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Ruleta rusa

Por Roberto Martínez (18-Ago-1997).-

En las últimas décadas, los anti-moralistas han encontrado en la píldora y el


preservativo, o condón, la llave para abrir la puerta a una vida de placeres
desenfrenados. Como consecuencia, las enfermedades transmitidas por contacto
sexual se han hecho presentes de manera importante entre ellos y sus familias. En
algunos casos han contagiado a sus cónyuges y en otros a sus hijos, familiares y
amistades; dependiendo de las costumbres sexuales anti-moralistas de los mismos.

Con el lema de amor y paz que a primera vista suena bonito, porque ambas
palabras llevan un hondo sentido moral, los promotores de los anti-valores
fomentaron, supuestamente en nombre de la libertad, las relaciones extramaritales
y con ello la difusión del Sida. Armados con su lema y sus métodos de
contracepción han logrado decrementar la salud y con ello el nivel de vida de la
población en general, y todavía no sabemos si la tendencia seguirá agudizándose o
se revertirá.

Mientras los que ayudan a formar opinión sigan poniendo al placer por encima de
la salud, no veo que se dé el cambio pronto. Desgraciadamente son más las voces
hedonistas que las moralistas, porque los hedonistas son como las ratas que
emigran corriendo detrás de las primeras y que no se dan cuenta de que van a
morir hasta que caen al mismo precipicio que sus líderes. La esperanza está en el
cambio generacional, cuando los hijos de los moralistas, que tienden a ser el doble,
comiencen a fomentar el tipo de vida que aprendieron de sus padres.

Según la WOOMB, Organización Mundial del Método de Ovulación Billings, la


eficacia de los condones para prevenir la fecundación es sólo del 65 al 85 por
ciento, dependiendo del material con que esté fabricado. Si consideramos que el
virus del Sida es por lo menos quinientas veces más pequeño que el
espermatozoide, podemos fácilmente concluir que el condón no ofrece protección
contra esta enfermedad.
Las campañas publicitarias, que nos invitan a utilizar el preservativo como método
de prevención del Sida, lo único que logran es que se vendan más condones y que la
población se siga contagiando. De paso también se fomenta la infidelidad a través
del sexo sin compromiso que ofrecen los métodos de contracepción.

Si queremos frenar la epidemia de Sida y de otras enfermedades venéreas, es


indispensable volver a los valores morales y hacer campañas que fomenten la
fidelidad en la pareja y la abstinencia en los solteros, así como los beneficios de una
relación heterosexual sana dentro del matrimonio versus una homosexual.

Las películas y las novelas nos hacen pensar que la fidelidad y la abstinencia son
costumbres tan extintas como los dinosaurios, pero la realidad es que son
connaturales al ser humano y tan ordinarias y comunes como cualquier otra
costumbre. Claro, los anti-moralistas que llevan años cultivando sus obsesiones,
están tan esclavos de sus impulsos sexuales que no pueden creer que las personas
civilizadas podamos canalizar nuestras energías sexuales hacia la creatividad, el
deporte y otras actividades más constructivas que darle vuelo a la hilacha.

En su estupefacción e incredulidad, nos tachan de los más grandes hipócritas y


santurrones, y procuran gritar con fuerza cada vez que algún moralista tropieza
para burlarse de él y de todos los que procuramos hacer el bien. Prefieren que todo
el mundo esté tan hundido en el lodo como ellos para estar a gusto. ¿Acaso han
perdido la capacidad de asombro, o han dejando que les invada el pesimismo? ¿No
puede la misma creatura que conquista el espacio y manda robots a Marte,
aprender a dominar su naturaleza para bien suyo y de sus semejantes ? Yo estoy
convencido de que sí podemos.

También está en nuestra naturaleza la inconstancia. Si fuésemos constantes en


nuestras determinaciones alcanzaríamos pronto la perfección.

Pero la inconstancia de nuestro ser no debe desanimarnos ni tampoco llevar a decir


que las personas no podemos más que nuestros impulsos. Al contrario, esos
pequeños o largos ratos de constancia en nuestra vida nos ayudan a saborear la
perfección y anhelarla, y eventualmente a desarrollar la convicción de no fallar;
basada en el amor a la perfección, no en una actitud de auto reprimirse.
El que ama lo bueno, permanece cerca de lo bueno, mientras que el que está
controlado por sus pasiones, puede reprimirse un momento y alejarse, pero es
como aguantarse el aliento, más temprano que tarde se ve obligado a respirar. No
es suficiente cerrar los ojos ante lo malo, es necesario buscar y centrar la vista en lo
bueno.

No es difícil diferenciar lo bueno de lo malo. Basta voltear a nuestro interior. Allí


está inscrita la más rudimentaria ley moral en nuestra conciencia. La moral viene
de adentro y el que la escucha y la práctica lo hace por amor a lo bueno, no por
miedo.

Te invito a dejar de usar el condón, es una ruleta rusa, que como te puede matar te
puede no hacer nada. Eres libre y tienes la opción, ¿para qué te la juegas?

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