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Fecha de publicació n:
04/2017
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Parte de la confusió n terminoló gica deriva del hecho de que las personas
y las organizaciones etiquetadas como populistas rara vez se identifican
como tales. Al contrario, son otros los que atribuyen ese t é rmino, a
menudo como una etiqueta claramente negativa. En los medios de
comunicació n europeos, el té rmino populismo se usa de forma
peyorativa para denotar fenó menos tan diversos como un movimiento
de base, un programa econó mico irresponsable o un estilo pol ítico
demagó gico. Así, el populismo se une a las filas de otros
té rminos cargados de las ciencias sociales y sin una definici ó n
generalmente aceptada. De hecho, el uso del té rmino populismo se
asemeja al uso de otro té rmino cargado de valor, terrorismo, palabra con
connotaciones intrínsecamente negativas que generalmente se aplica a
los oponentes o a aquellos con quienes no se est á de acuerdo y que, en
otras circunstancias, preferir ía ignorar.
El populismo tambié n aporta una historia moral donde los puros y los
corruptos se oponen entre sí. Esta concepció n moralista de la política es
muy crítica con las é lites, que son consideradas moralmente inferiores, y
muy generosa con la noble gente com ú n. Y ademá s de ser antielitistas,
los populistas son antipluralistas porque ellos, y solo ellos, pueden
representar al pueblo. Sus competidores políticos son considerados
como infiltrados, políticos desgastados o miembros de la turbia é lite
cuyo tiempo ha pasado porque carecen de conexi ó n directa y de
identificació n con la auté ntica gente de la «madre patria». Ademá s de
esta forma de antipluralismo moralizada, los populistas se adjudican el
derecho exclusivo a representar los intereses de la gente, una
idealizació n de la nació n que definen a su conveniencia. La oposició n
legítima no es «como ellos» y a veces la definen como enemigos que no
pueden discernir la voluntad de «la gente real». En resumen, el
populismo tambié n se refiere a la representació n y a quien puede hablar
por el pueblo.
Hugo Chá vez inauguró un ciclo populista que tambié n llevó al poder a
Evo Morales y a Rafael Correa. Estos l íderes prometieron nada menos
que la refundació n de sus naciones. Rechazaron el neoliberalismo,
promovieron la integració n y la unidad latinoamericana sin injerencias
imperialistas y buscaron establecer modelos superiores de democracia
basados en la participació n popular y en la equidad. Llegaron al poder
con promesas revolucionarias en contextos de crisis de todas las
instituciones de representació n política y de insurrecciones masivas en
contra del neoliberalismo. Innovaron las estrategias de cambio
revolucionario: en lugar de balas, usaron votos y convocaron asambleas
constituyentes participativas, que redactaron nuevas constituciones que
expandieron los derechos ciudadanos. Muchos acad é micos y ciudadanos
vieron en estos regímenes la promesa de instaurar sociedades
posneoliberales basadas en la equidad y en modelos de democracia
capaces de trascender los dé ficits de participació n y representació n de
las democracias liberales.
Para explicar qué salió mal, los acadé micos y activistas han desarrollado
argumentos estructuralistas basados en la dependencia de la extracci ó n
de recursos naturales, explicaciones institucionalistas sobre por qu é el
populismo, en contexto de instituciones dé biles, lleva al autoritarismo
competitivo y argumentos que se enfocan en c ó mo la ló gica populista
desfigura la democracia y puede decantar en autoritarismos.
Ahora bien, los populistas construyeron enemigos pol íticos pero jamá s
los eliminaron físicamente utilizando el terror masivo y las
desapariciones para crear un pueblo homog é neo. El momento
fundacional del populismo fue y es ganar elecciones, que son
consideradas como el ú nico canal para expresar la voluntad popular 2 8 .
Los populistas clá sicos lucharon contra el fraude electoral y
expandieron el nú mero de electores. Los populistas refundadores
utilizaron las elecciones para crear nuevos bloques hegem ó nicos y
desplazar a los partidos políticos. Gobernaron a travé s de campañ as y de
elecciones permanentes, por lo que constantemente recorrieron sus
países renovando sus liderazgos carismá ticos y confrontando a sus
enemigos. Las elecciones fueron representadas como momentos
fundacionales en los que estaban en juego los destinos de sus naciones.
John Keane señ ala que «la distinció n entre estar en el poder y dejarlo es
un indicador fundamental para considerar a un gobierno como
democrá tico» 3 2 . En democracia, el rol presidencial está despersonalizado
y no está encarnado en nadie. Ocupar el poder temporalmente no es
sinó nimo de ser dueñ o del poder. Para los populistas, la Presidencia es
una posesió n en la que deben permanecer hasta alcanzar la liberaci ó n de
su pueblo. Pero a su vez, su legitimidad se asienta en ganar elecciones,
por lo que nada les asegura que permanecer á n en el poder 3 3 . Es así como
la legitimidad del populismo se asienta en dos principios
contradictorios: el principio democrá tico de elecciones limpias y
alternancia en el poder y el precepto autoritario del poder como una
posesió n personal del liberador del pueblo.
Conclusiones
Por Shlomo Ben-Ami
Agosto 2016
Parece que hoy en día casi ninguna democracia occidental est á a salvo
del populismo de derecha. Pero aunque la ret ó rica populista esté
llegando a extremos de agitació n, con serias consecuencias entre las que
destaca la decisió n del Reino Unido de abandonar la Uni ó n Europea, lo
cierto es que el nativismo que representa es un viejo azote de la pol ítica
democrá tica.
