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Unidad 1.
*La gran mayoría de los cuadros que aparecen en el vídeo de la clase han sido imitados
de manera mecanográfica. Además, este degrabado no contiene los intervalos en donde
la docente se encarga de contestar preguntas de estudiantes, por lo cual, quien quisiera
hacerse de eso deberá hacerlo por su cuenta.
Buenas tardes. Hoy quisiera compartirles pantalla con el texto para poder ir señalando los
fragmentos claves en los que se dice una u otra cosa. De hecho, el texto es claro en alguna de las
direcciones que yo fui señalando como claves de lectura. Bueno, creo que habíamos visto ya bastante
la cuestión de la relación externa de la KU con el sistema kantiano (con las otras Críticas), habíamos
determinado el problema de la KU; un problema que aparece claramente en la deducción de los juicios
estéticos -que nosotrxs no vamos a llegar a ver-. En la deducción lo que aparece es esa antinomia que
Kant intenta superar entre una interpretación empirista y una interpretación racionalista del gusto.
Como siempre, esa antinomia, esa dicotomía, conduce por los dos polos a una interpretación -o una
fundamentación, si quieren- sesgada del gusto: de un lado, porque conduce al escepticismo
(empirismo) y, por el otro lado, conduce a un dogmatismo (racionalismo). Es esto lo que la
fundamentación trascendental del juicio estético pretende resolver. De todas maneras, como siempre,
en la lectura de Kant hay un carril que es el del vocabulario técnico de los problemas kantianos (es
decir, cómo eso Kant lo resuelve con las herramientas de su filosofía); por otro lado, con todo ese
aparataje conceptual podemos hacer epojé de la sistematicidad del pensamiento kantiano para
concentrarnos en los problemas que está señalando Kant, que creo que tienen validez independiente
de la solución que él les dé. Entonces, hoy quisiera pasar por los fragmentos del texto que me resultan
relevantes para lo que Kant está queriendo señalar.
Primer cuadro
II. A Analítica (Analityk des Schönen) de lo bello: caracterización del juicio puro de gusto
Objetivo de la “Analítica de lo bello”: aislar la “esencia” del gusto → juicio puro de gusto [JPG].
¿Se da efectivamente una tal “experiencia” pura? La pregunta, sin embargo, es válida e independiente
de la experiencia efectiva, en la medida en que, incluso un juicio no puro de gusto, es posible gracias
a las características que hacen posible todo juicio de gusto o el juicio de gusto en general.
• Bello y sublime como “experiencias estéticas” como modos de conciencia en general: en sentido
stricto “experiencia” es solo cognoscitiva.
Katz (sobre el primer cuadro): Kant intenta encontrar la esencia del juicio de gusto. Esto
quiere decir que hace un análisis eidético que resulta en una descripción del Juicio puro de gusto, o
sea, no de todos los juicios de gusto: no da motivos, no da razones por las cuales nos gustan algunas
cosas en particular y otras no; y no da reglas para que podamos dirimir en disputas de gusto
particulares, sino que lo que busca es aislar la esencia del gusto. Esto habíamos dicho lo hace a través
de cuatro momentos y del análisis de cuatro características del juicio de gusto (cada una de esas cuatro
características está relacionada con cuatro de las diez categorías que aparecen, por ejemplo, en la
deducción trascendental (que lo toma de la tabla aristotélica de las categorías), que son: la cualidad, la
cantidad, la relación y la modalidad.
Segundo cuadro
El contraste se lleva a cabo a través de cuatro “momentos”, cada uno de los cuales resulta en una
característica esencial del JPG, de acuerdo con cuatro categorías.
• M1 Cualidad: Desinterés
•M4 Modalidad: Necesidad condicionada *O como va a llamar después Kant una necesidad “ejemplar”
(Katz)*
• Conocimiento extendido de KrV y KpV (o GzMdS): facilidad de referir a las críticas anteriores para
ubicar los juicios estéticos en el sistema kantiano.
• La “experiencia” que se intenta describir impide un abordaje directo pues se trataría de una
experiencia pre o proto-conceptual y, por lo tanto, inefable en algún sentido.
Entonces, nos habíamos quedado con la cuestión del espíritu intermedio que tienen los juicios
estéticos en general que se ve ya en cómo están caracterizados como opuestos a algo. Por un lado, si
bien efectivamente hay una caracterización por vía negativa, es decir, por contraste con otros juicios o
con otras vivencias (o experiencias en un sentido amplio no estrictamente kantiano) y se dice en
relación con esos otros tipos de experiencia lo que el juicio de gusto no es, los invito a que, ni bien
terminen con todos los parágrafos obligatorios, piensen cómo se caracterizaría el Juicio puro de gusto
de manera positiva. Por ejemplo, decir que el Juicio puro de gusto es “desinteresado” es una manera
por la negativa o por contraste ¿por qué? Porque, como dice en el parágrafo 2 de la “Analítica de lo
bello”, en el juicio de gusto lo que no hay es interés, o sea, no hay una interferencia de un interés en
la existencia del objeto; de ahí que podríamos extraer un análisis en términos de epojé o de dejar de
lado la cuestión de la existencia, concentrarse solamente en el modo en como la representación me
afecta y de ahí la reflexión. Pero también podríamos decir que en la medida en que es desinteresado,
es decir, que no tiene ningún interés en la existencia del objeto, como sí ocurre en el caso de las dos
especies de Juicio de la Facultad de Desear (que son el juicio de lo agradable y las dos especies del
juicio de lo bueno -lo bueno en sí y lo bueno útil-), el juicio de gusto es contemplativo.
Decía la vez pasada que hay dos maneras de vincular los cuatro momentos de la “Analítica
de lo bello”, que sería una primera manera cruzada…
Tercer cuadro
(1) Cruzada
• Juicios de las otras dos facultades superiores, la de conocer y la de desear (juicios cognitivos,
apetitivos y volitivos)
M1 y M3: los juicios de la Facultad superior de desear: juicios de lo bueno (útil/en sí).
