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PSICOLOGÍA JURÍDICA

RESUMEN CAPITULO 1 LIBRO “PSICOLOGÍA JURÍDICA” DE GARRIDO

TUTOR:

ALBEIRO CALLEJAS

PRESENTADO POR:

MIRIAM FERNANDA GÓMEZ ACEVEDO

ID: 000467267

PSICOLOGÍA

VIII SEMESTRE

OCTUBRE 2018
RESUMEN CAPITULO 1 LIBRO “PSICOLOGÍA JURÍDICA” DE GARRIDO

Los psicólogos colegiados definen la psicología jurídica como: un área de trabajo e


investigación psicológica especializada cuyo objeto es el estudio del
comportamiento de los actores jurídicos en el ámbito del Derecho, la ley y la
Justicia. Es una definición profesional, pero incompleta, porque la psicología que
destila la institución de la seguridad social en el concepto de comportamiento
delictivo que aparece en el Derecho Penal, no es el comportamiento de ningún actor
jurídico. Además, peca de ser una definición al servicio de la ley, excesivamente
instrumental. Esta concepción la toma con agrado el jurista, Muñoz sabaté (1980)
afirma de ella que es una rama de la psicología que busca aplicar los métodos y los
resultados de la psicología pura, y especialmente de la experimental, a la práctica del
derecho.

Carson (2003), sin llegar a una definición tan profesional, la concibe como una
disciplina autónoma: como subdisciplina, como colaboración o como proyecto.
Ciertamente la psicología jurídica es una de las ramas aplicadas de la psicología,
pero, como afirmara clifford (1995) en la primera versión del Handbook of
psychology in legal contexts (Carson y bull, 1995), son muchas las disciplinas
psicológicas que han hecho su aportación a la psicología jurídica, desde los estudios
de la personalidad, los procesos básicos, la psicología evolutiva y la psicología
social. Cada una de estas disciplinas aplica sus conocimientos a las situaciones
legales, o elige las situaciones legales como campo para investigar de manera más
ecológica sus hipótesis teóricas. No es una disciplina, es un campo de aplicaciones
de los procesos psicológicos individuales y colectivos, es decir que la psicología y el
derecho han de relacionarse porque ambas tratan de la conducta humana. Siendo
esta una definición demasiado vaga, como si se dijera que la medicina y la religión
tratan del ser humano, por lo que otros, repiten sistemáticamente una definición que
aunque aparentemente aséptica, tampoco esta definición parece ser admisible ya que
las palabras se utilizan de manera equivoca, esta equivocidad puede observarse, en
lo que las disciplinas entienden por regular la conducta humana, la ley regula la
conducta por mandato y en función del poder de que esta investido el legislador para
obligar, incluso mediante sanción, a la ejecución o prohibición de determinadas
conductas, puesto que la psicología carece de este poder social. La psicología regula
la conducta acudiendo a los procesos que rigen el comportamiento humano. La ley
puede obligar la escolarización hasta los dieciséis años, independientemente de que
el adolecente o los padres se sientan o no motivados, en cambio la psicología
consigue que los adolescentes acudan a la escuela activando los procesos que
motivan una conducta.

Aunque la psicología y la ley tratan de la conducta humana, lo que en términos


tradicionales se llamaría objeto material, sin embargo, afrontan el comportamiento
humano de manera diferente (objeto formal), siendo el derecho un conjunto de
normas, es decir, el deber ser, las normas obligan, aunque no se cumplan. La
psicología es un conjunto de principios naturales que explica el comportamiento que
se extrae mediante la observación objetiva del modo ser, en otras palabras, el
derecho es el deber ser de la conducta humana, la psicología es el ser de la conducta
humana.

