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Traducción al español de : J-M Barbier et O. Galatanu : La singularité des actions.

Quelques outils d’analyse, en: Jean-Marie Barbier et altri (2000): L’analyse de la singu-
larité de l’action. Séminaire du Centre de Recherche sur la Formation du CNAM, Pa-
ris : P.U.F. pp.13-51

La singularidad de las acciones:


Algunas herramientas de análisis

Jean-Marie Barbier.
Profesor del Conservatorio Nacional de Artes y Oficios
Olga Galatanu
Profesora de la Universidad de Nantes.

1
“Muy a menudo, el vino nuevo se vierte en odres viejos” J.Nuttin

Las acciones humanas, como materia obligada de las ciencias del hombre, no
siempre han sido reconocidas como su objeto. Sobre el modelo de las ciencias llama-
das exactas, en efecto y durante mucho tiempo, las ciencias humanas en su esfuerzo
de autonomización y en su búsqueda de reconocimiento parecen haber privilegiado la
especificación de estados (o productos de la acción humana) que las “fundaban” y su
puesta en relación, más que el abordaje de la dinámica de las acciones.
Esta tendencia ha retrocedido hace ya algunas décadas, desde que la mayor
parte de las disciplinas ha visto la construcción de corrientes intelectuales muy fuertes,
dándose explícitamente por el contrario por objeto las acciones humanas, al menos
aquellas circunscriptas en el espacio históricamente constituido de la disciplina: orien-
tación pragmática lingüística, sociología de las prácticas, psicología de las actividades
situadas, economía de las convenciones,2 etc. A pesar de haber sido emprendidos en
espacios intelectuales de fuerte estructuración autónoma, estos esfuerzos están a me-
nudo marcados por su disyunción relativa, y por la aparición de vocabularios y de con-
venciones completamente distintos para designar objetos en realidad no tan diferen-
tes. Esto ha tenido particularmente por consecuencia dificultades de colaboración –
que aparecen sin embargo como naturales– entre disciplinas y una utilización relati-
vamente débil de sus resultados por parte de los prácticos y actores implicados en la
tarea de inteligibilidad de las acciones.
En este panorama intelectual, la filosofía ocupa un lugar muy particular. Recono-
ciendo por el contrario los problemas de la acción como su territorio natural, y su orien-
tación así como su finalidad, posee una muy rica tradición de trabajos consagrados de

1
Teoría de la Motivación humana, París, PUF “Psicología de hoy en día” pág.9.
2
Se comprueban tendencias comparables en el dominio de las ciencias llamadas “exactas”, por ejemplo
con la dinámica de los sistemas.

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hecho a cuestiones de teoría de la acción3 y también se ha dado explícitamente este
objeto en dos de sus corrientes, actualmente las más influyentes: la filosofía analítica
anglosajona, muy nutrida de la reflexión sobre el lenguaje y la corriente hermenéutica
y fenomenológica. Significativamente, la filosofía de la acción ocupa hoy en día una
posición de interfecundación con las disciplinas cercanas que ocupaba un poco antes
la filosofía de las ciencias, particularmente en el nivel epistemológico. Se puede ver
que un gran número de trabajos filosóficos, presentan dos características ligadas que
no favorecen su uso en las tareas de análisis de acciones concretas: en primer lugar el
carácter trascendental de las categorías empleadas que se oponen como lo indica P.
Ricœur a los “conceptos empíricos” de las ciencias sociales: éstos han mirado más a
la acción que a las acciones; luego, la adherencia de estas categorías a las categorías
intelectuales significativas para los actores, lo que Paul Ricœur designa de manera
igualmente sugestiva con la noción de “semántica de la acción”.
El presente trabajo que reivindica la condición de ensayo desearía proponerse
un objetivo bien modesto desde el punto de vista de los planteos recientemente descri-
tos, pero en estrecha relación con las tareas de investigación, directamente articuladas
a los campos de las prácticas: esforzarse por poner al día algunas herramientas de
análisis, presentando particularmente tres características:
— poder ser utilizadas de manera no trascendental, sino transversal en los campos
de prácticas implicados, de manera de favorecer diálogos y colaboraciones, aún si
en el espíritu de esta tarea cada campo de práctica debe ser especificado precisa-
mente. En esta lógica, cogniciones y enunciaciones serán tratadas según la expre-
sión de J. Nuttin (1980), como acciones sui generis, aún si éstas pueden presen-
tarse por su parte como componentes de otras acciones;
— poder permitir la captación del carácter situado, contingente, singular de las accio-
nes, en relación con el objetivo global de esta obra;
— poder finalmente ser empleadas en una tarea de inteligibilidad de estas acciones, y
no solamente en una tarea comprensiva: dicho de otra manera, la semántica de la
acción será considerada como un material o como un método para la investigación,
pero en ningún caso como su marco conceptual4
Concretamente, nosotros nos proponemos, en el marco de tres grandes funcio-
nes capaces a la vez de ser distinguidas y articuladas en el abordaje de las acciones,
proponer algunas grandes categorías de herramientas ya experimentadas, y que per-
miten introducir de inmediato un análisis más fino.
La realización de este objetivo nos parece requerir tres condiciones previas:
— una clarificación de las nociones ya utilizadas en la asignación de la actividad
humana (por definiciones convencionales a posteriori);
— un esfuerzo de definición precisa, esta vez teórica (convencional a priori), de nues-
tro objeto, lo que tendrá una incidencia directa en las herramientas propuestas;
— una clarificación de las posiciones epistemológicas y teóricas más amplias que
estas herramientas presuponen.
En fin, la presentación de las herramientas propiamente dichas, será seguida de
algunas apreciaciones sobre sus implicaciones metodológicas.

3
Aristóteles y Spinoza son ejemplos particularmente interesantes.
4
Como L. Queré lo llama en muchos de sus escritos, en especial “Agir dans l’espace public” en L. Queré
(coord.) (1990) Edición de L´EHESS, “Raisons pratiques”, p.86.

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LA TERMINOLOGÍA EN USO EN LA DESIGNACIÓN DE LA ACCIÓN HUMANA
El esfuerzo de clarificación de esta terminología, simplemente a los efectos de
este trabajo, supone la adopción de un cierto número de convenciones sobre los
términos de base que vamos a utilizar:
— en principio llamaremos estado a una atribución de rasgos específicos que resulta
de una operación puntual de identificación de un objeto físico o social;
— llamaremos proceso [processus]5 al pasaje de un estado a otro estado formando
una unidad juzgada significativa para un observador;
— llamaremos procedimiento o proceder [procès] a los procesos [processus] que han
sido el objeto de anotación de un cierto número de invariantes o de regularidades;
— finalmente llamaremos actividad a los procesos [processus] que suponen la inter-
vención de un ser vivo y actividad humana, los procesos [processus], que suponen
la intervención de uno o de varios sujetos humanos.

Hecha esta aclaración, parece posible en la terminología de uso común, para la


designación de la actividad humana, distinguir dos espacios de significación de los
términos empleados:
1- Una primera zona de designaciones privilegiando la adopción de un punto de vista
exterior.
Estas designaciones tienen como punto común el hecho de funcionar como ca-
tegorías de delimitación, de objetivación y de estructuración externa de las actividades
implicadas.
Se puede incluso distinguir en su interior dos conjuntos:

a. Las designaciones centradas esencialmente sobre los procesos [processus]:


Es particularmente el caso de la noción de acto en el sentido corriente que privi-
legia la objetivación de la actividad implicada. Un acto se comprueba, se establece,
designa lo que ha sido hecho y que deja una huella, un producto; subsiste luego de
haber sido planteado y aún observado. Puede ser definido como una actividad realiza-
da por un sujeto humano.
Es igualmente el caso de la noción de operación que tiende a privilegiar la es-
tructuración por el observador de la actividad designada. Una operación es una activi-
dad identificable como una combinación de factores o de elementos que producen
ciertos resultados dados, la operación puede incluso ser definida como una actividad
específica.
b. Estas designaciones relativas a la vez a los procesos [processus] y a los sujetos
humanos implicados portadoras de una relación de inferencia:
Es el caso de la noción de comportamiento que designa habitualmente las acti-
vidades observables, susceptibles de manifestar, (de revelar) los sujetos humanos que
están implicados en ellas.
Es el caso también de la noción de actividad en el sentido usual que designa el
conjunto de los procesos [processus] en los cuales se compromete un sujeto, indivi-
dual o colectivo, al menos en un campo dado. Etimológicamente, por otra parte, activi-

5
Hemos mantenido entre paréntesis recto los términos franceses procès y processus en la medida en que
en español no existe una palabra exactamente correspondiente a cada uno de ellos. NT

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dad designa el potencial que presenta un ser vivo de transformación de sí mismo y de
su entorno.
Es el caso, finalmente, de la noción de práctica que designa de manera precisa
el lazo existente entre un sujeto humano y una transformación precisa de su entorno
físico, social o mental. Una práctica puede ser definida por otra parte, como un proce-
dimiento [procès] de transformación, implicado uno o varios sujetos humanos.