(2) Sucesiva
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Katz (sobre el tercer cuadro): En cambio, una segunda manera de leer estos cuatro
momentos del juicio de gusto sería de manera sucesiva. En realidad, sería distinguiendo un poco la
estrategia que Kant despliega en el tercer momento, que justamente es abordar las objeciones a su
planteo del juicio de gusto puro. Básicamente, en el tercer momento (que es el más extenso en cantidad
de parágrafos), Kant aborda las posibles objeciones sobre la idea de que el fundamento de los otros
Juicios con los que él está contrastando el juicio de gusto enriquecerían al juicio estético. Hay quienes
sostienen (según Kant) que si algo que me resulta bello además me afecta en la sensación, eso añadiría
algo a la belleza. Por ejemplo, si estoy viendo un cuadro y ese cuadro además tiene un amarillo muy
impactante emocionalmente, eso agregaría algo al juicio de gusto. Y hace lo mismo con los
fundamentos de los otros Juicios. No solo la sensación en el caso de lo agradable, sino también en el
caso de los juicios de conocimiento y los juicios de bien. Hay quienes creen que los juicios de belleza
son parecidos a los juicios del bien porque los juicios de belleza serían representaciones oscuras de un
concepto de perfección de aquello que se está juzgando bello, mientras que los juicios del bien estarían
juzgando de manera clara o estarían utilizando un concepto claro de perfección de aquello que están
juzgando como bueno -y lo mismo con los juicios lógicos-. Como si conceptualizar, intelectualizar el
placer estético agregara algo placer casi cuantitativamente. Lo que Kant va a decir es que no está
negando esas mezclas, simplemente que en el fundamento de determinación del juicio de gusto no hay
nada de esos otros fundamentos de determinación de los otros Juicios. Entre las condiciones de
posibilidad del juicio de gusto no se encuentran las sensaciones, no se encuentran los conceptos de
ningún tipo. De hecho, cuando se mezcla del Juicio puro de gusto con alguno de esos otros
fundamentos de determinación, el juicio de gusto pierde, queda dañado. Entonces, en el tercer
momento, habría una consideración acerca de las mezclas posibles entre el gusto y el agrado, el gusto
y el conocimiento, el gusto y el concepto de bien o perfección -en ese caso-; con lo bueno útil -dice-
está claro que no hay confusión y nadie cree que lo útil agrega algo a la belleza, pero se vuelve más
difícil de distinguir la belleza del concepto de perfección.
Cuarto cuadro
Agradable
Bueno
Agradable JPG
Bello Libre-formal
Bueno
Conocimiento
Conocimiento
Katz (sobre el cuarto cuadro): Entonces decíamos que eso da una segunda manera de entrar
a la “Analítica de lo bello” que sería esto: pensar cuándo se está haciendo el contraste (Primer grupo
de círculos), se está mostrando la esencia y los límites de cada una de esas experiencias, vivencias,
juicios, y cuándo se consideran mezclas posibles. De aquí sacamos, entonces, dos contrastes posibles:
Nosotrxs vamos a ir haciendo la comparación a medida que aparezca, pero acá lo tienen
todo junto.
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Quinto cuadro
Primer momento. Según la cualidad: desinterés
• Separar el § 1. Refiere a los juicios estéticos en general como
- Independiente de lo puramente sensible
- Independiente de la lógica (no cognitivo)
- Independiente de la moral (no es una idea confusa del bien)
§ 2 La satisfacción que determina el juicio de gusto es totalmente desinteresada
§ 3 La satisfacción en lo ‘agradable’ está unida con interés
§ 4 La satisfacción en lo ‘bueno’ está unida con interés
§ 5 Comparación de los tres modos específicamente diferentes de la satisfacción.
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Comienzo de la lectura y comentario de pasajes
El § 1 pueden tomarlo como introducción a toda la analítica del juicio estético porque lo que
hace es señalar la diferencia entre el juicio estético y los otros Juicios que aparecían en la
“Introducción”. Entonces, en sentido estricto podríamos decir que la “Analítica de lo bello” comienza
en el § 2 y ahí fíjense que dice:
No es la satisfacción de un objeto, sino que es la satisfacción que unimos que ese objeto exista.
Por ejemplo, un cuadro de una naturaleza muerta no sería lo mismo tener una satisfacción interesada
que desinteresada. Digamos -me adelanto a lo que va a decir Kant-, si tenemos hambre y vemos el
cuadro de una naturaleza muerta (el ejemplo lo pongo yo) no vamos a poder ser imparciales respecto
de esa frutera con manzanas y mangos, ¿por qué? Porque va a primar el interés de que eso existe ya
que lo que veo me afecta principalmente al apetito. Entonces, solo cuando se ha calmado la necesidad
puedo sentir un placer puro de gusto. Leo entero este primer párrafo:
BUENO es lo que, por medio de la razón y por el simple concepto -o sea, tanto el juicio de lo
agradable como el juicio de lo bueno son juicios de la facultad de desear, la diferencia es que en
lo agradable hay un impacto, es patológicamente condicionado, directo por lo sentidos, mientras
que en lo bueno requiere un concepto-, place. Llamamos a una especie de bueno, bueno para algo
(lo útil), cuando place sólo como medio; a otra clase, en cambio, bueno en sí cuando place en sí
mismo. En ambos está encerrado siempre el concepto de un fin, por lo tanto, la relación de la razón
con el querer -cuando yo quiero algo, quiero que eso exista- (al menos posible) y consiguientemente,
una satisfacción en la existencia de un objeto o de una acción, es decir, un cierto interés.
Para encontrar que algo es bueno tengo que saber siempre qué clase de cosa deba ser el
objeto, es decir, tener un concepto del mismo; para encontrar en él belleza no tengo necesidad de eso.
Flores, dibujos, letras, rasgos que se cruzan sin intención, lo que llamamos hojarasca, no significan
nada, no dependen de ningún concepto, y, sin embargo, placen. La satisfacción en lo bello tiene que
depender de la reflexión sobre un objeto, la cual conduce a cualquier concepto (sin determinar cuál),
y por esto se distingue también de lo agradable, que descansa totalmente sobre la sensación.
Lo agradable y lo bueno tienen ambos una relación con la facultad de desear y, en cuanto la
tienen, llevan consigo: aquél, una satisfacción patológico-condicionada (mediante estímulos,
stimulos), y éste, una satisfacción pura práctica. (…) En cambio el juicio de gusto es meramente
contemplativo, es decir, un juicio que, indiferente en lo que toca a la existencia de un objeto, enlaza
la constitución de éste con el sentimiento de placer y dolor. Pero esta contemplación misma no va
tampoco dirigida a conceptos, pues el juicio de gusto no es un juicio de conocimiento (ni teórico ni
práctico), y, por tanto, ni fundado en conceptos, ni tampoco dirigido hacia ellos.
Lo agradable, lo bello, lo bueno, indican tres relaciones diferentes de las representaciones
con el sentimiento de placer y dolor, con referencia al cual nosotros distinguimos unos de otros los
objetos o modos de representación. Las expresiones conformes a cada uno, con las cuales se indica
la complacencia en los mismos, no son iguales. Agradable llámese a lo que DELEITA; bello, a lo que
sólo PLACE; bueno, a lo que es APRECIADO, aprobado, es decir, cuyo valor objetivo es asentado.
