como podía
contestar a la pregunta sin mostrar el hecho de que este era el primer
indicio del paradero hacia donde había ido Nigel. Una cara de poker no era
algo natural en ella, sin embargo, le tomo mucho tiempo responder. Sean
enrojeció.

—Sólo estaba pensado, que si usted también se iba a Londres para estar
con el Mr. MacKisscak, tal vez usted no nos ocuparía por unos días.
Emily sintió el aumento de color en sus mejillas.
—No ¿A menos que necesite algunos días libres?
—Si me funcionaria. No puedo pagar a los acreedores por estar sentados
todo el día.
Emily forzó una sonrisa.
—Muy cierto. Sin embargo espero regresar mas tarde. Quizá pase la noche
en la ciudad, a lo mucho, regresare mañana y prefiero que se queden
ahora que las cosas comienzan a mejorar.

No había planeado manejar todo el camino hacia Londres, pero una vez
que Sean se lo sugirió, decidió que era la mejor idea. Además, una ciudad
internacional le daría más posibilidades de vender las monedas.

Era horrible conducir hacia Londres. Había pensado que se había


acostumbrado a manejar al otro lado del camino, pero había manejado
años y años en EEUU, y era difícil acostumbrarse a conducir al revés.

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Además, era una ciudad extraña, y manejar en una ciudad que es
desconocida era desconcertante.

Le había tomado más tiempo de lo esperado hacer el viaje, y estaba


exhausta para cuando llego.

Todos los bancos estaban cerrados.

Como no había nada más que hacer, Emily localizo un hotel donde dormir.
El botones la miro con extrañeza cuando levanto sus maletas, pero ignoro
la curiosa mirada, se abrieron camino a su habitación.

No pudo evitar preguntarse si de verdad Nigel había venido a Londres y de


ser así, en donde se estaba hospedando, pero suprimió el deseo de
buscarlo, pasando una tarde tranquila en su cuarto. A la mañana
siguiente, Emily despertó temprano y mando bajar sus maletas de nuevo,
manejo al banco que había elegido y rento una caja de seguridad lo
suficientemente grande para meter las monedas. Se sintió mejor una vez
que las guardo, al menos en el sentido de que el miedo a ser robadas
desapareció. Quedándose con una de las monedas, se fue del banco y paso
las siguientes horas buscando en las tiendas por un posible comprador.

Era casi mediodía para el tiempo en que se las arreglo para localizar la
última tienda en su lista y estaba comenzando a sentir la presión del
tiempo. Supuso que por eso choco con el hombre en la tienda. La agarro
cuando se recupero.

—¡Perdón! ¡Lo siento mucho! Tenía prisa y no veía por donde iba. — Emily
se disculpo, lanzando una mirada hacia arriba al hombre que ligeramente
sostenía sus hombros y después se congelo de sorpresa.
—Está bien.

El acento era británico y aún así sorprendentemente similar al acento


sureño que ella conocía. Sin embargo, tan placentero como era no era el
acento lo que llamo su atención. Era alto, casi como Nigel o quizá un poco
más alto. Era difícil decir, su estructura era más ligera. Su rostro era
atractivo en el sentido masculino, todos los planos duros y ángulos. Sus
ojos, una sobra de azul pálido, un escalofrió le recorrió la espalda y fue eso
lo que la congelo en ese lugar.

Fue un tiempo después, que se dio cuenta de que él estaba sonriendo.


… y la había soltado.

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Marie Morin
Para su sorpresa, él se acerco a ella, olfateando, como inhalando el aroma
de una flor. Algo brillo en sus ojos, casi con satisfacción.

—Tu perfume es casi tan atractivo como tu adorable cara y acento.


Emily sintió el rubor subir, sobre todo porque el único perfume que llevaba
era el aroma de la barra de jabón con el que se había bañado.
—Gracias. Lo siento casi lo atropello.
Casi a regañadientes, quito sus manos, para el alivio de Emily.
—Temo que no puedo estar de acuerdo. Simón… Umphreys.
Emily parpadeo. Le tomo un momento darse cuenta de que se había
introducido. Miro alrededor un poco, incomoda, preguntándose donde
estaba el dueño de la tienda.
—Emily Hendrick. — dijo finalmente extendiendo su mano.
—¿Turisteando?
—¿Cómo?
Levanto sus cejas.
—¿Está de visita?
—Oh. De hecho me mude. Compre un lugar…uh…al norte.
—¿En qué le puedo ayudar hoy?
—¿Disculpe? — Emily pregunto sorprendida.
Levanto sus cejas y dio un paso hacia atrás, gesticulando ampliamente
alrededor de la tienda.
—Oh. ¿Es… uh…el propietario?
Sonrió ligeramente, casi a punto de encogerse de hombros.
—Cuando uno colecta antigüedades se vuelve casi una necesidad después
de comprar un lugar más grande o poner una tienda.

Emily rio entre dientes, pero la historia le pareció un poco exagerada. Él


no pareció el tipo de tener una tendencia de coleccionista. No tenía ningún
problema en verlo como uno, pero algo no parecía correcto con ese hombre
como verlo como un comerciante. Internamente, se encogió de hombros.

—De hecho, estaba buscando vender algo. Tengo una pequeña colecciones
de viejas monedas.
Se quedo mirándola unos momentos.
—¿puedo verla?
—Por supuesto. — Sintiéndose incomoda por la mirada del hombre, Emily
hurgo en su bolso y finalmente saco la moneda. Tomándola de su mano, se
movió detrás del mostrador, buscando algo por un tiempo y finalmente
saco una lupa y estudio la moneda. Incomoda por alguna razón, Emily
vagabundeo por la tienda, tratando de pretender interés en las cosas de la
tienda que no sentía.

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—¿Qué es esto? — pregunto finalmente, después de mirar una extraña
cosa de piel y metal por unos minutos.
Simón alzo la vista, le vando su cabeza para ver que estaba estudiando ella.
Sonrió.
—Es un cinturón de castidad.
Emily enrojeció por completo.
—¿Está jugando, cierto?
—¿Disculpa?
—¿Una broma? — Sonrió—. Enserio. Viene con un poco de historia.
—Seguro que lo hace. — Musito Emily.

Sonrió a eso, pero el propio sentido del humor de Emily desapareció al


mirar a la cosa. Una idea se le estaba formando en la cabeza. Una
absoluta escandalosa idea.

—¿Cuánto cuesta?
—¿Perdone?
—El cinturón de castidad.
La estudio por un momento y finalmente le dio un precio que sonaba muy
barato, considerando todas las cosas. Para su alivio, él no pregunto porque
estaba interesada en eso.
—¿Tiene la llave?
—Está junto al cinto.
—Lo tomare. — Emily dijo decididamente.

