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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE TEOLOGÍA
Maestría en Teología
Métodos de Interpretación bíblica II
Docente: José Alfredo Noratto Gutiérrez
Alumno: Jaime Barrera Cuesta
El Padre Nuestro

A mis queridos hermanos de Escuela de Alabanza


(ministerio de música del Minuto de Dios).

El servicio de la música en el horizonte del Padre Nuestro (Mt 6, 7-15)

Sabemos bien que un mismo horizonte nos convoca como Iglesia: vivir y sentirnos
hijos de Dios. La paternidad es una verdad en la que Cristo nos sumerge, como
realidad que nos salva de la profunda soledad en la que vive el mundo actual.
Ciertamente, si algo aprendemos de la mú sica, es que para que exista melodía, ritmo y
armonía, debe haber unidad que se produce al ordenar un conjunto de sonidos con su
diferentes alturas, timbres y características. Jesú s nos manifiesta que el Padre es
nuestro, y que aunque somos tan diferentes, É l nos une como sus hijos en la
fraternidad que debe caracterizar la filiació n de este Padre comú n.

Precisamente, la unidad se da como fruto del encuentro con Dios en la oració n. Sin
embargo, muchas veces nos ocurre como a los discípulos en la época de Cristo, que no
sabemos orar, y que nuestras prá cticas religiosas se convierten en palabrerías que nos
impiden relacionarnos adecuadamente con Dios y con nuestro pró jimo. El Padre
Nuestro puede ser para nosotros una fuente inagotable de experiencia de fe, que nos
ayude a tener un vivo encuentro con el Padre Celestial, y a mejorar nuestras
relaciones fraternas.

El Padre Nuestro no es simplemente un modelo oració n, o una formula litú rgica que
debemos repetir. Podemos decir que en el corazó n de Cristo se encuentra el amor
ú nico hacia el Padre, y que su oració n en su vida terrena, siempre estaba orientada en
la relació n con el Padre Celestial. Por esta razó n, podemos ver el Padre Nuestro como
un unirnos a la misma oració n de Jesú s; es decir, con el Padre Nuestro podemos orar a
Dios con el corazó n de Cristo, ya que el mismo Espíritu que habitaba en Jesú s, es el
que ahora nos hace decirle a Dios: Abbá .

El Padre Nuestro, en la versió n mateana, se encuentra en el contexto del primera


predicació n de Cristo conocida como el sermó n del monte, que se presenta como el
discurso inaugural referente a la promulgació n del Reino . Esta hermosa oració n se
encuentra dentro de un conjunto literario que habla de tres prácticas comunes de
la religiosidad judía, a saber: la limosna, la oración, el ayuno. Cristo no pretende
acabar con estas prácticas, sino que denuncia la manera superficial e inadecuada
de realizarlas buscando honores y felicitaciones humanas.

Precisamente, lo verdadero de cada una de estas prácticas se encuentra en


referirlas y ofrecerlas al Padre celestial que ve en lo secreto. Por ejemplo, en una
orquesta cada instrumento debe aguardar en silencio, a la espera de las
indicaciones del director, para entrar en el momento adecuado y, de esta forma,
armonizar en el conjunto, sin buscar protagonismos ni opacar los demás
instrumentos. Así también nosotros como servidores del Señor, no debemos
actuar como artista que sólo buscan fama, lucro y felicitaciones que opacando a
los demás. Ofrezcamos, pues, nuestra música como una alabanza dirigida al
Padre Celestial, en humildad y con amor, sabiendo que nuestro Padre que ve en
lo profundo y secreto de las intenciones de nuestro corazón, sabrá
recompensarnos según su propósito amoroso.

Mateo apreció mucho la manera en que Jesús enseñaba e impartía sus


predicaciones como un gran pedagogo. Por eso el Padre Nuestro se muestra en
clave de corrección y enseñanza a la hora de orar; que se puede entender desde
del evangelio, porque Mateo, en el gran conjunto, muestra a Jesús como un
maestro. Además, es precioso observar cómo, este escritor sagrado que es muy
cercano a la tradición judía, articula el Padre Nuestro en siete peticiones. Este
numero siete, que para los judíos hacia referencia a lo pleno, perfecto o total, es
muy diciente para nosotros los músicos, ya que siete son las notas de la escala
musical sobre la que se han compuesto grandes obras musicales en el transcurso
de nuestra historia.