2. Una segunda zona de designaciones, privilegiando por el contrario el punto de vista


del sujeto humano implicado en la actividad.
A esta segunda zona pertenecen particularmente:
— la noción de conducta, en el sentido común que remite explícitamente la actividad
de un sujeto a unas representaciones que lo acompaña y que pretenden orientarlo;
— la noción de acción en sentido estricto que nos interesa aquí muy particularmente y
que puede ser definida como el conjunto de los fenómenos que a los ojos de un su-
jeto, constituyen una unidad significativa de sus actividades6.
Este tipo de construcción tiene por efecto que generalmente el sujeto individual o
colectivo, se considera como causa de su propia acción, lo que conduce por otra parte,
muy a menudo al uso del término actor (autor o sujeto).

LAS CARACTERÍSTICAS DE LA ACCIÓN


Así definida desde el plano semántico, la acción parece presentar claramente
tres características, susceptibles de tener una incidencia directa sobre las herramien-
tas de análisis que proponemos.

a. Antes que nada la acción es una organización singular de actividades para el actor
implicado.

Una acción es habitualmente la movilización de una combinación inédita de ruti-


nas. La noción de rutina (interiorización de una secuencia de actividad) y la noción de
inédito (combinación no experimentada) carecen de sentido fuera de la relación con el
actor implicado, y más particularmente con sus experiencias anteriores, y en relación
con las supuestas huellas (estructuras operativas) que ellas han dejado en su perso-
nalidad. Como lo indica L. Queré7, son primero los hábitos y nos los conceptos, los que
en la acción interpelan las singularidades bajo una forma viva.
Una manera de hacer captar nuestro propósito es recordar la distinción hecha
por Leontieff entre operación y acción para explicar el desarrollo de las personalida-
des: “Las operaciones, escribe él, se forman por primera vez en tanto que acciones y
no pueden aparecer bajo otra forma (...) ellas pueden solamente adquirir después en

6
Para definir lo que ellos llaman “el curso de la acción” J.Theureau y L.Pinsky hablan de “lo que en la
actividad de uno(s) operador (es) es significativo para él (ellos), es decir, narrable y comentable para él y
para ellos en todo momento”. (L.Pinsky, Action et autonomie, en P. Ladrière, P.Pharo, L. Queré, La théo-
rie de l'action. Le sujet pratique en débat, París, CNRS, 1993, p.106-107. Ver sobre todo la contribución
de J. Theureau en este libro.
7
Conferencia en CNAM en el ámbito del seminario organizado en relación a esta obra.

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algunos casos, la forma de prácticas automatizadas”.8 Jérôme Bruner (1985), en el
mismo sentido, habla de un proceso [processus] de “modularización” de la acción.

b. La acción constituye una intervención sobre los procesos [processus] que ya están
en curso

“Panta rei: todo deviene” Heráclito


Como ya lo explicamos más arriba, la noción de estado tiene probablemente
sentido sólo vinculada a una operación cognitiva. No constituye una realidad ontológi-
ca. Lejos de acontecer en un contexto estable, ya sea físico, social o mental, la acción
interviene siempre en los contextos en curso de evolución, aún cuando se trata de
procesos [processus] muy lentos. No es por azar que hoy en día muchos científicos
introducen la historicidad dentro de los fenómenos físicos, y cada vez se realizan más
trabajos acerca de la dinámica de los sistemas [...]. ¿qué falta aquí?
Muchos sicólogos, como J.F. Richard, y ergónomos como J. Theureau, definen
la acción como una modificación del curso natural de las cosas. [...] Tal vez sería pre-
ferible, hablar de modificación de una configuración de procesos [processus] en curso,
ya que es verdad que habitualmente esta modificación no abarca un solo proceso
[processus] sino varios, a la vez autónomos y articulados entre ellos, y muchas veces
no conocidos por el actor implicado.
De esta manera, en el dominio de la enseñanza y de la formación, una acción
pedagógica interviene explícitamente sobre un funcionamiento ya en curso: el funcio-
namiento cognitivo, afectivo y experiencial del aprendiz, y su dinámica de transforma-
ción identitaria. Como lo recuerda a menudo Ph. Meirieu, enseñar es como mucho
favorecer los aprendizajes, y como poco no impedirlos. Pero la acción pedagógica
modifica igualmente los procesos [processus] en el propio enseñante como en el en-
torno social del aprendiz. Como se dice a veces, para sugerir esta “solidaridad” de los
procesos, el alumno aprende cuando el maestro aprende, y cuando el establecimiento
aprende.
Es por ello probablemente una característica de las acciones emprendidas sobre
las personas la intervención sobre una configuración de procesos [processus] ya en
curso, configuración que es ella misma evolutiva.

c. En fin, la acción da lugar –por parte del actor individual o colectivo que se implica en
ella– a un trabajo de puesta en representación que abarca a la vez y de manera inter-
activa, la organización de actividades prevista o realizada, a uno mismo como sujeto
actuante y las relaciones del sujeto con el entorno.

En ocasión de una acción se comprueba el advenimiento de fenómenos de pro-


ducción de representaciones y de atribución de significaciones que tienen por objeto,
como la phronesis de Aristóteles (Ética a Nicómaco), las “cosas de la vida” y el cono-
cimiento de lo singular:
— representación de la acción misma: como lo indica F.Isambert9 “de todas mane-
ras, el sentido de la acción está completamente en el proyecto, es decir en el futuro

8
Le développement du psychisme, 1972; trad. : Édition Sociales, 1976 (subrayada por nosotros) ??

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anterior que prepara la acción, que la guía y que luego permite la evaluación. Ci-
tando a Schutz, este mismo autor escribe10 que lo que caracteriza al proyecto es
por una parte ser una representación de la acción y por otra parte, representarla de
una manera o de otra como ya realizada.
— representación del actor como sujeto actuante: como ya hemos tenido ocasión
de anotarlo, en la acción el actor tiende a representarse a sí mismo, en relación
con su acción, con todos los afectos correspondientes, precisamente variables
según la representación del acontecer efectivo.
— representación del entorno significativo; como lo ha anotado desde hace mu-
cho tiempo Husserl, hay tantos mundos circundantes como sujetos personales y
deberíamos decir de sujetos de acción. Tendremos ocasión de volver sobre este
punto ampliamente.
Estas representaciones están ligadas entre sí: representaciones del entorno, re-
presentaciones del sujeto actuante, se efectúan en relación con la acción y viceversa.
Todas forman una red de conjunto que poseen suficiente coherencia como para que
podamos hablar de unidad significativa para el actor y en ciertos casos de cultura de la
acción.

ALGUNAS OPCIONES EPISTEMOLÓGICAS Y TEÓRICAS


Abordar la acción tal como la acabamos de definir, supone, como parecerá evi-
dente, un cierto número de opciones epistemológicas y teóricas, por otra parte solida-
rias de las opciones metodológicas. Precisémoslas brevemente:

Un abordaje holístico

Percibimos las cosas todas enteras


Aristóteles
Este abordaje se opone directamente a muchas tradiciones filosóficas, cuya fun-
ción social es evidente, y que tienden a subordinar algunos componentes de la acción
a otros: por ejemplo, subordinación de la realización a la concepción, subordinación de
la acción a la percepción, precedencia de la ciencia en relación a la intervención (Cf
los análisis de Argyris), etc. que por otra parte en el contexto occidental son perma-
nentemente retomados desde el primado de la “teoría” sobre la “práctica”.
Una de las mejores ilustraciones de este abordaje holista es tal vez la presenta-
ción que hace A. Berthoz11 de las relaciones entre percepción y acción. Para él, en
efecto, la percepción está “sujeta (constreñida) por la acción, es simulación interna de
la acción, es juicio y toma de decisión, es anticipación de las consecuencias de la de-
cisión” (...) y “ es el conjunto de la acción que se juega, en el cerebro y por los modelos
internos de la realidad física, que no son operadores matemáticos, sino verdaderas
neuronas en las que las propiedades de forma, de resistencia y de oscilación y amplifi-
cación, son parte del mundo físico, son acordes con el mundo exterior”.