La miro con curiosidad por unos momentos, pero finalmente dejo la


moneda a un lado y se movió alrededor del mostrador. Cuando lo envolvió
y tomo el dinero, regreso a la exanimación de la moneda.

—Está en una buena condición. — comentó después de un rato.

Emily no dijo nada. La moneda estaba en un perfecto estado, parecía que


nunca estuvo en circulación. Era posible que algunas de las monedas
hubieran sufrido un rasguño en la cama de Nigel, pero ciertamente ella no
había notado nada malo con las monedas. Lo más probable, pensó, era
que él estaba tratando de bajar el precio.

—¿Dices que tienes una colección? ¿De estas? ¿De varias monedas?
—Solo estas.

Asintió, dejo la moneda en el mostrador y comenzó a buscar en los libros.


Emily lo miro disimuladamente de vez en cuando. Comenzó a tener el
sentimiento de que él no estaba buscando cuidadosamente el valor de la

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Marie Morin
moneda sino perdiendo el tiempo. No sabía porque pensaba eso. Él no
parecía nervioso. De hecho él no parecía ni siquiera emocionado con la
moneda.

—Muy valiosa. Un poco por encima de mi tacto, de hecho. ¿Ha considerado


venderlas en una subasta?
Emily lo miro dudosamente.
—De hecho no. El ingreso es demasiado impredecible ¿no es así?
Se encogió de hombros.
—Puede ser. Supongo que depende de la casa de subasta, y luego por
supuesto, el precio que le ponga para la partida. Muy bien puede acabar
con mucho más de lo que puedes obtener en una tienda. Las subastas
atraen a coleccionistas.

Emily se había movido al mostrador cuando él comenzó a hablar.


Sonriendo, le tendió la mano para la moneda.

—Lo pensare un poco. No tengo mucha prisa.


La estudio con atención por unos momentos colocando la moneda en su
mano.
—¿Quiere almorzar conmigo?
La sorpresa dejo a Emily sin habla por unos momentos.
—Yo…uh…de hecho, debo regresar… pero gracias por la oferta.
Sonrío ampliamente.
—No puede simplemente garabatear, Emily Hendrick. ¿Cómo la voy a
conocer?

Emily se sonrojo, sintiéndose rota. Él era un hombre atractivo, y su interés


era halagador, particularmente después del modo en que Nigel la había
tratado. No supo porque se sintió tan inquieta al aceptar.

—Hay un restaurante a la vuelta de la esquina con un comedor al aire


libre.
El alivio inundo a Emily. Si comieran en el exterior, no habría ningún daño
en ir con él.
—Supongo que no necesito irme ahora mismo.

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Capitulo dieciséis
Simón Umphreys era encantador. Para la hora que terminaron su comida,
Emily se preguntaba porque se había sentido incomoda con él.

—… Supongo que probablemente es la historia más aburrida que has


escuchado, pero así fue como llegue a ser el dueño de la pequeña tienda en
la esquina.

Emily parpadeo, sintiéndose como si acabara de despertar del


aturdimiento. El color se le fue a las mejillas cuando se dio cuenta de que
no recordaba ni la mitad de la historia “aburrida” que aparentemente él le
había contado.
¿Se había quedado mirando? Se pregunto ¿Mirándolo como una
adolescente impresionada?

Frunció el ceño, pensándolo mejor, pero no sabía porque lo haría. Él era


guapo, y su acento le fascinaba tanto como la resonancia de su voz, pero
no se había dado cuenta de estar simplemente “fascinada”. Se sentía como
si acabara de despertar. Con un esfuerzo, sonrió educadamente.

—Creo que no fue en lo absoluto aburrida.


—Entonces… ¿qué te trajo a Inglaterra… además de vender esas
monedas?
No le quería decir acerca del castillo. No sabía porque no quería, pero algo
la retuvo. En vez de eso, se encogió de hombros.
—Supongo que solo quería cambiar de escenario.
Sus cejas se elevaron cuestionándola.
—¿Seguramente, no tenias que viajar alrededor del mundo para encontrar
eso? Los EEUU es un lugar enorme, según mi geografía.
Le tomo un gran esfuerzo sonreír esta vez.
—Sí lo es. Consideré mudarme a otro estado, pero cuando fui al Realtor,
paso que vi este folleto de… un lugar aquí y me enamore de el.
Su mirada la evaluó.
—¿No fue por uno de esos esposos celosos y obsesivos de los que uno oye,
cierto?

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Marie Morin
El comentario irrito a Emily. No estaba segura si lo había tomado del lado
correcto o no, pero le sonó como a un insulto.

—Los EEUU no tienen el mercado de los idiotas. Por lo que puedo ver
todos tienen su parte… pero no. — Respondió con aspereza, y miro a su
reloj—. Me debería de ir.
La irritación brillo en sus ojos brevemente.
—No sin antes darme algo para poder ponerme en contacto contigo,
espero.

Emily le envió una vaga sonrisa en su dirección y se concentro en rejuntar


sus cosas.

—¿Pensaras lo de la subasta? Si prefieres, puedo dar unas ofertas por ti…


encontrar el mejor lugar para negociar.
Emily lo miro indecisa, pero la verdad era, que realmente necesitaba
convertir las monedas en efectivo y ponerlo en una cuenta.
—Eso es muy amable, pero no quiero abusar de tu buena disposición.
—Para nada. Estaría encantado. La verdad es, que creo que conozco a
alguien, pero necesito revisar primero antes de ir más allá con esto. Puedo
llamarte cuando sepa algo seguro.
—Uh… no tengo teléfono todavía.
—Te mandare una postal entonces.
No lo pudo evitar. Se sonrojo hasta la coronilla.
—De hecho, no me acuerdo de mi nueva dirección.
Sonrió.
—Eso me ha puesto en mi lugar.
—¡No, de verdad que no! Me puedes mandar un correo. — agrego
tentativamente.
Frunció el ceño.
—Creí que dijiste que no tienes un teléfono.
—No lo tengo… todavía. Pero lo tendré en los próximos días. De cualquier
forma, puedo revisar mi correo de cualquier teléfono.
Tomo dos tarjetas de presentación, mientras Emily buscaba en su bolsa
algo con que escribir.
—Usa mi tarjeta. Y toma la otra contigo. Contiene toda mi información ahí.

