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TÉCNICA Y ACTITUD.

Enseñanza en Pro de una Arquitectura de


Alta Calidad.
Artículo presentado como Ponencia Oficial de la Facultad de
Arquitectura de la Universidad Nacional De Colombia Sede
Medellín.
XVII Conferencia Latinoamericana de Escuelas y Facultades de
Arquitectura. Cuenca, Ecuador. Noviembre de 1997.

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Documento actualizado el 15 de Enero de 2011
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Arq. Jorge Hernán Salazar Trujillo
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Matrícula A0570049534
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Teléfonos. 57-(9)4-511 46 56 / 513 17 48
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Fax. 57-(9)4-5719062. Medellín, COLOMBIA.
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Email. jhsalaza@unal.edu.co
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…hoy no solo sabemos que se equivocaron sino que tenemos sólidas razones para
desconfiar de la tecnología como la redentora de la humanidad.

La Madre Tecnología
Con varios siglos a sus espaldas, aquella recurrida metáfora del ascenso del hombre
hacia el dominio y control de su entorno desaparece bruscamente; asistimos hoy,
abatidos, al derrumbamiento de muchos de los paradigmas que rigieron el desarrollo
de la sociedad humana durante un periodo de la historia significativamente largo.
Desde el siglo 16 con el Renacimiento y el Humanismo, en el siglo 18 con la
Revolución Industrial, y más aceleradamente desde mediados del siglo 20 cuando la
modernidad aplica todos sus modelos, el esquema mecanicista de interpretación de la

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naturaleza y sus fenómenos en función de leyes y principios de carácter inamovible y
universal es una utopía que se está disolviendo.
Hace poco más de dos siglos los padres de la era industrial, vieron en la técnica el
medio suficiente para “permitir que la raza humana recupere ese derecho sobre la
naturaleza que le pertenece por legado divino”, como lo dijo Francis Bacon, sin
embargo hoy no solo sabemos que se equivocaron sino que tenemos sólidas razones
para desconfiar de la tecnología como la redentora de la humanidad. La tecnología
por si sola no se constituyó en nuestra tabla de salvación y por el contrario, aplicada
bajo un sistema económico que no busca el bienestar equitativo para la humanidad y
su madre naturaleza, ha terminado por ser su desgracia. Hoy escuchamos voces de
alarma que desde diversas disciplinas del conocimiento nos aseveran que la técnica
no permitió mejorar las condiciones de prosperidad de la humanidad sino que, por el
contrario, sus desventajas intrínsecas las agravaron. Estamos presenciando el
desmoronamiento casi generalizado de la fe en la técnica y despedimos el milenio con
el malestar de no tener un proyecto confortable al cual entregar nuestras ilusiones con
respecto al futuro.

La Madre Naturaleza
Este anhelo de prosperidad siempre ha estado presente en la historia de la
humanidad, así los preceptos que otrora se consideraban válidos para su consecución
hayan sido reemplazados hace siglos. Basta mencionar cómo el animismo y
sacralización de la naturaleza abocaron, milenios atrás por una actitud e interpretación
diferentes de los fenómenos naturales. El desmantelamiento de aquellos paradigmas
es la impronta que fundamenta hoy nuestra posición ante el universo; la ciencia y
cultura contemporáneas existen hoy gracias al distanciamiento con respecto a la
naturaleza al que ciertas culturas optaron hace tiempo. Las raíces de la separación
entre el hombre y la naturaleza penetran profundamente en la historia de la raza
humana y pueden llevarse hasta aquella mítica migración del primate recolector de los
bosques al homínido cazador de las sabanas africanas.

Cuando hoy se habla de una hipotética integración con la naturaleza se asumen


posiciones que desconocen la génesis misma de nuestra especie; fundamentada
precisamente sobre esa capacidad de ir en contra de los designios naturales. Por ello,
conquistar la idílica integración con el planeta implicaría nuestra radical abdicación a
la ciudad y la cultura, herencias que permiten reconocernos hoy como raza humana.
Es indiscutible que el acrecentamiento del deterioro ambiental obliga a repensar
profundamente nuestras relaciones con el planeta, pero solo hasta que el sistema
socioeconómico imperante asuma y reconozca completamente su papel
transformador y depredador podrá abocar por posiciones ambientalistas
medianamente objetivas.