El siguiente aspecto tarta de explicar una última postura, defendida explícita o


implícitamente por muchos teóricos de la psicología jurídica, según la cual, la
psicología y la ley tienen una misma concepción de la naturaleza humana y de
su comportamiento, la diferencia estaría en que la psicología hace afirmaciones
basadas en el Método científico mientras que la ley hace afirmaciones o
suposiciones del comportamiento humano basándose en el sentido común y en la
tradición. El derecho y la psicología mantiene concepciones mellizas de la persona
y de su comportamiento, diferenciándose en el fundamento de sus argumentos: el
derecho es sostenido por el sentido común, la tradición y las fuentes, la psicología
por el método científico (Garrido, 1994; Haney, 1993, 2002; Kovera et al., 2002).
Una vez alcanzada la definición de la psicología jurídica, parece que exponer las
relaciones entre ella resulta más fácil, los temas sobre ruedas de identificación, sobre
la credibilidad de los testigos, la aceptación del testimonio infantil, la toma de
decisiones por jueces y jurados aportaran evidencia de que la ley y la psicología
buscan los mismos fines y parten de los mismos supuestos. La psicología no sabe
argumentar sin pruebas empíricas, tomemos como ejemplo toda ley que lleve
sanción, si existe alguna que no la lleve, independientemente de las teorías que
acentúan la coacción o las que tratan de garantizar que la fuerza no se usara sin
fundamento jurídico, lo cierto es que una de las finalidades de la pena, según las
teorías relativas, es la de prevenir la conducta desviada tanto de los miembros de una
colectividad, como de aquel que ya ha quebrantado la norma. Detrás de esta
concepción se esconde el supuesto de que la amenaza de castigo impide la
transgresión de la norma y así poder conservar el orden social. En terminología
psicológica, se está hablando del refuerzo o el castigo contingente, estudiado por el
conductismo en cualquiera de sus formas.

Berdugo y Arroyo (1994) describen la prevención general como aquella que se


dirige a los miembros de una colectividad para que, en el futuro, ante la amenaza de
la pena, se abstengan de delinquir. La prevención especial pretende evitar que
aquel que ha delinquido vuelva a delinquir, esta función sancionadora del derecho
penal se entiende como una norma de determinación, el derecho penal pretende
posibilitar la vida en comunidad a través de la tutela de los bienes jurídicos mediante
la motivación de sus miembros. La investigación de Buikhuisen (1988) es
ecológicamente perfecta e ingeniosa, sin embargo, uno de los problemas importantes
de la investigación psicológica es la elección de la conducta, ya que tiene que ser tal
que permita una observación antes y después de la intervención. En este caso tiene
que ser una en la que la sanción como motivación pudiera también controlarse.

Groningen es la cuidad elegida como grupo experimental, la intervención consiste


en pedir la colaboración de la policía para que no preste atención especial respecto al
tema de los neumáticos en mal estado de los vehículos de la cuidad, durante los dos
meses de observación. sin embargo una semana antes de comenzar la intervención
se hace una nueva inspección de los vehículos aparcados en la calle, luego comienza
la campaña de intervención donde los tres periódicos de la cuidad anuncia que
dentro de una semana la policía vigilara especialmente el estado de los neumáticos,
diariamente publican el número de multas impuestas por la policía por este tipo de
infracción, llevando en sus coches carteles que avisan: cuide el estado de sus
neumáticos, finalizando la campaña se logra observar que solo el 1.4 por ciento de
13474 coche infringían la ley, mostrando resultados significativos.

La conclusión, la expresan los autores con estas palabras: (Esto significa que
podemos concluir que el castigo, en este caso, tiene un efecto preventivo general
(buikhuisen, 1988, p. 193). Pues no, lo que ha funcionado no es la prevención
general, sino una de las condiciones que la psicología conductista ha descubierto ser
necesaria para que la expectativa de castigo sea efectiva en la modificación de la
conducta: la probabilidad o la certeza de que será impuesto.

El psicólogo tiene ahora la tentación de introducirse en las variables o condiciones


en las que el castigo es eficaz y aquellas en las que puede promover, incluso, la
conducta que pretende evitar (bandura.1973; baron, 1977). Es posible, en efecto, que
los fines últimos de la ley, implantar los valores del legislador elegido
democráticamente, no sea la finalidad de la psicología, pero, aun así, esto es dudoso
porque, ¿Quién estudia los valores vigentes en una sociedad? La justicia, valor por
excelencia del derecho y de la paz social que las leyes pretenden mantener a partir
de una sociedad o una naturaleza que pervierte o pervertida, es, por esencia,
relacional; es decir, psicosocial, socialmente construida. Y quienes estudian estas
construcciones son las ciencias sociales.

PSICOLOGIA FORENSE
Cuando Carson (2003) afronta este tema desde la perspectiva del sociólogo que
analiza las relaciones de las ciencias sociales con la ley, indica que el médico y el
abogado no son dos carreras, sino dos profesiones muy tradicionales que han
definido bien sus puestos en la sociedad, las nuevas disciplinas, como la psicología,
que quieran tener voz en el mundo del foro jurídico deberán ajustarse a su patrón.

Así mismo la psicología forense es la psicología que da su testimonio en las


instancias judiciales como experta, y es así como lo define el Colegio de Psicólogos.
Podríamos decir que, en principio, cualquier área de especialización psicológica
puede dar su testimonio en un juicio. Pero el psicólogo forense es más
frecuentemente un psicólogo de la personalidad infantil que emite su juicio sobre el
tema que se está juzgando.