9
Nota Pour une Phénoménologie de l´action´, en P. Ladrière Pharos, L Queré, La théorie de l´action. Le
sujet pratique en débat. 1993. p.118
10
ibidem p119
11
Que dirige en el Collège de France un laboratorio significativamente centrado en la Fisiología de la
percepción y de la acción. A. Berthoz Le sens de mouvement. Ed. O.Ja Ricœur cob, París 1997, p.15 y 28
(subrayado por nosotros).

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La misma idea está expresada en el plano de las actividades puramente cogniti-
vas por Philip Johnson–Laird12 cuando escribe: “Para decidir hay que juzgar; para juz-
gar hay que razonar; y para razonar hay que decidir (sobre qué razonar)”:
Este abordaje holista postula de hecho, en el análisis de los diferentes compo-
nentes de la acción:
— el primado de los lazos entre los diferentes componentes.
— la reciprocidad de estos lazos
— la “presencia” del conjunto de los componentes en cada uno de ellos.
Es en este abordaje que ya en un escrito anterior,13 nosotros hemos abordado
las relaciones entre los diferentes componentes afectivos, representacionales y “ope-
ratorios” de la personalidad. En esta perspectiva el recurso a las nociones de carácter
integrador como la noción de representación o de significación es claramente impor-
tante.

Un abordaje dinámico
Este abordaje se opone al dominante en las conceptualizaciones profesionales,
que es el de la lógica de las etapas de la acción.
Tanto la experiencia de los actores como los resultados de las investigaciones
empíricas muestran persistentemente que en el dominio de la acción todos los compo-
nentes susceptibles de ser diferenciados tienden a modificarse continuamente: “las
circunstancias exteriores que como lo indica Suchman,14 no son nunca plenamente
anticipadas y cambian continuamente alrededor de nosotros”, E. Bourgeois15 escribe a
su vez “los afectos experimentados, las representaciones de los actores no son estáti-
cas (...) no pueden más que evolucionar en el curso de la acción (de formación) y más
allá”.
Este abordaje tendrá por consecuencia concreta el uso que haremos de aquí en
delante de la noción de función, caracterizada por el tipo de producto que resulta de
ella, pero que puede ejercerse y evolucionar a lo largo de la acción. La noción de fun-
ción, sustituye a la de etapa. La opción por un abordaje dinámico nos obliga de esta
manera a adoptar una perspectiva a la vez teórica y longitudinal. La búsqueda de las
regularidades se efectuará por lo tanto, menos al nivel de las sucesiones temporales
que de la especificación de las “operaciones” comprobadas.

Un abordaje combinando la teoría de la acción y la teoría de la identidad


He aquí un asunto realmente importante.
Ya hemos visto en la reflexión semántica, que es difícil distinguir el abordaje de
una actividad del abordaje del sujeto implicado en esa actividad.
La identificación de un ser social es de hecho el producto de una inferencia16 a
partir de una identificación de una actividad. Por otra parte probablemente se pueden
establecer lazos precisos entre modos de calificación de las actividades y modos de

12
Philip Johnson-Laird y Eldar Shafir, “The interaction between reasoning and decision –making: An intro-
duction, Cognition nº49, 1993, p.109.
13
J.M.Barbier, O. Galatanu, Action, affects et transformation de soi, PUF, “Éducation et Formation”, 1998,
p.47 y 54-55.
14
Plans and situated action, Cambridge University Press, 1987.
15
E. Bourgeois, J Nizat, Apprentissage et formation des adultes, Paris, PUF, “L´éducateur”, 1996, p.40.
16
J.M.Barbier, De l´usage de la notion d´identité en recherche, notamment dans le domaine de la forma-
tion Éducation permanente, nº128, Formation et dynamique identitaire, p.11 à 26.

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calificación de seres sociales implicados en ellas (por ejemplo proyecto-sujeto, acción-
actor, operación-operador, etc.).
Más allá de esta relación de inferencia, de naturaleza cognitiva, los lazos entre
actividad y sujeto actuante son más profundos y más recíprocos en la perspectiva
holística explicitada más arriba. Imposible ser sin actuar, e imposible actuar sin ser.
Para Leontieff (1972) la noción de sujeto concreto de personalidad puede ser definida
como el momento interior de la actividad, la cual contribuye a modificar el siquismo del
sujeto. Nosotros tenemos la costumbre de decir que la práctica es a la vez una pro-
ducción y una movilización de identidad.
Admitir estas relaciones nos lleva a postular la existencia de un mecanismo de
interiorización y de activación de los elementos interiorizados que según los casos han
sido llamados esquemas, habitus, patterns, etc. A diferencia de autores como J.Piaget
(pero también como P. Bourdieu), que para definir tales constructos recurren explíci-
tamente o de hecho a las nociones de invariantes o de irregularidades, nosotros pre-
sentamos la hipótesis que tal definición es de hecho una proyección de las caracterís-
ticas de la tarea cognitiva realizada (en la marcha de la tarea científica tradicional) so-
bre su objeto. Es probable que haya que imaginar tantas trazas identitarias como
prácticas y que estas formas alcancen tanto a las relaciones como a las nociones.

Un abordaje transversal
La acción no se limita a la acción manifiesta, es decir observable.
Pensar, percibir, decir, presentan las mismas características que las acciones
observables.
Como lo indica J. Nuttin,17 “en la mayor parte de las situaciones cognitivas, el ser
humano responde con una acción cognitiva de reflexión y de imaginación, al mismo
tiempo que con una manipulación física de objetos presentes (...) pensar es también
una actividad autónoma que el hombre ejerce sobre el mundo percibido”. La represen-
tación o la manipulación de símbolos no implica siempre tener conciencia.
Lo mismo para las acciones de enunciación: el argumento del análisis de con-
versación escriben W.Sharrock y A. Watson18, ha consistido en efecto en mostrar
esencialmente que el discurso podía ser tratado como un “hacer” y analizado como
una acción, y que las relaciones entre enunciados podían ser estudiadas sistemática y
rigurosamente en términos de relaciones entre acciones sociales”.
Según el punto de vista adoptado por nosotros, una cognición o una enunciación
puede ser considerada como un componente de una acción o como una acción sui
generis.
Se notará especialmente que, y esto tiene consecuencias importantes para la in-
vestigación, la comunicación sobre la acción (por ejemplo un acto de explicitación o
una autoconfrontación) constituye una acción diferente de la acción, y posee sus ca-
racterísticas propias.
La puesta a punto de las herramientas de análisis transversales a los diferentes
campos de prácticas, supone por lo tanto una especificación de los mismos. Constitu-
ye obviamente un posicionamiento para todos los campos de investigación correspon-
dientes a los campos de prácticas (gestión, ergonomía, terapia, pragmática lingüística,
etc.).

17
J.Nuttin. Théorie de la motivation humaine, op.cit., 1985.
18
La unidad del hacer y del decir, en Raisons pratiques. 1: Les formes de l´action,1990, p.253.

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Un abordaje empírico y situado
Ya hemos tenido ocasión de decirlo, para nosotros el objeto del análisis de la
acción no es la acción en general, sino las acciones.
Este abordaje está muy bien ilustrado por la corriente intelectual que se llama la
acción situada. Para Suchman las acciones realizadas son obligatoriamente acciones
situadas, las acciones situadas son acciones tomadas en el contexto de circunstancias
particulares concretas. Este abordaje nos conduce a privilegiar los conceptos empíri-
cos y los resultados de investigación provenientes de disciplinas que tienen por objeto
acciones concretas, fisiología, ergonomía y particularmente lingüística.
Este mismo abordaje, nos conduce también en relación con el objetivo de este
libro a considerar a cada acción como una configuración singular y evolutiva de activi-
dades, de significaciones y de entornos.

Un abordaje epistemológico constructivista


En lo esencial este abordaje consistirá en considerar la tarea de producción de
conocimientos sobre las acciones mismas, como una acción susceptible de ser anali-
zada con las mismas herramientas. Más que de teoría de la acción, nosotros hablare-
mos en realidad de elaboraciones teóricas sobre las acciones, lo que deja evidente-
mente intocadas las cuestiones del espacio social de la producción del conocimiento y
en particular de las relaciones entre objeto y punto de vista, que deberán explicitarse
en la exposición de la investigación.
Esto no significa que simplemente estemos siguiendo a lo que desde el siglo
XVIII nos invitaba E. Kant19 en ese hermoso texto de advertencia: “La paloma ligera,
que en su vuelo siente la resistencia del aire, podría imaginarse que ella volaría mucho
mejor en el vacío”.