El agrado vale también para los animales irracionales; belleza, sólo para los hombres, es decir, seres
animales, pero razonables, aunque no sólo como tales (verbigracia, espíritus), sino, al mismo tiempo,
como animales -es decir que, en principio, la belleza es algo que solo podríamos sentir nosotrxs-;
pero lo bueno, para todo ser razonable en general. Proposición es ésta que sólo más adelante puede
recibir su completa justificación y aclaración. Puede decirse que, entre todos estos tres modos de la
satisfacción, la del gusto en lo bello es la única satisfacción desinteresada y libre -es decir que, el
interés, condiciona la satisfacción y lo que estamos buscando es la satisfacción no está
condicionada ni por una inclinación, ni por un concepto-, pues no hay interés alguno, ni el de los
sentidos ni el de la razón, que arranque el aplauso.
Para pasar al segundo momento -que es donde se distingue el juicio de gusto del juicio de
conocimiento-, quisiera volver primero a un apartado de la “Introducción” que me parece clave. En el
apartado VII dice esto:
Ahora bien: éste es un placer que, como todo placer o dolor no producido por el concepto de libertad
(es decir, mediante la determinación antecedente de la facultad superior de desear por razón pura),
nunca puede ser considerado como unido necesariamente por conceptos con la representación de un
objeto, sino que debe siempre ser reconocido solamente como ligado con ésta mediante una
percepción reflexionada, y consiguientemente, como todos los juicios empíricos, no puede declarar
ninguna necesidad objetiva sin tener pretensiones de un valor a priori. Pero el juicio de gusto -y esto
es lo que me interesa porque es lo paradójico que está tratando de resolver Kant y las
tendencias/polos en los que ustedes tienen que evitar caer- no tiene más pretensión, como todos los
demás juicios empíricos, que la de ser valedero para cada uno, lo cual, prescindiendo de la interior
contingencia del mismo, siempre es posible. Lo extraño y anormal está en que no es un concepto
empírico, sino un sentimiento de placer (por lo tanto, ningún concepto), lo que, por medio del juicio
de gusto, y exactamente como si fuera un predicado enlazado con el conocimiento del objeto, se exige,
sin embargo, a cada cual, y debe ser unido a la representación. Es decir, que sin ser un propiedad
objetiva -habíamos dicho sin ser una característica de las cosas que me afecta-, tiene una
pretensión de validez universal, se exige concordancia, acuerdo con lxs demás. Cuando a mí me
gusta algo, quiero compartir o tengo la sensación de eso que me parece bello le puede resultar
bello a lxs otrxs seres humanos o sujetos trascendentales que tienen la misma estructura
subjetiva que yo.
Esta definición de lo bello puede deducirse de la anterior definición como objeto de la satisfacción,
sin interés alguno. Pues cada cual tiene conciencia de que la satisfacción en lo bello se da en él sin
interés alguno, y ello no puede juzgarlo nada más que diciendo que debe encerrar la base de la
satisfacción para cualquier otro, pues no fundándose ésta en una inclinación cualquiera del sujeto (ni
en cualquier otro interés reflexionado), y sintiéndose, en cambio, el que juzga completamente libre
con relación a la satisfacción que dedica al objeto, no puede encontrar, como base de la satisfacción,
condiciones privadas algunas de las cuales sólo su sujeto dependa, debiendo, por lo tanto,
considerarla como fundada en aquello que puede presuponer también en cualquier otro -no tiene
condiciones privadas, sino que pretende tener unas condiciones objetivas, universales-.
Consiguientemente, ha de creer que tiene motivo para exigir a cada uno una satisfacción semejante.
Hablará, por lo tanto, de lo bello, como si la belleza fuera una cualidad del objeto y el juicio fuera
lógico (como si constituyera, mediante concepto del objeto, un conocimiento del mismo), aunque sólo
es estético y no encierra más que una relación de la representación del objeto con el sujeto, porque
tiene, con el lógico, el parecido de que se puede presuponer en él la validez para cada cual. Pero esa
universalidad no puede tampoco nacer de conceptos, pues no hay tránsito alguno de los conceptos al
sentimiento de placer o dolor (excepto en las leyes puras prácticas, que, en cambio, llevan consigo un
interés que no va unido al puro juicio de gusto). Consiguientemente, una pretensión a la validez para
cada cual, sin poner universalidad en objetos, debe ser inherente al juicio de gusto, juntamente con la
conciencia de la ausencia en el mismo de todo interés, es decir, que una pretensión de universalidad
subjetiva debe ir unida con él.
Voy a presentar esto que queda de este momento y cortamos un rato. ¿Qué pasa en el
parágrafo 7? Van a encontrar justamente los dos límites que hay en la descripción del juicio de gusto:
el de la sensibilidad y el del concepto. El de la sensibilidad aparece acá y fíjense este ejemplo que es
muy claro que dice en el primer párrafo:
En lo que toca a lo agradable, reconoce cada cual que su juicio, fundado por él en un
sentimiento privado y mediante el cual él dice de un objeto que le place, se limita también sólo a su
persona. Así es que cuando, verbigracia, dice: «El vino de Canarias es agradable», admite sin
dificultad que le corrija otro la expresión y le recuerde que debe decir: «Me es agradable.» Y esto, no
sólo en el gusto de la lengua, del paladar y de la garganta, sino también en lo que puede ser agradable
a cada uno para los ojos y los oídos. Para uno, el color de la violeta es suave y amable, para otro,
muerto y mustio. Uno gusta del sonido de los instrumentos de viento, otro del de los de cuerda. Discutir
para tachar de inexacto el juicio de otros, apartado del nuestro, como si estuviera con éste en lógica
oposición, sería locura. En lo que toca a lo agradable, vale, pues, el principio de que cada uno tiene
su gusto propio (de los sentidos). Fíjense que este es el motivo por el cual el empirismo llega a un
relativismo del gusto, porque como para el empirismo todas las ideas (incluida la idea de belleza)
son derivadas de impresiones, entonces la distinción tiene un arraigo en el origen de nuestras
ideas, es decir, en las impresiones. En cambio, Kant lo que está diciendo es: ojo, porque en el
plano de las impresiones no hay discusión posible de gusto. A cada uno le gusta lo que le gusta y
punto.
