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TEMA 4: EL DIOS EN QUIEN CREEMOS

Objetivo: Descubrir que Dios es amor y, por tanto, misterio de comunión


Interpersonal y que el amor hace que personas distintas sean una sola realidad...

Oración:
Queremos Señor ser agradecidos por todo cuanto de ti recibimos, gracias porque nos has llamado a
la vida, pero también nos llamas a ser como tú, a ser santos, vivir la perfección en el amor, ponemos
en tus manos el tema que vamos a reflexionar que la acción del Espíritu Santo nos conceda la
sabiduría necesaria para comprender y sobre todo llevar la práctica este tema, esto te lo pedimos por
intercesión de María Virgen, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Canto:
CREDO (Ascoy)

Creo en Dios Padre todopoderoso, Resucitó de entre los muertos


Creador del cielo y de la tierra, Y subió a los cielos y está sentado
Creo en Jesucristo, A la derecha de Dios Padre
Su único hijo, nuestro Señor, Y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos
Que fue concebido por obra y gracia Y a los muertos...
Del Espíritu Santo Creo en el Espíritu, Espíritu Santo,
Y nació de Santa María Virgen, Y en la santa Iglesia Católica,
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato En la comunión de santos,
El perdón de los pecados,
Fue crucificado, muerto y sepultado La resurrección de los muertos
Y descendió a los infiernos Y la vida eterna, Amén,
Y al tercer día resucitó, Ahora más que nunca: ¡Amén!

UNA MIRADA A LA REALIDAD

El Credo comienza afirmando: “Creo en Dios”. Es una afirmación fundamental, aparentemente


simple en su expresión, y sin embargo tiene un alcance enorme al hablar de la relación con el Señor
y con su misterio. Creer en Dios implica “Adherirse” a Dios, acoger su Palabra y obediencia gozosa
a su mandato de amor.

Cuando pensamos en Dios, generalmente nos viene la idea de un ser que vive muy lejos de nosotros
a donde llegaremos, si nos portamos bien. Hemos aprendido que Dios se enoja con nosotros a causa
de nuestra mala conducta y tenemos que hacer actos de bondad para que se vuelva a contentar con
nosotros. Se nos ha dicho que, si no vivimos de acuerdo a sus mandamientos, nos va a castigar y al
final nos va mandar al infierno.

En la doctrina de primera comunión aprendimos que “Dios es nuestro Padre que está en el cielo, en
la tierra y en todo lugar”. Sin embargo, hay quienes que no saben qué significa tener un padre, o si
lo tienen, la imagen de este no es muy buena, porque han tenido un padre borracho que les ha
maltratado o simplemente de mal carácter que nunca dialoga y siempre se enoja por todo. No han
conocido un padre amoroso y comprensivo, lo cual hace que tampoco se pueda tener una adecuada
manera de pensar a Dios como tal. Y aunque somos personas de fe, y eso es algo muy bueno,
debemos mejorar cada día en nuestro conocimiento acerca de Dios para poderlo amar más y buscar
darlo a conocer como alguien cercano y atrayente.

Nuestra dificultad más grande es que nos han enseñado que a Dios le gusta que hagamos sacrificios
y penitencias. Que tiene el control de todo lo que pasa en el mundo: tanto lo bueno como lo malo.
En fin, nos hemos fabricado muchos conceptos acerca de Dios que le damos poca oportunidad de
conocerlo como es. Pues seguimos percibiéndolo lejos de nosotros y cuando le pedimos que
resuelva los problemas de este mundo, en muchas ocasiones nos decepcionamos, porque parece ser
que no nos quiere escuchar o Él quiere que el mundo sufra. Y ante un Dios así, no da mucha
motivación buscarle, conocerlo, seguirlo y, en consecuencia, no se le puede amar. Lo buscamos más
que por amor, por conveniencia. Es necesario acercarnos a quien nos da a conocer de manera real,
quien es Dios en el que creemos.

Nuestra profesión de fe, afirma que creemos en un Dios Padre… Hijo… y Espíritu Santo. Veamos
de qué se trata creer en “UN” sólo Dios en “Tres Personas”.

LO QUE ENSEÑA LA IGLESIA

CREO EN UN SOLO DIOS, PADRE TODOPODEROSO.


Nosotros, los cristianos, creemos que hay un solo Dios verdadero. Creemos que este Dios es uno
solo, pero son tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las tres personas son el único y el
mismo Dios. La fe cristiana cree y confiesa que hay un solo Dios.