EL ABORDAJE DE LAS FUNCIONES DE FUNDACIÓN DE LAS ACCIONES


Detrás de este término de fundación, entendemos que nombramos a los fenó-
menos que según los campos de prácticas y los campos disciplinarios, son designados
en particular bajo los términos de promoción, activación,20 movilización, disparador,
transferencia, etc. Por otra parte nosotros hemos podido hablar de dominio de la ac-
ción.
Podemos definir las funciones de fundación de una acción, como el conjunto de
fenómenos relacionados con el recurso a una acción, a la movilización de los medios
para realizarla, y al uso de los resultados.
Las funciones de fundación de las acciones nos parecen abordables en tres niveles:

19
E. Kant, Critique de la raison pure, Introd., Paris, Garnier-Flammarion, 1976, p.62 (citado por Berthoz):
en este pasaje Kant apuntaba particularmente a Platón.
20
Definida por los neurofisiologistas como el pasaje de un nivel de actividad nerviosa a otro, más elevado.

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El análisis de las configuraciones de procesos [processus] en curso susceptibles de
ser afectados por el advenimiento de la acción.

Es habitualmente lo que uno llama entorno de la acción. Pero esta noción es


demasiado poco precisa para poder ser utilizada concretamente. En el conjunto de los
fenómenos susceptibles de constituir el entorno de una acción, para el análisis importa
desagregar los procesos [processus] las actividades y las trayectorias susceptibles de
afectar directamente la acción o de ser directamente afectados por ella. La referencia
a términos de interés (inter esse: estar entre) o de toma de posición, es en el plano
epistemológico –en todo caso- más precisa. En el dominio de la formación en empre-
sas por ejemplo, para comprender el recurso a una acción de formación (pero también
los medios movilizados para esta acción y la transferencia de sus resultados) es esen-
cial interrogarse acerca de las trayectorias y dinámicas de cambio en las cuales los
individuos y las organizaciones implicados están ya involucrados. Generalmente la
formación se presenta en efecto, como un compromiso o una transacción (negociada o
impuesta) entre estas dinámicas heterogéneas. Esto tiene por efecto particularmente
el ofrecimiento de muchos espacios y de muchas lógicas de significación para las ac-
ciones emprendidas.
Esta operación de análisis, practicable desde el exterior de una acción, está
próxima a lo que se llama en sociología el análisis de las posturas.

En el caso por ejemplo de los campos de prácticas, que como la formación o la


comunicación tienen como objetivo la intervención sobre otros seres humanos, el aná-
lisis puede realizarse de manera muy simple a partir de una interrogación:
— sobre los actores involucrados por su relación con la acción.
— sobre los campos o espacios de prácticas en los cuales ellos ya están involucrados
— y sobre las dinámicas de cambio que los actores han conocido ya dentro de esos
espacios.
Este análisis no es simplemente un análisis anterior a la acción, podría hacerse
también durante y después de la acción. Como ya lo hemos dicho, las configuraciones
estudiadas son evolutivas, lo que nos impone tomar en cuenta los espacios y los tiem-
pos.

El análisis de las configuraciones emocionales, jugando el papel de disparadores de la


acción.

En un trabajo anterior21 hemos tenido la ocasión de definir emoción como una


experiencia síquica, ligada a la singularidad de una situación para el actor, operando
una ruptura del estado o del proceso [processus] en el cual él está involucrado.
Resulta evidente la relación entre esta definición que acabamos de dar acerca
de la acción, y el análisis que acabamos de proponer sobre los procesos en curso. En
la medida en que la acción es una intervención sobre una configuración de procesos
[processus] o de actividades en curso, ella supone de hecho, la existencia de una
emoción de fundación – Ninguna acción, sin emoción- esto es cierto también tanto

21
J.M. Barbier y O. Galatanu: Action, Affects et transformation de soi, Paris, PUF, 1996, p.48

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para una micro-acción como para un itinerario de vida identificado algunas veces por
una emoción fundadora (inductor de un “arranque de actividad”).
a) La “fundación” de una acción se efectúa sobre la base de la comprobación de una
ruptura, de una interrupción, identificable en términos de acontecimientos.- En el caso
de la formación, esta ruptura puede ser por ejemplo un acontecimiento biográfico (de
donde la investigación en historia de vida de las “experiencias significativas”). Estu-
diando la vuelta a los estudios, L.Fond-Harmant22 habla de un pasaje “del aconteci-
miento como fenómeno puntual a la estructuración existencial como proceso de in-
flexión biográfica (...) la vuelta a los estudios es un lazo entre dos socializaciones (...)
con la vuelta a la universidad los sujetos proceden a una puesta en orden de su pasa-
do., tanto si el futuro es percibido como una continuidad o como una discontinuidad
con este pasado.” para identificar estos fenómenos Cl. Dubar habla igualmente de
transacción subjetiva.
En el caso de una acción industrial o comercial, esta vuelta puede ser provocada
por ejemplo por la comprobación de una situación de competencia amenazante.
En el plano de las herramientas de análisis, esta primera característica puede
traducirse particularmente por una interrogación sobre las circunstancias precisas (las
“causas inmediatas”) en las cuales fue gestada la idea de la acción. Estas circunstan-
cias de ruptura pueden implicar a muchos actores.
b) Esta ruptura se acompaña de una configuración emocional. - Para la mayor parte de
los autores que han abordado el problema de la emoción, su aspecto más importante
es precisamente la interrupción, la ruptura en un devenir – J. Cosnier23 habla de esta-
dos afectivos temporales, inducidos por antecedentes temporalmente precisos.
La emoción es una organización compleja de elementos afectivos, representa-
cionales y operatorios. Para A. Damasio24 la emoción “resulta de la combinación de
procesos [processus] de evaluación mental, simples o complejos, con las respuestas a
estos [processus], provenientes de representaciones potenciales. Estas respuestas, se
efectúan principalmente a nivel del cuerpo propiamente dicho, traduciéndose por tal o
cual estado emocional del cuerpo, pero también pueden efectuarse a nivel del cerebro
mismo (neuronas moduladoras del tronco cerebral) lo que conduce a cambios menta-
les suplementarios”. No implica por lo tanto necesariamente la conciencia: es el caso
particularmente de los afectos llamados fásicos en las conversaciones.
Organización compleja y singular a nivel personal, la emoción también puede ser
distribuida en un grupo. Es tal vez preferible hablar de configuraciones emocionales.
En el plano de las herramientas de análisis, esta segunda característica puede
traducirse por una interrogación precisa tendiente a elucidar los fenómenos así expe-
rimentados por los actores implicados. La noción de problema por ejemplo, no tiene
sentido sino en relación a los actores; un problema no es problema sino para uno, no
alcanza con saber que un acontecimiento es problemático, también hay que saber en
qué es problemático lo que nos lleva a elucidar la configuración emocional menciona-
da más arriba.
c) Esta configuración emocional se prolonga en una configuración actitudinal (O. Gala-
tanu, 1984,1988). – Si una configuración emocional está limitada en el tiempo, contin-
úa ejerciendo su papel de disparador de la acción durante la preparación de la realiza-
ción de la acción. Pero entonces da lugar a todo un trabajo de elaboración y de trans-
formación que según los casos desembocan en la expresión de deseos, de motivacio-
nes, de gustos, de intereses, de actitudes de parte de los actores interesados, por el
advenimiento de la acción, antes, durante y después de su desarrollo (nos encontra-
22
Approche biographique et retour aux études, Education permanente, nº125, p. 120.
23
J.Cosnier: Psychologie des émotions et des sentiments. Paris, Ed.Retz Index,1994,p.160
24
A.Damasio, Lerreur de Descartes. La raison des émotions, Paris, Ed. O. Jacob, 1995, p.183

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mos cercanos a la identificación de fenómenos considerados habitualmente como re-
levantes para el análisis de las necesidades o de la evaluación de la transferencia). En
escritos anteriores O. Galatanu25 describió los actos ilocutorios específicos a partir de
la especificidad de las configuraciones actitudinales que los acompañan.