Emily había mezclado los sentimientos acerca de toda la cita. Estaba


extrañamente atraída al hombre, y aún así, al mismo tiempo, él la hacía
sentirse incomoda. No pudo decidir porque era eso. Trato aunque podría y
lo hizo, recordar una y otra vez la conversación que habían tenido, sus
expresiones, sus gestos, no pudo encontrar nada en lo que él dijo, o algo
en sus modales que le advirtieran.

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Era irrefutable que algo había. Sin embargo finalmente decidió que estaba
sufriendo de paranoia o de culpa.

Claro, no tenía ningún motivo para sentirse culpable. No tenía una


relación con Nigel.

Eran amantes, simple y plano, y nunca había accedido mucho en eso.


Además, él lo había dejado muy claro, independientemente de su actitud
agradable y desagradable acerca de llamar el pan a pan, era solo sexo. No
habían compartido nada mas, nada. Él considera su negocio como propio,
y no aparentaba tener interés alguno en ella, o bien cuando ella estaba a la
mano para “alimentarse” de su fuerza de vida.

Miro el paquete en el asiento trasero del coche y sonrió.

—¡La sorpresa que le espera!

*****

Nigel no estaba en casa. Emily no supo si el descubrimiento la irrito o la


deprimió aún más. Se había convencido a si misma que él regresaría al
tiempo en que ella regresa y que él estaría muy molesto por el hecho de
que ella se fue sin decirle nada.

En lugar de eso, parecía como si ella fuera a esperar sentada como una
obediente esclava, esperando su regreso. Se calmo una vez que dio unas
vueltas por el castillo para ver que habían hecho en su usencia.

¡Había luz! ¡Tenia teléfono! Incluso su nueva gama y refrigerador habían


sido entregados e instalados.

No tenía a nadie a quien llamar, por supuesto. Jugó con la idea de llamar
a Simón y darle su teléfono pero lo descarto después de un rato.
Simplemente no estaba cómoda con la idea de que él supiera donde se
encontraba cuando ella sabía tan poco de él. Supuestamente, le había
dado un buen historial de sí mismo cuando comieron, pero no pudo
recordar mucho de lo que él dijo. De hecho aunque lo hubiera hecho, eso
no significaba nada, cualquiera podía mentir.

Finalmente después de una comida solitaria, tomo su laptop y la saco y la


conecto a la línea telefónica. Su buzón de correo estaba lleno, no muy

99

Marie Morin
sorprendente. No lo había revisado en semanas. Después de borrar la
basura, descubrió un par docenas de mensajes de amigos… y tres de
Simón.

Un poco de emoción, una parte de emoción y otra parte de incomodidad


pasó por ella cuando vio los correos con su nombre. Con todo eso, los
mensajes no habían sido nada trabajosos. Después de responder el último,
donde pregunta si había tenido un buen viaje de vuelta, comenzó a leer y
responder a los amigos de casa.

Un nuevo mensaje de Simón apareció cuando ella todavía estaba en línea.


Emily tenía el sentimiento de que simplemente debía ignorarlo, pero no
pudo. Finalmente, se inclino por la urgencia de chatear con él y se
mudaron a un salón de chat.

El anonimato la hizo sentir segura, apago su sentido de incomodidad y se


encontró coqueteando con él cuando el tono de los mensajes cambio de
negocios a coquetería.

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Capitulo Diecisiete
Emily se despertó tres noches después para encontrar a Nigel a lado de su
cama, mirándola. Había algo en su mirada que la penetraba
profundamente, una necesidad más allá de la sexual. Instintivamente,
Emily levanto los brazos, dándole la bienvenida.

Alivio paso por su gesto. Sin decir nada, se desnudo, subió a la cama con
ella y la puso sobre sus brazos, besándola con el hambre de un hombre
hambriento. Acariciando su espalda dura y hombros, acariciando su
cabello sedoso, le devolvió el beso con un fervor que lo igualaba o
superaba, dándose cuenta, con su toque lo mucho que lo había
extrañando.

Después de unos momentos, arrastro su boca de la de ella y se concentro


en su cuerpo, pasando sus manos sobre un hombro y hacia abajo, a su
muslo y luego moviendo sus manos hacia arriba otra vez a la vez que le
daba besos a lo largo de la garganta, sobre su pecho y vientre, como
impaciente por tocar y saborear cada pulgada de ella. Su propia necesidad
se salió de control y gimió y se retorció contra él, tirando de él, urgiéndolo
a reclamarla en su totalidad.

—¿Qué es esto? — Nigel pregunto abruptamente, rompiendo con la bruma


de su pasión endrogada.
—¿Qué? — Emily pregunto vagamente.
Tiro de eso.
—Esto.
Repentinamente como si la hubieran rociado con agua fría, Emily recorto
el maldito cinto de castidad.
—Uh…— dijo, tratando de ganar tiempo.
Nigel se movió de la cama y encendió la luz, mirando a la cosa ofensiva.
—Parece un cinto de castidad.
—¿Parece? — Dijo, aún sintiéndose más que un poco desorientada por
haber sido tirada de la ola de placer hacia la desagradable realidad—. Uh,
pues lo es.
Nigel puso sus manos en su cadera.
—Quítatelo.

101

Marie Morin
Emily lo miro con resentimiento, dividida entre el deseo, que él había
despertado en ella, y la urgencia que le había impulsado a ponérselo en
primer lugar, la total determinación de negarse a él, y negar la pasión que
había despertado en ella tan fácilmente.

—No puedo. Está cerrado. Necesito la llave. — La miro—. Está en el


mueble de la puerta. — Digo con cierto recelo.

Recuperándola, puso una rodilla en el colchón y se inclino para meter la


llave en el candado. Después de darle vueltas hacia enfrente y hacia atrás
por un rato, quito la llave de nuevo.

—Está es la llave equivocada. — dijo acusadoramente.


Emily sintió que la quijada se le caía.
—¡No puede ser la llave equivocada! ¡Es la única llave!
La miro con desconfianza por unos momentos.
—No funciona. — Dijo rotundamente.
—¡Dámela! — grito Emily, quitándole la llave de su mano y empujándola
en el candado ella misma—. ¡Mierda! Debe de estar oxidada… ¡pero yo
aceite la maldita cosa!
—No está oxidada. No es la maldita llave. De todas formas ¿Por qué
demonios la tienes puesta?

Emily lo miro, dividida entre la indignación de que preguntara eso,


frustrada por la pasión, y la profunda ansiedad de que no se iba a poder
quitar la cosa, ahora que se la había puesto.

—¿Podemos discutir esto después de que me quite esta mierda?