En cambio, ¿Qué pasa en el juicio de gusto? Dice en el párrafo siguiente:
Con lo bello ocurre algo muy distinto. Sería (exactamente al revés) ridículo que alguien que
se preciase un tanto de gusto pensara justificarlo con estas palabras: «Ese objeto (el edificio que
vemos, el traje que aquél lleva, el concierto que oímos, la poesía que se ofrece a nuestro juicio) es
bello para mí.» Pues no debe llamarlo bello si sólo a él le place. Muchas cosas pueden tener para él
encanto y agrado, que eso a nadie le importa; pero, al estimar una cosa como bella, exige a los otros
exactamente la misma satisfacción; juzga, no sólo para sí, sino para cada cual, y habla entonces de
la belleza como si fuera una propiedad de las cosas. Por lo tanto, dice: La cosa es bella y, en su juicio
de la satisfacción, no cuenta con la aprobación de otros porque los haya encontrado a menudo de
acuerdo con su juicio, sino que la exige de ellos -es decir, no se llega por unanimidad, por
concordancia casual, sino que hay una exigencia de concordancia-. Los censuran si juzgan de otro
modo y les niega el gusto, deseando, sin embargo, que lo tengan. Por lo tanto, no puede decirse: cada
uno tiene su gusto particular. Esto significaría tanto como decir que no hay gusto alguno, o sea, que
no hay juicio estético que pueda pretender legítimamente la aprobación de todos.
Fíjense entonces que al final del parágrafo 7 sigue diciendo: “Pero aquí la universalidad se
toma sólo comparativamente, y aquí tan sólo reglas generales (como son todas las empíricas) y no
universales, siendo, sin embargo, estas últimas las que el juicio de gusto sobre lo bello requiere y
pretende alcanzar.” En cambio, en el juicio de gusto la universidad es subjetiva, es a priori. Así se
llama el § 8. Entonces, en el § 8 dice:
Pero aquí hay que notar, ante todo, que una universalidad, que no descansa en conceptos del
objeto -entonces, por un lado, no es la validez privada; pero, por el otro lado, como no hay
conceptos del objeto, tampoco es una universalidad objetiva- (aunque sólo sean empíricos), no es
en modo alguno lógica, sino estética, es decir, que no encierra cantidad alguna objetiva del juicio,
sino solamente subjetiva; para ella uso yo la expresión validez común -no es objetiva-lógica-, que
indica la validez, no de la relación de una representación con la facultad de conocer, sino con el
sentimiento de placer y dolor para cada sujeto. (Puede emplearse la misma expresión para la cantidad
lógica del juicio, con tal que se añada: validez universal objetiva, a diferencia de la meramente
subjetiva, que siempre es estética.) Ahora bien, un juicio de valor universal objetivo es siempre
también subjetivo, es decir, que cuando alguno vale para todo lo que está encerrado en un concepto
dado, vale también para cada uno de los que se representen un objeto mediante ese concepto. Pero de
una validez universal subjetiva, es decir, de la estética, que no descansa en concepto alguno, no se
puede sacar una conclusión para la validez lógica, porque aquella especie de juicios no se refiere en
modo alguno al objeto. Justamente por eso -lo que sigue es la universalidad subjetiva-, la
universalidad estética que se añade a un juicio ha de ser de una especie particular, porque el
predicado de la belleza no se enlaza con el concepto del objeto, considerado en su total esfera lógica,
sino que se extiende ese mismo predicado sobre la esfera total de los que juzgan.
¿Puede haber conocimiento después del juicio lógico? En general sí. Puede haber un juicio
determinante después de un juicio lógico; puede haber, como dice acá Kant, un juicio lógico fundado
sobre un juicio estético: “Por ejemplo, la rosa que estoy mirando la declaro bella por medio de un
juicio de gusto; en cambio, el juicio que resulta de la comparación de muchos individuales, a saber:
las rosas, en general son bellas, enúnciase ahora, no sólo como estético, sino como un juicio lógico
fundado en uno estético.” Pero, ojo, porque: “Si se juzgan objetos sólo mediante conceptos, piérdese
toda representación de belleza.”
en el juicio de gusto, el sentimiento de placer precede al juicio del objeto o éste precede a aquél”. Y
el argumento básicamente dice, ¿qué viene antes el placer o el juicio? Y después de considerar las dos
cosas reitera el mismo razonamiento que es: si el placer precediera al juicio de gusto, entonces, solo
podría haber un juicio de agrado porque habría una determinación de la sensación. Entonces tiene que
predicación la que anteceda la posibilidad del placer. En un punto, ese juicio es ese encuentro, ese libre
juego entre la imaginación y el entendimiento, y el placer será consecuencia de ello. Entonces, fíjense
cómo este segundo momento anticipa ya la conclusión fuerte del cuarto momento: lo que está a la base
como fundamento de comunicabilidad del juicio de gusto es la suposición de un sentido común, que
yo propongo llamar “sentimiento común”, eso que está a la base como supuesto del juicio de gusto.
Fíjense cómo este parágrafo ya anticipa ese momento. Fíjense que acá dice: “La universal
comunicabilidad subjetiva del modo de representación en un juicio de gusto, debiendo realizarse sin
presuponer un concepto, no puede ser otra cosa más que el estado de espíritu en el libre juego de la
imaginación y del entendimiento…”. Eso es lo que se comunica. Cuando se dice que la belleza es un
sentimiento y no una propiedad de la cosa, se quiere decir que está expresando ese estado del espíritu
en el cual dos facultades de conocimiento están entrando en un libre juego, cuando normalmente
trabajan para determinar, para conocer. Y, además, aparece acá esta idea -que después va a quedar más
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En el § 12 me parece interesante señalar el tema de la dilación. Es decir, el único fin de la
experiencia estética es que se prolongue, dilatar la contemplación en lo bello. Entonces fíjense, por
ejemplo, que dice aquí:
Ahora bien, lo mismo ocurre en los juicios estéticos con el placer, sólo que aquí éste es sólo
contemplativo y no tiene interés en influir en el objeto; en el juicio moral, en cambio, es práctico. La
conciencia de la mera formal finalidad en el juego de las facultades de conocimiento del sujeto, en
una representación mediante la cual un objeto es dado, es el placer mismo, porque encierra un
fundamento de determinación de la actividad del sujeto, con respecto a la animación de las facultades
del mismo, una interior causalidad, pues, (que es final), en consideración al conocimiento en general,
pero sin limitarse a un conocimiento determinado y, consiguientemente, una mera forma de la
finalidad subjetiva de una representación en un juicio estético. Ese placer no es de ninguna manera
práctico, ni como el que tiene la base patológica del agrado, ni como el que tiene la base intelectual
del bien representado. Tiene, sin embargo, causalidad en sí, a saber: la de conservar, sin ulterior
intención, el estado de la representación misma y la ocupación de las facultades del conocimiento.
