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LUMEN GENTIUM
ESCUELA DE TEOLOGÍA
LICENCIATURA EN TEOLOGÍA
MODALIDAD SEMIPRESENCIAL
«Trabajo semestral»
PRESENTADO POR:
ISRAEL GARCÍA TAPIA
TUTOR:
Lic. Francisco Javier Bartolo Mejía
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Trabajo semestral
Teología de la Eucaristía
ISRAEL GARCIA TAPIA
1. La experiencia o fe de la Iglesia
La experiencia o fe que anima en la celebración de la eucaristía incluye tres artículos
fundamentales:
Que el Resucitado se hace presente y activo en la Iglesia.
Que en la vida y muerte de Jesús, los hombres tenemos acceso a Dios.
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Que así nace y crece la comunidad cristiana, cuerpo espiritual del Resucitado y
nuevo pueblo en que Dios recibe culto agradable.
Dios tiene un proyecto decidido: habitar entre los hombres para que vivan como hermanos.
Es una voluntad que ya barruntan y expresan las distintas manifestaciones religiosas, pero
que plasma bien la revelación bíblica.
Sólo ahí deben ser interpretadas la comprensión y novedad de la Iglesia4.
Con Jesucristo ha llegado el verdadero templo de Dios, no hecho por manos de hombre (Jn
2, 21); el culto «en espíritu y en verdad» (Jn 4, 23). Significativamente, los sinópticos dicen
que, al morir Jesús, el velo del templo judío se rasgó en dos mitades: ante la realidad ya
presente, no tenía sentido la figura del anuncio profético.5
• «... Y acampó entre nosotros»; Esta presencia de Dios entre los hombres y su compromiso
en la salvación de nuestra historia son palabra definitiva en favor nuestro. La tradición
teológica insistía mucho: el Verbo no abandona nunca la humanidad que una vez asumió e
hizo suya.6
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Cristo resucitado está presente y actúa en la Iglesia, en la vida y muerte de Jesús los
cristianos tienen acceso Dios, y en esa incorporación a Cristo crece la comunidad cristiana.
2. Simbolismo de la eucaristía
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Por el bautismo, los hombres participan en la resurrección de Cristo (Rom 6, 5-11). El único
Espíritu del Resucitado unifica a la Iglesia (1 Cor 10, 16-17).
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Heb 9, 12. Los c. 5 y 9 de esta carta son decisivos para comprender la novedad del sacrificio y del
sacerdocio cristianos.
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La eucaristía recibe distintos nombres: “fracción del pan”, en la comunidad de los Hechos;
“eucaristía”, “sacrificio”, “misa”, en los primeros siglos. Pero a partir del s. V se impone la
expresión “cena del Señor”. Dentro del contexto bíblico y ante la inminencia de su martirio,
muy bien pudo Jesús interpretar su muerte con la figura del servidor anunciado por Isaías,
los primeros cristianos quieren a toda costa establecer conexión entre la celebración
eucarística que realizan las comunidades y la última cena de Jesús.
Se puede dudar si la última cena coincidió con la fiesta judía de pascua, pero parece que si
se celebró en tiempo pascual. Según los sinópticos, Jesús eligió intencionadamente la fecha:
«Con ansia he deseado comer esta pascua con vosotros antes de padecer.
• Presencia de comunión; La última cena es presentada como una comida de Jesús con sus
discípulos. Una forma de presencia interpersonal, de comunión y alianza, el significado e
intencionalidad que tienen las comidas de
Jesús con los pobres es un signo de amistad y aceptación para rehabilitar a los que
socialmente nada cuentan y un signo también para los bien situados, a fin de que
compartan sus bienes con los demás, ese mismo significado tienen los elementos de pan y
vino.
Esa comida viene a ser participación del “cuerpo y de la sangre” de Cristo que se ofrece
como alimento de la comunidad cristiana: “tomad y comed”, “tomad y bebed”. En lenguaje
bíblico, «cuerpo» significa la persona.
“Comer la carne y beber la sangre de Cristo” significan dejarse alcanzar por su causa,
proyectos y objetivos; aceptar su proceso conflictivo y su destino. La multiplicación de los
panes viene a ser un gesto profético donde Jesús se revela como el pan que llena las
necesidades que sufren los hombres.