La oración de Jesús tiene su comienzo con la invocación al Padre, lo cual implica


referirse a Dios de una manera cercana. Además, este Padre Celestial es lo que
nos vincula como hermanos, por eso decimos que es nuestro Padre. Las primeras
tres peticiones van dirigidas al Padre y Mateo las articuladas entorno a “Tu”
(nombre, reino, voluntad); las otras cuatro peticiones están ordenadas a nuestras
necesidades (pan, perdón de ofensas, no nos dejes caer, librarnos del mal).

Quisiera destacar de las primeras peticiones la relación directa con nuestro


servicio musical. Lo primero a resaltar es que si tenemos el talento de la música
no fue por derecho propio, sino porque nuestro Padre Celestial nos ha dotado con
un don inmerecido; este don no se nos ha dado para vanagloriarnos, sino para
que nuestra música sirva a que el nombre Dios sea santificado. Pero no basta
únicamente con que nuestra música sea instrumento de la gloria del Padre, más
bien, debemos buscar que nuestras vidas sean un cantico que santifique el
nombre de Dios, porque en nuestros corazones ha venido el Reino del Padre
Celestial, y nosotros vivimos en su perfecta voluntad.

Esta búsqueda de la voluntad de Dios, que se debe expresar en nuestra música,


es una realidad que se actualiza cada día con el pan de la Palabra que sale de la
boca de nuestro Señor, que es verdadero alimento de nos vivifica. Ahora bien la
cuarta petición, no refiere únicamente a un alimento espiritual, también nos invita a
pensar que Dios Padre es amoroso para con nosotros, y que el alimento material
que nos llega a la mesa también es providencia de Él. Es por esto, que los invito a
trabajemos en nuestro servicio musical no pensando únicamente en la retribución
económica, sino que pensemos que nuestro Padre nos sustenta en nuestras
necesidades de pan espiritual y material. Y, que lo central de nuestra experiencia
de fe es nuestra relación con Dios Padre.
En las últimas líneas quisiera enfocarme en un aspecto que es central dentro de la
teología del Padre Nuestro: en el marco de las prácticas religiosas, la más
importante, según la presentación de Mateo, es la oración; y, dentro de la oración
del Padre Nuestro, el tema que se destaca es el del perdón.

Precisamente, al inicio de este texto, comenzábamos hablando sobre la unidad. Y


es que en nuestras relaciones fraternas a veces resultamos envueltos en
discordias y divisiones que desdicen nuestra relación filial con Dios. A veces no
somos conscientes de que en el Padre Nuestro le pedimos a Dios que “perdone
nuestras ofensas”, olvidando que allí mismo decimos “como nosotros perdonamos
a los que nos ofenden”. Digamos que en términos musicales eso es lo que
llamados disonancia, o a nivel de sonido distorsión.

Aplicando la analogía con la música pensemos que intervalos de segunda menor


suenan bastante feos o disonantes; no es posible encontrar musicalidad o armonía
en esa sonoridad. Ahora bien, eso ocurre cuando pretendemos vivir en paz y
armonía con Dios pero no perdonamos a los hermanos. Debemos recordar que el
perdón de nuestros pecados proviene de un regalo gratuito, inmerecido, de Dios
Padre dado a nosotros en la persona de Jesucristo. El Perdón entonces es como
poner en armonía aquello que ha perdido su orden. Volviendo a la analogía
musical, si ponemos en relación una segunda menor con una triada mayor,
entonces lo que era caos o disonancia se torna armonía, que es enriquecida por el
acorde y que, además, enriquece al acorde mismo.

En conclusión, la oración del Padre Nuestro es entrar en la sintonía de Jesús, para


relacionarnos con Dios de manera profunda y cercana. Es conectarnos a la
armonía que nos trae el Padre Celestial con su divina misericordia, quien nos ha
ofrecido el regalo del perdón y nos invita a estar dispuestos al ejercicio constante
del perdón entre los hermanos en Cristo.

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