Dilatamos la contemplación de lo bello, porque esa contemplación se refuerza y reproduce a sí misma,
lo cual es análogo (pero no idéntico, sin embargo) a la larga duración del estado de ánimo, producida
cuando un encanto en la representación del objeto despierta repetidamente la atención, en lo cual el
espíritu es pasivo.
Después hay una tríada argumentativa en lo que sigue. Los próximos tres parágrafos (§ 13,
14 y 15) juegan juntos. Lo que yo les había anticipado es que en esta parte del texto se busca contestar
a las posibles objeciones que básicamente consisten en que hay mezclas que enriquecen el juicio de
gusto; la conclusión de esto siempre va a ser que no. Acá se prueba con dos cosas: en el § 13-§ 14 se
prueba con un estímulo sensible más fuerte, el encanto sería el del juicio de lo agradable y produciría
juicios de gustos empíricos y no puros. Además, va a insistir con que lo importante y, de hecho, que
la condición de posibilidad es la forma y no el contenido. Y la distinción con la emoción es que,
básicamente, la emoción es un sentimiento que está asociado con lo sublime que lo describe como la
suspensión momentánea de las facultades vitales.
Lo bello no sería nada de esto. No hay desprecio sobre el encanto y la emoción, sino que
simplemente hay distinción respecto de la experiencia de lo bello. Por último, en el § 15 se va a ocupar
de decir que la belleza (que cuando juzgamos a algo como bello), no estamos diciendo que eso de lo
que estamos predicando sea perfecto en su especie; eso último implicaría un segundo momento u otro
tipo de juicio que ya sería adherente (es decir, se contrastaría la cosa con un concepto de perfección).
Y distingue no solo los juicios puros de los empíricos, sino también de los juicios puros que llama
libres de los juicios intelectualizados -digamos-, que involucran un concepto, una idea de lo que las
cosas deben ser, de un tipo de belleza adherente. Finalmente, en el § 17 dice que, además, podemos
extraer y operar con ideales de belleza, pero esto es a posteriori y se aleja de la base de determinación
de la experiencia estética pura. Voy a leer para señalar brevemente algunas cuestiones para que ustedes
puedan trabajar después y tengan ya marcado dónde concentrarse. El § 13 dice:
Todo interés estropea el juicio de gusto y le quita su imparcialidad, sobre todo si no pone,
como el interés de la razón, la finalidad delante del sentimiento de placer, sino que funda aquélla en
éste. Y esto último ocurre siempre en los juicios estéticos sobre algo que hace gozar o sufrir. De aquí
que los juicios así apasionados, o no pueden tener pretensiones a una satisfacción universal, o, si lo
hacen, son tan escasas como numerosas son las sensaciones de aquella clase que se encuentra entre
los fundamentos de determinación. El gusto es siempre bárbaro, mientras necesita la mezcla con
encantos y emociones para la satisfacción y hasta hace de éstas la medida de su aplauso.
Fíjense que lo que dice claramente en el último párrafo de este parágrafo:
Un juicio de gusto, sobre el cual encanto y emoción no ejercen influjo alguno (aunque se
dejen éstos enlazar con la satisfacción en lo bello), y que tiene, pues sólo la finalidad de la forma
como fundamento de determinación, es un juicio de gusto puro.
Ahora da ejemplos para distinguir el juicio de gusto puro de los juicios en los que se mezcla
encanto y emoción. Fíjense en el § 14:
Los juicios estéticos pueden, de igual modo que los teóricos (lógicos), dividirse en empíricos
y puros. Los primeros son aquéllos que declaran el agrado o desagrado; los segundos, aquéllos que
declaran la belleza (…) Un juicio de gusto es, pues, puro sólo en cuanto ninguna satisfacción empírica
se mezcla en su fundamento de determinación -ojo con esto, no quiere decir que no va a haber
sensación, simplemente es que la sensibilidad no está en el fundamento de determinación y si
impacta demasiado llega a dañar al juicio de gusto-. Pero esto ocurre siempre que el encanto o la
emoción tienen una parte en el juicio que ha de declarar algo bello.
Hay muchas objeciones que dicen el encanto y la emoción agregan algo al juicio de belleza,
pero Kant va a ser taxativo y en la página 224, dice:
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Octavo cuadro
§ 14
Opiniones erróneas
• El encanto añade algo a la belleza y la eleva solo puede ir al lado
La belleza place por la forma y no por la materia
Ej. Adorno (b) ≠ ornato (e)
Ej. Artes plásticas dibujos, sonidos composición
• Emoción sentimiento unido a la sublimidad: momentánea suspensión y desbordamiento
posterior de las fuerzas vitales.
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Noveno cuadro
§ 15 El juicio de gusto es completamente independiente del concepto de perfección
• Juicio de Belleza ≠ representación del bien según su finalidad externa (utilidad): la satisfacción en lo
bello (tomado como medio para otra cosa) no sería inmediata
• Unión Belleza y Perfección, la finalidad interna de la representación del bien (bueno en sí)
Concepción clara y confusa de perfección. Error: fundamento de perfección en el concepto de
lo que la cosa deba ser (perfección contemplativa: tener en la conciencia previamente
determinado ese concepto)
• Pero Juicio Estético: indeterminación, no hay conocimiento de la finalidad objetiva
• La Belleza no es un concepto confuso de la perfección (ni claro, ni distinto, sino que es un juicio
único en su clase, porque no da ningún conocimiento, no tiene ningún concepto determinado)
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Katz (sobre el noveno cuadro): En el § 15 es el argumento más complejo. Kant allí dice que
algunos sostienen que la belleza es un concepto oscuro de la perfección del objeto y que el bien (lo
que se considera bueno en sí), es un concepto claro de la perfección del objeto. Vamos a las
conclusiones esperada en las que Kant dice lo siguiente:
Ahora bien: el juicio de gusto es un juicio estético, es decir, de tal índole, que descansa en
bases subjetivas, y cuyo fundamento de determinación no puede ser concepto alguno; por lo tanto,
tampoco el de un fin determinado. Así, mediante la belleza como finalidad formal subjetiva, no es
pensada en modo alguno una perfección del objeto como finalidad supuesta formal, pero, sin embargo,
objetiva; y vana es aquella distinción entre el concepto de lo bello y del bien que considera a ambos
como distintos solamente por la forma lógica, y según la cual, el primero sería un concepto confuso,
el segundo un concepto claro de la perfección (…) Pero ya he dicho que un juicio estético es único
en su clase, y no da absolutamente conocimiento alguno (ni siquiera confuso) del objeto, conocimiento
que ocurre solamente mediante un juicio lógico; en cambio, refiere la representación, mediante la
cual un objeto es dado, solamente al sujeto, y no hace notar propiedad alguna del objeto, sino sólo la
forma final de la determinación de las facultades de representación que se ocupan con éste. El juicio
se llama estético también solamente porque su fundamento de determinación no es ningún concepto,
sino el sentimiento (del sentido interno) de aquella armonía en el juego de las facultades del espíritu
en cuanto puede sólo ser sentida.