Al mismo tiempo, quien señala la contaminación, el deterioro ambiental y el cambio


climático como pruebas fehacientes de un desequilibrio originado por una supuesta
barbarie de la humanidad industrializada, esta desconociendo que hay pruebas
evidentes de que las alteraciones ambientales de origen antrópico datan desde

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épocas prehistóricas. No estamos tratando con un problema nuevo; esta dualidad nos
acompaña desde que el hombre es hombre y afrontarla está implicando nuestra
propia naturaleza.

El ambientalismo objetivo
En el proceso de esa exploración conceptual acerca de las relaciones del ser humano
con respecto a la naturaleza, aparecen hoy posiciones de muy diversa índole.
Muchos, casi con pesadumbre y culpabilidad, consideran la capacidad tecnológica
como una desgracia y maldición, mientras en contrapartida un grupo de tecnócratas
todavía ven la técnica como la madre redentora que resolverá nuestros problemas
sociales, económicos y medio-ambientales. Los hay felizmente irresponsables que
opinan que somos hijos de la naturaleza, que los problemas ambientales no nos
corresponde resolverlos y que el planeta mismo sabrá que hacer con nuestra
exagerada capacidad de transformación ambiental. Para llevar al cúlmen este tipo de
elucubraciones, en los últimos años se ha vuelto común el promulgar la economía y
productos “verdes”, al punto de intentar convencernos que el planeta necesita de
nuestros cuidados y cariño. El ser humano ya no es considerado hijo de la naturaleza,
sino su padre y administrador; no se somete a las leyes naturales sino que es
legislador y ejecutor de ellas; es decir, tenemos un nuevo Dios.

Inmersos en tal confusión, una de las pocas cosas que parece estar nítida en un
mediano plazo es que a pesar de las apocalípticas predicciones de algunos, el
desarrollo tecnológico no se va a echar atrás. Nuestra sociedad puede ser sensible,
pero el sistema económico no está preparado para reemplazar tajantemente los
modelos de desarrollo y explotación de recursos naturales ya establecidos y por este
motivo no puede hablarse hoy de un cambio de paradigmas sino de un paulatino
cambio en la manera de hacer las cosas. No tenemos desarrolladas tecnologías
ambientalmente neutras o las existentes no son competitivas en el escenario socio
político actual, por ello toma tanta importancia el propender por actitudes ante la
tecnología más consecuentes con las necesidades medio ambientales del presente.

Es precisamente esa actitud ante las cosas; científicamente despierta ante nuevos
desarrollos, pero cautelosa y sensible ante las posibles consecuencias de su

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implementación, la que ahora parece ser la posición más sensata para aquel que
considere necesario un compromiso responsable con el medio ambiente. Por
supuesto, quien no integre este credo a su ética profesional, encontrará que la
“tecnología verde” también puede ser aplicada eficazmente en la obtención de otras
finalidades de muy diversa filiación cromática.

Es claro que la hipótesis de una ética ambiental como ingrediente suficiente para
atenuar nuestros conflictos con los sistemas bióticos y abióticos de la biosfera es
exageradamente simplificadora, pero ante la ausencia de un modelo de desarrollo
probadamente eficaz, solo nos queda confiar en la buena voluntad de los tripulantes
del planeta. Estoy afirmando que la humanidad tiene claro cuáles son los problemas
que quiere evitarse, pero no podrá garantizar el éxito de esta empresa de no contar
con una posición intelectual que permita reconocer los errores y reorientar
constantemente la dirección en la que avanzamos. Las tecnologías que ayer parecían
una bendición hoy se ven como una desgracia, nada puede garantizar que esto no
vuelva a repetirse.

La sostenibilidad en el siglo 21
La discusión acerca del desarrollo sostenible debe reconocer que el orden natural y el
orden humano son esencialmente diferentes, que la naturaleza se compone de
sistemas complejos donde el equilibrio obedece y tiene su origen en el sistema
mismo. En contraposición, el concepto humano de equilibrio es estático y por ello los
“intereses” de la naturaleza no siempre coincidirán con los intereses humanos; el
control artificial sobre el medio ambiente será, hasta donde sabemos ahora, siempre
parcial o se hará simplificando dichos sistemas a un costo ya bien conocido por
nuestros preocupados ecologistas. Vivimos una época en que las palabras se
desgastan con celeridad y donde las verdades científicas se establecen y derrocan en
cuestión de pocos años. La globalización del conocimiento y el casi divino poder de
los medios de comunicación, señalan direcciones a veces erradas y esto permite que
muchos depositen sus esperanzas en la sostenibilidad ecológica a pesar de tratarse
de algo en lo que la élite científica no logra aún consenso.