El análisis de las configuraciones de lo que se moviliza en la acción [investissements]26

En economía, la noción de inversión [investissement] se define esencialmente en


relación a otras dos nociones: la noción de retorno y de anticipación. En psicoanálisis
se emplea para designar la movilización de energía psíquica sobre un objeto o una
actividad.
Esta noción parece en realidad poder ser utilizada en el análisis de las funciones
de fundación de todos los tipos de acción, que suponen en todos los casos:
— la referencia a una energía, a una puesta en movimiento sugerida por otra parte
por el mismo términos de emoción (ex-movere)
— la referencia a un objeto, a una dirección;
— la referencia a un tiempo.
(Significativamente por otra parte, en mecánica, la noción de acción se define como
una relación entre una energía y un tiempo).
El desencadenamiento de la atención o del recuerdo, nos provee de un buen
ejemplo en el campo de las microacciones. Como ya lo hemos indicado por otra parte,
en efecto la atención puede ser definida como una intensificación probable de la acti-
vidad neural correspondiente a una imagen durante un tiempo dado (Damasio, 1995),
y el recuerdo puede ser definido como el pasaje de un contenido representacional de
la memoria de largo plazo a la memoria de trabajo durante un tiempo dado.
También pueden ser tomados otros ejemplos a nivel de un itinerario individual,
recurriendo a la noción de libido, que como lo indica P. Bourdieu27 pueden desplegarse
en tantas formas como campos de actividades existen.
En fin, a nivel más macrosocial, las situaciones llamadas de acompañamiento,
ilustran igualmente la variedad de configuraciones de lo que se moviliza [investisse-
ments] y que es susceptible de ser consentido por muchos actores implicados en el
montaje de una acción
El análisis puede hacerse por una interrogación sobre el conjunto de los medios
(financieros, materiales, físicos) utilizados, el empleo de un tiempo de actividad, cuyo
contenido [el del análisis] se precisa durante el curso de la acción siendo en todos los
casos un punto de pasaje obligado.

25
O.Galatanu, Actes de langage et didactique des langues étrangères, 1984; Interprétants sémantiques et
interactions verbales, 1988, Presses de Université de Bucarest, TUB.
26
Al igual que en el caso de los términos procès y processus, el término investissement se conserva entre
paréntesis rectos en todos los casos, dada la dificultad de encontrar un término apropiado para su traduc-
ción al español. NT
27
Raisons pratiques. Sur la théorie de l´action. Un acte désintéressé est-il possible? París. Éditions du
Seuil, 1994, p.153 [hay traducción española NT]

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EL ABORDAJE DE LAS FUNCIONES
DE PUESTA EN REPRESENTACIÓN
Nosotros convendremos en llamar funciones de puesta en representación de las
acciones – o acompañantes de las acciones- al conjunto de los fenómenos de produc-
ción y de transformación de representaciones que ocurren en los actores que se impli-
can en ellas y se relacionan con: una organización singular de las actividades que
componen las representaciones, ellos mismos como sujetos actuantes, y con sus
vínculos con el entorno.
Estas funciones de puesta en representación de las acciones, es lo mismo que lo
que hemos llamado en otros lugares pensamiento para la acción, la cultura de la ac-
ción, la conducta de la acción o aún la función de dominio de la acción.28 La socializa-
ción de estas funciones da lugar por ejemplo a las prácticas llamadas de análisis de
necesidades, de determinación de objetivos, de definición de proyectos, de evaluación.
Estas funciones tienen muchas características comunes:
— Se desarrollan en un espacio específico, que es el espacio mental, y del cual ellas
comparten todas sus características: el trabajo de puesta en representación tiene
por especificidad hacer presente a un objeto que puede estar ausente del espacio
físico del autor de la representación, y que generalmente lo está. Estas representa-
ciones pueden ser anticipadoras y/ o retrospectivas, lo que permite hacer de este
espacio un ámbito de gestión en el presente, tanto del pasado como del porvenir,
tanto de la acción como del sujeto actuante.
— Se presentan como un proceso [processus] continuo, antes, durante y después de
la acción: las representaciones no dejan de modificarse en su contenido todo a lo
largo de la acción, como se ve por ejemplo en el caso de la determinación de los
objetivos y de la planificación de una formación, o mejor aún, en la gestión de un
itinerario de vida, hecho de incesantes semiotizaciones y resemiotizaciones de su
propia trayectoria. Desde este punto de vista es probablemente preferible hablar de
trabajo de representación, más que de representaciones propiamente dichas, que
pueden sugerir una cierta rigidez.29
— Este proceso [processus] asocia habitualmente imágenes que remiten a muchos
espacios de referencia: el de la organización singular de las actividades que com-
ponen esta acción y el de otros espacios de actividades- del o de los sujetos que
se representan. Es la razón por la cual nosotros hablaremos de procesos de atri-
bución de sentido y/o de atribución de significación30. Según los casos muchos re-
gistros de sentido o de significación pueden ser conferidos a una misma organiza-
ción de actividades, como se ve bastante explícitamente en el caso del acompa-
ñamiento; se podrá hablar entonces de “cargas de significación”.
— Cuando la acción es una acción colectiva, cosa que es frecuente, este trabajo de
puesta en representación es un proceso [processus] colectivo que supone la pues-
ta en relación de actores y la producción de representaciones compartidas. La
puesta en representación se desdobla entonces en una puesta en discurso, que
amerita un análisis autónomo.
Como lo explica Laurent Thévenot31 “la exigencia de un juicio común supone vol-
ver explícitas y congruentes las identificaciones de la acción”. De estas relaciones na-
cen particularmente la construcción de: una pluralidad de modos de evaluación, una
calificación de estos modos caracterizados por una cultura común y una construcción
de jerarquías:

28
Barbier, Elaboration de projet d´action et planification, Paris, PUF, “Pédagogie dáujourd´hui”.1991
29
Ver sobre este punto los trabajos de la “escuela de Aix” y particularmente los de J.C.Abric.
30
Ver O. Galatanu. Formation, sens et production de signification, PUF, “Education et Formation” (2000).
31
Agir avec d´autres P.28 in L. Queré, La théorie de l´action, op. cit., 1993

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— Este trabajo de puesta en representación no tiene el mismo estatus que la organi-
zación de actividades con la cual se relaciona y debe ser claramente distinguido de
ella. Muchos autores, provenientes de escuelas muy diversas, insisten en este pun-
to, aunque más no sea por oposición al sentido común, que a menudo imagina un
acto como la aplicación de las representaciones relativas a este acto. John Searle
distingue por ejemplo la intención previa (hecha antes del acto) o en acompaña-
miento del acto y la intención en acto (indisociable del acto) de tal forma que ella
puede ser deducida del acto mismo. Freud definió los actos fallidos32 como “ los ac-
tos en apariencias no intencionales, revelándose cuando uno los analiza psicoa-
nalíticamente como particularmente motivados y determinados, por razones que
escapan a nuestra conciencia”. En cuanto a Schön y Argyris, recurren frecuente-
mente en sus obras sobre la teoría profesada (espoused theory) y teoría en acto
(theory in act).
— En fin, este trabajo de puesta en representación, en tanto proceso continuo y evo-
lutivo, se caracteriza por una fuerte coherencia interna, susceptible de ser apre-
hendida en términos de cultura de la acción: representaciones del entorno de la
acción, representaciones de uno mismo en la acción y la representación de la ac-
ción misma se codeterminan mutuamente y en el plano metodológico no pueden
ser abordadas más que en sus relaciones33.

Representaciones del entorno de la acción


y construcción de la situación por el actor
Este trabajo de puesta en representación, concierne por lo tanto, antes que na-
da, al entorno físico, social, simbólico o discursivo en el cual la acción es susceptible
de acontecer:
a) La propia presencia de este trabajo permite distinguir al entorno en tanto que
puedo existir como algo dado independientemente de las representaciones del actor
implicado (y por lo tanto que puede ser descrito o construido por otros) y situación de
acción en tanto que esta es construida por este actor en función de sus involucra-
mientos. El vocabulario sigue siendo muy vago en este terreno. Los términos pueden
ser invertidos; algunos autores hablan de contexto para designar lo que nosotros lla-
mamos situación y viceversa. Es probablemente deseable, como siempre en materia
científica utilizar un vocabulario específico y unívoco para dar cuenta de esta distin-
ción. J. lave (1984), por ejemplo, distingue la arena y el setting; J. Nuttin (1980) habla
de la elaboración cognitiva de la situación; D. Sperber y D. Wilson (1989) hablan de
contexto construido, en los procesos inferenciales sobre la base del principio de la
pertinencia, a partir del entorno cognitivo; antes E. Husserl había popularizado la no-
ción de Umwelt para designar el conjunto de objetos que yo percibo y también que
puedo descubrir, que yo evalúo y sobre los cuales actúo o puedo actuar; nosotros
mismos hemos podido hablar más recientemente de contextualización accional (O.
Galatanu, 1984-1988) y otros aún de contextualizacción34 para subrayar el carácter
activo de este proceso de construcción. Se notará igualmente que la noción moderna
de entorno inteligente, retoma implícitamente esta distinción.
b) La construcción de la situación por el actor funciona como un proceso de atri-
bución de significaciones: consiste en realidad en transformar un dato físico, social,
simbólico y discursivo en un objeto significativo para sí mismo.