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Décimo cuadro
§ 16 El juicio de gusto, mediante el cual un objeto es declarado bello, bajo la condición de un
concepto determinado, no es puro
§ 17 Del ideal de la belleza
• Adherente: pulchritudo adhoerens, presupone concepto y perfección añadida a
objetos bajo el concepto de un fin particular. Belleza condicionada
Belleza • Libre: en sí, sin concepto de lo que el objeto deba ser, pulchritudo vaga JG
puro. Ej: flores, pájaros, peces no significan nada, no representan ningún objeto
• Fijada: intelectualizada: ideal
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Katz (sobre el décimo cuadro): La diferencia básica entre la belleza libre y la belleza
adherente es que en esta última hay un concepto de la cosa, mientras que en la primera no lo hay.
Entonces dice así, en el § 16:
Hay dos clases de belleza: belleza libre (pulchritudo vaga) y belleza sólo adherente
(pulchritudo adhoerens). La primera no presupone concepto alguno de lo que el objeto deba ser; la
segunda presupone un concepto y la perfección del objeto según éste. Los modos de la primera
llámanse bellezas (en sí consistentes) de tal o cual cosa; la segunda es añadida, como adherente a un
concepto (belleza condicionada), a objetos que están bajo el concepto de un fin particular.
Las flores son bellezas naturales libres. Lo que una flor debe ser sábelo difícilmente alguien,
aparte del botánico, y este mismo, que reconoce en ella el órgano de reproducción de la planta, no
hace referencia alguna a ese fin natural cuando la juzga mediante el gusto. Así, pues, a la base de este
juicio no hay ni perfección de ninguna especie ni finalidad interna a que se refiera la reunión de lo
diverso. Muchos pájaros (el loro, el colibrí, el ave del paraíso), multitud de peces del mar, son bellezas
en sí que no pertenecen a ningún objeto determinado por conceptos en consideración de su fin, sino
que placen libremente y por sí. Así, los dibujos a la grecque, la hojarasca para marcos o papeles
pintados, etcétera, no significan nada por sí, no representan nada, ningún objeto, bajo un concepto
determinado, y son bellezas libres. Puede contarse entre la misma especie lo que en música se llama
fantasía (sin tema), e incluso toda la música sin texto.
En el juicio de una belleza libre (según la mera forma), el juicio de gusto es puro. No hay
presupuesto concepto alguno de un fin para el cual lo diverso del objeto dado deba servir y que éste,
pues, deba representar, y por el cual la libertad de la imaginación, que, por decirlo así, juega en la
observación de la figura, vendría a ser sólo limitada.
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Décimo primer cuadro
Cuarto momento. Según la modalidad: necesidad condicionada
§ 18 Qué sea la modalidad de un juicio de gusto
§ 19 La necesidad subjetiva que atribuimos al juicio de gusto es condicionada
Apodíctica: deducida de conceptos
Necesidad
El juicio de gusto exige la aprobación de cada cual, y el que declara algo bello quiere que
cada cual deba dar su aplauso al objeto presente y deba declararlo igualmente bello. El deber [das
Sollen] en el juicio estético no es, pues, según los datos todos exigidos para el juicio, expresado más
que condicionalmente. Se solicita la aprobación de todos los demás, porque se tiene para ello un
fundamento que es común a todos, cual quiera que sea la aprobación que se pueda esperar, con tal
de que se esté siempre seguro de que el caso fue correctamente subsumido en aquel fundamento como
regla del aplauso.
¿Y cuál es ese fundamento? Aparece aquí en el § 20 en la conclusión: “Así, sólo suponiendo
que haya un sentido común (por lo cual entendemos, no un sentido externo, sino el efecto que nace del
juego libre de nuestras facultades de conocer), sólo suponiendo, digo, un sentido común semejante,
puede el juicio de gusto ser enunciado.”
Esta es la condición. Tiene que ser comunicable, ser compatible. Por eso les propongo este
ser-con (mitsein) heideggeriano para este sentido común -diríamos un mitfühlen, por eso me hace
pensar también en la intersubjetividad y en cierta empatía-, porque la validez es más que del individuo,
sin tener validez en los objetos y teniendo un efecto de validez sobre el resto de la esfera de quienes
juzgan. Fíjense, por ejemplo, acá en el § 22 que dice con claridad, lo siguiente: “En ningún juicio en
donde declaramos algo bello permitimos a alguien que sea de otra opinión…” él dice: bueno, en un
punto lo que justifica esto es que nos enojemos y que demos discusiones -y por eso a Arendt le importa
esto para la política-. Es decir, cuando pensamos que algo está bien y no podemos ir a la realidad a
dirimir la disputa con cuestiones de hecho (con observaciones directas, o sea, que no es una cuestión
de datos), es muy difícil entender que lxs demás no compartan ese juicio con nosotrxs. Entonces, dice
Kant, que en esa no renuncia al debate y a la deliberación, a tener razón sobre algo, se evidencia que
hay un fundamento común en este tipo de juicios, sino hay relativismo. Entonces, retomamos lo que
dice en el § 22:
En ningún juicio en donde declaramos algo bello permitimos a alguien que sea de otra
opinión, sin fundar, sin embargo, nuestro juicio en conceptos, sino sólo en nuestro sentimiento, que
ponemos a su base, no como un sentimiento privado, sino como uno común. Ahora bien: ese sentido
común, para ello, no puede fundarse en la experiencia, pues quiere justificar juicios que encierran un
deber (ein Sollen); no dice que cada cual estará conforme con nuestro juicio, sino que deberá estar
de acuerdo. Así, pues, el sentido común, de cuyo juicio presento aquí, como ejemplo, mi juicio de
gusto, a quien, por lo tanto, he añadido una validez ejemplar, es una mera forma ideal que, una vez
supuesta, permite que de un juicio que concuerde con ella, y esto sobre la misma ya expresada
satisfacción en un objeto, se haga, con derecho, una regla para cada uno, porque el principio, si bien
sólo subjetivo, sin embargo, tomado como subjetivo-universal (una idea necesaria a cada cual), en lo
que se refiere a la unanimidad de varios que juzgan, podría, como un principio objetivo, exigir
aprobación universal, con tal de que se esté seguro de haberlo subsumido correctamente.