En muchas religiones a Dios se le llama “Padre”. Los israelitas llamaban a Dios como “el Dios de
nuestros padres”. En el Antiguo Testamento, Dios es llamado Padre como creador, como autor de la
Alianza y dador de la Ley: Tú le dirás: Así dice el Señor: Israel es mi hijo primogénito (Ex 4,22);
por esto, Israel es su “primogénito”: ¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿No es él tu
Padre y tu creador, el que te hizo y te constituyó? (Dt 32,6).

Jesús nos revela al Padre.

“Todo me ha sido revelado por mi Padre y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al
Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo quisiera revelárselo” (Mt 11, 27). Esta revelación a la que
se refiere Jesús, habla de una relación única, que existe entre el Padre y Él.

Jesús llama Padre a Dios, en muchas otras ocasiones y enseña a llamarlo así: (…) pues el Padre de
ustedes sabe lo que necesitan antes de que se lo pidan. Cuando sus discípulos le piden que les
enseñe a orar, Jesús les dijo, Ustedes oren así: ¡Padre nuestro que estás en el cielo! (Mt 6,8-9). Es
la forma preferida de Jesús para dirigirse a Dios. Y cuando ya no va a estar físicamente con ellos les
dirá que a Dios lo deberán seguir llamando de la misma manera: subo a mi Padre, el Padre de
ustedes, a mi Dios, el Dios de ustedes (Jn 20,17). Es Jesús quien da a conocer a Dios como Padre
nuestro de quien debemos sentirnos hijos. Para comprenderlo como tal, debemos primero acoger a
Jesús, Palabra hecha carne, como revelador del Padre: pero a los que la recibieron, a los que creen
en ella, los hizo capaces de ser hijos de Dios (Jn 1,12-13).

En Jesús, no sólo aprendemos a llamar “Padre” a Dios, sino que en Él encontramos esa realidad.
Jesús se identifica con su padre: Le dice Felipe: Señor, enséñanos al Padre y nos basta. Le
responde Jesús: Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes ¿y todavía no me conocen?
Quien me ha visto a mí ha visto al Padre… (Jn 14, 8-9). Por esa razón, nosotros hemos de
esforzarnos por dar a conocer en nuestra vida las cualidades de Dios Padre, al estilo de Jesús. En el
sermón de la montaña, cuando recita las bienaventuranzas, Jesús dice, que los que procuran la paz
serán llamados hijos de Dios (Mt 5, 9).

CREO EN JESUCRISTO.

Para el cristiano, creer en Dios es creer inseparablemente en Aquel que Dios ha enviado, “su Hijo
muy amado en quien ha puesto todas sus complacencias” (Mc. 1,11). Creer en Jesucristo es lo
central de nuestra fe.

En el pasado muchas veces y de muchas formas habló Dios a nuestros padres por medio de los
profetas. En esta etapa final nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien nombró heredero de
todo, y por quien creó el universo Hb 1,1-2).

La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14).

Vino para ser Dios-con-nosotros (Mt 1,23).

Su misión:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los
pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en
libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor (Lc 4, 18-19).

Yo soy el camino, la verdad y la vida: nadie va al Padre si no es por mí. Si me conocieran a mí,
conocerían también al Padre (Jn 14,2-7).

Jesús revela a Dios como Comunidad.


Jamás nadie podía descubrir que la vida de Dios es así. Fue Jesús quien nos lo reveló. Él dice: “Yo
y el Padre somos uno” (Jn 10.30) “El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre les enseñará
a ustedes todas las cosas” (Jn 14,26)- Ver los capítulos 14, 15 y 16 de Juan. “Vayan y hagan
discípulos a todos los pueblos bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y de Espíritu Santo”
(Mt 28,19).

Dios es la Comunidad más unida.


El misterio de la Santísima Trinidad manifiesta que Dios forma una comunidad muy unida. Tan
unida que, siendo tres personas diferentes entre ellas, son, al mismo tiempo, un único y solo Dios.

Dios nos creó semejantes a Él. Nos creó para que vivamos en comunidad, una comunidad muy unida
en el amor. Todos diferentes, pero al mismo tiempo iguales. Los primeros cristianos formaron una
comunidad tan unida que todo el pueblo se admiraba de ellos. Y por eso “eran estimados por todos”
(Hch 2,42-47).