Cabe señalar que cada vez es más normal la presencia del psicólogo en los
juzgados por temas de testimonios infantiles o problemas de adopción. Por lo tanto,
la psicología jurídica es un campo de especialización más amplio que el de la
psicología forense. Cualquiera que sea el área de especialización del psicólogo que
emite testimonio experto debe atenerse a las reglas del juego y representación legal.
El psicólogo jurídico juega un papel muy importante ya que mira más a la ley, a
diferencia del forense que solo hace lo que se pide en los juzgados, por lo que esto
no debería despertar la objeción de que la psicología jurídica es más teórica, porque
el psicólogo jurídico lleva a hipótesis los problemas que aparecen en la ley.

MARCO LEGAL

El derecho y quienes han hecho de él su profesión, quizá por tradición, acaso por
defensa de su antiguo título de letrados, parecen haberse atribuido al papel de
vigilantes de los valores sociales, lo que hace vivir al extraño que se les acerca una
sensación de dependencia, y estar dispuestos a hacer lo que ya leyes dictaminan y
los juristas recuerdan impositivamente como de obligado cumplimiento. Pero por
otra parte parecen simples mandados o escribientes de lo que el legislador aprueba o
lo que sus antecesores, especialmente si pertenecieron a las más altas instituciones
jurídicas, dictaminaron en casos semejantes, que nunca iguales.

En este enmarque inicial de las diferencias, una nueva consideración: se ha


defendido que la distancia entre psicología y derecho se mide en la metodología y no
en el concepto. La psicología por concepción y metodología, trata de conocer el
comportamiento de la persona y modificarlo, le interesa que el juez sea consiente de
los sesgos a que está expuesto al dictar sus sentencias justas, no se desinteresa de la
justicia, pero cuando la estudia lo hace tal como es percibida por las personas en un
contexto especifico (Tyler, Boeckmann, Smith y Huo, 1997).

Imaginemos a un psicólogo y a un abogado de la defensa ante una rueda de


identificación de cinco personas en vivo y simultánea, el abogado inmediatamente
pensaría en el artículo 369 de la ley de enjuiciamiento criminal, en cambio el
psicólogo estaría pensando en los juicios absolutos y relativos (Lindsay y wells,
1985), si el psicólogo objetara contra la rueda de identificación, el abogado leería el
artículo. Eso es lo que ha de cumplirse y las objeciones que tenga la ciencia que se
las comunique al legislador pues él es mero ejecutor, en este caso, de lo que
dictamina la ley de enjuiciamiento criminal, es una de esas ocasiones en las que el
experto en leyes puede ridiculizar al científico porque no sabe que es lo que dice la
ley, y menos aún sus interpretaciones jurídicas hechas por la teoría o la
jurisprudencia.

Pareciera que la psicología en general no supiera cuál es su objeto de estudio: el


hombre en su entorno, o que la psicología jurídica estudiara a las personas en
entornos fuera de lo legal; que los juzgados que toman decisiones, los jueces que
dictan sentencias, las actitudes de la gente frente a la pena de muerte, el
interrogatorio de los niños, la susceptibilidad a la sugestión, las ruedas de
identificación sesgadas, la implantación de memorias falsas de hechos reales
observados, la certeza con la que se da testimonio, el comportamiento de los sujetos
de Milgram, los carceleros de Zimbardo, las instrucciones y composición de las
ruedas de identificación, los valores de la sociedad actual, la igualdad de sexos y
razas o su discriminación por la ley o su aplicación.

La ley da por supuesta la psicología como algo de sentido común, y a partir de esos
supuestos legisla y juzga; al margen de que el sentido común no tiene por qué ser la
verdad. Uno puede leer en una sentencia judicial que en un niño está diciendo
verdad porque se muestra nervioso y no para en su silla mientras declara, esto,
científicamente, no está demostrado, esto científicamente, es una afirmación carente
de fundamento alguno. De hecho, lo que muestra la investigación es que el
nerviosismo indica mentira, no verdad (Depaulo, Lindsay, Malone, Muhlenbruck,
Charlton y Cooper, 2003)., pero si discuten afirmaciones como estas con quien firma
la sentencia, mantendrá con ahínco que la sentencia no contiene afirmación
psicológica alguna y que es perfecta desde la técnica jurídica.