En Europa, esto supone echar la culpa de todos los males a la UE. Hacer
frente a las causas complejas de los problemas econ ó micos y sociales de
la actualidad (por ejemplo, el peso del privilegio hereditario y la
inmovilidad social en el RU y Francia) es dif ícil; mucho má s fá cil es
acusar a la UE y pintarla como un monstruo malvado.
Ademá s, así como los partidarios del Brexit quieren retirarse de Europa,
Trump quiere retirar a Estados Unidos de diversos organismos
internacionales de los que forma parte, incluso esencial. Ha propuesto
prescindir de la OTAN, y declaró que los aliados de Estados Unidos
deberían pagar por la protecció n que les brinda. Tambié n lanzó
catilinarias contra el libre comercio y hasta contra las Naciones Unidas.
Carolina Arenes
LA NACION
DOMINGO 10 DE JULIO DE 2005
-¿Por qué cree que se ha generalizado lo que Ud. define como una
concepció n peyorativa del populismo?
-La crítica clá sica al populismo está muy ligada a una concepció n
tecnocrá tica del poder segú n la cual só lo los expertos deben determinar
las fó rmulas que van a organizar la vida de la comunidad. Pongamos el
ejemplo de Venezuela. Allí hay masas políticas vírgenes que nunca
habían participado en el sistema pol ítico excepto a travé s de formas de
extorsió n de cará cter clientelístico. Entonces, en el momento en que
esas masas se lanzan a la arena histó rica, lo hacen a travé s de la
identificació n con cierto líder, y é se es un liderazgo democrá tico porque,
sin esa forma de identificació n con el líder, esas masas no estarían
participando dentro del sistema político y el sistema político estaría en
manos de elites que reemplazar ían la voluntad popular.
-Cuando habla de mayor democratizaci ó n se refiere a la inclusió n de las
masas populares en la política. Pero, en general, los reclamos por las
actitudes antidemocrá ticas de Chá vez, y en algunas ocasiones tambié n
de Kirchner, aluden a la dificultad para tolerar el pluralismo, a la
manipulació n del Congreso, a los difíciles vínculos con la oposició n...
-Las dos tienen que estar presentes si queremos tener algo que se pueda
llamar una sociedad democrá tica. Frente a la concepció n tecnocrá tica
del poder está la noció n de la política como antagonismo, es decir, la
emergencia de demandas sociales que se plantean a un cierto sistema.
Esas demandas sociales constituyen un pueblo y el pueblo se constituye
siempre en su oposició n al poder. En la Argentina, por ejemplo, hemos
tenido, despué s de la crisis del 2001, una enorme expansió n horizontal
de la protesta social y una escasa capacidad del sistema para absorber
esas demandas en un sistema vertical institucional estable. De alguna
manera, me parece que el actual gobierno est á tratando de poner juntas
las dos dimensiones, la vertical y la horizontal, y de esa manera crear un
sistema ampliado de cará cter má s democrá tico.
-Sí, por ejemplo. En el sistema pol ítico argentino hay dos tipos de fuerza
que son profundamente negativas. Una es la que dice que a los
piqueteros hay que reprimirlos, porque eso s ó lo llevaría a ahogar las
manifestaciones sin darles solució n, y por el otro lado, el piqueterismo
duro, que tambié n es una forma de la no política, porque no propone
ninguna forma de canalizació n a travé s del marco institucional
existente. Siempre va a haber cierta tensió n entre la protesta social y su
integració n en las instituciones. Pero esa tensió n es exactamente lo que
llamamos democracia.
-Bueno, en primer lugar, el mapa que los EE.UU. hacen de Am é rica tiene
que ver con el mapamundi global que est á tratando de establecer la
política de Bush, tratar de crear una frontera é tico-política que divida al
conjunto de la humanidad entre el terrorismo y el no terrorismo cuando,
por otra parte, el terrorismo es definidio en forma tal que nunca son
claros los actores que entran dentro del campo del terrorismo. Por otro
lado, a nivel internacional, la tendencia de toda esta orientaci ó n de
derecha es crear un mundo unipolar y eso es lo peor que podr ía pasar
para las posibilidades democrá ticas de países como los nuestros. Si la
Comunidad Europea se transformara en un interlocultor pol ítico cada
vez má s activo, si China empezara a participar tambi é n en el cuadro de
opciones internacionales, entonces realidades como las del Mercosur
podrían empezar a jugar estraté gicamente. Esta va a ser la gran apuesta
de los pró ximos añ os en política internacional.
-Su libro puede leerse como un elogio del populismo y, en esa l ínea,
como una defensa del peronismo.
El perfil
En Inglaterra
Numerosos ensayos
Es autor de Nuevas reflexiones sobre la revoluci ó n de nuestro tiempo,
Emancipació n y diferencia, Contingencia, hegemon ía, universalidad (con
Judith Butler y Slavoj iek) y Hegemonía y estrategia socialista
(escrito con Chantal Mouffe), entre otros ensayos.
Fecha de publicación:
04/2017
Autor:
Los recientes avances tecnoló gicos tambié n han ayudado a sentar las
bases para la aparició n y la propagació n del populismo. Los medios
sociales permiten que los mensajes y los mensajeros se salten a los
guardianes del periodismo tradicional. Adem á s, refuerzan el
establecimiento de «burbujas» de informaci ó n mutuamente aisladas y
relativamente independientes, delimitadas por visiones del mundo
ampliamente divergentes y por sospechas mutuas con respecto a la
veracidad de la informació n que circula en la burbuja de sus opositores
políticos.