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Objetivo: Reflexionar acerca del Sacramento de la Confirmación como la presencia eficaz del
Espíritu, que conduce al creyente a la madurez de la fe y hace del mismo un testigo de Cristo
Resucitado en el mundo.
Oración:
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu Creador y renueva la faz de la tierra. Oh Dios, que has iluminado los corazones
de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el
bien y gozar de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Canto:
Siempre es Pentecostés
Cuando rezamos, cuando cantamos, cuando la plena lucidez, soplan de nuevo vientos del cielo
fiesta es un celebrar gozosos el día grande: porque es Pentecostés. (bis)
Pentecostés. Cuando llevamos en nuestras
manos un resplandor de luz. En nuestro pecho
vive y palpita el que murió en la cruz. (bis)
Cuando la fuerza que estaba oculta vence con su
Cuando el Señor alienta en nosotros, siempre poder nuestros temores, nuestro egoísmo,
es Pentecostés. Cuando el amor nos lanza a la siempre es Pentecostés. Cuando aceptamos ser
vida, siempre es Pentecostés. levadura y llama que quiere arder, nos
vinculamos más a la Iglesia porque es
Pentecostés. (bis)
Cuando queremos comprometernos en una
misma fe, una tarea, un compromiso, siempre es
Pentecostés. Cuando decimos sí a la Iglesia con
El Sacramento de la Confirmación, no es un acto aislado en la vida del creyente, sino activo con
todos los demás sacramentos, pues está íntimamente unido al bautismo y se orienta a vivir
adecuadamente los demás sacramentos con la plena conciencia de los que representan en el camino
de santificación del cristiano.
El gran desafío que hoy se presenta en la Iglesia es el de concientizar a los fieles del justo valor del
mismo para que se acabe la idea de un acontecimiento social que se debe celebrar porque se ha
llegado a la edad de 14 años, porque “ya toca” o porque si no, no podrán casarse. Se recibe con
negativas a recibir la catequesis de preparación y sin tener la más mínima intención de comprometer
la vida en el servicio del evangelio como buenos cristianos.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta el cumplimiento de una promesa que
había hecho Jesús: la venida de su Espíritu Santo, sobre los primeros cristianos, sobre los
apóstoles, en el llamado día de Pentecostés.
“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto,
vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la
casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que
descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu
Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía
expresarse (Hch 2,1-4)”.
El Espíritu transformó a los Apóstoles y a sus seguidores, les abrió el entendimiento y les dio
fuerza para hablar y anunciar a Jesús Resucitado, y para actuar como Jesús, sin miedo a la
persecución ni a la muerte.
Después nos cuenta que ellos imponían las manos a la gente para que recibiera el Espíritu
Santo. Así fueron las primeras confirmaciones. El mismo libro de los hechos de los
Apóstoles cuenta la historia de algunas confirmaciones. Entre los samaritanos, la Palabra de
Dios germinó muy bien y fue bautizado un buen número de ellos. Cuando la noticia llegó a
Jerusalén, Pedro se dirigió hacia Samaria para dar a los recién bautizados la Confirmación
(Hch 8,14).
San Pablo dio también la Confirmación en Éfeso a unos recién bautizados dejó sentir la
presencia del Espíritu Santo (Hch 19, 17). Lo mismo que los cristianos de Samaria y de
Éfeso, nosotros, por la Confirmación, recibimos la fuerza del Espíritu Santo y, por Él,
reafirmamos nuestra fe en Jesús y confirmamos nuestro compromiso bautismal.
Igual que les pasó a los apóstoles, se hace más fuerte nuestra fe. Por eso, el sacramento de la
confirmación es como un “pentecostés” para cada uno de los bautizados.
b) Confirmación y madurez cristiana.
La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo
para enraizarnos más profundamente como hijos de Dios, incorporarnos más firmemente a
Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos todavía más a su misión y
ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras. A este
sacramento se le llama también el sacramento de la madurez cristiana, ya que:
Este sacramento marca el final de una etapa en la Educación de la Fe que recibe el nombre de
Iniciación Cristiana. Concluida esta etapa, el cristiano se dispone a asumir las actitudes y los
compromisos propios de mandados por Cristo. Es entonces cuando necesita entrar seriamente en un
proceso permanente de educación de su fe. En otras palabras, la iniciación terminó, pero no la
catequesis. La iniciación culmina para dar paso a una educación seria, permanente, con miras al
cumplimiento cabal de los deberes cristianos.
Dimensión Misionera: Pentecostés es el gran envío misionero, pero con algo adicional: la fuerza
del Espíritu de Dios para dar testimonio de vida cristiana. La confirmación es el pentecostés que
envía a cada confirmado como templo del Espíritu Santo a anunciar la salvación.
Nivel Personal: Abrirse a las inspiraciones del Espíritu Santo, dejándose guiar con docilidad.
Nivel Eclesial: La Iglesia es la gran comunidad de los confirmados por el Espíritu Santo como
discípulos-misioneros de Jesucristo que llevan en su diario vivir la gran alegría de la resurrección,
anunciándola con palabras y obras.
Nivel Social: Se debe contagiar a la sociedad de una fe confirmada y reafirmada para que sea una
“sociedad de fe” en Jesucristo y en ninguno más.
Finalizar con la oración de las Santa Misiones Populares de la Diócesis de Santa Rosa de Lima.