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Teología de la Eucaristía
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• Vida del mundo; Jn 6, 51 dice: “Yo soy el pan bajado del cielo; si uno come de este pan,
vivirá para siempre; el pan que le voy a dar es mi carne para vida del mundo”, la
multiplicación de los panes viene a ser un gesto profético, para concluir en Jn 6, 34: “Yo
soy el pan de la vida; el que venga a mí no tendrá hambre y el que crea en mí no tendrá
sed”.
La última cena es gesto profético, acción sacramental del mesías. Una comida en que Jesús
entrega su persona en el dinamismo de su vida, muerte y resurrección, también expresa otra
dimensión: la entrega de Jesús es para que todos los hombres tengan vida en abundancia.
Lo que Jesús hizo en la última cena tiene realidad en la eucaristía, sacramento de la cena y,
en consecuencia, de todo el misterio de Cristo allí simbolizado.
• El pan que baja del cielo; En ese contexto, san Pablo dice: comer el pan y beber el vino es
«comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo, la realidad de Jesús, su causa, su historia y su
destino.
Cuando los cristianos divididos y sin cambiar de actitud pretenden participar en la
eucaristía, no disciernen el «cuerpo del Señor», la conducta de Jesús entregado totalmente a
crear comunidad; y así el rito litúrgico resulta vacío, falso, pagano; se come el pan y se
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• «El que me coma, vivirá por mí»; La eucaristía es fuente de vida para las personas y para
la comunidad creyente. San Pablo lo dice así: «El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es
acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el
cuerpo de Cristo? Aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos y
cada uno participamos de ese único pan» (1 Cor 10, 17).
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• En los primeros siglos; En los primeros siglos todavía podemos distinguir dos momentos
significativos.
- Fue importante la inculturación de la fe cristiana en el s. II, donde se elaboran las primeras
sistematizaciones teológicas ya en el mundo griego y romano. En esta época se ve una
«cierta concentración de la presencia real de Cristo en los elementos del pan y del vino».
- La tradición de los siglos III al V tiene también aportaciones de gran ínteres Tanto griegos
como latinos confiesan la única fe presencia real de Cristo en la eucaristía Pero en la
explicación de la misma hay distintas aproximaciones
La tradición griega, expresa su fe cristiana en marcos de la filosofía platónica Habla del pan
y del vino como símbolos, pero ese término no es opuesto a realidad simbolizada, sino que
implica una presencia deficiente de la misma. La tradición latina resalta la exigencia etica
de la presencia real para quienes deben ser testigos en la persecución, mientras san
Ambrosio recurre a la palabra eficaz de Dios y de Cristo para justificar la presencia real.
El más original y decisivo es san Agustín escribe « ¿Cómo es su cuerpo el pan y el vino o
mejor dicho lo que el cáliz contiene la sangre? Estas cosas se llaman sacramentos, porque
en ellas se ve una cosa, pero se entiende otra, lo que se ve tiene aspecto corpóreo, para san
Agustín, el «cuerpo real» de Cristo es la Iglesia donde tiene lugar la presencia eucanstica,
«cuerpo místico», el misterio de la Iglesia se manifiesta y actualiza en los símbolos
sacramentales, antes que la transformación del pan y del vino en la eucaristía, se da la
transformación de la comunidad cristiana.
• La crisis en los siglos IX-XI; Con la invasión de los pueblos germanos, a partir del s V,
llega una nueva cultura con su mentalidad realista y cosista, bien alejada de la cultura
griega y mediterránea donde se venía celebrando la eucaristía y confesando la presencia
real de Cristo en este sacramento. En el s. XI se agudizó la cuestión. Algunos interpretaban
el realismo de la presencia llegando al “cafarnaísmo”. Contra esta interpretación, reaccionó
el obispo Berengario de Tours que, manipulando la doctrina de san Agustín, se fue al otro
extremo negando el realismo de la presencia: «Pan y vino siguen existiendo después de la
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consagración; únicamente pasan a ser meros signos a través de los cuales actúa Cristo». En
1059, la Iglesia rechazó esa negación y confesó su fe: «Después de la consagración, el pan
y el vino que se ponen sobre el altar no son sólo signo, sino también el cuerpo verdadero y
la sangre de Nuestro Señor Jesucristo». Berengario firmó esta confesión por compromiso,
Veinte años después, fue obligado a confesar de nuevo la fe ortodoxa, esta vez sin el
realismo exagerado: «Por el misterio de la oración sagrada y por las palabras de Nuestro
Redentor, el pan y el vino que se ponen sobre el altar se convierten sustancialmente en las
verdaderas, propias y vivificadoras carne y sangre de Nuestro Señor Jesucristo; y después
de la consagración, está presente el verdadero cuerpo de Cristo que nació de la Virgen, que
estuvo clavado en la cruz para salvación nuestra, y está sentado a la derecha del Padre; y
también se hace presente la verdadera sangre de Cristo, que brotó de su costado; no sólo en
signo y actuando a través del sacramento, sino en propiedad de naturaleza y en verdad de
sustancia». La presencia real se plantea en un plano filosófico muy reducido, de cosa (pan y
vino) a cosa (cuerpo y sangre de Cristo), sin que aparezca el misterio de la Iglesia, «cuerpo
de Cristo», tan destacado en la visión de san Agustín.