—¿Y qué sugieres, viendo que no revistaste la llave antes de ponerte el
cinto?
—¡Oh! ¿Entonces ahora es mi culpa que el hombre que me la vendió me
diera la puta llave equivocada?
—No. ¡Es tu culpa habértelo puesto en primer lugar! — Grito—. Y es tu
culpa el no haber pensado en revisar la llave antes de ponértelo.
Emily lo miro por unos momentos y finalmente se salió de la cama.
—Eso no ayuda a quitarme la cosa. — dijo con frialdad, caminando hacia
la puerta y sacudiéndola.

La siguió por el pasillo, hacia las escaleras y dentro de la cocina,


mirándola a la vez que ella buscaba alrededor en los gabinetes por algo
con que abrir la cosa. Cuando eso no funciono, ella comenzó a sacar los
cuchillos, buscando uno con una hoja de sierra.

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—¿Por qué te lo pusiste en primer lugar, muchacha?
Emily le echo un vistazo.
—Si lo pensaras un poco, apuesto a que lo averiguarías. — dijo
ásperamente.
—¿Para mantenerme lejos de tu tarro de miel? — se aventuro.
A pesar de su irritación, sintió una urgencia de sonreír. Con un esfuerzo,
la sofoco. Él tomo su silencio como un sí.
—Me diste la bienvenida. — dijo tentativamente—. ¿No soñé eso?
Emily suspiro.
—Estaba medio dormida ¡maldita sea! — Reflexiono sobre eso, mientras
luchaba para meter el cuchillo que había elegido—. Es complicado.

Gentilmente, le quito el cuchillo de su mano, lo puso sobre el mueble y se


arrodillo enfrente de ella. Después de estudiar el cinto unos momentos, se
inclino hacía enfrente y soplo en la cerradura. Emily escucho un ruido
metálico y el candado se abrió. Se le quedo viendo sin comprender unos
momentos.

—¿Cómo hiciste eso? — demando con asombro.


—Soy un vampiro, muchacha. He aprendido una cosa o dos en los últimos
doscientos años.

De pie, la agarro por los hombros, la miro por unos momentos y


finalmente se inclino y le dio un beso en la frente. Cuando se alejo de ella,
él simplemente desapareció.

****

Nada, Emily se reflejo triste al frenar su entusiasmo por la vida en general,


al darse cuenta que, en el momento en que pudo alejar al hombre, que
realmente no lo quería alejar.

El cinto de castidad parecía que había funcionado a la perfección, pero no


pudo cosechar ningún sentido de triunfo o éxito. Cuando Nigel se fue de la
cocina, primero había estado sorprendida y después enojada. No era como
que había intentado levantarlo y después dejarlo colgado. No sabía si
estaba en su cuarto o no, pero miro hacia la puerta cerrada a la vez que
pasaba hacia su cuarto y azoto la puerta.

Lo había estado evadiendo por varios días antes de darse cuenta de que él
apenas parecía notarlo. De hecho, estaba apenas en el castillo más que
para dormir, y realmente le estaba empezando a molestar mucho, pensar

103

Marie Morin
en que podía estar haciendo. Tenía miedo, lo sabía, pero no quería pensar
mucho en ello.

Cuando no pudo sopórtalo más y finalmente se dio cuenta de que él no iba


a llegar a ella. Junto toda su valentía y le ofreció una rama de olivo, una
bandera de paz.

—Tengo que regresar el coche. Ya me he extendido del plazo dos veces.


Pensé en buscar un coche mientras estaba en el pueblo. Si quieres, puedo
darte lecciones de manejo.
Nigel estaba enfrascado en su propio estudio, levanto la mirada ausente
del libro que estaba leyendo.
—Lo siento. ¿No capte eso?

Había estado tan metido en lo que estaba leyendo, y se dio cuenta de que
no había escuchado nada de lo que ella dijo. De alguna forma, no pudo
armarse valor otra vez, para intentarlo de nuevo.

—Nada. No importa.

Probablemente era lo mejor, se dijo así misma a la vez que empacaba su


bolsa de viaje y se dirigía al coche. Le había dicho a Simón que lo vería
para discutir lo de las monedas.

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Capitulo Dieciocho
Era tentador comprar un nuevo coche, pero a excepción de la herencia de
sus padres, el dinero nunca le había llegado fácil y Emily se dio cuenta de
que no se iba a sentir cómoda con la idea de comprar un auto, aunque se
sintiera con los medios para comprarlo sin desembolsar el dinero que
esperaba ganar de las monedas.

Una vez más, no fueron vendidas, y no podían vender los huevos antes de
nacieran. Encontró finalmente un modelo viejo, pero en excelentes
condiciones, se dirigió al hotel donde se había quedado la vez pasada y se
registró.

Simón, descubrió que él le había dejado un recado en el mostrador.

Una vaga corriente de incomodidad la recorrió. No podía recordad haberle


dicho donde se había hospedado antes o que tenía intenciones de
quedarse en el mismo hotel. Supuso que si lo hizo. De otra forma…
¿Cómo él iba a saberlo?

Decidió que solamente estaba siendo tonta. Una sensación de culpa la


inundo. Racionalmente, ella sabía que no tenía motivos para sentirse así.
En primer lugar, no tenía intereses románticos, o sexuales con Simón.
Solo estaba aquí por razones de negocios.

En segundo lugar, no podía sentirse culpable de engaño, porque no estaba


involucrada con Nigel, al menos ya no. Pero aún se sentía como si
estuviera haciendo algo malo. No pudo sacudirse el sentimiento y se dio
cuenta de que era porque, a pesar de todo, estaba unida a Nigel.

Lo quería.

Cómo pudo haber sido tan terca y mentirse a si misma por tanto tiempo. Y
por qué tenía que darse cuenta ahora, era probablemente muy tarde para
hacer algo al respecto.

105

Marie Morin
Se sentó en su cuarto por un rato, mirando la pared y tratando de decidir
si se iba del hotel y regresaba a casa inmediatamente, o llamaba a Simón
como había quedado y seguía con el asunto de las monedas.

No sabía qué hacer.

Si aceptaba que todo lo que le había dicho Nigel era cierto, y en el fondo de
su corazón le creía, entonces también tenía que aceptar que el castillo y
todo lo demás por derecho le pertenecía a él. Entonces las monedas no las
podía vender. Excepto porque él se las había dado a ella.

La pregunta era, ¿Por qué?

Nunca le había dicho y ella había estado muy molesta como para
preguntarle. La verdad, era que había hecho un gran esfuerzo para
mantener ese incidente fuera de su mente. No podía vender las monedas,
finalmente decidió. Se las regresaría a Nigel y preguntar el por qué se las
había dado. Tenía que saberlo.