32
Psychologie de la vie quotidienne, Payot, 1957.
33
En una investigación reciente acerca de la producción- comunicación de los saberes de la acción (gru-
po CNAM saberes de acción) hemos podido hablar de esta forma de representaciones del contexto desde
la mirada del actor y de la acción, y de representación de sí mismo, desde la mirada de la situación y de la
acción, etc.
34
J.F.Marcel de la Universidad de Toulouse

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Para caracterizar las representaciones así producidas por la puesta en relación,
muchos autores igualmente han buscado proponer una terminología específica. Es así
que D. Ochanine ha definido las imágenes producidas por un operador en un contexto
de actividad, como imágenes operativas, caracterizadas por su laconismo, su selecti-
vidad, su polarización y su deformación funcional. Nosotros mismos hemos hablado
(Barbier, 1991) de representaciones “finalizadas” definidas como “imágenes de lo real
producidas por un actor orientado por los procesos de transformación del entorno físi-
co y social en los cuales él está implicado”.35 La noción de calificación de L. Thevenot
tiene probablemente la misma función. Otros aún, han podido hablar de objetos porta-
dores de potencialidad de acción; para J. Theureau el objeto del signo emerge del in-
volucramiento del actor en la situación (haciendo verdadero el curso de acción pasa-
do), lo que abre al actor a una totalidad de acciones y de acontecimientos posibles; se
trata de una selección activa entre todos los posibles.
c) Este proceso [processus] de atribución de significación se apoya sobre expe-
riencias anteriores del actor implicado y sobre la memoria de estas experiencias.
L. Thevenot36 es particularmente explícito sobre este punto: “La experiencia de
acciones anteriores está depositada en una memoria de objeto que canaliza la incerti-
dumbre limitándola a una interrogación sobre los objetos pertinentes de la situación y
sobre sus cualidades. Las calificaciones se forjan en relación a las experiencias, por
las similitudes de las situaciones y se revisan luego de los fracasos en las anticipacio-
nes”. Lo que Joseph Nuttin37 expresa de manera más concreta aún cuando escribe: “el
objeto significativo contiene virtualmente su propio esquema comportamental; el objeto
significativo es como el residuo o el depósito de comportamientos ejercido o percibidos
anteriormente”.
d) Finalmente esta atribución de significados a un dato, prepara una atribución
de significados a la acción misma en los diferentes momentos de su conducción.
Desde este punto de vista, no son los mismos componentes del entorno los que
son dotados de significaciones, según el acento sea puesto sobre tal o cual momento
de la conducción de la acción: interés particular por lo que es posible de volverse el
objeto o el material de la acción en el caso de los procesos de determinación de obje-
tivos, interés más particular para lo que es susceptible de volverse los medios de la
acción en el caso de la elaboración de un proyecto de acción, interés por el desarrollo
mismo de la acción en el caso de la evaluación de la acción, etc.

Representaciones de sí en la acción
y construcción del sujeto actuante.
La observación de las acciones humanas no deja dudas sobre este punto: es
imposible una representación de acciones (o de su entorno) sin el acompañamiento
obligado de representaciones de sí en la acción.
a) La presencia de tales representaciones identitarias asociadas a la acción
puede ser inferida a partir de múltiples fenómenos. Las más conocidas son probable-
mente las llamadas dinámicas de éxito, y su corolario, las dinámicas de fracaso. Efec-
tivamente se ha podido observar desde hace mucho tiempo que una evaluación positi-
va hecha por el actor sobre su propia acción, podía engendrar un efecto de “narcisiza-
ción” en él, inductor a su vez de un proyecto de acción y de un proyecto de sí. A la
inversa una evaluación negativa de su propia acción, engendra un deterioro relativo de

35
Élaboration de projet d´action et planification, p. 286
36
Agir avec d´autres P.279 en L. Queré, La théorie de l´action, op. cit., 1993
37
Théorie de la motivation humaine, ob cit. p. 57

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la imagen de sí inhibidora de su proyecto. La hipótesis de la existencia de tales meca-
nismos está en la base de la pedagogía de proyecto.
b) La hipótesis de tales representaciones vuelve caducos a un cierto número de
debates filosóficos remanentes como el que está organizado en torno de la oposición
entre causa y motivo. Este debate se aclara en efecto cuando se admite que la noción
de motivo implica una representación identitaria, que no es el caso de la noción de
causa, salvo que se trate de una causa declarada.
c) Estas representaciones identitarias asociadas a la acción coinciden con los
contornos de la acción. Es así que las acciones colectivas producen lo que habitual-
mente llamamos identidades colectivas que de hecho son representaciones identita-
rias colectivas. Un mismo sujeto individual puede ser igualmente portador de muchas
representaciones identitarias individuales que se diferencian según la naturaleza de la
acción emprendida: sujeto cívico, sujeto profesional, sujeto en formación, sujeto enun-
ciador, etc.
d) En fin, la transformación de las acciones puede suponer la transformación de
estas representaciones identitarias asociadas. Esta cuestión es particularmente sensi-
ble en todas las situaciones de crisis y de recomposición de actividades (como es muy
notorio en la actualidad en el medio profesional), donde las variables identitarias jue-
gan un papel esencial.
La transformación de las acciones ha sido abordada de manera explícita por Ar-
gyris y Schön cuando ellos proponen a los prácticos, para su desarrollo profesional
trabajar no sobre la teoría profesada – que implica de hecho una representación, nos
permite explicar dificultades y resistencias- sino sobre la teoría en acto, la que nos
permite transformar la imagen identitaria. Como lo indica Yves Saint-Arnaud38 “las re-
soluciones que uno toma luego de una crítica objetiva, se basan se basa en lo que uno
piensa que debe hacer (...) pero como uno ignora su propia teoría practicada, las cau-
sas evocadas para explicar lo que pasó carecen de eficacia y no son buenas. En con-
secuencia, la planificación basada sobre la crítica objetiva no parece realista: ésta ilus-
tra lo que el práctico debería hacer para permanecer coherente con el modelo apren-
dido, su teoría profesada, pero en la acción este mismo práctico será coherente con
otra teoría que practicará sin saberlo”. El éxito reciente de todos los métodos de análi-
sis del trabajo, de análisis de la actividad, de análisis de las prácticas no tiene otra
explicación.
Se puede por lo tanto presentar la hipótesis de que existe una solidaridad de
transformación de las representaciones de la acción, de las representaciones de sí en
la acción, y de las representaciones del entorno de la acción: nada de modificación del
solving problem sin una modificación paralela del setting problem y ninguna modifica-
ción de ambas probablemente, sin una modificación paralela de las representaciones
de sí como sujeto actuante.

Representaciones finalizantes y conducción de la acción


El trabajo de representación de las acciones tiene finalmente por objeto, las ac-
ciones mismas; desemboca particularmente en imágenes anticipadoras y retrospecti-
vas relativas a las organizaciones singulares de las actividades que lo constituyen:
objetivos, proyectos y particularmente evaluaciones.

