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¿Cómo evaluar?

En busca de un modelo de evaluación


Elisa Gil

¿Cómo evaluar? La pregunta requiere en si misma de


evaluación. Para responderla es necesario conocer métodos,
estrategias, recursos, determinar la idoneidad y pertinencia de cada
uno de estos aspectos para aquello que se quiere evaluar, entre otras
cosas... Ese proceso de conocer, indagar y elegir forma parte del
proceso evaluativo. Decidir cómo evalúo, requiere a su vez de un
proceso de evaluación y toma de decisiones.
Este proceso de “evaluación de la evaluación”, fue acuñado en
el término Metaevaluación por Scriven (1968), citado por Stufflebeam
(1985), quien considera que el evaluador tiene la obligación
profesional de que las evaluaciones propuestas o finalizadas estén
sujetas a una evaluación competente.
Resulta importante entonces, antes de asumir la elección de
cómo evaluar, conocer cómo el concepto evaluativo ha ido
configurándose a través del tiempo hasta permear toda nuestra
realidad educativa. Por otro lado, se hace necesario empaparse de los
distintos enfoques que diversos teóricos e investigadores han aportado
al campo educativo en el ámbito de la evaluación.
Es interesante en este punto conocer cómo han ido
evolucionando los modelos de evaluación, o más bien, el pensamiento
y los puntos de vista de investigadores en la materia, sobre todo en el
siglo XX, cuando ocurre la llamada “eclosión” de teorías y opiniones
en evaluación, dicho por Escudero (2003), específicamente entre la
década de los sesenta y setenta.
Como consecuencia de esta realidad, al responder la
interrogante acerca de cómo evaluar, no se encuentra el evaluador con
algunos modelos definidos, de los cuales pueda elegir el que más se
adapte a sus necesidades, al contrario, existen multiplicidad de
propuestas, distintos enfoques y soporte teórico suficiente, que
permiten al evaluador construir su propio plan o modelo, bien
fundamentado y coherente con su realidad.
A partir de estas consideraciones, para poder dar respuesta a la
interrogante del título: cómo evaluar, es necesario responder a otras
interrogantes que faciliten el definir con claridad, los objetivos, el
propósito, así como aquello que se va a evaluar.
Tomando en consideración lo aquí planteado es oportuno
señalar otra interrogante: ¿Qué es la evaluación? Tampoco es sencillo
responder. En todo caso, cualquier respuesta va a estar enmarcada en
un determinado enfoque o influenciada por un determinado modelo o
método de evaluación.
Según lo aportado por los investigadores que a lo largo del siglo
XX expusieron sus teorías, en especial Stufflebeam y Cronbach, una
definición de evaluación debe contar con las palabras “proceso”,
“información”, “decisión”... por lo que pudiera decirse, que la
evaluación es un proceso de recabar información para la toma de
decisiones.
Una vez definida la evaluación y continuando en la búsqueda de
modelos evaluativos, resulta interesante el aporte que Escudero
(2003), hace con referencia a las divisiones hechas por diversos
autores, relacionadas con modelos, como el Modelo Conductista-
eficientista, el cual representado por autores como Tyler, Stufflebeam,
Stake, Alkin y Cronbach, a través de distintos métodos tiene como
finalidad evaluativa bien la medición del logro de objetivos, bien
información para la toma de decisiones o la valoración de proceso o
producto.
Otro modelo esquematizado por Escudero (2003) es el Modelo
Humanístico, cuyos principales autores son Scriven, Owens, Wolf y
Eisner. La finalidad evaluativa a grandes rasgos de este modelo, va
según el método y autor, desde el análisis de necesidades hasta la
interpretación de la acción educativa.
Finalmente, el Modelo Holístico, representado por Stake,
McDonald y Parlett y Hamilton, que definen su finalidad evaluativa
como la valoración de respuesta a necesidades, interpretación para el
mejoramiento educativo y la iluminación y comprensión de los
componentes del programa.
Por otro lado, González (2004) presenta lo que denomina
esquemas alternativos de evaluación, en los cuales clasifica a diversos
autores de acuerdo a la orientación que le dan a la evaluación,
determinando así los criterios para definir el modelo, según el
propósito, los beneficios y limitaciones de cada enfoque. Este autor
distingue seis enfoques:
a) Evaluación orientada a los objetivos, cuyos proponentes son
Stufflebeam, Alkin y Provus. Presenta como beneficio el ser fácil de
utilizar, pero tiene la limitación de la sobresimplificación de la
evaluación.
b) Evaluación con orientación administrativa. Su propósito es
proporcionar información relevante para la toma de decisiones.
Algunos de sus autores son: Tyler, Provus, Bloom.
c) Evaluación orientada al consumidor, propuesta por Scriven y
Komoski, busca proporcionar información sobre los productos
educativos y ayudar en las decisiones de compra de equipos o
materiales.
d) Evaluación orientada a la experiencia, cuyo principal
proponente es Eisner, y busca proporcionar juicios profesionales de
calidad.
e) Evaluación orientada al adversario, cuyos autores Owens,
Levine, Wolf y Stake, entre otros, busca proporcionar un examen
balanceado del programa para señalar las fortalezas y debilidades.
f) Evaluación con orientación naturalista. Propuesta por Patton,
Guba y Lincoln, McDonald y Parlett y Hamilton entre otros, tiene
como propósito entender y reflejar las complejidades de la actividad
educativa.
Finalmente, todo lo expuesto con relación a los modelos y
enfoques confirma lo expresado en párrafos anteriores acerca de la
cantidad de perspectivas distintas y la dificultad en elegir un método
que responda a cómo evaluar. Sin embargo, esta cantidad de
propuestas abarca un universo lo bastante amplio para que cualquier
evaluador, en cualquier circunstancia, consiga un criterio, método o
enfoque que de alguna manera responda a su realidad.

Referencias
González, 2004. Antología de textos sobre evaluación educativa.
México
Stufflebeam, 1985. Evaluación sistemática. Guía teórica y práctica.
Colección Temas de Educación. Barcelona. Paidós

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