Sin embargo, no podía regresar al castillo sin decir nada. Había quedado
de acuerdo con Simón acerca de la venta, y no sería correcto dejarlo
plantado, cuando él se había tomado todas las molestias para tratar de
llegar a un acuerdo para ella.

Moviéndose a la cama, pesco la carta de Simón de su monedero y marco


su número. Contesto en el cuarto timbrazo.

—¿Simón?
—Hola, Emily. ¿Ya llegaste?
Estuvo muy tentada a mentirle y decirle que no estaba en el ciudad.
—Hace un rato. Escucha… lo siento mucho, pero no puedo vender las
monedas. Sé que pasaste por muchos problemas para arreglar las cosas y
me sentiría feliz por pagar tus servicios, pero… no las puedo vender.
Se quedo callado por un momento.
—¿Problemas?
Emily mordió su labio.
—Es algo complicado.
—¿Por qué no lo discutimos en la cena? ¿No has comido todavía?
Pensó que eso era una mala, mala idea.
—No. Quiero decir, no lo he hecho pero estoy muy cansada, ya que maneje
todo el día.
—Si no estás cómoda charlando sobre negocios, no lo haremos, pero me
gustaría verte de todas formas.

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Lo cual, era exactamente el problema. Tenía el presentimiento de que él
quería una relación personal y ella no podía hacer eso. Por otra parte,
había estado coqueteando con él por internet. Ella lo había alentado. Era
tan tentador tomar el camino cobarde y rechazarlo ahí en el teléfono donde
no podía verle a los ojos, eso no estaba bien.

—¿Dónde?
—¿Te importaría recogerme? ¿O prefieres verme en un lugar?
No le tomo mucho decidir eso. Por mucho prefería la segunda opción,
porque no podía pensar en algo mas incomodo que darle el viaje de regreso
al hotel después de rechazarlo.
—Te veré.

Acordaron la hora, y luego él le dio la dirección del hotel, ya que a ella no


le sonaba familiar en Londres. Su estomago le dio punzadas con los
nervios al minuto que colgó y estuvo tentada a llamarle y cancelar todo.

—¡Cobarde!

Quiso marcarle a Nigel, pero lucho con la urgencia. ¿Qué podía decirle?

Cuando miro la hora, descubrió que iba a llegar tarde al encuentro con
Simón, al menos que se apurara. Después de una ducha rápida, se vistió y
se fue del hotel, manejando según las direcciones que él le había dado.

Comenzó a sospechar que había caminado hacia una trampa antes de que
se estacionara enfrente de una gran casa en la zona residencial. ¡Simón no
le había dado la dirección de un restaurante! ¡Le había dicho como llegar a
su casa!

Emily supo que tenía que irse de ahí, regresar al hotel y llamar a Simón. Si
se estacionaba e iba hacia la puerta, él iba a asumir que aceptaba su
invitación de seducción.

Después de reflexionar, el rechazarlo por teléfono parecía la mejor opción.


Sin embargo, a la vez que miraba la mansión, se encontró parando el
coche y apagando el motor. Simón estaba parado al lado de su coche
cuando llego. Cogiendo su mano, la saludo al estilo antiguo.

—He estado esperándote.


A la vez que miraba la mansión, pensaba como se había estacionado y
apagado el motor, cuando había decidió no hacerlo.
—No se…que estoy haciendo aquí.

107

Marie Morin
Alzo un brazo hacia sus hombros, llevándola hacia la puerta principal.
—Necesitamos algo de privacidad para lo que tengo en mente.

La alarma la sacudió y le mando escalofríos a la espalda de Emily, pero


descubrió que no podía empujarlo ni siquiera protestar a la vez que él la
llevaba hacia dentro y cerrarla puerta tras de él.

—¿Qué está pasando?


Sonrió.
—Nada aún. Tendremos que esperar hasta que Nigel llegue.
Emily frunció el ceño, pero descubrió que sus pensamientos eran cada vez
más y más dislocados.
—¿Él vendrá?
—Eso espero, — Simón respondió pensativamente—. Tengo a su mujer.

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Capitulo diecinueve
Emily se encontró en la cama, sin ropa. No parecía poder moverse.
Luchando, finalmente se las arreglo para mover la cabeza lo suficiente
para ver sus muñecas, pero, para su preocupación, descubrió que no
estaba atada de ninguna manera que ella pudiera ver. La cara de Simón
nado hacia su mirada.

—No puedo moverme. — Susurro débilmente.


Él levanto sus cejas.
—No esperabas que fueras capaz, ¿O sí?
El comentario la confundió.
—¿Me drogaste?
Sonrió ante el comentario.
—No tengo necesidad de tales cosas.
—Eres un vampiro.
—Muy bien, pero ahora yo pensaba que eras algo lista en el momento en
que nos conocimos. ¿Pero cómo te las arreglaste para tener el oro de Nigel?

Tan difícil como era poner sus pensamientos en orden, Emily se las había
arreglado para ver que Simón estaba tras Nigel y él pensaba que podía
usarla a ella para llegar a él.

—¿Qué Nigel?
Esbozo una sonrisa.
—Buen intento. — Se inclino hacia ella—. Pero lo olí en ti en el momento
que caminaste por mi puerta. Sabía que él te había reclamado como su
mujer. — Colocándose en el extremo del colchón, trazo su dedo por su
cuerpo desde su garganta hasta su boca—. Encantador. Siempre admire el
gusto de Nigel con las mujeres. Tal vez te retenga conmigo cuando acabe
con Nigel. ¿Qué piensas de eso?
—No.
Sonrió, mostrando sus colmillos por primera vez, y Emily sintió otro
escalofrió de miedo pasar por ella.
—Siempre he disfrutado de los retos. Las mujeres dóciles pueden ser muy
aburridas.
—Él no vendrá.
—Pienso que si lo hará.

109

Marie Morin
—¿Por qué estás haciendo esto?
—Es gracioso que preguntes, — dijo Simón, levantándose y caminando por
la habitación—. Venganza… por una mujer. ¿Eso te duele?
Si lo hacía, pero no lo iba a admitir.
—¿Una mortal, o vampiro?
Inclino su cabeza, estudiándola.
—Como tú, era parte de ambas.
La sorpresa paso por Emily.
—Yo soy mortal.
—Pero la sangre de vampiro corre por tus venas, también. Una pequeña
porción, pero está ahí. Sospecho que él lo sintió, tal vez no. Tal vez no se
dé cuenta de porque te encontró tan irresistible, pero uno siempre es
atraído a los de su misma especie.
—Eso es una locura. ¡Yo sabría si fuera un vampiro!
Sonrió.
—¿Cómo? Por favor dime.
Emily lo miro con confusión.
—Lo sabría.
Sacudió su cabeza.
—Los de sangre azul, como yo y Nigel… sabemos, porque conocemos
nuestras raíces. Tú no lo sabrías al menos de que te dijeran, más allá de
que supieras que tienes un ancestro que fuera de cualquier otra especie.
Tu no solamente “sabes”.
—¿Entonces como sabes?
—Porque tienes el “modo”. Los mortales no lo tienen.
Emily frunció el ceño en confusión.
¿El modo?
—Puedes resistir la tentación. Los mortales no pueden. Si fueras
totalmente mortal, no estarías haciendo tantas preguntas. Estarías
acostada como un buen corderito, esperando tu destino.