38
Connaître par l´action, Presses de L´Université de Montréal, 1992, p.53

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Ya hemos abordado ampliamente esta temática en otros trabajos39 a los cuales
el lector interesado podrá remitirse.
Subrayemos sin embargo dos características de este proceso que nos parecen
esenciales:
a) Este proceso funciona también como un proceso de atribución de significacio-
nes, pero la diferencia esencial es que esta atribución no está hecha por el actor a los
objetos que le son exteriores, sino a su propia acción, a la cual la significación confiere
sentido y finalización. La conducción de la acción, es la conducción propia del sujeto
actuante, como la phronesis de Aristóteles, es a la vez una virtud intelectual y moral “la
capacidad de juzgar lo que conviene a la buena conducta o al bienestar de la gente en
un momento dado”40. Para designar la especificidad de las representaciones así pro-
ducidas, nosotros hemos hablado de representaciones finalizantes,41 es decir “de imá-
genes de lo deseable, de lo querible para el actor implicado, orientando su acción,
confiriéndole un sentido, y pudiendo tener una incidencia sobre su desarrollo”. Obvia-
mente estas atribuciones de significación pueden variar según los universos de refe-
rencia movilizados, lo que nos lleva nuevamente a las experiencias anteriores de los
sujetos. Esto se ve con toda claridad en los procesos de determinación de objetivos o
de evaluación de la transferencia de resultados de una acción, que pueden remitirnos
a una multiplicidad de niveles de significaciones.
b) Este proceso supone o induce representaciones teóricas, implicando relacio-
nes de causalidad.
El fenómeno aparece de manera particularmente visible en la elaboración de
proyectos de acción que supone la movilización o la producción de hipótesis sobre el
funcionamiento de la acción, del tipo de si... entonces..., y en la evaluación de la ac-
ción, que puede inducir la idea de cadenas causales entre los acontecimientos que
constituyen el material de la evaluación. También se puede notar en la determinación
de objetivos, o en la evaluación de la transferencia, que suponen o inducen represen-
taciones teóricas sobre los lazos existentes entre procesos ya en curso y el adveni-
miento de la acción.
Estas representaciones teóricas, en el corazón mismo de la producción de re-
presentaciones finalizantes, puede explicar las incesantes y a menudo inconscientes
pasajes de unas a otras. Es el caso particularmente de los fenómenos de transposi-
ción operativa y de transposición teórica que juegan un papel importante en los lazos
existentes entre desarrollo de la acción y construcción del sujeto actuante. La transpo-
sición operativa puede ser definida como la transformación de una representación teó-
rica en una representación operativa del tipo si... entonces..., lo que explica un cierto
número de efectos de la formación sobre la acción. La transposición teórica, puede ser
definida inversamente o por el contrario, como la transformación de la representación
finalizante de una cadena de acontecimientos (evaluación) en la idea de una cadena
causal, lo que puede explicar muchos fenómenos de producción de saberes de inteli-
gibilidad por los prácticos.
La existencia de tales representaciones teóricas, puede aún permitirnos com-
prender que a menudo los modelos de intervención (y por lo tanto los modelos de con-
ducta) se acompañan de un discurso de un modelo de inteligibilidad (representaciones
simplificadas de un funcionamiento o de un proceso) tenidas por de fundación. Pero su
distancia de las “teorías en acto” permite también comprender que un gran número de

39
J. M. Barbier. La evaluación en los procesos de formación. Paidós, Barcelona, 1993. Élaboration de
projet d´action et planification 1991
40
L. Queré, La cognition comme action incarnée, in A Borzeyx, A. Bouvier, P.Pharo, Sociologie et con-
naissance. Nouvelles approches cognitives, CNRS, 1988.
41
Élaboration de projet d´action et planification 1991, p. 286.

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teorías erróneas hayan podido acompañar y acompañen siempre prácticas en realidad
eficaces, desde la mirada de funciones a menudo no conscientes u ocultas...

EL ABORDAJE DE LAS FUNCIONES


DE PERFORMACIÓN
Inspirado en el concepto de performance tal como ha sido utilizado por la
pragmática lingüística, convendremos en designar bajo este término (performación), a
los fenómenos que participan directamente en el proceso de transformación del mundo
que constituye una acción. Preferimos este término más erudito, más unívoco al térmi-
no de realización, o de cumplimiento, que son cercanos, pero que sugiere una aplica-
ción o una puesta en práctica de representaciones previas, que no es nuestra hipóte-
sis. Nosotros adherimos de buena gana a la idea de Suchman según la cual estas
representaciones son más bien recursos para la acción.
Las funciones de performación de las acciones coinciden probablemente con la
noción aristotélica de praxis.
Podemos distinguir tres niveles en su abordaje:

La ubicación de la posición del actor


en el espacio de la actividad
a) Analizar la singularidad de una acción supone obviamente hacer notar el o los
espacios de actividad específico(s) en el cual o los cuales se inscribe la acción. Esta
especificidad se caracteriza obviamente por el tipo de producto buscado (una acción
política, una acción de comunicación o una acción de formación no buscan el mismo
tipo de resultados) así como por las condiciones de ejercicio de ese tipo de actividad.
Un espacio estructurado es un espacio dotado de medios específicos, de reglas es-
pecíficas, de roles específicos y a veces de actores específicos.
Dicho de otra manera un espacio de actividad es un espacio social que evolu-
ciona con la historia. Se observará por ejemplo que durante los dos últimos siglos las
sociedades occidentales han tendido a diferenciar los espacios de actividad, mientras
que hoy en día tienden a recomponerlos.
b) El análisis de la singularidad de una acción supone igualmente el señalamien-
to de la posición precisa ocupada por el o los actores implicados.
P. Bourdieu define un espacio social como “un conjunto de posiciones distintas y
coexistentes, exteriores unas a otras, definidas unas en relación a las otras, por su
exterioridad mutua y por sus relaciones de proximidad, de vecindad o de alejamiento, y
también por relaciones de orden, como arriba, abajo o entre”. Por otra parte, Bourdieu
utiliza la noción de campo como tomada de la física, que pone en relieve las posicio-
nes ocupadas por los elementos de un sistema y las relaciones entre estas posiciones.
Una y otra nociones, han tenido gran éxito en las ciencias humanas. La posición ocu-
pada por un actor, debe ser entendida en un sentido objetivamente, independiente-
mente de la conciencia que el actor tenga. Esta posición puede ser abordada por
ejemplo a través de tres cuestiones:
— los recursos detentados por el actor en el dicho campo,
— la descripción del conjunto de posiciones del sistema y el lugar que él tiene allí,
— las redefiniciones continuas de este lugar.

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Competencias de acción, estilo y
transformaciones identitarias asociadas.
En lo que concierne a las transformaciones identitarias que acompañan el ejerci-
cio de la acción, podemos hacer al respecto varias precisiones:

a) Una acción singular, situada, implica e todos los casos la movilización de una
combinación inédita de recursos detentados por el actor:
— Desde este punto de vista la noción de competencias de acción constituye un pun-
to de pasaje obligado: pueden ser definidas como las propiedades que se pueden
conferir a un sujeto a partir de la comprobación de sus actividades situadas, finali-
zadas y contingentes. Las competencias de acción presentan las mismas carac-
terísticas de contextualización, de finalización y de contingencia que las activida-
des a partir de las cuales han sido inferidas. Por el contrario se las debe distinguir
de las competencias de gestión de la acción que son características identitarias
asociadas a las actividades de puesta en representación y de formalización de las
acciones.
— La movilización de esta combinación inédita se efectúa bajo el control del actor,
que no da lugar habitualmente a una representación. El fisiologista ruso Anokhin
citado por A. Berthoz42 habla de “aceptador de acción”, G. Vergnaud de “théorème
en acte”, Vygotsky de “concepto inconsciente” y Piaget de “inconsciente cognitivo”.
Este control es un control de reglamentación regulación y funciona como un
acuerdo del actor con la reglamentación en acto.

b) A partir de la comprobación de las movilizaciones que este actor hace de las


combinaciones inéditas de sus propios recursos, es posible formular la hipótesis de un
componente identitario previo que sería característico de este actor y que lo plantaría
de otra manera como sujeto singular: según los casos, se hablará de estilo (Y.Clot), de
heurística o aún de competencia productora de competencias.
Es probable aún que este estilo, esta heurística, suponga que uno puede llamar
con mucha libertad, inteligencia o cognición en acto, a lo que probablemente no sea
más que un aceptador de soluciones. Estos fenómenos han sido relativamente poco
abordados. L. Queré43 escribe al respecto: “La tercera característica de la realización
de la acción es que el proceso de reglamentación que subyace a él, pone en práctica
el tipo de control reflexivo de los gestos, de los movimientos y de las expresiones que
caracterizan la praxis en tanto fenómeno que se auto organiza y se autoorienta. El
pensamiento y el razonamiento implicados en este control, tienen poco que ver con el
cálculo, la inferencia o la reflexión discursiva. Una parte de esta cognición en la acción
ha sido descrita por los filósofos que han intentado escapar a las aporías de la filosofía
mental. Han situado el espíritu y la inteligencia en la práctica y han considerado el ac-
tuar como animado por una especie de comprensión que no requiere la mediación de
representaciones y de operaciones sobre ellos. Es lo que Bourdieu ha llamado el “sen-
tido práctico”. En efecto, la mayor parte de la acción humana inteligente se realiza sin
haber sido “formulada” mentalmente o discursivamente: está fundada sobre una com-
prensión de segundo plano del mundo como de nosotros mismos y nuestras relacio-
nes con los otros. Esta comprensión está incorporada (embodied) y disponible como
habitus (Bourdieu 1980)”.