Está en juego, en definitiva, el poder. La psicología y otras ciencias sociales han


sometido a prueba muchos de los supuestos en los que se apoyan las practicas
jurídicas y la misma legislación que los ordena, y los hallado inadecuados, un buen
ejemplo son los tribunales del jurado, la credibilidad de los testigos o la
constitucionalidad o no de determinadas prácticas siguiendo el espíritu del
legislador. Pero, más que disputarse la supremacía, habría que buscar la
colaboración para obtener una mejor administración de justicia o una justicia mejor.

LA DISTINTA CONCEPCION DE LA NATURALEZA HUMANA:


LIBERTAD FRENTE A DETERMINISMO

Analizando desde la psicología, la concepción de la persona que aparece en el


Código Penal está presidida por la inteligencia, que tiene la capacidad de discernir
entre el bien y el mal, entre lo permitido y lo prohibido, supuesta la inteligencia,
resalta la voluntad de ejecutar la acción prohibida por la norma jurídica y calificada
como delito, estos son los principios que posibilitan la acción dolosa y culposa
(garrido, 1994).

La psicología sin duda, ha tomado muchos modelos de las llamadas ciencias


naturales y ha refinado sus métodos y medidas y puede causar la impresión de que la
conducta humana está determinada, bien por causas intrínsecas heredadas, como los
rasgos de personalidad o el carácter, o por experiencias infantiles, o por las
circunstancias. Cuando ha aceptado los mecanismos cognitivos los habilita a modo y
semejanza de ordenadores en los que se teclean determinadas órdenes y aparece
necesariamente un efecto pantalla de la conciencia.

SENTIDO COMUN Y PSICOLOGIA JURIDICA

La apelación al sentido común es el fantasma de la psicología, pero especialmente


de la jurídica donde los jurisprudentes son la misma imagen de la sensatez, se
entiende que la psicología no añade nada al sentir común y, consiguientemente,
cualquier persona, juez o jurado, llegaría a las mismas conclusiones. La moraleja es
clara: el testimonio experto del psicólogo es inútil, los psicólogos llamados a peritar
han escucho más de una vez que sus afirmaciones son de sentido común esta es una
de las temáticas que más han enfrentado a los psicólogos entre ellos mismos.

Los juristas no discuten las conclusiones en aquellos casos en los que se acercan a
lo arcano (interpretación de los sueños) o a lo remoto (los problemas de la niñez),
cuando la psicología trata de los comportamientos de las personas normales:
memoria, percepción, atracción personal, poder de las circunstancias, estrés,
interpretación de la conducta no verbal, etc. Ahí ya no tiene nada que enseñar a una
persona con sentido común.

El problema no radica en si la psicología llega a conocimientos nuevos respecto al


sentido común, lo que a veces ocurre; tampoco reside en pensar que el sentido
común sea contrario a la ciencia, el problema reside precisamente en los casos en
que el sentido común y la psicología no coinciden. ¿Qué decisión debe tomarse?
¿Puede el psicólogo aportar algo al sentido común? ¿Qué pasa si en los juicios quien
ha de juzgar tiene el sesgo del falso consenso (Ross, greene y House, 1976), según el
cual, quien emite juicio cree que su punto de vista es el sentir común, llegando así a
un realismo ingenuo y egocéntrico (Ross y Ward, 1996), en tales casos la
posibilidad de confundir sentido común con su sentido personal es altísima y
arriesgada como han demostrado los heurísticos de Tversky y Kahneman (1983)?

Según las investigaciones realizadas por Loftus (1979), yarmey y jones (1983) se
da por supuesto que las personas de la calle representan al sentido común, donde se
comparan las respuestas de los estudiantes de psicología en los primero y últimos
años con los de otras carreras, también en sus primeros y últimos años, indicando
los resultados que en muchas de las afirmaciones el hombre de la calle o el
psicólogo no coincide con los resultados de la psicología, probando que en algunos
temas el psicólogo si puede aportar algo más allá del sentido común.

DIFERENTES CONCEPCIONES DE LA LEY Y LAS POSIBILIDADES QUE


OFRECEN A LA PSICOLOGIA

Partiendo del positivismo científico, afirman que la ley no existe mientras no se


aplica y la aplicación la hacen los jueces y este hecho de aplicar la ley abstracta a un
caso concreto es lo que hace que la norma se reifique, todos los estudios
sociológicos, psicológicos o antropológicos que verifiquen la aplicación de la norma
son los verdaderos estudios del derecho.