Bueno, les recomiendo que lean la “Nota general a la primera sección de la analítica”, que
está justo después del § 23. Voy a hacer una presentación muy sencilla de la “Analítica de lo sublime”
para que tengan a mano cuando lean el texto.
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II. B. Analítica de lo sublime (Analityk des Erhabenen): caracterización y especies de lo sublime,
matemático y dinámico
§ 23 Tránsito de la facultad de juzgar de lo bello a la de lo sublime
-Semejanzas con lo Bello -Diferencias con lo Bello
Lo bello tiene de común con lo sublime que ambos placen por sí mismos. Además, ninguno
de los dos presupone un juicio sensible determinante, ni un juicio lógico determinante, sino un juicio
de reflexión; consiguientemente, la satisfacción no depende de una sensación, como la de lo
agradable, ni de un concepto determinado, como la satisfacción en el bien, siendo, sin embargo,
referida a conceptos, aunque sin determinar a cuáles; por tanto, la satisfacción se enlaza con la mera
exposición o facultad de la misma, mediante lo cual la facultad de exposición o imaginación es
considerada, en una intuición dada, en conformidad con la facultad de los conceptos del
entendimiento o de la razón como impulsión de esta última. De aquí también que los juicios de esas
dos clases sean particulares, y se presenten, sin embargo, como universalmente valederos en
consideración del sujeto, aunque no tengan pretensión más que al sentimiento de placer y no a un
conocimiento del objeto.
Es decir, son dos juicios estéticos, solo que en el primero hay una relación entre la
imaginación y el entendimiento, mientras que, en el segundo, hay una relación entre la imaginación y
la razón. De esto hay que decir dos cosas: la primera es que la relación entre la imaginación y la razón
en el caso de lo sublima no es de juego, sino de seriedad y esto se debe a que la imaginación mantiene
una relación más estrecha con el entendimiento, hay una tendencia a trabajar de manera concordante.
Sin embargo, la imaginación no suele trabajar con la razón, porque exponer ideas de la razón es mucho
más difícil, porque las ideas de la razón carecen de materialidad. De manera que la relación entre la
razón y la imaginación no es de concordancia sino de discordancia y -dice Kant- casi que hay una
violencia de la razón hacia la imaginación porque fuerza a la imaginación a pensar ideas que le quedan
normalmente lejos. Salto al siguiente párrafo que dice:
Pero hay también, entre ambos, diferencias considerables, que están a la vista. Lo bello de
la naturaleza se refiere a la forma del objeto, que consiste en su limitación; lo sublime, al contrario,
puede encontrarse en un objeto sin forma, en cuanto en él, u ocasionada por él, es representada
ilimitación y pensada, sin embargo, una totalidad de la misma, de tal modo que parece tomarse lo
bello como la exposición de un concepto indeterminado del entendimiento, y lo sublime como la de un
concepto semejante de la razón. Así es la satisfacción unida allí con la representación de la cualidad;
aquí, empero, con la de la cantidad. También esta última satisfacción es muy diferente de la primera,
según la especie, pues aquélla (lo bello) lleva consigo directamente un sentimiento de impulsión a la
vida, y, por tanto, puede unirse con el encanto y con una imaginación que juega, y ésta, en cambio (el
sentimiento de lo sublime), es un placer que nace sólo indirectamente del modo siguiente:
produciéndose por medio del sentimiento de una suspensión momentánea de las facultades vitales,
seguida inmediatamente por un desbordamiento tanto más fuerte de las mismas; y así, como emoción,
parece ser, no un juego, sino seriedad en la ocupación de la imaginación. De aquí que no pueda unirse
con encanto; y siendo el espíritu, no sólo atraído por el objeto, sino sucesivamente también siempre
rechazado por él, la satisfacción en lo sublime merece llamarse, no tanto placer positivo como, mejor,
admiración o respeto, es decir, placer negativo.
Avanzo un poco, y dice acá: “el sentimiento de lo sublime, podrá parecer, según su forma,
desde luego, contrario a un fin para nuestro Juicio, inadecuado a nuestra facultad de exponer y, en
cierto modo, violento para la imaginación; pero, sin embargo, sólo por eso será juzgado tanto más
sublime.” Y en el párrafo que sigue aparece algo importante: Kant insiste en que lo bello y lo sublime
no son propiedades del objeto, sino sentimientos que aparecen más relacionados, incluso, con la
naturaleza que con los artefactos; pero en el caso de lo sublime, definitivamente no podría aparecer
este sentimiento en relación a algo producido por el hombre. Esto último, es una conclusión que
fortalezco yo, no está tan clara en el texto, pero sí pareciera ser algo que aparece en ocasión de la
experiencia de algo natural que nos conduce, digamos, en líneas de lo trascendente. Es decir, que
utilizan a la naturaleza como punto de partida para sacarnos de ella, para hacernos pensar en algo
trascendente y no en algo fenoménico, natural, formal, del mundo de la naturaleza. Y dice:
Por esto, empero, se ve, desde luego, que nos expresamos con total falsedad cuando llamamos
sublime algún objeto de la naturaleza, (…) Sólo podemos decir que el objeto es propio para exponer
una sublimidad que puede encontrarse en el espíritu, pues lo propiamente sublime no puede estar
encerrado en forma sensible alguna, sino que se refiere tan sólo a ideas de la razón, que, aunque
ninguna exposición adecuada de ellas sea posible, son puestas en movimiento y traídas al espíritu
justamente por esa inadecuación que se deja exponer sensiblemente.