42
Le sens du mouvement. op. cit. p.17 a 19.
43
La cognition comme action incarnée, en A. Borzeix, A.Bouvier y P. Pharo, op. cit. 1998, p.158

Página 19 de 22
c) En fin, estas movilizaciones dejan a su vez sus huellas en el seno de las per-
sonalidades, que pueden a su vez constituir los materiales o los recursos para nuevas
movilizaciones.
La mayor parte de los psicólogos y de los sociólogos, que han intentado articular
la teoría de la actividad y la teoría de la personalidad, han utilizado una terminología
para dar cuenta del resultado de este proceso de interiorización. Según los casos se
habla de scripts, de escenarios, de montajes, rutinas, patterns, habitus, etc.
Nosotros insistimos de todas formas en el hecho de que esta interiorización es
una hipótesis y sobre todo, nuevamente, sobre el hecho de que no hay que confundir
las características del producto de la actividad científica, el cual a partir de un gran
número de actividades muestra regularidades e invariantes, y lo que constituye efecti-
vamente el objeto de un proceso de interiorización que no está probablemente basado
en la repetición sino en la significación para el actor. Desde este punto de vista, la
memoria juega un papel esencial, para dar cuenta de la singularidad. Citando a
Schmidt, A. Berthoz44 indica por otra parte que los esquemas “ no son elementos sen-
soriales o motores, sino relaciones memorizadas (...) entre muchos componentes sen-
soriales o motrices de la acción” y agrega que el interés de esta perspectiva teórica “es
de relacionar la predicción de las consecuencias de la acción con la memoria de las
consecuencias pasadas sin hacer ningún movimiento, ya se trate de una simple cade-
na de reflejos condicionados o de la simple realización de un programa del sistema
motor central”.

El análisis de la especificidad de los procesos [processus]


de transformación del mundo.
La especificidad de estos procesos [processus] puede ser abordada con las
herramientas de análisis específicas construidas a partir de un esquema general de
análisis de un proceder [procès]. En coherencia con la definición que hemos dado an-
teriormente y con numerosos trabajos anteriores, este esquema comprende particu-
larmente los siguientes elementos:

— el objeto a partir del cual se efectúa el proceder [procès].


— los medios, fuerza o instrumentos movilizados en este proceder [procès] (particu-
larmente las configuraciones de actividades de los actores)
— el actor o los actores de este proceder [procès] y las relaciones que ellos estable-
cen entre sí y con el objeto del procedimiento [procès];
— los resultados y los efectos visibles de este proceso [procès].
Finalmente podemos resumir las principales funciones susceptibles de ser seña-
ladas en el abordaje de la singularidad de las acciones y sus principales objetos, bajo
la forma del siguiente cuadro.

44
Le sens du mouvement, op.cit. p.24. ver igualmente R.A.Schmidt “A schema theory of discrete motor
skill learning” Psychological Review, vol 82, 1975, p. 225- 260.

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Funciones que pueden ser señaladas en el abordaje de la singularidad de las accio-
nes.

EL SUJETO LA ORGANIZACIÓN
EL ENTORNO
ACTUANTE DE ACTIVIDADES
La configuración emo-
La configuración de La configuración de lo
cional que desempeña
LAS FUNCIONES DE procesos [proces- que se moviliza [in-
el papel de resorte de
FUNDACIÓN DE LAS sus] en curso sobre vestissements] en
la acción, y se prolon-
ACCIONES los cuales interviene consentimiento para la
ga en una configura-
la acción acción
ción actitudinal
LAS FUNCIONES DE
La construcción de La representación de
PUESTA EN La conducción de la
la situación por el o sí como sujeto actuan-
REPRESENTACIÓN DE acción
(los) actor (es) te
LAS ACCIONES
La posición adopta- Competencias de La especificidad de
LAS FUNCIONES DE
da u ocupada por el acción, estilo y trans- los procesos [proces-
PERFORMACIÓN DE
actor en el espacio formaciones identita- sus] de transforma-
LAS ACCIONES
de actividades rias asociadas ción del mundo.

ALGUNAS IMPLICACIONES METODOLÓGICAS


Si existe una solidaridad entre método y objeto en el trabajo de investigación, el
análisis de las acciones en la perspectiva a la vez holística y situada que nosotros pro-
ponemos, así como en el marco de una epistemología constructivista de hecho, esta
cuestión merece algunas precisiones sobre sus implicaciones metodológicas.

1. El análisis es también un acto


Antes que nada se observará que la actividad de análisis puede, ella misma ser
abordada con herramientas muy parecidas a las que hemos presentado, para analizar
lo que constituye el objeto del análisis. Esto es particularmente evidente desde que
este análisis se inscribe en un contexto de investigación, que tiene por regla “ hacer
evidente” las tareas intelectuales utilizadas. No estamos en presencia de una ciencia a
– histórica, sino de una actividad de inteligibilidad, situada histórica y socialmente,
conducida por y para actores, acompañada de intenciones y susceptible a su vez de
ser analizada en su funcionamiento. Esto puede tener muchas consecuencias, tato
acerca del posicionamiento del analista como del propio análisis.

2. Dar cuenta del hacer y del decir


Luego, el análisis de la acción amerita un abordaje en conjunto, que probable-
mente sea el único camino utilizado por los prácticos.
Esta opción se opone a los recortes disciplinarios en el análisis de la acción que
proponen tantas lecturas en las cuales la recomposición se muestra muy difícil y que
suponen de hecho la adopción de un posicionamiento que no es el suyo (investigación
disciplinar) por parte del práctico.
Si en el desarrollo del pensamiento científico, ha sido históricamente importante
analizar los actos independientemente de la conciencia que los actores tenían de ellos
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o de las significaciones que les podían dar, hoy en día importa proponer metodologías
que permitan a la vez tratar los actos y las significaciones que los actores les dan, o
sea metodologías que dan cuenta particularmente de “la unidad del hacer y del decir”.
Por otra parte, un gran número de investigadores y de corrientes exploran esta vía: es
el caso de la corriente etnometodológica, de la corriente llamada del “curso de ac-
ción”,45 etc.

3. Asegurar la herencia de diversas tradiciones metodológicas.


Si un análisis de conjunto de las acciones supone frente a la evidencia de cons-
trucciones teóricas específicas articuladas, el trabajo metodológico propiamente dicho
puede recomponer en un dispositivo de conjunto muchas tradiciones de orígenes di-
versos y elegidas en razón de su pertinencia en relación a los componentes del objeto.
Citemos por ejemplo sin pretender ninguna exhaustividad:
— en el abordaje de las funciones de fundación de las acciones: las tradiciones de las
disciplinas del tipo histórico, en el sentido amplio del término;
— en el abordaje de las funciones de puesta en representación de las acciones: las
tradiciones de tipo hermenéutico o fenomenológico;
— en el abordaje de las funciones de performación de las acciones: las tradiciones de
tipo objetivante.

4. Herramientas privilegiadas de carácter polifuncional.


Algunas herramientas sin embargo presentan un interés muy particular, en razón
de la multifuncionalidad en relación a la diversidad de los objetos mencionados ante-
riormente:
— el análisis de trayectorias, individuales u organizacionales;
— el análisis del discurso;
— el análisis del trabajo (o de la actividad).
Estas herramientas merecen en sí mismas una gran precaución en el uso; impor-
ta por ejemplo no tomar el discurso que un actor hace sobre su acto, como un discurso
sobre lo que ha hecho, sino más bien sobre lo que ha querido hacer.46 Importa aún
más no confundir semántica de la acción (las categorías utilizadas por el actor para
pensar su acción) y semántica de la inteligibilidad de las acciones.47 Puestas en prácti-
ca en una perspectiva crítica y distanciada, estas herramientas constituyen sin embar-
go, probablemente una vía privilegiada para el análisis de las acciones.

45
Ver por ejemplo J.Theureaau, J.Jeffroy, Ergonomie des situations informatisées, Toulouse, Octarès,
1994.
46
Ver particularmente los trabajos de Yves Clot sobre este punto.
47
Agir dans l´espace public, en L. Queré (coord), Les formes de l ´action, Éditions de l´EHESS, 1990, p.85
a 112.

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