El comentario le dio esperanza a Emily. Recordó que Nigel había


encontrado en ella “algo de resistencia”. Él pensaba que era porque estaba
débil por haber dormido tanto, pero tal vez Simón estaba en lo correcto. Y,
si eso era verdad, ¿tal vez podría liberarse?

—No puedes. No tienes la fuerza.


—¿Poder qué? — Emily pregunto con precaución.
Esbozo una sonrisa.
—No guardas tus pensamientos tan bien, tampoco.
—Tal vez deberías dejarme ir. Nigel no vendrá. No soy su mujer.

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Inclino su cabeza, estudiándola. Finalmente, cruzo el cuarto y se coloco al
lado de ella una vez más, acariciando su cara. Instantáneamente, Emily
sintió como si se fuera a dormir, sintió el mismo malestar de irse a la
deriva y perder conocimiento de su alrededor.

Se encontró en su propia cama, mirando a Nigel. La estaba estudiando, su


expresión guardada, pero llena de necesidad. Una sensación de bienvenida
paso por ella, calentándola. Su cuerpo brinco por el deseo y levanto sus
brazos hacia él.

Vagamente, se dio cuenta de que estaba soñando con su último encuentro.


La lleno de socorro cuando recordó lo terriblemente mal que todo había ido
desde ahí.

—No quise hacerlo, Nigel. Por favor. No te enojes conmigo. Te quiero.

Para su alivio, él parecía que aceptaba sus disculpas, subiendo a la cama


con ella y juntándola en sus brazos, besándola como si la necesitara más
que nada, más allá del aire. El deseo, creció, explotando dentro de ella a la
vez que la besaba, llenándola con su calor, con su esencia.

Repentinamente, el beso cambio completamente y se dio cuenta de que no


era Nigel quien la estaba besando. Lucho, tratando de empujarlo, pero se
dio cuenta de que era inútil. No podía luchar con él.

—Nigel, — susurro con desesperación, a la vez que se sentía caer como


esclava de Simón.

Despertó con total conciencia casi tan abruptamente como había quedado
dormida y miro hacia arriba, a Simón con sorpresa. Una sonrisa satisfecha
cruzo sus labios.

—Creo que ahora el… vendrá.


El horror y la confusión la lleno.
—¿Qué hiciste?
Sonrió.
—¿Yo? Nada más que convocar tus recuerdos… esos que tienes con Nigel.
—¿Era un recuerdo? ¿No un sueño?
—Un recuerdo que compartes con Nigel. — enfatizo.
—¡Me hiciste ver eso! — dijo acusatoriamente—. ¡Me hiciste llamarlo!
Se encogió de hombros.
—Ese es el punto. No me mal interpretes, te encuentro muy atractiva, pero
estoy más interesado en la venganza por el momento. Más tarde, quizás…

111

Marie Morin
—¡Nunca! — Emily jadeo—. No puedo imaginar cómo puedes ser tan
engreído como para pensar que yo consideraría dejar a Nigel por ti, pero
estas equivocado.
Se encogió de hombros.
—Su última concubina, lo hizo.
—Bueno, entones ella era un tonta.
La ira cruzo por sus facciones por primera vez.
—Si Evangeline siguiera aquí, tal vez te podría explicar la atracción, pero
como Nigel le quito le eternidad, ahora ella no puede hablar por ella
misma. Murió. Hace muchos años.
—Yo no le quite nada, — gruño Nigel, apareciendo abruptamente dentro de
la puerta del cuarto.

Con un silbido de gruñido, Simón giro, cambiando incluso cuando giraba


en una bola de humo. Reapareció directamente enfrente de Nigel,
agarrándolo por el cuello y tirándolo a través del cuarto como si no fuera
más que un niño. Emily grito al ver el cuerpo volar por el aire y chocar
contra la pared tan fuerte que hizo temblar la casa.

Sin mirar en su dirección, se levanto en alto y se lanzo hacia Simón,


chocaron en el aire, lucharon y se separaron. Emily cerró lo más que pudo
sus ojos, incapaz de moverse, incapaz de ver. Sin embargo, no podía cerrar
sus oídos a los sonidos de la batalla, y finalmente se dio cuenta de que era
más aterrador solo escuchar y no ver la batalla alrededor de ella.

En pocos momentos, los dos habían destrozado la habitación y roto ca si


todos los muebles. La cama en la que estaba ella como esclava era como el
ojo del huracán, el único lugar de calma en el mar de la pelea.

Estaban sorprendentemente igualados, considerando que Nigel era un


hombre mayor psicológicamente. Desafortunadamente, Simón parecía
tener una ventaja en la magia. Lentamente, como la batalla se libraba, el
adormecimiento que Simón puso sobre ella comenzó a disolverse y se dio
cuenta de que él se estaba debilitando, aunque no mostraba signo de ello.
Con un tremendo esfuerzo, se lo quito de encima, se incorporo y agarro la
colcha para cubrirse con ella.

—¡Paren! — Grito—. ¡Por favor paren! Ella está muerta. ¡Evangeline está
muerta! ¡No pueden traerla de vuelta, no importa lo que se hagan el uno al
otro!

El grito distrajo a ambos hombres. Era todo la distracción que Nigel


necesitaba para ganar la partida. Capturo a Simón por la garganta,

112

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llevándolo a la pared. Quitándole el aliento, tomo la mano de Simón y la
puso en su frente.

—¡Ves, maldita sea! ¡Trate de perdonarte la vida! — gruño.

Una mirada distante apareció en los ojos de Simón a la vez que su mano
se ponía en Nigel. Sin embargo después de un momento, su mirada
cambio a confusión y finalmente a dolor. Abruptamente, desapareció en
una nube de humo.

Temblando, Nigel giro, reclinándose contra la pared mientras luchaba por


recuperar el aliento. Emily estaba casi asustada de la expresión de su
cara.

—¿Qué paso?
—Le di la verdad. — Nigel dijo con dureza.