El desarrollo de la ciencia y el conocimiento humano aborda cada vez con mayor


propiedad las interacciones en sistemas complejos; trátese de la teoría del caos, de
los límites difusos y los conjuntos borrosos, de la teoría de la complejidad o de la tan
sonada transdisciplinariedad, hay un gran desarrollo que implementar en la
interpretación de nuestro mundo; una nueva cosmogonía que formalizar. Por ello el
concepto sostenibilidad se construye, destruye y reconstruye constantemente y con
certeza en el futuro la interpretación de nuestro universo continuará mutando a la luz
de los nuevos descubrimientos científicos, como ya lo hace en nuestros días,
obligando a replantear muchos de los conceptos que hoy consideramos inamovibles.
En un futuro, lo que hoy entendemos por sostenibilidad será solo un primitivo
antecesor de lo que significará ese nuevo concepto; la palabra estará completamente
gastada y por ello se acuñará un nuevo término que permita distinguir esta nueva idea
de sostenibilidad de la que le precedió. Sea cual sea el nombre que se le dé, el

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camino de enlace entre ambos conceptos habrá sido trazado gracias a la actitud
científicamente crítica y ambientalmente sensible de quienes lo recorran para lograr
efectos prácticos de la aplicación de la teoría.

Qué implica la enseñanza de una arquitectura de alta calidad


Transmitir una actitud abierta y creativa ante la aplicación del recurso tecnológico. No
hay técnica inocente y por ello el tecno-fanatismo o la técnica sin una actitud
orientadora pueden jugar un papel potencialmente peligroso en la transformación del
medio ambiente.

Las leyes de un mercado neoliberal no conocen de ética, por ello mientras la


Arquitectura y Urbanismo sustentables no ofrezcan la mayor rentabilidad, la ética
profesional tendrá un papel preponderante en la configuración de un entorno donde
primen el bienestar social y humano y los intereses medio ambientales.

El ahorro energético es el primer puntal hacia una arquitectura sustentable; primer


resquicio en el que el mercado inmobiliario, la economía y el medio ambiente pueden
encontrar políticas conciliatorias. El costo de la energía es protagónico en este
proceso; a medida que la energía incremente su valor en Latinoamérica, este enfoque
será la puerta de entrada para el diseño energéticamente responsable y la arquitectura
ambientalmente comprometida.

¿Una nueva utopía?


No se vislumbra en estas décadas un horizonte fundamentado sobre los nuevos
paradigmas y por ello las intervenciones arquitectónicas contemporáneas tienen que
ser responsables a la luz de unos principios éticos ajenos a cualquier credo, marco
político, económico o tecnológico, procurando en la medida de los conocimientos
disponibles actuar con sensatez al elaborar las propuestas urbano-arquitectónicas. No
hay objetivo nítido al cual dirigirse ni certeza acerca de cuál pueda ser el punto de
llegada; por el contrario, nos dirigimos a una zona difusa y aún tras el horizonte, sobre
la cual depositamos nuestras esperanzas, lo que nos obliga a buscar nuestro objetivo
de manera tangencial. Porque las coyunturas históricas no tienen inflexiones, sino
transiciones sin solución de continuidad, la capacidad de estar reorientando
constantemente el rumbo de navegación es la utopía que puede llevarnos hacia tierras
más promisorias.

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Bibliografía
Dorfles, Gillo. Naturaleza y Artificio. Editorial Lumen, Barcelona, 1972.

López Chuhurra, Osvaldo. Estética de los Elementos Plásticos, Ed. Labor, Barcelona,
1971, pp 34-36.

Morin, Edgar. El paradigma perdido. Ensayo de Bioantropología. Quinta edición,


Editorial Kairós, 1996, Barcelona, 263 págs.

Oliver, Paul. Dwellings, The house across the world. Phaidon, Oxford, 1986, 230 págs.
Resnick, Mitchel. Explorations in massively parallel microworlds. MIT Press,
Cambridge, 1994, 163 págs.

Sheldrake, Rupert. El renacimiento de la naturaleza. La nueva imagen de la ciencia y


de Dios, Ediciones Paidós, 1992, Barcelona, 264 págs.

Sherington, Sir Charles. Hombre Versus Naturaleza - “Man on his nature”, Cuadernos
Infimos, 117, Tusquets Editores, Barcelona, 1984, 342 págs.

Fin del documento.

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