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• Nuevas interpretaciones; Encíclica Mysterium fidei, 1965; En los años 60 fue notoria la
preocupación por responder a la mentalidad moderna: lo que se llamó entonces «crisis
holandesa», aquellos teólogos insistieron en algo innegable: la eucaristía es un
acontecimiento de salvación en favor de los hombres; lo decisivo es «el significado y la
finalidad» «nuevos del pan y del vino después de la consagración; «transfinalización y
transignificación» serán hoy los términos adecuados para traducir la «transubstanciación».
El 3 de septiembre de 1965, Pablo VI publicó la encíclica Mysterium fidei, a modo de
confesión de fe católica, donde son importantes algunos artículos:
- Hay que seguir manteniendo el lenguaje tradicional de la Iglesia sobre la presencia real
eucarística y la conversión.
— Hay presencia real de Cristo en la Iglesia, pero la presencia eucarística es «sustancial».
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a) Aproximación a la historia
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• En los primeros siglos; La Didajé habla ya de una organización o aparato litúrgico, aquí
asoma ya un peligro: hacer de la eucaristía un sacrificio religioso más, situándolo en el
esquema común de las religiones, y olvidando la entrega, la historia de Jesús, celebrada en
la última cena.
b) Novedad y singularidad
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reduce a pura rúbrica, sin un compromiso para secundar la voluntad de Dios. — La comida
de las ofrendas consumaba el sacrificio.
• El sacrificio de Cristo; En la última cena, Jesús celebró ese talante sacrificial de su vida y
de su martirio.
Primero, la inmolación, la consagración o aceptación por parte de Dios es el segundo
momento del dinamismo sacrificial, finalmente, la comunión. La vida y muerte de Jesús
discurrieron en la intimidad y en sintonía con el Padre.
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La muerte y resurrección de Jesús tienen un objetivo fundamental, que todos los hombres
tengan vida en abundancia. La eucaristía es «sacramento de piedad, signo de unidad,
vínculo de caridad, banquete pascual en el que se recibe a Cristo como alimento, el alma se
llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura»
b) «Vínculo de caridad»
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los pueblos. En esa fe celebraban la eucaristía. En la eucaristía, los cristianos celebran ese
culto nuevo que postula seguir a Jesucristo en el empeño por transformar la sociedad. Se
dice que se ama sin reservas a todos, pero se olvida que los hombres concretos sólo existen
dentro de una organización económica y política. Cuando la caridad o amor no se verifica
en el empeño decidido por la justicia, está fallando el espíritu evangélico. Amor cristiano y
compromiso por construir un mundo más justo no son separables en la conducta de Jesús y
mutuamente se postulan en la celebración eucarística. Dios se nos entrega, no como poder
que domina, sino como amor que humildemente sirve.
La reconciliación exige conversión del hombre al proyecto de Dios, la comunidad de
hermanos. Pero esta reconciliación se prueba en la solidaridad del que actúa pensando no
tanto y sólo en «qué será de mí», sino en «qué será de los otros», especialmente de los más
indefensos.
c) En el deseo de plenitud
La vida en gracia o amor no tiene límite. La eucaristía mantiene y promueve esa vida,
siempre abriéndonos hacia una plenitud por venir. Es el alimento de quienes aún
caminamos en la oscuridad de la fe y en la tensión de la esperanza.
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La celebración y comunión eucarísticas deben ser medio para que los cristianos «se
perfeccionen día a día por Cristo, mediador en la unión con Dios y entre sí, para que
finalmente Dios sea todo en todos».
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