113

Marie Morin
Capitulo veinte
Nigel no parecía estar de humor para hablar y Emily descubrió que tenía
mucha renuencia a preguntarle. Tal vez no le gustarían las respuestas
tanto como Simón le había dicho.

Se vistió en silencio, demasiado duro hasta para atre verse a mirar a Nigel.
El amanecer estaba por llegar, cuando se fueron de la casa de Simón y se
dirigieron de regreso al hotel para recoger sus pertenencias. Confundió a
Emily. No se había dado cuenta de que había pasado el tiempo.

¿Cómo había podido perder toda la noche? Simón la había cautivado. Se


pregunto que más había hecho.

Él había dicho que le había mostrado recuerdos de Nigel. ¿La parte donde
Simón le había hecho el amor también había sido un recuerdo? ¿Cómo
podía ser si ella no recordaba que hubiese pasado… excepto en un sueno?

El silencio comenzó a ser intolerable después de un tiempo y Emily busco


en su mente por algo que fuera seguro de hablar.

—¿Arreglaste tus asuntos en la ciudad? — pregunto después de verlo


varias veces.
—¿Y tú?

La sangre se le subió a las mejillas. Sin embargo, la ira guerre o con los
remordimientos dentro de ella. Nigel sabía muy bien que Simón era capaz
de hipnotizarla y que no necesariamente ella había ido de buena gana.
Supuso que lo hizo, pero no en el sentido que Nigel pensaba.

—¿Por qué fuiste hacia él?


Emily busco en su mente por una explicación.
—No lo hice… exactamente.
Él la miro de tal forma que hizo que su sangre corriera fría.
—Él no te llevo desde el castillo MacKissack.
Emily frunció los labios con rabia.

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—Como quieras. — Dijo con fuerza.
Ella pudo escucharlo rechinar los dientes.
—¿Puedes hacer que esto valla más rápido? — demando.

La urgencia de romper en llanto lleno a Emily. ¡No podía esperar para


deshacerse de ella! Empujo las lagrimas hacia atrás con un gran esfuerzo.

—¡Si no es lo suficientemente rápido para ti, maldita sea, entonces has


uno de tus malditos trucos de desaparición! — Para su consternación, lo
hizo.

No quería hablar con él, de todas formas. ¡Si alguien tenía que estar
molesto, ella tenía todo el derecho!

Ambos la habían usado. Y habían luchado por otra mujer, justo enfrente
de ella. Como se atrevía el bastardo a tratarla como si ella lo hubiera
engañado, cuando él había ido a la casa de Simón a pelear por esa maldita
Evangeline.

Para el tiempo en que llego al castillo, Emily se las había arreglado para
trabajar en una ira masiva. No fue fácil cargar con las maletas llenas de
monedas, pero hizo su mejor esfuerzo. Nigel estaba paseando por el
pasillo cuando ella entro.

Le lanzo la maleta hacia él. Desafortunadamente, era demasiado pesado


como para realmente aventarlo. La maleta golpeo el piso a sus pies y se
abrió, arrojando las monedas en todas direcciones. Después de mirarlo,
Emily cruzo el pasillo y se fue a las escaleras.

Nigel apareció en su cuarto mientras ella caminaba de un lugar a otro,


furiosa empacando sus maletas. Cruzando los brazos sobre su pecho, se
recargo contra la puerta.

—¿A dónde vas esta vez? — gruño.


—¡A casa! — gruño ella.
—¡Estas en casa!
A pesar de sus esfuerzos, la barbilla de Emily tembló.
—¡No, no lo estoy! ¡Georgia es mi casa y es ahí donde voy!
—¿Por qué? — Nigel pregunto en voz baja.
—¡Porque!... — Emily se lamento, abandonando el esfuerzo de mantener
sus emociones bajo control.
Empujando la puerta hacia afuera, Nigel cruzo el cuarto y cogió sus
hombros.

115

Marie Morin
—Esa no es una razón, muchacha.
—¡Porque… te odio! — Emily lo arrojo furiosamente, tratando de alejarlo.
—¿De vedad?
—¡No! — gimió.

Le sonrió, para su sorpresa, envolviendo sus brazos alrededor de ella y


jalándola hacia él.

—Estoy feliz de escuchar eso, Emily Hendrick, porque te amo, tanto que a
veces siento que no puedo respirar.
Las palabras se apoderaron de ella, sacando el aire de sus pulmones.
—¿De verdad? — dijo sin aliento por la sorpresa.
—Sí, te amo.
Emily rompió a llorar, hundiendo su cara en su pecho.
—Yo pensaba que amabas a Evangeline.
—Hubo un tiempo, hace mucho tiempo, en que pensé que lo hacía.
Cuando me dejo por Simón, estuve furioso. Me tomo un tiempo darme
cuenta que era todo lo que había. Estaba enojado porque ella me había
dejado. Si realmente la hubiera amado, también hubiera estado herido.
Cuando ella dejo a Simón y me pregunto si quería tenerla de vuelta, supe
que no había herido nada más que mi orgullo, no mi corazón. —
Absorbiendo las lágrimas, Emily se alejo de él.
—¿De verdad?
—Sí, es la verdad.
Frunció el ceño.
—¿Entonces, por qué peleaste con Simón?
Le dio un vistazo.
—Él te tenia, muchacha. ¿No habrás pensado que fui por otra cosa?

No estaba del todo convencida, pero él estaba diciendo todas las palabras
correctas y desesperadamente quiso que todo fuera verdad. Suspirando, se
inclino contra él.

—Te he extrañado tanto. Lo siento mucho por… todo. Solo quería… no sé


lo que quería.
Nigel le dio un apretón cariñoso.
—No me gustan los hombres de hoy, puedo aprender las cosas que me he
perdido, pero nunca seré como los hombros a los que estas acostumbrada,
Emily. Nací hace mucho tiempo y he vivido en tiempos diferentes a este, y
además soy un vampiro. Sé que pensabas que no te tomaba en cuenta…
Bueno estabas en lo correcto. Estoy tan acostumbrado a tomar lo que
deseo, y te lo dije. No creo que este en mi cambiar mis formas, amor.
Emily negó con la cabeza.

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—Te amo, Nigel. Me enamore de ti justo por cómo eres. No quiero que
cambies.
—¿No? — pregunto, empujándola poco para mirarla.
—Bueno… tal vez un par de cositas, pequeños ajustes. — dijo Emily,
sonriéndoles a la vez que colocaba sus brazos alrededor de su cuello y
levantaba su cabeza para acariciar su cuello.