Si bien es cierto, que acudir a las costumbres o a la opinión de las mayorías


tampoco debería ser la única fuente de la legislación. Pienses, por ejemplo, las
costumbres de aquellas regiones donde aún se mantiene una denigrante segregación
de la mujer o se conculcan derechos fundamentales. No son estas normas o
tradiciones las que tienes que regir las leyes por muchos estudios sociopsicológicos
que se hagan, pero resulta difícil aceptar que un filósofo del derecho sea el
(iluminado) que dictamine lo que es justo o injusto, lo que es derecho fundamental y
lo que es transitorio, y esto de una vez y para siempre es necesaria una colaboración
entre las ciencias sociales y las ciencias del derecho.

INFLUENCIA DE LA IDEOLOGIA POLITICA SOBRE LA PSICOLOGIA

Es importante resaltar como la psicología, con sus pruebas objetivas y sus teorías,
pudiera estar defendiendo la clase de naturaleza humana definida previamente por la
ley, la costumbre o las tradiciones.

Primero se enseña a los niños que es lo adecuado para cada edad y cuando se
estudian evolutivamente sus estadios de razonamiento moral se descubre que son
ontogenéticos. El mismo individualismo feroz se descubre en la teoría del
androginismo, según la cual la persona madura es la que desempeñaba por igual el
rol masculino y femenino.

Acerca de la definición oficiosa de Piaget, encontramos que singularizaba la ley


por su naturaleza de imponer la norma y estar vigente, aunque no se cumpla (el
deber ser), por el contrario, la psicología se interesa más por el (ser), por como
existen las conductas, con esta exposición de la influencia de la psicología sobre la
ley y de la ley sobre la psicología parece que tal diferencia se desvanece, ya que
quizás la psicología no hace más que descubrir el comportamiento del deber ser.

LAS CARENCIAS DE LA PSICOLOGIA JURIDICA

a) La poca preparación en derecho que suelen tener los psicólogos que trabajan
en temas relacionados con el ejercicio de la jurisprudencia.
b) El simplismo de muchas de las propuestas que hacen a partir de muy pocas
investigaciones.
c) La falta de apoyo en teorías científicas solidas que respalden unos resultados
concretos.
d) La postura crítica y poco colaboradora que ha aportado la psicología jurídica
al poner bajo el microscopio las leyes y los procedimientos legales.
e) El haber abandonado los procesos y querellas civiles, de manera que la
psicología jurídica venga a confundirse con el estudio del delito, los modos
de juzgar y de rehabilitar al delincuente.
f) Las diferentes teorías existentes, y en conflicto unas con otras, que infunden
inseguridad a quien desde a fuera y con mente abierta, pretenden hacerles
caso
g) La poca colaboración y acercamiento al mundo real de la profesión jurídica,
dando la impresión de que en congresos y publicaciones vivimos mundos
paralelos autistas de imposibles encuentros que permitieran transvasar los
conocimientos que ambos mundos poseen sobre unos mismos
comportamientos e intereses de estudio.
h) El carácter localista de las investigaciones, que imposibilita un corpus de
conocimientos más universal y con mayor capacidad de generalización.

A lo largo de este capítulo se ha tratado de demostrar la importancia de las teorías


y las investigaciones psicológicas para los procesos legales, tanto en los momentos
en los que las leyes están en fase de preparación y discusión como, una vez
aprobadas y promulgadas, se ponen en práctica a través de los actos administrativos
y judiciales. No es menos cierto que la psicológica jurídica a lo largo de las
apariciones esporádicas antes de los años ochenta del siglo XX y en su prolífera
aparición y asentamiento durante los últimos 25 años, ha estado siempre a merced de
la ciencia jurídica, quizá, como analiza acertadamente Carson (2003) por el simple
hecho histórico de que el derecho existe desde que las personas comenzaron a
convivir, lo que les ha obligado a definir y redefinir conceptos que puedes
escapársenos a los psicólogos; quizá, simplemente, porque el derecho es el poder y
conoce las reglas fácticas de la convivencia y el poder no se deja juzgar sino que
juzga e impone sus normas, como bien ha señalado la llamada criminología critica.

Con el fin de evitar un desencuentro real entre psicología y ley es necesario que en
los planes de estudios de ambas disciplinas existan asignaturas que permitan el
trovase científico entre estos dos campos de conocimiento, se aconseja que los
psicólogos lean obligatoriamente textos sobre la doctrina jurídicas, especialmente
sobre la filosofía del derecho, y los estudiantes de derecho lean algún manual de
psicología jurídica.
BIBLIOGRAFÍA:

CAPITULO 1 LIBRO “PSICOLOGÍA JURÍDICA” DE GARRIDO

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