Esta oración que leí es clara (después la leen de nuevo con tranquilidad), pero entonces lo que
hace la imaginación es exponer una idea de la razón y como no le da para exponer una idea de la razón
(porque no podemos encerrar ninguna idea en algo sensible), lo que ocurre es que en ocasión de esta
idea aparece en un segundo momento la conciencia de una segunda capacidad que es la del
pensamiento y la razón. Cuando la imaginación se muestra limitada, el momento positivo tiene que
ver con el auxilio de la conciencia de la razón. Hasta aquí esta introducción. Entonces, esto tiene dos
especies o aparece en ocasión de dos experiencias distintas: la primera es lo sublime matemático (tiene
que ver con las magnitudes) y la segunda es lo sublime dinámico (tiene que ver con la dýnamis, es
decir, con la fuerza de la naturaleza). Respecto de lo sublime matemático, lo que ocurre es que la
imaginación tiene dos funciones: una es la aprehensión (o sea, recorrer una multiplicidad) y otra es la
comprensión (unificar, mantener vivas las fases recientemente experienciadas, mantenerlas
conscientes). Entonces, lo que dice Kant, es que con la aprehensión no hay límites; el límite aparecería
en la capacidad de comprender en una unidad esa multiplicidad. ¿Qué pasa – dice Kant- cuando eso
que yo tengo que aprehender me excede de todas maneras? Cuando eso me excede de alguna manera,
hay una conciencia del límite de la imaginación. Esa conciencia del límite de la imaginación puede
aparecer ante una naturaleza bruta, informe, grande, amenazante. etcétera. El sentimiento propiamente
de lo sublime aparece cuando esa conciencia de la limitación se ve superada por la conciencia de que
tenemos en nosotrxs otra facultad que nos permiten pensar esas totalidades sin tener que intuirlas, sin
tener que retenerlas en la intuición. Esa otra facultad es la razón. Entonces, dice, por ejemplo, aquí (§
26): “Sublime es, pues, la naturaleza en aquellos de sus fenómenos cuya intuición lleva consigo la
idea de su infinitud.” Y explica, entonces, esta inadecuación de la imaginación para dar una intuición
de esa idea. En el § 27 dice:
El que teme no puede en modo alguno juzgar sobre lo sublime de la naturaleza, así como el
que es presa de la inclinación y del apetito no puede juzgar sobre lo bello. Aquél huye la vista de un
objeto que le produce miedo, y es imposible encontrar satisfacción en un terror que sea seriamente
experimentado -por eso importa lo de la distancia y estar a resguardo-; de aquí que el agrado que
proviene de la cesación de una pena sea el contento. Pero éste, cuando viene de la liberación de un
peligro, es un contento con la resolución de no volverse más a exponer al mismo; aún más: no hay
gana ni siquiera de volver a pensar con agrado en aquella sensación, y mucho menos de buscar
ocasión para ello.
Vamos a los ejemplos:
Rocas audazmente colgadas y, por decirlo así, amenazadoras, nubes de tormenta que se
amontonan en el cielo y se adelantan con rayos y con truenos, volcanes en todo su poder devastador,
huracanes que van dejando tras sí la desolación, el océano sin límites rugiendo de ira, una cascada
profunda en un río poderoso, etc., reducen nuestra facultad de resistir a una insignificante pequeñez,
comparada con su fuerza. Pero su aspecto es tanto más atractivo cuanto más temible, con tal de que
nos encontremos nosotros en lugar seguro, y llamamos gustosos sublimes esos objetos porque elevan
las facultades del alma por encima de su término medio ordinario y nos hacen descubrir en nosotros
una faculta de resistencia de una especie totalmente distinta, que nos da valor para poder medirnos
con el todo-poder aparente de la naturaleza.
Voy un poquito más abajo:
(…) una superioridad sobre la naturaleza misma en su inconmensurabilidad; del mismo
modo la irresistibilidad de su fuerza, que ciertamente nos da a conocer nuestra impotencia física,
considerados nosotros como seres naturales, descubre, sin embargo, una facultad de juzgarnos
independientes de ella y una superioridad sobre la naturaleza…
¿Por qué? Porque tenemos razón, no somos solo cuerpos físicos parte de la naturaleza
… en la que se funda una independencia de muy otra clase que aquella que pueda ser atacada
y puesta en peligro por la naturaleza, una independencia en la cual la humanidad en nuestra persona
permanece sin rebajarse, aunque el hombre tenga que someterse a aquel poder, De ese modo, la
naturaleza, en nuestro juicio estético, no es juzgada como sublime porque provoque temor, sino
porque excita en nosotros nuestra fuerza (que no es naturaleza) para que consideremos como pequeño
aquello que nos preocupa (bienes, salud, vida)…
Quedan ya los últimos dos comentarios. Dice: “Así, pues, la sublimidad no está encerrada en
cosa alguna de la naturaleza, sino en nuestro propio espíritu, en cuanto podemos adquirir la
conciencié de que somos superiores a la naturaleza dentro de nosotros, y por ello también a la
naturaleza fuera de nosotros (en cuanto penetra en nosotros).” De aquí la idea del dominio de la
naturaleza que tanto dolor de cabeza nos vienen dando.
Un último comentario sobre el § 29 que es que Kant dice aquí (de esta hermosa idea que todxs
tratamos de repetir sobre la democratización del gusto en la KU): “(…) pero con nuestro juicio sobre
lo sublime en la naturaleza no podemos tan fácilmente lisonjearnos de penetrar en los demás -esta
idea del sentido común pareciera ser más para lo bello y no tanto para lo sublime-, pues parece
que es necesaria una mucho mayor cultura, no sólo del juicio estético, sino también de las facultades
de conocimiento que están a la base de ésta para poder enunciar un juicio sobre la excelencia de los
objetos de la naturaleza”. ¿Por qué parece requerir más cultura? Básicamente, porque involucra a la
razón y a la razón hay que estimularla con la moral. Dice acá abajo: “En realidad, sin desarrollo de
ideas morales, lo que nosotros, preparados por la cultura, llamamos sublime, aparecerá al hombre
rudo sólo como atemorizante.” Si nosotrxs no tenemos el estímulo de pensar más allá de lo
fenoménico, es decir, en dirección a lo nouménico, entonces todo lo que nos indique en esa dirección
va a ser fuente de temor y va a ser difícil que se convierta en algo placentero. Y, sin embargo, aquí se
defiende (ojo con exagerar esta idea de que no es universal, digamos, la posibilidad del sentimiento de
lo sublime):
Pero porque el juicio sobre lo sublime de la naturaleza requiere cultura (más que el juicio
sobre lo bello), no por eso es justamente producido originariamente por la cultura e introducido algo
así como convencionalmente en la sociedad, sino que tiene sus bases en la naturaleza humana y en
aquello justamente que, además del entendimiento sano, se puede al mismo tiempo exigir y reclamar
de cada cual, a saber, la disposición para el sentimiento de ideas (prácticas), es decir, la moral.
Como conclusión -aunque les recomiendo que lean la “Nota general a la exposición de los
juicios estéticos reflexionantes”-, dice Kant, aquí:
Esta modalidad de los juicios estéticos, a saber, la necesidad que les es atribuida, constituye
un momento principal para la Crítica de Juicio, pues nos da justamente a conocer en ellos un principio
a priori, y los sacan de la psicología empírica, en donde permanecerían, sin eso, enterrados entre los
sentimientos de alegría y pena (sólo con el epíteto de sentimientos más finos, que no dice nada), para
ponerlos, y con ellos el Juicio, en la clase de los que tienen por base principios a priori, y, como tales,
elevarlos hasta la filosofía trascendental.