Emitió un sonido que fue mitad gruñido y mitad risa. Sus brazos se
apretaron alrededor de ella. En el momento siguiente se inclino y la tomó
en brazos, cargándola hacia la cama y tirándose junto a ella. Emily jadeo
cuando aterrizaron, esperando escuchar las astillas de madera, pero los
labios de Nigel quitaron todos los pasamientos de su mente a la vez que
exploraba cada centímetro de su cuerpo que estaba expuesto. Cuando
acabo de explorar todo el territorio, le quito la ropa y se reencontró con
ella.

Emily se sintió disparar desde el primer toque de sus labios. Su diversión


desapareció, sustituida por una necesidad desesperada. Su necesidad lo
lleno y comenzaron a forcejear para quitarse la ropa que les quedaba hasta
quedar completamente desnudos, cada centímetro de su cuerpo
tocándose, derritiéndose cada uno a la vez que se besaban y acariciaban
hasta llegar al máximo de su pasión.

Y cuando sus cuerpos se unieron, Emily se dio cuenta porque su toque


había convertido su sangre en fuego líquido desde la primera vez que
hicieron el amor. Estaban hechos el uno para el otro.

Después, cuando su felicidad cambio a un calor agradable, ella apoyo su


mejilla contra su pecho, acariciándolo mientras escuchaba el latido de su
corazón a un ritmo acelerado.

—¿Por qué me diste el oro? — pregunto después de un rato.


—Era tuyo.

Un sentido de paz se coloco sobre Emily. Se relajo, aliviada.


Casi estaba dormida cuando se acordó de algo más.

—¿A qué te referías cuando dijiste que no podía estar embarazada?


Nigel se puso tenso.
—Es el precio de una vida larga, amor. Es una cosa rara para un vampiro
poder procrear a otro vampiro. Algo que no puedo hacer.
—Oh. — Emily dijo.
—¿No estás molesta?

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—No.
Sus brazos se apretaron alrededor suyo.
—Temía que lo estuvieras cuando te enteraste que no podía darte un hijo.
—Para serte sincera, la verdad es que nunca pensé en tener uno. Supongo
que es porque nunca ame a alguien en verdad. Ahora es diferente.
—¿En verdad?
—Mmm.
—Entonces, ¿estás bien con ello?
—Mmmhmm. Porque lo estoy.
—¿Estas?
—Embarazada.
Nigel se sentó abruptamente.
—¿Estas qué?
Emily comenzó a reír.
Nigel la miro.
—¡Tienes un torcido sentido del humor, Emily Hendrick!
—No me estaba riendo porque fuese una broma. Me estaba riendo por la
expresión en tu cara.
La miro por un largo rato y al final frunció el ceño.
—¿Estas con un niño, o no?
—Con.
—¿Estás segura de ello?
—Positivo.
—No puede ser mío. — lo dijo con voz estrangulada.
Emily se sentó y lo golpeo en la quijada.
—¡De quien más seria! — demando indignada—. ¡No he estado teniendo
sexo con nadie más, maldición!
—Haciendo el amor. — la corrigió—. ¿Estás segura, entones?
—¿Dije que lo estaba, no? — chasqueo.
Una sonrisa curvo sus labios.
—Y es mío. — Le echo un vistazo—. No me mires de esa forma, muchacha.
Es solo que me cuesta creerlo. No te estaba acusando de nada.
Un poco apaciguada, se recostó de nuevo.
—¿Crees que será niño o niña? — pregunto después de un rato.
—Uno de los dos.
—Es enserio.
—También yo.
Guardo silencio y después de un rato Emily comenzó a irse de nuevo.
—¿Arreglaste tus asuntos en la ciudad?
—Uhn, — gruño ausente.
—Sí.
—¿Satisfactoriamente?

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—Sí. Tuve que hipnotizar al maldito director a cargo de mi cuenta de
banco, pero ha ido muy bien con el paso de los años.
—¿Cuenta de banco? ¿Qué tan bien? — Emily pregunto con curiosidad.
—No puedo recordar la palabra que el hombre uso. Sospecho que lo
invento, porque nunca había escuchado el número antes, pero todo parece
ir en orden.
Emily se sentó de nuevo.
—Si has tenido una cuenta de banco por todo este tiempo, debe de estar
con millones. — Jadeo.
—No. Esa no fue la palabra.
—¿Billones? — Emily jadeo con incredulidad.
—Sí. Esa fue. Pienso que eso nos cubrirá muy bien por algunos años.

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Epilogo
Emily salto cuando sintió el contacto de Nigel, y luego sonrió mientras sus
brazos se deslizaban alrededor de su cintura, acariciando el bulto de su
vientre.

—Todavía tengo problemas para creer que vamos a tener un hijo. — Dijo
en voz baja.
—Has sentido su patadita, — le recordó—. Él está definitivamente ahí… y
creciendo.
—Entonces, ¿será un niño?
—¿En verdad quieres saber? Ya tengo los resultados del estudio.
—No. Quiero que sea sorpresa.
Levanto una mano hacia su mejilla.
—Estoy tan feliz de que me des un hijo.
—Eres tú la quien me lo está dando, Emily… algo que nunca espere tener.
Te amo.
—También. Te amo.
—Tengo algo que quiero darte.
—¿Qué?
—La eternidad.

Emily sintió los latidos irregulares de su corazón. Era algo que nunca
había considerado antes, pero sabía mas allá de la sombra de la duda que
ella quería estar para siempre con Nigel. Arrastrando un aliento, inclino su
cabeza, ofreciendo su cuello.

Sintió el cepillo caliente de su respiración mientras dejaba caer sus labios


en su garganta, colocando un beso en el pulso de su yugular. Esperando
sentir una mordedura, la sorpresa la lleno cuando levanto la cabeza una
vez más y él coloco algo metálico y frio en su garganta.

Mirando hacia abajo, vio un brillo azul.

—¿Qué es esto? — jadeo.


—Un diamante azul.
Emily sintió una chispa de inquietud.

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—¿No se supone que son de mala suerte?
Sonrió ligeramente, inclinándose para besar su cuello una vez más.
—No para los del clan de los vampiros, cariño.
Trago con dificultad.
—Pero, yo no lo soy.
—Claro que lo eres, muchacha o si no, no te hubieras resistido tanto.
Emily pensó en ello en silencio.
—¿Es un símbolo entonces? ¿De tener sangre de vampiro?
—En cierta forma. Pero más que eso. Mientras lo uses, el tiempo no tendrá
poder sobre ti.

Emily no estaba segura de creer eso. Estudio la preciosa piedra por unos
momentos y finalmente levando la palma de su mano.

—¿Tiene algún nombre?


—Sí. Eternidad.

FIN

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