La Santísima Trinidad, fuente de la misión

La tarea misionera de la Iglesia” está “basada dinámicamente en la misma misión trinitaria” (RMi
1). Es “la Iglesia de la Trinidad”. La misión viene de Dios Padre, por el Hijo y el Espíritu Santo; se
realiza según el plan salvador de Dios y se completa continuamente en una vivencia eclesial.
La unidad de Jesús, con el Padre y el Espíritu (Jn 16,14-15), se convierte en el origen y el objetivo
de la misión Jesús, que como Verbo procede eternamente del Padre, es enviado a comunicar a cada
ser humano la participación en la vida trinitaria de Dios amor. Ello equivale a entrar a formar parte
de la unidad de vida en Dios: “Que sea uno, como tú, Padre en mí y yo en ti” (Jua 17,21). Esta es la
misión que recibió Jesús y que transmitió a los suyos: “Como tú me enviaste al mundo, así yo les
envío al mundo” (Jn 17,18). La misión que Cristo recibió del Padre y que llevó a la práctica, “guiado
por el Espíritu” (Lc 4,1.14), da sentido a toda su vida. Procede del Padre y vuelve al Padre (Jn
16,28).

Esa misma misión trinitaria, de la que Cristo es portador en cuanto Hijo enviado por el
Padre, es la que comunica a sus apóstoles (Jn 20,21), para que puedan transformar (“bautizar”) a
toda la humanidad, insertándola en la vida de Dios Amor, “en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo” (Mt 28,19). Por esto, la misión es toda la Trinidad en acción, para introducir al
hombre, creado y restaurado a su imagen, en su misterio de amor. Lo que Cristo recibió del Padre en
el amor del Espíritu, es lo que comunica a toda la humanidad, para que todos sean “comunión” o
reflejo de la vida del Dios Amor: “Yo les he dado la gloria que tú me diste, a fin de que sean uno
como nosotros somos uno” (Jn 17,22).

Dios Padre es la fuente primera de la misión de la Iglesia. El Hijo realiza el misterio pascual. El
Espíritu Santo es enviado e infundido en la Iglesia para santificarla como fruto de la redención del
Hijo y del plan salvador del Padre.

Creo en el Espíritu Santo


No se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu, porque “nadie puede decir: Jesús es
Señor, sino bajo la acción del Espíritu Santo” (1 Cor. 12,3). Y también enseña San Pablo que “nadie
conoce lo íntimo de Dios sino el Espíritu de Dios” (1 Cor. 2, 10). Nosotros creemos en el Espíritu
Santo, porque es Dios. La Iglesia no cesa de confesar su fe en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu
Santo.

La obra del Espíritu Santo consiste en suscitar la fe en Jesucristo, frente a todo desafío de la
sabiduría humana. La fe en Cristo y en Dios que vive en la Iglesia, es don del Espíritu Santo; gracias
a él, la Iglesia se convierte en cuerpo de Cristo (1 Co 12, 13). Por virtud del Espíritu Santo, Cristo
actúa como el único mediador del Padre (1 Tm 2, 4-6) a lo largo de los tiempos en todos los ámbitos
de la vida humana.

Éstos son los frutos del Espíritu Santo, de los que habla el apóstol san Pablo (Ga 5, 22 s.): «Amor,
gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza».

Creo en la Iglesia.

LO QUE HEMOS DE VIVIR

Dimensión Misionera: La Santísima Trinidad es la “fuente de la misión”. Por eso es que Jesús
manda a sus discípulos a bautizarlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y
enseñar a vivir todo lo que Él enseñó. Y esa sigue siendo la tarea actual de todo cristiano que ha
confirmado su fe.
Nivel Personal: Vivir y promover el encuentro personal con Jesucristo para ser sus discípulos-
misioneros, testimoniándolo con fidelidad, dando así pleno sentido a la vida.

Nivel Eclesial: Hacer de nuestra Diócesis de Santa Rosa de Lima una red de comunidades en estado
permanente de misión, logrando que todos los bautizados sean discípulos misioneros de Jesucristo y
que cada parroquia llegue a ser casa y escuela de comunión.

Nivel Social: Promover y defender la vida abriendo caminos de esperanza para los que sufren de
distinta forma, impulsando el cuidado de la creación como casa de todos y favoreciendo el evangelio
de la justicia y la paz, la solidaridad y el destino universal de los bienes.

Para la Reflexión:
Cuáles son las cualidades de Dios Padre
¿Qué importancia tiene para nosotros que el Hijo de Dios se haya hecho hombre?
¿De qué maneras dejamos nosotros que el Espíritu renueve nuestras vidas?

También San Pablo nos dice: El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos
de Dios (Rm 8,16).

Finalizar con la oración de las Santa Misiones Populares de la Diócesis de Santa Rosa de Lima.

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